Alimentos para el alma frente a dos pandemias que azotan

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 7/8/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/08/07/alimentos-para-el-alma-frente-a-dos-pandemias-que-azotan/

En el presente no solo nos enfrentamos al COVID-19, sino también al Leviatán desbocado

Medio siglo sin William Faulkner, maestro de la narrativa moderna | El  Informador
William Faulkner

Días pasados mantuve un mano a mano por Zoom con Miguel Wiñazki organizado y coordinado por Federico Tessore quien preside Inversor Global que recurre a una plataforma muy apropiada para este tipo de conversaciones.

Como dije en esa reunión, las disertaciones de Miguel sobre temas filosóficos son un bálsamo para el espíritu no solo por el contenido de los temas que trata sino por la forma de presentarlos siempre en tren de exploración, sin certezas y con muchos interrogantes que va deslizando en sus muy amenos discursos en un tono de voz que invita a la reflexión sesuda. De modo magistral va desmenuzando posibles respuestas. Se puede o no compartir todo lo dicho pero queda una amable invitación a pensar, a una formidable modalidad contestataria y a mirar los problemas desde muy diversos ángulos en el contexto del método socrático de preguntas clave al efecto de intentar la dilucidación de asuntos intrincados que este autor los convierte en fáciles de asimilar.

En sus cursos trata los temas más variados tales como la envidia, la soberbia, la austeridad, la ética, el posmodernismo, las revoluciones francesa, rusa y norteamericana sin olvidar la nuestra de mayo, escritores como Borges, Sabato, Cortázar y Victoria Ocampo. Un privilegio escucharlo y acompañarlo en sus jugosos laberintos que siempre dejan enseñanzas de gran calibre y convites para seguir discutiendo y escarbando, puesto que como reza el lema de la Royal Society de Londres, nullius in verba, es decir, no hay palabras finales.

Es del caso apuntar que Wiñazki invita a retomar el hilo de la conversación. Borges escribió que el intercambio con Leopoldo Lugones era difícil pues “era asertivo, terminaba sus frases con un punto y aparte. Para seguir conversando había que cambiar de tema. En cambio, Macedonio Fernández concluía con puntos suspensivos para que el interlocutor siguiera indagando”. Miguel pertenece a este último estilo y bien alejado del primero y en la misma sintonía con lo que transcribimos más abajo de la pluma certera del premio Nobel en literatura, William Faulkner.

Sus enseñanzas se perfilan en momentos en que nos azotan dos espantosas pandemias: la del implacable COVID-19 y la del Leviatán desbocado, siendo esta última mucho más peligrosa e incisiva que la primera puesto que mientras aquella afecta el cuerpo la segunda destroza el alma ya que invade lo más sagrado de la persona que es su dignidad.

En nuestro medio asistimos a la caída libre de los valores republicanos: se atropella la Justicia, se amenaza la liberad de prensa, se instaura la impunidad, aumenta sideralmente el gasto público financiado con impuestos insoportables, inflación astronómica y deuda colosal. Los controles a las actividades lícitas son asfixiantes, se intensifica la estafa a los jubilados, se acentúa la apología a regímenes criminales del exterior al tiempo que se niega apoyo a pueblos en rebeldía contra la opresión totalitaria. Con el pretexto de la primera pandemia se instaura la segunda que, como queda dicho, es de características mucho más devastadoras que la primera. En esta línea argumental, hace cinco años publiqué en este mismo medio un comentario elogioso a un libro de Miguel: Crítica a la razón populista.

En este libro el autor resume el discurso populista como un “método para encubrir el saqueo del dinero público”, la “beligerancia respecto a los sectores productivos” y “la pasión loca por monopolizar la palabra” en otros términos “el fin de la razón”, todo inseparable del veneno nacionalista con “Juan Manuel de Rosas como uno de sus fundadores” y un “Papa que tiene muy buenas relaciones con los regímenes populistas latinoamericanos”.

Abrí este intercambio al que ahora nos convocaron con una cuestión que me viene preocupando y que constituye el cimiento de la sociedad libre y sin embargo es desconocido o negado por muchos de los que se dicen partidarios de la libertad. Se trata nada más y nada menos que de comprender que los humanos no somos solo kilos de protoplasma sino que tenemos estados de conciencia, mente o psique, un tema que originalmente comencé a estudiar a raíz de la magnífica obra del filósofo de la ciencia Karl Popper en coautoría con el premio Nobel en neurofisiología John Eccles que lleva el muy sugestivo título de El yo y su cerebro. En este libro y en otros muchos de la nutrida bibliografía hoy disponible, se explica que de no ser así no habría tal cosa como ideas autogeneradas, no podríamos revisar nuestros propios juicios, no distinguiríamos las proposiciones verdaderas de las falsas, no podríamos argumentar (ni siquiera en defensa del materialismo filosófico), no tendría sentido la responsabilidad individual, ni la moral ni la mismísima libertad puesto que seríamos como loros.

El premio Nobel en física Max Plank distingue entre causas en las ciencias naturales y motivos en las ciencias sociales, del mismo modo que hacen los filósofos Antony Flew, John Hospers y Juan José Sanguineti. Por su parte, Howard Robinson explica que cualquier profesional competente puede investigar, comprobar y detectar todo lo físico en un ser humano que, por así decirlo, es de acceso público pero los deseos y pensamientos son de exclusivo acceso del titular. Es de lamentar -decía yo en ese intercambio con Miguel- que no pocos desconocen aspectos que cubren territorios como el derecho (que se base en las autonomías individuales), la psicología y conexas (a pesar de la genealogía en cuanto a que significa el estudio de la psique) y la economía (sustentada en la elección libre).

Miguel estuvo de acuerdo con esta preocupación y subrayó que el enfoque que refuta al materialismo filosófico “conjuga la libertad” puesto que “las ideas son la libertad misma”. Agregó en ese contexto que aquellas concepciones que operan a contracorriente de la libertad, es decir, los populismos, no solo tienen bases filosóficas endebles sino que arremeten contra los derechos de las personas. Así en nuestro medio clasifica el populismo normal, el originario del peronismo clásico y el corporativismo fascista, el populismo sanguinario de los setenta y lo que denomina el populismo posnormal que se sustenta en la propaganda y en la reiterada y persistente tentativa de invertir y contradecir los hechos en “un relato farsesco”. Pero este último esquema tiene la contracara de posibles refutaciones vía las redes sociales y sus equivalentes, lo cual para nada quiere decir que todo lo que sucede en estos nuevos medios tecnológicos sean susceptibles de alabanza puesto que aparecen mensajes agresivos rodeados de lenguaje insustancial pero que se mezclan con la trasmisión de ideas de valor.

Este análisis Wiñazki lo vincula a las propuestas de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en cuanto a que estos autores sostienen la necesidad de la confrontación como sistema y a la negación de la forma republicana que consideran una utopía que le da entrada a “los poderes hegemónicos” lo cual alejaría de su ideal en verdad totalitario.

Por mi parte, sugerí algo que he detallado antes en distintos medios que es la imperiosa necesidad de abrir un debate entre quienes adhieren a los valores y principios de la sociedad libre en cuanto al urgente establecimiento de nuevos límites al abuso del poder. En este plano de análisis, esto es necesario porque se está disfrazando como democracia de contrabando convirtiéndola en aquello que es en realidad una cleptocracia, a saber, gobiernos de ladrones de libertades, propiedades y sueños de vida. Como se ha reiterado antes, se está contradiciendo lo dicho por los Giovanni Sartori de nuestra época en cuanto a concluir que la parte medular de la democracia consiste en el respeto de los derechos de la gente y la parte formal es el recuento de votos. Pero resulta que henos aquí que se han invertido los roles y lo secundario ha pasado a ser principal y lo medular se ha borrado de la agenda.

Finalmente mi interlocutor destacó su preocupación por algunas trifulcas entre miembros de la oposición en momentos en que nos encontramos en nuestro país frente al precipicio. Subrayó la relevancia de proponer proyectos que modifiquen sustancialmente la dirección por la que se vienen encaminando los gobiernos argentinos desde hace muchas décadas, de lo contrario nos esperará el horrible cuadro de situación venezolano.

