Los jueces y el Impuesto a las Ganancias, un apunte

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 29/10/22 en: https://www.infobae.com/opinion/2022/10/29/los-jueces-y-el-impuesto-a-las-ganancias-un-apunte/

Se trata de un gravamen regresivo, que altera las posiciones patrimoniales relativas, bloquea la movilidad social y penaliza la eficiencia. Sería denostado por el padre de nuestra Constitución, Juan Bautista Alberdi

Juan Bautista AlberdiJuan Bautista Alberdi

Como es sabido durante mucho tiempo en nuestro medio existían nichos en distintas ramas del conocimiento lo cual perjudica grandemente el desarrollo de la ciencia. Por ejemplo en lo que hace al tema de esta nota periodística era común que el economista sostuviera que lo relacionado con marcos institucionales era asunto de abogados y éstos mantenían que los procesos de mercado le eran ajenos y cuestión de economistas, todo lo cual fue un disparate conceptual. Afortunadamente de un tiempo a esta parte irrumpió en nuestro medio la tradición de Law & Economics(Derecho y Economía) de larga data en el mundo anglosajón que une esas dos disciplinas inseparables. En la Universidad de Buenos Aires fue pionero en adoptar y administrar la respectiva maestría en esta tradición Juan V. Sola de quien fui su tutor de tesis en su doctorado en economía (es también doctor en Derecho).

En este contexto cuento una anécdota. Fui el primer economista y no abogado que ganó un concurso como profesor titular de economía en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Luego de haber aprobado el concurso de marras uno de los profesores de la casa me confesó que se había opuesto a que ganara esa prueba, le agradecí la confianza y le pregunté el motivo de esa oposición y respondió que el motivo era que yo no era abogado. Entonces le pregunté cuál sería su opinión si por ventura en la Facultad de Química hubiera que enseñar derecho constitucional, si debiera ser impartido por un abogado o por un químico a lo que el mencionado docente se pronunció por esto último (!).

Entonces va mi opinión sobre si los jueces deben hacerse cargo del impuesto a las Ganancias. En primer lugar y antes que nada es pertinente destacar que el padre de nuestra Constitución fundadora, Juan Bautista Alberdi, sostenía en Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según la Constitución de 1853 que el impuesto indirecto y proporcional es la fuente regular de ingresos en una sociedad libre y el impuesto directo tiene constitucionalmente el carácter de excepción por tiempo determinado, como facultad de las provincias y en ese caso siempre proporcional.

El impuesto indirecto es “más libre y voluntario porque cada uno es dueño de pagarla o no según que quiera o no consumir el producto en cuyo precio paga” y agrega que “Es impersonal y, por tanto más justa y menos vejatoria, gravita sobre el producto sin atender la persona de quien es. Es la más cómoda porque no exige las molestias de la repartición por provincias o estados de la publicidad, examen y pesquisas de libros y papeles, que requiere la contribución directa […] por las violencias odiosas que trae consigo”.

El impuesto a las ganancias es un impuesto directo y además es progresivo lo cual es denostado por Alberdi. No es tampoco por tiempo determinado y facultad provincial. De modo que lo primero que debe señalarse es que ese gravamen debiera abrogarse para la salud de la República y para no caer en la voracidad fiscal que como marca Alberdi caracterizó a la metrópoli y cuando nuestro país “después de ser máquinas del fisco español, hemos pasado a serlo del fisco nacional”. En otros términos, en nuestro caso lo que se está haciendo está todo mal en el tema en cuestión (y lamentablemente en muchos otros asuntos donde le damos la espalda a los principios republicanos para incorporar lo que también fulminó nuestro autor en el mismo libro, esto es “la economía socialista de nuestros días que ha enseñado y pedido la intervención del Estado”).

Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según la Constitución de 1853Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según la Constitución de 1853

Por su parte, es de interés repasar los graves efectos del impuesto progresivo. Primero es regresivo puesto que afecta de modo especialmente contundente a los más necesitados en sus salarios en términos reales puesto que los contribuyentes de jure se ven obligados a contraer sus inversiones lo cual contrae salarios. Segundo, altera las posiciones patrimoniales relativas ya que la tasa o alícuota aumenta a medida que aumenta el objeto imponible lo cual contradice la distribución de ingresos que previamente cada cual realizó en el supermercado y afines que naturalmente remite a una mala asignación de recursos que nuevamente incide negativamente sobre los salarios. Tercero, bloquea la movilidad social puesto que castiga progresivamente a los que vienen escalando desde la base patrimonial hasta agotar energías al tiempo que les cubre las espaldas a los que se encuentran en el vértice de la referida pirámide aunque ésta modifique su contorno. Y cuarto, se dice que debe buscarse la mayor eficiencia y sin embargo este impuesto la penaliza.

El segundo capítulo de esta inmensa violación al espíritu y la letra de la Constitución liberal de 1853/60 es que por añadidura debe subrayarse que el desempeño de jueces no tiene relación alguna con el mundo de los negocios por lo que aludir a “ganancias” constituye un contrasentido, además de violar al artículo 110 de la Carta Magna a pesar de operar a contracorriente la absurda legislación de 2017 (tengamos presente que una mayoría no puede convertir lo injusto en justo pues los mojones y puntos de referencia son extramuros de la norma positiva).

Esto apunta a la independencia del contrapoder o Poder Judicial que como lo destacaban los Padres Fundadores en Estados Unidos -sobre lo que se inspiraron los constituyentes argentinos- debe ser ajeno a los vaivenes de las mayorías circunstanciales. En mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos en el contexto del severo declive que viene padeciendo el otrora baluarte del mundo libre, desarrollo las ideas de los precursores de la revolución de la libertad más exitosa en lo que va de la historia de la humanidad por esos visionarios, entre los que se destacan James Madison que entre otras ideas fundamentales resume el eje central de la idea constitucional estadounidense en 1792 al escribir que “Solo un gobierno es justo cuando imparcialmente asegura a todo hombre lo que es suyo” y Thomas Jefferson había consignado en 1782 que “Un despotismo electo no es el gobierno por el que luchamos”. Toda la tradición de los constituyentes estadounidenses provienen de la mejor escuela desde Hugo Grotius, Samuel Pufendrof y Richard Hooker pasando por Sidney y Locke, las contribuciones de Montesquieu y luego los escoceses Adam Smith, Hume y Ferguson, en gran media reportadas posteriormente por autores como Alexis de Tocqueville en La democracia en América.

Por último en este texto telegráfico, apunto que si el juez posee patrimonio su giro pagará impuesto a la ganancia en el actual medio argentino aun en contra de los valores alberdianos y de la economía, pero como queda dicho el tributo de referencia no debe recaer sobre lo que percibe en su carácter de juez por las razones esgrimidas por estar apartado del comercio en ese rol y lo subordina a mayorías o primeras minorías en el Congreso sobre el manejo de gravámenes lo cual al estar sujeto a modificaciones en su remuneración de juez debilita su independencia.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Cuando los bomberos incendian

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 6/8/2en: https://www.infobae.com/opinion/2022/08/06/cuando-los-bomberos-incendian/

Esto sucede cuando asumen gobiernos cuya misión consiste en garantizar y proteger derechos de los gobernados pero terminan por conculcarlos

Ray Bradbury

Como es bien sabido una de las novelas más conocidas de Ray Bradbury titulada Farenheit 451 se ocupa de una sociedad del futuro donde los libros estarán prohibidos y los bomberos -los comisarios del conocimiento- tienen a su cargo la misión criminal de quemar a su paso todas las obras que estén a su alcance, es decir la bestialidad contracultural llevada al extremo.

La novela de marras relata lo ocurrido con un bombero arrepentido que se une a las fuerzas de la resistencia, pero en el mundo real se piensa que solo en el régimen nazi y en el comunista del pasado han sucedido estos hechos aberrantes de la censura más brutal. No es así, no solo en los regímenes totalitarios de hoy se sucede con más o menos desparpajo la acción de la policía de pensamiento sino en lugares que se dicen parte del mundo libre se llevan a cabo episodios de muy diversas maneras de censura encubierta y no tan encubierta vía restricciones a la libertad de prensa.

Pero en esta nota periodística quisiera mantenerme en el eje central de la trama que nos presenta Bradbury: bomberos que incendian. Eso es precisamente lo que tiene lugar cuando asumen gobiernos cuya misión consiste en garantizar y proteger derechos de los gobernados pero henos aquí que los conculcan, los atropellan, los barren aunque pretendan disfrazar las medidas con cosméticas varias para engañar a incautos. Pero falsos bomberos que en verdad incendian, vaya paradoja macabra.

Como se ha dicho una y otra vez los pronosticadores que más han acertado con los sucesos del futuro son los Julio Verne de antes y de ahora. Aldous Huxley en su memorable Mundo feliz revisitado constituye otro caso sobresaliente donde el autor reexamina su obra original de 1932 y corrige algunos conceptos clave y publica en 1958 esta nueva versión que resulta extraordinaria excepto su preocupación sobre el exceso de población planetaria con que abre su libro.

Me detengo un minuto en este aspecto inicial para luego zambullirme en otros de sus lados muy fértiles por cierto. Ya Malthus había escarbado y advertido sobre el asunto de la llamada sobrepoblación lo cual fue actualizado por el Club de Roma. Ambas posiciones erradas son refutadas por la experiencia de crecimientos vegetativos inmensos y simultáneamente mejoras notables en el nivel de vida, lo cual ilustra del mejor modo Thomas Sowell. Este último autor invita a considerar un ejercicio muy ilustrativo que llevó a cabo en los 70: tomar toda la población del orbe y dividirla por cuatro para acercarse a una familia tipo y colocarla en la imaginación en el estado de Texas lo cual daba como resultado 650 metros cuadrados por familia que es el equivalente del espacio habitacional de una familia tipo en Estados Unidos. También muestra que Somalía y Estados Unidos tienen la misma densidad poblacional, igual que ocurre con Calcuta y Manhattan. Esta gimnasia la realiza Sowell para demostrar que el problema no es de sobrepoblación sino de marcos institucionales que en unos casos conducen a la pobreza y en otros a la prosperidad. Agregamos nosotros al margen que las características en general de las estadísticas poblacionales ponen de manifiesto una caída en el crecimiento con lo que aparece un envejecimiento con los consiguientes problemas agudos que ponen aun más al descubierto la trampa de los sistemas de inseguridad antisocial basados en procedimientos que no se necesita ser un actuario para descubrir la encerrona y la necesidad de abandonar los sistemas de reparto quebrados para recostarse en los de capitalización.

