Irán se acerca a unas elecciones presidenciales de significación

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 5/5/17 en: http://www.lanacion.com.ar/2020833-iran-se-acerca-a-unas-elecciones-presidenciales-de-significacion

 

El próximo 19 de mayo Irán tendrá elecciones presidenciales. Ellas serán las doceavas desde que, en 1979, Irán se convirtiera en una teocracia. Normalmente, esas elecciones se celebran en el mes de junio. Pero este año se adelantaron como consecuencia de la festividad religiosa que celebra el llamado Ramadán, durante la cual los iraníes ayunan.

En ellas el actual presidente, el «reformista» Hasan Rouhani, procurará obtener su reelección. Un nuevo y segundo mandato, entonces. Su candidatura, como cinco otras, acaba de ser formalmente aprobada por el Consejo de los Guardianes. Esto quiere decir que Hasan Rouhani, según los líderes religiosos iraníes, posee las «calificaciones ideológicas» requeridas para aspirar a presidir a la teocracia íraní. En cambio, el radical -y siempre activo- ex presidente Mahmoud Ahmadinejad, que intentaba regresar al escenario político grande de Irán, fue vetado. No podrá competir.

Irán es una nación llamativamente joven, con una edad media de apenas 30 años y una de las culturas más profundas del mundo, la de la civilización persa. Desde que sus medios de comunicación masiva predican sólo el discurso único de la clase religiosa que controla al país, más de la mitad de los votantes se nutre, ávidamente, en las redes sociales. Con frecuencia ellas están bloqueadas por las autoridades religiosas, por distintos motivos.

Los jóvenes hoy componen el «núcleo duro» de los «reformistas», que aspiran a tener un mejor nivel de vida, a lograr y mantener estabilidad económica y a poder acercarse más e interactuar con el resto del mundo.

Esta vez los iraníes podrán elegir entre seis distintas posibilidades. Hay tres de ellas que -sin embargo- lucen como las más significativas.

La primera es la posibilidad de reelegir al actual presidente, Hasan Rouhani, por un período presidencial más, de cuatro años. Muchos iraníes hoy están desilusionados con el poco avance logrado en dirección hacia la modernización del país persa a lo largo de la que ha sido ya su primera gestión presidencial. Además, se manifiestan abiertamente indignados con la corrupción extendida que, creen, anida en la administración iraní, a todos los niveles.

Esta es una cuestión seria y delicada, porque ocurre que son los clérigos quienes tienen en sus manos lo sustancial del poder económico en Irán y conforman una auténtica oligarquía, que es, por lo demás, inmensamente rica.

La clase media iraní es la que hoy apoya sustancialmente al presidente Rouhani. Pero para estar seguro de ganar, el actual presidente necesita, además, poder cautivar a parte de los iraníes de ingresos más bajos, que no creen demasiado en él porque entienden que los abandonó a su suerte.

En una nación bastante más ordenada, donde la inflación no es ya del 40% como sucedía al llegar Rouhani al poder, sino del 9% anual, el tema económico no es menor. Por ende la preocupación por mejorar el nivel de vida es ahora concreta y hasta fácilmente mensurable. Lo que es central para una población cuyos ingresos son mayoritariamente fijos.

Su principal rival, capaz ciertamente de vencerlo, pareciera ser Ebrahim Raisi, un discreto ex procurador general de Irán de 56 años, que cuenta con el apoyo de muchos líderes religiosos del país, a lo que suma nada menos que el endoso de la poderosa Guardia Revolucionaria. No tiene, sin embargo, experiencia política, pero es tenido como un candidato honesto y como una suerte de «outsider» de la clase religiosa gobernante. Un «nuevo» en el mundo local de la política.

Raisi -que además es apoyado por el líder supremo, Ali Khamenei- porta un turbante negro, que es el clásico que distingue a los religiosos que descienden del profeta Mohammed. El presidente Rouhani, en cambio, lleva uno blanco.

La plataforma y el discurso de Raisi tienen algunos componentes que lucen populistas. La estrategia de Rouhani es, en cambio, bastante más conservadora. Su esposa -que es una respetada profesora en la Universidad Shahid Beheshti- lo modera.

Otro de los actuales rivales de Rouhani es el alcalde de Teherán, que ya ha competido dos veces por la presidencia de su país, aunque sin suerte. Cuenta entonces con alguna experiencia política. Y hoy acusa al presidente Rouhani de no haber resuelto el persistente tema del desempleo que, entre los desilusionados jóvenes iraníes, es de nada menos que del 26%.

