Juan Pablo II, el Papa de la tríada extraordinaria

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 27/5/2en: https://www.infobae.com/opinion/2022/05/07/juan-pablo-ii-el-papa-de-la-triada-extraordinaria/

Esta no es una nota para fanáticos quienes por definición no piensan sino que se mueven en manada ciegos ante todo lo que se parezca a una reflexión

El Papa Juan Pablo II

Muchas contribuciones notables ha llevado a cabo el Papa polaco pero hay tres que sobresalen nítidamente. La primera se refiere a Centesimus Annus -una Encíclica que constituye un canto a la importancia de la propiedad privada como protección institucional a la dignidad de las personas- que reza de la siguiente manera sobre el significado del capitalismo: “Cuando una empresa da beneficios significa que los factores productivos han sido utilizados adecuadamente y que las correspondientes necesidades humanas han sido satisfechas debidamente […] ¿se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil? La respuesta obviamente es compleja. Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva”. En este contexto es de gran importancia recordar lo que había escrito por Pio XI en Quadragesimo Anno en el sentido que “Socialismo religioso, socialismo cristiano, implican términos contradictorios: nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista.”

Es muy pertinente aquella cita en momentos en que se critica al capitalismo y al proceso de mercado que está indisolublemente atado a marcos institucionales como medio para proteger el derecho de propiedad, la vida y la libertad al efecto de que cada persona pueda seguir su proyecto de vida en un clima de respeto recíproco.

Recuerdo vívidamente que en la reunión de la Mont Pelerin Society en México en el cocktail inicial se me acercó Michael Novak con un vaso de champagne en la mano y me dijo “I suggest we have a toast for Centessimus Annus”, se refería a la Encíclica comentada recién promulgada en la que él y Friedrich Hayek participaron activamente en varios de sus pasajes invitados por el Sumo Pontífice. En el reverso de una fotografía que tengo enmarcada de Juan Pablo II estampé una foto en la que está con Hayek.

Naturalmente esto se da de bruces con el pobrismo en boga donde se hace apología de la pobreza material en lugar del concepto bíblico de la pobreza de espíritu que hace alusión a la necesaria prioridad de la vida entre el autoperfeccionamiento y los bienes terrenales. Choca también frontalmente con las sandeces estatistas que en no pocas oportunidades se esgrimen como recetas que naturalmente condenan a la miseria a todos pero muy especialmente a los más vulnerables. Por otra parte, como he señalado en mi discurso inaugural en el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) si se alaba la pobreza material habría que condenar la caridad puesto que mejora la condición del destinatario y si se sostiene que los pobres materiales están salvados la Iglesia debería dedicarse solo a los ricos puesto que los primeros ya gozarían de una situación satisfactoria. Por último en esta materia en mi introducción también destaqué que este galimatías no permite ver que todos somos pobres o ricos según con quién nos comparemos. Fui invitado para pronunciar ese discurso titulado “Liberalismo y pobreza” en Tegucigalpa el 30 de junio de 1998 por Monseñor Cristian Brecht Bañados a instancias de Horst Schönbohm quien era presidente de la Fundación Adenauer de Argentina (una de las financiadoras del evento).

La segunda contribución colosal de Juan Pablo II es el ecumenismo, a saber la amistad entre las tres religiones monoteistas lo cual se opone frontalmente a las canalladas del antisemitismo y la islamofobia. Debemos tener en cuenta que la población mundial musulmana es de mil quinientos millones de habitantes y como ha repetido Salman Rushdie solo los gobiernos que comandan regímenes totalitarios pretenden secuestrar a sus habitantes de las normas de convivencia civilizada. Estos regímenes recurren a la religión debido a que resulta un canal más propicio para el fanatismo del mismo modo que ocurrió con algunos llamados cristianos con la criminal Inquisición.

Juan Pablo IIJuan Pablo II

El sheij de la comunidad islámica argentina Abdelkader Ismael- licenciado en teología y licenciado en ciencias políticas- se refirió a concepto clave recogido por diversos medios periodísticos argentinos que “cuando los terroristas de la ETA o la IRA atacan se los identifica como criminales pero no por las religiones que profesan sus integrantes, sin embargo, esto no ocurre con los musulmanes: “al criminal hay que llamarlo por su nombre y apellido y no por la religión a la que cree responder” puesto que “un musulmán verdadero jamás alienta a sus hijos a celebrar la muerte de otro ser humano”, pero de tanto repetir estereotipos se los terminan creyendo ya que “si siempre escucho tango, puedo creer que no existe otra música”.

El Corán señala que “Quien mata, excepto por asesinato, será tratado como que mató a la humanidad” (5:31) y enfatiza la importancia de la palabra empeñada y los contratos (2:282) y la trascendencia de la propiedad privada (2:188). También destacados autores como Gustave Le Bon, Ernest Renan, Thomas Sowell, Gary Becker, Guy Sorman, Huston Smith, Víctor Massuh, Henry G. Weaver y tantos otros han subrayado las notables contribuciones de los musulmanes a través de la historia por ejemplo en sus ocho siglos en tierras españolas en cuanto a la tolerancia con otras religiones, el derecho, las matemáticas, la economía, la música, la literatura, la medicina, la arquitectura y la fundación de innumerables universidades. Averroes fue uno de los mayores responsables de trasladar la cultura latina a centros de estudio europeos. Incluso en Occidente se ha tendido a distorsionar la verdadera trascendencia de jihad que significa “guerra interior contra el pecado” y no guerra santa al estilo de los conquistadores cristianos en América (más bien anti-cristianos).

Es realmente admirable el esfuerzo académico que llevan a cabo los miembros del Minaret of Freedom Foundation en Maryland (EEUU) para contrarrestar la visión errada en cuanto a los fundamentos del Islam y muestran cómo en las fuentes se encuentra la adhesión a los mercados libres y los marcos institucionales compatibles con el estado de derecho, la importancia de la tolerancia y el pluralismo y también subrayan lo objetable de aberrantes mutilaciones y en general el maltrato a la mujer en cualquier sentido que sea. Personalmente he mantenido correspondencia con su Presidente el profesor Amad-ad-Dean Ahmad, quien revela en uno de sus libros que las contribuciones de musulmanes han constituido uno de los antecedentes de la Escuela Austríaca (de Menger, Böhm-Bawek, Mises, Hayek, Kirzner y Rothbard)

El problema es siempre la infame alianza tejida entre el poder y la religión, de allí la sabia expresión jeffersionana de la “doctrina de la muralla” en Estados Unidos al efecto de separar tajantemente estos dos ámbitos, puesto que quien dice estar imbuido de la verdad absoluta constituye un peligro si, como tal, se desenvuelve en las esferas ejecutivas de la política.

En un contexto de guerras religiosas, buena parte de las muertes en lo que va de la historia de la humanidad han ocurrido en nombre de Dios, la misericordia y la bondad. Es como escribe Voltaire en “Oración a Dios” en su Tratado de la tolerancia: “que los que encienden cirios en plena luz del mediodía para celebrante, soporten a los que se contentan con la luz del sol; que los que cubren su traje con tela blanca para decir que hay que amarte, no detesten a los que dicen lo mismo bajo una capa de lana negra; que sea igual adorarte en una jerga formada de antigua lengua, que en un jerga recién formada”.

El terrorista debe ser condenado como criminal sin hacer referencia a su color de piel, su condición sexual, su nacionalidad ni su religión. Solo de este modo podremos considerarnos civilizados y nos habremos liberado de la espantosa y truculenta lacra de las guerras religiosas. Resulta en verdad conmovedor comprobar la angustia que reiteradamente han puesto de manifiesto públicamente tantos escritores y dirigentes musulmanes frente al uso de la a todas luces inadecuada expresión “terrorismo islámico”.

Respecto al criminal antisemitismo es del caso recordar que Spencer Wells, el biólogo molecular de Stanford y Oxford, ha escrito en The Journal of Man. A Genetic Odessey que “el término raza no tiene ningún significado”. En verdad constituye un estereotipo. Tal como explica Wells en su libro más reciente, todos provenimos de África y los rasgos físicos se fueron formando a través de las generaciones según las características geográficas y climatológicas en las que las personas han residido. Por eso, como he dicho en otra ocasión, no tiene sentido aludir a los negros norteamericanos como “afroamericanos”, puesto que eso no los distingue del resto de los mortales estadounidenses, para el caso el que éstas líneas escribe es afroargentino.

La torpeza de referirse a la “comunidad de sangre” pasa por alto el hecho que los mismos cuatro grupos sanguíneos que existen en todos los seres humanos están distribuidos en todas las personas del planeta con los rasgos físicos más variados. Todos somos mestizos en el sentido que provenimos de las combinaciones más variadas y todos provenimos de las situaciones más primitivas y miserables (cuando no del mono).

Thomas Sowell apunta que en los campos de exterminio nazis se rapaba y tatuaba a las víctimas para poder diferenciarlas de sus victimarios. Esto a pesar de todos los galimatías clasificatorios de Hitler y sus sicarios, quienes finalmente adoptaron el criterio marxista (dicho sea de paso como una nota a pie de página, el antisemitismo de Marx queda consignado en su escrito La cuestión judía). Solo que el nazismo en lugar de seguir el polilogismo clasista fue el racista pero con la misma insensatez en cuanto a que nunca pudieron mostrar cuales eran las diferencias entre la lógica de un “ario” respecto de las de un “semita”.

Por otra parte, en el caso de la judeofobia, a pesar de las incoherencias de la idea de raza se confunde esta misma noción con la religión puesto que de eso y no de otra cosa se trata. El sacerdote católico Edward Flannery exhibe en su obra publicada en dos tomos titulada Veintitrés siglos de antisemitismo los tremendos suplicios que altos representantes de la Iglesia Católica le han inferido a los judíos, entre otras muchas crueldades, como subraya el Padre Flannery, les prohibían trabajar en actividades corrientes con lo que los limitaban a ocuparse del préstamo en dinero, pero mientras los catalogaban de “usureros” utilizaban su dinero para construir catedrales.

Paul Johnson en su Historia de los judíos señala que “Ciertamente, en Europa los judíos representaron un papel importante en la era del oscurantismo […] En muchos aspectos, los judíos fueron el único nexo real entre las ciudades de la antigüedad romana y las nacientes comunas urbanas de principios de la Edad Media”.

Todos los logros de los judíos en las más diversas esferas han producido y siguen produciendo envidia y rencor entre sujetos acomplejados y taimados. Tal vez las primeras manifestaciones de antisemitismo o, mejor judeofobia, en las filas del cristianismo fueron los patéticos sermones de San Juan Crisóstomo en el siglo primero publicados con el título de Adversus Judaeos donde dice que los judíos “son bestias salvajes” que son “el domicilio del demonio” y que “las sinagogas son depósitos del mal” para quienes “no hay indulgencia ni perdón” y el Concilio de Elvira prohibió a cristianos casarse con judíos y otras barrabasadas. El Papa Eugenio iii estableció que los judíos estaban obligados a perdonar las deudas a cristianos. Inocencio iii autorizó las conversiones forzosas y el Concilio de Basilea permitió la discriminación en ghettos y otros horrores.

Por último en esta terna tan gratificante, apuntamos en esta reseña telegráfica los extraordinarios y tan conocidos pedidos de perdones de Juan Pablo II en nombre de la Iglesia católica por el tratamiento de esa Iglesia a judíos, a mujeres, por las Cruzadas, por la Inquisición y por la conquista de América. Todo esto en abierta oposición al bien que ha hecho el cristianismo al respeto recíproco tan caro a la civilización.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

LA ESCUELA AUSTRÍACA: ¿SIEMPRE EN DEBATE?

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 5/8/18 en:  http://gzanotti.blogspot.com/2018/08/la-escuela-austriaca-siempre-en-debate.html

 

Para el  VII  Congreso Internacional “La Escuela Austríaca en el s. XXI”.

Agosto de 2018.

  1. La Escuela Austríaca fue concebida en debate.

La famosa historia del debate entre Menger (1985) y Schmoller (ver Caldwell, 2004) no es sólo un debate aislado sobre si hay una ciencia económica universal o si sólo es posible un análisis circunstancial de lugar y tiempo. Tiene que ver con el origen de la Escuela Austríaca.

Menger no sólo quiso hacer su propio aporte en los clásicos temas de la teoría del valor, precios, costos, etc. Quiso incorporar la noción de ciencia social universal en un ambiente germano-parlante donde el paradigma dominante eran las ciencias naturales, por un lado, y la Historia, por el otro. Pero no quiso ir “contra” esta última. Su intención fue que los profesores alemanes pudieran incorporar “algo de” el modo de hacer economía que tenía la Escuela Clásica (anglosajona y francesa) al ya valioso análisis histórico. Por eso su gran desilusión cuando Schmoller no pudo valorar su esfuerzo. Menger trataba de incorporar una teoría del valor universal a la sensibilidad alemana por la Historia, sin caer por ello en ningún tipo de filosofía positivista. Tenía la ilusión de que ello iba a ser apreciado justamente por eso. Pero no fue así. Todos conocemos la historia. Historia de la cual debemos destacar que de allí nace el nombre de “los austríacos”: así comenzaron a llamar los solmenes profesores alemanes a esos niños rebeldes “de allá abajo” que tenían la pretensión de diluir la gran riqueza humanística alemana en el positivismo amenazante de algunos anglosajones. Como pregunta desafiante, me pregunto si no tuvieron algo de razón, no sólo teniendo en cuenta el empirismo dominante en otras escuelas económicas, sino la resistencia de los posteriores austríacos en seguir la tradición hermenéutica de Gadamer que trató de seguir Don Laovie (Lavoie, 1991 ); Boettke (2010).

