Políticos ricos, pueblos pobres

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2019/11/politicos-ricos-pueblos-pobres.html

 

La aparente paradoja por la cual líderes políticos que sostienen y defienden un discurso «de izquierda» (socialista, valga la aclaración en estas épocas de alta confusión semántica) ganan adhesiones y elecciones al mismo tiempo que se hacen ricos cuando alcanzan alguna cuota de poder, e inmensamente ricos cuando asumen todo el poder posible sin perder seguidores y adictos sino -por el contrario- incrementarlos tiene explicación -en mi opinión- en lo siguiente:
La ideología marxista se ha extendido por todo el planeta y domina la mente humana, claro que en diferentes grados que van del 1% al 100%. En el extremo del 100% encontramos al marxismo-leninismo, aunque afortunadamente no son muchas las personas que aglutinen explícitamente a esta corriente hoy en dia. Y en escala decreciente al marxismo gramsciano.
Por debajo de ese 100% hallamos a todos los individuos que dicen «no ser» ni comunistas, ni socialistas, ni de izquierdas, etc. pero que, sin embargo, están de acuerdo con opiniones tales como la que «los ricos deben pagar más impuestos y en mayor alícuota que los pobres», que «el gobierno debe redistribuir la riqueza», «igualar rentas y patrimonios», etc. Lo que en los hechos implica aceptar (aunque ellos lo nieguen) que los ricos explotan a los pobres, al menos en alguna medida mayor o menor, pero dar, por cierto -de una forma o de otra- la teoría de la explotación marxista. Niegan para sí mismos el rótulo de marxistas, no obstante, el menor dialogo con cualquiera de ellos y las respuestas a nuestras preguntas denotan que piensan como verdaderos marxistas, mal que les pese.
Poca gente tiene buena opinión sobre el capitalismo, a la vez que está convencida que es el sistema que «domina al mundo», idea que impregna no solo a los pobres sino a sujetos de posición acomodada.
En esta mitología popular el gobierno es el instrumento de «la justicia social» que «debe» combatir al capitalismo «imperante» y destruirlo o -al menos- disminuir su poder, para (acto seguido) redistribuir la riqueza «mal habida» de los «capitalistas» y repartirla entre los pobres. Por eso, el súbdito populista no ve con malos ojos el enriquecimiento de sus cabecillas populistas sino al contrario, lo que ellos «ven» es que cuanto más ricos son los políticos populistas más pobres son los representantes del «capitalismo» mundial o local. Esto explica que personajes nefastos y siniestros como Hitler, Mussolini, Stalin, Perón, Fidel Castro, Chávez, como hoy Maduro, Evo Morales, los Kirchner y muchos otros hayan sido o sean enormemente ricos, porque la mayoría de las masas lo ve como el botín arrebatado a los «capitalistas» que será -hoy o mañana- repartido entre los más desfavorecidos.
Encuentro aquí la razón por la cual lo que yo califico como enriquecimiento por corrupción de los jefes populistas un seguidor populista no lo ve de ese modo y lo defiende de palabra y luego en las urnas con su voto al que -para mí- es un corrupto socialista (en realidad, la corrupción es inherente al socialismo).
Si de algo se culpa a los gobiernos (en esta mentalidad tan popularmente extendida) es de no ser eficaces en cuanto a la expropiación de los capitalistas, y la pobreza se atribuye a esto, y no a su verdadero motivo: la inexistencia de tal «capitalismo» que sólo habita en la mente enfermiza de populistas y socialistas. Los dirigentes populistas inculcan a las masas que el hambre y la miseria no son culpa de los gobiernos «de izquierda» sino de los «de derecha» que «no quieren» combatir al capitalismo. Ellos entienden por «capitalismo» a los grupos empresarios, banqueros y -en algunos casos- grandes comerciantes y punto.
Esto demuestra también porque habitantes de zonas muy pobres o carenciadas votan a gobernadores ricos que los mantienen en esa condición mientras estos lucran de sus impuestos y hechos de corrupción, al tiempo que siguen siendo elegidos masivamente comicios tras comicios. Aun para la persona más ignorante parece «evidente» que no es el gobierno el que lo conserva en ese estado y en la pobreza sino el «maldito capitalismo». Y que cuando la pobreza aumenta es por dos «razones» posibles: o el gobierno donde ello ocurre es ineficaz para combatir al capitalismo, o bien se ha convertido en cómplice de los capitalistas. No existe para dicho tipo de masa ninguna otra explicación, o no están preparados para aceptar razonamientos más profundos y consistentes. Menos aún para aceptar la verdadera causa de la pobreza: la ausencia de capitalismo.
De esta manera se puede entender -aunque no excusar- el hecho innegable de más pobres votando o apoyando implícita o explícitamente a políticos ricos, o justificándolos cuando asumen poderes de facto. Todas las tiranías se disculpan a sí mismas discurseando que se tuvieron que convertir en tiranías para enfrentar «el creciente poder» del «imperialismo capitalista», «grupos económicos», etc. es decir, aceptando el planteo fundamental de Marx y de Engels (la dictadura del proletariado) tan errado por estos como por sus «modernos» continuadores.
Es por eso que los políticos más «moderados» evitan hablar del capitalismo en términos elogiosos, y se cuidan mucho de prometer en sus campañas electorales que si llegaran al gobierno promoverán el capitalismo o medidas afines a este, porque saben que tales declaraciones les restarían votos si las incluyeran en sus plataformas electorales, y porque tampoco la mayoría de ellos cree en ese sistema, excepto cuando suponen utilizarlo para incrementar sus propios patrimonios. Pero desconocen que no se hacen ricos por poner en práctica los principios del capitalismo sino los contrarios al mismo. Dado que lucrar a costa de los contribuyentes no es capitalismo, es simple y llano latrocinio y rapiña.
Cuando un partido quiere desalojar a otro de la competencia electoral no hay arenga más estratégica, demagógica y más efectiva para semejante propósito que acusar a los partidos contrarios de querer defender o representar a «los ricos» y a «los capitalistas», esto genera entusiasmo y apegos entre las multitudes y votantes. Es decir, esta perorata sumada a que en la mente de los sufragantes está implícito el Dogma Montaigne por el cual «la riqueza de los ricos es consecuencia de la pobreza de los pobres» brindan al demagogo la fórmula perfecta para aumentar su caudal de votos en cualquier elección. Por ejemplo, en el caso argentino el peronismo opositor predicó desde el comienzo mismo del mandato del presidente Macri que este «gobernaba para los ricos» (lo que desde luego era falso) y así, finalmente, logró vencerlo en las elecciones respectivas. 

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

De vuelta los liberales o lo que fuere excomulgándose entre ellos.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 31/10/18 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2018/10/31/de-vuelta-los-liberales-o-lo-que-fuere-excomulgandose-entre-ellos/

 

Nunca me voy a olvidar del Partido Liberal Republicano que se intentó formar allá por 1984/85 como opción ante la “intervencionista” UCEDE. Eran no más de 10 que se reunían en la inolvidable escuelita de Sánchez Sañudo. Se terminaron disolviendo porque se pelearon por el Patrón Oro.

Las circunstancias mundiales, ahora, han cambiado, y han surgido temas y problemas que multiplican las divisiones.

Ya hablé varias veces de esto; en una de esas oportunidades distinguí entre tres grandes corrientes: la neo-kantiana (Mises, Hayek, Popper), la neo-aristotélica (Rothbard, Ayn Rand) la iusnaturalista clásica (escolásticos, liberales católicos del s. XIX, Novak, Sirico, Liggio, Chafuén, etc.), y en general la gente del Acton Institute.

Las tres tienen diferencias filosóficas importantes y es utópico pensar que las van a superar, aunque obviamente durante mucho tiempo pudimos trabajar juntos en muchas cosas.

Ahora hay dos circunstancias que han cambiado esa paz transitoria.

Primero el tema del lobby LGBT. Los más iusnaturalistas (y NO me refiero ahora al Acton Institute) insisten en el error conceptual de la ideología del género, que va contra la ley natural, etc., y se enfrentan por ende con el escepticismo de los neokantianos y los neoaristotélicos en esos ámbitos, que defienden a la homosexualidad, al transexualismo y etc. como opciones morales legítimas en tanto, por supuesto, no atenten contra derechos de terceros. Y se matan por eso.

