El individualismo, principio rector de la prosperidad

Por Bertie Benegas Lynch. Publicado el 13/5/21 en: http://www.laprensa.com.ar/502054-El-individualismo-principio-rector-de-la-prosperidad.note.aspx

El individualismo no se concibe sin ser parte del estrecho trinomio que se completa con la libertad y la propiedad. Ningunos de estos valores se preserva sin la existencia de los otros dos. Por esta razón, los ataques de los colectivistas al liberalismo tienen origen muchas veces en un incomprendido (y, en muchos casos, malicioso) concepto del individualismo que se asocia equivocadamente con un desvalor, con el egoísmo, la avaricia, la desaprensión por el prójimo y el aprovechamiento desleal de la situación de los más necesitados. Cuando los colectivistas combaten el concepto del individualismo saben que, de forma elíptica, impugnan los valores de la libertad y la propiedad.

Los socialistas de buena fe y honestidad intelectual debe comprender que, la única manera lícita de enriquecerse, es satisfaciendo al prójimo mediante la oferta de bienes y servicios de buena calidad y a buen precio. El exitoso, es un benefactor de la humanidad (aún tratándose de un egoísta) porque, buscando su propio beneficio, supo mejorar la condición de vida de sus semejantes. Para ser exitoso en un emprendimiento, el empresario debe primero arriesgar ahorros destinándolos a lo que supone ex ante es una buena idea. Arriesgar capital implica someterlo a la dura y cambiante aprobación del mercado, es decir, de la gente. Si no obtiene dicha aprobación, quiebra; mientras sus clientes validen con su compra, gana. Pero además, el empresario no sólo contribuye a mejorar la vida de sus clientes, la de su proveedores directos y la de los participantes de toda su cadena de valor sino que activa ramificaciones productivas de lo más insospechadas. No es menor el hecho que las inversiones también contribuyan a mejorar las tasas de capitalización afectando positivamente salarios de quienes ni siquiera conocen al inversor.

La aplicación de supuestos contrarios al individualismo, llevan al deterioro de los incentivos más elementales que impulsan la productividad y la prosperidad. La desconfianza en la seguridad jurídica pone gravemente en peligro el atractivo que tiene la obtención del fruto del trabajo y la inversión. Nadie mantiene una vaca lechera para que otro le quite la leche sin obtener un beneficio por ello y nadie pasa con sus posesiones más valiosas por sendas tomada por salteadores de caminos. El capital no tiene patria, va donde existe una posible rentabilidad y donde hay marcos institucionales basados en el derecho de propiedad. ¿Y por qué es importante atraer capital e inversiones? Porque el capital aporta herramientas que aumentan la productividad del trabajo, mejora los salarios y, por consiguiente, mejora nuestro bienestar y nivel de vida. ­

Es corriente también escuchar críticas que, en el sistema liberal, se establecen relaciones sociales basadas en lo que denominan efecto derrame. Esto se debe a que no se comprende la esencia del liberalismo. El falso postulado del efecto derrame, supone que de la mesa de la abundancia de unos pocos ricos, caen las migajas al resto de la comunidad. Muy por el contrario, se debe entender que el éxito de cualquier emprendimiento necesita de la cooperación social, el interés personal, el individualismo y la división del trabajo de todas las partes implicadas, sin importar su posición económica relativa.

En este sentido, si un acaudalado empresario, con el ánimo de emprender un negocio gastronómico, le ofrece a un postulante para la cocina un salario inferior al de mercado, en vano será mostrarle el saldo imponente de su cuenta bancaria o fotos de su mansión y su colección de autos. El cocinero simplemente le dará la espalda y se alejará conteniendo la risa.­

El individualismo está íntimamente implicado en la división del trabajo y la cooperación social porque supone que todos somos distintos y que tenemos distintas competencias, habilidades y ambiciones. Para que exista cooperación social las partes deben encontrar un beneficio en la transacción. Ludwig von Mises en El Socialismo nos enseña: «Gracias a la cooperación social los hombres son capaces de realizar trabajos que sobrepasan las fuerzas de los individuos aisladamente, y se mejora el resultado de los trabajos que ellos hubiesen podido llevar a cabo solos».­

