Todo lo que tiene para ofrecer el populismo K es poder comprar un par de zapatos en 12 cuotas

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 3/8/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/08/03/todo-lo-que-tiene-para-ofrecer-el-populismo-k-es-poder-comprar-un-par-de-zapatos-en-12-cuotas/

Mientras otra cadena de electrodomésticos se presentaba en convocatoria de acreedores, el presidente Alberto Fernández anunciaba, con bombos y platillos, el relanzamiento de Ahora 12 pero con la posibilidad de financiar compras hasta en 30 meses

Al encabezar en forma virtual un acto para anunciar la ampliación del programa “Ahora 12”, el presidente Alberto Fernández dijo que su administración tiene un “plan de salida” para la crisis

¿Qué se puede comprar ahora 12 en cuotas? Por ejemplo, un par de zapatos. El anuncio luce bastante patético porque en los países normales la gente paga al contado los zapatos y en cuotas su vivienda. En el populismo argentino ocurre al revés.

Explico lo ridículo de la situación. El salario promedio que informa el Ministerio de Trabajo para el asalariado registrado estable está en $86.000 mensuales. Si esa persona quiere comprarse un departamento de 50 metros cuadrados en una zona económica como Villa Lugano, ¿cuántos años tendría que ahorrar para poder comprar al contado un departamento, dado que el crédito hipotecario en Argentina es prohibitivo?

Por empezar hay que utilizar el tipo de cambio libre o financiero para poder hacer la cuenta porque el vendedor quiere dólares. En Argentina las propiedades se cotizan en dólares y se hacen las operaciones con los billetes a la vista, independientemente si hay cepo, control de cambios u otras restricciones.

En el caso aludido, un departamento en Villa Lugano de 50 metros cuesta US$ 70.000 tomando un precio por metro cuadrado de USD 1.400. Ahora bien, el trabajador que gana $86.000 por mes, al tipo de cambio del mercado blue, equivale a unos USD 570 mensuales.

Si se supone que ese trabajador consume muy poco y vive con el 50% de sus ingresos, podría ahorrar USD 285 mensuales. Es decir, que para poder comprarse al contado el departamento de 50 metros cuadrados en Villa Lugano tiene que ahorrar 20 años, sin contar el costo de la escribanía, la inmobiliaria y los impuestos para el registro que representa entre 5% y 6%, equivalente a otros 14 meses más de ahorro.

Obviamente, dichos 20 años surgen de suponer que no hay inflación en dólares durante ese período y el salario equivalente en dólares al cambio libre se mantiene constante.

El Gobierno le ofrece a los trabajadores como consuelo poder comprarse un par de zapatos en 12 cuotas, como si con eso le estuviera dando la gran oportunidad de progreso de su vida

De más está decir que un joven que entra al mercado laboral, si tiene la suerte de conseguir trabajo con ese sueldo mensual inicial, tiene que esperar 20 años para poder comprarse su propiedad, y mientras tanto vivir en la casa de sus padres, para no pagar alquiler.

Como el tiempo de espera es muy largo, el Gobierno le ofrece como consuelo comprarse un par de zapatos en 12 cuotas y otros productos a pagar en 30 meses, como si con eso le estuviera dando la gran oportunidad de progreso de su vida.

Mercado de capitales devaluado

¿Por qué ocurre esta locura? Porque el populismo siempre vio al mercado de capitales como el enemigo que especula y no produce, cuando no es otra cosa que el lugar en el cual los que generan ahorro lo ofrecen a quienes demandan crédito para consumir o invertir, a través de un intermediario idóneo registrado.

Una gran oportunidad para que los jóvenes actuales pudieran comprarse una vivienda a créditos pagables hubiese existido si el kirchnerismo no hubiera confiscado los ahorros de los trabajadores que voluntariamente habían optado por las AFJP.

Actualmente, las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones) en Chile administran USD 200.000 millones de ahorro de largo plazo que pueden prestarlo a los que quieren comprarse un departamento o una casa.

Para tener una idea de qué representa ese monto, el total de depósitos del sector privado en el sistema financiero argentino suma apenas el equivalente a unos USD 41.000 millones, es decir que en Chile las AFJP administran ahorros para prestar que son 5 veces más grandes.

Y cabe nota, que la mitad de esos depósitos son colocaciones a la vista para transacciones corrientes. De ahí que si se hace una comparación homogénea, surge que Chile tiene 10 veces más ahorro de largo plazo que los depósitos a plazo fijo del sistema financiero argentino.

Cuando en 2008 el kirchnerismo se apropió con los ahorros de la gente en nombre de la solidaridad social, destruyó el ahorro de largo plazo que se estaba formando. Se lo apropió y lo utilizó para financiar políticas populistas de gasto público, que no detuvieron el aumento de la deuda de la Administración Central. Por lo tanto, si hoy los jóvenes no pueden acceder a una vivienda es culpa de ese populismo impulsado por el kirchnerismo.

La administración pública financia el déficit fiscal con aumento de la deuda de la Administración Central (Secretaría de FInanzas)

La administración pública financia el déficit fiscal con aumento de la deuda de la Administración Central (Secretaría de FInanzas)

Agrego a esa locura la pesificación previa de los depósitos en 2002 que dispuso el mini gobierno de Eduardo Duhalde, la ausencia de moneda y la persecución del Estado a todo aquel que ahorra, haciéndole pagar el denominado Impuesto a la Riqueza, más todos los gravámenes que se cobran sobre las cuentas bancarias

De ahí que hoy en la Argentina los depósitos privados en el sistema financiero representan apenas 16% del PBI, muy por debajo del 54% a 55% del PBI que significan en Brasil o Chile.

Además, es imposible que mejoren los ingresos reales si no se promueve la inversión bruta interna fija, que cayó a niveles muy bajos.

Como puede verse en el gráfico, en pesos constantes de 2004 la inversión fija no creció entre 2010 y 2016, y se encuentra en caída sostenida desde 2019. Esa es una de las causas por la que no se genera trabajo y se mantiene mal remunerado.

El populismo, combatiendo al capital, destruyendo la moneda y el mercado de capitales, ha conseguido que los argentinos terminemos financiando el crecimiento y la inversión de los países desarrollados porque, quien puede, fuga sus capitales en busca de seguridad jurídica.

Para paliar ese cuadro los populistas originarios buscan conformar a la gente con la posibilidad de poder comprar un par de zapatos en 12 cuotas gracias al Ahora 12. Esto es todo lo que tiene para ofrecer, no mucho más.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky

Sobre pobres, zapatillas e inflación

Por Mauricio Alejandro Vázquez. Publicado el 25/2/21 en: https://www.dataclave.com.ar/opinion/sobre-pobres–zapatillas-e-inflacion_a6035a78f0a4d5c043cff5be0

En Argentina solemos usar las palabras hasta que estas pierden sentido. Invitación a considerar cuánto ha influido la destrucción sistemática de nuestra moneda en las conductas cortoplacistas que muchas veces se observan entre quienes menos tienen.

“Lo que sucede es que no tienen puesta la camiseta de la empresa”

Todo consultor que se precie de tal, alguna vez escuchó esta frase proveniente de la boca de algún empresario frustrado por la performance de sus equipos. Quienes muchas veces han fundado prósperas empresas o incluso holdings enteros en base a su esfuerzo y de dedicación personal; en base a horas y horas de trabajo mentado, toma de riesgos y el sacrificio de gustos y placeres, suelen darse de bruces con el hecho de que sus empleados luego, aun cuando en su percepción reciben retribuciones más que justas, “no dejen todo” en la empresa.

El buen consultor, por lo general, permite que un tramo de esas primeras conversaciones de diagnóstico transcurra en este tipo de catarsis liberadora, y luego con sumo cuidado, comienza la penosa tarea de explicarle al empresario que el mundo no funciona así. Ahí es cuando surge la palabra “incentivos”. Vocablo de difícil definición dentro del ámbito de la consultoría, pero que abarca todo aquello que debe estar alineado para que, más allá del voluntarismo, “los viernes de medialunas”, las arengas y “las camisetas de la empresa”, el personal de los diferentes sectores aplique todo su conocimiento y esfuerzo al crecimiento de sí mismos (sí, de sí mismos) y, si todo está bien alineado, también entonces al de la empresa. 

