La Escuela Austríaca de Economía en la Argentina

Por Adrián Ravier.  Publicado el 23/10/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/10/23/la-escuela-austriaca-de-economia-en-la-argentina/

La corriente de pensamiento destaca el valor de las libertades por sobre las regulaciones extremas y el crecimiento del Estado en la vida pública

La Escuela Austríaca de Economía nace en Viena, en 1871, con los aportes de Carl Menger

La Escuela Austríaca de Economía nace en Viena, en 1871, con los aportes de Carl Menger. Su mayor protagonismo lo alcanza entre 1920 y 1930 con las obras de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, y en concreto con debates importantes frente a los socialistas, frente a los macroeconomistas de Cambridge como John Maynard Keynes y también frente a John Clark y Frank Knight sobre temáticas específicas como la teoría del capital.

En la Argentina, sin embargo, las ideas de la tradición austríaca recién penetran en los años ‘40, seguramente como respuesta al abandono de las ideas liberales presentes en las bases constitucionales de Juan Bautista Alberdi, y al abrazo de un intervencionismo y un proteccionismo creciente en la década anterior.

A partir de 1942 en un aula de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, se reunían cada dos semanas Carlos Luzzetti (quien completó sus estudios en Oxford), William Chapman (quien luego fue Decano de la mencionada casa de estudios), Alberto Benegas Lynch (miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas) y José Santos Gollán (h) (más tarde Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA) para estudiar el libro de Gottfried Haberler: Prosperidad y depresión, publicado originalmente en inglés en 1937.

Haberler, asociado hoy con la Universidad de Chicago, había participado como asistente en el seminario privado de Mises en Viena, y había escrito este libro para estudiar las diversas teorías existentes sobre los ciclos económicos. El libro cita a Böhm Bawerk, Mises, Hayek, Lionel Robbins Fritz Machlup, entre otros autores destacados de la tradición.

Interesado en profundizar en esas ideas Alberto Benegas Lynch contactó a la Foundation for Economic Education (FEE) y tomó contacto con su presidente, Leonard Read, quien a su turno hizo posible su visita a Nueva York, lo que abrió un canal de diálogo y encuentros con Mises y Hayek.

Ya en la década siguiente, y en concreto en 1957, Benegas Lynch funda el Centro de Estudios sobre la Libertad, el que desarrolla al menos tres grupos de actividades fundamentales para comprender la raíz del pensamiento austríaco en Argentina:

1. Traduce y publica varios libros de economía austríaca al español. Entre esas publicaciones destaca una revista titulada “Ideas sobre la Libertad” que permitió la expansión de las ideas tanto en Buenos Aires como en el interior.

2. El Centro invitó a los mencionados Read, Mises y Hayek a disertar en Buenos Aires, a los que luego se sumaron Hans Sennholz, Bruno Leoni, Lucas Beltrán y Percy Greaves, entre muchos otros. Las seis conferencias de Mises en la Universidad de Buenos Aires quizás fueron las más destacadas, hoy compiladas en un libro titulado: Política económica (Unión Editorial).

Las seis conferencias de Mises en la Universidad de Buenos Aires quizás fueron las más destacadas, hoy compiladas en un libro titulado: Política económica

3. El Centro becó a numerosos jóvenes para que pudieran doctorarse en Estados Unidos, destacándose la figura de Juan Carlos Cachanosky, quien completó su doctorado bajo la dirección de Hans Sennholz en 1983.

En una entrevista que tuve la fortuna de hacerle, Juan Carlos comenta que fueron los trabajos de Henry Hazlitt los que movieron las estanterías de su formación keynesiana. Escribió una carta a FEE, y fue precisamente Leonard Read quien le facilitó el teléfono de Benegas Lynch, con quien rápidamente entró en contacto, y le prestó varios libros de los austríacos, que en esa época eran muy difíciles de conseguir.

En la misma entrevista, Juan Carlos destaca que en aquella época, como estudiante de economía en la UCA, conoció a Alejandro Chafuén, y juntos empezaron a participar en las actividades de la Escuela de Educación Económica del Contralmirante Sánchez Sañudo.

La posta de todos estos (y otros) esfuerzos de Benegas Lynch, la toma su hijo, quien en mayo de 1978 invita a Juan Carlos Cachanosky a incorporarse al Departamento de Investigaciones de la Sociedad Rural Argentina. (Posiblemente sea correcto afirmar que Benegas Lynch y Cachanosky son los dos apellidos más importante en las raíces del pensamiento austriaco en Argentina).

Origen de Eseade

Unos meses después, en agosto, Alberto Benegas Lynch (h) y un grupo de empresarios fundan Eseade, la primera Escuela de Negocios que ofrece estudios de posgrado en la Argentina.

La casa de altos estudios forma un departamento de investigaciones con nombres destacados para la Escuela Austríaca en Argentina, cada uno de los cuales requeriría una nota aparte: Juan Carlos Cachanosky, Gabriel Zanotti, Federico Thomsen, Alfredo Irigoin, Eduardo Zimmermann, Ricardo Manuel Rojas, Enrique Aguilar, entre otros. La incorporación de Ezequiel Gallo como director de ese Departamento le dio un vuelvo fundamental, convirtiendo a jóvenes entusiastas en académicos profesionales. Más tarde, el propio Juan Carlos Cachanosky será director.

Juan Carlos Cachanosky y Alberto Benegas Lynch (h), primeros referentes de la Escuela Austríaca de Economía en la Argentina

Alberto Benegas Lynch (h) fue Rector de Eseade durante 23 años, y durante ese tiempo sus cuatro programa de Maestría en Economía y Administración de Empresas, en Economía y Ciencias Políticas, en Derecho Empresario y en Finanzas, formaron centenares de graduados muchos de los cuales hoy dirigen las empresas más importantes del país. Esa formación incluía e incluye hoy día cursos donde el emprendedor es el motor de la economía, y el proceso de mercado aunque siempre en desequilibrio no es caótico, sino que permite coordinación.

En 2001 Alberto Benegas Lynch (h) deja Eseade para presidir la Fundación Friedrich Hayek, y deja el cargo a Martín Krause, quien también lo sucede como titular de cátedra de economía en la Facultad de Derecho de la UBA. Krause convoca a Gabriel Zanotti a dirigir el Departamento de Investigaciones, donde aparece una nueva generación de intelectuales interesados por la obra de Hayek y la Escuela Austríaca. Destacan allí Eduardo Stordeur y Eliana Santanatoglia en el área de derecho, Constanza Mazzina en ciencias políticas, Ricardo López Gottig en historia y yo personalmente estudiaba temas económicos.

Este departamento de investigaciones recibía frecuentemente la visita de académicos de diversa ideología, desde un Axel Kicillof hasta un joven Javier Milei, alcanzando siempre un diálogo respetuoso que nos nutría a todos desde un enfoque multidisciplinar.

En paralelo con la trayectoria de Alberto Benegas Lynch (h) en Eseade, Juan Carlos Cachanosky tomaba la dirección de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín en Guatemala, llevando un cuerpo docente argentino (del cual tuve la fortuna de participar) a dictar clases en programas internacionales.

Juan Carlos siempre insistió a su cuerpo docente que debían doctorarse para alcanzar el más alto nivel, y ello le permitió contar con un equipo de alta calidad donde destacaban Alejandro Gómez en historia económica, Pablo Guido y Sebastián Landoni en economía, y Florencia Roca en Finanzas.

Poco tiempo después Ricardo Manuel Rojas se convierte en director de la Fundación Hayek y el departamento de investigaciones de Eseade se traslada a esas oficinas bajo la dirección de Osvaldo Schenone, doctor en economía de Chicago, y con Gabriel Zanotti como sub-director. A ese departamento de investigaciones se suman nuevos jóvenes investigadores como Nicolás Cachanosky, hijo de Juan Carlos, quien poco después completa su doctorado en economía en Boston, y se convierte en profesor de tiempo completo en Denver, Estados Unidos.

Ediciones en la Argentina

Alrededor del 2007, Unión Editorial desembarca en Argentina, ya no sólo con envíos de miles de libros, sino con la intención de tener ediciones propias en América Latina. Se trata, en el mundo hispano, de la principal editorial en publicar libros de la Escuela Austríaca, actividad iniciada por Juan Marcos de la Fuente y seguida hoy por su hijo Juan Pablo Marcos. En Argentina Rodolfo Distel es quien dirige Unión Editorial, la que ha publicado en la última década centenares de obras clásicas y nuevos títulos que se exportan al interior, a los países limítrofes, e incluso llegan a todo el continente.

El trabajo entusiasta de Javier Milei está expandiendo las ideas de la Escuela Austriaca en Argentina (Franco Fafasuli)

Sería injusto no mencionar al profesor Francisco Navarro Vilches en formar austríacos en Mendoza; lo mismo con Rogelio Pontón y su esfuerzo por formar jóvenes austríacos en Rosario; Federico Fernández por ejemplo ya lleva organizados más de diez Congresos Internacionales de la Escuela Austríaca en esa ciudad con la Fundación Bases que preside; y por supuesto habrá que mencionar tantas otras instituciones para las cuales aquí ya no tenemos espacio.

Sin dudas que el trabajo entusiasta de Javier Milei está expandiendo las ideas de la Escuela Austriaca en Argentina, pero vale la pena señalar la plataforma sobre la que se sostiene este proceso, destacando el trabajo de hormiga de muchas personas e instituciones que también contribuyeron a ese fin.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Apuntes reveladores del filósofo Jean-François Revel

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 30/01/21 enhttps://www.infobae.com/opinion/2021/01/30/apuntes-reveladores-del-filosofo-jean-francois-revel/

El filósofo, escritor y periodista fue un incansable difusor de los principios liberales de respeto irrestricto al prójimo

Jean-François Revel, filósofo, escritor y periodista

Jean-François Revel, filósofo, escritor y periodista

Uno de los mayores placeres de la vida consiste en estrechar lazos con personas de las que se reciben notables alimentos intelectuales en muy diversas direcciones. Y como decía el gran Leonard Read, en buena parte de los casos se trata de personajes que han vivido mucho antes que nosotros y que no hemos conocido personalmente, sin embargo nos sentimos amigos cercanos debido a sus valores y principios rectores. Al fin y al cabo en eso consiste la columna vertebral de la verdadera amistad. En otros casos a ese vínculo se agrega el hecho de haber coexistido con el tan apreciado referente, este es el caso con Jean-François Revel. Muy de vez en cuando surgen aquí y allá personajes de un vuelo intelectual y un coraje moral que todo lo envuelven y que dejan rastros tan profundos en la historia que marcan períodos muy diferentes, en los que inyectan una luz tan penetrante y acogedora que resulta imposible atenuar y mitigar con las mediocridades habituales.

Revel ha sido constituido un muy destacado ejemplo de conducta íntegra, abierto en su mente a la incorporación de nuevas contribuciones, pero incapaz de claudicar en sus principios liberales de respeto irrestricto al prójimo, los cuales incorporó fundamentadamente luego de abandonar el ideario socialista de sus primeras épocas, el cual percibió como empobrecedor e inmoral.

Participé con él en distintos seminarios en diversos rincones del mundo. Disfrutaba de su amena conversación durante sus célebres aperitivos con jerez y jamón crudo y de las largas caminatas en las que siempre nos sorprendía con alguna reflexión aguda y alguna anécdota esclarecedora, las más de las veces rebosante en buen humor. Destacadísimo miembro de la Academia Francesa, columnista de los principales diarios del mundo (durante tres años Director del semanario L´Express), Presidente del Instituto de Historia Social de París y profesor de filosofía en diversas casas de estudio francesas y mexicanas. Siendo Rector de ESEADE lo invité a pronunciar una conferencia en un acto académico de colación de grados. Prologó uno de mis libros lo cual menciono como cierre de este texto periodístico.

Sus obras escritas son muy numerosas y exploran múltiples avenidas que ponen de manifiesto una pluma magistral con un contenido de información notable y una erudición pocas veces igualada. Selecciono en estas líneas unos pocos de sus pensamientos para que el lector le tome el peso a este “ciudadano del mundo”, como decían los estoicos. Es apenas una muestra de la formidable producción de Jean-François Revel pero ilustra su tesón y su capacidad para exponer de modo simple problemas complejos.

No es que coincidamos en todo con lo que escribía este autor, eso no ocurre con nadie. Incluso cuando después de un tiempo leemos algo escrito por nosotros mismos, es frecuente que concluyamos que lo hubiéramos presentado de otra manera. Es que como decía Borges, no hay tal cosa como el texto perfecto y, citándolo a Alfonso Reyes, repetía que “si no publicamos, nos pasaríamos la vida corrigiendo borradores”.

Manos a la obra entonces con las anunciadas muestras en la que por razones de espacio sólo me detendré en la primera de las obras mencionadas. En El renacimiento democrático Revel se pregunta y responde “¿Cómo extrañarse que excepto los liberales todos hayan mantenido que ninguna actividad puede desarrollarse plenamente sin auxilio del Estado, es decir, sin la ampliación de su propio papel?”, esto es así debido a que todos los autoritarismos comparten “el único sentimiento que produce la unanimidad de todos los partidos y en todos los partidos: el odio salvaje que alimentan contra lo que denominan con horror ́individualismo ́. Esa palabra designa para ellos la pesadilla suprema, la sospecha de que en alguna parte subsiste un fragmento del espíritu humano que escaparía a la esfera política, a lo colectivo, a lo comunitario, a lo gregario, al dominio del público”. Y concluye que la perversión de la democracia, la que no respeta el derecho de otros, conduce a que “puedan existir poderes democráticamente elegidos que devoran a la sociedad civil, a la libertad, a la diversidad, a todos lo que es privado”.

Bien hace Revel en subrayar el peligro de una democracia degradada pues la aplicada hoy en nuestro mundo nada tiene que ver con lo estipulado una y otra vez por los Giovanni Sartori contemporáneos que insisten en destacar que la parte medular de la democracia estriba en el respeto a los derechos de la gente y solo el aspecto formal consiste en las mayorías o primeras minorías. En este sentido es que se han sugerido nuevos límites urgentes al poder político al efecto de preservar el corazón de la democracia.

Así se han sugerido prohibiciones a las reelecciones en el Poder Legislativo junto con el desempeño parcial de sus labores para hacer que los legisladores trabajen en ocupaciones fuera del recinto y hasta algunos han sugerido que esas faenas sean ad honorem y así evitar, por una parte, los negociados legislativos y, por otra, la inflación desmedida de las leyes. Se ha sugerido que en el Poder Judicial se abra de par en par las posibilidades de árbitros privados en competencia y así retomar la idea de que el derecho surge como un descubrimiento y no de ingeniería social o diseño. Asimismo se ha sugerido que el Poder Ejecutivo se seleccione por sorteo tal como propuso en general Montesquieu en El espíritu de las leyes donde escribe que “el sufragio por sorteo está en la índole de la democracia” tal como ocurrió en la República de Venecia y en la República de Florencia para algunos cargos ejecutivos.

Esta última sugerencia está en línea con la preocupación de Karl Popper en La sociedad abierta y sus enemigos cuando critica la noción de Platón del “filósofo rey” y subraya que lo relevante no son las personas sino las instituciones “para que el gobierno haga el menor daño posible”. Precisamente, si seguimos las contribuciones clave de autores como Ronald Coase, Harold Demsetz y Douglass North comprendemos el rol fundamenalísimo de los incentivos, en nuestro caso para defender las vidas, las propiedades y las libertades de los gobernados a través de sólidos marcos institucionales.

Hay otras propuestas que proponen el establecimiento constitucional de ratios máximos posibles entre el gasto público y el producto bruto interno. En cualquier caso, si las referidas propuestas no atraen es indispensable elaborar otras pero no es posible limitarse a la espera de próximas elecciones en un clima que se asemeja mucho más a la cleptocracia que a una cacareada e incumplida democracia.

El segundo punto a que se refiere Revel en la antedicha cita es la incomprensión manifiesta sobre el significado del individualismo como si se tratara de un régimen autárquico en lugar de lo que es: el respeto irrestricto a las autonomías individuales en un contexto de máxima cooperación social y libertad, precisamente, en oposición a las cerrazones, las culturas alambradas y las prohibiciones de arreglos contractuales libres y voluntarios tal como recomiendan los estatismos. Lamentablemente vivimos la época del endiosamiento de lo colectivo y el ataque sistemático a lo individual lo cual conduce indefectiblemente a “la tragedia de los comunes” en un terreno donde la falta de respeto a la dignidad del ser humano es permanente a manos de energúmenos que regentean aparatos de fuerza.

Por su parte, en La gran mascarada señala que “si el nazismo y el comunismo han cometido genocidios comparables por su amplitud, por no decir por sus pretextos ideológicos, no es en absoluto debido a una determinada convergencia contra natura o coincidencia fortuita debidas a comportamientos aberrantes sino, por el contrario, por principios idénticos, profundamente arraigados en sus respectivas convicciones y en su funcionamiento”. Asimismo, dice en el mismo libro: “Estoy de acuerdo en que se me exhorte a que abomine cada día mas a los antiguos admiradores de Himmler, a condición de que no sean antiguos admiradores de Beria los que administren esa homilía conminatoria […]. La analogía no es mía: es de Stalin. Fue el que llamaba a Beria ´nuestro Himmler´ y fue en esos términos en los que lo presentó al presidente estadounidense Franklin Roosevelt”.

En sus memorias –Diario de fin de siglo– destaca una cita que toma de Einstein y que aplica a la tozuda repetición de los errores y horrores estatistas: “Los problemas no pueden resolverse con quienes los han creado”, lo cual va como refutación de la monotonía que existe en algunos países en la tediosa y fracasada repetición de sandeces varias.

En El monje y el filósofo, diálogo que mantiene con uno de sus tres hijos (el biólogo molecular y monje budista), afirma que “La idea directriz del Siglo de las Luces y, más tarde, del socialismo “científico” de Marx y Lenin es, en efecto, que la alianza de la felicidad y de la justicia ya no pasaría, en el futuro, por una indagación individual de la sabiduría, sino por una reconstrucción de la sociedad en su conjunto […] Así, la salvación personal se encuentra, desde entonces, subordinada a la salvación colectiva […] esta ilusión es la madre de los grandes totalitarismos que han devastado nuestro siglo XX”.

Con creces Revel ha cumplido con su misión de aclarar y difundir a los cuatro vientos las bases de las sociedad libre por lo que se ubica bien alejado de lo que se lamentaba el poeta y que les cabe a tantos distraídos que pululan por doquier exhibiendo una irresponsabilidad superlativa: “Me acusa el corazón de negligente/por haberme dormido la conciencia/y engañado a mí mismo y a la gente/por sentir la avalancha de inclemencia/y no dar voz de alarma claramente”.

Encontramos tantas personas que confusamente tratan de explicar lo inexplicable y que suelen acompañar sus peroratas con torpes movimientos de las manos -”en ademán natatorio”, como subrayaba Ortega- que deberíamos aprovechar más los valiosos testimonios de intelectuales nobles y de fuste que explican los problemas y ofrecen las soluciones con precisión y fundamentadamente, tal como era el caso del prolífico Revel.

Finalmente una nota autorreferencial que pone de manifiesto la amabilidad de Revel: un párrafo del prólogo que escribió desde París para mi libro Las oligarquías reinantesDiscurso sobre el doble discurso cuya edición original publicó Editorial Atlántida en 1999: “Alberto Benegas Lynch (h) nos obliga a plantearnos los problemas sustentado en una rica documentación, un rigor en el razonamiento y un talento literario que hacen de este libro una obra saludable y una lectura indispensable para todos aquellos de nuestros contemporáneos y nuestros descendientes que deseen comprender nuestra época”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

El fuero interno de un liberal: Una nota

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 21/9/20 en: https://independent.typepad.com/elindependent/2020/09/el-fuero-interno-de-un-liberal-una-nota.html

Estoy hablando de mi persona. En mis libros, ensayos y artículos he centrado mi atención en el aspecto medular de la tradición de pensamiento liberal, es decir, en el respeto recíproco como marco de referencia indispensable para la convivencia civilizada. Parece increíble que mis grandes maestros hayan destinado tomos y tomos para explicar la trascendencia del respeto.

Hace tiempo en uno de mis primeros libros fabriqué una definición que veo con satisfacción que algunos distinguidos colegas la citan: “el liberalismo es el respeto irrestricto al proyecto de vida de otros”. Y cuando decimos respeto para nada estamos significando adhesión,  respeto proviene de respectus en cuanto a consideración, en nuestro caso la improcedencia de recurrir a la fuerza para modificar los proyectos que no compartimos. Más aun, subrayamos que la prueba clave de tolerancia es cuando estimamos que el proyecto del prójimo nos parece detestable. Siempre que no se vulneren derechos de otros, todos deben tolerarse aunque, repetimos, la expresión respeto es más adecuada que tolerancia puesto que esta última tiene cierto tufillo inquisitorial en el sentido que perdonamos a otros que están equivocados.

En este contexto debe precisarse que el liberalismo centra su atención en las relaciones interindividuales, por eso juristas de la talla de Gerog Jelliek sostenían que “el derecho es un mínimo de ética” al efecto de subrayar que el territorio  ético es mucho más amplio y abarca la conducta personal de cada uno, una esfera que, como queda dicho, no le incumbe al liberalismo.

Lo consignado desde luego no significa que el individuo liberal esté vacío de valores (o desvalores) y, por tanto, tampoco significa que no critique concepciones que no comparte. Como es sabido, las críticas cruzadas constituyen la herramienta fundamentalísima para el progreso que inexorablemente implica el contraste y la  refutación de conocimientos.

En mis textos he citado repetidamente a los grandes maestros del liberalismo pero en esta nota aludo a mi fuero interno. Tengamos presente que cada uno de los seres humanos somos únicos, irrepetibles en toda la historia de la humanidad de modo que la estructura axiológica y la consiguiente filosofía de cada uno cuanto más se indaga se comprueba que es especial y particular y no calza en ninguna etiqueta pues de todas ellas cada cual extrae sus acuerdos y rechaza los desacuerdos para transformarla en la referida unicidad. Incluso como estamos en un proceso evolutivo, pretendemos que nuestras conclusiones mejoren a medida que nos percatamos de errores anteriores. Y en un plano más amplio, si queremos darle un nombre a nuestra postura esta es del autorrespeto en el sentido de esforzarnos por actualizar nuestras potencialidades en busca del bien y así poder mirarnos al espejo con la tranquilidad de conciencia de haber hecho lo mejor y corregir lo que no hagamos bien.

Finalmente, para mencionar al correr de la pluma los autores que en mi caso me han inspirado para mi fuero interno en cuanto al cultivo de valores, distintos de los tantos que me han inspirado para la noble tradición liberal que está en ebullición permanente donde se descubren nuevos horizontes, por eso me resulta tan atractivo el lema de la Royal Society de Londres: nulllius in verba, esto es, no hay palabras finales en esta navegación permanente por los mares de la aventura del pensamiento.

Por lo que pudiera interesar, como una muestra, algunos de los autores que alimentan mi fuero interno que no centran su atención en el respeto interpersonal sino que extienden sus consideraciones al campo intrapersonal son Viktor Frankl, Gustave LeBon, Lecomte du Noüy, José Ortega y Gasset, Franz Brentano, Paul Johnson, Hannah Arent, John Eccles, Frederick Copleston, Aldous Huxley, Miguel de Unamuno, Ernst Gombrich, Leonard Read, Spencer Wells, Edward Flannery, Elisabeth Kübler-Ross, Helmut Schoeck, Antony Flew, Juan de Mariana, Sto. Tomás de Aquino, Ismael Quiles, Juan José Sanguineti, John Powell, Keith Ward.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Una solución de fondo para los futuros jubilados

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 8/2/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/02/08/una-solucion-de-fondo-para-los-futuros-jubilados/

 

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Lo primero viene primero. El diagnóstico es prioritario y consiste en que los sistemas de reparto no se sostienen desde la perspectiva del análisis actuarial, entre otras cosas debido a que modificaciones en la estructura demográfica lo ponen en jaque. Ilustra lo dicho que en Japón por primera vez en el ejercicio pasado las ventas de pañales para adultos superó a la de los bebés.

Por otra parte, las matemáticas financieras muestran que los sistemas de capitalización resultan más provechosos para los destinatarios puesto que mantienen una adecuada relación de los aportes efectuados con la pensión recibida en el contexto de la individualización de la cuenta.

Pero en todo caso hay un tema que antecede a lo dicho y es la necesaria libertad para que cada uno pueda disponer del fruto de su trabajo como estime pertinente y que no sea tratado como un objeto manipulable donde los aparatos estatales deciden acerca del destino de los ingresos de cada cual.

Se ha machacado que si el Gobierno no obliga a efectuar aportes, el candidato no preverá su vejez lo cual contradice lo ocurrido con inmigrantes que provenían de puertos lejanos y que adquirían terrenos, departamentos y otras valiosas colocaciones hasta que irrumpió el Leviatán, que los despojó de sus activos trabajosamente obtenidos.

Los mal llamados “sistemas de seguridad social” son en verdad grotescas imposiciones de sistemas de inseguridad antisocial, no solo por los mendrugos que entregan a los jubilados sino que los políticos en el poder echan mano a los aportes para otros menesteres y en lugar de esos recursos emiten títulos para reemplazar los ahorros ajenos.

En otros términos, una estafa colosal que debe ser enmendada a la brevedad. Y no se trata de mutar un sistema de reparto por uno de capitalización obligatorio. Como queda dicho, se trata de abrir las puertas y ventanas a un sistema libre donde cada cual se responsabiliza por sus colocaciones financieras. Libertad y responsabilidad son dos caras de la misma moneda, lo cual se logra con el ejercicio cotidiano. Esto me remite a lo que alguien respondió cuando se le decía que no puede otorgarse libertad a quienes no están acostumbrados a usarla: “Es lo mismo que sostener que nadie puede ingresar a un natatorio antes de aprender a nadar”.

Nadie debe estar autorizado a usar a otro como medio para su satisfacción, cada uno es un fin en sí mismo. Todos los seres humanos merecen respeto y es un espectáculo realmente bochornoso el observar a personas que han aportado durante cuarenta años durante su período activo para luego recibir montos que no se condicen para nada con lo entregado (confiscado, más bien). Es triste constatar lo que sucede con los jubilados que mansamente se resignan a ser robados de una manera cruel.

Veamos entonces cuál podría ser la manera de resolver tamaña injusticia. Lo primero es repasar el sentido mismo de un gobierno republicano. Una vez percibido que su función debe limitarse a la protección de los derechos de todos y abstenerse de inmiscuirse con la vida y la hacienda de terceros, entonces podrá procederse a la eliminación drástica de funciones incompatibles con una sociedad abierta.

En otras oportunidades he dado ejemplos minuciosos sobre cuáles reparticiones gubernamentales deben ser eliminadas del organigrama (por ejemplo, véase mi “Decálogo fiscal para cualquier país civilizado” en este mismo medio), pero en esta ocasión a los efectos de nuestro análisis damos eso por sentado y suponemos que ya estamos en una fase civilizada en la que los aparatos estatales se circunscriben a sus funciones específicas. En este cuadro de situación puede procederse a una profunda reforma tributaria compatible con lo expresado.

Para no repetir lo escrito antes, como queda dicho, supongamos que esto último se ha comprendido y aceptado. Una vez ubicados en esta instancia, es imperioso percatarse de que todo el embrollo jubilatorio lo financian compulsivamente los contribuyentes pero de modo encubierto. Aparece la magia del Gobierno financiando las diferencias con los siempre insuficientes aportes, lo cual es un modo hipócrita de presentar en asunto ya que no hay la tal magia: lo que financia el gobierno es detraído de los bolsillos de los vecinos vía gravámenes, deuda estatal o por medio del impuesto inflacionario.

Entonces, reiteramos que en definitiva la financiación de todo este sistema morboso recae sobre los patrimonios de la comunidad puesto que en ningún caso los gobernantes se hacen cargo de las referidas erogaciones. Consecuentemente de lo que se trata nada más y nada menos- es de explicitar lo que está implícito, en convertir en directo, abierto y a la luz lo que se hace de modo indirecto y solapado.

Lo dicho se concretaría a través de la obligación de los contribuyentes que en lugar de pagar un impuesto propiamente dicho se hagan cargo del pago a jubilados con un organismo oficial encargado de velar por los cumplimientos y de sustituir a financiadores en caso de deceso y otros percances. Y a los aportantes en curso los contribuyentes les devolverían lo aportado hasta el momento en cuotas, en cualquier caso deducido del fondo existente de lo ya aportado hasta el momento del cambio de sistema.

Tengamos en cuenta que si la reducción de la presión fiscal es drástica en línea con la antedicha reducción en el gasto público, la carga sobre los nuevos financiadores no solo no se ampliaría sino que disminuiría en la medida en que se establezca un sistema consistente con una sociedad abierta. En la práctica el gobierno así borra de su pasivo todo el peso del sistema previsional y lo convierte en un pasivo contingente.

Reiteramos que de lo anterior debe seguirse que la carga neta no debe ser mayor sino que debe disminuir respecto a al cuadro de situación anterior debido a la antes referida reducción tajante en los gastos estatales. Ya que se parlotea tanto de una falsa solidaridad con los recursos ajenos, tal vez se quiera adoptar este sistema que se acerca más al objetivo.

El título de esta nota alude a los futuros jubilados o los retirados de sus empleos pues a ellos es que se tratará con la dignidad que corresponde por lo que podrán disponer de sus ingresos como les plazca. Para los jubilados actuales y los que están en proceso lo único que cambia es que se transparenta de donde provienen los fondos para financiarlos. No hay aquí promesa incumplida, los gobiernos se obligaron a pagar pero no necesariamente el conducto a través del cual lo harán (en todo caso la promesa incumplida es el atraco que sistemáticamente llevan a cabo hasta el momento del nuevo sistema sugerido).

El denominado “sistema de seguridad social” comenzó en Alemania con Otto von Bismark, siguió en Estados Unidos con Franklin Delano Roosevelt, en Inglaterra con William Henry Beveridge, en Francia con Pierre Laroque, en los países nórdicos mientras fueron socialistas y luego copiado por todos los dictatorzuelos asiáticos y latinoamericanos. Salvando las distancias de la horrenda circunstancia que hizo calificar a Hannah Arendt como “la banalidad del mal”, puede aplicarse a nuestro caso dado el inmenso sufrimiento, canallesca explotación y la ruina en la vida de los jubilados por políticos inescrupulosos y malvados.

Una vez más es necesario repetir que el despido del sector público de funcionarios inútiles para los efectos señalados, en ningún caso se traduce en desempleo. Se trata de liberar recursos humanos y materiales para ser empleados para atender otras necesidades, lo cual no podía realizarse debido a que estaban esterilizados en actividades improductivas. A su vez el empresario está interesado en capacitar para sacar partida de los nuevos arbitrajes.

Allí donde el mercado laboral está abierto a contrataciones libres de regulaciones no hay tal cosa como desocupación involuntaria. Los salarios e ingresos en términos reales se establecen como consecuencia de las tasas de capitalización, a saber maquinarias, instalaciones, equipos y conocimientos relevantes que hacen de apoyo logístico al trabajo para aumentar su rendimiento. Las llamadas “conquistas sociales” por las que se impone una entrada superior a la establecida por la antedicha inversión per cápita conduce inexorablemente al desempleo. Y esto no solo va para el obrero, si se imponen condiciones salariales al gerente de una empresa superiores a las establecidas en el mercado, ese empleado quedará también sin empleo. Lo que pasa es que generalmente las intromisiones gubernamentales y sindicales se refieren a los trabajadores marginales por lo que son ellos los primeros en quedar sin trabajo.

Cuando se hace alusión a la reducción del gasto público se apunta a rellenar los bolsillos de la gente. Al disminuir las erogaciones el gobierno libera fondos que en todos los casos se emplean para ahorrar e invertir o para consumir, en cualquier caso necesariamente se reasignan los siempre escasos factores de producción desde áreas ineficientes hacia territorios productivos con lo que se eleva el nivel de vida de la población.

Resulta llamativo que se sugieran retoques en el sistema jubilatorio en lugar de modificaciones de fondo. Por ejemplo, se ha sugerido achatar la pirámide de la estructura jubilatoria vigente y así entregar a todos las mismas sumas independientemente de los aportes con lo que la estafa se acentúa de modo superlativo. Otra propuesta consiste en estirar la edad jubilatoria al efecto de aliviar el cuadro financiero estatal, lo cual también constituye un engaño. Como he consignado antes, en este último caso para eso es mejor terminar con la farsa y colocar la edad jubilatoria a los 200 años de edad con lo que el atraco se hace más transparente.

Lo que proponemos para el sistema jubilatorio es una muy saludable y recomendable gimnasia intelectual al efecto de un precalentamiento cuando se adopte una sociedad libre.

Sin duda que para poder proceder en consecuencia con la reforma jubilatoria sugerida en esta nota periodística es indispensable primero trabajar mucho más en la batalla cultural para abrir caminos y horizontes a los efectos de que se comprenda la razón de la existencia misma del Gobierno. Incluso, como ha apuntado Leonard Read, no deberíamos usar la expresión “Gobierno” ya que significa mandar y dirigir por lo que resulta más apropiado referirnos al monopolio de la fuerza como agencia de seguridad, de lo contrario como escribe Read “es lo mismo que denominar gerente general al guardián de una empresa”.

Sin duda que no hay solución si la batalla cultural no se da con éxito y no se comprende para qué son los aparatos estatales en una sociedad abierta y no se acepta transparentar lo que está implícito en los sistemas quebrados que explotan miserablemente a los jubilados.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

¿El mundo regresa a la época de las cavernas?

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 14/12/19 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/12/14/el-mundo-regresa-a-la-epoca-de-las-cavernas/

 

Foto de archivo. Fotografía ilustrativa. Billetes de 100 pesos argentinos debajo de un billete de 100 dólares estadounidenses (REUTERS/Agustin Marcarian)

Foto de archivo. Fotografía ilustrativa. Billetes de 100 pesos argentinos debajo de un billete de 100 dólares estadounidenses (REUTERS/Agustin Marcarian)

Estamos ubicados en un mundo sumamente complicado. Por un lado hay progresos tecnológicos admirables, pero por otro la decadencia es marcada. Por todas partes irrumpen las xenofobias, los nacionalismos, los mal llamados “proteccionismos”, los gastos gubernamentales exorbitantes, las deudas colosales, las cargas tributarias exponenciales, las regulaciones asfixiantes a las actividades productivas, en un contexto de una creciente falta de respeto por marcos institucionales civilizados. Y esto no solo ocurre en los países tradicionalmente atrasados sino en, en buena media, en muchos lugares de Europa y en Estados Unidos, lo cual se corona con un Papa que propone recetas que son las que precisamente han conducido a la lamentable situación actual que socava las bases morales de la sociedad libre.

Todo este cuadro es naturalmente más grave en países africanos, algunos asiáticos y en no pocos lugares de América Latina. lo cual conduce más raudamente a la pobreza extrema pues parten de marcas recientes muy poco favorables. Pues bien, como las políticas estatistas mencionadas conducen a la miseria, para revertir la situación resulta imperioso comenzar de cero en los razonamientos e igual que con nuestros ancestros (ya que indefectiblemente todos provenimos de las cavernas, cuando no del mono), el progreso ocurría en la medida en que había respeto recíproco por la vida, la libertad y la propiedad. Cuando se permitía que unos invadieran las chozas ajenas y los alimentos de otros la miseria se acrecentaba y en la medida en que se inculcaba el antedicho respeto, el resultado era el progreso.

No se trataba de “planes sociales”, esto es la expoliación del fruto del trabajo ajeno, sino de trabajo y constancia en la conducta civilizada. Como bien se ha dicho, “la piedra es perforada por gotas de agua, no por su fuerza sino por la perseverancia”. El que estas líneas escribe, y eventualmente los lectores de esta columna, afortunadamente no estamos en situación de calle pero es cuestión de tiempo si las barrabasadas se extendieran con suficiente empeño.

Leonard Read cuenta en su libro titulado Anything that´s Peaceful, publicado en 1964, que la primera experiencia de los colonos recién llegados en el barco Mayflower a lo que luego sería territorio estadounidense fue el establecimiento de un sistema de propiedad en común, esto es un sistema comunista. Como consigna William Bradford -el entonces gobernador de esa primera colonia conocida como Plymouth- el experimento fue calamitoso pues las hambrunas resultaron espantosas, debido a lo cual decidieron cambiar radicalmente el sistema y establecer la asignación de derechos de propiedad con lo cual los incentivos naturales hicieron que las producciones dejaran atrás lo que hoy la ciencia política denomina “la tragedia de los comunes” y todo se encauzó debidamente tal como consigna el mencionado gobernador en sus memorias.

Por otra parte, el notable historiador Richard Pipes en su monumental obra La revolución rusa explica que a contracorriente de lo que venía ocurriendo durante el terror blanco, en 1906, el físico-matemático Piotr Stolipin, que con dificultad extrema ejercía como primer ministro y contra la opinión del Zar, de la Corte y parte de la Duma, fue el único en la historia del pueblo ruso que intentó seriamente y de modo extendido revertir la propiedad comunal y establecer derechos de propiedad, proceso que lamentablemente duró poco tiempo, pero en ese corto período se logró combatir eficazmente la miseria reinante que luego volvió a surgir debido a las políticas en las que el que trabajaba era expoliado por el vecino, ya que cuando todo es de todos no es de nadie.

En todo caso, el asunto actual es que si de tanto estatismo galopante en las regiones más débiles se ha llegado a la situación en que buena parte de la población está bajo la línea de extrema pobreza, la civilización debe comenzar de cero y, como queda dicho, para progresar debe respetarse la propiedad de cada cual a los efectos de permitir que quienes atienden las necesidades de su prójimo obtengan ganancias y los que yerran incurran en quebrantos. De ningún modo la solución radica en seguir expoliando el fruto del trabajo ajeno con más medidas estatistas, que fueron las que precisamente condujeron a la aludida regresión macabra.

También es necesario precisar que la solidaridad con la desgracia ajena solo tiene sentido cuando se usan recursos propios de modo voluntario. Insistir en el mal llamado “Estado benefactor” bloquea el progreso, pues significa la expropiación de la propiedad de otros, lo cual contradice abiertamente el sentido de la caridad y la filantropía. Es indispensable comprender antes que nada que la extralimitación en el poder de los aparatos estatales -es decir el uso de la fuerza agresiva- constituye el problema.

Es pertinente subrayar que, si bien es cierto que todo en la vida tiene un costo (costo de oportunidad decimos los economistas), en el balance el costo más doloroso consiste en mantener una elefantiásica maquinaria estatal que consume aceleradamente recursos y consecuentemente reduce salarios y, por tanto, la eliminación de funciones incompatibles con un sistema republicano libera factores productivos al efecto de rellenar los bolsillos de la gente con lo cual el beneficio es infinitamente mayor que el costo, al contrario de mantener un pesado Leviatán, cuyos costos carcomen el nivel de vida.

Habiendo dicho todo esto y como en una nota periodística no puede escribirse sobre el conjunto de las ilustraciones de lo que debería hacerse para liberar energía creadora, centramos la atención solo en un área y es la monetaria. Aunque nos hemos referido antes al punto, es necesario volver a hacerlo parcialmente puesto que en mayor o en menor medida todos los gobiernos han succionado recursos de los ciudadanos vía la manipulación estatal del dinero que sistemáticamente empobrece a la población.

La inflación es uno de los problemas económicos y sociales más graves. Es siempre producida por los aparatos estatales que con el curso forzoso y la banca central no dan salida a la gente para defenderse de ese flagelo. Se ha dicho que la inflación es el aumento general de precios, lo cual revela dos errores garrafales de concepto. En primer lugar, pretende aludir a la causa de la inflación la cual consiste en la expansión exógena del mercado y, en segundo término, el efecto estriba en la alteración de los precios relativos y no en un aumento general. Si produjera un incremento generalizado, no se produciría el problema central de la inflación cual es la angustia por el desequilibrio entre precios e ingresos. Si mi salario (uno de los precios) se incrementara en un 50% mensual y el resto de los precios lo hace en la misma forma, no hay problema. Eventualmente habrá que modificar las columnas en los libros de contabilidad, habrá que expandir los dígitos en las máquinas de calcular y, tal vez, acarrear el dinero en carretillas, pero no hay el problema central señalado.

La alteración en los precios relativos reviste la mayor de las importancias ya que se distorsionan todas las señales en el mercado, que son las únicas que muestran dónde conviene invertir y dónde desinvertir en los diversos sectores con lo que se consume capital y, por ende, bajan los salarios e ingresos en términos reales puesto que las tasas de capitalización son la únicas causas del nivel de vida.

La banca central solo puede decidir entre uno de tres caminos posibles: a qué tasa contraer, a qué tasa expandir o dejar inalterada la base monetaria. Pues bien, cualquiera de los tres caminos deterioran los precios relativos respecto de lo que hubieran sido de no haber intervenido (incluso, como decimos, si los banqueros centrales deciden no modificar la base monetaria habrán desfigurado los precios relativos en relación al mayor o menor volumen de moneda que se hubiera decidido en el mercado…y si se hace lo mismo que hubiera hecho la gente en el mercado, no hay razón alguna para la irrupción de la banca central ahorrándose todos los gastos administrativos correspondientes).

Conviene también precisar que la cantidad de dinero de mercado, es decir, de los activos financieros que la gente elija para sus transacciones una vez liquidada la banca central, no tienen por qué ser constantes. Esto dependerá de las respectivas valorizaciones, del mismo modo en que ocurre con cualquier bien o servicio. En nuestro caso, si se decide expandir, se trata de una expansión endógena, a diferencia de la exógena al mercado, esto es, la que ocurre debido a decisiones políticas que son el origen del problema inflacionario.

No hay tal cosa como “expectativas inflacionarias” como causas de la inflación. Se podrán tener todas las expectativas que se quieran pero si no están convalidadas por la expansión monetaria exógena no hay inflación. Tampoco “inflación de costos” por idénticos motivos, ni inflaciones provocadas por el incremento en el precio de un bien considerado estratégico como, por ejemplo, el petróleo ya que si aumenta el precio de este bien y no hay expansión monetaria habrá dos posibilidades: o se reduce el consumo de otros bienes si se decidiera mantener el nivel de consumo del petróleo o se debe contraer el consumo de este bien al efecto de permitir el mismo consumo de otros bienes y servicios. En todo caso, no resulta posible consumir todo lo que se venía consumiendo si el precio del petróleo se incrementó.

La errada definición que hemos comentado, además, conduce a otras dos equivocaciones técnicas. En primer lugar, el consejo para la banca central de emitir a una tasa constante similar al crecimiento económico para “permitir la previsibilidad de los actores en el mercado”. Este consejo pasa por alto el hecho de que si la expansión “acompaña” el crecimiento económico, manteniendo los demás factores constantes, por ejemplo, se anulará el efecto de algunos precios a la baja que generan las importaciones y al alza de las exportaciones ya que la masa monetaria en un caso disminuye y en el otro aumenta y así sucesivamente.

La segunda equivocación, aun más gruesa, es que la expansión a tasa constante no trasmite previsibilidad puesto que, precisamente, los precios no se incrementan de modo uniforme, sino, como queda dicho, se alteran los precios relativos de modo que una tasa anunciada de expansión no trasmite información a determinado sector como afectará en sus precios.

Este análisis, a su vez, se traduce en el pensamiento que es posible recomponer el problema inflacionario a través de indexaciones lo cual no es correcto, ya que pretendidos índices de corrección solo suben los valores absolutos en los rubros del balance, pero las distorsiones relativas se mantienen inalteradas.

A toda esta situación debe agregarse que para contar con un sistema monetario saneado debe eliminarse el sistema bancario de reserva fraccional, que no solo genera producción secundaria de dinero, sino que permite que los bancos operen en un contexto de insolvencia permanente, con lo que se hace necesario implementar el free banking o el sistema de encaje total para los depósitos en cuenta corriente y equivalentes.

En este último sentido, hay un jugoso debate que viene de hace 50 años sobre si es mejor el free banking (y no digo “banca libre” porque tiene otro significado, ya que alude a la entrada y salida libre al sistema bancario) o la reserva total, pero en todo caso cualquiera de los dos es más sólido que la reserva fraccional que genera inflaciones y deflaciones con el apoyo de la banca central.

Cuál es el dinero que preferirá la gente dependerá de las circunstancias, ya que si todo es dinero no hay dinero y preguntarse cuál es la cantidad de dinero que habrá es lo mismo que interrogarse cuál es la cantidad de cualquier otro bien en el mercado. No debe imponerse tal cosa como “curso forzoso” a ninguna divisa y, en esta instancia del proceso de evolución cultural, los gobiernos seleccionarán la moneda o monedas en las que cobrarán impuestos al efecto de proteger derechos.

El tema monetario es solo uno de los problemas acuciantes que en los casos extremos fuerzan a la población al retorno a la época de las cavernas, pero son muchas las medidas que habría que revertir para que la gente pueda sacarse de encima el peso aplastante de los aparatos estatales. Afortunadamente existen reservas intelectuales que permiten vislumbrar esperanzas para evitar la regresión a la oscuridad de las cavernas. Igual que los tiburones que no duermen nunca, es indispensable estar alertas y sin pausa surcar los mares de los principios liberales.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

 

Reformar el sistema político para preservar la libertad

Por Alberto Benegas Lynch (h): Publicado el 2/7/19 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/reformar-el-sistema-politico-para-preservar-la-libertad-nid2263526

 

 Desde los orígenes del monopolio de la fuerza que denominamos gobierno, la faena de los espíritus libres ha sido la de contener el abuso de poder. Aun cuando en ciencia política la teoría apunta a que los aparatos estatales son para proteger y garantizar los derechos de los gobernados, en la práctica se han salido de cauce permanentemente. Tal como ha consignado Benedetto Croce la historia es un peregrinar por la libertad, en todos sus tramos apunta a ser “la hazaña de la libertad”.

Hoy observamos problemas muy graves en cuanto a los desvíos de la sociedad abierta (para recurrir a terminología popperiana), no solo en nuestra región latinoamericana sino en Europa y en Estados Unidos con los constantes ataques del nacionalismo con sus características de xenofobia y el mal llamado “proteccionismo” que en verdad desprotege a los ciudadanos encerrados en aberrantes fronteras alambradas. Mario Vargas Llosa ha mostrado lo absurdo  y altamente perjudicial de “considerar lo propio como un valor absoluto e incuestionable y lo extranjero un desvalor, algo que amenaza, socava, empobrece o degenera”.

Desde los mercantilistas del siglo xvi y Friedrich List cada tanto surgen las sandeces en torno a la industria incipiente y el  “vivir con lo nuestro” que bajo la fachada de las fuentes de trabajo los empresarios prebendarios se alían con el poder de turno para consolidar sus privilegios a contracorriente de los intereses de la gente. Con el argumento que no pueden competir proponen que de momento se establezcan aranceles en lugar de comprender que si un proyecto arroja pérdidas en las primeras etapas para luego más que compensarlas con ganancias, deben ser ellos, los empresarios, quienes deben afrontar los quebrantos y no endosar la carga sobre las espaldas de sus congéneres.

Y si se alega que no cuentan con los suficientes recursos para afrontar el cimbronazo inicial, pueden incorporar socios para tal fin. Si nadie acepta involucrarse en ese emprendimiento es por dos motivos: o se trata de un cuento chino (lo cual es habitual) puesto que el retorno sobre la inversión no justifica el negocio o, siendo rentable, hay otros más urgentes y como todo no puede llevarse a cabo simultáneamente, el proyecto de marras deberá esperar su turno.

En este contexto buena parte de los gobernantes de las economías del denominado mundo libre despotrican contra balances comerciales desfavorables e intentan modificar la situación con insólitas guerras comerciales. En verdad, lo relevante no es la balanza comercial sino el balance de pagos que contempla los movimientos de capital. En nuestros casos personales lo ideal sería comprar, comprar y comprar sin necesidad de vender nuestros servicios o bienes pero eso significaría que los demás nos estarían regalando permanentemente. Idéntico fenómeno ocurre con un grupo de personas que asimilamos a un país: lo ideal sería importar permanentemente sin necesidad de exportar, pero no podemos convencer al resto que nos regalen bienes y servicios por lo que no tenemos más remedio que exportar. La exportación es el costo de la importación. Cuando las importaciones exceden a las importaciones quiere decir que la entrada de capitales compensa la diferencia.

Los nacionalismos y las cerrazones fronterizas (y las mentales) no se percatan de estos principios económicos y en su lugar manipulan el tipo de cambio y los gobiernos se endeudan lo cual naturalmente produce desajustes mayúsculos. Por esta razón es que Jacques Rueff en The Balance of Payments sugiere enfáticamente que los gobiernos no lleven las estadísticas del comercio internacional ya que “constituyen una tentación para intervenir, lo cual genera los problemas”.

En realidad los nexos causales de la economía no se modifican por el hecho de interponerse un río, una montaña o una frontera. Desde la perspectiva liberal la división del globo terráqueo en naciones es al solo efecto de evitar los riesgos de concentración de poder en un gobierno universal, para fraccionar a su vez en provincias  y municipios.

Como es sabido la raza es una fantasía ya que las modificaciones exteriores son consecuencia de climas diversos y solo hay cuatro grupos sanguíneos distribuidos entre todos los humanos. Es de interés insistir en el ejemplo de los sicarios nazis que tatuaban y rapaban a sus víctimas para distinguirlas de sus victimarios.

Esta introducción sobre los dislates de los nacionalismos se hace necesaria para subrayar muy telegráficamente los peligros que enfrenta el mundo de hoy dado que nuevamente surge esa amenaza.

Ahora bien, si ese es el cuadro de situación y como resultado observamos que la noción de la democracia se ha degradado a niveles que en buena medida ha permutado en cleptocracia, a saber, el gobierno de ladrones de libertades, de propiedades y de sueños de vida. Lo contrario de lo expresado por los Gionvanni Sartori de nuestra época.

Entonces, sin prejuicio de trabajar en terrenos educativos que constituyen la clave del asunto a los efectos de trasmitir valores y principios compatibles con el respeto a las autonomías individuales, sin perjuicio de ello decimos, se torna urgente el trabajar las neuronas para imaginar nuevas vallas al abuso del poder político.

Hay diversos frenos y propuestas para el Poder Ejecutivo y para el Poder Judicial pero en esta nota periodística centro la atención en el Poder Legislativo para evitar el amontonamiento de personas que en gran parte se burlan de la ciudadanía y hacen negocios con sus cargos al tiempo que se sienten obligados a promulgar legislaciones que en realidad se oponen frontalmente al derecho en línea con pseudoderechos, es decir, la facultad de echar mano al fruto del trabajo ajeno por la fuerza.

En otra oportunidad sugerí que el Poder Legislativo en ambas cámaras sean ad-honrem no reelegibles como era en algunos cargos gubernamentales en las antiguas repúblicas de Florencia y Venecia. En este caso, luego de haber estudiado las elaboraciones de Edwin Fulner -ex presidente la Heritage Foundation- Natalia Basil -doctoranda en administración de negocios- y Gabriel Gasave -a cargo del Intependent Institute de Washington-  concluyo que también puede considerase que los legisladores sean part-time con un límite máximo de sesiones y trabajando en sus respectivos emprendimientos privados tal como ocurre en Norteamérica en los estados de Texas, Virginia, Montana, Nevada y North Dakota.

Estos sistemas fueron establecidos por los Padres Fundadores al efecto de limitar el ímpetu legislativo y para que se centraran exclusivamente en la preparación y el contralor presupuestario y en el dictado de leyes que tuvieran como solo objeto la protección de los derechos de la gente, siempre anteriores y superiores a la misma existencia del gobierno.

Incluso Leonard Read insistía en que no se recurra a la expresión “gobierno” y se reemplazara por la de “agencia de seguridad” puesto que aquella denominación “equivale a llamar gerente general al custodio de una empresa”. En el tercer tomo de Law, Legislation and Liberty el premio Nobel en economía Friedrich Hayek sostiene que si queremos que los principios de la sociedad libre sobrevivan es indispensable reformar nuestro sistema político. Si no nos parece lo sugerido propongamos otras medidas pero no es responsable quedarnos con los brazos cruzados esperando un cataclismo.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Meditaciones sobre el control de armas

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 2/3/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/03/02/meditaciones-sobre-el-control-de-armas/

 

Una vez más surge el debate sobre el control de armas a raíz de las tragedias ocurridas principalmente en Estados Unidos en colegios, debido a que allí se impone la zona donde no se permiten armas (gun-free zones), por lo que los asesinos seriales se sienten seguros para cometer sus horrendos crímenes, en lugar de permitir que los adultos encargados de custodiar los colegios estén debidamente entrenados en el uso de armas, además de la policía regular del área. Como se ha dicho, es absurdo custodiar las joyerías y no los colegios como si lo primero fuera más importante que lo segundo. Proponer insistentemente, como en el primer momento lo hizo Donald Trump, a raíz de la masacre en el colegio Marjory Stoneman Douglas High School de Parkland, en Florida, que se armen y entrenen los maestros en los colegios me parece otra de sus conocidas irresponsabilidades y exabruptos.

Desde luego que un tiroteo en un colegio resulta un espanto, pero muchísimo peor es la masacre sin posibilidad de defensa a la espera del arribo de la policía cuando ya se ha consumado el crimen serial.

Todo comienza con la idea que se tenga de lo que es un gobierno. La visión original en Estados Unidos plasmada en la Constitución defiende la portación y la tenencia de armas, porque considera sumamente peligroso desarmarse frente a los aparatos estatales, de igual manera que sería riesgoso entregar todas las armas a guardianes contratados para defender viviendas. Incluso, como apunta Leonard Read: «Hay razones para lamentar que nosotros en Norteamérica hayamos adoptado la palabra gobierno. Hemos recurrido a una palabra antigua con todas las connotaciones que tiene ‘el gobernar’, ‘el mandar’ en su sentido amplio. El gobierno con la intención de dirigir, controlar y guiar no es lo que realmente pretendimos. No pretendimos que nuestra agencia de defensa común nos debiera gobernar, del mismo modo que no se pretende que el guardián de una fábrica actúe como el gerente general de la empresa» (Government: An Ideal Concept).

No es de extrañar que las primeras medidas de los Stalin, Mao, Hitler, Castro y los Kim Jong-un del planeta sea el desarme de la población civil al efecto de someterlos con mayor facilidad. En esta línea argumental es de interés recordar que Suiza tiene una mayor proporción sobre los habitantes de personas armadas que en Estados Unidos, razón por la cual capitostes del ejército alemán han reconocido que no se atrevieron a invadir aquel país en ninguna de las dos guerras. Como es sabido, Suiza además no cuenta con ejército regular, son los ciudadanos que se constituyen en milicia armada y, dicho sea de paso, conviene destacar que ese país cuenta con el índice más bajo de criminalidad del mundo.

Es de suma importancia recordar también que, según ponen de manifiesto los documentos originales, en Estados Unidos, luego de los sucesos revolucionarios, se enfatizó y reiteró el peligro de mantener ejércitos regulares (standing army), lo cual fue luego modificado. Y es del caso traer a colación que, en el discurso de despedida de la presidencia de Estados Unidos, el general Dwight Eisenhower destacó: «El mayor peligro para las libertades del pueblo es el complejo militar-industrial».

A diferencia del norte, donde los colonos escapaban de la intolerancia y los atropellos a sus derechos, en Sudamérica prevalecieron los conquistadores y las «guerras santas» que, salvo personalidades como Fray Bartolomé de las Casas, eran posiciones generalizadas en el contexto de denominaciones al aparato de la fuerza como «excelentísimos», «reverendísimos» y dislates serviles de esa naturaleza desconocidos en Estados Unidos. Es por eso que en general la mentalidad latina estima que la portación y la tenencia de armas hará que todos estén a los tiros.

Por supuesto que igual que con el registro automotor o el consumo de alcohol, la entrega de armas se hace con los permisos correspondientes. Pero siempre hay que tener presente que cuando se exhibe un póster con la ingenua idea de prohibir el uso de armas con la cara de un monstruo y se consigna al pie una leyenda que dice: «¿Usted le entregaría un arma a este sujeto?», debe tenerse siempre presente que precisamente ese sujeto es el que tendrá el arma al efecto de victimizar a personas desarmadas e inocentes.

Cesare Beccaria, el pionero en el derecho penal, en su célebre texto On Crimes and Punishments, escribe que prohibir la portación de armas «sería lo mismo que prohibir el uso del fuego porque quema o del agua porque ahoga […] Las leyes que prohíben el uso de armas son de la misma naturaleza: desarman a quienes no están inclinados a cometer crímenes […] Leyes de ese tipo hacen las cosas mas difíciles para los asaltados y más fáciles para los asaltantes, sirven para estimular el homicidio en lugar de prevenirlo, ya que un hombre desarmado puede ser asaltado con más seguridad por el asaltante».

Es de gran importancia tener presente algunos personajes que a través de la historia fundamentaron extensamente sobre el derecho irrenunciable a la tenencia y la portación de armas de los ciudadanos: Cicerón, Ulpiano, Hugo Grotius, Algernon Sidney, Locke, Montesquieu, Edward Coke, Blakstone, George Washington, George Mason, Adams, Patrik Henry, Thomas Jefferson, Jellinek, Thomas Paine y tantos otros en la actualidad.

Obras como That Every Man be Armed: The Evolution of a Constitutional Right, de S. P. Halbrook y Gun Control, de R. J. Kukla, muestran estadísticas y cuadros donde se pone de manifiesto cómo los asaltos se incrementan en proporción a las prohibiciones en diversos estados y condados, puesto que los blancos resultan más atractivos para los delincuentes allí donde tiene lugar la prohibición.

En El federalista, nº 46, James Madison, el autor principal de la Segunda Enmienda, escribe con orgullo: «Los americanos [norteamericanos] tienen el derecho y la ventaja de estar armados […] a diferencia de los ciudadanos de otros países cuyos gobiernos tienen temor que la gente esté armada».

Desde luego que, en aquellos lugares donde se permite la tenencia y la portación de armas, quienes amenacen o insinúen la utilización indebida son castigados severamente.

En otro orden de cosas, se han mostrado las abultadas estadísticas sobre la mortandad vinculadas a los automotores, sea por accidentes en la vía pública o en reiterados asaltos, por lo que, salvando las distancias, sería desatinado prohibir los autos, del mismo modo que fue desatinado prohibir el alcohol con los resultados nefastos por todos conocidos.

Por su parte, en The Writings of Thomas Paine, este autor escribe: «Indudablemente sería bueno que nadie usara armas contra su vecino y que todo conflicto se arreglara a través de negociaciones […] pero en nuestro mundo el desarme haría que la gente de bien fuera constantemente sobrepasada por los asaltantes si se les niega la posibilidad de usar los medios para la defensa propia».

Entonces, en un campo más amplio, la tenencia y la portación de armas cumple con un doble propósito siempre unido a la defensa propia contra asaltantes, ya sean delincuentes comunes o delincuentes legales, contra los cuales en una situación extrema la población debe ejercer el derecho a la resistencia frente a gobiernos que recurren a la fuerza para avasallar derechos en lugar de protegerlos (tal como sucede hoy, por ejemplo, en el caso venezolano, que, dado el golpe de Estado de Nicolás Maduro a las instituciones, se hace imperioso el contragolpe).

El tres veces candidato a la presidencia de Estados Unidos y congresista, Ron Paul, declara, en el The Boston Globe: «Muchos políticos, jueces y burócratas consideran que tienen el poder de desconocer nuestro derecho a poseer armas, a pesar de que la Segunda Enmienda explícitamente garantiza el derecho de la gente. Como los padres fundadores, creo que el derecho a tener armas es consustancial a la sociedad libre».

El juez Andrew Napolitano, en Constitutional Chaos, sostiene con énfasis: «El cumplimiento de la Segunda Enmienda no solo permite la defensa propia contra asaltantes comunes, sino que evita genocidios que en todas partes y siempre se han llevado a cabo contra poblaciones desarmadas». Y en otro libro de este mismo juez que lleva el título de una frase de Voltaire, It is Dangerous to be Right when the Government is Wrong, subraya: «Sin el derecho a la defensa propia, los individuos no podrían protegerse de los ladrones vulgares ni de los gobiernos tiránicos, [… esto último] porque como ha dicho Mao el poder político sale del cañón de un arma».

Por último respecto a citas relevantes, David Boaz, en The Libertarian Mind, consigna: «Los ciudadanos respetuosos de la ley tienen un derecho natural y constitucional a poseer y transportar armas, no solo para caza sino como defensa propia y en último término para defender su libertad frente a gobiernos autoritarios».

Hay distraídos que mantienen que, a diferencia de Suiza y Estados Unidos, no puede permitirse la tenencia de armas en pueblos latinos, lo cual recuerda lo escrito por Friedrich Hayek respecto a la necesaria libertad para todos que sería inconveniente «antes de aprender a ser libres», que Hayek ilustra: «Es lo mismo que los tilingos que sostienen que no puede permitirse que alguien ingrese a un natatorio antes que aprenda a nadar».

En otros términos, como queda dicho, las personas pacíficas rechazan toda manifestación de violencia que estiman perversa, solo admiten el uso de la fuerza en defensa propia. Esas personas aceptan toda conducta que no lesione derechos de terceros, aunque no la compartan, pero frente a ataques y amenazas con armas no les queda otro recurso que defenderse. Es ingenuo, contraproducente y sumamente peligroso sostener que deben prohibirse las armas de fuego en manos privadas porque con ello se facilita la tarea de criminales. Hasta los santos más destacados de la historia justifican la defensa propia frente a hechos de violencia manifiesta.

Es sabido que si se pueden establecer medidas disuasivas, las personas pacíficas y de buena voluntad las emplearán, para eso instalan alarma, botón de pánico, cerradura, llamados preventivos a la policía y demás resguardos. De más está decir que resulta esencial que las normas vigentes defiendan en todas sus instancias a la víctima de los ataques del victimario, sea un criminal común o el desborde intolerable de aparatos estatales desbocados e imposibles de tolerar que arrasan con los derechos. Es por eso que en la Declaración de la Independencia estadounidense se lee: «Cuando cualquier forma de gobierno se torna destructiva de esos fines [la protección de derechos], es el derecho de la gente alterarlo o abolirlo e instituir un nuevo gobierno».

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

¿Qué proponen los libertarios y por qué habría que escucharlos?

Por Adrián Ravier.  Publicado el 17/12/18 en: https://www.cronista.com/columnistas/Que-proponen-los-libertarios-y-por-que-habria-que-escucharlos-20180116-0099.html

 

¿Qué proponen los libertarios y por qué habría que escucharlos?

Libertarios en la Argentina ha habido siempre. En su historia habrá que retroceder al menos unas cuantas décadas para ver que en los años 1950 Alberto Benegas Lynch padre fundaba, junto a algunos empresarios, el Centro para la Difusión de la Economía Libre, luego llamado Centro de Estudios para la Libertad. En estos centros se ofrecieron conferencias y publicaciones de libros de variados autores como Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Leonard Read, Henry Hazlitt, Israel Kirzner o Murray Rothbard. Quizás haya algún lector que recuerde las seis conferencias multitudinarias de Mises en la UBA en 1959. Desde ya que la diferencia entre un liberal como Hayek y un libertario como Rothbard, fue siempre motivo de disputas internas entre libertarios, pero hoy no nos vamos a
detener en ello. Más bien, los tomaremos como compañeros de camino.

La posta la tomó su hijo Alberto Benegas Lynch (h), hoy Presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, quien fundó en 1978 la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE),
creando los primeros posgrados en Argentina. En sus cuatro Maestrías en Economía y Ciencias Políticas, Economía y Administración de Empresas, Derecho Empresario y Activos Financieros, los alumnos recibían los
fundamentos para defender la libertad individual, la propiedad privada, la economía de mercado y el gobierno limitado, además de los conocimientos específicos de cada programa.
Muchos de estos alumnos a su vez, formaron numerosas fundaciones e institutos pro mercado en distintas provincias, que como efecto cascada formaron a miles de jóvenes en las ideas de la libertad. Estos jóvenes hoy
quizás no son docentes o académicos prestigiosos (aunque algunos lo son, como el Dr. Eduardo Stordeur o el Dr. Nicolás Cachanosky), pero lideran y gerencian distintos departamentos de las principales compañías del país.
Martín Krause lo sucedió a Alberto Benegas Lynch (h) como Rector de este Instituto Universitario, donde también pasaron excelentes docentes como Juan Carlos y Roberto Cachanosky, Gabriel Zanotti, Enrique Aguilar, Gustavo Matta y Trejo o Ricardo Manuel Rojas (sin ánimo de ser exhaustivo).

¿Qué proponen los libertarios para esta Argentina? En una Argentina donde ya no podemos pensar la educación, la salud, las jubilaciones y pensiones, el cuidado del medio ambiente o la administración de la moneda y los bancos
sin el ente gubernamental como principal regulador, los libertarios proponen un debate necesario. Repensar una Argentina en la que podamos prescindir del Estado. Aspiran a que cada argentino pueda pagar su propia educación y la de sus hijos; que pueda cubrir sus costos sanitarios; que pueda elegir cómo y cuándo jubilarse y que su pensión dependa de los montos y años de aporte. Proponen, en definitiva, libertad y responsabilidad, para terminar con la “estatolatría” donde el Dios Estado es el que ofrece empleo y garantiza seguridad social porque, de hecho,
jamás ha garantizado otra cosa que pobreza. Repensar una Argentina donde este flagelo sea gradualmente erradicado a través del mercado, como viene ocurriendo en gran parte del mundo, incluidas China y la India (ver El
Gran Escape de Angus Deaton). Donde la libertad de empresa y la iniciativa privada sean el motor del empleo genuino, de la innovación, de la creatividad y de las oportunidades para alcanzar una vida mejor. Donde la igualdad que importa es “ante la ley”.
En una Argentina donde la policía respalda a las mafias, los libertarios piden, siguiendo a James M. Buchanan, desconfiar de la política, lo que en definitiva es fundamento para un gobierno limitado.
¿No es esto una utopía? Una sociedad sin estado es irrealizable en esta Argentina, sin dudas. El libertario desde luego está dialogando en un “plano ideal” que a muchos les parecerá lejano. Está debatiendo para una sociedad
futura, donde posiblemente la cultura anti-capitalista sea abandonada por otras creencias pro-mercado. Le preocupa entonces definir cuánto estado haría falta en ese estado ideal, y llega a la conclusión de que no sería
necesario ninguno, ni siquiera en justicia o seguridad.
Pero al margen de ese debate puro, también hay un mensaje que puede ser útil para nuestra Argentina y que deberíamos escuchar

¿Cuál es este mensaje? Que la Argentina presenta un gasto público desbordado que aunque se pudiera financiar cubre necesidades de gente que no necesita la ayuda estatal. El primer paso entonces es desmantelar ese Estado que ayuda al que no lo necesita. Que aquellos que pueden pagar educación o salud para sí y para sus familias, lo hagan. Que aquel que puede tener su propia pensión la tenga. Que aquel que puede pagar servicios públicos que cubran los costos lo haga. Que aquel que puede pagar el precio real del combustible lo pague también. De ese modo reducimos la mochila de impuestos, deuda e inflación que recae sobre las empresas y que evita que sean competitivas en un mundo abierto y globalizado. De ese modo habría empleos y mejores salarios reales para todos.
¿Y qué ocurre con los que no pueden pagar estas cosas? Para la educación y la salud existe la propuesta de vouchers de Milton Friedman. El libertario lo aceptará en la transición, aunque insistirá que ese dinero de los
cupones sale del bolsillo del contribuyente y que sólo será temporal.
Para las pensiones se deberá crear un sistema privado de aporte voluntario, que no tiene relación con lo que hubo durante el menemismo, y ni siquiera con el sistema que hoy rige en Chile. El sistema libertario de pensiones no
necesita que el gobierno autorice a ciertas empresas a operar, ni que fije comisiones, sino que simplemente se haga a un lado y permita la competencia. El mercado operará bien en su ausencia, como de hecho ocurre con la gran mayoría de bienes y servicios. Desde luego que para cubrir a los actuales pensionados se necesitarán pagar impuestos, pero debemos distinguir entre la solución al problema actual donde el Estado se consumió los ahorros de los actuales jubilados respecto del sistema previsional para el futuro.
Comparar al oficialismo con el mensaje libertario muestra lo moderado del gobierno de Mauricio Macri, que si bien en anuncios y conferencias promueve cierto relativo liberalismo, en la práctica encuentra inacción, quizás por los obstáculos que el libertario muchas veces pasa por alto.
Y aquí viene la pregunta: ¿Propone el libertario desmantelar hoy al Estado por completo? Habrá quien lo proponga, pero no es lo más usual. El libertario entiende que el Estado está sobredimensionado y sabe que corregir esto sólo puede redundar en mayor calidad de vida para todos. Sabe que en el plano político, la prioridad del gobierno es mantener el orden público, y que eso sólo se consigue atendiendo a lo que es políticamente viable en cada momento. Es por eso que la regla general que el gobierno debe seguir es bajar el gasto todo lo posible, mientras pueda mantener el orden público.
Y allí encontramos el gran dilema, ya que cierta mentalidad anti-capitalista impide avanzar en reformas profundas como las que el libertario propone. En este sentido, mientras el libertario busca abrir el debate en un plano teórico, también acepta en la política pública una transición ordenada que no deje a nadie sin sustento. En la búsqueda de ese camino está claro que ambos roles, el académico y el político, se deben retroalimentar.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Es director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.

¿Qué proponen los libertarios y por qué habría que escucharlos?

Por Adrián Ravier.  Publicado el 17/1/18 en: https://www.cronista.com/columnistas/Que-proponen-los-libertarios-y-por-que-habria-que-escucharlos-20180116-0099.html

 

Libertarios en la Argentina ha habido siempre. En su historia habrá que retroceder al menos unas cuantas décadas para ver que en los años 1950 Alberto Benegas Lynch padre fundaba, junto a algunos empresarios, el Centro para la Difusión de la Economía Libre, luego llamado Centro de Estudios para la Libertad. En estos centros se ofrecieron conferencias y publicaciones de libros de variados autores como Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Leonard Read, Henry Hazlitt, Israel Kirzner o Murray Rothbard. Quizás haya algún lector que recuerde las seis conferencias multitudinarias de Mises en la UBA en 1959. Desde ya que la diferencia entre un liberal como Hayek y un libertario como Rothbard, fue siempre motivo de disputas internas entre libertarios, pero hoy no nos vamos a detener en ello. Más bien, los tomaremos como compañeros de camino.

La posta la tomó su hijo Alberto Benegas Lynch (h), hoy Presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, quien fundó en 1978 la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE), creando los primeros posgrados en Argentina. En sus cuatro Maestrías en Economía y Ciencias Políticas, Economía y Administración de Empresas, Derecho Empresario y Activos Financieros, los alumnos recibían los fundamentos para defender la libertad individual, la propiedad privada, la economía de mercado y el gobierno limitado, además de los conocimientos específicos de cada programa.

Muchos de estos alumnos a su vez, formaron numerosas fundaciones e institutos pro mercado en distintas provincias, que como efecto cascada formaron a miles de jóvenes en las ideas de la libertad. Estos jóvenes hoy quizás no son docentes o académicos prestigiosos (aunque algunos lo son, como el Dr. Eduardo Stordeur o el Dr. Nicolás Cachanosky), pero lideran y gerencian distintos departamentos de las principales compañías del país.

Martín Krause lo sucedió a Alberto Benegas Lynch (h) como Rector de este Instituto Universitario, donde también pasaron excelentes docentes como Juan Carlos y Roberto Cachanosky, Gabriel Zanotti, Enrique Aguilar, Gustavo Matta y Trejo o Ricardo Manuel Rojas (sin ánimo de ser exhaustivo).

¿Qué proponen los libertarios para esta Argentina? En una Argentina donde ya no podemos pensar la educación, la salud, las jubilaciones y pensiones, el cuidado del medio ambiente o la administración de la moneda y los bancos sin el ente gubernamental como principal regulador, los libertarios proponen un debate necesario. Repensar una Argentina en la que podamos prescindir del Estado. Aspiran a que cada argentino pueda pagar su propia educación y la de sus hijos; que pueda cubrir sus costos sanitarios; que pueda elegir cómo y cuándo jubilarse y que su pensión dependa de los montos y años de aporte. Proponen, en definitiva, libertad y responsabilidad, para terminar con la “estatolatría” donde el Dios Estado es el que ofrece empleo y garantiza seguridad social porque, de hecho, jamás ha garantizado otra cosa que pobreza. Repensar una Argentina donde este flagelo sea gradualmente erradicado a través del mercado, como viene ocurriendo en gran parte del mundo, incluidas China y la India (ver El Gran Escape de Angus Deaton). Donde la libertad de empresa y la iniciativa privada sean el motor del empleo genuino, de la innovación, de la creatividad y de las oportunidades para alcanzar una vida mejor. Donde la igualdad que importa es “ante la ley”.

En una Argentina donde la policía respalda a las mafias, los libertarios piden, siguiendo a James M. Buchanan, desconfiar de la política, lo que en definitiva es fundamento para un gobierno limitado.

¿No es esto una utopía? Una sociedad sin estado es irrealizable en esta Argentina, sin dudas. El libertario desde luego está dialogando en un “plano ideal” que a muchos les parecerá lejano. Está debatiendo para una sociedad futura, donde posiblemente la cultura anti-capitalista sea abandonada por otras creencias pro-mercado. Le preocupa entonces definir cuánto estado haría falta en ese estado ideal, y llega a la conclusión de que no sería necesario ninguno, ni siquiera en justicia o seguridad.

Pero al margen de ese debate puro, también hay un mensaje que puede ser útil para nuestra Argentina y que deberíamos escuchar.

¿Cuál es este mensaje? Que la Argentina presenta un gasto público desbordado que aunque se pudiera financiar cubre necesidades de gente que no necesita la ayuda estatal. El primer paso entonces es desmantelar ese Estado que ayuda al que no lo necesita. Que aquellos que pueden pagar educación o salud para sí y para sus familias, lo hagan. Que aquel que puede tener su propia pensión la tenga. Que aquel que puede pagar servicios públicos que cubran los costos lo haga. Que aquel que puede pagar el precio real del combustible lo pague también. De ese modo reducimos la mochila de impuestos, deuda e inflación que recae sobre las empresas y que evita que sean competitivas en un mundo abierto y globalizado. De ese modo habría empleos y mejores salarios reales para todos.

¿Y qué ocurre con los que no pueden pagar estas cosas? Para la educación y la salud existe la propuesta de vouchers de Milton Friedman. El libertario lo aceptará en la transición, aunque insistirá que ese dinero de los cupones sale del bolsillo del contribuyente y que sólo será temporal.

Para las pensiones se deberá crear un sistema privado de aporte voluntario, que no tiene relación con lo que hubo durante el menemismo, y ni siquiera con el sistema que hoy rige en Chile. El sistema libertario de pensiones no necesita que el gobierno autorice a ciertas empresas a operar, ni que fije comisiones, sino que simplemente se haga a un lado y permita la competencia. El mercado operará bien en su ausencia, como de hecho ocurre con la gran mayoría de bienes y servicios. Desde luego que para cubrir a los actuales pensionados se necesitarán pagar impuestos, pero debemos distinguir entre la solución al problema actual donde el Estado se consumió los ahorros de los actuales jubilados respecto del sistema previsional para el futuro.

Comparar al oficialismo con el mensaje libertario muestra lo moderado del gobierno de Mauricio Macri, que si bien en anuncios y conferencias promueve cierto relativo liberalismo, en la práctica encuentra inacción, quizás por los obstáculos que el libertario muchas veces pasa por alto.

Y aquí viene la pregunta: ¿Propone el libertario desmantelar hoy al Estado por completo? Habrá quien lo proponga, pero no es lo más usual. El libertario entiende que el Estado está sobredimensionado y sabe que corregir esto sólo puede redundar en mayor calidad de vida para todos. Sabe que en el plano político, la prioridad del gobierno es mantener el orden público, y que eso sólo se consigue atendiendo a lo que es políticamente viable en cada momento. Es por eso que la regla general que el gobierno debe seguir es bajar el gasto todo lo posible, mientras pueda mantener el orden público.

Y allí encontramos el gran dilema, ya que cierta mentalidad anti-capitalista impide avanzar en reformas profundas como las que el libertario propone. En este sentido, mientras el libertario busca abrir el debate en un plano teórico, también acepta en la política pública una transición ordenada que no deje a nadie sin sustento. En la búsqueda de ese camino está claro que ambos roles, el académico y el político, se deben retroalimentar.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

 

Un sacerdote ejemplar: James Sadowsky

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 3/11/17 en https://www.infobae.com/opinion/2017/11/03/un-sacerdote-ejemplar-james-sadowsky/

 

De modales sumamente cordiales, de un gran sentido del humor, de una bondad infinita y de una cultura y una versación en muy diversas ramas del conocimiento, así se lo puede definir al padre James Sadowsky (1923-2012). Enseñó filosofía, lógica matemática y ética de los negocios en la Universidad de Fordham, en Nueva York, durante 30 años, y durante 15 en la Universidad de Aix-en-Provence, hasta que se retiró de la enseñanza y vivió en Loyola Hall, que es el edificio que tienen los jesuitas para los sacerdotes retirados en el campus de esa misma universidad estadounidense. Un sacerdote jesuita que había estudiado parte de su colegio y en la universidad de esa orden, precisamente la de Fordham, estudios que luego completó en la Universidad de Lovaina, en Bélgica. Su padre era ruso y su madre, de ascendencia inglesa, aunque él nació en Estados Unidos.

Sostenía que el apostolado es mucho más trascendente, perdurable y productivo que entregar bienes materiales a los necesitados por aquello de que «es mejor enseñar a pescar que regalar un pescado». Insistía en que ayudar con bienes materiales puede hacer de apoyo logístico circunstancial pero trasmitir valores y principios consistentes con el cristianismo en cuanto a la importancia de la libertad y la responsabilidad individual contribuye a modificar de base las instituciones en dirección al progreso de todos. Incluso agregaba que muchas veces la entrega material no ayuda a la dignidad del receptor y crea una malsana dependencia.

Sadowsky pensaba que en el sacerdocio es urgente complementar las funciones puramente espirituales respecto a lo intraindividual con reflexiones que compatibilizaran aquellos valores con los comportamientos diarios en las relaciones interpersonales y mostraba preocupación por ciertas consideraciones de sacerdotes inclinados por aconsejar conductas en materia social que son incompatibles con las prédicas espirituales y puramente religiosas.

En un largo reportaje que le efectuó Martin Masse, investigador senior del Institut Économique Molinari de Paris, el padre Sadowsky explica que, una vez ordenado sacerdote, en 1947, y hasta comienzos de los sesenta puede considerárselo un semisocialista, hasta que dio accidentalmente con un libro de Murray Rothbard titulado The Great Depression, que dice que le fascinó y modificó por completo sus ideas sobre economía y derecho, «integradas a una olvidada filosofía que naturalmente están estrechamente vinculadas a las cuestiones sociales y morales». En aquel reportaje destaca que, a raíz de esa lectura, más adelante, cuando se enteró de que Rothbard vivía en Manhattan, decidió llamarlo y visitarlo, lo cual con el tiempo se convirtió en reuniones periódicas junto a otros participantes (en The Ethics of Liberty de 1982, Rothbard cita al padre Sadowsky). A partir de aquel contacto abordó otras obras como la refutación de Henry Hazlitt a Keynes, El socialismo de Ludwig von Mises y Camino de servidumbre de Fredrich Hayek, y conoció personalmente a otros distinguidos miembros de la Escuela Austríaca de Economía como Ralph Raico, Leonard Liggio, Karen Vaughn, Joe Peden, Walter Block, Louis Spadaro, Leonard Read y, por supuesto, a su alumno en Fordham, Mario Rizzo.

Apunta el padre Sadowsky que esas lecturas y conversaciones hicieron que se percatara de una extraordinaria consistencia que vinculaba distintos campos del conocimiento y otorgaban a la filosofía política una fuerza moral notable en pos de la mejora de las sociedades, muy especialmente de las personas más débiles y desprotegidas. Señala también la importancia de criticar con la mayor claridad posible las tendencias socialistas y estatistas dentro y fuera de la Iglesia, posición que enfatiza en su artículo titulado «Christianism and Poverty», publicado por el Institute for Social Affairs de Londres.

En 1984, patrocinado por Arthur Shenfield y Howard Demsetz, el padre Sadowsky ingresó como miembro de la Mont Pelerin Society. Al año siguiente tuve el privilegio de conocerlo personalmente, aunque habíamos mantenido una nutrida correspondencia. Lo conocí en la reunión de la MPS en Sydney, donde ambos presentamos trabajos en ese congreso. Su presentación se tituló «La Iglesia y el Estado», trabajo que se tradujo y reproducimos en la revista académica Libertas; siendo rector de ESEADE lo invité a pronunciar conferencias en esa casa de estudios. En aquel congreso, luego de nuestras respectivas presentaciones, mantuvimos una larga conversación que se prolongó hasta altas horas de la madrugada, lo cual hizo que ambos nos quedáramos dormidos para los paneles de la mañana siguiente. Al margen digo que mi trabajo se tituló «¿Autoridad monetaria, regla monetaria o moneda de mercado?», el cual se tradujo y reprodujo en los Anales de la Asociación Argentina de Economía Política, entidad en la que también expuse el mencionado ensayo ese mismo año en su reunión anual en Mendoza.

Abrió su exposición en Sydney recordando: «No es un secreto para nadie que entre los miembros del mundo eclesiástico que se ocupan abiertamente del tema, el mercado libre (o lo que ellos imaginan que es el mercado libre) no cuenta con muchos partidarios entusiastas». A continuación, el padre Sadowsky se detuvo a considerar cómo el proceso de mercado asigna recursos del modo que la gente prefiere y que las ganancias son la recompensa por haber acertado en las demandas y las quiebras son el resultado de no haber logrado ese cometido. Asimismo, consigna que el tamaño de las empresas depende íntegramente de las directivas de las personas en los mercados y que en este sentido no puede concluirse a priori si las empresas de tal o cual ramo deben ser pequeñas, medianas o grandes. En el mismo trabajo, muestra gran conocimiento al criticar los llamados «modelos de competencia perfecta» al describirlos como incoherentes al suponer el conocimiento perfecto de los factores relevantes por parte de los operadores económicos, ya que con ello no habría arbitrajes, ni empresarios, ni competencia. Por último, critica los aranceles aduaneros como responsables de la pobreza apoyados por empresarios que deben su existencia a privilegios otorgados por gobiernos y se opone severamente a la denominada «redistribución de ingresos patrocinada por muchos obispos norteamericanos».

En un reportaje en El Mercurio de Chile realizado por Lucía Santa Cruz, el padre Sadowsky explica: «Laissez-faire es simplemente la situación en la cual las personas son libres para decidir qué producir, cuánto, cómo intercambiar su producción y con quién, sin la intervención del gobierno. El gobierno sólo actúa para preservar la ley contra fraudes y robos, garantiza los contratos, etcétera. Como diría Friedman, es un árbitro y no un jugador del partido».

En ese mismo reportaje el sacerdote subraya los tan poco comprendidos y tergiversados beneficios de la revolución industrial del siglo XVIII, la importancia de las ideas del filósofo moral y economista Adam Smith, el desempleo que provocan los salarios mínimos y los errores en materia social que comete parte del clero por «no haber tomado suficiente nota acerca de lo que la ciencia económica enseña». También se explaya: «La ventaja del sistema de mercado, que elimina la intervención de los gobiernos y somete a las personas a los rigores de la competencia […y hace] que los hombres de negocios deben comportarse de una manera tal que satisfacen los deseos del público en general al mismo tiempo que a los propios».

Finaliza este muy suculento y jugoso reportaje afirmando: «El Estado benefactor ha devaluado los valores de la familia. Reduce la responsabilidad individual. Las familias no se inventaron porque un grupo decidió que así fuera, sino que fueron el resultado de una necesidad natural».

Tal vez el ensayo más difundido del padre Sadowsky sea el titulado «Private Property and Collective Ownership», que fue reproducido de la revista académica Left and Right, otoño de 1966, en el libro compilado por Tibor Machan titulado The Libertarian Alternative (1979, Chicago, Nelson-Hall). En ese trabajo el sacerdote de marras, al seguir la tradición lockeana, mantiene que la propiedad privada de bienes deriva de la propiedad de la propia vida, lo cual significa el derecho a usar y disponer lo adquirido legítimamente (en el sentido de genuino, verdadero, no falso ni fraudulento, igual que una piedra preciosa). Explica que esto no puede ser arrebatado por un rey o un parlamento, por una persona o por un grupo de personas. Debe tenerse muy en cuenta que el asunto es centralmente moral como que en cada transacción libre y voluntaria se presupone el respeto recíproco con base en las normas de Justicia.

Pero seguramente lo que despierta mayor interés del ensayo que ahora comentamos es la referencia del padre Sadowky al antropomorfismo de la sociedad. Así, se dice que la sociedad prefiere, que la sociedad decide, que la sociedad habla en nombre de tal o cual causa y que a la sociedad pertenece tal o cual propiedad colectivamente. En realidad, dice este sacerdote que se recurre a una trampa lingüística, puesto que siempre se trata de específicos individuos que actúan independientemente o son copropietarios, pero el bien en cuestión no pertenece a la sociedad. Por ejemplo, sigue diciendo, cuando se hace referencia a un equipo deportivo, es sólo una forma de abreviación en lugar de aludir a cada uno de los integrantes, pero esa forma abreviada no nos debe hacer que se pierda de vista la noción de fondo.

Los dos trabajos que más circulan en ámbitos académicos del padre Sadowsky son, en primer lugar, «Can There Be an Endless Regress of Causes?», publicado originalmente en el International Philosophical Quarterely (4, 1980), reproducido en el libro Philosophy of Religon (Oxford University Press, 2000, compilado por Brian Davies) y «Does Darwin Destroy the Design Argument?», aparecido también en el International Philosophical Quarterely (28, 1988).

En el primer ensayo el autor discute extensamente los argumentos que sostienen la posibilidad de la regresión ad infinitum y demuestra la validez de la posición que sostiene que eso no resulta posible, puesto que si fuera así, nada existiría, ya que nunca hubieran comenzado las respectivas causas. En el segundo trabajo, el padre Sadowsky explica la compatibilidad de la tesis evolucionista de Darwin con la Primera Causa tal como la desarrollaron, entre muchos otros, Juan Pablo II y el RP doctor Mariano Artigas.

En resumen, en momentos en que no pocos representantes de la Iglesia, comenzando por el actual Papa, rechazan principios elementales de la convivencia civilizada, la voz del padre James Sadowsky resulta un faro reparador y reconfortante en línea con los valores y los principios morales que derivan del cristianismo y de toda postura compatible con la libertad. En otros términos, no es frecuente que se subrayen aspectos morales de la sociedad libre en cuanto a las relaciones interpersonales que hacen a la esencia del respeto recíproco y cuando se comentan esos aspectos, se suele caer en sistemas que arruinan moral y materialmente a las personas.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es Asesor del Institute of Economic Affairs de Londres