Lamentablemente, la gran mayoría de las personas, en distinto grado, aceptan el colectivismo implicado en la intervención estatal. Una explicación es, sin dudas, el fenomenal trabajo realizado en el plano educativo. Dejar la educación en manos del Estado, necesariamente va a servir a los intereses y objetivos políticos. Antonio Gramsci, conocido por su compromiso con la revolución socialista, sostenía que el cambio de paradigamas tenían siempre un punto de partida en las instituciones educativas, culturales y en los medios de propaganda. El sueño de Gramsci de «tomen la cultura y la educación, y el resto se dará por añadidura», se hizo realidad en gran parte del mundo.

Por otra parte, no es menor el hecho que los políticos, tejen a su alrededor una malsana red de intereses subóptimos o improductivos compuesta por impenetrables estructuras políticas, millones y millones de empleados públicos -muchos de los cuales solo se presentan para cobrar- y carradas de recursos destinados a preservar el indigno voto clientelista. Cabe aclara que existen notables profesionales en la contratación pública, gente desaprovechada por estar bajo las directrices políticas que, claro está, persiguen objetivos políticos.­

Otro actor que se contrapone y se resiste a la libertad, es el cazador de privilegios. Adam Smith decía que el empresario es un benefactor de la humanidad pero, se transforma en la peste más dañina, cuando transita por las oficinas gubernamentales en búsqueda de favores. Ya en el siglo XIX los mercantilistas, al tener privilegios para comerciar y navegar, se oponían a las ideas de los fisiócratas y su conocida petición de laissez-faire, laissez passer, el grito liberal para abrir el mercado, terminar con las regulaciones, los privilegios y poder competir. Sin embargo, los mercantilistas preferían seguir con sus privilegios y los mercados cautivos. Después de más de un siglo, continúan la búsqueda de prebendas quienes deshonran la palabra empresario para acercarse al poder político y beneficiarse de favores palaciegos. Estos ladrones de guante blanco, son uno de los motivos por los cuales también mucha gente tiene un equivocado concepto acerca de los empresarios, el mercado, el interés personal y el individualismo.­

Bertie Benegas Lynch. Licenciado en Comercialización en UADE, Posgrado en Negociación en UP y Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Síguelo en @nygbertie

Tibor Machan, un filósofo de la libertad

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 13/7/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/07/13/tibor-machan-un-filosofo-de-la-libertad/

 

Lo conocí a Tibor (1939-2016) en un seminario patrocinado por Liberty Fund en San Pablo, luego impartimos juntos clase en la Universidad de Aix-en-Provence, propuestos por el hoy tan celebrado Jacques Garello y finalmente lo invité a pronunciar conferencias en Buenos Aires cuando me desempeñaba como rector de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (Eseade).

Muy buen orador, fogoso polemista y gran conversador, provisto de un excelente sentido del humor. Sus libros y ensayos son innumerables, pero en esta nota periodística me referiré a lo que estimo que son las mejores contribuciones de las múltiples que poseo en mi biblioteca, que no son ni remotamente todas sus producciones.

En primero lugar, su libro titulado Generosity. Virtue in Civil Society, que abre de este modo: «La generosidad es una virtud moral que no puede florecer en un Estado benefactor ni en ninguna otra situación de economía planificada, porque ser generoso implica que voluntariamente se ayuda a otros de diferentes maneras. Solo puede florecer en una sociedad libre». A continuación apunta: «Los actos generosos requieren el derecho de propiedad», puesto que debe entregarse lo suyo y no a la fuerza lo de los demás. Escribe Machan: «Muchos son los que alardean de generosidad, compasión, bondad y caridad pero resisten el establecimiento del derecho de propiedad» y más bien pretenden solidaridad con el fruto del trabajo ajeno arrancado compulsivamente. Gran hipocresía, por cierto, un latrocinio disfrazado de filantropía.

