LOS LIBERALES ESTAMOS EN DESVENTAJA

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 25/1/ 19 en https://www.infobae.com/opinion/2019/01/25/los-liberales-estamos-en-desventaja/

 

Debido a que no hay de todo para todos todo el tiempo, es decir, los recursos son escasos en relación a las necesidades, se hace necesario asignar derechos de propiedad al efecto de que se coloque en las manos más eficientes para atender los requerimientos del prójimo. Quienes dan en la tecla obtienen beneficios y quienes yerran incurren en quebrantos. Los patrimonios y las rentas no son posiciones irrevocables, deben ser convalidadas permanentemente en el mercado abierto.

 

Dada esta situación, naturalmente habrá quienes tienen más éxito que sus vecinos lo cual se traduce en desigualdades de resultados, indispensables para el logro de los objetivos señalados de abastecer a los demás y al premiar a los más eficientes para tal fin se abren las puertas para maximizar las consecuentes inversiones que dan lugar a las mayores tasas de capitalización posibles que, a su turno, son las únicas causas de incrementos en salarios e ingresos en términos reales. Lo relevante en toda sociedad no es el delta entre pobres y ricos sino la mejora de todos, al fin y al cabo, como queda dicho, las desigualdades de rentas y patrimonios son consecuencia directa de los plebiscitos diarios en el mercado con las compras y abstenciones de comparar de cada cual. Por eso resulta una torpeza mayúscula que los políticos impongan “redistribuciones” puesto que significan volver a distribuir por la fuerza la distribución pacífica y voluntaria de las gentes cotidianamente en el supermercado y afines.

 

Habiendo dicho esto, ahora es menester dar otro paso en nuestro análisis para comprobar que debido a que la gran mayoría no se ha adentrado en el proceso a que acabamos de aludir, no se conforman con mejorar sino que pretenden estar al nivel patrimonial de los más eficientes sin exteriorizar los talentos y las condiciones de aquellos. Sobreviene entonces la envidia que no es el sentido de la sana emulación sino el deseo irrefrenable de arrancarle recursos a los mejores. Como no pueden ganar legítimamente los recursos adicionales a que aspiran, entonces pugnan por el manotazo y como saben que el asalto a mano armada está condenado y penado, pretenden que los aparatos estatales hagan la faena por ellos. No solo esto sino que hay empresarios con complejo de culpa por sus ganancias sin entender tampoco el proceso de mercado competitivo.

 

Asimismo, los políticos al recibir tamaño mensaje incorporan a sus plataformas electorales diversas maneras de expropiación para ganar las elecciones y así asumir el poder (y cuando aparece alguien disfrazado de semi-liberal resulta que era para ocultar otras derivaciones o para fabricar negociados). Es cierto que, como se ha indicado en reiteradas oportunidades, la democracia para ser tal demanda renovados límites al poder para que no se convierta en mayorías ilimitadas que arrasan con los derechos de las minorías en abierto conflicto con la misma esencia de la democracia, pero de todos modos en mayor o menor medida está siempre latente el riesgo señalado. Por otro parte, no hay alternativa puesto que en esta instancia del proceso de evolución cultural la otra posibilidad es la dictadura lo cual entierra todo vestigio de respeto a las autonomías individuales.

 

Entonces solo queda el camino de la educación en valores y principios compatibles con la sociedad abierta. Pero aquí surge otro obstáculo que subraya las desventajas en las que se encuentra el liberalismo ya que como, entre otros, ha escrito el premio Nobel Friedrich Hayek todo lo referido a los fundamentos de la libertad “resulta contraintuitivo”, es decir, lo primero que se infiere está mal y necesita digerirse y meditarse cuidadosamente. Esto último acentúa la desventaja de marras puesto que si bien los debates centrales se llevan a cabo en las aulas, las personas están naturalmente  inclinadas a promover medidas inconvenientes para el funcionamiento de la sociedad libre debido a lo contraintuitivo del caso. Esta desventaja es aun mayor cuando los gobiernos manipulan la educación.

 

Tremendo desafío entonces el de los liberales que parten en la carrera con marcadas desventajas. Una lucha desigual que, sin embargo, debe darse como única salida al marasmo estatista y autoritario del momento. Es sumamente alentador observar la muy gratificante reacción de alumnos cuando tienen la posibilidad de estar expuestos a tradiciones de pensamiento habitualmente poco exploradas. Estas reacciones constituyen una gran esperanza para el futuro que contrarresta la envidia a la que nos referimos más arriba que habitualmente se base en la errada noción de la suma cero sin percatarse que la riqueza no es algo estático sino dinámico y cambiante según sean las necesidades de la gente.

 

Antes he aludido al libro más conocido de Thomas Piketty en el contexto de las críticas más contundentes como son las de Anthony de Jasay, Thomas Sowell y más recientemente la de Steven Pinker. En esta ocasión pensamos que ilustra la desventaja de los liberales (ilustra el embrollo en que estamos). Se trata de comentar nuevamente  una obra menos conocida de Piketty titulada La economía de las desigualdades. Como implementar una redistribución justa y eficaz de la riqueza.

Abre este nuevo escrito con una oda a la justicia social como eje central de su análisis, sin percatarse que esa expresión en el mejor de los casos constituye una grosera redundancia puesto que no está presente el concepto de justicia en el reino vegetal, mineral o animal donde no hay responsabilidad individual. En el peor de los casos significa lo opuesto a la idea de justicia según la definición clásica de “dar a cada uno lo suyo”. Piketty recurre al término en  este último sentido con lo cual da por tierra con la noción de justicia para abrir cauce a las arbitrariedades de los burócratas de turno. Por su parte, Hayek agrega que el adjetivo “social” seguido de cualquier sustantivo lo convierte en su antónimo,  como, por ejemplo, es el caso del constitucionalismo social, la democracia social, los derechos sociales etc.

A continuación incurre en otro equívoco de proporciones al sostener que la “desigualdad en el empleo” fue una de las mayores causas de la desigualdad de resultados, desconociendo que el desempleo involuntario (el voluntario no es el problema) se debe exclusivamente a la imposibilidad de concretar arreglos contractuales libres como consecuencia de las mal llamadas “conquistas sociales” que imponen salarios superiores a los del mercado, es decir, superiores a los que las tasas de capitalización permiten (sin embargo, Piketty sugiere hacer esto). En otras palabras, si la desigualdad se conecta con el desempleo la solución estriba en liberar el mercado laboral de trabas e impuestos al trabajo que justifican la existencia de la economía informal al efecto de poder emplearse y no estar condenado a deambular por las calles y eventualmente morirse por inanición  por no encontrar trabajo en ninguna parte.

Sorprende en grado sumo su aseveración en cuanto a que la compilación de estadísticas es una faena complicada “respecto a la desigualdad que existió en los países comunistas, porque había muchos beneficios en especie que son difíciles de cuantificar desde el punto de vista monetario”. Las cursivas son nuestras para destacar lo de los “beneficios” en el sistema del Gulag en los que se liquidó a millones de personas por hambrunas espantosas y por fusilamientos y purgas varias, nos suena tan disparatado como hablar de los “beneficios” que se otorgaban a las víctimas de los hornos crematorios de los sicarios nazis.

Concluye que “Para Marx y los teóricos socialistas del siglo XIX, aunque no cuantificaban la desigualdad de la misma manera, la respuesta no dejaba lugar a dudas: la lógica del sistema capitalista es amplificar incesantemente la desigualdad entre dos clases sociales opuestas, capitalistas y proletarios”. A esta altura de la evolución cultural, sorprende este razonamiento puesto que todos los análisis serios han puesto en evidencia el esparcimiento de la riqueza ya desde la aparición de las sociedades por acciones y los mercados de capitales, además del incremento notable de salarios debido precisamente a los aumentos en las inversión per capita a lo que debe agregarse la improcedencia de la confrontación “de clases” en lugar de ver la antedicha cooperación entre las tasas de capitalización al efecto de incrementar salarios e ingresos en términos reales.