El asunto es que la Escuela Austríaca debe su nombre al debate con los historicistas. Pero no fue, por supuesto, el único debate.

  1. Contra Marx.

El siguiente llanero solitario fue, como todos sabemos, Euguen Bohm von Bawerk. Su clásico libro Capital e Interés (1950) no sólo fue seguir lo que ya había adelantado Menger sobre la subjetividad del valor y la consiguiente relación entre bienes de consumo y factores de producción, sino que fue el enfrentamiento con Marx. La Escuela Austríaca queda de vuelta caracterizada por otro debate. Era Bohm Bawerk o Marx. Y lo sigue siendo. No sólo los marxistas de todo el mundo siguen adheridos a la teoría de la plus valía originaria, sino que esta ha mutado, con renovadas hipótesis ad hoc, a nuevos entes colectivos explotados, como la mujer, los indígenas, los no-heretosexuales, etc. O sea que el debate entre el individualismo metodológico, iniciado por Menger, sigue hasta hoy. No en vano algunos pensadores austríacos han encontrado sus fuentes filosóficas en pensadores aliados al individualismo metodológico (Aristóteles, Santo Tomás, Kant, Weber, Husserl) donde se critica al colectivismo ontológico que proviene de Hegel. Esto estuvo siempre en la base de la Escuela Austríaca y sigue siendo más vigente que nunca, con el renacimiento de los nuevos “colectivos” explotados.

  1. Contra el Socialismo.

Pero, por supuesto, el marxismo no era la única forma de socialismo. La pregunta hipotética sobre si era posible como sistema económico, más allá de sus problemas éticos, políticos o la teoría del valor de Marx, subsistía. Y como todos sabemos, Mises la contesta en 1922 (Mises, 1968 ), aunque dirigida fundamentalmente a la experiencia soviética. Luego tiene que referirse a los nuevos intentos de justificar al socialismo más allá del soviético (Mises,1968, Kirzner, 1992). Como todos sabemos, Hayek también interviene en la cuestión (Hayek, 1980).

Este debate tiene una importancia clave en la conformación de la Escuela Austríaca. Hasta el final de su período en Ginebra (Hulsmann, 2007) Mises siempre hablaba de “los economistas” versus “los marxistas”. Para Mises no había gran diferencia entre él, Bohm Bawerk, Menger y el resto de los neoclásicos. Todos entendían la utilidad marginal, el sistema de precios, la necesidad del mercado. Recién en 1949, con el cap. XV y XVI de La Acción Humana, Mises (citándolo a Hayek) comienza a distinguir entre el mercado como proceso y los otros planteos neoclásicos, al advertir que estos últimos (como por ejemplo Schumpeter) empleaban el modelo de competencia perfecta para justificar al socialismo.

Algunos han dicho que Hayek también, y que por eso, a diferencia de Mises, dice que el socialismo es posible en teoría pero no en la práctica. No es así, lo que ocurre es que para Hayek, hasta 1931 (Hayek, 1996) “teoría” era sólo la teoría pura de la acción (un intermedio entre la micro neoclásica y la praxeología de Mises), a la cual había que agregar el tema “empírico” del conocimiento para ir hacia “el verdadero” problema económico. Es después del Austral Revival (Dolan, 1976) que se comienza a hablar de “teoría del proceso de mercado” versus la “teoría neoclásica”. O sea que Hayek estaba pensando que el socialismo era imposible en lo que luego se llamará teoría del proceso de mercado (Kirzner, 1992) y que en su momento carecía de terminología.

  1. Contra Keynes.

Paralelamente a los socialistas de cátedra, el 30 los austríacos también comienzan a ser identificados por otro debate. Mises (1991) y Hayek (1980) ya habían comenzado a elaborar una teoría del ciclo que implicaba un freno teórico a la práctica de los políticos de emitir moneda y aumentar el gasto público. Hasta entonces Mises también pensaba en términos de “los economistas” versus “los políticos”. Interesante es también que cuando Hayek comienza a desarrollar su teoría del ciclo, lo hace presuponiendo la teoría del equilibrio general (Caldwell, 2004) en la cual ve una excepción importante en el des-equilibrio en el mercado de capitales, des-equilibrio que luego generalizará como la naturaleza misma del problema económico (Hayek, 1980) que terminará luego en su rechazo sistemático, por primera vez, en 1946, a los modelos de competencia perfecta (Hayek ,1980). Modelos que, no hay que olvidar, también había defendido Menger (2006) en su desesperada lucha contra Schmoller.

Prácticamente, después de 1936, casi desaparece la Escuela Austríaca. Los austríacos conocidos que quedaron, Mises y Hayek, eran conocidos justamente como los que habían perdido el debate con Keynes, y los menos conocidos eran muy pocos (Lachmann, y en cierta medida Ropke y Euken, ver al respecto, respetivamente,  Rothbard, 1974, y Hayek, 1992). La Escuela Austríaca no sólo queda como de vuelta concebida en debate, sino en debate perdido. Habría que ver qué hubiera pasado si Mises no hubiera escrito La Acción Humana, totalmente solo y olvidado en EEUU luego del 40, y su Hayek no hubiera perseverado escribiendo sus artículos sobre el conocimiento, el aprendizaje y los precios (Hayek, 1980). Esa perseverancia (buen ejemplo de programa de investigación adherido en regresión empírica) fue condición necesaria, aunque no suficiente, para la supervivencia de la EA como escuela de pensamiento.

  1. Contra los neo-clásicos.

Desde el Austral Revival en el 74 (Dolan, E., 1974),  la obra seminal de Kirzner (1979, 1982, 1992) en la EA se hizo sentir. Desde él en adelante casi todos tuvimos conciencia de que es el problema del aprendizaje y del conocimiento el que caracteriza a la EA, y que el modo de explicar el proceso de mercado, a partir del conocimiento disperso y la alerteness empresarial, es la teoría del proceso de mercado versus los modelos neoclásicos de equilibro. Otro gran autor que influye en esto es Don Lavoie (a quien Kirzner no acompañó en sus salidas nocturnas con la hermenéutica alemana,)  quien fue el mentor de Peter Boettke.

Este tema es fundamental por dos cuestiones.

  1. a)Explica el error que los intervencionistas hacen al partir del modelo de competencia perfecta. Saben que el mundo real no es perfecto pero creen que la diferencia entre la realidad y el modelo la va a cubrir el estado y sus políticas económicas, como la exterior, monetaria, fiscal, impositiva, etc. Ignoran que al intervenir el estado con esas políticas, alteran el sistema de precios y por ende el mercado como proceso queda más des-coordinado que antes. O sea, el dilema no es mundo real contra competencia perfecta, sino mayor coordinación versus menor coordinación, siempre en un proceso descoordinado, imperfecto, disperso, falible. etc. El mercado como proceso, imperfecto, implica una mayor coordinación entre oferta y demanda; el mercado intervenido es más imperfecto e implica una menor coordinación entre oferta y demanda.
  2. b)Aclara la función empresarial, como coordinante, y no como creación disruptiva, como en Schumpeter.
  3. c)Aclara que el eje central del problema económico es el conocimiento disperso, y que el mercado como proceso es el único modo de mejorar esa dispersión que siempre va a estar. O sea que Hayek, cuando aclara que el punto de partida de la economía es el conocimiento disperso y no el conocimiento perfecto, hace un cambio similar al de Copérnico cuando coloca al sol en el lugar de La Tierra.
  4. d)Por ende, y de modo necesario, toda intervención del estado es des-coordinante. Se puede llegar a justificar, sí, pero políticamente, nunca económicamente.

Pero en este caso también los austríacos quedan como los que están en contra de los neoclásicos (ver al respecto el clásico artículo de Sarjanovic, 1984). Y está bien: el conocimiento perfecto NO es el punto de partida de la economía como ciencia. Esta objeción es muy difícil de refutar. La cuestión noes reconocer que el modelo de competencia perfecta, como todo modelo, es subrogado, idealizado en el sentido de Maki (Borella y Zanotti, 2015) y que por ende se le pueden agregar obvias hipótesis ad hoc (como los modelos de competencia imperfecta, toda la economía de le información, las expectativas racionales, etc) sino que la cuestión es que NO es el punto de partida y por ende, por más hipótesis ad hoc que se le agreguen, el modelo está mal planteado. Sencillamente hay que cambiar el núcleo central.

A pesar de esto, actualmente se da una situación muy parecida a la de fines del s. XIX y principios del XX, cuando la cuestión era “los economistas” (neoclásicos) versus los marxistas, los socialistas y los políticos irresponsables. Actualmente hay importantísimas escuelas y autores no austríacos (Public ChoiceLaw and Economics, Chicagenses en general, neoinstitucionalistas, etc) que también están unidos a los austríacos en su defensa del libre mercado contra los intervencionismos y los populismos en todas sus formas.

¿Entonces? ¿Cómo se identifica la EA a sí misma?

¿Va a estar “contra” esas escuelas de pensamiento también?

  1. Nueva etapa. Good economics versus bad economics.

En ese sentido, la aparición del libro de P. Boettke, Living Economics (2010) marca, creo, un antes y un después.

La EA tiene todo el derecho, por la razón vista anteriormente, de seguir insistiendo en la superioridad epistemológica de su modelo de conocimiento disperso. Sin embargo no por ello tiene que estar (con todas sus divisiones internas, además) contra todo el mundo. Boettke re-interpreta la famosa distinción de Friedman entre bad economics and good economics.

Primero veamos cómo define las “bad”: “…these theories implicitly asume away scarcity and believe that fundamental problem of modern society is poverty amidst plenty; they explicity deny both actor rationality and the coodinating rol of prices, as well as the function prices serve in guiding desision and the feedback and discpline provided by profit and loss” (Boettke, 2010, p. 20).

Pero no da una definición in abstracto de good economics, sino que en sus caps. 1 y 2 explica un modo de enseñar economía y una serie de autores que coinciden en principios básicos. Esos principios y enseñanzas se fundamentan en “…the economic way of thinking begins with understanding that human choice in all walks of life is always exercised againt a background of constraints. The fundamental contranist is the fact of scarcity -not material or merely finantial scarcity, but the logical fact of scarcity” (p. 22) De esa acción humana ejercida en un contexto de escasez surge el papel coordinador de los precios, la propiedad privada en los mercados, los incentivos de pérdidas y ganancias, el market failure como la excepción y no como la regla; el gobierno como una mala solución a la excepción, la importancia de los mercados abiertos y libres, un contexto institucional adecuado para el mercado, la relación entre propiedad y escasez, las fallas de la gestión del gobierno como regla, etc.

¿Y quiénes son los autores clave de la good economics? Pues nada más ni nada menos que (a parte de austríacos que reseña Boettke, como Sennholz, Rothbard, Lavoie, Mises, Kirzner y Hayek) autores como Boulding, Samuels, Tullok, Ostrom (V. and E.), y Buchanan. Por nuestro lado, agreguemos a Arrow, Becker, Coase, Demsetz, Friedman, Grice-Hutachison, Hutt, Knight, Lucas, McCloskey, North, Simons, Smith (V.), Solow, Vanberg (no estoy nombrando a los clásicos de principios del s. XX, y pido perdón de antemano por las injusticias que se cometen en estas listas).

Evidentemente no son economistas “austríacos”. Son nada más ni nada menos que las fuentes y discípulos del Public Choice, de Law and Economics, del Institucionalismo pro-libre mercado, etc. Todos ellos son “good economics”. Todos ellos son fuente de lecturas y hasta los hemos visto, algunos de nosotros a algunos de ellos, en Liberty Funds, en la Mont Pelerin, etc.

Ante ellos, la EA no está “frente a otros” sino en buena compañía. Todos ellos han hecho importantísimas contribuciones a la economía y a la crítica de los estados omnipresentes. Todos ellos admiran y citan a Hayek y a Mises aunque obviamente no sean sus cadenas repetidoras[1]. Muchos de ellos manejan los modelos neoclásicos habituales y no tienen en su mesa de luz a Economics and Knowledge de Hayek, pero saben perfectamente que los gobiernos no son la solución para los desequilibrios del mercado, sino su peor ayuda.

Ante ellos, los austríacos actuales están ante el desafío de mostrarles su mejor epistemología, tanto en filosofía de la ciencia como en el manejo del tema del conocimiento. La Escuela Austríaca tiene ese punto esencial a su favor. Desde allí puede haber una explicación, como proceso de descubrimiento, de lo que otras escuelas han aportado sobre derecho, economía y decisión pública. Ello implica una progresiva unificación del programa de investigación que hemos denominado good economics. Ante ella, la EA no está en debate: es nada más ni nada menos que la que aporta el giro copernicano, del conocimiento perfecto al conocimiento disperso, a todas las escuelas que de algún modo u otro entienden lo que significa el libre mercado. Libre mercado, esto es, mercado. Mercado, esto es, economía.