Los dos grupos no se dan cuenta de la importancia de su coincidencia en “en tanto no atenten contra derechos de terceros”. Porque ninguno de ellos afirma que el estado deba imponer leyes que coactivamente obliguen a hablar de un modo determinado, a contratar de un modo determinado, a enseñar de un modo determinadoESA coincidencia en la libertad individual es la clave en estos momentos. La defensa de las libertades de expresión, religiosa, de propiedad, de asociación. Suponer que nos vamos a poner de acuerdo en el tema de la ley natural es vano. Y por ende podemos trabajar juntos, porque el lobby LGBT se llama lobby precisamente porque sus pretensiones son totalitarias: que todos hablamos con lenguaje neutro so pena de ir presos, que nadie pueda hablar libremente de sus convicciones en materia sexual sin ir preso, que nadie dentro de su institución pueda hacer o decir cosas que NO coincidan con la ideología del género sin ir preso, etc. Y con ESE totalitarismo, ¿hay algún liberal clásico o libertario que coincida? Me resultaría extraño, por más que sus fuentes sean Santo Tomás, Kant, Ayn Rand o el Sr. Spock.

Otro tema sobre el cual nos hemos peleado mucho últimamente, sobre todo en Argentina, es el aborto. Pero que casi ningún liberal clásico era abiertamente anti-abortista ya lo sabíamos hace milenios y no había problema. Todos los rothbards-boys estaban a favor y los Mises y Hayek-boys dudaban. Y la despenalización ya regía en Argentina, en dos casos, hace décadas. Y que de hecho ninguna mujer iba presa por abortar ya lo sabíamos todos hace mucho y nadie se peleaba. El problema fue que la ley presentada fue una ley que obligaba a todos los institutos estatales y privados a realizar el aborto, y sin ningún tipo de objeción de conciencia institucional. Muchos liberales argentinos miraron para otro lado, y fue allí cuando yo mismo les advertí: cuidado, eso sí que no es liberal, no tenés que ser un Juan Pablo II fan para estar en contra de elloEse es el problema y allí sí, de hecho, los liberales deberíamos haber presentado un frente claramente unido y no fue así. Fue preocupante.

Otro tema es el ascenso al poder de líderes “de derecha” que obviamente no son liberales pero que ponen un freno evidente al socialismo del s. XXI, al totalitarismo del lobby LGBT y a algunas otras cosas bonitas. Allí de vuelta nos estamos peleando todos porque no sabemos mucho de la realpolitik o del mal menor. Ningún liberal que yo sepa defiende a XX en tanto XXsino porque es una opción mejor ante los Clinton, los Obama, los Lula, los Kirchner, etc. O sea, en los duros momentos de las difíciles opciones en el mundo real, nadie “apoya” al mal menor en cuanto mal, sino como estrategia para que el mal mayor no avance, y además es importante denunciar siempre los dobles estándares hipócritas de la izquierda. Ello debe hacer con prudencia, obviamente. Si se hace acaloradamente y descalificando al otro o excomulgando a alguien porque piense que en cuanto mal menor Trump es mejor que Hilary, entonces estamos en problemas.

Ciertos principios son también importantes. Violaciones del Estado de Derecho, de libertades individuales, incluso cierto lenguaje agresivo e insultante, no debemos admitirlas ni siquiera al mal menor o al bien menorCuidado porque entonces es verdad que un fascista es un liberal asustado. Incluso en esos momentos nos debemos perdonar los sustos, pero el miedo no convierte en justo lo que es radicalmente injusto.

 

Finalmente, se extraña en todos nosotros, últimamente, cierta delicadeza en las formas, el apreciarnos como somos, el perdonarnos, el aceptar nuestras falencias, y se extraña una buena formación filosófica, hermenéutica y epistemológica, que bajaría los decibeles de muchas discusiones. Debates tales como si fulano no es un “verdadero” liberal porque es un free banking, o que tal interpretación de Mises es la “verdadera” y el que no se da cuenta es un imbécil, y así ad infinitum, lo que revela es que nuestra calidad intelectual y moral ha caído. Son como los debates cuasi-religosos de los grupos que surgen a partir de un “fundador”: cuál es el verdadero pensamiento del fundador, quiénes son los verdaderos intérpretes del fundador, cuáles son los textos canónicos del fundador, etc. Son debates que no existirían con un mínimo training en historia de la filosofía, epistemología y hermenéutica. Cuidado, gente, los liberales no podemos salir al ruedo de la batalla de estos días por haber leído un librito y por fanatizarnos, como si no hubiéramos salido de los 15 años. Un poco más de estudio, un poco más de bondad, tolerancia y perdón, un poco menos de neurosis obsesivas y pensamiento monotemático, un poco menos de sentirse pontífices máximos y excomulgantes, son todas cosas necesarias para los nuevos liderazgos que necesitamos. No son cosas que se aprenden en un curso. Son fruto de una terapia, por un lado, y de una conversión del corazón, por el otro.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.