La trampa del colectivismo

Por Bertie Benegas Lynch. Publicado el 1/5/19 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/05/01/la-trampa-del-colectivismo/

 

Pocos en el mundo pueden entender cómo un país con los recursos que tiene la Argentina registra lamentables indicadores de calidad de vida

Pocos en el mundo pueden entender cómo un país con los recursos que tiene la Argentina registra lamentables indicadores de calidad de vida

 

Los lamentables indicadores de calidad de vida, crecimiento y cualquier otra referencia vinculada al bienestar, grado de libertad y respeto a la propiedad privada, son reveladores de nuestro declive. Durante las dos décadas del actual siglo, la situación se agravó y hemos estado a contramano de las soluciones a problemas recurrentes.

Para revertir la tendencia argentina, se dispone de buenos ejemplos si se presta atención al camino que tomaron aquellos países que hoy tienen los más altos standards de bienestar. Es importante no perder de vista el hecho que, en todos esos casos, partieron de situaciones desesperantes.

Incluso no hay que olvidar que nuestro país disfrutó de un período de gran prosperidad desde mediados del siglo XIX y llegó a ser potencia mundial gracias a las ideas liberales de Alberdi. «El granero del mundo» estaba en auge y, sin fantasmas migratorios absurdos, recibía a centenares de europeos que huían de la miseria y de la guerra. Pero el progreso se detuvo y se inició la mencionada debacle cuando el socialismo ganó progresivamente la batalla de las ideas.

Cuando se expone el ejemplo argentino de fines de 1800 y principios de 1900 o el de otros países exitosos, no faltan quienes recurren a los argumentos de «eran otros tiempos», la idiosincrasia de inmigrantes y otros disparates de variado calibre y sin relación causal alguna. Se debe entender que los principios elementales de la libertad y el derecho no se alterarán con el paso del tiempo ni depende de la latitud donde ha nacido un número determinado de habitantes.

A mi juicio, los países marginales están rezagados y ajenos a los avances del resto del mundo debido a un tema moral, un tema de valores; debido a la falta de respeto recurrente e institucionalizada al ciudadano. En todos esos países, con distinto grado, rige la supremacía de los aparatos estatales y la planificación central, postulados incompatibles con el respeto a la propiedad privada, la defensa de la libertad y la preservación de los proyectos de vida de cada individuo.

Es difícil que alguien se exprese abiertamente en contra de la libertad y a favor de las tiranías. Hasta los propios tiranos deben buscar la forma de apropiarse del término «libertad» a efectos de simular gestas heroicas y ocultar sus sangrientos absolutismos. Tal es el caso de Maduro en Venezuela cuando se refiere a la «libertad bolivariana»; o de Fidel Castro cuando distinguía la «libertad revolucionaria»; de la «libertad burguesa». A todos nos seduce la libertad porque es un valor que se corresponde a la naturaleza del hombre. Todos calificarán a la libertad como un valor irrenunciable.

No obstante, predomina una llamativa incoherencia que, ante cualquier dilema social, el ciudadano reclamará la intervención del gobierno -el aparato de coacción- para que regule, restrinja, controle, limite, fiscalice, instruya o grave nuestras vidas y labores.

Hasta los propios tiranos, como  Maduro deben buscar la forma de apropiarse del término “libertad” a efectos de simular gestas heroicas y ocultar sus sangrientos absolutismos

Hasta los propios tiranos, como  Maduro deben buscar la forma de apropiarse del término “libertad” a efectos de simular gestas heroicas y ocultar sus sangrientos absolutismos

Es imperativo que se comprenda que, si la opinión pública reclama intervención del gobierno, el gobierno le dará intervencionismo, lo que es decir, más impuestos y más pérdida de libertades. Si la gente reclama «estado presente», el núcleo político asumirá que su rol es legislar más, controla más y limitar más. Y para todo ello, claro está, se requieren más estructuras estatales y un consecuente aumento en la carga fiscal y el endeudamiento estatal que recae sobre el sector productivo. Eso es, ni más ni menos, el «estado presente».

Quitar la adiposidad de la estructura política, siempre genera resistencia, más aún cuando se trata de la propia clase política, silenciosa ganadora del populismo clientelista y de los ladrones de cuello blanco que hacen magníficos negocios explotando a la gente al calor de privilegios otorgados por el gobierno de turno. Lo que sí resulta estremecedor y paradójico es que, cual Síndrome de Estocolmo, los mayores promotores del sistema de expoliación, resultan ser, en buena parte, los mismos expoliados.

Gradual de seducción para el mal camino

Hay que recordar que, la tiranía no se presenta de la noche a la mañana, es una gradual pérdida de pequeñas libertades. Para dar una idea de cuán atados estamos al entramado socialista, viene a cuento un debate que se suscitó vez pasada sobre el uso obligatorio del casco para quien circula en una moto. Dejando de lado la probada conveniencia de su uso, el tema de discusión era en torno a si resultaba correcto que, desde el punto de vista de las libertades civiles, el gobierno imponga el uso de un elemento de seguridad personal que no afecta a terceros.

La gran mayoría de los que intervenían en el intercambio caían en la trampa del colectivismo, es decir, sostenían que, si el conductor de una moto sufría un accidente, un hospital público sería el receptor del caso, lo cual implicaría que otros pagarán por los resultados de una irresponsabilidad ajena. Siguiendo la misma lógica, debería el gobierno también controlar el nivel de grasas que ingerimos, prohibir los cigarrillos, monitorear el ejercicio que hacemos, forzar a las personas sedentarias a que incorporen el ejercicio físico a sus actividades y prohibirle jugar al fútbol a los marcadores centrales resueltos y ásperos.

Al menos destaco del argumento la correcta percepción de que alguien paga el gasto público y que nada es gratis. Pero, deberían entonces también advertirse que resulta injusto que una persona que se levanta a la madrugada para tomar tres colectivos para mantener dos trabajos y que no puede darse el lujo de mandar a su hijo a la universidad porque lo necesita trabajando, le esté financiando la educación a un chico que vive con los padres en un barrio cerrado exclusivo y que se traslada en su 4×4 para asistir a su clase de una universidad estatal.

Si se pretende resolver temas manteniendo inalterables los postulados estatistas que originan los problemas, vamos a gastar grandes energías sin llegar a ningún sitio distinto del que estamos. Quedaremos in aeternum en una especie de globo de la muerte colectivista. Sin embargo, soy optimista.

Me inclino a pensar que Argentina lentamente retomará la senda de los valores morales de respeto a la vida, la libertad y la propiedad de cada individuo, reclamará la necesidad de destrabar el cepo a la creación y la innovación para retomar los incentivos que implican poder disponer de los resultados del propio esfuerzo. La opinión pública cambiará a la política y no al revés. Siempre fue así.

 

Bertie Benegas Lynch. Licenciado en Comercialización en UADE, Posgrado en Negociación en UP y Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Síguelo en @nygbertie

EL OLVIDADO CASO DE LUIGI STURZO, EL SACERDOTE QUE HUBIERA DERROTADO A LA ITALIA FASCISTA.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 30/12/18 en: https://gzanotti.blogspot.com/2018/12/el-olvidado-caso-de-luigi-sturzo-el.html?fbclid=IwAR3V46PZvVtrf1QilRuPswu85Plwwma_b2U9WRTBf96UJsvEq7diUx2v3OE

 

De Judeo-cristianismo, civilización oriental y libertad, cap. 6.

(accesible gratis en https://www.amazon.es/Judeocristianismo-Civilizaci%C3%B3n-Occidental-Libertad-judeocristiano-ebook/dp/B079P7V1JC/ref=redir_mobile_desktop?_encoding=UTF8&__mk_es_ES=%C3%85M%C3%85Z%C3%95%C3%91&dpID=51GJcML485L&dpPl=1&keywords=judeocristianismo%20zanotti&pi=AC_SX236_SY340_QL65&qid=1518158250&ref=plSrch&ref_=mp_s_a_1_1&sr=8-1 )

El caso de Luigi Sturzo nos plantea con tristeza los mundos paralelos posibles que hubieran sido, de no ser por la falta de visión histórica de quienes debían regir los destinos de la Iglesia. Como coherente injusticia, su figura excepcional sigue sumergida en el olvido, en medio del griterío del catolicismo ultramontano y el fanatismo anticatólico iluminista.

Luigi Sturzo[1], sacerdote católico nacido en 1871, fue nada más ni nada menos que el fundador del Partido Popular Italiano. Y dicho partido fue nada más ni nada menos que un partido democrático, anti-fascista, de orientación cristiana, aunque laical y anti-confesional. Con el pleno apoyo de Benedicto XV –quien como dijimos había levantado el non expedit– el partido popular va ganando el apoyo de los católicos y progresivamente va ganando elecciones y frenando el ascenso de los fascistas mussolinianos. Sí: una Italia no fascista, una Italia No aliada de los nazis, una Italia inspirada en una democracia cristiana –en un perfecto ejemplo de lo que hubiera sido una confesionalidad sustancial- laica, democrática, republicana, católica, hubiera sido perfectamente posible. Pero en Enero de 1922 fallece Benedicto XV y, como dijimos, Pío XI le retira su apoyo al Partido Popular. En 1924, Sturzo tiene que exiliarse de Italia, primero en Londres y luego en los EE.UU. Finalmente su proyecto renace con la democracia italiana de la post-guerra y en 1952 Luigi Einaudi lo nombre senador vitalicio. Muere en 1959. Durante su exilio escribe importantes obras que pocos católicos y pocos liberales han estudiado, entre ellas La Iglesia y el estado[2], monumental obra en cuya parte final destaca las figuras de los liberales católicos del s. XIX con gran fidelidad y detalle a las circunstancias históricas que hemos reseñado[3].

El caso Luigi Sturzo marca una tragedia permanente, intra-eclesial, de la cual aún no hemos salido. Podemos disculpar a Pío XI su falta de visión histórica, su ingenua alianza con Mussolini, pero evidentemente nada de ello hubiera sucedido si no se hubiera perseguido y descalificado con saña e injusticia a los liberales católicos del s. XIX, por parte de los católicos que luego forman el grupo de tradicionalistas ultramontanos de los cuales sale Lefebvre. Sí, es verdad que en esa guerra intelectual ganaron algunas batallas: las aclaraciones de Dupanloup, la moderación del magisterio de León XIII, las “no condenas” (si a eso se lo puede considerar victorias) de Lacordaire, Montalembert, Ozanam y Acton, pero la guerra, en su momento, fue perdida. Cómo fue posible que, a pesar de los esfuerzos visionarios de Benedicto XV, Pío XI hiciera una alianza con Mussolini; cómo fue posible que prácticamente la “doctrina oficial” de la Iglesia fuera en los 30 y los 40 una mezcla de corporativismo con autoritarismo; cómo fue posible que para revertir esa tendencia, Pío XII y Juan XXIII tuvieran que hacer ciclópeos esfuerzos que aún no han madurado… Sólo se explica por la imposibilidad de vacunas democráticas, para la mayoría de los católicos, ya sean laicos, sacerdotes, cardenales, teólogos o pontífices, luego del mazazo sin matices de la Mirari vos y la Quanta cura, donde Modernidad e Iluminismo no se distinguían en absoluto. Cómo puede ser posible que la Iglesia posterior, de los 60 en adelante, sucumbiera a los cantos de sirena del socialismo y del marxismo, problema en el cual aún estamos, se explica por el mismo motivo: la falta de vacunas intelectuales contra movimientos autoritarios que, ya de derecha o izquierda, desprecian absolutamente la institucionalidad liberal y la economía libre que el mismo Sturzo defiende con énfasis a partir de su regreso a Italia. En realidad los que comprendieron bien el vuelco del Vaticano II hacia la institucionalidad democrática fueron los que lo rechazaron, esto es, los lefebvrianos. Ellos sí se dieron cuenta de cuál fue el genuino resultado de los grandes Pío XII y Juan XXIII. Pero los demás, sólo repetían las notas, sin comprender lo que tocaban. Democracia, constitución, libertades civiles, derechos humanos, laicidad del estado, libertad religiosa, división de poderes, etc., sólo son palabras que se entienden –en el Catolicismo– a partir de los liberales católicos del s. XIX. De lo contrario, sólo son letra muerta que ocultan el permanente integrismo y clericalismo: la nación católica, el pueblo católico, ya sea en comunidades eclesiales de base, ya sea retornando a la Cristiandad Medieval de manos de algún dictador católico ilustrado. No hay ni debe haber “nación católica”, ya en alianza con Mussolini, en su momento, ya en alianza con Cuba, como hoy: esos proyectos no son compatibles con la libertad religiosa, con el debido pluralismo político y la legítima convivencia entre creyentes y no creyentes. Ya sea la alianza de Pío XI con Mussolini, ingenua en su momento y retrospectivamente vergonzosa, ya sea la alianza de los católicos de hoy con los populismos de izquierda filo-cubanos y marxistas, siempre es lo mismo: la carencia trágica de toda formación básica en los valores republicanos y en la economía de mercado[4].

[1] Sobre Sturzo, ver Antisieri, D.: Cattolici a difesa del mercato, Rubbettino, 2005.

[2] Church and State, New York, Longmans, Green And Co., 1939.

[3] Op. cit., cap. XII.

[4] Al respecto es muy ilustrativa la aguda crítica de Gustavo Irrazábal a la falta de conciencia institucional republicana de las conferencias episcopales latinoamericanas, y su aguda crítica también a la “teología del pueblo”, en Iglesia y democracia, Buenos Aires, Instituto Acton, 2014.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

MIS ESTIMADOS MARCIANOS LIBERTARIOS, CUANDO DESCIENDAN EN LA TIERRA, UBÍQUENSE.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 20/5/18 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2018/05/mis-estimados-marcianos-libertarios.html

 

Lamento enormemente disentir con mi admirado Loris Zanatta, pero mi antipático papel como defensor de Trump como mal menor me pone en esa posición.

Dice Zanatta el 15 de mayo de 2018: “Trump quiere demoler el orden internacional construido por su propio país después de la segunda guerra mundial. Lo que los teóricos de las relaciones internacionales siempre han llamado «el orden liberal», a él le da asco. este «orden» se basa en tres pilares: la democracia política y las libertades civiles, que para Trump son opcionales; la libertad económica, que considera nefasta y a la que opone el principio del America first y el multilateralismo, la densa red de instituciones internacionales que fomentan la cooperación y tratan de disuadir el conflicto: es una palabra ausente en su vocabulario. Desde el comercio transpacífico hasta los acuerdos climáticos, desde la relación con Europa hasta la gobernanza global, su consigna es: me tiene sin cuidado; somos los más poderosos, hago lo que le conviene a mi pueblo”.

Ahora bien, ¿por qué ese “orden internacional” es una garantía del liberalismo clásico y las libertades individuales que siempre ha defendido Zanatta? La Declaración de los Derechos Humanos de 1948, ok; pero por lo demás, la ONU ha tenido una agenda muy cuestionable para cualquier libertario o liberal clásico que se precie de tal. Han atacado al libre comercio con sus alianzas con el Banco Mundial, que, junto con el FMI, sólo han servido para promover el intervencionismo, prestando o regalando papel pintado a los gobiernos para que hagan lo que quieran. A través de sus organismos de salud ha difundido una agenda antinatalista en todo el planeta, al mismo tiempo que con lo primero restringía el libre mercado, fórmula explosiva para crear más pobreza y miseria. Ha corroborado las aduanas y proteccionismos entre las Naciones. Ha nacido con la Unión Soviética y China a la cabeza de sus decisiones, un chiste de mal gusto a todo amante de la verdadera libertad. Ha promovido todo tipo de neo-marxismos diversos a través de la UNESCO. Ha sido totalmente ineficaz para luchar contra todo tipo de dictadorzuelos, o al revés, los ha corroborado. Ha promovido a nivel mundial el welfare state, un fracaso total a nivel moral y económico. Etc. Ha promovido todo tipo de políticas estatistas para supuestamente defender la ecología.

¿Y ahora Trump es el malo por oponerse a todo ello?

Segundo, ¿de dónde sacó Zanatta que para Trump la democracia política y las libertades civiles son opcionales? Opcionales son para las agendas totalitarias del lobby LGTB, que quiere encerrar, literalmente, a cuantos no piensan como ellos, bajo supuestos delitos de hate sppech, discriminación, homofobia, etc. Así vemos a monjitas presas por no repartir preservativos en sus iniciativas de salud, a profesores universitarios echados por no hablar los pronombres neutros, a padres presos en Alemania por querer educar a sus hijos en su verdadera fe, a vendedores de pasteles presos por decidir ejercer su libertad de comercio y no vender sus pasteles a quienes no quieran, a Jordan Peterson luchando solo, en Canadá, por su libertad de expresión. Trump está poniendo un freno a todo ello, precisamente por defender las libertades civiles a las cuales se opone toda la agenda neo-marxista del partido demócrata.

¿Y Trump es entonces el malo de la película?

¿Y el proteccionismo? Sí, claro, allí Trump está equivocado. ¿Pero es el primero? ¿Quién NO es proteccionista, excepto los que estudiamos a Mises y Hayek? ¿Quién no era proteccionista? ¿Obama? ¿Quién no iba a ser proteccionista? ¿Hilary?

¿Y la política fronteriza? ¿Quién NO piensa que debe haber aduanas, visas y pasaportes? Los libertarios. ¿Y eran libertarios los demócratas que AHORA claman al cielo? ¿Quién eliminó las fronteras y sus controles? ¿Obama? ¿Quién NO deportó gente según las leyes federales aprobadas por el Congreso sin ningún escándalo de los AHORA “aperturistas” mass media? ¿Obama? ¿Quién iba a eliminar las visas y los pasaportes? ¿Hilary? Y por favor no me digan que es una cuestión de grado. O la ley se cumple, o no. Por favor no tengamos doble discurso. Si hay inmigración ilegal, siempre habrá deportados. ¿Y con quiénes NO iba a haber inmigración ilegal? ¿Con los demócratas?

Realmente pregunto a los libertarios y liberales clásicos que ahora son denunciadores seriales de Trump, ¿y qué esperaban con Hilary?

¿No saben ubicarse en el mundo real, en la siempre opción entre el mal menor o mayor?

 

¿No “les gusta” Trump? A mí tampoco. Es un maleducado y un grosero. Pero dedíquense entonces a lanzar sus diatribas contra la corrección política, la timidez y la falta de sinceridad y liderazgo de todo el Partido Republicano. Porque millones de electores norteamericanos se hartaron de estupideces. Y estupidez NO es mandar a la miércoles el tratado con Irán, donde Irán estaba mintiendo de vuelta. Estupidez NO fue decirle al loco de Kim Jong Un que si se seguía haciendo el loco, habría otro loco en serio del otro lado. Estupidez NO fue defender a Israel de sus bestiales vecinos ni reconocer su auténtica capital. Estupidez NO fue dejar de defender y financiar a Planed Parenthood y oponerse al aborto y a la industria de vender partes de embriones al mejor postor. Estupidez NO fue bajar los impuestos. Estupidez NO fue mandar al cuerno a acuerdos ecológicos estatistas que NO solucionan el problema. Por ende lamento mucho, estirados libertarios, que Obama sea un total caballero –lo es- al frente de una agenda totalmente socialdemócrata en lo económica y autoritaria en lo cultural. Lamento mucho que Hilary sea una dama con un maravilloso inglés bostoniano que iba a seguir el legado de su antecesor. Y lamento mucho que para frenarlos, millones de sencillos y sabios norteamericanos hayan elegido a un maleducado. Es lo que hay, gente. Del otro lado tienen a Cuba, a Corea del Norte, a los totalitarios chinos, al nuevo zar de Rusia, a la Europa vieja, moribunda y suicida, y la dictadura de lo políticamente correcto en Canadá. Váyanse allí. ¿Y saben qué, además? EEUU tampoco es ahora la tierra de la libertad. Les propongo vivir en Marte, como yo, pero al menos ubíquense en la guerra cada vez que desciendan en La Tierra.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

UNA PERLA EN LA BIBLIOTECA

Por Alberto Benegas Lynch (h)

Días pasados buscando un libro me encontré con la grata sorpresa (afortunadamente suele ocurrir con alguna frecuencia) de una obra publicada por seis estudiantes universitarios, en 1974. Se titula The Incredible Bread Machine que, ni bien parió, tuvo los mejores comentarios en la prensa estadounidense y de académicos de peso y, consecuentemente, logró una venta sustancial en varias ediciones consecutivas y traducciones a otros idiomas. Los autores son Susan L. Brown, Karl Keating, David Mellinger, Patrea Post, Suart Smith y Catroiona Tudor, en aquel momento de entre 22 y 26 años de edad.

 

Abordan muchos temas en este libro, pero es del caso resaltar algunos. Tal vez el eje central del trabajo descansa en la explicación sumamente didáctica de la estrecha conexión entre las llamadas libertades civiles y el proceso de mercado. Por ejemplo, muchas personas son las que con toda razón defienden a rajatabla la libertad de expresión como un valor esencial de la democracia. Sin embargo, muchos de ellos desconocen el valor de la libertad comercial al efecto de contar con impresoras y equipos de radio y televisión de la mejor calidad si no existe el necesario respeto a la propiedad privada en las transacciones. Estos autores muestran la flagrante incongruencia.

 

Además, como nos ha enseñado Wilhelm Roepke, la gente está acostumbrada a fijar la mirada en los notables progresos en la tecnología, en la ciencia, en la medicina y en tantos otros campos pero no se percata que tras esos avances se encuentra el fundamento ético, jurídico y económico de la sociedad libre que da lugar a la prosperidad.

 

Este es un punto de gran trascendencia y que amerita que se lo mire con atención. Se ha dicho que los que defienden el mercado libre son “fundamentalistas de mercado”. Si bien la expresión “fundamentalismo” es horrible y se circunscribe a la religión y es del todo incompatible con el espíritu liberal que significa apertura mental en el contexto de procesos evolutivos en los que el conocimiento es siempre provisorio sujeto a refutación, es útil traducir esa imputación al respecto irrestricto a los deseos del prójimo puesto que eso y no otra cosa significa el mercado. Quien lanza esa consideración en tono de insulto es también parte del mercado cuando vende sus servicios, compra su ropa o adquiere su alimentación, su automóvil, su computadora o lo que fuere.

 

El asunto es que en general no se percibe el significado del “orden extendido” para recurrir a terminología hayekiana. Tal como nos dice Michael Polanyi, cuando se mira un jardín bien tenido o cuando se observa una máquina que funciona adecuadamente, se concluye que hay mentes que se ocuparon del diseño respectivo. Eso es evidentemente cierto, pero hay otro tipo de órdenes en lo físico y en la sociedad que no son fruto de diseño humano. Tal es el caso sencillo del agua que se vierte en una jarra que llena el recipiente con una densidad igual hasta el nivel de un plano horizontal. Y, sobre todo, remarca también Polanyi el hecho de que cada persona siguiendo su interés personal (sin conculcar derechos de terceros) produce un orden que excede en mucho lo individual para lograr una coordinación admirable.

 

En otras oportunidades he citado el ejemplo ilustrativo de John Stossel en cuanto a lo que ocurre con un trozo de carne envuelto en celofán en la góndola de un supermercado. Imaginando el largo y complejo proceso en regresión, constatamos las tareas del agrimensor en el campo, los alambrados, los postes con las múltiples tareas de siembra, tala, transportes, cartas de crédito y contrataciones laborales. Las siembras, los plaguicidas,  las cosechadoras, el ganado, los peones de campo, los caballos, las riendas y monturas, las aguadas y tantas otras faenas que vinculan empresas horizontal y verticalmente. Hasta el último tramo, nadie está pensando en el trozo de carne envuelto en celofán en la góndola del supermercado y sin embargo el producto está disponible. Esto es lo que no conciben los ingenieros sociales que concluyen que “no puede dejarse todo a la anarquía del mercado” e intervienen con lo que generan desajustes mayúsculos y, finalmente, desaparece la carne, el celofán y el propio supermercado.

 

Es que el conocimiento está fraccionado y disperso entre millones de personas que son coordinadas por el sistema de precios que, en cada instancia permite consultarlos al efecto de saber si se está encaminado por la senda correcta o hay que introducir cambios.

 

Los autores del libro que comentamos, se refieren a este proceso cuando conectan la libertad con el mercado abierto, al tiempo que se detienen a considerar los estrepitosos fracasos del estatismo desde la antigüedad. Así recorren la historia de los controles al comercio desde los sumerios dos mil años antes de Cristo, las disposiciones del Código de Hamurabi, el Egipto de los Ptolomeos, China desde cien años antes de Cristo y, sobre todo, Diocleciano de la Roma antigua con sus absurdos edictos estatistas.

 

Los autores también se detienen a objetar severamente el llamado sistema “de seguridad social” ( en realidad de inseguridad anti- social) que denuncian como la estafa más grande, especialmente para los más necesitados,  a través de jubilaciones basadas en los sistemas de reparto. Efectivamente, cualquier investigación que llevemos a cabo con gente de edad de cualquier oficio o profesión comprobaremos lo que significan los aportes mensuales durante toda una vida para recibir mendrugos vergonzosos, ya que puestos esos montos a interés compuesto puede constatarse las diferencias astronómicas respecto a lo que se percibe.

 

Incluso, aunque se tratara de sistemas de capitalización estatal (que no es el caso en ninguna parte) o de sistemas privados forzosos de capitalización (que si hay ejemplos), se traducen en perjuicios para quienes prefieren otros sistemas o empresas para colocar sus ahorros. Al fin y al cabo, los inmigrantes originales en Argentina, compraban terrenos o departamentos como inversión rentable hasta que Perón las destruyó con las inauditas leyes de alquileres y desalojos, perjudicando de este modo a cientos de miles de familias.

 

Por otra parte, las legislaciones que obligan a colocar los ahorros en empresas privadas elegidas por los gobiernos, no solo bloquean la posibilidad de elegir otras (nacionales o extranjeras), sino que esta vinculación con el aparato estatal indefectiblemente termina en su intromisión en esas corporaciones, por ejemplo, en el mandato de adquirir títulos públicos y otras políticas que, a su vez, hacen que los directores pongan de manifiesto que no son responsables de los resultados y así en un efecto cascada sin término.

 

Por supuesto que hay aquí siempre una cuestión de grado: es mejor tener una inflación del veinte por ciento anual que una del doscientos por ciento, pero de lo que se trata es de liberarse del flagelo.

 

En definitiva, haciendo honor al título, la obra comentada ilustra a las mil maravillas la increíble máquina de producir bienes y servicios por parte de los mercados libres. Concluyen afirmando que todo este análisis “no significa que el capitalismo es un elixir que garantiza que se resolverán todos los problemas que confronta el ser humano. El capitalismo no proveerá felicidad para aquellos que no saben que los hace felices […] Lo que hará el capitalismo es proveer al ser humano con los medios para sobrevivir y la libertad para mejorar en concordancia con sus propósitos”. Y, de más está decir, no se trata de un capitalismo inexistente como el que hoy en día tiene lugar donde el Leviatán es inmenso, fruto de impuestos insoportable, deudas y gastos públicos astronómicos y regulaciones asfixiantes.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

El Gobierno necesita del autoritarismo para sobrevivir

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 16/9/12 en v

¿Cuál será la respuesta de Cristina Fernández de Kirchner tras el cacerolazo? ¿Habrá venganza? ¿Comienza una escalada de protestas civiles o volverá la calma? ¿Podemos esperar más totalitarismo y violación de libertades?

Cuando Friedrich von Hayek escribió “Camino de Servidumbre” trató de mostrar que una economía centralizada lleva, inevitablemente, al control de la vida de las personas, esto es, a un sistema totalitario.

Hayek, que había emigrado de Austria a Londres, veía cómo los laboristas y economistas formulaban propuestas económicas que, por su misma dinámica, tenían que terminar en el control de la vida de la gente.

Publicado en 1944, la tesis central de “Camino de Servidumbre” sigue teniendo vigencia casi 70 años más tarde y se verifica en Argentina.

A diferencia del cacerolazo del 2001 cuando se estableció el corralito o el del 2008 cuando estuvo el enfrentamiento por la 125, el cacerolazo del jueves pasado no parece responder a un solo motivo sino a una combinación de problemas económicos con crecientes restricciones a las libertades civiles junto con otros ingredientes como la inseguridad, los intentos del Gobierno de perpetuarse en el poder, la corrupción, la forma soberbia de comportarse del Gobierno y muchos temas más. Pero sí hay un hilo conductor entre economía y libertad individual que, me parece, irá agravándose considerando que el oficialismo, ante la adversidad, suele redoblar la apuesta e ir por más para ir por todo.

[ Nota relacionada: Lo que vi personalmente en el cacerolazo ]

Desde el punto de vista económico, siempre una regulación lleva a otra regulación y, si se insiste en ese camino, a la asfixia de la economía. Por ejemplo, el Gobierno viene emitiendo moneda a marcha forzada, esa emisión genera inflación. Al mismo tiempo ha dejado el tipo de cambio casi quieto y, por lo tanto, el tipo de cambio real se encuentra en niveles similares a los de la convertibilidad. ¿Qué hizo el Gobierno frente a este problema? Redobló la apuesta y primero estableció más burocracia para poder importar. Luego se le ocurrió que si una empresa importa un dólar tiene que exportar un dólar. Eso no le alcanzó y restringió arbitrariamente las importaciones. Tampoco le alcanzó y obligó a las compañías de seguro a traer las divisas que tenían en el exterior. Después prohibió el giro de utilidades y dividendos. Luego estableció una aprobación previa de la AFIP para poder comprar dólares y, finalmente, directamente prohibió la compra de dólares para atesoramiento. El tema cambiario fue escalando hasta llegar a limitar derechos individuales como poder viajar al exterior sin tener problemas para comprar divisas. Una regulación económica fue llevando a otra hasta terminar en una restricción a las libertades civiles.

Otro ejemplo es el de la inflación. El Gobierno niega la inflación real y a quienes hicieron sus propias estimaciones de inflación les inicio un absurdo juicio por difundir sus propios índices de inflación. Para frenar las expectativas inflacionarias y una mayor huida del peso tuvo que recurrir a intimidar a las consultoras que elaboraban sus propias estimaciones de inflación.

Los casos de empresarios que son apretados para que vendan a determinado precio sus productos, fabriquen determinados bienes y demás locuras intervencionistas no forman parte de una política económica errada, sino de un simple abuso del poder de los funcionarios públicos. Un amedrentamiento usando el monopolio de la fuerza.

[ Nota relacionada: El autoritarismo y los límites de la demoracia ]

Si un empresario dice que la actividad inmobiliaria está paralizada, la presidente no averigua cómo vienen las escrituras, sino que le pide a la AFIP información reservada sobre la situación fiscal del empresario y luego lo escrachan públicamente y por cadena nacional.

Mi cuarta verificación de la AFIP en 5 años me llegó el mismo día en que publiqué una nota en La Nación criticando el discurso de la presidente en la apertura del Congreso. Ese día, una empleada de la AFIP, carta en mano, vino a entregarme la nota de verificación de ganancias, cuando ya había tenido otra verificación 6 meses antes.

Los descalabros económicos que hace el Gobierno tienen que ser escondidos a la opinión pública. Nadie puede opinar diferente porque aceleraría el descontento popular sobre la marcha de la economía y, para eso, necesitan amedrentar a la gente. Como dijo CFK, hay que tenerle un poco de miedo. El problema es que a medida que vaya creciendo el descontento por la situación económica, el Gobierno tendrá que apelar a mayores grados de amedrentamiento de la población. Tendrá que generar más miedo y, para eso, necesitará avanzar cada vez más sobre los derechos individuales.

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Veamos otro ejemplo sobre cómo las regulaciones económicas terminan avasallando los derechos individuales. Para que la gente pueda viajar al exterior y comprar divisas, tiene que informarle a la AFIP dónde viaja, por qué viaja, con quién viaja y otras informaciones que, al menos en un estado de derecho, la AFIP no tendría autoridad para pedirla. Es más, cuando se requería la autorización previa de la AFIP para comprar dólares, el ente recaudador no podía establecer como parámetro el ejercicio fiscal en curso porque no lo puede hacer y tampoco le sirve, por lo tanto tenía que recurrir a la información del ejercicio fiscal anterior que no necesariamente tiene que ser igual al corriente. Es decir, para comprar dólares intervenía la AFIP utilizando mecanismos arbitrarios cuando, en realidad, quien debería establecer las restricciones cambiarias tendría que haber sido el BCRA.

Los ejemplos que muestran cómo una regulación económica lleva a otra regulación económica y termina en la violación de derechos individuales son muchos.

El gran interrogante que se abre hacia el futuro es cómo reaccionará el Gobierno ante el cacerolazo del jueves pasado. Como decía antes, el kirchnerismo o cristinismo siempre redobla la apuesta, con lo cual no debe descartarse alguna medida que afecte a la clase media como venganza por la movilización y el cacerolazo. El dato que tenemos es que el Gobierno no tiene problemas en violar las más elementales normas de una democracia republicana. Si han logrado que un DNU pueda tener vigencia con la aprobación de una sola de las cámaras, lo cual es un disparate constitucional, de ahí para adelante pueden hacer cualquier cosa. Incluso desobedecer una sentencia de la Corte Suprema.

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Por otro lado, el problema del oficialismo es que si pierde el poder corre el riesgo de recibir un tsunami de juicios por corrupción, al tiempo que serán muchos los jóvenes de La Cámpora que perderán sus privilegios y tendrán que buscar un trabajo en serio. Una mezcla de negocio personal y riesgo de tsunami de juicios hace pensar que intentarán retener el poder a cualquier precio.

Y cuando digo a cualquier precio significa seguir avanzando sobre la libertad de expresión, más carga impositiva, menos propiedad privada y más intimidación para infundir temor en la población. Si se acepta este posible escenario, no debería descartarse que veamos una escalada de protestas como las del jueves pasado y más aprietes del Gobierno. El enfrentamiento podría seguir escalando porque el cristinismo quiere ir por todo y la gente percibe que no solo hay problemas económicos como la inflación, sino también las libertades individuales están en juego.

Si a esto le agregamos los insoportables discursos en cadena, la soberbia con que se manejan y los intentos de adoctrinamiento de los chicos en los colegios por parte de La Cámpora, mi impresión es que esto recién empieza. Y me parece que la reacción del Gobierno frente a la movilización del jueves será algún acto de venganza.

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Al poco tiempo de asumir la presidencia y durante un acto miliar, Néstor Kirchner les dijo gratuitamente a los soldados: “No les tengo miedo”. El jueves pasado la gente pareció decirle a Cristina: “No te tenemos miedo”.

Frente a un gobierno sin escrúpulos, lo peor que puede hacer la gente es tenerle miedo. Esa es la mejor defensa de su propiedad y libertad. Si tienen miedo, no solo perderán su propiedad y libertad, sino que terminarán aterrorizados, porque el cristinismo necesita del autoritarismo para poder sobrevivir.

 Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

 

El cepo cambiario es inconstitucional

Por Julián Obiglio. Publicado el 13/8/12 en http://www.cronista.com/opinion/El-cepo-cambiario-es-inconstitucional-20120813-0027.html

En 1853, al momento de sancionarse la Constitución Nacional, nuestro país era un desierto, tanto en lo que respecta a la población como a las inversiones. Para el primer centenario de la patria, en 1910, nos ubicábamos dentro de las primeras diez naciones del mundo en términos de ingreso per cápita. Este giro radical se logró gracias a los cambios institucionales, muchos de ellos basados en la nueva Carta Magna, que reconocía y garantizaba las libertades civiles, las libertades económicas y el derecho de propiedad.
No sólo Alberdi, el autor intelectual de la Constitución del ’53, sino también la dirigencia política de la segunda mitad del siglo XIX comprendía que sin la llegada de inmigrantes y capitales sería imposible cambiar el destino económico de la Argentina. Por ello, la Carta Magna garantizaba en su articulado las condiciones adecuadas para incentivar la llegada de inversiones extranjeras. De esta forma, su artículo 14 garantiza el derecho de usar y disponer de la propiedad, y el artículo 17 reconoce su inviolabilidad.
Garantizando las libertades y la propiedad privada se forjó el proceso que permitió a la Argentina recibir millones de inmigrantes de gran parte del mundo y convertirse en el principal destino de las inversiones extranjeras en Latinoamérica.
El cepo cambiario impuesto por el Gobierno Nacional, que desde octubre de 2011 viene profundizándose en nuestro país, vulnera la letra y el espíritu básico de nuestra Constitución. Las restricciones cambiarias violan claramente las libertades personales y la propiedad privada de los habitantes del país, forzándolos a permanecer atrapados en un territorio en el cual la moneda oficial inconvertible, se deprecia en porcentajes mayores al 25% anual. Esto obviamente está generando efectos contrarios a los logrados a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Las consecuencias del cepo cambiario están a la vista y las sufrimos todos los días: inversiones que no llegan, capitales que huyen a cualquier costo; menos puestos de trabajo; caída en el nivel de actividad, faltante de productos, etcétera. En definitiva menor creación de riqueza y mayor pobreza. El cepo cambiario es parte de un conjunto de equivocadas medidas económicas que han sido tomadas por el Gobierno Nacional a fin de sostener una fiesta a la cual solamente se encuentran invitados algunos, pero cuya cuenta será pagada por el resto de los argentinos.

Julián Obiglio es Diputado Nacional y egresado de ESEADE.