Encomillamos la expresión “de clase” porque si bien es ampliamente utilizada, es desafortunada ya que clase proviene del marxismo que sostenía vía el polilogismo que el proletario y el burgués tienen una estructura lógica distinta, a pesar de que ningún marxista haya explicado concretamente en que consisten esas diferencias respecto de la lógica aristotélica.

Lo que si es sumamente dañino y peligroso es la alianza reiterada entre supuestos empresarios y el poder lo cual se traduce inexorablemente en la explotación de los que no tienen poder de lobby. Esto que nunca menciona Piketty nos retrotrae al antiguo régimen en el que los ricos nacían y morían ricos independientemente de su capacidad para servir al prójimo y los pobres nacían y morían pobres y miserables con total independencia de su capacidad para atender las demandas de los demás, por lo que la movilidad social se torna indispensable.

Y es en este sentido que el autor que comentamos reitera su recomendación de establecer gravámenes altos y progresivos, lo cual, como dijimos antes altera las posiciones relativas en el mercado (contradice las indicaciones de la gente con sus compras y abstenciones de comprar), al tiempo que introduce una concepción fiscal regresiva al afectar la inversión que repercute especialmente sobre los ingresos más bajos y, por último, no solo significa un castigo a la eficiencia sino que privilegia a los más ricos que se ubicaron en el vértice de la pirámide patrimonial antes del establecimiento del tributo progresivo que bloquea la mencionada movilidad social.

Piketty se pregunta “¿Por qué los individuos que heredan un capital deberían disponer de unos ingresos vedados a quienes sólo heredaron su fuerza de trabajo. En ausencia de toda eficiencia de mercado, esto bastaría en amplia medida para justificar una redistribución pura de las ganancias del capital de las ganancias del capital hacia los ingresos del trabajo […] ¿Acaso la desigualdad de la distribución del capital entre individuos y entre países no solo es injusta sino también ineficaz?”.

La herencia de bienes obtenidos legítimamente es el componente de mayor peso en el proceso económico puesto que incentiva en grado sumo la producción con la idea de trasmitir lo producido a las próximas generaciones. El aplicar la guillotina horizontal en este campo mina esos potentes incentivos. En el mercado resulta del todo irrelevante en nombre y el apellido de quienes poseen recursos, lo relevante y decisivo es la forma en que se administran. En la medida de la aptitud o ineptitud de los herederos incrementarán o dilapidarán lo recibido.

En esa misma cita Piketty incluye la redistribución a nivel internacional. Henos aquí un tema sobre el que han escrito profusamente autores como Peter Bauer, Melvyn Krauss, Doug Bandow y James Bovard apuntando a que los dólares sacados compulsivamente del fruto del trabajo ajeno no solo han generado subsidios cruzados sino que han facilitado que los gobiernos receptores continúen con políticas estatistas y corrupciones que provocaron los problemas de la fuga de capitales y la huída de personas en busca de horizontes mejores.

Otra vez en este libro de Piketty se pretenden adornar afirmaciones con estadísticas, algunas irrelevantes y otras mal tomadas tal como lo han señalado economistas de la talla de Rachel Black, Louis Woodhill, Robert Murphy, Hunter Lewis y Mathew Rognlie que han detectado nuevos errores gruesos en las estadísticas de Piketty. En esta línea argumental, el antes citado Pinker formula una crítica demoledora a un error más bien de colegial en la obra original de Piketty quien escribe que “La mitad más pobre de la población mundial es tan pobre en la actualidad como lo era en el pasado, con apenas el 5% de la riqueza total en 2010, al igual que en 1910”. A continuación dice Pinker que con una lógica implacable responde: “Pero la riqueza actual es infinitamente mayor que en 1910, por lo que si la mitad más pobre posee la misma proporción, es mucho más rica, no igual de pobre”.

En todo caso esta es solo una muestra de los problemas conceptuales que deben enfrentar los liberales en esta batalla cultural tan desigual por las razones expuestas en un contexto donde se interpreta equivocadamente la riqueza como algo estático sujeto a la suma cero. Así y todo el esfuerzo debe redoblarse en vista de los notables progresos realizados en varios frentes intelectuales y en vista de las grandes mejoras logradas en el pasado por sociedades en la medida en que se extendía la libertad. Es del caso enfrentar con rigor los nacionalismos que hoy invaden el mundo ahora liderados por el gobierno de Estados Unidos, pero es como ha escrito Albert Camus: “quiero demasiado a mi país como para ser nacionalista”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba.

 

Venezuela e Instituciones

Por Martín Krause. Publicado el 19/2/14 en: http://bazar.ufm.edu

Está claro que la calidad de las instituciones en Venezuela es de lo peor. En el Índice de Calidad Institucional que elaboro aparece en el puesto 184 de 192 países. Al final de todo está Corea del Norte, un objetivo a alcanzar.

Quiero considerar aquí un argumento que he escuchado estos días en boca de todos los funcionarios y politicos chavistas, justificando su posición, uno que es común a todos los populismos latinoamericanos. Este es: hemos ganado 16 de 17 elecciones, no se puede torcer la voluntad popular, sería violar la democracia. A partir de allí, todas las protestas de estudiantes y opositores son “destituyentes”, fruto de minorías que quieren avasallar los derechos de la mayoría, que ya se expresara en las urnas.

Este es un tema de filosofía política más que de economía, pero la calidad institucional es determinante para el desempeño económico. Y “calidad institucional” podría traducirse en tres palabras: límites al poder.

Esto es algo incomprensible para esa vision populista, donde la mayoría otorga un poder ilimitaoa al líder carismático para que promueva… el bienestar de la mayoría. ¿Y cómo vamos a limitarlo en eso?

El argumento choca con toda la tradición de la filosofía política moderna. En particular, desde la perspectiva contractualista, los individuos se suman al contrato social para una mejor protección de sus derechos, que ya poseen de antes, y están dispuestos a otorgar el monopolio de la coercion al Estado, en tanto éste actuará para defender y proteger esos derechos. Y están dispuestos a que el conductor de ese Estado sea electo democráticamente por una mayoría en tanto no viole ese contrato, violando sus derechos. Si la mayoría viola esos derechos, el contrato cae.

Uno de los capítulos del libro se llama “Limitaciones al oportunismo político”, y comenta brevemente distintas propuestas para limitar el abuso de poder que incluyen algunas planteadas por los autores de Public Choice (como límites a los impuestos, al gasto, etc) y otras de tipo constitucional y de larga tradición como las cartas de derechos, la separación de poderes, etc. Una que menciona es la resistencia y la revolución.

En general, en cuanto a la defensa de los derechos individuales, han tenido más exito las resistencias pacíficas que las revoluciones violentas. Éstas han generalmente terminado en dictaduras. La caída del socialismo en Europa es el mejor ejemplo de las primeras.

Por ahora, lo de Venezuela parece ser una resistencia pacífica, y Leopoldo López, aunque no quiero realizar comparaciones, actúa en el modelo de Ghandi, se presenta ante una justicia que considera injusta, que viola el derecho básico de libertad de expresión.

¿Cuándo se justifica una conducta de este tipo? Cuando las instancias republicanas no existen y la minoría ve sus derechos avasallados sin poder defenderlos. No hay separación de poderes, no hay justicia independiente, la prensa es acosada. En este caso “la ley”, viola derechos de la minoría, en particular el derecho a expresarse. La ley es legal, pero es inmoral. La mayoría ganó, pero es totalitaria.

Tal vez debamos decir que la calidad institucional de una democracia se define por la protección a los derechos de las minorías, siendo que la gestión del Estado quedan en manos de la mayoría. Esto ultimo impide que las minorías puedan sojuzgar a las mayorías, falta ahora que las mayorías respeten a las minorías.

O que consideren una solución a la Nozick, la más absoluta descentralización. Así, los que quieren estatismo viven juntos y se expropian entre sí; y los demás se agrupan donde se respetan sus derechos. Esto permitiría no imponer una determinada visión a nadie, tampoco la nuestra a los chavistas. Y para quienes se preocupan por la nacionalidad, tampoco implica necesariamente la secesión, simplemente que en algunas localidades, o municipios, por ejemplo, haya precios libres, se puedan realizar marchas, publicar todo tipo de opiniones; mientras que en otros rija el igualitarismo absoluto. La única condición a respetar es la libertad de salida, de unos a otros.

¿Qué tal chavistas? ¿Aceptarían ese desafío? Es fácil redistribuir lo ajeno, mucho más duro es redistribuir lo propio. Quisiera ver cuántos quedan en las jurisdicciones igualitarias. Por eso no se puede salir de Corea del Norte, o de Cuba.

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Instancias decisivas en Argentina

Por Enrique Edmundo Aguilar. Publicado el 12/12/12 en http://www.elimparcial.es/america/instancias-decisivas-en-argentina-115597.html

Una de las características más salientes de la llamada democracia constitucional es que en ella el poder de las mayorías se encuentra limitado por un conjunto de normas y procedimientos que no deberían vulnerarse de un día para otro (quiero decir, en función de un resultado electoral) y que, entre otras cosas, garantizan la primacía de los derechos y la libre expresión de las minorías. Por consiguiente, en una democracia constitucional la ley, como expresión de la voluntad mayoritaria, no puede ser considerada la última palabra mientras no se admita la posibilidad de su revisión judicial por parte de los órganos correspondientes.

La Constitución argentina contempla claramente esta garantía. Y, sin embargo, las últimas declaraciones del gobierno a raíz del conflicto que mantiene con el grupo Clarín (ex aliado del kirchnerismo), dan testimonio del tipo de democracia que se quiere establecer en nuestro país, en la cual la revisión judicial sólo tiene cabida en tanto y en cuanto venga a dar la razón o a ratificar cuanta decisión emane de los otros poderes del Estado.

¿Queremos esta democracia? Me inclino a creer que no. En cualquier caso, y sea cual sea el resultado de esta historia gestada en torno a la presunta inconstitucionalidad de dos artículos de la ley de medios, el daño infligido a la República será difícil de reparar.

Así como un día fuimos capaces de decir «nunca más» al terrorismo de Estado, tal vez un día podamos decir también «nunca más» a la manipulación institucional y al avasallamiento de la justicia que este gobierno viene perpetrando casi como una política pública, sin medir por cierto los costos que tendrá ello no sólo para el país sino también, tarde o temprano, para los propios ejecutores.

 Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO,  es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM.

 

Hipocresía y política

Por Alberto Benegas Lynch. Publicado el 29/11/12 en http://diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=7570

Nos estamos refiriendo a la carrera electoral y no a la ciencia política tal como lo manifiesta José Nicolás Matienzo en su tratado de derecho constitucional. Este es el sentido del pensamiento de Hannah Arendt cuando escribe que “Nadie ha puesto en duda que la verdad y la política están más bien en malos términos y nadie, que yo sepa, ha contado a la veracidad entre las virtudes políticas”. Incluso el común de los mortales tiende a justificar las mentiras de los políticos cuando se resigna y exclama “y bueno, es político”. No hay ciudad en la que no aparezcan grandes carteles de políticos en campaña afirmando entre amplias sonrisas que ahora todo será distinto, que esta vez “habrá justicia y seguridad y se eliminará la corrupción”. Esto me recuerda una frase que invito a los lectores a que conjeturen quien puede ser el autor antes de que revele el nombre correspondiente: “Donde no se obedece la ley, la corrupción es la única ley. La corrupción está minando este país. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas”. ¿De quien es esto, dicho y escrito en letras de molde? Pues nada menos que de Al Capone en entrevista publicada en la revista Liberty el 17 de octubre de 1931, lo cual pone al descubierto cierto paralelo con lo que venimos diciendo.

Por esto es que toda la tradición liberal desconfía grandemente del poder y apunta al establecimiento de severos límites al Leviatán  “al efecto de que haga el menor daño posible” como nos dice Karl Popper al oponerse a la visión ingenua y sumamente peligrosa del “filósofo rey” de Platón. Por eso, en esta instancia del proceso de evolución cultural, es que el liberal permanentemente propone nuevas vallas al poder que siempre se intentan sortear por parte de los gobernantes. Por todo esto es que Ernst Cassirer sostiene que nunca se llegará a una instancia definitiva en política y que “los politólogos del futuro nos mirarán tal como hoy mira un químico moderno al un alquimista de la antigüedad”. Pero se suele caer en la trampa y confiar en los políticos una y otra vez, es como aconsejaba el periodista inglés Claud Cockburn: “no creas nada hasta que no haya sido oficialmente desmentido”.

En realidad todo el problema surge porque se piensa que es más fácil que los gobernantes dirijan las vidas y manejen las haciendas de los gobernados en lugar de dejar que cada uno lo haga por si mismo en un proceso de coordinación espontánea en el que se respeta el conocimiento fraccionado y disperso en lugar de concentra ignorancia en ampulosas juntas de planificación estatal. Salvando las distancias, también resulta contraintuitivo lo que asevera Meiklejohn en su tratado de literatura inglesa de 1928 cuando explica que es más fácil escribir poesía que hacerlo en prosa, a pesar de que al lego le parezca que es como decir que es posible correr antes de aprender a caminar. El verso es lo primero que apareció en la historia de la literatura puesto que no solo es más sencillo de retener al efecto de trasmitir de boca en boca sino que era lo que primero servía para animar fiestas y alegrar las calles, además de lo que señala Borges en cuanto a que es más fácil debido a que se coloca el texto en una métrica y no se larga al vacío en una cadencia sin reglas fijas (mil años antes de Cristo los escritos atribuidos a Homero están estampados en forma de poesía, incluso antes de que la Biblia comenzara a componerse después del cautiverio de Babilonia).

A pesar de que se repiten los estrepitosos fracasos del socialismo, sigue en pie la triada Antonio Gramsci (sobre educación), Edward Bernstein (sobre los procesos electorales) y Rosa Luxemburg (sobre la aplicación a nivel internacional). A pesar de ello, sigue vigente la influencia de Sorel con su sindicalismo intimidatorio y violento y de Jacques Maritain con su cristianismo crítico de la institución de la propiedad privada y sus denuestos al capitalismo y a la tradición de pensamiento liberal.

Tal vez pueda ilustrarse la hipocresía a la que aludimos con un par de ejemplos de estos tiempos y referidos a un mismo asunto para no abundar en otros casos también de resonancia mundial. Acaba de salir a la luz que el general de la policía Mauricio Santoyo Velazco era narcotraficante mientras actuaba como jefe de seguridad de Álvaro Uribe quien, como presidente colombiano, se enfrentó en encarnizadas trifulcas con las mafias de las drogas, y el general Hugo Banzer, mientras ejercía la presidencia de Bolivia y recibía cuantiosos fondos del gobierno estadounidense para combatir las drogas, era narcotraficante junto a su hermano e hijastro.

El problema de las hipocresías políticas es que se intentan disimular por medio de las reiteradas e incondicionales alabanzas de los cortesanos que suelen rodear al poder. En este sentido, es oportuno citar a Erasmo quien se preguntaba “¿Qué os puedo decir que ya no sepaís de los cortesanos? Los más sumisos, serviles, estúpidos y abyectos de los hombres y, sin embargo, quieren aparecer en el candelero”. No resulta tarea sencilla el penetrar en las espesas capas de los alcahuetes que adulan a los gobernantes debido a la prédica autoritaria que acepta que los políticos en campaña halagan a los votantes potenciales pero cuando asumen tratan a los gobernados como si fueran sus empleados en lugar de comprender que el asunto es exactamente al revés, situación que abre las puertas a la hipocresía y al engaño permanente.

