Cuando hablamos de planes económicos, mejor recordar a Alberdi

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 4/10/22 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/cuando-hablamos-de-planes-economicos-mejor-recordar-a-alberdi-nid04102022/

En vista del acalorado debate que tiene lugar en nuestro medio sobre planes económicos gubernamentales y, sobre todo, la crítica sobre la ausencia de estos, es oportuno subrayar con el mayor énfasis posible que desde la perspectiva alberdiana el mejor plan económico estatal es el que no se ejecuta. En otras palabras, desde el punto de vista liberal la ausencia del aparato estatal en la vida económica es condición necesaria y suficiente para el progreso. Desde esta perspectiva, la función gubernamental se circunscribe a la protección de los derechos de todos, muy alejada de inmiscuirse en las vidas y las haciendas de la gente. Es decir, lo contrario del actual plan de facto chavista.

Juan Bautista Alberdi consignó que “la Constitución en cierto modo es una gran ley derogatoria en favor de la libertad, de las infinitas leyes que constituían nuestra originara servidumbre”, a lo cual hemos vuelto con el fascismo desde hace décadas, luego de haber sido aplaudidos por el mundo por haber aplicado la receta de la libertad.

El padre de nuestra Constitución fundadora advirtió: “Comprometed, arrebatad la propiedad, es decir el derecho exclusivo que cada hombre tiene de usar y disponer ampliamente de su trabajo, de su capital y de sus tierras para producir lo conveniente a sus necesidades o goces, y con ello no hacéis más que arrebatar a la producción sus instrumentos, es decir, paralizarla en sus funciones fecundas, hacer imposible la riqueza”.

Alberdi destacaba que “la distribución de las riquezas se opera por sí sola, tanto más equivalentemente cuanto menos se ingiere el Estado en imponer reglas”. Por eso es que concluía al preguntarse y responder: “¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra”.

Hoy en día en tierras argentinas se amontonan supuestos economistas para diseñar planes con base en ingenierías sociales devastadoras, que se superponen unas a otras, en una carrera suicida en medio de galimatías y bochornos incomprensibles para mentes normales. Solo miremos el cuadro digno de una producción cinematográfica de Woody Allen del mercado cambiario local en sus múltiples manifestaciones, que hace correr de un lado a otro a los sufridos habitantes desconcertados ante tanto desatino.

Cuando los politicastros y sus socios dicen que “hay que resolverle los problemas a la gente” sería bueno que comprendieran que para lograr ese objetivo es necesario que se aparten y se concentren en marcos institucionales civilizados. En este sentido, es como apuntaba Clemenceau: “Los pueblos progresan cuando los gobernantes duermen”.

Tal vez la incomprensión mayor de nuestros gobernantes sea el significado del derecho que confunden con el seudoderecho, a saber, el atropello al fruto del trabajo ajeno en el contexto de la peor epidemia concebible: la guillotina horizontal de un siempre obsceno igualitarismo que anula el gran beneficio de capacidades diferentes para llevar a cabo faenas diversas (“todos somos ignorantes, solo que en temas distintos”, decía Einstein), lo cual hace posible una muy fértil cooperación social que beneficia a todos, pero de modo especial a los más necesitados. Esto último es así debido a que mayores inversiones hacen posible el incremento de salarios e ingresos en términos reales.

La mayor parte de los discursos de políticos en funciones son burdos atropellos a la inteligencia, mientras esconden privilegios alarmantes, cuando no corrupciones que dejan estupefacta a cualquier persona con un mínimo de decencia y sentido común. Los así concebidos “equipos para sugerir planes económicos” no son más que manifestaciones de reiterados asaltos al bolsillo del prójimo. Sin duda que eventualmente se necesita un plan para sacar los pesados aparatos estatales del medio sin que personas inocentes se perjudiquen, pero esto no justifica otra maraña de medidas que a todas luces revelan una supina ignorancia: que el conocimiento está fraccionado y disperso entre millones de agentes, y que los tristemente célebres planes económicos de rutina no hacen más que concentrar ignorancia y, consecuentemente, miseria generalizada.

