¿Un aporte a la teoría del valor desde Egipto? ¿Una teoría objetiva basada en las «calorías»?

Por Martín Krause. Publicada el 10/10/22 en: https://bazar.ufm.edu/aporte-la-teoria-del-valor-desde-egipto-una-teoria-objetiva-basada-las-calorias/

Siempre es bueno que aparezcan contribuciones y estudios de teoría económica de países donde no se encuentran usualmente grandes contribuciones. Por esa razón es que me pareció interesante que se publicara un texto de Aniss Mennoune  estudiante de la Faculté des Sciences Juridiques, Economiques et Sociales, Souissi Université Mohammed V de Rabat (Marruecos). El tema es muy interesante y lo describe el título: Theories of value in the history of economic thought, from objective theory of value to the subjective one : Analysis and diagnostic: https://hal.archives-ouvertes.fr/hal-03702153/document

La evolución de la teoría del valor está bien explicada, desde Adam Smith, pasando por Ricardo y llegando a Marx, cuya teoría del “valor-trabajo” fuera sepultada por la Revolución Marginalista de Menger, Jevons y Walras. Pero luego, en fin, sostiene que una teoría del valor “objetivo” ha vuelto a surgir de la mano de un economista egipcio, quien planteara que hay una medida objetiva del valor que serían… las calorías?!? Así concluye:

“En conclusión, la teoría del valor ha conocido una larga marcha a lo largo de la historia de la ciencia en general, y se ha desarrollado en paralelo. Se advierte que existen a grandes rasgos dos corrientes dentro de una misma teoría: La explicación objetiva del valor desarrollada y adoptada primero por los Clásicos, como contraparte de la estimación subjetiva del valor puesta en el seno del pensamiento Neoclásico. Verificando las proposiciones de las dos corrientes respecto a las condiciones exigidas por la unidad de medida y como se demostró anteriormente para los Neoclásicos: La imposibilidad de cuantificar la satisfacción que procura el consumo de un bien por un lado y la inadecuación de la teoría cuando tratarse de bienes o usos materiales impide que la unidad de medida propuesta se considere correcta y científica. Asimismo para la explicación objetiva del valor, el tiempo dedicado a la producción en horas es siempre estable (una hora siempre es igual a una hora), Universal también (una hora en Marruecos es igual a una hora en Argelia), pero no es el unidad de medida correcta para medir la cantidad de energía que el cuerpo ha gastado, por la sencilla razón de que se pueden suministrar dos cantidades diferentes de energía en la misma cantidad de tiempo. Y es en este último punto que Muhammed Adel Zaky toma la delantera buscando la unidad de medida adecuada. Las calorías gastadas en el proceso de producción son estables en promedio para el cuerpo humano, Universales ya que todos los seres humanos consumen energía, y Científicas porque es la unidad de medida correcta propuesta y adoptada por los campos de la salud y la nutrición. Sobre esta base se puede comparar el valor de dos bienes, cuántas calorías costaron para su producción. Es cierto que eso significa implícitamente que la misma mercancía puede tener dos valores diferentes si son producidos por personas de diferentes sexos donde el hombre consume en promedio más energía que una mujer, pero esto no es razón suficiente para rechazar la unidad de medida. siempre y cuando satisfaga las condiciones por un lado, y la desigualdad del consumo de energía provenga de la diferencia de cuerpos entre los dos sexos, algo completamente natural.”

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

EL MAGISTERIO, EL TEMA MORAL Y EL CAOS ACTUAL DE POSICIONES DENTRO DE LA IGLESIA.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 3/4/22 en: https://gzanotti.blogspot.com/2022/04/el-magisterio-el-tema-moral-y-el-caos.html

En la entrada del Domingo anterior (https://gzanotti.blogspot.com/2022/03/que-el-papa-fracisco-nos-sirva-de.html), alguien nos podría decir que mi insistencia en el aspecto opinable de los temas sociales deja abierta la misma opinabilidad para los temas morales no sociales. ¿No hubo allí también un abuso del poder del Magisterio? ¿No hubo también allí una inflación de documentos pontificios? Esta semana el Cardenal Marx declaró que el Catecismo no está escrito sobre piedra, en el contexto de los debates de moral sexual que hace décadas dividen cada vez más a la Iglesia Católica.

Pero no. No es lo mismo.

Desde la década de los 50 y los 60 la Iglesia se ha visto presionada por fuertes corrientes doctrinales que, ya desde afuera o desde dentro, consideran necesario ampliar el ámbito de lo permitido en la moral sexual.

Creo que ello obedece a tres causas, entre ellas:

–          Un legítimo cambio en las tendencias pastorales,

–          Una crisis en la teoría de la ley natural,

–          La obvia influencia del post-modernismo y el lobby LGBT dentro de la Iglesia.

Lo primero es lo más atendible. La superación de la dialéctica entre una mentalidad condenatoria por un lado, y una mentalidad relativista por el otro, en la pastoral sexual, siempre ha sido muy difícil. Los más conservadores tienden a condenar más y los más liberales tienden a perdonar más. La pura verdad es que dicha tensión se supera siempre con el ejemplo de Jesucristo, quien perdona al pecador pero condena con claridad al mal moral en sí mismo. Llevar eso a la práctica es difícil pero la doctrina es clara: no se condena la conciencia subjetiva, de la cual sólo Dios es juez, pero se condena la inmoralidad de la acción en sí misma, porque sin ese señalamiento, el perdón deja de tener sentido.

Lo segundo consiste en que una versión racionalista de la ley natural, muy influenciada por un tomismo aristotélico que quiso sacar a Santo Tomás de su contexto teológico, (https://gzanotti.blogspot.com/2018/09/mi-vision-del-tomismo-hoy.html ) tuvo como efecto rebote una falta de claridad en el seno mismo de la Iglesia sobre dicha cuestión y una mayor debilidad ante los ataques del post-modernismo. Santo Tomás es teólogo y su defensa de la ley natural está dentro de un contexto teológico. Intentar ocultarlo para parecer más secular implica el tiro por la culata. Todos los temas de moral sexual se resumen en esta famosa frase de Jesucristo: en el principio no era así. Remite así Jesucristo la moral sexual a la justicia de la situación originaria, donde estábamos protegidos por los dones preternaturales. Y de ese modo la naturaleza humana llega a su plenitud y la ley natural se cumple. (https://institutoacton.org/2018/07/04/sexualidad-hacia-una-ley-natural-mas-catolica-y-una-mayor-vivencia-de-la-libertad-religiosa-gabriel-zanotti/)  Luego del pecado original, la gracia deiforme es reemplazada por la gracia cristiforme de la redención. Pero sin la gracia de la Redención, el cumplimiento de la ley natural es muy difícil. Decirlo no es incompatible con el recordatorio de la ley natural en una sociedad secular. Pero sin eso, sin esa vuelta a principio, nada se entiende. Porque en ese principio la sexualidad estaba elevada al matrimonio monogámico e indisoluble entre un hombre y una mujer. La redención implicó salvarnos precisamente del pecado original que nos aleja de ello. Por ende todo lo que salga de ese matrimonio es contrario a la ley natural, sí, porque es contrario a ese principio. Si los teólogos morales católicos no entienden eso, no entienden nada. Y por eso se alejan de la tradición cristiana de defensa de la pareja originaria.

Y eso produce lo tercero: ante esa falta de firmeza teológica de la ley natural, el post-modernismo avanza lo más campante incluso dentro de los teólogos católicos. Reaccionan contra el tomismo aristotélico de su juventud, estudian una hermenéutica relativista basada en una interpretación relativista del último Heidegger, estudian Marx, Hegel, Derrida, etc., y pierden la fe sin darse cuenta. Sólo la síntesis entre Santo Tomás y la fenomenología de Husserl podría haberlos sacado de la confusión, pero eso estaba muy lejos del horizonte de su formación.

Por ende, los temas sexuales no son temas circunstanciales, como los sociales. Estos últimos “aplican” normas generales a casos concretos. Las normas de la moral sexual, en cambio, son mandamientos negativos no circunstanciales. No fornicarás, no adulterarás: no en tanto nunca. Que se nos perdone porque nuestra conciencia subjetiva fue débil o estuvo mal formada, obvio, pero ello no convierte al acto moralmente malo en bueno desde el punto de vista de la objetividad de lo bueno o malo en sí mismo considerado.

Todo esto lo tuvieron que recordar Juan Pablo II y Ratzinger en la Veritatis splendor, (https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_06081993_veritatis-splendor.html) que se consideró en su momento el colmo del conservadurismo. Y sin embargo su contenido era elemental. Cualquiera que hubiera estudiado lo mínimo de Santo Tomás la entendía. Objeto, fin y circunstancias del acto moral, acto moral objetivo versus conciencia subjetiva, diferencia entre pecado moral y venial, etc. Elemental Watson, catequesis elemental, pero en 1993 todo ello tuvo que ser recordado a los obispos en primer lugar.

No sé qué tienen en la cabeza el Cardenal Marx y miles que piensan como él; lo que sí sé es qué NO tienen in mente: al Santo Tomás teólogo, a la combinación entre tomismo y fenomenología, al contexto escriturístico de las admoniciones de Jesús contra la dureza de nuestro corazón.

Por ende, la defensa de nuestra libertad de opinión en temas esencialmente prudenciales no implica pasar al caos en materia de moral elemental. Los mandamientos morales negativos (donde también entra no matar, no robar, no mentir) no admiten circunstancia, son siempre así. Cambiará la prudencia pastoral, cambiará el modo de explicarlos, cambiarán las tendencias históricas y las sensibilidades de cada momento, y es deber del pastor estar atento a todo ello, pero el bien es bien y el mal es mal, y ese Pedro que se ha devaluado a sí mismo hablando de política concreta, es el mismo que debería confirmar en la fe a sus hermanos, como lo hacía la Madre Angélica, como lo hace el Padre Santiago Martín, y tantos otros héroes actuales de la Fe que bien lejos están de las estupideces del Vaticano.

Dios es un duro maestro. El sabe por qué permite que todo esto pase. Tal vez, pasa para que pase. Mientras tanto, oídos atentos a los verdaderos santos, que les aseguro que están lejos de los lobos con piel de cordero.

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor en las Universidades Austral y Cema. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Publica como @gabrielmises

Individualismo, egoísmo, colectivismo y altruismo (2º Parte)


Por Gabriel Boragina. Publicado en:
http://www.accionhumana.com/2021/10/individualismo-egoismo-colectivismo-y_0445745661.html

‘’Platón sugiere que si no se puede sacrificar los intereses propios en aras de los de todos, entonces se es egoísta, Pero una mirada a nuestra pequeña tabla nos mostrará que las cosas no son así. El colectivismo no se opone al egoísmo, ni tampoco es idéntico con el altruismo. El egoísmo colectivo o de grupo, por ejemplo, el egoísmo de clase, es cosa muy común (Platón lo sabía muy bien), y esto muestra con bastante claridad que el colectivismo propiamente dicho no se opone al egoísmo. ’’[1]

           En lo anterior Popper da por sentado el carácter restringido de la voz egoísmo como excluyente del altruismo. Para nosotros –como hubiéramos explicado otras tantas veces- egoísmo es sinónimo de interés propio, y dentro del propio interés no se encuentra solamente la persona de uno mismo sino también otras personas (familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o estudios, etc.).

En consecuencia, y como partidarios del sentido amplio, incluimos dentro de egoísmo también al altruismo, porque todo aquello que a ojos de un tercero puede implicar el sacrificio de una persona (o de sus bienes) por otra, esta motivado en un acto de propio interés, es decir, egoísta. Por eso, decimos que el egoísmo puede ser altruista o no altruista en la medida que el acto de alguien tenga por mira satisfacer una necesidad para sí o para otros. Este parece ser el sentido que le dan a la palabra autores como Ludwig von Mises. En cambio, la perspectiva de Popper es parecida a la de Ayn Rand en cuanto a la oposición (y antagonismo) entre egoísmo y altruismo. En lo demás, claramente, la filosofía de Popper tiene pocos puntos en común con la de Rand.

En el sentido indicado en el párrafo anterior, podríamos decir que Popper describe (en la cita precedente) el egoísmo no altruista de nuestra clasificación. En el caso, la aplica al grupo (con bastante acierto a nuestro modo de ver). Es el egoísmo que tiene por objeto satisfacer las necesidades exclusivamente del propio grupo que, en última instancia, se van a reducir a las del líder o líderes del grupo y su entorno de privilegiados como en toda organización colectiva se pueden apreciar.            

Paradójicamente desde esta perspectiva, la actividad de los miembros del grupo van a terminar beneficiando (en proporciones mayores a un cincuenta por ciento) a sus líderes, con lo cual -en la nomenclatura convencional- concluirían siendo acciones altruistas que -como resultado- beneficiaran el egoísmo de los jefes del grupo o colectivo.

En realidad, no solo el colectivismo no se opone al egoísmo sino que nada se le opone, en la inteligencia que toda acción es egoísta, según la entendemos nosotros y hemos explicado arriba.

Cuando Marx proclama que los proletarios deberían unirse para combatir a los burgueses y arrebatarle todo el capital, estaba proponiendo lo mismo: satisfacer el egoísmo proletario poniéndolo por encima del egoísmo burgués. Pero la lucha contra el egoísmo es vana si lo concebimos de la manera en que lo hemos propuesto.

‘’Por otra parte, un anticolectivista, esto es, un individualista puede ser, al mismo tiempo, un altruista; puede hallarse pronto a hacer sacrificio si éstos ayudan a otros individuos. Dickens es tal vez uno de los mejores ejemplos de una actitud semejante. Sería difícil decir qué es en él lo más fuerte, su apasionado odio al egoísmo o su apasionado interés en los individuos, con todos sus defectos y debilidades; y esta actitud se combina en él con cierta antipatía o aversión no sólo hacia lo que llamamos hoy cuerpos colectivos, sino incluso ante el auténtico altruismo, si éste se halla dirigido hacia grupos anónimos y no individuos concretos. (Recuerde el lector a Mrs. Jellyby en Bleak House: «una dama consagrada a los deberes públicos».) ’’[2]

Recordemos la terminología y la diferencia entre la que usamos nosotros y la que le da el autor citado. Un egoísta (en la nuestra) también puede ser altruista, algo que sería inaceptable tanto para Popper como para Ayn Rand. Con todo, esta última autora, en varios de sus escritos, y en los de su discípulo Nathaniel Branden, suele diferenciar entre dos tipis de egoísmo: uno racional y otro irracional. El primero parece tener bastante semejanza con nuestro egoísmo altruista, en tanto el segundo con el (también nuestro) no altruista. Pero para no salirnos del tema (que, en definitiva, es individualismo vs colectivismo) tenemos en claro que un individualista puede ser (en la nomenclatura de Popper y de casi todo el mundo) egoísta o altruista. En cambio, para Ayn Rand el individualista siempre es egoísta y es esto lo que lo diferencia de un altruista como marca distintiva.

Si todos somos -en el fondo- egoístas ¿qué diferencia entonces al individualismo del colectivismo? Creo que entre las muchas respuestas que ya hemos dado en distintas partes, sobresale la siguiente: el individuo es real, el colectivo es ficticio. El individuo puede ser percibido sensorialmente, en tanto que el colectivo no.

Si –por caso- en un determinado lugar hay cinco o diez personas reunidas, un colectivista dirá que allí hay un grupo o colectivo reunido, en tanto que un individualista expresará lo primero: que allí hay cinco o diez personas. Este último describe literalmente lo que ve (y que cualquiera normalmente puede ver). Aquel otro narrará en palabras algo que sólo es un concepto que alberga en su mente y al que quiere darle entidad propia como si fuera real físicamente.

‘’Creo que esos ejemplos bastarán para explicar claramente el significado de nuestros cuatro términos y demostrar que cualquiera de ellos puede combinarse con cualquiera de los dos términos incluidos en la otra columna (de lo que resultan cuatro combinaciones posibles). De ese modo, es sumamente interesante comprobar que para Platón -y para la mayoría de los platónicos- no es posible la existencia de un individualismo altruista (como, por ejemplo, el de Dickens). ’’[3]

           Paradójicamente, la postura de Ayn Rand viene a coincidir con la de Platón, ya que aquella también reputa imposible un individualismo altruista. Porque para ella, el individualismo o es egoísta o no es. En tal sentido nos resulta más razonable la posición de Popper.


[1] K. R. Popper. La sociedad abierta y sus enemigos. Paidós. Surcos 20. pág. 115-116

[2] Popper, K. R. Ibídem.

[3] Popper, K. R. Ibídem.

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

Individualismo, egoísmo, colectivismo y altruismo

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2021/10/individualismo-egoismo-colectivismo-y.html

Es sorprendente verificar como las ideas que tenemos sobre ciertas palabras que usamos muy a menudo en los debates, y hasta en la conversación diaria con personas conocidas, amigos y familiares, encuentran su génesis en pensadores tan antiguos que a veces desechamos con algún desdén como ‘’pasados de moda’’.

El carácter despectivo que se le dan a de ciertos vocablos los une de tal manera que llega un momento en que se los usamos como sinónimos. Y lo mismo sucede en sentido inverso con la significación virtuosa que se le otorga a los que se utilizan como sus antónimos. Así sucede con los léxicos individualismo, egoísmo, colectivismo y altruismo. Un análisis interesante al respecto es el que hace el filósofo ya citado antes por nosotros, K. R. Popper. Veámoslo en detalle:

‘’La palabra «individualismo» puede emplearse (de acuerdo con el Oxford Dictionary) de dos maneras diferentes: (a) en oposición a colectivismo y (b) en oposición a altruismo. No hay ninguna otra palabra para expresar el sentido registrado en primer término, pero sí para el segundo, por ejemplo, «egoísmo». Por esta razón, en todo Jo que sigue utilizaremos el término «individualismo» exclusivamente con el sentido definido en (a), reservándonos la palabra «egoísmo» para aquellos casos en que queramos expresar el sentido definido en (b). La tabla siguiente puede sernos de cierta utilidad:

(a) Individualismoes lo contrario de(a’) Colectivismo
(b) Egoísmoes lo contrario de(b’) Altruismo

Esos cuatro términos describen ciertas actitudes, exigencias, decisiones o iniciativas frente a los códigos de leyes normativas, Pese a su carácter esencialmente vago, considero que puede ilustrarse fácilmente su contenido mediante algunos ejemplos, dándoles la suficiente precisión para utilizarlos en lo que sigue.’’[1]

                Es frecuente que se diga que vivimos en una sociedad individualista y egoísta. Si paramos a alguien por la calle y se lo preguntamos, en un porcentaje muy cercano al 100 por ciento la respuesta será que así es efectivamente. Sin embargo, no es verdad, simplemente porque no se conoce la esencia de cada uno de los términos articulados. O mejor dicho, se confundirán las esencias, en virtud de lo que nos ha enseñado –según Popper- el filósofo griego Platón, discípulo de Sócrates.

Dicho concepto platónico ha sido aceptado -casi inadvertidamente- por todas las generaciones posteriores de todos los países del mundo.

Platón ganó prestigio como filósofo, y su autoridad como tal hace que muchas de sus tesis hayan sido adoptadas acríticamente, no sólo por filósofos posteriores sino por el pueblo, que normalmente se considera alejado de las meditaciones y elucubraciones filosóficas.

No solamente sucede con Platón. El mismo Popper nos explica que otro tanto ha ocurrido con Hegel y con Marx. Pero tampoco se agota la lista con estos tres trascendentes pensadores. Aunque al resto –de uno u otro modo- se los puede catalogar como discípulos -aun involuntarios o no conscientes- de aquellos tres.

‘’Comenzaremos por el colectivismo, puesto que nos he­mos familiarizado ya con esta actitud, a través del examen del holismo platónico. En el capítulo anterior citamos algunos pasajes como ejemplo de su teoría de que el individuo debe subordinarse a los intereses del todo, ya sea éste el universo, la ciudad, la tribu, la raza, o cualquier otra entidad colectiva. Veamos nuevamente uno de esos pasajes, pero de forma más completa: «La parte existe en función del todo, pero el todo no existe en función de la parte… El individuo ha sido creado en función del todo y no el todo en función del individuo». Ese pasaje no sólo ilustra acabadamente el holismo o colectivismo, sino que encierra también una fuerte atracción emocional, que Platón, por cierto, conocía (como puede inferirse del preámbulo al pasaje). Esa atracción obra sobre diversos sentimientos, por ejemplo, el deseo de pertenecer a una tribu o a un grupo; y uno de sus factores es la atracción del altruismo en oposición al egoísmo. ’’[2]

                No es posible negar que ese pensamiento de Platón sea indudablemente muy actual, y que en un lenguaje quizás algo más sofisticado sea el que se sostiene en las sociedades de hoy en día, más en unas que en otras, pero de modo general en casi todas, lo que impide afirmar que nuestras sociedades sean ‘’individualistas’’ o cosa semejante.

El colectivismo obra en el sentido de destruir la seguridad individual. Como la naturaleza aborrece el vacío, ese principio también se cumple en el ámbito humano, y la tendencia es que, así como se desmorona la seguridad individual la naturaleza humana tiene que reemplazarla con otro tipo de ‘’seguridad’’, y ante ello se rinde a la ‘’seguridad’’ que le brinda la manada (la que en realidad no es tal).

                Esa ‘’seguridad’’ ficticia toma el lugar de la individual y convierte al individuo en una pieza más del engranaje colectivo, y -como tal- no puede actuar si no es de consuno con lo que los demás piensan, opinan o mandan. En realidad, no ‘’pierde’’ su individualidad sino que la diluye dentro del grupo.

Pero, en última instancia, como siempre hemos insistido, como la naturaleza individual del ser humano fluye de manera constante por más ahogada que se encuentre, esa manada termina siguiendo y cumpliendo las directivas que emanan de una sola persona que es el líder del grupo, a cuyas ideas y mandatos debe adherir el resto, sea por convicción o por obligación. Es así como, los miembros del clan se sienten seguros solamente si tienen la ‘’seguridad’’ que el grupo los acepta.

                El súbdito cree estar cumpliendo con la voluntad del ‘’todo’’ pero, en contexto, lo intuya o no, está sometiéndose a la del líder del grupo. El hecho de necesitar un referente concreto en otra persona distinta a él revela su naturaleza individual. Con lo que el individualismo siempre termina –aunque fuere en el plano subconsciente- imponiéndose por sobre el colectivismo. Lo verdadero se impone sobre lo falso.

Se inyecta en las mentes la fantasía de que el mejor y único intérprete de la verdad es el colectivo. Entonces, todo lo que el individuo piense por sí mismo estará impregnado de error, y para conocer ‘’la verdad’’ deberá acudir a la manada. Esta es la ‘’lógica’’ colectivista.


[1] K. R. Popper. La sociedad abierta y sus enemigos. Paidós. Surcos 20. pág. 115-116

[2] K. R, Popper. Ibídem. Pág. 115-116

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

Otra vez el error de atar precios a las ganancias


Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 23/10/2
en: https://www.infobae.com/opinion/2021/10/23/otra-vez-el-error-de-atar-precios-a-las-ganancias/

Los precios surgen de la interacción entre la oferta y la demanda de un bien o servicio. Cuando el Estado interviene se entronizan los desequilibrios

Roberto Feletti, secretario de Comercio Interior

En mi columna de la semana pasada sobre el concepto de la demanda de dinero anuncié que continuaría con el tema en esta oportunidad, pero como apareció otro asunto más urgente postergo lo anterior. A veces parecería que el tiempo no transcurre y las experiencias no se toman en cuenta. Nuevamente irrumpe la sandez de sostener que la evolución de los precios depende de los márgenes operativos, por lo que funcionarios se dedican a controlar que estos últimos sean “razonables”. Otra vez el absurdo del “agio y la especulación” de raigambre peronista.

Un tema que hace a la introducción a la economía consiste en describir el proceso en el que tienen lugar los precios de mercado que en el contexto mencionado se traduce en que surgen debido a la oferta y la demanda del bien o servicio en cuestión. Si hay diez zanahorias y cuarenta demandantes el precio se ubicará a un nivel tal que permita colocar las diez verduras, esto significa que el precio limpia el mercado: a ese precio no hay sobrantes ni faltantes. Si los megalómanos del aparato estatal colocaran el precio a un nivel inferior faltará el producto y si lo establecieran en un punto superior habrá sobrantes. Y esto no tiene nexo causal alguno con las respectivas ganancias o eventuales pérdidas, como queda dicho, el precio hace que oferta y demanda se igualen. Es no entender nada de nada el mantener que el precio debe surgir de la relación con ciertos márgenes operativos. Por otra parte nadie garantiza ganancias, el precio puede traducirse en quebrantos o en beneficios puesto que este asunto va por cuerdas separadas.

Por esto es que resulta tan delicado e importante el sistema de precios y por eso es tan relevante no seguir ejemplos como los aberrantes que exhiben los autócratas venezolanos donde naturalmente no hay medicamentos ni alimentos suficientes por lo que le miseria más espantosa es solo digna de la isla-cárcel cubana y el esperpento de Corea del Norte.

Cuanto más se necesita de un bien mayor es la necesidad de respetar los precios libres (en realidad una redundancia puesto que los precios no libres son simples números que la autoridad impone sin significado económico). Cuando hay problemas graves en el mercado inmobiliario quiere decir que los burócratas metieron la nariz, cuando hay faltantes de medicamentos o alimentos también es debido a la arrogancia de gobiernos que el lugar de permitir la información dispersa y fraccionada que conectan los precios, en lugar de eso concentran ignorancia los sujetos colocados en diversas reparticiones estatales.

Control de Precios Cuidados

Ilustro lo dicho con lo que sucedió mientras vivía en Guatemala con mi familia cuando fui profesor invitado en la Universidad Francisco Marroquín. Hubo un terremoto de características devastadoras con lo que se destruyeron innumerables departamentos y casas, con la literal desaparición de pueblitos enteros. Poco antes ocurrió algo similar en Nicaragua aunque de proporciones menores. En todo caso, en este último país el gobierno decidió el control de alquileres y precios de viviendas “para las destinadas a personas de menor poder adquisitivo” y liberaron los precios “para las que podían comprar los ricos”. Resultado: se creó un estado de permanente faltante para las personas más vulnerables mientras que en el mercado de las viviendas de lujo se ajustó oferta y demanda. Es que luego de un terremoto se liberen o no los precios habrá gente a la intemperie pero la diferencia sustancial estriba en que si se liberan atraen a inversores para la construcción lo cual no ocurre si los precios se estancan como si no hubiera habido terremoto. La gran diferencia con Guatemala es que allí los precios quedaron libres de entrada para todos los segmentos, lo cual permitió una notable y rápida reconstrucción.

Antes me he referido al ejemplo que utiliza el periodista estadounidense John Stossel para explicar el rol de los precios. Nos invita a que imaginemos un trozo de carne envuelto en celofán en la góndola de un supermercado. A continuación nos dice que cerremos los ojos y prestemos atención desde el inicio del proceso que permitió la existencia de ese producto. Vamos entonces en regresión. Primero los agrimensores calculando espacios en el campo, luego los alambrados y postes, por ejemplo, con especial atención a lo que remite esto último: el sembrado de árboles y la tala que insume períodos de muchos años, los transportes, las empresas para producir esos rodados, las cartas de crédito etc. etc. Sigue el periodista mencionado los tractores, las cosechadoras, los fertilizantes, los plaguicidas, los caballos, las riendas y monturas, las fábricas para todo ello y sus implicancias, el ganado, la industria del plástico para los envoltorios y tantas otras herramientas y asuntos a considerar. Nos dice Stossel que tengamos muy en claro en este proceso hay cientos de miles de personas que cooperan entre sí aunque cada una de ellas está solo concentrada en sus faenas específicas y no tiene conocimiento ni conciencia de todos los mecanismos que se llevan a cabo en paralelo o secuencialmente en los otros muchos sectores. Todo está coordinado por los precios de mercado, pero cuando aparecen los mandones del momento y afirman que “no puede dejarse el asunto liberado a la anarquía del mercado” se entronizan los desequilibrios y desajustes que terminan con que no hay celofán, ni carne, ni góndolas ni supermercados y todo se convierte en una noche horrible de conflictos insalvables.

Tengamos en cuenta que desde hace cuatro mil años -desde Hamurabi- que vienen provocando estropicios los controles gubernamentales de precios lo cual ha ocurrido una y otra vez en nuestro país. Es momento de percatarse de estas experiencias fallidas y tomar libros elementales de economía al efecto de abandonar tanta insensatez que hace sufrir a todos pero muy especialmente a los más necesitados.

Cuando era Secretario de Comercio, Alfredo Espósito nos invitó a un grupo de once personas críticas de la gestión y conexos a un almuerzo en esa repartición al efecto de exponer nuestras objeciones de política económica “con toda libertad”. Cuando me tocó el turno de hablar manifesté que antes que nada debía cerrarse esa Secretaría, frente a lo cual el doctor Espósito carraspeó y se produjo un silencio en la mesa hasta que se cambió de tema. A la salida Horacio García Belsunce -por entonces presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas- me dijo “estoy de acuerdo Alberto con tu propuesta pero evidentemente no has nacido para diplomático”. En las circunstancias actuales, vuelvo a hacer la misma propuesta.

Si se trata de lanzar inspectores a las calles para hostigar y controlar a los comerciantes y en general a los que producen tal como una vez más se ha dispuesto, es mejor dirigirlos al Banco Central por la hemorragia de emisión y al ministerio de economía para frenar tanto desatino. En el caso argentino, la tremenda inflación que se padece es reprimida por los embates absurdos del aparato estatal en precios y tarifas, el verdadero guarismo será mucho peor cuando se destape la olla.

Esta orgía de controles está en sintonía con lo que viene bregando el Papa Francisco desde que asumió. El 16 del mes que corre consignó en Twitter: “A las grandes corporaciones alimentarias, pido que dejen de imponer estructuras monopólicas de producción y distribución que inflan los precios y terminan quedándose con el pan del hambriento”. Por lo que exhibe una vez más su desconocimiento de todo el proceso económico y las virtudes de mercados abiertos, especialmente para los más necesitados.

Esto no sorprende pues cuando le preguntaron si es comunista respondió que “son los comunistas los que piensan como los cristianos” (Roma, La Reppublica, noviembre 11, 2016) y en Evangelii Gaudium escribe que “animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: ́no compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos´”.

Se trata de San Juan Crisóstomo que además de tener una idea atrabiliaria de la propiedad era un antisemita rabioso que con el título de Adversus Judaeos escribió que los judíos “son bestias salvajes” que son “el domicilio del demonio” y que “las sinagogas son depósitos del mal” para quienes “no hay indulgencia ni perdón”. Descuento que el Papa está imbuido de las mejores intenciones pero lo relevante son los resultados de sus consejos, insistir que “el mercado mata” sin percatarse que el mercado somos todos y que desde el Vaticano cotidianamente se adquiere todo lo que se necesita por esa vía y sostener que “el dinero es el estiércol del diablo” sin conectar con el Banco del Vaticano es no tener presente la realidad más elemental y en su persistente redistribucionismo (para otros) no parece tomar en cuenta los Mandamientos de “no robar” y “no codiciar los bienes ajenos.”

El problema medular por el que se insiste en esto de atar el precio a las ganancias radica en el desconocimiento de la teoría del valor. Incluso Marx mostró honestidad intelectual cuando en 1871 Carl Menger desarrolló la teoría que dio por tierra con la teoría marxista del valor trabajo y la plusvalía (o la versión modificada del costo de producción). Por ello es que después de publicado el primer tomo de El capital en 1867 no publicó más sobre el tema, a pesar de que en 1871 había completado la redacción de los otros dos tomos de esa obra tal como nos informa Engels en la introducción al segundo tomo veinte años después de la muerte de Marx y treinta después de la aparición del primer tomo. A pesar de contar con 49 años de edad cuando publicó el primer tomo y a pesar de ser un escritor muy prolífico se abstuvo de publicar sobre el tema central de su tesis de la explotación y solo publicó dos trabajos menores adicionales: sobre el programa Gotha y el folleto sobre la comuna de París.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Orígenes del colectivismo

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2021/10/origenes-del-colectivismo.html

En realidad, el origen del colectivismo se pierde en ‘’la noche de los tiempos’’ como quien dice. Pero uno de sus primeros defensores, quizás el más conocido pero no el único, fue –en la opinión del filósofo vienés K. R. Popper, el filósofo griego Platón, el más famoso discípulo de Sócrates. En sus propias palabras:

‘’A mi juicio, el holismo platónico se halla íntimamente relacionado con el colectivismo tribal de que hablamos en capítulos anteriores. No debemos olvidar que Platón añoraba permanentemente la perdida unidad de la vida tribal. Una vida en perpetua transformación, en medio de una revolución social, le parecía carecer de realidad. Sólo un todo estable -la colectividad que permanece- posee realidad, y no los individuos caducos. Así, es «natural» que el individuo se someta al todo, que no es tan sólo la suma de muchos individuos, sino una unidad «natural» de orden superior. ’’[1]

Es difícil saber qué tipo de ‘’realismo’’ encontraba Platón en el ‘’todo’’. La misma palabra -sin referencia concreta a ninguna otra cosa- no denota más que la más pura abstracción.

La realidad desde lo tangible es la individualidad y no la totalidad en abstracto. La tribu -creía Platón- tenia ‘realidad’’ propia como un ente separado y por encima de los individuos que lo componen. Notemos que es la misma idea que actualmente se posee respecto de aquello que se llama ‘’el Estado’’ (con mayúscula inicial) y que -como también explica Popper- primero Hegel y después Marx contribuyeron a reforzar aquella idea platónica, tratando de convertir lo que no era y es más que una construcción mental en una realidad vital.

Resulta claro que, en la tribu el individuo era nada respecto del todo que representaban los demás miembros del grupo pero, en especial, del jefe de la tribu, ello hasta el punto que ese líder llegaba a representar a la tribu misma, y no sólo hablaba sino que hasta pensaba por ella. Nada podía hacerse sin la autorización del grupo cuya última palabra residía en el cacique. Platón veía en esa estructura una ‘’virtud’’ y fueron Hegel y Marx los que trasladaron esa misma ‘’virtud’’ a la figura del estado-nación.

La idea antropomórfica de estado/gobierno se ha aceptado masivamente, y no hay prácticamente persona alguna que no se refiera a dicha entelequia como una ‘’realidad’’ viva siendo de la esencia del colectivismo. El individualismo ha caído en desgracia, y salvo un breve periodo (visto en perspectiva histórica) que puede fecharse entre fines del siglo XVII y principios del siglo XX no volvió -hasta el día de la fecha- a recuperar la posición de privilegio que supo ostentar en aquellos tiempos.

Hoy en día, la palabra individualista es un insulto como lo era en la época en que Popper escribía. Esto -ya de por sí- importa un vigoroso triunfo del colectivismo por sobre el individualismo que refuta a todos aquellos que insisten que vivimos en una sociedad individualista. ¡Ojala fuera ello así!

Pero el pensamiento de Platón nos revela mucho acerca de los orígenes del colectivismo, para el cual ‘’Una vida en perpetua transformación’’ constituía una amenaza, una anomalía social que debía evitarse, y de presentarse, combatirse. ¿Por qué? En el fondo muy simple: porque si la vida esta ‘’en perpetua transformación’’ no puede ser controlada por el poder de turno. Y ello aunque Platón no era explícito en el punto.

 Esta idealización de la colectividad como si tuviera corporeidad está plenamente vigente en nuestro tiempo y, por lo que parece, se la debemos a Platón y sus discípulos.

Pero -insistamos- conceptos tales como colectividad, colectivismo, estado, nación, gobierno, sociedad, comunidad, son sólo eso : abstracciones imaginarias, cuya realidad nada más reside en nuestras mentes, ya que son invisibles, incorpóreos, y no pueden ser percibidos por los cinco sentidos.

La estabilidad que anhelaba Platón y los colectivistas modernos era, en realidad, lo que confundían con uniformidad y de tal modo impedía que un individuo sobresaliera sobre el resto porque, de hacerlo, resultaba claro que el hecho rompía la estabilidad del grupo. Pero esto entraba en contradicción con la aparición del líder del colectivo. La colectividad –no obstante- es una idea, un mero concepto, que sólo permanece en nuestras mentes sin existencia externa visible, ni olfativa, ni gustativa, ni audible, ni táctil. Es corpóreamente pues pura fantasía. Su realidad es solamente mental.

Lo real es que ese ‘’todo’’ sólo tomaba efectiva existencia en otra u otras personas iguales en su personalidad e individualidad al resto de los miembros del grupo, pero con la sola distinción de considerarse por encima de los demás miembros, ya sea por reconocimiento de los mismos integrantes o por imposición del que se asumirá como ‘’superior’’ y con título suficiente como para comandar a los demás.

Lo único que permanece de la colectividad es la palabra colectividad. Luego, en la vida real, todo es mutable, lo que incluye claro está, a los individuos que componen ese imaginario social que denominamos colectividad.

No hay nada de ‘’natural’’ –entonces- en ‘’que el individuo se someta al todo’’ porque ese ‘’todo’’ como realidad física no existe, excepto ‘’tan sólo [como] la suma de muchos individuos’’ que es lo que Platón negaba.

Es por todo lo que hemos venido reseñando arriba que el colectivismo no es más que una manifestación del primitivismo más crudo. Algo esencialmente retrogrado. El movimiento de masas descripto por José Ortega y Gasset en La rebelión de las masas.

Ese colectivismo es el que proclama como una ‘’virtud’’ que el individuo debe sacrificarse por el ‘’bien común’’, cuando ese ‘’bien común’’ se iguala con el ‘’todo’’ de Platón. Y, en última instancia, tanto el ‘’bien común’’ colectivista como su ‘’todo’’ no son más que el bien particular de su o sus líderes, quienes terminan identificándose a sí mismos, o equiparados por sus seguidores, como la personificación de ese ‘’todo’’ o ese ‘’bien común’’.

Ese sometimiento que pedía Platón no era a un grupo o una tribu sino al líder de la tribu al que se le debía obediencia por tomárselo como la encarnación del espíritu de la tribu. En suma, la teoría platónica no consistía más en este aspecto que una justificación a la tiranía.


[1] K. R. Popper. La sociedad abierta y sus enemigos. Paidos. Surcos 20. pág. 95

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

La historia de un comunista converso

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 25/9/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/09/25/la-historia-de-un-comunista-converso/

Eudocio Ravines dedicó dos tercios de su vida a la militancia revolucionaria. Sin embargo, terminó abandonando el marxismo repugnado por las persistentes mentiras difundidas por el aparato soviético

Eudocio Ravines

Hay muchísimos relatos sobre personajes de gran valía que se han desengañado con el espíritu totalitario del marxismo. En otras oportunidades he escrito sobre las características de esa corriente de pensamiento por lo que en esta ocasión me limitaré a describir telegráficamente el caso de Eudocio Ravines (1897-1979), mi entrañable amigo que fue asesinado en México puesto que sus anteriores compañeros de ruta no le perdonaron que abandonara sus filas.

Tuve el privilegio de presentarlo a Ravines en distintas tribunas en Guatemala, México y en nuestro país. Generalmente comenzaba su conferencia con un pedido de perdón por lo que había hecho desde el Kremlin. Se emocionaba y esgrimía un paralelo con San Pablo en el camino de Damasco. Eudocio Ravines era Premio Mao y Premio Lenin, entre tantas anécdotas contaba que una de sus misiones principales era la de infiltrar las Iglesias española y chilena, lo cual logró con algún resultado que ha sido ponderado por sacerdotes tercermundistas.

En su primera etapa de desencanto pensaba que el problema radicaba en tal o cual administrador del comunismo y recién más adelante se percató que el problema consiste en el sistema y no en sus circunstanciales jefes. A partir de entonces escribía semanalmente en diarios latinoamericanos y publicó numerosos libros entre los cuales cabe destacar su notable best-seller La gran estafa sobre el cual nos vamos a detener en esta nota periodística de la que se publicaron diez ediciones, la primera en inglés. El título revela a las claras el contenido de ese sistema que Ravines denomina “la fosa común” que es “la consecuencia inexorable de sistemas y métodos, de dogmas inhumanos que no pueden ser abandonados, de condiciones económicas, políticas y sociales que los dirigentes no pueden modificar ni suavizar, ya que ello implicaría su caída”. El libro está dedicado a “todos los que sufrieron el drama de la gran estafa”.

Nacido en Perú con el pasaporte cancelado por el mandón del momento, viajaba con pasaporte boliviano. Comienza su relato agradeciendo el inmenso cariño de sus padres y subraya el empeño de su madre para que su hijo “sea un fraile franciscano”, lo cual intentó concretar sin resultado a través de su hermano mayor director del Colegio Nacional donde estudió Eudocio y donde comenzaron sus primeras lecturas de Nietzsche y, asimismo, describe la miseria por la que atravesaba su familia y sus atentas escuchas de las constantes críticas a los gobiernos de turno asentando manotazos de diversa envergadura sobre la población.

Quedó de niño muy impresionado por la Revolución Rusa y de mayor comenzó a explorar libros de Marx, Engels, Trotsky, Lenin y Zinoviev. En sus palabras: “Los bolcheviques anunciaban el advenimiento de una sociedad más humana, que venía a conceder al hombre la libertad de la miseria; proclamaban que traían en los brazos la aurora de un nuevo día para todos los desheredados de la tierra; alzaban el alto la dolida esperanza de todos los que carecíamos de mañana y se hacían presentes, marchando en la historia como los redentores de todos los pobres del mundo. Yo no podía dejar de ubicarme del lado de ellos. Y fue desde aquellos instantes que me hice fervoroso comunista, ardiente partidario de la Revolución Proletaria.”

Encontró cobijo en el diario limeño La Razón que dirigía el periodista José Carlos Mariátegui, fervoroso simpatizante de la Revolución Rusa donde Ravines comenzó a publicar artículos hasta que el periódico dejó de aparecer por la persecución del gobierno, motivo por el que Mariátegui se autoexilió en Italia y entonces Eudocio se empleó en el comercio Fort Hermanos lo cual le permitió seguir con sus estudios en la universidad y, sobre todo, incorporarse “al encrespado movimiento estudiantil” que era “el cuartel general insurgente” que fue reforzada por otra visita relámpago de Mariátegui para inaugurar un círculo de tertulias denominado con el sugestivo nombre de “Rincón Rojo”. Mientras, Ravines se ejercitaba en levantar el entusiasmo de otros grupos a través de una encendida oratoria en muy diversos actos públicos y clandestinos y escribiendo abundantemente para la revista Claridad.

