En torno a una persona extraordinaria: Sophie Scholl

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 12/2/22 en: https://www.infobae.com/opinion/2022/02/12/en-torno-a-una-persona-extraordinaria-sophie-scholl/

Junto a su hermano fundó el movimiento estudiantil de resistencia al nazismo conocido como Rosa Blanca

Hans Scholl, Sophie Scholl y Christoph Probst

Hay personajes en la historia de la humanidad que merecen recordarse todos los días. En buena parte de las ciudades se descubren múltiples estatuas con generales blandiendo espadas en actitudes nada conciliadoras. Como he dicho antes, a mi gusto, incluso en París, por ejemplo, hay demasiado Napoleón y muy poco Voltaire (para no decir nada de las figuras ecuestres que aparecen por doquier en las plazas latinoamericanas). Paul Johnson, en su obra titulada Napoleón, afirma que buena parte de las ideas estrafalarias de los megalómanos del siglo veinte provienen del bonapartismo y Tolstoi, en el magnífico segundo epílogo de La guerra y la paz, ridiculiza y condena al personaje de marras.

En todo caso, no sería mal sustituir a muchos de los guerreros que inundan los lugares públicos de distintos lares por personas extraordinarias que son en verdad los genuinos héroes de la humanidad. Uno de los casos es el de la maravillosa y ejemplar Sophie Scholl sobre la que vuelvo a escribir y que se batió en soledad contra la comparsa criminal de los secuaces y sicarios del hediondo sistema nacional-socialista de Hitler.

Fundó junto con su hermano Hans el movimiento estudiantil de resistencia denominado Rosa Blanca a través del cual debatían las diversas maneras de deshacerse del régimen nazi y publicaban artículos y panfletos para ser distribuidos con valentía y perseverancia en diversos medios estudiantiles y no estudiantiles.

Una fantochada que hacía de tribunal de justicia presidida por el prototipo de lo antijurídico y el fanatismo mas brutal, de nombre Ronald Freisler, entre otros, condenó a los célebres hermanos a la guillotina, lo cual fue ejecutado el mismo día de la parodia de sentencia judicial, el 22 de febrero de 1943 al efecto de no dar lugar a defensas.

Es cierto que la plaza frente a la Universidad de Munich lleva el nombre de Scholl (donde estudiaban esos corajudos hermanos), también hay una calle en Hamburgo (donde operaba una importante filial de la Rosa Blanca) y un colegio en Tübingen con ese glorioso recuerdo. Pero no resulta suficiente. En momentos que surgen indicios y primeros pasos totalitarios de Hitler en distintos países debe tenerse presente más que nunca las luchas y la integridad moral de personas como Sophie Scholl que ponen de manifiesto que no están dispuestas a claudicar ni a negociar los principios de libertad.

Hay una producción cinematográfica dirigida por Marc Rothemund, que lleva por título el nombre de esta chica en la que aparecen jugosos diálogos que uno de los forajidos-captores mantiene con ella y, sobre todo, estremece al más curtido cuando Sophie le comenta a su compañera en la celda un sueño que tuvo. En ese sueño estaba con un niño de blanco que ella lograba salvar de diversas peripecias. Ella sucumbía en el sueño y caía al precipicio que se abría en la tierra pero el niño de blanco -los principios que defendía- prevalecían. Una metáfora encantadora que se hizo realidad después de la caída del sistema tan bien ilustrado y resumido por el canalla de Hermann Göring en el Parlamento alemán el 3 de marzo de 1933: “No quiero hacer justicia, quiero eliminar y aniquilar, nada más”.

Por más estatuas que se fabriquen para conmemorar las proezas de Sophie Scholl, nunca será suficiente la gratitud que todos las personas de bien le profesan a esa adolescente con la fuerza de un titán. Vayan estas líneas como una muestra de emocionado reconocimiento y tributo a una persona que sacrificó su vida en aras de los principios nobles en los cuales creía y fue ejecutada miserablemente, también con la íntima satisfacción que, tal como anticipó su padre aún destruido por la injusticia, estaba orgulloso de la conducta recta e inclaudicable de sus dos hijos.

Las hordas nazis fueron diezmadas en Stalingrado pero como suele ocurrir con los megalómanos esto los enfureció aun más y reprimieron con mayor bestialidad a los disidentes. Joseph Goebbels se prendió del micrófono para vociferar que “La guerra total es la exigencia de la hora. La patria debe permanecer pura e intacta en su totalidad. Nada puede perturbar la situación. Todos deben aprender a prestar atención a la moral de la guerra y atender las justas demandas del pueblo trabajador y combativo. No somos aguafiestas, pero tampoco toleraremos a aquellos que impidan nuestros esfuerzos.”

En El idiota moral. La banalidad del mal en el siglo XX Norbert Bilbeny resume el idiotismo moral de los nazis especialmente referido a Hitler, a Himmler (el fundador de las SS y jefe de policía, el que subrayaba » yo no tengo conciencia, Hitler es mi conciencia”), Hess (el secretario de Hilter), Heydrich (quien planeaba los exterminios), el antes mencionado Goebbels (ministro de propaganda, autor del libro La lucha por el poder), Clauberg (ginecólogo obsesionado por los experimentos macabros), Kramer (“la bestia de Belsen”), Krebsbach (el que ordenaba inyectar gasolina en el corazón de deportados), Eichmann (el asesino de “la solución final”) y Mengele (“el ángel de la muerte”) en cuyo contexto Bilbeny destaca en toda su crudeza el patético “gusto por la tortura” y concluye que la responsabilidad es siempre individual por más que pretenda ocultarse en la multitud: “La apatía moral es siempre del individuo, aunque se multiplique por cien mil y adquiera la forma de decreto” y nos informa que “en las cocinas de Auschwitz había un letrero que decía hay un camino hacia la libertad, sus hitos se llaman obediencia, laboriosidad, limpieza y amor a la patria” y también nos dice que el lema de la SS era “mi honor es mi lealtad”…lealtad a la barbarie, no lealtad a valores morales anteriores y superiores a la existencia del gobierno.

Por mi parte formulo la siguiente crítica al libro de Bilbeny, algo que resulta desafortunadamente común. Cuando se está frente a monstruos, a “la banalidad del mal” como diría Hanna Arendt, hay a veces la tendencia de calificar a estos sujetos como “enfermos mentales” pero como nos enseña Thomas Szasz en El mito de la enfermedad mentaldesde el punto de vista de la patología una enfermedad se concreta en problemas en los tejidos, en las células y en cuerpos pero las ideas no están enfermas. Pueden desde luego estar equivocadas o contradecir la lógica pero no pueden enfermar en el sentido médico de la expresión. Pueden sufrir trastornos en la sinapsis y en los neurotransmisores, problemas químicos en el cerebro todo físico pero no mental, no enfermedad del pensamiento.

En este sentido resulta también de provecho la lectura de una de las obras del doctor en medicina Stanton E. Samenow titulada Inside the criminal mind donde explica que su entrenamiento fue en la línea freudiana en cuyo contexto el que hace daño es un enfermo y no un delincuente. Escribe: “Cuando comencé mis trabajos creía que el comportamiento era un síntoma de conflictos enterrados resultado de traumas anteriores. Pensaba que las personas que cometían actos criminales eran víctimas de un desorden psicológico, de un ámbito social opresivo o ambas cosas. Concluía de mi trabajo que el crimen era normal, si no una reacción excusable de desesperación y pobreza que pervertían vidas”.

Pero escribe Samenow que todo lo tuvo que rever y volver a estudiar cuando tuvo acceso a otros profesores y a una visión radicalmente distinta cuyo aspecto medular reside en la naturaleza del ser humano despojada de visiones que la opacan y degradan. Dice siempre en el libro mencionado que la esencia de esta nueva y valiosa perspectiva “consiste en que el criminal elige cometer crímenes. El crimen reside en la persona en cuestión y es causado por el modo en que piensa, no forzado por su medio ambiente. Los criminales piensan de un modo distinto a como lo hacen las personas responsables. Lo que debe ser cambiado es el modo en el que ofende se ve a sí mismo y al mundo que lo rodea. Enfocar en otros aspectos es equivocado. Encontré que el enfoque convencional psicológico y sociológico sobre el crimen y sus causas es erróneo y contraproductivo porque solo ofrece excusas. De considerar al criminal como víctima pasé a considerarlo victimario que libremente decide su modo de vida […] el tema central es uno de valores.” Sostiene que los criminales aprenden a engañar a sus detractores y a enfatizar en sus desgracias como disfraz para sus fechorías en vista de la percepción absurda y contraproducente que comentamos, a lo que se agrega en algunos medios el “abolicionismo” en materia penal pues se mantiene que el delincuente no es responsable de sus actos debido al determinismo presente en ese razonamiento, en lugar de apuntar al libre albedrío y a los valores de la sociedad libre.

Como se ha apuntado, el determinismo considera que los humanos somos solo kilos de protoplasma y por ende encerrados en los nexos causales inherentes a la materia donde no hay libertad. El premio Nobel en medicina Roger Sperry ilustra el desatino del determinismo al consignar que la pretensión de descifrar el código cognitivo por la biología equivale a intentar la interpretación de un mensaje escrito analizando la composición química de la tinta.

Por otra parte, en relación con lo anterior, es en verdad un insulto a nuestros ancestros el sostener que la pobreza extrema genera delincuentes pues todos provenimos de las cuevas y la miseria más espeluznante de lo cual no se desprende que descendemos de criminales. Por otra parte, no hay más que ver a barones de la droga o empresarios prebendarios con cuantiosas fortunas que son delincuentes que muchas veces incluso operan con apoyo y estímulo gubernamental.

En otros términos, la responsabilidad de cada cual es ineludible por lo que destacamos actitudes de inmenso coraje moral como el de Sophie Scholl y condenamos enfáticamente a los criminales que operan bajo la protección del aparato estatal y en un plano más general a todos los que comenten crímenes, es decir los que atacan los principios medulares de una sociedad civilizada: la vida, la libertad y la propiedad, cualquiera sea su procedencia. Ese es el sentido de la definición de liberalismo que fabriqué hace tiempo y que me halaga sea repetida: “El liberalismo es el respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros”, toda lesión al derecho se aparta del respeto irrestricto e invade las autonomías individuales.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Defender la libertad es tarea y responsabilidad de todos

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 19/3/20 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/defender-la-libertad-es-tarea-y-responsabilidad-de-todosdefender-la-libertad-es-tarea-y-responsabilidad-de-todosirilisis-dolorti-scilla-alit-ulla-facilla-feu-feugait-la-feu-facil-nid2344922

 

El respeto recíproco es la base de la sociedad civilizada, pero, aunque parezca una conquista ya garantizada, es algo por lo que hay que trabajar cada día

Es muy pertinente -más en los momentos que corren- subrayar la importancia de que cada uno de los adultos (no digo todos porque, como decía Borges, «cada uno es una realidad, mientras que todos es una abstracción») asuma la responsabilidad de contribuir a que se lo respete. El respeto recíproco no es algo que provenga de las nubes y caiga automáticamente sobre los humanos. Requiere estudio, comprensión y fundamentación. Es la base de la sociedad civilizada. Se presenta como algo evidente, pero cuando comienzan los debates sobre políticas concretas asoman las tensiones y los conflictos que desembocan en faltas de respeto sistemáticas.

Los Padres Fundadores en EE.UU. machacaban: «El precio de la libertad es su eterna vigilancia», y para ser libre es indispensable contribuir al permanente mantenimiento de la libertad. Alexis de Tocqueville escribía que es común que en países de gran progreso la gente diera eso por sentado, momento fatal pues la esclavitud está a la vuelta de la esquina. Y no se trata necesariamente de la esclavitud de la antigüedad, sino de la moderna: la dependencia de los aparatos estatales para todo lo relevante en la vida. Los Espartacos modernos son los que contribuyen al respeto recíproco.

No es admisible que la gente se recline en sus butacas en una especie de teatro inmenso que ocupa una multitudinaria audiencia esperando que los que están en el escenario les resuelvan los problemas. Este es un buen modo para que el teatro se desmorone encima de los espectadores, que solo aplauden o abuchean, pero que no tienen rol activo. No importa a qué se dedique cada cual: el baile, la jardinería, la literatura, la economía o el derecho; cada uno es responsable de contribuir con su tiempo, con sus recursos o con ambas cosas al mismo tiempo para estudiar y difundir los principios y valores de una sociedad civilizada.

Conjeturo que si todos los que se dicen partidarios de la libertad procedieran en consecuencia, el mundo no se vería envuelto en los problemas graves que hoy padece con los crecientes nacionalismos, xenofobias, cargas impositivas insoportables, deterioros monetarios crecientes, deudas gubernamentales astronómicas y regulaciones asfixiantes, todo para financiar un Leviatán desbocado que en lugar de proteger derechos los conculca.

¿Cómo puede calificarse la irresponsabilidad de las actitudes pasivas? No es condenable que cada uno se ocupe de sus intereses personales, es loable y necesario para la división del trabajo y la prosperidad, pero no es aceptable que solo hagan eso. O, en todo caso, es necesario que se percaten de que está también en su interés personal el velar por el respeto de cada cual. Es urgente que cada uno tome la posta y no la delegue en el vecino. No hay pretexto posible que justifique el suicidio colectivo que surge de la apatía y el negacionismo o, en todo caso, de limitarse a algún comentario crítico a la hora del almuerzo para luego volver a las andadas: ocuparse de lo que está cerca de la nariz y abandonar la faena de hacer de escudo protector al efecto de que los vándalos no ocupen todos los espacios.

Incluso hay quienes frente a peligros extremos dicen que se mudarán a otro país para repetir la experiencia y ser free riders de otros que se esfuerzan por contener la hecatombe. Finalmente, si las cosas siguen así, no habrá otro lugar que el mar para ser devorados por los tiburones, pues las agendas se van corriendo a pasos agigantados si nos guiamos por muchos de los acontecimientos más sobresalientes de nuestra época.

Afortunadamente, no todos se comportan irresponsablemente: los hay que se preocupan y ocupan del problema, pero no son suficientes. Al contrario de lo que ocurre con las izquierdas, que trabajan denodadamente y son perseverantes en sus propósitos de colectivización.

Hay un libro escrito por Norbert Bilbeny titulado El idiota moral , que principalmente está dirigido a la monstruosa canalllada nazi, pero allí se consigna que «la necedad constituye un enemigo más peligroso que la maldad. Ante el mal podemos al menos protestar, dejarlo al descubierto y provocar en el que lo ha causado alguna sensación de malestar. Ante la necedad, en cambio, ni la protesta surte efecto. El necio deja de creer en los hechos [?] El mal capital de nuestro siglo tiene su causa en la apatía moral».

Y nuevamente reiteramos: no es que sea ilícito el desear y buscar una vida feliz, rodeada de afectos en el contexto del autoperfeccionamiento y de otras ocupaciones privadísimas. Este es el objeto de la vida, pero para esa meta muy razonable es indispensable ocuparse de los medios que permitirán aquellos logros. Es inadmisible que se alegue desconocimiento, deben llevarse a cabo las tareas necesarias para contar con las argumentaciones que demanda el debate. Lo otro es pura comodidad mal entendida, pues así se prepara la debacle. Edmund Burke con razón ha sentenciado que «todo lo que se necesita para que las fuerzas del mal triunfen es que haya un número suficiente de personas de bien que no hagan nada».

Nos dice Bilbeny en su obra: «La locura ha dejado lugar a la razón de Estado [?] La apatía moral es competencia del individuo, aunque se multiplique por cien mil y adquiera la forma del decreto». En el contexto de esta nota periodística puede aparecer como extremo tildar de idiota moral al que se desentiende de los embrollos del momento, pero mirado de cerca no es así, puesto que el problema que tenemos entre manos es grave, y con solo revertir la apatía podríamos enderezarlo. Es la esperanza de producir un sacudón en los callados frente al peligro y mostrar que la situación podría ser luminosa si cada uno asumiera su rol de frenar los avances del espíritu autoritario. No hay posibilidad de esconderse ni de escapar a este llamado. Entre las acepciones de la palabra idiota, en el diccionario se encuentra: poco inteligente, fatuo, necio, ignorante, que incomoda con sus palabras o acciones. En nuestro caso lo circunscribimos al desconocimiento de la conducta moral en el ámbito mencionado. Muchos de los abstemios en estas cuestiones son personas de gran valía, lo cual es una razón adicional para involucrarlos en la contienda contra el abuso y el atropello a las autonomías individuales.

En medio de tanto desacierto, hay un aspecto en el que ha hecho estragos el llamado positivismo legal, que apunta a que cualquier cosa en cualquier sentido que promulgue el legislador debe aceptarse, en lugar de interiorizarse de los mojones o puntos de referencia extramuros de la norma positiva para que tenga sentido la Justicia. Ya que estamos comentando un aspecto del libro de Bilbeny, es del caso mostrar que los juicios de Núremberg reflejan el aserto debido a la inmediata abrogación de las leyes criminales de los nazis.

El mismo autor nos recuerda que el abominable Hitler ha enfatizado que «la conciencia es un invento de los judíos», pero es una condición inherente al ser humano y debe ser revisada en el caso que nos ocupa al efecto de despertar la carga ineludible de obligación moral que a todos nos incumbe. Por su parte, Gustave Thibon en El equilibrio y la armonía nos enseña que «Mientras más pisos se añaden a un edificio, más hay que vigilar los cimientos».

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h