Entre los rivales del actual presidente aparece asimismo Esaq Jahngiri, un candidato que fustiga constantemente a la corrupción y a los corruptos. Razón por la cual ha adoptado la bandera electoral de la transparencia. Algunos creen, sin embargo, que Jahngiri pronto dejará de ser candidato y que su presencia, en rigor, es utilizada por los líderes religiosos para tratar de cerrar el paso al desafiante intento de retorno del ex presidente Mahmoud Ahmadinejad, ahora vetado. Sus partidarios se volcarán presumiblemente hacia la candidatura de Ebrahim Raisi.

En momentos en que la nueva administración norteamericana está demonizando a Irán, enfatizando para ello su constante labor de exportación del terrorismo y relativizando la importancia de la suscripción de su acuerdo nuclear con la comunidad internacional, parece importante seguir de cerca el curso de las próximas elecciones presidenciales iraníes, de cuyos resultados depende, entre otras cosas, mantener el equilibrio regional actual entre los dos países líderes de las dos grandes vertientes del islamismo: Arabia Saudita e Irán.

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

¿DEMOCRACIA O DICTADURA?

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

No hay posición intermedia en esta instancia del proceso de evolución cultural: o vota la gente o impone su voluntad sobre los demás un megalómano. Pero se debe estar muy en guardia para que la democracia no  degenere  en cleptocracia en la que una oligarquía liquide los derechos de la minoría. Es decir, que la democracia se convierta en una farsa grotesca como por ejemplo es el caso venezolano hoy.

 

Porque en última instancia el peligro horrendo de las dictaduras es el ataque a las libertades de las personas, pero no es cuestión que las lesiones a los derechos, en lugar de provocarla una persona y sus secuaces la produzca un grupo de personas. Y tengamos en cuenta que Cicerón advertía que “El imperio de la multitud no es menos tiránica que la de un hombre solo, y esa tiranía es tanto más cruel cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y el nombre de pueblo”.

 

Uno de los canales de la degradación de la democracia se manifiesta a través de la cópula hedionda entre el poder político y los empresarios prebendarios. Puede ilustrare este caso con los “salvatajes” realizados en Estados Unidos, recursos entregados graciosamente a empresarios ineptos, irresponsables o las dos cosas al mismo tiempo con  el fruto del trabajo de la gente  que no tiene poder de lobby.

 

Al efecto de no permitir semejante atraco y para bloquear toda manifestación de atropello a los derechos de quienes no pertenecen a la casta que pertenece a los usurpadores, es menester pensar en variantes que logren el objetivo de minimizar estos problemas graves. No puede pretenderse otros resultados manteniendo las mismas recetas que conducen a un sistema inicuo que amenaza con  terminar con la democracia y usarla como máscara que pretende esconder una dictadura.

 

En este sentido, reitero lo consignado en otra oportunidad y es que al efecto de tener en claro lo antedicho, es pertinente tener grabado a fuego el pensamiento de uno de los preclaros exponentes de la revolución más exitosa de lo que va de la historia de la humanidad. Me refiero a Thomas Jefferson quien consignó en Notes on Virginia (1782) que “Un despotismo electo no es el gobierno por el que luchamos” pero eso es en lo que se ha transformado, no solo en buena parte de la región latinoamericana, sino en países europeos y en la propia tierra de Jefferson.

 

La primera vez que la Corte Suprema de Justicia estadounidense se refirió expresamente a la “tiranía de la mayoría” fue en 1900 en el caso Taylor v. Breknam (178 US, 548, 609) y mucho antes que eso el Juez John Marshall redactó en un célebre fallo de esa Corte (Marbury v. Madison) en 1802 donde se lee que “toda ley incompatible con la Constitución es nula”. Seguramente el fallo más contundente de la Corte Suprema de Estados Unidos es el promulgado en 1943 -prestemos especial atención debido a lo macizo del mensaje- en West Vriginia State Board of Education v. Barnette (319 US 624) que reza de este modo: “El propósito de la Declaración de Derechos fue sustraer ciertos temas de las vicisitudes de controversias políticas, ubicarlos más allá de las mayorías y de burócratas y consignarlos como principios para ser aplicados por las Cortes. Nuestros derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad, la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de profesar el culto y la de reunión y otros derechos fundamentales no están sujetos al voto y no dependen de ninguna elección”.

