SANTO TOMÁS DE AQUINO: UNA POSIBILIDAD DE SUPERACIÓN DE LA DIALÉCTICA ENTRE PRAXEOLOGÍA Y NEUROCIENCIAS*

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 7/5/23 en: https://gzanotti.blogspot.com/2023/05/santo-tomas-de-aquino-una-posibilidad.html

Si el sujeto es acción, acción humana e intencional, habitamos con comodidad el mundo de la praxeología de Mises, y miramos con extrañeza este otro mundo, el de las neurociencias, neurobiología, neuroeconomía, epistemologías evolutivas, donde la acción humana puede ser humana, sí, pero como el último eslabón evolutivo de una cadena (¿humana?) de adaptación que conduce a una “conducta” proclive a la cooperación y el contrato. Curiosamente, o no, en ese mundo se ubica fácilmente el tan comentado The Sensory Order de Hayek[1], donde su marcada tendencia biológica produce las dudas y cuestionamientos sobre el libre albedrío que comentábamos en artículos anteriores[2].

Ambos mundos están muy incomunicados. El primero conduce a un modo apriorístico de hacer economía, donde la praxeología como ciencia a priori de la acción humana haría entre innecesarios e imposibles otros enfoques como el de Hayek, lo cual profundizaría aún más las diferencias epistemológicas entre partidarios de Mises y Hayek. En cierta medida el enfoque praxeológico de Mises hereda, históricamente, la división kantiana entre el mundo espiritual y el mundo físico, que no es lo mismo que en la escolástica. Frente a la certeza de una física casi mecanicista, por un lado, y la caída de paradigmas metafísicos racionalistas anteriores, por el otro, Kant divide entre “el cielo estrellado sobre mí” (Newton) y “la ley moral en mí”, esto es, una moral autónoma, el imperativo categórico, como respuesta frente al factum de la moralidad que aún exige a Dios, el alma y la libertad como postulados de la razón práctica. Ese “resto” de escolasticismo cae cuando en el siglo XIX el mecanicismo de Laplace y el positivismo de Comte convierten a toda “metafísica” de las costumbres en “una hipótesis innecesaria”[3], produciendo ello un curioso resultado: la filosofía, como filosofía, comienza a quedarse muda ante “el fenómeno humano”. Ya no hay una “antropología filosófica” que tenga algo que decir como específico o separado de lo que la teoría de la evolución tenga que decir. La religión pelea aún, culturalmente maltrecha, un lugarcito cultural para decir algo, pero ya como cuestión socialmente irrelevante, incomunicable, privatísima y, sobre todas las cosas, “no racional”. O sea que el mensaje “racional” sobre el hombre lo asumen las ciencias naturales y, especialmente, la biología. Nuestro diagnóstico es que las epistemologías evolutivas del s. XX, excepto la de Popper[4], han intensificado esa tendencia.

Sobrevivió, sin embargo, la razón práctica de Kant, en los análisis de M. Weber[5], que inspiraron a Mises. Ello explica que, sin embargo, ante temas como libre albedrío, inteligencia, voluntad, sensibilidad, etc., la “antropología filosófica” de Mises se muestre más tímida, casi lindante con un organicismo biológico en el tema del libre albedrío[6].  Por eso es interesante que los estudios de filosofía de la praxis del filósofo argentino Francisco Leocata ofrezcan la fenomenología de Husserl, en armonía con la tradición escolástica, como un intento superador de esa separación demasiado tajante entre razón pura y práctica[7].

Con todo esto, a lo que queremos llegar es que serían necesarios paradigmas superadores de un “mundo espiritual” neokantiano por un lado –sobreviviente en la “praxeología a priori” de Mises– y un mundo de biología evolutiva por el otro. La fenomenología de Husserl (heredera de Bolzano, Brentano, Frege, por un lado, y la idea de la vida como reacción antihegeliana por el otro) sería un camino. Y Santo Tomás de Aquino es otro.

Obviamente no podemos sacar a Santo Tomás de su circunstancia vital. Era un eminente teólogo medieval y su “antropología filosófica” no era sino parte de su concepción cristiana de la persona, persona que tenía que dar cuentas de su alma a Dios. Pero, precisamente por ello, la gran innovación de Santo Tomás en su época fue incorporar una interpretación de Aristóteles (hasta entonces, solo usada por pensadores islámicos) según la cual el alma es la forma sustancial, el principio organizador, de un cuerpo. Para Santo Tomás, ello significaba una visión más unitaria del ser humano, mucho más conforme con el dogma de la resurrección de los cuerpos, y además implicaba una renovada interpretación de Aristóteles según la cual cada ser humano tenía su propio intelecto (contrariamente a Averroes)[8], concepción que también era adecuada al libre albedrío y responsabilidad moral exigidas por la cosmovisión cristiana. Ello implicó, en su momento, difíciles demostraciones de la inmortalidad del alma[9], pero, a su vez, la incorporación de lo corporal como esencial a lo humano, tema que implica en Santo Tomás un diálogo con las capacidades vegetativas y sensitivas del hombre para nada accidental o forzado a su concepción cristiana del mundo.

¿Qué puede implicar todo esto en nuestra época? Justamente, en una época donde la “antropología filosófica” lucha por hacerse un lugar entre la biología por un lado y la sola fe por el otro, esta concepción unitaria del ser humano brinda amplias ventajas. Anthony Kenny[10] ha destacado que, por lo pronto, una concepción así rompe la dialéctica mente/cuerpo que se da en Descartes y que hereda la concepción kantiana y consiguientemente las post-kantianas, ya para afirmar o negar uno u otro lado de la cuestión. Por otro lado, la fenomenología[11] había intentado instalar nuevamente una noción de “sentido” (desde Brentano, Bolzano y Frege) no reducible al psicologismo de Mill y menos aún a un mecanicismo laplaciano, pero ello no parece fácil ante el desarrollo de las neurociencias. Igual diagnóstico tiene la interesante metafísica de Popper del mundo 3 y su defensa del libre albedrío. Pero ello no es así en caso de que por “mente” entendamos no una instancia sustancial, enfrentada al cuerpo, sino justamente un principio formal, organizador, por lo cual el cuerpo humano es humano. Pero allí surge el problema: ¿no es entonces todo reducible a nuestras funciones biológicas, corporales? Para Santo Tomás, no. Él es bien analítico en su demostración. Su premisa mayor es: “Si la inteligencia fuera solo cuerpo, no conocería sino los cuerpos”[12]. Su premisa menor: “Pero es así que conoce cosas que no son cuerpo”. Conclusión: “Luego la inteligencia no es cuerpo”. Hay que probar la menor: las “cosas que no son cuerpo” son “sentidos” captados en la abstracción como “aquello que se abstrae” (he aquí el contacto, excepto por el tema de la abstracción, con la fenomenología actual[13]). Y allí cabe entonces el mismo ejemplo que da Karl Popper: ¿qué es “la” teoría de la relatividad en sí misma considerada? Sigamos nosotros: ¿acaso una determinada red neuronal? Obviamente no…

La conclusión (“luego la inteligencia no es cuerpo”) no se refiere a una “mente” en sentido contemporáneo del término, sino a la inteligencia como capacidad humana que, como implica efectos no corporales, no es ella misma corpórea[14], pero necesita, para su acción específica (el entender) el concurso de la sensibilidad. En efecto, la inteligencia no abstrae sino a partir de la imagen sensible[15]. Hoy diríamos: la inteligencia no se identifica ontológicamente con el sistema nervioso, pero no actúa sino en con-curso de causas con todo el sistema nervioso. Por este motivo, todas las actuales experiencias que muestran la dependencia de la inteligencia del sistema nervioso[16] son totalmente verdaderas, pero cometen un non-sequitur al inferir de allí la materialidad de la inteligencia, como un epifenómeno neuronal. La inteligencia es causa eficiente principal, y el sistema nervioso, causa eficiente instrumental, del entender, y ningún instrumento tiene una identificación ontológica con su causa principal.

Sorprenderá a algún lector leer este tipo de argumentaciones que no son ni biología, ni teología. Pues bien, esto, en cierto modo, es filosofía. El desacuerdo tiene que surgir de algún desacuerdo con alguna premisa o con alguna deducción, pero la filosofía, como una fenomenología de lo humano, tiene que recuperar su especificidad ante un mundo cultural que la ha perdido, y especialmente para estos temas

¿Cuál es la conclusión adicional de todo esto? Que, si la praxeología está basada en la antropología filosófica de Santo Tomás de Aquino, mantenemos esa acción humana libre e intencional (no solo la mantenemos, sino que la fundamentamos mejor) pero, al mismo tiempo, al ser acción humana, no es, en tanto humana, un mundo espiritual no relacionado con lo corpóreo, sino, al contrario, enraizado en la acción de un cuerpo hablante que llamamos ser humano. Por ende, todas las epistemologías evolutivas del sistema nervioso que expliquen de algún modo la evolución del sistema nervioso hasta nuestras complejísimas formas de percibir el mundo (como en Hayek) son compatibles con una filosofía de la inteligencia que afirme que el intelecto humano puede, con los límites de su condición humana, captar el sentido de su propia acción por la finalidad y libre albedrío de ella, y así, de ese modo, elaborar una praxeología como fundamento de la economía política.

Esto es nada más que señalar el camino de un programa de investigación. Mientras tanto, partidarios de Mises y Hayek seguirán en planetas distintos porque, como en casi todo, o casi siempre, los diversos paradigmas tienen su principal problema no en lo que afirman, sino en lo que niegan, excluyen o incomunican.


* En “NOMOI”, octubre de 2008.

[1] Chicago University Press, 1976.

[2] Nos referimos a “La necesidad de un enfoque fenomenológico para The Sensory Order de Hayek”, en NOMOI, Revista Digital sobre Epistemología, Teoría del Conocimiento y Ciencias Cognitivas, (2008), 1, pp. 15-19, en http://www.ufm.edu>, y “Paradigma de la información vs. paradigma del conocimiento”, en NOMOI, Revista Digital sobre Epistemología, Teoría del Conocimiento y Ciencias Cognitivas (2008), 2, pp. 17-21, en http://www.ufm.edu,

[3] Ver Koyré, A.: Del mundo cerrado al universo infinito [1957], S. XXI, 1998, p. 255.

[4] Decimos eso por su teoría del mundo 3. Ver  Popper, K.: El universo abierto; Tecnos, Madrid, 1986; Conocimiento objetivo; Tecnos, Madrid, 1988; Sociedad abierta; universo abierto; Tecnos, Madrid, 1984; El cuerpo y la mente (Paidós, 1997), y Popper, K, y Lorenz, K.: O futuro esta aberto; Fragmentos, Lisboa, 1990.

[5] Nos referimos a Weber, M.:  The Methodology of the Social Sciences; The Free Press of Glencoe, Illinois, 1949.

[6] Ver al respecto Crespo, R.: La crisis de las teorías económicas liberales; Fundación Banco de Boston, Buenos Aires, 1998.

[7] Leocata, F.: Estudios sobre fenomenología de la praxis. Proyecto, Buenos Aires, 2007.

[8] Ver Gilson, E.: La filosofía en la Edad Media; Gredos, Madrid, 1976.

[9] Ver Suma Contra Gentiles (Ediciones diversas); Libro II, caps. 50, 51, 55.

[10] Ver Kenny, A.: La metafísica de la mente, Paidós, 2000, y Aquinas on Mind, Routledge, 1993.

[11] Nos referimos sobre todo al primer Husserl: Investigaciones lógicas [1900]; Alianza Ed., 1982 (libros I y II).

[12] Contra Gentiles, II, 49.