Antes he consignado con satisfacción y ahora reitero los nombres que menciono a continuación con quienes he mantenido un mano a mano en recintos universitarios, centros culturales, programas televisivos o por Zoom (todos se encuentran en Youtube) a los que ahora se agrega la impronta de Miguel Wiñazki, esas personas son: Loris Zanatta, Antonio Escohotado, Santiago Kovadloff, Javier Milei, Gloria Álvarez, Carlos Alberto Montaner, Ricardo Lopez Murphy, Juan José Sebreli, Agustín Laje, Marcos Aguinis, Álvaro Vargas Llosa, Axel Kaiser, Cayetana Álvarez de Toledo, Luis Pazos, Carlos Rodríguez Braun, Álvaro de Lamadrid y Jorge Fernández Díaz.

Todos ellos estoy seguro comparten conmigo la muy sabia recomendación que hemos anunciado al abrir esta nota periodística formulada por el notable Faulkner que constituye una guía de conducta dicha por ese maestro de la narrativa, de los diálogos interiores, de las frases largas y los flash-backs, expresada en 1956 en una entrevista administrada por Jean Stein: “Nunca hay que estar satisfecho con lo que se hace. Nunca es tan bueno como podría serlo. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que es posible hacer. No hay que preocuparse simplemente por ser mejor que los contemporáneos o que los predecesores. Hay que tratar de ser mejor que uno mismo”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Empresarios incoherentes: la disonancia cognitiva

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 10/7/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/07/10/empresarios-incoherentes-la-disonancia-cognitiva/

Por diferentes razones, muchas veces los hombres de negocios actúan en franca contradicción con los principios del libre mercado

Desde el célebre trabajo de Adam Smith en 1776 se viene insistiendo en que la actividad empresaria debe circunscribirse a la faena comercial en el contexto del proceso de mercado libre pues ese es el talento del empresario exitoso: la capacidad de detectar arbitrajes entre costos subvaluados en términos de los precios finales y sacar partida por la diferencia. Subrayamos lo de mercado libre pues es el modo de satisfacer al prójimo como condición para incrementar ganancias, por el contrario si yerra en sus conjeturas incurre en quebrantos.

Lo dicho excluye a los asaltantes que pretenden jugarla de empresarios en conexión con el poder de turno al efecto de obtener privilegios que necesariamente conspiran contra el bienestar ajeno. Adam Smith advertía contra estos fantoches disfrazados de empresarios. Por su parte, en la misma línea argumental, Herbert Spencer explicaba los enormes beneficios de la acción de genuinos empresarios a los que les debemos los progresos en la alimentación, los medicamentos, los transportes, las comunicaciones, la vestimenta y todo cuanto aparece en el mercado. Pero como queda dicho todos esos beneficios se esfuman y se convierten en graves perjuicios ni bien se permite la antedicha cópula hedionda que le da la espalda a la inexorable conexión entre la satisfacción de los demás como requisito ineludible para la propia satisfacción.

Y ya que mencionamos al mercado es pertinente destacar que no se trata de una cosa ni de un lugar sino de un proceso en el que se llevan a cabo transacciones libres y voluntarias entre las partes. Constituye un antropomorfismo inaceptable interpretar que el mercado prefiere o el mercado decide como si se tratara de una persona que opera pues, como queda dicho, se refiere a millones de contrataciones implícitas o explícitas que se llevan a cabo cotidianamente. El mercado somos todos, cuando se dice livianamente que todo no puede dejarse en manos del mercado se está diciendo que las decisiones no pueden dejarse en manos de la gente para en su lugar permitir que megalómanos manejen vidas y haciendas ajenas.

Ahora bien, en no pocas oportunidades observamos que el empresario renuncia a su misión y se coloca como cortesano del aparato estatal e incluso abandona el apoyo a instituciones que trabajan para defender la sociedad libre en la que se desenvuelve el proceso de mercado. Algunas veces esto se hace por pura ignorancia del significado de la sociedad libre ya que el tener olfato para los negocios no remite necesariamente a que conozca los fundamentos de la libertad y en otras muchas ocasiones lo hace a sabiendas de su falta pero equivocadamente considera que personalmente puede sobrevivir mejor de esa manera sin percatarse que está rematando su empresa a manos de burócratas. Este segundo caso está vinculado a la denominada “disonancia cognitiva” que exploramos más abajo, pero en ambos casos se trata de muestras de irresponsabilidad mayúscula y de un suicidio colectivo.

En este contexto es menester subrayar la importancia de cortar amarras con los ladrones de guante blanco mal llamados empresarios en lugar de cambiar la fachada y rotar de “amigos del poder” en una calesita infernal. En esta línea argumental, cito a una persona que no puede estar más en las antípodas de mi pensamiento pero en una frase ilustra el cambio necesario aunque en una dirección distinta, es lo escrito por Arturo Jauretche: “No se trata de cambiar de collar sino dejar de ser perro”.

Es de interés indagar en los motivos que hacen que personas formadas con determinados valores en los que creen, en la práctica de la vida operan a contramano de aquellos principios. En economía hay un precepto que se denomina “la preferencia revelada”: no importa en qué consistan los discursos y las declamaciones, lo relevante son las acciones que en verdad ponen al descubierto los valores que se profesan.

Si una persona dice y repite que lo importante para él es la lectura pero se pasa la vida jugando al tenis, en la práctica, pone de manifiesto que lo prioritario para él es el deporte y no la lectura. Sin duda que también hay que tener en cuenta que pueden sostenerse de buena fe ciertos principios y, en los hechos, se violan debido a que “nadie puede tirar la primera piedra” en el sentido de que todos nos equivocamos. Pero el asunto es la continuidad en el tiempo: si permanentemente se cae en el pantano y no hay esfuerzo alguno para mantener la brújula y subirse a la huella y rectificarse, queda claro el principio que se aplica eclipsa y deglute al declamado. Sin duda que peor que esta situación es olvidarse de los mojones y parámetros de la conducta recta y ni siquiera declamarlos porque, en ese caso, se borra toda esperanza de reencauzar la acción hacia la buena senda.

En este mismo plano, intriga cómo es que muchos estudiantes universitarios que, dados lo tiempos que corren, tienen el raro privilegio de atender clases en las que se exponen las ventajas de la sociedad abierta o quienes han obtenido los beneficios de haber recibido esa educación en sus hogares y adhieren a esa forma de convivencia basada en el respeto recíproco, pero, sin embargo, en los avatares de la vida, en la práctica, renuncian a esos valores. Y lo curioso es que no lo hacen porque deliberadamente abandonan ese modo de pensar, al contrario, insisten en suscribir los pilares de la sociedad libre en el contexto de las relaciones sociales pero, nuevamente decimos, en los actos cotidianos ese pensamiento, de tanto amoldarse a las opiniones que prevalecen, se diluye y finalmente es devorado y triturado por los hechos diarios.

La explicación consiste que en numerosos casos, la persona aún manteniendo en las palabras esos principios, percibe que en el mundo que lo rodea las conductas son muy otras y, para sobrevivir, como si se tratara de un instinto inconsciente de supervivencia, aplican los valores opuestos en lugar de hacer frente a los acontecimientos e intentar revertirlos para mejorar la situación.

Internamente se pretende el autoengaño que, para suavizar la tensión subyacente, aparentan mantener los principios en los que racionalmente adhieren pero todos sus dichos y hechos apuntan en la dirección opuesta. Muchas veces de tanto simular terminan creyendo en sociedades autoritarias de diverso grado. Al fin y al cabo, como ha escrito Nathaniel Hawthorne en La letra escarlata: “Ningún hombre puede por un período considerable de tiempo usar una cara para él mismo y otra para la multitud sin finalmente confundirse acerca de cuál es la verdadera”.

Independientemente de las concepciones del psicólogo Leon Festinger en otros ámbitos, fue él quien bautizó en 1957 la idea de la referida tensión (aunque aplicada a casos y, en cierto sentido, contextos diferentes a los aquí expuestos) como “disonancia cognitiva”. Un neologismo fértil para explicar el fenómeno al que nos venimos refiriendo.

