Por Emilio Cárdenas. Publicado el 26/4/18 en: https://www.lanacion.com.ar/2129157-la-peninsula-coreana-se-acerca-finalmente-a-la-paz
Mañana viernes se reunirán los presidentes de Corea del Norte y Corea del Sur en procura de consolidar la paz entre ambas naciones. Una sensación de moderada esperanza se ha apoderado de muchos. Y no sin buenas razones. Ocurre que la guerra entre las dos Coreas que estallara el 25 de junio de 1955 entre el norte -entonces en manos del comunismo- y el sur -apoyado sustancialmente por los EE.UU.- se interrumpió sin vencedores definitivos e insólitamente nunca pudo cerrarse mediante un tratado de paz explícito.
Antes, la península había sido dividida y ocupada por los EEUU y la Unión Soviética, en 1945, tomando como frontera divisoria al paralelo 38º. La guerra fría mantuvo esa división y las dos naciones coreanas crecieron con modelos socio-económicos diametralmente opuestos.
Más de medio siglo después, Corea del Sur, que abrazara el modelo capitalista, es uno de los países más modernos del mundo y, en cambio, Corea del Norte, con el colectivismo, es uno de los más primitivos del globo, con excepción del desproporcionado músculo militar priorizado por sus gobiernos dinásticos.
Pese a que hace apenas cuatro meses Corea del Norte y Corea del Sur parecían estar al borde de un nuevo conflicto armado, la situación ha cambiado. Ambas naciones se aprestan ahora a reunirse para discutir un tratado de paz, que la consolide. De los ladridos de ayer se ha, de pronto, pasado a analizar juntos el mañana común.
El trámite es acelerado, aunque todavía hay quienes sostienen que la reunión podría fracasar. Esto sería grave, porque el éxito del encuentro entre los presidentes de las dos Coreas parecería ser precondición de una segunda reunión «cumbre» que también está preparándose: aquella que pondría en una misma mesa al presidente Donald Trump, de los Estados Unidos, y a el presidente Kim Jong-un, de Corea del Norte, que en los últimos tiempos intercambiaran mensajes retóricos belicistas, que de pronto han desaparecido. La mencionada reunión entre los EEUU y Corea del Norte está prevista para el próximo mes de mayo o, quizás, para comienzos del mes de junio.
El objetivo central de esas dos reuniones tiene que ver con cómo limitar y controlar el armamento nuclear y misilístico de Corea del Norte, al que se procurará poner algunos bretes. El presidente de Corea del Sur acaba de anunciar que, en su opinión, Corea del Norte está lista para acordar controles y límites.
Mientras la marcha continúa, la sensación es de que las dos Coreas han avanzado en dirección a la paz, aunque todavía debe definirse cuál será el camino crítico a transitar. Y es en esto último, precisamente, donde el esfuerzo se está concentrando. El clima político en la península coreana ha mejorado sensiblemente y flota un ambiente favorable a la formalización del acuerdo de paz. Los detractores de ese acuerdo han, de pronto, desaparecido de las pantallas de televisión y de las agencias de noticias.
Pese a todo, aún no está claro si Corea del Norte aceptará un programa de inspecciones que permita comprobar que los eventuales acuerdos se respetan y definir las conductas necesarias para ello.
El gran escollo a resolver tiene que ver con la presencia de los contingentes militares norteamericanos en Corea del Sur. Hablamos de unos 28.500 efectivos militares. No es imposible que un eventual retiro de esa fuerza sea escalonado, de modo de coincidir con las distintas fases que la «desnuclearización» de la península requiera. Tampoco que, de pronto, asuma un papel -diferente- el de una «fuerza de paz».
Camino a las «Cumbres», los funcionarios de la administración de Donald Trump señalan que Corea del Norte ha abandonado su exigencia de retiro inmediato de las fuerzas militares norteamericanas estacionadas en Corea del Sur.
Las negociaciones en curso han sido históricamente precedidas por esfuerzos similares que, cabe apuntar, terminaron fracasando. Me refiero a aquellos realizados en 1992, 1994 y 2005. Lo que alimenta alguna desconfianza, pero no ha detenido al proceso en marcha.
