EL CRIMEN DE FERNANDO BAEZ SOSA: NO NOS ASOMBREMOS TANTO.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 26/1/20 en: http://gzanotti.blogspot.com/2020/01/el-crimen-de-fernando-baez-sosa-no-nos.html

 

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La opinión pública argentina –si es que eso existe- ha sido sacudida por el bestial crimen de Fernando Baez Sosa, realizado por otros jóvenes a la salida de un “boliche”. Mi tesis es que el asombro es parte del desconocimiento de la naturaleza humana y de las prevenciones que debemos tomar.

Muchos odian a Freud, pero ese odio no refuta que al nacer somos todos perversos polimorfos, con una pulsión de vida concomitante con una pulsión de muerte que tiene un importante aspecto descripto por Freud en su “El malestar en la cultura”. Ese aspecto es la pulsión de muerte devenida en pulsión de agresión, dado el narcisismo originario. No le queremos creer y ese es el problema. Somos roussonianos. Creemos que el ser humano nace bueno. Pero no, somos unas bestias. Así de simple.

En ese territorio bestial, avanza el super yo, las normas, que deben ser impuestas por los “no”, los límites, el rol paterno (no necesariamente igual a la masculinidad biológica). Así nos socializamos y “civilizamos”. El super yo deja en esos territorios conquistados un destacamento militar por si sus habitantes se rebelan de vuelta. Ese destacamento militar es la culpa, parte esencial de toda estructura neurótica (porque de lo contrario somos perversos o psicóticos). La analogía es de Freud.

Por ende, lo que nos hace “civilizados” es ese super yo, esa fuerte culpa que limita nuestra pulsión de vida y la pulsión de agresión. Por eso no somos perversos sexuales o criminales absolutos, pero si el rol parental no estuvo, o fue muy limitado, nos convertimos en perversos o en psicóticos incontrolables.

Siempre cito este párrafo de Freud y pregunto a continuación quién se lo puede refutar:

“….un ser entre cuyas disposiciones pulsionales también debe incluirse una buena porción de agresividad. Por consiguiente, el prójimo no le representa únicamente un posible colaborador y objeto sexual, sino también un motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para apoderarse de sus bienes, para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y matarlo. Homo homini lupus: ¿quién se atrevería a refutar este refrán, después de todas las experiencias de la vida y de la Historia? Por regla general, esta cruel agresión espera para desencadenarse a que se la provoque, o bien se pone al servicio de otros propósitos, cuyo fin también podría alcanzarse con medios menos violentos. En condiciones que le sean favorables, cuando desaparecen las fuerzas psíquicas antagónicas que por lo general la inhiben, también puede manifestarse espontáneamente, desenmascarando al hombre como una bestia salvaje que no conoce el menor respeto por los seres de su propia especie. Quien recuerde los horrores de las grandes migraciones, de las irrupciones de los hunos, de los mogoles bajo Gengis Khan y Tamerlán, de la conquista de Jerusalén por los píos cruzados y aun las crueldades de la última guerra mundial, tendrá que inclinarse humildemente ante la realidad de esta concepción”. (El malestar en la cultura, 1930).

En todos nosotros habita esa crueldad sádica y bestial. Si no sale es porque el super yo es firme, porque el rol parental fue muy bueno, o porque la Gracia de Dios redime. Pero siempre está allí, amenazante: el territorio pulsional conquistado no es por ello convertido en un valle natural de bondad.

Todo esto es totalmente compatible con el dogma cristiano del pecado original.