Hay otra situación a la que también aplicamos la antedicha noción de “disonancia cognitiva” y es cuando una persona sostiene que procede convencida de la más alta calidad de un bien pero queda a todas luces patente que su conducta obra por snobismo, show-off, para llamar la atención o simplemente para esconder algún complejo. Es cuando se encandila por precios altos de un bien y está atraída a su compra, no tanto por el contenido de lo que adquiere sino precisamente por el precio especialmente elevado.

Como es sabido, en economía se enseña que cuando el precio aumenta la demanda decrece (según sea su elasticidad). Sin embargo, se sostiene que en el caso comentado no tiene lugar la mencionada ley puesto que cuando el precio se incrementa se incrementa también la cantidad demandada. Esto no es así. Hay un espejismo que se conoce como “la paradoja Giffen” (por Robert Giffen, a quien Alfred Marshall le atribuyó la autoría del concepto). En realidad la ley se mantiene inalterada, lo que ocurre es que aparece un nuevo bien que se superpone al anterior y es el snobismo o sus antes referidos equivalentes que hacen de nuevo producto, para el que al elevarse el precio naturalmente se contrae la demanda.

Nadie declara que procede por snobismo, incluso puede pensarse que no se opera en base a esa tontera pero, en la práctica, la tensión interna hace que tenga lugar el autoconvencimiento de que se compra el bien en cuestión debido a “la calidad superior del mismo”. Dicho sea de paso, esa es, por ejemplo, la razón por la que la botella del vino Petrus se cotice a cinco mil dólares ya que no hay fundamentos enológicos para tal precio en comparación con otros vinos de igual o mejor calidad pero sin el mercadeo y la presentación de aquel (reflexión que para nada se traduce en que el valor deja de ser puramente subjetivo y dependiente de la utilidad marginal). Esto también ocurre con la pintura, la moda y otras manifestaciones públicas de variado tenor y especie pero, de más está decir, esta no es la tendencia prevaleciente en el mercado ya que la gente elige microondas, comida, televisores y demás bienes por su calidad y no por snobismo (de lo contrario, con suficiente mercadeo y publicidad se podría convencer a la gente que use candelas en lugar de luz eléctrica, carpas en lugar de edificios, monopatines en lugar de automóviles etc).

Otro ejemplo -lamentablemente de gran actualidad por estos días- es el método Ponzi (llamado así por el célebre estafador Carlo Ponzi emigrado a Estados Unidos de Italia en 1903) que se basa en un esquema piramidal en el que se prometen altos rendimientos sustentado en ingresos de nuevos inversionistas engatusados por grandes retornos y no debido a prometidas pero inexistentes colocaciones de fondos tomados de los clientes. Ha habido sonados casos de quienes sospechaban el fraude pero se autoconvencían de supuestos éxitos y habilidades de los tramposos. Otra vez, la “disonancia cognitiva”. Esto va también para sistemas de inseguridad antisocial conocidos como “sistema jubilatorio” administrados por quienes se presentan con la máscara de supuestos empresarios estatales. Y no se trata de introducir más regulaciones estatales e intentar hacer bien lo que está mal con retoques al fraude, sino de abrir paso a la completa libertad en el sector privado para que cada uno pueda usar y disponer del fruto de su trabajo.

En todo caso, el punto central de esta nota consiste en destacar esos raros y un tanto misteriosos vericuetos internos que apuntan al alivio de tensiones entre posiciones opuestas a través del autoengaño o la “disonancia cognitiva” que como hemos apuntado al abrir esta nota periodística se refiere de modo destacado y reiterativo a los pseudoempresarios de nuestro tiempo que constituyen un peligro manifiesto y presente para la preservación de los derechos de las personas.

Afortunadamente en estas épocas no estoy solo en las referidas preocupaciones respecto a los asaltantes de guante blanco (con o sin “disonancia cognitiva”), son muchos los que alzan su voz. En este sentido para ilustrar el asunto cierro con una referencia anecdótica que refuerza lo dicho en relación a personas de gravitación con quienes he intercambiado ideas en diversas oportunidades sobre la seria amenaza de los empresarios prebendarios y con quienes he mantenido un mano a mano en recintos universitarios, centros culturales, programas televisivos o por Zoom (todos se encuentran en Youtube) que me han resultado altamente enriquecedores, y ellas son: Loris Zanatta, Antonio Escohotado, Santiago Kovadloff, Javier Milei, Gloria Álvarez, Carlos Alberto Montaner, Ricardo Lopez Murphy, Juan José Sebreli, Agustín Laje, Marcos Aguinis, Álvaro Vargas Llosa, Axel Kaiser, Cayetana Álvarez de Toledo, Luis Pazos, Carlos Rodríguez Braun, Álvaro de Lamadrid y Jorge Fernández Díaz.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

OTRA VEZ LAS GARRAS DEL NACIONALISMO

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

En sus memorias Stefan Sweig se entristece y alarma por el surgimiento del espíritu tribal de la cerrazón entre países que advertía conducen a estados de belicismo y confrontación que en el caso de Europa estimaba se trataba en verdad de una “guerra civil” debido a las estrechas relaciones entre las poblaciones.

Ahora resurge el nacionalismo sobre lo que he escrito en distintas oportunidades pero es el caso de repetir las advertencias. Dejando de lado la manifiesta incomprensión del actual presidente de Estados Unidos respecto a la falacia de lo que en economía se conoce como “el dogma Montaigne” (su ex Secretario de Estado, Rex Tillerson, consignó públicamente que Trump “no tiene idea del significado del comercio libre”) y de las barrabasadas extremas de gobiernos como los de Cuba, Venezuela, Nicaragua, y Bolivia en el continente americano, dejando de lado estos casos decimos, hoy en Europa el espectáculo es desolador.

Con suerte electoral diversa pero siempre con crecimientos llamativos, irrumpe el rostro desagradable de la referida tradición de pensamiento que tantos trastornos ha provocado y provoca. Así, ese caudal electoral ha exhibido resultados llamativos: en Francia el Frente Nacional, en Inglaterra el Partido Independiente del Reino Unido, en Alemania el Partido Alternativa para Alemania, en Dinamarca el Partido del Pueblo Danés, en Suecia los Demócratas Suecos, en España Podemos y Vox, en Austria el Partido de la Libertad, en Grecia el Amanecer Dorado, en Italia la Liga del Norte, en Hungría el Movimiento por una Hungría Mejor, todas propuestas trogloditas apuntan a implantar una cultura alambrada, es decir, la palmaria demostración deEstado Benefactor

la anticultura.

Es del caso recordar trabajos como los de J. F. Revel que muestran el vínculo estrechísimo entre el nacionalismo y el socialismo, aunque cual bandas de las mafias, en el campo de batalla han sido circunstancialmente aliados y circunstancialmente enemigos. El comunismo apunta a abolir la propiedad, mientras que el nacionalismo la permite nominalmente pero el aparato estatal usa y dispone de ella. Uno es más sincero que el otro que recurre a una estrategia que estima más aceptable para los incautos. Es curioso en verdad (y tragicómico) que muchos de los partidarios de esos gobiernos emplean  la expresión fascista para referirse a sus supuestos contrincantes cuando aplican esa política a diario puesto que mantienen el registro de la propiedad pero el flujo de fondos es manipulado desde la casa de gobierno.

En una sociedad abierta el término “inmigración ilegal” constituye un insulto a la inteligencia ya que todos debieran tener la facultad de ubicarse donde lo estimen conveniente y solo deben ser bloqueados los delincuentes, sean nativos o extranjeros. Como ha explicado Gary Becker, el pretexto para poner barreras a la inmigración debido al uso de lo que provee el mal llamado Estado Benefactor (mal llamado porque la beneficencia es realizada con recursos propios y de modo voluntario), lo cual puede incrementar el déficit fiscal, se resuelve al no dar acceso al uso a los inmigrantes al tiempo que no se les retiene del fruto de sus trabajos para mantener el sistema estatal.

