Vuela la fiebre de la inflación: ¿error de diagnóstico o mala praxis del BCRA?

Por Aldo Abram: Publicado el 6/6/18 en: http://www.ambito.com/923659-vuela-la-fiebre-de-la-inflacion-error-de-diagnostico-o-mala-praxis-del-bcra

 

Se está hablando sobre qué objetivos para el Banco Central (BCRA) se negociarán con el FMI; por lo que es bueno plantear este tema. No hay un gran margen de credibilidad para que haya que pedir un futuro waiver (perdón) por incumplimiento de lo acordado. Este año no sólo no lograremos la meta de inflación, ni siquiera la «recalibrada», sino que ésta tampoco disminuirá respecto a 2017; ya que terminará bien por encima de 25%. El gran problema es que, como muchos economistas, los funcionarios del BCRA piensan que el precio del dinero es la tasa de interés. Esto es un error, ya que la tasa de interés es el precio del crédito. O sea lo que estoy dispuesto a pagar por adelantar gasto o a cobrar para demorarlo y cederle esa posibilidad a otro.

El precio del dinero o moneda se define en su propio mercado. En donde hay un productor, el BCRA, y la gente que lo demandan debido a que es útil como unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor. Un cheque, transferencia, una tarjeta de débito o crédito bancario es un medio de pago que compite con el dinero. Incluso, en Argentina, podemos sumar al dólar como sustituto del peso.

Por eso, lo relevante para definir cuál va a ser la inflación en un país es analizar la oferta de moneda, en nuestro caso de pesos por parte del BCRA, y cuál la demanda. Ésta la determina el atesoramiento de los ciudadanos, comerciantes, empresas, estado y bancos (incluidos los que guardan en el BCRA). Si se emite más moneda que lo que se demanda, perderá valor, como pasa con cualquier bien. El problema es que es nuestra unidad de medida para valuar todos los bienes, servicios y otras monedas; por lo que si el metro se achica todo se agranda respecto a él y eso es lo que llamamos inflación.

Por lo tanto, para determinar cuánto vale un peso hay que analizar su mercado y no el que compone con los restantes medios de pagos sustitutos con los que compite. A nadie que se ocurriría evaluar el precio de las naranjas estudiando el de los cítricos en general. Se enfocará en la oferta de naranjas y tendrá en cuenta que hay sustitutos, como las mandarinas, que influyen en su demanda. En el caso de la moneda, el resto de los medios de pagos sustitutos afectarán también la predisposición a atesorarla y definirá su demanda; pero no la oferta, que la determina la emisión del BCRA.

Obviamente, también puede bajar el valor del peso si por algún motivo se cae su demanda y el BCRA no reduce la cantidad de moneda en el mercado. Esto es lo que pasó entre mayo y agosto de 2017, diciembre 17 y enero 18 y en la reciente corrida contra nuestra moneda. Por supuesto, esta merma del valor del peso primero se refleja en el mercado cambiario, como sucede con cualquier divisa; pero con mayor o menor lapso de demora la observaremos en los bienes y más tarde en los servicios, por las características propias de dichos mercados. No tiene lógica pensar que no habrá «traslado» de esa pérdida de poder adquisitivo a precios; ya que eso implicaría que la gente está dispuesta a entregar algo que mantuvo su valor a cambio de lo que ahora vale menos, el peso. Aclaro que, en casos de fuertes fugas de capitales el hecho de que se genere una peor evolución económica y empobrecimiento relativo hace que los servicios también valgan menos; por lo que no reflejarán toda la caída del poder adquisitivo del peso. Esto es lo que viviremos los argentinos este año.

Cuando el BCRA fija una tasa de interés distinta a la de mercado, lo que hace es distorsionar las decisiones de ahorro e inversión en la economía y también afecta el mercado del peso. Por ejemplo, si el Estado tiene un enorme exceso de gasto sobre sus recursos y para pagarlo toma prestado una gran parte del financiamiento disponible en el país, la tasa de interés debería ser muy alta y el crédito muy escaso para el sector privado. Como estuvo sucediendo, en mayor o menor medida, desde principios de 2016 y hasta recientemente, el BCRA decidía que los rendimientos tenían que ser más bajos y emitía pesos para aumentar la oferta de financiamiento y llevar las tasas al porcentaje que deseaba. El problema es que la gente demanda crédito para gastar y no para atesorar; por lo que esa oferta de dinero hacía que su valor caiga y la inflación fuera más alta.

Incluso, en los inicios de la última corrida contra el peso se dio el absurdo de que la fuga de capitales achicaba el financiamiento interno presionando al alza de la tasa y el BCRA emitía moneda para que no subiera; lo que alimentaba la corrida cambiaria. O sea, a la caída de la demanda de pesos le sumaba mayor oferta haciendo que bajara su valor o alimentando las compras de sus propias reservas si intentaba que eso no alentara una mayor suba del tipo de cambio y de la inflación.

Estos ejemplos dejan claro que siempre que el BCRA emita más pesos de los que se demandan, su valor caerá y veremos inflación. No sólo cuando se financia al Estado quitándole poder adquisitivo a la moneda de todos los argentinos para transferirle esa capacidad de gasto al gobierno. También cuando, sin que en la economía haya una contrapartida en una mayor preferencia por tener moneda, se le «da a la maquinita» para aumentar el crédito y abaratar su costo o para incrementar las reservas internacionales. Además, la explicación anterior permite comprender por qué el BCRA no ha podido ni podrá cumplir con las metas de inflación e, incluso, este año ni siquiera logrará bajarla respecto de 2017.

