¿ESCRIBIR SOBRE LA COYUNTURA?

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

En una amable reunión de días pasados donde di una charla sobre la Escuela Austríaca de Economía, entre los interrogatorios me preguntaron cual es la razón por la que habitualmente escribo en mis columnas semanales sobre ideas de fondo y no  sobre los sucesos de coyuntura. Mi respuesta es que las dos cosas son necesarias pero el análisis coyuntural está sobredimensionado mientras que las ideas de fondo son muy poco debatidas. Y es que la coyuntura irá para un lado o para otro según sea la compresión o incomprensión de las ideas que le dan sustento a los sucesos cotidianos.

 

Si nos concentramos solo en la coyuntura estamos comenzando por el final y, más aun, a media que se abandonan las ideas de fondo desde la perspectiva de la sociedad libre, se va encogiendo la posibilidad de debatir ideas porque se engrosa lo “políticamente correcto” que es cada vez más inclinado al estatismo dado que los partidarios de la libertad dejan el terreno inexplorado respecto a los fundamentos éticos, económicos y jurídicos de la sociedad abierta.

 

Ya se sabe que el político no puede ir más allá en la articulación de su discurso de lo que pueda digerir la opinión pública. Si se excede, indefectiblemente pierde apoyo electoral y finalmente es desplazado. ¿Cómo se hace entonces para revertir la situación? La respuesta debe verse en los tan necesarios debates respecto a ideas de fondo y en la medida en que se comprendan en los distintos estadios hasta llegar a la opinión pública el político podrá, recién en esa instancia, articular un discurso en línea con la sociedad libre que apunta a desmantelar un Leviatán engrosado desmedidamente y que todo lo atropella a su paso.

 

Las máquinas infernales de impuestos astronómicos, de gastos públicos siderales, de deudas estatales insoportables y de regulaciones asfixiantes no se revierten automáticamente, requieren explicaciones y debates. No se resuelven simplemente con descripciones de las ocurrencias cotidianas, se necesita fundamentación y argumentación adecuadas.

 

No es que no sea conveniente describir la coyuntura, se necesita saber que sucede, es necesario comentar sobre la noticia del momento, pero mi punto es que, dada la situación imperante, hay un manifiesto desbalance entre el análisis de las ideas de fondo que subyacen en esa coyuntura y la descripción de los sucesos diarios. Por supuesto que no he podido dejar de escribir sobre la coyuntura frente a sucesos tremendos como las Torres Gemelas, los ataques terroristas en Francia, los desvaríos espantosos del dictador venezolano, el significado del Brexit, las características de Donald Trump, el peligroso avance del nacionalismo en Europa, el caso argentino del desplazamiento  kirchnerista, en su momento la atolondrada invasión  a Irak, la deuda estadounidense, las barrabasadas de los Castro, declaraciones estridentes del Papa, las falsas apariencias del Mercosur, las compadradas del sátrapa de Corea del Norte, incluso la irrupción masiva del Pokémon y similares hechos de envergadura que no pueden soslayarse, pero el foco lo concentro en el debate de ideas de fondo por las razones apuntadas.

 

Antes he escrito sobre el significado de la teoría y la práctica pero es del caso volver sobre el asunto. En la mayor parte de las acciones y propuestas para aplicar en el terreno político no hay maldad sino buena voluntad y las mejores intenciones, el tema estriba en la idea que se encuentra tras las conductas, es decir, como se conciben los nexos causales correspondientes, en otros términos, cual es la teoría que fundamenta tal o cual política. “Nada hay más práctico que una buena teoría” ha dicho con mucha razón Paul Painlavé, por lo que se torna imperioso discutir la teoría.

 

Todo lo que ha creado el hombre se basa en una teoría, si el resultado es bueno quiere decir que la teoría es correcta si es malo significa que la teoría es equivocada. Esto va desde el método para sembrar y cosechar, la fabricación de una computadora, hasta la plataforma de un partido político.

 

Ideas y teorías son conceptos que interpretan diversos sucesos, como se ha apuntado tantas veces no se trata de “ideologías” en el sentido de propuestas cerradas e inexpugnables, por el contrario, se trata de procesos abiertos dado que el conocimiento tiene el carácter de la provisionalidad sujeto a refutaciones y en un contexto siempre evolutivo (es por eso que hace poco escribí una columna titulada “Contra la ideología”).

 

Entonces, si la raíz del asunto estriba en las ideas es allí donde debe concentrarse el trabajo: en debates abiertos y en el estudio desapasionado de diversas corrientes de pensamiento ya que la cultura forma parte de un entramado de préstamos y donativos, de recibos y entregas múltiples que se alimentan entre sí conformando una textura que no tiene término.

 

Sin embargo, se observa que la mayoría de quienes desean de buena fe terminar con la malaria paradójicamente se dedican a la coyuntura y a repetir lo que está en los noticieros y que todo el mundo sabe. El relato de la coyuntura no escarba en el fondo del asunto, se limita a mostrar lo que ocurre lo cual ni siquiera puede interpretarse si no se dispone de un adecuando esqueleto conceptual. Más bien, como se ha dicho, es pertinente subrayar que la buena coyuntura se dará por añadidura si se comprende y comparte la teoría que permite corregir lo que haya que corregir.