BIBLIOGRAFÍA (por orden de aparición en la conferencia):

Menger, C., (1983): Principlos de economía política. Madrid: Unión Editorial.

Menger, C., (1985): Investigations into the Method of the Social Sciences.  New York: New York University.

Caldwell, B. (2004): Hayek´s Challenge. Chicago and London: Chicago University Press.

Lavoie, D.: (ed),1991: Economics and Hermeneutics. London and New York: Routledge.

Lavoie, D., (1987) “Crítica a la interpretación corriente del debate sobre el cálculo económico socialista”,  Libertas 6.

Boetkke, P., 2010: Living Economics. Oacland, California: The Independent Institute.

Boettke, P. (Ed), 1994: The Elgar Companion to Austrian Economics. Elgar.

Bohm von Bawerk, E., 1950: Capital and Interest. Illinois: Libertarian Press.

Mises, L. von, 1968: Socialismo. Instituto de Publicaciones Navales: Buenos Aires.

Mises, L. von: Mises, L. von, (1968): La acción humana. Madrid:  Sopec.

Kirzner, I., (Ed), 1986: Essays in Honor of Ludwig Lachmann, New York: New York University Press.

Kirzner; I. (Ed, 1982), Method, Process, and Austrian Economics.Essays in Honor of Ludwig von Mises, Lexington Books.

Kirzner, I., (Ed), 1986: Essays in Honor of Ludwig Lachmann, New York: New York University Press.

Kirzner, I.: (1992): The Meaning of Market Process. London and New York: Routledge.

Kirzner, I.: (2000): The Driving Force of The Market. London and New York: Routledge.

Hayek, F. A. von, (1980): Individualism and Economic Order. Chicago: University of Chicago Press.

Hulsmann, G., (2007): Mises, The Last Night of Liberalism. Mises Institute.

Hayek, F. A. von: (1996):  Precios y producción. Madrid: Unión Editorial

Dolan, E.: (1976) The Foundations of Moidern Austrian Economics. Kansas City: Sheed & Wards.

Mises, L. von, (1981): The Theory of Money and Credit. Indianapolis: Liberty Fund.

Rothbard, M.N.: (1974):  Lo esencial de Mises. Madrid: Unión Editorial

Hayek, F. A. von: (1992), Vicisitudes del Liberalismo. Madrid: Unión Editorial.

Sarjanovic, Ivo, (1989): “El mercado como proceso: dos visiones alternativas”, en Libertas 11.

Zanotti, G., y Borella, A., (2015):  “Modelos y Escuela Austríaca: una fusión entre Friedman y la Escuela Austríaca pasando por Maki”, en Filosofía de la Economía, vol. 4, pp. 69-85.

 

[1] Me pregunto: ¿no es ese el mejor legado de un autor?

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

¿GIRO PARCIAL EN EL RUMBO DISCURSIVO DE TRUMP?

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

 

He escrito en repetidas ocasiones sobre las medidas contraproducentes y peligrosas del nuevo presidente estadounidense, lo cual mantengo pero ahora señalo un eventual cambio parcial en el giro que se ha notado en su discurso en Arabia Saudita respecto a su marcada islamofobia anterior. En toda su campaña y en sus primeros días de gobierno reveló una xenofobía extrema entre la cual se destacó su aversión a los musulmanes al promover su propuesta de no permitir el ingreso a Estados Unidos de personas pertenecientes a esa religión, a la propuesta de vigilar y limitar las actividades de musulmanes norteamericanos y sostener que el Islam “nos odia” y otras afirmaciones de esa envergadura.

 

Ahora, en su primer viaje presidencial al exterior, si bien mencionó una vez el calificativo aberrante de “islamismo terrorista” que fue inmediatamente criticado por plumas de sus conciudadanos y en medios musulmanes, cambió su visión al ponderar la cultura musulmana y en un plano metareligioso: colocó sus consideraciones en el contexto de una lucha del bien contra el mal en el sentido del  combate contra el terrorismo siempre criminal independiente de la religión a la que eventual y circunstancialmente adhieren y malinterpretan los asesinos que cometen sus crímenes ya sea “en sus tierras santas” o en otros lugares e invitó a sus anfitriones del momento a tomar la iniciativa de “barrerlos sin contemplación alguna”. Salvando las distancias, sorpresivamente sus disquisiciones estuvieron más cerca del ecumenismo de  Juan Pablo II.

 

Cada vez con más furor en buena parte del mundo se está creando un clima desagradable contra los musulmanes como, por ejemplo, revelan las declaraciones de la antisemita y antimusulmana, afortunadamente perdidosa del Partido de Derecha Nacional en Francia.

 

Debemos tener en cuenta que la población mundial musulmana es de mil quinientos millones de habitantes y como ha repetido Salman Rushdie solo los gobiernos que comandan regimenes totalitarios pretenden secuestrar a sus habitantes de las normas de convivencia civilizada. Estos regimenes recurren a la religión debido a que resulta un canal más propicio para el fanatismo del mismo modo que ocurrió con algunos llamados cristianos en la España inquisitorial.

 

El sheij de la comunidad islámica argentina Abdelkader Ismael- licenciado en teología y licenciado en ciencias políticas- declaró a “La Nación” de Buenos Aires que naturalmente cuando los terroristas de la ETA o la IRA atacan se los identifica como criminales pero no por las religiones que profesan sus integrantes, sin embargo, esto no ocurre con los musulmanes: “al criminal hay que llamarlo por su nombre y apellido y no por la religión a la que cree responder” puesto que “un musulmán verdadero jamás alienta a sus hijos a celebrar la muerte de otro ser humano”, pero de tanto repetir estereotipos se los terminan creyendo ya que “si siempre escucho tango, puedo creer que no existe otra música”. En el caso argentino, cabe agregar que los terroristas de los grupos Montoneros y Ejército Revolucionario del Pueblo provenían en su mayoría de la tradición del nacionalismo católico pero sería una bellaquería responsabilizar a la filosofía cristiana por las matanzas de los años setenta (aunque si al nacionalismo que, como apunta Jean-François Revel, es siempre primo hermano intelectual del comunismo).

El Corán señala que “Quien mata, excepto por asesinato, será tratado como que mató a la humanidad” (5:31) y enfatiza la importancia de la palabra empeñada y los contratos (2:282) y la trascendencia de la propiedad privada (2:188). También destacados autores como Gustave Le Bon,  Ernest Renan, Thomas Sowell, Gary Becker, Guy Sorman, Huston Smith, Víctor Massuh, Henry G. Weaver y tantos otros han subrayado las notables contribuciones de los musulmanes a través de la historia en cuanto a la tolerancia con otras religiones, el derecho, las matemáticas, la economía, la música, la literatura, la medicina, la arquitectura y la fundación de innumerables universidades. Averroes fue uno del los mayores responsables de trasladar la cultura latina a centros de estudio europeos. Incluso en Occidente se ha tendido a distorsionar la verdadera trascendencia de jihad que significa “guerra interior contra el pecado” y no guerra santa al estilo de los conquistadores cristianos en América (más bien anti-cristianos).

Es realmente admirable el esfuerzo académico que llevan a cabo los miembros del Minaret of Freedom Foundation en Maryland (EEUU) para contrarrestar la visión errada en cuanto a los fundamentos del Islam y muestran como en las fuentes se encuentra la adhesión a los mercados libres y los marcos institucionales compatibles con el estado de derecho, la importancia de la tolerancia y el pluralismo y también subrayan lo objetable del maltrato a la mujer en cualquier sentido que sea (respecto al cristianismo: “No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Que se mantenga en silencio”, I Timoteo, 12).

Personalmente me he comunicado por la vía cibernética con el presidente de la referida fundación,  el profesor Amad-ad-Dean Ahmad, quien revela en uno de sus libros que las contribuciones de musulmanes han constituido uno de los antecedentes de la Escuela Austríaca (de Menger, Böhm-Bawek, Mises, Hayek, Kirzner y Rothbard) y quien es secundado en la mencionada institución por profesionales como Shahid N. Sahah, Aly Ramdan Abuzaa, Sharmin Ahmad y Oma Altalib, cuyo Consejo Directivo también está integrado por especialistas en la tradición musulmana como el catedrático de la Universidad de Michigan Antony T. Sullivan.

 

El problema es siempre la infame alianza tejida entre el poder y la religión, de allí la sabia expresión jeffersionana de la “teoría de la muralla” en Estados Unidos al efecto de separar tajantemente estos dos ámbitos, puesto que quien dice estar imbuido de la verdad absoluta constituye un peligro si, como tal, se desenvuelve en las esferas ejecutivas de la política.

 

En un contexto de guerras religiosas, buena parte de las muertes en lo que va de la historia de la humanidad han ocurrido en nombre de Dios, la misericordia y la bondad. Es tiempo de no caer en la macabra trampa tendida por quienes usan las religiones para escudarse en sus actos criminales porque saben que con ello desatan pasiones irrefrenables.

 

En cuanto a pasajes inconvenientes y contraproducentes en el Corán, los cristianos debemos tener en cuenta los que aparecen en el Nuevo y en el Antiguo Testamento. Solo a título de ejemplo cito en el primer caso “Pero a aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mi” (Lucas, 19:27) y en el segundo, el de la tradición judeo-cristiana “Si oyes decir que en una de las ciudades que Yahvéh tu Dios te da para habitar en ella, algunos hombres, malvados, salidos de tu propio seno, ha seducido a sus conciudadanos diciendo: ´Vamos a dar culto a otros dioses´ que vosotros no conocéis, consultaras, indagarás y preguntaréis minuciosamente. Si es verdad, si se comprueba que en medio de ti se ha cometido tal abominación, deberás pasar a filo de espada a los habitantes de esa ciudad, la consagrarás al anatema con todo lo que haya dentro de ella; amontonarás todos sus despojos en medio de la plaza pública  prenderás fuego a la ciudad con todos sus despojos, todo ello en honor de Yahvéh tu Dios. Quedará para siempre convertida en un montón de ruinas y no volverá a ser edificada” (Deuteronomio, II, 13: 13-17).

 

Sin duda que resultan mucho más tranquilizadores pensamientos como los que consigna Voltaire en “Oración a Dios” en su Tratado de la tolerancia: “que los que encienden cirios en plena luz del mediodía para celebrante, soporten a los que se contentan con la luz del sol; que los que cubren su traje con tela blanca para decir que hay que amarte, no detesten a los que dicen lo mismo bajo una capa de lana negra; que sea igual adorarte en una jerga formada de antigua lengua, que en un jerga recién formada”.

 

Por supuesto que además de manipuladores que disfrazan sus designios perversos con el manto religioso al efecto de provocar resultados de mayor alcance y envergadura, están los fanáticos que verdaderamente creen en un culto que no perciben es diabólico en cuanto a que sostienen que su deber consiste en exterminar a quienes no participan de los ritos y creencias de su secta malévola. Es que el asesino no se justifica ni perdona porque comete sus espantosas fechorías y desaguisados en base a lo que estima son instrucciones sobrenaturales lo cual no se mitiga en lo más mínimo por el hecho de que el sujeto en cuestión forme parte de una banda que comparte semejante postura delictiva, en todo caso este camino constituye un adefesio y una afrenta grotesca al sentido religioso, es decir la religatio con la Primera Causa como fuente de inspiración a la bondad y la concordia. Este desvío monstruoso es lo que hoy pretenden los megalómanos al frente de pueblos sumergidos en la penuria, del mismo modo que antes también ocurría con tiranías sustentadas en coaliciones macabras entre el altar y la espada.

 

Es de desear que quienes somos testigos del abuso e interpretación retorcida de religiones propiamente dichas no miremos para otro lado cuando no toca nuestras creencias porque con esta conducta del avestruz no solo se cometen injusticias muy  graves sino que así perderemos nuestro derecho a quejarnos cuando toque el turno de atacar nuestros valores y creencias. Debemos ser respetuosos de otras manifestaciones culturales que no son las nuestras y que no afectan derechos de terceros, esta es la única manera de cooperar pacíficamente en una sociedad abierta y es el único modo de ir descubriendo distintas avenidas y horizontes en un proceso evolutivo. La islamofobia, la judeofobia, la fobia al cristianismo, al budismo, los rechazos a deístas, agnósticos y ateos y demás manifestaciones de intolerancia solo prometen dolor y sangre.

 

El terrorista debe ser condenado como criminal sin hacer referencia a su color de piel, su condición  sexual, su nacionalidad ni su religión. Solo de este modo podremos considerarnos civilizados y nos habremos liberado de la espantosa y truculenta lacra de las guerras religiosas. Resulta en verdad conmovedor comprobar la angustia que reiteradamente han puesto de manifiesto públicamente tantos escritores y dirigentes musulmanes frente al uso de la a todas luces inadecuada expresión “terrorismo islámico”. Tal como he consignado en muchas oportunidades, no comulgo para nada con las políticas de George W. Bush pero suscribo su declaración en los días siguientes a la horrenda masacre perpetrada contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 con motivo de la visita a una mezquita en cuanto a que “es del todo inapropiado vincular al islamismo con el terrorismo puesto que un criminal es un criminal independientemente de lo que pueda declarar son sus creencias religiosas”.

 

Dadas las cambiantes opiniones y posiciones contrarias a la sociedad abierta de Donald Trump, hay quienes dudan de la sinceridad de su incipiente cambio de discurso respecto a su anterior islamofobia. Sin embargo, para bien de la civilización, es de desear que sea veraz y que la profundice, además de rectificar el rumbo en otros aspectos muy sensibles y mejorar áreas que aparecen bien encaminadas pero contradictorias en ámbitos de la actual administración.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

ASALTO LEGAL:

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

En esta nota me refiero a los políticos que permanentemente recurren a la fuerza para expandir las funciones gubernamentales que dicen es para el bien de la gente, no solo más allá de los atributos esenciales en el contexto de un sistema republicano sino en abierta contraposición a esas facultades puesto que no se limitan a proteger derechos sino que los invaden.

 

Es del caso recordar al abrir esta nota que la primera moneda de un centavo estadounidense (el penny) que fue diseñada por Benjamin Franklin y acuñada en cobre en 1787 tenía como leyenda mind your business (ocúpese de lo suyo), léase no se entrometa en lo que es de otros, un consejo, sabio por cierto, aplicable a todos y especialmente dirigido a los gobernantes para que se circunscribieran a garantizar derechos de los gobernados en consonancia con el espíritu y la letra de los Padres Fundadores de aquella nación.

 

Según el célebre Robert A. Nisbet en su ensayo titulado “El nuevo despotismo”, nada hay más peligroso para las libertades de la gente que cuando un gobierno expande sus funciones en nombre del humanitarismo y la bondad. Consigna que habitualmente la gente está en muy guardia frente a los avances del mal declarado pero los encuentran desarmados física y moralmente cuando se sostiene que la política que se encara es para el bien de la sociedad. Sostiene que se prepara el camino al despotismo cuando se ceden libertades frente al discurso político de la comisión y el desinterés con que se invaden espacios privados supuestamente para el bien de los receptores (por supuesto, siempre con coactivamente con el fruto del trabajo ajeno).

 

Nada hay más destructivo que los consejos de quienes apoyan y fomentan nuevas incursiones del Leviatán en las vidas y haciendas de los demás y, como queda dicho, más peligroso aun si se envuelven en el manto de la misericordia y la benevolencia. Estos sujetos siempre hablan recurriendo a la tercera persona del plural, nunca asumen directa responsabilidad por lo que consideran hay que hacer, no usan la primera persona del singular.

 

Es de esta vertiente de donde surgen medidas tales como la guerra contra las drogas, la seguridad social obligatoria, la manipulación monetaria, el incremento de los impuestos, la deuda pública, las mal denominadas “empresas” estatales, la redistribución de ingresos, los aranceles aduaneros, el control de precios, el matrimonio civil consagrado por el gobierno y demás sandeces que nada tienen que ver con gobiernos limitados a proteger derechos. Ya autores como James Buchanan y Gordon Tullock han puesto al descubierto el cinismo de los políticos que se dicen sacrificados por los intereses de la gente y que denominan “gestionar” el desconocimiento más grosero de los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad tal como rezaban todos los documentos de una sociedad abierta.

 

Es de desear que finalmente produzcan cansancio y repugnancia los carteles que pululan por doquier de políticos con sonrisas estúpidas siempre prometiendo que se terminará con la corrupción, la injusticia y la inseguridad que han promovido sus antecesores en una rutina demoledora de calesita perpetua.

 

El principio básico de una sociedad abierta consiste en que cada uno asume la responsabilidad por lo que hace y por lo que no hace. Los gobiernos no son tutores o curadores de los ciudadanos, existen solo para proteger derechos, es decir, que cada uno pueda hacer lo que le plazca con su vida  y propiedad siempre y cuando no lesione derechos de terceros. Tengamos presentes los experimentos mortales de los maoísmos, nazis, stalinistas, guerrillas-terroristas latinoamericanas y sus múltiples imitadores, todo para fabricar “el hombre nuevo” y la felicidad terrenal (que como ha escrito Hölderlin: “Lo que siempre ha convertido al Estado en un infierno en la tierra ha sido precisamente que el hombre lo ha tratado de convertir en el cielo”).

 

Igual que argumentaban Burke, Spencer, Tocqueville, de Jouvenel, Hayek, Friedman, George Stigler, von Mises, Rothbard, Kirzner, Sartori y tantos otros economistas y filósofos políticos, es perentorio pensar en nuevos y más eficaces límites al poder al efecto de minimizar los abusos del poder político que estamos viendo en todas partes para que el “nuevo despotismo” que sigue las líneas principales de la “vieja monarquía absolutista” no termine por imponer dictaduras electas o no electas que aniquilen las autonomías individuales y, por ende, la condición humana.

 

Vamos a la raíz de tema considerado. En el instante en que en esferas gubernamentales comienza el debate sobre la conveniencia para las personas de manejar sus vidas de tal o cual manera, el tema se ha salido de madre: es del todo improcedente y es impertinente e insolente que tal discusión tenga lugar desde el vértice del poder. En todo caso son temas a tratar en el seno de la familia, de amigos, consultores o eventualmente con los médicos que la persona elija (si es que decide consultar al facultativo) pero no es tema de debate en las esferas políticas para concluir como administrar las vidas de otros compulsivamente: la administración de sus finanzas, su salud y demás asuntos personales. Y no es cuestión de si es verdad o no que la elección de activos monetarios o tal o cual dieta es o no perjudicial para el presupuesto personal o para la salud, hay un asunto de orden previo y es el respeto irrestricto por la forma en que cada cual maneja sus asuntos personales.

 

La arrogancia del poder es fenomenal, no solo pretenden jugar a Dios sino ser más que Dios puesto que en las religiones convencionales nos da libre albedrío al efecto de la salvación o la condena, mientras que los megalómanos instalados en la burocracia teóricamente quieren la salvación (o, por lo menos, alegan tal fin)…es, en definitiva, un asalto legal. Nadie puede ser usado como medio para los fines de otro no importa cuan bondadoso se crea quien procede de ese modo y lo mucho que estime está haciendo el bien, si actúa contra la voluntad de una persona pacífica la está violando en sus derechos y ha recurrido a la fuerza agresiva lo cual es inaceptable.

 

Para tomar solo una parte pequeña de El hombre rebelde de Albert Camus es conveniente subrayar que el autor apunta que “hay crímenes de pasión y crímenes de lógica” y en este último caso se pone como coartada la filosofía para sustentar la tiranía que se impone en nombre de la libertad. Asimismo, señala que muchos pretendidos cambios que aseguran es para bien de la gente en verdad liquidan derechos, como cuando describe el alarido de Marat: “¡Oh, que injusticia! ¿Quien no ve que quiero cortar un pequeño número de cabezas para salvar muchas más? […] El filántropo escribía así”.

 

Reiteramos que los espacios privativos del individuo no están sujetos a procesos electorales sino reservados al entendimiento y a la conciencia de cada cual. Para convivir civilizadamente se requiere respeto recíproco, lo cual a su vez reclama marcos institucionales que protejan y garanticen derechos para que cada uno administre su vida, pero de ningún modo para que los gobernantes -no importa el número de votos con los que hayan asumido- son para manejar los destinos individuales de quienes no infringen iguales derechos del prójimo. Nuevamente decimos que lo que le hace bien o mal a los mandantes no es materia de discusión en las esferas políticas.

 

Como hemos puntualizado antes, cabe en una sociedad abierta que se establezcan asociaciones de socialistas que lleven a la práctica sus ideas en la zona que hayan adquirido lícitamente, pero sin comprometer la suerte de quienes mantienen el sentido de autorrespeto, respeto a los derechos inalienables del prójimo y, sobre todo, de dignidad (ser digno de la condición humana), es decir, la imperiosa necesidad de ser libres que consideran como su oxígeno vital e irrenunciable. Es en esta dirección del pensamiento que con toda razón ha sentenciado Tocqueville y que tantas veces hemos citado: “El hombre que le pide a la liberad más que ella misma, ha nacido para ser esclavo”. Es en dirección opuesta a la adoración de leyes mal paridas y contrarias al derecho que en la obra A Man for all Seasons de Robert Bolt, donde se apunta que en definitiva los gobernantes no pueden decidir en dirección opuesta a la realidad (aunque lo intentan permanentemente). Además, como se ha escrito desde tiempo inmemorial, la ley injusta no es ley, es atropello, un asalto con apariencia de legalidad.

 

Para finiquitar esta nota subrayo la imperiosa necesidad de atender la indelegable faena de cada cual de salir al cruce de las falacias comentadas, y no limitarse como dice uno de los personajes de García Márquez a “hablar mucho de nada” o alabar la insignificancia como expresa uno de los de Milan Kundera en su última obra a la que aludí al pasar en mi columna de la semana pasada. Todo en el contexto de lo que ha consignado Marx (no Karl que, en la práctica, estaba convencido de la infalibilidad del monopolio de la fuerza en manos de lo que serían sus secuaces…hasta la próxima purga, se trata en cambio de Groucho): “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después remedios equivocados”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer rector de ESEADE.

NOVELA DENTRO DE LA NOVELA.

Por Alberto Benegas Lynch (h)

El último escrito de Valdimir Nabokov fue El original de Laura que no pudo completar antes de morir y le pidió a su mujer que quemara el manuscrito, lo cual no se atrevió a hacer cuando se produjo el desenlace fatal y, en cambio, delegó en su hijo la faena, quien tampoco procedió en consecuencia y lo publicó reproduciendo las fichas que conservaba su padre bajo el argumento de la conjetura que su progenitor procedió como Kafka con Max Brod. Una extraña psicología que suponía que el encargo no se llevaría a cabo debido a que la persona indicada no tendría el coraje de incendiar, en este último caso, las tres obras encomendadas para las llamas. Situaciones en realidad sumamente extrañas desde la perspectiva psicológica: querer y no querer al mismo tiempo, ¿piromaniacos o bomberos? Si en verdad hubo autores que querían deshacerse de sus manuscritos ¿por qué no los destruyeron ellos mismos?

 

En realidad,  el caso de Kafka no es el mismo que el de Nabokov puesto que en el primer caso el autor ya había completado las obras, mientras que en el segundo la indicación consistía en que el destino debía ser el fuego siempre y cuando la novela quedara inconclusa por su muerte (debida a un virus intrahospitalario que contrajo en una internación). De todos modos, queda el galimatías para eventualmente ser descifrado por psicólogos.

 

La referida novela póstuma e inconclusa de Nabokov consiste en una novela dentro de otra novela, una construcción también borgeana de bastante atractivo. Pero no es a esta narrativa a la que quiero aludir en esta nota sino a su formidable Curso de literatura rusa (sus clases en la Universidad de Cornell) que junto con Pensadores rusos de Isaiah Berlin estimo es lo mejor sobre la materia.

 

También en el curso de Nabokov hay “una novela dentro de una novela” en sentido figurado puesto que al dirigirse a los alumnos, describir autores y pensamientos varios, deja testimonio de su rechazo radical a los sistemas totalitarios. Sin duda no es el único escritor ruso que ha renegado con vehemencia de los sistemas donde prima la fuerza bruta y, por tanto, la negación de los derechos individuales. Lo han hecho de diferentes modos y en diferentes épocas, pero siempre con gran calado, Mandelstam, Herzen, Dostoyevski, Sakharov, Bukouvsky, Tolstoy, Solzhenistyn, Chéjov y tantos otros; unos contra el terror blanco, otros contra el terror rojo y ahora contra el estado gangsteril. En el caso de Tolstoy está implícito en sus célebres novelas, excepto en el segundo epílogo de La guerra y la paz donde se explicita pero muchos más expuestas sus ideas en Confessions y en The Kingdom of God is Within You.

 

Es largo de explicar pero Tolstoy siendo un muy aguerrido opositor a toda manifestación de poder político en una forma sumamente didáctica y enfática, se inclinaba por rechazar la institución de la propiedad con lo que su tesis necesariamente se derrumbaría. Consideraba que la propiedad derivaba de un inaceptable privilegio otorgado por los gobiernos sin percatarse del rol fundamental de esa institución en el contexto de su origen en el trabajo (véase Locke, Nozick y Kirzner en ese orden). Es que en verdad,  en su país, en gran medida, efectivamente la propiedad la daba y la quitaba el poder político (hoy sigue igual en Rusia y en otros lares). Esta incongruencia no fue óbice para los magníficos razonamientos de Tolstoy que no son ni remotamente el caso del marxismo, inconsistencia aquella que no tuvieron autores como Dostoyevski sobre quien se conjetura influyeron los dos becados por Catalina la Grande a la cátedra de Adam Smith en Glasgow (Iván Tretyyakov y Seymon Desnitsky).

 

Es de interés detenerse en algunos pasajes de Nabokov en el aludido curso, especialmente en dos de sus apartados titulados respectivamente “Escritores, censores y lectores rusos” y “Filisteos y filisteísmo”.

 

En el primer ensayo el autor se detiene a comentar las severas restricciones a los escritores en la época zarista pero consigna que nada es comparable a la insoportable y constante persecución policíaca de la pesadilla soviética. En la etapa de los zares “en sus tratos con la musa rusa fue en los peores momentos un matón, en los mejores un payaso” mientras que los soviéticos “instauraron el reinado del terror [por lo que] la mayoría de los escritores rusos marchó al extranjero […] El gobierno soviético, con una franqueza admirable, muy distinta de lo que fueron las tentativas tímidas, desganadas y confusas de la antigua administración, proclamó que la literatura era un arma del Estado”.