Como ha puntualizado en sus múltiples obras Julian Simon, habitualmente el inmigrante aprecia especialmente el trabajo, es empeñoso en sus tareas, tiene gran flexibilidad para moverse a distintos lugares dentro del país anfitrión, realiza faenas que muchas veces los nativos no aceptan, sus hijos muestran excelentes calificaciones en sus estudios, exhiben gran capacidad de ahorro y algunos comienzan con empresas chicas de gran productividad.

Es llamativo y muy paradójico que muchos se rasgan  las vestiduras con  el drama que estamos viviendo a raíz de las fotografías horrorosas de refugiados, cuando no parece verse que se fugan de lugares donde en gran medida se aplican las recetas políticas que los que se dicen espantados aconsejan y se fugan a lugares donde algo queda de los sistemas libres que no hacen más que criticar. La hipocresía es alarmante por la actitud contradictoria de muchos que se dicen contrariados con la foto del niño muerto en las playas de otros lares en plena lucha por la libertad y, sin embargo,  cuando opinan sobre la inmigración defienden las posturas que provocan aquella muerte por la que dicen estar angustiados.

Tengamos en cuenta que, desde la perspectiva de la sociedad abierta, las fronteras (siempre consecuencia de acciones bélicas o de accidentes geológicos) son únicamente para evitar los riesgos graves de un gobierno universal. El fraccionamiento en naciones que a su vez se subdividen en provincias y municipalidades tienden a descentralizar el poder. A pesar de los problemas de abuso del poder, hay que mirar el contrafáctico si no hubiera el antedicho fraccionamiento. Hannah Arendt dice que «la misma noción de una fuerza soberana sobre toda la Tierra que detente el monopolio de los medios de violencia sin control ni limitación por parte de otros poderes, no sólo constituye una pesadilla de tiranía, sino que significa el fin de la vida política tal como la conocemos».

También debe tenerse siempre presente que la cultura es un proceso que significa permanentes donativos y recibos de lecturas, arquitecturas, músicas, vestimentas, gastronomías, costumbres que las personas aceptan o rechazan en un contexto evolutivo. La cultura no es estática sino cambiante y multidimensional. Si no somos momias, nuestra cultura no es la misma hoy que la de ayer. De allí la estupidez de la “cultura nacional y popular” el “ser nacional” y otras sandeces superlativas que podríamos catalogar como “los anti- Borges”, el ciudadano del mundo por antonomasia.

Buena parte de las propuestas nacionalistas se basan en el desconocimiento de aspectos económicos elementales. Se dice que la inmigración provocará desempleo puesto que la incorporación de nueva fuerza laboral desplazará a los nativos de sus puestos de trabajo, sean estos intelectuales o manuales.

Sin embargo, dado que las necesidades son ilimitadas y los recursos son escasos (de lo contrario estaríamos en Jauja), nunca sobran los recursos y el recurso central es el trabajo puesto que no puede generarse ningún bien o servicio sin el concurso del trabajo. Solo hay sobrante de trabajo (desocupación) cuando no se permiten arreglos salariales libres y voluntarios, es decir, cuando se imponen las también mal llamadas “conquistas sociales” concretadas en salarios superiores a las tasas de capitalización que son las únicas causas de ingresos en términos reales. Esa es la diferencia clave entre el Zimbabwe y Canadá, no es el clima, los recursos naturales o aquél galimatías denominado “raza” (las características físicas proceden de las ubicaciones geográficas, de allí es que los criminales nazis tatuaban y rapaban a sus víctimas para distinguirlas de sus victimarios). Lo que hace la diferencia son marcos institucionales civilizados que garantizan derechos. Sería muy atractivo que los salarios pudieran decidirse por decreto en cuyo caso podríamos ser todos millonarios pero las cosas no son así.

Al igual que la incorporación de nueva tecnología o la liberación de aranceles aduaneros, la inmigración libera recursos materiales y humanos para producir otras cosas en la lista infinita de necesidades a las que nos referíamos con el interés del mundo empresario de capacitar para nuevos emprendimientos. Es lo que ocurrió con el hombre de la barra de hielo antes de las heladeras y con los fogoneros antes de las locomotoras modernas.

Una gran cantidad de trabajadores inmigrantes y no inmigrantes operan en negro por el salario de mercado que, como queda dicho, se debe a la correspondiente inversión disponible  y trabajan  en negro para evitar los impuestos al trabajo como ocurre en otros muchos países donde provocan desempleo que también afecta a la economía general.

Aquellos que se las pasan declamando sobre “derechos humanos”,  una redundancia grotesca puesto que los minerales, los vegetales y los animales no aplican a la noción de derecho, tratan a los inmigrantes como si no fueran humanos, más bien se preguntan “¿qué debemos hacer con los inmigrantes?” como si estuvieran haciendo referencia a su estancia personal y no de un país donde debe primar el respeto recíproco, y en esta línea argumental no debiera haber bajo ningún concepto diferencias entre nativos y extranjeros. Es del caso subrayar que cuando se está haciendo alusión al derecho, se está aludiendo a la Justicia y ésta significa “dar a cada uno lo suyo”, lo cual remite a la propiedad que, a su vez, constituye el eje central del proceso de mercado.

Todos descendemos de inmigrantes, incluso los denominados pueblos originarios ya que el origen humano procede del continente africano.

La fertilidad de los esfuerzos del ser humano por cultivarse, es decir, por reducir su ignorancia, está en proporción directa a la posibilidad de contrastar sus conocimientos con otros. Eso es la cultura. Sólo es posible la incorporación de fragmentos de tierra fértil, en el mar de ignorancia en el que nos debatimos, en la medida en que tenga lugar una discusión abierta. Se requiere mucho oxígeno: muchas puertas y ventanas abiertas de par en par.

Aludir a la antedicha «cultura nacional» como un valor y contrastarla con lo foráneo como un desvalor es tan desatinado como referirse a la matemática asiática o a la física holandesa. La cultura no es de un lugar y mucho menos se puede atribuir a un ente colectivo imaginario. No cabe la hipóstasis. La nación no piensa, no crea, no razona ni produce nada. El antropomorfismo es del todo improcedente. Son específicos individuos los que contribuyen a agregar partículas de conocimiento en un arduo camino sembrado de refutaciones y correcciones que enriquecen los aportes originales. Como bien señala Arthur Koestler, «el progreso de la ciencia está sembrado, como una antigua ruta a través del desierto, con los esqueletos blanqueados de las teorías desechadas que alguna vez parecieron tener vida eterna».

Quienes necesitan de «la identidad nacional» ocultan su vacío interior y son presa de una despersonalización que pretenden disfrazar con la lealtad a una ficción. Desde esta perspectiva, quienes comparten el cosmopolitismo de Diógenes e insisten en ser «ciudadanos del mundo» aparecen como descastados y parias sin identidad. El afecto al «terruño», a los lugares en que uno ha vivido y han vivido los padres y el apego a las buenas tradiciones es natural, incluso la veneración a estas tradiciones es necesaria para el progreso, pero distinto es declamar un irrefrenable amor telúrico que abarcaría toda la tierra de un país y segregando otros lugares y otras personas que, mirados objetivamente, pueden tener mayor afinidad, pero se apartan sólo porque están del otro lado de una siempre artificial frontera política.

El nacionalismo está imbuido de relativismo ético, relativismo jurídico y, en última instancia, de relativismo epistemológico. «La verdad alemana», «la conciencia africana», «la justicia dinamarquesa» (en el sentido de que los parámetros suprapositivos serían inexistentes) y demás dislates presentan una situación como si la verdad sobre nexos causales que la ciencia se esmera en descubrir fuera distinta según la geografía, con lo cual sería también relativa la relatividad del nacionalismo, además de la contradicción de sostener simultáneamente que un juicio se corresponde y no se corresponde con el objeto juzgado. Julien Benda pone de manifiesto el relativismo inherente en la postura del nacionalismo, escribe que «desde el momento que aceptan la verdad están condenados a tomar conciencia de lo universal».