 

Por parte de los que se dicen partidarios de la sociedad abierta hay un gran descuido de las faenas educativas, muy especialmente en lo que hace a la gente joven en ámbitos universitarios que constituye el microclima del que parirá el futuro. Y no solo eso sino el referido desbalance entre la noticia y el análisis de ideas de fondo. Afortunadamente los medios de comunicación no se circunscriben a dar la noticia sino que se publican columnas de opinión.

 

Muchos son los bienintencionados que estiman que los problemas pueden resolverse dirigiéndose a quienes al momento tienen posiciones de poder sin percatarse de la futilidad de la tarea. Se dice que no hay tiempo que perder y que el trabajo intelecutal es a muy largo plazo, lo cual se viene repitiendo desde tiempo inmemorial. Por otra parte, los espíritus totalitarios operan con notable éxito en la difusión de sus ideas, con lo que han logrado un plafón intelectual de enormes proporciones que naturalmente empujan a discursos políticos en sintonía con esa tendencia. Tienen presente los dichos de Gramsci y Mao que respectivamente rezan de este modo: “tomen la cultura y la educación y el resto se dará por añadidura” y “la marcha más larga comienza con el primer paso”.

 

Está bien ilustrar la idea con la coyuntura como anclaje para algún ejemplo, pero sin perder de vista que es aquella la que marca el rumbo y nada se gana con inundar de series estadísticas si no se tiene clara la teoría que subyace. Es que no pocos de los que se circunscriben a los datos de coyuntura desconocen los fundamentos de la propia filosofía que dicen suscribir. Esto se nota ni bien salen a relucir temas de fondo.

 

La dedicación y los esfuerzos por explicar y argumentar la raíz de los problemas son tanto más necesarias cuanto que los socialismos de diversas tonalidades apuntan a sentimientos de superficie y evitan hurgar en razonamientos que permiten vislumbrar las ventajas de la libertad. En este mismo sentido, el premio Nobel en economía Friedrich Hayek nos advierte que “la economía es contraintuitiva” y el decimonónico Bastiat insistía en que el buen analista hurga en “lo que se ve y lo que no se ve”, lo cual demanda faenas adicionales.

 

Como la energía es limitada y los recursos disponibles también lo son, conviene establecer prioridades para enfrentar los crecientes desmanes de los gobiernos, supuestos defensores de las autonomías individuales. Como queda apuntado, correr tras las coyunturas es poner la carreta delante de los caballos, se requiere como el pan de cada día el prestar debida atención al debate de ideas ya que son éstas precisamente las que generan tal o cual coyuntura.

 

Finalmente, conviene precisar que por el momento no hay ningún mecanismo de gobierno que mejore la marca de la democracia, lo cual no significa rendirse ante espacios por los que se filtra el rostro del autoritarismo con la pretensión de que mayorías circunstanciales expriman y aplasten los derechos de las minorías, por eso se hace necesario estar alerta y reforzar procedimientos para maniatar al Leviatán. En esta línea de pensamiento, debe subrayarse que en el plano político se requiere el consenso y la negociación entre posturas diferentes al efecto de permitir la convivencia, pero lo que destacamos en esta nota periodística es la imperiosa necesidad de esforzarse en incentivar debates abiertos de ideas en la esperanza de que la comprensión de los beneficios de la libertad se hagan más patentes, para lo que el enfrascarse en  mediciones y gráficos de lo que ocurrió no contribuye al objetivo de marras.

 

En otras palabras, circunscribirse a correr tras la coyuntura es un certamen destinado al completo fracaso puesto que los números serán cada vez peores debido, precisamente, a que no se han comprendido las ideas que posibilitan la corrección de datos que constituyen la expresión de lo que ocurre. Comprendo que en la desesperación -porque la barranca abajo a veces es muy empinada- haya quienes se empeñan en batallar con cifras con la pretensión de que se entienda el desastre pero esta tarea es equivalente a correr tras la sombra de uno mismo con el sol a las espaldas que nunca se alcanza, hasta que se decida “tomar el toro por las astas” y encarar el problema de fondo y aclarar las ideas que subyacen a los datos de coyuntura.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

MÁS SOBRE COYUNTURA Y LAS IDEAS DE FONDO

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Parece una perogrullada insistir en el hecho de que para que se entiendan los fundamentos éticos, económicos y jurídicos de una sociedad de hombres libres es indispensable trasmitir con claridad esas fundamentaciones con todo el rigor que resulte posible ya que el receptor es en general hospitalario y sensible a la argumentación y no a las simples afirmaciones.

 

Es por ello que resulta indispensable contar con espacios para elaborar sobre ideas de fondo. Esa es la manera de correr el eje del debate al efecto de abrir plafones para que el político pueda articular discursos compatibles con la sociedad abierta ya que no puede proponer políticas que la opinión pública no entiende ni acepta.

 

Ahora bien, si nos dedicamos solo a la coyuntura nunca salimos del pantano. Más aun, con este procedimiento cada vez la coyuntura se hace más negra,  precisamente porque nadie se dedicó a explicar las ideas de fondo y se dejan terrenos abiertos para que el espíritu totalitario avance con sus ideas colectivistas.

