PAGAR LA CUENTA

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 1/5/20 en: https://sotograndedigital.com/2020/04/28/pagar-la-cuenta-por-carlos-rodriguez-braun/

 

La pandemia ha ensombrecido a España con miles de muertos. Y su coste económico será abultado en términos de paro e impuestos.

El desempleo aumentaba ya en 2019, pero la pandemia lo ha hecho explotar. Las estimaciones de organismos públicos y privados, como el Fondo Monetario Internacional o el BBVA, pronostican para este año una tasa de paro superior al 20 % de la población activa. La desocupación se cebará en las regiones donde tengan más peso los sectores económicos más expuestos al cierre de la economía. Es lo que sucede con nuestra Andalucía, debido principalmente al turismo y la hostelería.

Carlos Rodríguez Braun

Carlos Rodríguez Braun

Algo parecido puede afirmarse en relación con la Hacienda Pública. Su situación ya se estaba deteriorando el año pasado, y la crisis de 2020 será catastrófica, con un déficit estimado en el 9,5 % del PIB, el más alto de Europa. Esto abocará al Estado español a una situación insostenible, que en teoría debería ser ajustada mediante una combinación de las tres medidas clásicas: menos gasto, más deuda y más impuestos. Y las tres resultan problemáticas.

Es difícil bajar el gasto cuando el Gobierno ya lo estaba incrementando irresponsablemente antes del virus, y la tendencia se acentuará considerablemente en 2020, no solo por la caída en la actividad, que disparará las prestaciones por desempleo, sino por las propias iniciativas gubernamentales, como la llamada “renta mínima”. Siempre se puede aumentar la deuda, pero su coste probablemente tenderá a subir, y esto significa menos dinero para atender a los demás capítulos del gasto. Por fin, la subida de impuestos es políticamente delicada para el Gobierno, en la medida en que no pueda convencer a la población con la habitual excusa de que los mayores impuestos solo recaerán sobre “los ricos”.

En resumen, la cuenta de esta pandemia la van a pagar, como siempre, la mayoría de los ciudadanos, porque se quedarán sin trabajo y, los que tengan la suerte de conservar el empleo, serán empobrecidos por los mayores impuestos. Consuela pensar, sin embargo, que la factura será también política, y que las autoridades deberán hacerle frente, tarde o temprano.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE. Difunde sus ideas como @rodriguezbraun

La trampa del colectivismo

Por Bertie Benegas Lynch. Publicado el 1/5/19 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/05/01/la-trampa-del-colectivismo/

 

Pocos en el mundo pueden entender cómo un país con los recursos que tiene la Argentina registra lamentables indicadores de calidad de vida

Pocos en el mundo pueden entender cómo un país con los recursos que tiene la Argentina registra lamentables indicadores de calidad de vida

 

Los lamentables indicadores de calidad de vida, crecimiento y cualquier otra referencia vinculada al bienestar, grado de libertad y respeto a la propiedad privada, son reveladores de nuestro declive. Durante las dos décadas del actual siglo, la situación se agravó y hemos estado a contramano de las soluciones a problemas recurrentes.

Para revertir la tendencia argentina, se dispone de buenos ejemplos si se presta atención al camino que tomaron aquellos países que hoy tienen los más altos standards de bienestar. Es importante no perder de vista el hecho que, en todos esos casos, partieron de situaciones desesperantes.

Incluso no hay que olvidar que nuestro país disfrutó de un período de gran prosperidad desde mediados del siglo XIX y llegó a ser potencia mundial gracias a las ideas liberales de Alberdi. «El granero del mundo» estaba en auge y, sin fantasmas migratorios absurdos, recibía a centenares de europeos que huían de la miseria y de la guerra. Pero el progreso se detuvo y se inició la mencionada debacle cuando el socialismo ganó progresivamente la batalla de las ideas.

Cuando se expone el ejemplo argentino de fines de 1800 y principios de 1900 o el de otros países exitosos, no faltan quienes recurren a los argumentos de «eran otros tiempos», la idiosincrasia de inmigrantes y otros disparates de variado calibre y sin relación causal alguna. Se debe entender que los principios elementales de la libertad y el derecho no se alterarán con el paso del tiempo ni depende de la latitud donde ha nacido un número determinado de habitantes.

A mi juicio, los países marginales están rezagados y ajenos a los avances del resto del mundo debido a un tema moral, un tema de valores; debido a la falta de respeto recurrente e institucionalizada al ciudadano. En todos esos países, con distinto grado, rige la supremacía de los aparatos estatales y la planificación central, postulados incompatibles con el respeto a la propiedad privada, la defensa de la libertad y la preservación de los proyectos de vida de cada individuo.

Es difícil que alguien se exprese abiertamente en contra de la libertad y a favor de las tiranías. Hasta los propios tiranos deben buscar la forma de apropiarse del término «libertad» a efectos de simular gestas heroicas y ocultar sus sangrientos absolutismos. Tal es el caso de Maduro en Venezuela cuando se refiere a la «libertad bolivariana»; o de Fidel Castro cuando distinguía la «libertad revolucionaria»; de la «libertad burguesa». A todos nos seduce la libertad porque es un valor que se corresponde a la naturaleza del hombre. Todos calificarán a la libertad como un valor irrenunciable.

No obstante, predomina una llamativa incoherencia que, ante cualquier dilema social, el ciudadano reclamará la intervención del gobierno -el aparato de coacción- para que regule, restrinja, controle, limite, fiscalice, instruya o grave nuestras vidas y labores.

Hasta los propios tiranos, como  Maduro deben buscar la forma de apropiarse del término “libertad” a efectos de simular gestas heroicas y ocultar sus sangrientos absolutismos

Hasta los propios tiranos, como  Maduro deben buscar la forma de apropiarse del término “libertad” a efectos de simular gestas heroicas y ocultar sus sangrientos absolutismos

Es imperativo que se comprenda que, si la opinión pública reclama intervención del gobierno, el gobierno le dará intervencionismo, lo que es decir, más impuestos y más pérdida de libertades. Si la gente reclama «estado presente», el núcleo político asumirá que su rol es legislar más, controla más y limitar más. Y para todo ello, claro está, se requieren más estructuras estatales y un consecuente aumento en la carga fiscal y el endeudamiento estatal que recae sobre el sector productivo. Eso es, ni más ni menos, el «estado presente».

Quitar la adiposidad de la estructura política, siempre genera resistencia, más aún cuando se trata de la propia clase política, silenciosa ganadora del populismo clientelista y de los ladrones de cuello blanco que hacen magníficos negocios explotando a la gente al calor de privilegios otorgados por el gobierno de turno. Lo que sí resulta estremecedor y paradójico es que, cual Síndrome de Estocolmo, los mayores promotores del sistema de expoliación, resultan ser, en buena parte, los mismos expoliados.

Gradual de seducción para el mal camino

Hay que recordar que, la tiranía no se presenta de la noche a la mañana, es una gradual pérdida de pequeñas libertades. Para dar una idea de cuán atados estamos al entramado socialista, viene a cuento un debate que se suscitó vez pasada sobre el uso obligatorio del casco para quien circula en una moto. Dejando de lado la probada conveniencia de su uso, el tema de discusión era en torno a si resultaba correcto que, desde el punto de vista de las libertades civiles, el gobierno imponga el uso de un elemento de seguridad personal que no afecta a terceros.

La gran mayoría de los que intervenían en el intercambio caían en la trampa del colectivismo, es decir, sostenían que, si el conductor de una moto sufría un accidente, un hospital público sería el receptor del caso, lo cual implicaría que otros pagarán por los resultados de una irresponsabilidad ajena. Siguiendo la misma lógica, debería el gobierno también controlar el nivel de grasas que ingerimos, prohibir los cigarrillos, monitorear el ejercicio que hacemos, forzar a las personas sedentarias a que incorporen el ejercicio físico a sus actividades y prohibirle jugar al fútbol a los marcadores centrales resueltos y ásperos.

Al menos destaco del argumento la correcta percepción de que alguien paga el gasto público y que nada es gratis. Pero, deberían entonces también advertirse que resulta injusto que una persona que se levanta a la madrugada para tomar tres colectivos para mantener dos trabajos y que no puede darse el lujo de mandar a su hijo a la universidad porque lo necesita trabajando, le esté financiando la educación a un chico que vive con los padres en un barrio cerrado exclusivo y que se traslada en su 4×4 para asistir a su clase de una universidad estatal.

Si se pretende resolver temas manteniendo inalterables los postulados estatistas que originan los problemas, vamos a gastar grandes energías sin llegar a ningún sitio distinto del que estamos. Quedaremos in aeternum en una especie de globo de la muerte colectivista. Sin embargo, soy optimista.

Me inclino a pensar que Argentina lentamente retomará la senda de los valores morales de respeto a la vida, la libertad y la propiedad de cada individuo, reclamará la necesidad de destrabar el cepo a la creación y la innovación para retomar los incentivos que implican poder disponer de los resultados del propio esfuerzo. La opinión pública cambiará a la política y no al revés. Siempre fue así.

 

Bertie Benegas Lynch. Licenciado en Comercialización en UADE, Posgrado en Negociación en UP y Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Síguelo en @nygbertie

Pobreza: riesgo de riesgos

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 22/3/18 en: http://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/la-razon/pobreza-riesgo-riesgos/

 

Leí en la prensa que los pobres “son más y distintos”. Pero, ¿cómo es posible que después de varios años de crecimiento económico hayan aumentado los pobres? Respuesta: no han aumentado.

Hay que advertir que desde hace algún tiempo ya no se habla de pobreza sino de “riesgo de pobreza”. Esto permite a los antiliberales de toda laya insistir en sus jeremiadas sobre lo mal que va todo, y a continuación apresurarse a exigir más gasto público, más impuestos y menos libertad. De ahí que convenga analizar con cuidado sus lamentaciones para comprobar si tienen base o no.

Según lo que pude leer, los mayores de edad están en mejor posición, pero “los niños en cambio han sido los más perjudicados: su riesgo de pobreza entre 2005 y 2015 pasó del 29% al 34%”. Nótese que el primer año fue el penúltimo de un largo ciclo de crecimiento económico y generación de empleo; y que la recuperación empezó en 2013.

Ahora bien, ¿por qué están en mayor riesgo? Porque la definición ya no es personal: “la pobreza es una característica del hogar, no individual”. Entonces, todos los hogares con niños tienen más riesgo.

Y observé que la forma de ponderar los ingredientes de dicho riesgo tiende a inflarlo. Por ejemplo, todo trabajo que no sea fijo lo aumenta, independientemente del motivo y el salario. Lo mismo sucede con los hogares monoparentales y las familias numerosas. Ser extranjero se relaciona con la pobreza, y, obviamente, estar parado.

Cuando llegamos al dinero, se entienden mejor los altos porcentajes del riesgo. Según Eurostat basta con una de la siguientes condiciones para estar en riesgo de pobreza: ingresos bajos, escasez de empleo, y privaciones materiales severas. La primera incluye a personas con ingresos familiares menores al 60 % de la mediana: por ejemplo, alguien que viva solo y gane 8.000 € al año. La segunda condición la cumpliría un matrimonio con ingresos suficientes pero que vivan con dos hijos que ni estudian ni trabajan.

La tercera condición, según se informó, es quizás la más grave: “incorpora a las personas que, con independencia de sus ingresos, sufren privaciones como no tener lavadora, no poder comprar carne o tener dificultades para pagar los recibos o el alquiler”. Es difusa, porque no atiende a los ingresos, con lo que una persona o una familia con ingresos suficientes pero que tenga “dificultades” entraría en esta categoría.

Leí declaraciones de un matrimonio marroquí con seis hijos. No trabajan, pero reciben una ayuda de 400 euros y otra de 200 por ser familia numerosa. Dice ella: “Mi trabajo es buscar. Antes no conocía muchos sitios. Ahora sé todo. Hay que buscarse la vida poco a poco”.

Cabe asociar la imprecisión estadística sobre el riesgo de pobreza con las cifras sobre la pobreza efectiva más grave, a menudo asociada con el hambre. En Repensar la pobreza, Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo comprueban sobre el terreno que “la mayoría de las personas que viven con menos de 99 centavos al día no parecen comportarse como si tuvieran hambre”.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.

La socialdemocracia cambiemita es parte del problema

Por Iván Carrino. Publicado el 20/7/17 en: http://www.ivancarrino.com/la-socialdemocracia-cambiemita-es-parte-del-problema/

 

De cara a las PASO, algunas medidas que analiza el gobierno generan más preocupación que entusiasmo.

El viernes pasado arrancó oficialmente la campaña electoral para las PASO. Muchos coinciden en que en este simulacro de elecciones legislativas se juega el futuro del país.

Es que, de ganar el oficialismo, se consolidaría un camino de reformas que generarían mayor confianza de los inversores, estabilidad y mayor crecimiento. De lo contrario, reinaría el miedo, la huida de las inversiones, el salto del tipo de cambio y una mayor pobreza.

¿Existe realmente semejante “grieta” en la política económica propuesta por ambos lados?

En realidad, no tanto. El panorama electoral argentino es desolador: son todos partidos de izquierda, salvo Cambiemos, que es socialdemócrata.

¿Y qué quiere decir esto? Que el cambio que necesita el país está lejos de llegar, independientemente de quién gane las elecciones.

Medallas para Macri

El gobierno actual heredó una situación económica al borde del colapso. Cuando se emite dinero de manera descontrolada, se gasta más de lo que se ingresa crónicamente y, como frutilla del postre, se controlan casi todos los precios de la economía, la bomba tarde o temprano estalla.

Con esa herencia, Cambiemos hizo lo que pudo y tomó medidas en la buena dirección. Eliminó el cepo, quitó las restricciones para exportar, ajustó algo las tarifas de servicios públicos y redujo impuestos.

Destapar (a medias) la olla a presión de la economía K no fue fácil. 2016 terminó con 41% de inflación y una caída de 2,3% del PBI.

No obstante, en 2017 el país tendrá un escenario radicalmente distinto. La inflación será del 20-22% anual y el crecimiento cercano a 3%. Con esos números, Cambiemos podrá colgarse las medallas de la menor inflación en siete años y el mayor crecimiento en cinco.

Pero el gasto no se toca

Las medidas tomadas en 2015 y 2016 tendientes a liberalizar algunos sectores de la economía deben ser aplaudidas, pero hay temas de fondo que no se modifican.

El gasto público es el principal responsable del déficit fiscal y del pobre crecimiento de la economía nacional. Además, refleja el alto grado de estatización de la sociedad argentina.

Para que Argentina crezca lo suficiente como para alcanzar a los países del Primer Mundo, el tamaño del gasto debería recortarse de manera considerable. No hablamos de 1 o 2 puntos porcentuales, sino de 15 o 20.

Cambiemos, sin embargo, no va en esta dirección. Entre 2015 y 2016 el gasto creció en términos de PBI. Es que, a pesar del recorte en subsidios energéticos, aumentó la asistencia social producto de la “Reparación Histórica” de los jubilados.

Ahora si aceptamos que era necesario y éticamente correcto pagar esos juicios, ¿por qué no redujeron más aún otras partidas?

El gasto no se toca. Al menos no a la baja. Nuevas medidas como los créditos a los beneficiarios de AUH que ofrecerá la ANSES, o los del “Plan Potenciar” que ofrecerá el Banco BICE  son, a la larga, un aumento del gasto público.

Si los receptores del dinero no pagan su deuda, el agujero impactará en las arcas del estado.

Reforma tributaria: más impuestos

Una de las medidas que más  entusiasmo genera entre los agentes económicos es la reforma tributaria. Si Cambiemos gana las elecciones, se sostiene, entonces tendrá la fuerza legislativa necesaria para impulsar un plan integral para bajar impuestos y mejorar la competitividad.

Si ese fuera el  caso, ¡bienvenida la reforma!

Sin embargo, hace poco trascendió que los funcionarios no evalúan bajar impuestos, ¡sino subirlos! De acuerdo con el diario La Nación, el gobierno estudia lanzar un nuevo impuesto a los “alimentos no saludables”.

Esta medida desnuda el carácter socialdemócrata de Cambiemos. Por un lado, más peso del estado por la vía de nuevos impuestos. Por el otro, más paternalismo estatal e intromisión del gobierno en la vida privada de la gente.

Muchos argumentan que estos impuestos son razonables, porque si algunos tienen malos hábitos de alimentación, eso genera un gasto mayor en asistencia médica pública.

Ahora si Cambiemos quiere Cambiar en serio, hay que discutir es el tipo de país que queremos.

¿Queremos un país donde papá estado se haga cargo de todo, diciéndonos lo que tenemos que hacer porque, a fin de cuentas, él es el que paga los platos rotos? ¿O uno donde cada argentino sea digno y se haga cargo de sus decisiones?

La socialdemocracia cambiemita se inclina por lo primero.

Por si esto fuera poco, Mario Quintana afirmó que “el sistema tributario castiga a la producción y no grava la renta financiera”.

Aquí hay un problema de concepto. La renta financiera, que deriva del ahorro y el préstamo, es clave para la inversión. Si el ahorro no genera beneficios, entonces no habrá ahorro. Y sin ahorro no hay inversión. Y sin inversión no hay producción. Por tanto, gravar la renta financiera también gravará la producción.

La reforma tributaria debería eliminar impuestos y reducir tasas impositivas. No crear impuestos nuevos y aumentar el alcance de los existentes.

Socialdemocracia, parte del problema

El partido de Mauricio Macri tiene el mérito de haber abortado el camino hacia el chavismo que transitaba Cristina Fernández. Sin embargo, su modelo socialdemócrata de estado omnipresente no es lo que necesita el país.

Argentina, por su historia de desastres fiscales y crisis económicas asociadas, necesita ir de lleno a convertirse en uno de los países con mayor libertad económica del planeta. Sólo así atraerá la inversión necesaria para impulsar el crecimiento.

A la hora de votar, es cierto que Cambiemos luce como la opción menos mala. Pero esta realidad no habla bien de Cambiemos sino mal de nuestro país.

Como reza una historieta que circula en las redes: todos están a favor del “cambio”, pero nadie quiere cambiar nada.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.