Alain Finkielkraut ilustra el espíritu nacionalista al afirmar que «replican a Descartes: yo pienso, luego soy de algún lugar». Juan José Sebreli muestra cómo incluso el folklore proviene de una intrincada mezcla de infinidad de contribuciones de personas provenientes de lugares remotos y distantes entre sí.

Estas visiones nacionalistas se traducen en una escandalosa pobreza material, ya que los aranceles aduaneros indefectiblemente significan mayor erogación por unidad de producto, lo cual hace que existan menos productos y de menor calidad. Este resultado lamentable contrae salarios e ingresos en términos reales, con el apoyo de pseudoempresarios que se alían con el poder al efecto de contar con mercados cautivos y así poder explotar a la gente.

En la historia de la humanidad hay quienes merecen ser recordados todos los días. Uno de esos casos es el de la maravillosa Sophie Scholl, quien se batió en soledad contra los secuaces y sicarios del sistema nacionalsocialista de Hitler. Fundó junto con su hermano Hans el movimiento estudiantil de resistencia denominado Rosa Blanca, a través del cual debatían las diversas maneras de deshacerse del régimen nazi, y publicaban artículos y panfletos para ser distribuidos con valentía y perseverancia en diversos medios estudiantiles y no estudiantiles.

La detuvieron y se montó una fantochada que hacía de tribunal de justicia, presidido por Ronald Freisler, que condenó a los célebres hermanos a la guillotina, orden que fue ejecutada el mismo día de la parodia de sentencia judicial, el 22 de febrero de 1943 para no dar tiempo a apelaciones. Hay una producción cinematográfica dirigida por Marc Rothemund, que lleva por título el nombre de esta joven quien en una conversación con su carcelero explica el valor de normas extramuros de la legislación escrita.

Es pertinente recordar a figuras como Sophie Scholl en estos momentos en que surgen signos de un nacionalsocialismo contemporáneo que invade hoy no pocos espíritus en Europa y en otras partes de nuestro atribulado mundo.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

EL “PERONISMO RACIONAL” Y TRES CARTAS DE PERÓN

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

 

Ahora que se acercan las elecciones argentinas, es pertinente tener en cuenta lo que aquí dejamos consignado y no solo para este país sino en general como una gimnasia también para otros lares acerca del populismo.

 

En el libro de Silvano Santander Técnica de una traición. Juan D. Perón y Eva Duarte, agentes del nazismo en la Argentina se reproduce una fotocopia en alemán de una carta del ministro consejero de la Embajada alemana en Buenos Aires, Otto Meynen, al Capitán de Navío Dietrich Niebuhr O.K.M [Ober Kommando der Marine] en Berlín, fechada el 12 de junio de 1943 traducida al castellano donde consigna que “La señorita Duarte me mostró una carta de su amante [Juan Perón] en la que se fijan los siguientes lineamientos generales para una obra futura del gobierno revolucionario: ´Los trabajadores argentinos nacieron animales de rebaño y como tales morirán. Para gobernarlos basta darles comida, trabajo y leyes para rebaño que los mantengan en brete´ […] Si no me equivoco, ya Mussolini empleó la expresión animales de rebaño para referirse a los analfabetos italianos. Perón sigue la buena escuela.” Firmado O. Meynen al que antepone el consabido “Heil Hitler”.

En un artículo publicado por Claudia Peiró en Infobae el 8 de julio de 2017, se reproduce una misiva mecanografiada de Perón a Mao:

“Madrid, 15 de julio de 1965                                         

Al Sr. Presidente MAO TSE TUNG

Mi querido Presidente y amigo:

Desde este difícil exilio, aprovecho la magnífica oportunidad que brinda el viaje de los jóvenes dirigentes peronistas del MRP, gentilmente invitados por Uds, para hacerle llegar junto con mi saludo más fraternal y amistoso, las expresiones de nuestra admiración hacia Ud., su Gobierno y su Partido; que han sabido llevar a la Nación China el logro de tantas e importantes victorias, que ya el mundo capitalista ha comenzado por reconocer y aceptar.

Su pensamiento y su palabra de Maestro Revolucionario, han calado hondo en el alma de los pueblos que luchan por liberarse -nosotros entre ellos- que nos debatimos, en estos últimos diez años, en marchas y contramarchas propias del proceso de un pueblo, que va preparando las condiciones más favorables para la lucha final contra el Imperialismo Norteamericano y sus aliados permanentes -entre ellos ahora, los actuales dirigentes soviéticos- se equivocan cuando piensan que con el engaño de una falsa coexistencia pacífica podrán detener la marcha de estos pueblos sedientos de justicia en pos de su liberación.-

El ejemplo de CHINA POPULAR, hoy base inconmovible de la Revolución Mundial, permite a los hombres de las nuevas generaciones prepararse para la larga lucha con más claridad y firme determinación.

La acción nefasta del Imperialismo, con la complicidad de las clases traidoras, han impedido en 1955 que nosotros cumpliéramos la etapa de la Revolución Democrática a fin de preparar a la clase trabajadora para la plena y posterior realización de la Revolución Socialista. Pero, de la derrota de esa fecha, hemos recogido grandes ejemplos que nos permiten prepararnos con mucha más firmeza, para que nuestro pueblo pueda tomar el poder y así instaurar la era de gobierno de los oprimidos -la clase trabajadora- única capaz de realizar una política de paz y felicidad para nuestro pueblo. Nuestros objetivos son comunes -por eso me felicito de este contacto de nuestros luchadores con esa gran realidad que son ustedes.

En lo fundamental somos coincidentes, y así lo he expresado muchas veces ante nuestros compañeros, la clase trabajadora y peronista de Argentina. Quedan los aspectos naturales y propios de nuestros países, que hacen a sus condiciones socio-económicas, y que modifican en cierta forma la táctica de lucha.

Los compañeros portadores sabrán explicar de viva voz nuestros puntos de vista, y el gran deseo de que la más profunda y sincera de las amistades se consolide entre nosotros.

Reciba, querido Presidente, las seguridades de nuestros mejores sentimientos. Somos confiantes en el triunfo de la justicia y la verdad. Nada ni nadie podrá detener la hora de los pueblos.

Por el triunfo de nuestras comunes luchas, por el triunfo y la felicidad el Pueblo Chino; por la liberación de los pueblos oprimidos, con toda amistad,

Un gran abrazo,

Juan Perón.”

Por último al efecto de seleccionar tres cartas de la nutrida correspondencia de Perón, escribió a su lugarteniente John William Cooke en los siguientes términos: “Los que tomen una casa de oligarcas y detengan o ejecuten a los dueños se quedarán con ella. Los que tomen una estancia en las mismas condiciones se quedarán con todo, lo mismo que los que ocupen establecimientos de los gorilas y enemigos del Pueblo. Los Suboficiales que maten a sus jefes y oficiales y se hagan cargo de las unidades tomarán el mando de ellas y serán los jefes del futuro. Esto mismo regirá para los simples soldados que realicen una acción militar” (Correspondencia Perón-Cooke, Buenos Aires, Editorial Cultural Argentina, 1956/1972, Vol. I, p. 190).

 

No todos los dirigentes populistas son tan crudos y francos, pero en todos anida la manía de arrogarse facultades de iluminados que les molesta que se los acose pero acosan a los demás de modo sistemático. Son los que consideran a su prójimo como infradotado que siempre hacen las cosas mal en sus vidas, haciendas y con sus hijos por lo que necesitan ser amaestrados por los soberbios del populismo.

 

También Perón proclamó “Al enemigo, ni justicia” (carta de Perón de su puño y letra dirigida al Secretario de Asuntos Políticos Román Alfredo Subiza, cit. por J. J. Sebreli, Los deseos imaginarios del peronismo, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1983, p. 84). En otra ocasión anunció que “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (discurso de Perón por cadena oficial de radiodifusión el 18 de septiembre de 1947, Buenos Aires). Por último, para ilustrar las características del peronismo, Perón consignó que “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente” (Marcha, Montevideo, febrero 27 de 1970).

 

Algunos aplaudidores y distraídos han afirmado que “el tercer Perón” era distinto sin considerar la alarmante corrupción de su gobierno realizada principalmente a través de su ministro de economía José Ber Gelbard quien además provocó un grave proceso inflacionario (que denominaba “la inflación cero”) y volvió a los precios máximos de los primeros dos gobiernos peronistas (donde al final no había ni pan blanco en el mercado), el ascenso de cabo a comisario general a su otro ministro (cartera curiosamente denominada de “bienestar social”) para, desde allí, establecer la organización criminal de la Triple A. En ese contexto, Perón después de alentar a los terroristas en sus matanzas y felicitarlos por sus asesinatos, se percató que esos movimientos apuntaban a copar su espacio de poder debido a lo cual optó por combatirlos y, también  a la vuelta de su exilio, se decidió por abrazarse con Ricardo Balbín (un antiguo opositor que a esa altura se había peronizado).

 

Como hemos apuntado antes, se ha probado una y mil veces la corrupción astronómica del régimen (Américo Ghioldi, Ezequiel Martínez Estrada), su fascismo (Joseph Page, Eduardo Augusto García), su apoyo a los nazis (Uki Goñi y el antes citado Silvano Santander), su censura a la prensa (Robert Potash, Silvia Mercado), sus mentiras (Juan José Sebreli, Fernando Iglesias), la cooptación de la Justicia y la reforma inconstitucional de la Constitución (Juan A. González Calderón, Nicolás Márquez), su destrucción de la economía (Carlos García Martínez, Roberto Aizcorbe), sus ataques a los estudiantes (Rómulo Zemborain, Roberto Almaraz), las torturas y muertes (Hugo Gambini, Gerardo Ancarola), la imposición del unicato sindical y adicto (Félix Luna, Damonte Taborda). ¿Qué más puede pedirse para descalificar a un régimen?

 

Sin embargo, en nuestro medio se recurre a la tragicómica expresión “peronismo racional” una flagrante contradicción en los términos. En realidad una chanza tragicómica. Desde luego que lo dicho no se circunscribe al peronismo, hay sobradas muestras en el mundo de autoritarismos semejantes que operan bajo el rótulo de populismo para significar su concordancia con “los deseos del pueblo”, cuando en todos los casos naturalmente han destruido las posibilidades de progreso moral y material de los gobernados, muy especialmente de los más necesitados, generalmente apoyados por estructuras sindicales basadas en figuras fascistas como la personería gremial y “los agentes de retención” que obligatoriamente echan mano al fruto del trabajo ajeno para que los titulares no dispongan de lo suyo en pos de engrosados bolsillos de matones que la juegan de “protectores de los pobres”.

 

Economías alambradas, inflaciones galopantes, regulaciones asfixiantes, endeudamientos públicos colosales, gastos astronómicos de los aparatos estatales, impuestos insoportables y demás parafernalia son las indefectibles recetas de los populismos siempre estatistas y corruptos.

 

Como también hemos señalado en otras oportunidades, el nivel de vida no se mejora con voluntarismos enfundados en decretos sino en incrementos en las tasas de captitalización (a contracorriente de aquello de “combatiendo al capital”), lo cual, a su vez, solo puede lograrse en el contexto de marcos institucionales civilizados donde se respete el derecho de todos. Las mal llamadas “conquistas sociales” provocan desempleo, especialmente de la gente que más necesita trabajar, al imponer salarios y equivalentes que no se condicen con el nivel de ahorro interno y externo captados en inversiones productivas. Por eso es que en todos los populismos el nivel de vida se contrae lo cual se agrava con el establecimiento de sistemas de pensiones compulsivas y quebradas por un nefasto procedimiento de reparto.

 

Las redistribuciones de ingresos operadas desde los aparatos estatales necesariamente van a contracorriente de las asignaciones realizadas por los consumidores según sean sus prioridades y requerimientos. El machacar con el igualitarismo de resultados siempre conspira contra mejores ingresos para la población puesto que arrancan el fruto del trabajo de los más eficientes que son precisamente los que permiten el ascenso en la pirámide patrimonial a los que vienen desde la base, situación que es bloqueada y saboteada por impuestos que no permiten la movilidad social según la capacidad de cada cual de servir a sus semejantes.

 

En este cuadro de situación se termina por favorecer a pseudoempresarios que se alían con el poder político para usufructuar de privilegios que permiten explotar miserablemente a sus semejantes. No es necesario mostrar que peronismo deriva de Perón por lo que ese estigma está presente en todos sus partidarios de cualquier vertiente que no pueden alegar ignorancia del significado de las palabras a que recurren. No resulta posible a esta altura desconocer segmentos decisivos de la historia, en este caso, argentina. No podemos mirar para otro lado ni jugar a los distraídos.

 

En el caso que nos ocupa principalmente en esta nota, sería bueno para los argentinos que, como primer paso, nos diéramos cuenta de la importancia de respetar principios republicanos elementales y en esa línea argumental supiéramos leer adecuadamente nuestra propia historia para no repetir los tumbos que hasta ahora han sido causados por peronismos e imitadores de peronismos.

 

De esos flancos -como están flojos de papeles- solo se les ocurre contestar con tragicómicas calificaciones como la de “gorila” a quienes se oponen al autoritarismo, pero ni siquiera son originales en esto. Fue Aldo Cammarota quien en plena efervescencia conspirativa, en marzo de 1955, parodió en su programa radial “La revista dislocada” la producción cinematográfica Mogambo filmada en África con Clark Gable y Eva Gardner en la que un fulano asustado frente a cada ruido en la selva exclamaba “deben ser los gorilas, deben ser”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba.

EL CASO DEL PERONISMO

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Resulta sumamente curioso pero a esta altura del siglo xxi cuesta creer que existan aun personas que seriamente se dicen peronistas. Se ha probado una y mil veces la corrupción astronómica del régimen (Américo Ghioldi, Ezequiel Martínez Estrada), su fascismo (Joseph Page, Eduardo Augusto García), su apoyo a los nazis (Uki Goñi, Silvano Santander), su censura a la prensa (Robert Potash, Silvia Mercado), sus mentiras (Juan José Sebreli, Fernando Iglesias), la cooptación de la Justicia y la reforma inconstitucional de la Constitución (Juan A. González Calderón, Nicolás Márquez), su destrucción de la economía (Carlos García Martínez, Roberto Aizcorbe), sus ataques a los estudiantes (Rómulo Zemborain, Roberto Almaraz), las torturas y muertes (Hugo Gambini, Gerardo Ancarola), la imposición del unicato sindical y adicto (Félix Luna, Damonte Taborda). ¿Qué más puede pedirse para descalificar a un régimen?

 

A este prontuario tremebundo cabe agregar apenas como muestra cuatro de los pensamientos de Perón, suficientes como para ilustrar su catadura moral. En correspondencia con su lugarteniente John William Cooke: “Los que tomen una casa de oligarcas y detengan o ejecuten a los dueños se quedarán con ella. Los que tomen una estancia en las mismas condiciones se quedarán con todo, lo mismo que los que ocupen establecimientos de los gorilas y enemigos del Pueblo. Los Suboficiales que maten a sus jefes y oficiales y se hagan cargo de las unidades tomarán el mando de ellas y serán los jefes del futuro. Esto mismo regirá para los simples soldados que realicen una acción militar” (Correspondencia Perón-Cooke, Buenos Aires, Editorial Cultural Argentina, 1956/1972, Vol. I, p. 190).

 

También proclamó “Al enemigo, ni justicia” (carta de Perón de su puño y letra dirigida al Secretario de Asuntos Políticos Román Alfredo Subiza, cit. por J. J. Sebreli, Los deseos imaginarios del peronismo, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1983, p. 84). En otra ocasión anunció que “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (discurso de Perón por cadena oficial de radiodifusión el 18 de septiembre de 1947, Buenos Aires). Por último, para ilustrar las características del peronismo, Perón consignó que “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente” (Marcha, Montevideo, febrero 27 de 1970).

