MIS ESTIMADOS MARCIANOS LIBERTARIOS, CUANDO DESCIENDAN EN LA TIERRA, UBÍQUENSE.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 20/5/18 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2018/05/mis-estimados-marcianos-libertarios.html

 

Lamento enormemente disentir con mi admirado Loris Zanatta, pero mi antipático papel como defensor de Trump como mal menor me pone en esa posición.

Dice Zanatta el 15 de mayo de 2018: “Trump quiere demoler el orden internacional construido por su propio país después de la segunda guerra mundial. Lo que los teóricos de las relaciones internacionales siempre han llamado «el orden liberal», a él le da asco. este «orden» se basa en tres pilares: la democracia política y las libertades civiles, que para Trump son opcionales; la libertad económica, que considera nefasta y a la que opone el principio del America first y el multilateralismo, la densa red de instituciones internacionales que fomentan la cooperación y tratan de disuadir el conflicto: es una palabra ausente en su vocabulario. Desde el comercio transpacífico hasta los acuerdos climáticos, desde la relación con Europa hasta la gobernanza global, su consigna es: me tiene sin cuidado; somos los más poderosos, hago lo que le conviene a mi pueblo”.

Ahora bien, ¿por qué ese “orden internacional” es una garantía del liberalismo clásico y las libertades individuales que siempre ha defendido Zanatta? La Declaración de los Derechos Humanos de 1948, ok; pero por lo demás, la ONU ha tenido una agenda muy cuestionable para cualquier libertario o liberal clásico que se precie de tal. Han atacado al libre comercio con sus alianzas con el Banco Mundial, que, junto con el FMI, sólo han servido para promover el intervencionismo, prestando o regalando papel pintado a los gobiernos para que hagan lo que quieran. A través de sus organismos de salud ha difundido una agenda antinatalista en todo el planeta, al mismo tiempo que con lo primero restringía el libre mercado, fórmula explosiva para crear más pobreza y miseria. Ha corroborado las aduanas y proteccionismos entre las Naciones. Ha nacido con la Unión Soviética y China a la cabeza de sus decisiones, un chiste de mal gusto a todo amante de la verdadera libertad. Ha promovido todo tipo de neo-marxismos diversos a través de la UNESCO. Ha sido totalmente ineficaz para luchar contra todo tipo de dictadorzuelos, o al revés, los ha corroborado. Ha promovido a nivel mundial el welfare state, un fracaso total a nivel moral y económico. Etc. Ha promovido todo tipo de políticas estatistas para supuestamente defender la ecología.

¿Y ahora Trump es el malo por oponerse a todo ello?

Segundo, ¿de dónde sacó Zanatta que para Trump la democracia política y las libertades civiles son opcionales? Opcionales son para las agendas totalitarias del lobby LGTB, que quiere encerrar, literalmente, a cuantos no piensan como ellos, bajo supuestos delitos de hate sppech, discriminación, homofobia, etc. Así vemos a monjitas presas por no repartir preservativos en sus iniciativas de salud, a profesores universitarios echados por no hablar los pronombres neutros, a padres presos en Alemania por querer educar a sus hijos en su verdadera fe, a vendedores de pasteles presos por decidir ejercer su libertad de comercio y no vender sus pasteles a quienes no quieran, a Jordan Peterson luchando solo, en Canadá, por su libertad de expresión. Trump está poniendo un freno a todo ello, precisamente por defender las libertades civiles a las cuales se opone toda la agenda neo-marxista del partido demócrata.

¿Y Trump es entonces el malo de la película?

¿Y el proteccionismo? Sí, claro, allí Trump está equivocado. ¿Pero es el primero? ¿Quién NO es proteccionista, excepto los que estudiamos a Mises y Hayek? ¿Quién no era proteccionista? ¿Obama? ¿Quién no iba a ser proteccionista? ¿Hilary?

¿Y la política fronteriza? ¿Quién NO piensa que debe haber aduanas, visas y pasaportes? Los libertarios. ¿Y eran libertarios los demócratas que AHORA claman al cielo? ¿Quién eliminó las fronteras y sus controles? ¿Obama? ¿Quién NO deportó gente según las leyes federales aprobadas por el Congreso sin ningún escándalo de los AHORA “aperturistas” mass media? ¿Obama? ¿Quién iba a eliminar las visas y los pasaportes? ¿Hilary? Y por favor no me digan que es una cuestión de grado. O la ley se cumple, o no. Por favor no tengamos doble discurso. Si hay inmigración ilegal, siempre habrá deportados. ¿Y con quiénes NO iba a haber inmigración ilegal? ¿Con los demócratas?

Realmente pregunto a los libertarios y liberales clásicos que ahora son denunciadores seriales de Trump, ¿y qué esperaban con Hilary?

¿No saben ubicarse en el mundo real, en la siempre opción entre el mal menor o mayor?

 

¿No “les gusta” Trump? A mí tampoco. Es un maleducado y un grosero. Pero dedíquense entonces a lanzar sus diatribas contra la corrección política, la timidez y la falta de sinceridad y liderazgo de todo el Partido Republicano. Porque millones de electores norteamericanos se hartaron de estupideces. Y estupidez NO es mandar a la miércoles el tratado con Irán, donde Irán estaba mintiendo de vuelta. Estupidez NO fue decirle al loco de Kim Jong Un que si se seguía haciendo el loco, habría otro loco en serio del otro lado. Estupidez NO fue defender a Israel de sus bestiales vecinos ni reconocer su auténtica capital. Estupidez NO fue dejar de defender y financiar a Planed Parenthood y oponerse al aborto y a la industria de vender partes de embriones al mejor postor. Estupidez NO fue bajar los impuestos. Estupidez NO fue mandar al cuerno a acuerdos ecológicos estatistas que NO solucionan el problema. Por ende lamento mucho, estirados libertarios, que Obama sea un total caballero –lo es- al frente de una agenda totalmente socialdemócrata en lo económica y autoritaria en lo cultural. Lamento mucho que Hilary sea una dama con un maravilloso inglés bostoniano que iba a seguir el legado de su antecesor. Y lamento mucho que para frenarlos, millones de sencillos y sabios norteamericanos hayan elegido a un maleducado. Es lo que hay, gente. Del otro lado tienen a Cuba, a Corea del Norte, a los totalitarios chinos, al nuevo zar de Rusia, a la Europa vieja, moribunda y suicida, y la dictadura de lo políticamente correcto en Canadá. Váyanse allí. ¿Y saben qué, además? EEUU tampoco es ahora la tierra de la libertad. Les propongo vivir en Marte, como yo, pero al menos ubíquense en la guerra cada vez que desciendan en La Tierra.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

Liberalismo no es Ajuste

Por Iván Carrino. Publicado el 10/2/18 en: http://www.ivancarrino.com/liberalismo-no-es-ajuste/

 

La libertad económica es, por definición, expansiva de la creatividad y el emprendimiento humano.

A menudo, en los debates sobre economía y política, se acusa a los liberales de querer “ajustar a la gente”.

Hay que reconocerlo.  Tal vez algo de responsabilidad tenemos, puesto que si estamos analizando las cuentas públicas y, por ejemplo, éstas tienen un agujero, decimos que hay un “desajuste” que debe ser “ajustado”.

En este sentido, igualmente, la palabra ajuste no tiene nada de malo. Es que, simplemente, si venís por un camino que te va a hacer terminar mal, tenés que corregir, ajustar.

Ajustar una tuerca no es malo en sí mismo. De hecho, puede prevenir accidentes fatales: ¿cuál sería el problema?

Pero lo que los supuestos campeones de los pobres y abanderados de los trabajadores quieren decir cuando asocian liberalismo (o, peor aún, “neoliberalismo”) con ajuste, es que nosotros queremos “ajustar a los trabajadores”, que caiga el salario, que suba el desempleo, que “quede la gente afuera, pero con los números bien cerrados”.

Dentro de esta retórica, el neoliberalismo es el enemigo del pueblo, mientras que el populismo, el socialismo y el estado de bienestar son los verdaderos héroes de la sensibilidad social.

Contradicción en términos

Hecho el mea culpa sobre el uso de la palabra ajuste por parte de los economistas, queda claro que hay dos sentidos del término. Uno referido a corregir desequilibrios,  y otro referido a empeorar la calidad de vida de la gente.

En este último sentido, liberalismo y ajuste son claramente antónimos. Es decir, lo exactamente opuesto, por definición.

Piénsese en lo que quiere decir liberalismo. Liberalismo viene de libertad, así que implica que la gente es libre de perseguir sus sueños, sin ser coaccionada por terceros. En el ámbito de la economía, esa libertad es la que genera los incentivos para emprender, producir más y aumentar la riqueza.

La libertad está íntimamente relacionada con la propiedad privada. Y cuando la propiedad privada se respeta, los empresarios se lanzan a invertir, crear negocios y empresas que ofrecen bienes y servicios. Si éstos satisfacen las necesidades de los consumidores, los empresarios están creando riqueza.

Por si esto fuera poco, como efecto colateral, aumenta la demanda de trabajadores. Finalmente, mayor producción y mayor demanda de empleo suben los salarios en términos reales.

Lo que digo no es un cuento de hadas o una mera gimnasia mental. De acuerdo con la última publicación del Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage, los países más libres del mundo tienen un PBI per cápita 7,5 veces mayor al de los países considerados “reprimidos”, categoría en la que Argentina estuvo hasta hace poco.

Gráfico 1. PBI per cápita y Libertad Económica

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Fuente: 2018 Index of Economic Freedom – The Heritage Foundation

Uno podría argumentar que el PBI per cápita es una medida no del todo indicativa del bienestar de una sociedad y que, por tanto, la relación no es tan asombrosa.

Sin embargo, la libertad económica no solo está correlacionada con el PBI per cápita, sino también con el Índice de Desarrollo Humano, de la ONU (los países más libres tienen un promedio de 0,93 puntos vs. Un 0,57 de los países reprimidos).

Además, los países que más medidas toman para incrementar la libertad de crear y emprender de sus ciudadanos, bajando impuestos, trabas y distorsiones, son los que terminan creciendo más rápido, algo que se relaciona directamente con la caída de la pobreza.

Gráfico 2. Mejoras en libertad económica y tasa de crecimiento per cápita.

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Fuente: 2018 Index of Economic Freedom – The Heritage Foundation

Vistos estos datos: ¿cómo se puede hablar de liberalismo como sinónimo de ajuste? La libertad económica es todo lo contrario a ajustar a los trabajadores.

Es el ingrediente necesario para aumentar la iniciativa empresarial, fomentar el crecimiento económico, y así aumentar los salarios y reducir la pobreza.

Ajuste es el populismo

Habiendo dejado claro que liberalismo no tiene nada que ver con “ajuste”, en el sentido de reducir el salario de los trabajadores, veamos qué es lo que verdaderamente causa eso.

Es acá donde nos encontramos con otra cosa muy distinta: el populismo.

A fines del a década del ’80, dos académicos de prestigio internacional recopilaron numerosas experiencias de países latinoamericanos, para un estudio que llamaron “El Populismo Macroeconómico en América Latina”.

Para Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards, el populismo macroeconómico, mediante el uso de “políticas fiscales y crediticias expansivas (…) destaca el crecimiento y la redistribución del ingreso” al tiempo que “menosprecia los riesgos de la inflación y el financiamiento deficitario, las restricciones externas y la reacción de los agentes económicos ante las políticas agresivas ajenas al mercado”.

Léase, políticas insostenibles que, a mediano o largo plazo, generan distorsiones tales que alejan la inversión y eliminan los incentivos para emprender, producir y crecer.

Los datos recopilados por los autores y el equipo que comandaron son contundentes.

Gráfico 3. Salario Real en Chile (1967-1977).

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Fuente: Fuente: Macroeconomic Populism in Latin America. NBER Working Paper No. 2986

Gráfico 4. Salario Real en Perú (1980-1989)

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Fuente: Macroeconomic Populism in Latin America. NBER Working Paper No. 2986

El populismo destaca el corto plazo por encima del largo. Así, lleva adelante políticas totalmente desaconsejadas, como el déficit fiscal, la inflación, el control de precios,  el aumento de las regulaciones… Todo eso puede generar una ilusión de bienestar en un primer momento, como se observa en los gráficos anteriores, pero el final es cantado.

Para Edwards y Dornbusch, una fase inevitable del populismo macroeconómico es la de la estabilización ortodoxa, donde la realidad sale a la luz, el salario real cae, la inflación salta y la economía entra en recesión.

Obviamente, si la estabilización es exitosa, y el populismo se abandona, el país vuelve a crecer.

La Argentina de los últimos años es un caso claro de populismo. Es que si bien hubo  años de “crecimiento a tasas chinas”, dado que éstos estuvieron impulsados por expansionismo fiscal y monetario, llegó un día que la nafta se acabó y hubo que reconocer la realidad.

Tras años de alta inflación, déficit fiscal creciente, controles precios, de tarifas y del tipo de cambio, la inviabilidad de “el modelo” quedó expuesta. Obviamente, los salarios cayeron y los trabajadores se vieron ajustados.

¿Pero quién tuvo la culpa? ¿El que “prendió la luz y levantó la alfombra”, o el que venía intentando fracasadamente ocultar la realidad?

Gráfico 5. Salario Real Privado en Argentina (2013-2017)

liber5 Fuente: Ministerio de Trabajo e IPCBA.

En 2014, cuando aún gobernaba el kirchnerismo, el salario real llegó a caer 8,9% anual. En 2016, con el nuevo gobierno en funciones, éste volvió a caer, hasta 10,8%.

El ajuste contra los trabajadores no es responsabilidad del liberalismo, sino del populismo. Allí donde los países son más libres, la economía crece más y el ingreso de las personas es el más elevado de todos.

Pero donde rige el populismo, los salarios crecen a corto plazo, pero a costa de desplomarse a mediano-largo, producto de la inflación, el consumo de capital y la fuga de la inversión.

Por una vez, pongamos las cosas en su lugar. Liberalismo no es ajuste, ajuste es el populismo.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Es un error que el Gobierno haya cambiado la meta de inflación

Por Iván Carrino. Publicado el 31/12/17 en: http://www.lanacion.com.ar/2096679-es-un-error-que-el-gobierno-haya-cambiado-la-meta-de-inflacion

 

Argentina acarrea una historia de larga decadencia económica. De encontrarse entre los primeros países del mundo a comienzos del Siglo XX, pasamos a ocupar el puesto setenta y tantos.

En 1895, nuestro país tenía el 97% del PBI per cápita de Australia. Hoy tenemos solo el 43%.

El proceso de decadencia es largo. Pero la caída se profundiza en el período de 1975 a hoy.

¿Quiere saber por qué?

La respuesta es la inflación.

Salvo en 1978 y 1986, desde 1973 y hasta 1990 la tasa de inflación nunca bajó del 100% anual. Gustavo Lázzari y Pablo Guido explicaron que ése constituyó “el período de inflación alta más prolongado de la historia del mundo”.

La inflación es un cáncer para la economía. Destruye el poder de compra del salario, arruina el ahorro, impide planificar y distorsiona el sistema de precios generando falsos auges y posteriores depresiones.

A la Argentina, la inflación la borró del mapa.

Después de 1990 tuvimos 10 años de estabilidad, pero el gasto y la deuda generaron una nueva crisis sin precedentes. El resultado fue volver a probar con la receta inflacionista, que con los Kirchner terminó en el cepo y un estancamiento económico que se prolongó por 6 años.

¿Quién querría tener más inflación?

Curiosamente, no son pocos y acaban de obtener una victoria dentro del equipo económico del gobierno.

Es que para algunos, incluido el ex Ministro de Economía, Alfonso Prat-Gay, el ritmo planteado de desinflación era excesivamente veloz, lo que obligó a tener tasas “demasiado altas que generan atraso cambiario”.

Para atacar estos problemas, pidió elevar las metas de inflación.

Es decir, tener más inflación para que haya tasas más bajas y un dólar más competitivo. O sea, lo que efectivamente anunciaron Peña, Dujovne, Caputo y Sturzenegger el jueves pasado.

Hay dos problemas con esta propuesta.

El primero es que la tasa de interés de la política monetaria no es “alta”, como se dice. Al 30 de octubre de este año, y en el mejor de los casos, la “espectacular inversión” en los títulos del Banco Central rindió 3,2 puntos en términos reales.

Una tasa de interés de 3,2 puntos no parece ser problemática para la inversión. De hecho, de acuerdo con Orlando Ferreres, la Inversión Bruta Fija creció 13,4% interanual en octubre y promedia un aumento de 11,1% en los últimos 6 meses. Es decir, crece al mayor ritmo de los últimos 4 años, cuando la tasa era negativa contra la inflación.

Lo mismo pasa con el crédito. Está volando en términos reales, poco afectado por la “alta” tasa de interés.

El segundo punto es el tipo de cambio.

Según la mirada más heterodoxa, la apreciación del tipo real de cambio es preocupante y desinflar más lento ofrecería un dólar más competitivo.

¿Es esto realmente así?

A priori, no parece. Si la tasa de interés baja de su nivel actual, el dólar puede subir, pero igual subirían los precios, de manera que no se revertiría la apreciación real.

Yendo a lo más fundamental, el concepto en sí mismo es desacertado. Es que países como Chile, Perú, Colombia e incluso Brasil, han vivido un largo proceso de apreciación real de su moneda desde 2003 a 2013, sin que eso resultara en un obstáculo para su crecimiento.

Para sorpresa de algunos, en paralelo con el “dólar barato”, la economía de estos países creció, con baja inflación, bajo desempleo y aumento del salario real.

¿Por qué en Argentina debería ser diferente?

El Banco Central es la institución pública cuyo único rol en Argentina y cualquier país serio del mundo es tener una inflación baja y estable. No se puede imprimir crecimiento.

A corto plazo, es posible que una mayor laxitud monetaria tenga como contrapartida una mayor actividad, pero a largo plazo sabemos que solo trae inflación, crisis y pobreza.

Argentina debe crecer mirando el largo plazo. Y ahí el camino son las reformas estructurales. Más libertad económica, más inversión, crecimiento y reducción de la pobreza. Bajar la inflación es un componente más en ese combo de cambios profundos.

Ya probamos el atajo inflacionista. Nos fue peor que mal. Es una lástima que hayamos vuelto a caer en el error.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

UN MILAGRO EN LA IGLESIA CATÓLICA

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 6/12/17 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2017/12/06/un-milagro-en-la-iglesia-catolica/

 

Tal vez esté de más subrayar que todo lo que consigno en esta nota periodística es de mi entera responsabilidad y, como en todos los casos en que escribo, no compromete la opinión de ninguna de las personas que menciono.

Después de batallar durante décadas con las ideas atrabiliarias por parte de algunos representantes de la Iglesia sobre temas económico-sociales al efecto de refutar propuestas estatistas que hunden a la gente en la pobreza, ahora aparece un Papa que enfatiza aquellas ideas contraproducentes. Es cierto que no son pocos los preocupados con estas propuestas empobrecedoras, tanto sacerdotes como laicos, pero henos aquí que ahora se publica un libro del Padre Martín Rhonheimer -suizo que vive en Viena, pertenece al Opus Dei, de familia judía, doctor en filosofía, profesor en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma y presidente del Instituto Austríaco de Economía y Filosofía Social- titulado Libertad económica, capitalismo y ética cristianaEnsayos sobre economía de mercado y pensamiento cristiano (Madrid, Unión Editorial, 2017, editado por Mario Silar).

Resume la tesis de toda esta obra en el primer párrafo del primer capítulo donde se lee que “Es un hecho histórico que el sistema económico capitalista, tal y como se ha desarrollado en Europa desde la industrialización, ha significado para las masas –por primera vez en la historia de la humanidad– la liberación del hambre y de la miseria, es más, la ´democratización´ del bienestar”.

El libro me lo adelantó mi distinguido ex alumno de una maestría en economía -Gustavo Hasperué- un filósofo de fuste quien  me dio una sorpresa sumamente agradable en vista de tantos sacerdotes que insisten en políticas desacertadas que naturalmente tienen connotaciones éticas de envergadura.

Reitero parcialmente lo que he escrito antes  al efecto de aclarar lo dicho.  A raíz de la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, consigné que el Papa Francisco lamentablemente vuelve a insistir con sus ideas estatistas y contrarias a la sociedad abierta reflejada en los mercados libres. Sin duda esto tiene una clara dimensión moral puesto que la tradición del liberalismo clásico y sus continuadores modernos se basan en el respeto recíproco y la asignación de los derechos de propiedad como sustento moral de sus propuestas filosóficas, jurídicas y económicas. De allí es que el primer libro de Adam Smith, ya en 1759, se tituló The Theory of Moral Sentiments, preocupación mantenida por los más destacados exponentes de esa noble tradición.

El aspecto medular del documento (que comentaremos brevemente puesto que el espacio no nos permite abarcar todos los aspectos) se encuentra en el segundo capitulo. No dudo de las mejores intenciones del Papa, pero lo relevante son los resultados de medidas aconsejadas. Para darnos una idea del espíritu que prima en la referida Exhortación, se hace necesario comenzar con una cita algo extensa para que el lector compruebe lo dicho en palabras del texto oficial.

“Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata. […] Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera”.

En verdad, las reflexiones del Papa resultan sorprendentes debido a las inexactitudes que contienen. En primer lugar y antes que nada, debe precisarse que el mundo está muy lejos de vivir sistemas de competencia y mercados abiertos sino que en menor o mayor medida ha adoptado las recetas del estatismo más extremo en cuyo contexto el Leviatán es cada vez más adiposo y cada vez atropella con mayor vehemencia los derechos de las personas a través de múltiples regulaciones absurdas, gastos y deudas públicas colosales, impuestos insoportables e interferencias gubernamentales cada vez más agresivas, todo lo cual no es siquiera mencionado por el Papa en su documento.

Sin embargo, la emprende contra la competencia y los mercados libres que dice “matan” como consecuencia de la supervivencia de los más aptos, sin percatarse que no pocos de las que hoy acumulan las mayores riquezas, en gran medida no son los empresarios más eficientes para atender las demandas de su prójimo sino profesionales del lobby que, aliados al poder político, explotan miserablemente a los más necesitados. También omite decir que la desocupación es una consecuencia inevitable de legislaciones que demagógicamente pretenden salarios superiores a los que las tasas de capitalización permiten como si se pudiera hacer ricos por decreto. Tasas que desafortunadamente son combatidas por las políticas gubernamentales que prevalecen. Dichas tasas constituyen la única causa de la elevación en el nivel de vida de la gente, si no somos racistas y nos damos cuenta que las causas no residen en el clima imperante ni en los recursos naturales. El “derrame” es una mala caricatura del antedicho proceso.

Llama la atención que el Papa se refiere a la compasión del modo en que lo hace, puesto que, precisamente, aquella contradicción en términos denominada “Estado Benefactor”es lo que no solo ha arruinado especialmente a los más necesitados y provocado la consecuente y creciente exclusión, sino que se ha degradado la noción de caridad que, como es sabido, remite a la entrega voluntaria de recursos propios y no el recurrir a la tercera persona del plural para echar mano compulsivamente al fruto del trabajo ajeno.

Los valores y principios de una sociedad abierta no matan, lo que aniquila es el estatismo vigente desde hace ya mucho tiempo. Es importante citar el Mandamiento de “no matar”, pero debe también recordarse los que se refieren a “no robar” y “no codiciar los bienes ajenos”. En este sentido, estimo de una peligrosidad inusual el consejo papal basado en una cita de San Juan Crisóstomo cuando escribe el Papa: “animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: ‘No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos’ ” (tengamos presente las riquezas del Vaticano).

Debe precisarse, por un lado, que en una sociedad libre la desigualdad de rentas y patrimonios es inexorable consecuencia de las compras y abstenciones de comprar que lleva a cabo la gente en los supermercados y equivalentes en la medida que considere la satisface el empresario en cuestión. El comerciante que acierta obtiene beneficios y el que yerra incurre en quebrantos. Por otra parte, las desigualdades fruto del privilegio significan un asalto al fruto del trabajo ajeno por parte de ladrones de guante blanco a través de bailouts y otros fraudes que destrozan las vidas de quienes no tienen poder de lobby.

También es pertinente apuntar la importancia de la igualdad ante la ley anclada en la Justicia del “dar a cada uno lo suyo” y tener en cuenta que la igualdad es ante la ley, no mediante ella a través de la guillotina horizontal.

En esta línea argumental, es de gran importancia tener presente consideraciones bíblicas sobre pobreza y riqueza material para constatar el significado de estos términos en el contexto de los valores morales que deben primar sobre toda otra consideración, en concordancia con los dos Mandamientos antes mencionados que hacen referencia a la trascendencia de la propiedad privada, lo cual es del todo armónico con los postulados de una sociedad abierta. Así, en Deuteronomio (viii-18) “acuérdate que Yahveh tu Dios, es quien te da fuerza para que te proveas de riqueza”. En 1 Timoteo (v-8) “si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. En Mateo (v-3) “bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” fustigando al que anteponga lo material al amor a Dios (amor a la Perfección), en otras palabras al que “no es rico a los ojos de Dios” (Lucas xii-21), lo cual aclara la Enciclopedia de la Biblia (con la dirección técnica de R. P. Sebastián Bartina y R. P. Alejandro Díaz Macho bajo la supervisión del Arzobispo de Barcelona):   “la clara fórmula de Mateo -bienaventurados los pobres de espíritu- da a entender que ricos o pobres, lo que han de hacer es despojarse interiormente de toda riqueza” (tomo vi, págs. 240/241). En Proverbios (11-18) “quien confía en su riqueza, ese caerá”. En Salmos (62-11) “a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón”. Este es también el sentido de la parábola del joven rico (Marcos x, 24-25) ya que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo vi-24).

En este cuadro de situación es de interés tener presente lo estipulado por la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede que consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana que “el teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] Las teorías sociológicas se reducen de hecho a simples conjeturas y no es raro que contengan elementos ideológicos, explícitos o implícitos, fundados sobre presupuestos filosóficos discutibles o sobre una errónea concepción antropológica. Tal es el caso, por ejemplo, de una notable parte de los análisis inspirados por el marxismo y leninismo […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.

En resumen, la obra del R.P. Dr. Rhonheimer -inherente a la filosofía moral cristiana de respeto recíproco- curiosamente hoy constituye una especie de milagro formidable en el seno de la Iglesia católica debido a lo que viene ocurriendo, es de esperar que su nuevo libro sea leído por un público numeroso y atento.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es Asesor del Institute of Economic Affairs de Londres

Argentina se recupera de su propia tragedia chavista

Por Iván Carrino. Publicado el 11/8/17 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2017/08/11/argentina-se-recupera-de-su-propia-tragedia-chavista/

 

En el año 2013, Argentina y Venezuela transitaban caminos similares. Mientras la región crecía al 3 % anual con una inflación de 4,5 %, las naciones comandadas por Nicolás Maduro y Cristina Fernández mostraban números mucho peores.

En Venezuela, la economía creció 1,3 % ese año, pero con una inflación de 56,2 % según el FMI. En Argentina, el crecimiento fue un tanto superior (2,4 %), mientras que la inflación estuvo un escalón por debajo, en el 28,3 % anual según datos privados.

Otra característica que hermanaba las economías de Argentina y Venezuela era el control de cambios. En ambos países el gobierno decretaba un tipo de cambio oficial al cual solo podía acceder un puñado de autorizados. El resto debía operar con el dólar del mercado paralelo.

En Argentina, la brecha promedio entre ambos tipos de cambio fue de 60 % ese año. En Venezuela, ya se había disparado al 456 %.

El intervencionismo, el discurso anticapitalista, la inflación, los controles de precios y los avances sobre la prensa y la justicia independiente fueron también características propias de Argentina y Venezuela.

Hoy el país caribeño se hunde en el desastre. La economía sufre hiperinflación e hiper-recesión. Solo un dato ilustra la debacle: en 2016 se fabricaron no más de 3.000 vehículos, mientras en 2007 la cifra alcanzó los 170.000. Es una caída de 98 % en diez años. El sistema político, además, mutó de una democracia populista a una dictadura socialista al estilo cubano.

Argentina, por el contrario, vive una realidad diferente. A pesar de la caída de la economía en 2016, hoy está en pleno proceso de recuperación. Si todo sale como indican las estimaciones privadas, la inflación será la más baja en siete años, mientras que el crecimiento será el más elevado en cinco años. En el plano político, la prensa trabaja libremente, la justicia no se encuentra amenazada y el gobierno de Macri tiende relaciones diplomáticas con el mundo civilizado.

¿Qué pasó con Argentina? Para resumir la respuesta: en las elecciones de 2015, el pueblo le dijo NO al modelo chavista.

 

Reformas urgentes

Tras haberse impedido el proyecto re-reeleccionista de Cristina Fernández de Kirchner, los argentinos asistieron a las urnas en octubre de 2015. Los candidatos de ese entonces ya prometían cambiar de rumbo. El debate, entonces, era si el cambio debía ser gradual o de shock, pero ya no se discutía que había que cambiar.

Finalmente, en la segunda vuelta electoral se impuso Mauricio Macri, el más “antikirchnerista” de los candidatos.

Rápidamente se tomaron algunas medidas que modificaron el ecosistema económico:

1) Se eliminó el control de cambios.

2) Se eliminaron la mayoría de los impuestos a la exportación.

3) Se liberalizaron parcialmente los precios de los servicios públicos como agua, luz y gas.

4) Se normalizaron los procesos para importar, haciéndoselos menos discrecionales.

5) Se implantó en el BCRA un sistema de “metas de inflación” para cuidar el valor del peso.

6) Se implantó un plan de “metas fiscales”, con la propuesta de reducir el déficit paulatinamente.

Las reformas urgentes implementadas por Macri dejaron al descubierto el delicado equilibrio de la economía argentina. Familias y empresas, al tener que pagar más por las tarifas energéticas, restringieron otros consumos. Algunos negocios, incluso, debieron cerrar sus puertas.

Al mismo tiempo, el sinceramiento mostró la verdadera inflación que se ocultaba detrás de los controles y se disparó al 41 % anual.

No obstante, otros indicadores mejoraron. De acuerdo con la Fundación Heritage, el país mejoró su “Libertad Económica” en 6,6 puntos. En dicha mejora destacan los rubros “derechos de propiedad”, “libertad financiera” y “libertad para la inversión”.

Por otro lado, de acuerdo con la Fundación Libertad y Progreso, luego de caer 94 posiciones en su Índice de Calidad Institucional entre 1996 y 2015, el país recuperó cuatro posiciones en 2016.

Menos chavismo, más inversión

Abortar el camino del socialismo venezolano e imponer ciertas reformas liberalizadoras mejoraron el clima de inversión local.

Eso se verifica en los números. De acuerdo con el Banco Central, la inversión extranjera directa creció 92,8 % en 2016; mientras que en los primeros seis meses de este año sigue avanzando a un ritmo del 12,4 %. Por otro lado, de acuerdo con el centro de estudios de Orlando Ferreres y Asociados, en julio “la inversión volvió a mostrar un resultado positivo en el sexto mes del año y acumula cuatro meses consecutivos de expansión”. En el año acumula un avance de 6,4 %.

La consecuencia más palpable es la recuperación económica que mencionábamos. De 15 sectores que componen el PBI, 11 están creciendo en términos interanuales, destacándose el sector agrícola, la construcción, y el transporte y las comunicaciones.

Seguro que Macri no es todo lo liberal que uno desearía. Seguro que todavía queda mucho por hacer para que el país abrace el crecimiento sostenible y vuelva a formar parte del club de los países ricos.

Sin embargo, una conclusión se hace más que evidente: socialismo es sinónimo de pobreza, y abortar el camino hacia él por lo menos ofrece la posibilidad de salir de la misma.

Los primeros “brotes verdes” de la economía argentina así lo prueban.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

¿Es cierto que ya se probó y fracasó el liberalismo en Argentina?

Por Iván Carrino. Publicado el 2/2/17 en: http://inversor.global/2017/02/es-cierto-que-ya-se-probo-y-fracaso-el-liberalismo-en-argentina/

 

  

liberalismo-argentina-ivancarrino-750x483Un lugar común en los debates es que las recetas liberales ya se probaron y fracasaron. En esta nota demostraré por qué es falso este planteo.

Estudié ciencias económicas porque, a mis 18 años, quería entender más acerca de cómo funcionaba el mundo y qué se podía hacer para cambiarlo.

Ya desde el colegio secundario me enganchaba en largos debates acerca del modelo de país, del tipo de cambio, y si nuestras crisis económicas eran culpa del estado o del mercado.

Más acá en el tiempo, todo sigue bastante similar. Argentina va de crisis en crisis, y yo sigo debatiendo sobre economía con todo aquél que esté listo para tener un intercambio respetuoso.

Mi punto de vista es bastante sencillo: dado que en el mundo los países con mayor libertad económica son los que más prosperan, y dado que Argentina ha hecho todo lo contrario en este sentido, propongo un país más libre con un gobierno mucho más limitado en sus funciones.

Libertad cambiaria, bajos impuestos y apertura comercial están en esta receta que podríamos llamar clásica o liberal.

Ahora siempre que propongo algo del estilo, no falta la persona que diga con autoridad supina:

No, Iván. Eso ya se probó en Argentina y fracasó rotundamente.

No creo que haya habido reunión, medio de comunicación, o grupo de whatsapp donde no me hayan lanzado alguna vez esta frase.

Evidentemente, ya forma parte del “imaginario popular”.

Es por eso que en lo que queda de esta nota me dedicaré a contestar esta pregunta: ¿Es cierto que el liberalismo en Argentina se probó y fracasó?

Vamos por partes. Lo primero que hay que responder es si, alguna vez en la historia, existió algo cercano al liberalismo económico en el país.

La respuesta a esa pregunta es un rotundo SÍ.

Lo que queda por saber, entonces, es si durante la vigencia de ese sistema, el país obtuvo malos resultados.

La respuesta a esta segunda parte de la pregunta es un rotundo NO.

En un post que ya debería ser un clásico de la “blogosfera”, el economista sanjuanino Guillermo Sánchez ilustra con datos cómo evolucionó la economía argentina durante la “Era Relativamente Liberal”, que sitúa entre 1880 y 1913.

Durante esos años, el estado se mantuvo limitado (con un gasto promedio del 8,8% del PBI), cumpliendo con lo que el preámbulo de la constitución recomendaba: “asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.

En la época relativamente liberal, el país estaba abierto al comercio internacional y a la inmigración, y salvo episodios puntuales (como la crisis de 1890-91), la inflación se mantuvo baja y estable. Entre 1880 y 1913, la inflación promedio fue un envidiable 1,6% anual.

Los resultados de este tipo de sistema económico son relatados por Sánchez. El PBI durante esa época se multiplicó casi por 8, mientras que en términos per cápita, con una inmigración que crecía a ritmos acelerados, se multiplicó por 2 y medio.

Otro dato relevante es que el país vivió una verdadera industrialización durante ese período. Guillermo Sánchez lo explica:

El sector industria manufacturera del PBI a precios del ‘93 aumentó como nunca jamás, un impresionante 1193% entre 1880 y 1913. El componente industrial del PBI real se multiplicó por casi 13 (…) dejando en un alejadísimo segundo lugar a la época intervencionista, con 202%. A pesar de la sustitución de importaciones, a pesar del proteccionismo, a pesar del apoyo estatal, etc…

Por último, también aumentó el salario real nada menos que 82% entre 1880 y 1913. Gracias a la baja inflación y al constante aumento de la productividad, los trabajadores argentinos estaban cada vez mejor.

A la luz de estos datos, la primera conclusión es sencilla: el liberalismo sí se probó en Argentina en el pasado y fue un éxito total. De hecho, comenzamos a caer cuando abandonamos ese camino.

Ahora bien, ¿Qué hay de los otros períodos supuestamente liberales como 1976-1983 y 1989-2001?

La primera aclaración que hay que hacer aquí es que una dictadura militar que niega derechos individuales básicos no debería ser asimilada al liberalismo. La libertad es algo integral y no se limita solo al ámbito de la empresa privada.

Yendo a lo económico, suele argumentarse que los militares de mediados de los ’70 fueron “aperturistas”.

Es posible que haya habido menos trabas a la importación. Sin embargo, en los datos no se verifica dicha apertura. En términos del PBI, las importaciones en 1976 representaban el 8,3%, mientras que en 1983 pasaron a representar el 7,0%. Esto está lejos de ser una “apertura indiscriminada” a las importaciones.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que durante el período de la dictadura, si bien el déficit fiscal se achicó dos años después del “Rodrigazo”, fue creciendo todos los años, con un gasto público que superaba el 30% del PBI. Como resultado, la deuda pasó del 28,7% del PBI en 1976 al 64,2% en 1983.

Si a estos números le sumamos que el gobierno militar seguía siendo dueño de todos los canales de televisión y numerosas empresas públicas, y que tenía un sistema de tipo de cambio controlado similar al de Kicillof, no podemos sostener que se trató de un gobierno liberal.

Durante la década del ‘90, la historia fue similar. Es cierto que se tomaron buenas decisiones como privatizar empresas públicas e imponer un sistema de caja de conversión que terminó con la inflación. Sin embargo, el déficit fiscal fue creciente y también el endeudamiento, lo que atrasó el tipo de cambio real y complicó la competitividad del país.

Esto no quiere decir que el liberalismo haya fracasado, sino simplemente que el déficit fiscal financiado con deuda es un arma peligrosa, algo que ningún liberal discutirá. El liberalismo propone un estado limitado, bajo gasto público y equilibrio fiscal. No déficit y endeudamiento.

Para terminar, vuelvo a la pregunta inicial: ¿Es cierto que el liberalismo se probó en Argentina? Sí. ¿Es cierto que fracasó? De ninguna manera.

Durante la era más liberal, el país creció y se convirtió en un faro de atracción para los inmigrantes del mundo. Con otros modelos, el país cayó en la decadencia y el atraso.

Por último, las experiencias históricas que muchos insisten en llamar “liberales”, no tuvieron nada que ver con el liberalismo.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Una vida al servicio de la libertad

Por Alejandro Chafuen: Publicado el 14/1/17 en: http://www.elobservador.com.uy/una-vida-al-servicio-la-libertad-n1020366

 

Fue un servidor de la sociedad libre en muchas capacidades: como profesor, funcionario y emprendedor intelectual

 

Alejandro A. Chafuén es Dr. En Economía por el International College de California. Licenciado en Economía, (UCA), es miembro del comité de consejeros para The Center for Vision & Values, fideicomisario del Grove City College, y presidente de la Atlas Economic Research Foundation. Se ha desempeñado como fideicomisario del Fraser Institute desde 1991. Fue profesor de ESEADE.

Alberdi y el libre comercio

Por Gabriel Boragina: Publicado el 9/10/16 en: http://www.accionhumana.com/2016/10/alberdi-y-el-libre-comercio.html

 

 

alberdi

Juan Bautista Alberdi, a quien no creemos equivocarnos si lo designamos como el primer gran constitucionalista argentino, fue -sin lugar a dudas- un gran paladín de la libertad, y tuvo un papel transcendental en la época de la formación de la República Argentina. Inspirador de la Constitución de esa nación, fue precisamente sumamente claro en describir el espíritu que animaba a esa constitución que se basó en sus formidables ideas, verdaderamente revolucionarias para su tiempo. Una de sus preocupaciones residió en explicar cómo esa misma constitución contenía un programa completo de libertad económica, que incluía –como no podía ser de otro modo- la libertad de comerciar. He aquí algunos de sus párrafos en tal sentido:

«Los art. 9, 10, 11 y 12, según los cuales no hay más aduanas que las nacionales, quedando libre de todo derecho el tránsito y circulación interna terrestre y marítima, hacen inconstitucional en lo futuro toda contribución provincial, en que con el nombre de arbitrio o cualquier disfraz municipal se pretenda restablecer las aduanas interiores abolidas para fomentar la población de las provincias por el comercio libre. En Francia se restauraron con el nombre de octroi (derecho municipal) las aduanas interiores, abolidas por la revolución de 1789. Es menester no imitar esa aberración, que ha costado caro a la riqueza industrial de la Francia.»[1]

Desafortunadamente, y salvo muy contados periodos posteriores al ejercicio de la novel constitución alberdiana, con el andar de los tiempos, el noble federalismo que la Carta Magna proclamaba fue paulatinamente dejado de lado y, algunas veces más, otras veces menos, pero con tendencia progresiva, el federalismo constitucional fue disipándose en el transcurrir. Formalmente, en nuestros días las aduanas interiores ya no existen. Pero –acorde lo temía nuestro prócer- fueron sigilosamente reemplazadas por medio de otras medidas que, con nombres diferentes, se alzaron como barreras muy similares a la de las aduanas de aquel entonces. Los impuestos provinciales, por ejemplo, que a veces alcanzan niveles abusivos para determinados artículos o renglones, hacen en los hechos de barreras aduaneras para el ingreso de empresas, productos o servicios. El régimen actual de coparticipación federal es muestra acabada de la más flagrante violación a la letra y al espíritu de la constitución fundadora.

«Conforme a semejantes leyes, ¿puede entenderse concedido el goce y ejercicio de las garantías de libertad, igualdad y propiedad? ¿Podría ser ejercida la libertad de comercio conforme a las leyes de Felipe II y de su padre Carlos V, los opresores del comercio libre? Nuestros legisladores deben tener presente la historia del derecho que está llamado a reformar; y todo economista argentino debe fijarse en los nombres que suscriben la sanción de la mayor parte de las leyes civiles que reglan el ejercicio de las garantías que la Constitución ha concedido a la industria. Así verán que en la obra de la organización que nos rige en plena república independiente, nueve partes tienen los reyes absolutos de España, y una la América emancipada. Esta única parte está en el derecho constitucional; las nueve realistas en el derecho orgánico. Practicar la Constitución conforme a este derecho, es realizar la república representativa conforme a la monarquía simple y despótica. He aquí lo que pasa de ordinario en nuestro régimen económico.»[2]

Alberdi se lamentaba en este párrafo de las leyes que -por entonces- regían a la Confederación Argentina. Se refería al derecho español que gobernó hasta 1810. Pero que -en los hechos- perduró durante muchos años más, ya no tanto en su letra como en su espíritu, incluso en las primeras leyes patrias propiamente dichas. Desdichadamente, el llamado del insigne argentino hacia los legisladores no fue escuchado, y si bien entre estos últimos ha habido –fuerza es reconocerlo- honrosas excepciones, la tendencia mayoritaria ha sido en restringir el libre comercio mediante leyes regulatorias de corte proteccionista, lo que -en los hechos- implicaba un retorno a la legislación colonial de la cual se suponía se quería renegar a través de las luchas de la independencia. El tiempo demostró que se obtuvo una mera independencia política de la metrópoli, y hasta todavía económica de esta también, pero el elemento ausente en el tramo final fue una auténtica independencia de sistema económico, y que -en definitiva- la República terminó adoptando como propio el régimen económico mercantilista heredado de España, el que, en una general visión retrospectiva histórica, no fue abandonado jamás hasta el presente. Alberdi temía -ya en su momento- que ello fuera a suceder, como lo demuestran estas otras palabras suyas:

«Guárdese el comercio actual de Buenos Aires de volver a merecer la descripción que hizo el doctor Moreno del comercio bonaerense de 1809. – «Un cuerpo de comercio que «siempre ha levantado el estandarte contra el bien común de los demás pueblos; que ha sido ignominiosamente convencido ante el monarca del abuso rastrero de comprar el mal nacional con cantidades de que no podía disponer». (Representación de los hacendados de las campañas del Río de la Plata, pidiendo el comercio libre con la nación inglesa en 1809)».[3]

Paradójicamente, era Buenos Aires quien se oponía al libre comercio entre Inglaterra y las Provincias Unidas del Rio de la Plata, conforme el propio Alberdi lo explica. Clara demostración todo, de cómo se combinaban de manera perfecta -tal como hoy también sucede- un exacerbado centralismo político complementado por un proteccionismos económico, que no son más que dos caras de la misma moneda, y que concurren paralelamente. Esta puja entre el centralismo porteño y el descentralismo provincial ha sido una constante desde las palabras de Alberdi hasta hoy, y continúa siendo un tema de gran actualidad pese a su antigüedad.

«Como repetidas veces Buenos Aires había frustrado los esfuerzos de las provincias para crearse un gobierno común con sólo quedar aislada y prescindente, las provincias vieron que para crear su gobierno general, les era indispensable destituir a Buenos Aires de los medios efectivos que tenía de impedírselos por su simple prescindencia sistemática, con la cual debían contar siempre las provincias. Y como Buenos Aires retenía esos medios al favor del monopolio que hacía de la navegación y del comercio exterior, las provincias cuidaron esta vez de proclamar la libre navegación de los ríos, para atraer a sus manos, por medio del comercio libre, los recursos elementales del poder de que Buenos Aires las tenía privadas por medio del comercio esclavizado, es decir, por medio del comercio indirecto obligatorio.»[4]

[1] Alberdi, Juan Bautista. Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853. .pág. 48

[2] Alberdi, J.B. ídem. Pág. 57

[3] Alberdi, J.B. ídem. Pág. 122

[4] Alberdi, J.B. ídem. Pág. 221

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Ni industria ni campo: libertad económica es el camino para Argentina

Por Iván Carrino. Publicado el 27/9/16 en: https://es.panampost.com/ivan-carrino/2016/09/27/argentina-libertad-economica/

 
La idea de que el país debe ser industrializado es, a grandes rasgos, pensar que el gobierno debe tomar políticas activas para que en la economía se desarrolle la industria manufacturera. 
Axel Kicillof es, junto con Yanis Varoufakis y Jorge Giordani, uno de los pocos ex ministros de economía del siglo XXI de profunda formación marxista. A juzgar por sus resultados, está claro que su cosmovisión del mundo no es la más adecuada para resolver los problemas actuales.

Varoufakis estuvo poco tiempo en funciones, pero fue suficiente para generar un pánico financiero en Grecia que terminó con la imposición de un corralito bancario. Jorge Giordani, quien saltó del barco de la economía venezolana en 2014, fue el artífice de la destrucción del país y cómplice de la hiperinflación y escasez que hoy asolan a su población.
Kicillof, por su parte, es responsable directo de la gestación de la bomba económica que el gobierno de Macri todavía está tratando de desactivar. Inflación, controles de precios, control de cambios, juicios sin pagar y déficit fiscal récord son solo alguna de las medallas que el joven exministro puede colgarse en su cuello. Otras son la economía frenada por 4 años, la caída del PBI per cápita y el aumento sostenido del nivel de pobreza. Nada para festejar.

Recientemente, Axel Kicillof fue entrevistado por el conocido periodista argentino Nelson Castro, en su programa “El Juego Limpio”. La entrevista se transformó en un cruce de acusaciones y tuvo momentos de contrapuntos picantes y tensos. Castro acusaba al exministro por su responsabilidad en la crisis actual, mientras que Kicillof intentó desligarse, echándole la culpa a la nueva política económica.

Al margen del cruce circunstancial entre el periodista y el economista, hubo un comentario al pasar sobre el que vale la pena reflexionar. En un momento de la conversación, Kicillof afirmó:

“Nuestro programa económico es un programa que se proponía una meta difícil: industrializar la Argentina”

En este momento de la charla, si bien hubo desacuerdo respecto de cómo lograr esa meta, nadie debatió el punto más importante. Es decir, si debe o no, darse dicha industrialización.

Analicemos este punto.

La idea de que el país debe ser industrializado es, a grandes rasgos, pensar que el gobierno debe tomar políticas activas para que en la economía se desarrolle la industria manufacturera. Trabas a las importaciones, subsidios directos, créditos blandos e inflación, todo vale para promover a los industriales del país. Si estas políticas dañan a otros sectores más competitivos o perjudican a los consumidores, eso no debería verse como un problema, ya que la industrialización es el camino para garantizar el progreso de todos.