 

Autores contemporáneos como Giovanni Sartori en sus dos volúmenes de la Teoría de la democracia se ha desgañitado explicando que el eje central de la democracia es el respeto por las minorías y Juan A. González Calderón en Curso de derecho constitucional apunta que los demócratas de los números ni de números entienden ya que se basan en dos ecuaciones falsas: 50% más 1% = 100% y 50% menos 1% = 0%. Por su parte, Friedrich Hayek confiesa en Derecho, Legislación y Libertad que “Debo sin reservas admitir que si por democracia se entiende dar vía libre a la ilimitada voluntad de la mayoría, en modo alguno estoy dispuesto a llamarme demócrata”, porque como había proclamado Benjamin Constant en uno de sus ensayos reunidos en Curso de política constitucional: “La voluntad de todo un pueblo no puede hacer justo lo que es injusto”.

 

Ahora bien, sabemos que la cuestión de fondo es educativa en el sentido de realizar esfuerzos para influir sobre mentes en cuanto a comprender las ventajas de la sociedad abierta, pero entretanto es indispensable pensar en nuevos procedimientos para maniatar al Leviatán antes que sucumban todos los vestigios de libertad y respeto reciproco. En este sentido vuelvo a insistir una vez más en que en un cuadro de federalismo se consideren las reflexiones de Bruno Leoni para el Poder Judicial en La libertad y la ley, se tomen seriamente las propuestas para el Poder Legislativo que efectuó Hayek en el tercer tomo de su obra mencionada y, para el Poder Ejecutivo, se adopten los consejos de Montesquieu en Del espíritu de las leyes  en cuanto a que “El sufragio por sorteo está en la índole de la democracia”. Esto último -dado que cualquiera puede gobernar- moverá los incentivos de la gente hacia la necesidad de proteger sus vidas y haciendas, es decir, hacia el establecimiento de límites al poder que es precisamente lo que se requiere para sobrevivir a los atropellos de los aparatos estatales. Como ha indicado Popper, la pregunta de Platón sobre quien debe gobernar está mal formulada, el asunto no es de personas sino de instituciones “para que el gobierno haga el menor daño posible” tal como escribe aquel filósofo de la ciencia en La sociedad abierta y sus enemigos.

 

Frente a los graves problemas mencionados es indispensable usar las neuronas para contener los abusos del poder. Al fin y al cabo en el recorrido humano nunca se llegará a un punto final. Estamos siempre en ebullición en el contexto de un proceso evolutivo. Si las soluciones propuestas no son consideradas adecuadas hay que proponer otras pero quedarse de brazos cruzados esperando que ocurra un milagro no es para nada conveniente ya que no pueden esperarse resultados distintos aplicando las mismas recetas.

 

Tal como nos han enseñado autores como Ronald Coase, Harold Demsetz y Douglas North, debemos centrarnos en los incentivos que producen las diversas normas, y en el caso que nos ocupa está visto que alianzas y coaliciones circunstanciales tienden al atropello de las autonomías individuales y a degradar las metas originales de la democracia, convirtiéndola en una macabra caricatura. Es hora de reflotar la democracia mientras estemos a tiempo. Y, se entiende, no se trata de la ruleta rusa de mayorías ilimitadas, es como ha escrito James M. Buchanan “Resulta de una importancia crucial que recapturemos la sabiduría del siglo dieciocho respecto a la necesidad de contralores y balances y descartemos de una vez por todas la noción de un romanticismo idiota de que mientras los procesos son considerados democráticos todo vale” (en “Constitutional Imperatives for the 1990`s. The Legal Order for a Free and Productive Economy”).

 

En la misma línea argumental, es pertinente en esta columna resumir nuevamente las posibles ventajas de introducir la idea  del Triunvirato en el Poder Ejecutivo. Hay muy pocas personas que no se quejan (algunos están indignados) con los sucesos del momento en diferentes países tradicionalmente considerados del mundo libre. Las demoliciones de las monarquías absolutas ha sido sin duda una conquista colosal pero, como queda dicho, la caricatura de democracia como método de alternancia en el poder sobre la base del respeto a las minorías está haciendo agua por los cuatro costados, es imperioso el pensar sobre posibles diques adicionales al efecto de limitar el poder político por aquello de que “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

 

Tres personas votando por mayoría logran aplacar los ímpetus de caudillos y permiten tamizar las decisiones ya que el republicanismo exige que la función de esta rama del gobierno es ejecutar lo resuelto por el Poder Legislativo básicamente respecto a la administración de los fondos públicos, y el Judicial en lo referente al descubrimiento del derecho en un proceso fallos en competencia.

 

Se podrá decir que las decisiones serán más lentas y meditadas en un gobierno tripartito, lo cual se confunde con la ponderación y la mesura que requiere un sistema republicano. De todos modos, para el caso de un conflicto bélico, sería de interés que las tres personas se roten en la responsabilidad de comandantes en jefe.

