Diferencias y similitudes entre la inflación M y la inflación K

Por Iván Carrino. Publicado el 25/4/18 en: http://www.ivancarrino.com/diferencias-y-similitudes-entre-la-inflacion-m-y-la-inflacion-k/

 

En lo cuantitativo, la inflación de hoy es similar a la de CFK, pero cualitativamente la cosa es muy diferente.

La inflación es un fenómeno monetario. Cuando el dinero es excesivamente abundante, su valor cae, y eso se ve reflejado en el aumento de todos los precios de la economía.

En Argentina hace 10 años que tenemos una inflación promedio del 27%, ocupando los primeros puestos del mundo en este ranking de mala gestión monetaria.

Según datos privados, los precios subieron en 2015 alrededor de 27% y promediaron, en los dos mandatos de Cristina Fernández de Kirchner, una suba de 25,2% anual.

De acuerdo con datos oficiales, la inflación cerró en 24,8% el año pasado y durante el primer trimestre de este año el dato anualizado es 29,6%. Es decir que durante la gestión de Mauricio Macri –para quien la inflación no iba a ser un tema durante su gobierno- los datos referentes al ritmo de aumento de precios no distan demasiado de los del gobierno de CFK.

Tomando esta realidad como referencia, muchos igualan ambas situaciones, y sostienen que tras todos los cambios introducidos, nada relevante ha pasado con el crucial tema de la inflación.

Similitud cuantitativa, diferencia cualitativa

Ahora si bien al mirar los números, la situación parece similar, lo cierto es que en el aspecto cualitativo, el cambio es significativo.

Es que con CFK prevalecía el modelo chavista de administración económica. Es decir, se emitían billetes para financiar el déficit fiscal, y luego se buscaba reprimir las consecuencias controlando todos los precios de la economía.

Durante la gestión anterior prevaleció el cepo cambiario, un clásico control administrativo del tipo de cambio, que busca regular el precio de todos los bienes y servicios relacionados con el dólar. Además, existía una extendida red de “Precios Cuidados”, los precios de las naftas estaban controlados, y las tarifas de servicios públicos (agua, gas, luz, transporte), se mantuvieron prácticamente congeladas.

Por último, también se cobraban retenciones a las exportaciones, buscando divorciar los precios internos de los internacionales.

Este sistema de controles fue lo que el economista alemán Wilhelm Röpke denominó “inflación reprimida”. Para Röpke, la inflación reprimida “consiste fundamentalmente en que un gobierno promueve la inflación, prohibiendo más tarde, sin embargo, su influencia sobre los precios y los tipos de cambio, sustituyendo las funciones ordenadora e impulsora de los precios por el bien conocido sistema de la economía de tiempo de guerra, consistente en el racionamiento a precios controlados”.

Según el alemán, a quien muchos consideran autor intelectual de la reforma monetaria y la casi total liberación de los precios que llevó a Alemania al “milagro alemán” de la posguerra, “la inflación reprimida es aún peor que la abierta, ya que el dinero acaba por perder, no sólo la función de ordenar el proceso económico actuando como medio de cambio y unidad de cuenta, sino también la no menos importante de estimular la óptima producción de bienes y su distribución al mercado”.

En esto también coincidían dos destacados Premios Nobel de economía. Friedrich A. Hayek consideraba que “la inflación abierta es suficientemente mala. Pero la inflación reprimida por los controles es incluso peor: es el verdadero ocaso de la economía de mercado”. Milton Friedman, por su lado, afirmaba que “la inflación libre es perniciosa, pero la inflación suprimida es peor: el intento de supresión impide que obre el sistema de precios”.

Para resumir,  si bien existe hoy una inflación tan alta como la que prevalecía durante el kirchnerismo, el sistema de precios opera con mucha mayor libertad que antes, con los beneficios que esto implica.

El corto plazo y el futuro de la inflación

Los precios libres son absolutamente indispensables para tener una economía de mercado vibrante. Sin embargo, su liberación a corto plazo suele terminar impactando en los índices con los cuales los estadísticos miden la inflación.

Como se observa en el gráfico de más abajo, al tomar el promedio móvil de tres meses de la inflación mensual en la Ciudad de Buenos Aires, se observa que durante los primeros trimestres de 2016, 2017 y 2018, los precios regulados suben mucho más que la inflación general, impulsando a ésta al alza.

