FILOSOFÍA PARA MI, CAP 3: FILOSOFÍA Y CIENCIAS SOCIALES

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 17/9/17 en http://gzanotti.blogspot.com.ar/2017/09/filosofia-para-mi-cap-3-filosofia-y.html

 

Capítulo Tres:

La Filosofía y las Ciencias Sociales

  1. Las ciencias sociales, sin complejo de inferioridad

El economista austríaco Fritz Machlup escribió un seminal ensayo llamado “El complejo de inferioridad de las ciencias sociales”, cuyo título lo decía todo. Al lado de unas ciencias naturales muy orgullosas de sí mismas, de su supuesto mundo perfecto de hechos indubitables, probados y matematizados, las ciencias sociales tenían (¿tienen?) un inevitable complejo de inferioridad. “Ya vamos a ser como ustedes”, es su culpógeno anuncio, y, mientras tanto, asumir casi con vergüenza su contingencia, sus marcos interpretativos, sus inexactitudes, su dependencia de diversas filosofías e ideologías. O sea, su “dependencia de todo lo humano”. Pues bien, después del capítulo dos, hemos visto que las cosas no tienen por qué ser así. Las ciencias naturales “también” son ciencias humanas. La distinción tan frecuente entre “humanidades y ciencias” es, por decir lo menos, curiosa. La ciencia es esencialmente humana. Dios no necesita ciencia (y con eso un agnóstico puede coincidir “hipotéticamente”) y los animales tampoco. Justamente el ser humano, en un peculiar medio entre los mamíferos superiores y “los dioses”, es el que necesita su ciencia y su técnica para sobrevivir en un universo en principio indiferente a sus necesidades. La ciencia es tan humana que si no es humana, no es ciencia. Es revelación sobrenatural o instinto.

Por ende, más allá del debate sobre sus grados de certeza, la ciencia depende de nuestras concepciones del mundo, de nuestras interpretaciones, de nuestras falibles conjeturas que intentan dar luz a un mundo infinitamente desconocido. El método científico es una caminata de ensayo, error, falibilidad y progreso. Las ciencias sociales, por ende, “también”. No son superiores o inferiores a cualquier otro intento humano de dar sentido al mundo. Tienen, si, sus diferencias. A esas diferencias vamos a continuación.

  1. Etica, historia, ciencias sociales

Comencemos por su prehistoria. “Al principio”, esto es, desde los albores de la filosofía, y hasta hace muy poco, no había ciencias sociales. Hubo, sí, algo muy importante, de lo cual se hacía una directa aplicación al mundo social. Era y sigue siendo la ética.

Para la concepción griega del mundo, una ética separada de la vida social era casi inconcebible. En Aristóteles –por decir un ejemplo no menor- la ética no era sólo e estudio de las virtudes que perfeccionan la naturaleza humana. La máxima de esas virtudes era preocupación cívica por la “ciudad”. La vida de la “polys” era lo máximo en la perfección del hombre. Ahora bien, ¿cómo debía ser “regida” esa polys? Naturalmente, de modo “bueno”. La famosa clasificación aristotélica de las formas de gobierno así lo revela. Si el gobierno de uno, unos pocos o muchos era “bueno” entonces teníamos la monarquía, la aristocracia, la república. Los temas sociales eran temas éticos. En ningún momento se concebía que se pudiera llamar a un “técnico”, que “sin juicios de valor” hiciera sus recomendaciones para una “gestión eficiente”.

La irrupción cultural del cristianismo, del judeo-cristianismo, implicó enormes cambios en la concepción del mundo, pero la caracteristica anterior se mantuvo. El cristianismo implica, precisamente, que hay algo anterior y superior a la polys: la relación de cada individuo con Dios. Desde allí, desde esa “ciudad de Dios” se debe juzgar a la “ciudad del hombre”. Con la conformación del renacimiento carolingio (s. IX) y la conformación del Sacro Imperio, se conforma una concepción de la vida social donde la “auctoritas” humana es el “brazo secular” de la Iglesia. “El príncipe” temporal tiene cierta autonomia pero su “función propia” es casi como un instrumento del poder eclesial. Los musulmanes pensaban igual; simplemente diferían en quien era el príncipe y quién era el profeta. Y los judíos no contaban entonces porque se habían quedado sin su ciudad temporal (que, cuando existió, giró en torno al templo).

La separación entre católicos y protestantes no cambia la cuestión. Lutero y Calvino seguían pensando que la ética de la ciudad de Dios debía seguir gobernando la ciudad del hombre, un hombre, ya, para ellos, irremisiblemente destruído por el pecado. La cuestión tampoco cambia con el racionalismo continental del s. XVIII, cuyo representante más ilustrado es Kant. Con él, también la sociedad, en camino hacia la república, la ciencia y la paz perpetua, dependía de la ética. Una ética diferente, sí, más secular, dependiente de un imperativo absoluto aunque sin metafísica o religión, en principio. Pero igual de fuerte y categórico. Las repúblicas laicas y democráticas, guiadas por la ciencia newtoniana y la educación obligatoria, deben ahora “dominar la tierra”. El mandato bíblico es cambiado de contenido. Id y bautizad……….. Se transforma en “id y ensenar, civilizar….”, pero con el mismo impulso ético y expansivo, exotérico, de épocas anteriores.

En medio de todo esto, otra tradición, también muy importante en la filosofía occidental, se abre paso. Es la historia. Pero no simplemente como una (¿imposible?) “historiografía”, sino como “comprensión”. Dilthey (fines s. XIX) es aquí el autor clave. Podemos comprender los fenómenos sociales porque nuestra condición humana nos proporciona una interpretación de nuestra historia de un modo tal que no la podríamos tener de un hormiguero y menos aún de un trozo de roca. Podemos ponernos en el lugar de Napoleón, y, por más desacuerdos que tengamos, comprender sus motivaciones, y por ende sus acciones. En ese sentido la historia comprende, y las ciencias naturales “explican”. En esta tradición, las ciencias sociales son historia. O la historia “es” las ciencias sociales. Algo de esto, aunque con muchas diferencias, subsiste en un Gadamer que contrapone (1960) la verdad de la conciencia histórica al método de las ciencias naturales. La filosofía continental alemana aún hoy tiene cierto enfrentamiento con cierto positivismo en ciencias sociales que predomina en ciertos ámbitos anglosajones.

  1. De la ética al orden espontáneo

En medio de la ética, en medio de la historia, ¿quedaba lugar para algo más?

Miremos un poco más en la historia de la filosofía occidental y encontraremos algunas cosas.

En primer lugar, según Marjorie Grice-Hutchison, en un famoso estudio sobre la Escuela de Salamanca, (tesis dirigida por por Hayek), jesuitas y dominicos españoles habrían desarrollado las primeras teorías sobre los precios, la inflación, los salarios, etc., adelantándose al modo en que lo haría la economía a partir del s. XVIII. Esto es, por ejemplo, que “es” la inflación, a parte de lo que “deba ser”. Otros autores como Rothbard, Novak, Chafuen, Huerta de Soto, etc., han estudiado mucho este pensamiento.

En los inicios del s. XVIII no tenemos sólo los inicios de la escuela Clásica de economía, sino la Escuela Escocesa, con autores como Hume, Smith, Ferguson. Este último acuña la feliz expresión de que la sociedad es fruto “de la acción humana pero no del designio humano”. Esto implica que para ellos el orden social era “espontáneo”, esto es, no fruto de un acto fundacional deliberado. Los fenómenos sociales implican “consecuencias no intentadas”, evoluciones o involuciones que escapan a planes deliberados de una persona o un grupo de personas. Hay en los fenómenos sociales algo que se puede estudiar pero no planificar. Esto es interesantísimo….

Esta cuestión es retomada explícitamente por el economista austríaco C. Menger en su teoría del origen del dinero, como institución social espontánea. Esta línea “institucionalista-evolutiva” de los fenómenos sociales es retomada luego por Hayek, pero es L. von Mises quien, en mi opinión, acuña una explicación, en el inicio de su tratado de economía, que es clave para entender una ciencia social que no sea “sólo” ética. Dice así: “….The discovery of a regularity in the sequence and interdependence of market phenomena went beyond the limits of the traditional system of learning. It conveyed knowledge which could be regarded neither as logic, mathematics, psychology, physics, nor biology”. Este párrafo es clave. Se afirma que se toma conciencia de algo que está más allá de los campos tradicionales del saber. Eso, que está más allá, y que tiene una cierta (vamos a ver por qué digo “cierta”) autonomía de la ética es una “secuencia y regularidad”, esto es, cierto “orden” en las consecuencias no intentadas de las acciones. Adoptar ante este orden una actitud teorética es comenzar a hacer ciencias sociales de un modo no sólo nuevo, sino constitutivo, esto es, las ciencias sociales son “eso”: el estudio de los órdenes espontáneos. Yo puedo “querer” que un poeta gane más que un futbolista, puede ser que considere ello sea bueno, pero si formo parte de los millones y millones de personas que ven partidos de futbol por televisión o voy al estadio, entonces yo mismo, como consecuencia no intentada, estoy causando el alto salario del futbolista. Un gobierno puede considerar bueno que los obreros de tal o cual sector ganen U$S 1000 al mes, pero la consecuencia no intentada será que algunos empleadores potenciales dejarán de contratarlos. Yo puedo querer y considerar bueno que las secretarias de mi empresa (no es mi caso) ganen U$S 10.000 al mes, pero la consecuencia no intentada es que tendré más postulantes de las que puedo absorber y “tendré que” bajar el salario que estoy ofreciendo. O, al revés, yo puedo  considerar injusto que un famoso futbolista gane millones y millones más que un profesor titular de Física I, pero, si yo veo sus partidos, yo soy parte de la causa por la cual ese futbolita gane millones.  Y así sucesivamente….

  1. Del orden espontáneo a la ética, de la ética a la acción humana

¿Diremos entonces que las ciencias sociales son sólo descriptivas de órdenes espontáneos y de ningún modo normativas? No, porque, como vimos, en toda acción humana hay una decisión moral implícita. Pero una consecuencia, una inter-acción, que va más allá del fin directamente intentado por el individuo. Esa consecuencia no intentada puede ser, a su vez, buena o mala, pero la “descripción” de esas consecuencias que son fruto de la inter-acción humana tiene un margen de autonomía con respecto a la ética tradicional. Si ese margen no se ve, la diferencia entre las ciencias sociales y la sola ética tampoco se ve. Es absolutamente bueno que todos tengan alimento de sobra, “pero” resulta que por ejemplo hay una ciencia, la economía, que nos dice que “hay” escasez, y entonces los salarios no se pueden aumentar simplemente porque ello sea “bueno”: hay además un proceso de ahorro, de formación de capital…….

No se trata, por ende, de contraponer una ciencia “de hechos” vs. una ética normativa. Los fenómenos sociales implican un “mundo”, esto es, según Husserl, un conjunto de relaciones entre personas (inter-subjetvidad), y eso es el mundo social, y ese mundo social tiene sus valores morales como constitutivos, porque es parte de su horizonte cultural. Simplemente, ese mundo social tiene una evolución o involución espontánea, esto es, una serie de inter-acciones no intentadas que no se reducen al sólo juico ético de cada acción en particular.

¿Pero qué hay detrás de esa “regularidad” de la que hablaba Mises? ¿No hay acaso libertad en las acciones humanas? Si, eso será objeto de nuestra próxim capítulo. Pero por los ejemplos dados, vimos que las consecuencias no intentadas no son “arbitrarias”: tienen un orden, que emerge de decisiones libres previamente adoptadas. Y ese orden tiene que ver con un tema esencialmente filosófico: la racionalidad del ser humano, racionalidad falible, incierta, pero racionalidad al fin: persigo ciertos falibles y cambiantes fines y recurro a falibles y cambiantes medios. Quiero comprar un libro, lo compro, y millones y millones de acciones similares a las mías “causan” que tal o cual autor sea rico y conocido….

  1. De la acción humana a la filosofía

Pero como podemos ver, detrás de todo lo que estamos diciendo hay una antropología filosófica, una concepción del ser humano que implica a su vez una determinada noción de acción humana.

En ese sentido, los problemas teoréticos más importantes de las ciencias sociales tienen que ver con la noción de acción e inter-acción que estemos manejando. Un economista partidario de la teoría de la plus-valía marxista ve al mundo como la explotación de capitalismo de EEUU y Europa con respecto a los explotados: América Latina, Africa, etc. Inútil es que le digamos cifras sobre el PBI interno de los EEUU, o que le mostremos que el PBI per cápita en tal o cual región de América Latina ha crecido: él tendrá otras “cifras” para mostrar que las desigualdades han crecido.

¿Pero cómo ve el mundo alguien formado en otra concepción de la economía? Al revés: América Latina es pobre porque nunca ha generado las condiciones culturales e institucionales para la estabilidad jurídica que es necesaria para el ahorro y la inversión a largo plazo. Por otro lado, la teoría del valor es diferente: para uno, es la del valor-trabajo en Marx; para el otro, es la teoría del valor subjetivo de Menger y Bohm-Bawerk. Desde esas dos concepciones del mundo, diametralmente opuestas, no es que ven “lo mismo” desde dos perspectivas diferentes: ven diferentes fenómenos, directamente. América Latina y EEUU no son lo mismo para unos y para otros, y todas las relaciones de causa y efecto son diferentes para ambas perspectivas.

¿Cuál de las dos es la correcta?

Para responderlo, hay que ir a la teoría del valor, y por ende…….. Al tema de la acción humana, la racionalidad, la intencionalidad de la acción, el libre albedrío, la falibilidad de la acción, la incertidumbre….

Y todo ello no es más que antropología filosófica.

O sea que:

  1. a) las ciencias sociales tardaron mucho tiempo en distinguirse de la sola ética.
  2. b) Ello no implica que las ciencias sociales sean totalmente autónomas de la ética.
  3. c) La autonomía de las ciencias sociales tiene que ver con la progresiva emergencia de un nuevo paradigma, la noción de órdenes espontáneos en lo social.
  4. d) Esa noción de orden espontáneo tiene que ver con temas tales como: racionalidad limitada, acción humana intencional, inter-subjetividad, libre albedrío, orden, etc.
  5. e) Esos temas son esencialmente filosóficos.

Y a esos temas nos dedicaremos en gran parte de las clases que siguen…..

Bibliografía sugerida

w Blaug, M.: La metodología de la economía; Alianza Ed, Madrid, 1980.

w  Casaubón, J.A.: «Las relaciones entre la ciencia y la filosofía», en   Sapientia; vol. XXIV, 1969.

w Popper, K.: La miseria del historicismo; Alianza Ed., Madrid, 1987.(4)

w Gadamer, H.G.: Verdad y Método; Sígueme, Salamanca, 1991.

Verdad y Método II; Sígueme, Salamanca, 1992.

w  Hayek, F.A.von: «Scientism and the Study of Society»; en The Counter Revolution of Science; Liberty Press, 1979.

w  «The Theory of Complex Phenomena»; en Studies in Philosophy, Politics and Economics; University of Chicago Press, 1969.

w  Mises, L. von: «Problemas epistemológicos que suscitan las ciencias referentes a la acción humana», cap. II de La acción humana, Sopec, Madrid, 1968.

w  Gallo, E.: «Hayek y la investigación histórica: algunas reflexiones»; enEstudios Públicos; Centro de Estudios Públicos; Santiago de Chile, Nro. 50, 1993.

w  Cornblit, O., (compilador): Dilemas del conocimiento histórico:argumentaciones y controversias; Ed. Sudamericana/Instituto Torcuato Di Tella; Bs. As., 1992.

w  Machlup, F.: «El complejo de inferioridad de las ciencias sociales»; enLibertas; Eseade, Bs. As., Nro. 7.

w  Weber, M.: The Methodology of the Social Sciences; The Free Press ofGlencoe, Illinois, 1949.

w  Schutz, A.: On Phenomenology and Social Relations; University of ChicagoPress; Chicago and London, 1970.

w  Husserl, E.: The Crisis of European Sciences, Northwesten University Press, Evanston, 1970.

w Dilthey, W.: Introducción a las ciencias del espíritu; FCE, 1949.

w  Gordon, S.: The History and Philosophy of Social Science; Routledge, 1991.

w  Polanyi, M.: Personal Knowledge; Routhledge, 1998.

 

w  Menger, C.: Investigations Into the Method of the Social Sciences;Libertarian Press, Grove City, 1996.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

TODO EMPEZÓ CON PLATÓN

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

 

En no pocas personas hay, a veces guardado en el interior,  a veces exteriorizado, un sentimiento de envidia, celos y resentimiento por los que tienen éxito en muy diversos planos de la vida. Y estos sentimientos malsanos se traducen en políticas que de distintas maneras proponen la guillotina horizontal, es decir, la igualación forzosa para abajo al efecto de contemplar la situación de quienes, por una razón u otra, son menos exitosos.

 

Pero estas alharacas a favor del igualitarismo inexorablemente se traducen en la más absoluta disolución de la cooperación social y la consecuente división del trabajo. Si se diera en la naturaleza lo que pregonan los igualitaristas como objetivo de sus utopías, por ejemplo, a todos les gustaría la misma mujer, todos quisieran ser médicos sin que existan panaderos y lo peor es que no surgiría manera de premiar a los que de mejor modo sirven a los demás (ni tampoco sería eso tolerable puesto que el premio colocaría al premiado en una mejor posición que es, precisamente, lo que los obsesos del igualitarismo quieren evitar). En otros términos, el derrumbe de la sociedad civilizada. Incluso la misma conversación se tornaría insoportablemente tediosa ya que sería equivalente a parlar con el espejo. La ciencia se estancaría debido a que las corroboraciones provisorias no serían corregidas ni refutadas en un contexto donde todos son iguales en sus conocimientos. En resumen un infierno.

 

Este ha sido el desafío de la corriente de pensamiento liberal: como en la naturaleza no hay de todo para todos todo el tiempo, la asignación de derechos de propiedad hace que los que la usen bien a criterio de sus semejantes son premiados con ganancias y los que no dan en la tecla con las necesidades del prójimo incurren en quebrantos. La propiedad no es irrevocable, aumenta o disminuye según la utilidad de su uso para atender las demandas del prójimo. Este uso libre maximiza las tasas de capitalización, lo cual incrementa salarios e ingresos en términos reales. Esto diferencia a los países ricos de los pobres: marcos institucionales que respeten los derechos de todos para lo cual los gobiernos deben limitarse a castigar la lesión de esos derechos.

 

No se trata de buscar una “justicia cósmica” al decir de Thomas Sowell, sino una terrenal en dirección a “dar a cada uno lo suyo”, a saber, la propiedad de cada cual, comenzando por su cuerpo, la libertad de la expresión del pensamiento y el  uso y disposición de lo adquirido lícitamente.

 

Sería muy atractivo vivir en Jauja donde no hayan terremotos ni sequías ni defectos humanos ni físicos ni mentales, pero la naturaleza es la que es no la que inventamos, de lo que se trata es de minimizar costos, especialmente para los más necesitados.

 

En cambio, hoy en día observamos por doquier gobiernos que se entrometen en los más mínimos detalles de la vida y las haciendas de quienes son en verdad súbditos de los aparatos estatales, en teoría encargados de proteger a los gobernados, a lo que se agrega el otorgamiento de privilegios inauditos a pseudoempresarios aliados con el poder político para explotar a la gente, endeudamientos estatales mayúsculos, presión fiscal astronómica, gastos públicos siderales y demás estropicios que lleva a cabo el aparato de la fuerza.

 

Se podrá decir que la guillotina horizontal no es necesaria llevarla al extremo del igualitarismo completo (por otra parte, imposible de realizar dado que cada ser humano es único e irrepetible en toda la historia de la humanidad), con que se “modere en algo” es suficiente. Pues bien, en la medida de que se tienda al igualitarismo, en esa medida surgirán los problemas señalados que, recordemos, siempre redunda en daños especialmente a los más pobres ya que son los que más sienten el impacto de la disminución en las antes referidas tasas de capitalización. El delta entre los que más tienen y los que menos tienen (al momento puesto que es un proceso cambiante) dependerá de las decisiones de la gente que cotidianamente expresan sus preferencias en los supermercados y afines.

 

Henos aquí que estos problemas y la manía del igualitarismo y el consecuente ataque a la propiedad privada comenzó a sistematizarse con Platón cuatrocientos años antes de Cristo. Platón en La República y en Las Leyes patrocina el comunismo, es decir, la propiedad en común y no solo de los bienes sino de las mujeres, en esta última obra dice el autor que su ideal es cuando “lo privado y lo individual han desaparecido” lo cual nos recuerda que con razón Milan Kundera concluye que cuando “lo privado desaparece, desaparece todo el ser”. Claro que Platón no vivió para enterarse de “la tragedia de los comunes”, aunque de modo más rudimentario la explicó su discípulo Aristóteles quien además destacó que los conflictos son más acentuados cuando la propiedad es en común respecto a la asignación de derechos de propiedad.

 

Claro que los autores que con más énfasis propusieron la liquidación del derecho de propiedad fueron Marx y Engels que en su Manifiesto Comunista escribieron que “la teoría de los comunistas se puede resumir en una sola frase: la abolición de la propiedad privada”.

 

Esta declaración marxista se subsume en la imposibilidad de evaluación de proyectos, de contabilidad, en definitiva, de todo cálculo económico puesto que cuando no hay propiedad no hay precios (que surgen del intercambio de propiedades), con lo cual no se sabe si es mejor una asignación de los siempre escasos recursos respecto de otro destino tal como lo explicó detalladamente Ludwig von Mises. En otros términos, no existe tal cosa como una economía socialista o comunista (Lenin escribió que el socialismo es solo la primera etapa para llegar al comunismo), de allí el descalabro que exhibió el derrumbe del Muro de la Vergüenza en Berlín.

 

Nuevamente reiteramos que no es necesario abolir la propiedad para que aparezcan los trastornos que señalamos en la medida en que se afecte esa institución clave. Cuando irrumpen los megalómanos concentran ignorancia en lugar de permitir la coordinación de conocimiento disperso a través del sistema de precios libres (en realidad un pleonasmo ya que los precios que no son libres resultan ser simples números que dicta la autoridad gubernamental pero sin significado respecto a la valorizaciones cruzadas que tienen lugar en toda transacción voluntaria), Con esos supuestos controles los gobernantes imponen sus caprichos personales con lo que indefectiblemente aparecen faltantes y desajustes de diverso calibre.

 

Además, la manía igualitarista presupone la falacia que la riqueza  es estática y que se basa en la suma cero (lo que uno gana lo pierde otro). Sin duda que la utopía comunista no es patrimonio exclusivo de Marx, hubo un sinfín de textos en esa dirección como los de Tomás Moro, Tommaso Campanella, William Godwin y no pocos religiosos desviados del mensaje cristiano de la pobreza de espíritu. Tal vez en este último caso sea pertinente detenerse a considerarlo.

 

Dos de los mandamientos indican “no robar” y “no codiciar los bienes ajenos”. En Deuteronomio 27, 17 se lee “Maldito quien desplace el mojón de su prójimo”, también en Deuteronomio (8, 18) “acuérdate que Yahveh tu Dios, es quien te da fuerza para que te proveas de riqueza”. En 1 Timoteo (5, 8) “si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. En Mateo (5, 3) “bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” fustigando al que anteponga lo material al amor a Dios (amor a la Perfección), en otras palabras al que “no es rico a los ojos de Dios” (Lucas 12, 21), lo cual se aclara la Enciclopedia de la Biblia (con la dirección técnica de R. P. Sebastián Bartina y R. P. Alejandro Díaz Macho bajo la supervisión del Arzobispo de Barcelona): “fuerzan a interpretar las bienaventuranzas de los pobres de espíritu, en sentido moral de renuncia y desprendimiento”  y que “ la clara fórmula de Mateo  -bienaventurados los pobres de espíritu- da a entender que ricos o pobres, lo que han de hacer es despojarse interiormente de toda riqueza” (tomo vi, págs. 240/241). En Proverbios (11,18) “quien confía en su riqueza, ese caerá”. En Salmos (62, 11) “a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón”. Este es también el sentido de la parábola del joven rico (Marcos 10, 17-22) ya que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo 6, 24).

 

Lamentablemente hoy día las cosas han cambiado en el Vaticano, en este sentido y con independencia de otros párrafos véase con atención un pasaje donde queda evidenciado lo que escribía el papa León xiii en la primera Encíclica sobre temas sociales que a continuación reproduzco para destacar que nada ni remotamente parecido fue hasta ahora escrito o dicho por Francisco sino que viene afirmando todo lo contrario en cuanta oportunidad tiene de expresarse.

 

“Quede, pues, sentado que cuando se busca el modo de aliviar a los pueblos, lo que principalmente,  y como fundamento de todo se ha de tener es esto: que se ha de guardar intacta la propiedad privada. Sea, pues, el primer principio y como base de todo que no hay más remedio que acomodarse a la condición humana; que en la sociedad civil no pueden todos ser iguales, los altos y los bajos. Afánense en verdad, los socialistas; pero vano es ese afán, y contra la naturaleza misma de las cosas. Porque ha puesto en los hombres la naturaleza misma grandísimas y muchísimas desigualdades. No son iguales los talentos de todos, ni igual el ingenio, ni la salud ni la fuerza; y a la necesaria desigualdad de estas cosas le sigue espontáneamente la desigualdad de la fortuna, lo cual es por cierto conveniente a la utilidad, así de los particulares como de la comunidad; porque necesitan para sus gobiernos la vida en común de facultades diversas y oficios diversos; y lo que a ejercitar otros oficios diversos principalmente mueve a los hombres, es la diversidad de la fortuna de cada uno”. Y, por su parte, el papa Pio xi,  al conmemorar la Encíclica de León xiii, consignó que “nadie puede ser, al mismo tiempo, un buen católico y verdadero socialista”.

 

Y como, entre otros, explicaba Eudocio Ravines, “el socialismo no trata de una buena idea mal administrada, se trata de una pésima idea que arruina a todos, lo cual comienza con pequeñas intervenciones estatales que escalan ya que un desajuste lleva a otra intromisión y así sucesivamente”. En esta línea argumental subrayaba Alexis de Tocqueville “Se olvida que en los detalles es donde es más peligroso esclavizar a los hombres. Por mi parte, me inclinaría a creer que la libertad es menos necesaria en las grandes cosas que en las pequeñas, sin pensar que se puede asegurar la una sin poseer la otra”. En resumen entonces, los yerros más gruesos y dañinos en materia social comenzaron con Platón los cuales deben refutarse para evitar males, especialmente para proteger a los más necesitados que son siempre los que más sufren los embates de políticas equivocadas.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.