Por supuesto, esto se manifiesta en cada lugar y tiempo de modo diferente. Pero cabe preguntarse si la degeneración actual de una parte de la cultura argentina no tiene que ver con los hijos que algunos  supuestamente educan. Muchas familias argentinas son disfuncionales, sencillamente porque se desentienden de sus hijos. Muchos padres no tienen autoridad moral, no es que no sepan sino que no pueden decir no, no pueden dialogar, abandonan a sus hijos en esas cárceles corruptoras llamados colegios, y además los abandonan a su suerte y crecen mirando y escuchando cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa, sin que esos padres puedan formarlos en el pensamiento crítico. Che boludo, pelotudo, andá a cagar, no son expresiones neutras, son un juego de lenguaje de una cultura esencialmente agresiva que el niño absorbe desde sus primeros minutos de vida y precisamente de su núcleo familiar más cercano. Sin formación religiosa, sin formación humanística, sin ningún tipo de formación en una razón dialógica, crecen abandonados a sus pulsiones apenas controladas por un super yo debilitado. Es un milagro que no sucedan cosas peores. Luego, desde la adolescencia, “porque lo hacen todos”, (masificación, alienación, fenómenos también analizados por Freud) van a esos antros de bestialidad llamados boliches, donde consumen drogas, alcohol, ruido ensordecedor, sexualidad histeroide (2), que des-inhiben aún más ese débil sistema nervioso aún en formación. Luego, la furia. El territorio pulsional apenas conquistado se rebela nuevamente contra el débil imperio y la barbarie conquista nuevamente a una Roma debilitada e hipócrita.

A los dramas endémicos de Argentina se suman estas generaciones perdidas, estos padres confundidos, esta cultura del “boludo” que se lo sabe todo. Los asesinos de Fernando –como los de Ariel Malvino- pueden estar tranquilos. Han iniciado su camino a la Presidencia de La Nación.

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(1) En la foto: 60 segundos de golpes bestiales en la cabeza de Fernando.

(2) https://eseade.wordpress.com/2019/05/28/los-problemas-de-una-sexualidad-histerica/

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

Globalización, capitalismo e identidad

Por Gabriel Boragina. Publicado el 1/8/15 en: http://www.accionhumana.com/2015/08/globalizacion-capitalismo-e-identidad.html

 

Prevalece entre la opinión pública la idea de que el mundo económico se encuentra «globalizado» y no son pocos los personajes conocidos que han contribuido (y continúan haciéndolo) en pos de afianzar dicha creencia. Curiosamente, existen magnates de las finanzas que suelen ser tildados de «capitalistas» cuando poco o nada tienen de tales, como sucede con el caso de George Soros, que es uno de esos personajes:

«Soros publicó un artículo titulado “The Capitalist Threat”. En ese trabajo el autor sostiene que en el sistema prevalente hay “demasiada competencia” y una injustificada “creencia en la magia del mercado”. Asimismo, afirma que vivimos en “una verdadera economía global de mercado”. Sin embargo, debemos subrayar que la participación del estado en la renta nacional antes de la primera guerra mundial era entre el 3 y el 8% en países civilizados, mientras que hoy en día nos debatimos entre el 40% y el 50% lo cual implica que la gente debe trabajar más para el gobierno. Las tan cacareadas “reformas del estado” resultan anécdotas si se comparan con los referidos guarismos. Por otra parte, es interesante recordar que antes de 1914 no había tal cosa como pasaportes mientras que hoy renacen los nacionalismos atávicos y xenófobos que la emprenden contra los movimientos migratorios, y por ende nada tienen que ver con la llamada “globalización”. Más aún, las abultadas restricciones extra-zonales de los tratados de integración regional revelan que aún no se han entendido los postulados básicos del librecambio.”[1]

De donde deviene que en lugar de “una verdadera economía global de mercado” lo que en los hechos existe es una “una verdadera economía global del estado» o -mejor dicho quizás- «de los estados”, algo bastante diferente a lo que Soros y muchos como él «entienden» por el término «globalización». Ocurre que ha existido, de un tiempo a esta parte, una verdadera tergiversación de los términos, y la labor de pseudointelectuales no ha sido del todo ajena a esta tarea. Por otro lado, es común confundir el vertiginoso avance tecnológico habido en las últimas décadas con una correlativa «apertura» por parte de los gobiernos de sus economías. Pero, como bien destaca el Dr. Alberto Benegas Lynch (h), los colosales logros en las comunicaciones y la cibernética en general, se han conseguido a pesar de las restricciones con las que los gobiernos encorsetan la iniciativa privada y asfixian los emprendimientos libres y particulares, y no «gracias a» ninguna «acción positiva» de los «estados». Por supuesto que, si consideramos el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales del siglo XX la situación era bastante peor a la de hoy. Pero, con todo, el agudo estatismo que caracterizó la época de las contiendas bélicas dejó una suerte de estatismo residual que acontecimientos tan importantes como la disolución de la URSS y la caída del Muro de Berlín no han conseguido del todo disipar.