[13] Ver Stein, E.: La fenomenología de Husserl y la filosofía de Sto. Tomás de Aquino [1929], en La pasión por la verdad, Bonum, Buenos Aires, 1994; Introducción, traducción y notas de  Andrés Bejas.

[14] Ver Suma Teológica (ediciones diversas), I, Q. 75 a 79.

[15] Op.cit. I, Q. 86, a. 1.

[16] Ver Bunge, M.: El problema mente-cerebro, Tecnos, 1988.

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor en las Universidades Austral y Cema. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Publica como @gabrielmises

Pensamientos en torno a la conciencia moral

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 25/3/2en: https://www.infobae.com/opinion/2023/03/25/pensamientos-en-torno-a-la-conciencia-moral/

Si los humanos fuéramos solo un conjunto de moléculas estaríamos determinados por los respectivos nexos causales inherentes a la materia por lo que no habría posibilidad de ideas autogeneradas, de revisar nuestras propias conclusiones, no tendría sentido la responsabilidad individual, ni la moral ni la misma libertad puesto que no habría tal cosa como libre albedrío

Sigmund Freud (1856 - 1939)

Sigmund Freud (1856 – 1939)

La conciencia tiene dos interpretaciones, la primera alude al reconocimiento de algo, a percatarse, a darnos cuenta de tal o cual cosa, mientras que la segunda remite a lo moral que en la parla común apunta a lo que se conoce habitualmente como “la voz de la conciencia” que escarba y explora lo que está bien y lo que está mal que ha sido tratado desde Aristóteles en cuanto al sentido de lo moral y lo inmoral o amoral y desde los estoicos se estudia la moral como una consecuencia de lo racional que luego fue precisado por autores como Adam Smith en La teoría de los sentimientos morales.

La moral es normativa, no describe sino que prescribe, no trata de lo que fue o lo que es sino de lo que debe ser. Una sociedad libre se basa en el respeto recíproco, en el reconocimiento de derechos como propiedades innatas del ser humano, generalmente denominados derechos naturales. En este contexto la moral puede verse en dos planos. El primero se refiere a las relaciones interpersonales que se circunscriben a la consideración por el derecho de cada cual y en un plano intrapersonal que es facultad de cada uno actualizar las potencialidades en busca del bien.

En este sentido, resulta pertinente precisar que a cada derecho corresponde la obligación de respetar la vida, la libertad y la propiedad lo cual no se condice con la imposición de pseudoderechos que implican arrebatar el fruto del trabajo ajeno.

Resulta de gran trascendencia percatarse que los seres humanos los caracteriza los estados de conciencia, la mente o la psique que no son materiales, es decir, la condición humana significa que no somos solo kilos de protoplasma, como queda dicho tenemos vida espiritual que se integra pero se diferencia de la materia. Si fuéramos solo carne y hueso, si fuéramos solo un conjunto de moléculas estaríamos determinados por los respectivos nexos causales inherentes a la materia por lo que no habría posibilidad de ideas autogeneradas, de revisar nuestras propias conclusiones, en rigor no habría posibilidad de proposiciones verdaderas y falsas, no tendría sentido la responsabilidad individual, ni la moral ni la misma libertad puesto que no habría tal cosa como libre albedrío. Seríamos loros, loros complejos pero loros al fin.

Antes he escrito sobre las más destacadas referencias bibliográficas en la materia pero en esta oportunidad hago un resumen muy telegráfico del asunto. Howard Robinson escribe que un profesional experto en anatomía puede describir al detalle la composición física de una persona pero no puede acceder a información solo reservada al sujeto como son sus sentimientos y pensamientos. John Eccles dice que “uno no se involucra con un argumento racional con un ser que sostiene que todas sus respuestas son actos reflejos”. Nathaniel Branden sostiene que “Una mente que no es libre de verificar y validar sus conclusiones, una mente cuyo juicio no es libre, no tiene modo de distinguir lo lógico de lo ilógico.” Roger W. Sperry apunta que “El fenómeno de la conciencia está concebido para interactuar y en gran medida gobernar los aspectos histoquímicos y fisiológicos del proceso cerebral.” Karl Popper insiste en que “Quien diga que todas las cosas ocurren por necesidad no puede criticar al que diga que no todas las cosas ocurren por necesidad ya que ha de admitir que la afirmación también ocurre por necesidad” y Max Planck, Antony Flew y John Hospers muestran las diferencias entre causas y motivos.

Entonces la conciencia moral es inseparable de la condición humana. El materialismo filosófico o determinismo físico opera a contracorriente de esta aseveración, una posición lamentablemente muy extendida en diversos campos del conocimiento, por ejemplo en la psicología que si bien se define como el estudio de la psique hay profesionales que la niegan. También hay penalistas imbuidos del determinismo que en consecuencia argumentan a favor de no castigar a los delincuentes porque no son responsables de lo que hacen. Hay economistas nada menos en línea con la teoría de la decisión que niegan el libre albedrío. Incluso hay autores que en otros campos han realizado contribuciones de peso pero rechazan el referido cimiento de la libertad como Steven Pinker.

También he escrito antes sobre Sigmund Freud pero al abordar la conciencia moral se hace necesario nuevamente aunque más no sea presentar un resumen telegráfico de este autor tan relevante para nuestro breve estudio. Sin duda, igual que lo que sucede con prácticamente todos los autores de renombre, Freud ha realizado aportes que han sido útiles para variados fines, por ejemplo, su preocupación para que personas que reprimen en el subconsciente hechos e imágenes que estiman inconvenientes puedan asumir los problemas y ponerlos en el nivel del conciente. También fue quien inició el método de asociación de ideas recurriendo al per analogiam incluso para la interpretación de sueños apartándose de una estricta exégesis e internándose en una suerte de hermenéutica onírica y de los sucesos de la vida en general.

Pero estos dos ejemplos resultan controvertidos puesto que hay quienes sostienen que muchas veces la llamada “represión” constituye un mecanismo de defensa para evitar daños mayores y que solo es constructivo que afloren los problemas si efectivamente pueden resolverse y no simplemente por el mero hecho de sacarlos a luz. A su vez, hay quienes sostienen que la interpretación analógica de diversos sucesos conduce a conclusiones tortuosas y equivocadas cuando, en verdad, una interpretación directa (o, si se quiere, literal) conduce a un mejor entendimiento de lo que se analiza.

Resulta muy difícil juzgar in toto a un escritor y cuanto mayor es la cantidad de sus obras, naturalmente mayor es la dificultad. Para emitir una opinión sobre un autor generalmente se alude a lo que se estima es el eje central de su contribución. De todos modos, no siempre es fácil la tarea puesto que en algunos casos se entremezclan en los aportes aspectos considerados positivos y negativos.

En el caso de Sigmund Freud nos parece muy apropiado e ineludible citar algunos de sus pensamientos para arribar a conclusiones rigurosas respecto a la conciencia moral. Por ejemplo, en Problemas de la civilización sostiene que, en el ser humano, debe “descartarse el principio de una facultad originaria y, por así decirlo, natural, apta para distinguir el bien del mal”, mas aún, en Tótem y tabú escribe que “las prohibiciones dictaminadas por las costumbres y la moral a las que nosotros obedecemos, tienen en sus rasgos esenciales cierta afinidad con el tabú primitivo” y, en el mismo libro, afirma que la negación de las relaciones incestuosas constituye “la mutilación más sangrienta, quizás, que se ha impuesto en todos los tiempos a la vida erótica del ser humano”.

Esto va para la moral y las costumbres pero también la emprende contra el sentido mismo de libertad a que nos venimos refiriendo, por ejemplo, en su Introducción al psicoanálisis donde se refiere a “la ilusión de tal cosa como la libertad psíquica […] eso es anticientífico y debe rendirse a la demanda del determinismo cuyo gobierno se extiende sobre la vida mental”. Al decir de C.S. Lewis, esta perspectiva, que convertiría al ser humano en meras máquinas, significaría “la abolición del hombre”, una posición -la de Freud- que adhiere al materialismo filosófico o determinismo que aquí comentamos.

En el epílogo al tercer tomo de su Derecho, legislación y libertad Friedrich Hayek escribe: “Creo que la humanidad mirará nuestra era como una de supersticiones básicamente conectadas con los nombres de Karl Marx y Sigmund Freud. Creo que la gente descubrirá que las ideas más difundidas del siglo XX -aquellas de la economía planificada basada en la redistribución, manejada por arreglos deliberados en lugar del mercado y el dejar de lado las represiones y la moral convencional y seguir una educación permisiva- estaban basadas en supersticiones en el más estricto sentido de la palabra”.

Hans Eyseneck señala en Decadencia y caída del imperio freudiano que “lo que hay de cierto en Freud no es nuevo y lo que es nuevo no es cierto”. Thomas Szasz y Richard LaPierre llegan a la misma conclusión en La ética del psicoanálisis y La ética freudiana respectivamente. Ronald Dabiez en su voluminoso tratado El método psicoanalítico y la doctrina freudiana señala que las ideas que Freud no comparte las considera “neurosis”, lo cual abre las puertas a peligrosas persecuciones bajo el manto del “tratamiento”. Por ejemplo, Dabiez explica que “la actitud de Freud frente a las creencias religiosas ha evolucionado en el sentido de una hostilidad cada vez más acentuada, al menos por la frecuencia de sus manifestaciones, puesto que, para Freud, la equiparación fundamental de la religión a la neurosis obsesiva se encuentra desde 1907″.

Entre las 673 páginas de una de las obras de Richard Webster titulada Why Freud Was Wrong, leemos que “Freud estaba convencido que la mente podía y debía describirse como si fuera parte de un aparato físico […] Freud no realizó ningún descubrimiento intelectual de sustancia […], sus hábitos de pensamiento y su actitud frente a la investigación científica están lejos de cualquier método responsable de estudio”. De este libro escribe James Liberman en el Journal of the History of Medicine que “hasta donde yo sé, es el mejor tratamiento del tema tanto en contenido como en estilo.”

Por otra parte, Lecomte du Noüy destaca en Human Destiny que “de arriba abajo en toda la escala, todos los animales, sin excepción, son esclavos de sus funciones fisiológicas y de sus hormonas y secreciones endoctrinales” pero, con el hombre, “aparece una nueva discontinuidad en la naturaleza, tan profunda como la que existe entre la materia inerte y la vida organizada. Significa el nacimiento de la conciencia y de la libertad […] La libertad no solo es un privilegio, es una prueba. Ninguna institución humana tiene el derecho de privar al hombre de ella”. De cada uno de nosotros depende el resultado de esa prueba y no de pseudodeterminismos del profesor vienés de marras que estarían fuera del ámbito humano.

Lo dicho no es para nada una refutación al psicoanálisis en general ni tampoco pretende negar valiosas ayudas de la psicología al efecto de entender los eventuales problemas de algunas personas y la psiquiatría que apunta a resolver las distorsiones en los neurotransmisores y desajustes químicos en general para lo que Freud en gran medida fue un pionero, de lo cual, como queda dicho, no se desprende que sus conclusiones en buena parte de la materia abordada sean pertinentes ni estén exentas de contradicciones y derivaciones inconvenientes como las señaladas en el presente análisis.