En el teatro, la música, la literatura y el cine hay infinidad de ilustraciones sobre este problema. Mozart expresó los abusos del poder en Las bodas de Fígaro de Beaumarchais (puesto preso por el rey y censurada su obra) y Hernich Böll describió magníficamente el doble discurso en Opiniones de un payaso. Es bueno repasar el eje central de la producción cinematográfica de Woody Allen titulada Zelig al efecto de comprobar la técnica genuflexa de adaptarse a todas las circunstancias con un abandono total de valores y principios. Pero es que en esta instancia del proceso de evolución cultural la política debe sustentarse en los cambiantes gustos de las mayorías circunstanciales, por eso es que Ortega y Gasset consignó en el sexto tomo de El espectador que “No hay salud política cuando el gobierno no gobierna con la adhesión de las mayorías sociales. Tal vez por esto la política me parece siempre una faena de segunda clase”. Y es que el consiguiente y persistente zigzagueo de los políticos hace que autores como Guillermo Cabrera Infante escriba que “la política es una de las formas de amnesia”.

Y como apunta Murray Rothbard, resulta por lo menos ingenuo -en verdad muy tonto- el afirmar que “el gobierno somos todos, en cuyo caso deberíamos sostener que los judíos no fueron asesinados por los nazis sino que se suicidaron en masa”. Por su parte, en su magnífica obra El mediterráneo Emil Ludwig escribe que “Las obras de la mente y del arte sobreviven a sus creadores, pero las acciones de los reyes y estadistas, papas, presidentes y generales cuyos nombres llenan algunos períodos de la historia, perecen con sus autores o poco después de ellos”.

Estimamos que lo primero para mitigar y atenuar el problema de los políticos consiste en abandonar el absurdo y rastrero trato de “excelentismo” y “reverendísimo” a quienes ocupan circunstancialmente el gobierno lo cual tiende a invertir los roles de empleado-empleador y, en segundo lugar, ejercitar las neuronas al efecto de introducir nuevos y renovados límites para evitar los atropellos del Leviatán y exigir transparencia en los actos de gobierno y auditoría de su gestión en el contexto de marcos institucionales que aseguren y garanticen las autonomías individuales de los gobernados. Se trata de una faena permanente puesto que como han dicho y repetido los Padres Fundadores en Estados Unidos “el precio de la libertad es su eterna vigilancia”. Todo esto mientras continúan los debates sobre otros paradigmas referidos a la pretendida refutación de los argumentos convencionales sobre los bienes públicos, el dilema del prisionero y el significado de la asimetría de la información, puesto que nunca se llegará a una meta final en lo que es un intrincado proceso de corroboraciones siempre provisorias.

En todo caso debe subrayarse que en esta instancia del proceso de evolución cultural los ejes centrales de la República son la protección al derecho (más conocida como igualdad ante la ley) y la alternancia en el gobierno, puesto que la llamada división horizontal de poderes se torna en algo sumamente gelatinoso cuando ha avanzado lo suficiente el espíritu autoritario: los tres poderes tiene iniciativa propia en cuanto a la liquidación de la sociedad abierta y las informaciones y trasparencia de los actos de los integrantes del aparato estatal se convierten en una mera contienda de estadísticas y hechos falsos.

Es de esperar que las verdades sobre los abusos de poder surjan sin tapujos pues como reza el dicho popular “no se puede tapar el sol con la mano”, que para decirlo en forma mucho más poética lo cito a Pablo Neruda (aunque no es mi referente favorito, especialmente por sus cantos de admiración al asesino Stalin): “se podrán cortar todas las flores, pero no se podrá detener la primavera”.

A diferencia de Neruda y Bertolt Brecht que abdicaron de su dignidad para rendirle pleitesía al criminal de marras, Ossop Mandelstam murió en cautiverio en un campo de concentración soviético por haberse plantado con un poema que en parte reza así: “Una chusma de jefes de cuellos flacos lo rodea/infrahombres con los que él se divierte y juega/Uno silva, otro maulla, otro gime/Solo él parlotea y disctamina/Forja ukase tras ukase como herraduras/A uno en la ingle golpea, a otro en la frente, en el ojo, en la ceja”. Desde este pequeño rincón le rindo sentido homenaje a este poeta de ejemplar coraje moral que puso en evidencia una de las tantas hipocresías que rodean a los tristemente célebres megalómanos de todos los rincones del planeta.

Que gran paradoja (por no decir que gran estupidez) resulta -dice Spencer en El exceso de legislación- que se siga confiando en los aparatos de la fuerza cuando, por un lado, son deficientes en la administración de la justicia y más bien atacan a las personas eficientes y, por otro, se observa que los privados y no los burócratas son los responsables de todas las innovaciones en la agricultura, en la industria, en los seguros, de haber surcado mares, de haber comunicado lugares remotos, de la electricidad, de la refrigeración, de las artes, de la música, de las arquitecturas colosales, de los avances en la medicina, la alimentación y tantas otras maravillas. Tiene razón Alberdi cuando escribe sobre el gran empresario William Wheelwright que las estatuas, los nombres de calles y similares no deberían estar dedicados a militares y gobernantes que poner palos en la rueda y, en su lugar, instalar las estampas de pioneros-empresarios, es decir, creadores de riqueza (y combatir a los que se disfrazan de empresarios pero, por ser amigos del poder, amasan fortunas fruto del privilegio y la explotación de consumidores incautos).

Solo las ideas compatibles con una sociedad abierta permiten el progreso moral y material, de allí la importancia de la educación. Por eso resulta tan ilustrativo (y conmovedor) lo dicho por Paul Groussac refiriéndose al destacado argentino José Manuel Estrada: “Lo que él ha sido y ha querido ser, por excelencia, es un profesor, un conductor de almas y excitador de espíritus”. Por otra parte, en la época de la masiva carnicería humana parida en tierras stalinistas y copiada con entusiasmo en Alemania, Sophie Scholl, a los 22 años de edad, cuando iba en camino al patíbulo para ser decapitada por haber establecido el movimiento anti-nazi Rosa Blanca, se preguntaba en voz alta “¿cómo puede esperarse que el bien prevalezca cuando prácticamente nadie se entrega al bien?”

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía, Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

 

El Rule of Law vs. El Estado de Bienestar

Por Armando P. Ribas. Publicado el 22/11/12 en http://independent.typepad.com/elindependent/2012/11/el-rule-of-law-vs-el-estado-de-bienestar.html#more

Las recientes elecciones de Estados Unidos como ya dijera respecto a las anteriores implican nuevamente una amenaza a la continuidad del sistema político que cambiara la historia del mundo, y al cual le debemos no haber sido nazis o comunistas en el siglo XX. Más allá de las inconsecuencias del mismo respecto a la esclavitud, del mismo se derivaron los principios básicos de la libertad y consiguientemente de la creación de riqueza por primera vez en la historia.

Ya con respecto a las elecciones del 2008 me permití escribir “Estados Unidos al Borde de América Latina” en el que consideraba el riesgo que representaba el triunfo de Barack Obama a dicho sistema que fuera denominado el Rule of Law. Ese sistema que data de 1787 fue descrito por Ira Glasser en su “Visions of Liberty” en los siguientes términos: “Los primeros americanos indudablemente inventaron una nueva forma de gobierno. Pero hicieron algo más que eso, declararon un nuevo propósito al gobierno. Ese nuevo propósito fue la protección de los derechos individuales”.