 

Es cierto que a la gente en general le resulta más atractivo y más fácil leer sobre la coyuntura que bucear en ideas de fondo pero, como queda dicho, es necesario hacer que las raíces de la libertad se exhiban en todas sus facetas. El dedicarse exclusivamente a la coyuntura es poner el carro delante de los caballos, es ocuparse de los efectos sin prestar atención a las causas. Por ello es que con toda razón el marxista Antonio Gramsci ha reiterado “tomen la cultura y la educación y el resto se dará por añadidura”. La coyuntura es el resultado de las ideas de fondo que prevalecen para bien o para mal.

 

No hay conflicto ni incompatibilidad entre ideas e intereses que en no pocas ocasiones se suelen presentar en conflicto. Los intereses son también ideas, por lo que debe prestarse especial atención a este campo. En la mayor parte de las acciones y propuestas no hay maldad sino buena voluntad y las mejores intenciones, el tema estriba en la idea que se encuentra tras las conductas, es decir, como se conciben los nexos causales correspondientes, en otros términos, cual es la teoría que fundamenta tal o cual política. “Nada hay más práctico que una buena teoría” ha dicho con mucha razón Paul Painlavé.

 

Todo lo que ha creado el hombre se basa en una teoría, si el resultado en bueno quiere decir que la teoría es correcta si es malo significa que la teoría es equivocada. Esto va desde el método para sembrar y cosechar, la fabricación de una computadora, hasta la plataforma de un partido político.

 

Ideas y teorías son conceptos que interpretan diversos sucesos, como se ha apuntado tantas veces no se trata para nada de “ideologías” esa palabreja que en su acepción corriente significa propuestas cerradas e inexpugnables, por el contrario, se trata de procesos abiertos dado que el conocimiento tiene el carácter de la provisionalidad sujeto a refutaciones y en un contexto siempre evolutivo.

 

Entonces, si la raíz del asunto estriba en las ideas es allí donde debe concentrarse el trabajo: en debates abiertos y en el estudio desapasionado de diversas corrientes de pensamiento ya que la cultura forma parte de un entramado de préstamos y donativos, de recibos y entregas múltiples que se alimentan entre sí conformando una textura que no tiene término.

 

Sin embargo, se observa que la mayoría de quienes desean de buena fe terminar con la malaria paradójicamente se dedican a la coyuntura y a repetir lo que está en los diarios y que todo el mundo sabe. Los que comentan coyunturas son espectadores pasivos de la agenda que determinan otros, los que se preocupan y ocupan de las ideas de fondo marcan su propia agenda.

 

El relato de la coyuntura no escarba en el fondo del asunto, se limita a mostrar lo que ocurre lo cual ni siquiera puede interpretarse si no se dispone de un adecuando esqueleto conceptual. Más bien es pertinente subrayar que la buena coyuntura se dará por añadidura si se comprende y comparte la teoría que permite corregir lo que haya que corregir.

 

Por parte de los que se dicen partidarios de la sociedad abierta hay un gran descuido de las faenas educativas, muy especialmente en lo que hace a la gente joven en ámbitos universitarios que constituye el microclima del que parirá el futuro. En cambio, se dirigen a quienes al momento tienen posiciones de poder sin percatarse de la futilidad de la tarea. Se dice que no hay tiempo que perder y que el trabajo estudiantil es a muy largo plazo, lo cual se viene repitiendo desde tiempo inmemorial. Por otra parte, los espíritus totalitarios operan con notable éxito en colegios y casas de estudio universitarias desde siempre, con lo que han logrado un plafón intelectual de enormes proporciones que naturalmente empujan a la articulación de un discurso político en sintonía con esa tendencia.

 

Está bien ilustrar la idea algunas veces con la coyuntura como anclaje para algún ejemplo, pero sin perder de vista que es aquella la que marca el rumbo y nada se gana con inundar de series estadísticas si no se tiene clara la teoría que subyace. Es que son pocos los que se circunscriben a los datos de coyuntura  que conocen los fundamentos de la propia filosofía que dicen suscribir. Esto se percibe ni bien surgen en el debate temas de fondo de la tradición liberal.

 

La dedicación a la enseñanza es tanto más necesaria cuanto que los socialismos de diversas tonalidades apuntan a sentimientos de superficie y evitan hurgar en razonamientos que permiten vislumbrar las ventajas de la libertad. En este mismo sentido, el premio Nobel en economía Friedrich Hayek nos advierte que “la economía es contraintuitiva” y el decimonónico Bastiat insistía en que el buen analista hurga en “lo que se ve y lo que no se ve”, lo cual demanda esfuerzos adicionales.

 

Como la energía es limitada y los recursos disponibles también lo son, conviene establecer prioridades para enfrentar los crecientes desmanes de los gobiernos, supuestos defensores de las autonomías individuales. Correr tras las coyunturas es equivocar las prioridades, se requiere como el pan de cada día el prestar debida atención al debate de ideas ya que son éstas precisamente las que generan tal o cual coyuntura.

 

Debe subrayarse que en el plano político se requiere el consenso y la negociación entre posturas diferentes al efecto de permitir la convivencia, pero lo que destacamos en esta nota es la imperiosa necesidad de esforzarse en incentivar debates de ideas en la esperanza de que la comprensión de los beneficios de la libertad se hagan más patentes, para lo que el enfrascarse en  mediciones y estadísticas no contribuye al objetivo de marras.

 

Es clave comprender y compartir el esqueleto conceptual de la sociedad abierta puesto que las estadísticas favorables son el resultado. Por el contrario, si se tratara de demostrar las ventajas de la libertad a puro rigor de estadísticas ya hace mucho tiempo que se hubiera probado la superioridad del liberalismo, el asunto es que, en definitiva, con cifras no se prueba nada, las pruebas anteceden a las series estadísticas, el razonamiento adecuado es precisamente la base para interpretar correctamente las estadísticas. Es por eso que resulta tan esencial la educación y no perder el tiempo y consumir glándulas salivares y tinta con números que desprovistos del esquema conceptual adecuado son meras cifras arrojadas al vacío.

 

El oxígeno vital es la libertad, si los debates se centran exclusivamente en las cifras se está desviando la atención del verdadero eje y del aspecto medular de las relaciones sociales. Como bien ha escrito Wilhelm Röpke en Más allá de la oferta y la demanda: “La diferencia entre una sociedad abierta y una sociedad autoritaria no estriba en que en la primera haya más hamburguesas y refrigeradoras. Se trata de sistemas ético-institucionales opuestos. Si se pierde la brújula en el campo de la ética, además, entre otras muchas cosas, nos quedaremos sin hamburguesas y sin refrigeradoras”.

 

En otras palabras, correr tras la coyuntura es un certamen destinado al completo fracaso puesto que los números serán cada vez peores debido, precisamente, a que no se han comprendido las ideas que posibilitan la corrección de datos que constituyen la expresión de lo que ocurre. Comprendo que en la desesperación -porque la barranca abajo puede es muy empinada- haya quienes se empeñan en batallar con cifras con la pretensión de que se entienda el desastre pero, como queda dicho, es equivalente a correr tras la sombra de uno mismo con el sol a las espaldas que nunca se alcanza, hasta que en nuestro caso se decida “tomar el toro por las astas” y encarar el problema de fondo y aclarar las ideas que subyacen en los datos de coyuntura.

 

Sin duda que los diarios y equivalentes se alimentan de noticias, es decir, de coyuntura puesto que de eso se trata y las columnas de opinión en gran medida se focalizan en torno a ese material, lo cual no excluye que una proporción de esas columnas inviten a los lectores al ejercicio de pensar y abrir cauce con ideas de fondo al efecto asegurar un futuro más despejado rumbo a la sociedad libre, lo cual tiene lugar en los medios de mayor peso ya que son conscientes que no puede comenzarse por el final.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

LEYES DE ABASTECIMIENTO Y DE ANTITERRORISMO

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

No soy muy afecto a escribir sobre coyunturas por dos motivos. Primero, porque la mayoría de los columnistas lo hace y segundo porque sostengo que al efecto de influir sobre el pensamiento de fondo hay que trabajar sobre las ideas, valores y principios que están detrás de tal o cual coyuntura. Limitarse a exhibir la coyuntura se circunscribe a un trocito de la realidad del caso sin explicar nexos causales que permiten entender los daños o los beneficios de tal o cual política ni permiten contar con un panorama más amplio para escudriñar lo que ocurre.

 

El relato de la coyuntura no escarba en el fondo del asunto, se limita a mostrar el suceso lo cual ni siquiera puede interpretarse si no se dispone de un adecuando esqueleto conceptual. Más bien es pertinente subrayar que la buena coyuntura se dará por añadidura si se comprende y comparte la teoría que permite corregir lo que haya que corregir. “Nada más práctico que una buena teoría” ha dicho Paul Painlavé. Hay una alarmante escasez en el debate de ideas y un sobrante de comentarios superficiales de coyunturas.

 

Si embargo, hay coyunturas de tal gravedad que no puede eludirse su mención lo cual simultáneamente requiere detenerse en la explicación de su significado en cuanto a ideas, valores y principios que acarrean. En este caso se trata de las recientes declaraciones del gobierno argentino. Me refiero a las aplicaciones de la leyes de abastecimiento y de antiterrorismo.

 

En el primer caso, es el resurgimiento de la norma autoritaria impuesta en el tercer período presidencial de Perón en 1974 reeditando medidas similares de sus dos gobiernos anteriores (leyes de “agio y especulación”) con la que había amenazado varias veces durante su tercer mandato antes de ser finalmente promulgada en su gobierno,  también fue utilizada primero como amenaza por el último gobierno militar para luego establecer precios máximos, en los hechos vuelta a aplicar la ley de abastecimiento por el ex Secretario de Comercio de la actual gestión gubernamental, ley que ahora se proyecta modificar acentuando aun más la grosería estatista. Se trata de una norma que permite al aparato estatal clausurar, multar, incautar mercadería, imponer márgenes operativos y precios, allanar sin orden judicial actividades comerciales, industriales y agropecuarias (es decir, confiscaciones de facto).

 

Resulta cansador (agotador) tener que reiterar los efectos devastadores de tales normas, las cuales vienen fracasando estrepitosamente desde 18 siglos antes de Cristo con el Código de Hammurabi y 300 años antes de Cristo en la época de Dioclesiano en la Roma antigua y siempre con la intención de encubrir los desaguisados generados por los gobiernos a través de controles absurdos que ellos mismos imponen y la falsificación monetaria que provocan.

 

Veamos sumariamente los efectos que generan los precios máximos (“precios cuidados” le dicen ahora en los pasillos burocráticos argentinos) ocurridos en todos lados y en todas las circunstancias que en las que se han aplicado.

 

Primero, al bajar artificialmente el precio se expande la demanda. Segundo, sacando una fotografía de ese instante por el hecho de incrementarse la demanda no aumenta la oferta por lo que aparece faltante artificial. Tercero, los productores marginales (los menos eficientes) incurren en quebrantos por lo que se retiran del mercado. Cuarto, debido a lo señalado en el punto anterior se contrae la oferta con lo cual se intensifica el referido faltante artificial. Quinto, se alteran los precios relativos convirtiendo a otros reglones en más atractivos artificialmente (es decir, los bienes sujetos a los precios máximos son generalmente de primera necesidad y, sin embargo, aparecen artificialmente como menos atractivos debido a los precios políticos achatados). Y sexto, surge el mercado negro al efecto de abastecer el mercado (con precios que incluyen la prima por el riesgo de operar en ese campo).

 

En no pocas ocasiones se sostiene que en medio de una catástrofe debe hacerse una excepción e imponerse precios máximos. Por ejemplo frente a una epidemia se sugiere establecer precios máximos a productos farmacéuticos. Pero incluso en este caso lamentable, si el aparato estatal se entromete estableciendo precios máximo se reproducirán los efectos apuntados. En otros términos, debido a esa política no estarán disponibles los fármacos para los que lo demandan (demanda es necesidad más poder de compra) y no solo eso sino que se estará comprometiendo el futuro ya que por lo dicho disminuirá la oferta, lo cual significa que se estará matando a más gente. Es que cuanto más desesperante sea la situación, más razón para que los precios pongan de manifiesto la realidad. En resumen, las leyes de “abastecimiento” desabastecen.

 

Por otra parte los “precios” políticos no son precios, son simples números que dicta la autoridad ya que un precio expresa las valorizaciones cruzadas entre compradores y vendedores. El llamado precio político no es relevante al efecto contable o para la evaluación de proyectos. Cuanto más se aparte del precio real, menor será la posibilidad de cálculo económico.

 

La otra ley aludida -la antiterrorista- promulgada por el Parlamento argentino en 2007 y ampliada en 2011 e incrustada en el Código Penal se refiere a varios asuntos como para ocultar el eje central de esa norma cual es las penas por “aterrorizar a la población”, pero henos aquí que no apunta a terroristas (como algunos pone-bombas de los que han ejercido y ejercen funciones gubernamentales sin haber redimido sus delitos) sino que hace de operación pinza con la ley de abastecimiento para combatir a los que se oponen al gobierno o los que no proceden del modo que agrada a los gobernantes sin que las personas a las que se pretende aplicar esta ley hayan cometido delito alguno, esto es,  sin que se hayan lesionado derechos de terceros.

 

Esto se ve por la aplicación en línea con esa norma en el caso de un periodista de Santiago del Estero y se constata con el caso de una empresa que se declaró en quiebra y por tanto ha debido despedir a su personal (cuando hay operaciones fraudulentas, es otro el canal comercial y penal que pretender por la “ley antiterrorista” que el tribunal revoque el auto de quiebra). Ahora parece que esto -anunciado con bombos y platillos por cadena nacional- quedará sin efecto debido a que el ridículo resultó patente, pero de todos modos el anuncio debe poner en guardia a empresarios que por la difícil situación por la que atraviesa el país se vean amenazados por tener que despedir personal, a protestas varias que intentan ser bloqueadas y, debido a reiterados ataques a la prensa independiente, debe poner en guardia periódicos que con sus informaciones fidedignas pueden “aterrar a la población”.

 

Lo que verdaderamente aterra es la conducta de los actuales gobernantes que han acentuado el populismo que viene aplicándose en el país desde hace siete décadas. El gasto público astronómico, los impuestos insoportables, el déficit astronómico, la inflación galopante y las regulaciones asfixiantes provocan terror en la población diariamente junto con la inseguridad también aterradora lo cual se extiende a no pocos ámbitos de la justicia.

 

Es por cierto muy desafortunado que hayan “constitucionalistas” que se pronunciaron contra la ley antiterrorisata en el sentido de que “no aplica” al caso de la mencionada empresa que se declaró en quiebra y se retiró del país, puesto que lo que no aplica es la existencia misma de semejante ley en el aspecto referido.

 

Estas dos leyes propias de un gobierno autoritario tienen su raíz más cercana en el chavismo con los horrendos efectos que son del dominio público. Estos ataques a las bases de la sociedad abierta deben ser repelidos con la mayor energía. Lamentablemente se ha visto la cobardía de muchos empresarios-aplaudidores (muchos pseudoempresarios amigos del poder que operan sustentados en privilegios y mercados cautivos que explotan a la gente) y respecto al rol esencialísimo del cuarto poder, da tristeza que ciertos periodistas mendiguen pautas oficiales de publicidad a raíz de la discriminación desde el poder, en lugar de combatir la existencia fascista de agencias estatales de noticias, tema sobre el cual personalmente he mantenido discusiones fértiles con algunos editores.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer rector de ESEADE.