 

Uno de los antecedentes más fértiles del Triunvirato se encuentra en los debates oficiales y no oficiales conectados a la Asamblea Constituyente de los Estados Unidos. Según la recopilación de los respectivos debates por James Madison que constan en la publicación de sus minuciosos manuscritos, el viernes primero de junio de 1787 Benjamin Franklin sugirió debatir el tema del ejecutivo unipersonal o tripartito. A esto último se opuso el constituyente James Wilson quien fue rebatido por Elbridge Gerry (luego vicepresidente del propio Madison) al explicar las ventajas del triunvirato para “otorgar más peso e inspirar confianza”. Edmund Randolph (gobernador de Virginia, procurador general del estado designado  por Washington y el segundo secretario de estado de la nación) “se opuso vehementemente al ejecutivo unipersonal. Lo consideró el embrión de la monarquía. No tenemos, dijo, motivo para ser gobernados por el gobierno británico como nuestro prototipo […] El genio del pueblo de América [Norteamérica] requiere una forma diferente de gobierno. Estimo que no hay razón para que los requisitos del departamento ejecutivo -vigor, despacho y responsabilidad- no puedan llevarse a cabo con tres hombres del mismo modo que con uno. El ejecutivo debe ser independiente. Por tanto, para sostener su independencia debe consistir en más de una persona”. Luego de la continuación del debate Madison propuso posponer la discusión en cuanto a que el ejecutivo debiera estar formando por un triunvirato (“a three men council”) o debiera ser unipersonal hasta tanto no se hayan definido con precisión las funciones del ejecutivo.

 

Este debate suspendido continuó informalmente fuera del recinto según los antes mencionado constituyentes Wilson y Gerry pero con argumentaciones de tenor equivalente a los manifestados en la Asamblea con el agregado por parte de los partidarios de la tesis de Randolph-Gerry de la conveniencia del triunvirato “al efecto de moderar los peligros de los caudillos”. El historiador Forrest Mc Donald escribe (en E Pluribus Unum. The Formation of the American Republic, 1776-1790) que “Algunos de los delegados más republicanos […] desconfiaban tanto del poder ejecutivo que insistieron en que solamente podía ser establecido con seguridad en una cabeza plural, preferentemente con tres hombres”.

 

El asunto entonces no es limitarse a la queja por lo que ocurre en nombre de la democracia sino en usar la materia gris y proponer soluciones al descalabro del momento antes de llegar a un Gulag con la falsa etiqueta de la democracia. Hay que vencer lo que podríamos denominar “el síndrome del anquilosamiento mental” y revertir con decisión -con éstas u otras propuestas- lo que viene sucediendo  a paso redoblado.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

Populismo para pocos. Miseria para muchos:

Por Gabriel Boragina. Publicado el 21/12/14 en: http://www.accionhumana.com/2014/12/populismo-para-pocos-miseria-para-muchos.html

 

El populismo, como parte del colectivismo, posee la particularidad de ser todo lo contrario a lo que su nombre pareciera –a primera vista- sugerir. Efectivamente, el populismo es un movimiento principalmente sectario, que privilegia a selectas minorías y excluye a amplias mayorías. Tal como dijimos, es una peculiaridad que deriva directamente del género del cual procede, el colectivismo. Eso explica la razón por la cual el populismo tiene fuertes manifestaciones de corte nacionalista:

«Considerar la tendencia universal de la política colectivista a volverse nacionalista como debida por entero a la necesidad de asegurarse un resuelto apoyo, sería despreciar otro y no menos importante factor. Incluso cabe dudar que se pueda concebir con realismo un programa colectivista como no sea al servicio de un grupo limitado, que el colectivismo pueda existir en otra forma que como alguna especie de particularismo, sea nacionalismo, racismo o clasismo, La creencia en la comunidad de fines e intereses entre camaradas parece presuponer un mayor grado de semejanza de ideas y creencias que el que existe entre los hombres en cuanto simples seres humanos. Aunque sea imposible conocer personalmente a todos los miembros de nuestro grupo, por lo menos han de ser del mismo tipo que los que nos rodean y han de hablar y pensar de la misma manera y sobre las mismas cosas, para que podamos identificarnos con ellos. El colectivismo a escala mundial parece ser inimaginable, si no es al servicio de una pequeña élite. Daría lugar, ciertamente, no sólo a problemas técnicos, sino, sobre todo, a problemas morales que ninguno de nuestros socialistas desea afrontar.»[1]

Esto va de la mano con lo que el profesor C. Sabino consigna en su célebre definición de populismo, cuando del mismo expresa:

«La oposición a la política tradicional, a «la oligarquía y el imperialismo», se engarzó entonces con un mensaje nacionalista, en el que resultó fundamental la prédica por la «justicia social» y la apertura de espacios de poder para quienes se sentían marginados.»[2]

Prueba cabal de que el populismo es esencialmente sectario, ha de encontrar siempre enemigos a quienes enfrentarse, y si no los encuentra deberá inventarlos. Esta es la línea de acción que han seguido todos los populismos de la historia y la que recientemente han reflotado los nefastos regímenes de los Kirchner en Argentina, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador y el tristísimo experimento del castrocomunismo chavista venezolano. En todos estos ejemplos, los resultados han sido semejantes: exclusión social, elevación de los índices de pobreza, intervención a ultranza de la economía, desprecio al individuo y a los derechos del mismo. Y esas etéreas y demagógicas apelaciones al pueblo y a la nación, vacías y carentes de contenido, y sólo destinadas a embaucar a cuanto desprevenido incauto estuviere dispuesto a escuchar los cantos de sirenas de personajes sin escrúpulos como los nombrados anteriormente y todo su séquito de cortesanos y aduladores en el poder, lo que incluye, por supuesto, los infaltables pseudo-empresarios (mal llamados «capitalistas») que tan bien caracterizara Alberto Benegas Lynch (h) como modernos barones feudales al servicio del poder político. El colectivismo y su producto más repetido, en Latinoamérica al menos, el populismo es la filosofía del grupo, de la manada no-pensante, de la masa amorfa, de los idiotas útiles al servicio de un líder o un puñado de personas que desde el poder aspiran a lucrarse del siempre complaciente servilismo de sus súbditos. Es por esto mismo, entre otras cosas, que el profesor C. Sabino concluye su definición expresando:

«El populismo, en síntesis, fue más nacionalista que clasista, más antinorteamericano que prosoviético, más apegado a las grandes fórmulas vacías que a programas claros de gestión económica, con lo que se acercó en muchas de sus manifestaciones, indudablemente, al fascismo.»[3]

En el marco de su explicación sobre las paradojas del colectivismo, F. A. v. Hayek advirtió algo que es enteramente aplicable a una de las manifestaciones del colectivismo, como es nuestro actual populismo:

«Una de las contradicciones inherentes a la filosofía colectivista está en que, como descansa en la moral social humanitaria que el individualismo ha desarrollado, sólo puede practicarse dentro de un grupo relativamente pequeño. Que el socialismo sea internacionalista en tanto permanece dentro de la teoría, y que tan pronto como se lleva a la práctica, sea en Rusia o en Alemania, se torne violentamente nacionalista, es una de las razones por las que el «socialismo liberal», que es como la mayoría del mundo occidental se imagina el socialismo, tiene que mantenerse en el plano de la teoría pura, mientras que la práctica del socialismo es totalitaria en todas partes. El colectivismo no tiene sitio para el amplio humanitarismo liberal, sino tan sólo para el estrecho particularismo de los totalitarios.»[4]

Razonamientos totalmente aplicables al populismo, que ya ha demostrado sobradamente en su experiencia latinoamericana que ha terminado favoreciendo a grupos muy pequeños, representados por sectores elegidos adrede entre los jefes populistas, para ser privilegiados con dadivas y subsidios envueltos en atractivos y emotivos rótulos, tales como el de los «planes sociales», que no han tenido otro efecto –tras una larga experiencia- que hundir más aun a la gente ya pobre en la miseria, a la vez que generándole una dependencia psíquica y material al movimiento populista. Pero dado el hibrido ideológico que encierra todo populismo, tampoco han faltado prebendas y favoritísimos a ciertos «empresarios» amigos, que siempre se han mostrado absolutamente serviles con el régimen. Como especie del socialismo, el populismo conlleva sus mismas connotaciones en todas partes donde se le pretenda aplicar, tal y como -por otro lado- la experiencia histórica remota y reciente confirman a cada paso.

El carácter sectario del populismo se revela en la necesidad de la pertenencia al partido, a la militancia, a la organización, al movimiento, o denominaciones similares, que ponen de manifiesto la condición excluyente para todo aquel que no pertenezca a la tropa y como tal no rinda culto y obediencia incondicional al líder de la secta.

[1] Friedrich A. von Hayek, Camino de servidumbre. Alianza Editorial. España pág. 179

[2] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz populismo latinoamericano.

[3] C. Sabino, Diccionario….ob. cit. Ídem. Voz populismo latinoamericano.

[4] Friedrich A. von Hayek, Camino de servidumbre…ob. cit. pág. 180-181

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Hablemos en serio de cambio institucional.

