PARA LOS CATÓLICOS QUE CREEN QUE TIENEN EL MONOPOLIO DE LA MORAL EN LOS PRECIOS

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 2/4/21 en: http://gzanotti.blogspot.com/2021/04/para-los-catolicos-que-cren-que-tienen.html

CAPÍTULO IX:

LA ÉTICA DE LOS PRECIOS[1]

Del libro

Con el espíritu de aceptar aquello que, aunque originado en escuelas de pensamiento no cristianas, sea compatible con una antropología cristiana, no podemos dejar de nombrar un aspecto de la Escuela de Frankfurt, esto es, fundamentalmente, Adorno, Horkheimer y Habermas (Op.cit. y Habermas, Jürgen, Teoría de la acción comunicativa, Barcelona, Taurus, 1987). Como es sabido, en estos autores, la dialéctica de la Ilustración tiene una fase donde el capitalismo y la industrialización consecuentes, dada la explotación según Marx, presenta relaciones necesariamente de dominio de los unos sobre los otros, al estilo dialéctica amo-esclavo en Hegel. Nosotros no estamos de acuerdo, aparte de que nos parece no cristiana, con esa visión dialéctica-marxista de la historia, pero el elemento a rescatar es la sensibilidad que tienen estos autores por el tema de la alienación, que, descontextualizado de la “izquierda hegeliana”, presenta algo perfectamente coherente con una antropología y una  ética cristiana. Y es el tema de la relación dialógica yo-tú, presente en autores veterotestamentarios como Martin Buber (Buber, Martin, Yo y tú, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1994), pero también en las condiciones de diálogo de Habermas (Habermas, Jürgen, Teoría de la acción comunicativaop.cit, vol. I, interludio I), que, nuevamente, pueden ser enfocadas desde una antropología cristiana (Hemos trabajado en esto en Zanotti, Gabriel, “Intersubjetividad y comunicación”, en Studium, Tucumán, UNSTA, 2000, t. IV, vol. 6). Considerando la dignidad humana que se desprende por estar creado a imagen y semejanza de Dios, la relación adecuada con nuestros semejantes implica el respeto a su condición de persona, esto es, tratarlo como otro en tanto otro y no en tanto mero instrumento. Esto es, una relación yo-tu, en cambio de una relación yo-eso. Una relación yo-eso es la que se tiene con una cosa-no-persona, que puede ser por ende un instrumento a nuestro servicio, al cual legítimamente se lo domina, se lo usa, se lo “manipula”, y si es necesario se deja de lado una vez que ya no funciona. En cambio, nunca una persona puede ser reducida solo a instrumento, quedando reducida a una mera X dentro de mi esfera personal: ello es precisamente alienarla, esto es, no respetar su propio yo y “convertirla en otro”, precisamente, aquel que la manipula. Ello es contrario a la dignidad de persona, es precisamente la situación a la cual quedan sometidas las personas en los totalitarismos y autoritarismos diversos, y por ello es coherente que un autor como Karol Wojtyla haya considerado cristiano en sí mismo al segundo imperativo categórico de Kant: “nunca tratarás a otra persona como medio, sino como fin” (Wojtyla, K., Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona: Plaza y Janés, 1994).

En lo que Habermas ha colaborado enormemente es en resaltar las condiciones lingüísticas del tratamiento instrumental del otro o, en cambio, tratarlo dialógicamente (Habermas, Jürgen, Teoría de la acción comunicativaop.cit.). En principio –decimos así porque en estas cosas no hay normas absolutas– si yo trato de captar lingüísticamente al otro, en una estrategia de manipulación, ello no es diálogo sino razón instrumental, en términos de Habermas; en términos de una antropología cristiana, ello no es tratar al otro confirme a su dignidad de persona creada. Por supuesto, en una antropología no determinista, esta posibilidad de manipulación al otro es eso: una posibilidad moral, no una necesidad de una etapa dialéctica de la historia. Y esa posibilidad necesita lingüísticamente de un acto del habla, esto es, de una acción que hacemos con el lenguaje (véase Wittgenstein, Ludwig, Investigaciones filosóficas, Barcelona: Crítica, 1988 y Austin, John L., Cómo hacer cosas con palabras, Barcelona, Paidós, 1990), perlocutivo, esto es, que intenta modificar la conducta o el pensamiento del otro. No hay nada de malo en ello, al contrario, en las relaciones intersubjetivas siempre nuestro lenguaje tiene efectos en el otro, y muchas veces tratamos de convencer al otro de un cambio de pensamiento y/o conducta. La clave ética, para que ello no se convierta en manipulación y, de ese modo, el otro no se vea alienado, es que el acto perlocutivo sea abierto y que el pacto de lectura sea relativamente claro, y la importancia de esto crece cuanto más delicada sea la cuestión y más sensible sea el otro ante el mensaje. Por ejemplo, si vamos a tratar de convencer a alguien de la verdad del Evangelio, es importante que el destinatario del mensaje en cuestión esté relativamente advertido de nuestra intención, no sea que nos escuche por otro motivo y luego se sienta relativamente engañado. Son normas generales que, por supuesto, hay que aplicar con prudencia a los casos concretos. Pero yendo a temas que todos conocemos, el manejo de estos actos del habla ocultos, por parte de personas psicóticas, hacia personas con un yo debilitado y susceptibles de ser alienadas y caer en el engaño, es lo que explica en gran medida que la mayor parte de los autoritarismos comienzan con discursos que luego generan fenómenos de masificación, con diversas hipótesis psicológicas explicativas sobre las causas por las cuales la psiquis es pasible de este tipo de manipulaciones (Sobre este tema, véanse Frankl, Viktor (1986), Ante el vacío existencial, Barcelona, Herder, 1986 y Freud, Sigmund, “Psicología de las masas y análisis del yo”, en Obras Completas, Buenos Aires, El Ateneo, 2008, T. III).

Llega entonces el momento de preguntar: ¿qué tiene todo esto que ver con el mercado? Que, precisamente, para muchos, cristianos o no, el mercado sería uno de los mejores ejemplos de manipulación y alienación, porque, en un acto de compra/venta, el vendedor –es habitual pensarlo de ese modo pero podría ser al revés– estaría aplicando una estrategia de venta y por ende tratando de lograr que el comprador compre y, en ese sentido, estaría tratando de manipularlo. Comprador y vendedor se verían como medios, uno con respecto al otro, de sus respectivos fines, y no se trataría al otro conforme a su dignidad.

Es una objeción grave, porque va mucho más allá de cualquier defensa que se pueda hacer del mercado por la vía de su mayor eficiencia o productividad. Es una objeción que toca el núcleo moral de la acción humana en el mercado.

Debemos decir al respecto lo siguiente:

En primer lugar, la posibilidad de manipulación del otro, como posibilidad moral, es innegable, o de lo contrario no habría libre albedrío. Es una posibilidad, por otra parte, no reducida solo al ámbito del mercado, sino, después del pecado original, a toda relación humana en sí misma buena. Puede suceder en el matrimonio, en las relaciones legítimas de poder, etc. Pero por ese mismo motivo, porque es una posibilidad moral, no es un proceso necesario de una determinada etapa de la historia, como en el materialismo dialéctico, y eso es lo que distingue a la alienación dentro de una posibilidad luego del pecado original y la alienación como proceso necesario del capitalismo como etapa de la lucha de clases (Ver al respecto, Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (1984), “Instrucción sobre algunos aspectos de la ‘teología de la liberación’, en L’Osservatore Romano, 1984, caps. 7-9.).

En segundo lugar, en ese sentido, cabe reiterar que “el mercado” del que hablamos es un proceso espontáneo, connatural a la naturaleza humana que trata de minimizar la escasez (ya hemos tratado este tema), que tiene sus diversas fases de evolución y que no se identifica solo con el capitalismo concomitante y posterior a la revolución industrial, que, por lo demás, tampoco es moralmente indebido en sí mismo (Nos referimos al punto 101 de la encíclica Quadragesimo anno; ver al respecto Doctrina Pontificia, Madrid, BAC, 1964, p. 672; sin olvidar, por supuesto, el famoso punto nº 42 de la Centesimus annus, citado anteriormente.).

En tercer lugar, los actos de compra/venta en un mercado, y también en las características culturales del mercado en Occidente, son habitualmente una estrategia abierta, anunciada, conocida por conocimiento común del mundo de la vida y del horizonte de pre- comprensión cultural, y en ese sentido no son estrategias maliciosamente ocultas. El mercado implica, precisamente, personas comunicándose, hablando, expresando sus preferencias y valoraciones, con pactos de lectura que dependen de usos y costumbres culturales abiertas. Las normas de regateo cuando se compra o se vende un departamento, o las normas de regateo en un mercado indígena de Centroamérica, o las normas de compra/venta en un supermercado occidental, se suponen conocidas para quienes participan en esos “juegos de lenguaje”. Yo no puedo denunciar engaño porque vaya a la India o a Nueva York y no conozca las normas implícitas que manejan sus respectivos mercados. En este sentido, los órdenes espontáneos, en tanto procesos de comunicación de conocimiento disperso, se manejan con actos del habla perlocutivos abiertos y no caen, por ende, en el carácter casi necesariamente manipulador de un acto del habla ocultamente estratégico. O sea: en los mercados (igual que en la política o en las relaciones entre los sexos) se manejan estrategias, pero son abiertas y, en ese sentido, parte de pactos de lectura conocidos implícitamente. Para pasar a otro ámbito, ningún caballero puede sentirse engañado porque una dama rechace su primera invitación salir dando cualquier excusa, cuando en un determinado “juego” ello es entendido como una prueba para ver si el caballero le invita de vuelta. Si el caballero decodifica “no quiere salir conmigo, punto”, es que no está entendiendo el juego de lenguaje. De igual modo, si un comprador interpreta “el precio es 100, yo compro solo por 80, punto”, se produce una situación similar. El mercado es por ende un juego de lenguaje abierto. Presuponiendo el conocimiento común de un determinado mundo de la vida y un normal libre albedrío, es un proceso natural de comunicación y no de alienación.

En cuarto lugar, desde el punto de vista jurídico, un acto de compra/venta puede ser perfectamente legítimo aunque la intención última de alguno de sus participantes sea “dominar indebidamente” al otro. Ello es así porque, en los actos de compra/venta donde rige la justicia conmutativa, se cumple también que en la virtud de la justicia, un acto puede ser justo aunque la intención última del ser humano sea otra. Y ello es así porque el objeto de la justicia es lo justo. Si yo devuelvo a otro una suma debida, mi acto es justo aunque mi intención última sea indebida, por ejemplo, solo quedar bien con él. Por ende, la justicia humana –esa ley humana que no puede abarcar, precisamente, todo lo exigido por la ley natural– (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I-II, q. 96, a. 2c) no puede pedir el control de las intenciones últimas de las personas intervinientes, donde entra precisamente el fin último de la acción. O sea, la justicia humana, para seguir la clásica característica tripartita de un acto moral, cae sobre el objeto, nunca sobre el fin y a veces sobre la circunstancia de la acción. O sea, si yo ejecuto un acto de compra/venta sin atentar contra la justicia pero sin mirar al otro en tanto otro, ello es moralmente malo por ese “sin mirar al otro en tanto otro”, pero justo desde un punto de vista moral y legalPor ello es importante, al realizar un acto de compra/venta, mirar al otro no solo como aquél que está comprando o vendiendo, sino además como lo que es en sí mismo, persona, más allá de que “me sirva”. Pero ello está más allá de lo que la ley humana pueda contemplar.

Por último, alguien podría decir que en el mercado hay engaño si se vende o se compra a un precio mayor o menor de lo que la cosa vale en sí misma pero para contestar esa objeción debemos pasar el punto siguiente, la ética de los precios en el mercado.

***

Recordemos que según Santo Tomás el deber ser es un analogado del ser. Ello se desprende de la ética de Santo Tomás y de la filosofía cristiana en general, donde la ley natural no es más que el despliegue de las capacidades de la naturaleza del ser humano. Por eso, desde esa perspectiva, la famosa separación de Hume entre ser y deber ser no tiene sentido.

Por ende, para analizar el deber ser en los precios hay que analizar el ser en los precios, esto es, la naturaleza de esa relación intersubjetiva que llamamos precios (norma que se cumple, mutatis mutandis, para todas las cuestiones de ética económica).

Hasta ahora hemos dicho algo que creemos importante, esto es, que los precios son síntesis de conocimiento disperso, pero hay que extender el análisis de dicha caracterización para el tema que nos compete.

Repasemos dos cuestiones: propiedad y teoría del valor.

Analicemos para ello un caso simple: Juan decide vender su automóvil por 10.000 dólares y Roberto no lo quiere comprar por más de 8.000 dólares. Por supuesto, una consecuencia muy importante, a efectos de teoría económica, es que en ese caso no habrá intercambio, pero a efectos de lo que estamos analizando, hay dos cuestiones previas.

En primer lugar, que Juan decida vender su automóvil presupone la propiedad de su automóvil. Por ende la oferta, la demanda y los precios presuponen la propiedad de los bienes y servicios que se intercambian. La propiedad de la que hablamos aquí está justificada como precepto secundario de la ley natural, según lo afirmado por Santo Tomás en Suma Teológica, I-II, q. 94 a. 5 ad 3, por su utilidad, como un “adinvenio” del intelecto humano, que, como hemos visto en todo lo que venimos diciendo, en la economía actual pasa por minimizar el problema de la escasez. La propiedad es sencillamente una institución evolutiva para minimizar el problema de la escasez y por ello es precepto secundario de la ley natural (he desarrollado en detalle ese aspecto en Zanotti, Gabriel J., Crisis de la razón y crisis de la democracia, Episteme, Buenos Aires, 2015, e id, “La ley natural, la cooperación social y el orden espontáneo”, en Revista de la Facultad de Derecho Nº 19, Guatemala, Universidad Francisco Marroquín, 2001).

En segundo lugar,cuando dijimos que los precios son síntesis de conocimiento disperso, dijimos que ello permite leer en el mercado la escasez relativa de los bienes, esto es, cuán escaso es un bien. Pero esa escasez no es objetiva, sino, como todos los fenómenos sociales, intersubjetiva y subjetiva. ¿Qué quiere decir ello? Que el valor de los bienes en el mercado, que se traduce en los precios, no es una propiedad de la cosa en sí misma independientemente de su intercambio humano, sino de la cosa en tanto intercambiada y valorada por las personas (“subjetivo”) que intercambian. Esto es muy conocido por los economistas como teoría subjetiva del valor, como ya se ha analizado, pero habitualmente choca con la noción escolástica de bien cuyo valor, en tanto “bonum”, es “objetivo” (“la cosa es apetecida por ser buena y no buena por ser apetecida”, hemos mostrado su complementariedad en el capítulo sobre los bienes económicos); y por ello ahora la estamos presentando de modo tal que no se produzca ese conflicto, pero no por nuestro modo de presentación sino porque verdaderamente no consideramos que lo haya (hemos desarrollado esto en detalle en nuestra tesis de doctorado de 1990, Zanotti, Gabriel, Fundamentos filosóficos y epistemológicos de la praxeología, Tucumán, UNSTA, 2004).

Por supuesto que el valor moral es “objetivo”, en tanto que el bien moral de una acción humana depende de un objeto, fin y circunstancias que no son decididos arbitrariamente por la persona actuante. Por supuesto que además puede haber otro tipo de valores involucrados en una mercancía (artístico, afectivo, etc.,) independientes del acto de intercambio. Por supuesto que el “bonum” es un trascendental del ente y como tal el grado de bondad de una cosa depende de su “gradación entitativa”, dependiente de su esencia. Pero nada de ello obsta a que, como hemos visto, la escasez de la que hablamos es intersubjetiva, en relación a lo humano, y por ello si un bien o servicio no es demandado en el mercado no tiene valor –a ello llamamos subjetividad del valor en el mercado–. Puede ser que algo “deba” ser demandado por los consumidores, pero lo que determina su precio en el mercado es que efectivamente sea demandado y ofrecido. Por ello los economistas saben que la teoría subjetiva del valor soluciona la famosa “paradoja del valor” de los economistas clásicos: algo tan importante como el agua puede tener menos valor en el mercado que una pepita de oro en la medida de que el agua en determinadas situaciones (no en un desierto) sea más ofrecida en el mercado y el valor de cada unidad de agua (que los economistas llaman “utilidad marginal”) sea menor.

Por ende algo vale en el mercado (repetimos: en el mercado) en la medida que una persona valore lo que ofrece y lo que demanda. Pero el precio implica el encuentro entre las valoraciones de oferente y demandante. Si yo valoro mi teléfono móvil en 5000 dólares y nadie me compra por esa valoración, tendré que ir bajando mis pretensiones hasta encontrar un comprador. Pero si mi celular comienza a ser altamente demandado por mucha gente, puede ser que lo venda por esa valuación o más. Esto es, recién en el momento del intercambio se establece el “precio”, que depende, como vemos, del encuentro de las valuaciones subjetivas de oferentes y demandantes, y por eso los precios indican la “escasez relativa”: porque la escasez en el mercado no depende de la cantidad objetivamente contable del bien, sino de cuánto sea demandado y ofrecido por personas. Y esto es importante porque, a su vez, como ya explicamos, permite que las expectativas se ajusten: si yo soy oferente (tal vez empresario) de teléfonos celulares/móviles y “leo” que los precios de los celulares suben, tal vez me decida a hacer inversiones adicionales en ese sector, lo cual aumentará luego la oferta de teléfonos celulares/móviles y su precio comenzará a bajar. Todas estas explicaciones, que para algunos economistas (no todos) son muy conocidas, las estamos resumiendo a fines de comprender la naturaleza de esas relaciones intersubjetivas llamadas precios y por ende poder analizar bien su “deber ser”.

Las conclusiones respecto a la ética de los precios, dado en el análisis anterior, son las siguientes:

1. La decisión de vender o no vender, comprar o no comprar (A), que es lo que implica que aumente o no la oferta y la demanda, depende de la propiedad como precepto secundario de la ley natural (B). Por ende, si B es éticamente correcto, A lo será también. Luego, si, por ejemplo, yo decidiera NO vender mi auto, y este, a su vez, fuera altamente demandado, su precio potencial tendería a infinito, o sea, “no se vende”. Pero si la propiedad de mi auto es éticamente correcta, entonces que el precio sea “alto” en el sentido de tender al infinito, también lo es. Por ende un “precio alto” no es fruto de una acción inmoral, sino de una propiedad éticamente justificada, frente, a su vez, de una demanda del bien en cuestión.

2. La pregunta de si es lícito vender o comprar en el mercado por más o menos de lo que la cosa vale está mal planteada en cuanto que el valor en el mercado es subjetivo en el sentido que lo hemos explicado. La cosa en el mercado vale lo que vale en el mercado. Es casi tautológico. Si tiene algún otro tipo de valor, no es el valor que conforma los precios.

3. Cuando aumenta la demanda de un bien, alguien con buena voluntad puede decidir mantener el precio como está o bajarlo, pero la cantidad ofrecida del bien se acabará rápidamente. Un convento de benedictinos puede estar vendiendo miel por 10 dólares el frasco. Supongamos que la demanda de miel aumenta repentinamente porque las personas están convencidas de sus propiedades curativas o lo que fuere. Los benedictinos pueden decidir bajar el precio o más aún, repartir todo su stock, y ello parecerá muy meritorio. Pero ese stock se acabará rápidamente. Tienen que producir más cantidad, lo cual requiere más inversión por parte de ellos, lo cual no es nada sencillo y, mientras tanto, si no quieren agotar el stock, deberán (con “necesidad de medio”, no “ontológica”) ver si pueden obtener un precio más alto, si la demanda les responde, para que no haya largas filas de demandantes alrededor del convento que luego se queden sin miel, y para, a su vez, obtener un margen adicional de rentabilidad que les permita obtener nuevos créditos para re-invertir en la producción de miel. Nada de ello se produce por la maldad moral de los benedictinos. A su vez, ese nuevo precio de la miel, más alto, atraerá a otro oferentes (excepto que los benedictinos tengan una licencia exclusiva para producir miel concedida por el gobierno) que lentamente harán que el precio de la miel tienda nuevamente a la baja.

Dado el corazón humano después del pecado original, puede ser perfectamente que alguien saque provecho de un precio alto, de un bien que es su propiedad, sin importarle en absoluto el prójimo, sobre todo en situaciones tales como ser vendedor de agua en un desierto, etc. Ello, obviamente, no sería correcto moralmente. Pero entonces, ¿qué hacer? La tentación es que los gobiernos (esto es, otras personas con poder de coacción) intervengan ese mercado y expropien la producción o fijen precios máximos, etc. Pero ello produciría los siguientes resultados: a) como explicamos antes, al intervenir en un precio se borra la fuente de interpretación de la escasez relativa en el mercado y la situación es peor; b) la expropiación de la producción en cuestión desalienta los incentivos para la producción y la situación es peor, atentando contra el principio de subsidiariedad.

Desde el punto de vista de la ley humana, hemos visto ya que Santo Tomás deja bien en claro que dicha ley no abarca todo lo prohibido por la ley natural. Por ende, vender al precio de mercado puede ser perfectamente bueno desde el punto de vista del objeto, fin y circunstancias de la acción, o no, pero en este último caso, por los motivos a y b, no es conveniente que la ley humana interfiera en el proceso de mercado. Lo inteligente es, desde el punto de vista de la ley humana, en un caso de emergencia, que una agencia gubernamental compre el bien en cuestión y lo venda más barato o lo regale y con ello no interfiere con el delicado proceso de precios. Por supuesto, esta propuesta es alto opinable, y depende de condiciones que los economistas han estudiado para los casos de “decisión pública”; en este caso se requerirían condiciones harto difíciles como que el gobierno sea preferentemente municipal, tenga sus cuentas en orden, no se financie con emisión monetaria o impuestos a la renta (Hayek, Friedrich A. von, Nuevos estudiosop.cit., cap. 8), etc.

4. Los precios en el mercado se manejan en una franja de máximo y mínimo: el límite máximo de venta es aquel más allá del cual no se encuentran compradores, y límite mínimo de compra es aquel por debajo del cual no se encuentran vendedores. Yo puedo querer que mi computadora se venda a 10.000 dólares pero es muy factible que más allá de 500 dólares no se encuentren compradores; de igual modo, yo puedo querer comprar un ordenador (usado) por 1 dólar pero es muy factible que por debajo de 400 dólares no se encuentren vendedores. Esos límites están determinados precisamente por la oferta y la demanda del bien en cuestión y no se pueden pasar so pena de que no haya intercambio. Por ende la voluntad del vendedor o comprador en el mercado no “fija” los precios sino que depende de la interacción con la otra valoración. Esa franja es lo que implica el “precio de mercado”. Ahora bien, un cristiano debe tener en cuenta el bien de su prójimo y por ende puede ser perfectamente bueno que, al vender algo, en determinada circunstancia, no busque el límite máximo de venta sino el mínimo, pero más allá del mínimo no va a poder bajar. Yo puedo ser farmacéutico y propietario de mi farmacia y ante determinada circunstancia, bajar mi valuación de un medicamento de 100 a 80, pero si lo sigo bajando, por un lado aumentará enormemente la demanda y no voy a poder satisfacerla y, por el otro, los vendedores del medicamento en cuestión dejarán de proveerme. En ese caso, es perfectamente cristiano seguir vendiendo a 80 y, por otro lado, en una acción fuera de mercado, distribuir gratuitamente medicamentos que yo haya podido adquirir con mis recursos, ayuda de una fundación, etc. Hacemos todas estas aclaraciones precisamente para que se vea que la ética de los precios no tiene autonomía absoluta en la determinación de los precios. El nivel de los precios no depende de la buena o mala voluntad de las personas; esta última puede incidir pero hemos visto que el factor básico es la demanda subjetiva de los bienes y todas las consecuencias de la interacción de las valoraciones cuyos ejemplos hemos explicado.

Conclusión: la cosa “en sí misma”, esto es, independientemente de su intercambio en el mercado, puede tener tal o cual valor, pero ese valor no tiene que ver con los precios. Estos últimos surgen de las valoraciones intersubjetivas de las personas en el mercado, y hay que tener en cuenta esto último para analizar la ética de oferentes y demandantes en el mercado.

Pero este mercado, como hemos visto, no es un mecanismo, que se mueva por acción y reacción, sino un proceso, una interacción entre personas. Y el factor que lo mueve hacia una mayor coordinación de expectativas es la referida tendencia al aprendizaje, que se traduce en el factor empresarial. Pero ese papel –el empresario, la empresarialidad– ha quedado muy desdibujado ante una ética cristiana. Será objetivo de estos artículos encaminar nuevamente esa cuestión.


[1] Lo que sigue es una versión ligeramente modificada, de este mismo tema, incluida en nuestro reciente libro Antropología cristiana y economía de mercado, Unión Editorial, Madrid, 2011.

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

La agenda del nuevo feminismo

Por José Benegas. Pubicado el 21/10/16 en: https://www.patreon.com/posts/la-agenda-del-7055237

 

La agenda de división, manipulación, culpa y violencia del nuevo feminismo, lleva a las mujeres distraídas a reconducir todas sus frustraciones hacia los varones como un fantasma. Es un lavado de cerebro en el que la explicación conspirativa reemplaza a las causas y a las responsabilidades, convirtiéndolas a ellas en un instrumento de poder, en carne de cañón, y a los varones en objeto permanente de escarnio y en ovejas. Por eso es bastante acercado el término feminazismo, claramente los nazis hacían esto con los pequeños cerebritos a los que volcaban hacia el antisemitismo, como un medio de explicar y canalizar su pequeñez y el cúmulo de sus frustraciones. Algo que fue sencillo en un país postrado desde todo punto de vista.

En todo esto las mujeres golpeadas y abusadas son un mero instrumento y sus problemas pasan al quincuagésimo plano.

Está lleno de abusos típicos masculinos a las mujeres y de abusos típicos de las mujeres a los varones también, eso no permite a nadie con cerebro aplicarle a cada hombre y a cada mujer, el conjunto de «culpas» ni típicas ni no típicas.. Es fácil inventar que hay una guerra, porque justamente los dos sexos necesariamente se relacionan y necesariamente hay conflictos mientras se intentan mutuamente establecer roles como en cualquier relación. Pero en este caso esto que se resuelve a nivel de cada vínculo, se lleva a una guerra política colectiva para un proyecto revolucionario en danza con el fin terminar con el capitalismo por la vía de la disolución y la «ovejización», el disciplinamiento del individuo tras una moral impuesta violentamente con los resortes del estado. Donde hay ovejas, hay pastores. Ese es el rol que quieren asumir.

Es importante entender que los conflictos están porque EN PRIMER LUGAR hay interés de un sexo por el otro. Acá se quieren poner en primer plano los conflictos que son un apéndice de la relación de mutua necesidad.

Una forma de caer en la trampa es reaccionar con el mismo tipo de colectivismo, porque eso establece una pelea en los términos que esta gente perversa quiere, que es una generalización y colectivización. No son las mujeres las que practican esta metodología, sino unas mujeres con sus propios intereses, que intentan usar a todas las mujeres.

Es el mismo proceso que llevaron a cabo respecto a la relación laboral, una alianza indispensable entre gente que crea salarios porque inventa un negocio y gente que no puede crear negocios pero tiene voluntad para trabajar. Convirtieron con la intervención estatal esa relación en una contienda permanente, llevando a dogma que toda relación laboral es de abuso.

Tanto fue el daño que hoy casi nadie puede ver el vinculo laboral en términos reales, sino que lo hace a los ojos marxistas de una lucha de clases que nunca existió como tal porque en primer lugar en el capitalismo no hay clases. En segundo lugar porque hablamos de las rispideces que surgen en algo que antes que nada es de mutuo beneficio, no de bandos, sino de socios. No es casual que a ambas agendas la sostenga la misma gente, es que se trata de un proyecto abusivo de poder en el que estas imbecilidades son instrumentos.

 

José Benegas es abogado, periodista, consultor político, obtuvo el segundo premio del Concurso Caminos de la Libertad de TV Azteca México y diversas menciones honoríficas. Autor de Seamos Libres, apuntes para volver a vivir en Libertad (Unión Editorial 2013). Conduce Esta Lengua es Mía por FM Identidad, es columnista de Infobae.com. Es graduado del programa Master en economía y ciencias políticas de ESEADE.

Mis diferencias morales con el Papa Francisco

Por José Benegas. Publicado el 15/6/14  en: http://josebenegas.com/2014/06/15/mis-diferencias-morales-con-el-papa-francisco/

 

El Papa relacionó la “adoración al dinero y la guerra” como los signos de un sistema económico que “ya no aguanta”. En el centro de todo, sentenció el pontífice, tiene que estar el hombre y, como un signo de estos tiempos en los que pareciera que nos hubiéramos estado refiriendo solo al varón con esa palabra, agregó “la mujer”. También los jóvenes que en su interpretación son “excluidos por la desocupación”. Según él esto es pura maldad de la “economía”, en particular del culto al dinero.