 

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) .

Política Monetaria del BCRA

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 28/5/18 en: https://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2018/05/28/politica-monetaria-del-bcra/

 

¿Cuál es la política monetaria del BCRA? ¿Por qué no baja la inflación? ¿Qué rol juegan las metas de inflación? ¿Qué pasa con las Lebacs? La corrida cambiaria de hace unos días y la persistente alta inflación vuelve a traer la atención a estas preguntas.

La dinámica entre el Tesoro y el BCRA es, creo, bien conocida. De manera resumida, el Tesoro se endeuda en USD, el BCRA los compra con emisión monetaria. Luego el BCRA emite Lebacs para evitar que la emisión de pesos se traslade a inflación (vende las Lebacs a cambio de pesos en el mercado). Este es el llamado doble endeudamiento de la deuda del Tesoro. Los siguientes gráficos muestran los datos oficiales de deuda del Tesoro y el peso de pago de intereses (incluyendo intra-sector publico) sobre recaudación tributaria.

Deuda Publica

Intereses sobre Ingresos

Si el BCRA quita pesos de circulación luego de emitirlos para comprarle USD al Tesoro, ¿por qué, entonces, no baja la inflación? El motivo es que el aumento de los agregados monetarios luego de la emisión de Lebacs sigue en valores anuales que se ubican entre el 20% y 30%. La inflación, por lo tanto, se mantiene en valores similares. Llama la atención que tanto el BCRA como el gobierno insistan con que la inflación está bajando, cuando es claro en el segundo gráfico que hace meses que se encuentra estancada entre el 20% y el 25%. El gobierno podría argumentar que la inflación bajó (pasado) o que va a bajar (futuro), pero los datos no muestran que actualmente este bajando.

BM & M2

Inflacion (mensual)

El siguiente gráfico muestra los factores que explican cambios en la base monetaria (BM). El cambio neto lo muestra el diamante. El principal motivo por el cual se expande la BM es por compra de USD al Tesoro (en rojo). El principal motivo por el cual se reduce la expansión de BM es la emisión de Lebacs (Títulos del BCRA) (en verde). Luego vuelvo sobre el tema Lebacs.

BM (Factores)

¿Cuál es la lógica de la política monetaria, según la entiendo, del BCRA? La estrategia consiste en combinar la tasa de interés como instrumento de política monetaria con metas de inflación. Dado que el BCRA ve a al tasa de interés como el precio del dinero, al fijar la misma se endogeneiza la oferta de dinero. Al fijar la tasa, la oferta de dinero se vuelve horizontal, por lo que movimientos en la demanda de dinero producen cambios automáticos en la oferta de dinero. La oferta de dinero la fija (indirectamente) el mercado, no el BCRA. Supongamos que el BCRA fija la tasa de interés con un piso de 35% y un techo de 40%. Si la tasa comienza a bajar acercándose al 35%, entonces el BCRA retira pesos de circulación (emite Lebacs para subir la tasa). Si en cambio la tasa de interés comienza a subir, el BCRA “emite pesos” para comprar Lebacs haciendo que la tasa de interés baje. Es el mercado quien mueve la mano del BCRA.

Las metas de inflación cumplen (o deberían cumplir) el rol de anclar y reducir las expectativas de inflación. Si las expectativas de inflación bajan, entonces el ritmo de expansión de la oferta de dinero, que es endogena, automáticamente también se reduce. De allí que la independencia y credibilidad del BCRA sean fundamentales para reducir la inflación.

Esto ayuda a traer claridad sobre el controvertido cambio de metas en diciembre del 2017. Las metas de inflación las define Casa Rosada, no el BCRA. Que el banco central no determine sus propias metas es común en varios países con metas de inflación. Dado que la oferta de dinero, y por lo tanto la inflación, depende de las expectativas de mercado, es fundamental que las metas de inflación sean creíbles. Era claro que las metas anteriores no eran creíbles (tampoco lo son ahora). Subir las metas a valores razonables puede contribuir a volver a anclar las expectativas. El problema no fue, a mi juicio, el cambio de metas en sí, sino el cómo se cambiaron las metas. La imagen que quedó es la de un BCRA que pierde independencia y se somete a las preferencias políticas de la Casa Rosada. Esto hace perder credibilidad. El siguiente grafico muestra el impacto del anuncio de cambio de metas en las expectativas de inflación (linea vertical punteada) recolectadas en el REM (que no captura de manera completa la reciente corrida cambiaria).

Inflacion (REM)

Hay otras dos cuestiones a tener en cuenta con las metas de inflación y la tasa de interés como instrumento de política monetaria. En primer lugar, la tasa de interés no es el precio del dinero, es el precio del tiempo (crédito). De hecho, la tasa de interés ni siquiera es un fenómeno monetario. En una economía de trueque, por ejemplo, hay tasa de interés pero no hay dinero. El motivo por el cuál cambios en la cantidad de dinero afectan la tasa de interés es porque cambios en la oferta de dinero se realizan en el mercado de crédito (tiempo), y luego entran al mercado como dinero haciendo subir el nivel de precios (baja en el precio del dinero). Por lo tanto, la endogeneizacion de la oferta de dinero es un “loose joint”, dado que no es el precio del dinero lo que se está fijando.