Por José Benegas. Publicado el 29/4/14 en http://josebenegas.com/2014/04/29/hablemos-en-serio-de-cambio-institucional/

 

Si, se necesita un cambio institucional como repiten varios postulantes o comentaristas. Lo que no está muy claro es que se entienda de qué se trata lo institucional y la diferencia enorme que que existe con la muy arraigada concepción platónica del rey sabio, bueno o idóneo. Esto que voy a decir es válido para la Argentina pero también para los otros ladronismos, es decir el chavismo, el correísmo, el evismo y varios colaboradores. Es tan grande el cambio institucional que debe haber como el que ocurrió con la sanción de la Constitución de 1853, pero parece que existe un temor muy irracional a lo que eso significa, el sistema político entero (incluyo todos los partidos y todos los votantes, salvo un pequeño número) están embarcados o en la moralina platónica buscando un salvador sabio y honesto o en el cinismo populista. Populistas son los que ya saben que todo el palabrerío de los primeros tiene como única utilidad crear una oligarquía y parasitar a la sociedad. Unos quieren usar la disciplina social y la extracción de recursos para el bien y los otros para el mal. Los primeros son los más equivocados. La Argentina funciona como una sociedad que alimenta el miedo para inventar manosantas y estúpidos líricos. Ya no se sabe qué es peor. Pero de una cosa estoy bastante seguro (contra la opinión de muchos) y es de que el populismo ladrón es hijo de los soñadores socialdemócratas, no de los comunistas marxistas cuya franquicia está agotada. Y ambos, populismo y pulcrismo social demócrata, descienden del mismo miedo a la existencia como es y el viejo recurso humano de la fantasía, sea magia, sea religión, sea gobierno protector, sea estado de bienestar. Todos representan seguros de primas siderales para evadir la incertidumbre en un sistema que fracasa e incrementa el temor en un círculo vicioso. Quiero hablar de las primas de esos seguros, porque los vendedores de seguros nos dicen que a lo que le tenemos que temer es a los infinitos peligros, pero me parece importante que la gente se entere de cuánto paga por liberarse del temor, que le devuelve más temor y le quita su dinero. El domingo pasado en el programa de Mirtha Legrand había un nutricionista que hablaba de “políticas de estado contra el hambre”. Todo el mundo quedó encantado, porque el mensaje es que un poder puede terminar con el hambre cuando en realidad el poder sólo puede provocar hambre. Lo que termina con el hambre es la producción de alimentos ¿Dónde están los alimentos que vamos a comer en unos meses? No están. Debemos movernos y coordinarnos, si sabemos hacer otra cosa y no plantar tomates la haremos para intercambiarla por los tomates. Así se come en este mundo, en otro que no conozco tal vez haya unas “políticas de estado contra el hambre”. Acá tuvimos incluso un programa sobre “el hambre más urgente” patrocinado por el señor Rodriguez Larreta, Majul, el diario La Nación y sigue la lista. Todavía está por ahí el organismo. Y al lado del organismo, sigue estando el hambre. Ahí está la prima, en cada villa miseria, en cada aviso de la quiebra de cada empresa, en el cuentapropismo en negro. Resulta que los beneficiarios son los primeros en huir del seguro. Gente que no toca al estado salvo cuando tiene que pagar impuestos (que no pueden invertir en lo que hacen), es la que combate el hambre. Ninguna “política de estado” sobre el hambre es posible sin que “ideas y riesgos de privados” no le hayan antecedido. Sobra con enterarse de las hambrunas en la Unión Soviética o en la Corea del norte gobernada por un “super hombre de estado”. Para qué ir tan lejos si se puede salir a la calle en Buenos Aires y ver cartoneros y mendigos que se multiplican de modo exponencial. En cualquier ciudad del interior pasa lo mismo. Vean el presupuesto, ahí se van a enterar de la parte de la prima de seguro que se paga en dinero, pero en la calle está el costo en especie. Nuestro amigo médico nutricionista era muy agradable. Lo que digo acá puede en cambio sonar muy desagradable, eso es lo que le ha tocado a la racionalidad en la historia, en general, la hoguera. Aunque sean los tipos que nos dieran de comer, para el hombre la amenaza que significa no saber qué comerá mañana se identifica con el que hace, no con el que no hace. Los sacerdotes de todo estilo que “condenan el hambre”, que es como condenar la lluvia, son depositarios de todas las simpatías. Este es el dilema. En todas las sociedades el miedo trajo la socialdemocracia y en algunas la cosa se hizo más peligrosa con el populismo, los comunismos marxistas o fascistas. En nosotros es esta caterva de vendedores de seguros falsos, pero en el fondo todo el mundo sabe que la realidad, el mercado, es lo que nos saca de 80 años de mentalidad mágica, retrógrada y mentirosa. El problema es que nadie confía en que el vecino también apoyará un cambio de esa naturaleza y el país se ha puesto a castigar el último tímido pero interesante momento de despertar, asignándole todos los problemas del mantenimiento de los seguros a la libertad de contratar, al derecho de propiedad, a la posibilidad de comerciar y al acceso al mercado mundial. Todo lo que nos pasó nos dicen que fue culpa de la libertad, con más kúnkeles nos hubiéramos ahorrado todos los problemas. La energía que se pone en repetirlo no hace más que mostrar la falta de convicción que en el fondo existe y la apelación al temor. Los comentarios que puede despertar en internet un artículo como éste que tal vez no firmarían más de doscientas personas en el país, también demuestran ese pánico a la realidad. Pero no quiero convencer. Es problema del que lee aceptar la realidad, porque si estoy equivocado, respiren, serán felices. Pero si estoy acertado no es problema mío, es de todos. Cambio institucional, lo que más me interesa aclarar, no quiere decir un conjunto de comisarios buenos, quiere decir que gobiernan las reglas y no los comisarios ni los fantasmas. Discurso nacionalista e institucionalidad es como un chorizo con dulce de leche. Que se bajen los de la “soberanía nacional” y se pongan a hacer algo útil, como plantar los tomates que dicen que llegan a precios altos a las góndolas porque los que los hacen son malos y ellos buenos que los denuncian. Déjense de denunciar y tráiganos los tomates que como consumidores en seguida los elegiremos. ¿Pino Solanas podrá cultivar tomates? Institucionalidad no es que el club de los políticos se mueva con reglas cómodas. Es que Juan de los palotes que tiene la desgracia de mantenerlos, sea protegido por reglas no por “buenos” omnipotentes. Es todo eso que quieren destruir en función de sus falsos seguros del proteccionismo, el inexistente bienestar, la educación que convertirá a Cabandié en Einstein y todas las sandeces que la Argentina se empeña en perpetuar. Si todo les parece un disparate porque la magia es mucho más confiable, olvídenlo. Tienen como diez generaciones más si quieren para hacer funcionar lo que nunca funcionó y no aceptar la realidad que siempre funcionó. No hay nada más seguro que un auto que no funciona, es casi imposible que choque. Digo casi, porque últimamente tipos como Kicillof me hacen dudar de ciertos milagros al revés.                                       

