Lenta conformación de la coalición militar contra el Estado Islámico

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 10/12/15 en: http://www.lanacion.com.ar/1852450-lenta-conformacion-de-la-coalicion-militar-contra-el-estado-islamico

 

La reacción -de espanto e indignación- generada por los atentados terroristas perpetrados en Paris el 13 de noviembre pasado derivó, como cabía esperar, en inmediatas conversaciones para conformar una única coalición militar capaz de enfrentar con éxito al horror del Estado Islámico. El presidente de Francia, Francois Hollande, asumió un rol protagónico en ese esfuerzo, con maratones que lo llevaron de un extremo al otro del mundo.

Existe ahora un consenso básico en la comunidad internacional: es hora de afrontar conjuntamente ese inmenso peligro. Lo sucedido en San Bernardino, en los Estados Unidos, ha confirmado que, desgraciadamente, todos estamos expuestos a riesgos de vida que no son remotos, sino inmediatos.

Se trata de interrumpir la metástasis del Estado Islámico y poner fin a sus atentados. De lo contrario, el mundo se transformará en un infierno. Por esto Rusia, al sumarse al esfuerzo común superando diferencias, recuerda que algo similar hizo el mundo, en su momento, contra el nazismo.

La necesidad de estructurar y operar una gran coalición militar con capacidad de ser efectiva se resolvió al día siguiente de los atentados de París, en la reunión de urgencia celebrada en Viena por 20 países, que incluyeran a los Estados Unidos y a Rusia. La semana siguiente, el propio Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, por iniciativa francesa, aprobó -unánimemente- el uso de la fuerza contra el Estado Islámico.

La tarea prosigue lentamente y se espera que para Navidad la coalición pueda estar conformada. Entre tanto, se han acordado -y se siguen acordando- los mecanismos de coordinación de las distintas operaciones militares en curso. Especialmente las aéreas.

La movilización política convocada por Francia ha tenido buen resultado, pero la coordinación del andar militar requiere de más esfuerzos. Y, desde que hay conciencia que ésta es una guerra patológica, que no se gana actuando solos desde el aire, es necesario poder aunar la acción adicional de una fuerza de tierra con componentes de gran diversidad. Heterogénea. Con las fuerzas alawitas del Clan Assad; los contingentes de Irán y los milicianos de Hezbollah; las altamente efectivas fuerzas irregulares kurdas; y algunas milicias sunnis de los grupos moderados.

Una tarea nada fácil, porque los obstáculos son enormemente complejos. A modo de ejemplo solamente, los kurdos prefieren, por razones étnicas, no operar en aquellas áreas en las que la población local es de mayoría árabe sunni.

La base de la coalición será presumiblemente el esfuerzo militar ya existente que, en los papeles, incluye a 65 países que opera desde el verano de 2014 y que desde entonces ha realizado unas seis salidas aéreas diarias, en promedio. El 80% de las cuales han sido protagonizadas por aviones de EE.UU., que lleva sobre sus hombros un enorme peso. Por esto sumar a la políticamente aislada Rusia es clave. Y lograr que las contribuciones de todos sean efectivas es el objetivo de corto plazo.

El gran obstáculo ha sido, hasta ahora al menos, la inclusión de las fuerzas sirias alawitas que responden a los Assad, puesto que ellos son responsables de crímenes de lesa humanidad que incluyen la utilización de armas químicas contra civiles inocentes de su propio pueblo. No obstante, lo que antes fuera una negativa occidental rigurosa parece de pronto haber comenzado a encontrar flexibilidad, al menos de corto plazo.

Tanto Irán como Rusia apoyan -abierta y firmemente- a los Assad e insisten en la necesidad de contar con sus contingentes en el terreno. Lo cierto es que Rusia, unida al dolor francés por el derribo de uno de sus aviones comerciales que volaba sobre el Sinaí, coordina sus acciones a través de Francia, pero continúa bombardeando a las fuerzas islámicas moderadas alzadas contra los Assad, lo que para Occidente es inaceptable. Además, ha intensificado sus bombardeos incluyendo a sus misiles Kalibr, de larga distancia, que son lanzados desde buques de guerra rusos emplazados muy lejos del territorio sirio. Vladimir Putin acaba de sugerir que «de ser necesario» ellos podrían volar con ojivas nucleares contra el Estado Islámico. A lo que Rusia acaba de sumar la apertura de una segunda base operativa en tierra, en Siria misma. En Jmeimin, a no más de 30 minutos de cualquier rincón de Siria.

Veamos cómo, en líneas generales, han ido progresando las cosas en los países de mayor capacidad de contribución militar.

Alemania, que desde el 2005 no ha participado en operaciones militares de este tipo, se ha comprometido a un apoyo explícito. Modesto quizás, pero bastante más que un aporte simbólico. Concretamente, aportará seis aviones Tornado de reconocimiento, que sin embargo no bombardearán objetivos en tierra siria. A lo que sumará el concurso de una fragata misilística que apoyará la labor del portaviones francés «Charles de Gaulle» que ya opera en el área desde el mar Mediterráneo, así como los servicios de inteligencia a ser provistos por un satélite militar adicional y la disponibilidad de un enorme avión de reabastecimiento de combustible en el aire para optimizar así la utilización de los cazabombarderos franceses. A lo que agrega aumentar el número de entrenadores militares que ya trabajan en el terreno, junto a las fuerzas kurdas.

En Gran Bretaña, el primer ministro David Cameron ha obtenido, con amplitud, la necesaria aprobación parlamentaria para comenzar a bombardear objetivos en suelo sirio que le había sido denegada desde el 2013. Ocurre que el 59% de los británicos hoy aprueban esa medida. Con su tradicional efectividad, apenas 11 horas después de la aprobación parlamentaria, aviones Tornado británicos -estratégicamente emplazados en la base de Akrotiri, en Chipre, apoyados por los modernos Typhoon- comenzaron sus acciones de bombardeo contra las instalaciones petroleras en Siria hoy en manos del Estado Islámico.

Francia, por su parte, ha intensificado sus bombardeos. Cada vez más. Es el segundo mayor contribuyente al esfuerzo bélico. El país galo participa en las acciones militares contra el Estado Islámico desde septiembre de 2014. Primero en Irak, pero luego extendió su accionar a Siria. Tiene unos 3.500 efectivos militares movilizados. Hoy es responsable del 5% de los bombardeos, que realiza con aviones Rafale y Mirage 2000. Contra una participación del orden del 80% norteamericana. Hablamos de algo menos de 3.000 incursiones aéreas francesas que han sido realizadas, en las que participa el portaviones Charles de Gaulle, ahora con 38 cazas a bordo.

Estados Unidos lideran la acción militar y tienen sobre sus hombros el peso principal del esfuerzo. Sus aviones de bombardeo operan fundamentalmente desde la base turca de Incirlik, pero también desde el portaviones Harry Truman. Cuenta, además, con unos 3.500 soldados en tierra, incluyendo a algunas «fuerzas especiales» que trabajan junto a las milicias kurdas. Y provee a todos información militar de inteligencia, así como pertrechos y bombas.

También operan, esporádicamente, algunos aviones turcos; cuatro aviones F-16 aportados por Holanda; unos pocos efectivos daneses; y aviones canadienses que aparentemente pronto dejarían la escena como consecuencia de la victoria de la oposición en las recientes elecciones parlamentarias en su país.

A lo que cabe agregar un componente con aristas espinosas: el de la participación iraní, país que -pese a negarlo oficialmente- tiene a sus tropas combatiendo en el territorio de Siria y en Irak. A lo que suma la participación de contingentes libaneses de Hezbollah, que responden a sus órdenes. La coordinación de sus acciones es un verdadero rompecabezas. Pero está ocurriendo a través de países que actúan a la manera de intermediarios.

Por ahora las monarquías sunnis del Golfo, directamente envueltas en la guerra civl de Yemen, casi no contribuyen a la lucha militar contra el Estado Islámico y sobre ellas sigue vigente la sospecha de que no han cortado los flujos financieros que salen de sus países y llegan a manos del fundamentalismo islámico. La sensación es preocupante en el sentido de que no están haciendo todo lo que deberían y que no actúan con la transparencia que se requiere para disipar las dudas que aún existen. Arabia Saudita, Bahrain y los Emiratos enviaron hace meses sus aviones a bombardear junto a los norteamericanos, rodeados por nubes de cámaras de televisión, pero lo cierto es que desde hace un rato que no lo hacen.

El Estado Islámico, mientras tanto, a la luz de lo que luce como una intensificación de las acciones militares en su contra, tanto en Siria como en Irak, ha abierto un frente alternativo: en Libia, en derredor de la ciudad de Sirte, emplazada sobre el Mar Mediterráneo. Está ocupada por sus milicias desde principios de año. La región es rica en hidrocarburos, desde que allí se concentra el 66% de la producción libia.

La decisión de participar en la coalición militar que se organiza contra el Estado Islámico pertenece a uno de los capítulos más difíciles de la política exterior: aquel que tiene que ver con la gravísima decisión de entrar en guerra. Con todo lo que ello supone en términos de vidas humanas y destrucción. Por esto no puede nunca ser precipitada, sino meditada.

No obstante, paso a paso, la coalición militar va tomando forma. Y la confrontación con el Estado Islámico, requerida por la violencia inhumana que esa organización ha desatado, parece haber adquirido la urgencia que hasta ahora no había tenido.

 

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.