En segundo lugar, puede ser que el BCRA se haya inspirado en algún caso excepcional pero no representativo del éxito de las de metas de inflación (Israel?). Sin embargo, al observar una muestra amplia de aplicación de casos de inflación se observa que (1) las metas de inflación son exitosas cuando se aplican luego de bajar la inflación (mantener la inflación baja, en lugar de bajarla), (2) bajar la inflación produce costos económicos y sociales, mejor reconocerlo que postergar y agrandar el problema, y (3) la baja de inflación fue un fenómeno global, no exclusivo ni mayor en los países con metas de inflación. Esta es la hipótesis de la “buena suerte”. Aumentos de productividad mayores a los normales es lo que explica la baja de inflación, no las metas de inflación.

Cuanto más tarde en bajar la inflación, más peso pueden sumar las propuestas de emigrar a una política de control de agregados monetarios. Dado que en definitiva la inflación depende de los agregados monetarios, esta política tendría un control más directo sobre la inflación. Sin embargo, hay trade-offs.

Al endogeneizar la oferta de dinero a las expectativas de inflación se reducen los efectos de una tasa de inflación distinta a la que esperan los agentes económicos. Esto reduce costos económicos y sociales, pero hace que la reducción de la inflación dependa la expectativa de inflación y credibilidad del BCRA. El uso de agregados monetarios puede ser menos preciso en este frente. El trade-off actual parece ser una tasa de inflación estable, alta y permanente (uso de tasa de interés) y una reducción errática de la inflación (uso de agregados monetarios). Las posturas de agregados monetarios no deben desecharse de entrada. No sólo ponen metas sobre la oferta de dinero, sino que la misma Reserva Federal utilizó agregados monetarios con Paul Volker para reducir una tasa de inflación significativamente inferior a la actual de Argentina. Puede ser preferible pagar los costos de bajar la inflación que pagar los costos de la inflación de manera indefinida. Los beneficios de la tasa de interés para bajar la inflación por el momento se mantienen en el ámbito teórico y no han pasado a mostrar claros efectos reales. Se podrá argumentar que hoy día es muy difícil encontrar un banco central que operen con metas de agregados monetarios. También es muy difícil encontrar hoy día bancos centrales que tengan que lidiar con la inflación que hay en Argentina. No es lo mismo preguntarse cuál es la política monetaria óptima sin inflación a preguntarse cuál es la política monetaria óptima para bajar la inflación.

Inflation (12M with Targets)

La política de emitir Lebacs en última instancia posterga (y potencialmente agranda) el problema inflacionario. Si el Tesoro se endeuda por 100USD a un tipo de cambio de 25ARS = 1USD, entonces el BCRA puede (1) emitir 2.500ARS y dejarlos en circulación, (2) emitir 2.500ARS y luego quitarlos de circulación emitiendo Lebacs por 2.500ARs con una tasa de interés del 40%, (3) no comprarle los USD al Tesoro y dejar que el peso se aprecie contra el USD cuando el Tesoro los vende en el mercado. En este sentido, el BCRA se encuentra en una situación imposible. Esta situación imposible es responsabilidad del Tesoro, no del BCRA.

Hay varios problemas con el escenario (2), que es la actual política del BCRA. Emitir Lebacs en definitiva es postergar, con intereses, la emisión de pesos. Llega un momento en que el volumen de Lebacs es tal que no es factible esperar que al demanda de dinero aumente lo suficientemente rápido para poder absorber el monto de pesos a emitir. Actualmente el monto de Lebacs es 1.13 veces la base monetaria.

El BCRA ve esta política como inofensiva dado que al aumento de Lebacs (pasivo) tiene como contrapartida un aumento de reservas (activo). Si el mercado no quiere Lebacs, el BCRA argumenta, puede entregar los dólares sin problema. A muchos este argumento no los termina de convencer. En cualquier balance, el aumento de pasivos tiene como contrapartida un aumento de activos (o una caída del patrimonio neto). Es obvio que si suben los pasivos suben los activos. Es obvio, por ejemplo, que si compro USD con mi tarjeta de crédito de manera exponencial mis pasivos aumentan a la par que mi tenencia de USD, sin embargo esta no es una práctica habitual. A menos que el peso se deprecie, eventualmente voy a tener problemas con mi tarjeta de crédito. No es muy distinto con el BCRA. Tampoco hay que olvidar que las reservas provienen, a su vez, de deuda del Tesoro, no de lluvia de inversiones. Si el BCRA cancela las Lebacs con USD, aun queda flotando la deuda del Tesoro. ¿Cómo va hacer el Tesoro para adquirir los USD al momento de repagar la deuda? ¿A quién se los va a comprar? ¿A qué tipo de cambio? Salvo que creamos que Argentina puede emitir deuda de manera indefinida, esta es también una situación a tener en cuenta, dado que la caída de reservas del BCRA eventualmente puede ser visto como un problema de solvencia del Tesoro.

La política de las Lebacs camina sobre terreno peligroso dado que se da en un contexto de alta inflación. Esto quiere decir que no hay demanda de dinero (atesoramiento). Esto es importante dado que el motivo por el cual los agentes económicos adquieren pesos no es para atesorarlos, sino para invertirlos en Lebacs. Esto genera dos problemas. En primer lugar, para mantener el efecto de esta política es necesario que la tasa de interés se ubique por encima de la depreciación esperada del peso. Es decir, producir la famosa bicicleta financiera.