Cuando uno se pregunta por las razones que puedan estar impulsando a Corea del Norte en dirección a consolidar la paz, las respuestas son muy diversas. Primero, una posible búsqueda de legitimidad política por parte del joven líder norcoreano. Segundo, una eventual estrategia para seguir así ganando tiempo, mientras los intensos programas militares norcoreanos no se interrumpen. Tercero, escapar de las duras sanciones económicas impuestas a Corea del Norte que, en los últimos meses, China pareciera estar poniendo rigurosamente en efecto. Cuarto, el temor de que, como en Siria, el presidente Trump de pronto disponga llevar a cabo acciones militares quirúrgicas, influenciado ahora por el regreso de John Bolton a la administración federal norteamericana, un hombre considerado desde hace rato como un «halcón» respecto de la necesidad de poner límites lo más precisos posible al belicismo de Corea del Norte. Y, quinto, obtener asistencia externa para el financiamiento del crecimiento económico que Corea del Norte requiere.
El presidente Trump ha anunciado que si las conversaciones no alcanzan los objetivos que persigue, las abandonará. Y, por el momento, mantiene en vigor la panoplia de sanciones económicas impuestas a Corea del Norte.
Los avances deberán enfrentar una realidad adicional: el orgullo nacionalista de muchos norcoreanos respecto de la capacidad militar de un país que, cuidado, es una potencia nuclear. Esta visión incluye previsiblemente a algunos de los jefes militares norcoreanos.
Lo cierto es que la retórica dura de Corea del Norte de pronto ha disminuido sensiblemente. Lo mismo ha ocurrido con los amenazadores desfiles militares norcoreanos, que este año aparentemente no se realizarán. Ambas «señales» coinciden en dirección a la distensión.
En Corea del Norte las habituales menciones públicas, siempre adversas respecto de los Estados Unidos, parecen haber desaparecido, siendo reemplazadas por mensajes que aluden a que existen «fuerzas políticas» que procuran «interferir» en el proceso diplomático en curso, que apunta a la paz. Ya no hay mensajes incendiarios, ni acusaciones exageradas expresadas rutinariamente por los medios oficiales norcoreanos.
Las recientes visitas de la hermana del líder norcoreano, Kim Yo Jong y del jefe de estado norcoreano, Kim Jong Nam, a Corea del Sur continúan siendo aludidas insistentemente, acompañadas por mensajes que suenan como aplausos o ponderaciones para el pariente vecino del sur. Lo mismo ocurre con las visitas de artistas y deportistas surcoreanos a Corea del Norte.
Todo esto luce como componiendo un mismo mensaje dirigido al pueblo de Corea del Norte que confirma que, en materia de política exterior, su país ha comenzado a virar hacia la distensión. No obstante, una cosa es la evolución de la retórica y otra, distinta, el cambio de rumbo en su política exterior que Corea del Norte está preanunciando a su propio pueblo.
En paralelo, las conversaciones entre altos funcionarios de los Estados Unidos y Corea del Norte han seguido adelante. El objetivo es contener el programa nuclear militar de Corea del Norte, una de las preocupaciones centrales norteamericanas en materia de paz y seguridad internacionales, recientemente facilitado por la «suspensión unilateral» de ese programa anunciada desde Pyongyang.
Sería la primera vez en la historia que los primeros mandatarios de ambas naciones se reúnen. Ellas han incluido ya una sorpresiva reunión preliminar entre Mike Pompeo, el director de la CIA, y el presidente norcoreano, que tuvo lugar el pasado fin de semana de Pascua.
En síntesis, el ambiente en el que -poniendo fin a 68 años de conflicto- se procura avanzar en dirección a consolidar la paz en la península coreana pareciera ser el adecuado. Al menos hasta ahora. Pero una cosa es el «clima» de las conversaciones y otra, muy diferente, son sus resultados y la «normalización» concreta de las relaciones de Corea del Norte con el resto del mundo. Esto es, poder dejar atrás la extraña categoría de «país ermitaño» en la que está ubicada la todavía aislada Corea del Norte.
Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California. Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.