Suele ser este un momento clave en la relación del consultor y su contratante: o este último logra convencerse de la necesidad de ver la gestión de sus recursos humanos desde otro ángulo menos idílico o, como sucede muchas veces, el consultor sale expulsado de la empresa con alguna excusa que oculta el hecho de que el empresario se sintió ofendido por la idea de que “su familia” de empleados (de esta visión surge muchas veces el problema), necesite incentivos para hacer crecer la empresa que no es otra cosa (al menos en su enfoque) que su “segundo hogar”.

La frase sobre los empleados y el “no ponerse la camiseta” es un cliché típico que suele escucharse en ese momento clave en el que las empresas (lo sepan o no) intentan atravesar la transición entre empresa familiar a institucional. Sin embargo, fuera del ámbito privado, también existen otros cliches que se esconden detrás de visiones desinformadas o idílicas y que poco hacen por favorecer la solución a los problemas. En este sentido, y ya en el ámbito de lo social o lo público, muchas veces escuchamos la expresión “los pobres van y se compran zapatillas antes de pensar en el techo que les llueve”. Con variantes, esta expresión se repite muchas veces entre quienes ven ciertos comportamientos como el resultado de una mera falta de voluntad o, incluso (y sobre esto regresaré al final), como una carencia de cultura o valores.

En Argentina solemos usar las palabras hasta que estas pierden sentido. Llevamos décadas y décadas absolutamente conscientes de que tenemos problemas graves a nivel institucional, pero en la práctica, poco hemos hecho para solucionarlos. Sí, hemos conquistado la permanencia de un sistema (casi) republicano desde 1983, pero dentro de éste aún hay mucho por fortalecer, transparentar y modernizar, para que realmente la cuestión institucional transite el mismo sendero que el de los países desarrollados o de los que realmente y más allá del marketing político, se encuentran en vías de desarrollo.

Las instituciones son, si quisiéramos plasmar en este instante una definición sencilla, una serie de normas y reglas conocidas por todos los participantes de ésta, que permiten regular nuestra conducta y hacerla previsible tanto para nosotros como para los demás. La previsibilidad luego, entre otras cosas, facilita la coordinación entre las partes, la resolución de conflictos y, por ende, la cooperación. 

Bien es cierto que esto que parece tan sencillo de decir y comprender, no suele ser tan fácil de conquistar y consolidar. Y menos sencillo es aún aceptar que las instituciones no son solo las políticas (lo primero que pensamos cuando viene la palabra a nuestra mente) sino también las económicas. Permítame el lector decir en este punto entonces, que pocas instituciones resultan más importantes para el desarrollo próspero y pacífico de una sociedad que su moneda. Sí, la moneda, justamente eso que los argentinos destruimos sistemáticamente desde hace casi ochenta años. 

La invitación de esta nota es a considerar cuánto ha influido la destrucción sistemática de nuestra moneda en las conductas cortoplacistas que muchas veces se observan entre quienes menos tienen, y también por qué no, incluso, entre otros segmentos de la pirámide social en la que vivimos. A una moneda que cada día pierde valor, y por tanto es carente de una de sus funciones principales (permitir el ahorro), sumemos un mercado de capitales ridículo en el que el acceso al crédito sano se ha vuelto prácticamente una quimera.

Agreguemos luego, las restricciones sistemáticas a la adquisición de moneda extranjera, refugio de valor alternativo que durante décadas los argentinos han utilizado para evadir, justamente, esa destrucción de la moneda, llevada adelante por los gobiernos. Completemos la ecuación, con la falta de educación financiera de la que adolece todo nuestro sistema educativo, la cínica propaganda que hace de quien compra dólares una especie de traidor a la patria y todo el condimento de cientos de regulaciones, privilegios y rentas que favorecen solo a un pequeño segmento de la sociedad; segmento que suele ser más cercano a la política, los sindicatos y los así llamados hoy «movimientos sociales», que a la actividad privada, verdadera generadora de empleo genuino. 

¿Qué se obtiene con todo esto? Una matriz de incentivos tal en la que es mucho más sensato intentar satisfacer necesidades, gustos o placeres de corto plazo, como un buen par de zapatillas, que intentar inútilmente capitalizarse a futuro, adquirir un techo o “pensar como pensaban nuestros abuelos”, otro cliché nostálgico que oculta más de lo que explica.

Los incentivos favorecen las conductas, las conductas repetidas en el tiempo forman la cultura, la cultura determina el destino de los hombres y de las naciones. Quizá sea este un buen momento (a decir verdad, no se me ocurre otro mejor), para dejar de lado las explicaciones idílicas de por qué nos sucede lo que nos sucede y empezar a trabajar en la consolidación de instituciones que se encuentren realmente alineadas con un futuro sin pobreza, sin violencia y pleno de prosperidad. 

Mauricio Alejandro Vázquez es Título de Honor en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, Magister en Ciencias del Estado por la Universidad del CEMA, Magister en Políticas Publicas por la Universidad Torcuato Di Tella y coach certificado por la International Coach Federation. Ha trabajado en la transformación de organismos públicos y empresas. Actualmente es docente de Teoría Política, Ética, Comunicación, Metodología y administración en UADE y de Políticas Públicas en Maestría de ESEADE. También es conferencista y columnista en medios como Ámbito Financiero, Infoabe, La Prensa, entre otros. Síguelo en @triunfalibertad

El recorte del gasto no es una condición necesaria ni suficiente

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 23/7/19 en:  https://www.ambito.com/el-recorte-del-gasto-no-es-una-condicion-necesaria-ni-suficiente-n5044236

 

El establishment conservador -que todo cambia para que siga igual- insiste en que es imprescindible recortar el gasto estatal para que la economía crezca. En rigor, buscan que el Estado pueda seguir con su característica ineficiencia, que lo lleva a ser deficitario, y lo resuelven de modo fácil: recortar gastos, sobre todo sueldos, en lugar de convertirlo en menos ineficiente.

Para el crecimiento del mercado el recorte del gasto estatal no es condición suficiente. De hecho, el primario real cae hace casi 20 meses y, como porcentaje del PBI, va camino de ser el más bajo en diez años. Pero esta caída queda ensombrecida por el aumento de los pagos por la deuda. Y la economía no para de caer.

En el primer semestre de 2019, el resultado primario fue superavitario en 0,15% del PBI. Ingresaron $30.221 M más que los gastados. Pero el pago de intereses creció 118,4% i.a., pasó de 1% a 1,5% del PBI. Así, el resultado primario más financiero fue deficitario en 1,3% del PBI.

Recortar el gasto puede ser contraproducente, caería el consumo y provocaría manifestaciones en contra sobre todo si se basa en la reducción de personal estatal y/o sueldos. En cambio, los gastos podrían solventarse con la venta de las innumerables propiedades estatales como que el superávit primario de junio se debe, en buena parte, a la venta de dos centrales térmicas y una concesión por un total de $44.596 M.

Tampoco es condición necesaria. Lo que debe hacerse es desregular -“desencorsetar”- la economía para que se expanda y vender los innecesarios bienes estatales. Al crecer la economía y disminuir la plantilla estatal por los empleados “privatizados”, se licuará sin traumas el gasto. En particular, deben desregularse las leyes laborales de modo que el mercado absorba los desempleados por Estado.

El principio filosófico es que la violencia destruye, entonces, lo malo del Estado no es que gaste o “invierta”, sino que utilice su monopolio de la violencia -su poder de policía- para recaudar como cuando cobra impuestos que nadie pagaría voluntariamente. Así, cuando el Gobierno dice que los ingresos crecen por encima de los gastos habrá que ver si son voluntarios -como cuando un privado paga por propiedades estatales que desea- o son coaccionados como los impuestos, la inflación -el exceso de moneda de curso forzoso- o las tasas impuestas por el BCRA.