 

Algunos aplaudidores y distraídos han afirmado que “el tercer Perón” era distinto sin considerar la alarmante corrupción de su gobierno realizada principalmente a través de su ministro de economía José Ber Gelbard quien además provocó un grave proceso inflacionario (que denominaba “la inflación cero”) y volvió a los precios máximos de los primeros dos gobiernos peronistas (donde al final no había ni pan blanco en el mercado), el ascenso de cabo a comisario general a su otro ministro (cartera curiosamente denominada de “bienestar social”) para, desde allí, establecer la organización criminal de la Triple A. En ese contexto, Perón después de alentar a los terroristas en sus matanzas y felicitarlos por sus asesinatos, se percató que esos movimientos apuntaban a copar su espacio de poder debido a lo cual optó por combatirlos y, también  a la vuelta de su exilio, se decidió por abrazarse con Ricardo Balbín (un antiguo opositor que a esa altura se había peronizado).

 

A nuestro juicio la razón por la que se prolonga el mito peronista se basa en la intentona de tapar lo anterior con una interpretación falaz de lo que ha dado en llamarse “la cuestión social”. Esto ha penetrado en prácticamente todos los ámbitos de la vida social. No son pocos los conservadores que argumentan que no es cierto que Perón haya sido pionero en materia social ya que lo fueron ellos, los conservadores, y así se suscita una carrera para ver quienes fueron los adelantados en este tema, sin percatarse que precisamente en la cuestión social estaba el problema, especialmente para los más necesitados.

 

Lo primero es comprender cual es la causa de los ingresos y salarios en términos reales que reside en la tasa de capitalización, es decir, ideas innovadoras, maquinaria,  tecnología, equipos que hacen de apoyo logístico al trabajo al efecto de incrementar su rendimiento. No hay otra cosa. Si observamos el mapa del mundo concluiremos que allí donde las referidas tasas de capitalización son mayores, también resultan mayores los ingresos. Sin duda que para que esas inversiones tengan lugar es menester que los marcos institucionales garanticen el uso y la disposición de las respectivas propiedades. Los salarios no son en modo alguno más altos debido a la generosidad ni a la prebenda sino que, como queda dicho, son el fruto de mayores inversiones per capita.

 

Los pagos adicionales con automóviles, seguros de salud, vacaciones, reducciones de jornadas laborales, oficinas elegantes, bonos y premios varios, músicas funcionales, coberturas por accidentes y todo lo que uno pueda imaginarse de atenciones no son consecuencia del decreto sino de las tasas de capitalización que obligan al empleador a proceder de esa manera. Al contrario, el decreto que se traduce necesariamente en montos superiores a los del mercado (de lo contrario  no tiene sentido el decreto) expulsa a los destinatarios y los condena al desempleo. Generalmente los destinatarios de los decretos de salarios mínimos, vacaciones, jornadas laborales y aguinaldos (esto último es un insulto a la inteligencia ya que inexorablemente significa menores salarios durante el resto año), habitualmente son los que más necesitan trabajar que, paradójicamente, son los que primero son desempleados (cuando no se intenta disimular a través de la inflación que derrite salarios). Si esos mal llamados beneficios se extendieran a los gerentes y otros funcionarios de jerarquía, es decir,  si las remuneraciones por decreto superaran sus retribuciones, ellos serían los que serían expulsados del mercado y condenados al desempleo.

 

No hay magias en economía, los factores de producción son escasos (si hubiera de todos para todos todo el tiempo no habría necesidad de trabajar) y el factor por excelencia es el trabajo intelectual y manual ya que sin su concurso no puede concebirse la producción de ningún bien o la prestación de servicios. No hay por ende sobrante de aquel factor escaso en un mercado abierto, a saber, allí donde los arreglos contractuales son libres. En cambio, como decimos, cuando los aparatos estatales intervienen el resultado es la desocupación.

 

En una sociedad abierta los sindicatos son manifestaciones libres y voluntarias en las que deciden los asociados cuales han de ser sus características, pero lo que es incompatible con la libertad es la sindicación y aportes forzosos como lo son en la mayor parte de las sociedades en las que se impone una legislación fascista del unicato como, por ejemplo, la establecida por el peronismo, es decir, las leyes de asociaciones profesionales y convenios colectivos que Perón copió de la Carta de Lavoro de Mussolini.

 

Por su parte, las huelgas significan que los trabajadores, contemplando los contratos previos, pueden ejercer su derecho a no trabajar, lo cual es muy diferente a imponer por la fuerza que otros no trabajen lo cual se basa en la intimidación y no en elecciones voluntarias.

 

En este sentido las denominadas “conquistas sociales” del peronismo han constituido un obstáculo formidable para el incremento de los salarios en términos reales de los más débiles económicamente debido a los desajustes señalados, lo cual se agrava si simultáneamente se adoptan políticas que de hecho bloquean las inversiones al distorsionar precios con pretendidos controles, establecer alta presión tributaria, introducir manipulaciones monetarias y en el sector externo, tal como lo hicieron los gobernantes peronistas y sus imitadores.

 

Asimismo, el peronismo en su primera etapa aniquiló innumerables ahorros de quienes colocaban sus fondos en pequeños terrenos y departamentos para alquilar que fueron destruídos con las leyes de alquileres y desalojos, al tiempo que se estableció compulsivamente un sistema que anticipadamente estaba quebrado como es actuarialmente el de reparto, lo cual se agravó cuando se utilizaron esos recursos para fines partidarios.

 

Francamente, si se pudieran lograr mejoras en el nivel de vida por medio del decreto que da lugar a las antedichas “conquistas sociales”, deberíamos ser más generosos y hacer de una vez millonarios a todos, pero lamentablemente las cosas no son así. Finalmente también debe destacarse que esas pretendidas conquistas dan lugar a todo tipo de chicanas y corruptelas en el fuero laboral que encarecen aun más el proceso productivo. El apoyo y el soporte mejor y más eficaz para el trabajador (que aunque resulte en un pleonasmo, son todos los que trabajan y no los de una “clase”) es contar con un Estado de Derecho robusto en cuyo contexto opera una Justicia expeditiva para proteger los derechos de todos y no que se acepte que solo van presos los ladrones de gallinas mientras quedan impunes políticos corruptos. Esta tendencia se extiende, entre otras muchas cosas, cuando se da cabida a pseudoempresarios que operan al amparo del poder político que le otorga mercados cautivos para poder explotar a la gente.

 

¿Qué se puede hacer entonces con el peronismo? Absolutamente nada más que intentar persuadirlos del error y de los serios problemas que generan sus ideas para todos pero muy especialmente para los más pobres que aumentan su pobreza cada vez que aquellas propuestas se ejecutan. Como he consignado con anterioridad, todas las ideas deben competir en el debate y en las urnas por más estrafalarias que resulten.

 

Todos provenimos de las cavernas y de la miseria, es decir del cien por cien bajo la línea de pobreza. La forma de progresar consiste en el respeto irrestricto a los logros del vecino y no recurriendo a la fuerza para arrancar el fruto del trabajo ajeno. Cuando votamos en el supermercado y afines estamos asignando recursos y consecuentemente establecemos diferencias en los patrimonios según como satisfagan nuestras demandas, la redistribución coactiva de los aparatos estatales contradice aquellas indicaciones y por ende desperdicia capital, lo cual indefectiblemente reduce niveles de vida.

 

Por último y como una nota al pie, transcribo una carta del Ministro Consejero de la Embajada de Alemania en Buenos Aires Otto Meynen a su “compañero de partido” en Berlín, Capitán de Navío Dietrich Niebuhr O.K.M, fechada en Buenos Aires, 12 de junio de 1943, en la que se lee que “La señorita Duarte me mostró una carta de su amante en la que se fijan los siguientes lineamientos generales para la obra futura del gobierno revolucionario: ´Los trabajadores argentinos nacieron animales de rebaño y como tales morirán. Para gobernarlos basta darles comida, trabajo y leyes para rebaño que los mantengan en brete´” (copia de la misiva mecanografiada la reproduce S. Santander en  Técnica de una traición. Juan D. Perón y Eva Duarte, agentes del nazismo en la Argentina, Buenos Aires, Edición Argentina, 1955, p.56). La cita de Perón es usada también por Santander como epígrafe de su libro.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

SOBRE LA PATRIA

Por Alberto Benegas Lynch (h)

En esta instancia del proceso de evolución cultural, la idea de nación es solo para evitar los inmensos riesgos de la concentración de poder que significaría un gobierno universal. En sociedades abiertas, el fraccionamiento ayuda a preservar los derechos individuales con cierta competencia entre países y, a su vez, cada uno subdivide internamente las jurisdicciones en provincias y éstas, a su turno, en municipios. Un gobierno universal no cuenta con la dispersión del poder y, por tanto, no permite fraccionarlo y no hay escapatoria posible frente a un aparato estatal único que abarque el planeta.