En otra parte de esta obra, el autor sostiene que hay una diferencia abismal entre generosidad y altruismo, que según el diccionario es hacer el bien a otros a costa del propio bien, lo cual es un contrasentido, puesto que cuando se hace el bien al prójimo es precisamente y exclusivamente porque está en interés del sujeto actuante, en verdad una tautología, puesto que si no está en interés de quien procede de ese modo, ¿en interés de quién será? En ese sentido, estaba en interés de la Madre Teresa de Calcuta el cuidado de los leprosos, y así sucesivamente.

En este contexto Tibor aclara que, a su juicio, el interés personal tiene dos significados, uno amplio, que abarca todas las acciones, sean estas correctas o malvadas y otra acepción que se circunscribe a las primeras, es decir, a las que le hacen bien a quien las lleva a cabo. Consigna: «El autobeneficio proviene de ser una persona moralmente buena», esto es, como queda dicho, los actos buenos hacen bien a quienes los llevan a cabo en el sentido de que actualizan sus potencialidades en busca del bien.

También el autor se refiere en este libro con algún detenimiento al precepto bíblico de «amar al prójimo como a ti mismo» y concluye por otra vía lo que a continuación presento a título personal. El adverbio conjuntivo «como» puede traducirse en que sea mayor, menor o igual. Si fuera igual, la persona sería indiferente, lo cual paralizaría la acción (hasta que haya preferencia). Si fuera mayor, el beneficio del otro no tendría razón de ser el acto, puesto que quedaría amputado el motivo, la razón o la necesaria prioridad, ya que solo opera si la satisfacción propia es más fuerte o mayor que la del prójimo, puesto que constituye el punto de referencia: toda acción es en beneficio personal.

Decir que es mayor psicológicamente la ganancia que obtiene el otro al amarlo carece de sentido, ya que, como queda dicho, el punto de referencia o el mojón extramuros de la acción es el amor propio. Quien ama es porque le satisface ese amor (el que se odia a sí mismo es incapaz de amar). Tal vez Santo Tomás aclare este punto al afirmar en la Suma Teológica: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo: por lo que se ve que el amor del hombre para consigo mismo es como un modelo del amor que se tiene a otro. Pero el modelo es mejor que lo moldeado. Luego el hombre por caridad debe amarse más a sí mismo que al prójimo» (Sec. Sec., q. xxvi, art. iv). Entonces, el amor a otro es inexorablemente menor en intensidad y preferencia al que se profesa a uno mismo, que, por los motivos señalados, es prioritario y el motor de la acción.

Finalmente, por su parte, dice Machan: «Aquellos que demandan generosidad, caridad, compasión o bondad en base a la coerción de los aparatos estatales —Estado benefactor y socialismos varios— destrozan los fundamentos de las virtudes morales».

Otro de sus libros lleva por título Human Rights and Human Liberties, un título un tanto redundante por partida doble: primero, porque los derechos y las libertades no pueden ser otra cosa que humanos y, segundo, porque hablar de derechos y libertades constituyen la cara y la contracara del mismo asunto. De todos modos, gran parte del contenido resulta sumamente esclarecedor (nunca hay acuerdo total con ningún escritor, incluso lo que uno mismo escribe visto a la distancia seguramente demandará modificaciones, sea por la redacción, por el contenido o por las dos cosas).

En todo caso, es pertinente detenerse en uno de los epígrafes de lo obra que cita uno de los fallos de la Corte Suprema de Justicia estadounidense. La cita es consigna de modo incompleto en el libro al efecto de destacar lo más importante, pero nosotros la transcribimos completa. Dice así: «El propósito de una Declaración de Derechos fue el de sustraer ciertos temas de las vicisitudes de las controversias y colocarlos más allá de las mayorías y de funcionarios y establecer principios legales aprobados por las Cortes. Los derechos a la vida, la libertad y la propiedad, a la libertad de expresión, a la libertad de prensa, a la libertad en las transacciones y de asociación y otros derechos fundamentales no deben someterse al voto; ellos no dependen de los resultados de ninguna elección» (West Virgina Board of Education v. Barnette, 1943, 319 US, 624, 638).

Este fallo se dice redactado por el juez Robert Jackson, es de una trascendencia difícil de traducir en palabras, ya que el concepto allí vertido pone de manifiesto el aspecto medular de una república. Pone de relieve lo que grandes constitucionalistas de nuestro tiempo han considerado que es el eje central de la democracia.