Esto también quiere decir que si bien técnicamente hablando el tipo de cambio es (o mejor dicho, ¿era?) libre dado que el BCRA no intervenía en el mercado de cambios, sí hay un efecto indirecto. Al elevar la tasa de interés se corre la curva de demanda de dinero. En los hechos, el tipo de cambio no es libre. Esto contribuye a atrasar el tipo de cambio. Lo cual contribuye a generar las expectativas de que eventualmente el tipo de cambio va a pegar un salto motivando a los inversores a eventualmente liquidar sus posiciones de Lebacs. No debemos autoconfundirnos sosteniendo que porque el tipo de cambio es libre en términos técnicos no hay un efecto indirecto sobre el mismo.

El segundo problema es que al no haber demanda de pesos, quien desarma una posición de Lebacs se va a USD, no a pesos. Ese era el temor del pasado súper-martes. Si bien el BCRA insiste que la emisión de Lebacs no es problemática dado que suben las reservas como contrapartida, en los hechos se comporta bastante preocupado. Elevó (o permitió que suba) la tasa de interés (recordemos que es su instrumento de política monetaria) al 40% luego de dos reuniones del comité de política monetaria fuera de agenda. Tuvo que poner (y dejar hasta el día de hoy) sobre la mesa de cambios una oferta de 5000 millones de USD para convencer al mercado de que el tipo de cambio no iba a subir (siguiente gráfico), y que por lo tanto convenía quedarse con el 40% de tasas de las Lebacs. Y ya comenzó, también, a operar en el mercado de swaps ofreciendo Lebacs de vencimiento de más largo plazo a cambio de Lebacs con vencimiento de más corto plazo. También hizo saber que la tasa nominal del 40% (real del 15% aprox.) se va a mantener en el corto/mediano plazo.

TC

Este escenario se da a la par de una inflación que no muestra claros signos a la baja, una economía débil (el EMAE y el IGA muestran signos de desaceleración), un déficit fiscal que sigue en niveles insostenibles y una presión fiscal asfixiante. Este es un contexto preocupante que se contrasta con el triunfalismo que el gobierno dejó mostrar en los últimos días.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

Tres motivos por los que no baja la inflación

Por Iván Carrino. Publicado el 17/1/18 en: http://www.ivancarrino.com/tres-motivos-por-los-que-no-baja-la-inflacion/

 

Tres razones por las que el BCRA no cumplió su meta en 2017

El jueves de la semana pasada, el Instituto oficial de estadísticas de Argentina presentó los números de inflación del mes de diciembre. Los precios, medidos por el índice general, subieron 3,1% mensual, llevando el aumento anual al 24,8%.

Si se compara el dato de 2017 contra el de 2016, la reducción de la inflación fue significativa. Además, se trató del registro anual más bajo desde el año 2011. Sin embargo, comparado con el objetivo buscado por el Banco Central (entre 12 y 17% anual), el dato fue más que pobre.

A raíz de esto, surge la pregunta acerca de qué pasó.

Así que a continuación encontrarás los tres motivos por los cuales la inflación no bajó tanto que se esperaba.

Motivo 1) Con este esquema monetario, bajar la inflación lleva tiempo.

A pesar de que el sistema de “Metas de Inflación” se utiliza con éxito en alrededor de 30 países en el mundo, algunos analistas venían comentando que para reducir la inflación desde niveles tan altos, el método no estaba del todo probado.

No estoy de acuerdo con esa posición. Las metas de inflación son solamente el reflejo de un Banco Central cuyo objetivo es reducir la inflación. Y cuando los bancos centrales quieren bajar la inflación, tarde o temprano lo hacen.

Lo que sí admito es que, con metas de inflación y tasa de interés, la reducción puede no ser tan rápida. En el caso de Chile, por ejemplo, después de 1990, la inflación tardó 7 años en llegar al orden del 5% anual. En Colombia e Israel llevó 11 años. En México, 6.

Uno podría preguntarse por qué lleva tanto tiempo si, por ejemplo, durante los primeros años de la convertibilidad en Argentina, la inflación se redujo tan suculentamente, y pasamos de 84% (diciembre 1991) a 7% (diciembre 1993) en dos años, para luego tener estabilidad  por otros siete.

La respuesta es que parecería que, al menos a corto plazo, el tipo de cambio fijo es más eficaz para controlar los precios que cualquier otro esquema. Eso no es algo propio del sur de América o de Argentina. Lo mismo sucedió en el mismísimo Estados Unidos.

Cuando los norteamericanos abandonaron el Patrón Oro (que era, en términos prácticos, un tipo de cambio fijo con el metal precioso), la inflación se descontroló.

p.oro

En los 10 años anteriores a la salida del Patrón Oro, Estados Unidos tuvo una inflación promedio del 3% anual. Después del cierre de “la ventana del oro”, la inflación más que se duplicó, promediando un 8,3% anual para los 10 años siguientes, a pesar de la misión declarada de la Fed de vigilar la estabilidad de los precios.

Motivo 2) El Banco Central jugó para Cambiemos en las elecciones legislativas.

Si bien el Banco Central es independiente, uno no puede desconocer que hasta hace poco tiempo, el presidente de dicha institución en Argentina era un miembro más del partido político que hoy gobierna. Esto podría significar que, de tener que elegir entre bajar la inflación y que su partido gane las elecciones, opte por lo segundo.

Así, para favorecer al gobierno en las elecciones legislativas de octubre, es probable que el Banco Central pospusiera los aumentos de tasas de interés, resultando en una política monetaria demasiado expansiva.

Entre abril y septiembre, la tasa de interés de la política monetaria se mantuvo congelada. En todos esos meses, la inflación núcleo anualizada superó a la meta de inflación.

¿Por qué, teniendo una inflación por encima del objetivo por 6 meses consecutivos, el BCRA no subió la tasa?

Las elecciones legislativas son la explicación más razonable que encuentro. Para asegurar la elección de Cambiemos, el BCRA mantuvo una política monetaria más expansiva de lo requerido, frustrando el cumplimiento del objetivo de inflación.

Motivo 3) El necesario ajuste de las tarifas de servicios públicos

El último factor que complica las metas de inflación es el marcado incremento de los precios regulados. Es que en este marco de buscada “desinflación”, el gobierno debe reconocer precios que están totalmente atrasados. La parcial liberación de precios regulados impulsa al alza (a corto plazo) los índices con los cuales medimos la inflación, llevándola por encima de lo buscado por el Banco Central.

En 2017,  los precios regulados de la economía argentina avanzaron 38,7%, mientras que la inflación núcleo, que excluye a éstos y a los precios estacionales, avanzó solamente 21,1%.

Producto del peso que cada rubro tiene en el índice general, se puede decir que de los 24,8 puntos que acumuló la inflación del año pasado, 9,1 se debieron al ajuste de tarifas.

Llevando este análisis al extremo, si los precios regulados no se hubiesen movido,  la inflación anual habría cerrado en 15,7%.

Obviamente, de ninguna manera este debe ser el camino a seguir. De hecho, cuantos más precios se liberen, mejor será a largo plazo, pero en el corto esto implicará un desafío mayor para bajar la inflación.

En conclusión, el último motivo por el cual la inflación no baja como se desea es que los tarifazos generan una dicotomía: o el Banco Central se pone mucho más agresivo en su política monetaria, o no se cumple la meta establecida. Claramente, en 2017 triunfó la segunda alternativa.

Mirando a 2018, vemos un sistema de metas de inflación que seguirá vigente (aunque con una meta más laxa –ya que pasó del 10% al 15%), nuevos ajustes en los precios regulados, y un escenario sin elecciones de ningún tipo.

En cualquier caso, la lección a aprender es que la política monetaria deberá ser todo lo contractiva que haga falta para cumplir los objetivos de este año. Esperemos que las autoridades estén a la altura.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Un pasito hacia el sinceramiento

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 29/12/17 en: https://alejandrotagliavini.com/2017/12/29/un-pasito-hacia-el-sinceramiento/

 

Dice la Escuela Austríaca de Economía, en mi opinión la más seria, que la inflación es la depreciación del signo monetario como consecuencia del exceso de emisión -de oferta- monetaria por sobre lo que demanda el mercado, en tiempo real. Esto del “tiempo real” es crucial y es lo que la diferencia de los neo keynesianos y la escuela clásica. Porque implica que, una vez producida la inflación, se disparan millones de decisiones -de millones de ciudadanos- imposibles de detener, para empezar, porque son imposibles de conocer.

O sea, una vez emitido el exceso, la inflación se instaló y, entonces, cualquier intervención de la autoridad monetaria solo puede agravar la situación, contra lo que opinan las otras escuelas. De aquí que las Lebac, al contrario de lo que dice el neo keynesianismo -lo mismo que la escuela clásica- hoy vigente, son inflacionarias porque las personas dejan de demandar dinero para invertirlo en estos papeles aumentando el spread con la emisión, en tiempo real.

Otra cosa es el IPC que popularmente se confunde con inflación y que no necesariamente coinciden: por razones estacionarias o circunstanciales algunos precios podrían aumentar provocando un aumento del IPC sin que esto fuera el resultado de la inflación. Por cierto, el cálculo del IPC es arbitrario según qué artículos se consideren y según quién y cómo se realice la encuesta.

Así las cosas, el gobierno anotó que las “metas de inflación” -la política anti inflacionaria del BCRA- perdieron credibilidad, como que es una teoría falaz, y no quiere correr el riesgo del estancamiento económico que conlleva la política “monetaria dura”. Más allá de demostrar que la independencia del BCRA siempre fue una falacia, y si bien están a años luz de una política sana, los nuevos anuncios acercan la cosa un pasito al bajar las tasas artificialmente fijadas por el BCRA, con fines “anti inflacionarios”, y que solo agravan la situación, amén de provocar un redireccionamiento artificial de capitales productivos hacia la bicicleta financiera.

Nadie tomaba como un número creíble el 10% más dos puntos de margen que el Banco Central había fijado como meta inflacionaria para 2018. De hecho, el Relevamiento de las Expectativas del Mercado (REM) que realiza el BCRA, pronosticaban una “inflación” del 16,6% para el 2018. Y, de hecho, esa cifra estaba en sintonía con la partida para los jubilados y pensionados que el propio Palacio de Hacienda suscribió en el proyecto de Presupuesto 2018. Por otra parte, las primeras paritarias que se van cerrando, en sectores como bancarios, apuntan al entorno del 20%.

Otro problema serio de la tasa artificialmente alta es que presiona el dólar hacia la baja. Al bajar las tasas, al contrario de lo que es creencia popular, un aumento del dólar podrá traer aumento de algunos precios -y quizás del IPC, según cómo se calcule- pero no de la inflación real que es solo exceso de oferta de pesos. Y estos precios que aumenten -mientras que todavía se están digiriendo las subas de gas, luz, combustibles y prepagas y el salto del 25% en el boleto que viene- pueden provocar un reacomodamiento en los hábitos de consumo, pero nada tienen que ver directamente con la inflación.