José Benegas es abogado, periodista, consultor político, obtuvo el segundo premio del Concurso Caminos de la Libertad de TV Azteca México y diversas menciones honoríficas. Autor de Seamos Libres, apuntes para volver a vivir en Libertad (Unión Editorial 2013). Conduce Esta Lengua es Mía por FM Identidad, es columnista de Infobae.com. Es graduado del programa Master en economía y ciencias políticas de ESEADE.

Solucionar los problemas sin populismo

Por Agustín Etchebarne. Publicado el 18/4/13 en http://opinion.infobae.com/agustin-etchebarne/2013/04/18/solucionar-los-problemas-sin-populismo/

 Existen dos tipos de tragedias: las inevitables y las evitables. Las inevitables son las que se generan por factores desconocidos o impredecibles o que no existen los medios para impedirlas, como las cenizas del volcán chileno. No es el caso de las inundaciones. Los ingenieros saben por qué se producen y saben cómo evitarlas. Entonces es cuestión de medir el costo. La pregunta es cuánto cuesta evitar las inundaciones y si estamos dispuestos a pagar dicho costo. Este tipo de análisis es el que está generalmente ausente en los debates políticos, que se limitan mayormente a acusaciones mutuas y disquisiciones ideológicas.

Dentro de las tragedias evitables podríamos enumerar una larga lista: empezando por la inseguridad física y los accidentes viales que han provocado decenas de miles de muertos en la última década, además de las inundaciones recurrentes, los derrumbes, los accidentes de trenes…

Para enfrentar todos estos problemas simultáneamente, es necesario dejar de lado las acusaciones ideológicas y circunscribir las discusiones a análisis técnicos. Cada ciudad, provincia y la nación debieran tener un listado de obras públicas ordenadas según su importancia según criterios técnicos de evaluación económico-social.

A partir de allí, los políticos deben reordenar el presupuesto teniendo en cuenta dicho ranking y las preferencias e intereses de su electorado. Está claro que lo primero que hay que hacer es revisar el presupuesto del gasto público. Plata hay, pero se gasta mal, muy mal.