Desde entonces los partidos políticos en Estados Unidos discutían temas concretos respecto a la política a seguir pero no los principios básicos del sistema que son el respeto a los derechos individuales a la vida, la libertad, la propiedad y el derecho a la búsqueda de la propia felicidad. La conciencia de la naturaleza humana y por consiguiente la necesidad de limitar el poder político en la división de los poderes y en consecuencia el rol fundamental del poder judicial en defensa de los principios constitucionales; y por último pero no menos importante la determinación de que las mayorías no tienen el derecho a violar los derechos de las minorías.

Ya en el mismo siglo XIX, Sarmiento se había percatado del realismo de ese sistema y al respecto escribió en sus Comentarios a la Constitución Argentina: “A tal grado de perfección llega hoy esto, que los partidos no discuten cuestión alguna que a la constitución se refiera ni a la mayor o menor laxitud de la práctica. Todos los partidos están de acuerdo sobre lo que en el resto del mundo es motivo o pretexto ordinario para las revoluciones y el despotismo”. Fue en razón de esa observación que asimismo recomendara aplicar al texto y cláusulas de la Constitución argentina las doctrinas de los estadistas y jurisconsultos norteamericanos, y las decisiones de sus tribunales (sic). El cumplimiento de esas propuestas determinó que la Argentina a principios del siglo XX compitiera en igualdad de condiciones con Estados Unidos y tal como reconociera recientemente Mario Vargas Llosas se había adelantado a Europa.

Pero más recientemente Nikita Krushew dijera que los partidos en Estados Unidos se diferenciaban tanto como la Coca-Cola y la Pepsi-Cola. Yo diría que con el advenimiento de Obama es el partido republicano el que representa ambos refrescos en tanto que el partido demócrata representa la alternativa del denominado estado de bienestar, que como sabemos cada día causa más malestar en Europa. Y peor aun según informaciones recientes también parece que hubo fraude en las recientes elecciones y así pareciera que Estados Unidos padece de las inconsecuencias que han caracterizado la política en América Latina.

Y hablando de América Latina no puedo dejar de referirme a las recientes consideraciones de Oppenheimer al respecto de lo que considera el triunfo latino en las elecciones de Estados Unidos y su crítica a Romney por haberse alineado con la extrema derecha de su partido. Primeramente entiendo que una vez más se considera que defender el Rule of Law, o sea los derechos individuales que garantiza la Constitución americana, es ser de extrema derecha. Esta no es una definición sino una descalificación ética a causa de estar de parte de los ricos, como ya acusara Obama a Romney durante la campaña. Obama en su supuesta preocupación por los pobres insiste en violar el principio del derecho a la búsqueda de la propia felicidad y así ha logrado que Estados Unidos alcance un gasto público que se acerca al 40% del PBI y una deuda pública de un 100% del PBI.

El aumento del gasto público significa una mayor injerencia del gobierno en la vida individual y consiguientemente una violación de los principios del Rule of Law y consecuentemente una caída en la tasa de crecimiento económico, tal como ya ha ocurrido con el estado de bienestar en Europa. Tal como dijera Alexis de Tocqueille: “Tanto son más fuertes los vicios del sistema que la virtud de los que lo practican”.

Todo parece indicar que al triunfo de Obama ha contribuido decididamente el voto latino. Por ello Oppenheimer también escribió: “La reelección de Obama fue una gran victoria para los votantes latinos”. Y por supuesto critica lo que considera el desastroso desempeño entre los hispanos. Por eso asimismo considera que la elección del 2012 constituyó a los latinos en un bloque decisivo en ciertos estados y también aumentó su participación en el Congreso. Pues bien, debemos recordar que la inmigración en los Estados Unidos es resultado de la percepción de la posibilidad de hacer realidad el sueño americano, que de hecho es universal. Esa posibilidad depende del sistema del Rule of Law y en cuanto sea sustituido por el estado de bienestar como lo pretende el presidente Obama en nombre de la iniquidad de la equidad, habrá de desaparecer.

Por otra parte creo que el voto hispano está lejos de ser ideológico y en la actualidad representa no más que intereses del grupo. El tema principal sin lugar a dudas es la ley de inmigración y la problemática de los indocumentados. Esperemos que en función de esos intereses no colaboren en destruir el sistema por el cual emigran de sus propios países. Con la excepción de los primeros cubanos que llegaron en busca de libertad y convirtieron a Miami en la capital de América Latina la mayoría de los hispanos inmigrantes llega por razones económicas. Es decir por la pobreza que reina en sus propios países a causa de la ignorancia política del Rule of Law en nombre del populismo. Si Estados Unidos se convierte en un estado más de América Latina, Obama no tendrá más problemas inmigratorios.

Armando P. Ribas, se graduó en Derecho en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. Obtuvo un master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Es abogado, profesor de Filosofía Política, periodista, escritor e investigador y profesor en ESEADE.

Orden jurídico K: todos somos culpables hasta que se demuestre lo contrario:

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 28/7/12 en: http://www.economiaparatodos.com.ar/ver_nota.php?nota=3756

Vivir hoy en la Argentina y trata de cambiar el país para recuperar la democracia republicana y el crecimiento económico es como si en la cancha hubiese dos equipos: uno que juega con las reglas de fútbol y otro que lo hace con las del rugby. Encima, en esta metáfora, el árbitro siempre falla a favor de los que juegan con las reglas de rugby.

Es obvio que si dos equipos se encuentran en una cancha con estas características de juego, los que usan las reglas del rugby podrán agarrar la pelota con la mano, taclear al adversario o patear por arriba del travesaño y considerarlo gol. En tanto que los que juegan con las reglas de fútbol no podrán agarra la pelota con la mano y si patean al adversario será considerado falta. Además, jugarán 11 contra 15.

Para decirlo directamente: los enemigos de la democracia han tomado el poder y ahora usan las reglas del rugby para sostenerse, mientras en la oposición juegan con las reglas de fútbol, están todos dormidos y, como si fuera poco, no logran hacer tres pases seguidos.

[ Nota relacionada: ¿Qué pasa cuando en nombre de la patria se violan derechos? ]

Antes de continuar quiero aclarar que me gusta el rugby, que —en general— los jugadores de ese deporte tienen códigos y que, a mi juicio, un partido de rugby bien jugado es mucho más divertido que uno de fútbol (y ni que hablar si lo comparamos con los que se ven en el famoso “Fútbol para Todos”).

Pero me arriesgo aún más y sostengo que el Gobierno, que juega con las reglas del rugby, ni siquiera las respeta. Hacen los pases para adelante, nock on o taclean a la altura de cuello. Todas estas faltas son miradas con indiferencia por el árbitro, en este caso la Justicia, que se parece al “siga, siga” del fútbol. En otras palabras, el Gobierno, con el monopolio de la fuerza en sus manos, no respeta las reglas de juego, que no son otras que los límites al poder de una democracia republicana. Usa el monopolio de la fuerza en beneficio propio. Ganar sin respetar las reglas de juego.

¿Qué puede esperarse de un gobierno cuyo único objetivo es quedarse con el poder a cualquier precio, sin respetar reglas ni leyes? Que si la cosa se le complica sea cada vez más autoritario.

[ Nota relacionada: Derechos individuales: transformados en delito por el Gobierno ]

El ejemplo más claro del creciente autoritarismo lo vemos en el tema de los dólares para viajar. El Gobierno ha decidido que los argentinos pueden comprar dólares sólo si demuestran que van a viajar al exterior, es decir, la gente es culpable de querer comprar dólares hasta que demuestre que efectivamente va a viajar. Sin embargo, el autoritarismo crece. En efecto, la AFIP acaba de informar que detectó que 6.800 personas compraron dólares diciendo que iban a viajar y luego no lo hicieron. Ahora, no solo tienen que devolver los dólares, sino que además deben demostrar por qué no pudieron concretar el viaje. Nuevamente, la gente pasa a ser culpable hasta que demuestre lo contrario. Si no demuestran por qué no pudieron viajar, le quitan el CUIT, le aplican una multa y demás sanciones.