En este cuadro de situación resulta vital respetar la división de poderes, por lo cual deben tener espacio principal la Justicia, como contrapoder y guardián constitucional para la salud de la república; y el cuarto poder, es decir, la libertad de expresión del pensamiento sin restricción de ninguna naturaleza, al efecto de salvaguardar los fundamentos de la sociedad abierta.

En nuestro país se declama sobre la democracia, pero de un largo tiempo a esta parte se desconoce ese sistema para caer en su desfiguración y, en la práctica, su desprecio. Así, a contramano de todo lo estipulado por los grandes maestros, se deja de lado su aspecto medular, el respeto a las autonomías individuales, para sustituirlo por el mero recuento de votos, como si una mayoría circunstancial pudiera convertir en justo lo que es injusto.

Un aspecto que se suele incluir prioritariamente en los consabidos planes es el vinculado con el comercio exterior: además de lo ya señalado en cuanto al embrollo del mercado cambiario, la constante alabanza de la imposición de aranceles. Estas barreras aduaneras son en algunas oportunidades alentadas por empresarios prebendarios que explotan miserablemente a la gente en connivencia con el gobierno de turno. Un arancel inexorablemente se traduce en mayor inversión por unidad de producto respecto de la situación sin ese obstáculo, lo cual significa que habrá menos productos a disposición de los habitantes del país que establece esa restricción. En otros términos, se reduce el nivel de vida.

Al contrario de lo que habitualmente se declama, el fin de la exportación es la importación. Lo primero es el costo de lo segundo. Igual que con una persona, lo ideal sería no vender nada y adquirir todo, pero esto se traduce en que los otros nos están regalando las cosas. Entonces, no hay más remedio que exportar para poder importar. No puede comprarse más de lo que se vende, y si un país fuera inepto en todos los renglones posibles, por más que tenga abiertas sus fronteras no podrá adquirir bienes y servicios de otros lares. Por su parte, el endeudamiento externo realizado por los gobiernos no solo complica el panorama local, sino que –como se ha puntualizado reiteradamente– es incompatible con la democracia, puesto que compromete patrimonios de futuras generaciones que ni siquiera participaron en la elección de los gobiernos que contrajeron la deuda.

La balanza de pagos siempre está equilibrada puesto que las exportaciones (ingresos) son iguales a las importaciones (erogaciones) más/menos el balance neto de efectivo (movimiento de capital). Lo mismo ocurre con las personas y sus entradas y salidas dinerarias. En el caso del comercio exterior, océanos, ríos y montañas no modifican los principios económicos. Las fronteras son solo al efecto de descentralizar el poder y evitar los riesgos de concentración de poder en un gobierno universal, pero no son para alimentar xenofobias y proteccionismos que desprotegen a la comunidad.

En resumen, lo medular es que en última instancia las disputas por planes económicos gubernamentales deben reemplazarse por planes económicos privados, sin interferencia del uso de la fuerza.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Vuela la fiebre de la inflación: ¿error de diagnóstico o mala praxis del BCRA?

Por Aldo Abram: Publicado el 6/6/18 en: http://www.ambito.com/923659-vuela-la-fiebre-de-la-inflacion-error-de-diagnostico-o-mala-praxis-del-bcra

 

Se está hablando sobre qué objetivos para el Banco Central (BCRA) se negociarán con el FMI; por lo que es bueno plantear este tema. No hay un gran margen de credibilidad para que haya que pedir un futuro waiver (perdón) por incumplimiento de lo acordado. Este año no sólo no lograremos la meta de inflación, ni siquiera la «recalibrada», sino que ésta tampoco disminuirá respecto a 2017; ya que terminará bien por encima de 25%. El gran problema es que, como muchos economistas, los funcionarios del BCRA piensan que el precio del dinero es la tasa de interés. Esto es un error, ya que la tasa de interés es el precio del crédito. O sea lo que estoy dispuesto a pagar por adelantar gasto o a cobrar para demorarlo y cederle esa posibilidad a otro.