Aun suponiendo que la presión impositiva disminuye, hay que ver si lo hace respecto al PBI privado, que cae, y hay que sumar la inflación y la tasa de interés, que no bajan y, por tanto, no es creíble una reactivación de la economía por mucho gasto que recorten.

En el año, la economía acumula una baja de 4,6% pero, según O. Ferreres, en junio empezó a dar la vuelta y habría crecido entre 2% y 3% i.a. Para los próximos meses se esperan también números positivos, y el año cerraría con una caída del PBI de “solo” 1,4%.

Aun cuando la cosecha de la campaña 2018/19 alcanzará el récord de 147 M de toneladas, según Agroindustria, y junto a la energía motorizan las exportaciones -crecieron 16% en junio- no compensan la retracción del mercado interno. La industria cae 9,8% i.a. en los primeros cinco meses y no reacciona, desde 2016 hasta fines de 2019 los salarios reales habrán caído 14,3%, el desempleo alcanza el 10,1%, y sube, la pobreza, según la UCA, roza el 35% y va por más.

Con las tasas que fuerza el BCRA, y el dólar artificialmente planchado, la inversión no existe, los ahorros son para la “bicicleta” y el mercado de capitales languidece. Según el IAMC, en el primer trimestre de 2019, el financiamiento a empresas en el mercado de capitales alcanzó u$s820 M, una caída de 72% i.a. Según datos del BM, en 2017, la ratio capitalización bursátil/PBI en Argentina era de 17%, Brasil 46,3%, Chile 106,4%, Francia 106% y EE.UU. 165%.

Tampoco es creíble que la inflación comienza a bajar sustancialmente, a pesar del 2,7% medido en junio y que para julio los analistas calculan entre el 2% y el 2,5%. Y el BCRA anunció que la tasa no bajará de 58% hasta tanto se conozca el próximo dato de inflación, el 15 de agosto y, aunque lo disimule, da señales de que la cosa no va bien. Decidió que la evaluación del cumplimiento de la meta de base monetaria se realizara bimestralmente -en julio/agosto- porque preveía que no se cumpliría en julio, aunque asegura que el promedio se mantendrá en $1.343 M.

Para el BCRA, “los bancos están integrando encajes durante el mes de julio por un monto mayor al requerido para el bimestre, esperándose una integración menor en agosto”. Con más demanda de dinero este mes, que lograba que las licitaciones de Leliq resultaran expansivas, y emisión de pesos para cambiar dólares del Tesoro, el promedio de base monetaria se alejaba de la meta en julio. El BCRA decidió, además, elevar en 3 puntos porcentuales la fracción de los encajes, por los depósitos a plazo fijo, que las entidades están habilitadas a integrar con Leliq (remuneradas).

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini 

Los jóvenes y el acceso a la vivienda

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 18/11/16 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2016/11/18/los-jovenes-y-el-acceso-a-la-vivienda/

 

Una de las grandes angustias que tienen los jóvenes hoy en día es el de la vivienda

Una de las grandes angustias que tienen los jóvenes hoy en día es el de la vivienda. Salvo que tengan padres con plata que les regalen un departamento, ven imposible llegar a tener un dos ambientes. Es más, ni siquiera pueden mantenerse alquilando un departamento de un ambiente. Buena parte de sus sueldos se van en el alquiler y las expensas, con lo cual suelen compartir con un amigo o amiga la vivienda si quieren irse de la casa de los padres en busca de la independencia que busca toda persona joven. Pero saben que no tienen posibilidades de ahorrar para dar un anticipo y mucho menos acceder a un crédito hipotecario que puedan pagar, salvo, claro está, en casos muy especiales y contados con los dedos de una mano. La realidad es que ya no hay créditos hipotecarios a tasas pagables  y menos en volumen importante.

Incluso para poder alquilar, los jóvenes tienen que juntar, como mínimo, unos $ 24.000 para pagar un mes de comisión a la inmobiliaria, el mes adelantado y un mes de depósito, si el alquiler es de $ 8.000 mensuales. Primero tienen que ahorrar esa cifra, luego sobreviven alquilando sin tener capacidad de ahorro y no ven un futuro en el cual puedan llegar a tener su propio departamento. Francamente desilusionante.

Si bien hay más motivos para que los jóvenes tenga esta angustia, el punto número uno es que Argentina es cada vez más pobre por las políticas progresistas y populistas que aplica desde hace décadas. En nombre de la “solidaridad” social van espantando las inversiones, la carga tributaria para sostener a un estado sobredimensionado destruye riqueza y la pobreza se va extendiendo a una clase media que en otras épocas fue pujante. El progresismo y el populismo han logrado igualar el ingreso hacia abajo. No sacan a los pobres de la pobreza, sino que aumentan el stock de pobres y con eso están felices porque logran la tan ansiada “igualdad”. Todos pobres, salvo los jerarcas políticos que siguen siendo una casta privilegiada.

El segundo punto es que el progresismo y el populismo, con sus confiscaciones, directas e impositivas, han destruido el mercado de capitales. Hicieron de la Argentina un infierno fiscal y por eso muchos ahorros se fugaron a paraísos fiscales. Los progres, populistas y políticamente correctos dirán que eso fue evasión impositiva, la ciencia económica y la historia económica dirán que eso fue defensa del contribuyente ante el robo legalizado del estado. De todas maneras, como quiera que sea, el ahorro se fugó y eso destruyó el mercado de capitales.

Se preguntarán la gente y los jóvenes que no tienen vivienda: ¿y a mí que me importa que se destruya el mercado de capitales? ¿Para qué me sirve? La respuesta es muy sencilla.

Los bancos otorgan créditos hipotecarios a 20 años, pero esos fondos que utilizan para otorgar los créditos provienen de depósitos a un plazo de nomás de 90 días. Es decir, por un lado tiene un activo a cobrar un activo a 20 años y por el otro tiene un pasivo que le vence cada 90 días.

El riesgo que corren los bancos es que, ante un momento de incertidumbre económica, la gente se presente en la ventanilla a retirar sus depósitos. Como tiene créditos a cobrar a 20 años tendría que decirle a la gente que espere 20 años para cobrar hasta tanto el banco cobre los créditos otorgados. Esto es lo que se conoce como descalce de plazos. Tengo una activo a cobrar un el muy largo plazo y un pasivo a cobrar dentro de 90 días.

¿Cómo puede solucionarse este problema de plazos? Teniendo un mercado de capitales. Lo que pueden hacer los bancos es vender el crédito hipotecario a cobrar a una compañía se seguro o a una Administrador de Fondos de Pensión que reciben fondos que son ahorros de largo plazo. Los bancos recurren al mercado de capitales que tienen ahorros de largo plazo para vender sus créditos a cobrar a una determinada tasa de interés. De esta forma recuperan liquidez y pueden afrontar sus pagos en ventanilla de sus depositantes en caso de que presenten. Obviamente que la tasa de interés que le cobren a los bancos por comprarle las carteras de crédito dependerá de muchos factores, entre otros de la tasa de inflación esperada, de la tasa de devaluación que podría ocurrir, del riesgo de confiscación que puede ofrecer el gobierno, etc. Pero lo principal es que para hacer algún cálculo de largo plazo de qué tasa de interés tienen que cobrar por los créditos que se compran, es que debe haber una moneda que sirva como reserva de valor y tiene que haber seguridad jurídica. Es decir, el estado no debe confiscar los activos financieros.

En Argentina no hay moneda porque el peso no cumple con el requisito de ser reserva de valor y, encima, los diferentes gobiernos han destruido el mercado de capitales con confiscaciones como el plan Bonex, nuestros ahorros en las AFJP, el corralito, el corralón, la pesificación asimétrica y tantas locuras que se cometieron en nombre de la justicia social.

Como ahorrar en Argentina es riesgoso, no hay mercado de capitales,  ergo los bancos no pueden descargar sus carteras de créditos en el mercado y el resultado final es que no hay créditos hipotecarios en volumen.

Al no haber créditos hipotecarios, lo único que le queda a la gente es alquilar. El peso de la demanda cae sobre las propiedades para alquilar. Pero encima, dada la incertidumbre económica, en los últimos años, la construcción de departamentos se volcó a segmentos de ingresos altos dado que la gente ahorraba en forma de ladrillos. No se construyó para un sector de ingresos medios o medios bajos porque no había crédito para que pudieran comprar. De manera que lo que hay es un stock determinado de departamentos para alquilar para un determinado sector de la sociedad que al tener una mayor demanda aumenta los precios. Si a eso se le agrega lo cara que son las expensas por los “beneficios” demagógicos que el kirchnerismo le dio al sindicato de porteros, el costo de las expensas crece, el monto del alquiler tiene que dejarle alguna rentabilidad al dueño de la propiedad y el resultado final es que se hace combo impagable para los jóvenes que ganan poco porque hay poco trabajo dada la escasa inversión.

En síntesis, esa angustia que vive la gente joven de no poder comprar su departamento o alquilar se debe a la destrucción monetaria, a la destrucción del mercado de capitales y a la fuerte tendencia confiscatoria de ahorros de los gobiernos.

El populismo progresista, que tanto dice preocuparse por los pobres, ha producido una gran desilusión en la gente joven, solo unos pocos que consiguieron créditos a tasas blandas pero que no abundan en el mercado han logrado comprarse alguna propiedad. El resto, la inmensa mayoría, fue víctima del populismo progresista, que como de costumbre, declama ayudar a los pobres y terminan hundiéndolos en la pobreza y la desesperanza más absoluta.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

No es Griesa, es el gasto público

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 29/7/14 en: http://www.lanacion.com.ar/1713857-no-es-griesa-es-el-gasto-publico

 

Si finalmente el país ingresa en un default, no será justamente un hecho inédito para la economía argentina. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta la fecha el país estuvo en cesación de pago más del 50% del tiempo en cuatro períodos diferentes. Pero, al mismo tiempo, desde que fue creado el Banco Central (BCRA) en 1935, la Argentina destruyó cinco signos monetarios. El peso moneda nacional, el peso ley 18.188, el peso argentino, el austral y éste que está agonizando.

La pregunta es: ¿por qué tantos defaults y destrucciones monetarias? La respuesta es muy sencilla, el gasto público no ha parado de crecer durante todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI, y por eso el incremento de la presión impositiva hasta niveles confiscatorios ha sido insuficiente para financiar el gasto público. Dicho de otra manera, el populismo imperante en la Argentina desde hace décadas ha disparado constantemente el gasto público hasta niveles en que el déficit fiscal requería de endeudamiento público externo (por eso la deuda pública y los continuos defaults) para financiar el desequilibrio de las cuentas públicas. ¿Y por qué deuda en moneda extranjera? Porque las diferentes monedas que tuvimos nunca lo fueron en el estricto sentido de la palabra ya que no fueron reserva de valor. La inflación las asemeja a barras de hielo que se derriten. Pero, lo más importante, los persistentes ataques a la propiedad privada, fundamentalmente vía el sistema impositivo, hicieron que el ahorro de los argentinos se fugara al exterior en busca de seguridad jurídica, por lo que el mercado de capitales interno siempre fue muy reducido.

Un país como la Argentina, sometida a décadas de populismo, ha generado escasa riqueza, es decir ingreso

Hay poca oferta de ahorro interno porque la gente que lo hace opta por realizarlo en el exterior en la búsqueda de seguridad jurídica. Recordemos que el ahorro es la contrapartida del crédito: sin aquel, que es ingreso no consumido, no hay crédito. De manera que, un país como la Argentina, sometida a décadas de populismo, ha generado escasa riqueza, es decir ingreso. Como éste es reducido, el ahorro también y, encima el escaso ahorro que se genera se fuga al exterior. Por lo tanto, la oferta de ahorro interno es tan reducida que si el Estado entra al mercado a tomar crédito para financiar el gasto público, desplaza rápidamente al sector privado, eleva la tasa de interés y genera recesión. Un ejemplo sencillo nos puede dar una idea de lo mínimo que es el mercado de capitales doméstico. Mucho se habla de Vaca Muerta. El tiempo dirá si es tan importante como se dice o se limita a ser otra fantasía más de las que inventamos los argentinos. Lo cierto es que más allá del verdadero potencial del yacimiento, nadie piensa que las inversiones necesarias para explotarlo puedan llevarse a cabo con ahorro del mercado local. Todos piensan en inversores de afuera del país que tienen fácil acceso al mercado de capitales externo. Bien, si el ahorro interno no alcanza para financiar las inversiones en Vaca Muerta, mucho menos para financiar el gigantesco déficit fiscal en el que solemos incurrir en cada una de las fiestas populistas que llevan el gasto público hasta niveles exorbitantes.

No es casualidad, entonces, que los argentinos vivamos destruyendo nuestros signos monetarios y cayendo en default. Es el alto nivel de gasto público el que requiere de financiamiento extra, emisión monetaria y endeudamiento externo, hasta llegar a un punto en que la inflación se dispara destruyendo por completo la moneda y la deuda es impagable.

Nuestro problema no es el juez Thomas Griesa , ni la cláusula RUFO, ni el stay, ni los holdoutsNuestro problema es el gasto público que requiere de niveles de financiamiento que, llegado un punto, nos lleva al default y a la inflación, megainflación e hiperinflación, porque en esa materia también probamos todo.

Es el alto nivel de gasto público el que requiere de financiamiento extra, emisión monetaria y endeudamiento externo, hasta llegar a un punto en que la inflación se dispara destruyendo por completo la moneda y la deuda es impagable

Obviamente, el gasto crece porque buena parte de la dirigencia política nos ha vendido que ellos tienen el monopolio de la bondad y la solidaridad, así que hay que subir el gasto para redistribuir, hacer planes que ellos llaman sociales y a contratar legiones de burócratas que no hacen nada productivo. Más bien se dedican a entorpecer a quienes producen. Entre los empleados públicos a nivel nacional, provincial y municipal y los que viven de los llamados «planes sociales» son cada vez más los que consumen sin producir y cada vez menos los que producen para sostener el aparato estatal.

Quien haya leído la Rebelión de Atlas, de Ayn Rand, puede llegar a pensar si ese libro no fue escrito para la Argentina actual, porque como ocurre en él, finalmente la gente productiva se cansa de ser explotada por los burócratas y dejan de producir o busca otros países para hacerlo.

Nuestro problema es que tenemos un Estado que no solo gasta fortunas y en forma ineficiente, sino que, además, se encarga de complicarle la vida a los que producen y pagan impuestos, con lo cual, el gasto público termina siendo no financiable y cada tanto hacemos alguna llamarada inflacionaria para bajarlo en términos reales y/o «defaulteamos» la deuda. En realidad nos encanta hacer una combinación de ambas.

Ya estamos en niveles de presión impositiva brutales. No hay ahorro interno que pueda financiar este nivel de gasto. Cada vez es más difícil cobrarle a la gente el impuesto inflacionario y no tenemos acceso al mercado de crédito externo. Todo esto quiere decir que con Griesa o sin él, con RUFO o sin esta cláusula, el nivel de gasto público llegó a un punto en que ya no puede financiarse y estas reglas de juego son insostenibles.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

¿Alguien embargaría un evita?

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 13/7/14 en: 

 

La semana pasada el Senado le dio media sanción a una ley por la cual se establece que las reservas son inmunes de ejecuciones o de embargos judiciales de tribunales locales.

Realmente este proyecto de ley luce casi irónico al ver como el tesoro vacía al BCRA de reservas y lo llena de papeles sin ningún valor de mercado.

Al 30 de junio las reservas del BCRA representaban solo el 20% del total del activo, el resto son papeles sin valor que el tesoro le entrego al Central. Por ejemplo, el balance del Central en pesos muestra que dicha entidad tiene reservas por $ 177.821 millones, mientras que en su activo contabiliza Letras Intransferibles del Tesoro, con vencimientos entre el 2016 y 2022, por $ 348.950 millones. Es decir, las letras representan el 51% de activos tóxicos.

Pero sumemos los adelantos transitorios que son un paga Dios que le entrega el tesoro al BCRA a cambio de la emisión monetaria que hace esa institución para cubrir el déficit fiscal. Al 30 de junio los adelantos transitorios sumaban $ 196.350 millones contra los $ 177.821 millones de reservas.

Cuando uno ve estos dos datos, no puede dejar de sonreír al ver que el Congreso sanciona una ley para proteger las reservas del Central. ¿Proteger contra quién? En todo caso la ley debería proteger las reservas contra el destrozo patrimonial que el tesoro está haciendo del BCRA. La sonrisa surge porque parece realmente de locos: ¡mientras el tesoro vacía al Central de reservas y lo llena de papeles sin valor, el Congreso sanciona una ley para proteger las reservas que el tesoro está dilapidando! No son los holdouts los que están vaciando de reservas al BCRA, sino que es el gobierno el que está vaciando de reservas al Central. La ley debería proteger al Central del tesoro,  no de los holdouts u otros particulares.

En rigor, cuando uno ve la historia del BCRA, creado en 1935, no puede menos que preguntarse: ¿para qué sirve el BCRA? Lejos de defender el valor la moneda local, se ha encargado de destruir un signo monetario atrás de otro. En 79 años de existencia destruyó 5 signos monetarios, aun promedio de uno 16 años de vida por moneda. El peso moneda nacional, el peso ley 18.188, el peso argentino, el austral y este que está en terapia intensiva.

Veamos, la moneda no es un invento de los gobiernos, sino un descubrimiento de la gente, es decir, del mercado. La gente descubrió que ciertas mercaderías eran aceptadas ampliamente como medio de intercambio, lo cual facilitaba las transacciones comerciales. Como economista no tengo que darle clases de economía al panadero a cambio de su pan, sino que le doy clases de economía al que quiere contratar mis servicios y con el dinero que me paga le compro el pan al panadero. La moneda acelera o facilita las transacciones. La moneda es como una autopista que agiliza el flujo de tránsito. Lo que hace la moneda es facilitar el intercambio indirecto y a división del trabajo aumentando la productividad de la economía y el bienestar de la población. Claro que para eso tiene que cumplir con dos requisitos: a) ser ampliamente aceptada como medio de intercambio y b) servir como reserva de valor.

El peso que emite el BCRA solo lo aceptamos para transacciones de corto plazo. Son como una especie de vales para hacer intercambios en el almacén de ramos generales, pero lejos están de ser reserva de valor. Más bien son como barras de hielo que se derriten a pleno solo con 45 grados de temperatura en pleno sol en verano.

La realidad es que el BCRA no sirve para nada, o más bien sirve para entorpecer el sistema económico al destruir la moneda. Al destruir la capacidad de reservas de valor de la moneda, el BCRA impide hacer cálculo económico (estimar costos y precios futuros para evaluar una inversión) y también destruye el mecanismo para que la gente vuelque su ahorro al mercado de capitales, es decir que el ahorro se transforme en crédito para el consumo y la inversión. Con una moneda que se destruye día a día no hay crédito a largo plazo y, por lo tanto, las transacciones son todas el día a día. Un país sin moneda es un país que no puede pensar en el largo plazo. Su horizonte más lejano puede llegar a ser de una semana, si es que el BCRA no destruye más rápido la moneda. Recordemos la hiperinflación de 1989 cuando los jubilados cobraban su jubilación y salía disparados a las casas de cambios a comprar sus U$S 50 dólares para ir vendiéndolos de a poco a medida que los necesitaban. El que se quedaba en pesos moría por inanición.

Ahora, la pregunta es: si el peso no se deprecia al punto  que lo presentan como una fortaleza volante, ¿por qué proteger las reservas si lo que tiene que proteger es la moneda, es decir el peso, que es el que, según el gobierno, tiene valor? Francamente no se entiende. Si el peso es la moneda fuerte, la ley debería haber protegido de embargos a los pesos y no a las reservas, salvo,  claro está, que el peso tenga solo un hilo de vida, y eso hilo de vida está atado a las reservas del BCRA, que no son otra cosa que monedas que emiten otros países o zonas como EE.UU. y la Unión Europea.

En definitiva, con esta ley, el gobierno acaba de reconocer que el peso no sirve para nada y que lo que la gente realmente valora son esos billetes que se emiten en los países imperialistas. Un imperialismo tan satánico, que hasta respeta la división de poderes.

No hay nada que hacer, EE.UU. y los países europeos se desarrollaron de pura casualidad. Gracias al viento de cola del mundo y al colonialismo. Como dijo nuestro ilustre vicepresidente el 9 de julio, esos países no crecieron porque respetaron las instituciones, sino porque fueron colonialistas. Pero gracias a él y ella, nos liberamos de ese colonialismo, empezamos una nueva era de prosperidad, aunque todavía tenemos que sacar una ley para que no embarguen las monedas fuertes como el dólar y el euro, porque parece ser que a nadie se le pasa por la cabeza embargar un evita.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Si se profundiza el modelo vamos a la era de las cavernas

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 2/10/13 en: http://economiaparatodos.net/si-se-profundiza-el-modelo-vamos-a-la-era-de-las-cavernas/

Argentina es el único país en que un par de zapatillas se compra en 12 cuotas y una casa al contado

No recuerdo muy bien dónde leí una frase que pinta perfectamente la política económica del gobierno. La frase decía: “Argentina es el único país en que un par de zapatillas se compra en 12 cuotas y una casa al contado”. Esta frase me pareció una clara expresión de la política populista del gobierno, que empuja artificialmente el consumo presente por sobre el consumo sostenible de largo plazo y la inversión.

Alguna vez escribí que el aumento del consumo que veíamos era el consumo de la desesperanza, lo cual generó las típicas descalificaciones de los impresentables militantes periodistas k. Se ve que no deben hablar con los jóvenes comunes que no tienen los privilegios de ellos ni los de La Campora, porque los jóvenes, hoy en día te cuentan que ven imposible poder comprarse un departamento propio para irse a vivir solos. Ni tampoco tienen chances de alquilar. Los números no les dan para mantenerse solos. Sí les dan para vivir con los padres y “ahorrar” comprándose un auto y consumir viajando los fines de semana largo a algún lugar de vacaciones. La desesperanza es no poder tener su propia casa y se limitan a conformarse con tener un auto en cuotas. ¿Para qué ahorrar si nunca voy a llegar a poder comprar un departamento de 1 ambiente? Con lo que gano en mi trabajo no llego nunca.

Si uno mira el stock de créditos hipotecarios del sistema financiero en 1998, representaban el 27% del total de créditos al sector privado. En la actualidad representan solo el 9,6% del total. Este solo dato muestra que, salvo algunos casos muy especiales, no existe el crédito hipotecario. Y habría que ver cuánto de ese stock viene de fines de la década del 90.

¿Qué tipo de créditos al sector privado tiene hoy mayor peso? Los préstamos personales representan el 21,6% del total y el financiamiento de tarjetas de crédito el 16%.

Finalmente, el crédito al sector privado representaba el 22,5% del PIB en los 90 y ahora el 14%. El grueso del crédito es para bienes de consumo y muy bajo el destino a los créditos hipotecarios y la inversión.

¿Por qué ocurre esto? Porque el gobierno dejó sin moneda a la economía y solo hay financiamiento de corto plazo para consumo, pero el sistema financiero en particular y el mercado de capitales en general no existen para financiar créditos de largo plazo. Y no existen por dos grandes razones: a) no hay moneda y por lo tanto solo hay transacciones de corto plazo y b) destruyeron el mercado de capitales. El ahorro de la gente no se canaliza a financiar inversiones y créditos hipotecarios. Se refugia en el dólar. Otros compran autos importados a tipo de cambio subsidiado, pero nadie se queda en pesos cuyo poder de compra se derriten día a día.

Claro, Marcó del Pont y Kicillof creen que pueden sustituir el ahorro genuino (ingreso no consumido) por la impresión de billetes. Creen que el ahorro se imprime. No hace falta generarlo postergando consumo presente basta con emitir billetes y mágicamente se crea ahorro que se transforma en crédito.

Como dice mi amigo Armando Ribas, ni a Keyenes se le hubiese ocurrido aumentar el gasto público y financiarlo con emisión monetaria con un gasto público cercano al 50% y una inflación del 25%. Su receta, aunque yo no la comparta, era para tiempos de deflación y un gasto público que representaba el 10% del PBI. Ni siquiera leyeron bien a Keynes.

El dilema del gobierno es que el mercado de capitales es mínimo para financiar mucho más consumo y, encima, el Estado se mete en ese mercado de capitales desplazando al sector privado. El stock de bonos de corto plazo del BCRA (LEBACS, NOBACs y pases) es de $ 118.000 millones, casi tres veces el stock de créditos hipotecarios. Encima que el crédito es caro y escaso, el Estado se mete como un elefante en un bazar a llevarse parte del mismo.

Pero insisto, el dilema del gobierno es poder sostener el consumo de corto plazo sin que crezca el stock de ahorro genuino para financiarlo. Sin sostener ese consumo, no le queda margen para sostener la fiesta artificial. Solo podría intentarlo si continúa llenando el mercado de papeles llamados pesos generando más inflación e impactos indirectos sobre el tipo de cambio real, lo cual le pegaría en el sector externo que, por cierto, ya lo tiene bastante complicado.

Si a esto le agregamos que no hay acceso al crédito internacional o, en el mejor de los casos, hay acceso a tasas descomunales, la economía argentina vive al día. Es como si hubiésemos vuelto a la era de las economías autosuficientes y de baja productividad, donde la gente vivía de su huerta, se hacía su propia ropa y no existía el largo plazo, sino el hoy.

En síntesis, si como dice CFK vamos por 10 años más de modelo, terminaremos con una economía equivalente a la era de las cavernas. Seremos autosuficientes con el modelo de sustitución de importaciones, pero pobres porque tendremos muy pocos bienes y de baja calidad para consumir.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

El tema de la deuda gubernamental

Por Alberto Benegas Lynch. Publicado el 26/4/13 en http://diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=7769

A raíz de mi exposición en el congreso con motivo de los 25 años de la Fundación Libertad en Rosario (Argentina), a principios del corriente mes de abril, en la que sugerí distintas medidas para revertir la difícil situación por la que atraviesan muchos países, algunas personas allí presentes me solicitaron que me explayara sobre uno de mis puntos que aludió al endeudamiento público, lo cual hice sumariamente en esa ocasión y me propongo hacer ahora en forma algo más detenida, aunque he desarrollado el tema extensamente en dos de mis libros.

En 1798, Thomas Jefferson, en carta dirigida a John Taylor relata la impresión que en su momento tuvo al leer la flamante Constitución estadounidense cuando era embajador en París: “Desearía que fuera posible introducir un enmienda a nuestra Constitución. Estaría dispuesto a depender solamente de ella para la reducción de la administración de nuestro gobierno en base a los principios genuinos de la Constitución: quiero decir, un artículo adicional por el que se saque del gobierno federal el poder de endeudarse”.

Es de interesante detenerse a considerar esta preocupación circunscripta principalmente al gobierno central debido a la atención primordial que los Padres Fundadores le atribuían al federalismo (por ello muchos de ellos insistían en limitarse a revisar los Artículos de la Confederación y no elaborar una Constitución nueva y de donde parió el fértil y sonado debate entre federalistas y antifederalistas), pero el tema se extiende también a la deuda de los estados miembros de la unión.

El asunto es bifronte, por un lado, se apuntaba a minimizar el poder forzando a que se financiaran con el producto de los recursos presentes, es decir, los impuestos y, en el límite, cuando los gobiernos se extralimitan y abusan del poder que les fue conferido, alentar la rebelión fiscal tan consubstanciada con la Revolución Norteamericana, comenzando con los impuestos al té en Boston. Pero, por otra parte, mostrar que la deuda gubernamental es incompatible con la democracia en el sentido de que compromete patrimonios de futuras generaciones que no han participado en el proceso electoral que eligió a los gobernantes que contrajeron la deuda.

Se podrá argüir que, como contrapartida, las futuras generaciones podrán gozar de los beneficios de las obras que se construyeron con los recursos provenientes de la deuda. Esto debe analizarse desde varios ángulos. En primer lugar, no puede concluirse que existen beneficios cuando el procedimiento fue realizado compulsivamente con los recursos detraídos del fruto del trabajo de otros. Diferente es cuando el proceso es voluntario asumiendo los riesgos con patrimonio propio, en ese caso los resultados podrán criticarse por futuras generaciones pero no puede objetarse la legitimidad de usar y disponer de lo propio que no comprometen bienes pertenecientes a terceros.

Por otra parte, hay aquí  una cuestión de finanzas públicas que debe ser considerado. Por definición, una inversión es realizada voluntariamente sopesando la preferencia temporal en el sentido de evaluar las ventajas de consumir en el presente o ahorrar e invertir al efecto de conjeturar que el beneficio será mayor en el futuro. Por ello es que “ahorro forzoso” constituye una contradicción el los términos. Del mismo modo, tal como nos enseña Rothbard en su tratado de economía, la clasificación de “inversión pública” (o estatal) carece por completo de rigor en economía, puesto que siempre se trata de un gasto. La noción de inversión no parte de una idea caprichosa y arbitraria, como si fuera simplemente lo que genera un bien durable puesto que las pirámides egipcias son por cierto durables pero difícilmente puedan catalogarse seriamente como inversiones. En otros términos, la inversión no está escindida del mercado y es del todo ajena a las imposiciones políticas.

En el caso que nos ocupa, no es procedente intrapolar lo que ocurre en una empresa privada a la administración pública en cuanto a la evaluación de proyectos referida al pago al contado frente al pago diferido al contraer una deuda, del mismo modo que en la visión convencional del gobierno no es pertinente calcular el retorno sobre la inversión de la Justicia.

Las llamadas obras públicas deben privatizarse con lo que las formas de pago se derivan de la situación de mercado en cuyo contexto cada cual asume los riesgos correspondientes. Por otra parte, la historia muestra el testimonio de obras colosales realizadas por el sector privado se traten de represas, telefonía, electricidad y autopistas (en mi libro Las oligarquías reinantes. Buenos Aires, Editorial Atlántida, 1999 -que prologó mi querido amigo J. F. Revel- me detengo en este último punto desde los peajes en los ríos navegables hasta las modernas carreteras y calles y los diferentes sistemas aplicados en zonas residenciales, industriales y centros comerciales).

Por otra parte, son precisamente las obras públicas la fuente más potente de corrupción en todos los gobiernos. Sin duda que al referirnos a la deuda gubernamental, no estamos diferenciando entre la externa y la interna puesto que la naturaleza del problema es la misma en ambos casos (también en este contexto debe tenerse en cuenta que no habría lugar para programas tales como la mal llamada “seguridad social” que, además de constituir un estafa a los más necesitados, significa la confiscación de los ingresos de todos).

En situaciones extremas, se ha sugerido tercerizar el servicio correspondiente con pagos al contado que signifiquen beneficios al tercerizado que compensen el descuento. En este panorama general, de más está decir que resulta indispensable cerrar los grifos posibles para la inflación monetaria a través de la liquidación de la banca central al efecto de que la gente pueda elegir los activos monetarios que estime convenientes, tal como lo han propuesto autores de renombre como Hayek , Gary Becker, Buchanan y en la última versión monetaria de Friedman, siempre  en un cuadro de situación en el que queda abolida la manipulación política de los encajes bancarios (sea a través del free-banking o de la reserva total para cuentas corrientes según prospere este muy jugoso debate).

Hoy vivimos la crisis de las deudas elefantiásicas como consecuencia de astronómicos incrementos en los gastos del Leviatán, fomentados por instituciones inauditas como el Fondo Monetario Internacional que, como han expresado Anna Schwartz, Peter Bauer, Karl Brunner, Melvyn Krauss, James Bovard y tantos otros, ha servido y sirve para financiar y consolidar -con recursos detraídos a los contribuyentes de diversos países -absurdas políticas que demuelen instituciones clave como la propiedad privada, la moneda sana, la razonabilidad tributaria y la prudencia en el gasto y en la referida deuda estatal (hay gobiernos como el actual argentino que se separan del FMI al solo efecto de evitar auditorias de organismos oficiales que fabrican cifras falsas, y ha reemplazado con creces su deuda con ese organismo vía endeudamiento interno).

En línea equivalente a lo expresado, el antes mencionado premio Nobel en Economía James Buchanan arriba a varias conclusiones sobre la deuda gubernamental. Primero, subraya lo que denomina la peligrosa  “ilusión fiscal” que genera ese tipo de deuda que permite que se gaste en el presente con recursos que se demandarán en el futuro (en “Public Debt, Cost Theory and Fiscal Illusion”, Public Debt and Future Generations, J. M. Ferguson, ed., University of North Carolina Press). Segundo, sostiene que “es inmoral que una generación imponga el pago a otra para el beneficio de la primera” (en “Budgetary Bias in Post-Keynesian Politics: The Erosion and Potential Replacement of Fiscal Norms”, Deficits, J. M. Buchanan, C. K. Rowley y R. Tollison eds.,  Basil Blackwell). Tercero, enfatiza que la generación que se hace cargo “no tuvo derecho a participar en la decisión” (en “The Ethics of Debt Default”, también en Deficit, op.cit.). Y finalmente, para rematar la situación, Buchanan sostiene que, por ejemplo, “el gobierno de los Estados Unidos ha incurrido repetidamente, de hecho, en default  de la deuda a través de la inflación” (en “Bugetary…op. cit.).

La vida se traduce en trade-offs puesto que no es posible realizar todo al mismo tiempo. La vida es una constante elección de prioridades. En el caso de la deuda gubernamental, deben sopesarse las ventajas circunstanciales del endeudamiento con los peligros manifiestos del Leviatán desbocado y, para recurrir a una expresión futbolística, abstenerse de “patear la pelota para adelante” y jugar lo que se debe jugar en el momento sin endosar los problemas al futuro que, en el caso que nos ocupa, además significa hacer de cuenta que se disponen de más recursos de los que en verdad existen para ganar elecciones sin importar la carga de la herencia que se trasmite.

Por supuesto que se han sugerido otras limitaciones constitucionales para embretar a los aparatos estatales con el propósito de que se circunscriban a lo que en esta instancia del proceso de evolución cultural se estima son las misiones específicas en un gobierno republicano. Algunas de ellas son el establecimiento de topes para el gasto en relación al producto (siempre atentos a la trampa de que incrementos en ese guarismo justifican aumentos en el gasto), pero la prohibición de incurrir en déficit fiscal no tendría sentido puesto que se tornaría irrelevante y superflua la iniciativa si se presta atención a lo que aquí dejamos consignados puesto que no resultaría posible endeudarse ni falsificar moneda.

En Estados Unidos, durante parte de la administración de Reagan, se introdujo una política conocida como starve the beast aconsejada por personalidades como quien había sido hace tiempo Secretario del Tesoro, el formidable William E. Simon. La idea consistía en bloquear la posibilidad de elevar tributos y la emisión monetaria para que el gobierno se vea impelido a reducir el gasto. Pues bien, el resultado fue una acelerada elevación de la deuda pública y el gasto trepó a niveles inusitados, lo cual se complicó con compromisos parlamentarios incumplidos. Si esto ocurrió en la administración de quien insistía a los cuatro vientos hasta el final de su mandato que “el gobierno no es la solución, es el problema”, podemos imaginar la política de otros países. Aquella política estadounidense bienintencionada es lo que hizo que renunciara David Stockman, una de las cabezas del equipo económico, relato que se encuentra consignado en su libro bajo el sugestivo título de The Triunph of Politics. The Inside Story of the Reagan Revolution (episodios también revelados en la obra de Edwin Meese, ex Procurdor General de Reagan, titulada With Reagan).

La deuda estatal no solo afecta el mercado de capitales en cuanto a que sustrae parte de los siempre escasos factores productivos, sino que afecta la tasa de interés con lo que se modifica artificialmente la relación consumo presente-consumo futuro (además de la ingerencia gubernamental directa en este delicado precio). En la actualidad, como no resulta suficiente succionar ahorros locales e incluso ahorros del exterior en gran escala se permite que entre departamentos del mismo gobierno se pueda emitir y adquirir deuda, es decir, monetizarla, lo cual no solo compromete patrimonios futuros sino que grava con inflación el presente distorsionando los precios relativos con el consecuente consumo de capital y reducción de ingresos y salarios en términos reales.

Si estamos interesados en preservar espacios de libertad y proteger así las autonomías individuales, debemos atender las causas del avance de los gobiernos sobre las vidas y las haciendas de las personas y no meramente quejarnos por las consecuencias del atropello. Como bien ha puesto Cervantes en boca del Quijote: “La libertad Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida; y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía, Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

 

LA INMISERICORDE CRUELDAD DE LAS FRONTERAS NACIONALES

Por Gabriel J. Zanott. Publicado el 3/2/13 en http://www.gzanotti.blogspot.com.ar/

INSISTAMOS:

 «… la crisis internacional del 2008 ha implicado en los EEUU una casi estatización masiva del mercado de capitales, cuando es la propia Reserva Federal la que causó y causa las crisis (1), y han recrudecido en Latinoamérica, antes y después de la crisis, los llamados socialismos del s. XXI. Ante estas circunstancias, no sólo basta recordar la necesidad de las inversiones para la disminución de la pobreza, sino también las condiciones de libertad de entrada al mercado, sobre todo en un mundo supuestamente globalizado pero sin embargo cerrado. Hablamos de solidaridad internacional focalizando nuestra atención en organismos tales como Fondo Monetario y Banco Mundial, pero dichos organismos, al trabajar directamente con los gobiernos, son parte del problema. La cuestión es la libre entrada de personas y de capitales. Ello sí se corresponde coherentemente –aunque no decimos sea la única solución- con la sensibilidad cristiana al emigrante, al refugiado, a los terribles sufrimientos de millones y millones de personas que huyen desplazados por espantosas guerras, genocidios y condiciones infrahumanas de vida. La atención de esas personas, ¿no tiene que ver con la caridad social? Entonces hagamos propuestas posibles y realistas. No parece realista que proclamemos nuestra caridad para con el inmigrante y al mismo tiempo cerremos nuestras fronteras. Pero la libre entrada y salida de capitales y de personas no es una autoinmolación de la propia región. El libre comercio internacional no es un juego de suma cero o negativo, es un sistema donde cada persona, aportando libremente su trabajo al mercado, en igualdad ante la ley y sin los privilegios del estado asistencial, aumenta el nivel de vida de todos, porque toda acción en el mercado, en esas condiciones, es una inversión. Vengo de un país que es prácticamente un desierto de aproximadamente unos 3.700.000 km cuadrados. ¿No sería un acto de verdadera caridad que millones de seres sufrientes encuentren refugio en esa tierra? Pero no, permanece cerrada incluso para sus propios habitantes, porque la opinión pública de gobernantes y gobernados cree que la economía es como una torta fija de recursos que si aumenta para uno disminuye para otro. Pero ello no es así en un mercado abierto a la creatividad de las inversiones en igualdad ante la ley. Por ende, una magnífica oportunidad de conjugar la caridad con la escasez, el don con el mercado, sería decir: vengan, esta es su tierra con sólo pisarla y trabajar, sin privilegios, sin subsidios, en igualdad de condiciones con los demás. ¿No resuena en nuestros oídos que “…no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» [2]? Pues bien, ¿no sería una traslación, aunque opinable, de ese espíritu a nuestro orden social, abrir las fronteras en un libre mercado? Hago estas preguntas porque si hablamos de caridad, y la queremos aplicar al orden social, los laicos debemos ser críticos de las estructuras existentes y valientes en nuestras propuestas concretas, aunque conscientes, por supuesto, que nada de lo que propongamos se deriva directamente del depositum fidei. Pero sí, de nuestra sensibilidad cristiana. Millones y millones de seres humanos luchan por sobrevivir en condiciones infrahumanas en regiones destruidas por guerras y autoritarismos de diversas especies. Sabemos de ello pero parece que nada podemos hacer, excepto recurrir a complicados esquemas de ayuda internacional a través de organismos estatistas como los nombrados que parecen eximirnos de nuestra responsabilidad personal para caer en nuevas formas de racionalidad instrumental, mientras se siguen fomentando las ideas de estado-nación y odio al extranjero. Pero no, ya no debe haber extranjero. La mirada al otro en tanto otro, la mirada al otro desde el buen samaritano, implica que el otro es ante todo un ser humano que requiere nuestra mirada de igual a igual. “Para el cristiano –dice Edith Stein- no hay personas extrañas”(3). Pues bien, aunque la intensidad de la caridad de esas palabras no se pueda plasmar en las limitaciones de la ley humana(4), al menos sí podemos hacer que esta última borre las diferencias de fronteras y borre también las nuevas marginaciones y esclavitudes que producen un papel con el sello de “extranjero” colocado por la racionalidad instrumental de los estados-nación.»