Pero dejemos estas disquisiciones respecto a los andamiajes poblacionales para ir a las reflexiones de Huxley en línea con la trama de Bradbury. En primer lugar, el espanto que se traduce en los consejos de “ajustarse a los demás” lo cual destruye la individualidad que es lo más preciado y característico del ser humano. En lugar de estimular lo distinto, lo creativo, lo diferente se aplasta al ser humano insistiendo que la nivelación es constructiva, repitiendo como loros que la uniformidad y la igualación es la meta con lo que se convierte a lo humano en animalismo. Escribe Huxley que “cuando se subordina los fines a los medios aparecen los Hitler y Stalin” y concluye en este apartado que debe estarse muy alerta y prevenidos con los ingenieros sociales que pretenden imponer desde el poder sus esquemas.

Mantiene este pensador que las muchedumbres son peligrosas ya que “son caóticas puesto que no tienen propósitos propios y son incapaces de nada excepto de acciones inteligentes y pensamiento realista. Reunidas en asambleas la gente pierde su capacidad de razonar de elección moral. Se sugestionan fácilmente a un punto que dejan de lado juicios personales y voluntad propia. Son sensibles a la propaganda, a los slogans vacíos y alas sobresimplificaciones.” Es por ello que destaca la importancia decisiva de la lectura que es una faena privada y no colectiva que requiere silencio y concentración.

Este es el cuadro de situación que permite que afloren los demagogos, es decir “la imbecilidad moral” que convierten a los súbditos en cosas que hay que manipular a costa de ellos mismos. Los cánticos, las marchas y los gritos sofocan todo indicio de razonabilidad.

Todos nosotros, dice Huxley, decimos que “queremos la paz y la libertad pero muy pocos de nosotros mostramos entusiasmo por los pensamientos, los sentimientos y las acciones que conducen a la paz y la libertad. También se dice que se rechaza la guerra y la tiranía pero son muchos los que se regocijan con las ideas, sentimientos y acciones que conducen a la guerra y a la tiranía. Las mayores tonteras que avergonzarían a cualquiera que las escribiera o dicha puede ser cantada y coreada” en grupos vociferantes puesto que “el propio gobierno está en relación inversa a los números” en cuyo contexto “los grandes temas del día deben ser tratados a lo más en cinco minutos” ya que “el método para vender a los candidatos políticos como si fueran desodorantes”.

Y viene luego el clímax del libro con el adoctrinamiento en lugar de la educación y en última instancia la invención de químicos que haga dóciles a la gente. En este sentido el Gran Hermano de Orwell -Eric Blair pues lo orwelliano era un pseudónimo- muestra el horror de la bota totalitaria pero la trama de Huxley va más allá y sugiere la ayuda de químicos que darán la sensación de felicidad como cobertura para imponer los caprichos del aparato estatal. En otros términos si bien es horrendo el cuadro orwelliano de los abusos del poder político esto que sugiere Huxley es mucho peor pues son las personas las que pedirían ser esclavizadas no solo vía los químicos sino a través del uso desaprensivo y temerario de herramientas tecnológicas para el control y el vaciamiento de todo vestigio humano.

Para dejar de lado a Huxley no puedo resistir la tentación de reiterar una vez más una de las conclusiones vitales de este pensador de fuste. Escribe en Ends and Means que “En mayor o menor medida, entonces, todas las comunidades civilizadas del mundo moderno están formadas por un pequeño grupo de de gobernantes corruptos por demasiado poder y por una cantidad grande de gobernados corruptos por demasiada obediencia pasiva e irresponsable.”

Entonces el asunto radica en fortalecer la educación que remite a la trasmisión del valor central del respeto recíproco y en el plano político debemos abrir debates al efecto de introducir nuevos límites al poder porque lo que viene ocurriendo es que se naturalizan avasallamientos a las libertades que conducen a los peores resultados, especialmente para los más vulnerables. Tenemos que repensar las salvaguardas del sistema para no ser ahogados en mares embravecidos que no nos darán tregua a menos que encontremos los botes salvavidas.

Es muy pertinente referirnos a cuatro opiniones de muy distintas épocas para ilustrar el tema del abuso del poder en el contexto de la falsificación de la democracia. En primer lugar en la antigüedad el tribuno Cicerón: “El imperio de la multitud no es menos tiránico que el de un hombre solo y esta tiranía es tanto más cruel cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y nombre de pueblo”. En segundo lugar el padre de la Constitución estadounidense James Madison que diferencia una facción de un partido político: “Por una facción entiendo un número de ciudadanos, sea mayoría no minoría, a los que guía el impulso, la pasión o los intereses comunes en dirección al conculcamiento de los derechos de otros ciudadanos”. En tercer lugar el decimonónico Herbert Spencer: “La gran superstición política del pasado era el derecho divino de los reyes. La gran superstición política del presente es el derecho divino de los parlamentos”, Y por último el contemporáneo Bertrand de Jouvenel: “Para proclamar la soberanía de cada uno sobre sí mismo es preciso que cada miembro de la sociedad tenga un dominio propio en donde sea su propio señor […] La soberanía del pueblo no es, pues, más que una ficción y es una ficción que a la larga no puede ser más que destructora de las libertades individuales.”

Los bomberos que incendian no debieran ser tolerados, de lo contrario terminamos como vaticinó Algernon Sidney -el precursor de John Locke- ”unos pocos tienen coronas sobre sus cabezas mientras que todos los demás tienen monturas sobre sus espaldas”.

Antes he apuntado que Leonard E. Read subrayaba su admiración a los Padres Fundadores en Estados Unidos pero escribió que se equivocaron al recurrir a una expresión que venía de larga data y es “gobierno” ya que significa mandar y dirigir y concluía que cada uno debe hacer eso con su persona, “lo contrario es el mismo desacierto que llamarlo gerente general al guardián de una empresa”. Efectivamente, “gobierno” deriva del verbo latino “gubernare” que es “controlar” que remite al sustantivo “mens” que aplica en última instancia al control de la mente. En base a eso es que uno de mis libros lleva el título Hacia el autogobierno publicado en Buenos Aires, por EMECÉ en 1993 con prólogo del premio Nobel en economía, James M. Buchanan. En realidad para ser precisos el monopolio de la fuerza debiera denominarse Agencia de Seguridad, Agencia de Justicia o equivalentes, precisamente dos responsabilidades que en gran medida se eluden para encarar otras actividades que son impropias de un sistema republicano. Sin duda que mucho más importante que la cuestión semántica es la dimensión deformada y sobredimensionada del aparato estatal cualquiera sea la denominación que adopte.

Cierro este texto con una referencia autobiográfica que remite a cinco pensamientos que me resultan decisivos para calibrar una buena vida y para defenderse de los falsos bomberos que pretenden incendiar. El primero es de William Faulkner: “Nunca hay que estar satisfecho con lo que se hace. Nunca es tan bueno como podría serlo. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que es posible hacer. No hay que preocuparse simplemente por ser mejores que los contemporáneos o que los predecesores. Hay que tratar de ser mejor que uno mismo”. Segundo Kim Bassinger para eliminar la soberbia: “Si lo quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”, que se vincula con la reflexión de Viktor Frankl que puede aparecer como contrapuesta pero que bien mirada es complementaria para alimentar proyectos sin cerrazones mentales y consecuentes dogmatismos: “No dejes que lo que es alcance a lo que debe ser”. Cuarto, Rosa Montero como proyecto de epitafio: “Nunca se conformó con lo que sabía”. Y por último una autodefinición que me recuerda a una producción cinematográfica en la que Jack Nicholson era su protagonista que hacía de psicólogo que reunía a un grupo y les pedía a cada uno que se defina a sí mismo. Cuando habló el primero comenzó a recitar su curriculum a lo que Nicholson interrumpe para aclararle que no pidió saber qué hace cada uno sino quien es, lo cual es un ejercicio muy fértil. En esta línea argumental, Inés Berton transmitió una autodefinición con la que me siento identificado: “Soy una persona-esponja puesto que absorbo mucho y pretendo entregar mucho”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Es urgente fijar límites al abuso del poder

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 17/5/2en: http://www.laprensa.com.ar/502180-Es-urgente-fijar-limites-al-abuso-del-poder.note.aspx

No constituye una originalidad el consignar que los aparatos estatales en diversas partes del mundo libre se extralimitan en su poder y avasallan los derechos de las personas. Eso queda patente con el incremento permanente en los gastos gubernamentales, los impuestos insoportables, las manipulaciones monetarias aberrantes, las deudas públicas astronómicas y las regulaciones asfixiantes para las actividades legítimas de sus ciudadanos.

Como varias veces he consignado, entre muchos otros, el constitucionalista argentino Juan González Calderón destaca la degradación de la democracia que viene ocurriendo a contramano de lo estipulado una y otra vez por los Giovanni Sartori de nuestra época. Así, González Calderón sostiene que «»los demócratas de los números ni de números entienden puesto que parten de dos ecuaciones falsas: 50% + 1% = 100% y 50% – 1% = 0%»».

Lamentablemente se ha trastocado la idea democrática estableciendo su aspecto formal, secundario y accesorio de los votos de mayorías o primeras minorías confundiéndolo con lo principal cual es el respeto a los derechos de todos, en especial del de las minorías. Lo contrario conduce a la absurda conclusión que, entre otros, el régimen venezolano actual o el anterior nazi serían representaciones de un régimen democrático.

Ahora bien, antes de que el globo terráqueo se convierta en un inmenso Gulag en nombre de una democracia inexistente que ha mutado en cleptocracia, es decir, el gobierno de ladrones de propiedades, de libertades y de sueños de vida, antes que ello ocurra decimos, debemos usar las neuronas e imaginar nuevos límites a la desmesura del poder. Es más bien suicida el esperar siempre a próximas elecciones en lugar de arremangarse y pensar en nuevas salvaguardas para la sociedad libre.