Hay dos clases de creyentes. Están los creyentes en el catolicismo que aceptarán o no este diagnóstico, lo criticarán, reflexionarán o le darán algún crédito pero estarán dispuestos a revisarlo. Pero también están los que hacen ídolos, que adoran a las personas y entienden la religión como la suplantación del propio cerebro por la consigna de un líder. En este caso el Papa. Estos segundos crecen de modo exponencial, sobre todo en la Argentina. Gente que ofende y agrede ante la crítica al Papa. Mi recomendación es que no sigan los de este grupo leyendo. Supongo que si se tientan tendrían que confesarse o flagelarse, de manera que no me parece negocio.

Ahora si, voy a la cuestión que me interesa. Mis diferencias con el Papa Francisco no son económicas, son morales. No lo descalifico como persona, conozco su tipología porque he soportado muchos sermones en esta misma línea que en realidad si hace un culto del dinero pero al revés. Rechaza la producción y adora lo que el fruto de esa producción puede hacer por los que no producen. El Papa, y tantos curas idénticos que he conocido en mi vida religiosa, por más que lo verbalicen, no siguen a Francisco de Asis, sino a una versión populista de su figura. Tal cosa responde a una formación política, no religiosa, de la que América Latina en general es víctima.

Francisco de Asis descubrió el camino del desprendimiento como una forma de liberación interior. Renunció a los llamados bienes materiales. No estaba haciendo ninguna reforma económica porque buscaba la pobreza, no la rechazaba. Y también rechazaba al poder, ni siquiera aceptaba que sus seguidores sean designados cardenales de la Iglesia. Es una idea que siempre me parecido interesante y coherente. En algún momento, en algún aspecto todos practicamos algo de ese desprendimiento. Nos sentimos demasiado atrapados por algo que queremos y le ponemos un freno. Para el Francisco original, eso debía hacerse todo el tiempo y lo practicó porque era inmensamente honesto. Nunca hubiera sido Papa y jamás se codeó con ningún poderoso.

¿Es la doctrina franciscana compatible con el capitalismo? Por supuesto, los bienes están definidos por la subjetividad, no hay ninguna diferencia entre que unos busquen la felicidad cambiando el auto y otros regalándolo. Lo importante es que cada uno pueda seguir su plan de vida, como le parezca, con sus valores. Es muy valioso para todos que los otros lleven a cabo otros proyectos y poder observarlos, aprender y debatir sobre cómo es mejor vivir.

Pero la versión populista de aquella idea es por completo diferente. Ahí se trata de encontrar el pecado en el que produce, no de desprenderse de nada. Está siempre asociado al autoritarismo, esto es al estado que no es otra cosa que autoridad. Francisco de Asis con el estado no tenía ninguna relación. El falso franciscanismo es en cambio una forma de manipulación desde el no tener para condenar a los que tienen y proclamar que el fruto supuestamente mal habido del “culto al dinero” sea repartido, en lugar de quemado en una hoguera. Te culpo por lo que hiciste y me quedo con el producto.

El franciscanismo populista es política económica basada en condenas morales. Existe la misma diferencia entre ambas versiones que la que hay entre un nutricionista que nos aconseja bajar las calorías y el cocinero de un campo de concentración que nos sirve una sopa insulsa.

El adorado sistema educativo produce con mucho gasto candidatos a empleados. El proyecto del estado argentino y de la mayoría es que la gente esté preparada para tener buenos sueldos. Es decir, opera como un subsidio al empresario y esto es una gran distorsión, de la cual es autora la política, no la economía. Así como la guerra tampoco la hacen los empresarios sino los gobiernos. Un empresario que cuenta con un ejército, no es un empresario, es un gobierno. En todo caso los contratistas del estado o empresas asociadas al estado podrían estar interesados en una guerra ¿Por qué no se apunta esta crítica moral a la política?

El Papa casi no ha dicho nada condenando a la política. Y no lo ha hecho porque en su pensamiento moral el problema es el lucro como si fuera un pecado. El entiende que a esa “mala tendencia” hay que controlarla con el estado. En consecuencia es su pensamiento moral el que fomenta la guerra endiosando al monopolio de la fuerza como si tuviera funciones de control de la concupiscencia. Esa visión es la que fortalece a los contratistas del estado y crea los intereses que conducen a que la fuerza se use, para poder proveer insumos.

Advertí a los católicos del segundo grupo que no siguieran leyendo para que ahora no me digan que han encontrado una cosita que les serviría para negar la realidad del Papa más antiliberal de los últimos tiempos. Pero la realidad es esta: si, el Papa es estatista y negarlo es evadir la realidad. No es mi intención poner a la realidad en discusión sino discutir el pensamiento moral del Papa sobre la economía. Me podrán decir que la realidad bla bla bla. En tanto en este punto tal cosa es evasión pura del problema, los abandono en sus juegos. Supongamos que contrariamente a lo que digo el Papa suscribiría lo anterior. Pues entonces no pierdan el tiempo enojándose conmigo, festejen. No debería molestarles que diga lo mismo que interpretan, a mi juicio contra toda evidencia, que el Papa aceptaría.

Sigo con la cuestión del sistema educativo y su relación con este tema. El Papa también piensa que el ideal es que el sistema económico provea buenos sueldos. Aquí esta la gran contradicción. Buenos sueldos es buen dinero. Ah, pero podría ser sólo el dinero suficiente para subsistir ¿En qué parte de la Biblia dice que unos deben aportar a la supervivencia de otros? Me la perdí, si es que existe. Lo cierto es que somos dotados (por la casualidad o la providencia) de los medios de subsistencia. El sistema educativo (controlado) nos convence de que alguien nos pagará bien si pasamos varios años escuchando un “programa” cuyo fin es que el mundo se divida entre empresarios y empleados y nosotros seamos en general de la segunda categoría, para estar quejándonos de la maldad de los de la primera, con ayuda de todos los sermones.

Pero lo cierto es que para que haya buenos sueldos debe haber gente que haga “el culto al dinero”, al menos mucho más que nosotros. Aclaro, esto del culto al dinero es nada más que una etiqueta estigmatizante. La gente que se ocupa mucho más que nosotros por conseguir dinero no es muy diferente que la que se ocupa mucho más que nosotros de jugar al tenis y gana campeonatos. La diferencia es que los primeros nos son absolutamente indispensables, son una verdadera bendición de la vida. Con su iniciativa y riesgo la economía todavía subsiste a pesar del sistema educativo, a pesar de este parasitismo moral que intenta poner a los mejores de nosotros (si, los empresarios son los mejores de nosotros; no los que tratan con el estado, esos son lobbistas) en estado de culpa permanente, para ser parasitados. Y ese parasitismo moral impide entre otras cosas, que haya mejores sueldos.

¿Puede existir como problema moral la obsesión por el dinero? Claro, como por el tenis. Toda obsesión es mala, pero eso no agrega mucho. Ponerle a una ocupación el carácter de obsesión depende del punto de vista del observador. Desde afuera nadie puede afirmar que otro está obsesionado por algo, en cambio él si. Es una elección personal. Colgarle a otro esa etiqueta es una forma de manipulación. Y si esto se menciona como un “sistema económico”, entonces se está condenando a la función y se está convirtiendo en pecadores a todos juntos.

Seamos coherentes. Si creemos que estamos condenados por el culto al dinero de los empresarios, reclamemos que la gente renuncie a sus empleos, se están contaminando compartiendo el fruto del pecado. Nadie debiera aceptar sueldos de los herejes dinerarios.

El Papa no escucharía esto, no le interesaría adentrarse en los mecanismos que condena para ver hasta que punto está equivocado y está provocando un enorme daño moral y económico y ayuda a perpetrar enormes injusticias. Porque el vicio más común del moralista es encontrar una visión de cómo se divide el mundo entre buenos y malos que asegure la permanencia entre los primeros. Eso es lo que se defiende y la prueba es cómo se despreocupan los condenadores del lucro de los frutos que se obtienen siguiendo su pensamiento. De lo cual hay suficiente literatura como para no tener que detallarlo.

Tengo cero intención de ofender ni a los católicos pensantes ni a los católicos obedientes; tampoco al Papa por supuesto. Se que él ofende sin querer a gente que no lo merece. El remedio a eso es responder, no callarse. Creo que la justicia es más importante que el Papa y que de las cosas más importantes a debatir están las falsas éticas que nos condenan a la insatisfacción, la división innecesaria y al autoritarismo.

 

José Benegas es abogado, periodista, consultor político, obtuvo el segundo premio del Concurso Caminos de la Libertad de TV Azteca México y diversas menciones honoríficas. Autor de Seamos Libres, apuntes para volver a vivir en Libertad (Unión Editorial 2013). Conduce Esta Lengua es Mía por FM Identidad, es columnista de Infobae.com. Es graduado del programa Master en economía y ciencias políticas de ESEADE.

Contra la pobreza, afán de lucro

Por José Benegas. Pubicado el 19/9/13 en: http://opinion.infobae.com/jose-benegas/2013/09/19/contra-la-pobreza-afan-de-lucro/

 

 “La mitad de daño que se hace en este mundo se debe a gente que se quiere sentir importante. 

No es que quieren hacer daño, sino que el daño no les interesa”

T. S. Eliot

En The Truman Show (Peter Weir – 1988) el protagonista tiene un amigo asignado por los guionistas. Hay una escena con una carga dramática extraordinaria en la que Truman y su amigo artificial están conversando en un muelle, en la que el primero le habla al segundo de sus dudas, le abre el corazón como se hace con cualquier amigo de verdad. Pero éste no es de verdad, sus gestos son para la cámara, espera el efecto en el público, imagina cómo se ve él y respecto del otro se encuentra a una distancia afectiva abismal. De algún modo Truman lo percibe igual que lo ha hecho el resto del día con su trabajo, en su propia casa donde la rubia que hace de su mujer aprovecha cualquier ocasión para meter un PNT (publicidad no tradicional). Es un show, el rating es emotivo, lacrimógeno y en algún sentido limitado verdadero.Pero sólo verdadero dentro del juego. Los que lloran tienen que ser buenos, siempre es así en la ficción.

La televisión es a veces ficción también cuando pretende ser crónica. La ficción produce emociones impunes, irresponsables. Es gratuito sentirse compungido por la muerte del héroe, total no hace falta hacer nada por él. Los que van a rescatar al soldado Ryan siempre son los que están en la pantalla. Para eso hemos pagado la entrada.

El problema es cuando hay gente que no está jugando como Truman o cuando todo queda reducido a demagogia y manipulación y se ven los hilos. El que sufre se convierte en insumo de un espectáculo de novela. Pero no de novela de Balzac, sino de Migré. De repente alguien puede denunciar al falso amigo, al programa, por estar jugando con lo que no se debe, a la situación, y ser visto por los llorones como enemigo de la amistad. Todo puede pasar. Algo de eso ocurrió en el programa Periodismo para Todos del domingo.

Jorge Lanata ha cumplido un papel muy destacado en el final de un sistema horroroso de gobierno, de mistificación, manipulación y abuso llamado kirchnerismo. Sistema que no sólo incluye a los partidarios sino también a los que guardaron silencio o simularon oponerse mientras disfrutaban las mieles de pertenecer a la casta estatal. Esa en la que no existe la responsabilidad ni el despido ni la rendición de cuentas, en la que la vagancia es un pacto general. Todos se sienten parte de un club, antes que representantes de los que no son parte de él. La vida dentro del Estado es fácil y el kirchnerismo se ocupó de comprar a unos, asustar a otros y darles buena calefacción y viajes pagos al resto. Ese sistema en colapso encontró un Lanata que dejó la siesta y salió a contar lo que en el país se había estado silenciando en un contexto de la trata de empresarios, políticos, periodistas, faranduleros, músicos, militontos, etc. Por él una sociedad censurada y autocensurada recibe dosis terapéuticas de verdades todos los domingos. Lo curioso y anormal es que un programa aislado sea fuente de legitimación para habilitar temas viejos y romper el pacto de silencio. Pero en todo caso ese no es problema del periodista y ese mal que le pese es su lugar hoy.

A esta altura se preguntarán qué tiene que ver The Truman Show en todo esto. Bien, el domingo pasado tuvimos al amigo artificial y a la lágrima para mostrar una colecta en la ciudad de Los Ángeles, ni mayor ni menor que otras tantas que ocurren en la Argentina, pero que servía para mostrar cierta adhesión internacional al programa.

Una colecta mal pensada. Juntaban ropa que era fácil advertir que sería imposible de enviar con el estado de macumba económica general en el que el comercio es un atentado contra un engendro llamado “industria nacional”. Como casi todos creen en eso, creo que hasta el propio Lanata, cómo no iban a haber requisitos imposibles para mandar cosas gratis si parece que el fin de las aduanas es que tengamos que comprar cosas más caras. La campaña, por lo tanto, por más buena, simpática que fuera la gente de Los Ángeles, era un fracaso. La información podría haberse completado destacando la locura que significa que haya que dar alguna explicación diferente en ese caso que cuando se mandan zapatillas desde Chivilcoy. Pero el asunto no era mostrar otra cosa que la “bondad” en estado puro, una que era internacional y contarle a los gritos a la mano izquierda lo que había querido hacer la derecha. Así que hubo que pasarle a los argentinos exiliados de un país lleno de demagogia los videos del programa anterior, el que los había hecho llorar, para que vuelvan a llorar pero ahora en público, en el prime time de canal 13.

En el programa anterior se había mostrado a Truman padeciendo la falta de agua en el paraíso socialista que la generación idealista nos trajo robando unas cantidades importantes en el camino. Información relevante porque destruye el cuento de la “inclusión” que se supone que justifica el robo. ¿Qué cosa diferente tiene esta argentina post K a la anterior como no sea esa casta estatal privilegiada conociendo los restoranes de Las Cañitas? Truman era en este caso gente sumamente pobre, fuera de la frontera productiva que deja el elefante llamado sector público en el que viven los vivos. Y el amigo de Truman eran unas personas de Los Ángeles, que habían empezado como amigos de verdad y fueron convertidos previo casting en otro insumo.

El hashtag elegido por el programa (#ArgentinaUrgente) fue, no por casualidad, el de otra campaña demagógica oportunista de una década atrás llamada “el hambre más urgente”, que no consistía en juntar un peso, sino en sacar una ley que iba a terminar con el hambre, promovida por una cantidad de gente “buena” que sólo gente mala podía criticar.

Perdón por el escepticismo, alguna gente me quiso convencer de que no importaba toda esa demagogia si en definitiva aumentaban los volúmenes de donaciones. No creo que el fin justifique los medios, ni que los medios conduzcan a ningún buen fin. Así no se arreglan las cosas, los pobres necesitan empresas, caminos, gente que sea capaz de ganar dinero. Esos emprendedores que buscan beneficios son necesarios incluso para los que tienen una visión de criadero de la gente sin recursos. Porque los repartidores no tienen nada si antes no acumularon los emprendedores. Las personas a las que se etiqueta como “pobres” pueden darnos muchas lecciones de supervivencia y de cómo ganarse la vida, sólo si dejan de aplastarlos con impuestos y regulaciones y con impuestos y regulaciones a todas las personas con las que tendrían que tratar para salir adelante. Si dejan de aumentar el gasto público para para sostener a inescrupulosos pseudoartistas o burócratas que conjugan el verbo “articular” como modo de parasitar a la población.

Una de las peores cosas de estas exhibiciones impulsivas es que detrás de todo está la idea de que el afán de lucro y la solución de la pobreza son fuerzas en competencia, lo cual es una falsedad absoluta económica y también moral. No se puede dar sin producir. El que da si no es el que produce es un accesorio, un gerente del final de la cadena que empieza y se hace posible porque alguien obtuvo una ganancia. Esa ganancia además, y es lo más importante, ya redujo la pobreza mucho antes de ser regalada. Cuando no se regala, sigue combatiendo la pobreza por medio de la inversión o el ahorro. Si algo necesita la verdadera caridad para existir es previo afán de lucro y estas olas de invitaciones al sacrificio ignoran esa realidad, porque en nuestra cultura un tanto parasitaria el que produce no es un héroe, no da rating ni hace llorar.

La caridad en sí, como la amistad, no tiene un fin económico sino afectivo. La caridad no da de comer y por más que en un aspecto la caridad puede solucionar un problema inmediato, caridad no es colocar a otra persona en situación de dependencia total, convertirla en instrumento, en juguete para verse en el espejo como un falso héroe de una falsa moral.

Pero sobre todo la caridad no puede ser impostada y el hecho de desentenderse de los resultados ya nos permite saber a qué tipo pertenece. Hay caridades que no tendrían un punto de rating, no sirven como espectáculo. Está en los vínculos cercanos, esos que no son impunes, que generan responsabilidad y no pueden ser un toco y me voy. Esa cuesta, sobre todo desde el punto de vista afectivo. Y no es que valga por costar, pero sirve para medirla en su profundidad.

En otra parte del programa Lanata habló de una recaudación extorsiva hecha por Guillermo Moreno para supuestamente enviar ayuda a los inundados de La Plata. Ese botín no había llegado a destino y eso era lo que le preocupaba. Es decir, no había que devolverle el dinero a los dueños sino perfeccionar el crimen inicial, como si no estuviera mal o no tuviera consecuencias. Como si el la extorsión no fuera causa de pobreza.

Luchar contra la pobreza es poner una empresa. Y si no se puede poner una empresa denunciarlo. También es defender la legitimidad del afán de lucro y tratar a los reguladores como lo que son. Unos inútiles destructores de riqueza. La caridad, la verdadera y no la del Truman Show, es una maravilla para mejorar nuestros vínculos. Ricos no nos hará.

Sé que es muy fácil agarrar este artículo y presentarlo como un ataque a la gente de Los Ángeles, que será maravillosa, no lo dudo. O como un ataque a Lanata que con sus más  y sus menos le ha hecho un gran servicio al país mostrándole lo que no quería ver. Pero es sólo una opinión. Si estuviera muy equivocada a nadie le debería importar.

José Benegas es abogado, periodista, consultor político, obtuvo el segundo premio del Concurso Caminos de la Libertad de TV Azteca México y diversas menciones honoríficas. Autor de Seamos Libres, apuntes para volver a vivir en Libertad (Unión Editorial 2013). Conduce Esta Lengua es Mía por FM Identidad, es columnista de Infobae.com. Es graduado del programa Master en economía y ciencias políticas de ESEADE.

Y si,.. deberíamos tenerle miedo!!

Por Eduardo Filgueira Lima. Publicado el 14/9/12 en http://www.libertadyprogresonline.org/2012/09/14/y-si-deberiamos-tenerle-miedo/

 “No tengamos temor de los que están encaramados, porque lo que nos parece altura es despeñadero”. (Séneca)
La Sra. Presidente – como es de público conocimiento – expresó desaprensivamente que “…también deberían tenerme miedo a mí,.. un poquito..”. Lo hizo en tono coloquial, casi permitiendo entrever interpretaciones varias,.. entre la admonición y la representación burlesca, que permite la minimización final de su frase.
Pero en cualquier sentido la intención fue hacer sentir que su poder goza de buena salud, cuestión que ahora me permito poner en duda, porque quien tiene el poder no lo declama: lo ejerce y casi siempre sin que se note!!
El hecho que deba manifestarlo – coreada por su corte de aplaudidores – pone de relieve su debilidad. Se evidencia así su entorno, pequeño, adulón y circunspecto, remiso a las gracias caprichos y ocurrencias de la soberana.
Pero no es todo de tal suerte, también saben que tanto pueden ser reconocidos hoy como eyectados mañana, según el humor o la interpretación que se le otorgue al más ligero y aún insignificante desliz.