Por ejemplo, la provincia que lidera el ranking de desarrollo provincial de la consultora Delphos Investmente; San Luis gasta 58% de sus recursos en gastos corrientes, lo cual le permite tener un 42% para inversiones. El gasto en personal es el 38% del gasto corriente. En general, San Luis viene realizando esta política desde hace 30 años. El lógico resultado es que se trata de la provincia que tiene mayor cantidad de autopistas por habitante, no tiene déficit habitacional, construyó universidades, y ciudades nuevas, y se da el lujo incluso de invertir en autopistas del conocimiento o en intentar desarrollar la industria del cine, aunque no siempre eficientemente. Logró diversificar su producción siendo el agro apenas el 8% de su PBG, los bienes secundarios el 50% y los servicios el 42%.

La contracara es la provincia de Buenos Aires, donde los gastos corrientes ocupan el 96,4% del total, dejando para inversiones apenas un 3,6%, mientras que los gastos en personal son el 54% del total de gastos corrientes. No es de extrañar, entonces, que la provincia sólo logre avanzar muy lentamente en obras de infraestructura básica, como cloacas, desaguaderos, asfalto, o viviendas.

La ciudad de Buenos Aires tiene el presupuesto más rico del país. Pero nuevamente encontramos aquí un desbalance en el presupuesto; el total de gasto corriente alcanza al 89,1% de los gastos totales. Está un poco mejor que la Provincia de Buenos Aires, pero bien lejos de San Luis.

Si miramos al nivel nacional, observaremos que se ha desperdiciado una década de crecimiento y expansión, que hubiera sido el mejor momento para realizar una transición a un presupuesto eficiente y ordenado. Y se hizo precisamente lo contrario. El gasto público subió de un 27% a un 43% del PIB, los empleados públicos aumentaron de 2 millones a 3,2 millones, según Orlando Ferreres. Y los planes sociales como mostramos en un informe reciente de la Fundación Libertad y Progreso crecieron hasta alcanzar, en 2012, 110 planes (58 de la nación y 52 de las provincias) con un total de 18,3 millones de beneficios y $64.400 millones de pesos. Todo este gasto se hizo sin ningún control ni evaluación posterior. Y la tremenda prueba de su ineficacia es que en los últimos  años ha vuelto a subir la pobreza que alcanza al 26,9% de la población, según el último informe del Observatorio Social de la UCA.

No quedan dudas de que es fundamental empezar a reestructurar el gasto público. Para comenzar, sólo para dar algunos ejemplos, existen una cantidad de partidas que podrían eliminarse por completo o reducirse drásticamente. Por ejemplo, puede recortarse 100% del gasto en propaganda oficial en todos los niveles, nacional, provincial y municipal. El total gastado en este rubro en 2012, nada más que a nivel nacional fue de: medios gráficos $466 millones, TV $1.368 millones, radio $63 millones, ahorrando un total de $ 1.897 millones. Este año superará los $2.000 millones.

La información oficial puede estar en páginas webs y los anuncios deben hacerse en conferencias de prensa. Puede eliminarse la cadena nacional de radio y difusión, salvo caso de guerra o emergencia climática. Eliminaría todos los carteles de los diferentes gobiernos que afean calles, escuelas, universidades  y paseos públicos.

Podemos eliminar también todo el gasto en entretenimiento, al menos hasta reducir las muertes evitables, el hambre, la desnutrición y la indigencia hasta llegar al 0%. Eliminaría todo el gasto en Fútbol para Todos, Automovilismo para Todos, TC 2000, recitales, pagos a artistas y cantantes. Sólo en Fútbol para Todos se gastó en 2012 la friolera de $ 1.333 millones. Pueden suprimirse otros gastos y privilegios como autos oficiales,  ahorrando en choferes, repuestos, mantenimientos, seguros; la flota de aviones para uso de políticos, que debieran trasladarse en aviones comerciales o en trasporte público o en sus propios vehículos, como cualquier hijo de vecino, sin chapa ni privilegios “oficiales”. Puede reducirse seriamente el gasto en embajadas y utilizaría mucho más Internet y las computadoras.

En Argentina, la política es financiada por el Estado, de arriba hacia abajo. Esto es un mal que incentiva la prostitución de políticos y desincentiva o aleja a los políticos más honestos y capaces. Es la forma de financiar una verdadera oligarquía, que asfixia la verdadera participación ciudadana.

Agustín Etchebarne es Lic en Economía (UBA); Máster en Desarrollo Económico (ISVE), posgrado en Comercialización Estratégica de la (UB). Ex profesor de Análisis Económico y Financiero en la Facultad de Derecho de la UBA y profesor de ESEADE.