El gobierno enredado en un círculo vicioso

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 28/11/16 en: http://economiaparatodos.net/el-gobierno-enredado-en-un-circulo-vicioso/

 

El gobierno no baja el gasto esperando que lleguen inversiones y las inversiones no llegan hasta que no se baje el gasto.

La famosa reactivación que el gobierno había pronosticado para el segundo semestre sigue sin aparecer. El Índice General de Actividad, IGA, (un anticipo de la evolución del PBI) que publica el estudio de Orlando Ferreres muestra una caída del 4,7% al comparar octubre de este año con octubre del año pasado y el acumulado de los 10 primeros meses el año da una caída del 2,8%.

Por su parte el INDEC publica el EMAE (Estimador Mensual de Actividad Económica) hasta el mes de septiembre con una caída interanual del 3,7% y el acumulado de los primeros 9 meses de este año da una baja del 2,4%. Haciendo algo de futurología, es probable que este año termine con una caída del PBI del 3% aproximadamente y, tal vez por una cuestión estadística, el año que viene se detenga la caía o muestre una leve recuperación. Lo cierto es que la economía no reacciona y el gobierno se encuentra cada vez más enredado en un círculo vicioso.

El primer problema que le veo al gobierno para salir de este enredo es que ante una herencia fiscal muy complicada Macri está siguiendo los mismos pasos que De la Rúa.

En efecto, cuando De la Rúa, tal vez por presiones de la alianza partidaria que integró, nombró a José Luis Machinea al frente del ministerio de Economía, quedó en claro que ese campo iba a estar en manos del progresismo. Recordemos que en relaciones exteriores había nombrado a Adalberto Rodríguez Giavarini, un excelente profesional y persona y en Defensa a Ricardo López Murphy, también un excelente profesional y persona.

Lo concreto es que Machinea integró su núcleo duro en Economía con Miguel Bein, el que fuera asesor económico de Scioli, y con Pablo Gerchunoff, un economista también proveniente del progresismo.

La economía estaba en recesión cuando asumió De la Rúa con una caía del PBI del 3,3% en 1999, bastante similar a la terminará este año. Lo cierto es que ante la complicada situación fiscal, Machinea apunto a aumentar la carga tributaria con la famosa tablita de ganancias paralizando el incipiente proceso de reactivación que se estaba insinuando hacia fines de 1999. Ni por casualidad apostaron a bajar el gasto público.

Sin resultados concretos y con la economía sin reaccionar a lo largo de 2000 buscaron el apoyo externo para cubrir el déficit fiscal. Bush hijo le dio una mano a De la Rúa y sobre fines de 2000 le otorgaron el famoso blindaje el FMI, el gobierno español y otros organismos internacionales por U$S 38.000 millones. Evidentemente la postura progre de quienes ocupaban el ministerio de economía de ese momento jugó a favor de no bajar el gasto público y se enamoraron del endeudamiento como política pública para no asumir el desafío político de reformar el estado y bajar el gasto público para dominar las cuentas fiscales. Como todos sabemos Machinea renunció a principios de 2001, Ricardo López Murphy tuvo un fugaz paso por el ministerio de Economía y la historia posterior es suficientemente conocida como para insistir con ella.

Lo mismo parece estar pasándole a Macri. El presidente, posiblemente por un acuerdo político con las fuerzas de Cambiemos o por convicción personal, nombró en Hacienda a Alfonso Prat Gay, un economista que viene del progresismo al punto que en 2013 conformó una alianza política, la lista 502 UNEN, con dos políticos claramente de izquierda como son Victoria Donda y Humberto Tumini. Es decir, el manejo de las cuentas públicas las dejó en manos de un economista que viene del progresismo, de la misma manera que De la Rúa la dejó en Machinea, un hombre que venía de la época de Alfonsín y que el 6 de febrero de 1989, siendo presidente del BCRA, le estalló el mercado de cambios y terminamos en la hiperinflación. Ambos se enamoraron del endeudamiento.

Podríamos decir que el desastre económico que dejó el progresismo populista del kirchnerismo pretende ser solucionado con un progresismo populista de Cambiemos. Aplicar la misma receta que llevó al fracaso.

Por ahora, la única receta que encontraron en Cambiemos para solucionar el monumental problema fiscal que dejó el kirchernismo es recurrir al endeudamiento externo. Una forma de atrasar el tipo de cambio real y afectar las exportaciones que al mes de octubre siguen mostrando serios problemas para recuperarse.

El argumento del gobierno es que no puede bajar el gasto público, particularmente en empleados estatales, hasta tanto no lleguen inversiones que absorban esa mano de obra que quedaría desocupada. En rigor esa gente está desocupada pero figura estadísticamente como ocupada. El kirchnerismo disimuló la desocupación con el empleo público.

Sin embargo, con este nivel de gasto público y sin bajar los impuestos, las inversiones siguen sin llegar. Encima el endeudamiento externo hace que la economía argentina sea cara en dólares y frene decisiones de inversión. Mientras exista esta carga tributaria y esta legislación laboral, no se ven posibilidades de que lleguen inversiones. Si no llegan las inversiones el gobierno sigue argumentando que no se crean puestos de trabajo para pasar la gente del sector público al sector privado. Así que seguimos con un gasto público creciente por el costo del endeudamiento, una economía del sector privado formal que se achica ante la asfixia fiscal y con recursos cada vez más escasos para financiar el gasto público.

El gobierno está metido en un círculo vicioso del que no puede salir. El gobierno no baja el gasto esperando que lleguen inversiones y las inversiones no llegan hasta que no se baje el gasto.

¿Cómo romper este círculo vicioso? En primer lugar hay que tener funcionarios con formación económica que hayan estudiado en serio el funcionamiento de la economía. No es suficiente CV haber arbitrado con monedas en Londres para arreglar el lío que dejó el kirchnerismo. Es necesaria una preparación intelectual mucho mayor. Una comprensión mucho más amplia de la economía que el timbear con monedas.

En segundo lugar, habría que convocar a la oposición, sindicatos y empresarios y contarles la realidad de la herencia recibida. Eso mismo hay que hacerlo para toda la ciudadanía. Dar un discurso detallando el destrozo dejado por el kirchnerismo para que la gente comprenda las medidas que hay que tomar.

Tercero, en vez de tomar deuda para tapar un agujero fiscal que crece, endeudarse para reestructurar el sector público y bajar el gasto. El crédito se paga solo con solo una parte del ahorro del gasto.

Cuarto, bajar impuestos para atraer inversiones y devolverle poder de compra a la gente.

En ese contexto de política económica bajar la tasa de interés y dejar flotar libremente el tipo de cambio.

Una combinación de un plan económico que cierre, un economista que sepa comunicar y comprenda el funcionamiento completo de la economía es la clave frente a este disloque de ministerios del área económica.

Macri está cometiendo el mismo error que cometió De la Rúa. Pretende resolver un serio problema fiscal con políticas progresistas que agudizan el problema fiscal y agravan la situación social por el aumento de la desocupación. Esperemos que recapacite a tiempo y no pretenda apagar el fuego con nafta, es decir, solucionar los problemas dejados por el progresismo populista del kircherismo con más progresismo populista.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

Inflación: gradualismo versus shock

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 14/2/16 en: http://economiaparatodos.net/inflacion-gradualismo-versus-shock/

 

Uno de los debates que se presenta frente al agudo proceso inflacionario heredado por el kirchnerismo es si hay que frenar la inflación en forma gradual o con tratamiento de shock

Cualquier economista medianamente informado sabe que el kirchnerismo dejó una situación fiscal realmente dramática, con un gasto público en niveles récord, una presión impositiva asfixiante y un fenomenal déficit fiscal que fue financiado con emisión monetaria la cual generó el proceso inflacionario que nos legó el populismo kirchnerista.

Uno de los debates que se presenta frente al agudo proceso inflacionario heredado por el kirchnerismo es si hay que frenar la inflación en forma gradual o con tratamiento de shock.

Si bien no fue explicitado el plan gradualista del gobierno para reducir la inflación, todo parece indicar que piensan ir bajando muy lentamente el gasto público o más bien dejarlo congelado y suponen que habrá una corriente de inversiones tan fuerte que reactivará la economía. Esa reactivación permitiría incrementar la recaudación tributaria y con esa mayor recaudación se iría reduciendo la brecha fiscal con menor necesidad de emisión monetaria para financiar el rojo del sector público. Insisto, el gobierno no explicitó cómo será la estrategia gradualista pero intuyo que ese es el camino elegido.

Es más, me parece que inicialmente apostaban a que el cambio de gobierno generara una fuerte corriente inversora del sector privado que moviera la economía. La sola presencia de Macri iba a generar esa corriente inversora. Al no darse ese escenario todo parece indicar que la apuesta ahora se ha movido a la obra pública, particularmente al plan Belgrano, pero financiándolo con deuda externa. Este mecanismo dinamiza la economía en el corto plazo porque le permite al sector público aumentar el gasto sin cobrarle más impuestos al sector privado. Es decir, el sector privado no baja su consumo y el sector público puede aumentar su gasto. Claro que en el largo plazo hay que pagar intereses de la deuda pública con lo cual crece el gasto y el déficit fiscal o la presión tributaria con lo cual se comprime la economía.

Pero volviendo a la estrategia de corto plazo, la baja del gasto público parece estar descartada en la agenda del gobierno, al menos en forma más contundente de lo que se anuncia y se prefiere, mediante el gradualismo, financiar parte del déficit fiscal con endeudamiento interno, estrategia que no comparto.

Veamos, el gasto cuasifiscal que tiene actualmente el BCRA por financiar el déficit fiscal colocando LEBACs está en el orden de los $ 100.000 millones anuales, un número que se acerca bastante al ahorro que tendrá el estado bajando los subsidios a la energía al subir la tarifa de luz. Es decir, con la estrategia gradualista, el gobierno paga el costo político de aumentar la tarifa de energía, pero prácticamente no tiene ahorro fiscal porque el gasto de endeudamiento interno por no bajar el gasto público le genera un costo que le neutraliza el efecto de aumento de las tarifas.

Por otro lado, el gradualismo tiene el riesgo de ir limando las expectativas de la gente, producir una huida del peso y acelerar el proceso inflacionario. Por el contrario, una política de shock cambia las expectativas de la gente, aumenta la demanda de moneda y ayuda controlar la inflación. Veamos un ejemplo.

En 1985 Alfonsín anuncia el plan austral. Más allá de su parte heterodoxa, dicho plan contenía anuncios en materia fiscal, baja del gasto público, hubo cambio de moneda e incluso lo recuerdo a Alfonsín hablando desde el balcón de la Casa Rosada diciendo que iba a privatizar todo lo que hubiese que privatizar. Si mal no recuerdo habló de economía de guerra.

Finalmente el plan fracasó porque no hubo una verdadera baja del gasto público, pero inicialmente generó expectativas positivas en la población y logró atemperar, durante un tiempo, la tasa de inflación. Ese fue un plan de shock económico con anuncios que conformaron un contexto de política económica.

Como contrapartida podemos mostrar el gradualismo de Machinea con Miguel Bein al inicio de la gestión de De la Rúa y su fracaso como plan económico gradualista para solucionar el problema fiscal. Le dejaron el lío a Ricardo López Murphy que anunció una reducción del gasto público (política de shock), lo echaron, lo reemplazó Cavallo que inicialmente apuntó al gradualismo y a que su vuelta al ministerio de Economía iba a generar tanta confianza que la economía se reactivaría pero tampoco resultó.

Otro ejemplo de gradualismo  es el inicio de la gestión de Menem con el plan Bunge y Born que terminó en el plan Bonex.

Ahora bien, ¿a qué me refiero cuando digo que hay que aplicar una política de shock? ¿Qué significa?

Una política de shock debe tener 3 grandes patas: a) la consistencia del plan que debe ser global, b) anunciarlo todo junto y c) saber comunicar con claridad a la población qué economía se recibió del kirchnerismo y qué medidas se van a adoptar y por qué.

Empezando por la segunda parte, creo es fundamental comunicarle claramente a la población por qué hay que adoptar ciertas medidas y cómo será la secuencia de los acontecimientos económicos. Mostrarle a la gente que el kirchnerismo les hizo vivir una fiesta artificial de consumo que destruyó la economía, que primero hay que reconstruir la inversión y que el primer motor puede ser la exportación y que con una fuerte corriente inversora, con una economía integrada al mundo, con disciplina fiscal y monetaria la gente tendrá trabajo bien remunerado.

Ejemplo, si le explicamos a la gente que en vez de producir solo para el mercado interno la economía va a producir para exportar para recuperar el 3% del total de las exportaciones mundiales que exportábamos a comienzos del siglo XX, la gente entenderá que si exportamos U$S 400.000 millones anuales en vez de los actuales U$S 70.000 habrá muchos más puestos de trabajo.

En lo que hace a la política de shock no estoy diciendo que de un día para otro tiene que desaparecer el déficit fiscal, no soy tan necio como para no comprender las restricciones sociales y políticas que hay al respecto, pero sí considero necesario iniciar el desafío de reducir la cantidad de empleados públicos que cobran sueldos a costa de los impuestos que pagan los contribuyentes, que hay que ponerle un límite a los llamados planes sociales, tanto en monto como en duración y que hay mucho para recortar en gasto público por el lado de la corrupta obra pública.

Me sugerencia sería que Macri reúna a los dirigentes sindicales, a los partidos opositores no kirhneristas fanáticos y a los dirigentes empresariales, les muestre con toda crudeza la herencia recibida, las medidas a adoptar para salir del destrozo k y pedir su apoyo político. Esto mismo debe ser hecho con toda claridad con la población. Explicar claramente qué se recibió y qué se va a hacer para reconstruir la destrucción que dejó el kirchnerismo.

Cuánto más rápido se recomponga la economía mejor va a vivir la gente.

Entiendo los temores a que vuelva el populismo k, pero para eso está la receta de impulsar todos los juicios que sean necesarios para mostrar lo corruptos que han sido y cómo usaron a la población. El kirchnerismo no debe volver solo por su ineficiencia económica, sino por su tendencia totalitaria y por su inmenso espíritu correcto.

En definitiva, si Erhard hubiese quedado paralizado por miedo a que volviera el nazismo, nunca se hubiese producido el milagro alemán. Y recordemos que en ese momento Alemania era controlada por las fuerzas aliadas en una época en que tanto en EE.UU. como en Inglaterra dominaban las ideas estatistas e intervencionistas. A eso se enfrentó Erhard y logró el milagro alemán.

Plantear las políticas de shock como una propuesta salvaje que consiste en que los ricos se desayunen con algunos pobres todos los días es típico del discurso k en que el que piensa diferente es un enemigo de la patria.

Solamente se trata de analizar si finalmente una política de shock no es menos dolorosa para la población que la larga agonía de las políticas gradualistas que ya han mostrado infinidad de fracasos en la historia económica argentina.

De lo que se trata es de buscar el camino menos dolorosa para la población luego del intento de establecer la tiranía k.

 

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

Se puede salir del cepo sin morir en el intento

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 8/11/15 en: http://economiaparatodos.net/se-puede-salir-del-cepo-sin-morir-en-el-intento/

 

La salida del cepo puede ser una bomba con un estallido fenomenal o el comienzo de un increíble crecimiento

El dato para el próximo presidente es que CF deliberadamente va a dejarle un campo minado. Una de esas minas es el cepo cambiario. Desarmarlo puede implicar una explosión cambiaria, financiera e inflacionaria o bien en transición suave que impulse rápidamente la recuperación de la economía. Así de drástico. No veo puntos medios. O se desactiva la bomba o si explota la reacción puede ser en cadena. La segunda alternativa puede evitarse.

Desde el punto de vista estrictamente técnico, me animaría a decir que esa mina del cepo cambiario es casi imposible que Scioli pueda desactivarla sin que le explote. En primer lugar porque no va a tener flujo de ingreso de divisas por inversiones dado el riesgo institucional que sería tenerlo como vicepresidente a Zannini.

En segundo lugar, su equipo económico está bastante embarullado con sus argumentos. Por un lado dicen que no puede eliminarse el cepo porque, según Miguel Bein, hay que tener U$S 40.000 millones de reservas en el BCRA para tener un mercado libre de cambios. Ni siquiera Bein se ocupó de mirar las estadísticas del BCRA, porque el espacio político al que pertenece puso el cepo cambiario cuando el BCRA tenía U$S 47.587 millones de reservas. En segundo lugar, hablan de administrar el tipo de cambio y reconocen que el Central no tiene un dólar. ¿Con qué van a administrar el tipo de cambio si no tienen reservas para administrar nada? Scioli tiene, al menos, un doble problema para atraer dólares: a) el riesgo Zannini y b) le falta equipo económico que genere confianza. Con esas dos cosas no puede llegar  ni a la esquina. El campo minado le estalla en cadena o la economía muere por inanición si no hace nada al respecto.

Veamos si inevitablemente salir del cepo puede generar un estallido cambiario. Para eso analicemos de dónde provienen la oferta y la demanda de divisas.

La oferta está compuesta por:

Las exportaciones + ingreso de capitales (para invertir, créditos externo, etc.)

La demanda de divisas está compuesta por:

Las importaciones + el egreso de divisas (fuga de capitales, pago de intereses y principal de la deuda, giro de utilidades y dividendos, etc.)

Lo que uno sabe seguro es que nadie va a ingresar dólares al país en la medida que no pueda sacarlos cuando quiera. La mejor forma de generar ingreso de divisas es asegurarle al que las trae que puede llevársela cuando quiera. Si el que ingresa divisas sabe que puede irse cuando quiere, ingresa y se queda. Si le digo que no puede irse, se va inmediatamente, como pudimos verlo con el cepo y nadie entra.

Imaginemos que gana Macri las elecciones y quiere eliminar el cepo. ¿Puede hacerlo sin que estalle todo? Sí puede. ¿Cuáles son las condiciones? 1) Tener un equipo económico con gente que sepa comunicar el sentido del plan económico y con prestigio suficiente como para generar confianza, 2) anunciar un plan económico consistente, sin fisuras y que no sean parches o medidas tomadas en forma aislada e inorgánicamente y 3) respaldar políticamente el plan y al equipo económico.

Siendo los tres puntos señalados, condición necesaria para salir del cepo, veamos cómo se moverían la oferta y la demanda.

En primer lugar, el tipo de cambio oficial, el de $ 9,50, subiría por la sencilla razón que hoy está pisado por el gobierno. Es artificialmente bajo porque el gobierno lo impone manu militari. Siempre que el estado pone un precio máximo, en este caso el tipo de cambio, lo pone por debajo del nivel de mercado. Si el mercado está operando a $ 10 no tiene sentido poner un precio máximo de $ 10 porque el mercado ya opera a ese precio. Tampoco tiene sentido poner un precio máximo de $ 12 porque el mercado opera por debajo de ese precio. Solo tiene sentido poner un precio máximo menor a $ 10, es decir, por debajo del nivel que opera el mercado y eso hace que el precio sea, por definición, artificialmente bajo, que la demanda aumente y la oferta se contraiga porque todos quieren comprar algo artificialmente barato y nadie quiere vender algo que está artificialmente barato. Así que sabemos que el tipo cambio oficial subirá.

Al subir el tipo de cambio las exportaciones se dinamizarán, en particular en el sector agropecuario, lo cual hace ingresar dólares. Podría decirse que el riesgo latente es que aquellos que tienen atrasos en el pago de importaciones saldrían a comprar divisas al mercado haciendo subir fuerte el tipo de cambio, pero ojo que hay mucho grano en los silos bolsa que se venderían si el contexto económico y político cambia.

Si uno anuncia que elimina de golpe todas las retenciones de maíz, trigo, etc. y que también elimina las restricciones a las exportaciones de todos los productos, los productores se lanzarían a preparar sus campos para producir más trigo y maíz, granos que hoy no son negocio producir, la industria láctea se reactivaría, los cítricos en Entre Ríos, el vino en Mendoza y la manzana en el sur, por dar solo algunos ejemplos recibirían un nuevo impulso. Y ojo, no estoy hablando de devaluar, solo dejar que el tipo de cambio flote libremente y que el estado no lo pise.

Si cambia el ambiente de negocios y además hay un plan económico consistente habría un flujo de inversiones hacia el país por la razón que siempre hay empresarios deseosos de comprar activos que están baratos. Otro motivo de ingreso de divisas.

Las razones para que aumente en forma inmediata la oferta de dólares en el mercado son:

1)   Mayores exportaciones, hoy artificialmente frenadas por regulaciones y por el tipo de cambio artificialmente bajo

2)   Venta de granos que están en silos bolsa

3)   Mayor turismo receptivo. Vendrían más turistas a la Argentina porque hoy es artificialmente cara en dólares

4)   Ingreso de capitales de por inversores que buscan oportunidades de comprar activos baratos.

¿Y por  el lado de la demanda? Al subir el tipo de cambio en un mercado libre, quienes quieran importar tendrían que entregar más pesos por cada  dólar de importación, con lo cual disminuye la demanda.

Al eliminarse el cepo y haber un clima de respeto por los derechos de propiedad junto con un plan económico consistente no veo razones para que se produzca una fuga de capitales. Lo cual disminuiría la presión que hoy hay sobre el mercado blue que no se trasladaría al mercado único generando una explosión cambiaria como en el 2002.

Si la perspectiva es de un plan de estabilización de precios, la gente deja de huir del peso para refugiarse en el dólar. Es decir aumenta la demanda de moneda. La gente no sale corriendo a sacarse los pesos de encima como ocurre ahora.

Al subir el tipo de cambio, habría menos gente haciendo turismo en el exterior y más turismo en el interior y, por lo tanto, también disminuiría la demanda de divisas. Hoy mucha gente se va de viaje porque el gobierno está regalando los dólares para viajar al exterior.

Habría que ver si todos aquellos que tienen que girar utilidades y dividendos que no pudieron hacerlo en estos años salen al mismo tiempo a girar a sus casas matrices. Supongamos que empiezan a hacerlo, subiría tanto el tipo de cambio que se licuarían esas utilidades y girarían pocas. Si las utilidades hoy están en pesos y hay que transformarla a dólares para girarlas, en la medida que suba el tipo de cambio bajan las utilidades medidas en dólares. No tendría mucho sentido ese comportamiento por parte de las empresas.

Al subir el tipo de cambio, entonces, bajaría la demanda por importaciones, cesaría la fuga de capitales y solo habría que ver el comportamiento de las deudas comerciales atrasadas y el giro de utilidades y dividendos retenidos, sabiendo que del otro lado aumenta la oferta por más exportaciones, ingreso de capitales y venta de granos en silos bolsa.

El riesgo grande que veo es la montaña de LEBACs que tienen los bancos. Son bonos que le compraron al Central usando los depósitos de la gente. Si la gente va a los bancos a retirar los pesos por miedo a una estampida cambiaria, el banco tiene que darse vuelta y pedirle los pesos al Banco Central. Como el Banco Central no tiene esos pesos, tendría que emitirlos y eso generaría una estampida inflacionaria y cambiaria. Es la mayor bomba que deja activada el kirchnerismo. Por eso insisto en que para desactivar la bomba hay que generar mucha confianza con un plan consistente y un equipo económico que genere confianza.

La salida del cepo puede ser una bomba con un estallido fenomenal o el comienzo de un increíble crecimiento.

Bajo un plan consistente, con gente de prestigio y apoyo político no veo razones para que se produzca un estallido cambiario. Pero para salir del cepo es condición necesaria generar un schock de confianza con los ingredientes mencionados anteriormente.

En lo que hace a las ventas de futuros que estuvo haciendo el BCRA, que habrá que compensar con pesos, desde ya le iría avisando a los compradores que van a cobrar con bonos porque saben que del otro lado hay una mano insolvente. Saben que le están comprando a un insolvente y no hay razón alguna para que se cobre el impuesto inflacionario al conjunto de la sociedad para pagar una timba armada por el BCRA.

Aclarando que no soy parte del equipo económico de Cambiemos, para no comprometerlos y para dejar en claro que esta nota busca ser estrictamente económica en el manejo de las expectativas, desde el punto de vista técnico yo diría que Scioli no tienen ningunas chances de salir del cepo sin estallido y menos en forma gradual como dicen. El único que podría lograrlo es Macri si es elegido presidente y bajo las condiciones mencionadas.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Economía: sin mucho tiempo para andar haciendo pruebas

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 25/10/15 en: http://economiaparatodos.net/economia-sin-mucho-tiempo-para-andar-haciendo-pruebas/

 

Con 4 años de mandato,  el nuevo presidente no tiene tiempo para andar haciendo pruebas para arreglar el descalabro económico que deja CF

No es la primera vez en los últimos 40 años de historia económica argentina, que un gobierno le deja a otro una flor de lío económico. Es más, el mismo gobierno peronista de 1973/1976 heredó su propio lío económico. En esos años el entonces ministro de economía José Ber Gelbard, primero ministro de Campora y luego de Perón, generó un caos de precios relativos que en 1975 intentó “resolverlo” como pudo Celestino Rodrigo, hombre insultado y denigrado pero que, en rigor, con todos sus defectos, no fue estrictamente el responsable de lo que se conoció como el rodrigazo. Lo que hizo Celestino Rodrigo fue solamente destapar la olla a presión que había dejado José Ber Gelbard. Pero el caos económico y político que había en esos años no terminó de pagarlo el peronismo porque tuvo la suerte de aparecer como víctima del golpe del 76.

El mismo Proceso tuvo sus problemas económicos internos heredados. Martínez de Hoz nunca terminó de resolver seriamente el problema fiscal y terminó utilizando la famosa tablita como freno a la inflación. La caída del tipo de cambio real de aquellos años la heredó Lorenzo Sigaut, que tampoco supo encarar la solución al problema y antes de fin de año Galtieri desplazaba a Viola de la presidencia y asumía Roberto Alemann como ministro de economía, que a poco de asumir tuvo que lidiar con la guerra de Malvinas y luego vino el desbande del Proceso que, a las apuradas, tuvo que llamar a elecciones.

Alfonsín la pifió de entrada en su plan económico con Grinspun, tuvo un éxito muy transitorio con el plan austral y luego naufragó hacia la hiperinflación con el plan primavera.

Menem no embocó de entrada con el plan económico de Bunge y Born. Tampoco Erman González solucionó el problema inflacionario y Cavallo logró domar el potro inflacionario recién en abril de 1991 con la convertibilidad, que en rigor fue una regla monetaria.

De la Rúa desaprovechó dos grandes oportunidades para poder enfrentar los problemas económicos heredados. La primera oportunidad fue cuando nombra como ministro de Economía a Machinea acompañado por Miguel Bein y Pablo Gerchunoff. Los tres heterodoxos y con tendencia hacia la izquierda solo atinaron a impulsar un impuestazo sin tocar el gasto público. Cuando ya no pudieron sostener más las condiciones fiscales se fueron y llegó Ricardo López Murphy. Esta fue la segunda oportunidad que perdió De la Rúa al no apoyar la baja del gasto público que propuso RLM. Ceder ante las presiones de los “progres” y populistas terminó costándole la presidencia y dio lugar al posterior destrozo que hizo Duhalde saliendo con una enorme torpeza de la convertibilidad.

Lo del kirchnerismo es historia conocida. Se encontró con la devaluación y la pesificación ya hecha. Sin tener que pagar la deuda pública porque estaba en default, con precios de las commodities subiendo y con un stock de capital heredado de la década del 90 que le permitió estimular el consumo en forma artificial consumiéndose toda la infraestructura productiva se vivió una “recuperación” con pies de barro desaprovechándose una oportunidad histórica para recuperar Argentina de largos años de decadencia.

Le deja el kirchnerismo al próximo gobierno un tipo de cambio real totalmente retrasado artificialmente, un enorme gasto público, fenomenal presión impositiva y, encima, con déficit fiscal. Tarifas de los servicios públicos muy atrasadas, el BCRA vaciado, pobreza, indigencia y desocupación por citar algunos de los problemas más acuciantes.

Mi visión es que el próximo gobierno no tiene mucho margen para equivocarse. Tanto Alfonsín como Menem comenzaron sus períodos presidenciales que duraban 6 años. Ese período les daba más tiempo para cometer errores y luego tratar de rectificar. Alfonsín estuvo dando vueltas con Grinspun desde diciembre de 1983 hasta principios de 1985 cuando lo nombró a Sourrouille que recién a mediados de 1985 lanza el plan austral que, por no corregir el problema fiscal, terminó fracasando. Alfonsín perdió un año y medio hasta que logró establecer un plan económico que generó cierta credibilidad. Pero pudo darse ese lujo porque su mandato no duraba 4 años como ahora. Duraba 6 años.

Menem también demoró casi dos años hasta que dominó la inflación. Ese tiempo era 1/3 de su mandato presidencial. Pero De la Rúa en 2 años no consiguió dominar la economía y se le fue el 50% de su mandato. Es cierto que entre radicales y peronistas se encargaron de hacerle la vida imposible, algo que no hubiese ocurrido si de entrada lograba poner orden económico. Con la economía bajo control le iba a resultar más difícil a peronistas y radicales moverle el piso como se lo movieron.

Deliberadamente CF le deja el campo minado al próximo gobierno. Como solo le importa su persona, dudo que antes del 10 de diciembre se encargue de solucionar uno o varios problemas económicos para aliviarle costo político al próximo gobierno. Esto quiere decir que el que viene no tendrá margen de tiempo para estar ensayando propuestas como hicieron Alfonsín y Menem porque le insumiría quizás la mitad de su mandato y estaría perdiendo en las elecciones de medio término en 2017. Lo máximo que puede intentar el próximo presidente es tener dos equipos económicos. Uno para hacer rápidamente el trabajo sucio de corregir los precios relativos y un segundo que tendría como función reemplazar al primero estableciendo un plan económico de largo plazo que genere confianza y sin tener que lidiar con el costo político de corregir los precios relativos. Esta sería la propuesta de mínima.

La de máxima consistiría en tener en equipo económico de prestigio. Con gente con trayectoria y que genere confianza, con un plan económico consistente para amortiguar los efectos más duros de corregir los precios relativos. Si va por esta segunda alternativa, en 6 meses máximo tiene la economía funcionando a pleno, lo cual le permitiría al próximo presidente consolidar su posición política. Con la economía bajo control rápidamente, la gobernabilidad es más fácil de conseguir. Los intentos de desestabilización solo prosperan cuando la economía naufraga. Es decir, cuando los bolsillos de la gente están vacíos.

El campo minado que deja CF es muy extenso y requiere de gente con mucha capacidad, prestigio y audacia para poder desactivarlo. Se puede lograr, pero el próximo presidente no tendrá tiempo para estar ensayando recetas heterodoxas que de antemano sabemos que fracasarán. Si tiene decisión y audacia, desactiva el campo minado. Si toma el camino del miedo, gana CF porque las minas irán explotando en cadena.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Los candidatos mienten sobre los “fondos buitre”

Por Iván Carrino. Publicado el 10/9/15 en: https://igdigital.com/2015/09/los-candidatos-mienten-sobre-los-fondos-buitre/

 

Si hay un tema en el que Scioli, Macri y Massa parecen ponerse de acuerdo es en que van a negociar duramente con los fondos buitre si les toca asumir la presidencia en diciembre. La realidad es que tal negociación tiene escasas posibilidades de existir.

A partir de la crisis de 2008, y siguiendo las recomendaciones de keynesianos y monetaristas por igual, los bancos centrales del mundo salieron desesperadamente a emitir dinero con el objetivo de “reactivar” sus alicaídas economías.

La Reserva Federal de los Estados Unidos llevó las tasas de interés desde el 5% anual al 0%, inyectando 3,2 billones de dólares en la economía. Por su parte, el Banco de Japón incrementó la base monetaria en un 145% desde diciembre de 2012, cuando se lanzó el “Abenomics”. Finalmente, el Banco Central Europeo anunció su propio programa mediante el cual inyectará 60 mil millones de euros al mes desde marzo de este año hasta septiembre de 2016.

El resultado de semejante tsunami monetario ha sido una abundancia de liquidez gracias a la cual los países del globo pueden acceder al crédito a tasas realmente bajas en términos históricos. Por dar un ejemplo, Perú colocó deuda a 35 años al 4,73%, Chile al 2,02% a 15 años y Paraguay al 4,15% a 8 años, todos durante 2015. En este marco, nuestro gobierno debe endeudarse a tasas que llegan a triplicar la de nuestros vecinos. Durante la última colocación de BONAR 2024 se acordó pagar un interés del 8,96% anual en dólares.

Claramente hay muchos factores que influyen en este indeseable resultado:un clima poco favorable a la inversión, una generalizada falta de respeto a la propiedad privada y un historial de incumplimiento en el pago de deudas son algunos de los elementos. Sin embargo, el factor que destaca entre estos es el conflicto no resuelto con los holdouts, en donde el gobierno argentino decidió deliberadamente desacatar un fallo de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos que lo obligaba a cumplir con el pago de lo reclamado por los llamados “fondos buitre”.

El incumplimiento del fallo de la Corte Suprema (que avala todas las decisiones tomadas en instancias previas) fue acompañado de una verdadera campaña de demonización contra los “buitres”, el juez Griesa y todo el sistema judicial norteamericano. La campaña fue tan grande que el gobierno llegó a obtener el apoyo político de diversos foros internacionales.

El último capítulo de esta verdadera batalla cultural es una carta abierta firmada por los líderes de la heterodoxia económica mundial (entre ellos, YanisVaroufakis y Thomas Piketty), en la que se destaca que Argentina “se ha defendido de los fondos buitre”  mediante el mencionado desacato.

A nivel local, la batalla cultural también parece haberla ganado el gobierno. De hecho, ningún candidato presidencial se aparta de lo que ha sido la política oficial sobre este tema.

Por el oficialismo, Daniel Scioli afirmó que los holdouts “no las tienen todas con ellos ni tampoco van a llevarse por delante un país”. Su asesor económico estrella, Miguel Bein, afirmó en su momento que buscarán un “acuerdo favorable al país, lo que implica lograr un descuento superior al 20% sobre la sentencia original”.

Desde el Frente Renovador, Sergio Massa siempre se mostró a favor de la negociación. Uno de sus asesores, Martín Redrado, afirmó que “no hay que pagar el 100% de lo que están pidiendo” y que “hay espacio para pagar menos”. Roberto Lavagna, por su parte, considera que hay que “salir de la chicana y hacer una negociación seria”.

Incluso Mauricio Macri, quien en un primer momento había afirmado que había que “cumplir el fallo judicial, aunque nos disguste”, ahora cambió de opinión y sostiene que “hay que ir y negociar desde la mayor dureza posible”.

El problema de estos planteos es que no existe negociación posible. Los fallos judiciales están para resolver un conflicto entre partes y una vez que se dictan, solo quedan dos opciones: o se cumplen o se desacatan. Las consecuencias del desacato están a la vista, por lo que lo único que puede hacer un nuevo gobierno si quiere reinsertar al país en el mundo es ir y pagar lo que la justicia norteamericana ya dictaminó en diversas instancias.

A lo sumo, el único margen de negociación es la forma de pago. De la misma forma que uno puede elegir pagar una deuda en pesos, con un cheque o con la tarjeta de crédito, Argentina podrá optar pagar en efectivo o con títulos de deuda, pero ahí se acaban las opciones para negociar.

En campaña, los tres candidatos coinciden en afirmar dos cosas:que cuando ellos asuman van a “llover dólares” y que, al mismo tiempo, van a negociar con firmeza con los holdouts.

Sin embargo, ocultan que si quieren negociar con firmeza, el resultado será seguir en desacato y, si eso pasa, la lluvia de dólares quedará pospuesta indefinidamente.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Tres razones para desinflar la burbuja del Estado

Por Adrián Ravier: Publicado el 11/8/15 en: http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2015/08/11/tres-razones-para-desinflar-la-burbuja-del-estado/

 

Cuando los historiadores económicos se refieren a las grandes crisis económicas del siglo XX -y lo que va del siglo XXI- identifican cada caso con una burbuja. En la crisis de los años 1930, por ejemplo, los historiadores observaron burbujas bursátiles e inmobiliarias. La crisis dot-com de 2001 en Estados Unidos fue la burbuja bursátil de las acciones relacionadas a internet. La gran recesión de 2008, también en Estados Unidos, fue el desenlace de la burbuja inmobiliaria gestada desde fines de 2001. La crisis europea actual fue la de una burbuja inmobiliaria, seguida de una burbuja del gasto público que se ha pinchado en varios países, pero queda aún una brecha importante por corregir. Vale aclarar que las economías solo lograron recuperarse de las distintas crisis mencionadas cuando las burbujas se terminaron de desinflar y emprendieron un proceso de formación de capital a través del ahorro y la inversión.

En la Argentina de hoy la crisis que viene será asociada a la burbuja del gasto público, que se fue gestando desde 2003 y especialmente a partir de los dos gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, con sucesivos planes y programas.

Sin ánimo de ser exhaustivo, aunque presentados cronológicamente, recordamos ya en agosto de 2003 el Plan Manos a la Obra de Néstor Kirchner, seguido por la prolongación del Programa Remediar, la creación del Museo de la Memoria, el Plan Federal de Salud, el Plan Nacer Argentina, el Plan Espacial Nacional, el Programa de Becas del Bicentenario, el Programa de Apoyo de Infraestructura Universitaria, el Programa Argentina Trabaja, Fútbol para Todos, la asignación universal por hijo, el Fondo del Bicentenario para pagar la deuda externa, el Programa Conectar Igualdad, el Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario, Pakapaka, Tecnópolis, la recuperación de YPF, Procrear, el Programa Sumar (que fue una ampliación del Programa Nacer) o el Plan Raíces, entre otros.

Tres críticas presentamos los economistas a estos programas.

En primer lugar, que varios de estos programas y planes no se presentan como temporarios -mientras duró la crisis de 2002, con más de un 50 % de pobres y más de un 20 % de desempleados-, sino como continuos, garantizando a mucha gente una serie de ingresos que perdurarán en el tiempo. Esto evita que los beneficiarios tengan incentivos para buscar por sí mismos la generación de ingresos que les permitan abandonar esta dependencia del Estado. Más grave aún ha resultado el caso en que muchas personas rechazan posibilidades de trabajo para no perder un plan del Gobierno.

En segundo lugar, preocupa la sustentabilidad del gasto público total, el que no puede mantenerse aun con la mayor presión tributaria de la historia argentina, requiriéndose ahora de emisión monetaria para cubrir la brecha entre ingresos y gastos, y sometiendo a toda la población a niveles elevados de inflación. Axel Kicillof inició un proceso de ajuste por la vía de la inflación, pero el costo político de su sucesor será elevado, lo que puede implicar problemas de gobernabilidad para quien ocupe el sillón de Rivadavia en 2016.

En tercer lugar, desconocer que mucho de lo que estos programas hacen el mercado podría hacerlo por sí solo y de manera mucho más eficiente. Esto se vincula con el primero de los puntos planteados. Basta observar a nuestros países vecinos, con niveles de desempleo y pobreza radicalmente inferiores a los de Argentina, para comprender el daño que estos planes y programas le hacen a la población. Esto se vincula al debate que la Presidente ha querido abrir en distintos discursos -sobre qué Estado queremos-, pero al que nadie de la oposición atendió. Personalmente, pienso que el objetivo final debería ser que los argentinos tengan trabajo, ingresos propios, y a través de ese ingreso y el acceso a crédito puedan adquirir su casa, su auto o incluso pagar por los bienes y los servicios que deseen consumir, sean estos remedios, computadoras o incluso fútbol. En la medida en que esto se vaya logrando, el Estado debería ir reduciendo su tamaño, desmantelándose muchos de los programas y los planes o también los ministerios y las secretarías que este Gobierno ha creado. Que en esta “década ganada” el proceso haya sido contario a este ideal es una muestra de que hemos tomado el camino inverso al deseado. Que Daniel Scioli esté pensando hoy en crear nuevos ministerios y secretarías también es un camino opuesto al deseado.

Los economistas no exigimos un cambio hacia la anarquía y la desaparición inmediata de todos los planes sociales y programas, y menos aún en las condiciones de la Argentina en 2002 o 2003, sino un llamado de atención a los excesos de gasto que el kirchnerismo ha iniciado y el costo político y social que puede implicar revertir este proceso.

Tal como ocurrió en sucesivas crisis económicas, la Argentina no podrá retornar al crecimiento hasta que desinfle la burbuja del gasto público. Si la fase de desarrollo requiere inversión, como definió recientemente Miguel Bein -el asesor principal de Daniel Scioli-, y como sostiene también el equipo económico de Mauricio Macri, debemos tomar conciencia de que nadie querrá invertir en un país que mantiene un nivel de gasto público en torno al 50 % del PIB, con una inflación que supera -al menos- el 20 %, cuya presión tributaria es récord de todo el continente y que aún mantiene un déficit fiscal del 7 %-8 % del PIB.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.