Nuestra mandataria quiso hacer sentir aquello que cuando se posee no es necesario expresar, porque los demás lo reconocen. Se reconoce cuando es merecido, cundo es justo, cuando es digno. Cuando no es así, cuando se sabe íntimamente que afloran costados flacos, que se hacen evidentes los problemas y contradicciones día a día, que aparecen las dudas, que todo no resulta tan claro como se supuso, entonces se hace necesario más que insinuar: decir y decirlo con todas la letras.
Porque no es cuestión de aflojar, ni de mostrar las debilidades: hay que redoblar la apuesta, porque no es cuestión que alguno se anime en los desafíos. Y aunque se sepa débil se debe mostrar convicción y fortaleza: “…señores,.. aquí que nadie se anime porque el poder lo tengo yo,..”
Parece un imperativo irrenunciable dominar por el temor, sin comprender que: “El poder es bien tenido cuando el poderoso es más amado que temido”[1].
La frase no pasó desapercibida. Muchos optaron temerosos por la sumisión,.. otros por rebelarse ante la insinuante muestra de poder opresivo.
¿Es solo eso?,..¿es apenas una bravuconada discursiva? ¿O es un síntoma que demuestra las formas de manipulación de los otros, a la vez que de disimulo y encubrimiento de la propia debilidad?
En ambos casos resulta preocupante porque nos remite a consideraciones e interpretaciones relacionales sobre el poder y sus diferentes formas de ejercicio: tanto en el caso expresar su dinámica de ejercerlo por el temor, como en el de manipular la opinión para disfrazar su debilidad.
En el primer caso no sería más que la expresión de una forma de ejercicio cotidiano que en nuestro país vulnera diariamente derechos individuales fundamentales, en aras de un supuesto beneficio colectivo que no resulta tal. Y en el segundo, porque la debilidad explicita las carencias, pone de manifiesto que solo se cuenta con el apoyo de los adulones y las pocas ideas que pueden ofrecer los cercanos. Falta lo que se necesita: las ideas y opiniones de “los otros”, las que enriquecen en la diversidad, las que fortalecen en lo plural.
Así como es como también se evidencia la ausencia de caminos y alternativas políticas que supongan rumbos ciertos.
Dicen que los gobernantes se parecen a los gobernados,.. y en cierta medida esta presunción parecería acertada, ya que precisamente es del pueblo de donde surgen. Pero esta apreciación termina por hacer culpable a la víctima que ha apoyado a quienes les han ofrecido un futuro mejor: relación dicotómica que posibilita hacerse del poder “vendiendo mejor” ser el portador elegido con las mágicas soluciones para satisfacer las demandas.
Pero ello en el fondo si bien supone una lógica de comportamiento racional, no debe ser extendido al punto de creer que la racionalidad individual conduce e implica racionalidad social.[2]
Como por otra parte no es posible considerar y sostener que el gobernante que promete, se comporta y actúa desprendido de sus intereses particulares.
Con esta relación dual – en la que participan las más de las veces – “los intermediarios”, se construye el poder enfrascado en su miopía: la de “no saber que no sabe” y la de saber que se debe sostener en el poder a cualquier costo y seguramente por un corto plazo.
Es por ello que debemos tenerle miedo: porque tanto la ignorancia que supone “no saber que no se sabe”,.. como la ambición desmedida de conservar el poder a cualquier costo, suelen conducir por los caminos más tortuosos.
La expresión de la Sra. Presidente nos debe alertar y debemos si,.. tenerle miedo. Aun suponiendo que no signifique ninguna forma de coerción, aunque lo es de alguna manera. Debería saber que a quien se respeta como persona (y obviamente más allá de la investidura), no se le teme. Aunque parece evidente que ella además disfruta con el temor que supone que genera.
Se le de temer por las consecuencias de sus actos. Que no son inocentes, que responden a una ideología, que concibe como el mejor camino para su proyecto “nacional y popular” y que no reparará en imponer a cualquier costo.
Pero este proyecto – cuyo título ya limita y refrena: ¿Cómo decir que uno se opone a un proyecto que se declama “Nacional y Popular?,.. ¿Cómo decir que el que ampulosamente se denominó de “desarrollo con inclusión” no fue tan cierto como representado? – que lleva casi diez años, describió la parábola del “cerdo domesticado”[3], y nos fue cercenando las libertades poco a poco, mientras nosotros nos fuimos acostumbrando.
A la par se recurrió a las farsas, enredos y engaños más inverosímiles para fanatizar a los más cercanos e intentar convencer a los más lejanos. Una parva de intelectuales, artistas – todos ellos cercanos al pensamiento socializante y populista – desclasados y también aquellos dependientes del favor político, se sumó fervientemente. Otros supieron mirar con desconfianza.
Pero en casi diez años el deterioro del país ha sido extremo.
Aunque se intente disimular: la educación (¿cuántos completan los estudios secundarios?), la salud (no tenemos que mirar más que las condiciones de la estructura hospitalaria o los resultados en salud), las condiciones de vida (¿Cuál es el nivel de pobreza en la Argentina de la inclusión: el 20%,.. el 25%?, ¿Cuántos penan por una vivienda digna?), la alimentación (¿Cuántos deben acudir a comedores para asistencia alimenticia, para acceder a una comida diaria,.. y el resto del día mate?),….
El 52% de lo que producimos se transforma en carga impositiva[4], para sostener un Estado elefantiásico (el empleo público – prebendario – ha crecido más que el empleo privado), ineficiente, plagado de corrupción y con malos servicios.
Además financiado por una impresionante emisión, que ha incrementado la base monetaria generando la inflación que sufrimos hoy (22%)[5], aunque la presidente del Banco Central haya dicho lo contrario. Y otras formas menos convencionales de financiamiento del gasto público (Ej. ANSES)
Hemos protegido y subsidiado a multiplicidad de empresas amigas del poder para hacer de cuenta que todo andaba bien y sostener bajas las tarifas, o para “proteger los puestos de trabajo” (¿?), cuando la mayor parte de los empresarios quieren eso: ser protegidos (protección arancelaria) o ser subsidiados. La diferencia la paga la gente mediante impuestos, o insumos más caros y de baja calidad.
Se ha perseguido a la prensa independiente, se ha silenciado o cooptado a quienes pensaban distinto, se ha pretendido instalar un discurso hegemónico y una ley de medios que supone pasar a un monopolio estatal, con el argumento de “la libertad de prensa”, que es precisamente lo que se quiere destruir.
Nos hemos peleado con casi medio planeta. Hemos perdido 9 puntos en el año 2012, en competitividad[6], así como hemos logrado la desconfianza en los inversores, lo que inevitablemente nos deja desnudos ante nuevas oportunidades de generación de riqueza y lo que en verdad potencialmente ofrecería los mentados “nuevos puestos de trabajo”.
Dependemos de la soja y de la reactivación de Brasil para obtener un crecimiento del 1,5 al 2% en 2013[7], y desechamos toda otra oportunidad de intercambio y desarrollo (salvo está: Angola y Azerbaiyán).
Y encontramos como escusa que: “se nos cayó el mundo encima” y algunos se preguntan “¿O nosotros nos caímos del mundo”: la economía argentina evidencia un “sobreajuste” muy superior al del resto de las economías emergentes y se prevé que sea la que menos crezca a nivel regional[8].
El cepo cambiario pone en evidencia el fracaso de la política económica.
Y la lista puede seguir. Podríamos escribir un libro con cada tema. Ni las políticas sociales, ni las políticas económicas, ni el accionar político, han sido las que pudieron haber maximizado el bienestar general.
Y para ello han recurrido a cualquier artilugio manipulador (INDEC), o las patotas de “La Cámpora”, “La Kolina”, “La Güemes”, o tantas otras. Sino alguna otra medida “estatizante” (como el caso Ciccone para proteger de la Justicia a algún funcionario sospechado).
La lista es extensa y los mortales tratamos de acordarnos de las cosas buenas. Como en el servicio militar: adentro muy enojados con el suboficial que nos tenía “zumbando”,.. pero al salir nos acordábamos de los buenos momentos de camaradería, la “ranchada”,.. etc.
Pero sucede que nosotros “todavía estamos adentro” y la Sra. Presidente no solo expresó que “iban por todo”,.. sino que además debemos “tenerle miedo” y si,.. tiene razón, con lo que ha hecho y pretende hacer con el país, debemos tenerle miedo, porque piensa hacerlo a cualquier costo y con sus adláteres denostando a quien se lo merezca por no adherir a la dinastía K.
Pero ambos – ella y nosotros – sabemos de su debilidad,.. porque solo con bravuconadas puede aparentar mantenerse encaramada sin vislumbrar el despeñadero por el que nos conduce a todos,…

Notas de referencia:
[1] A. López De Ayala
[2] Bates, R. & Krueger, A.O. 1994
[3] A. Benegas Lynch (h)
[4] Ieral de la Fundación Mediterránea (Córdoba, 2012)
[5] IPC (Congreso, 2012)
[6] IDESA. Informe Nº 458 de Septiembre de 2012.
[7] C. Melconián (2012)
[8] Ombrellieri (2012)

Eduardo Filgueira Lima es Médico, Magister en Sistemas de Salud y Seguridad Social,  Aspirante a Magister en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE y Profesor Universitario.