Probablemente, este sinceramiento del gobierno provoque una disminución en la inflación real desde que el gobierno se verá más presionado a desacelerar la brutal emisión monetaria que venía a un ritmo de más del 26% anual.

Sturzenegger no quiso dar mayores precisiones sobre qué ocurrirá con la tasa, pero el mercado financiero tuvo una reacción clara en el sentido de fuerte baja de la tasa de las Lebac en el mercado secundario que explicaron, en parte, el salto de 4,6% en pocas horas apenas conocidas las nuevas medidas.

Algunos, como Martín Redrado, creen que la modificación de la meta de inflación complicará a quienes tomaron un crédito hipotecario UVA, ya que encarecerá aún más la cuota vigente y aconsejó a los nuevos tomadores esperar hasta marzo o abril que es cuando la situación mejoraría. Lo que no está para nada claro.

Lo que sí queda claro es que la burbuja inmobiliaria que el gobierno creo -con la rentabilidad de los alquileres por debajo de cualquier inversión- se verá perjudicada porque es muy probable que los precios de venta de los inmuebles en moneda dura bajen. Y la construcción es hoy uno de los principales pilares del “crecimiento” económico, crecimiento que en apariencia podría verse perjudicado -según se mide el PIB- pero que en verdad mejorará… o caerá menos.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Argentina se recupera de su propia tragedia chavista

Por Iván Carrino. Publicado el 11/8/17 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2017/08/11/argentina-se-recupera-de-su-propia-tragedia-chavista/

 

En el año 2013, Argentina y Venezuela transitaban caminos similares. Mientras la región crecía al 3 % anual con una inflación de 4,5 %, las naciones comandadas por Nicolás Maduro y Cristina Fernández mostraban números mucho peores.

En Venezuela, la economía creció 1,3 % ese año, pero con una inflación de 56,2 % según el FMI. En Argentina, el crecimiento fue un tanto superior (2,4 %), mientras que la inflación estuvo un escalón por debajo, en el 28,3 % anual según datos privados.

Otra característica que hermanaba las economías de Argentina y Venezuela era el control de cambios. En ambos países el gobierno decretaba un tipo de cambio oficial al cual solo podía acceder un puñado de autorizados. El resto debía operar con el dólar del mercado paralelo.

En Argentina, la brecha promedio entre ambos tipos de cambio fue de 60 % ese año. En Venezuela, ya se había disparado al 456 %.

El intervencionismo, el discurso anticapitalista, la inflación, los controles de precios y los avances sobre la prensa y la justicia independiente fueron también características propias de Argentina y Venezuela.

Hoy el país caribeño se hunde en el desastre. La economía sufre hiperinflación e hiper-recesión. Solo un dato ilustra la debacle: en 2016 se fabricaron no más de 3.000 vehículos, mientras en 2007 la cifra alcanzó los 170.000. Es una caída de 98 % en diez años. El sistema político, además, mutó de una democracia populista a una dictadura socialista al estilo cubano.

Argentina, por el contrario, vive una realidad diferente. A pesar de la caída de la economía en 2016, hoy está en pleno proceso de recuperación. Si todo sale como indican las estimaciones privadas, la inflación será la más baja en siete años, mientras que el crecimiento será el más elevado en cinco años. En el plano político, la prensa trabaja libremente, la justicia no se encuentra amenazada y el gobierno de Macri tiende relaciones diplomáticas con el mundo civilizado.

¿Qué pasó con Argentina? Para resumir la respuesta: en las elecciones de 2015, el pueblo le dijo NO al modelo chavista.

 

Reformas urgentes

Tras haberse impedido el proyecto re-reeleccionista de Cristina Fernández de Kirchner, los argentinos asistieron a las urnas en octubre de 2015. Los candidatos de ese entonces ya prometían cambiar de rumbo. El debate, entonces, era si el cambio debía ser gradual o de shock, pero ya no se discutía que había que cambiar.

Finalmente, en la segunda vuelta electoral se impuso Mauricio Macri, el más “antikirchnerista” de los candidatos.

Rápidamente se tomaron algunas medidas que modificaron el ecosistema económico:

1) Se eliminó el control de cambios.

2) Se eliminaron la mayoría de los impuestos a la exportación.

3) Se liberalizaron parcialmente los precios de los servicios públicos como agua, luz y gas.

4) Se normalizaron los procesos para importar, haciéndoselos menos discrecionales.

5) Se implantó en el BCRA un sistema de “metas de inflación” para cuidar el valor del peso.

6) Se implantó un plan de “metas fiscales”, con la propuesta de reducir el déficit paulatinamente.

Las reformas urgentes implementadas por Macri dejaron al descubierto el delicado equilibrio de la economía argentina. Familias y empresas, al tener que pagar más por las tarifas energéticas, restringieron otros consumos. Algunos negocios, incluso, debieron cerrar sus puertas.

Al mismo tiempo, el sinceramiento mostró la verdadera inflación que se ocultaba detrás de los controles y se disparó al 41 % anual.

No obstante, otros indicadores mejoraron. De acuerdo con la Fundación Heritage, el país mejoró su “Libertad Económica” en 6,6 puntos. En dicha mejora destacan los rubros “derechos de propiedad”, “libertad financiera” y “libertad para la inversión”.