El kirchnerismo ha dado vuelta el orden jurídico y todos somos culpables hasta que demostremos lo contrario, cuando en realidad todos deberíamos ser inocentes hasta que se demuestre lo contrario.

A nadie escapa que el mayor riesgo que corre el Gobierno es que la economía le juegue en contra, es decir, que la recesión, la inflación y la desocupación generen tal grado de malestar social que la gente termine manifestándose en las calles y luego en las urnas, siempre y cuando el sistema de conteo de los votos funcione correctamente, o directamente se produzca un altísimo nivel de conflictividad social. Por eso, como la economía es la que va a determinar el futuro político hegemónico del Gobierno, en alguna oportunidad he sostenido que el principal opositor al kirchnerismo es la economía.

[ Nota relacionada: La república y los límites al poder ]

Ahora bien, como el Gobierno ha dado acabadas muestras de no respetar reglas o normas y mucho menos las sentencias de la Corte Suprema (como en el caso de las jubilaciones o la ley de glaciares) es obvio que su tendencia autoritaria se va a acentuar en la medida en que la economía se le complique. Más regulaciones, controles, atropellos y violaciones a los derechos de propiedad, entre otras medidas, serán los parches que aplicará el kirchnerismo cuando no les sea posible mantener relativamente tranquila a la gente desde el punto de vista económico. Obviamente que las mayores regulaciones y controles implicarán otra vuelta de turca en las violaciones a los derechos individuales. Esto ya está demostrado en el libro “Camino de Servidumbre”, escrito por Friedrich Hayek.

A su vez, esas mayores regulaciones, atropellos y violaciones a los derechos de propiedad generarán más pobreza, lo cual exigirá más autoritarismo. No habrá que tener asco en aplicar las medidas más arbitrarias y violar las normas más elementales. Para eso, la Presidente tendrá que rodearse de los peores elementos de la sociedad, personas imbuidas de un ciego fanatismo o de una ambición de dinero infinita, que solo podrán saciar en algún cargo público. Después de todo, para hacer el trabajo sucio hace falta ser fanático o mercenario.

Sin duda el escenario que tenemos por delante no es alentador, salvo que la gente reaccione antes de que sea tarde.

[ Nota relacionada: El gobierno de Cristina sí es una dictadura ]

Un último párrafo para aclarar un punto. Suelen comentarme que soy muy duro cuando digo las cosas. Puede ser, pero me parece que este no es momento para los tibios. Acá no se está discutiendo si nos gusta una política cambiaria u otra, o si el libre comercio es mejor que el proteccionismo. Acá están en juego las libertades civiles más elementales. Por eso, insisto: o se está a favor de la democracia republicana o se es cómplice de la destrucción de la república bajo el argumento de los buenos modales. Porque —no nos engañemos— el kirchnerismo no incluye en su estrategia el diálogo. Su proyecto es imponer atropellando los derechos civiles. ¿Acaso creen los “moderados” que con su discurso de palabras floridas van a convencer a los kirchneristas de que cambien su objetivo de establecer un sistema autoritario? Y si creen que van a salvarse con sus vocabularios floridos, que recuerden aquella famosa frase: ayer fueron por los negros y como yo no era negro no hice nada…

 Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

 

Un liberalismo

Por Armando P. Ribas. Publicado el 11/7/12 en http://www.libertadyprogresonline.org/2012/07/11/un-liberalismo/

En un reciente artículo Álvaro Delgado-Gal se refirió a la existencia de dos liberalismos. El uno político y el otro económico. Me voy a permitir discrepar con tal ambivalencia. El liberalismo surge del pensamiento de John Locke, tal como lo expresa fundamentalmente en sus dos Tratados Sobre el Gobierno Civil y en La Carta Sobre la Tolerancia. Allí manifiesta expresamente su oposición al derecho divino de los reyes y al respecto dice: “Como si todos los hombres abandonando el estado de Naturaleza, entren en la sociedad, ellos acuerden que todos ellos excepto uno debe estar bajo las restricciones de la ley; pero que deba todavía retener toda la libertad del estado de naturaleza, incrementado con poder, y hacerlo licencioso por impunidad. Esto es como pensar que los hombres son tan tontos que tienen cuidado de evitar las travesuras que pueden ser hechas por las mofetas y los zorros, pero están, más bien, piensan que es seguro, el ser devorado por leones”.

Y tomando en cuenta la naturaleza humana y refiriéndose a los monarcas dijo: “Pero yo deseo que aquellos que hacen esta objeción recuerden que los monarcas absolutos no son más que hombres”. Consecuentemente estableció los límites al poder político reduciendo las prerrogativas del rey y separando los poderes del estado. Por supuesto en contra del pensamiento de Rousseau estableció los derechos individuales incluyendo el derecho a la búsqueda de la felicidad y así como el derecho de propiedad. A partir de este reconocimiento el autor considera que frente al liberalismo político se encuentra el liberalismo económico generado por David Hume y Adam Smith.

Es cierto que concurren diferencias entre Locke y Hume pero ellas no surgen de manifestarse en dos campos distintos que supuestamente serían el político y el económico. En tanto que para Locke los derechos individuales son naturales, para Hume son el resultado del aprendizaje de la historia sobre la naturaleza humana. Por ello considero que el mayor aporte de Hume al concepto liberal es su análisis sobre la naturaleza humana para determinar el origen mismo de la justicia. Así llega a la conclusión de que “la naturaleza humana es inmutable, por tanto si queremos cambiar los comportamientos debemos cambiar las circunstancias”. Y seguidamente sostiene: “Si los hombres fueran generosos y la naturaleza pródiga, la justicia no tendría razón de ser”. Es decir sería posible la anarquía.

Por otra parte no es cierto que Hume proponga un gobierno absoluto, con tal que se atuviese a la ley. Lo que Hume está proponiendo al respecto es precisamente evitar la tiranía que puede surgir del reconocimiento del origen popular de los gobiernos. En ese sentido dice: “Pero si en lugar de protección y seguridad, se encuentran con la tiranía y la opresión, ellos (los pueblos) están liberados de sus promesas”. O sea Hume está opuesto al derecho divino de los pueblos que no es más que la demagogia impuesta desde el socialismo. Y es en este aspecto donde podemos encontrar alguna contradicción en el planteo de Locke.

Entonces no es que existen dos liberalismos, uno político y otro económico. Los principios en que Hume basa la estabilidad que son: “La seguridad en la propiedad, la transferencia por consenso y el cumplimiento de las promesas”, son éticos, políticos y jurídicos. Lo económico es la consecuencia de la aplicación de los mismos. En ese sentido de la defensa de la propiedad privada coincide plenamente con Locke. Pero pasando entonces a la supuesta economía de Adam Smith, debo rescatar igualmente un principio ético fundamental del liberalismo que es la conocida mano invisible y que la describió en la siguiente forma: “Persiguiendo su propio interés, frecuentemente promueve el de la sociedad mas efectivamente, que cuando el intenta promoverla. Yo no he visto mucho bien hecho por aquellos que pretenden actuar por el bien público”.

En la frase anterior encontramos un principio ético fundamental, y que por supuesto trasciende al plano político. En el mismo encontramos la justificación del derecho a la búsqueda de la propia felicidad, que como tal fuera igualmente reconocido por Locke y aplicado por los Founding Fathers, a quienes considero los instauradores iniciales del sistema liberal, al que denominaron the Rule of Law. Ese principio es fundamental en el ejercicio de la libertad. El mismo implica el reconocimiento jurídico de la eticidad de los intereses privados que no son contrarios al interés general. Cuando por el contrario se supone que el estado representa al interés general, tenemos de nuevo la voluntad general y el gobierno se constituye en el poder absoluto, tal como lo propuso Hegel. Como se recordará para Hegel el estado era la expresión de la ética, frente a la concupiscencia de las corporaciones. Principio fundamental del totalitarismo que nos regaló la Europa Continental., como reconociera recientemente Jean Francois Revel.

El liberalismo pues es un sistema ético, político y jurídico, en el cual el proceso económico es un resultado del ejercicio de los derechos reconocidos y respetados. Ese fue el sistema que se iniciara en Inglaterra con la Revolución Gloriosa en 1688 cuando se reconocieron los derechos tal como los había planteado Locke. Como antes dijimos ese sistema fue llevado a sus últimas consecuencias por los Founding Fathers. Fue pues en Estados Unidos donde se adicionó el principio del rol fundamental del departamento de Justicia y la Corte Suprema, para hacer que se cumplan los predicados constitucionales: Judicial Review (Revisión Judicial).

Es indudable que Madison estaba influenciado por el pensamiento de David Hume, cuando escribiera la Carta 51 de El Federalista. Allí escribió: “Si los hombres fueran ángeles no sería necesario el gobierno; si fueran a ser gobernados por ángeles ningún control externo ni interno sobre el gobierno sería necesario. Al organizar un gobierno, que es una administración de hombres sobre hombres, la gran dificultad yace en esto. Primero se debe capacitar al gobierno para controlar a los gobernados, y en segundo lugar obligarlo a controlarse a si mismo”. Las anteriores palabras reflejan una paráfrasis del pensamiento de Hume citado anteriormente. En la misma se registra un concepto fundamental de reconocer la naturaleza humana y al mismo tiempo la admisión de que el gobierno no es la entelequia de los ‘universales’ en el sentido de la voluntad general y su consecuencia el Estado. Por la misma razón seguidamente reconoce que las mayorías no tienen el derecho de violar los derechos de las minorías.

Perdón pero confundir el pensamiento de Hume con el utilitarismo de Bentham y de Rawls es un pecado original que impide comprender la naturaleza ética de liberalismo. El utilitarismo per se es la negación del derecho del hombre a la búsqueda de la propia felicidad, y su consecuencia es el supuesto derecho a que se la provea el estado. Y en esa trampa ha caído el artículo 25 de La Declaración Universal de los Derechos Humanos y ahí tenemos el resultado: la crisis europea a través del estado de bienestar y el populismo en América Latina. Lamentablemente el confundir el sistema liberal con el concepto tergiversado de la derecha, le ha permitido a la izquierda apropiarse de la ética acorde con la pretensión de la igualdad económica, cuyo resultado es la desigualdad política que significa el poder absoluto y por supuesto el riesgo de perder la libertad, cuya consecuencia es la pobreza.

En ese sentido es asimismo lamentable que la supuesta civilización occidental no haya tomado conciencia de que la filosofía ética y política de Kant, como complemento de Rousseau, es a su vez el sustento de Hegel. Al respecto puedo decir que en esa carencia ha caído la Escuela Austríaca que en general ha ignorado y confundido el pensamiento kantiano, y a la vez ha intentado mantener la defensa de la libertad en términos de la economía de mercado, y no su sustento ético político. A mi juicio en la filosofía kantiana se encuentran los presupuestos liminares del totalitarismo al desconocer el derecho a la felicidad, por ser un acto deshonesto pues no se hace por deber. De hecho esa descalificación del comercio implica que la alternativa es la guerra. Tanto así que Hegel la consideró el momento ético de la sociedad.

Igualmente Kant siguiendo a Rousseau y la voluntad general, en su Metafísica de las Costumbres, estableció: “El poder soberano de un estado solo tiene derechos en relación a sus súbditos y no deberes coercibles” Y siguiendo esa tesis: “La constitución no puede tener ningún artículo que pueda hacer posible que para cualquier poder del estado el resistir o controlar al supremo ejecutivo en caso que violase la ley constitucional”. Y no olvidemos que en “Idea Para Una Historia Universal con un Sentido Cosmopolita” sostuvo que la razón estaba en la historia y que el progreso de la misma dependía del antagonismo,

No obstante lo dicho anteriormente debo reconocer que en uno de sus últimos ensayos, La Paz Perpetua, Kant dio marcha atrás a su racionalismo moral y político, y bajo la influencia de Hume, reconocida por el mismo, se atuvo al empirismo racional. Fue así que en dicho ensayo distinguió entre la república como el reino del derecho y la democracia como la justificación del despotismo. Este criterio debe ser considerado en los instantes en que vivimos como presupuesto del liberalismo. Seguidamente descartó la racionalidad de la guerra y rescató la importancia del reconocimiento de la naturaleza humana y así dijo: “Tal tarea no envuelve el mejoramiento moral del hombre; solamente significa encontrar como el mecanismo de la naturaleza puede ser aplicado a los hombres de tal manera que el antagonismo de sus actitudes hostiles los hagan exigir uno a otro a someterse a las leyes coercibles y así producir condiciones de paz dentro de las cuales las leyes puedan ser aplicadas”. Como podemos ver estos pensamiento se contradicen con las citas previas en su Metafísica de la Moral, y pueden ser aplicables a la realidad de hoy.

Por último el autor se refiere a la predicción de Schumpeter sobre el triunfo final del socialismo. Al respecto dice: “Este se equivocó al suponer que el futuro sería socialista”. Lamentablemente considero que la predicción de Schumpeter está hoy presente en el estado de bienestar europeo y el populismo “democrático” latinoamericano. Al mismo tiempo se perciben tendencias en Estados Unidos a violar los principios fundamentales del Rule of Law, en nombre de la igualdad económica. O sea lamentablemente la demagogia bajo la denominación “iluminista” del socialismo está monopolizando la ética en la llamada civilización occidental. Esperemos que recuperemos la noción clara del liberalismo y se de un vuelco en la historia que pueda demostrar que Schumpeter se equivocó.

El Dr. Armando P. Ribas, se graduó en Derecho en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. Obtuvo un master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Es abogado, profesor de Filosofía Política, periodista, escritor e investigador y profesor en ESEADE.

La República y los límites al Poder

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 1/7/12 en: http://www.economiaparatodos.com.ar/ver_nota.php?nota=3658

Para que una Nación pueda crecer y desarrollarse, es necesario límites certeros y eficientes al poder. Es el Estado el que está al servicio de los individuos, y no el individuo el que debe estar al servicio del Estado. La idea de República busca imponer límites a los poderes estatales. Estos límites se han dejado de lado en Argentina. ¿Cómo funcionan y por qué son tan importantes?

Es claro que Argentina está manifestando serios problemas económicos resultado de una larga trayectoria de erróneas políticas económicas. Pero estos problemas que aquejan al país son a su vez el resultado de una grave deficiencia institucional de fondo. Me refiero a que son las instituciones base de una república lo que esta fallando, y no meramente la política económica. Por ello, actuar sobre los problemas económicos pero despreocuparse por el problema institucional es cómo tomar una pastilla para mitigar los síntomas del exceso de alcohol pero no ver en el alcoholismo el origen del problema. ¿Por qué el concepto de república es tan importante? ¿Qué le corresponde, y no le corresponde, hacer a cada poder y por qué entender estos límites es importante?

Una analogía puede ayudar a entender este problema. Supongamos que los 40 millones de habitantes que viven en Argentina lo hacen en un gran edificio de departamentos (o en un barrio privado), donde cada familia es dueña de su propiedad. Este gran edificio necesita, entre otras cosas, que los servicios públicos (electricidad, agua, etc.) funcionen así como seguridad para que no haya agresiones de terceros (defensa exterior) ni entre vecinos (policía). Hacer de este edificio un reino, por ejemplo, sería una posible forma de administración. Organizarse en una república, sería otra muy distinta.

Claramente es inviable que los 40 millones se pongan de acuerdo sobre cada tema a tratar. Es más fácil, en cambio, elegir un representante por piso que sea la opinión y voz de los vecinos a quienes representan. Estos representantes pueden tener su propia opinión, pero su trabajo es representar de manera fiel las opiniones de sus representados. De este modo, los 40 millones se ponen de acuerdo a través de sus representantes en cuántos recursos poner en una bolsa común y en qué van a ser gastados. Pero este acuerdo requiere de un administrador de consorcio que se encargue de que el edificio funcione correctamente y se lleven a cabo las mejoras acordadas por los dueños. Seguramente el administrador de consorcio podrá hacer sugerencias (por ejemplo, diagramar una propuesta inicial del presupuesto), pero no es su rol decidir sobre el destino de los fondos de los dueños dado que esos fondos no son de su propiedad. La analogía es clara, los dueños que actúan como representantes son el poder legislativo, y el administrador de consorcio es el poder ejecutivo (sobre la justicia diré algo breve más adelante). Este ejemplo permite extraer algunas conclusiones importantes:

El poder ejecutivo no está sobre el poder legislativo. Como su nombre indica, su rol consiste en ejecutar las decisiones de los habitantes del edificio acordadas a través de sus representantes, no en decidir por ellos. El poder legislativo no está sobre el poder ejecutivo. Su rol no es el de la ejecución, sino el de elegir los planes a ejecutar.

Ninguno de los dos poderes se encuentra sobre los soberanos, en nuestro ejemplo, los propietarios del edificio. No es tarea de ninguno de estos poderes planificar la vida ni dar indicaciones de qué hacer con su vida y propiedad. Salvo, por supuesto, que alguna actividad implique algún riesgo o viole derechos de terceros (existen reglas de convivencia como dejar los pasillos libres o no hacer ruidos molestos a altas horas de la noche, etc.)

Permite entender la lógica de ciertas principios republicanos. Por ejemplo, por qué legislar sobre temas impositivos es materia del legislativo y no del ejecutivo: por qué es el pueblo, a través de sus representantes, quien decide (1) cuánto contribuir impositivamente y (2) cómo utilizar esos recursos.

De allí que el ejecutivo deba rendir cuentas al congreso sobre al ejecución del presupuesto. Lo mismo hace un administrador de consorcio con los dueños de los departamentos del edificio; y también hace lo mismo el CEO de una empresa frente a sus inversores. Así como el administrador de consorcio no es dueño del edificio y el CEO no es dueño de la empresa, el ejecutivo no es dueño de la cosa pública, sino que es el gobierno de turno que administra la cosa pública. Ser dueño y ser administrador son dos cosas bien distintas. Así como ni el administrador ni el CEO poseen la facultad de elegir cómo utilizar los recursos que pertenecen a terceros, no es rol del poder ejecutivo dirigir la vida de los ciudadanos.

¿Y qué rol juega en todo esto la democracia? La democracia es un método de elección, pero no es en sí una forma de gobierno. Por ejemplo, un grupo de amigos que tiene que decidir que película ir a ver al cine lo puede hacer democráticamente. Una asamblea de accionistas puede elegir por voto que proyectos de inversión llevar a cabo y cuales no. En el caso de un gobierno presidencialista como el de Argentina, se elige mediante el voto tanto a los representantes como al ejecutivo. En un gobierno parlamentarista como el Inglés, se elige por medio del voto a los representantes, quienes luego entre ellos eligen quien va a ser el Primer Ministro. Volviendo a nuestro ejemplo, en el caso presidencialista todos los dueños eligen a los representantes por un lado y al adminsitrador de consorcio por el otro. En el caso parlamentarista todos los dueños eligen a los representantes, uno de los cuáles será el encagado de administrar el edificio.

Si los límites impuestos por una república se respetan, entonces es claro que la cantidad de votos recibidos no es una medida de qué tan holgados van a ser los límites del poder, sino que es un reflejo de la confianza recibida el día de la elección. El presidente que gana en primera vuelta con 54% de los votos no tiene más facultades ni más poder que aquel que gana con el 50%. Los legisladores son representantes de los ciudadanos y las provincias, no son representantes del ejecutivo en el congreso, por lo que su rol de contrapeso del ejecutivo debiera ser indistinto de los votos que recibió el presidente. Este es, quizás, el mayor desliz que parece sufrir la mayoría de la clase política. El olvido de estos roles y límites no es menor, es lo que hace que el rostro de una nación se desfigure en una democracia ilimitada y la república pase a ser el maquillaje que intenta tapar el verdadero rostro de un gobierno que se vuelve autoritario.

Tampoco es necesariamente correcto exigir al congreso que sesione todos los días. El congreso eficiente no es aquel que legisla las 24hs intentando batir records de leyes y resoluciones tratadas y aprobadas. Sino aquel que se reúne las veces necesarias y legisla lo menos posible, idealmente eliminando regulaciones innecesarias en lugar de intentar taparlas con nuevos parches. ¿Que opinión merecería un consorcio que se debe juntar todos los días intentando constantemente emitir nuevas regulaciones en lugar de hacerlo unas pocas veces al año para monitorear la situación y sólo requiera pequeños retoques en la adminsitración del edificio? Legislar bien no es sinónimo de legislar mucho.

¿Que rol le compete, entonces, a la justicia? En primer lugar, de haber un desacuerdo entre dos propietarios, es un tercero imparcial quien cumple el rol de juez (por ejemplo, algún dueño que viva en otro piso). Posiblemente recaiga en el ejecutivo la obligación de hacer cumplir el fallo. Por otra parte, la justicia evita que se el voto se utilizado como medio para «institucionalizar» injusticias sobre las minorías. La justicia no protege a las minorías menos que a las mayorías. La justicia evita que la mayoría legisle expropiar a la minoría. El 54% de los votos no da derecho a pasar por alto los derechos del otro 46%, que no posee menos derechos ni es menos ciudadano.

El tema institucional, a pesar de ser un tanto abstracto, no es menor y dista de ser una curiosidad intelectual. Sus efectos son bien reales, aunque no siempre sean evidentes. Supongamos que se encuentra con dos embajadores de dos edificios. Estos embajadores representan a dos comunidades que hablan el mismo idioma, tienen la misma historia y cultura, incluso hasta comparten su ascendencia. Estos embajadores intentan convencerlo de que invierta los ahorros del fruto de su trabajo, de lo cual también depende su jubilación, en sus respectivos edificios. Uno de los embajadores representa al Edificio Corea del Norte, el otro al Edificio Corea del Sur. ¿En qué edificio preferiría vivir y confiar su futuro? Toda decisión de inversión se ve afectada por el marco institucional, y si bien sus efectos pueden no ser inmediatos, no por ello son menos reales ni menos importantes.

¿Que mensaje se envía al mundo, y a los propios ciudadanos, cuando al expropiar una de las empresas más grandes del país, la oposición ni siquiera es capaz de oponerse dada la inconstitucionalidad de la medida? ¿Acaso el fin justifica los medios? En ese caso… ¿qué diferencia al Kirchnerismo del resto de los partidos políticos? El largo plazo de una nación depende en gran medida de sus instituciones.

Una última aclaración, pero no por ellos menos importante. El problema no es solamente tener instituciones que funcionan y permitan el desarrollo de un país. Sino tener las instituciones correctas y que además funcionen. De nada sirve tener las instituciones correctas si las mismas no son respetadas. Tampoco sirve tener instituciones fuertes que atentan contra el desarrollo. Ni Corea del Norte ni Cuba están flojas de instituciones, el problema es que sus instituciones no permiten el desarrollo de sus pueblos.

 Nicolás Cachanosky es Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE), y Doctorando en Economía, (Suffolk University). Es profesor universitario.