La manía de la medición y las estadísticas

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 21/3/14 en: http://independent.typepad.com/elindependent/2014/03/la-man%C3%ADa-de-la-medici%C3%B3n-y-las-estad%C3%ADsticas.html

 

Parecería que si no se pueden medir resultados éstos no existen o se los subestima sin percatarse de otra dimensión no cuantificable que es en definitiva la que marca el propósito de las acciones humanas. Es cierto que el cálculo económico en general y la evaluación de proyectos en particular son indispensables al efecto de conocer si se consume o si se incrementa el capital. De allí es que resulta indispensable la institución de la propiedad privada y los consiguientes precios de mercado, sin cuya existencia se opera a ciegas.

Pero no es menos cierto el abuso de las mediciones en teoría económica. Incluso en la pretendida ilustración de las transacciones comerciales, el signo igual es inapropiado puesto que los precios expresan pero no miden el valor. El precio es consecuencia de valorizaciones distintas y cruzadas entre compradores y vendedores de lo contrario no habría operación alguna. El vendedor valora en más el dinero que recibe que la mercancía o el servicio que entrega y al comprador le ocurre lo contrario.

Además “medir” valores a través de precios en rigor significaría que si una mesa se cotiza en mil media mesa se debiera cotizar en quinientos cuando en verdad pude muy bien traducirse en un valor nulo y así sucesivamente. La medición requiere unidad de medida y constantes (por ese motivo -en “The Place of Mathematical Reasoning in Economics”-  Paul Painlavé concluye que “medir el valor de algún objeto resulta imposible”). Asimismo, la expresión algebraica de “función” no es aplicable en el ámbito de la ciencia económica puesto que conociendo el valor de una variable no permite conocer el de otra. Tampoco es pertinente recurrir a las llamadas “curvas de indiferencia” al efecto de ilustrar elecciones puesto que toda acción implica preferencia ya que la indiferencia es la negación del actuar. Ni siguiera es aceptable recurrir a las “curvas” de oferta y demanda puesto que significa el tratamiento de variables continuas cuando la acción inexorablemente significa variables discretas.

En otros ensayos y artículos me he referido a los graves problemas referidos a la “renta nacional” y al “producto bruto”, al supuesto de considerar producción-distribución como fenómenos susceptibles de escindirse y a las falsedades inherentes al modelo de “competencia perfecta”, pero en esta oportunidad no tomaré espacio para ese análisis ya efectuado con insistencia, para en cambio aludir a aquella otra dimensión no cuantificable a que me referí al comienzo.

En realidad, todas las acciones (y no digo humanas puesto que sería una redundancia ya que lo no humano no es acción sino reacción) apuntan a satisfacciones no monetarias. Incluso para quien el fin es la acumulación de dinero, puesto que la respectiva satisfacción siempre subjetiva, no puede manifestarse en números cardinales, solo ordinales pero personales ya que son imposibles las comparaciones intersubjetivas.

En nuestro léxico convencional podríamos decir que esta dimensión no sujeta a medición alguna se refiere al rendimiento o la productividad psíquica. Por ejemplo, se compra un terreno para disfrutar de las puestas de sol debido a que esa satisfacción posee para el comprador un valor mayor que el dinero que entregó a cambio, pero no resulta posible articular la medida de ese delta y lo mismo ocurre con todo lo adquirido. En otros términos, lo más relevante no está sujeto a medición.

Esto es lo que confunde y altera a los megalómanos planificadores que se manejan a puro golpe de cifras que aunque fueran fidedignas no cubren lo medular del ser humano. No deja de ser curioso que esta inundación de estadísticas se pretenden refutar con otras, lo cual no va al meollo del asunto. Es en este sentido que Tocqueville escribe que “El hombre que le pide a la libertad más que ella misma, ha nacido para ser esclavo”. Por eso es que las cifras globales (llamadas macroeconómicas) son, en última instancia, intrascendentes puesto que en liberad simplemente serán las que deban resultar. Este es el significado de la sentencia de James Buchanan en cuanto a que “mientras el intercambio sea abierto y mientras se excluya la fuerza y el fraude, el acuerdo logrado, por definición, será calificado como eficiente”. Por esto mismo es que Jacques Rueff repetía en que no deben compilarse estadísticas del sector externo “puesto que constituyen una tentación para los gobiernos de intervenir, en lugar de permitir las ventajas que proporciona la libertad”.

Desde luego, lo dicho no es para eliminar las estadísticas, sino, por un lado, para diferenciar las relevantes de las irrelevantes y, por otro, mostrar que aunque se recurra a veces a números como circunstancial apoyo logístico (todos los economistas lo hacemos pero lo dramático es cuando se revela que eso es lo único que hay en la alforja), lo transcendente no radica allí puesto que hay un asunto de orden previo o de prelación que apunta a lo no cuantificable en lo que se refiere a la esfera del aparato estatal y dejar que en el sector privado se compilen las series que se conjetura requiere la gente.