El precio del dinero o moneda se define en su propio mercado. En donde hay un productor, el BCRA, y la gente que lo demandan debido a que es útil como unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor. Un cheque, transferencia, una tarjeta de débito o crédito bancario es un medio de pago que compite con el dinero. Incluso, en Argentina, podemos sumar al dólar como sustituto del peso.

Por eso, lo relevante para definir cuál va a ser la inflación en un país es analizar la oferta de moneda, en nuestro caso de pesos por parte del BCRA, y cuál la demanda. Ésta la determina el atesoramiento de los ciudadanos, comerciantes, empresas, estado y bancos (incluidos los que guardan en el BCRA). Si se emite más moneda que lo que se demanda, perderá valor, como pasa con cualquier bien. El problema es que es nuestra unidad de medida para valuar todos los bienes, servicios y otras monedas; por lo que si el metro se achica todo se agranda respecto a él y eso es lo que llamamos inflación.

Por lo tanto, para determinar cuánto vale un peso hay que analizar su mercado y no el que compone con los restantes medios de pagos sustitutos con los que compite. A nadie que se ocurriría evaluar el precio de las naranjas estudiando el de los cítricos en general. Se enfocará en la oferta de naranjas y tendrá en cuenta que hay sustitutos, como las mandarinas, que influyen en su demanda. En el caso de la moneda, el resto de los medios de pagos sustitutos afectarán también la predisposición a atesorarla y definirá su demanda; pero no la oferta, que la determina la emisión del BCRA.

Obviamente, también puede bajar el valor del peso si por algún motivo se cae su demanda y el BCRA no reduce la cantidad de moneda en el mercado. Esto es lo que pasó entre mayo y agosto de 2017, diciembre 17 y enero 18 y en la reciente corrida contra nuestra moneda. Por supuesto, esta merma del valor del peso primero se refleja en el mercado cambiario, como sucede con cualquier divisa; pero con mayor o menor lapso de demora la observaremos en los bienes y más tarde en los servicios, por las características propias de dichos mercados. No tiene lógica pensar que no habrá «traslado» de esa pérdida de poder adquisitivo a precios; ya que eso implicaría que la gente está dispuesta a entregar algo que mantuvo su valor a cambio de lo que ahora vale menos, el peso. Aclaro que, en casos de fuertes fugas de capitales el hecho de que se genere una peor evolución económica y empobrecimiento relativo hace que los servicios también valgan menos; por lo que no reflejarán toda la caída del poder adquisitivo del peso. Esto es lo que viviremos los argentinos este año.

Cuando el BCRA fija una tasa de interés distinta a la de mercado, lo que hace es distorsionar las decisiones de ahorro e inversión en la economía y también afecta el mercado del peso. Por ejemplo, si el Estado tiene un enorme exceso de gasto sobre sus recursos y para pagarlo toma prestado una gran parte del financiamiento disponible en el país, la tasa de interés debería ser muy alta y el crédito muy escaso para el sector privado. Como estuvo sucediendo, en mayor o menor medida, desde principios de 2016 y hasta recientemente, el BCRA decidía que los rendimientos tenían que ser más bajos y emitía pesos para aumentar la oferta de financiamiento y llevar las tasas al porcentaje que deseaba. El problema es que la gente demanda crédito para gastar y no para atesorar; por lo que esa oferta de dinero hacía que su valor caiga y la inflación fuera más alta.

Incluso, en los inicios de la última corrida contra el peso se dio el absurdo de que la fuga de capitales achicaba el financiamiento interno presionando al alza de la tasa y el BCRA emitía moneda para que no subiera; lo que alimentaba la corrida cambiaria. O sea, a la caída de la demanda de pesos le sumaba mayor oferta haciendo que bajara su valor o alimentando las compras de sus propias reservas si intentaba que eso no alentara una mayor suba del tipo de cambio y de la inflación.

Estos ejemplos dejan claro que siempre que el BCRA emita más pesos de los que se demandan, su valor caerá y veremos inflación. No sólo cuando se financia al Estado quitándole poder adquisitivo a la moneda de todos los argentinos para transferirle esa capacidad de gasto al gobierno. También cuando, sin que en la economía haya una contrapartida en una mayor preferencia por tener moneda, se le «da a la maquinita» para aumentar el crédito y abaratar su costo o para incrementar las reservas internacionales. Además, la explicación anterior permite comprender por qué el BCRA no ha podido ni podrá cumplir con las metas de inflación e, incluso, este año ni siquiera logrará bajarla respecto de 2017.

 

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) .

¿PARA QUE SIRVEN LOS ARANCELES?

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Es por cierto increíble que después de más de tres siglos en los que a partir de Adam Smith se ha probado una y mil veces la inconveniencia mayúscula de los recargos y trabas aduaneras, parece mentira decimos que se siga porfiando en la introducción de aranceles.

 

Vamos a dividir nuestro análisis en diez puntos ya que el decálogo tiene buena prensa y al efecto de intentar hacer el asunto lo más didáctico posible.

 

  1. Todo arancel o tarifa aduanera significa mayor erogación por unidad de producto, es decir, de los siempre escasos recursos habrá que destinar un monto mayor para adquirir un bien o un servicio que puede comprarse más barato y de mejor calidad. Esto significa necesariamente que se reduce el nivel de vida de los habitantes del país cuyo gobierno procede a instalar las referidas trabas al comercio puesto que, como queda dicho, deben destinar una mayor porción del fruto de sus trabajos, a diferencia de lo que ocurriría si no existieran esas trabas en cuyo caso no solo podría adquirir el producto en cuestión sino que liberarían fondos adicionales para comprar otros bienes y servicios con lo que mejorarían su nivel de vida.

 

  1. Los nexos causales y principios que rigen en comercio dentro de las fronteras son los mismos que se aplican a relaciones comerciales entre personas y empresas ubicadas a distancias mayores y en otros países. Los ríos, las montañas, los mares y las fronteras -siempre consecuencia de acciones bélicas o accidentes geográficos- no modifican las verdades económicas.

En realidad, desde la perspectiva liberal, las fronteras son al solo efecto de evitar la concentración de poder que sucedería en el contexto de un gobierno universal, pero de allí a pretender valores para lo local y desvalores para lo foráneo constituye un despropósito superlativo ya que los beneficios comerciales y la cultura en general proviene de un mestizaje permanente de donaciones y entregas.

 

  1. Debe tenerse muy presente que, igual que los progresos tecnológicos, la eliminación de aranceles permite liberar recursos humanos y materiales para darles destino a nuevos bienes y servicios antes imposibles de concebir puesto que los recursos estaban esterilizados en áreas anteriores, mientras que la liberación arancelaria hace posible encarar otros proyectos que redundan en el estiramiento del stock de bienes y servicios. Y no cabe detenerse en las transiciones como se fueran excepcionales puesto que la vida es una transición permanente ya que cada persona en cada actividad intentará mejorar la productividad con lo cual invariablemente produce cambios y reubicaciones. El progreso es cambio, si se frena el cambio se frena el progreso que se traslada en incrementos en salarios e ingresos en términos reales que son el resultado exclusivo de las tasas de capitalización.