Esta perspectiva sobre el rol que la industria manufacturera tiene en el desarrollo nacional puede provenir de una errónea interpretación de la historia de los Estados Unidos y otros países desarrollados. Durante el siglo XX, en Estados Unidos la industria tuvo un desarrollo muy marcado. Se estima que en 1840, solo representaba el 20% del PBI, mientras que a principios del Siglo XX ese porcentaje había llegado a superar el 40%. En paralelo a este verdadero proceso de industrialización, el nivel de vida de los americanos creció notablemente.

De ahí que muchos crean que la base de la riqueza se encuentra en la industria.

Sin embargo, hay dos puntos a destacar. El primero es que esta industrialización no fue producto de un deseo deliberado del gobierno de ese país, sino del desarrollo natural de las fuerzas del mercado, que fueron dejando el campo y llegaron a las ciudades en busca de mayores beneficios para sus inversiones. El segundo punto es que, a partir de la década del 70, la participación de la industria en el PBI cayó notablemente, sin que esto significara un problema para su economía. Hoy más del 70% de la producción norteamericana está en los servicios y el país sigue siendo uno de los que mejores niveles de vida tienen en el mundo.

En Argentina solemos enfrascarnos en una discusión anacrónica y obsoleta entre “industrialización” o “modelo agroexportador”, olvidando las bases verdaderas de la prosperidad económica de largo plazo. Es que no hace la diferencia si la economía tiene una mayor participación de un sector u otro, sino si ésta, como un todo, puede crecer de manera sostenible, generando progreso y bienestar para todos.

Estados Unidos no se convirtió en el primer país del mundo gracias a su industria, sino gracias a la libertad económica. Y fue esta libertad económica la que permitió a sus ciudadanos explorar un nuevo sector llamado industria a principios del siglo pasado. Fue la libertad la que industrializó al país. Y la misma libertad hoy permite el desarrollo del sector de servicios.

Para que nuestro país crezca, debemos dejar de lado viejas confrontaciones. La clave del desarrollo no está en la mano visible del estado, que decide qué sectores deben ser prioritarios, sino la mano invisible del mercado. Es ella, dejada a su libre albedrío, la que mejor garantiza el crecimiento de la producción, y en aquéllos sectores que más demandan los consumidores.

Si dejamos a la economía en libertad, no sabemos qué sectores se desarrollarán de manera más intensa, pero sí podemos pronosticar que todos viviremos mejor. Ése es el verdadero parámetro para medir el éxito de un programa económico.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Así redujo el capitalismo la pobreza en el mundo

Por Iván Carrino. Publicado el 7/7/16 en: http://www.ivancarrino.com/asi-redujo-el-capitalismo-la-pobreza-en-el-mundo/

 

A la hora de hablar de pobreza, muchos piensan que la solución radica en incrementar las ayudas y los subsidios estatales. Sin embargo, la verdadera base de la prosperidad es la libertad económica y el crecimiento.

Aunque nos cueste creerlo, vivimos en un mundo que está cada vez mejor. Sí, es cierto que Argentina está en recesión, que las tarifas subieron, que sigue habiendo violencia en el mundo y que los mercados internacionales se vieron sacudidos por el Brexit. Sin embargo, hay un dato que, a medida a que pasan los años, muestra una evolución positiva.

Se trata de la pobreza a nivel mundial. Según los últimos datos divulgados por el economista Max Roserla pobreza en el mundo se encuentra en los niveles más bajos de la historia. Además, la tendencia es declinante. En 1981, el 44% de la población mundial vivía con menos de USD 1,9 dólares por día. En 2015, ese número se desplomó y alcanzó el nivel mínimo de 10%.

Mirando los datos históricos, se ve que el camino de caída viene de largo. Según las estimaciones compiladas por Roser, en 1820 el 94,4% de la población vivía en situación de pobreza, mientras que el 83,9% del total lo hacía en la “pobreza extrema”. En 1992, estos números habían descendido con fuerza al 51% y al 24% respectivamente.

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Semejante desplome en los niveles de pobreza en el mundo es un motivo para alegrarnos. Lamentablemente, en Argentina la tendencia fue a contramano. En los últimos 30 años, de los cuales 25 estuvimos gobernados por presidentes peronistas, el promedio de pobreza fue nada menos que 29,2%. Además, desde el año 2011 que la pobreza sube permanentemente en nuestro país.

A la luz de estos datos, es inevitable preguntarse qué pasó. Cómo es posible que, mientras la pobreza cae en el mundo, en Argentina no solo no se reduce, sino que la cantidad de personas en situación de vulnerabilidad es cada vez mayor.

La respuesta la tenemos que encontrar en el sistema institucional. A principios del siglo XIX, algo comenzó a cambiar en Gran Bretaña y luego fue expandiéndose al mundo entero. El gran cambio fue que el mundo pasó de estar dominado por las ideas mercantilistas  y comenzó a moverse hacia el sistema de la libertad económica.

En su libro de Historia de la Teoría Económica y de su Método, los historiadores Robert Ekelund y Robert Hebert destacan que, en el siglo XIX, muchas de las regulaciones de la era mercantilista se habían abandonado, al tiempo quedos fuertes restricciones a la actividad estatal comenzaban a operar. Por un lado, el establecimiento del patrón oro, que “vedaba al gobierno el acceso a la máquina de imprimir billetes y, por tanto, limitaba el volumen del gasto gubernamental para la guerra o programas sociales”.

Por el otro, el límite a la capacidad del gobierno de cobrar impuestos. En su rol de canciller del Reino Unido, William Gladstone “promovió una serie de políticas destinadas a lograr que el gobierno fuera abandonando, de un modo equilibrado, la intervención en el sector privado. Entre estas políticas estaba la derogación de las Leyes de Granos (realizada en 1846), lareducción de los impuestos sobre la renta y la prohibición de los impuestos sobre las ventas y el consumo”.

Las medidas tomadas fueron concretas: desregulación, menos impuestos y menos gasto público. Pero lo más relevante fue la idea que estuvo detrás: que es el individuo en libertad, y no el gobierno, es el que está en mejor posición para producir bienes y servicios y, intercambiándolos en el mercado, crear riqueza para el conjunto.

Es que pensémoslo de manera individual. ¿Quién producirá más riqueza: una persona a la que el gobierno solo le deja disfrutar del 50% de sus ganancias, o una que puede quedarse con el 100%? ¿Dónde se invertirá más: en un  país con regulaciones de todo tipo, o en uno donde haya libertad para innovar? La producción y el comercio generan crecimiento económico y enriquecen a todos los involucrados. Por este motivo, cuanto mayor sea la libertad económica, más prospero será un país y menor pobreza deberá sufrir.

El gobierno de Macri lleva solo seis meses en el poder y algunas de las medidas que tomó, como sincerar tarifas y dólar, han dejado al descubierto la pobreza que estaba oculta por el gobierno anterior.

A futuro, no sabemos a ciencia cierta qué hará. Sin embargo, una cosa es clara: en la medida que decida acercarse al liberalismo y lleve adelante políticas de libre mercado, mayor y más sostenible será el crecimiento económico y, por tanto, menos será la cantidad de personas que deberá sufrir el drama de la pobreza.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.