CUATRO PROPUESTAS

En este sentido propongo meditar en las siguientes cuatro propuestas que si no se consideran efectivas hay que proponer otras pero, como queda dicho, no estarse con lo brazos cruzados esperando un final horrendo imposible de revertir.

En primer lugar, parte de las propuestas del premio Nobel en economía Friedrich Hayek en cuanto a la no reelección de legisladores a lo cual es de interés agregar lo que viene ocurriendo en algunos estados norteamericanos en cuanto a que los cargos electivos son de tiempo parcial al efecto de, por una parte, minimizar los riesgos de la sobrelegislación y, por otra, la imperiosa necesidad que los miembros del Congreso sepan lo que es trabajar en el sector privado y no hagan de la política un negocio.

En segundo término, lo propuesto por Bruno Leoni para el área judicial en cuanto a abrir de par en par la posibilidad de árbitros privados para poner de manifiesto que el derecho es un proceso de descubrimiento en el contexto de fallos en competencia y no un fenómeno producto de la ingeniería social o el diseño.

Tercero, implantar lo más terrible para los populismos puesto que se quedarían sin audiencias cautivas: establecer, igual que sucedía en Dinamarca antes de 1933, que los que reciben ayudas monetarias del gobierno -es decir del fruto del trabajo de los vecinos- no puedan ejercer el derecho al voto hasta que se independicen.

Cuarto, lo aparentemente más chocante de todo: adoptar para el Ejecutivo el consejo de Montesquieu en su obra más conocida: El sufragio por sorteo está en la índole de la democracia, lo cual naturalmente conduce a que cualquiera mayor de edad que acepte entrar en el sorteo pueda gobernar. Esto conduce a redoblar incentivos de autoprotección que a su vez se canaliza vía el fortalecimiento de marcos institucionales de protección a la vida, libertad y propiedad. 

Esto es precisamente a lo que apuntaba Karl Popper cuando refutaba la idea del filósofo rey de Platón al mantener que lo relevante son las instituciones y no los hombres para que «el gobierno haga el menor daño posible» (al fin y al cabo nadie sabe quien es el primer ministro suizo, mientras que en otros lares se está pendiente de caudillajes más o menos cavernarios). Este fue el sistema aplicado en las repúblicas de Venecia y Florencia antaño.
En resumen, esta nota periodística es una invitación urgente para abrir debates sobre estos asuntos cruciales y despegarse de las telarañas mentales del conservador que no puede salir del statu quo y considerar otros caminos para fortalecer el respeto recíproco como la base sustancial para vivir en libertad.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Estamos todos en el mismo barco

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 8/4/21 en: https://eleconomista.com.ar/2021-04-estamos-todos-en-el-mismo-barco/

Estamos todos en el mismo barco

En su libro “El antiguo régimen y la Revolución Francesa”, Alexis de Tocqueville sostuvo que el países en los que se goza de gran progreso moral y material la gente suele dar eso por sentado y ese es el momento fatal pues ocupan espacios otras corrientes de pensamiento que navegan en direcciones contrarias a las que brindaron la posibilidad del mencionado progreso. Por su parte, Thomas Jefferson repitió en diversas ocasiones que “el precio de la libertad es su eterna vigilancia”.

Estas dos citas de personajes ilustres son para mostrar la imperiosa necesidad de que todos –reitero, todos- los que pretenden que se los respete contribuyan en el estudio y la difusión de los valores y principios que abren paso a la sociedad libre. Ningún adulto está eximido de esa obligación moral, no importa si se dedica a la jardinería, la música, la filosofía, la economía o lo que fuere. Todos están interesados en que se los respete.

No es cuestión de mirar para otro lado y esperar que otros sean los encargados de mantener y reforzar el sistema. Es sumamente desgraciada la situación en la que muchos se concentran en sus negocios personales pero en lo que concierne al problema que venimos comentando, se limitan a mirar televisión y criticar a la hora de engullir alimentos pero, acto seguido, vuelven a sus intereses particulares que, si son legítimas, bienvenidas sean, pero es indispensable que se comprenda que no sobreviven si no son apuntalados por marcos institucionales civilizados y esto no viene del aire sino que es el resultado de esfuerzos cotidianos.

Es triste y muy peligroso observar a quienes no se preocupan y ocupan de alimentar el respeto recíproco porque las cosas van bien y cuando van mal es porque la faena se torna mucho más difícil y empinada. Siempre hay un pretexto. No puede actuarse como si estuviéramos en la platea de un enorme teatro esperando que los actores en el escenario resuelvan los problemas: ese es un buen método para que el teatro se derrumbe liquidando a todos.

No es una exageración decir que cada noche antes de acostarnos debemos preguntarnos que hicimos durante la jornada para que se nos respete y, si la respuesta es nada, no tenemos derecho a quejarnos.

Es sabido que los canales más fértiles para lograr el cometido son la cátedra, el libro, el ensayo y el artículo, pero no son los únicos procedimientos. Por ejemplo, un buen ejercicio consiste en grupos de lectura de buenos libros en reuniones en casas de familia de pocas personas en las que por turno una comenta la lectura de una parte del texto en cuestión y los otros debaten. Esto tiene un efecto notablemente productivo y constituye un potente efecto multiplicador en los lugares de trabajo, en reuniones sociales y equivalentes.

Todos estamos en al mismo barco y cuanto más globalizado el mundo más cercanos son los problemas. En uno de mis primeros libros fabriqué una definición de liberalismo que veo con satisfacción que se cita con frecuencia: es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros. No es que se suscriba el proyecto de vida del vecino. La prueba decisiva de tolerancia es cuando no lo compartimos, pero la vida se torna imposible si pretendiéramos imponer nuestro proyecto a otros. En ese contexto solo es admisible el uso de la fuerza cuando hay lesiones de derecho y todo lo demás queda al entero criterio de cada cual.

Esta concepción que parece sencilla en la práctica en muchos lugares no es compartida y se delega en manos de megalómanos el manejo arbitrario y prepotente de vidas y haciendas ajenas lo cual indefectiblemente conduce a la miseria moral y material. En esa línea argumental, es de especial importancia percatarse que la democracia consiste en un aspecto central de la garantía y protección de los derechos de las personas y una parte secundaria y accesoria que consiste en los votos de mayorías o primeras minorías tal como han puesto de manifiesto los Giovanni Sartori de nuestra época.

Sin embargo, se observa la malsana tendencia a revertir las prioridades y otorgan prelación al conteo de votos y dejar de lado y renegar de la antedicha custodia a los derechos individuales. En este sentido el eminente constitucionalista argentino Juan González Calderón ha señalado que los demócratas de los números ni de números entienden puesto que parten de dos ecuaciones falsas: 50%+1% =100% y 50% – 1% = 0%. Con este criterio antidemocrático los dictadores electos simulan democracia como fue antaño el régimen nazi o lo es hoy el chavista.

En resumen, hoy son muchos los lugares donde se han abandonado o se está en vías de abandonar los valores centrales del respeto recíproco bajo diversos ropajes y etiquetas. Es urgente que cada uno asuma su responsabilidad y, sin descanso, contribuyamos a que se suscriban los principios básicos de la libertad, lo cual para nada quiere decir que no existan disensos que son indispensables para mejorar puesto que, precisamente, el pensamiento único es propio de mentes antidemocráticas.

Como reza el lema de la Royal Society de Londres: “nullius in verba”, es decir, no hay palabras finales en el proceso evolutivo del progreso…para lo cual es requisito la sociedad libre.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Los peligros de caer en la falacia de la suma cero

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 4/2/20 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/los-peligros-de-caer-en-la-falacia-de-la-suma-cero-nid2330263

 

La tesis de esta nota periodística consiste en que buena parte de las falacias y malos entendidos en la economía proviene de sostener que en los procesos de mercado lo que gana uno lo pierde otro. Esta conclusión opera a contracorriente del hecho de que en toda transacción libre y voluntaria ambas partes ganan, de lo contrario no realizan el intercambio (suma positiva en la terminología de la teoría de los juegos). Este es el modo de obtener el enriquecimiento del conjunto en aquellos lugares en los que tienen lugar marcos institucionales respetuosos de los derechos de cada cual, al contrario de lo sucedido allí donde los aparatos estatales se inmiscuyen con el fruto del trabajo ajeno.

El concepto de la suma cero aparece en la antedicha teoría de los juegos donde naturalmente quedaría excluida la cooperación entre las partes en el mercado y solo tiene lugar, por ejemplo, en los juegos denominados de azar donde lo que gana uno lo pierde el otro. En términos algo técnicos, en el juego de suma cero no es posible alcanzar el denominado “equilibrio Nash”.

Debido a que Michel de Montaigne tuvo gran influencia en autores como Bacon, Descartes, Pascal y Rousseau, su dictum en cuanto  a que “no se saca provecho alguno sin perjuicio para otro”, la idea fue bautizada por Ludwig von Mises como “el dogma Montaigne”.

Pues bien, en primer lugar debe destacarse que la riqueza no es algo estático situación en la que quien obtiene beneficios restaría recursos para otro cual torta de cumpleaños. La riqueza es un proceso dinámico, no hay más que prestar algo de atención a la historia de la humanidad para constatar que con igual cuantía de recursos naturales el valor del conjunto se ha incrementado exponencialmente.

En física se ha visto desde la formulación precaria de Lucrecio pasando por Newton, Lavoisier y Einstein que nada se pierde y todo se transforma. La cuantía de la masa de materia, incluyendo la energía es la misma en el universo pero lo relevante para el aumento de la riqueza no es el incremento de lo material sino su valor. Puede ser que artefactos tales como un teléfono antiguo contengan más materia que un celular pero el servicio de este último y su precio son sustancialmente distintos.

Sin duda que los progresos se han retrasado y limitado en la medida en que se le ha dado la espalda a la sociedad abierta y se han adoptado políticas en las que el Leviatán ha asfixiado la energía creativa en un contexto donde irrumpen empresarios prebendarios que hacen negocios con el poder de turno a expensas de la gente. Por el contario, en la medida de la libertad se ha podido salir de la pobreza y lograr niveles de vida que ni siquiera los príncipes de la antigüedad lograron (solo basta referirnos a las infecciones colosales por una muela, sin mencionar la calefacción, los transportes, la alimentación y tantas otras cosas).

No es reclamando que se lesione el derecho de quienes crearon riqueza lícitamente la forma de prosperar, sino contribuyendo a crear el propio patrimonio sirviendo a otros. Quienes aciertan en atender las demandas de su prójimo obtienen ganancias y quienes yerran incurren en quebrantos.

Sin embargo y a pesar de lo consignado, se continúa machacando con la denominada “redistribución de ingresos” con el propósito de imponer una macabra guillotina horizontal en la obsesión por el igualitarismo. Esto significa que el gobierno vuelve a distribuir por la fuerza lo que la gente distribuyó pacíficamente en el supermercado y afines con sus compras y abstenciones de comprar.

Y esta política al contraer las tasas de capitalización debido a la mal asignación de los siempre escasos factores de producción inexorablemente reduce salarios en términos reales. Esto es así debido a que la inversión per capita es el único elemento que determina los ingresos. Mejor aun, tal  vez haya que prestarle atención a lo escrito por Thomas Sowell en el sentido que “los economistas deberíamos dejar de hablar de distribución puesto que los ingresos no se distribuyen, se ganan”.

En este mismo contexto y basados en el dogma Montaigne, se suele aconsejar la implantación de gravámenes progresivos lo cual constituye un castigo al éxito y, sobre todo, resulta en impuestos regresivos ya que, nuevamente, cuando el contribuyente de jure contrae sus inversiones resulta que quien se encuentra en el margen ve reducido su salario. También la progresividad altera las posiciones patrimoniales relativas respecto a las que había establecido la gente en el mercado y, como si todo esto fuera poco, afecta gravemente la movilidad social puesto que se interpone en el ascenso y descenso en la pirámide patrimonial.

Por último en este repaso telegráfico de la trampa que tiende la  suma cero, es un tanto tragicómico el análisis que se suele efectuar respecto al comercio exterior. Se insiste que es muy importante para un país exportar y que debe tenerse mucho cuidado con la importación. Si  este mismo razonamiento se aplicara a una persona y se le dijera que para su vida es fundamental que venda bienes o servicios pero que se abstenga de comprar, seguramente el interlocutor consideraría semejante propuesta como el  resultado de un desperfecto grave en el cerebro.

Aquella sugerencia es parida de las entrañas de las doctrinas mercantilistas del siglo xvi en las que se ponía de manifiesto un desconcepto de magnitud y es que el verdadero beneficio  para un país es acumular divisas . Esto no se aplica a una empresa puesto que es sabido que un alto índice de liquidez no implica prosperidad del negocio puesto que ese comercio puede estar en quiebra. Lo relevante es el patrimonio neto.

Aludir a un país es una forma abreviada de referirse a un grupo de personas reunidas dentro de ciertas fronteras. El análisis económico no  varía por  el mero hecho de interponerse ríos, montañas u otros accidentes geográficos y  delimitación  de fronteras siempre convencionales. Al fin  y al cabo, desde la perspectiva liberal la única razón para el fraccionamiento  del globo terráqueo en naciones es para evitar los riesgos fenomenales del abuso de poder de un gobierno universal.

A juzgar por los voluminosos “tratados de libre comercio” (un tratado de libre comercio que ocupa más de un folio no es de libre comercio) aún no se comprendió que las cerrazones perjudican especialmente a los países más pobres del grupo puesto que el incremento en productividad con ese comercio es mayor respecto a los más eficientes.

Sin duda que si los gobiernos introducen dispersiones arancelarias se crea un embrollo que conduce a cuellos de botella insalvables entre las industrias finales y sus respectivos insumos. Es paradójico que se hayan destinado años de investigación para reducir costos de transporte y llegados los bienes a la adunada se anulan esos tremendos esfuerzos a través de la imposición de aranceles, tarifas y cuotas.

Hay un dèjá vu en todo esto basado en distintas vertientes de la suma cero. En resumen, como señala Milton Friedman “La libertad de comercio, tanto dentro como fuera de las fronteras, es la mejor manera de que los países pobres puedan promover el bienestar de sus ciudadanos […] Hoy, como siempre, hay mucho apoyo para establecer tarifas denominadas eufemísticamente proteccionistas, una buena etiqueta para una mala causa”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

¿El mundo regresa a la época de las cavernas?

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 14/12/19 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/12/14/el-mundo-regresa-a-la-epoca-de-las-cavernas/

 

Foto de archivo. Fotografía ilustrativa. Billetes de 100 pesos argentinos debajo de un billete de 100 dólares estadounidenses (REUTERS/Agustin Marcarian)

Foto de archivo. Fotografía ilustrativa. Billetes de 100 pesos argentinos debajo de un billete de 100 dólares estadounidenses (REUTERS/Agustin Marcarian)

Estamos ubicados en un mundo sumamente complicado. Por un lado hay progresos tecnológicos admirables, pero por otro la decadencia es marcada. Por todas partes irrumpen las xenofobias, los nacionalismos, los mal llamados “proteccionismos”, los gastos gubernamentales exorbitantes, las deudas colosales, las cargas tributarias exponenciales, las regulaciones asfixiantes a las actividades productivas, en un contexto de una creciente falta de respeto por marcos institucionales civilizados. Y esto no solo ocurre en los países tradicionalmente atrasados sino en, en buena media, en muchos lugares de Europa y en Estados Unidos, lo cual se corona con un Papa que propone recetas que son las que precisamente han conducido a la lamentable situación actual que socava las bases morales de la sociedad libre.

Todo este cuadro es naturalmente más grave en países africanos, algunos asiáticos y en no pocos lugares de América Latina. lo cual conduce más raudamente a la pobreza extrema pues parten de marcas recientes muy poco favorables. Pues bien, como las políticas estatistas mencionadas conducen a la miseria, para revertir la situación resulta imperioso comenzar de cero en los razonamientos e igual que con nuestros ancestros (ya que indefectiblemente todos provenimos de las cavernas, cuando no del mono), el progreso ocurría en la medida en que había respeto recíproco por la vida, la libertad y la propiedad. Cuando se permitía que unos invadieran las chozas ajenas y los alimentos de otros la miseria se acrecentaba y en la medida en que se inculcaba el antedicho respeto, el resultado era el progreso.

No se trataba de “planes sociales”, esto es la expoliación del fruto del trabajo ajeno, sino de trabajo y constancia en la conducta civilizada. Como bien se ha dicho, “la piedra es perforada por gotas de agua, no por su fuerza sino por la perseverancia”. El que estas líneas escribe, y eventualmente los lectores de esta columna, afortunadamente no estamos en situación de calle pero es cuestión de tiempo si las barrabasadas se extendieran con suficiente empeño.

Leonard Read cuenta en su libro titulado Anything that´s Peaceful, publicado en 1964, que la primera experiencia de los colonos recién llegados en el barco Mayflower a lo que luego sería territorio estadounidense fue el establecimiento de un sistema de propiedad en común, esto es un sistema comunista. Como consigna William Bradford -el entonces gobernador de esa primera colonia conocida como Plymouth- el experimento fue calamitoso pues las hambrunas resultaron espantosas, debido a lo cual decidieron cambiar radicalmente el sistema y establecer la asignación de derechos de propiedad con lo cual los incentivos naturales hicieron que las producciones dejaran atrás lo que hoy la ciencia política denomina “la tragedia de los comunes” y todo se encauzó debidamente tal como consigna el mencionado gobernador en sus memorias.

Por otra parte, el notable historiador Richard Pipes en su monumental obra La revolución rusa explica que a contracorriente de lo que venía ocurriendo durante el terror blanco, en 1906, el físico-matemático Piotr Stolipin, que con dificultad extrema ejercía como primer ministro y contra la opinión del Zar, de la Corte y parte de la Duma, fue el único en la historia del pueblo ruso que intentó seriamente y de modo extendido revertir la propiedad comunal y establecer derechos de propiedad, proceso que lamentablemente duró poco tiempo, pero en ese corto período se logró combatir eficazmente la miseria reinante que luego volvió a surgir debido a las políticas en las que el que trabajaba era expoliado por el vecino, ya que cuando todo es de todos no es de nadie.

En todo caso, el asunto actual es que si de tanto estatismo galopante en las regiones más débiles se ha llegado a la situación en que buena parte de la población está bajo la línea de extrema pobreza, la civilización debe comenzar de cero y, como queda dicho, para progresar debe respetarse la propiedad de cada cual a los efectos de permitir que quienes atienden las necesidades de su prójimo obtengan ganancias y los que yerran incurran en quebrantos. De ningún modo la solución radica en seguir expoliando el fruto del trabajo ajeno con más medidas estatistas, que fueron las que precisamente condujeron a la aludida regresión macabra.

También es necesario precisar que la solidaridad con la desgracia ajena solo tiene sentido cuando se usan recursos propios de modo voluntario. Insistir en el mal llamado “Estado benefactor” bloquea el progreso, pues significa la expropiación de la propiedad de otros, lo cual contradice abiertamente el sentido de la caridad y la filantropía. Es indispensable comprender antes que nada que la extralimitación en el poder de los aparatos estatales -es decir el uso de la fuerza agresiva- constituye el problema.

Es pertinente subrayar que, si bien es cierto que todo en la vida tiene un costo (costo de oportunidad decimos los economistas), en el balance el costo más doloroso consiste en mantener una elefantiásica maquinaria estatal que consume aceleradamente recursos y consecuentemente reduce salarios y, por tanto, la eliminación de funciones incompatibles con un sistema republicano libera factores productivos al efecto de rellenar los bolsillos de la gente con lo cual el beneficio es infinitamente mayor que el costo, al contrario de mantener un pesado Leviatán, cuyos costos carcomen el nivel de vida.

Habiendo dicho todo esto y como en una nota periodística no puede escribirse sobre el conjunto de las ilustraciones de lo que debería hacerse para liberar energía creadora, centramos la atención solo en un área y es la monetaria. Aunque nos hemos referido antes al punto, es necesario volver a hacerlo parcialmente puesto que en mayor o en menor medida todos los gobiernos han succionado recursos de los ciudadanos vía la manipulación estatal del dinero que sistemáticamente empobrece a la población.

La inflación es uno de los problemas económicos y sociales más graves. Es siempre producida por los aparatos estatales que con el curso forzoso y la banca central no dan salida a la gente para defenderse de ese flagelo. Se ha dicho que la inflación es el aumento general de precios, lo cual revela dos errores garrafales de concepto. En primer lugar, pretende aludir a la causa de la inflación la cual consiste en la expansión exógena del mercado y, en segundo término, el efecto estriba en la alteración de los precios relativos y no en un aumento general. Si produjera un incremento generalizado, no se produciría el problema central de la inflación cual es la angustia por el desequilibrio entre precios e ingresos. Si mi salario (uno de los precios) se incrementara en un 50% mensual y el resto de los precios lo hace en la misma forma, no hay problema. Eventualmente habrá que modificar las columnas en los libros de contabilidad, habrá que expandir los dígitos en las máquinas de calcular y, tal vez, acarrear el dinero en carretillas, pero no hay el problema central señalado.

La alteración en los precios relativos reviste la mayor de las importancias ya que se distorsionan todas las señales en el mercado, que son las únicas que muestran dónde conviene invertir y dónde desinvertir en los diversos sectores con lo que se consume capital y, por ende, bajan los salarios e ingresos en términos reales puesto que las tasas de capitalización son la únicas causas del nivel de vida.

La banca central solo puede decidir entre uno de tres caminos posibles: a qué tasa contraer, a qué tasa expandir o dejar inalterada la base monetaria. Pues bien, cualquiera de los tres caminos deterioran los precios relativos respecto de lo que hubieran sido de no haber intervenido (incluso, como decimos, si los banqueros centrales deciden no modificar la base monetaria habrán desfigurado los precios relativos en relación al mayor o menor volumen de moneda que se hubiera decidido en el mercado…y si se hace lo mismo que hubiera hecho la gente en el mercado, no hay razón alguna para la irrupción de la banca central ahorrándose todos los gastos administrativos correspondientes).

Conviene también precisar que la cantidad de dinero de mercado, es decir, de los activos financieros que la gente elija para sus transacciones una vez liquidada la banca central, no tienen por qué ser constantes. Esto dependerá de las respectivas valorizaciones, del mismo modo en que ocurre con cualquier bien o servicio. En nuestro caso, si se decide expandir, se trata de una expansión endógena, a diferencia de la exógena al mercado, esto es, la que ocurre debido a decisiones políticas que son el origen del problema inflacionario.

No hay tal cosa como “expectativas inflacionarias” como causas de la inflación. Se podrán tener todas las expectativas que se quieran pero si no están convalidadas por la expansión monetaria exógena no hay inflación. Tampoco “inflación de costos” por idénticos motivos, ni inflaciones provocadas por el incremento en el precio de un bien considerado estratégico como, por ejemplo, el petróleo ya que si aumenta el precio de este bien y no hay expansión monetaria habrá dos posibilidades: o se reduce el consumo de otros bienes si se decidiera mantener el nivel de consumo del petróleo o se debe contraer el consumo de este bien al efecto de permitir el mismo consumo de otros bienes y servicios. En todo caso, no resulta posible consumir todo lo que se venía consumiendo si el precio del petróleo se incrementó.

La errada definición que hemos comentado, además, conduce a otras dos equivocaciones técnicas. En primer lugar, el consejo para la banca central de emitir a una tasa constante similar al crecimiento económico para “permitir la previsibilidad de los actores en el mercado”. Este consejo pasa por alto el hecho de que si la expansión “acompaña” el crecimiento económico, manteniendo los demás factores constantes, por ejemplo, se anulará el efecto de algunos precios a la baja que generan las importaciones y al alza de las exportaciones ya que la masa monetaria en un caso disminuye y en el otro aumenta y así sucesivamente.

La segunda equivocación, aun más gruesa, es que la expansión a tasa constante no trasmite previsibilidad puesto que, precisamente, los precios no se incrementan de modo uniforme, sino, como queda dicho, se alteran los precios relativos de modo que una tasa anunciada de expansión no trasmite información a determinado sector como afectará en sus precios.

Este análisis, a su vez, se traduce en el pensamiento que es posible recomponer el problema inflacionario a través de indexaciones lo cual no es correcto, ya que pretendidos índices de corrección solo suben los valores absolutos en los rubros del balance, pero las distorsiones relativas se mantienen inalteradas.

A toda esta situación debe agregarse que para contar con un sistema monetario saneado debe eliminarse el sistema bancario de reserva fraccional, que no solo genera producción secundaria de dinero, sino que permite que los bancos operen en un contexto de insolvencia permanente, con lo que se hace necesario implementar el free banking o el sistema de encaje total para los depósitos en cuenta corriente y equivalentes.

En este último sentido, hay un jugoso debate que viene de hace 50 años sobre si es mejor el free banking (y no digo “banca libre” porque tiene otro significado, ya que alude a la entrada y salida libre al sistema bancario) o la reserva total, pero en todo caso cualquiera de los dos es más sólido que la reserva fraccional que genera inflaciones y deflaciones con el apoyo de la banca central.

Cuál es el dinero que preferirá la gente dependerá de las circunstancias, ya que si todo es dinero no hay dinero y preguntarse cuál es la cantidad de dinero que habrá es lo mismo que interrogarse cuál es la cantidad de cualquier otro bien en el mercado. No debe imponerse tal cosa como “curso forzoso” a ninguna divisa y, en esta instancia del proceso de evolución cultural, los gobiernos seleccionarán la moneda o monedas en las que cobrarán impuestos al efecto de proteger derechos.

El tema monetario es solo uno de los problemas acuciantes que en los casos extremos fuerzan a la población al retorno a la época de las cavernas, pero son muchas las medidas que habría que revertir para que la gente pueda sacarse de encima el peso aplastante de los aparatos estatales. Afortunadamente existen reservas intelectuales que permiten vislumbrar esperanzas para evitar la regresión a la oscuridad de las cavernas. Igual que los tiburones que no duermen nunca, es indispensable estar alertas y sin pausa surcar los mares de los principios liberales.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

 

El caso ChiChi: las tensiones entre instituciones y mentalidad económica.

Por Carlos Newland: 

Puede suponerse que si la mayor parte de la población de un país valora los atributos de una economía de mercado votará por  opciones políticas conducentes a marcos institucionales proclives a generar competencia, desarrollar la iniciativa privada y limitar a la acción gubernamental. La elaboración de un índice mundial de pensamiento pro mercado (FMMI) por parte de quien escribe estas líneas junto con Pal Czegledi, ha permitido ranquear a las naciones según el grado de apoyo popular al capitalismo. Gracias a esta métrica se ha podido constatar que  una alta valoración del sistema de mercado ha generado usualmente instituciones económicas eficientes (según, por ejemplo, el Índice Fraser de Libertad Económica), como es el caso de la Anglósfera (USA, Australia, Nueva Zelanda, Canadá), las naciones de Europa del Norte, y aquellas de la Sinósfera (como Japón, Vietnam o Taiwán). Por otra parte, los países donde domina una mentalidad más afín al socialismo o a la intervención gubernamental han generado instituciones adversas a la eficiencia económica, y con ello han afectado su desarrollo, como es el caso de Argentina, Ucrania o Egipto.  Puede entonces postularse que existe una relación directa entre mentalidad, instituciones y desarrollo económico. Pero este no siempre es el caso: pueden existir situaciones en que la mentalidad popular no ha podido expresarse libremente: en esos casos una minoría ha podido imponer sus instituciones de preferencia por la fuerza y sin consentimiento popular. Tal parece ser el caso de lo que denominamos Chichi, China y Chile. En ambas naciones parece existir un contraste entre la mentalidad popular y las instituciones o marco dentro de la cual sus agentes económicos operan.

China sería el caso de una población que presenta un positivo y moderado apoyo al sistema de mercado medido por el FMMI, o un muy alto apoyo según encuestas del Pew Research Center. Pero esta nación ha sufrido en la segunda mitad del siglo XX la imposición de un muy duro y rígido sistema comunista. Los miembros del partido y su líder Mao lograron forzar una economía planificada y centralizada con resultados negativos de desempeño productivo. Esta situación comenzó a variar hacia 1978 cuando los integrantes de la jerarquía comunista fueron abandonando muchos postulados de su ideario, cambiando paulatinamente sus instituciones. Así, liberaron más y más su economía, permitiendo el funcionamiento de incentivos a la producción y a la eficiencia. Gracias a ello su crecimiento ha sido espectacular, transformándose hoy en día en una potencia mundial similar a los Estados Unidos. Se ha mencionado que un detonante del cambio en China fue la iniciativa de altísimo riesgo que tomaron algunos agricultores en 1979, de subdividir a los efectos prácticos la tierra comunal. Tan fue el éxito del experimento ilegal que las autoridades lo terminaron aceptando y promoviendo. En última instancia los gobernantes han ido aceptando la mentalidad de la población. Es altamente probable que, si China se transformara de una dictadura a una democracia, los partidos políticos proclives a la economía de mercado serían los dominantes y no lo contrario.

Chile parece ser el caso opuesto a China. Allí el apoyo al sistema de mercado es bajísimo según la medición del FMMI, donde presenta valores similares a los de Argentina. Ello no nos puede sorprender mucho ya que en 1970 la población eligió como presidente al marxista Salvador Allende, quien intentó aplicar un modelo socialista, lo que incluía nacionalizaciones, control público de la banca y la reforma agraria. El marco institucional en Chile no cambiaría por un cambio en la ideología de los votantes sino por imposición de un gobierno militar. En 1973 el gobierno golpista del General Augusto Pinochet encomendó a un grupo de economistas pro mercado, denominados allí “Chicago Boys”, el diseño e implementación de una política económica que incluyo desregulación, privatizaciones y el logro de la estabilidad monetaria. Inclusive Milton Friedman visitó al país en 1975 dando apoyo a las reformas que se estaban implementando. Con el tiempo esta política resultó muy exitosa y Chile ingresó a un notable sendero de crecimiento y reducción del nivel de pobreza, superando recientemente al ingreso per cápita (y la esperanza de vida, junto con una menor mortalidad infantil) de su tradicionalmente más próspero vecino Argentina. Pero el nuevo estadio de desarrollo obtenido no parece haber afectado estructuralmente la ideología económica de sus habitantes. La mentalidad popular que fue el sustrato de la elección como presidente de Allende sigue en gran medida vigente: el FMMI del país es bajo, muy similar al presentado por la población de Argentina. Es de destacar que los diversos gobiernos de centro izquierda que ganaron las elecciones a partir de la vuelta a la democracia en 1990 (hasta 2010, y de nuevo en 2014) no se atrevieron a desmantelar (aunque si atemperaron) el marco institucional recibido. Sin embargo, el país claramente estaba en una situación de un equilibrio político inestable. Si hubiera aparecido en ese país -uno de los pocos donde todavía se encuentra muy activo el Partido Comunista- un personaje carismático populista de izquierda, Chile podría haber seguido el camino de Argentina o Venezuela. El reciente estallido social no es más que una manifestación popular de una ideología reprimida que ha encontrado en las calles un modo de expresarse.

 

Carlos Newland es Dr. Litt. en Historia. Profesor y Ex Rector de ESEADE.

 

Pseudoderechos contra el derecho

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 17/10/18 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2018/10/17/pseudoderechos-contra-el-derecho/

 

A esta altura se hace necesario insistir en que todo derecho tiene como contrapartida una obligación. Si una persona obtiene en el mercado un salario de cien, como contrapartida hay la obligación universal de respetar esos cien. Pero si la persona en cuestión demanda trescientos cuando obtiene cien en el mercado y el gobierno otorgara esa diferencia quiere decir que otros estarían compelidos a pagar los doscientos adicionales lo cual se traduce en la lesión al derecho de esos otros, se trata de pseudoderechos puesto que no pueden otorgarse sin destruir el derecho de terceros.

Desafortunadamente vivimos la era de los pseudoderechos: derecho al crédito barato, derecho a alquileres reducidos, derecho a la alimentación adecuada, derecho a mantener buena salud, derecho a la educación, derecho a un salario atractivo, derechos, derechos y derechos que no son tales sino, como queda expresado, pseudoderechos que atentan abiertamente contra los marcos institucionales que establecen el respeto recíproco y que al deteriorase repercuten negativamente sobre los salarios, especialmente sobre los de los más necesitados como veremos más abajo. Y el colmo de la torpeza es cuando los gobernantes dicen que “el Estado se hará cargo” de tal o cual erogación, como si los burócratas se hicieran cargo con sus patrimonios personales en lugar de precisar que son los vecinos los que siempre financian a la fuerza a través de impuestos, deuda, inflación o una combinación de los tres canales.

El palmario desconocimiento del significado del derecho comienza en las aulas de muchas facultades de derecho donde no se forman abogados, léase defensores del derecho, sino que egresan estudiantes de legislaciones que pueden recitar de memoria los respectivos artículos, incisos y párrafos pero no tienen la menor idea de los mojones o puntos de referencia extramuros de la ley positiva.

Los derechos individuales son anteriores y superiores a la existencia de los gobiernos y proceden de las propiedades y características de la condición humana que requieren de facultades para usar y disponer de lo propio para poder seguir sus proyectos personales de vida. Igual que las rosas y las piedras, el ser humano cuenta con propiedades y características que definen su especie. Nadie debe ser utilizado como medio para los fines de otros, puesto que el ser humano es un fin en si mismo. Los “balances sociales” con la intención de establecer peculiares utilitarismos son del todo improcedentes y conducen las mayores arbitrariedades como cuando se pretenden sopesar ventajas de mayorías circunstanciales frente a minorías indefensas. Los pseudoderechos son a todas luces contrarios al derecho.

Vivimos la era en la que se declama la defensa de los más necesitados pero simultáneamente se los afecta severamente con medidas altamente contraproducentes. Esto es así principal aunque no exclusivamente a través de las mal denominadas “conquistas sociales” que paradójicamente arruinan a los más vulnerables.

Para comprender esta conclusión es menester aludir a la causa por la cual se elevan salarios e ingresos en términos reales. Se trata de lo que genéricamente se denomina tasas de capitalización que equivale a la inversión per capita, es decir instrumentos, maquinarias, equipos, instalaciones y conocimientos relevantes que hacen de apoyo logístico al trabajo para aumentar rendimientos. A su vez, las inversiones provienen de ahorro interno y externo al país en cuestión, lo cual se maximiza en la medida en que se cuenten con marcos institucionales civilizados, en otros términos, el respeto a los derechos de propiedad de cada cual comenzando por la propia vida, la expresión del pensamiento y el uso y disposición de lo adquirido legítimamente.

En este contexto se hace necesario apuntar acerca del peligro del mal uso del significado del término “inversión”. Este concepto se refiere a la estimación individual respecto a recursos propios en cuyo contexto el sujeto en cuestión valora en más rendimientos futuros respecto a los presentes y, por tanto, opta por abstenerse de consumir para ahorrar y siempre el destino del ahorro es la inversión (son dos caras de la misma moneda). Es del todo inapropiado aludir a “la inversión” cuando los aparatos estatales se apoderan del fruto del trabajo ajeno, en ese caso se trata de gasto que puede ser corriente o destinado a activos fijos pero en ningún caso tiene sentido pretender que se trata de una inversión por los motivos antes señalados. Si un fulano le arranca la billetera a otro, carece por completo de sentido decirle que se lo “invertirá” por más que ese fulano forme parte del aparato estatal o sea un privado, en el primero caso podrá justificarse o no el gasto pero en ningún caso se trata de un proceso de inversión. En el  lenguaje cotidiano hay un uso y abuso del concepto de marras.

Hoy está de moda criticar acérrimamente a tal o cual dirigente sindical por sus conductas aberrantes pero se deja en pie la legislación que hace posible contar con sindicatos ilegítimos en lugar de asociaciones libres y voluntarias y se mantiene en pie la figura de los “agentes de retención” que echan mano al fruto del trabajo de empleados para que no puedan usar sus pertenencias.

Una vez hechas estas aclaraciones queda claro que los salarios bolivianos resultan más bajos que los canadienses, no porque en el primer caso los empresarios son perversos y los segundos más generosos, se trata de tasas de capitalización distintas y eso hace toda la diferencia, lo cual no significa que las posiciones relativas sean irrevocables. Hay países que han tenido altas tasas de capitalilzación que luego han despilfarrado con lo que sus niveles de salarios han disminuido. Como queda dicho, todo depende de la calidad de los marcos institucionales imperantes.

En medios alemanes y estadounidenses prácticamente no existe servicio doméstico en los respectivos hogares. No es porque las amas de casa no  requieran ayuda, es que las tasas de capitalización son de tal magnitud que no permiten contar con ese servicio pues deberían competir con salarios elevados en medios empresarios y equivalentes, situación que se torna imposible.

Es típico que en países de muy bajas tasas de capitalización, se lleven a cabo faenas como que a determinado sujeto lo abanican a la hora de la siesta cuatro personas, pero si esa misma persona se trasladara a una ciudad donde primen altas tasas de capitalización deberá abandonar de inmediato su costumbre pues los salarios para esa actividad resultan imposibles de afrontar.

Se ha mantenido erróneamente que los gobiernos deben regular contratos laborales puesto que “la desigualdad en el poder de contratación” pone de manifiesto que no resulta posible permitir que un millonario contrate con una persona que no tiene para llegar a fin de mes, a fin de la semana o a fin del día. Este análisis adolece del grave defecto que no toma en consideración que resulta a todas luces irrelevante lo abultado o lo débil de las respectivas cuentas corrientes o de los patrimonios netos de quienes contratan. Lo relevante, lo decisivo son las tasas de capitalización que obligan a pagar los salarios de mercado. Si un millonario llega a un pueblo y averigua cuanto cuesta pintar su casa pero sostiene que como cuenta con un abultado patrimonio pagará la mitad, por definición no pintará su casa. No es atingente si la persona en cuestión es muy rica o si está quebrada,  el salario para pintar su casa es el que marca la tasa de capitalización.

También debe tenerse en cuenta que si a igual trabajo un empresario decide pagar más de lo que marca las tasas de capitalización, por un lado tendrá mayor oferta de trabajo de la que necesita y por otro procederá a derrochar sus recursos con lo que  de persistir en esta línea tendrá contados sus días como empresario.

Es necesario señalar que allí donde las contrataciones laborales son libres no habrá desempleo, es decir, sobrante de aquél factor esencial para prestar servicios y para producir bienes. Esta situación para el trabajador normal (no para el que, por ejemplo, se encuentra en estado vegetativo o padezca deficiencias de tal naturaleza que no le permiten hacer nada) ocurre independientemente de la pobreza más extrema o la riqueza más exuberante en que se encuentre el medio en cuestión. En el primer caso los salarios serán reducidos y elevados en el segundo por en ningún caso habrá sobrantes de ese recurso humano esencial.

En realidad se observa desempleo en diversos países porque los arreglos contractuales no son libres. Al contrario, aparecen las mal denominadas “conquistas sociales” que indefectiblemente provocan desocupación puesto esto sucede cuando por decreto se colocan los salarios monetarios o no monetarios por encima de lo que permiten las tasas de capitalización. Y esto no debe verse solo en cuanto a los trabajadores marginales, si por ley se colocan salarios superiores a los que obtienen gerentes de finanzas, de personal o gerentes generales, ellos quedarán desempleados.

Habitualmente aquellas mal llamadas conquistas sociales se decretan con la mejor buena voluntad con la idea de proteger a los más necesitados, pues es de gran importancia percatarse que los perjudican grandemente. Así, por ejemplo, el salario mínimo, por definición superior al de mercado, barre con los que más necesitan trabajar. También hay “conquistas” que constituyen insultos a la inteligencia como el caso argentino del aguinaldo, esto es, el mes trece, sin percibir que inexorablemente se están pagando menos durante los doce meses del año para poder hacer frente al treceavo mes. En  realidad sería interesante poder decretar que el año tiene cuarenta meses pero eso no es posible y así con en resto de las tristemente célebres conquistas sociales.