 

  1. No cabe aducir el reiterado argumento de “la industria incipiente” en el sentido de introducir aranceles mientras los empresarios se ejercitan en el ramo para no sufrir los embates de la competencia de quienes mejor fabrican el producto de que se trate (generalmente el argumento apunta a la competencia exterior pero el punto es igual si la mayora eficiencia aparece en el interior de las fronteras). Si fuera cierta la argumentación en el sentido que se necesita un período de entrenamiento antes de eliminar los aranceles, es el empresario en cuestión quien debe afrontar y financiar ese tiempo de ejercicio (con recursos propios o ajenos atraídos por el negocio de marras) y no endosar el peso fiscal sobre los hombros de los contribuyentes). Si no pueden financiar el proyecto y si nadie acepta invertir en esa idea, es porque el proyecto no es en verdad rentable luego de los períodos de aprendizaje o siendo rentable se considera que hay otros que resultan más atractivos, y como todo no puede hacerse al mismo tiempo con recursos escasos, debe dejarse de lado el proyecto.

 

5.En un mercado abierto el balance de pagos está siempre equilibrado aunque el balance comercial no lo esté puesto que lo que se importa es el resultado de lo que se exporta más los correspondientes movimientos de capital.

 

  1. Del mismo modo que el objetivo de las ventas son las compras, en el comercio internacional el objetivo de las exportaciones son las importaciones. Lo ideal para una persona es comprar y comprar lo que se necesita sin necesidad de vender bienes o servicios pero eso significaría que el resto está obsequiando sus productos lo cual no resulta posible. Lo mismo ocurre con los habitantes dentro de un país en relación con los ubicados en otros: no hay más remedio que exportar para poder importar o que ingresen capitales.

 

  1. El mercado cambiario opera como consecuencia de la oferta y la demanda. Cuando se exporta entran divisas que reducen su cotización con lo que se estimulan las importaciones y cuando se importa aumenta la cotización de la divisa lo cual, a su turno, estimula las exportaciones y así sucesivamente. Si no se cuenta con un mercado cambiario libre y se deciden “devaluaciones”, a saber, tipos de cambio decididos políticamente, inexorablemente se desajustan los brazos del sector externo con todos los efectos negativos del caso.

 

  1. Resulta del todo contraproducente el establecimiento de “políticas de represalia aduanera” puesto que si otro país incrementa sus recargos a la entrada de productos de nuestro país sería calamitoso duplicar los inconvenientes, es decir, “en represalia” introducir gravámenes aduaneros provenientes del país que inició la aplicación de trabas. En este caso no solo se perjudicarán los vendedores locales sino que también se perjudicarán los consumidores de ese mismo país que verán aumentar los precios de los productos procedentes del que primero estableció los aranceles.

 

  1. Se ha dicho que las integraciones regionales constituyen un primer paso para el comercio mundial libre pero es llamativo que, como decíamos al principio, después de más de tres siglos de debate todavía estemos en un primer paso que en verdad no es tal porque en la aplicación de los respectivos tratados (cuando se cumplen) se recurre a terminología que pone en evidencia la incomprensión del tema como cuando se alude a la “invasión” de productos extranjeros como si se tratara de una acción bélica en lugar de tratarse de la introducción de bienes y servicios más baratos y de mejor calidad, la “sustitución de importaciones” y otras sandeces que influyen en que en las aduanas los agentes correspondientes formulen a los transeúntes preguntas y requerimientos insolentes.

 

  1. Por último en esta secuencia telegráfica, es de interés señalar que la eliminación de trabas al comercio no debe ejecutarse de modo gradual sino de una vez puesto que no es aceptable que se aleguen “derechos” contra el derecho al efecto de continuar con las mal llamadas “protecciones” (desprotecciones para la gente, protecciones para empresarios prebendarios), del mismo modo y salvando las distancias que no tendría el menor sentido el haberles permitido a los administradores de los criminales hornos crematorios en la época nazi a que “gradualmente” fueran reduciendo esa faena horrorosa. Sin llegar a este extremo, la reducción gradual de trabas y perjuicios severos al bienestar de la gente mantiene la lesión al derecho de la población, pérdida que no resulta factible recuperar.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer rector de ESEADE.