Una de las razones más relevantes del declive de regímenes democráticos de la actualidad descansa en la incomprensión de la filosofía inherente en el antedicho dictamen de la Corte Suprema de Estados Unidos. Hoy en día la democracia ha degenerado en cleptocracia, a saber, el gobierno de los ladrones de libertades, de propiedades y de sueños de vida. Desde la Carta Magna en adelante, las constituciones han sido concebidas para establecer límites claros y precisos al poder político, en cambio, en la actualidad las constituciones reformadas y la legislación que la acompaña son muestras de abuso de poder. Como se ha explicitado tantas veces, es imperioso introducir nuevas barreras al poder si no se quiere que el planeta termine en un inmenso Gulag en nombre de una supuesta democracia.

La obra de Tibor Machan es básicamente un análisis pormenorizado de los equívocos de Thomas Hobbes en cuanto a su aplicación desviada de la noción de derecho natural, que desemboca en el establecimiento de una monarquía absoluta en un contexto de extremo positivismo legal en el que no hay puntos de referencia fuera de la legislación escrita, esto es, que no habría la noción de Justicia fuera de la norma positiva.

Asimismo, elabora una cuidadosa y contundente crítica a las teorías esbozadas por John Rawls en cuanto a su redistribución de ingresos basada en talentos naturales de modo desigual, sin ver, entre otras cosas, que los talentos adquiridos son consecuencia de los naturales y que la susodicha redistribución altera la asignación de los siempre escasos recursos y, por tanto, empobrece de modo muy especial a los más necesitados. También el autor en gran medida se apoya en algunos aspectos del andamiaje conceptual de Robert Nozick, en cuanto al establecimiento de un gobierno con poderes limitados a la protección de derechos, entendidos estos no como pseudoderechos que significan un asalto al bolsillo del prójimo.

Por su parte, en otro de sus libros, Individual and their Rights, se detiene a considerar al valor del individualismo como el respeto a las autonomías individuales en franca oposición al tratamiento de expresiones colectivistas que tratan a lo grupal como un antropomorfismo, con lo que se deglute a los derechos de las personas, lo cual completa con un estudio riguroso de la historia de uno y otro concepto a través del tiempo. En una parte final, Machan analiza el fundamento de la institución de la propiedad privada desde la perspectiva de muy diversos autores antiguos y contemporáneos.

Tibor ha editado y compilado muchos trabajos de gran valor. El ejemplo más sobresaliente es el muy citado The Libertarian Alternative. Como es sabido, la palabra «liberal» ha sido expropiada en Estados Unidos por los estatistas, por lo que se ha inventado la expresión «libertarianismo», a disgusto por muchos que siguen definiéndose como liberales clásicos, como Milton Friedman, Friedrich Hayek, Ludwig von Mises y muchos otros. En esta cuestión que puede aparecer como mero asunto semántico hay dos problemas de fondo que deben ser aclarados. En primer lugar, destacar que tras la batalla por las ideas hay una batalla del lenguaje. No se trata de simplemente mudar de palabra cuando esta es renegada por la mayoría o utilizada mal para seguir como si tal, pues la nueva palabra será también expropiada o estigmatizada en el corto plazo. Por otra parte, quienes recurren a una nueva palabra para referirse a la libertad debido a que descubren otras facetas no parecen comprender que el liberalismo está siempre en ebullición y atento a nuevas contribuciones, puesto que descansa en la ida de que el conocimiento tiene la característica de la provisionalidad, abierto a refutaciones.

Por último, menciono la extraordinaria obra titulada The Pseudo Science of B. F. Skinner, donde Machan pone de relieve su mayor destreza al criticar el corazón de cuarenta trabajos de Skinner, muy especialmente el que lleva el sugestivo título de Beyond Freedom and Dignity. El objetivo de Machan consiste en la demolición de la tesis del materialismo filosófico (o determinismo físico para recurrir a terminología popperiana).

Así demuestra que los estados de conciencia, la psique o la mente son distintos de la materia, específicamente del cerebro y que sin esa cualidad no habría tal cosa como el libre albedrío y, por ende, la propia libertad sería una mera ficción. Tampoco tendría sentido la responsabilidad individual ni la moral, ni las ideas autogeneradas, ni las proposiciones verdaderas y las falsas. Los humanos seríamos como loros, más complejos pero loros al fin de cuentas. Skinner afirma: «La libertad del hombre, quien es considerado responsable del comportamiento de su organismo biológico, es solo una noción precientífica que sustituye a los tipos de causas que son descubiertas en el curso del análisis científico». Lo mismo había dicho Sigmund Freud con anterioridad.

Desafortunadamente en nuestra época el materialismo o fatalismo descrito hacen estragos en la cultura, especialmente en el terreno de la psiquiatría, el derecho penal y en el campo económico el denominado «neuroeconomics». Viene al caso subrayar que en la compilación antes referida uno de los autores centra su atención en el asunto ahora considerado. Se trata de Nathaniel Branden, quien en un ensayo titulado «Free Will, Moral Responsability and the Law» apunta: «El determinismo declara que aquello que el hombre hace lo tenía que hacer, aquello en lo que cree tenía que creerlo […] Pero si esto fuera cierto, ningún conocimiento conceptual resultaría posible para el hombre. Ninguna teoría podría reclamar mayor validez que otra, incluyendo la teoría del determinismo».

En resumen, Tibor Machan ha contribuido a fortalecer las bases de una sociedad abierta con sus escritos y sus clases que recuerdan con tanto agradecimiento sus numerosos discípulos.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Economía: a su ritmo, el gobierno avanza

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 12/1/16 en: http://economiaparatodos.net/economia-a-su-ritmo-el-gobierno-avanza/

 

Con el intercambio de ideas que puede haber, el gobierno avanza en el tema clave del gasto público.

Gran parte de los economistas sabemos que la madre de todas las batallas para frenar la inflación consiste en bajar el gasto público. El déficit fiscal explica la totalidad de la expansión monetaria,  que no es menor, la cual impulsa el proceso inflacionario.

Frente al problema fiscal hay diferentes propuestas. Una consiste en recurrir al viejo mecanismo de licuar el gasto público vía un proceso inflacionario dejando intacta la ineficiente infraestructura del Estado. En efecto, si se licua el gasto público con una llamarada inflacionaria para que disminuya el peso de los salarios estatales en términos reales, la realidad es que el gasto baja en la nómina salarial pero sigue sobrando gente en el sector que entorpece el funcionamiento del sector privado. Digamos que la burocracia estatal tiene anticuerpos para defenderse de su reducción y tiende a inventarse tareas. Es decir, los burócratas se inventan funciones que no solo son innecesarias sino que, además, entorpecen al sector privado en su proceso de creación de riqueza. Por un lado hay menos riqueza de la que podría haber por el entorpecimiento estatal y, por otro lado, quienes entorpecen consumen pero no generan riqueza. La burocracia estatal se multiplica en defensa propia. Por eso, de existir plafón político, la mejor forma de solucionar el problema del gasto público es recurriendo a un presupuesto base cero, teniendo presente que las funciones del estado son defender el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad de las personas. El principio básico es que una vez definida la cantidad de recursos que se destinarán a cumplir estas tres funciones básicas del estado, ninguna otra función puede ser llevada a cabo por el estado afectando las tres primeras mencionadas. Ejemplo, si se quiere ver Fútbol Para Todos no puede hacerse a expensas de proteger el derecho a la vida, la propiedad y la libertad de las personas. La gente tendrá que pagar impuestos adicionales para financiar el Fútbol Para Todos sin afectar la calidad en todo lo que hace a defender el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de las personas.

Ahora que los k salen a hacerse los sensibleros porque no les renuevan los contratos a los ñoquis militantes, creo que sería bueno que desde el gobierno se le explicara a la gente que esas medidas se toman para reducir la carga impositiva que paga la gente decente que trabaja y para no restarle recursos a las funciones fundamentales del estado.

Otra opción para bajar el gasto público consiste en hacer lo que está haciendo el gobierno actualmente. En términos nominales va reduciendo los ñoquis militantes, aunque no parece querer tocar  por ahora el stock de burocracia no militante heredada, anunciar el aumento de las tarifas de los servicios públicos para reducir el gasto y, de esta manera, disminuir el déficit fiscal y la inflación correspondiente.

El mayor enfoque sobre el gasto que veo, por ahora, es la mencionada remoción de ñoquis militantes y la eliminación de subsidios a la energía que en poco tiempo más implementará el gobierno, en el camino correcto.

En mi opinión también debería implementarse y anunciarse un plan de reducción de los llamados planes “sociales”. No veo que sea moralmente aceptable sostener una batería de los llamados planes “sociales” como si una parte de la sociedad tuviera el derecho eterno a ser mantenida por el resto de la sociedad que todos los días se levanta para buscar la forma de cómo ganarse la vida trabajando. En otras palabras, el populismo ha generado esta nefasta idea que unos tienen derecho a ser mantenidos por otros, pero el kirchnerismo lo llevó a su máxima expresión en la búsqueda de poder político.

Habría cuatro grandes rubros para bajar el gasto público: 1) el exceso de personal, por lo menos empezar con los ñoquis militantes que dejó el kirchnersimo, 2) reducir el gasto en subsidios económicos (energía,  transporte, etc.), 3) un programa de reducción de gastos “sociales” en el cual los mismos no tengan un tiempo ilimitado sino que sean muy acotados en el tiempo y 4) avanzara en el rubro corrupción en obras públicas, rubro sobre el que insiste mi amigo Dardo Gasparré y que Guillermo Dietrich parace haber comenzado interviniendo Vialidad en la Provincia de Santa Cruz.

Considerando que es inevitable bajar en forma urgente la carga tributaria que es, como dice Antonio Margariti, una lápida que sepulta la actividad privada, no veo viable apostar a que el crecimiento de la economía disminuya el peso del estado sobre el gasto público.

Algunos colegas consideran que adoptando ciertas medidas que hagan crecer al sector privado, el peso relativo del sector público se irá reduciendo hasta niveles tolerables. Tengo mis dudas al respecto, porque no veo posible el crecimiento con inflación. A su vez, la inflación es fruto de la emisión monetaria para financiar el déficit fiscal y todos sabemos que es indispensable para atraer inversiones, bajar la carga tributaria y la inflación. Esto obliga a bajar el gasto en términos reales en el plazo de unos pocos años. Por otro lado, aunque el crecimiento del sector privado pudiera licuar el peso del estado sobre él, la ineficiencia del sector público seguiría intacta. Sería como decir: como nos sobra la plata podemos despilfarrarla en burocracia innecesaria.

En síntesis, francamente no creo que haya mucho margen para bajar la inflación sin bajar la el gasto público. El kirchnerismo lo ha llevado a niveles tan insoportables y la carga tributaria a niveles tan asfixiantes que, me parece, no funcionaría la idea de apostar a un fuerte crecimiento de sector privado para licuar el peso del gasto público. Por el contrario, con este nivel de gasto público, lo más probable es que termine licuándose al sector privado y la cosa empeore.

No estoy diciendo que esto tiene que ser hecho mañana, pero presentar un plan de mediano y largo plazo de equilibrio fiscal es una pata que a mi entender habría que mostrar para generar confianza y empezar a mover el motor de la inversión.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Adam Smith, de Sudáfrica a la Argentina

Por Alejandra Salinas:

 

Sudáfrica celebra en estos días veinte años de democracia y libertad, luego de décadas de sufrimiento y violencia causados por un cruel régimen de segregación y explotación racial. La transición pacífica y estable de un régimen a otro ha recibido la atención y la admiración de los analistas internacionales, y en especial la de quienes intentan comprender y explicar los motivos por los cuales el pueblo sudafricano eligió perdonar los crímenes cometidos durante los años de apartheid para encarar la construcción de un sistema político más justo. En contraste,otros países como la Argentina descartaron el camino del perdón y eligieron la vía de los procedimientos judiciales para castigar a algunos de los responsables de esos crímenes.

¿Qué factores, circunstancias e ideas pueden explicarnos porqué algunos países eligen un camino y no otro para lidiar con estas difíciles transiciones? Las respuestasa esta pregunta nos exigen contemplar los diversos aspectos sociales, jurídicos, políticos y morales en su interrelación y sus frecuentes tensiones. De cara a tanta complejidad, siempre encuentro útil e inspirador revisitar los textos clásicos, fuente de teorías simples pero con gran alcance explicativo. Es así que releyendo a Adam Smith encontré algunas ideas sobre la justicia y el perdón valiosas para abordar nuestro análisis.

En la opinión de Smith,los delitos contra la vida, la libertad y la propiedad deben ser castigados, ya que la justicia es «el pilar principal que sostiene todo el edificio social». Sin justicia, la violencia se esparce como consecuencia delos“afectos discordantes entre las personas” y del “resentimiento y la animosidad mutua permanente”. Si la justicia es la piedra basal de la organización social, sólo una administración judicial imparcial asegura que la justicia sea igual para todos. Para Smith, todos poseemosigual dignidad, ya que cada persona no es más que «una en la multitud». Esta idea se traduce en igualdad ante la ley y, sobretodo,en la igualdad de protección, ya que el gobierno tiene «el deber de proteger, en la medida de lo posible, a cada miembro de la sociedad de la injusticia o la opresión de todos los demás miembros de la misma”. Prevenir y castigar las injusticias es el objeto propio del gobierno. Dado que la injusticia no sólo daña a las personassinotambién produce el caos y la disolución social al provocar resentimiento y deseos de venganza, es necesario castigar la injusticia para preservar la paz.

Ahora bien, por otro lado,Smith también admite y hasta alaba la capacidad de perdonar, al escribir que “en muchas ocasiones la nobleza del perdón es incluso superior al grado más apropiado del resentimiento. Cuando la parte infractora reconoce su error o, incluso sin ningún tipo de reconocimiento, cuando el interés público requiere que los enemigos más mortales deban unirse para el cumplimiento de un deber importante, el hombre que puede alejarse de todo rencor y actuar con confianza y cordialidad hacia la persona que lo ofendió gravemente, parece merecer con justicia nuestra más alta admiración”.

Frente a la injusticia hay entonces dos opciones: castigar al responsable de un crimen, o perdonarlo. El castigo apunta a satisfacer el sentimiento de venganza de las víctimas además de disuadir a otros criminales potenciales y evitar que se pueda causar más daño. El perdón apunta, en cambio, a dejar de lado el sentimiento de venganza y mirar a un futuro en paz.

Esta visión del perdón –llamémoslo,“superior”-se justifica así debido a su utilidad social al promover la paz. Existe, sin embargo, una versión “inferior” del perdón, que Smith critica: aquella que se compadece del criminal y lo perdona sin atender a las consecuencias negativas que esto acarrea para la unión social. El perdón superior es una “capacidad extraordinaria y admirable”, concluye Smith,e inferimos nosotros que los pueblos que son capaces de perdonar también lo son. Sudáfrica es en este sentido un ejemplo extraordinario y admirable.

Pero el perdón no puede ser impuesto por decreto si una sociedad no lo abraza de corazón. Para aquellas sociedades que no lo hagan, resta entonces, como mecanismo de pacificación, la apelación a una justicia imparcial que castigue todos los crímenes en base al principio de igualdad de las personas que Smith defiende.Ello implica juzgar y, si cabe, castigar, a todas las personas culpables de haber cometido un crimen, sin importar su ideología, sus excusas o su condición social.

En suma: una lectura smithiana de la realidad actual sería aquella para la cual no es posible construir un futuro de paz y cooperación social sin la grandeza de un perdón superior, o sin la aplicación igualitaria de las normas de justicia.

 

Alejandra M. Salinas es Licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales y Doctora en Sociología. Fue Directora del Departamento de Economía y Ciencias Sociales de ESEADE y de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas. Es Secretaria de Investigación y Profesora de las Asignaturas: Teoría Social, Sociología I y Taller de Tesis de ESEADE.