Por otro lado, de acuerdo con la Fundación Libertad y Progreso, luego de caer 94 posiciones en su Índice de Calidad Institucional entre 1996 y 2015, el país recuperó cuatro posiciones en 2016.

Menos chavismo, más inversión

Abortar el camino del socialismo venezolano e imponer ciertas reformas liberalizadoras mejoraron el clima de inversión local.

Eso se verifica en los números. De acuerdo con el Banco Central, la inversión extranjera directa creció 92,8 % en 2016; mientras que en los primeros seis meses de este año sigue avanzando a un ritmo del 12,4 %. Por otro lado, de acuerdo con el centro de estudios de Orlando Ferreres y Asociados, en julio “la inversión volvió a mostrar un resultado positivo en el sexto mes del año y acumula cuatro meses consecutivos de expansión”. En el año acumula un avance de 6,4 %.

La consecuencia más palpable es la recuperación económica que mencionábamos. De 15 sectores que componen el PBI, 11 están creciendo en términos interanuales, destacándose el sector agrícola, la construcción, y el transporte y las comunicaciones.

Seguro que Macri no es todo lo liberal que uno desearía. Seguro que todavía queda mucho por hacer para que el país abrace el crecimiento sostenible y vuelva a formar parte del club de los países ricos.

Sin embargo, una conclusión se hace más que evidente: socialismo es sinónimo de pobreza, y abortar el camino hacia él por lo menos ofrece la posibilidad de salir de la misma.

Los primeros “brotes verdes” de la economía argentina así lo prueban.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

El adiós a la heterodoxia inflacionista

Por Iván Carrino. Publicado el 26/9/16 en: http://www.ivancarrino.com/el-adios-a-la-heterodoxia-inflacionista/

 

Por años nos dijeron que la inflación era culpa de los empresarios. Hoy, con los mismos empresarios, la inflación está bajando. Es la política monetaria y el fin de la heterodoxia.

Los bancos centrales no son los mejores amigos de la gente común. Desde su aparición y proliferación a lo largo del globo, han sido los principales responsables de la destrucción de las monedas que emiten.

Es que los bancos centrales, por décadas, han sido los mejores amigos de los gobiernos. Y cuando un mejor amigo se queda sin plata, ahí está uno para prestarle. El problema, claro, es que cuando el único autorizado legalmente para emitir dinero, le “presta” al gobierno ese nuevo dinero, eso hace que su poder adquisitivo caiga. La inflación es lo que sigue, y luego la crisis y el empobrecimiento generalizado.

Esto sucedió en los Estados Unidos, nada menos que el país de referencia para muchos en materia de disciplina monetaria. Desde la creación de la Reserva Federal, el poder adquisitivo del dólar estadounidense se desplomó más de 90%. Por otro lado, el oro, que en 1915 estaba fijo en US$ 20 la onza, hoy cotiza cerca de los U$S 1.300.

Si miramos el “track record” de nuestra autoridad monetaria, la historia es mucho más lamentable. Cinco signos monetarios destruidos, dos hiperinflaciones, y numerosos controles del tipo de cambio que terminaron con estallidos y megadevaluaciones.

Como puede verse, lo que la historia tiene para ofrecernos es una relación directa entre la operación de los bancos centrales y la aparición de la inflación. Se desprende de esto la famosa frase de Milton Friedman, acerca de que la inflación es, en todo momento y en todo lugar, un fenómeno monetario. Y se desprende también que, si bien son los bancos emisores los responsables de la inflación, también son los únicos capaces de bajarla (a menos que decidamos cerrarlos).

Sin embargo, a pesar de esta numerosa evidencia empírica sustentada por siglos de teoría económica, en nuestro país muchos se resisten a entender.

Por los últimos doce años el país ha vivido un furioso proceso inflacionario, en donde el ritmo de aumento de precios pasó del 3,7% anual en 2003, al 38,5% en 2014. A fin de este año, probablemente también veamos una inflación cercana al 40%.

Por años, la explicación oficial pasó por dos vertientes muy claras. La primera, que “un poco de inflación es buena” y que si queremos crecer, tenemos que bancarnos hacerlo con precios que suben. Es la clásica explicación keynesiana de la demanda agregada. Si crece la demanda, crecerá la producción pero subirán los precios.

A la luz de los datos, esta teoría quedó obsoleta. De 2011 a 2015, los precios treparon 183%. Sin embargo, el PBI creció solo 0,3% anual, reduciéndose en términos per cápita.

La segunda explicación es que la inflación había que bajarla de manera “heterodoxa”, con políticas de ingresos y subsidios a la oferta. Es decir, con controles de precios, aumentos de salarios para incentivar el consumo, y créditos subsidiados para que las PYME produzcan más. Todas políticas contrarias al objetivo deseado, porque los controles de precios destruyen la producción, mientras que el crédito barato, al exigir subsidios que generan déficit, estimula la inflación.

La heterodoxia estaba tan orgullosa de su teoría que cuando el Banco Central de la República Argentina decidió emprender una política monetaria dura subiendo la tasa de interés y reduciendo la cantidad de dinero en circulación, se rió de él (véase aquí y aquí). Al mirar cómo los precios subían producto de la salida del cepo y el ajuste de tarifas (todo producto de la inflación reprimida por los controles); los heterodoxos afirmaron que la ortodoxia monetaria no había sido exitosa en detener la caída del poder de compra del peso.