 

Nabokov explica un punto que a veces parece que les cuesta entender a muchos, lo cual ha sido reiterado por distinguidos pensadores como J. F. Revel y es que en lo substancial no hay diferencia entre los socialistas y los fascistas. En un caso se apunta a limitar grandemente la propiedad privada o eliminarla para que los aparatos estatales usen y dispongan de ella transformándola en “la tragedia de los comunes”, mientras que los fascistas permiten en registro nominal de la propiedad en manos de particulares pero usa y dispone el aparato estatal. Este último camino es el más empleado en el mal llamado mundo libre con el natural resultado de una socialización creciente. Pues Nabokov, referido al campo literario, nos dice que “no existe verdadera diferencia entre lo que los fascistas occidentales pedían de la literatura y lo que piden los bolcheviques […] que planifican el trabajo del escritor con el mismo rigor con que se planificaba el sistema económico del país […], a lo largo de cuarenta años de dominio absoluto, [estas clases universitarias fueron dictadas en 1958]  el gobierno soviético no ha dejado de controlar las artes jamás”.

 

En todos los regímenes autoritarios siempre se sospecha de la creatividad, de que se exploren nuevas avenidas, de la independencia de criterio. Se combate todo aquello que se desvíe de los parámetros limitados y empobrecedores impuestos por las mentes liliputenses de los jerarcas de turno. En definitiva se sospecha del pensamiento, se induce al coro y al aplauso de las nimiedades de megalómanos siempre temerosos de la libertad.

En este sentido, nuestro autor proclama que “En la filosofía del Estado no cambió un tilde cuando Lenin fue sustituido por Stalin, no ha cambiado ahora, con la llegada al poder de Jruchev, o Jruschov, o como se llame. Permítaseme citar una palabras de Jruchov sobre literatura, pronunciadas en una reciente asamblea del partido (junio de 1957). He aquí lo que decía: ´Es preciso que la actividad creadora en el terreno de la literatura y el arte esté impregnada del espíritu y la lucha por el comunismo, que infunda en los ánimos la confianza, la fuerza de las convicciones, que desarrolle la conciencia socialista y la disciplina de grupo ´. A mi me encanta este estilo de grupo, estas entonaciones retóricas, estas cláusulas didácticas, esta jerga periodística en avalancha […] el verdadero protagonista de toda novela soviética es el Estado soviético”.

 

No son pocos los que admiraban el régimen comunista que comenzó en 1917 en Rusia hasta que se percataron de las purgas, las hambrunas, los campos de concentración, el pacto con el nacionalsocialismo hitleriano y las matanzas a escala desconocida hasta entonces, pero que siguen adhiriendo al socialismo sin ver que la raíz del autoritarismo estriba en facultades otorgadas al monopolio de la fuerza para manejar vidas y haciendas ajenas, con lo que se estrangulan libertades que hacen a la condición humana y perjudican a todos, especialmente a los más necesitados.

 

Da por terminada esta clase de la siguiente manera: “Mi espíritu de lucha […] es no rendir cuantas a nadie, ser vasallo y señor de mi mismo, no doblegar ni la testuz, ni el proyecto interior, no la conciencia, a cambio de lo que parece poder y no es sino librea de lacayo; seguir tranquilo la propia senda”.

 

En el segundo ensayo anunciado -muy para el momento- el autor centra su atención (y su desprecio) en los mediocres, en los timoratos, en la vulgaridad, en los conformistas, a los “loritos” que “repiten perogrulladas y lugares comunes”, a los desesperados por la figuración en cualquier lado como sinónimo de existir, para concluir que “El filisteísmo no supone sólo una colección de ideas banales, sino también el uso de frases hechas, clichés, trivialidades expresadas en palabras manidas. El auténtico filisteo no lleva dentro más que esas ideas triviales que componen todo su ser” (recuerdo la sentencia de Mario Vargas Llosa para estos sujetos: “un hombre de superficie sin mayor trastienda”).

 

El motivo central del libro consiste en los largos y jugosos comentarios de otros autores rusos y sus obras lo cual le ganó merecidamente gran prestigio a Nabokov a lo que también agrega un estudio pormenorizado del arte de la traducción, todo en casi seiscientas páginas de la edición española de Barcelona (Zeta), escrita originalmente en inglés igual que la novela a que aludimos más arriba: “la más dulce de las lenguas” según este celebrado pensador ruso.

 

Es que el oficio de escritor, el oficio del pensamiento, resulta incompatible con la cópula hedionda que se concreta con el poder político, la independencia, que es una manifestación de la libertad, no puede escindirse del espíritu de quien escribe por vocación profesional (ni de cualquier persona decente). Los que no proceden en consecuencia son impostores que manejan la pluma para la degradación personal y para la vergüenza de los demás. Milan Kundera en La fiesta de la insignificancia le hace decir a uno de sus personajes, dirigido a casi todos los políticos y generales: “Me importan un bledo los llamados grandes hombres cuyos nombres coronan nuestras calles. Se volvieron célebres gracias a su ambición, su vanidad, sus mentiras y su crueldad”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer rector de ESEADE.

SOBRE EL AXIOMA CENTRAL PRAXEOLÓGICO (En relación a ciertos debates que se han dado últimamente).

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 18/4/14 en http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2014/04/18/sobre-el-axioma-central-praxeologico-en-relacion-a-ciertos-debates-que-se-han-dado-ultimamente/

 

De mi tesis “Fundamentos filosóficos y epistemológicos de la Praxeología”, UCA, Buenos Aires, 1990.

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Una vez deducidos los teoremas praxeológicos, corresponde que, como anunciábamos en nuestra introducción, analicemos una serie de cuestiones cuya aclaración es indispensable para lograr una mayor claridad y distinción en nuestra tesis.

 

La naturaleza filosófica y epistemológica del axioma central

Una primera cuestión, que ha sido muy discutida en la escuela austríaca de economía, es la naturaleza del axioma central praxeológico. Creemos que el esquema  central desarrollado en los capítulos anteriores puede poner algo de orden en esta cuestión. En efecto, se discute si el axioma en cuestión (acción humana implica el intento deliberado de pasar de una situación menos satisfactoria a otra más satisfactoria) es a priori o a posteriori; evidente por sí mismo o no; si es necesario; si es tautológico; si es analítico; si es innato o experimental. Evidentemente, se mezclan allí muchas cuestiones de teoría del conocimiento, que deben aclararse con el fin de dar respuesta a estas cuestiones.

Si bien no es el fin de esta tesis describir otras posiciones – como se observa, estamos tratando de fundamentar y establecer la propia – , será útil, a los efectos de nuestra tesis, describir las posiciones habitualmente sostenidas en esta cuestión.

a) Ludwig von Mises sostiene que la acción humana concebida como conducta deliberada surge como una “categoría a priori”. Esta posición tiene obvias influencias kantianas; empero, Mises le da características propias. En Kant, las categorías son vacías de contenido; en Mises, en cambio, estas categorías a priori, que comprenden la lógica, las matemáticas y la praxeología, tienen en este último caso contenidos conceptuales concretos que son a priori dado que surgen de la introspección. De este modo fundamenta Mises la posibilidad de establecer a la praxeología como una ciencia deductiva, a priori, de la acción humana, independiente de cualquier tipo de análisis empírico.[1]

b) Rothbard, más aristotélicamente, sostiene que el axioma central de la praxeología es una proposición “evidente por sí misma”que no necesita ser demostrada, afirmando en forma explícita que no comparte la gnoseología kantiana, y que considera que estas proposiciones evidentes por sí mismas son “leyes de la realidad” que la inteligencia humana aprende del contacto con la experiencia cotidiana.[2] Podría decirse que esta posición concibe al axioma en cuestión como una propositio per se nota, evidente por el significado de sus términos, si bien Rothbard no utiliza dicha terminología.

c) Austríacos como M. Rizzo[3] y el eminente economista I. Kirzner[4] tienden también a concebir a el o los axiomas praxeológicos como evidentes por sí mismos, pero con una tendencia a usar casi como sinónimos los términos “a priori” y “evidente por sí mismo”, con lo cual su posición oscila entre una influencia kantiana y otra más aristotélica.

d) Todas estas posiciones, desde luego, carecen de sentido para una posición neopositivista, para la cual toda ciencia no formal, que informe sobre hechos, no puede ser a priori, porque si lo es, estamos en presencia de una ciencia formal ( lógica y/o matemáticas) que no nos dice nada sobre el mundo. Sobre esta cuestión nos explayaremos más adelante.

No tenemos necesidad de realizar un largo análisis crítico de estas posiciones, no sólo porque no es el objetivo de nuestra tesis, sino también porque nuestras diferencias con dichas posiciones se evidenciarán por sí solas al plantear nuestra posición, que fundamentaremos con la ayuda de la gnoseología de Santo Tomás y de la epistemología contemporánea.

Comencemos diciendo que nuestra posición ya ha sido planteada y expuesta en los capítulos anteriores: ahora explicaremos lo que había quedado tácito e implícito.

Ante todo, vamos a aclarar algunos conceptos de teoría del conocimiento que habitualmente parecen mezclados y/o confundidos en esta cuestión.

Primero: Lo “a priori”, en sí mismo, sin hacer referencia a ninguna posición gnoseológica en particular, significa lo que es previo a la experiencia. Es un concepto gnoseológico un tanto difuso por cuanto está relacionado con lo que en cada caso se considere “la experiencia”, lo cual está a su vez en relación con la posición gnoseológica del autor que lo está empleando. En Kant, las categorías son a priori en cuanto son previas a la intuición sensible, la cual es la fuente de los contenidos concretos que, junto con las categorías, formarán el juicio sintético a priori.[5]

Segundo: Lo “necesario” es primariamente un concepto metafísico, en el sentido tomista de la palabra. Necesario es aquello que no puede no ser. Esto puede aplicarse más ontológicamente, o gnoseológicamente. En el primer caso tendremos la diferencia entre el ente necesario y el ente contingente, cuestión que vimos en el capítulo 1 al hablar del ente finito. Gnoseológicamente, lo “necesario”se aplica a la definición de juicio analítico, cuestión que veremos a continuación.

Tercero: Un juicio analítico es aquel cuyo predicado se desprende necesariamente del análisis del sujeto; esto es, el predicado no puede darse si se da el sujeto. Aplicado esto a las proposiciones hipotéticas o moleculares (condicionales, conjuntivas, disyuntivas, etcétera), diremos que una proposición hipotética analítica será aquella en la cual el segundo miembro de la proposición se desprende necesariamente del primer miembro. Aplicado esto a las condicionales, un condicional será analítico cuando el consecuente se desprende necesariamente del antecedente. Después veremos la importancia de esta particularización.

Una proposición sintética es lo contrario: aquella en la cual el predicado no se desprende necesariamente del análisis del sujeto. En ese caso decimos que se desprende contingentemente. En este sentido decimos que todo juicio analítico es necesario y todo juicio sintético es contingente. (Hemos destacado “en este sentido” para no excluir otras alternativas, como es el caso de los juicios “sintéticos a priori” de Kant.) El análisis de los tipos de proposiciones hipotéticas es extensivo, mutatis mutandis, a los juicios sintéticos.

Cuarto: Un juicio es “evidente por sí mismo” cuando no necesita serdemostrado, desde el punto de vista lógico. En este sentido, lo evidente debeser mostrado mas no demostrado. Cuáles juicios sean tales dependerá de lo que cada posición gnoseológica considere que no necesita ser demostrado.

Quinto: Una proposición “tautológica” es propiamente una noción lógico-formal que no hace referencia a contenidos concretos de información. Es definida como una proposición molecular lógicamente verdadera (o sea que su verdad se determina por métodos algorítmicos puramente lógicos). Ejemplo: [(p  q) . p]  q.[6]

Sexto: Lo anterior nos sirve para aclarar la diferencia entre una proposiciónformal y una fáctica. Contemporáneamente, una proposición formal corresponde  a la matemática o a la lógica, en cuyo caso describe sólo relaciones sintácticas entre signos;[7] y de modo más tradicional, este nivel correspondería a lo que en la escolástica se llamó segundas intenciones.[8]Estas proposiciones no nos dan información sobre hechos del mundo, cosa que sí hacen las fácticas.  La gran divisoria de aguas se presenta en este punto, tanto gnoseológica como epistemológicamente. No es lugar esta tesis para hacer un resumen de la historia de la filosofía, pero recordemos que, en la historia de la filosofía moderna, la línea racionalista tiene, como ideal de conocimiento, juicios sobre le mundo (fácticos) que son “analíticos a priori”, minimizando completamente el papel del conocimiento empírico, mientras que la línea empirista coloca como único conocimiento posible a los juicios “sintéticosa posteriori”. El exponente más coherente de esta última posición es Hume, en quien se encontraban casi todas las posiciones sostenidas luego por el neopositivismo.[9] Esta posición deriva precisamente, como ya dijimos, en la negación total de la posibilidad de elaborar juicios sobre el mundo que sean necesarios: toda proposición debe ser verificable empíricamente o de lo contrario carece de sentido. Por lo tanto, para esta posición, lo “analítico”, o “necesario”, o a priori queda reservado, en caso de que se utilice esa terminología,[10] a sólo las ciencias formales (lógica y matemáticas). Sin llegar a ubicarse en el racionalismo, se ubican empero en una posición intermedia Kant (la ciencia está conformada por juicios sintéticos a priori) y elintelectualismo de Santo Tomás, quien combina armónicamente sentidos e inteligencia en una posición realista. Para esta última posición, por ende, será posible algún tipo de juicio “necesario” en la ciencias fácticas. Volveremos más adelante a analizar esta posición.