«Se dice que hay un problema de “identidad nacional” con la globalización pero este es el resultado de un complejo de inferioridad. Cuando tomamos contacto con personas provenientes de otras culturas, cuando leemos libros que se escriben y se publican en otros lares o cuando escuchamos música compuesta en otras latitudes, enriquecemos nuestra identidad. La empobrecemos en la medida en que se estimule la autarquía y una especie de cultura alambrada. La cultura no es de aquí o de allá, simplemente es. La cultura engrosa el patrimonio de la humanidad. La pérdida de identidad ocurre más bien con la masificación, cuando se dice y se piensa lo que dicen y piensan otros sin tamizar, sin pensar y sin digerir, lo cual inevitablemente termina en vacíos y crisis existenciales de diverso tenor.»[2]

Deriva evidente que las críticas a la globalización no son más que otra forma de emprenderla contra el gran enemigo de los estatistas, esto es el librecambio, librecambio que incluye la autónoma movilidad de las personas a través de las fronteras y la de los bienes y servicios que estas desean libremente intercambiar. Nuevamente: hay una manifestación de xenofobia y nacionalismo detrás de tales quejas que conllevan un resentimiento -ya sea oculto o explícito- hacia lo foráneo. Lo que se contradice con el discurso «políticamente correcto» que continuamente perora sobre lo «incorrecto» de «discriminar» al punto del ridículo de llegar a crear una repartición estatal a tal efecto. Sin embargo, las incesantes apelaciones de los demagogos de turno sobre la necesidad de privilegiar lo «nacional y popular» se dan de bruces con sus perpetuas recusaciones hacia los que «discriminan» en cualquier sentido, ya que la arenga nacionalista y populista es claramente discriminatoria contra todo lo extranjero. En una época como la actual, donde reflotan los nacionalismos recurrentes y las muestras de xenofobia, aparece cuanto menos paradójico hablar de «globalización».

Hay -por otra parte- un aspecto que no es menor, y que es el que afecta a la educación, en particular a la universitaria:

«Ha impreso en los universitarios la conciencia de siempre depender del gobierno. Los universitarios han aprendido a odiar el capitalismo, no quieren saber nada de economías de mercado, libre competencia o globalización. Los universitarios de la UNAM saben quién es Carlos Marx, Lenin, Che Guevara; pero nunca han oído, ni leído una línea de Ludwig von Mises, Hayek, Friedman, Rothbard, Hoppe o Jesús Huerta de Soto. Profesores y alumnos de la UNAM se han proyectado como los grandes luchadores contra el neoliberalismo.»[3]

Si bien el autor citado arriba hace expresa referencia al caso de la UNAM (México), hay que decir que la situación no es demasiado diferente en el resto de las universidades estatales del mundo, en particular en Latinoamérica. Fenómeno típico -por otra parte- de la educación estatal. Se observa difícil concluir -ante semejante panorama- que en el mundo de nuestros días campea a sus anchas «el capitalismo».

[1] Alberto Benegas Lynch (h) Entre albas y crepúsculos: peregrinaje en busca de conocimiento. Edición de Fundación Alberdi. Mendoza. Argentina. Marzo de 2001. Pág. 418

[2] Alberto Benegas Lynch (h) «Economía y globalización». Conferencia pronunciada para los socios del Círculo de Armas, Buenos Aires, agosto 16 de 2000. pág. 4

[3] Santos Mercado Reyes. El fin de la educación pública. México. Pág. 116

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.