“Una noche – también relata el autor- en plena madrugada, mi hogar era invadido por agentes de la policía secreta; registraron las habitaciones, despanzurraron los colchones, levantaron los pisos, golpearon a mis hermanos y me llevaron detenido”. Otra vez las cosas fueron peores “en manos de la policía fui conducido a Lima; el gobierno, sin proceso alguno, decretó contra mí una condena de veinticinco años de presidio” y lo depositaron en un “pozo de unos diez o doce metros de profundidad, con bóveda y muros pétreos. Allí los españoles almacenaban agua que debía soportar los sitios en la lucha contra los piratas”.

Transcurrido un tiempo, desde Moscú se enviaron emisarios secretos disfrazados de enfermeros para sacarlo de prisión y después de logrado en cometido lo encontraron en muy mal estado físico y emocional debido a los maltratos y pésima alimentación. Cuando llegó a Moscú lo esperaban nada menos que el presidente del Komintern, Dimitri Manuilsky, el argentino Rodolfo Ghioldi, el mexicano Herán Laborde y el búlgaro George Dimitrov. “Días más tarde me declararon Héroe de la Internacional Comunista” y más adelante el célebre activista Henri Barbusse lo llevó a una reunión con Stalin y MaoTseTung junto a traductores y cuatro secretarios. Escribe Ravines que “Stalin es un hombre de baja estatura, en comparación con las estatuas, pinturas y su gigantesca iconografía. Su rostro es más bien pálido, ligeramente ocroso, con la piel marcada por hoyos de viruelas. Es un hombre barrigudo hasta ser panzón, defecto que parece molestarle, pues estaba evidente el empeño de ocultar su abdomen tras los pliegues de la amplia rabashka. En los retratos y pinturas la barriga staliniana está incuestionablemente sofisticada ya que era la primera vez que yo veía un Stalin panzón. Al reír, una risa que lleva en sí la marca de la burla […] Estuvo de pie durante toda la entrevista, pero me pareció que tenía las piernas, especialmente los muslos, demasiado cortos en relación con el tronco y el resto de su cuerpo […] Su mirada era la de un hombre astuto más que inteligente, en ella brillaba más la desconfianza y el recelo que la agudeza y la perspicacia […] Mao adoptó una actitud policial, parecía enfadado y exhibía un rostro de profundo disgusto, las cicatrices de los granos de su cara tomaban un tinte violeta negruzco […] la entrevista giró en torno a lo paradisíaco de la vida de su pueblo y de las maravillas del Plan Quinquenal”. Mao habló poco en esa entrevista pero lo poco que dijo eran lugares comunes que no tenían ni remotamente la categoría que se suponía debía ostentar el líder del comunismo chino.

Nos dice Eudocio Ravines que por más que sostenía con entusiasmo el ideario comunista, por sus adentros se daba cuenta que en lo personal lo habían desilusionado estos dos personajes que revelaron ser de baja estofa pero que antes de la reunión idolatraba. Entretanto, en los meses sucesivos le encomendaban diversas faenas a Ravines las cuales cumplía a pie juntillas pero en los meses siguientes apareció otra desilusión y aunque no profesaba especial simpatía por el candidato se trató de una reunión con muchas personas, casi todos extranjeras, con “el jefe nominal” es decir con el camarada Michail Kalinin, el presidente de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. En esa asamblea las declaraciones de ese nuevo personaje resultaron en una mezcla de afirmaciones anodinas y falsas, intercaladas con malos chistes -que no se sabe si le habrá costado algún castigo de sus dueños- por ejemplo, cuando dijo entre carcajadas algo que no se supo bien adonde apuntaba: “O el Plan Quinquenal nos aplasta o nosotros aplastaremos al Plan Quinquenal”.

Como queda dicho Ravines cumplió con los trabajos encomendados, algunos de los cuales requería viajar al exterior pero a medida que transcurría el tiempo las desilusiones iban en aumento y fueron mucho peores que impresiones personales de algunos de los líderes puesto que se refirieron a tres aspectos cruciales. En primer lugar, el suculento contraste de los que se declamaba sobre el bienestar de la población por una parte, y por otra la espantosa miseria y sufrimientos indecibles que constataba en su paso por diversas regiones y poblados que llegaban a la muerte por inanición. En segundo lugar lo horrorizaron las constantes purgas que primero pretendió justificar hasta que finalmente se dio por vencido frente a la evidencia no solo de los asesinatos de colegas sino las permanentes matanzas de inocentes. Y por último la inmensa repugnancia al verificar las reiteradas y persistentes mentiras dichas y difundidas por el aparato comunista.

Resulta muy conmovedora la descripción de Eudocio sobre una conversación larga una noche con su amigo y camarada, el comunista italiano Marcucci con quien habían llevado a cabo diversas tareas. Tuvo lugar en un hotel madrileño y versó sobre las traiciones y desagrados mayúsculos de los que estaban haciendo los jerarcas del Partido. Después de esa conversación y una vez que cada uno se retiró a su habitación del hotel, Ravines escuchó un disparo y era su amigo que en la desesperación y frustración se había suicidado. “Me arrodillé al pie del cadáver del muchacho que iba de la vida maldiciendo de su fe y protestando contra la estafa. Me quedé allí llorando, por Marcucci, por los millares de Marcuccis que agonizaban en el mundo entero. Lloré por mí, por mi vida, por mi juventud estéril y quemada en vano, entregada para que se alzaran sobre mi sacrificio un infame grupo de piratas”.

Después de largas cavilaciones, finalmente decidió fugarse pero se preguntaba ¿cómo? ¿con qué? “Si carecía hasta del valor del pasaje para pagar un tranvía. El Partido Comunista empleaba contra mí el poderío que yo mismo le había forjado. Y mi sentimiento de culpabilidad se engrandecía, cobraba magnitudes infinitas y me aplastaba psíquicamente hasta un límite que se me hacía inaguantable. Tenía que comenzar de cero, quizás a los dos tercios de mi vida, desconcertado por una desorientación caótica […] Ya no era un acérrimo adversario del capitalismo. Mi pensamiento oscilaba”.

Y así, como hemos consignado, Ravines publicó muchos libros entre los cuales cabe destacar Capitalismo o socialismo. La disyuntiva del siglo. Me ha contado este amigo sus desvelos por estudiar los aspectos filosóficos, jurídicos, históricos y económicos de la tradición liberal, muy especialmente su dedicación a las obras de grandes maestros de la economía que suele ser el territorio menos explorado y el que está habitualmente plagado de falacias. De estas detenidas miradas resultó la parición de este libro en el que subraya que “Es ostensible que estas páginas están animadas por la tendencia clarísima a acumular pruebas frente al lector, a demostrarle que objetivamente el fracaso de los regímenes socialistas y socializantes, a hacerle palpar la magna frustración de nuestra era […] La superioridad de la economía libre sobre la economía regimentada se muestra en los resultados, en las condiciones de vida de los pueblos, en el grado de crecimiento de los procesos económicos […] es un alegato a favor de la economía libre, es decir, una defensa de los intereses populares”. Y concluye enfatizando que su libro apunta a clarificar sobre “la función creadora y revolucionaria del capitalismo […], esta lucha defiende valores: valores humanísticos”.

En otras palabras, estamos frente a un hombre de gran honestidad intelectual que ha sido engañado y reconoce con creces su error y lo enmienda con formidables trabajos en muy diversas direcciones al efecto de mostrar las ventajas de la libertad y el consiguiente respeto recíproco.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Chicago boys vs Columbia boys: la ingeniería social vs la «mano invisible»

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 30/04/21 en: https://www.perfil.com/noticias/economia/dos-formas-de-ver-la-economia-la-ingenieria-social-vs-la-mano-invisible.phtml

En ocasión de un encuentro por el Mercosur, esta semana se produjo un cruce de ideas entre el ministro de Economía Martín Guzmán y su par brasileño, Paulo Guedes. Aquí, un economista analiza ambas formas de ver la economía.

Mercosur 20210429Cruces con Brasil por los aranceles, en la reunión del Mercosur. | CEDOC PERFIL

Existen dos maneras diferentes de ver la economía. Por un lado, la economía es un proceso espontáneo, con vida propia que se autorregula. A esta visión se la suele asociar a la famosa “mano invisible” de Adam Smith. Para este punto de vista la mano invisible no es perfecta, pero sí es mejor que una economía fuertemente regulada.

Por el otro lado, la economía es vista como un problema de ingeniería social. Con raíces en Marx (explotación) y Keynes (irracionalidad), el estado debe controlar, regular, e incluso salvar a la economía de sus propias crisis.

Los Ministros de Economía Martín Guzmán (Argentina) y Paulo Guedes (Brasil) fueron protagonistas de este contrapunto. Ante la afirmación de Guzmán, de que “la mano invisible de Adam Smith es invisible porque no existe”, su par brasileño le recordó que la mitad de los Nobel de Economía fueron para economistas de la tradición de la Escuela de Chicago.

Más allá de las sorprendentes palabras de Guzmán, su expresión es un acto fallido que muestra que en el gobierno prevalece una visión de la economía como un problema de ingeniería social en lugar de una visión de la economía como un proceso espontáneo y natural.

En primer lugar, la respuesta de Guedes se queda corta. La visión de la economía como un proceso de mano invisible trasciende a la Escuela de Chicago ampliamente.

Tres ejemplos no asociados a la Escuela de Chicago dentro del listado de Nobel al que hace referencia el ministro brasileño son Elinor OstromVernon L. Smith, y Friedrich A. Hayek. Este último no sólo podría considerarse un Adam Smith del Siglo XX, sino que es uno de los Nobel más citado por otros galardonados con el Nobel.

Además, así como la mano invisible trasciende a la Escuela de Chicago, también trasciende a la economía. En filosofía, por ejemplo, autores de la talla de Robert Nozick y Karl Popper han tratado el tema. Mal que le pese a Guzmán, la mano invisible es parte del ADN del desarrollo de la teoría económica desde Adam Smith hasta la fecha.

La visión ingenieril de la economía por parte del gobierno está por todos lados. Está tan presente que la tomamos como natural y no tomamos nota de ella. Podemos pensar, por ejemplo, en la obsesión regulatoria del estado. O en la intención de controlar la inflación con gigantescas planillas Excel. Pero para no perdernos en anécdotas, podemos mirar los mismos indicadores que se usan en investigaciones científicas a nivel mundial.

Según el Índice de Libertad Económica del Fraser Institute (Canadá), con el kirchnerismo argentina descendió en el ranking de libertad económica al punto tal de ubicarse entre las 10 economías menos libres del mundo. El problema es que la economía no es una compleja pieza de relojería. La economía es más bien un ecosistema.

El economista de la mano invisible es más biólogo que ingeniero. Estudia un complejo ecosistema que él mismo es incapaz de reproducir, realizando intervenciones menores para garantizar su supervivencia, pero sin buscar regular su naturaleza. El ingeniero, en cambio, no aceptaría ningún cambio espontáneo del ecosistema que no esté apropiadamente regulado por alguna oficina gubernamental. Las trabas al progreso y desarrollo son obvias.

Así como la mano invisible trasciende a la Escuela de Chicago, la visión ingenieril de la economía trasciende al kirchnerismo. Recordemos que el lema de Cambiemos era el de estado presente, no el de un estado limitado. Importantes figuras de este movimiento han sostenido que Cambiemos era socialista o un movimiento de izquierda (recuerdo a Ivan Petrella, Federico Pinedo, Marcos Peña, y Durán Barba).

Con actitudes que hacen acordar a adolescentes, desde el gobierno se mofaban de los economistas de la mano invisible usando motes como el de “liberalote”. Podemos recordar también la persecución de Rodriguez Larreta en CABA a Uber y ciudadanos de bien intentando hacer algún ingreso extra (quizás para pagar los aumentos de impuesto de Larreta) mientras hacía la vista gorda a los violentos actos del sindicato de taxis. Todo este drama justificado en la falta de una regulación apropiada. La visión ingenieril es poco creativa. En lugar de adatar la regulación a los nuevos desarrollos del mercado prohíbe aquello que no es adaptable a una regulación anacrónica.

No hace falta especular, podemos ver los datos. A nivel mundial, al menos desde el 2000 a la fecha, la libertad económica viene en ascensoArgentina, una vez más, a contramano del mundo. El ingreso per cápita (ajustado por costo de vida) de las economías más libres del mundo es casi diez veces superior al de las economías menos libres del mundo.

La mano invisible es la mejor arma para eliminar la pobreza. Los datos también nos muestran que la distribución del ingreso es similar en economías libres y reprimidas. La diferencia es que la pobreza es mayor en las economías reprimidas. Un último dato, en las economías libres hay mayor igualdad de género que en las economías reprimidas.

Si uno mira la economía argentina, especialmente de Perón a la fecha, no vemos una alternancia entre la mano invisible y la ingeniería económica. Lo que vemos es una alternancia de ingenieros. Todos estos experimentos terminan de manera similar. Crisis económica con un retroceso relativo en la economía mundial.

Quizás para Guzmán y el kirchnerismo los beneficios de una economía libre sean invisibles. No hace falta que también lo sean para la oposición.

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver. Es profesor de UCEMA. Publica en @n_cachanosky

El impuesto a la renta consume capital

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2021/02/el-impuesto-la-renta-consume-capital.html

«La doctrina y la legislación en general, reconocen la siguiente clasificación de las rentas: a) Rentas temporarias; b) Rentas permanentes. Otra división las distingue en a) Rentas ganadas; b) Rentas no ganadas o perezosas y, por fin, c) Rentas espontáneas y d) Rentas fijas. Todavía hay quien introduce una cuarta clasificación, en a) Rentas precarias y b) Rentas seguras. Aquí surge la pregunta de cómo determinar las rentas, habiendo la doctrina coincidido en afirmar que esta determinación puede practicarse, a los fines de la imposición, de tres maneras diferentes: mediante la declaración jurada del contribuyente, por investigaciones directas del Estado y por la compulsa de indicios.»[1]

Tal como se advierte, el fisco no ha dejado ninguna renta sin clasificar en su voracidad de poder captarlas todas. Nunca tiene límites como lo ha demostrado a lo largo de la historia. Pero bueno, más allá de las categorías y clasificaciones (que podrán quizás tener interés académico o jurídico) lo que nos interesa a nosotros son los efectos económicos de los impuestos.

Sea como se pretenda, clasificar la renta y lo que se quiera entender por ella, lo cierto es que gravarla lejos está de no afectar al capital que le ha dado origen como se procura hacer creer por parte de los tributaristas que reputan que gravando la renta no se conmueve al capital. Sucede que ese tipo de personas tienen una visión estática, no sólo del capital sino de la economía en su conjunto, y por ello son tan apasionados por fundar clasificaciones que las toman como una especie de «fotografía» a la cual intentan «darle vida».

Pero la economía no es una foto sino una película en movimiento constante. Y lo mismo el capital y la renta.

El concepto de capital es dinámicono estático e impactar sobre la renta -de cualquier modo- perjudica al capital futuro, porque la reproducción de este depende de la porción de la renta que se destina para su formación. Los tributaristas que estamos aquí estudiando entienden -por el contrario- que el capital se regenera a si mismo periódicamente y que, por lo tanto, su constante crecimiento y existencia estarían «asegurados». Marx participaba de esta creencia. En sus fantasías, profesaba que misteriosas «fuerzas materiales de producción» -a las que les daba categoría histórica– formarían permanentemente al capital, con lo cual este estaba «consolidado» en cuanto a su existencia e incremento. La cuestión -pensaba- residía en manos de quién debería estar ese capital, si de la burguesía o del proletariado, decidiéndose arbitrariamente por este último.

El más negativamente perturbado por el impuesto es el capital intelectual por la sensación de desazón que siente el autor de una idea brillante sobre algo que el mercado está demandando al materializar su idea, llevarla a la práctica invirtiendo sobre ella, con gran esfuerzo, pero a la vez con entusiasmo, tiempo y dinero y -finalmente- comprobar que el fisco voraz clava sus garras sobre el producto de su inteligencia. Al capitalista intelectual le invade una sensación de desánimo y frustración que desestimula el poder creativo de su mente. Pero, naturalmente, al burócrata fiscal voraz le tiene sin cuidado el tema, y eso cuando lo comprende, porque -en la mayoría de los casos- el burócrata fiscal voraz desconoce lo que es el capital intelectual, y que resulta la verdadera base imponible.

En suma, concluye su párrafo el fiscalista diciendo que, o el expoliado colabora mediante su declaración jurada o será víctima de investigaciones detectivescas para que el Leviatán averigüe en detalle cuál es su patrimonio, y poder saber así cuanto podrá sustraerle al trabajador.

Un simple ejemplo numérico de como atacar a la renta es agredir al capital nos aclarará definitivamente el tema.

Supongamos esta situación:

MOMENTOCAPITALRENTAREINVERSIÓN
M1$1.000,00$1.000,00$1.000,00
M2$2.000,00300300
M3$2.300,009090
M4$2.090,002727
M5$2.027,008,18,1
M6$2.008,102,432,43
M7$2.002,430,7290,729
M8$2.000,730,21870,2187

 Conjeturemos un capitalista que reinvierte toda su renta. Es decir, no consume nada de ella, porque sus otros costos los cubre con ahorros previos o con reservas destinadas al consumo. O sea, está en condiciones de reinvertir el 100% de su renta.

Es lo que hace en M1 (libre de impuestos) con lo cual su nuevo capital en M2 será de $ 2000.- Pero en ese mismo momento el fisco le aplica un impuesto sobre la renta del 30 %.

La renta para reinvertir en M3 debería ser de $ 300.- (ya que el fisco calcula el impuesto sobre la renta de M1 que fue de $ 1000.-). Pero como la renta de M2 fue de $ 300.- el fisco aplica sobre ese importe el impuesto del 30 %, lo que arroja una nueva renta de $ 90.- para M3, con lo cual, al contribuyente le queda para reinvertir de esa renta $ 90.- (recordemos que el capitalista siempre reinvierte el 100 % de su renta).

El mecanismo se repite mes tras mes, o año tras año según como se liquide el impuesto en ese pais.

Y acá viene algo muy importante: el ejemplo muestra el caso más benigno, es decir, no hay un impuesto directo sobre el capital sino sobre la renta exclusivamente, y -además- suponemos en el impuesto una tasa proporcional, no progresiva. Vale decir, el caso menos dañoso para el ciudadano.

Sin embargo, al contrario de lo que sostienen la mayoría de los tributaristas, no sólo la renta se va reduciendo, sino que también el capital, con lo cual queda demostrado que un impuesto proporcional sobre solamente la renta, no sólo consume la renta, sino que también consume capital.

Si continuamos con la progresión dada en el ejemplo, el capital -al tiempo- volverá a ser de $ 1000.- Y si el fisco insiste en su tarea expoliatoria (como siempre lo hace) el capital y su renta continuarán reduciéndose, hasta desaparecer.

Con esto, quedan destruidos todos los pseudoargumentos de los autores citados en el curso de estas notas.


[1] Mateo Goldstein. Voz «IMPUESTOS» en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15, letra I, Grupo 05.

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

Capital y reforma social «fiscal»

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2020/09/capital-y-reforma-social-fiscal.html

«En cuanto al «origen del capital», señala Wagner, este puede originarse en el trabajo o en el ahorro, o puede haberse obtenido gratuitamente sin esfuerzo alguno. En lo que respecta a estos últimos capitales, la imposición es indispensable, pues traduce un propósito fiscal con miras de reforma social.

Relacionado con el «empleo» del capital menciona que puede ser improductivo, es decir, no destinarse a la producción de nuevas riquezas, en cuyo caso debe ser gravado como si fuera una porción de la renta. Por último, referente al «empleo del producto del capital», cuando en lugar de ser destinado a gastos de consumo se destina a gastos de establecimientos, es gravable porque no destruye al capital, sino que transforma el capital «individual» en «capital nacional». Verbigracia: cuando se destina el producto de los impuestos sobre el capital a la construcción de ferrocarriles, caminos, canales, etcétera.»[1]

¿De que «reforma social» habla Wagner? Bastante probablemente de la que tenía en mente él. Su propia «reforma social». Cada socialista -es muy sabido- quiere modelar la sociedad a su gusto, ningún socialista ha escapado a esta tentación. Proudhon, Sismondi, Marx, Engels, Lenin. Stalin, Pol Pot, Castro, etc. todos ellos pretendieron «reformar» la sociedad de acuerdo a sus ideas. Es decir, imponer sus opiniones por sobre la voluntad de los demás mediante la fuerza o la amenaza de aplicarla. Y este autor no es una excepción como se puede apreciar. Obviamente que la fiscalidad es el remedio infalible para que cada ingeniero social de estos pueda amoldar la sociedad a su gusto y placer. Pero ello implica violar las preferencias de todos los demás, es decir, de aquellos a quienes aspiran a dirigir. Hitler y Mussolini, también fueron «reformadores sociales», querían una sociedad aria, libre de impurezas raciales. Lenin, Stalin y sus sucesores en el poder deseaban una sociedad sin burguesía, donde sólo reinara el proletariado. No importa que proyecto tenga en mente el «reformador social», siempre necesitará de acudir a la violencia para ver su sueño plasmado en la realidad social. Y los autores que venimos comentando no son excepciones a ese espíritu totalitario.

En el mercado, cuando el capital es improductivo deja de ser capital, o bien pasa a otras manos por medio del mercado libre que lo empleará productivamente. Si se lo grava se impide la acción productiva del mercado, y una vez en posesión de los burócratas fiscales dejará definitivamente de ser capital, porque el capital -por definición- sólo puede ser privado, nunca estatal. También únicamente el mercado puede decidir y definir qué es y no es riqueza, nunca el burócrata ni el sr. Wagner.

Cuando se grava el beneficio del capital se está gravando al capital indirectamente, por lo que es falso lo que afirma Wagner. El establecimiento forma parte del capital (o Wagner no sabe cómo se conforma el capital). El capital tiene que ser lo suficientemente grande como para que dé sus frutos, el propietario pueda abastecer sus consumos y los de su familia, salarios con los cuales posibilita el consumo de sus empleados y -además- reinvertir los beneficios, para que su capital pueda seguir rindiendo esos frutos y cumpliendo con esas metas.

El impuesto que propone Wagner (y todos aquellos que celebran sus ideas) impide todo este circuito. Parece que Wagner cree que el capital «crece en los árboles”, o que «el árbol» es el capital y que el árbol no nació, ni se formó nunca, sino que siempre estuvo plantado allí. No sabe que del fruto sale la semilla y de esta nace el árbol.

Pero el árbol no siempre estuvo allí, alguien primero debió plantarlo, abonar la tierra, fertilizarla, regarla constantemente. El impuesto es al capital como la sequía y la falta de cuidado del agricultor es al árbol. Terminan destruyéndolo.

No es posible saber si dicha visión socialista es ingenua o realmente malintencionada.

«3. Definición de los impuestos. Depende del contenido que se le asigne al impuesto, del objeto que grava, de su repercusión, la definición que la doctrina le ha dado. Desde la antigua definición de Montesquieu que dice que «las rentas del Estado (comprendiendo en ellas, naturalmente, al impuesto) son las partes de sus bienes que da cada ciudadano para tener seguro el resto o gozar de él agradablemente», con lo que retrata la teoría del seguro, a la que ya nos hemos referido, hasta la novísima, como la de Eheberg que considera al impuesto como «las exacciones del Estado y demás corporaciones de derecho público que se perciben de un modo y en una cuantía unilateralmente determinada por el poder público, con el fin de satisfacer las necesidades colectivas» —hay definiciones de las más variadas y dignas de satisfacer los gustos más exigentes. Así, el español Colmeiro, expresa: «Llámase impuesto o contribución la cuotaparte de su fortuna, que el ciudadano pone en las manos del gobierno para atender a las cargas del Estado». Carreras y González, del mismo origen, establece: «Llámase contribución, pecho, talla, tributo o subsidio aquella parte del haber de los particulares que se destina directamente a satisfacer las necesidades del Estado» y Piernas y Hurtado, define: «El impuesto puede definirse: la participación que legalmente toma la sociedad en los fines del Estado» (*).»[2]

Todas estas definiciones pecan de un mismo defecto. Tratan del «estado» como un ente «real» cuando es mítico y, por consiguiente, los mitos no pueden adolecer de «necesidades»; en segundo lugar ,todas dan por sentado la «necesidad» de que unos individuos (que a sí mismos se atribuyen la condición de «estado» cuando no son más que meros burócratas) violenten la propiedad de terceros (a quienes designan como «contribuyentes») para robarles recursos que usufructuarán esos burócratas bajo la excusa de estar cumpliendo los fines del «estado» que -por lo ya visto- no puede tener «fines» ya que no es un ser real dotado de mente ni voluntad. Ellos usan la palabra «estado» para no tener que utilizar el vocablo «gobierno”, rótulo este que designa al conjunto de burócratas que mediante la potestad de dictar leyes y reglamentaciones persiguen someter al resto de son congéneres a sus dictados para satisfacer los deseos y voluntades de esos burócratas.


[1] Mateo Goldstein. Voz «IMPUESTOS» en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15 letra I Grupo 05.

[2] Goldstein, M. ibidem.

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina