Elecciones, motivaciones y socialdemocracia

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2019/01/elecciones-motivaciones-y.html

 

Si bien el factor económico -se dice- es un móvil muy importante y muy frecuente por el cual el ciudadano decide su voto, no es el único. Las elecciones económicas (las que incluyen el voto a candidatos políticos -agregan quienes así argumentan-) están influenciadas por las emociones humanas.

Desde el punto de vista praxeológico la opinión expresada arriba puede ser objeto de varias objeciones.

Comencemos diciendo que, para la praxeología, economizar es optar, elegir entre diferentes alternativas. Y como toda acción implica una opción toda acción es económica, en la que se descartan unas alternativas por otras. En nuestro tema, esto incluye al voto político, también llamado sufragio. Al votar por un pretendiente al cargo, automáticamente estoy descartando a los restantes. Se trata, praxeologicamente, de una acción económica.[1]

Aun cuando se acepte que una decisión este influida -en mucho o en poco- por elementos emocionales, la acción final que se emprenda será económica en el sentido apuntado.

Ahora bien, las motivaciones por las cuales un votante elige al aspirante «A» en lugar del «B», también son, en última instancia, económicas.

Vivimos en un mundo estatista, donde esta tan aceptado que los gobiernos intervengan, manipulen o dirijan por completo la economía, que tenemos en cuenta este último componente a la hora de concurrir a emitir el sufragio. La gente está convencida que sus destinos económicos están y seguirán estando -sino enteramente- si en una proporción muy importante. en manos del partido de quien resulte el postulante electo. En consecuencia, su voto se orientará hacia aquel que promete más bienestar económico a corto o mediano plazo.

Las llamadas motivaciones «no-económicas», como -por ejemplo- la educación, la salud, la previsión social, la seguridad personal y jurídica, la corrupción, etc. son todas, en última instancia, también económicas por todo lo que llevamos dicho. Lo sepa la gente o no, todas esas actividades solo pueden sustentarse y desarrollarse contando con los respectivos fondos que, en el imaginario colectivo, han de ser adelantados por los gobiernos, cuando sabemos -desde la más pura ciencia económica- que esto nunca ha sido así, ni puede ser así. Nada que el gobierno gaste no ha sido sino previamente detraído del bolsillo de alguno o de todos nosotros mediante impuestos u otros artilugios «legales».

Entonces, a la hora de votar, evaluamos como fue la gestión económica del mandato (si pretende ser reelecto) o como suponemos que lo será en caso de que no hubiera aun ejercido el cargo. Y comparamos todo ello con nuestra personal situación económica. Esto es más acusado en aquellos lugares donde los gobiernos son más intrusivos en la vida ciudadana que en aquellos otros donde lo son menos.

Claro que, también en nuestras elecciones entran a jugar otros constituyentes, ya más de índole personal como, por ejemplo, el carisma del candidato, su liderazgo, sus actitudes personales, familiares, etc. Pero, más bien, cumplen un lugar secundario en relación a las motivaciones económicas, salvo casos excepcionales.

La cultura media del elector es otro ingrediente decisivo. No solamente cuenta su formación cívica, sino su nivel total de educación es relevante, porque de acuerdo a ellos será la opinión que se haga de los candidatos y lo que determine su voto.

Nos parece que -en promedio- las motivaciones económicas (según se las entiende popularmente) ocupan un 50% de la intención de voto, y el otro 50% lo representan las llamadas (o percibidas por el ciudadano como) no-económicas (educación, salud, seguridad, justicia, previsión social, etc.). El político que ofrezca mejorar estas cosas respetando esas prioridades del votante será quien finalmente se alce con el triunfo.

La visión socialdemócrata del electorado para la cual el gobierno-estado es una especie de Santa Claus o Robin Hood moderno, terminará votando al candidato que mejor prometa hacerle cumplir con dichos roles. La socialdemocracia -a la cual nos hemos referido en muchísimas oportunidades anteriores- representa un grado por encima al más básico del saber económico. Este nivel ultra elemental de «conocimiento» económico es el que ofrece el marxismo. Y radica en la pura intuición de lo que parece «evidente» a los ojos de cualquier persona sin discernimiento de economía: que hay gente que posee cosas que otros no tienen. De allí a concluir que lo que ostentan unos se debe a que no lo poseen otros hay un paso tan simple como es el que terminan dando la mayoría de las personas.