(1) Ver la teoría austríaca del ciclo económico, fundamentalmente en Mises, L. von: The Theory of Money and Credit (1912), Liberty Fund, 1981, y La Acción Humana, (1949), Sopec, Madrid, 1968, caps. XX y XXXI.

(2) Ga 3, 28.
(3) Citado por Theresa a Matre Dei en su libro Edith Stein, En busca de Dios, Verbo Divino, Pamplona, 1994, p. 224.
(4) Nos referimos a estas palabras de Santo Tomás: “. . . la ley humana se establece para una multitud de hombres, en la cual la mayor parte no son hombres perfectos en la virtud. Y  así, la ley humana no prohíbe todos los vicios, de los que se abstiene un hombre virtuoso; sino sólo se prohíben los más graves, de los cuales es más posible abstenerse a la mayor parte de los hombres, especialmente aquellas cosas que son  para el  perjuicio de los demás, sin cuya prohibición la sociedad no se podría conservar como son los homicidios, hurtos, y otros vicios semejantes” (I-II, Q. 96, a. 2).

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

 

¿Compraría Ud. acciones de empresas manejadas por La Cámpora?

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 3/12/12 en http://economiaparatodos.net/compraria-ud-acciones-de-empresas-manejadas-por-la-campora/

 Con bombos y platillos el kirchnerismo acaba de sancionar otra ley regulatoria de la economía, en este caso la del mercado de capitales.

Cuando uno lee esta noticia la primera reflexión es que están regulando algo que no existe. Para tener una idea de lo que están regulando: en octubre el promedio diario de acciones negociadas en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires fue de $ 27 millones, algo así como unos U$S 4 millones diarios. En general la bolsa opera, en acciones, unos $ 30 diarios, al tipo de cambio verdadero, menos de U$S 5 millones por día. Una cadena de fast food seguramente factura más por día que el volumen operado en acciones en la bolsa

Para ir al corazón del problema cabe preguntarse lo siguiente: ¿para qué sirve el mercado de capitales? En rigor el mercado de capitales es algo más amplio que la Bolsa de Comercio, de todas formas podemos decir que el mercado de capitales permite que aquellos que tienen ahorros se los presten a los que demandan créditos, ya sea para consumir o bien para invertir.

¿Cómo puede el que tiene ahorros financiar al que quiere invertir? Una forma es haciendo un depósito en el sistema financiero y que éste lo preste a las empresas. La otra puede ser, por ejemplo, comprando acciones (se hace socio de la empresa) o bien obligaciones negociables que no son otra cosa que papeles por los cuales el ahorrista le presta a una empresa. En vez de emitir acciones y conseguir capital con nuevos accionistas, la empresa puede tomar deuda colocando obligaciones negociables. No va a los bancos sino directamente al ahorrista.

Ahora bien, para que pueda existir un mercado de capitales, el primer requisito es que haya ahorro que la gente quiera volcar al mercado para financiar consumo e inversión. El problema es que tanto se ha castigado a los ahorristas, tanto se ha depreciado el peso por efecto de la inflación que genera el Banco Central, tal es la voracidad fiscal y tal la debilidad de los derechos de propiedad, que el escaso ahorro que hay se fuga al exterior bajo diferentes formas o bien se va al colchón y transformándose en atesoramiento.

Pero aún aquellos que hoy día quieran comprar acciones saben que asumen el riesgo Moreno y kirchnerismo en general. ¿Qué quiero decir con esto? Que si alguien compra una acción de una empresa que cotiza en bolsa, tiene en cuenta el alto riesgo que puede tener el valor de esa empresa los caprichos de Moreno (precios de venta, exportaciones, importaciones de insumos, qué debe producir, etc.) Es decir, la rentabilidad esperada no depende del negocio en sí mismo de la empresa sino que está fuertemente influenciado por las arbitrarias medidas del gobierno. Podríamos decir que el gobierno hizo del mercado de capitales y del bursátil en particular, una timba, porque solo alguien con un alto grado de especulación puede apostar a hacerse socio de una empresa comprando acciones en un país en el cual la actividad empresarial está condicionada a los caprichos del gobierno. Si el capricho beneficia a una determinada empresa, entonces el que compró acciones gana. Si el imprevisible capricho la perjudicó, entonces, pierde. No hay análisis de balance y del sector productivo que pueda prever las futuras utilidades de las empresas en una Argentina arbitraria en sus reglas de juego.

Pero hasta ahora hablé solo de la oferta de ahorro para invertir. El tema es si hay empresas dispuestas a colocar grandes emisiones de acciones u obligaciones negociables (con inflación es imposible calcular una tasa de interés en el mediano plazo) para invertir en un país donde los derechos de propiedad están siendo limitados cada vez más. ¿Quién se anima a invertir en un país con estas reglas de juego? Y menos ahora que el Estado pondrá “veedores” en las empresas con capacidad de veto y hasta podrá remover a los órganos de administración de la empresa. ¿Ud. se imagina a un militante de La Cámpora dirigiendo una empresa privada de la misma forma que lo hace con Aerolíneas Argentinas? ¿Qué quedaría de sus ahorros invertidos en las acciones de una empresa controlado por los incondicionales militantes de La Cámpora?

En rigor, esta nueva ley de regulación del mercado de capitales no hace más que agravar la situación de un mercado que prácticamente no existe en Argentina y, además, ahuyentar más inversiones que quieran hundirse en un país donde el desprecio por los derechos de propiedad es cada vez mayor (ejemplo ley de countries en la provincia de Buenos Aires).

¿A quién perjudica todo esto al final del camino? A la gente que vive de un trabajo en relación de dependencia. Los empresarios se irán a desarrollar sus negocios en otros lugares, los ahorristas seguirán fugando sus capitales, pero la gente se va a quedar sin trabajo porque cada vez serán menos las empresas que inviertan en el país. Y los trabajos que queden estarán mal remunerados por falta de productividad de la economía.

Lo que hoy se presenta como algo progresista y en defensa de los sectores más débiles no es más que otro ataque al futuro laboral de millones de argentinos y, en particular, compromete el futuro de los jóvenes que quieran incorporarse al mercado laboral y verán que cada vez será más difícil conseguir un trabajo.

En síntesis: si el objetivo no confesado del famoso modelo es destruir la economía del país, pueden darse por satisfechos. Lo están logrando.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.