Séptimo: Según lo visto, puede deducirse que no es lo mismo lo a priori, loanalítico, lo necesario y lo tautológico, cuyas significaciones se presentan a veces mezcladas en las discusiones sobre la naturaleza del axioma praxeológico. Un juicio analítico es necesario, por definición. Puede ser a priori o a posteriori, en relación con la gnoseología que se esté utilizando en el contexto. Dependerá de cuál sea el factor experimental del cual se considere independiente al juicio en cuestión. (Por ejemplo, ya vimos que para Rothbard el axioma praxeológico es necesario, pero no a priori en sentido kantiano.) Ypuede ser   tautológico o no según se quiera extender o no el sentido propio de lo tautológico (lógico-formal) analógicamente a un juicio fáctico-analítico; este problema no existe para  el neopositivismo, pues esa extensión sería ilícita: lo analítico (en caso de utilizar esa terminología) puede ser sólo formal y por ende será  también tautológico, si bien debe tenerse en cuenta que no toda ley lógica es una tautología.

Octavo: Volvamos al tema que comenzamos a aclarar en el punto sexto. Dijimos que el intelectualismo tomista es un realismo no racionalista ni empirista. Eso significa que, para Santo Tomás, el conocimiento comienza en la experiencia sensible pero no se queda ni se agota allí. Una vez que la imaginación y la cogitativa le presentan la imagen sensible a la inteligencia, ésta – por medio del intelecto agente –[11] abstrae la esencia del objeto, que es universalizable. Esto implica que el conocimiento de una esencia – que, por otra parte, no es en Santo Tomás nada a priori, si por tal se entiende lo previo a toda experiencia. Pero, una vez que se abstrae la esencia, la inteligencia puede inferir algunas propiedades a partir de esa esencia, y eso sí será  a prioride la experiencia sensible. Luego, no hay en Santo Tomás un a priori en el sentido kantiano; pero sí hay todo un campo de conocimientos que dependen de la abstracción intelectual comentada y que no dependen ya de la experiencia sensible común o de la experimentación científica. Todos los análisis realizados en el capítulo 1 son un ejemplo de esta forma de conocimiento.70a

Noveno: La teoría de Santo Tomás sobre la abstracción y el conocimiento de las esencias proporciona las bases para la posibilidad de juicios analíticos que informen sobre hechos, pues el campo de los hechos corresponden también las esencias analizadas intelectualmente.[12] Según esto, podemos dividir las proposiciones hipotéticas condicionales (si tal cosa, tal otra) en condicionales fáctico-analíticas y fáctico-sintéticas. A las primeras corresponderán aquellas cuyo consecuente se desprende necesariamente del antecedente. Las fáctico-sintéticas, en cambio, son aquellas en las cuales el desprendimiento del consecuente no es necesario. Siempre que el método empleado sea hipotético-deductivo, estamos en presencia de condicionales fáctico-sintéticas, aunque se haya utilizado el método axiomático en la deducción de las consecuencias de la hipótesis.

Las condicionales fáctico-analíticas pueden dividirse en: a) puras; b) con mezcla de tautologías lógicas. Estas últimas son las más frecuentes. Las primeras surgen del ejercicio directo de la contemplación intelectual. Las segundas incluyen tautologías y leyes lógicas en el proceso de derivación. Las condicionales fáctico-analíticas de la praxeología son de este tipo.

Los nueve puntos analizados nos permiten sistematizar nuestra concepción del axioma central de la praxeología.

Para establecer nuestra posición con mayor claridad, lo haremos planteando una serie de preguntas. Primera: ¿es el axioma praxeológico uno o varios? Hemos visto que es sólo uno. Segunda: ¿es el axioma praxeológico un concepto (como “acción racional”) o una proposición? Hemos visto que es una proposición, que consiste en una descripción de la acción humana. Tercera: ¿es el axioma praxeológico evidente por sí mismo? Ya hemos visto que es demostrado como teorema en el sistema 1, lo cual sería imposible si fuera por naturaleza evidente por sí mismo. Cuarta: ¿es “necesario”; “tautológico”; “analítico”; “innato”; “a priori”? Es “analítico” en cuanto que el predicado “implica el intento deliberado de pasar de una situación menos satisfactoria a otra más satisfactoria” se deriva necesariamente del análisis del sujeto “acción humana”. Es “necesario” en cuanto que es analítico, pero hemos visto que no es una necesidad en cuanto la proposición sea evidente por sí misma, sino en cuanto que un teorema que deriva necesariamente de las premisas del sistema 1: en ese sentido es necesario también. Es “tautológico” sólo en el sentido analógico en el que podemos extender dicho término a los juicios analíticos fácticos, pues corresponde propiamente a la lógica formal (en el sentido como la lógica formal define lo tautológico, lo cual ya vimos). No es “innato” si está fundamentado en el sistema gnoseológico de Santo Tomás, en el cual, como hemos visto, ninguna idea – y menos una proposición– es “innata” en el sentido del racionalismo clásico, sino que, como vimos, la inteligencia abstrae las esencias y/o propiedades esenciales de algunos objetos (no de todos) a partir de la imagen sensible presentada por la cogitativa. En este mismo sentido tampoco es a priori, si por tal se entiende una prescindencia total de toda experiencia sensible (esto es, un sentido más bien kantiano del a priori). Empero, la inteligencia, como hemos visto, a través del proceso de abstracción va más allá del dato sensible, y luego puede seguir razonando a partir de los datos intelectualmente elaborados de ese modo. Luego, aun en el sistema de Santo Tomás, puede haber dos sentidos del a priori que no son kantianos: a)todas las cuestiones que la inteligencia va analizando y elaborando a partir de su acto propio, una vez que la sensibilidad le ha presentado sus datos. Reitero que el capítulo 1 es un ejemplo de este tipo de procedimiento. La prudencia aconsejaría, sin embargo, para evitar confusiones, no utilizar el término “a priori” en este caso. b) Estas cuestiones que la inteligencia va analizando (cuestiones metafísicas, antropológicas, éticas, etcétera) están más allá de la experimentación científico-positiva. Y en este sentido – reiteramos: en este sentido – el axioma praxeológico, en cuanto es una verdad derivada del sistema filosófico tomista, es a priori.

Quinta, y finalmente, ¿qué significa decir que la proposición central de la praxeología es un “axioma”? Esto también ya fue plenamente aclarado. “Axioma” en la metodología contemporánea de las ciencias formales, no significa “evidente por sí mismo”, “a priori”, etcétera. Esto es: “axioma” no hace referencia a ningún sistema gnoseológico en particular. Es sólo una nociónformal que significa: no demostrado en el sistema. Luego, el axioma praxeológico es axioma simplemente porque en el sistema de la praxeología está colocado como proposición no demostrada; su demostración y fundamentación corresponderán a otro sistema, que será el que lo fundamente.

Todo lo visto hasta ahora permite contestar con precisión a las inteligentes preguntas planteadas por el epistemólogo contemporáneo B. Caldwell, quien, en su artículo Praxeology and its Critics: an Appraisal[13] dice:

One may begin by asking, What are the basic postulates of praxeology? Clearly, the “fundamental axiom” that  all human action is rational is to be included, but what about such categories as teleology and the valuation process, cause and effect, time, and the uncertainty of the future: are they equally fundamental? And just what is meant by such terms as”teleology”and “uncertainty”; their definitions are less precise than that of rationality in the Misesian system.

Como vemos, con el análisis efectuado las preguntas de Caldwell están ya contestadas. Vamos a explicitarlas una vez más para una síntesis final: el axioma praxeológico es uno: la descripción de acción. Su “status epistemológico” es ser axioma; su “status gnoseológico” es ser teorema del sistema tomista, y por ende, ni “ innato” en el sentido  del racionalismo clásico, ni a priori en el sentido kantiano, ni a posteriori en el sentido del empirismo clásico. Forma parte, en cambio, de aquellas proposiciones demostradas a partir de las abstracciones fundamentales realizadas por la inteligencia a partir de la experiencia sensible. Por otra parte, cuestiones tales como causa y efecto, libre albedrío, carácter teleológico (finalista) de la acción humana son perfectamente fundamentadas y definidas en el  metasistema tomista que fundamente al axioma (véase el capítulo 1). La incertidumbre del futuro y la valoración subjetiva son teoremas deducidos del axioma praxeológico (véase anexo 2 del teorema 3 y teorema 5, todos del sistema 2 de nuestra tesis).

[1] Véase La acción humana (op. cit.), cap. II, puntos 1, 2 y 3.

[2] Véase Rothbard, op. cit.; y Praxeology: The Methodology of Austrian Economics, en “The Foundations of Modern Austrian Economics”, E. Dolan (comp.), Institute for Humane Studies, 1976, p. 76.

[3] En “Praxeology and Econometrics. A Critique of Positive Economics”, enNew Directions in Austrian Economics, Sheed Andrews and McMeel, Inc., Kansas City, 1978.

[4] En “On the Method of Austrian Economics”, en The Foundations… op. cit.

[5] Véase I. Kant, Crítica de la razón pura, Introducción, y 2ª parte, libro I, Sopena, Buenos Aires, 1945.

[6] Sobre la relación entre lo necesario, lo a priori y lo analítico, véase S. A. Kripke, Naming and Necessity, Harvard University Press, 1972, y S. Haak,Filosofía de las lógicas, Cátedra, Madrid, 1982, citando a su vez a W. W. Quine, pp. 194-199.

[7] Véase Colacilli de Muro, op. cit., p. 20, citando a C. Morris y su Teoría de los signos.

[8] Sobre este tema, remitimos a nuestra tesis de licenciatura La unidad de la teoría lógica en su forma matemática y en su forma no-matemática, presentada a la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino en 1984. (Publicada en UNSTA en 1988.)

[9] Véase A. J. Ayer, El positivismo lógico, F. C. E., México-Madrid-Buenos Aires, 1965.

[10] Véanse sobre este tema las reflexiones de Kripke, en op. cit.

[11] Véase Suma Teológica, I, Q. 79.

70a Sobre el caso del jesuita Maréchal y el problema kantiano, remitimos a nuestro breve comentario “La filosofía cristiana y el pensamiento de Ludwig von Mises”, en Libertas 5 (Mayo de 1986).

[12] La filosofía contemporánea ha remarcado este tema sobre todo a través de la obra de E. Husserl (véanse sus Investigaciones lógicas, Alianza Editorial, Madrid, tomos 1 y 2, e Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, F. C. E., 1986, 3ª ed.; para un comentario tomista sobre Husserl, véase I. M. Bochenski, Los métodos actuales del pensamiento, Rialp, Madrid, 1981, 14ª ed., y La filosofía actual, F.C.E., México, 1971, 8ª reimp.

[13] En History of Political Economy, 16: 3, 1984.

 

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

“Scioli y Massa se están disputando la estructura de poder kirchnerista”: Entrevista a Adrian Ravier

Publicado el 17/2/14 en http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2014/02/17/scioli-y-massa-se-estan-disputando-la-estructura-de-poder-kirchnerista-entrevista-a-adrian-ravier/

 

Antes que nada, le agradezco la buena predisposición.

El agradecido soy yo.

¿Cómo describiría su experiencia laboral como economista? ¿Diría que la demanda de este tipo de profesional surge desde el campo de la investigación y no desde el ámbito empresarial?

En mi caso sí, pero no es lo más común. El economista tiene diversas posibilidades de salida laboral. Puede trabajar en empresas privadas y bancos, si acompaña la licenciatura con un MBA. Puede trabajar en el mercado de valores si agregar a la licenciatura un Master en Finanzas. Puede trabajar en la Academia con una Maestría y un Doctorado, por ejemplo. Puede trabajar en la prensa como periodista económico. O puede trabajar en el gobierno, en distintas funciones. Siempre sugiero a quienes están interesados en las ciencias económicas que primero estudien la licenciatura en Economía, y sólo después se especialicen con una Maestría en aquello que más les interese.

Usted escribió un artículo, “Kiciloff, mi profesor”, donde relata su experiencia con el ministro de economía, ¿Como lo describiría ante alguien que no lo conoce? ¿Y a alguien que quiere profundizar sobre su perfil?

Tengo respeto por el actual Ministro de Economía, aunque mis columnas son críticas en lo que hace. Kicillof fue mi profesor en Economía Marxista, en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Lo traté varias veces, aunque no lo conozco en la intimidad. Su interés está especialmente en la historia del pensamiento económico. Conoce a los autores clásicos en profundidad, y ha sabido ganarse un lugar como catedrático e investigador de esa facultad. Es cierto que siempre contó con el respaldo del Centro de Estudiantes por su afinidad en la línea de pensamiento, pero si uno lee sus libros puede encontrar un teórico profundo. Siempre cuento que me sorprendió su paso a la política, pero supongo que yo haría lo mismo si tuviera la oportunidad de incidir en el futuro de la política económica Argentina. Kicillof es marxista, aunque su tesis doctoral la desarrolló sobre Keynes. En otra nota, mencioné que en su nuevo rol, vendría a ser un “Keynes argentino”. El cree en la capacidad del estado de controlar y regular los mercados. Desconfía de los mercados libres y del empresario. Mi impresión es que su gestión va en línea con su pensamiento. Por eso insisto en que el problema no es lo que hace, sino la teoría en la que cree. Aquí es donde volvemos a insistir en que los economistas pro mercado, debemos trabajar mucho para demostrar las falacias del pensamiento desarrollista, estructuralista, keynesiano y marxista. Kicillof y este gobierno creen en ello. 6,7 8 y otros programas oficiales buscan crear consciencia nacional en línea con aquellas ideas. Es una oportunidad y un desafío para nosotros desmantelar estas ideas y que la gente tome consciencia de que necesariamente fracasarán, más allá de sus buenas intenciones.

Con respecto a la UBA, como centro de formación académica, ¿Que crítica le haría al sistema educativo universitario? ¿Qué alternativas existen?

Históricamente la UBA ha sido una universidad que se ha ganado el prestigio de toda Latinoamérica. Por su tamaño, la cantidad de alumnos que recibe cada año, y la oferta académica que tiene, pienso que es de las mejores universidades de la región. Pero en las últimas décadas, la universidad se ha politizado. Y en las Facultad de Ciencias Económicas es donde más se nota. Los profesores que encabezan las cátedras no siempre tienen los méritos académicos para ocuparlas, y aun cuando las ocupan, en general, no asisten a dictar las clases. Un alto porcentaje de mis cursos fueron dictados por alumnos no recibidos, que el semestre anterior habían aprobado la materia. Básicamente daban sus primeros pasos en la docencia, lo cual garantizaba mediocridad. Más polémico aun resulta el perfil que se le da al programa de estudios. Siempre comento que la Escuela Austriaca estuvo ausente, lo cual es un problema generalizado de la gran mayoría de las universidades. Pero más grave aun es que en la UBA prácticamente no se enseñó el monetarismo de Milton Friedman o el pensamiento de la Nueva Macroeconomía Clásica de Robert Lucas y Thomas Sargent, quienes representan la corriente neoclásica predominante en todo el mundo. Se enfatizó en Prebisch y el estructuralismo, en el pensamiento de Keynes y Marx, mucho más de lo que se puede observar en programas tradicionales. Siempre recuerdo al profesor Ramal dictando “Organización Industrial”, bajo una mirada totalmente marxista. Resumiendo, me parece que la universidad pública -si la hay- tiene que ser menos dogmática, y más abierta. Más plural. No podemos ignorar a varios premios Nobel en Economía como Friedrich Hayek, James M. Buchanan, Milton Friedman, Robert Lucas, Douglass North, Vernon Smith, Elinor Ostrom, por más que sus ideas fueran críticas del Estado de Bienestar y el Socialismo.

Su pensamiento está influenciado por autores como Ludwig von Mises, Hayek, Kirzner, Rothbard, entre otros teóricos. ¿Quién es el más influyente y cuales son, para usted, las principales ideas que podrían cambiar la concepción de la economía y política en Argentina?

Así es. Afortunadamente, bajo la guía de mi padre, pude conocer a estos autores en paralelo con el estudio formal de mis cursos en la UBA. Es difícil decir qué autor es el más influyente, pero supongo que me inclino por Mises y Hayek. El aporte de Kirzner es más limitado a áreas específicas como la función empresarial o la teoría del capital, y en el caso de Rothbard, si bien tiene aportes extraordinarios, también tiene excesos con los que no coincido. Ahora, si nos concentramos en el legado de estos autores para cambiar la política económica en la Argentina, me parece que debemos atender a las Seis Lecciones de Ludwig von Mises en Buenos Aires, en 1959. Un pequeño libro titulado “Política Económica” reúne las seis conferencias. En ese entonces Mises logró que centenares de alumnos cubrieran el auditorio y los pasillos de la Facultad. Mi impresión es que aquellas lecciones tienen más vigencia hoy, que en aquellos tiempos. Luego, me parece que Hayek tiene un aporte más amplio para ofrecer porque no se concentra sólo en la parte económica, que es a lo que se refieren aquellas seis conferencias, sino también a la política y al derecho. Aceptar su análisis de la democracia y las instituciones, o su distinción entre derecho y legislación, hoy harían una gran diferencia en nuestro país. Por último, agregaría a los autores mencionados el Public Choice de James M. Buchanan, que veo como una continuación del análisis de Hayek a la filosofía política, y también agregaría a Juan Bautista Alberdi. Me parece que todavía nos debemos una extensa investigación para desarrollar la consistencia que existe entre las ideas de Alberdi plasmadas en las Bases, y las ideas de la Escuela Austriaca y el Public Choice. Aplicar el pensamiento austriaco y del public choice a la Argentina de hoy, implicaría básicamente retornar a las Bases de nuestra nación, a su Constitución original de 1853, con una política económica que privilegiaba el equilibrio fiscal, la apertura económica, la estabilidad monetaria y un fuerte Estado de Derecho.

En torno a este objetivo, ¿Le gustaría hacer política?

Siempre dije que no, y mi posición actual sigue siendo la misma. Me imagino trabajando en el aula durante toda mi vida, para intentar formar a los jóvenes en estas ideas. Dicho eso, tengo que reconocer que si tuviera la oportunidad que tuvo Kicillof de influenciar en la política económica de la Argentina, no podría negarme a intentar desmantelar todo lo que se hizo en la última década. Volver a las Bases de nuestro país es necesario, y no veo en la oposición gente con ideas claras que tenga ese deseo.

Parece creer que el verdadero cambio se origina en las aulas, ¿es así?

Yo tengo esa idea. Pero las regulaciones del Estado entran en el aula cuando definen los contenidos mínimos de los programas de estudio.Siempre cuento la misma anécdota, también en la UBA. Ya me había recibido, tenía mi licenciatura, mi maestría y mi doctorado en Economía. Se abrió un concurso para ocupar un cargo de profesor adjunto en Macroeconomía, en esta misma facultad donde estudié. Me presenté junto con otros 15 candidatos, y tuve que enfrentar a un tribunal evaluador que nos hizo algunas preguntas. Al consultarme por mis propuestas para la cátedra, les dije que en mi experiencia, en macroeconomía, sólo había aprendido las ideas de John Marynard Keynes.Que me parecía un error. Que había que enfatizar también las ideas de Friedrich Hayek y aquel famoso debate que mantuvo con Keynes en los años 1930, justamente porque allí se originó la macroeconomía. Que además de la macroeconomía de Keynes, teníamos otros enfoques relevantes como la macroeconomía monetarista de Milton Friedman, la macroeconomía de expectativas racionales de Robert Lucas y la macroeconomía del capital del propio Friedrich Hayek y Roger W. Garrison. Les comenté que tenía publicado mi libro En Busca del Pleno Empleo que justamente resumía las comparaciones en estos enfoques y que estaba dispuesto a plantearle al titular de cátedra su incorporación en el programa de estudio. Yo sabía que todo lo que decía podía ser tomado como un problema y que no obtendría el puesto, pero lo que más me llamó la atención fue la respuesta del tribunal. Me dijeron que la Macroeconomía “es” Keynes. Eso fue todo.

Volviendo al tema político, ¿Qué piensa del silencio de CFK durante 34 días y su posterior aparición y viaje?

Me parece que su enfermedad la llevó a ausentarse, justificadamente, y que la prensa no fue oportuna en las críticas. Su regreso no me sorprende. Sigue en línea con lo que ha sido su gobierno. Anoche ofreció un largo discurso donde atacó a los medios, a los empresarios y a los sindicalistas por “conspirar” contra su gobierno. El relato oficialista intenta decir que los problemas de la Argentina no son responsabilidad del gobierno, sino de la conspiración.Mi opinión personal, sin embargo, es que la inflación no es algo que nos pasa, es algo que nosotros producimos. Siempre recuerdo a la Presidente decirle a la gente, “yo no subo los precios, los suben ustedes”, lo cual me causó mucha gracia. En economía hay pocos consensos, pero uno bastante amplio es precisamente este, que la única causa de la inflación es la expansión de la oferta monetaria por encima de su demanda. En cuanto a los sindicatos, me parece que en la Argentina están jugando un rol importante que es intentar presionar para evitar que los trabajadores pierdan poder adquisitivo con la inflación creciente. Finalmente, en cuanto a los medios, me parece que son la única herramienta que tenemos para desmantelar el relato. Es notorio como el kirchnerismo ha atacado a los medios que desmienten el discurso oficial. Los argentinos tenemos que defender a los medios, o perderemos mayor libertad de expresión de la que ya se ha perdido.

¿Cree que la futura presidencia se la disputará el oficialismo, quizás, con Scioli y, la oposición, con Sergio Massa? ¿Qué opinión le merece a este último?

Soy economista, y como tal, me cuesta aventurarme a analizar la política. Pero diré algo: Scioli y Massa se están disputando la estructura de poder kirchnerista. Ambos piensan que ahí radica el camino a la presidencia. Si tienen razón, y cualquiera de ellos gana, el cambio de rumbo será demasiado pequeño.

¿Qué opina cuando relacionan su pensamiento con “el de los 90” o lo llaman “neoliberal”?

Me preocupa. En primer lugar por qué nunca comprendo qué significa ese término. Si neoliberal implica defender los principios de la libertad individual, la economía de mercado, la propiedad privada y el gobierno limitado, entonces lo soy. Si por el contrario esto implica justificar a los militares y los desaparecidos, o coincidir con las políticas menemistas en general, no lo soy. Al margen de que nadie sabe bien qué significa el neoliberalismo, me parece que es necesario volver a hacer el esfuerzo de analizar qué pasó realmente en la década de 1990 en Argentina. Qué responsabilidad tuvo… 1- la ley de convertibilidad, 2- la acumulación de déficit fiscales y endeudamiento, 3- la privatización del sistema de jubilaciones y pensiones, 4- la apertura económica, 5- los shocks externos en la crisis de 2001/2002. De mi parte, todos mis estudios me conducen a la conclusión de que el problema central fue fiscal, propio de un gobierno peronista que no supo detener el incremento de gasto durante toda la década y duplicó la deuda pública.Podemos insistir en los shocks externos también, pero me parece que su efecto habría sido mucho más pequeño con un país que hubiera mantenido el equilibrio fiscal durante todos esos años. Dicho esto, la década neoliberal es algo que va más allá de la Argentina, y en este caso debemos notar que Chile, Perú, Colombia y México continuaron aquel camino, y liderando el crecimiento económico en la región. A los críticos del neoliberalismo les pediría que me expliquen por qué este modelo fracasó en la Argentina y no en otros países vecinos.

Solía verse al economista como una suerte de futurólogo con capacidades técnicas, las cuales no podían ser cuestionadas por el oyente estándar. Es indudable que, en general, su reputación ha decaído en la última década. ¿Cree usted que esto se debe únicamente a su poca capacidad de predicción que los caracteriza?

Lo que el economista puede predecir y lo que no puede predecir es un problema en el que la profesión debe profundizar. Mi impresión es que el economista puede predecir cualitativamente las consecuencias de cada política económica sobre cada variable en juego. Lo que no se puede predecir es cuantitativamente, cuál será el impacto de una política sobre diversas variables. Hoy en Argentina se discute si una devaluación irá a precios o no. El análisis económico nos enseña que sí, aunque no podemos definir en qué medida lo hará. No podemos predecir magnitudes. Sí podemos estimarlas, pero ahí el margen de error es el de toda estadística. Por otro lado, hay otro problema que enfrentamos los economistas que es el “timing”. Sabemos cuáles son las consecuencias de corto y largo plazo de ciertas políticas, pero no podemos definir con precisión cuándo esos efectos serán observables. Y es que la economía trabaja con fenómenos mucho más complejos que otras ciencias como la física o la biología, que es la impredecible acción humana. El economista no puede hacer un experimento de laboratorio como el físico, y aislar variables. Luego, debe aislar las variables conceptualmente y predecir los efectos bajo ese límite. Sería muy útil que los economistas que predicen, adviertan acerca de los límites de la predicción.

Usted ha declarado con anterioridad, que la aparición de monopolios se debe exclusivamente al favorecimiento del gobierno mediante el otorgamiento de ciertos privilegios a sectores empresariales. Por ende, ¿cree imposible la formación de este tipo de mercados bajo un sistema de laissez-faire puro?

Una respuesta completa requiere definir qué entendemos por “monopolio”. Si yo le dijera que una única empresa de celulares en la Argentina puede abastecer al mercado a un precio competitivo, más bajo que el de toda la región, quizás “ese” monopolio no nos preocuparía. El problema surge cuando un monopolista fija un “precio monopólico”, muy por encima de su costo, para obtener ganancias extraordinarias. Si esta es nuestra preocupación, debo sostener que nunca una empresa podría hacer tal cosa en un mercado libre y competitivo. Y es que si lo hiciera, obtendría grandes ganancias, y éstas conducirían a competidores potenciales a entrar en ese mercado para aprovechar la situación. Sintéticamente, no hay monopolios en mercados libres.Donde sí hay monopolios es en aquellos lugares donde ciertos pseudo-empresarios se asocian al poder político y obtienen a través del lobby ciertos privilegios para explotar ciertos mercados en ausencia de competencia. Esto explica por ejemplo los precios que fijan las automotrices en la Argentina para vehículos que en otros países tendrían precios muy inferiores. Se prohíbe la importación y con ello el consumidor está obligado a sacrificar años de trabajo para comprar un vehículo. Otro ejemplo es la educación universitaria. Hay pocas universidades privadas en la Argentina que aprovechan el oligopolio a través de las restricciones de los Ministerios de Educación al surgimiento de nuevas universidades.Debemos entender que más competencia, sólo puede beneficiar al mercado. Luego, hay casos especiales que debemos analizar, como los monopolios naturales, ejemplificado en los servicios públicos, como luz, agua, gas, electricidad. En estos casos, se dice que hay que aprovechar las economías de escala, y por ello asignar a una única empresa la distribución del servicio. En definitiva, el problema es tecnológico. Aquí mi sensación es que el mercado puede encontrar respuestas también, superiores a las del Estado. Pero aun dejando esto de lado, los monopolios serían casos excepcionales. Para cerrar, el punto central de esta discusión está en torno a las patentes. Si el gobierno le concede el privilegio a una empresa de favorecerse de una patente, entonces en esos mercados no puede haber competencia. Aquí el debate es muy amplio. Hay quienes dicen que una patente es necesaria para que haya inversión, y hay quienes dicen que aun sin patentes, habría inversión. El debate es complejo, pero mi posición es la de abandonar completamente las patentes. Resumiendo, si entendemos que en una sociedad libre se defiende la economía de mercado, la propiedad privada, la libertad individual, y el gobierno limitado, entonces no hay monopolios. Y es que no habría privilegios y tampoco patentes.

En su escrito, “Caminos Abiertos para América Latina”, critica la tesis sostenida en el libro de Eduardo Galeano, Las Venas Abiertas de América Latina. En el sostiene que “en Latinoamérica predomina una mentalidad anti-capitalista” ¿Podría ejemplificar cuales son las características de esta mentalidad específica?

Esto se observa fuera del círculo de colegas con quienes compartimos la visión del mundo, que por suerte es bastante amplio. Lo vemos conversando con familiares y amigos, o incluso en las preguntas de los alumnos. Y es que ellos ven ganadores y perdedores en el intercambio pacífico y en el comercio. Si el empresario gana, es porque el consumidor pierde. Bajo esa premisa, no se pueden advertir las ventajas del capitalismo. Si uno observa el intercambio de un modo subjetivo, entonces la conclusión cambia. Si yo compro una coca cola en el supermercado, pago 1 dólar por ella. Una visión objetiva me dirá que pagué más de lo que vale, pagué más que su costo. El dueño del supermercado gana y yo pierdo. Pero si entendemos que nadie me obligó a hacer ese intercambio, que es un intercambio voluntario, entonces se puede apreciar que las dos partes ganan. Si yo entrego un dólar por algo que vale la mitad, es porque aprecio más la coca cola que el dólar que entrego en cambio. Si el dueño del supermercado recibió más dinero que el que le costó la coca cola, justifica su negocio. Lo mágico del intercambio es que se ha creado valor para ambos. Ambos recibimos algo que valoramos más, por otra cosa que valorábamos menos. Otra forma de verlo es en la estatolatría. Impera en América Latina la idea del Dios Estado que puede resolvernos todos los problemas y que nos empuja a la inacción. Si el estado debe garantizarme salud, educación, trabajo y hasta un hogar, entonces no tengo incentivos para movilizarme. Hasta que no terminemos con este mito del estado benefactor, no podremos convertirnos en un país desarrollado. Tenemos que comprender que si el Estado ofrece algo, es porque se lo ha quitado a alguien más. Los economistas usamos la frase famosa de que “no hay almuerzo gratis”. Alguien necesariamente lo paga. El Estado cuenta con tres fuentes principales de financiamiento. La primera son los impuestos. Si alguien paga un impuesto, para que el estado haga algo, debemos advertir que ese impuesto redujo el consumo privado del que pagó el impuesto. La segunda es la inflación, emitiendo dinero. Si el gobierno financia su gasto, imprimiendo papeles, tenemos que advertir que está aplicando un “impuesto inflacionario” en los tenedores de dinero. Lo que está haciendo es reducir el poder adquisitivo del circulante. Este es el peor de los impuestos, porque siempre recae especialmente sobre los que menos tienen. La tercera es el endeudamiento. En este caso hoy nos beneficiamos de un gasto superior, pero esto es inmoral, porque estamos comprometiendo el consumo futuro de generaciones que ni siquiera participaron de la elección del gobierno que ahora asume la deuda.

Es común escuchar, no sólo en el urbe porteño, sino también en universidades y medios de comunicación que la crisis actual es una especie de cáncer inevitable originado en el seno mismo del sistema capitalista.¿Es correcto esto?

Esta es otro debate complejo. Me parece que la gran mayoría de las discusiones son semánticas porque al discutir no nos tomamos el tiempo para definir qué entendemos por los vocablos que usamos. El mejor ejemplo nos lo acaba de dar el Papa Francisco. Francisco atacó al capitalismo, pero al hacerlo, criticó claramente el capitalismo intervenido que hoy gobierna el mundo. Cuando nosotros defendemos el capitalismo, no nos referimos a este sistema, sino a uno más puro. De hecho, hay mucha consistencia entre la crítica de Francisco y la que nosotros mismos hacemos al estado actual de la política económica. Dicho eso, en aquella crítica mencionada a Eduardo Galeano justamente hacía un llamado a “purificar” los mercados. Los problemas no los vamos a resolver con más presencia del Estado sobre el capitalismo, sino con menos intervención. La burbuja inmobiliaria americana de 2008 con su efecto global, es un claro ejemplo del fracaso del Estado al regular los mercados.

Para cerrar, ¿cree que exista alguna ley incuestionable en economía?

Es muy significativo que terminemos la entrevista con esta pregunta, porque acabo de completar un trabajo en homenaje a Joseph Keckeissen, quien falleció recientemente. El trabajo se publicará en la revista Laissez Faire de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Francisco Marroquín, quizás en octubre de este año. Keckeissen participó del seminario privado de Mises en Nueva York y desarrolló su tesis doctoral bajo la dirección de Israel Kirzner. Para desarrollar este trabajo tuve que leer su tesis, y esa tesis, tiene la respuesta a esta pregunta. La tesis trata acerca del significado de las leyes económicas. Mi conclusión, combinando a Keckeissen con mi maestro y amigo Gabriel J. Zanotti, es que sí existen leyes incuestionables como la ley de utilidad marginal, la ley de rendimiento decrecientes, la ley de preferencia temporal, la ley de demanda, la ley de oferta, la ley de los precios, entre tantas otras, pero habría que hacer varias aclaraciones al respecto, para lo cual los invito a leer ese trabajo mencionado.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Por qué el populismo detesta la economía de mercado y la república liberal

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 3/11/12 en http://www.economiaparatodos.com.ar/ver_nota.php?nota=4100

 No hace falta entrar en mayores consideraciones para afirmar que el gobierno detesta el mercado. Ahora bien, si uno entiende qué es el mercado, puede entender por qué el gobierno lo detesta y por qué su ataque al mercado está ligado a las libertades individuales.

Si bien desde el gobierno intenta presentar al mercado como un grupo de inescrupulosos que quieren ganar fortunas a costa de la pobreza de la gente, una burda descripción del mismo, la realidad es que el mercado es un proceso donde la gente expresa sus valoraciones.

En efecto, cada uno de nosotros tiene necesidades ilimitadas y recursos escasos. Esas necesidades varían de persona en persona y, a su vez, cada persona va cambiando el valor que le otorga a cada necesidad. Todo depende de las circunstancias en que se encuentre. Por ejemplo, una persona no le otorga el mismo valor a un vaso de agua en el medio del desierto que si está en su casa cómodamente instalado con abundante agua potable. En el medio del desierto esa misma persona podría entregar una enorme suma de dinero por un vaso de agua. La misma persona en su casa no entregaría jamás una fortuna por el mismo vaso de agua. El intercambio se produce a partir de las valoraciones que tiene la gente de un determinado bien y en determinadas circunstancias.

El simple ejemplo anterior muestra que, en el caso de la persona que está en el medio del desierto, está dispuesta a hacer el intercambio de su dinero por el vaso de agua porque valora más éste último que el dinero que entrega. Si está en su casa con abundante agua potable, valorará más el dinero que tiene que el agua que puede conseguir abriendo solamente la canilla.

En el mercado todo el tiempo la gente esta decidiendo si hace un intercambio. Si compra algún bien es porque le otorga más valor a lo que recibe, que el dinero que entrega. Si no lo compra es porque valora más el dinero que tiene que el bien en cuestión. Al comprar o dejar de comprar cada persona está expresando libremente sus valoraciones y estableciendo los precios de la economía.

Cada compra o no compra en base a las valoraciones de las personas va conformando el sistema de precios del mercado. Los precios del mercado expresan las valoraciones que las personas le otorgan a los bienes que se ofrecen en el mercado.

¿Cuál es la función del empresario? Descubrir dónde hay una necesidad  insatisfecha para satisfacerla. Si detecta esa necesidad insatisfecha, invierte y logra utilidades. Pero, el punto a considerar, es que la gente, con sus valoraciones, estará dispuesta a entregar determinada cantidad de dinero por el bien que le ofrezca el empresario, por lo tanto éste no puede poner cualquier precio como pretenden argumentar los anti mercado. Solo puede poner el precio que la gente esté dispuesta a pagar y, por lo tanto, los costos de producción en que puede incurrir el empresario están limitados a los precios que quiere pagar el consumidor, precio que depende su teoría subjetiva del valor: cuánto valoro lo que me ofrece el empresario y cuánto el dinero que tengo. Si el empresario pone un precio superior al valor que yo le otorgo al bien en cuestión, incurre en pérdidas.

Como puede verse, el mercado tan detestado por el gobierno es un proceso muy democrático. Cada uno vota todos los días al comprar o no comprar determinado producto.

A partir de lo expuesto, es fácil comprender que el mercado, siendo una expresión democrática y libre, choca contra la concepción autoritaria del populismo imperante.

Todos los costos de producción, incluyendo los salarios, los determinan los precios que la gente está dispuesta a pagar por cada bien o servicio. Las utilidades de las empresas las determinan los consumidores comprando o no comprando, por lo tanto, en el mercado, la distribución del ingreso dependerá de las valoraciones subjetivas de millones de consumidores que serán los que dirán quienes ganan y quienes pierden. El que satisface las necesidades de la gente y los que trabajan para ellos ganarán más que los que no satisfacen las necesidades de la gente.

En una economía de mercado progresa el que, por su propio interés, beneficia a la gente con su producción y su trabajo. Es lo que podríamos llamar una cooperación pacífica y voluntaria entre los miembros de la sociedad. Este progreso por méritos de esfuerzo, inteligencia, dedicación, riesgo, etc. es independiente del poder político populista y, por esa razón, inaceptable para el populismo porque son los populistas los que, en su ambición de poder, quieren decidir quienes progresan y quienes no, de acuerdo a sus necesidades electorales.

Por otro lado, el populismo abre las puertas a la corrupción porque los ganadores de ese sistema son aquellos que bendice el poder político, por lo tanto, los burócratas están en condiciones de “vender” la posibilidad de estar en el lado ganador y el que no “paga” es perdedor del modelo. La corrupción es inherente al modelo populista porque es un mecanismo de tráfico de influencias abusando del monopolio de la fuerza.

Esta matriz corrupta del populismo necesita, para sobrevivir, de la ausencia de controles. De una justicia sometida para que no se investigue la corrupción, al tiempo que requiere silenciar a los medios de comunicación para que la gente no conozca los turbios negocios del populismo.

No hay nada más contrario al populismo que los controles de una república liberal, en que la división de poderes hace que unos controlen a los otros. Por eso el populismo necesitan destruir la república, para no tener controles y poder hacer sus negociados con total impunidad. Y también por eso requiere del silencio de los medios de comunicación y de todo aquél que levante su voz contra el sistema corrupto. Necesitan intimidar a la gente con métodos violentos o bien mediante el monopolio de la fuerza que les fue delegado.

Si al partido militar se lo criticaba por usar las armas para levantarse contra el orden constitucional, el populismo hace exactamente lo mismo pero sin sacar los tanques a la calle. Se limitan a usar los resortes del poder para dar un golpe de Estado avanzando sobre la justicia, persiguiendo a la gente con los organismos de recaudación, creando fuerzas de choque con los dineros de los contribuyentes para amedrentar a la población y otros mecanismos de violencia contra todo aquél que no piense igual

En síntesis, los gobiernos populistas detestan el mercado no por una razón económica, sino porque va contra el objetivo del populismo que es controlar la distribución del ingreso en beneficio de sus propios intereses políticos y, obviamente, contra el mercado de corrupción que crean con los favores regulando la economía y, como para lanzarse a la corrupción más descarada necesitan que no hayan controles, también les hace falta terminar con los controles de una república liberal.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.