Lamentablemente para ellos, está quedando claro que esto es falso. Si bien 2016 va a ser un año de un fuerte aumento en el IPC producto del acomodamiento de precios relativos; las proyecciones para 2017 muestran un contundente freno a la caída del poder adquisitivo. El gobierno prevé que los precios treparán 17% el año que viene, pero incluso errando por tres puntos el pronóstico (un dato más cercano a las proyecciones privadas), estaremos frente a la inflación más baja en 7 años.

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Recientemente en el BCRA disertaron los presidentes de los bancos centrales de Chile e Israel, dos países donde la inflación cayó desde niveles estratosféricos y hace al menos diez años que gozan de inflación baja. La receta no fue el control de precios, sino la más ortodoxa estrategia de las metas de inflación y el tipo de cambio flexible.

La inflación en Argentina está bajando. Y eso es gracias a la política monetaria. Si se consolida este camino, y no ingresamos en una nueva fiesta de endeudamiento para financiar el déficit, habrá dos motivos para festejar. El primero, es que las condiciones para el crecimiento económico crecerán considerablemente. La segunda, que será cada vez más difícil que regrese al poder la heterodoxia inflacionaria, que tanto daño le ha hecho al desarrollo económico y social de nuestro país.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

El mercado: mejor que el estado para cuidar al dólar

Por Iván Carrino. Publicado el 5/11/15 en: http://www.ivancarrino.com/el-mercado-mejor-que-el-estado-para-cuidar-al-dolar/

 

Noviembre marca el cumpleaños número 4 del cepo cambiario en Argentina. Si bien muchos consideran que la medida es necesaria para evitar una devaluación, lo cierto es que, a pesar del cepo, el peso es la moneda más devaluada de la región después del bolívar venezolano.

En momentos en que la denominada “campaña sucia” está en plena escalada, uno de los temas que más se debaten es el rol del cepo y el precio del dólar frente a la eventual liberación del mercado cambiario.

Poco tiempo atrás, el jefe de gabinete de la Provincia de Buenos Aires, Alberto Pérez, dijo que si se eliminaba el cepo, el dólar iba a costar $ 50. La Ministra de Economía de la Provincia, Silvina Batakis, también criticó la idea de tener un tipo de cambio librado a la oferta y la demanda del mercado. En una entrevista, sugirió que “todos los países administran sus reservas y el tipo de cambio”.

En la misma línea, el propio Daniel Scioli prometió que, si es presidente, “el tipo de cambio lo va a fijar el Banco Central en la flotación administrada” y que “nosotros no vamos a dejarlo librado al mercado”.

Queda claro que en el oficialismo existe temor a la liberación del precio del dólar. Es que, en su razonamiento, se asume que un dólar libre generaría una fuerte devaluación.

En un panfleto que circula por las redes sociales, se afirma muy claramente que “cuando al dólar se lo deja libre, lo regula el mercado y si lo regula el mercado lo regulan los ricos, y entonces suben los precios”.

A pesar de la queja oficialista y la campaña a favor del intervencionismo cambiario, lo cierto es que ninguna de estas afirmaciones tiene asidero.

De hecho, a pesar de haber pasado de un sistema de flotación administrada a uno de control de cambios, la moneda argentina es la que más se devaluó frente al dólar desde que Cristina Fernández de Kirchner asumió la presidencia en el año 2007.

Si se compara la evolución del tipo de cambio oficial desde diciembre de ese año hasta octubre de este, se observa que en nuestro país el dólar trepó un 200,7%, triplicando su valor inicial. Si bien en el mismo período, el valor de la moneda norteamericana también subió en otros países, lo cierto es que el aumento fue largamente menor. Solamente en Brasil el incremento para el mismo período superó el 100%.

Sin embargo, en Colombia el dólar escaló un 45,9%, en Chile un 37,2%, en Canadá un 30,4%, en la Eurozona un 29,8% y en Perú un magro 8,9%.

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La curiosidad de estos datos radica en que ninguno de los países analizados tiene una política de administración del tipo de cambio como afirma Batakis.

Tanto el Banco Central de Colombia, como el de Chile, Brasil, Perú, Canadá o la Eurozona, llevan a cabo una política de “metas de inflación”, mediante la cual lo que se administra es la cantidad de dinero en circulación, con el objetivo de mantener una inflación estable en el largo plazo. En todos estos casos, el tipo de cambio está liberado y el responsable de ponerle precio al dólar es el mercado.

Paradójicamente para el pensamiento del gobierno, sus monedas se devalúan mucho menos que la nuestra.

En otro orden de cosas, se afirma también que un dólar libre generaría más inflación. No obstante, esta idea también es falsa. En Argentina, a pesar de la política de deliberado control del precio de billete verde, los precios aumentaron desde diciembre de 2007 a septiembre de este año un 468,1%. Por el contrario, en Europa treparon un 11,2%, en Perú 28,9%, en Chile 29,2%, en Colombia 33,3% y en Brasil 60,0% en el mismo período.

A la luz de esta realidad, dos cosas quedan claras. En primer lugar, que el argumento del candidato oficialista tiene pies de barro y solo busca infundir temor en la sociedad. En segundo, que si el gobierno no se empecina en destruir el valor de la moneda local con una política de emisión monetaria descontrolada, el mercado es el mejor mecanismo para controlar el dólar y evitar fuertes devaluaciones.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.