Por todo lo consignado debe subrayarse que la conciencia moral inexorablemente implica la psique como parte sustancial del ser humano de lo cual se deriva el libre albedrío, lo contrario convertiría la libertad en mera ficción.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Lo peor es la estupidez: una nota al pie

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 2/4/22 en: https://www.infobae.com/opinion/2022/04/02/lo-peor-es-la-estupidez-una-nota-al-pie/?utm_medium=Echobox&utm_source=Twitter#Echobox=1648896960

Hoy en día, la mayoría siente la necesidad de ajustarse a los demás. Hay pereza y temor por pensar distinto. Hay inseguridad y debilidad interior. Es inconcebible ir contra la corriente

Giovanni Papini

Hay un libro maravilloso que se titula Historia de la estupidez humana cuyo autor es Paul Taboi y que lleva prólogo de Richard Armour, el que escribió Todo comenzó con Marx, que abre con la sugerencia de sustituir el título marxista de Das Kapital por Quitas capital. En todo caso en el prólogo de referencia Armour escribe que “Algunos nacen estúpidos, otros alcanzan el estado de estupidez y hay individuos a quienes la estupidez se les adhiere. Pero la mayoría son estúpidos no por influencia de sus antepasados o de sus contemporáneos. Es el resultado de un duro esfuerzo personal” y más adelante concluye que la estupidez resulta del amor “a las ceremonias, las complicaciones del burocratismo, las complicaciones no menos ridículas del aparato y la jerga, la fe humana en los mitos y la incredulidad ante los hechos.”

Por su parte el autor del libro le dedica un capítulo titulado “La estupidez del papeleo” donde nos dice que “Por lo que se refiere a la burocracia, la adquisición de autoridad muy frecuentemente determina la pérdida de la inteligencia, la atrofia de la mente y un estado crónico de estupidez […], las oficinas gubernamentales son viveros de estupidez” incluso “la burocracia crea un lenguaje burocrático.”

El diccionario asimila la estupidez a la presunción y la vanidad. No se trata de un problema físico sino de una visión errada y torpe del mundo, se trata de un conjunto de contravalores y de una mirada obnubilada y separada de toda razonabilidad. Está parida del desconcierto y de una imperdonable subestimación a las autonomías individuales del prójimo.

En este sentido Giovanni Papini, mi cuentista favorito, destaca que los siete pecados capitales derivan de la soberbia, la presunción y la vanidad. Escribe en una de sus múltiples ficciones (no siempre tan ficciones) que “el soberbio no tolera ser contrariado, el soberbio se siente ofendido por cualquier obstáculo y hasta por la reprensión más justificada, el soberbio siempre quiere vencer y superar a quien considera inferior a él […] El soberbio no concibe que cualquier otro hombre pueda tener cualidades o dotes de las que él carece; el soberbio no puede soportar, creyendo estar por encima de todos, que otros estén en lugares más altos que él”.

Por mi parte, aplico esta premisa general de Papini al terreno de la relación entre gobernantes y gobernados. Gobernar significa mandar y dirigir. Leonard E. Read nos enseña que, para mayor precisión, se debería haber recurrido a otra expresión, porque hablar de gobernante sería tan inapropiado como denominar al agente de seguridad de una empresa “gerente general”, ya que la función del monopolio de la fuerza es velar por los derechos de las personas y no regentearlas.

Pero resulta que los primeros mandatarios han mutado en primeros mandantes y, en lugar de proceder como efectivos agentes de seguridad de los derechos, los conculcan, con lo que se cumple la profecía de Aldous Huxley en su terrorífica antiutopía, en la que muchos piden ser sometidos, para desgracia de quienes mantienen su integridad y autoestima (lo cual es infinitamente peor que el Gran Hermano orwelliano).

¿Cómo es posible que los humanos tengamos la inmensa bendición del libre albedrío y en muchos casos se la usa para aplastar a los vecinos vía aparatos estatales desbocados? ¿No deberíamos reconsiderar las sandeces del estatismo y retornar a la sensatez y así dejar en paz a los congéneres?

Hay otro libro muy jugoso que se titula Prontuario de la estupidez humana de Henry Louis Menken que lleva prólogo de Fernando Savater, allí el autor nos dice que al gobierno “se lo juzga no como un equipo de ciudadanos que han sido elegidos para cuidar de los asuntos comunitarios de toda la población, sino como una corporación separada y autónoma que se consagra principalmente a explotar a la población en beneficio de sus propios miembros […] se trata simplemente de bribones que por un azar de la ley gozan de un derecho bastante dudoso de compartir las ganancias de sus prójimos.”

Se hace necesario comprender que cada vida es sagrada y que exige respeto, solo es pertinente el uso de la fuerza cuando hay lesiones de derechos. Y dicho sea de paso el derecho es la facultad de usar y disponer de lo propio, en primer lugar la vida, luego la expresión del propio pensamiento y finalmente lo adquirido legítimamente. La antítesis del derecho es la pretensión de apropiarse del fruto del trabajo ajeno, esto es un pseudoderecho que es habitualmente declamado por los mandamases de turno con lo que se destruyen marcos institucionales civilizados.

A esta altura del siglo XXI no hay pretexto para desconocer las pobrezas y miserias, las matanzas, las hambrunas, las persecuciones y la abolición de la Justicia y la libertad de prensa en regímenes autoritarios. La libertad se basa en una concepción eminentemente moral que deriva en progreso al liberar la energía creativa. Los monigotes del poder deben ser combatidos en el terreno de las ideas para dejar al descubierto la desfachatez de sus designios. A esta altura ya no debería prender el discurso hipócrita y mentiroso de los estatistas que todo se lo llevan puesto. Son como el rey Midas al revés, todo lo que tocan lo prostituyen. Por ello resulta de tanta trascendencia preservar los genuinos valores de la democracia cuyo aspecto medular estriba en el cuidado de los derechos individuales para evitar caer en las fauces de la cleptocracia, es decir el gobierno de los ladrones de sueños de vida, de libertades y propiedades.

Tengamos siempre presentes reflexiones como las de Mark Twain en cuanto al peligro de caer en la trampa de una discusión inapropiada que consume energía inútilmente por lo que aconseja que “nunca discutas con gente estúpida, te arrastrarán a su nivel” y Gustav Le Bon en el contexto de la manía de las aglomeraciones recuerda que “en las multitudes lo que se acumula no es el talento sino la estupidez”. Y sobre todo Cicerón subraya la diferencia de la estupidez respecto a un error del cual nadie está exceptuado y advierte sobre el empecinamiento en repetirlos que en la parla convencional es lo que se dice tropezar siempre con la misma piedra: “Cualquier hombre puede cometer un error, solo un estúpido sigue haciendo lo mismo.”

En otra ocasión me he referido a Zelig, otra de las producciones de Woody Allen en la que se representaba a un fulano que carecía de timón interior y que todo lo operaba según lo que decían, hacían o pensaban a quienes tenían en su cercanía. Es lo que en gran medida ocurre hoy en día. La mayoría siente la necesidad de ajustarse a los demás. Se renuncia a la individualidad, a lo más distintivo y precioso que tiene el ser humano: su unicidad en toda la historia de la humanidad. Se amputa de su tesoro más valioso. Deja de ser para ser los demás. Hay pereza y temor por pensar distinto. Hay inseguridad y debilidad interior. La responsabilidad lo abruma, prefiere endosar las decisiones al grupo. Abdica de su persona y se incorpora a la manada. No tiene voz sino que es eco. Es inconcebible ir contra la corriente. Se masifica. Tiene que ser parte del coro. Es un masoquismo moral. Se entrega a la nada.

Estos personajes que padecen el síndrome Zelig, necesitan de un gurú, de un caudillo, de un líder puesto que son incapaces de liderar sus propias vidas. Los sistemas educativos de nuestro tiempo se encaminan a la guillotina horizontal, es decir al igualitarismo donde en gran medida los profesores no enseñan a pensar sino a repetir.

En otra ocasión también he recordado aquél célebre experimento donde se acuerda con un grupo al que se deja afuera una persona para que todos digan que frente a una serie de barras de distinto tamaño que la más chica es la más grande. Así se invita a la persona que no está al tanto de lo acordado por los demás y comienza la sesión. En una primera rueda naturalmente el extraño al grupo se pronuncia por la verdad de lo que ve y queda sorprendido por la opinión de todos los otros. Se suceden distintas ruedas y finalmente el sujeto se rinde y opina como los demás al sostener algo que no se condice con lo que está viendo. Es para probar la inclinación a ceder ante la opinión de los demás. Es raro el caso de quien se mantiene en su posición en cuanto a lo que considera verdadero en estos reiterados experimentos.

Por supuesto que no se trata de encapricharse en lo que uno primero piensa y machacar con la idea. Hay que estudiar y contrastar las propias conclusiones a los efectos de pulir las ideas lo más que se pueda. Este es un proceso que no tiene término. Como nos ha enseñado Popper, el conocimiento tiene la característica de la provisionalidad sujeta a refutaciones a la vuelta de cada esquina, solo hay corroboraciones que marcan un estadio en el peregrinaje en busca de verdades en que sostenernos. Pero a lo que me refiero en esta nota es al miedo de pararse contra la corriente, a la mentira a sabiendas para quedar bien con otros. A la cobardía moral.

La estupidez también se esconde tras los celos por el éxito de otro, envidiosos a su vez encubiertos en la fachada de una supuesta admonición en verdad malparida que a todas luces descubre la intención maloliente. Inclusive han aparecido ejercicios talibanescos que pretenden encerrar a otros en la jaula de determinadas inclinaciones sexuales y un ateísmo militante, agresivo y excluyente que apunta al establecimiento de una guillotina horizontal sin tener la menor idea en qué consiste una sociedad abierta con apreciaciones personales muy diversas alejadas de dogmas que pretenden imponer aquellos fantoches que responden al más crudo, retrógrado y cavernario espíritu sectario. Todos los proyectos de vida deben ser respetados excepto la lesión de derechos de terceros. El tontaje no tiene límites, como escribió Einstein: “Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y del universo no estoy seguro.”

Sin duda que los hay que no se ubican en la categoría de la estupidez sino que fruto del adoctrinamiento no han tenido la oportunidad de beber en otras fuentes por lo que es necesario redoblar esfuerzos docentes al efecto de llegar a mentes nobles para que puedan sacar sus propias conclusiones sin propagandas nefastas que nublan la visión. Pero a los necios megalómanos hay que sustituirlos por reflexiones que se condicen con el respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros, en esto consiste el respeto recíproco que es la columna vertebral de la sociedad libre.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

«Freedom» y «Liberty»

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 25/1/22 en: https://www.laprensa.com.ar/511580-Freedom-y-Liberty.note.aspx

Se han escrito muchos ensayos sobre el significado de estas dos palabras que aparecen en el título de esta nota. Tienen connotaciones diferentes, una sutileza idiomática que no existe en castellano. Tal vez sea por lo que escribe Borges en cuanto a que «el inglés tiene la ventaja de no contar con una academia de la lengua» lo cual hace que el Webster’s cuente con muchos más vocablos que el Diccionario de la Real Academia Española. Como es sabido, el lenguaje surge de un proceso evolutivo y espontáneo que viene desde abajo y no de una construcción, diseño o ingeniería social (salvo el Esperanto que resulta en un esperpento).­

`Freedom’ remite a la condición natural del ser humano, a su libre albedrío. Trata de su naturaleza interna. Incluso como destaca Viktor Frankl, en un campo de concentración la persona mantiene su capacidad de libre albedrío, así puede pensar o no pensar, comer o no comer etc. `Liberty’ en cambio se refiere a las relaciones interpersonales, que como apunta Friedrich Hayek alude a «la ausencia de coacción por parte de otras personas». Una persona encarcelada no tiene `liberty’ pero mantiene su condición de `freedom’. La primera expresión se refiere a una condición social, en cambio la segunda apunta a una condición psicológica.­

Buttler Shaffer resume la idea: «`Freedom’ es la condición que existe en la mente del ser humano. Es su estado de integridad», no así `liberty’ que, como queda dicho, se refiere a la naturaleza de las relaciones sociales en un sistema abierto con marcos institucionales civilizados. Dicho sea de paso, en no pocas oportunidades se confunde la libertad en el sentido de las ciencias sociales para aplicarlo a territorios del todo impropios. Por ejemplo, no tiene sentido decir que no somos libres porque no podemos bajarnos de un avión en pleno vuelo o no somos libres porque no podemos ingerir arsénico sin sufrir las consecuencias. Estas dos acepciones proceden una de la física y la otra de la biología que nada tiene que ver con las relaciones sociales.­

También se ha dicho que los pobres no son libres pues ven restringidos sus consumos, lo cual también confunde aspectos cruciales. Ser muy pobre es una desgracia pero no tiene que ver con la libertad, de lo contrario deberíamos decir que todos nuestros ancestros no eran libres debido a su pobreza ya que todos provenimos de las cuevas, o también, debido a que todos somos pobres o ricos según con quien nos comparemos, en última instancia no habría tal cosa como la libertad. En este contexto, Thomas Sowell señala que la constipación es una desgracia pero tampoco tiene nada que ver con la libertad.­

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ETIMOLOGIAS­

La palabra `freedom’ tiene origen germánico (`vridom’), mientras que `liberty’ tiene raíz normanda de allí que en francés es ‘liberté’ y también origen latino (`liberatem’). El tema es de gran interés puesto que permite distinguir dos planos bien distintos del análisis: por una parte la condición humana del libre albedrío y por otra el indispensable oxígeno para vivir en sociedad y permitir no solo el respeto recíproco sino liberar las energías creativas al efecto del mayor progreso moral y material que las circunstancias permitan.­

El asunto no es sencillo y no está exento de controversias puesto que en la parla convencional `to be free’ es proceder en concordancia con `liberty’ lo cual confunde y superpone planos, de allí es que muchas veces se emplean los términos como si fueran sinónimos. De todos modos, la distinción gramatical es pertinente puesto que ayuda a mirar el tema desde distintos ángulos lo cual complementa el estudio en estos campos tan vitales para nuestra supervivencia y tan poco comprendidos por megalómanos que pretenden imponer el manejo de vidas y haciendas ajenas.­

En lo personal había leído varios de los trabajos que marcan las distinciones que venimos consignando, pero me surgió nuevamente en un primer plano la cuestión debido a que Solana Colombres -quien me había realizado una entrevista hacía poco tiempo- estaba de visita en Washington DC y me escribió consultando sobre estas dos palabras que veía esculpidas en diversos frontispicios y escritas en documentos de la época por los Padres Fundadores de esa nación, con lo que repasé lo que hemos comentado fugazmente en esta nota periodística.­

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

El supuesto de un universo paralelo: una nota

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 22/8/2en:: https://www.laprensa.com.ar/505607-El-supuesto-de-un-universo-paralelo-una-nota.note.aspx

Mark Zuckerberg planea que en unos años la gente pueda con unas gafas viajar, comunircarse con personas vivas o muertas y viajar en el tiempo.

Mark Zuckerberg -el creador de Facebook- sugiere que dentro de unos cinco años podrá concretar la posibilidad que la gente se calce unas gafas a través de las cuales podrá de modo virtual viajar, simular la comunicación con terceras personas vivas o muertas, retroceder en la historia o navegar en el futuro y participar de todo tipo de experiencias gratificantes. Es decir, fabricar un universo paralelo que el autor denomina metaverso que consiste en una denominada realidad virtual.

Aunque esto parece lejano en el tiempo, es de interés meditar sobre el asunto. En primer lugar y ante todo hemos aludido a la denominada realidad virtual porque lo real es lo que se opone a lo imaginario, ilusorio o inexistente, por tanto la expresión realidad virtual constituye una contradicción en los términos.

Entonces viene el asunto de fondo. El ser humano es la única especie conocida que tiene la facultad del libre albedrío y la consiguiente responsabilidad individual. Las demás especies no actúan, reaccionan, no proceden de acuerdo a propósitos deliberados de elaboración en cuanto a la relación fines y medios en el contexto de la racionalidad, por lo que en las otras especies carece de significación atribuirles moralidad y la consiguiente responsabilidad.

LA NO EXISTENCIA

Ahora bien, no parece consistente con lo expresado que el fin del ser humano sea darle la espalda a la realidad y vivir en la pura fantasía, es decir, navegar en la no realidad sin reconocer sentido alguno a la vida y en verdad renunciar a una vida humana que, en su lugar, decide sustituir por la flotación en lo no real, en otros términos, apuntar a una no existencia. 

Es similar a lo que sucede con los que recurren a drogas alucinógenas para usos no medicinales, a saber, salirse de la vida para internarse en una ilusión en este caso vía la adulteración de los sentidos, es decir, operar como si fuera un trozo de carne que hay que engañar. Triste destino para quienes cuentan con el atributo de la libertad de elección, en otras palabras, elegir no elegir sino simular.

El juego o el pasatiempo siempre se consideró lo contrario al trabajo, una diversión, o sea, divertir, separar o diferenciar de la ruta central. La simulación era un entretenimiento para niños para distraerlos pero ahora resulta que no solo algunos adultos toman en serio la necesidad de fingir sino que la consideran una forma de vida. Fingir que se vive no parece conducente a la actualización de nuestras potencialidades sino más bien a renegar de ellas. Una cosa es el necesario y refrescante recreo y otra bien diferente es convertir la vida en un recreo de ella misma.

APOYO LOGISTICO

Las inmensas bendiciones de la tecnología deben aprovecharse para hacer de apoyo logístico a los propósitos humanos pero no para sustituirlos. Las apariencias no deben confundirse con la realidad. Es cierto que a veces la expresión virtualidad se utiliza inocentemente como opuesta a presencialidad, por ejemplo, cuando se dictan clases por aulas virtuales. Este empleo en nada contradice la realidad: en este caso es real que se dictan clases a distancia a través de dispositivos electrónicos, lo mismo que puede decirse metafóricamente que se mantiene un contacto telefónico a través de una conversación como si fuera presencial. Estos ejemplos no pretenden sustituir la realidad, convierten la relación en una realidad distinta, no hay ficción, simulación, engaño o irrealidad.

Nada habría que objetar de aquella mal llamada realidad virtual si se empleara como distracción y pasatiempo, pero como queda dicho el problema irrumpe cuando se pretende sustituir la realidad y enmascararla. De más está decir que en una sociedad libre todas las conductas deben ser respetadas mientras no de produzcan lesiones al derecho, nuestros comentarios apuntan a reflexionar sobre el sentido o sinsentido de la vida.

Clives Staples Lewis en su Cartas de Screwtape escribe que el personaje «recomienda a su sobrino que se mantenga apartado de la realidad», lo cual vuelve a subrayan en La abolición del hombre a los efectos de subrayar los peligros del relativismo y el empeño por alejarse de la verdad. En el caso que nos ocupa de la denominada realidad virtual, se esfuma la distinción entre proposiciones verdaderas y falsas en el contexto de la búsqueda de juicios que se correspondan con el objeto juzgado.

La tecnología puede utilizarse bien o mal. Desde el martillo en adelante que puede servir para romperle la nuca al vecino o para clavar un clavo, todas las maravillas tecnológicas de los últimos tiempos ayudan de modo exponencial al ser humano para lograr sus objetivos legítimos, aunque, reiteramos, puede también utilizarse para que los aparatos estatales controlen aun más a las personas y atropellen sus derechos o proceder a intervenciones quirúrgicas obligatorias para degradar al ser humano, pesadillas que se han descripto una y otra vez a partir del Gran Hermano orwelliano y similares.
Termino con una chanza respecto al bautismo de metaverso con que abrimos esta nota: como se dice en criollo, en definitiva la irrealidad propuesta «es puro verso», de eso trata el meta-verso.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Los derechos son siempre humanos

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 26/7/2en: https://www.laprensa.com.ar/504606-Los-derechos-son-siempre-humanos.note.aspx

De un tiempo a esta parte se recurre a una grotesca redundancia en la parla que se ha tornado convencional y es la referencia a los «derechos humanos» sin percatarse que los derechos no son minerales, vegetales ni animales son necesariamente humanos.

Esto es así debido a las siguientes razones fundamentales. En primer lugar, el sujeto de derecho para ser consecuente tiene que contar con libre albedrío, es decir, capacidad de decidir y optar entre distintos medios para la consecución de específicos fines, lo cual incluye la capacidad de defender sus derechos. La condición humana implica la capacidad de distinguir proposiciones verdaderas de proposiciones falsas. Implica inexorablemente la facultad de argumentar, de revisar las propias conclusiones, dar rienda suelta a la posibilidad de ideas autogeneradas, por tanto a la responsabilidad individual por actos y dichos, a la moralidad de su conducta, en otros términos a la libertad que de todas las especies conocidas el ser humano es la única criatura que posee el antedicho libre albedrío que constituye el cimiento y la distinción sobresaliente de su naturaleza, de allí es que se denominan derechos naturales. Del mismo modo que todo tiene sus propiedades y características, el ser humano se diferencia por lo dicho.

A partir de la fecundación de óvulo hay un ser humano en acto, en potencia de contar con otras características a medida que se desarrolla, del mismo modo que todos estamos en potencia de muy distintos aspectos en el transcurso de nuestras vidas. En este sentido la Academia Nacional de Medicina de nuestro medio ha declarado en su plenario del 30 de septiembre de 2010: «Que el niño por nacer, científica y biológicamente es un ser humano cuya existencia comienza al momento de su concepción […] Que destruir un embrión humano significa impedir el nacimiento de un ser humano. Que el pensamiento médico a partir de la ética hipocrática ha defendido la vida humana como condición inalienable desde la concepción. Por lo que la Academia Nacional de Medicina hace un llamado a todos los médicos del país a mantener la fidelidad a la que un día se comprometieron bajo juramento».

Un embrión humano contiene la totalidad de la información genética: ADN o ácido desoxirribonucleico. En el momento de la fusión de los gametos masculino y femenino -que aportan respectivamente 23 cromosomas cada uno- se forma una nueva célula compuesta por 46 cromosomas que contiene la totalidad de las características del ser humano. Quienes mantienen que en el seno materno no se trataría de un humano del mismo modo que una semilla no es un árbol, confunden aspectos cruciales. La semilla pertenece en acto a la especie vegetal y está en potencia de ser árbol, del mismo modo que el feto pertenece en acto a la especie humana en potencia de ser adulto. Por lo consignado el llamado aborto es homicidio en el seno materno. La imposibilidad momentánea del feto de ejercer sus derechos naturales no modifica su condición humana, del mismo modo que ocurre con el adulto en coma o discapacitado lo cual no cambia su naturaleza humana puesto que se trata de accidentes o de meras circunstancias transitorias.

ESPIRITU DAÑINO Y CRUEL

Ahora bien, del hecho que el ser humano es la única especie conocida sujeta a derecho y capaz de defenderlo no quita el cuidado de otras especies y que sea reprobada su destrucción o maltrato (a menos que se trate de bacterias que si no son destruidas terminarían con los humanos o la liquidación de cucarachas por una cuestión elemental de higiene). También se matan animales como alimento y se liquidan plantas y se talan árboles para diversos propósitos de subsistencia. De todos modos, el sufrimiento innecesario a animales muestra un espíritu dañino y cruel que debe ser contrarrestado por espíritus nobles.

Pero los animales no son sujetos de derecho: si un elefante destruye mi jardín no lo puedo llevar a tribunales para que responda por sus actos, el animal pertenece en acto a esa especie y solo está en potencia de desarrollar sus condiciones naturales. Como es sabido, en los animales no hay acción que implica propósito deliberado, sino reacción, es decir, solamente dependen de estímulos físicos (por ello es que Karl Popper ha bautizado la negación del libre albedrío como mero «determinismo físico» incapaz de acción propiamente dicha).

Personalmente con mi mujer nos hemos ocupado con nuestros hijos especialmente de incentivarlos a cuidar y apreciar los animales puesto que estimamos que forma parte esencial de la educación, de modo similar a valorar el significado de árboles y otras manifestaciones de la naturaleza.
Pero el derecho tiene un significado preciso que no puede bastardearse ni usarse livianamente. Hoy en día lamentablemente se recurre al derecho para asimilarlo al pseudoderecho puesto que se ha trocado su significado por el atropello al derecho del vecino. De este modo se pretenden otorgar derechos que implican la usurpación del bolsillo ajeno. Se ha llegado a la sandez de sostener que frente a toda necesidad nace un derecho confundiendo conceptos clave.

NOTABLE DECADENCIA

En esta línea argumental, se declama el «derecho a una vivienda digna», a «un ingreso adecuado», a «cantidades necesarias de vitaminas e hidratos de carbono» y así sucesivamente sin tener en cuenta que estas aspiraciones de deseos de concretarse se traducen inexorablemente en la lesión del derecho del vecino ya que los aparatos estatales nada tienen que previamente no lo hayan succionado de otros. En otras oportunidades he puesto el ejemplo de lo propuesto seriamente hace unos años por la Asamblea Constituyente de Ecuador -una moción que afortunadamente no prosperó- para que se incluyera en la Carta Magna «el derecho de la mujer al orgasmo».

En otros términos, referirse a los derechos es suficiente para evitar el pleonasmo y debe tenerse muy en cuenta que desde que se usa la expresión «derechos humanos» se ha producido una notable decadencia en la interpretación del derecho. Paradójicamente, en general cuanto más se declama sobre «derechos humanos» menos se entiende el significado del derecho a secas por lo que observamos que los aparatos estatales cada vez más atropellan los derechos de los gobernados en lugar de garantizarlos y protegerlos.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Giovanni Papini y la sed del conocimiento

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 10/02/21 enhttps://eleconomista.com.ar/2021-02-giovanni-papini-y-la-sed-del-conocimiento/

Giovanni Papini y la sed del conocimiento

En la edad de la banalización y la superficialidad es del caso recordar a un personaje que se afanó por estudiar y aprender del mundo que lo rodeaba. Se trata de Giovanni Papini (1881-1956) sobre quien Jorge Luis Borges, en prólogo a una de sus obras, escribe: “Fue un lector hedonista, siempre lo movió la dicha de leer, no un apremio de exámenes. El primer objeto de su atención fue la filosofía”.

Papini escribió sobre casi todos los temas concebibles a veces de modo contradictorio en sus posiciones, pero en definitiva un canto a la libertad del individuo. Sostuvo que el problema central del hombre estriba en su soberbia (“la fatal arrogancia”, diría el premio Nobel en Economía Friedrich Hayek). En este sentido consigna que “el soberbio no tolera ser contrariado, el soberbio se siente ofendido por cualquier obstáculo y hasta por la reprensión más justificada, el soberbio siempre quiere vencer y superar a quien considera inferior a él […] El soberbio no concibe que cualquier otro hombre pueda tener cualidades o dotes de las que él carece; el soberbio no puede soportar, creyendo estar por encima de todos, que otros están en lugares más altos que él”.

Y en otro relato se refiere a un encuentro entre el primer hombre -Adán según la alegoría bíblica- que reconoce la culpa de haber comenzado con la cadena de soberbia por aquello de “seréis como dioses” que desembocó en la última manifestación de eso, es decir, un robot denominado WS347926, un aparato que había perdido la humanidad al renunciar al libre albedrío por haber sustituido la espiritualidad por la materia, en lugar de haber subido la vara y aprovechar las ventajas de la tecnología sin afectar la condición humana para no caer en la pesadilla descripta por autores como C. S. Lewis y A. Huxley.

Dejó tres autobiografías “Un hombre acabado” (1912), “Nuevo nacimiento” (1932) y “El pasado remoto” (1953), pero es en la primera donde queda clara su obsesión por el conocimiento. Allí cuenta que no tuvo niñez, siempre solitario y encerrado entre libros que al principio no entendía. Mintió en su edad para poder entrar a una biblioteca pública. “La vida se vive intensamente para ser tolerada”, sostenía. Mantuvo durante su etapa temprana que “los periódicos eran pierdetiempos”, pero más adelante fundó dos: “La Llama” y “El Iconoclasta”, y en el transcurso de su vida posterior lo primero que hacía era leer el diario de la mañana.

Su obsesión lo llevó a intentar la redacción de una enciclopedia, pero no pudo pasar de la primera letra del abecedario pues quedó agotado, lo mismo le ocurrió con la historia que terminó al comenzar con los egipcios (“ahogado por los hechos”), idéntica experiencia con la literatura, la teología y aspectos de la ciencia hasta que calmó su apetito insaciable de “erudito desordenado” con la filosofía que fue “una orgía cerebral” que le permitió gozar de “nuevos hervores” pero concentrado en temas específicos pues declara que “necesito, para enderezarme, que mis raíces agarren en algún sitio”. En otros términos, escribe al final de esta primera referencia autobiográfica que “el título de este libro está equivocado: no estoy acabado”.

Al solo efecto ilustrativo de la notable producción de Papini que abarca seis gruesos tomos de sus obras completas en papel biblia, reproducimos su idea del poder que viene muy al caso en nuestros días de abusos inaceptables que destrozan derechos. Así subraya que “el cetro del rey, el báculo del obispo, el bastón del mariscal, el garrote de los revoltosos, tienen todos, por lo menos como sentido y finalidad, una misma misión: guiar, corregir, amenazar, golpear. Todos los representantes de la autoridad llevan en la mano algo que se parece a un bastón […] en todas partes hombres que quieren ser reverenciados y obedecidos […] Entre las previsiones ´científicas´ que han hecho famoso el nombre de Marx y que han contribuido al éxito de su doctrina, recordemos tres que son el código de su ‘Capital’”.

A continuación refuta las tres predicciones marxistas. La primera en la que se sostuvo que la revolución ocurriría en países capitalistas que “en los tiempos de Marx solo podían ser Inglaterra y Alemania, acaso, en segundo lugar, Norteamérica y Francia. Pero todo el mundo sabe lo que sucedió en 1917; la revolución estalló justamente en uno de los países más atrasados de Europa”.

“La segunda previsión de Marx atañe a los autores y creadores de esta transformación de la sociedad. Marx sostuvo siempre que la revolución sería obra de los mismos trabajadores […] Sucedió en cambio, como todos hemos sido testigos de ello, que esta revolución fue debida a la guía de intelectuales burgueses”. El tercer pronóstico marxista alude a lo que sería la concentración de riqueza en pocas manos pero resulta que “el sistema de las sociedades por acciones ha hecho, como lo vemos en Estados Unidos y en muchos países europeos, que la propiedad está dividida y repartida entre infinito número de ahorradores, entre los cuales no faltan los proletarios”.

En todo caso, en una sociedad libre las diferencias de rentas y patrimonios las decide la gente con sus compras y abstenciones de comprar en el supermercado y afines. Las concentraciones injustas son las que ocurren a manos de empresarios prebendarios que explotan a sus congéneres vía sus cópulas hediondas con el poder de turno y también gobernantes inescrupulosos que roban a manos llenas.

En resumen, Giovanni Papini constituye un ejemplo de perseverancia y de creatividad por lo que salió de la miseria en la que había nacido para ubicarse en el pedestal de los escritores de mayor calibre en el orbe.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

La lotería de la vida y el modo de atenuar la desdicha

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 18/1/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/01/18/la-loteria-de-la-vida-y-el-modo-de-atenuar-la-desdicha/

 

Durante mucho tiempo me he torturado pensando en la suerte que he tenido de haber nacido en las condiciones en que me ha tocado vivir. Podía haber resultado con deficiencias físicas de importancia, podía haber nacido en un remoto y miserable pueblo africano, podía haber nacido en una familia de padres malvados o de progenitores que no contaban con los recursos para enviarme a estudiar, podría haber sufrido accidentes irreversibles, me podrían haber sucedido tantas cosas desagradables que es fácil comprobar que a otros les ocurrieron sin que hayan hecho nada para merecerlo. Por supuesto que como todos he tenido problemas, pero no de la envergadura de otros realmente desdichados.

¿Por qué esta lotería de la vida? ¿A que se debe esta disparidad, estas ventajas o desventajas? En primer lugar debemos concluir que estrictamente la suerte no existe. Incluso cuando se arrojan dados, el resultado es debido al roce con el paño, a la velocidad y ángulo con que fueron arrojados, al peso de los dados, en otros términos se deben a una cadena de nexos causales, no casuales. Más aun solemos decir, por ejemplo, que tuvimos suerte de encontrarnos con fulano o mengana pero en verdad se deben a relaciones causales que no previmos y los motivos que desconocíamos y por eso le endilgamos el rótulo de “suerte” pero no hay tal.

Esto para nada contradice el libre albedrío como característica medular de lo humano. Son dos planos distintos. No estamos determinados. El premio Nobel en física Max Planck y los filósofos John Hospers y Antony Flew explican que debemos distinguir entre causas en el mundo material y motivos en la mente humana, de lo contrario, como también subrayan el filósofo de la ciencia Karl Popper y el premio Nobel en neurofisiología John Eccles, no habría tal cosa como argumentación, ideas autogeneradas, proposiciones verdaderas y falsas, responsabilidad y moral.

Una vez despejado lo anterior nos percatamos de que solo hemos cambiado la formulación de la pregunta pero no modificamos nada esencial. En otros términos nos debemos entonces preguntar y repreguntar por qué se dieron las concatenaciones causales que se dieron y no otras. En resumen, estamos en las mismas.

No vamos a poder contestar a este interrogante porque no somos omniscientes, somos ignorantes y limitados. Nos esforzamos en la incorporación de nuevos conocimientos pero no podemos tener la arrogancia de prender ser más que humanos pues la soberbia no nos llevará a buen puerto.

Entonces dadas las cosas como son en la naturaleza la pregunta relevante consiste en interrogarnos acerca de cuál es la manera de sacar el mejor provecho posible de lo que es, no lo que nos imaginamos que debiera ser. Pero antes de pasar a las dos vertientes que se presentan en las relaciones sociales, es menester que resulte claro que una parte sustancial de lo que nos ocurre se debe a nuestra responsabilidad, es como me dijo en una oportunidad mi entrañable amigo José Ignacio García Hamilton: “Lo importante en la vida no es lo que a uno le sucede sino como uno administra lo que le sucede”.

Entonces se abren aquí dos líneas posibles en el contexto social. Veamos la primera sugerida que analicé hace mucho tiempo en mi libro Socialismo de mercado. Ensayo sobre un paradigma posmoderno a la que ahora menciono muy parcial y telegráficamente y solo referida a dos de los once autores que analizo en ese libro. Se trata de Ronald Dworkin y John Rawls quienes son los autores que con mayor énfasis y difusión académica han tenido con la intención de remediar vía el gobierno los efectos de las desdichas de otros. La segunda línea argumental que exploramos queda patente a medida que glosamos y comentamos las tesis de los dos profesores mencionados y que sintetizo en la reflexión final.

En A Matter of Principle Dworkin modifica radicalmente el principio universal de la igualdad ante la ley por el “principio de igual preocupación” de los gobernados por parte de los aparatos estatales basado en una errada noción de las externalidades positivas, por ejemplo, cuando se financia coactivamente la música sin percatarse de los resultados negativos de quienes se ven privados del fruto de su trabajo por la fuerza. Escribe este autor que las entregas de recursos a los más débiles puede aparecer como perjudicial pero “ese daño será solo temporario puesto que una economía más dinámica producirá mayor prosperidad” con lo que Dworkin descarta los problemas que se suscitan debido a la mal asignación de los siempre escasos recursos que en definitiva perjudican a los que se ha querido favorecer debido al consecuente consumo de capital que es el único elemento que permite incrementar salarios. Más aun agrega: “Aunque las predicciones negativas fueran correctas, simplemente debemos ajustar las ambiciones para el futuro puesto que la obligación de la sociedad es en primer término hacia los ciudadanos que hoy viven en ella”.

Esto último adolece de una visión sumamente limitada ya que, por un lado, el sacrificar el futuro al presente hará que otras personas sufran los daños más adelante y, por otra, según sea la magnitud del despilfarro se afectará también las condiciones de vida en el presente.

Finalmente, a los efecto de centrar la atención en los ejes centrales del análisis dworkiniano, consigna que el gobierno no debiera permitir “salarios más bajos que cualquier línea de la pobreza realista o los que tienen desventajas diversas […] Las personas no deben tener diferentes cantidades de riqueza simplemente porque tienen diferentes capacidades innatas para producir aquello que otros reclaman o aquellos cuyas diferencias aparecen como consecuencia de la suerte».

Esta conclusión no toma en cuenta que los salarios e ingresos en términos reales no dependen del voluntarismo sino de las tasas de capitalización. Por tanto, cuando se establecen por ley las entradas de la gente se los está condenando al desempleo y por ende a incrementar sus angustias a través de lo que Dowrkin propone en cuanto a la necesidad de “corregir el mercado” a través de políticas “redistribucionistas”. Esta receta contradice abiertamente las distribuciones que ha realizado al gente vía sus compras y abstenciones de comprar en el supermercado y afines, lo cual, como queda dicho, atenta contra el debido aprovechamiento de los recursos existentes que, a su turno, se traducen en mayor empobrecimiento. Por esto es que Thomas Sowell sostiene que “los economistas no deberíamos hablar de distribución de recursos, puesto que los ingresos no se redistribuyen se ganan”.

De modo similar Rawls en su Teoría de la justicia se basa en dos principios: el “principio de la diferencia” y el “principio de la compensación”. El primero estaría sustentado en los resultados que producen los “talentos naturales” (excluye los adquiridos pero no son susceptibles de escindirse puesto que dependen de los naturales) ya que agrega que “nadie merece una mayor capacidad natural ni tampoco un lugar inicial más favorable en la sociedad” por lo que “las desigualdades inmerecidas requieren una compensación.”

Pero es que precisamente la llamada “compensación” al distorsionar la asignación de los factores de producción empeora la situación de los que se pretende mejorar y, por otro lado, la clasificación de talentos naturales y adquiridos es pastosa por lo que dejamos dicho. Por otra parte, no resulta posible conocer la magnitud de los talentos de cualquier tipo que sean para ningún planificador, incluso no es posible para el propio titular ya que los talentos se ponen de manifiesto cuando se presentan las oportunidades lo cual no ocurrirá en la medida en que el proceso sea bloqueado por la intervención estatal. Además, es relevante señalar que no resultan posibles las comparaciones intersubjetivas de talentos en diferentes personas en diferentes actividades. Por último, las aludidas compensaciones darían lugar a diversos usos de esas compensaciones justamente debido a los diversos talentos para utilizarlos, con lo que habría que compensar la compensación y así sucesivamente.

En otros términos, a través de los comentarios a los dos autores mencionados se concluye que por más buenas intenciones en las que estarían inspiradas las políticas compensatorias, los resultados son negativos muy especialmente para las personas que se desea proteger.

Estas conclusiones en nada se oponen a la muy bienvenida solidaridad y ayuda a los más necesitados, pero debe destacarse que la caridad y la benevolencia por definición es realizada con recursos propios y de modo voluntario. La compulsión es absolutamente incompatible con la filantropía y, como apunta Tibor Machan en Generosity. Virtue in Civil Society, eso es solo posible con propiedad privada y en un libro que escribí en coautoría con Martín Krause titulado En defensa de los más necesitados mostramos las extraordinarias y múltiples obras de beneficencia (en su caso, asociaciones de inmigrantes, montepíos, cofradías, socorros mutuos, fondos comunes de ayuda, escuelas, hospitales, asistencia a discapacitados) en Estados Unidos, Inglaterra y Argentina antes de la irrupción de aquella contradicción en los términos conocida como “Estado Benefactor”. En este contexto es necesario enfatizar que la atmósfera para la ayuda debe llevarse a cabo haciendo uso de la primera persona del singular asumiendo propias responsabilidades y no echar mano a micrófonos endosando a otros la obligación de entregas recurriendo a la tercera persona del plural (y generalmente sugiriendo el uso de la fuerza).

Hay un estrecho correlato entre libertad y ayuda al prójimo, lo cual no aparece en lugares como Cuba o en otros lares que se asimilan más a campos de concentración que a países. También es oportuno apuntar que, como ha consignado Michael Novak en El espíritu del capitalismo democrático, debe comprenderse que la sociedad libre se alimenta del proceso de mercado abierto y competitivo puesto que sucumbe si se pretende vivir de la caridad sin la necesaria producción con lo que es posible el soporte voluntario a terceros.

Entonces, dadas las características de la naturaleza, el mejor modo de ayudar a que mejoren los más desfavorecidos y desdichados consiste en abrir de par en par la energía creadora al efecto de minimizar la pobreza y los problemas de los más carenciados. El mundo revela esta verdad puesto que en la medida en que hay libertad en esa media se genera prosperidad, especialmente para los más necesitados que en todas partes se convierten en agraciados cuando se muta de un régimen estatista a un clima liberal.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Inteligencia artificial

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 28/12/19 en:  https://www.elpais.com.uy/opinion/columnistas/alberto-benegas-lynch/inteligencia-artificial.html

 

Telegráficamente intentaré en esta nota periodística demostrar que el título constituye una contradicción en los términos, que lo de la inteligencia artificial es un oxímoron.

 

Por una parte inteligencia deriva de inter-legum esto es leer adentro, captar significados o la esencia de lo observado cosa que la materia está imposibilitada de hacer y por otro lado y más importante aun, la inteligencia demanda capacidad de decisión, libertad, libre albedrío puesto que si está determinada por los nexos causales inherentes a la materia no hay posibilidad de elección independiente, hay programación inexorable.

 

La inteligencia del ser humano procede de que no solo se trata de kilos de protoplasma sino de psique, mente o estados de conciencia que permite revisar los propios juicios, ideas autogeneradas, distinguir entre proposiciones verdaderas y falsas, voluntad independiente, responsabilidad individual y moral. Si los humanos fuéramos aparatos programados, la libertad se tornaría en mera ficción.

 

Karl Popper ha bautizado como “determinismo físico” el supuesto de que el ser humano es pura materia que en ese caso no elije, decide y prefiere, es decir, no actúa, sino que está programado para decir y hacer lo que dice y hace, esto es, puro materialismo filosófico.

 

En la misma línea argumental, John Hick sostiene que allí donde no existe libertad intelectual -lo cual es propio del materialismo- naturalmente no hay vida racional, por ende, la creencia que el hombre está determinado “no puede demandar racionalidad”.

 

Con razón el premio Nobel en neurofisiología John Eccles concluye que “Uno no se involucra en un argumento racional con un ser que sostiene que todas sus respuestas son actos reflejos, no importa cuán complejo y sutil sea el condicionamiento”.

 

Es de interés destacar la opinión del premio Nobel en física Max Planck que en este contexto afirma que “se trataría de una degradación inconcebible que los seres humanos fueran considerados como autómatas inanimados en manos de una férrea ley de causalidad […] El papel que la fuerza desempeña en la naturaleza, como causa del movimiento, tiene su contrapartida, en la esfera mental, en el motivo como causa de la conducta”.

 

Por su parte el lingüista Noam Chomsky señala que “No hay forma de que los ordenadores complejos puedan manifestar propiedades tales como la capacidad de elección […] Jugar al ajedrez puede ser reducido a un mecanismo y cuando un ordenador juega al ajedrez no lo hace del mismo modo que lo efectúa una persona; no desarrolla estrategias, no hace elecciones, simplemente recorre un proceso mecánico”.

 

El uso metafórico algunas veces se convierte en sentido literal, tal es el caso también de las expresiones “memoria” y “cálculo” aplicado a los ordenadores. Como apunta Raymond Tallis aplicar la idea de memoria a las computadoras es del todo inadecuado, de la misma manera que cuando nuestros abuelos solían hacer un nudo en su pañuelo para recordar algo no aludían a “la memoria del pañuelo” puesto que “la memoria es inseparable de la conciencia”. En el mismo sentido, este autor destaca que en rigor las computadoras no computan ni las calculadoras calculan puesto que se trata de impulsos eléctricos o mecánicos sin conciencia de computar o calcular.

 

Thomas Szasz se refiere a otra metáfora pastosa en cuanto a la llamada “enfermedad mental” cuando esto contradice la noción de la patología que enseña que una enfermedad es una lesión orgánica, de tejidos y células y, por tanto, no puede atribuirse a comportamientos e ideas. Una cosa son los problemas químicos, desajustes en los neurotrasmisores y la sinapsis en el cerebro y otra es la mente. También Szasz muestra errores de algunas interpretaciones de las neurociencias en la materia.

 

Howard Robinson apunta que “Lo físico es público en el sentido de que en principio cualquier estado físico es accesible (susceptible de percibirse, de conocerse) para cualquier persona normal […] Los estados de conciencia son diferentes porque el sujeto a quien pertenecen -y solo ese sujeto- tiene un acceso privilegiado a eso” (lo cual no quiere decir que todo lo físico pueda tocarse o, en su caso, siquiera verse, como los campos gravitatorios, las ondas electromagnéticas y las partículas subatómicas).

 

Juan José Sanguineti resume bien el problema al escribir que “Los actos intencionados son de las personas, no de las partes ni potencias de las personas. Si doy un apretón de manos a un conocido para saludarlo calurosamente, no tiene sentido decir ´mis manos te saludan calurosamente´. Expresiones como ´mi cerebro cree´, ´mi hemisferio izquierdo interpreta´, ´la neocorteza percibe, ´las neuronas deciden´, ´el hipocampo recuerda´, ´mi sistema límbico está enfadado´ carecen de sentido, igual que atribuir a cosas como células o grupos de células actos como entender, tomar decisiones, preferir etc. […] Se puede decir mi ojo ve, aunque sería más exacto decir yo veo con mis ojos”.

 

En resumen, la tecnología y específicamente la robótica prestan servicios notables a la humanidad, de lo cual no se sigue que deban confundirse con los atributos humanos.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

HACIA UNA RECUPARACIÒN DE LA METAFÌSICA EN UN MUNDO POST-KANTIANO (versión preliminar).

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 18/8/19 en: http://gzanotti.blogspot.com/2019/08/hacia-una-recuparacion-de-la-metafisica.html

 

(De mi libro Judeo-Cristianismo, Civilización Occidental y Libertad, cap. 5).


  1. La recuperación de la metafísica y la idea de ley natural

Ante todo, recordemos cómo habíamos planteado el problema: “…Descartes, luego de su duda metódica sobre la existencia del “mundo externo”, quiere probar su existencia, para los escépticos. Para ello, una vez que demuestra la existencia de Dios, afirma que ese Dios, infinitamente bondadoso, no puede permitir que nos engañemos respecto a la existencia de las ideas “claras y distintas”. Pero estas últimas son las geométricas. Luego en el mundo externo, las esencias de las “cosas en sí mismas” son matemáticas y por ello pueden ser enteramente conocidas por la nueva Física-matemática.

Pero luego Hume tira abajo la demostración cartesiana de la existencia de Dios y, por ende, el mundo externo queda sin demostración.

Kant le reconoce a Hume haberlo despertado del “sueño dogmático” en el cual estaría encerrada la escolástica racionalista Descartes-Leibniz-Wolff, pero no se conforma con el escepticismo teórico (no práctico) de Hume. Admite que existe un mundo externo pero no podemos conocer sus esencias como Descartes lo pretendía. La Física-matemática es el fruto de categorías a priori del entendimiento aplicadas a la intuición de lo sensible. Por ello la “cosa en sí” no se conoce, y desde entonces el mundo de las “esencias” es incognoscible. Todos los anti-kantianos en este punto (Brentano, Hussserl, neotomistas) tendrían que reconocer que el planteo de Kant es una perfecta conclusión a partir del problema cartesiano sujeto-objeto. Es ESE planteo el que hay que cambiar si quisiéramos resolver el problema”.

Si somos coherentes con eso, es la misma noción de esencia la que quedó desdibujada en el debate Descartes-Hume-Kant. El problema de Descartes no fue su planteo agustinista en el tema de las esencias, sino la posterior identificación del “mundo externo en sí mismo” con la Física-matemática recién naciente. A su vez, tenía que pasar mucho tiempo para que se re-elaborara la noción de “mundo”, pero eso ya ha sucedido a partir de Husserl, precisamente un neo-cartesiano.

Por un lado hay que re-planear el tema de las cosas físicas. Como ya hemos dicho en otras oportunidades[1], lo que se conoce es “algo” de la esencia, desde el mundo de vida (humano). Lo que se supera con ello es la dialéctica entre la “cosa en mí” (como si no pudiera conocer más que mis ideas-copia de las cosas) y la “cosa en sí” (como si se pudiera conocer una cosa sin horizontes humanos).

Volviendo a nuestro ejemplo del agua lo que se conoce es “algo” del agua, lo humanamente cognoscible, pero que no niega que lo humanamente cognoscible del agua provenga de aquello que es “en sí”. La esencia humanamente cognoscible del agua es, por ende, aquello que sirve para beber, lavarnos, aquello que sin lo cual hay sequía, con lo cual hay vida, o si hay mucho hay inundaciones, etc., siempre dentro de sus peculiaridades históricas. Pero ello no es una “cosa en mí” que niega la cosa en sí, sino que afirma que el “algo” humanamente cognoscible del agua deriva de lo que el agua en sí misma es, aunque lo que el agua sea sin horizontes humanos sea sólo conocido por Dios (lo que la ciencia diga del agua es otro horizonte humano). Por ello decía Santo Tomás que la esencia de las cosas naturales es la “quidditas rei materialis” (el qué de la cosa material) en estado de unión con el cuerpo, esto es, cuerpo humano, leib, como diría Husserl, o sea, cuerpo viviente ya en la intersubjetividad (mundo).

Pero para el tema de la ley natural en sentido moral, lo más importante es el conocimiento del otro en tanto otro, que también surge del mundo de la vida. Habitar en un mundo de la vida es habitar en la intersubjetividad: es también haber superado la dicotomía sujeto-objeto; el otro no es un objeto del cual pueda dudar, sino el constituyente esencial de mi mundo humano del cual no puedo dudar. Y ello porque lo conocemos “en tanto otro”: “en tanto otro” agrega una dimensión moral, el otro como un tú, como lo que supera lo que es un mero instrumento a nuestro servicio. El eje central de la ley natural surge en nuestra conciencia intelectual y moral precisamente cuando vemos al otro en tanto otro en cualquier acto de virtud. Luego la filosofía podrá sobre ello hacer la teoría correspondiente, pero la vivencia de la ley natural es indubitable en cualquier acto de virtud donde el otro sea respetado en tanto otro. Que “la naturaleza humana no se pueda conocer” es un remanente mal planteado del mal planteado problema entre sujeto y objeto. Claro que se conoce la naturaleza humana, apenas conocemos en el otro un rostro que merece respeto por el sólo hecho de ser otro y por ende no reducible a un mero instrumento “para mí”.

Por lo demás, tenemos aquí un buen ejemplo de lo que decíamos antes, sobre cómo un creyente habla con un no creyente. La ley natural se entiende desde el contexto judeocristiano donde “el otro” es el herido en la parábola del buen samaritano. Y todo no creyente que haya sido o sea el buen samaritano, sabrá por ende qué es la ley natural.

  1.             La “existencia” de Dios

Vayamos ahora al famoso tema de la “existencia” de Dios. Igual que en el caso anterior, recordemos el planteo del problema: “… Como hemos recordado, el argumento ontológico, re-elaborado, es esencial en Descartes (y también en Leibniz) para demostrar la “existencia” de Dios”.

No es este el momento para analizar la validez del argumento ontológico en San Anselmo. Creemos que se lo puede ubicar perfectamente en una línea agustinista, en la vía de la participación. Por lo demás, como está escrito por San Anselmo en el s. XI, está en la línea de una inobjetable teología apologética, dentro del juego de lenguaje de su época.

Como Descartes lo interpreta, se trata de la “idea de Dios en mí”, que como idea es finita, que conduce –vía contingencia– a la idea de que sólo Dios infinito pudo haber puesto en mí la idea de un Dios infinito, o sea, un Dios cuya esencia implique necesariamente la existencia. Luego Dios existe.

Como Kant lo lee, ello implica que a la idea de Dios se le agrega la existencia, cosa que para Kant es imposible porque la existencia de algo sólo puede ser añadida por la experiencia sensible, cosa que en el caso de Dios es imposible.

Y, si se pretende demostrar que Dios existe a partir de la contingencia del mundo, esa demostración tiene implícito el argumento ontológico y por ende hay allí una petición de principio. Así plantadas las cosas, Kant tiene razón.

Lo esencial aquí es cuando decimos “como Kant lo lee”. Kant lo lee con la noción lógica de existencia como ausencia de clase vacía. Seguro lo hizo así por una degeneración de siglos de la distinción esencia y existencia, donde la esencia es como un ente imaginario o como una clase vacía que necesita al menos un caso para pasar a la existencia. Como cuando decimos “existe al menos un x tal que x es perro”. Y, efectivamente, para ello necesitamos una “experiencia de al menos un perro”, incluso aunque sea la experiencia intelectual-sensible del tomismo. O sea, no se puede partir a priori de ninguna existencia en ese sentido, excepto la nuestra, que a su vez es un “a posteriori” de haber puesto en acto segundo nuestra potencia intelectual.

Pero Dios, en la tradición judeocristiana, no tiene que ver con ese tipo de existencia.

En primer lugar, ser, en Santo Tomás, es ser creado. La creación es lo que da sentido al “estar siendo”. Que Juan sea implica que “está siendo sostenido en el ser” o sea creado, por Dios. Cualquiera puede captar que Juan existe en un sentido habitual del término, pero desde el horizonte judeocristiano ello quiere decir que es creado (no que “fue” creado), y ello implica que su ser es finito, que no es el ser de Dios, y ello implica que su esencia como tal no se identifica con su ser. Por ende la diferencia esencia-acto de ser, en Santo Tomás, es un punto de llegada, más que un punto de partida que se pueda utilizar sin suponer el horizonte judeocristiano.

Pero con esto, tenemos otro ejemplo de cómo replantear el tema desde un diálogo del creyente con el no creyente. El creyente no puede pretender partir de una cosa cualquiera existente para demostrar desde allí la existencia de Dios (y nadie crea que Santo Tomás hacía eso en sus vías, porque sus vías eran un debate con San Anselmo[2]). Porque, como hemos visto, cuando el creyente ve a Juan, ya sabe que Juan no es Dios, y lo saben por su horizonte judeocristiano, no por otra cosa.

Tampoco el creyente puede pretender que el no creyente esté interesado en Dios. Primero hay que dialogar sobre el sentido de la vida para, a partir de allí, ir al “tema” Dios.

Pero entonces, el creyente puede decir que sí, que cree en Dios, y que se sabe creado por Dios. Cuando el no creyente pregunte qué significa ello, el creyente puede intersectar horizontes, fusionar horizontes, encontrar una analogía de un propia experiencia de estar creado con la vivencia del no creyente de saberse “no necesariamente existente”, esto es, que podría haber existido o no. Cuando el no creyente toma conciencia de ello, el creyente puede decirle que esa radical contingencia existencial lo puede ayudar a entender su experiencia (la del creyente) de saberse sostenido en el ser (creado). A partir de allí, Santo Tomás cobra sentido. Antes, no.

O sea,

Por lo demás, Dios no es un elemento de una clase no vacía. Las nociones humanas de existencia como elemento de una clase no vacía no tienen sentido en Dios. Si decimos “existe el menos un x tal que x es elefante”, entonces suponemos “la clase de los elefantes”. Pero si decimos “existe el menos un x tal que x es Dios”, ello supone entonces “la clase de los dioses”, lo cual es totalmente incompatible con el monoteísmo no panteísta del creacionismo judeocristiano.

Y cuando Santo Tomás dice “Dios es” No dice “existe”, dice “utrum Deus sit”, lo cual, en el contexto de sus vías, no lleva a una definición de Dios en tanto Dios sino a Dios como causa no-creada de lo creado. Por ende Santo Tomás no parte de la esencia de Dios, sino que Dios queda demostrado como la causa no-finita de lo finito. Pero “no-finito” no es una definición, no es el conocimiento de una esencia, sino que es remitirse a toda la tradición de la teología negativa (especialmente Dionisio) que con razón afirma que de Dios se sabe lo que NO es (NO es creado, finito) pero NO lo que es, aunque luego Santo Tomás, con un juego de lenguaje que supera nuestro modo habitual de hablar, por sujeto, verbo y predicado, se refiera a Dios como “el mismo ser subsistente” dado que precisamente por ser no-creado es aquello “cuyo esencia es ser”, aunque en realidad no podemos intelectualmente concebir qué decimos con ello cuando lo decimos.

Por ende Santo Tomás sí pre-supone al San Anselmo teólogo, apologético, donde Dios no puede no ser, pero no presupone un supuesto argumento ontológico “caído” en la tosca afirmación de que la esencia de Dios implica su existencia, manejando “esencia” como “conocimiento positivo” y “existencia” como ausencia de clase vacía.

  1.       La forma substancial subsistente

Como en los casos anteriores, recordemos el problema: “….Y finalmente lo mismo sucede con respecto a la inmortalidad del alma. Descartes tiene razón en encontrar en la interioridad humana algo no reducible a lo material, pero su modo de plantearlo, dualista –cosa comprensible como reacción contra un aristotelismo no cristiano- produce otro malentendido. La inmortalidad del alma, así planteada, como una sustancia espiritual no dependiente del cuerpo, pre-supone que la misma “categoría” de sustancia –que no corres­pon­dería en Kant a un modo de ser real- está unida al atributo de unidad espiritual. O sea que –de vuelta– a la idea de la razón pura llamada “alma espiritual” se le atribuye una existencia que, sin embargo, sólo puede ser predicada luego de una experiencia sensible que, en este caso, es imposible. Nuevamente, así planteadas las cosas, Kant tiene razón.

En efecto, no se puede predicar “a priori” la espiritualidad del “yo” humano pues no toda sustancia es espiritual. Lo que ocurre es que en Descartes sobreviven argumentos emanados de la escolástica según los cuales la inteligencia es inmaterial. Entonces, sobre todo hoy, con el avance de las neurociencias, ello se ve como un dualismo “sin ninguna razón” más que una fe religiosa indiferente ante el avance de las ciencias.

De vuelta, el creyente no negará que cree en una dimensión espiritual del yo más allá de lo material. Pero también le dirá al no creyente que no es “dualista”: el yo no es algo separado del cuerpo, sino que la persona humana es el mismo cuerpo humano, viviente (el leib de Husserl) esencialmente destinado el encuentro intersubjetivo y dialógico con el otro, con el tú.

Pero en el encuentro con el tú hay comunicación y mensajes. Y en el mensaje, en “lo que” el otro dice, se puede encontrar una esencial distinción: el mensaje en sí mismo y el canal físico en el cual el mensaje se graba. O sea, el mundo 3 de Popper en comparación con el mundo 1, que es material. “La” teoría de la relatividad –como dice Popper– NO se identifica con ninguno de los potencialmente infinitos papeles donde hay tinta grabada ni con el silicio de una computadora. Papel y tinta no son “la” teoría de la relatividad: ésta, como tal, es una, tiene un significado en sí que no se reduce a lo material. Santo Tomás ya había hablado de esto cuando dijo que la inteligencia es capaz de captar lo universal.

Ahora bien, para Santo Tomás la inteligencia no es el yo, la sustancia, sino que es una potencialidad de la sustancia humana, del cuerpo humano. Y el cuerpo humano está a su vez ordenado por una forma que le da unidad estructural frente a los millones de elementos atómicos que lo componen y que se renuevan día a día por el proceso metabólico[3].

Quiere decir que de esa forma emergen las potencialidades sensitivas y también la inteligencia humana (en estado de unión con el cuerpo) capaz de captar esos “significados en sí mismos”.

Ahora bien, en Santo Tomás, entre la potencia de conocimiento y su objeto de conocimiento hay una analogía de proporción intrínseca. Ello quiere decir que el modo de ser de la potencia está medido, determinado, por el modo de ser del objeto. Por ende, si el objeto no es reducible a lo material (el mundo 3 no es reducible al mundo 1) entonces la potencialidad en sí misma (la inteligencia) tampoco. Pero la potencia emerge de la forma sustancial que ordena al cuerpo. Y, de vuelta, hay una analogía de proporción entre la potencia y la forma sustancial. Luego, la forma sustancial humana no se reduce a lo material, pero ello no quiere decir que no sea ordenadora de lo material. Por eso concluye Santo Tomás que la forma sustancial humana es subsistente, esto, subsiste más allá de la desaparición del cuerpo, pero no como un espíritu suelto, sino como una sustancia “INcompleta”, porque le falta el cuerpo al cual está ontológicamente destinada. Y por ello no puede ejercer sus funciones intelectuales. Lo que ocurre es que en Santo Tomás todo esto está dicho en el contexto de su teología donde la forma sustancial subsistente entra inmediatamente al juicio particular y por ende a su destino eterno, donde en el juicio final se reencontrará con el cuerpo que esencialmente le pertenece.

Pero todo ofrece, al debate mente-cerebro actual, conclusiones importantes. Santo Tomás nunca negaría las experiencias actuales de la neurociencia donde las potencialidades intelectuales quedan afectadas por un daño neuronal. Porque la inteligencia ejerce su función con con-curso con las potencialidades sensibles, lo cual, en nuestros paradigmas actuales, implica decir: en con-curso con todo el sistema nervioso central y por ende con todo el cuerpo (la “inteligencia sentiente” de Zubiri[4]). Por ende una falla en el sistema nervioso implica que la inteligencia humana no puede “ejercer”, “pasar de la potencia al acto”, pero queda como potencia en acto primero, o sea, existente, como una capacidad que como tal está allí pero no puede ejercer su función.

Por ende no es cuestión de afirmar un “alma inmortal” que nada tendría que ver con el cuerpo, sino una forma sustancial que organiza al cuerpo –en pleno diálogo con la biología actual– pero que es subsistente a la desaparición del cuerpo. Este es el gran logro de un teólogo cristiano como Santo Tomás que es plenamente compatible con los avances actuales de las neurociencias, por un lado, y con la razonabilidad de las aspiraciones espirituales más profundas del ser humano, por el otro, que se traducen en su mirada, en sus manos, en su rostro, en su arte, en su capacidad de interpretación, en su empatía, en su capacidad de vínculo con “el yo del otro”, en mirar a los ojos y ver al otro y no sólo una pupila, iris y córnea. Por eso las computadoras –por más temor que nos inspire el legendario ojo rojo del “2001”, Hall– no pueden “mirar”. Sólo el ser humano mira. Con odio (Caín) o con amor (Abel), en la lucha permanente entre el bien y el mal (no en la “función y DIS-función”) que queda abierta precisamente por nuestra forma subsistente, hasta el final de la Historia que sólo será con la segunda venida de Cristo.

  1. Libre albedrío y conciencia crítica

Nuevamente, el libre albedrío ha sido uno de los regalos más preciosos de la revelación judeocristiana a la humanidad. Libre albedrío que convive con la gracia de Dios y la providencia, un misterio que, al tratar de ser explicado por los grandes teólogos[5], no ha hecho más que aclarar la noción misma de libre albedrío, para creyentes y para con no-creyentes.

De vuelta, después del iluminismo, las interpretaciones de diversas cuestiones científicas han puesto la carga de la prueba del lado de los que defienden el libre albedrío. Por un lado, un universo determinista no dejaba lugar para el libre albedrío, excepto que se asumiera una posición dualista donde el yo estaba exento de lo material. Ese fue el gran mérito de Descartes en su momento, y de la ley moral en Kant, que jugaba igual rol. Pero ya hemos visto que esa posición dualista retroalimentaba una posición cientificista donde los avances de las neurociencias mostraban un innegable rol del sistema nervioso central en la inteligencia de la persona. Eso lo hemos respondido en el punto anterior.

O sea: si la forma sustancial subsistente no se reduce a lo material, y por ende la inteligencia tampoco, ésta no puede estar afectada por las causalidades físicas como potencia en acto primero, aunque puede condicionarla a su paso al acto segundo. En ese sentido el libre albedrío se mantendría.

Por lo demás, se puede decir que hoy casi ningún físico sostiene el determinismo newtoniano, dado el indeterminismo de la física cuántica. Sin embargo, la indeterminación onda-partícula es un tema del mundo físico. Si, posiblemente nuestro cerebro sea el lugar donde más fenómenos de la física cuántica tienen lugar, pero no es el indeterminismo cuántico la causa del libre albedrío, precisamente porque, como veremos, el libre albedrío es algo irreductible a lo material.

Yendo al tema, alguien podría objetar que la inteligencia no es libre ante la conclusión que “ve”, si las premisas son verdaderas y la lógica entre ellas es correcta. Volviendo al famoso ejemplo, la conclusión “Sócrates es mortal” no es libre ante sus premisas “Todos los hombres son mortales” y “Sócrates es hombre”. Pero, precisamente, Santo Tomás afirma que el libre albedrío es el libre juicio de la razón, allí donde las premisas no son suficientes para dar una conclusión necesaria.

“En cambio, el hombre obra con juicio, puesto que, por su facultad cognoscitiva, juzga sobre lo que debe evitar o buscar. Como quiera que este juicio no proviene del instinto natural ante un caso concreto, sino de un análisis racional, se concluye que obra por un juicio libre, pudiendo decidirse por distintas cosas. Cuando se trata de algo contingente, la razón puede tomar direcciones contrarias. Esto es comprobable en los silogismos dialécticos y en las argumentaciones retóricas. Ahora bien, las acciones particulares son contingentes, y, por lo tanto, el juicio de la razón sobre ellas puede seguir diversas direcciones, sin estar determinado a una sola. Por lo tanto, es necesario que el hombre tenga libre albedrío, por lo mismo que es racional[6]”.

La clave aquí es “cuando se trata de algo contingente, la razón puede tomar direcciones contrarias”. Por ejemplo, comprar un lápiz o una lapicera. Tengo razones tanto para una cosa como para la otra. Ninguna de esas razones me lleva necesariamente a la conclusión. Entonces la voluntad, que es el apetito el bien mediado por la inteligencia, es libre. Por ello decidir no es efectuar un razonamiento necesario, porque si hubiera necesidad, no habría decisión. Por eso dice nuevamente Santo Tomás: “… si se le propone (a la voluntad) un objeto que no sea bueno bajo todas las consideraciones, la voluntad no se verá arrastrada por necesidad. Y, porque el defecto de cual­quier bien tiene razón de no bien, sólo el bien que es perfecto y no le falta nada, es el bien que la voluntad no puede no querer, y éste es la bienaventuranza. Todos los demás bienes particulares, por cuanto les falta algo de bien, pueden ser considerados como no bienes y, desde esta perspectiva, pueden ser rechazados o aceptados por la voluntad, que puede dirigirse a una misma cosa según diversas considera­cio­nes.”[7]

Y, precisamente, en el mundo de la vida (humano) ninguna de nuestras opciones es perfecta, esto es, ninguna de ellas colma absolutamente las aspiraciones de nuestra naturaleza. Por ello los razonamientos que nos llevan a tomar decisiones no son necesarios, y, por ende, la decisión es libre.

Popper tiene un argumento por el absurdo para demostrar el libre albedrío que se relaciona mucho con lo anterior[8]. Si estuviéramos determinados a decir lo que decimos, no seríamos libres de no decirlo. Pero en un debate, en un diálogo, donde alguien puede convencerme de algo y yo cambiar de parecer, o donde yo puedo darme cuenta de algo que antes no veía, no hay necesidad en las afirmaciones (a las que llego mediante el diálogo). De lo contrario, si el otro estuviera determinado a decirme que yo estoy equivocado, ¿para qué intentar convencerlo de lo contrario? Lo más absurdo sería que mi contra-opinante sostuviera que yo estoy equivocado al decir que el hombre no es libre. ¿No sería contradictorio con mi propio determinismo tratar de convencerlo de lo contrario, para que llegue libremente a la conclusión de que el hombre no es libre?

Lo que Popper sostiene no necesariamente remite a un mundo determinístico que afectara a nuestras neuronas. Es compatible con su propia interpretación de la física cuántica[9], donde la indeter­minación onda-partícula depende de propensiones, de tendencias –donde hace entrar la noción de potencialidad de Aristóteles– intrín­secas a una determinada situación física, donde la partícula se com­porta a veces como partícula y a veces como onda. Pero ello no depen­de del control del ser humano. Por ello, aunque en nuestro cerebro hubiera indeterminación cuántica, la demostración de Popper se aplica igual.

[1] En Hacia una hermenéutica realistaop. cit.

[2] He analizado esta cuestión en Zanotti, G. J., “La llamada existencia de Dios en Santo Tomás: un replanteo del problema”, Civilizar, nº 10 (18), enero-junio de 2010, pp. 55-64.

[3] Al respecto véase Artigas, M., La inteligibilidad de la naturaleza, Pamplona, Eunsa, 1992, y La mente del universo, Pamplona, Eunsa, 1999.

[4] Zubiri, X., Inteligencia sentiente, 5a ed., Madrid, Alianza, 2006.

[5] Véase al respecto el elogio de Popper a San Agustín en Popper, K., El universo abierto, Madrid, Tecnos, 1986, nota nº 30.

[6] Suma Teológica, I, q. 83.

[7] Suma Teológica, I, q. 2 art 10.

[8] Popper, K., op. cit.

[9] Popper, K., Teoría cuántica y el cisma en física, Madrid, Tecnos, 1985.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Síguelo en @gabrielmises