A título de anécdota, señalo que cuando Alfredo Canavese de la Universidad Di Tella, por entonces colega en la Academia Nacional de Ciencias Económicas en Buenos Aires, solicitó mi nombre para una declaración contra las manipuladas cifras oficiales del INDEC en la Argentina, le manifesté que las tergiversaciones oficiales producirían como resultado positivo la preparación de índices por parte del sector privado lo cual esperaba termine con los números estatales que exceden su misión específica con el correspondiente ahorro de recursos de los contribuyentes y que los gobiernos se circunscriban estrictamente a las cuentas de las finanzas públicas, liberando energía para controlar al siempre adiposo Leviatán.

Preciso un poco más la idea: en el supuesto de que el gobierno pudiera hacer multimillonarios a todos (irreal por cierto si tenemos en mente ejemplos de sociedades iguales pero con regímenes distintos como era Alemania Occidental y Alemania Oriental o como es hoy Corea del Sur y Corea del Norte), nada se ganaría si simultáneamente la gente no puede elegir que productos comprar del exterior, si los padres no puede elegir las estructuras curriculares que prefieren para la educación de sus hijos, si no se puede elegir el contenido de los periódicos, las radios y las televisiones, si no se puede afiliarse o desafiliarse a un sindicato sin descuentos coactivos de ninguna naturaleza, si no se puede profesar el culto que cada uno prefiera sin vinculación alguna con el poder, si no se cuenta con una Justicia independiente, si no se puede pactar cualquier cosa que se estima pertinente sin lesionar derechos de terceros, etc. etc. Como en el cuento de Andersen, de nada vale que ingresen al bolsillo de cada uno miles y miles de kilos de oro si se ha vendido la liberad, es decir, la condición humana.

Es clave comprender y compartir el esqueleto conceptual de la sociedad abierta, las estadísticas favorables se dan por añadidura. Por el contrario, si se tratara de demostrar las ventajas de la libertad a puro rigor de estadísticas ya hace mucho tiempo que se hubiera probado su superioridad, el asunto es que, en definitiva, con cifras no se prueba nada, las pruebas anteceden a las series estadísticas, el razonamiento adecuado es precisamente la base para interpretar correctamente las estadísticas. Es por eso que resulta tan esencial la educación en cuanto a los fundamentos éticos, jurídicos y económicos de la sociedad libre y no perder el tiempo y consumir glándulas salivares y tinta con números que desprovistos del esquema conceptual adecuado son meras cifras arrojadas al vacío.

En resumen, el oxígeno vital es la libertad, si los debates se centran exclusivamente en las cifras se está desviando la atención del verdadero eje y del aspecto medular de las relaciones sociales. Como bien ha escrito Wilhelm Röpke en Más allá de la oferta y la demanda: “La diferencia entre una sociedad abierta y una sociedad autoritaria no estriba en que en la primera haya más hamburguesas y heladeras. Se trata de sistemas ético-institucionales opuestos. Si se pierde la brújula en el campo de la ética, además, entre otras muchas cosas, nos quedaremos sin hamburguesas y sin heladeras”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

CORRIENDO TRAS LA COYUNTURA

Por Alberto Benegas Lynch (h).

 Los problemas agudos que se viven no se circunscriben a la región latinoamericana sino que se extienden a Europa e incluso a Estados Unidos, el otrora baluarte del mundo libre. En este último sentido acaba de aparecer la segunda edición de mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos por Unión Editorial de Madrid (la primera fue por el Fondo de Cultura Económica), donde me explayo sobre este caso de tanta relevancia para el futuro de la conducta civilizada siempre basada en el valor moral del respeto recíproco.

 Básicamente podemos decir que los problemas que se suscitan en las diversas regiones se deben a un engrosamiento desmedido y grotesco del Leviatán y los consecuentes atropellos a las libertades individuales y la elemental consideración por la dignidad de las personas.

 Es lamentablemente cierto que no son pocos los casos en los que los propios interesados aparecen como reclamando mayor intromisión en sus vidas y haciendas. Es la tenebrosa antiutopía de Huxley que va mucho más allá del ya de por sí inquietante y peligroso pronóstico orwelliano, lo cual afecta severamente a quienes mantienen su autoestima y no aceptan entregarse a las fauces del aparato de la fuerza.

 Dada esta situación que tiende a agravarse (salvo en muy contadas y honrosas excepciones), los espíritus libres deben considerar cuidadosamente la forma de revertir esta tendencia antes que resulte demasiado tarde.

 No hay conflicto ni incompatibilidad entre ideas e intereses que en no pocas ocasiones se suelen presentar en conflicto. Los intereses son también ideas, por lo que debe prestarse especial atención a este campo. En la mayor parte de las acciones y propuestas no hay maldad sino buena voluntad y las mejores intenciones, el tema estriba en la idea que se encuentra tras las conductas, es decir, como se conciben los nexos causales correspondientes, en otros términos, cual es la teoría que fundamenta tal o cual política. “Nada hay más práctico que una buena teoría” ha dicho con mucha razón Paul Painlavé.

 Todo lo que ha creado el hombre se basa en una teoría, si el resultado en bueno quiere decir que la teoría es correcta si es malo significa que la teoría es equivocada. Esto va desde el método para sembrar y cosechar, la fabricación de una computadora, hasta la plataforma de un partido político.

 Ideas y teorías son conceptos que interpretan diversos sucesos, como se ha apuntado tantas veces no se trata de “ideologías” en el sentido de propuestas cerradas e inexpugnables, por el contrario, se trata de procesos abiertos dado que el conocimiento tiene el carácter de la provisionalidad sujeto a refutaciones y en un contexto siempre evolutivo.

 Entonces, si la raíz del asunto estriba en las ideas es allí donde debe concentrarse el trabajo: en debates abiertos y en el estudio desapasionado de diversas corrientes de pensamiento ya que la cultura forma parte de un entramado de préstamos y donativos, de recibos y entregas múltiples que se alimentan entre sí conformando una textura que no tiene término.

 Sin embargo, se observa que la mayoría de quienes desean de buena fe terminar con la malaria paradójicamente se dedican a la coyuntura y a repetir lo que está en los periódicos y que todo el mundo sabe. El relato de la coyuntura no escarba en el fondo del asunto, se limita a mostrar lo que ocurre lo cual ni siquiera puede interpretarse si no se dispone de un adecuando esqueleto conceptual. Más bien es pertinente subrayar que la buena coyuntura se dará por añadidura si se comprende y comparte la teoría que permite corregir lo que haya que corregir.

 Por parte de los que se dicen partidarios de la sociedad abierta hay un gran descuido de las faenas educativas, muy especialmente en lo que hace a la gente joven en ámbitos universitarios que constituye el microclima del que parirá el futuro. En cambio, se dirigen a quienes al momento tienen posiciones de poder sin percatarse de la futilidad de la tarea. Se dice que no hay tiempo que perder y que el trabajo estudiantil es a muy largo plazo, lo cual vienen repitiendo desde tiempo inmemorial. Por otra parte, los espíritus totalitarios vienen operando con notable éxito en colegios y casas de estudio universitarias desde siempre, con lo que han logrado un plafón intelectual de enormes proporciones que naturalmente empujan a la articulación de un discurso político en sintonía con esa tendencia. Tienen presente los dichos de Gramsci y Mao que respectivamente rezan de este modo: “tomen la cultura y la educación y el resto se dará por añadidura” y “la marcha más larga comienza con el primer paso”.

 Está bien ilustrar la idea con la coyuntura como anclaje para algún ejemplo, pero sin perder de vista que es aquella la que marca el rumbo y nada se gana con inundar de series estadísticas si no se tiene clara la teoría que subyace. Es que no pocos de los que se circunscriben a los datos de coyuntura desconocen los fundamentos de la propia filosofía que dicen suscribir. Esto se nota ni bien salen temas de fondo como los fundamentos éticos, jurídicos, económicos y filosóficos de la tradición liberal.

 La dedicación a la enseñanza es tanto más necesaria cuanto que los socialismos de diversas tonalidades apuntan a sentimientos de superficie y evitan hurgar en razonamientos que permiten vislumbrar las ventajas de la libertad. En este mismo sentido, el premio Nobel en economía Friedrich Hayek nos advierte que “la economía es contraintuitiva” y el decimonónico Bastiat insistía en que el buen analista hurga en “lo que se ve y lo que no se ve”, lo cual demanda esfuerzos adicionales.

 Como la energía es limitada y los recursos disponibles también lo son, conviene establecer prioridades para enfrentar los crecientes desmanes de los gobiernos, supuestos defensores de las autonomías individuales. Correr tras las coyunturas es poner la carreta delante de los caballos, se requiere como el pan de cada día el prestar debida atención al debate de ideas ya que son éstas precisamente las que generan tal o cual coyuntura.

 Finalmente, conviene precisar que por el momento no hay ningún mecanismo de gobierno que mejore la marca de la democracia, lo cual no significa rendirse ante espacios por los que se filtra el rostro del autoritarismo con la pretensión de que mayorías circunstanciales expriman y aplasten los derechos de las minorías, por eso se hace necesario estar alerta y reforzar procedimientos para maniatar al Leviatán. En esta línea de pensamiento, debe subrayarse que en el plano político se requiere el consenso y la negociación entre posturas diferentes al efecto de permitir la convivencia, pero lo que destacamos en este artículo es la imperiosa necesidad de esforzarse en incentivar debates abiertos de ideas en la esperanza de que la comprensión de los beneficios de la libertad se hagan más patentes, para lo que el enfrascarse en  mediciones y estadísticas no contribuye al objetivo de marras tal como consigné al explorar otros aspectos en una columna (titulada “La manía de la medición y las estadísticas”).

 En otras palabras, correr tras la coyuntura es un certamen destinado al completo fracaso puesto que los números serán cada vez peores debido, precisamente, a que no se han comprendido las ideas que posibilitan la corrección de datos que constituyen la expresión de lo que ocurre. Comprendo que algunos en la desesperación -porque la barranca abajo en su país es muy empinada- hay quienes se empeñan en batallar con cifras con la pretensión de que se entienda el desastre pero, como queda dicho, es equivalente a correr tras la sombra de uno mismo con el sol a las espaldas que nunca se alcanza, hasta que en nuestro caso se decida “tomar el toro por las astas” y encarar el problema de fondo y aclarar las ideas que subyacen a los datos de coyuntura.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía, Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.