Entonces, ese es el único sentido de las fronteras que son consecuencia de accidentes geológicos y, sobre todo, de acciones bélicas. No hay en ello nada natural. Los idiomas no separan a los países puesto que hay muchos que contienen diversas lenguas y dialectos, como Canadá, Suiza y España. No son fruto de las llamadas “razas” puesto que tal cosa no existe como, entre muchos otros, explica Spencer Wells (recordemos la noción idiota que desconoce que el judaísmo es una religión, por ello es que en los campos de concentración de los criminales nazis había que rapar y tatuar a los prisioneros para distinguirlos de sus captores) y que los rasgos físicos son circunstanciales y se modifican con la ubicación geográfica y que los grupos sanguíneos son cuatro para toda la humanidad.

Innumerables son los mestizajes entre las personas y los movimientos migratorios son permanentes lo cual, como especialmente apuntan Mario Vargas Llosa, Thomas Sowell y Juan José Sebreli, convierte a la cultura en algo cambiante y evolutivo en cuyo contexto hay un constante intercambio de hábitos, costumbres, vestimentas, comidas, arquitecturas, músicas que a veces se toman como propias sin percibir que son el resultado de largos procesos de entregas y recibimientos que, a su vez, generan nuevos resultados.

Es por ello que las pretensiones de establecer culturas alambradas constituyen una de las manifestaciones más claras y rotundas del espíritu cavernario. De todos modos, conciente o inconcientemente, persiste en ciertos círculos manifestaciones de nacionalismo a través de la expresión “patria” que tomada literalmente significa “tierra de los padres”, lo cual revela un afecto natural por el terruño, por los lugares donde vivieron nuestros mayores, incluso por los tiernos recuerdos que suscitan los olores, los ruidos e infinitas imágenes de nuestros barrios (lo cual para nada autoriza a descalificar a quienes abandonan sus lugares de nacimiento en busca de otros horizontes tal como lo han hecho la mayor parte de nuestros antepasados).

Pero el uso habitual y más generalizado de patria se extiende a conceptos distintos que abarcan territorios vastos y extendidos que hacen que se hable del amor global a tal o cual país  que es similar a sostener que se ama a tal o cual latitud geográfica o isobara o tal o cual hemisferio o que se ama a tal o cual estrella en el firmamento. Este concepto extendido lamentablemente no se refiere al respeto a los derechos individuales sino que se circunscribe a un instinto territorial y a una equivocada acepción de la soberanía que, como nos dice Bertand de Jouvenel, en lugar de aplicarla a cada individuo se la vincula a manifestaciones diversas de los aparatos estatales.

Más aun, como escribe Juan Bautista Alberdi “El entusiasmo patrio es un sentimiento peculiar de guerra, no de la libertad” o como concluye Esteban Echeverría “la patria no es la tierra sino la libertad, el que se queda sin libertad se queda sin patria”. Desafortunadamente, las ideas contrarias son frecuentemente inculcadas a los niños, puesto que desde la más tierna infancia se los obliga a cantar himnos guerreros, a marchar, a uniformarse, a no discutir con ninguna autoridad y a estudiar historia en términos de municiones y pertrechos de guerra. Por ese lavado de cerebro que forma autómatas es que hoy cuesta tanto a muchos adultos sacarse de la cabeza la idea de patria en el sentido de limitarse a la reverencia a pedazos de tierra, lo cual se estima debe “protegerse” del extranjero y del intercambio libre de bienes y servicios que “invaden” cual tropas de ocupación (me referí detenidamente a esto en mi largo ensayo publicado hace un tiempo en una revista académica chilena, titulado “Nacionalismo: cultura de la incultura”).

Se quiera o no, estos dislates nacionalistas, tarde o temprano conducen a la demanda por líderes mesiánicos. Tomemos el caso de Franco a título de ejemplo. Luego del final desafortunado de Manuel Azaña y las muy sospechosas muertes de los generales conservadores Sanjurjo y del Llano, comenzó lo que Segundo V. Linares Quintana denomina “el Estado paternalista español” que “se inspira visiblemente en la línea ideológica del fascismo italiano y del nacionalsocialismo alemán”. En este sentido, es de interés prestar atención a lo escrito por Luis del Valle Pascual, profesor de derecho constitucional que adhería al régimen, quien referido al franquismo consignaba que: “en el Estado nuevo, el pueblo político deposita, como hemos dicho, su confianza plena en un jefe y éste es el que desarrollará con actos decisionales y normas coactivas las exigencia más profundas de la comunidad nacional […] su voluntad será la voluntad de la comunidad misma. El jefe es así, no solo el supremo conductor, sino el intérprete y definidor de la voluntad nacional. Y mientras cuente con la voluntad plebiscitaria, como se afirma del führer en Alemania, podrá decirse que tiene siempre razón. El simboliza la realidad más profunda de la dirección nacional. Indiscutiblemente aparece como el órgano supremo del destino de la comunidad”.

Todos los personeros del régimen y “el generalísmo” usaban y abusaban de la idea de patria en el contexto de un poder sustentado en la tenebrosa combinación entre la religión y la espada, basado en el autoritarismo y en la judeofobia tal como lo prueban los textos escolares obligatorios de la época. Por ejemplo, en Historia del imperio español y de la hispanidad de Feliciano Cereda se lee sobre “el carácter judío, su actuación hipócrita y sus tendencias sociales que tantas veces han llevado a España a la ruina” y en Así quiero ser, el niño del nuevo Estado presentado por Hijos de Santiago Rodríguez se dice que “Nosotros, los subordinados, no tenemos más misión que obedecer. Debemos obedecer sin discutir […] Los españoles tenemos la obligación de acostumbrarnos a la santa obediencia”. Paul Preston en su célebre obra Franco, caudillo de España concluye que “Fue un dictador brutal y eficaz que resistió treinta y seis años en el poder y que le indujo a creer en las idas más banales” del mismo modo escribe  Salvador de Madariaga en España. Ensayo sobre historia contemporánea que “en lo único que piensa Franco es en Franco […] a fin de que el navío de su dictadura se mantenga a flote”.

Por todo esto es que podemos suscribir con gran beneplácito lo dicho por Demócrito en cuanto a que “la patria del sabio es el mundo entero” o lo escrito por Borges en el sentido de que “vendrán otros tiempos en los que seremos cosmopolitas como querían los estoicos” o lo dicho por Fernando Savater que “cuanto más insignificante se es en lo personal, más razones se buscan de exaltación en lo patriótico” o finalmente (para no cargar de citas) lo asentado por Lord Acton: “la teoría de la nacionalidad es más absurda y más criminal que la teoría del socialismo”.

En otros términos, los cánticos patrióticos -patrioteros en nuestra línea argumental- no ayudan a fortalecer la noción vital de las autonomías individuales y son hipócritas en cuanto a que declaman eso de “toma mi mano hermano” a menos que se trate de extranjeros los cuales, como queda dicho, son sospechosos de “invadir” territorios con sus personas y con sus bienes y servicios contra los cuales hay que “defenderse”. El espíritu cosmopolita y el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros (de todos) resulta el aspecto medular de la buena educación, lo cual constituye la columna vertebral de la convivencia pacífica y comprender que todos somos distintos con lo que las generalizaciones son del todo inconducentes. En este último sentido, tengamos presente la respuesta de Chesterton cuando le preguntaron que opinaba de los franceses: “no se porque no los conozco a todos”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.