De más está decir que el salario que establecen las tasas de capitalización no aparecen dibujadas en el cielo, hay que averiguarlo. De todos modos, pruébese contratar una secretaria por la mitad del salario de mercado y seguramente durará hasta la hora del almuerzo del primero día laborable pues se informará inmediatamente que está subvaluada.

Esto que estamos comentando va muy especialmente dirigido al fenómeno de robotización en curso que permite liberar recursos humanos y materiales para destinarlos a cubrir otras necesidades imposibles de contemplar hasta el momento debido a que esos recursos estaban esterilizados en las áreas anteriores. Como es sabido los recursos son limitados frente a necesidades ilimitadas. Si estuviéramos en Jauja y hubiera de todo para todos todo el tiempo desaparecería el problema del trabajo. El empresario para lograr nuevos arbitrajes está incentivado a capacitar personal en las nuevas actividades. Salvando las distancias, es lo mismo que ocurrió con el hombre de la barra de hielo antes de los refrigeradores, o el fogonero antes de las locomotoras Diesel.

Los sindicatos como asociaciones libres y voluntarias juegan un rol apreciado por los afiliados lo cual implica la figura de la personería jurídica pero de ningún modo la figura fascista de la personería gremial que bloquea la libertad contractual. Del mismo modo, la huelga debe ser entendida como el derecho a no trabajar, lo cual se opone abiertamente a la intimidación y la violencia que dada tiene que ver con ese derecho.

Cuando comprendamos que el bienestar no depende de magias ni de decretos voluntaristas, recién entonces estaremos en condiciones de abrir las puertas al progreso, muy especialmente para los más necesitados. Tal como explica entre mucho otros Bruno Leoni, cuando comprendamos que el derecho no es fruto de la ingeniería social sino fruto de un proceso de descubrimiento, recién entonces comprenderemos el valor de marcos institucionales que garantizan el respeto recíproco. Recién entonces estaremos en condiciones de comprender el peligro del pseudoderecho.

 

Edmund Burke escribe que “el disfrute seguro de los derechos naturales es el propósito último y más grande de la sociedad civil y por tanto toda forma de gobierno es solo buena si es consistente con ese propósito al que está enteramente subordinado”, noción que tomaron los Padres Fundadores estadounidenses, en especial Madison y Jefferson y entre los argentinos Juan Bautista Alberdi, muy especialmente en su Fragmento preliminar al estudio del derecho. Todo el problema comienza cuando se acepta lo que con razón ha criticado Mark Twain en cuanto a la invasión a la privacidad: “Nada necesita una reforma más urgente que los hábitos de otros”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

La Argentina debe retomar la senda del liberalismo

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 30/7/18 en: https://www.lanacion.com.ar/2157472-la-argentina-debe-retomar-la-senda-del-liberalismo

 

Se trata de crear una sociedad abierta, sin privilegios, en la que se produzca riqueza y los bienes se usen en forma eficiente

Se trata de crear una sociedad abierta, sin privilegios, en la que se produzca riqueza y los bienes se usen en forma eficiente

 

Al contrario de lo que desafortunadamente muchos sostienen, es de desear que nuestro país retome la senda del liberalismo iniciada por el padre de nuestra Constitución fundadora, Juan Bautista Alberdi. La aplicación de estas recetas nobles permitieron que la Argentina se ubicara entre las naciones más prósperas del planeta.

Desde la Constitución de 1853 hasta los golpes fascistas, primero del 30 y luego del 43, nuestros salarios e ingresos en términos reales de los peones rurales y de los obreros de la incipiente industria eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España. Los inmigrantes a estas costas competían con los ámbitos atractivos estadounidenses. Las exportaciones se encontraban a la altura de las de Canadá y Australia. En el Centenario, miembros de la Academia de Francia comparaban los debates de esa entidad con los que tenían lugar en nuestro Parlamento dada la versación y elocuencia de sus integrantes.

Luego vino el derrumbe estatista, provocado por gastos públicos siderales, déficit fiscales monumentales, regulaciones asfixiantes, impuestos exorbitantes y deudas gubernamentales galopantes. Y las crisis se sucedieron sin solución de continuidad.

A pesar de este cuadro de situación lamentable hay quienes critican un liberalismo inexistente al que pretenden sustituir por el adefesio de un denominado «neoliberalismo» con el que ningún intelectual serio acepta identificarse. Bajo tamaña etiqueta fantasiosa, irrumpen en escena timoratos que aconsejan no prestar atención a las pocas voces liberales y machacan con la mediocridad del estatismo. El liberalismo es nada más y nada menos que el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros. Por su lado, todos formamos parte del mercado cuando en libertad llevamos a cabo nuestras transacciones diarias.

Veamos el tema medular de los derechos de propiedad. Lo primero es entender que la preservación de la vida es una condición indispensable para subsistir. Es una verdad de Perogrullo, es una tautología. Para alimentar y desarrollar la vida en plenitud se hace necesario proteger lo que cada cual produce y lo que recibe legítimamente, es decir, el uso y la disposición de lo propio.

Como no vivimos en Jauja y no hay de todo para todos todo el tiempo, se hace necesario, por una parte, respetar el derecho de propiedad para evitar invasiones y usurpaciones y, por otra, para que los usos y disposiciones sean los más eficientes posibles. Esto último es así en una sociedad abierta, por definición ausente de privilegios, puesto que cada uno para progresar y mejorar su estado patrimonial inexorablemente debe atender las necesidades de su prójimo. En este contexto el que acierta en las demandas de sus congéneres obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos.

El que vende naturalmente lo hará al precio más alto que pueda, no el que quiera puesto que si excede lo que resulta posible la demanda decaerá o será nula. Del mismo modo, el que percibe una retribución por su trabajo intentará que sea la mayor posible. Esto último depende exclusivamente del volumen de inversiones que, a su turno, proceden de ahorros internos y externos al país en cuestión y no de la voluntad de las partes contratantes. Y este proceso tiene lugar allí donde los marcos institucionales son confiables y predecibles, no donde el derecho se confunde con el pseudoderecho, a saber, la facultad de asaltar el fruto del trabajo ajeno.

Cuando se producen quejas respecto a tal o cual precio de tal o cual producto o servicio no se contemplan dos aspectos cruciales. En primer lugar, el respeto a la propiedad, lo cual significa que el titular puede sugerir el precio que le venga en gana de lo que le pertenece, lo cual, como queda dicho, no quiere decir que logre concretar una venta. De lo que se trata en este contexto es de subrayar la libre disposición de lo propio y no dejarse atropellar por manifestaciones de quienes simplemente se quejan pero que son incapaces de producir lo que estiman es caro.

El mismo razonamiento debe aplicarse a las relaciones laborales. Quienes se emplean en no pocas ocasiones suponen que el lugar de trabajo les pertenece y actúan con la pretensión de disponer de lo que es de otros como si fueran los dueños del lugar, en lo que fuera una relación contractual mutuamente beneficiosa. Esto revela una tergiversación de valores, lo cual perjudica especialmente a los más necesitados. Derroches y ataques a la propiedad generan daños a todos pero sobre los más débiles la carga es más contundente y recae con mayor fuerza debido a la sensibilidad y repercusión en las franjas de ingresos bajos.

Por otra parte, como se ha señalado reiteradamente, a medida que las intromisiones de los aparatos estatales se intensifican se van deteriorando y desfigurando las únicas señales que tiene el mercado para operar. Esas señales indican dónde es más atractivo invertir y dónde no conviene hacerlo. Al fin y al cabo los precios no son más que transacciones de derechos de propiedad. Si se elimina la propiedad como reclaman los marxistas se derrumba el sistema de señales. En este sentido, como he ejemplificado otras veces, no se sabe si conviene construir caminos con oro o con asfalto cuando desaparecen las referidas señales. Y sin llegar a ese extremo, cuando los gobiernos intervienen en el sistema de precios se va deteriorando y desdibujando la contabilidad, la evaluación de proyectos y el cálculo económico en general.

En buena parte del llamado mundo libre, hoy observamos legislaciones que van a contracorriente de lo dicho y, por ende, ponen palos en las ruedas a la productividad y, consecuentemente, al progreso de las personas que se encuentran atrapadas en un laberinto infame. Es interesante detenerse a repasar conceptos vertidos por Alberdi, quien escribió en 1854, en Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853: «La propiedad sin el uso ilimitado es un derecho nominal […] El ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad reconozca. Ella puede ser atacada por el Estado en nombre de la utilidad pública».

Por eso es que también James Madison, el padre de la Constitución estadounidense (en la que se inspiró Alberdi junto a la Constitución de Cádiz de 1812), ha consignado en 1792 en «Property» (compilado en James Madison: Writings): «El gobierno ha sido instituido para proteger la propiedad de todo tipo […] Este ha sido el fin del gobierno, solo un gobierno es justo cuando imparcialmente asegura a todo hombre lo que es suyo». La misma Justicia es inseparable de la propiedad ya que como bien reza la definición clásica de Ulpiano se trata de «dar a cada uno lo suyo» y lo suyo remite a la propiedad de cada cual.

Mientras sigamos con la cantinela de la redistribución de ingresos no progresaremos puesto que la distribución cotidiana que todos hacemos de modo pacífico en el supermercado y afines contradice las antedichas asignaciones políticas que se llevan a cabo coactivamente. Recordemos una vez más a Alberdi en la obra ya citada: «¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra».

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

LAS RESERVAS MORALES DE LA IGLESIA CATÓLICA

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Con las formidables excepciones de Juan Pablo ii y Benedicto xvi, desde los papados de Juan xxiii y Pablo vi la Iglesia católica ha sufrido cambios estrepitosos principal aunque no exclusivamente en el terreno social que por embestir contra el derecho de propiedad y equivalentes afecta gravemente la moral. Así, desde Medellín en 1968 y Puebla en 1979 el rumbo fue hacia el estatismo con la idea de proteger a los más pobres pero los termina perjudicando grandemente.

 

Personalmente fui invitado para pronunciar la conferencia inaugural en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) en Tegucigalpa el 30 de junio de 1998 invitado por Monseñor Cristián Pretcht Bañados a instancias del presidente de la Fundación Konrad Adenauer de Argentina, Hörst Schönbohm, entidad que principalmente contribuía a financiar el evento. Presidió la reunión el Cardenal Oscar Rodríguez Madariaga, hoy en el Vaticano. Mi discurso se tituló “El liberalismo y la pobreza” en el que comencé diciendo que para los que sostienen que la pobreza material -no la evangélica de espíritu- constituye una virtud deben condenar la caridad puesto que con ella el receptor mejora su condición material y, por otra parte, si se dice que los pobres están salvados la Iglesia debiera dedicarse solo a los ricos. Luego intenté explicar los beneficios de la tradición de pensamiento liberal a los efectos, precisamente, de combatir la pobreza y la miseria a través del respeto recíproco lo cual es el eje central de esa tradición y que los salarios e ingresos en términos reales dependen exclusivamente de las inversiones a su vez originadas en ahorros internos y externos para lo cual es menester contar con marcos institucionales respetuosos de los derechos de todos.

 

Hoy representantes de la Iglesia comenzando por el actual Papa Francisco condenan un capitalismo inexistente, la última vez que se pronunció en ese sentido fue en su visita reciente a Perú. Es inexistente debido a las regulaciones asfixiantes, a gastos públicos elefantiásicos, a impuestos insoportables y a deudas estatales galopantes. Los nacionalismos y las xenofobias vigentes se oponen abiertamente al denominado sistema capitalista que aboga por la apertura de las fronteras, en primer lugar para personas y luego para bienes y servicios, situación que es contradicha ahora en Estados Unidos y en muchos países de Europa, además de los adefesios en Latinoamérica, especialmente en Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia con situaciones delicadas en Argentina y en México.

Afortunadamente en este cuadro de situación la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede que consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana que “El teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] Las teorías sociológicas se reducen de hecho a simples conjeturas y no es raro que contengan elementos ideológicos, explícitos o implícitos, fundados sobre presupuestos filosóficos discutibles o sobre una errónea concepción antropológica. Tal es el caso, por ejemplo, de una notable parte de los análisis inspirados por el marxismo y leninismo […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.

 

En este contexto es de gran importancia recordar a mártires de la incomprensión de la cabeza de la Iglesia como el extraordinario Cardenal József Mindszenty quien fue abandonado y destituido por Pablo vi del arzobispado húngaro por oponerse airada y reiteradamente tanto a los nazis como a los comunistas, lo cual denuncia con claridad y coraje meridianos en sus célebres Memorias (publicadas en castellano en Barcelona por Luis de Caralt Editor en el mismo año de 1974 cuando se publicó la edición alemana: Erinnerungen).

 

El Cardenal Mindszenty estuvo detenido o preso por su coraje y su capacidad de hablar claro contra los socialismos de todo color y especie. Primero lo apresó el llamado gobierno “republicano” polaco de Mihaly Károly, luego el del comunista Béla Kun, más adelante cuando desde el púlpito dijo que no había que votar por el partido nazi que se presentaba como opositor al comunismo afirmando que “ambos son la misma cosa”, más adelante  fue arrestado y torturado por los secuaces de Miklós Horthy. Con motivo de la invasión de la Unión Soviética pidió asilo en la embajada estadounidense donde vivió durante quince años hasta que emigró a Viena. En  1973, como queda dicho, fue destituido por Pablo vi y murió en 1975. Sus últimas palabras escritas en sus referidas memorias son desgarradoras, plasmadas después de explicitar en detalle los ataques constantes por parte del Vaticano y de su destitución: “Así emprendí el camino del aislamiento, en un destierro total”.

 

Es también relevante solo para dar unos pocos ejemplos de inmensas reservas morales en la Iglesia católica, el caso notable del sacerdote polaco ordenado en 1936, Miguel Poradowski, doctor en teología, doctor en derecho y doctor en sociología por la Universidad de París. En 1950 fue a Chile contratado por la Universidad Católica de Santiago, país donde también enseñó en la Universidad Católica de Valparaiso. Es autor de numerosos libros pero destaco en esta nota muy especialmente dos: Karl Marx, su pensamiento y su revolución y El marxismo y en la teología. Abre esta última obra, publicada en 1986, con el siguiente pensamiento: “No todos se dan cuenta hasta donde llega hoy en día la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia. Muchos, cuando escuchan a algún sacerdote que predica en el templo el odio y la lucha de clases, ingenuamente piensan que se trata de algún malentendido […]  Desgraciadamente no es así […] la presencia no solamente tolerada por algunos, sino incluso deseada”. Actualmente hay muchos otros sacerdotes y laicos preocupados y ocupados con este tema de los desvíos.

Recuerdo a mi amigo ex comunista, premio Mao y premio Lenin, el peruano Eudocio Ravines que luego dejó aquel sistema oprobioso para dedicarse a escribir artículos y libros denunciando el socialismo en todas sus formas. Su libro más conocido lleva el sugestivo título de La gran estafa que refleja lo que a él le ocurrió. A raíz de lo que escribo aquí comento que Ravines solía subrayar la trascendencia que le otorgaban en el Kremlin a la infiltración en la Iglesia y especialmente en los seminarios de sacerdotes y contaba que estuvo destinado a esas faenas en España y en Chile.

Esto me retrotrae a mi relación con Monseñor Schuammer el segundo del Nuncio en Buenos Aires durante un tiempo y luego destinado a trabajar junto con el entonces Cardenal Ratzinger. Cundo lo despedimos en la empajada alemana nos dijo que se iba muy preocupado por lo que ocurría en no pocos seminarios de sacerdotes y concluyó afirmando que “allí se suele ensañar sociología barata en un contexto de mucha guitarreada y nada de Santo Tomás, escasa filosofía y poca teología de fondo”. Aunque lo cito de memoria, me quedaron grabadas esas palabras.

 

Por supuesto que los regímenes fascistas han hecho estragos imponiendo injusticias inaceptables, pero no es necesario enfatizar que esto no se resuelve estableciendo sistemas aun más perversos en América latina ni en ninguna otra parte. Y menos se resuelve beatificando como el actual Papa lo hace a personas como Monseñor Enrique Angelelli quien celebraba misa bajo la insignia de los terroristas argentinos denominados Montoneros ni a Monseñor Oscar Arnulfo Romero quien predicaba que “debe eliminarse el supuesto derecho de propiedad”, ni tampoco tiene sentido la concelebración en Roma del Papa Francisco con el creador de la autodenominada teología de la liberación, el Padre Gustavo Gutiérrez quien escribe en su libro Teología de la liberación. Perspectivas que “debe asegurarse el paso del modo de producción capitalista al modo de producción socialista […] como el intento de Marcuse marcado por Hegel y Marx”.

 

Tengamos presente que el comunismo descripto por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista dice que “todo el sistema puede resumirse en esto: abolición de la propiedad privada” y que el fascismo no es más que un socialismo encubierto tras la estrategia de permitir que la propiedad se encuentre registrada a nombre de particulares pero usa y dispone el aparato estatal. Y esta anulación o debilitamiento del derecho de propiedad va al corazón de la sociedad abierta ya que lo desarticula por completo al desdibujar la contabilidad y la evaluación de proyectos con lo que no se puede saber donde es mejor invertir o no hacerlo con lo que el derroche genera el cataclismo y el posterior derrumbe del sistema con el consiguiente caos en el contexto de la  eliminación de la libertad de prensa y de expresión como consecuencia del ataque al derecho de propiedad a lo que habitualmente siguen las persecuciones y los encarcelamientos a los disidentes, cuando no a su exterminación.

 

Tengamos en cuenta que cuando se habla de “la preferencia por los pobres” no nos deslicemos a políticas que arruinan y condenan a los pobres a aumentar su miseria. En esta línea argumental, es de gran importancia tener presente consideraciones bíblicas sobre pobreza y riqueza material para constatar el significado de estos términos en el contexto de los valores morales que deben primar sobre toda otra consideración, en concordancia con los dos Mandamientos que hacen referencia a la trascendencia de la propiedad privada, lo cual es del todo armónico con los postulados de una sociedad abierta: no robar y no codiciar los bienes ajenos. Así, en Deuteronomio (viii-18) “acuérdate que Yahveh tu Dios, es quien te da fuerza para que te proveas de riqueza”. En 1 Timoteo (v-8) “si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. En Mateo (v-3) “bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” fustigando al que anteponga lo material al amor a Dios (amor a la Perfección), en otras palabras al que “no es rico a los ojos de Dios” (Lucas xii-21), lo cual aclara la Enciclopedia de la Biblia (con la dirección técnica de R. P. Sebastián Bartina y R. P. Alejandro Díaz Macho bajo la supervisión del Arzobispo de Barcelona): “fuerzan a interpretar las bienaventuranzas de los pobres de espíritu, en sentido moral de renuncia y desprendimiento”  y que “ la clara fórmula de Mateo —bienaventurados los pobres de espíritu— da a entender que ricos o pobres, lo que han de hacer es despojarse interiormente de toda riqueza” (tomo vi, págs. 240/241). En Proverbios (11-18) “quien confía en su riqueza, ese caerá”. En Salmos (62-11) “a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón”. Este es también el sentido de la parábola del joven rico (Marcos x, 24-25) ya que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo vi-24).

 

No es una gracia ni una travesura circunstancial el avalar los atropellos del Leviatán a través de repetidos documentos y declaraciones oficiales de la Iglesia, se trata de la eliminación del respeto recíproco y consecuentemente de la aniquilación de la convivencia civilizada. Los timoratos de nuestra época miran para otro lado frente a estos peligros, si fuera por ellos todavía estaríamos con los Borgia, el Index y la Inquisición. Me parece que es del caso cerrar con la cita de un párrafo de la correspondencia del Cardenal John Henry Newman dirigida a Gladstone donde se lee que “invito a un brindis: primero por la conciencia  y luego por el Papa”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.