¿Qué son peores? ¿Gobiernos desbocados, empresarios prebendarios o ladrones de bancos?

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 12/9/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/09/12/que-son-peores-gobiernos-desbocados-empresarios-prebendarios-o-ladrones-de-bancos/

FOTO DE ARCHIVO: Una bandera argentina flamea sobre el Palacio Presidencial Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina 29 octubre, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

FOTO DE ARCHIVO: Una bandera argentina flamea sobre el Palacio Presidencial Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina 29 octubre, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

Para una evaluación que responda al interrogante que plantea el título de esta nota periodística, es indispensable remitirnos al significado de la ley. Para ello nada mejor que aludir al texto del decimonónico Frederic Bastiat titulado precisamente La Ley, publicado originalmente en 1850 y traducido por vez primera al castellano de la versión francesa en 1959 por el Centro de Estudios sobre la Libertad de Buenos Aires, antes incluso que la versión inglesa de 1964. Desde entonces se han publicado varias ediciones en distintos idiomas, la última en 2005 en castellano por Alianza Editorial de Madrid.

Bastiat fue un prolífico escritor, fundador de la célebre Asociación Francesa de Libre Comercio, frecuente colaborador del Journal des Economistes, diputado en las cortes francesas, gran amigo del notable polemista inglés Richard Cobden y ferviente estudioso de los clásicos del liberalismo. Sus abultados textos están recopilados en tres obras: Armonías económicasSofismas económicos y Ensayos de política económica. En el prólogo que el premio Nobel en economía Friedrich Hayek escribe para este último libro, concluye que Bastiat “tenía un don especial para ir al corazón de los problemas” y Joseph Schumpeter en su Historia del análisis económico lo considera “el periodista económico más brillante de la historia”. Se han publicado numerosas tesis doctorales sobre este eminente pensador, tal vez la más difundida sea la de Dean Russell presentada y aprobada en el Instituto de Estudios Internacionales para Graduados de la Universidad de Ginebra, en 1959, titulada Frederic Bastiat. Ideas and Influences.

Vamos entonces a un introito sobre significado de la ley que desafortunadamente pocos graduados de abogacía entienden hoy, puesto que la gran mayoría no son abogado -que significa defensores del derecho- y son en cambio estudiantes de legislaciones que pueden recitar sus números, incisos y párrafos pero se desentienden de los mojones o puntos de referencia extramuros de la ley positiva. En este sentido, salvo honrosas excepciones, en nuestra época el positivismo legal ha hecho estragos lo cual, entre otras cosas, no permite ver que la igualdad ante la ley está indisolublemente atada a la noción de Justicia en el contexto clásico de “dar a cada uno lo suyo” y lo suyo remite a la propiedad privada que a su vez está anclada a los procesos de mercado abierto y el consecuente respeto recíproco.

La institución de la propiedad privada existe no solo referida a la personalidad de cada cual y a su vida sino a lo adquirido de modo legítimo. Tal como se ha consignado en otras oportunidades, la asignación de derechos de propiedad se torna indispensable a los efectos de darle el mejor empleo posible a los siempre escasos factores de producción: los que aciertan en las necesidades del prójimo obtienen ganancias y los que yerran incurren en quebrantos.

En esta línea argumental, el mayor aprovechamiento de esos recursos se traduce en incrementos en los salarios e ingresos en términos reales. En la visión opuesta Marx y Engels en el Manifiesto Comunista sostienen que “todo el programa comunista puede resumirse en la abolición de la propiedad privada”. Ludwig von Mises, al contrario, en Liberalismo explica que “todo el programa del liberalismo se traduce en el respeto a la propiedad privada”. Es del caso recordar que este último autor demostró que como la abolición de la propiedad significa la eliminación de los precios de mercado, en un sistema socialista coherente no hay forma de evaluar proyectos, calcular y llevar contabilidad. Las consideraciones técnicas carecen de sentido sin precios, como explica Mises: puede fabricarse agua sintética desde el punto de vista técnico con dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno pero se necesitan precios para saber si es viable.

Pasado este introito, veamos el análisis magistral de Bastiat en torno al corazón de la ley como sinónimo de derecho y no mera legislación (de paso recordemos que Juan Bautista Alberdi -el autor intelectual de la Constitución fundadora en tierras argentinas- resume la idea al escribir que “saber leyes, pues, no es saber derecho”). Bastiat se pregunta y responde: “¿Qué es la ley? Es la organización colectiva del derecho individual de legítima defensa”. A continuación escribe: “Tal como la fuerza de un individuo no puede legítimamente atentar contra la persona, la libertad o la propiedad de otro individuo, por la misma razón la fuerza común no puede aplicarse legítimamente para destruir la persona, la libertad o la propiedad de individuos”.

Bastiat conocía bien a los autores de la Escuela Escocesa, Adam Smith, Ferguson y Hume en cuanto a la trascendencia del orden espontáneo y la incipiente idea en cuanto a que el conocimiento está fraccionado y disperso entre millones de personas que se coordinan cada uno persiguiendo su interés personal sin lesionar derechos de terceros y, asimismo, la ignorancia se concentra cuando megalómanos intervienen en el mercado provocando desabastecimientos y desajustes varios que redundan en perjuicio de todos pero muy especialmente en el bolsillo de los más necesitados. Así nuestro autor, siempre en su trabajo sobre la ley, nos dice: “Puede afirmarse aún que gracias a la no intervención del Estado en los asuntos privados, las necesidades y las satisfacciones se desarrollarían en el orden natural”. Pero afirma que desafortunadamente los gobiernos han “procedido en forma contraria a su propia finalidad, han destruido su propia meta: se han aplicado a aniquilar aquella justicia que debían hacer reinar, a borrar, entre los derechos, aquellos límites que era su misión hacer respetar, ha puesto la fuerza colectiva al servicio de quienes quieren explotar” y concluye que se trata de la “completa perversión de la ley” ya que “no podía pues introducirse en la sociedad un cambio más grande y una mayor desgracia que esto: la ley convertida en instrumento de expoliación”. Y cómo reconocer el robo legal, se pregunta Bastiat y responde: “Es muy sencillo. Hay que examinar si la ley quita a alguno lo que le pertenece para dar a otros lo que no les pertenece”.

El pensador francés afirma que toda esta flagrante tergiversación y degradación de la ley coloca a las personas en una encrucijada: “Cuando la ley y la moral se encuentran en contradicción, el ciudadano se encuentra en la cruel disyuntiva de perder la noción de la moral o de perder el respeto a la ley”. Más adelante en su estudio sustancioso sobre la ley señala la fenomenal incomprensión que revela la equivocada noción que cuando se apuntan los desaguisados de los aparatos estatales metidos en áreas que exceden su misión específica de protección de los derechos de todos “que son anteriores y superiores a la existencia de los gobiernos” para nada quiere decir que se está en contra de tal o cual emprendimiento, solo se dice que no le compete al monopolio de la fuerza llevarlo a cabo ya que inexorablemente contradice lo que hubiera hecho o de que modo lo hubiera hecho la gente si hubiera podido utilizar libremente el fruto de su trabajo.

En este sentido, Bastiat subraya en una última cita que hacemos, también muy jugosa: “Hay que decirlo: hay en el mundo exceso de grandes hombres, hay demasiados legisladores, organizadores, instituyentes de sociedades, conductores de pueblos, padres de naciones etc. Demasiada gente que se coloca por encima de la humanidad para regentearla, demasiada gente que hace oficio de ocuparse de la humanidad. Se me dirá: usted que habla, bastante se ocupa de ella. Cierto es. Pero habrá de convenirse que lo hago en un sentido y desde un punto de vista muy diferentes y que si me entrometo con los reformadores, es únicamente con el propósito de que suelten el bocado”.

Recién después de haber marcado estas fundamentalísimas disquisiciones sobre la ley y los engendros que se provocan cuando se aparta del derecho, recién ahora entonces podemos responder y evaluar el interrogante con que titulamos esta nota. Nada cambia por el hecho de que una multitud apruebe un desatino, no por eso deja de ser desatino. Tal como ha escrito Benjamin Constant, que tanto inspiró a Bastiat: “La voluntad de todo un pueblo no puede hacer justo lo que es injusto”, por otra parte un concepto que viene desde Cicerón, quien destacó: “El imperio de la multitud no es menos tiránico que la de un hombre solo” y, entre nosotros, Juan González Calderón ha dicho que “los demócratas de los números ni de números entienden puesto que parten de dos ecuaciones falsas: 50% más 1%=100% y 50% menos 1%=0%”.

Entonces los gobiernos desbocados traicionan abiertamente el sentido de la ley y la convierten en robo legal, en usurpación y en expoliación al fruto del trabajo ajeno, es decir, le dan la espalda a la misión por la que existen los aparatos estatales de garantía y protección a los derechos. Este es el sentido del derecho a la resistencia a la opresión intolerable desde John Locke en adelante inscripta en muchos declaraciones de independencia comenzando por la estadounidense, es decir la legitimidad de un contragolpe para frenar los golpes extremadísimos y repetidos a las instituciones republicanas, lo cual se hizo en muchos casos, unos con suerte como la antedicha independencia norteamericana y otros con desvíos atroces como el contragolpe de Castro a los reiterados golpes perpetrados por Batista contra las instituciones republicanas en lo que hoy es la isla-cárcel cubana.

La usurpación con apoyo electoral no modifica la usurpación en todos los actos en los que el Leviatán da manotazos vía impuestos insoportables, inflaciones colosales y deudas astronómicas al efecto de financiar gastos gubernamentales elefantiásicos empleados para aplastar a súbitos indefensos.

En cuanto al caso de empresarios prebendarios, las alianzas con el poder de turno para explotar a sus congéneres constituyen también un atraco. Y cuando los privilegios se esgrimen debido a la necesaria protección, debe señalarse que no hay derecho a que endosen sus costos sobre las espaldas del resto de los habitantes puesto que si no contaran con los suficientes recursos para hacer frente a los primeros períodos de sus proyectos deberán vender su idea a otros en el mercado local o internacional, pero si nadie le compra ese proyecto es porque está mal evaluado lo cual tampoco justifica recurrir coactivamente al bolsillo ajeno.

Finalmente, el ladrón de bancos o sus equivalentes siendo a todas luces repudiables por lo menos tienen la idea de que lo que hacen contradice los valores de los asaltados. Por eso se cubren la cara y generalmente operan en la oscuridad de la noche, mientras que los gobernantes desbocados y los empresarios prebendarios asaltan a cara descubierta, de día y con el apoyo del monopolio de la fuerza convertida de contrabando con apariencia de ley disfrazada de derecho. Por eso es que el antes referido Alberdi escribió: “El ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad reconozca. Ella puede ser atacada por el Estado, en nombre de la utilidad pública”. A eso agrega su condena al proteccionismo empresario, que sostiene es “la protección a la estupidez y a la pereza, el más torpe de los privilegios” (Obras Completas, tomo IV, pp.165 y 182 respectivamente).

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

No es la economía, estúpido

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 23/1/20 en: https://alejandrotagliavini.com/2020/01/23/no-es-la-economia-estupido/?fbclid=IwAR05r1jiOdu1JhKeGyCcKlNodXzo7s-ifp3wQul3jn-RMlrKxzk9xXvXGNw

 

Cárcel es lo menos que una sorprendentemente enorme masa enardecida pide para los rugbiers de Villa Gesell por el irreparable homicidio de un joven. Por cierto, llama la atención que, por caso, en Rosario es asesinada una persona al día y nadie se preocupa.

Independientemente del código penal -y de los políticos peronistas, conservadores, etc. que lo redactaron- el nivel de violencia que existe en la sociedad argentina es altísimo, ya sea por parte de los delincuentes o de quienes exigen “justicia” sin siquiera esperar la opinión de peritos y jueces estatales, poniendo en evidencia una enardecida sed de venganza violenta.

Es “la economía, estúpido” fue una frase fuerte de la campaña electoral de Bill Clinton que lo llevó a la presidencia de EE.UU., demostrando que en política la agresividad y la mala educación da buenos resultados. Pero en el caso argentino, si bien la pésima performance económica fue lo que hizo que el oficialismo perdiera las últimas elecciones, el país tiene un problema moral de fondo muy grave.

El sol sale cada día a hora predeterminada, la lluvia riega los árboles que crecen y oxigenan, y demás. Es obvio que la naturaleza tiene un orden que se desarrolla espontáneamente -intrínsecamente- así “vemos que en las cosas naturales… se realiza lo mejor” y se dirigen al bien como fin, dice Tomás de Aquino.

Según Jacques Maritain el orden natural significa la existencia de leyes fenomenológicas que son las generatrices y que se repiten invariablemente. La ley científica, no hace otra cosa que extraer, de manera más o menos directa, la propiedad o la exigencia de un cierto indivisible ontológico, que no es otro que aquel que los filósofos llaman naturaleza o esencia.

Cabe remarcar que los fenómenos naturales son espontáneos, precisamente, porque son intrínsecos, surgen del interior, de la esencia. Por el contrario, los objetos artificiales, al no poseer principios intrínsecos, necesitan ser movidos por otra fuerza, extrínseca.

Y la moral, más allá del uso coloquial y deformado de la palabra, es la ciencia que estudia el comportamiento que le cabe al hombre de modo de adaptarse al orden natural y desarrollarse. O sea, la moral es el estudio del ordenamiento natural del ser humano.

Copiando a Aristóteles, el Aquinate escribió que: “La violencia se opone directamente a lo voluntario como también a lo natural, por cuanto es común a lo voluntario y a lo natural el que uno y otro vengan de un principio intrínseco, y lo violento emana de principio extrínseco”. Así, Etienne Gilson asegura que para Tomás de Aquino “lo natural y lo violento se excluyen recíprocamente”.

La violencia, en definitiva, destruye porque coarta el desarrollo espontáneo -y armónico- de la naturaleza y, por tanto, es inmoral. Es una reacción primaria disparada básicamente por el miedo, la inseguridad, aunque se disfrace de “machismo”. Pero, al contrario de los animales, el hombre tiene la capacidad de discernir, advertir que la violencia destruye y, en consecuencia, controlar esta reacción primaria y proceder con sabiduría.

Ahora, la teoría del mercado más difundida fue desarrollada a partir de la escuela escocesa liderada por Adam Smith, quién “En varios sentidos… desvió la economía de su recto camino, el representado por la tradición continental iniciada en los escolásticos medievales… “, asegura Murray Rothbard.

Esta tradición continental fue desarrollada por destacados tomistas, en su mayoría jesuitas y algunos dominicos, profesores de Moral y Teología en la Universidad de Salamanca. El premio Nobel Frederick Hayek asegura que ‘los principios básicos de la teoría del mercado…fueron establecidos por los escolásticos españoles del siglo XVI” como Bernardino de Siena, y Antonino de Florencia que escribe en 1449 la tomista Summa Moralis Theologiae, el primer tratado de la nueva ciencia de la Teología Moral.

En cualquier caso, la “economía” no era una ciencia -en todo caso una profesión- sino un derivado de la moral: el estudio del comportamiento del hombre en el mercado (la faz económica de la gente, el pueblo). Así, como la violencia es inmoral y destructiva, desde que desvía al hombre del desarrollo natural y espontáneo del cosmos, es contraria al desarrollo económico. Es decir, toda intervención del Estado –“policial”- sobre el mercado -el pueblo- forzando regulaciones, impuestos y leyes, destruye la economía.

O sea, que el problema argentino va más allá de la economía, es moral: sucede que existe un alto nivel generalizado de violencia en todos los órdenes y sectores del país, también en economía.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini

REFLEXIONES SOBRE EL SÍNDROME DE ALADINO

Por Alberto Benegas Lynch (h)

Siempre me han atraído los razonamientos que abren nuevos cauces fértiles y que son contrarios al conocimiento convencional y, bien fundamentados, despejan lo que, en general, aparece como contraintuitivo. Es el caso, por ejemplo, de las primeras líneas de un artículo del gran Leonard E.Read publicado en 1965, titulado “Cuando los deseos se convierten en derechos”.

He aquí la elucubración de Read: comienza por preguntarle al lector si procedería en consecuencia si estuviera en sus posibilidades el frotar la célebre lamparita de Aladino y lograr que se resuelvan los problemas de todos. El autor se adelanta a pronunciarse enfáticamente por la negativa. Sostiene que, si a él se le presentara esa situación, se abstendría de proceder de esa manera puesto que ello comportaría la completa eliminación de todos los esfuerzos y las responsabilidades posibles por parte de cada uno, lo cual bloquearía el consiguiente ejercicio de sus facultades al límite de atrofiarlas por completo. Y, sigue diciendo Read, esto último implicaría la eliminación de todo lo propiamente humano.

Sorpresiva conclusión en verdad, pero no deja de ser correcta tomada en el contexto que el autor la toma. No es que cuanto mayores los problemas y obstáculos mejor será el futuro de la humanidad. Todos tratamos de minimizar los problemas y si podemos ayudar a alguien cercano que se encuentra en trances difíciles lo hacemos de buen grado. El tema estriba más bien en un canto al orden natural. En mostrar que, en realidad, estamos en el mejor de los mundos posibles. Que la proporción de problemas y soluciones es la adecuada para fortalecer el carácter y mantener el ánimo. Menos mal que no está en las posibilidades de los megalómanos gubernamentales el planificar el cosmos e introducir “correcciones” porque los estallidos de las galaxias estarían a la orden del día (como apunta Eduardo Solari, pensemos que la Tierra se desplaza en su recorrido elíptico en torno al sol a una velocidad de 106.000 kms. por hora y sin piloto). Ya bastantes trifulcas, desaguisados, dolores, miserias y calvarios crean los energúmenos de la planificación por parte de quienes detentan el monopolio de la fuerza y sus secuaces.

En algunas oportunidades se ha especulado acerca de que ocurriría si Dios o el momento primero hubiera creado un universo perfecto. Pues sencillamente tal universo no hubiera existido ya que, por definición, no pueden coexistir dos perfectos (uno tendría lo que no tiene el otro y, por ende, no serían perfectos). El hecho de que yo esté escribiendo esta nota muestra que hay un comienzo, una causa incausada: si la cadena de causas que permiten que esté escribiendo estas líneas fueran literalmente en regresión ad infinitum sería otra manera de decir que las causas que me dieron origen nunca comenzaron, ergo no sería posible que esté abocado a esta tarea. Y esto no es una cuestión religiosa en el sentido vulgar de la palabra, se trata de la mera lógica que para nada es incompatible con la conjetura del Big-Bang ya que se trata de un fenómeno contingente y no necesario y, mucho menos, con la inexorabilidad de la evolución.

El título del artículo que comentamos al inicio nos da pie para señalar que prevalece una gran confusión respecto de lo que significa el derecho. Hoy se alegan derechos que no son tales. El derecho a una vivienda digna, derecho a la alimentación adecuada,  derecho a la atención médica, derecho a la educación suficiente, derecho a la recreación, derecho de los niños a jugar, derecho a los trabajadores a vacacionar, derecho a una buena remuneración, derecho a un medio de locomoción y, como hemos comentado en una columna reciente, el derecho al orgasmo.

Todos estos y muchos más podrán ser aspiraciones o deseos pero no constituyen derechos. A todo derecho corresponde una obligación. Si el lector percibe una remuneración de mil, existe la obligación universal de respetar esa propiedad, pero si el lector pretende el “derecho” de obtener dos mil cuando no los gana y si se accediera a semejante pretensión, necesariamente significaría que se impondría la obligación sobre terceros a proporcionar la mencionada diferencia con lo que se habrían lesionado sus derechos. Por tanto, se trata de un pseudoderecho.

Por increíble que parezca hoy vivimos en la era de los pseudoderechos, los cuales incluso están insertos en muchas constituciones que teóricamente fueron concebidas y promulgadas para limitar el poder y, sin embargo, dan rienda suelta al abuso y al atropello más flagrante de los derechos de las personas. Estos procedimientos aberrantes, naturalmente afectan muy especialmente a los más necesitados puesto que al resquebrajar el orden jurídico se deterioran los marcos institucionales que garantizan los derechos de propiedad que, precisamente, hacen posible el crecimiento de las tasas de capitalización que son la única razón que explica los mayores ingresos y salarios en términos reales.

Aunque Read no se refiere en estos términos al asunto que consideramos, está implícito en sus argumentaciones. En todo caso, concordamos con este autor cuando pone de manifiesto que si no resulta conveniente echar mano a la célebre lamparita para resolver los problemas de todos, es mucho menos aceptable echar mano compulsivamente a los bolsillos de otros para resolver nuestros males. El aparato estatal, jugando al Aladino, es la peor y más dañina de las ilusiones. Es el síndrome de Aladino en el que quedan atrapados y engañados tantos ingenuos, seducidos, embaucados y empobrecidos por tanta patraña.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Populismo y ¡champán!

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado 25/11/15 en: http://hoybolivia.com/Blog.php?IdBlog=41381&tit=populismo_y_%A1champan

 

La elección de Macri para la presidencia es buena noticia para el desarrollo de Argentina, pero difícilmente -visto su historia como Alcalde de Buenos Aires y sus propuestas- produzca cambios importantes y, por cierto, no terminará con el populismo. Eso sí, el día de su triunfo, hubo fiesta y cuentan que sus colaboradores brindaron con vino espumante.

Los cambios propuestos hasta ahora-como la reorganización de los ministerios- son solo cosmética. Macri,cree que se trata de “gestionar bien” al Estado sin comprender que la esencia del gobierno actual es falsa desde que su autoridad se basa en el monopolio de la violencia -policial y militar- que desordena desde que contraría el orden natural, dice la metafísica aristotélico tomista.

“Vamos a derrotar al narcotráfico” dijo y me pregunto cómo superará a las fuerzas armadas de EE.UU. que no lo han logrado. Pero su frase más demagógica –sin argumentación racional- es la de que “vamos por un país con pobreza cero”. Debería saber que la miseria tiene su raíz en un Estado que cobra impuestos de manera coactiva –por tanto, desordena- ya que son derivados hacia abajo básicamente vía precios y baja de salarios.

Según Martín Simonetta en 2013, el gasto público representó 35,41% del PIB. Más de uno de cada tres pesos que producen los argentinos se destinan a pagar al Estado. Y en ningún momento el presidente electo habló de una drástica reducción de la presión impositiva, es más, en Buenos Aires la aumentó.

Lo más sintomático es que “decretará la emergencia en seguridad” aumentando el gasto en policía, en represión, dejando claro que no entiende el fallo esencial del Estado que mencionamos. El delitoes inducido por la marginalidad. Japón, por caso, con menos desocupación y miseria, tiene una tasa de 0,3 homicidios anuales por cada cien mil habitantes contra 5,5 de Argentina. Lo que debería hacer es derogar las leyes coactivas que desordenan y provocan marginalidad, como el salario mínimo que impide que trabajen quienes ganarían menos. Pero Macri ni lo pensó.

Esto me recuerda que, según la OCDE, uno de cada cuatro (25,8%) jóvenes de entre 19 y 25 años ni estudia ni trabaja en España, en Turquía el 31,6%, Grecia (28,3%) e Italia (27,6%). Qué se supone que hagan estos jóvenes.Algunos se alistan en el ISIS que les da una razón fanática para existir y que paga buenos sueldos. En España, por caso, casi la mitad de las personas detenidas sospechadas de actividades terroristas son nacidas allí.

A qué bombardea entonces Occidente las posiciones del ISIS en Siria, matando a civiles, si los terroristas están dentro. EE.UU. gasta 10 millones de dólares cada día en esta guerra. Cuantas personas podrían comer con ese dinero. Dicen algunos que es solo un reparto de poder entre Moscú y Washington, en cualquier caso, sí es cierto que hay muchos negocios de poder y dinero. Populismo… y ¡champán! para los fabricantes de armas.

Entretanto, el Papa sigue desafiando los peligros que ven los gobiernos y lleva “un mensaje de paz y esperanza” a Kenya y Uganda que son blanco privilegiado de los somalíes de Al-Shabaab aliados de Al-Qaeda, y a República Centro Africana. Calculan que unos 1,4 millones de personas asistirán a la misa de Nairobi mientras que, durante el último viaje de Obama a África, se solicitaba a las personas que, por seguridad, no salieran a las calles.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

No habrá revolución con el Papa Francisco

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 31/3/13 en http://www.eluniversal.com/opinion/130331/no-habra-revolucion-con-el-papa-francisco#.UVgAea_8TlI.facebook

 Ex basquetbolista, aficionado al tango y la milonga, y a las películas de Tita Merello y del neorrealismo italiano y fan del club de fútbol San Lorenzo, fundado por el padre Lorenzo Massa, a los 21 años tuvo una severa pulmonía que implicó una ablación de la parte superior del pulmón derecho. El Papa nunca pareció revolucionario.

                                 El ser latinoamericano no es un cambio radical. Francisco, surgido del país «más lejano del mundo», gobernará a más de 1.200 millones de fieles, 17% de la población global. Pero, mientras que 6 de cada 10 católicos eran europeos en 1910, hoy solo son 2. Entonces, Europa cobijaba al 25% de la población mundial, hoy solo al 11%. Sin revoluciones, Latinoamérica se convirtió en residencia del 45% de los católicos, 540 millones contra 350 en Europa y América del Norte y 210 en África, Asia y Oceanía.

                                Si el Papa afirmara que toda violencia -en el sentido aristotélico tomista: lo que desvía por fuerza cualquier movimiento natural, espontáneo- es inmoral, por tanto destructiva y que, consecuentemente, todas la fuerzas armadas, toda la capacidad violenta, destructiva de los Estados (que provocan las guerras, el hambre y la destrucción civil con la represión del mercado natural) debe ser desarmada, entonces cabría una «revolución».

                               Pero los cambios en las formas, del Pontífice, revalorizan la vida común, cotidiana y normal. Es que, «consciente o inconscientemente» –si cabe la expresión- Francisco no protagonizará cambios radicales porque el cosmos solo evoluciona, siguiendo un ordenamiento natural, por maduración. Lo que sí hará –que es mucho- dado su valor moral, es impulsar esta maduración. Y, en mi opinión, dos escuelas sufrirán: el racionalismo académico y la que cree que la autoridad necesariamente debe basarse en el poder coactivo (violento). El verdadero poder es servir, dijo el Papa.

                             La preocupación de dirigentes, sobre la posición ideológica de Francisco, que exigen una relación directa entre el discurso académico y los resultados del accionar como si en el medio no hubiera nada, me recordó a Wikipedia. Enciclopedia en la que cualquiera puede escribir –así, nadie sabe qué dirá mañana- , y los millones de usuarios se organizan, por consenso, mostrando como un orden productivo y divertido surge espontáneamente de las personas sin coacción, sin mostrar currículum académico ni rendir examen ante ningún organismo.

                              Wikipedia no es caótica, como toda acción, está dirigida por la naturaleza del cosmos que supone un liderazgo moral real, el de los que aportan cosas útiles. Demostrando que el liderazgo por influencia es eficiente en contraposición con la «autoridad» coactiva que destruye, incluso en el caso de defensa propia: recuerdo casos de toma de rehenes, en uno se negoció y no hubo víctimas, en otro, la policía entró a balazos provocando una matanza.

                           El cambio del gobierno argentino, oportunismo o no, confirma la autoridad moral. De crítica la destructiva, cuando el oficialismo vio que el 98% de los argentinos estaba con el Papa, mutó radicalmente. El oficialista diario Página 12, el 16 de marzo tituló «Iglesia y dictadura», cuatro días después anunciaba «Fue fructífero e importante» el diálogo de la Presidenta con Francisco. El oficialista José Feinmann, lo dijo: «Cristina es la que baja línea» y «se está jugando la apropiación de Francisco».

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

 

La próxima guerra de las Malvinas

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 15/11/12 en http://www.laprensa.com.ni/2012/11/15/voces/123985-proxima-guerra-malvinas

Carmelo Titirico, del Consejo de Ayllus y Markas del Qullasuyu (Conamaq) que agrupa a comunidades de indígenas bolivianos aymaras, informó que amputarán las manos a ladrones reincidentes y castrarán químicamente a violadores flagrantes, enmarcados dentro de la “justicia comunitaria” originaria, consagrada en la Constitución promulgada por Evo Morales. Ahora surge claro por qué, algunas tribus, se mantienen tan primitivas, es que la violencia va contra la naturaleza, destruye.

 La violencia es, en todo sentido, la corrupción. Evo afirma que su patrimonio creció gracias “a los ponchos regalados” por el pueblo. Ahora es verdad, como dijo una oficialista, que su patrimonio todavía es “muy escaso respecto al de otros presidentes”. Es que, a diferencia del mercado donde las transacciones surgen del acuerdo entre las partes, precio de por medio, la coacción del Estado —que se arroga el monopolio de la violencia— es decidida arbitrariamente por los políticos y la parte coaccionada, insatisfecha, queda tentada a sobornar. Así, no sorprende que el exjefe de gabinete del brasileño Lula, fuera sentenciado a casi 11 años de prisión por corrupción. Sorprende que no ocurriera con muchos más funcionarios.

 Más de 160,000 asesinatos se produjeron en Venezuela desde 1999 (sin invasiones ni guerras), es el resultado de la violencia estatal. Es que la coacción del Estado impide el desarrollo del mercado provocando miseria, marginación, desocupación, tráfico de drogas, etc., multiplicando el delito que resulta funcional al gobernante ya que atemoriza a la población y promueve el despliegue de fuerzas armadas que, por cierto, ganan terreno respondiendo al gobierno.

Guste o no al racionalismo, existe una naturaleza que tiene un orden maravilloso que debe respetarse. El sol sale todos los días, la ley de la gravedad no deja de regir, el sexo es para procrear y continuar la especie y muchas cosas. Y la moral es esa adecuación del hombre a las reglas naturales de supervivencia y continuidad que lo hacen útil y feliz. Lo inmoral, entonces, dice la filosofía desde los griegos, es la violencia que se define, precisamente, como aquello que pretende coactivamente torcer el desarrollo natural espontáneo de las cosas.

Así, inmoral es violar las reglas del mercado natural. Si un Estado, por caso, acuerda libremente tomar deuda a cambio de un pago determinado, debe respetar esa naturaleza pacífica, ese acuerdo voluntario. Precisamente a raíz de una deuda impaga del Estado argentino, el buque escuela de su armada, la fragata Libertad, fue confiscada en el puerto ghanés de Tema por un reclamo del fondo de inversión NML Capital. Pero el barco, ocupa demasiado espacio y la intención del puerto era remolcarla a un kilómetro. Cuando los funcionarios intentaron acceder a la nave los marinos apuntaron sus armas. Además, el gobierno argentino dijo que denunciará a Ghana ante el Tribunal Internacional del Mar.

 Pareciera que Argentina, como durante el último gobierno militar que utilizó la guerra de las Malvinas para exaltar el chauvinismo —imponiéndose violentamente a los habitantes de las islas— para tapar su fracaso económico (es que la coacción, la violencia sobre el mercado destruye, ¡qué otra cosa!), quiere exaltar el nacionalismo para esconder que, si el país anduviera razonablemente bien, la deuda sería irrisoria y podría pagarse, cumpliendo el mandato moral. 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

 

Dios no es fascista:

Por Alejandro Tagliavini: Publicado el 23/4/12 en: http://www.laprensa.com.ni/2012/04/23/voces/98862-dios-no-fascista

Y como no es fascista, claramente, Cristina Kirchner no es dios por mucho que lo intente. La característica del fascismo es que utiliza, de manera extrema, el monopolio de la violencia que se arroga el Estado para “organizar” a la sociedad. Santo Tomás decía que el cosmos fue creado por Dios con un orden (el “natural”) que se ve en la sabiduría con que se desarrolla la naturaleza, y aquello que contrariaba lo natural y lo voluntario era la violencia siempre destructiva y jamás justa, ya que justo es aquello que se “ajusta” a su naturaleza. Peor, va directamente contra Dios, es el mal, el “diablo”.

 La soberbia del hombre, que se rebela contra la naturaleza, tiene su manifestación filosófica en el racionalismo que cree que la razón humana es dios y puede diseñar un “orden” social que, al no darse naturalmente, espontáneamente, tiene que imponerlo violentamente, con el poder de policía. Ahora, cuando este “orden” empieza a fracasar (ya que la violencia destruye), como la soberbia impide una corrección, suele aumentar la violencia para someter lo que naturalmente se les va rebelando. El caso de la expropiación de YPF es un buen ejemplo.

 El fascismo peronista, que cree que puede crear un “orden” superior al mercado natural, impuso al sector energético muchas regulaciones (coacciones en base al poder de policía) como, por caso, un “precio máximo” de US$$42 el barril cuando el precio internacional es de 108. Irónicamente, dicho sea, el precio al público era alto (20 por ciento superior al de EE. UU.), debido a los impuestos que, recordemos, se recaudan coactivamente.

 El resultado obvio fue que las empresas dejaron de invertir, por falta de rentabilidad, dadas estas regulaciones y Argentina, que era exportadora de energía, pasó a importar. En 2003 todavía conservaba una balanza comercial energética favorable de US$$4,864 millones, desde entonces las importaciones aumentaron 1,600 por ciento provocando un déficit, en 2011, de US$$2,931 millones. Y es verdad que YPF casi no invertía. Entre 1999 y 2011 sus utilidades netas sumaron US$$16,450 millones, de los cuales se repartieron, entre los accionistas, 13,246 millones. Pero, ¿quién invertiría frente a tan baja rentabilidad?

 Pero la soberbia, lejos de reconocer su fracaso, insiste en imponerse aplicando aun más violencia, entrando con la Policía a la sede de YPF, expropiando y echando a sus directores, lo que empeorará las cosas. Además del conflicto, interior y exterior al país, y de la ineficiencia (debido a que se manejan con criterios políticos, coactivos, y no en el mercado voluntario) de las empresas de los políticos (“empresas estatales”), esto endeudará a un gobierno con escaso crédito. Solo la inversión necesaria en YPF sería de unos US$$12,000 millones en tres años, cifra astronómica para Argentina, además de otros 12,000 millones en 2012 para importaciones hasta completar el supuesto autoabastecimiento y los US$$13,000 millones que exige Repsol como compensación por la expropiación.

 Como es imposible que sean dioses, los violentos terminarán autodestruyéndose, de modo que es cuestión de paciencia y responderles con paz, porque si se le hace con violencia (coacción, ergo, con menos libertad) se les justificará. El gobierno español cometería error si contesta al neofascismo con medidas coactivas, por el contrario, debería bajar impuestos y dar más libertad a sus empresas, de modo que puedan soportar mejor la violencia.  

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.