Es a esto a lo que se refería Friedrich A. von Hayek cuando insistía que la economía es una ciencia contraintuitiva. Sus verdades no son evidentes por sí mismas. Y es por esto que no ha existido jamás en la historia ningún gobierno liberal, ni democrático ni antidemocrático.

Aquel razonamiento errado marxista es matizado por el no menos equivocado socialdemócrata, en el sentido de que el estado-nación debe cumplir con la mal llamada «justicia social», es decir, quitarles a unos lo que les pertenece para darles a otro lo que nos les pertenece, lo que -en esencia- no tiene demasiada diferencia con la fórmula marxista que proponía lo mismo por medio de la fuerza bruta revolucionaria. La única discrepancia con la socialdemocracia es que esta persigue idéntico fin, pero a través de los votos. Por eso, antes se usaba una expresión más clara, como la de socialismo democrático, y luego se la abrevió para disimular mejor, y quedó como socialdemocracia.

Lo que no parece aceptarse de ningún modo -al tiempo de hoy- es que el gobierno se abstenga de intervenir en la economía, fruto de esa ideología socialdemócrata que se impone mundialmente, y en la cual se enrolan la generalidad de los partidos políticos internacionales con mayores o menores variantes, pero todos encolumnados detrás de la «filosofía» socialdemócrata. Por supuesto, si esto se les dice a algunas de estas personas lo negarán enfáticamente. En su lugar, dirán «No. Yo soy de izquierda», o «de derecha» o «de centro», pero pocos admitirán ser socialdemócratas. Es que la gente prefiere manejarse con expresiones estereotipadas y ordinarias, corrientemente términos que divulga el periodismo, que es la fuente principal de información y, lamentablemente, hasta de formación de numerosas personas.

[1] véase Ludwig von Mises, La acción humana, tratado de economía. Unión Editorial, S.A., cuarta edición.

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

MIS ESTIMADOS MARCIANOS LIBERTARIOS, CUANDO DESCIENDAN EN LA TIERRA, UBÍQUENSE.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 20/5/18 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2018/05/mis-estimados-marcianos-libertarios.html

 

Lamento enormemente disentir con mi admirado Loris Zanatta, pero mi antipático papel como defensor de Trump como mal menor me pone en esa posición.

Dice Zanatta el 15 de mayo de 2018: “Trump quiere demoler el orden internacional construido por su propio país después de la segunda guerra mundial. Lo que los teóricos de las relaciones internacionales siempre han llamado «el orden liberal», a él le da asco. este «orden» se basa en tres pilares: la democracia política y las libertades civiles, que para Trump son opcionales; la libertad económica, que considera nefasta y a la que opone el principio del America first y el multilateralismo, la densa red de instituciones internacionales que fomentan la cooperación y tratan de disuadir el conflicto: es una palabra ausente en su vocabulario. Desde el comercio transpacífico hasta los acuerdos climáticos, desde la relación con Europa hasta la gobernanza global, su consigna es: me tiene sin cuidado; somos los más poderosos, hago lo que le conviene a mi pueblo”.