(Nótese la diferencia de valores entre la línea punteada, cuya referencia está en el eje izquierdo, y la línea negra sólida, cuya referencia se encuentra en el eje derecho).

Gráfico 1. Inflación CABA, precios regulados e IPC General.

infla k y m

Fuente: ICYA en base a Estadísticas CABA.

A largo plazo, lo único que determina la inflación es el exceso en la cantidad de dinero. Sin embargo, los ajustes de algunos precios puntuales tienen un efecto de corto plazo que no debería ignorarse.

Ahora bien, si la suba transitoria de la inflación que estos ajustes generan, es el costo que tenemos que pagar para que el sistema funcione mejor, bienvenido sea.

Por último, es obvio que necesitamos una política monetaria más agresiva,  porque los registros inflacionarios siguen muy lejos de las metas. Pero reconozcamos también que la “inflación M” es muy diferente de la “inflación K”.

La estrategia antiinflacionaria del kirchnerismo ignoraba las causas de la inflación y solo buscaba torpemente controlar sus consecuencias.

La estrategia de Cambiemos busca –aunque imperfectamente hasta el momento- corregir las causas de la inflación, pero liberando precios, algo que cualquier defensor de una economía sana debería aplaudir.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

COSTOS DE CAMBIAR Y COSTOS DE NO CAMBIAR, UN BALANCE

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Lo primero que hay que recalcar es que no hay acción humana sin costo, lo cual implica que para obtener un valor debe dejarse de lado otro considerado por el sujeto actuante como de menor valor respecto al que se apunta a incorporar. En el terreno de la economía esto se denomina “costos de oportunidad”. Si quiero jugar al tenis debo dejar de lado la lectura si es que eso es mi segunda prioridad y así sucesivamente.

 

Ahora bien, respecto a la transición de una política gubernamental a otra debe destacarse en primer término que nada hay original en esto puesto que la vida misma es una transición. Todos los días cuando a alguien en su trabajo se le ocurre una buena idea para mejorar la productividad de la empresa o la actividad en la que se desempeña, está de hecho provocando una transición, es decir, un cambio, desde la situación anterior a la nueva, lo cual significa reasignar recursos humanos y materiales. Como he dicho en otras oportunidades, cuando apareció el refrigerador el hombre de la barra de hielo se reubicó en otras faenas y cuando apareció la locomotora Diesel, se colocó en otras tareas el fogonero y así con todo cotidianamente en todos los planos de la actividad humana. Si se decidiera congelar las transiciones no habría tal cosa como progreso puesto que el progreso inexorablemente se traduce en cambio.

 

Cuando un gobierno pretende pasar de una política populista a una liberal, naturalmente debe adoptar medidas para reducir el gasto público a niveles que se compatibilicen con un sistema republicano. Asimismo, debe reducir la presión tributaria, abrogar regulaciones absurdas que restan inútilmente espacios de libertad, apuntar a la eliminación del endeudamiento gubernamental al efecto de desempeñarse con recursos presentes y no extrapolar la idea del sector privado recurriendo a la mal llamada “inversión pública”. Para todo ello se requiere la antes mencionada reasignación de recursos humanos y materiales, esto es, minimizar el uso coactivo del fruto del trabajo ajeno lo cual mejora la situación económica de los más débiles que siempre son los que más se perjudican ya que la disminución en las tasas de capitalización debido a la merma de inversiones afecta severamente salarios en términos reales.

 

Reducir el gasto público no puede camuflarse con la “mejora en la calidad del gasto” como proponen algunos distraídos ya que lo malo no debe mejorarse puesto que si una función gubernamental es inconveniente resulta peor si se hace más eficiente. Tomemos un ejemplo horripilante: si en la época nazi se mejoraban las cámaras de gas la situación empeoraba, es mejor que falte gas o que las cámaras letales no funcionen.

 

Parcialmente reitero lo que he escrito antes en esta materia. Es de interés elaborar sobre los mecanismos idóneos para pasar de una situación de estatismo a una de libertad. Lo primero que en este contexto debe tenerse en cuenta es que el discurso y la ejecución del político están embretados en una franja de máxima y mínima que deriva del grado de compresión de la opinión pública de los diversos temas. El salirse de ese plafón se paga con menor apoyo electoral. Ahora bien, para correr el eje del debate y poder ampliar el discurso y la consiguiente ejecución es menester operar en el campo de las ideas. Son éstas, para bien o para mal, las que permiten convertir lo que al momento se considera políticamente imposible en políticamente posible.

 

Una vez que se cuenta con un número suficiente de personas que comprenden y comparten cierta idea, recién entonces es posible considerar la forma de llevarla a cabo de modo completo, lo cual no es óbice para que se transiten los primeros pasos de lo contrario no tiene sentido estar en el gobierno. Las explicaciones son irrelevantes, lo trascendental es la marcha de la gestión.

 

En esta línea argumental, lo que en esta nota quisiera plantear es si esa ejecución debe llevarse a cabo gradualmente para darle oportunidad a que ajusten sus conductas aquellos que se adaptaron a la legislación anterior de buena fe o si deben ejecutarse de una vez las medidas.

 

Estimo que es conveniente tener siempre presente que no hay tal cosa como derechos adquiridos contra el derecho. Es decir, para ilustrarlo con un ejemplo muy extremo, no podían otorgarse “derechos adquiridos” a los fabricantes de cámaras de gas en la época de los criminales nazis. Tampoco tiene sentido encaminar una política gradualista para las clínicas de abortos y permitir la exterminación de quienes son personas en el momento mismo de la fecundación del óvulo con toda la carga genética completa (a diferencia de los que adhieren a la magia primitiva de sostener que se produce una mutación en la especie en el instante del alumbramiento). Sin llegar a estos extremos donde está comprometida la vida de seres humanos de modo directo, podemos ejemplificar con empresarios que venden arena en el Sahara o helados en el Polo Norte. Estos últimos ejemplos pueden parecer ridículos pero en verdad equivalen y calzan en todos los casos en los que se presentan operaciones ruinosas como si fueran verdaderos negocios que solo benefician a los comerciantes prebendarios que fabrican componendas en la oscuridad de los despachos oficiales pero que literalmente arruinan la vida de millones de personas. Son como inmensos vampiros que succionan la sangre de sus congéneres. Vilfredo Pareto ya explicó que “El privilegio incluso si debe costar 100 a la masa y no producir más que 50 a los privilegiados, perdiéndose el resto en falsos costes, será en general bien aceptado, puesto que la masa no comprende que está siendo despojada, mientras que los privilegiados se dan perfecta cuenta de las ventajas de las que gozan”. Es imperioso cortar de raíz el cordón umbilical de estos privilegios inauditos y antieconómicos que consumen capital y, por ende, reducen salarios y así evitar desgastantes presiones y negociaciones por parte de los múltiples grupos de interés.

 

Como hemos dicho, es distinto si no se comprende ni se comparte la idea. En ese caso no se puede aplicar (eventualmente ni siquiera de forma gradual).  Se trata de proceder en consecuencia una vez que la idea es aceptada y, en ese caso, sugerimos evitar por todos los medios los gradualismos que, además, ponen en riesgo los mismos pasos  y etapas que se proponen.

 

Pero, como queda consignado, esto no debe ser un pretexto para no hacer nada. La política de ir al fondo de los problemas de una vez fue lo que, por ejemplo, llevó a cabo Ludwig Erhard quien en contra de las opiniones de todos los comandantes militares de posguerra y los empresarios alemanes (especialmente los del sector siderúrgico) y buena parte de la opinión pública, sorpresivamente anunció la eliminación de todos los controles de precios y subsidios. El resultado fue el llamado “milagro alemán”. Como ha dicho Albert Einstein: “No podemos resolver problemas con el mismo pensamiento que usamos cuando los creamos”.

 

No pocos intelectuales, en lugar de esforzarse en correr el eje del debate en dirección a lo que saben es la meta optan por adaptarse a lo que al momento se considera políticamente posible con lo que comprometen severamente el logro de los objetivos finales. En lugar de asumir sus responsabilidades prefieren “jugar a la política” y abandonar las tareas propias de sus funciones. Son los políticos los que negociarán y ejecutarán lo que es posible según la comprensión de las ideas en el contexto de la situación imperante, pero si los intelectuales se suman a la faena de marras queda completamente abandonada la posibilidad de progreso. Generalmente los primeros en dejar de lado sus responsabilidades en la materia comentada son aquellos que se dicen liberales pero en verdad son conservadores recalcitrantes, son los que le dejan el campo abierto a socialistas que difícilmente abandonan su trabajo intelectual con lo que ofrecen un ejemplo de consistencia y perseverancia y, por tanto, son los que en definitiva producen corrimientos en los ejes del debate y, con ello, obligan a todo el arco de sus oponentes a empeorar sus propuestas, precisamente porque persisten en presentar lo políticamente posible en lugar de mostrar la indispensable honestidad y coraje intelectual.

 

Y esto no se circunscribe a desatar la infame maraña de regulaciones y disposiciones contraproducentes en el ámbito interno del país, sino habitualmente a la desactivación de políticas mal llamadas “proteccionistas” en el ámbito de las relaciones internacionales, medidas que protegen a los empresarios del privilegio pero que desprotegen a toda la comunidad que se ve obligada a comprar más caro, de peor calidad o ambas cosas a la vez. En este sentido, es de gran interés seguir el consejo del decimonónico Bastiat quien insistía en la conveniencia de prestar atención “a lo que se ve y a lo que no se ve”: en nuestro caso, se ven las empresas de los privilegiados trabajar pero lo que no se ve es el derroche que se traduce en empobrecimiento y la generalizada privación de adquirir los bienes y servicios que no existieron debido a los elefantes blancos instalados merced a la dádiva gubernamental. El propio Bastiat ilustra este tema con su característica ironía sugiriendo en su época que el gobierno obligue a tapiar todas las ventanas “para que los fabricantes de velas no se vean perjudicados por la competencia desleal del sol”.

 

Cabe añadir que, además de los intelectuales y los políticos, están quienes operan en “think tanks” entre los que básicamente  aparecen dos tipos: aquellos que difunden ideas (en esto se aproximan más a los trabajos de centros educativos) y los que se circunscriben a preparar políticas públicas. Y, por último, están los fantoches -que en buena medida engrosan las filas de los políticos- que lo único que les interesa es el protagonismo, la figuración y embolsarse alguna jugosa canonjía: persiguen la foto a cualquier costo y, consecuentemente, se venden al mejor postor y se acomodan a cualquier viento no importa para donde sople. Al decir de Borges “ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien, para que no se descubriera su condición de nadie”. Son los cortesanos, genuflexos y rastreros de todas las épocas, tal como refiere Erasmo: “¿Qué os puedo decir que ya no sepaís de los cortesanos? Los más sumisos, serviles, estúpidos y abyectos de los hombres y sin embargo quieren aparecer siempre en el candelero”.

 

En todo caso, lo que en esta columna intento demostrar muy telegráficamente es que debe intentarse adoptar las ideas de respeto recíproco cuanto antes de forma que no quede amputada a través de etapas y recortes de diversa naturaleza que abren las puertas a presiones de los grupos de intereses prebendarios siempre al acecho para reconquistar sus privilegios para explotar a sus congéneres. Es caer en una trampa fatal el suponer que se protege a los más necesitados cuando se mantiene la red infame de derroche y subsidios puesto que, como decimos, esto reduce indefectiblemente sus ingresos.

 

El punto crucial consiste en hacer un balance de costos: si la situación vigente significa costos altísimos -un sistema responsable de la pobreza extrema- es menester salir del atolladero cuando antes pagando menores costos.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

Tierra arrasada

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 10/12/15 en: http://opinion.infobae.com/nicolas-cachanosky/2015/12/10/tierra-arrasada/

 

Doce años de kirchnerismo están dejando un país en crisis económica y con un serio deterioro institucional y social a la administración entrante de Mauricio Macri. Recesión, inflación, abultado déficit fiscal, deuda externa en default, pobreza en torno al treinta por ciento, presión fiscal récord, falta de reservas y cepo cambiario son algunos de los síntomas más conocidos. Que esto haya ocurrido en una década con elevados precios de commodities y exceso de dólares en el mundo pone de manifiesto el nivel de fracaso del llamado modelo k. Con una Argentina aislada del mundo, el kirchnerismo no puede excusar sus magros resultados alegando que el mundo se nos cayó encima. El kirchnerismo tiene muy pocos logros que mostrar, si es que tiene alguno.
El deterioro económico es tal que no se tiene certeza sobre la situación actual del Tesoro, del Banco Central y de la economía argentina en general. Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) no son confiables y los ministros actuales son reacios a compartir la información de sus carteras con los ministros entrantes, fiel muestra de lo que fue el estilo k desde los primeros días de Néstor Kirchner en el poder. Lo que el kirchnerismo está dejando a Macri es tierra arrasada. Se podría decir que, viendo las medidas tomadas en las últimas semanas, el kirchnerismo le deja también un campo minado. El comportamiento reciente del Frente para la Victoria no respalda la preocupación por el pueblo argentino que este movimiento dice tener como prioridad.
Pero los grandes desafíos también contraen grandes oportunidades. Casos como el milagro alemán y el despegue económico de Estonia al independizarse del bloque soviético no fueron resultado de una gestión eficiente con reformas graduales. Fueron el resultado de una reforma integral de sus economías y sus instituciones. Es más preciso pensar en refundaciones de estos países que en ajustes de modelo al estudiar estos casos. Esta es la oportunidad y el desafío que Cambiemos tiene por delante. Ciertamente no es fácil con un kirchnerismo más preocupado por complicarle la gestión a Macri que por el bienestar de los ciudadanos. ¿Será el kirchnerismo en el Congreso una oposición seria y constructiva o será una máquina de impedir?
No es, sin embargo, la primera vez que un Gobierno asume una Argentina con una serie crisis económica e institucional en el país. Gobiernos anteriores dejaron pasar la ocasión por no encarar reformas de fondo o aplicar gradualismos. ¿Tendrá la intención el Gobierno de Macri de hacer de Argentina una economía libre y abierta al mundo como lo son Singapur, Canadá, Australia, Suiza, Estonia o Irlanda? ¿O Cambiemos quedará a mitad de camino enfocándose en una administración eficiente de un Estado grande con empresas públicas? ¿Dejará Argentina de ser un país donde la república es letra muerta para ser el sólido marco institucional que pondrá límites a este y a los próximos Gobiernos? ¿Tendrá Argentina jueces independientes y con el coraje que su cargo requiere? ¿O seguiremos con una justicia cuyos fallos parecen acomodarse a los tiempos conveniencias políticas? Los argentinos esperan que Macri y Cambiemos sean un punto de inflexión en Argentina y no una nueva oportunidad perdida en la historia económica del país.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

Argentina: lo que fuimos y lo que somos

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 4/10/15 en: http://economiaparatodos.net/argentina-lo-que-fuimos-y-lo-que-somos/

 

El secreto de la prosperidad es tan sencillo como decir que la gente tiene que trabajar

Décadas atrás, cuando a los economistas nos pedían que diésemos ejemplos de países que hubiesen progresado con políticas pro mercado y con fuerte integración al mundo, teníamos a mano 2 ejemplos concretos. Por un lado el milagro alemán luego de la Segunda Guerra Mundial gracias a las políticas implementadas por Ludwig Erhard y el otro caso era el de Japón de post guerra. Ambos países apuntaron sus economías al comercio exterior. Es decir, además de adoptar de políticas pro mercado, lejos estuvieron de intentar esta locura de la sustitución de exportaciones que ahora nos propone el kirchnerismo. Fueron por los mercados externos.

Pero con el correr de los años, los economistas tenemos muchos ejemplos para mostrar de economías que salieron del atraso y lograron crecer al punto tal que nos han superado.

Tomemos el ejemplo de los españoles luego de la muerte de Franco en 1975. Adolfo Suárez, apoyado por el rey Juan Carlos, inicia un proceso de reforma política e integración al mundo que ni Felipe González, que venía del socialismo más virulento, se anima a modificar el rumbo y continúa con la integración económica.

Tomando los datos de Angus Maddison, en la década del 40, Argentina tenía un ingreso per capita que supera al de España en un 113%, en 2010 España tenía un ingreso per capita que era casi el 68% mayor al de Argentina. Es a partir de mediados de la década del 70 que España nos pasa en la evolución del ingreso per capita.

Otro ejemplo que puede tomarse es el de Irlanda. En los 80 decide llevar a cabo grandes transformaciones económicas e integrarse al mundo. En la década del 40 nosotros teníamos un ingreso per capita que era casi un 48% más alto que el irlandés. En 2010 Irlanda tenía un ingreso per capita que era un 115% más alto que el nuestro.

Al tomar los datos de los países seleccionados en el Cuadro 1, de los 7 países seleccionados, todos tuvieron un aumento del PBI per capita superior al nuestro entre la década del 40 y 2010. El populismo que abrazamos nos frenó y los países que más se integraron al mundo e hicieron reformas pro mercado lograron salir disparados en sus tasas de crecimiento.

Cuadro 1

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Chile, con sus profundas reformas pro mercado, con un sistema de jubilaciones privados, dos temas que hoy la oposición en Argentina tiene pánico de hablar y defender, nos pasó como alambrado caído.  Entre la década del 40 y el 201 su PBI per capita aumentó el 311% y el nuestro el 123%.

Pero recuerdo que allá por los 70, los 80 y los 90, solía hablarse con cierto sarcasmo de las economías de Taiwan, Corea e incluso de Hong Kong. En el cuadro 2 podemos ver que esos países también nos pasaron como postes en las últimas décadas porque se integraron al mundo.

Nuestros ignorantes políticos decían que importábamos porquerías de Taiwan y Corea y que los habitantes de Hong Kong se morían de hambre. Hablaban del dumping social, es decir que exportaban barato porque tenían a sus trabajadores en condiciones de explotación. Por eso había que frenar las importaciones y cerrarnos al mundo. Les dan una tasa de arroz y los hacen trabajar sin descanso, decían los proteccionistas.

Cuadro 2

 

El cuadro 2, que repite algunos de los países del cuadro 1 e incorpora a otros, muestra que esos países que aquí se denunciaban como que nos hacían dumping social nos pasaron en ingreso per capita. Pero también España nos pasó, Chile nos pasó, Irlanda nos recontra pasó y los ejemplos siguen. En todos los casos, los países que nos superaron son países que vieron al mundo como una gran oportunidad para vender sus productos y crecer gracias a las elevadas tasas de inversión que se requiere cuando una empresa produce en gran escala. Eso lleva a generar más puestos de trabajo, mayor productividad y, obviamente, mejores ingresos reales.

Nosotros, abrazando el populismo corrupto, despreciamos integrarnos al mundo y en vez de darle mejores puestos de trabajo a la gente y con mayor remuneración, desarrollamos la industria del subsidio. Legiones de personas viviendo sin trabajar y a costa de lo que otros producen. Como eso tiene un costo, llevaron los impuestos hasta niveles asfixiantes destruyendo aún más la generación de riqueza. Eso sí, lo políticamente correcto consiste en decir que la gente tiene derecho a vivir sin trabajar y costa del trabajo ajeno.

Con los datos anteriores no hace falta inventar nada nuevo para salir adelante. Solo copiar lo que hicieron los países que nos pasaron como postes. Disciplina fiscal, disciplina monetaria, respeto por los derechos de propiedad e integración al mundo.

Es más, ni siquiera tenemos que copiar a los otros países. Podemos copiarnos a nosotros mismos revisando nuestra historia, cuando la genial generación del 80 hizo de este desierto un país próspero que apuntaba a ser uno de los más ricos del planeta. ¿Cómo? Integrándonos al mundo, recibiendo inversiones y sin planes sociales. Los inmigrantes no venían en busca de un plan social, venían a trabajar.

En definitiva, el secreto de la prosperidad es tan sencillo como decir que la gente tiene que trabajar, que nadie tiene derecho a vivir a costa del trabajo ajeno y el estado no tiene que entorpecer a los que trabajan. Mucho misterio no hay para descubrir cómo hacemos para salir de esta larga y deprimente decadencia. Poder salir se puede. Pero hay que meterse en la cabeza que para progresar hay que trabajar y no vivir del empleo público y planes sociales.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Politicas de shock y gradualismo

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 5/5/15 en: http://economiaparatodos.net/politicas-de-shock-y-gradualismo/

 

Shock versus gradualismo, es un debate que va ganando presencia entre los candidatos presidenciales.Si bien ningún candidato es explícito sobre este tema, algunos candidatos hablan de, por ejemplo, quitar el cepo y eliminar la inflación rápidamente, otros de tomarse varios meses o toda una gestión presidencial para bajar la inflación a un dígito. Esto no es otra cosa que postura de “shock” por un lado y “gradualismo” por el otro.

 

La oposición a las políticas de shock suelen basarse en que las mismas imponen un costo innecesario a la sociedad. Bajar el gasto público de golpe, por ejemplo, puede generar desempleo y desaceleración de la actividad económica. Por el otro lado, el gradualismo suele quedar a medio camino y las reformas, al quedar incompletas, son inconsistentes y nuevos problemas económicos aparecen en el mediano plazo. El gradualismo, por lo tanto, busca minimizar los costos sociales y económicos durante la transición. La crítica a las reformas en shock, sin embargo, obvian que las mismas también pueden hacerse con un plan de transición que hace justamente del gradualismo una opción innecesaria.

 

Una analogía puede ilustrar el punto. Una muela que causa dolor es retirada en el momento (shock), no de forma gradual. Si el shock no es una mera medida económica aislada, sino que es un plan económico cuidadosamente planeado, entones antes de quitar al muela se aplica anestesia o algún calmante. Si el plan de shock no es cuidadosamente planeado y se hace porque la realidad se lo impone al político, entones es como quitar al muela sin anestesia o calmante. El problema que enfrenta la próxima administración no es sólo encarar las reformas apropiadas para Argentina, sino diseñar un claro plan de transición hasta que las reformas hagan efecto. Esto es distinto al gradualismo donde las reformas se hacen lento, paso a paso, esperando que sus efectos se materialicen gradualmente.

 

Hay, por lo tanto, dos tipos de políticas de shock. Las que posee un plan de transición (plan bien diseñadas) y las que no (plan mal diseñadas.) La crisis del 2001 dejó impregnado en la opinión pública que un ajuste fiscal y cambios fuertes (shocks) implican alto costos económicos y sociales. Sin embargo, el manejo que hizo la política Argentina podría ser ejemplo de haber hecho todo lo importante mal: (1) pesificación asimétrica, (2) corralito y corralón, (3) aumento de impuestos, (4) creación de nuevos impuestos, (5) evitar un ajuste racional del gasto público cayendo en default, (6) congelar tarifas sin un plan de salida subsidiando a la oferta en lugar de la demanda, etc. A su vez, estas medidas fueron impuestas por la realidad; Lopez Murphy tuvo que renunciar por proponer un ajuste fiscal notablemente inferior y más ordenado que el que efectivamente sucedió por persistir en el mismo camino de desequilibrios económicos y fiscales.

 

No todos los casos de reformas son tan mal diseñados e implementados como el de Argentina en el 2001. El caso del Milagro Alemán muestra el resultado opuesto. El resultado fue tal que para el momento en que el Plan Marshall entra en efecto, Alemania ya encontraba su economía en recuperación. Las reformas graduales que Argentina llevo a cabo luego del “shock” del 2001 fueron en el sentido contrario al del Milagro Alemán. En Alemania se desregularon precios y se liberó al economía, en Argentina se controlan cada vez más precios y se incrementaron las regulaciones económicas. En su  manual de principios de macroeconomía, Tyler Cowen y Alex Tabarrok se refieren a Argentina como un “desastre económico”; esos pocos países que tienen todo para ser potencia económica mundial pero persisten en esquivar al desarrollo económico. El otro país que aparee como ejemplo de desastre económico junto a Argentina es Nigeria. Japón y Corea del Sur son los dos ejemplos de milagros económicos.

 

Discutir políticas de shock versus gradualismo es útil en la medida que esto implique un plan de transición para navegar las reformas que tarde o temprano van a tener que hacerse, especialmente en lo que respecta desequilibrios fiscales. Y si en lugar de medidas, lo que hay es un plan completo de reforma, entonces correr el riesgo de dejar las reformas a medio camino al elegir el camino del gradualismo parece ser un riesgo innecesario. Es decir, si su dentista es un estadista y la aplica un calmante, ¿para qué quitar al muela gradualmente un lugar de hacerlo en el momento?

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.