Ahora bien, ¿por qué ese “orden internacional” es una garantía del liberalismo clásico y las libertades individuales que siempre ha defendido Zanatta? La Declaración de los Derechos Humanos de 1948, ok; pero por lo demás, la ONU ha tenido una agenda muy cuestionable para cualquier libertario o liberal clásico que se precie de tal. Han atacado al libre comercio con sus alianzas con el Banco Mundial, que, junto con el FMI, sólo han servido para promover el intervencionismo, prestando o regalando papel pintado a los gobiernos para que hagan lo que quieran. A través de sus organismos de salud ha difundido una agenda antinatalista en todo el planeta, al mismo tiempo que con lo primero restringía el libre mercado, fórmula explosiva para crear más pobreza y miseria. Ha corroborado las aduanas y proteccionismos entre las Naciones. Ha nacido con la Unión Soviética y China a la cabeza de sus decisiones, un chiste de mal gusto a todo amante de la verdadera libertad. Ha promovido todo tipo de neo-marxismos diversos a través de la UNESCO. Ha sido totalmente ineficaz para luchar contra todo tipo de dictadorzuelos, o al revés, los ha corroborado. Ha promovido a nivel mundial el welfare state, un fracaso total a nivel moral y económico. Etc. Ha promovido todo tipo de políticas estatistas para supuestamente defender la ecología.

¿Y ahora Trump es el malo por oponerse a todo ello?

Segundo, ¿de dónde sacó Zanatta que para Trump la democracia política y las libertades civiles son opcionales? Opcionales son para las agendas totalitarias del lobby LGTB, que quiere encerrar, literalmente, a cuantos no piensan como ellos, bajo supuestos delitos de hate sppech, discriminación, homofobia, etc. Así vemos a monjitas presas por no repartir preservativos en sus iniciativas de salud, a profesores universitarios echados por no hablar los pronombres neutros, a padres presos en Alemania por querer educar a sus hijos en su verdadera fe, a vendedores de pasteles presos por decidir ejercer su libertad de comercio y no vender sus pasteles a quienes no quieran, a Jordan Peterson luchando solo, en Canadá, por su libertad de expresión. Trump está poniendo un freno a todo ello, precisamente por defender las libertades civiles a las cuales se opone toda la agenda neo-marxista del partido demócrata.

¿Y Trump es entonces el malo de la película?

¿Y el proteccionismo? Sí, claro, allí Trump está equivocado. ¿Pero es el primero? ¿Quién NO es proteccionista, excepto los que estudiamos a Mises y Hayek? ¿Quién no era proteccionista? ¿Obama? ¿Quién no iba a ser proteccionista? ¿Hilary?

¿Y la política fronteriza? ¿Quién NO piensa que debe haber aduanas, visas y pasaportes? Los libertarios. ¿Y eran libertarios los demócratas que AHORA claman al cielo? ¿Quién eliminó las fronteras y sus controles? ¿Obama? ¿Quién NO deportó gente según las leyes federales aprobadas por el Congreso sin ningún escándalo de los AHORA “aperturistas” mass media? ¿Obama? ¿Quién iba a eliminar las visas y los pasaportes? ¿Hilary? Y por favor no me digan que es una cuestión de grado. O la ley se cumple, o no. Por favor no tengamos doble discurso. Si hay inmigración ilegal, siempre habrá deportados. ¿Y con quiénes NO iba a haber inmigración ilegal? ¿Con los demócratas?

Realmente pregunto a los libertarios y liberales clásicos que ahora son denunciadores seriales de Trump, ¿y qué esperaban con Hilary?

¿No saben ubicarse en el mundo real, en la siempre opción entre el mal menor o mayor?

 

¿No “les gusta” Trump? A mí tampoco. Es un maleducado y un grosero. Pero dedíquense entonces a lanzar sus diatribas contra la corrección política, la timidez y la falta de sinceridad y liderazgo de todo el Partido Republicano. Porque millones de electores norteamericanos se hartaron de estupideces. Y estupidez NO es mandar a la miércoles el tratado con Irán, donde Irán estaba mintiendo de vuelta. Estupidez NO fue decirle al loco de Kim Jong Un que si se seguía haciendo el loco, habría otro loco en serio del otro lado. Estupidez NO fue defender a Israel de sus bestiales vecinos ni reconocer su auténtica capital. Estupidez NO fue dejar de defender y financiar a Planed Parenthood y oponerse al aborto y a la industria de vender partes de embriones al mejor postor. Estupidez NO fue bajar los impuestos. Estupidez NO fue mandar al cuerno a acuerdos ecológicos estatistas que NO solucionan el problema. Por ende lamento mucho, estirados libertarios, que Obama sea un total caballero –lo es- al frente de una agenda totalmente socialdemócrata en lo económica y autoritaria en lo cultural. Lamento mucho que Hilary sea una dama con un maravilloso inglés bostoniano que iba a seguir el legado de su antecesor. Y lamento mucho que para frenarlos, millones de sencillos y sabios norteamericanos hayan elegido a un maleducado. Es lo que hay, gente. Del otro lado tienen a Cuba, a Corea del Norte, a los totalitarios chinos, al nuevo zar de Rusia, a la Europa vieja, moribunda y suicida, y la dictadura de lo políticamente correcto en Canadá. Váyanse allí. ¿Y saben qué, además? EEUU tampoco es ahora la tierra de la libertad. Les propongo vivir en Marte, como yo, pero al menos ubíquense en la guerra cada vez que desciendan en La Tierra.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

Dios no patea penales

Por Sergio Sinay: Publicado el 27/6/16 en: http://sergiosinay.blogspot.com.ar/2016/06/dios-nopatea-penales-por-sergio-sinay.html

 

Un penal errado es más que una final perdida.

Messi erró un penal y se convirtió inmediatamente, al menos para sí mismo, en la causa de la derrota de la selección argentina en la final de la Copa América. Pero abundan otras razones:

1) La ausencia de un equipo. La suma de nombres, aunque se trate de estrellas (algunas supuestas) en varias ligas del mundo, no hace un equipo. Un equipo es un organismo en el que cada pieza cumple una función definida en coordinación con otras, sin superposiciones y trabajando para un mismo fin. Nuestro cuerpo es un equipo. Si todos los órganos dejaran lo suyo en manos de uno solo (corazón, cerebro, etcétera) no tardaríamos en perecer. Hace años que los órganos de la selección argentina actúan de ese modo disfuncional, incluyendo a jugadores, técnicos y dirigentes.

2)  La ausencia de una identidad y un plan de juego. Al depender del órgano providencial y salvador, se prescinde de cualquier estrategia, se deja librado todo a la inspiración de ese salvador, se olvidan los factores aleatorios, no existe un plan B y cuando se descubre que el ser providencial es humano y falible, ya es tarde. Pasa en el país.

3)  La ausencia de liderazgo. Salvo las actitudes de Mascherano (ya agotado e impotente), ese conjunto de individualidades (que brillan más por televisión y a lo lejos que en la cancha y de cerca) carece de liderazgo. Es decir orientación, conducción integradora, brújula, guía en la adversidad. Messi es el mejor del mundo en un fútbol cada vez más mediocre y mediático. Vale, pero no es líder. El mejor médico de un hospital no está obligado a ser el conductor de la institución, así como el mejor CEO de una compañía no necesariamente puede conducir un país. Un líder está hecho de una pasta que no tiene nadie en este grupo, y mucho menos el técnico (tampoco los anteriores).

4)  Ausencia de visión trascendente. La selección, vista de afuera, es un grupo de amigos que deciden quién puede sumarse la mesa y quién no. Cierran puertas a jugadores necesarios (de Tevez a Dybala, pasando por Pizarro y otros) y se las abren a quienes sean fieles a la cultura del aguante y la obsecuencia. Como en muchos partidos políticos y gabinetes. Las selecciones ante las que perdieron (Chile, Alemania, Brasil en su momento) representaban más que eso, expresaban (expresan) otra cultura, miran más allá de sus narices.

5) Ausencia de contexto. ¿De quién depende este grupo de jugadores? De la AFA, una institución corrupta con cimientos podridos, una sociedad anónima (o no tanto) para el latrocinio, que tocó fondo simultáneamente con los jugadores. No hay contexto, representatividad ni encuadre institucional. Hubiera sido un típico dislate argentino que así salieran campeones. Y hasta hubiera sido una peligrosa tapadera ante el improbable futuro del fútbol argentino.

6)  Ausencia de realismo. Jugadores, hinchada y buena parte de un periodismo acomodaticio creen de veras que en este grupo están los mejores jugadores del mundo aunque, juntos, jamás lo hayan demostrado (no cuentan partidos con Panamá, Bolivia, Estados Unidos, Honduras, etc.). Mientras tanto el mundo sigue su marcha, hace lo suyo con los pies en la tierra y en cada Mundial o Copa América propina una sonora cachetada. El fútbol refleja una actitud nacional extendida, presente en comportamientos sociales, políticos, económicos, empresariales, tecnológicos, etcétera. La idea de que atarlo con alambre es ser creativo, de que un Ser providencial se hará cargo de la felicidad colectiva, de que es más fácil llegar por los atajos (aunque lleven al abismo) que por el camino verdadero, de que somos los más rápidos y los más vivos y de que Dios es argentino (aunque se empeñe en disimularlo).

Un lugar común del fútbol dice que penal bien pateado es gol. Otro responde que los penales son cuestión de suerte. Agreguemos un tercero: se juega como se vive. La selección perdió su tercera final. ¿Cuántas viene perdiendo la sociedad en su conjunto a través de los gobiernos que elige, del modo hipócrita en que ignora lo que esos gobiernos hacen, de su creencia en líderes providenciales que se llevan todo y no dejan ni la esperanza (aunque si sus huellas)? Si la selección representa al país, aceptemos que una final no se pierde por un penal errado: antes hay 90 o 120 minutos de juego. Y, todavía antes, trabajo, práctica, ensayo y error, humildad, comunicación, visión. No se gana de milagro y Dios no patea penales. El fútbol es más que un deporte.

 

Sergio Sinay es periodista y escritor, columnista de los diarios La Nación y Perfil. Se ha enfocado en temas relacionados con los vínculos humanos y con la ética y la moral. Entre sus libros se cuentan “La falta de respeto”, “¿Para qué trabajamos?”, “El apagón moral”, “La sociedad de los hijos huérfanos”, “En busca de la libertad” y “La masculinidad tóxica”. Es docente de cursos de extensión en ESEADE.

La presidencia y los «errores cruciales»

Por Mario Serrafero. Publicado el 1/2/16 en: http://www.clarin.com/opinion/Presidencias-estilos_de_liderazgo-Cristina_Kirchner-Mauricio_Macri_0_1520847931.html

 

En el campo de los Estudios Presidenciales se evalúan las cualidades y características de los presidentes eficaces. Entre otros, se menciona la capacidad de liderazgo, la negociación y la persuasión, la visión política que anticipa los cambios de rumbos y las nuevas tendencias, el estilo cognitivo que capta la modificación del ambiente social y político. Otro requisito esencial de un presidente eficaz es que sea un buen comunicador. Y algo que se evalúa como una cualidad especial es evitar los errores cruciales. La razón es clara. Pocos errores cruciales pueden malograr una presidencia. Pero también, muchos seguidos van minando la legitimidad presidencial.

Hay dos tipos de presidentes. Los que nunca reconocen sus errores y los que sí lo hacen. Cristina Kirchner fue un buen ejemplo del primer tipo. Un presidente que no reconoce errores suele rodearse de colaboradores que no contradicen sus deseos y sus percepciones.

Se maneja así dentro de un sistema cerrado. El contacto es siempre con fieles y obedientes funcionarios que suelen atribuir los problemas del gobierno al mundo del “afuera”, sea la oposición, las corporaciones mediáticas o los intereses transnacionales. Asimismo, los miembros del gobierno tienen poca comunicación con los medios para evitar contradicciones y, por supuesto, tampoco reconocen errores. Así queda configurado el blindaje.

El segundo tipo de presidente es el que reconoce sus errores. Tal reconocimiento lleva implícito la actitud de escuchar las críticas y, en su caso, estar dispuesto a rectificar rumbos. Pero, un presidente ¿qué considera un error? Al menos hay dos situaciones. La primera, cuando las políticas instrumentadas no logran los resultados deseados. Para ello debe pasar cierto tiempo para comprobar sus efectos. La segunda situación no requiere tanto tiempo de espera y se vincula con la recepción social o sectorial de las medidas de gobierno y los actos presidenciales.

Mauricio Macri corresponde al segundo tipo de presidente. Ha dicho que reconocerá los errores y que no tendrá inconvenientes en decirlo y hacer las rectificaciones correspondientes. Asimismo, sus ministros y colaboradores tienen relación fluida con la prensa y los medios. Aumentan así las probabilidades de confusión y de contradicción. Si un ministro dice algo que no es bien recibido por la población, el Jefe de Gabinete seguramente saldrá a rectificar lo dicho por el funcionario.

A menos de dos meses, el gobierno cometió los errores del segundo tipo. El gobierno ha recibido críticas por algunas medidas, entre otras, las decisiones sobre el decreto que designó en comisión a dos jueces de la Corte, o el modo en que se comunicó el despido de empleados públicos y el tema de las paritarias. Un gobierno siempre recibirá críticas, pero muchas veces éstas pueden evitarse. El gobierno anunció el funcionamiento de una “mesa política” para anticipar conflictos y evitar errores. El problema es que esa mesa está compuesta por funcionarios cercanos al presidente: el jefe de Gabinete, el ministro del Interior, el presidente de la Cámara de Diputados y funcionarios de la Secretaría de Gabinete. Difícilmente podrá anticipar errores, si se maneja sólo dentro del propio círculo.

El presidente deberá tener más cuidado con la comunicación. El canal y el modo de comunicar las medidas deberá ser un tema de pronto tratamiento. Siempre que existe una comunicación espontánea de los funcionarios ocurren confusiones. Hablar con los medios requiere práctica y entrenamiento y previa coordinación con la persona designada por el mandatario.

Pero antes, el presidente debería saber anticipadamente cómo será la recepción de sus medidas y sus actos. Para ello deberá requerir información más allá del círculo íntimo. El dialogo con otras fuerzas políticas, con sectores de la sociedad civil y con la propia gente, son los mejores caminos. En la campaña se veía a un Macri hablando con los ciudadanos. No debería perderse esa metodología.

Sólo quien está decidido a no reconocer los propios errores puede manejarse en el secreto, las acciones unilaterales y las acciones sorpresivas e inconsultas. Ese era el estilo de decisión del anterior gobierno que se completaba con ministros que no se comunicaban con la prensa o repetían el discurso presidencial.
El nuevo presidente deberá encontrar un esquema de toma de decisiones y de comunicación de sus actos de gobierno que evite la repetición de errores, que son evitables. Encontrar los mecanismos adecuados alejará también el fantasma de los errores cruciales.

 

Mario D. Serrafero es Doctor en Ciencia Política y en Sociología, por la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Derecho por la Universidad de Buenos Aires. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Es investigador del Conicet. Escribió el libro Reelección y sucesión presidencial . Es profesor de Análisis Institucional en ESEADE.

Un culto a la naturaleza

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 22/6/13 en http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12817048

Un artesano de renombre mundial me explicó que, para crear rosas, desarmaba una flor real, la copiaba pétalo a pétalo y luego la armaba… Pero, enfatizó, no hay artista en el mundo que copie tanta belleza… la mejor obra de arte, infinitamente mejor, es lo natural.

Idili Lizcano estudió filosofía, metafísica (la esencia de la naturaleza). “Admiro a los presocráticos… entendieron la fusión del hombre con la naturaleza”, dice. La metafísica más difundida, debido a la Iglesia católica, es la aristotélica tomista, que afirma que el universo está ordenado (la naturaleza tiene un orden espontáneo: el sol sale a horas preestablecidas, etc.), que existe un orden (creado por Dios). El hombre es parte y, al ser sociable, configura un orden natural social que, desde la economía, es el mercado natural. Y lo que contraría ese orden es violencia que, precisamente, es una fuerza extrínseca que desvía el desarrollo espontáneo.

Lizcano fundó Alqvimia hace 28 años para hacer alta cosmética con elementos naturales, en más de 20 lugares como Hong Kong, Praga, Malasia, EE. UU. y, pronto, París, Singapur y China, con fieles como Penélope Cruz. No pretende convertir plomo en oro, sino “demostrar que se puede crear riqueza desde la naturaleza, amándola y respetándola”. Ahora la empresa factura más de € 5 millones. Hacer riqueza desde de lo natural es la única manera, porque en la medida en que violemos al cosmos lo estamos destruyendo.

En el mercado natural la única forma de ganar dinero es sirviendo a los consumidores, de modo que compren el producto. Pero cuando se introduce violencia, por ejemplo, con policía aduanera que les elimina la competencia extranjera a los empresarios amigos, se perjudica directamente al consumidor, que no puede obtener productos importados, y se instituye el que sea más negocio, para el empresario; hacerse amigo del funcionario que dirime la violencia, antes que servir al mercado.

Con la particularidad de que la violencia siempre, por muchas ‘leyes’ que la respalden, finalmente queda dirimida arbitrariamente (egoístamente, soberbiamente) por la persona que “empuña el arma”, que decide si la aplica, con qué criterio y en qué medida. Por el contrario, “La verdadera riqueza es aquella que crece cuando se comparte” afirma Lizcano. Es que en el mercado natural se gana solo compartiendo. Todas las transacciones son de mutuo acuerdo: cada uno recibe lo que prefiere; el vendedor, el dinero, y el comprador se queda con la mercadería.

El fundador de la exitosa Alqvimia asegura que “Ahora lo natural… está de moda… El dinero… no es el objetivo sino el premio de un trabajo bien hecho… la vida no es ganar dinero, es ser feliz”. Así “Tenemos que… volver a lo real y lo natural, a una economía de la felicidad… nos hemos apartado de la ley natural, que se rige por la generosidad… La prosperidad y la riqueza son fruto de la generosidad. Y hoy reinan la ambición, el egoísmo neurótico, el afán de poder y la codicia… un empresario neurótico y amargado no es bueno… tenemos que conseguir empresas humanizadas”.

Lizcano cree que “Tenemos que recuperar una visión sagrada, mágica de la vida. Hemos creado una sociedad donde no hay belleza… La naturaleza enseña que el liderazgo tiene que ser como ella… No entiendo los liderazgos verticales. Creo en líderes positivos… bondadosos, nobles y generosos”.

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

No habrá revolución con el Papa Francisco

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 31/3/13 en http://www.eluniversal.com/opinion/130331/no-habra-revolucion-con-el-papa-francisco#.UVgAea_8TlI.facebook

 Ex basquetbolista, aficionado al tango y la milonga, y a las películas de Tita Merello y del neorrealismo italiano y fan del club de fútbol San Lorenzo, fundado por el padre Lorenzo Massa, a los 21 años tuvo una severa pulmonía que implicó una ablación de la parte superior del pulmón derecho. El Papa nunca pareció revolucionario.

                                 El ser latinoamericano no es un cambio radical. Francisco, surgido del país «más lejano del mundo», gobernará a más de 1.200 millones de fieles, 17% de la población global. Pero, mientras que 6 de cada 10 católicos eran europeos en 1910, hoy solo son 2. Entonces, Europa cobijaba al 25% de la población mundial, hoy solo al 11%. Sin revoluciones, Latinoamérica se convirtió en residencia del 45% de los católicos, 540 millones contra 350 en Europa y América del Norte y 210 en África, Asia y Oceanía.

                                Si el Papa afirmara que toda violencia -en el sentido aristotélico tomista: lo que desvía por fuerza cualquier movimiento natural, espontáneo- es inmoral, por tanto destructiva y que, consecuentemente, todas la fuerzas armadas, toda la capacidad violenta, destructiva de los Estados (que provocan las guerras, el hambre y la destrucción civil con la represión del mercado natural) debe ser desarmada, entonces cabría una «revolución».

                               Pero los cambios en las formas, del Pontífice, revalorizan la vida común, cotidiana y normal. Es que, «consciente o inconscientemente» –si cabe la expresión- Francisco no protagonizará cambios radicales porque el cosmos solo evoluciona, siguiendo un ordenamiento natural, por maduración. Lo que sí hará –que es mucho- dado su valor moral, es impulsar esta maduración. Y, en mi opinión, dos escuelas sufrirán: el racionalismo académico y la que cree que la autoridad necesariamente debe basarse en el poder coactivo (violento). El verdadero poder es servir, dijo el Papa.

                             La preocupación de dirigentes, sobre la posición ideológica de Francisco, que exigen una relación directa entre el discurso académico y los resultados del accionar como si en el medio no hubiera nada, me recordó a Wikipedia. Enciclopedia en la que cualquiera puede escribir –así, nadie sabe qué dirá mañana- , y los millones de usuarios se organizan, por consenso, mostrando como un orden productivo y divertido surge espontáneamente de las personas sin coacción, sin mostrar currículum académico ni rendir examen ante ningún organismo.

                              Wikipedia no es caótica, como toda acción, está dirigida por la naturaleza del cosmos que supone un liderazgo moral real, el de los que aportan cosas útiles. Demostrando que el liderazgo por influencia es eficiente en contraposición con la «autoridad» coactiva que destruye, incluso en el caso de defensa propia: recuerdo casos de toma de rehenes, en uno se negoció y no hubo víctimas, en otro, la policía entró a balazos provocando una matanza.

                           El cambio del gobierno argentino, oportunismo o no, confirma la autoridad moral. De crítica la destructiva, cuando el oficialismo vio que el 98% de los argentinos estaba con el Papa, mutó radicalmente. El oficialista diario Página 12, el 16 de marzo tituló «Iglesia y dictadura», cuatro días después anunciaba «Fue fructífero e importante» el diálogo de la Presidenta con Francisco. El oficialista José Feinmann, lo dijo: «Cristina es la que baja línea» y «se está jugando la apropiación de Francisco».

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

 

Hiperpresidencialismo: la soledad del poder

Por Enrique Edmundo Aguilar. Publicado el 2/1/13 en http://www.elimparcial.es/nacional/hiperpresidencialismo-la-soledad-del-poder-116471.html

Para una literatura en boga, los modelos hiperpresidencialistas son los que mejor encarnan hoy y definen la representación popular en tanto solamente el líder a cargo del poder ejecutivo daría cuerpo y forma a un pueblo representado que, como explicó en su momento (desde una perspectiva crítica) Carlos Strasser, permanecería sociopolíticamente desfigurado a falta de ese liderazgo que lo reconfigura volviéndolo “objeto posible y sujeto constituyente de la representación”.

En esta línea, proyectos hegemónicos como los de Chávez en Venezuela o Cristina Kirchner en Argentina, comportarían una respuesta al supuesto fracaso de la democracia representativa y aun de la llamada democracia de partidos, incapaces por sí de dar solución a situaciones de emergencia que sólo podrían ser afrontadas y resueltas desde un poder concentrado que monopolice las decisiones sin someterse a los tiempos legislativos o a las concesiones inherentes a un sistema que promueva la sana convivencia entre mayorías y minorías.

Los peligros que esta teoría encierra están a la vista con los dos ejemplos citados. En particular, el caso de Cristina Kirchner llama la atención por la evolución que notoriamente han experimentado su persona y sus ideas. En sus años de senadora, se la sabía por ejemplo más dialogante y más respetuosa de las instituciones de lo que había sido su marido, a pesar de que su propia candidatura como sucesora se ajustara más a los usos del nepotismo que a las buenas formas republicanas.

Sin embargo, hoy se la ve personificando un régimen que, si no es autoritario en su origen, tiende a serlo aceleradamente en su ejercicio: en su estatismo avasallador y en la palabra y los modos de la presidenta a quien se la ve cada día más intolerante y radicalizada, sin posibilidad acaso de desdecirse ni de volver sobre esos pasos que se ha obstinado en dar y que tarde o temprano, a juzgar por las reacciones que viene provocando, la llevarán seguramente a su propia ruina.

 Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO,  es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM.