Como un turco en la neblina

Carlos Saúl Menem eligió enfrentar los principales problemas de Argentina con sumo coraje y maestría. Se constituyó en un capitán que, con liderazgo y determinación, intentó virar la proa de nuestra Nación hacia mejores vientos.

Por Mauricio Alejandro Vázquez. Publicado el 17/2/21 en: https://www.dataclave.com.ar/opinion/como-un-turco-en-la-neblina_a602c6e0e0a4d5c043cfc5f96

Quienes amamos la política y la historia, sabemos que el presente no suele ser justo con los hombres. Tampoco, muchas veces, lo es el futuro. Tiranos son reivindicados décadas después de sus muertes. Héroes son vituperados en vida para luego ser ponderados por las ansias de revisar qué se dijo de ellos, años después. En ambos casos, también, sucede lo contrario. Lo extraño es ser consiente de esos procesos y vivirlos.

Desde esa conciencia, hoy hago mi pequeño aporte.

Como consultor político, el primer consejo que debe dársele a un candidato con chances ciertas de llegar a la presidencia es que elija no más de dos, cuando mucho tres, ejes principales de gestión y solo se enfoque en ellos. Dejar de lado la tentación de refundar países, de transformar todo, de ser para el pueblo en cuestión “el hombre del antes y el después”, es algo que pocos comprenden al llegar a los sillones de mando, pero que resulta símbolo distintivo de los que, al irse, dejan un sano legado. Del mismo modo, la tentación de transcurrir sin pena ni gloria por la presidencia, surfeando las problemáticas de fondo de la nación que se lidera, con ánimos especulativos, también debiera desaconsejarse, si se considera la sacralidad que ser elegido por un pueblo para gobernarlo, realmente constituye.

Desconozco, sinceramente, si alguien tuvo esas conversaciones con el dos veces ex presidente en esos meses antes de hacerse con el sillón de Rivadavia. Lo que sí puedo afirmar, es que Menem, como tal vez ninguno antes en décadas, y mucho menos desde la vuelta de la democracia y después, eligió enfrentar los principales problemas de este país con sumo coraje y maestría, y en la neblina histórica en la que se encontraba nuestro país entonces, se constituyó en un capitán que, con liderazgo y determinación, intentó virar la proa de nuestra nación hacia mejores vientos.

El riojano fue el primero en retomar la senda que, con conciencia renovada, había comenzado a recorrer Juan Domingo Perón en su tercera presidencia. Si el proyecto conciliador que el abrazo con Balbín simbolizaba quedó trunco por la muerte de Perón, el accionar violento de la guerrilla y los bloqueos especulativos de algunos que hoy son vistos como héroes de la democracia, la restitución de los restos de Juan Manuel de Rosas y el posterior abrazo con el Almirante Isaac Rojas, dieron muestras de la capacidad de Menem de trabajar en post de terminar con uno de nuestros problemas principales como país: la hoy denominada “grieta”.

Del mismo modo, nuestra geoestratégica posición sureña en el globo, nos ha mantenido a lo largo de la historia alejados del mundo. Este hecho, reforzado por prejuicios ideológicos que cobraron fuerza en los primeros años del Siglo XX, explica en gran medida el fracaso económico y político de nuestro país, al mismo tiempo que permite comprender por qué durante tantas décadas vivimos sosteniendo ideas vetustas y fallidas, que fueron despreciadas incluso por las naciones que dieron lugar a su origen. Menem, como pocos antes, vio en los años de la globalización la oportunidad de desterrar esta problemática y, tal vez con la mejor diplomacia que este país supo tener desde los años de su constitución como tal, incorporó a la Argentina en el sendero de los países alineados con la libertad republicana y el desarrollo económico.

Dos objetivos de esta magnitud ya debieran bastar para ponderar la grandeza de sus años como presidente, pero permítame el lector señalar incluso uno más: Menem finalmente permitió a los argentinos repensar los prejuicios morales e ideológicos que han favorecido (y lamentablemente siguen hoy favoreciendo) la multiplicación de la miseria, el desprecio por la riqueza y la desconfianza para con el sector privado (único motor real de la economía).

Hoy, décadas más tarde, y frente al flagelo de una pobreza creciente, un país sin rumbo, una grieta que se agiganta, relaciones diplomáticas ruinosas y una angustiosa realidad que no permite siquiera el ungüento paliativo de la esperanza, muchos han comenzado ese camino de reivindicar la figura de Carlos Saúl Menem; camino que confío se acrecentará a partir de su deceso, por esta tendencia tan nuestra a no saber honrar en vida.

Para cerrar, tal vez se pregunte el lector si solo tengo para señalar aciertos del ex presidente y si se me olvidan sus errores, licencias y hasta miserias. Por el contrario, lejos de todo fanatismo, podría dedicar páginas enteras a todo aquello que pudo o incluso debió hacerse mejor.

Pero dejo esa tarea a los que durante tantos años se entrenaron en destruir con habilidad la imagen del “Turco”; de agigantar sus errores y directamente ocultar sus aciertos, en un denodado intento propagandístico que preparó exitosamente el terreno para el regreso de todo aquello que tanto mal le hizo al país y que Carlos Saúl Menem dedicó dos presidencias a desterrar.

Mauricio Alejandro Vázquez es Título de Honor en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, Magister en Ciencias del Estado por la Universidad del CEMA, Magister en Políticas Publicas por la Universidad Torcuato Di Tella y coach certificado por la International Coach Federation. Ha trabajado en la transformación de organismos públicos y empresas. Actualmente es docente de Teoría Política, Ética, Comunicación, Metodología y administración en UADE y de Políticas Públicas en Maestría de ESEADE. También es conferencista y columnista en medios como Ámbito Financiero, Infoabe, La Prensa, entre otros. Síguelo en @triunfalibertad

Church Voices On Socialism And Cultural Marxism

Por Alejandro Chafuen: Publicado el 22/7/19 en: https://www.forbes.com/sites/alejandrochafuen/2019/07/22/church-voices-on-socialism-and-cultural-marxism/#11ed7d03796b

 

Now that socialism is fashionable again in some circles, it pays to know it well. Socialism is attracting acolytes especially in certain age brackets and in countries that have not suffered under its most radical impersonations. When describing “socialism,” few people are thinking of North Korea or the old USSR, or even Venezuela. The term is used to describe a range of countries as different as Cuba and Sweden. Depending on ideological or propaganda goals, Sweden is described either as an example of democratic socialism or as a mostly free economy.

One of the theaters of this debate is the Roman Catholic Church. At least for some of us who remember the ’70s, it is déjà vu all over again. During my teenage years, communist forces tried to take over Latin America. Understanding that “the people could not be against the people,” socialists tried to infiltrate popular institutions and movements. The Catholic Church was one of their targets. Populist political parties were another. One was the Justicialista Party founded by Juan Domingo Perón in my native Argentina. In both cases communists failed to take complete control. Their ideologues and partisans, however, never abandoned their goals.

Although some diehard socialists still fought for traditional Marxism, which focused on the nationalization and state control of the means of production, by the 1980s it was apparent that the left was becoming more prudent with its economic goals. One example was the policies implemented by Felipe González of the Spanish Socialist Workers Party. After becoming prime minister of Spain in 1982, González decided to follow market-oriented policies. He kept the culture and educational ministries in order to help mold future generations. The new socialists were relinquishing some of their economic goals but keeping their cultural objectives intact.

Among the clergy, one who anticipated the shift from economic Marxism to a cultural war was Father Fernando Ocáriz. In 1976, when many in the Church were following and disseminating Marxist-informed liberation theology, Ocáriz wrote An Introduction to Marxism. This was an accurate description of Marxist philosophy and was highly critical of its impact. Many aspects of liberation theology, especially its Marxist framework, were later condemned officially by the Vatican, but in 1976 few Catholic priests had the courage and clarity to confront Marxism.

Another early critic was a Jesuit, Father Enrique Menéndez Ureña (1939-2014). In 1981 he published a book, El mito del cristianismo socialista (“The Myth Of Christian Socialism”). The English translation only appeared in 1988, published by the Franciscans with a title which, unlike the Spanish edition, did not anticipate the anti-socialist conclusion: Capitalism Or Socialism?: An Economic Critique for Christians. In his book, Menéndez Ureña gives socialists’ goodwill the benefit of the doubt, but when describing the nature and outcomes of socialism he concludes that Christians should not opt for it. In addition, he predicted the fall of communist economies. In response Menéndez Ureña was attacked by members of his own religious order. It distressed him, but he answered with another book titled Left-wing Neoclericalism. He also became a member of the Mont Pelerin Society, the prestigious society of free-market economists. Unfortunately he died at the relatively young age of 76.   

Returning to Ocáriz, we can note that when he wrote his book communists were still pursuing their full agenda – much more totalitarian than, for example, today’s Chinese or Cuban communism. Even labor as a means of production was strictly controlled. Workers were not allowed to move about freely. Nevertheless Ocáriz saw that full-fledged Marxism was losing appeal in the West. In order to make inroads, it began wearing new clothes, adopting bourgeois customs or what some would call bourgeois virtues. The term “cultural Marxism” refers to aspects of this agenda. The Institute for Social Research, an academic think tank at Goethe University in Frankfurt, is usually credited with seeing the weaknesses of Marxism and starting an entirely new angle of attack against capitalist societies and “Western values.”

Not everyone, however, associated socialism with state ownership of the means of production. Oswald von Nell-Breuning (1890-1991) was a noted Jesuit scholar who was extremely influential in the drafting of the Pius XI’s 1930 encyclical Quadragesimo anno, which built on the groundwork laid by Pope Leo XIII in his 1891 encyclical Rerum Novarum. He wrote forcefully in his Reorganization of Social Economy: The Social Encyclical Developed and Explained that a system could still be qualified as socialist even if the means of production were in private hands.

Antonio Gramsci (1891-1937) is often referred to as the “father of cultural Marxism.” Father Ocáriz wrote that the Gramsci’s way “seems to be the only way in which, at least today [i.e. late 1970s], the communist party can enter into the orbit of power of the countries of Western Europe.” This was especially due to the affinity of communists with the bourgeois spirit that dominated those countries. In some countries today, like Peru, they use the term “caviar left” to describe them. Fr. Ocáriz noted that Louis Althusser (1918-1990), a noted French Marxist philosopher, did not hesitate to label Gramscian Marxism as “bourgeois relativism.” For Ocáriz, the radical Marxist perversion is to “ensure that justice and injustice, good and evil, truth and lies (considered as capitalist ideological forms) finally disappear from the minds and hearts of men.”

He adds that this version of Marxism was the one most at work in the West, precisely because primitive Marxism, having impregnated a good part of Western cultures, “produced – as a counterforce – an inexplicable phenomenon for theoretical Marxists. The bourgeois spirit in its most pure state, to use [Augusto] Del Noce’s expression, is typical of the technological and consumerist society of the developed countries and the developed world.”

For Ocáriz, following Del Noce, this “bourgeois, atheistic, Western materialism is a post-Marxist philosophy, which could be encapsulated as one of the absolute relativist dogmas that goes against the revolutionary spirit and at the same time as a complete denial of tradition.” He predicted that it would get worse, resulting “in the sad current panorama, almost like a vicious circle in which the bourgeois spirit and the revolutionary spirit feed each other, creating terrible decay at all higher levels of man and society: religion, morals, ideals . . .”

Not that Ocáriz ignored the economic aspects of the problem: “The most definite characteristic of socialism – although in reality it is one of the applications of collectivism in general – is the denial of the right to ownership of the means of production.” Ocáriz added, “Private property is a natural right, and an expression of the most dignified aspects of human nature,” He quoted Pius XII, who stated that private property, together with marriage and family, tends by its nature “to form and develop man as a person, to protect him and to make him capable of contributing, through his voluntary collaboration and personal responsibility, to the maintenance and development, also personal, of social life.” (Christmas Message, December 24, 1952)

Regarding the outcomes of communism, we know now that in 100 years, regimes inspired by Marxism killed 100 million people. Ocáriz mentions some of them, such as those murdered by the Cheka (or Tcheka, precursor of the KGB) between 1917 and 1921. At the time those documented deaths amounted to 1,760,000. He writes that they “included 25 bishops, 1,200 priests, 20,000 public servants and 815,000 farmers. The numbers of those killed grew under Stalin, and amounted to 8 million in Ukraine alone.”

Few people remember, or sufficiently emphasize, that in many cases Marxists came to power by capturing social democratic parties. That was name of the political party taken over by Lenin. Their strategy is to hide their real colors for some time. Fidel Castro and Venezuelan Hugo Chávez hid part of their goals. Ocáriz wrote: “In order to create confidence among the bourgeois, Marxism – in addition to the alliances that it might consider useful – will present itself as an unflinching, hardcore defender of democracy, of freedom of association and speech, etc.” A segment of the libertarian movement finds it natural to form alliances with this new left. Once in power, communist and socialists believe it is consistent to abolish or redefine these rights.

While Marxists of the recent past failed to implement their entire agenda, they are winning in some areas. Atheism is growing in most of the West. They were also globalizers, as Ocáriz says: “[Gradually], as with Marxism-Leninism, or all at once as Trotsky dreamed, who long ago . . . argued that nation-states are barriers ‘to the development of productive forces.’” But the relativism and materialism produced by certain rationalist views were supposed to lead not to a Marxist utopia but to a “perfectly bourgeois” society.  Are we there yet? By some reactions in major Western countries it seems that the culture war is not over yet. But both the left and some libertarians (who object to being labeled as “right”) find common ground in a “bourgeois” world, which they push with different tactics and with different goals.

When Ocáriz wrote his introduction to Marxism he was just a young priest. He is now the “Prelate,” or highest authority, of Opus Dei, a Roman Catholic organization with more than 90,000 members, most of whom are laity. As members enjoy freedom of opinion in political and economic matters, I can’t expect him to write an introduction to “cultural Marxism” or to “21st-century socialism.” But I certainly hope that some with similar authority and knowledge, or talented Jesuits like the late Menéndez Ureña, will write such books that clarify non-Marxist socialism and the threats it poses for a free society today.

 

Alejandro A. Chafuén es Dr. En Economía por el International College de California. Licenciado en Economía, (UCA), es miembro del comité de consejeros para The Center for Vision & Values, fideicomisario del Grove City College, y presidente de la Atlas Economic Research Foundation. Se ha desempeñado como fideicomisario del Fraser Institute desde 1991. Fue profesor de ESEADE. Síguelo en @Chafuen 

Ber Gelbard, el referente económico de Cristina Kirchner, fue el padre del Rodrigazo

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 14/5/2019 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/05/14/ber-gelbard-el-referente-economico-de-cristina-fernandez-de-kirchner-fue-el-padre-del-rodrigazo/

 

Fue ministro durante 17 meses, bajo las presidencias de Héctor Cámpora, Juan Domingo Perón e Isabel Perón

Suele recordarse la gestión de José Ber Gelbard en Hacienda entre el 25 de mayo de 1973 y el 21 de octubre de 1974, como la etapa «inflación cero», un disparate que un simple gráfico con los índices de precios al consumidor de esa época, con precios congelados, muestran que su éxito fue artificial (por el congelamiento de precios), efímero y terminó en el famoso rodrigazo.

Para ponerlo en contexto histórico y comprender qué hizo, puede afirmarse que Gelbard fue el padre del monstruo que llevo al rodrigazo de 1975.

Gelbard armó el lío y Celestino Rodrigo solo destapó la olla torpemente y sin un plan económico consistente detrás, en un contexto político en que la interna peronista entre el ala fascista y el ala de izquierda, dirimía sus diferencias a los tiros y bombazos.

Así como Cristina Fernández de Kirchner dejó la herencia de un monstruo económico que Mauricio Macri lo enfrentó sin un plan económico consistente, Gelbard tiró la granada económica y salió corriendo. Por eso todos recuerdan el rodrigazo pero no recuerdan el lío que armó Gelbard, de la misma forma que todos despotrican contra Macri pero nadie recuerda el lío económico que dejó Cristina Fernández. En realidad el actual Presidente y sus asesores de comunicación hicieron lo imposible para que la gente no se enterara de la herencia que recibieron.

La visión de Gelbard sobre la inflación era que se producía por una puja distributiva y esto llevaba a inflación de costos, de manera que todo era cuestión de sentar en una mesa a las partes: empresarios, sindicalistas y gobierno y, a dedo, establecer la estructura de precios relativos. Para eso estaba Juan Domingo Perón a quién nadie le iba a discutir sus decisiones.

Dicho sea de paso,la mayoría de las fuerzas políticas de esa época creían, como ahora el kirchnerismo, que el problema de la inflación tiene que ver con los costos de producción, cuando la ciencia económica ha demostrado que no son los costos los que determinan los precios, sino que son los precios los que determinan los costos en que puede incurrir una empresa.

Establecido el acuerdo de precios, salarios y tarifas de los servicios públicos que iba a durar un par de años, el resultado de la inflación puede verse en el gráfico:

Cómo puede verse en el gráfico, en junio de 1973 el IPC cae el 2,9% con relación al mes anterior. ¿Hubo deflación? Ocurre que los burócratas de turno decidían cuáles eran los precios que podían cobrar las empresas y, el 9 de julio de ese año determinaron que los precios no podían ser mayores a los que cobraban el 1 de junio de ese año.

Es que los burócratas de ese momento consideraban que había empresarios que habían aumentado los precios para cubrirse ante un congelamiento que venían venir y obligaron a las empresas a bajar nuevamente los precios. No fue que los precios bajaron por menor demanda, más oferta o mayor productividad, sino que alguien se sentó con papel y lápiz y decidió qué precios se podía cobrar.

La baja de enero de 1974 se explica porque los aumentos de precios de los productos de importación y exportación que habían crecido el 86% y el 28% respectivamente, aumentos que se produjeron entre el segundo trimestre de 1973 y enero de 1974, determinaron que las empresas tuvieron que retrotraer precios sino se «justificaba su exacta incidencia» (recordar que la OPEP da marcha atrás a fines de 1973 con la reducción de la producción de petróleo y observar que en diciembre de 1973 el IPC se había disparado al 8,1% de aumento a pesar de tener congelados los precios). En otras palabras, por decisión burocrática se bajaron los precios en enero.

Para que el lector tenga una idea de lo enmarañado que era el control de precios, se estableció que por un tiempo las empresas no podías sacar nuevos productos, ni cambiar los envases o las cantidades que vendían. Había 23 comisiones que controlaba los precios, empresa por empresa. Para ellos había que analizar los costos de producción y luego fijar alguna tasa de rentabilidad que solo Dios sabe cómo la establecían. Pero mientras se entretenían con esta maraña de controles, ¿qué pasaba por el flanco fiscal? El gráfico 2 muestra que el déficit fiscal consolidado seguía aumentando.

Claro, al congelar las tarifas de los servicios públicos, las empresas estatales tenían pérdidas al igual que las empresas privadas, así que había que financiar esas pérdidas más el gasto público. Recordemos que el tipo de cambio era fijo, el mercado de cambios estaba regulado y los depósitos bancarios habían sido estatizados, por lo cual los bancos recibían los depósitos por cuenta y orden del BCRA. Los bancos eran simples sucursales del BCRA y recibían una comisión por las operaciones que realizaban en nombre de la autoridad monetaria.

La economía argentina estaba totalmente regulada al estilo soviético. Al respecto cabe recordar que Gelbard estaba afiliado al partido comunista, pero era un comunista con plata que cuando tuvo que exiliarse lo hizo en Estados Unidos y no en la Unión Soviética. Digamos que los progres argentinos como Cristina Fernández de Kirchner o José Ber Gelbard son de izquierda pero no fanáticos y cuando se trata de su plata, pueden ser los capitalistas más acérrimos.

Obviamente que con semejante déficit fiscal, la base monetaria tenía que aumentar, como puede verse en el gráfico previo y, por lo tanto, con tamaña expansión monetaria la inflación cero de Gelbard fue puro humo.

Semejantes distorsiones terminaron en la renuncia de José Ber Gelbard, a quién siguió Alfredo Gómez Morales que salió corriendo a los pocos meses viendo la herencia recibida y todo terminó en manos de Celestino Rodrigo que destapó la olla a presión e históricamente terminó pagando el costo del delirio de la inflación cero de Gelbard. A éste se lo recuerda como el héroe de la inflación cero y a Rodrigo por el rodrigazo que duró 2 meses en el cargo.

A Celestino Rodrigo le siguió Ernesto Corvalán Nanclares durante tres días, hasta que llegó Pedro Bonani que duró en el cargo menos de un mes. Luego volvió Ernesto Corvalán Nanclares durante 1 mes hasta que llegó Cafiero que estuvo 5 meses a quien reemplazó Emilio Mondelli durante un mes.

Desabastecimiento, inflación reprimida, estallido cambiario, tarifario y de precios y una economía agonizante en las puertas de la hiperinflación dejó la inflación cero de Gelbard, y lo que es más grave, congelamiento de los precios relativos que significa quitarle señales a la economía para establecer una eficiente asignación de recursos productivos.

Podría afirmarse que la famosa inflación cero de Gelbard fue el inicio de la aceleración de la decadencia argentina. Si hasta ese momento veníamos a los tumbos, a partir de la inflación cero de Gelbard perdimos por completo el rumbo, el cual seguimos sin encontrar.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

Operation Finale: Nazis In Our Midst

Por Alejandro Chafuen: Publicado el 6/9/18 en: https://www.forbes.com/sites/alejandrochafuen/2018/09/06/operation-finale-nazis-in-our-midst/#858ccca6eb22

 

Operation Finale, a film just released in the United States, is about the capture and kidnapping of Adolf Eichman (1906-1962) in a Buenos Aires suburb. Just a few weeks ago, Jakiw Palij, a National Socialist (Nazi) of much lower ranking, was finally deported from the United States. I do not know the producers of the movie but I imagine that the closeness of these facts is just a coincidence. It was not a coincidence that when I was born, another Nazi, Joseph Mengele (1911-1979), lived only three houses away from the house where I lived. Juan Domingo Perón (1895-1974), the founder of the party that destroyed and still haunts Argentina, gave cover and protection to Eichman, Mengele and many other Nazis.

Numerous Nazis fled to Argentina, Adolf Eichmann (left) and Josef Mengele (right) are the two most notorious cases

There are numerous historical books, novels and even movies about the members of the National Socialist extermination machine who fled to Argentina and other South American countries.

The Nazi who lived close to my family, Joseph Mengele, has been credited for being extremely astute in evading capture and changing addresses just in time. But many mistakes in official reports, perhaps some made on purpose, allowed him to avoid being properly tracked. From Argentina he moved to Paraguay and then to Brazil. He died after a stroke while swimming at a Brazilian beach not far from São Paulo.

It was only in the late 1970s that I started focusing on Mengele, “the Angel of Death.” Before that, my only reading about the Nazis in Argentina were the few references about the affinity between the National Socialists and Juan Perón that was recounted in Libro Negro de la Segunda Tiranía (Black Book of the Second Tyranny) published by a commission established by the military government who deposed him in 1955 and called for elections in 1958.

I became more interested after an encounter in 1978 while taking a short break from college and visiting friends near Toronto. In jest, the wife of my host accused all Argentines of protecting or harboring Nazis. “Why do you say this, there were some, but they were not all over,” I responded. She led me to a book published a few years before, Aftermath: Martin Bormann and the Fourth Reich, by Ladislao Farago. It was in this big book where for the first time I saw copies of official documents about Mengele, including his address in Argentina. I immediately recognized the neighborhood as well as a glaring mistake. It appeared in the cover of the seven-page, 10-count, Mengele indictment that came from Germany, dated June 5, 1959, but not received by the Argentines until 1960. It stated that Mengele’s address was Virrey Ortíz 970, in Vicente López, a suburb in Buenos Aires. I was born and spent 30 years of my life in Virrey Vértiz 930, in the same neighborhood, but Argentina never had a Virrey (Viceroy) Ortíz, or a street with such a name. As soon as I returned to Argentina from my studies, I was able to corroborate that indeed, Mengele had been our neighbor.

Documents about Nazis in Argentina are hard to certify as genuine. Document on left describes how Nazis were using submarines to smuggle their fortune in Argentina through accounts of Eva Duarte (later Eva Peron). Document on right shows the wrong address for Josef Mengele in a German indictment (Virrey Ortíz 970)PHOTO MONTAGE BY ALEJANDRO CHAFUEN FROM PICTURES APPEARING IN AFTERMATH, BY LADISLAO FARAGO

When the German indictment came, Mengele had already left. His departure, however, was not due to the formal accusations. He was feeling safer in Argentina so, at the time, he even had documents issued under his true name. Among other fake covers, he had been going by the name of Helmut Gregor. After some menial jobs and humble business efforts, Mengele had become a leading provider of abortions in my neighborhood and vicinity. One of his clients died on the operation table, after which Mengele was detained, fingerprinted and subsequently freed. Through his connections he was let go but the encounter was too close for comfort and he decided to leave fast for Asunción, Paraguay. Many years later, when President Carlos Menem was positioning Argentina closer to the United States and the West, in a rare moment of Argentine transparency, he ordered to open and share the Nazi files. It was in the mid 1990s during his second term when he decided to create a commission to disclose National Socialist activities, the Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades del Nazismo en la República Argentina (CEANA). After two years of investigations, the commission acknowledged there were 180 confirmed cases of Nazis accused of crimes who went to Argentina.

Unlike what some movies such as Marathon Man and The Boys from Brazil(and a few scenes in Operation Finale) depicted, Nazis like Eichmann and Mengele did not work with a network of powerful Argentines to recover power and establish a Fourth Reich. Their freedom depended on maintaining a low profile. Although few were caught or indicted, there is no doubt about their presence in my native country. Another well documented case was that of Erich Priebke (1913-2013), detained in the mountain city of Bariloche and sentenced to life in prison for the 1944 killings in the Ardeatine caves in Italy

But conspiracy theorists focused on Martin Bormann and Adolph Hitler. Their narrative, that Hitler faked his April 30, 1945 suicide, Bormann did not die in an attack a few days later (May 2) and that both were working to establish a Fourth Reich could make for better book sales.

The evidence presented by some who, like Ladislao Farago, devoted an important part of their life to track Nazis, is stronger in the case of Martin Bormann. Farago wrote a 480-page book with abundant documentation. I still, nevertheless, have doubts that Bormann survived. The documentation that Farago  reproduced in the book was shown to him in the early 1970s. Those documents present a compelling but ultimately unverifiable story.

Farago is not alone: The most famous Nazi hunter, Simon Wiesenthal, also believed that Bormann was probably alive “living near the frontier of Argentina and Chile.” The Argentine intelligence service SIDE, however, claims that any documents Farago alleges were shown him by agents were most likely fabricated. When Eichmann was kidnapped, the SIDE claims that they “let it happen.” They were tracking and not putting blocks on the Mossad operations. Argentina’s president at the time, Arturo Frondizi (1908-1995), a civilian, was trying to get the political support of Nazi sympathizer Juan Perón, then in exile in Spain. Collaboration with the Israelis at that time could have jeopardized Frondizi’s plans.

What are the lessons that I, and others, can learn from this continuing hunt and focus on one of the worst actions committed by humans? I am a strong believer in the truth of philosopher George Santayana: “Those who cannot remember the past are condemned to repeat it.” There is one lesson: forgetting the horrors of the past is dangerous. The most advanced countries are not immune from the worst horrors. The other lesson is how a determined group of victims of totalitarianism can help maintain the fight for justice until the end.

What about the questions raised by the hunt for Nazis? The Israelis were not the only ones tracking the Nazis, and conspiracy theories abound. Before the United States declared war against them, many of the business “nobility” from the United States and other countries profited from doing business with the National Socialists. During the early 1940s, the U.S. government, both through its embassies and the War Department, recruited talented people to track collaboration and communications between Latin American governments and the National Socialists.

Facts or fiction?

The facts that Bormann had access to the fortune of the Nazis, and that Allied countries would have liked to return the loot to rightful owners and a British operation (under the command of none other than Ian Fleming) was tasked with Bormann’s capture fed many theories. The operation’s code name was “James Bond” and a long book, Op JB describing it, appeared more than two decades ago. Fleming ruminated about creating the James Bond character and thrillers at the Estoril Palace Hotel in Portugal. The knowledge and involvement of U.S. and U.K. intelligence services provided abundant ammunition for conspiracy theorists. Additionally, a Soviet interest in helping spread such rumors and innuendo cannot be denied.

Aftermath and Op JB are just two of the books about Martin Bormann alleged escape where facts are mixed with fiction and mistakesPHOTO MONTAGE BY ALEJANDRO CHAFUEN, CROPS OF THE COVERS OF BOOKS IN HIS POSSESSION

I also wonder, and am frequently asked, why aren’t accomplices of other totalitarian massacres and more recent genocides hunted and prosecuted with the same zeal? I do not have room for a detailed answer, but it boils down to a mixture of interests, ideas and leadership. As Alan Charles Korsand other have shown, one of the reasons why the atrocities of communism have not gotten the same scrutiny than those of Nazism and fascism has to do with the ideologies being spread by statist academic environments. Some criminals and accomplices from other totalitarian regimes that are still with us might be our neighbors.

Going back to the recent film, despite several fabricated scenes and characters, Operation Finale is worth watching. It is helpful for not forgetting our past. But in truth, operations against criminals from totalitarian states will never end, they are never final. There should be a war without end against them.

 

Alejandro A. Chafuen es Dr. En Economía por el International College de California. Licenciado en Economía, (UCA), fue miembro del comité de consejeros para The Center for Vision & Values, fideicomisario del Grove City College, y presidente de la Atlas Economic Research Foundation. Se ha desempeñado como fideicomisario del Fraser Institute desde 1991. Es Managing Director del Acton Institute, International y miembro del Consejo Asesor de Red Floridablanca. Fue profesor de ESEADE.

La legislación laboral nazi argentina

Por Gabriel Boragina Publicado  el 4/2/18 en: http://www.accionhumana.com/2018/02/la-legislacion-laboral-nazi-argentina.html

 

Son notables las semejanzas entre la legislación laboral del partido de Hitler y las vigentes a hoy día en la República Argentina. Dos expertos nos cuentan como eran las leyes laborales de los nazis:

«El hecho curioso fue que los sindicatos organizados se mantuvieran tan fuertes a pesar de la depresión. Tal acontecimiento fue el resultado de 10 años de legislación, comenzando en 1918, cuyo objetivo apuntaba a «ampliar el alcance, la fuerza y la autoridad de los sindicatos». Estas leyes incluían un sistema de mediación y arbitraje mediante el cual las discusiones paritarias tenían lugar entre los sindicatos y los empleadores y organizaciones de empleadores; este sistema de relaciones laborales se consagró como el sistema más deseado y apropiado que regulara las relaciones laborales.»[1]

Lo que implica a decir que los sindicatos se mantienen, en realidad, artificialmente. No estaban sostenidos en el respaldo de una enorme masa de afiliados, sino que su único sostén era todo un entramado de leyes que se crearon específicamente para apuntalarlos como instrumentos del poder de turno. Sorprendería la similitud de la organización sindical nazi con la de la Argentina de nuestros días si no se supiera -como ya se sabe- que fue el régimen de Juan Domingo Perón quien copió la ordenación laboral nazi y la adaptó a la Argentina. Lo que si sorprende es que esta se hubiera mantenido casi sin tocar desde los años 1940 hasta el día de la fecha. Sigue vigente en este país la ley N° 14250 de asociaciones profesionales y la ley 20744 de Contrato de Trabajo (LCT) que, básicamente, responden a las mismas directrices que se señalan en la cita de arriba.

«El corolario de esta práctica fue que la ley no reconocía a los sindicatos de una empresa o a las asociaciones gremiales independientes que actuaban como delegadas de los trabajadores. Más aún, los trabajadores no estaban autorizados a celebrar acuerdos individuales con los empleadores y no se les permitía permanecer en sus empleos en caso de perder la afiliación a sus sindicatos.»[2]

Esta figura, que en Argentina la ley mencionada (N° 14250) designa con el nombre de personería gremial, esta, en realidad, tomada de la Carta dil Lavoro de Benito Mussolini de 1922. En los hechos, implica que el gobierno otorga un monopolio artificial a un sindicato por encima de cualesquiera otros, para «negociar» (en rigor, imponer) las «condiciones de trabajo» que el sindicato (con el beneplácito del gobierno, obviamente) desea al resto de los empleadores del país. El efecto económico de este tipo de organizaciones es sumamente claro: elevación de los salarios nominales por medio de leyes o acuerdos de salarios mínimos y su consecuencia ineluctable: altas tasas de desocupación.

«Existían comisiones oficiales de arbitraje cuya función consistía en resolver las discrepancias entre los empleadores y los sindicatos, cuando fracasaban los acuerdos entre dichas partes. Poco tiempo después, la participación del gobierno se incrementó.»[3]

Nuevamente, aparecen las similitudes con la legislación laboral actual en Argentina. La función de las comisiones oficiales de arbitraje nazis es exactamente la misma que cumplen los ministerios de trabajo en Argentina, los que -entre otras regulaciones- tiene la facultad de homologar (o no hacerlo) esos supuestos «acuerdos colectivos» a los que llegan las partes. Y en caso de no llegar a ningún entendimiento, imponer el propio a criterio del ministro del ramo de turno. En rigor, no se «resuelven» las discrepancias (las que quedan latentes) sino que se impone la decisión última de un tercero ajeno al conflicto (el gobierno mediante el ministerio de trabajo). Sigamos con los nazis:

«El gobierno se otorgó la facultad para extender mediante un decreto la obligatoriedad de un acuerdo celebrado con una empresa en un determinado distrito a todas aquellas empresas de la misma rama de la industria ubicadas en ese distrito. Esta atribución aumentó considerablemente el poder de los sindicatos que seleccionarían a la empresa más poderosa del distrito desde el punto de vista financiero para establecer los términos que los empleadores más pobres estaban obligados a aceptar.»[4]

Continúan aquí las notables analogías entre la legislación nazi y la Argentina de nuestros días. La misma facultad otorga la legislación argentina al ministerio de trabajo cuando decreta la homologación de lo que la ley denomina «convenciones colectivas de trabajo» y que no son otra cosa más que esos pseudo-acuerdos que se dicen «lograr» en las también llamadas «negociaciones paritarias». La homologación predicha no es más que una resolución del ministerio de trabajo que extiende los alcances y efectos del «acuerdo» homologado a todas las empresas de la misma rama o del sector por actividad con alcance nacional (en el caso nazi parece que era más limitado y solo abarcaba y se limitaba al distrito).

«A pesar de ello, aún existían ciertas instancias en las que el acuerdo fracasaba y la solución se dilataba. Para resolver esta situación, el gobierno anunció que un mediador podía proponer una posible solución que definiría el monto del jornal a percibir en caso de que una de las partes en desacuerdo diera su consentimiento. Esta medida se utilizaba sólo excepcionalmente en el comienzo, pero pronto se generalizó.»[5]

Por supuesto, y esto es lo importante, no se aceptaba o se desconocía el mecanismo de fijación de salarios del propio mercado libre que es el único que determina realmente los salarios justos. Los nazis tenían como propósito desmantelar todo vestigio de libre mercado en todas las áreas que dominaban. Y procedieron al principio en forma gradual, si bien en el corto y mediano plazo extendieron sus tentáculos hacia toda forma de manifestación (sea económica o no económica). En suma, era el gobierno que, al final del camino, termina imponiendo el salario que -a juicio del burócrata de turno- «correspondía» o era el «justo». Nuevamente, son notables los paralelismos con lo que hoy en día sucede en la legislación laboral argentina, donde hay mediadores en instancias previas y en casos colectivos el mediador es el propio ministerio de trabajo. Igualito que los nazis.

[1] ROBERT L. SCHUETTINGER – EAMONN F. BUTLER. 4000 Años de Control de Precios y Salarios. Cómo no combatir la inflación. Prólogo por David L. Meiselman. Primera Edición. The Heritage Foundation. Editorial Atlántida – Buenos Aires. Pag. 97-98

[2] Ibidem, p. 97-98

[3] Ibidem, p. 97-98

[4] Ibidem, p. 97-98

[5] Ibidem, p. 97-98

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Marzo del 76: la otra parte de la historia

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 27/3/16 en: http://economiaparatodos.net/marzo-del-76-la-otra-parte-de-la-historia/

 

El golpe del 76 no ocurrió porque ese día se levantaron de malhumor 10 generales y empezaron a los tiros

Mantener el 24 de marzo como la fecha recordatoria de la ruptura institucional y del terrorismo de estado sigue siendo una hipocresía que solo una dirigencia política timorata puede sostenerlo. Si de golpes de estado se trata, la fecha a considerar debería ser la del golpe del 6 de septiembre de 1930 porque fue la primera ruptura de orden constitucional desde 1853 cuando fue sancionada la Constitución Argentina.

Si la razón para elegir el 24 de marzo es por el terrorismo de estado, tampoco es la fecha correcta porque el mismo empieza bajo el gobierno de Juan Domingo Perón con la Triple A que, luego del asesinato de Rucci, sale a cazar a los terroristas de izquierda que el mismo Perón había primero alentado desde Puerta de Hierro y luego perseguido cuando llegó a la Argentina. Para eso lo manda al brujo López Rega que, desde el entonces ministerio de Bienestar Social y con fondos de ese ministerio, había armado la persecución al margen de la ley.

Es más, hay serias sospechas de que el grupo terrorista que asesinó a Rucci recibió apoyo del gobierno provincia de Buenos Aires de ese momento. En ese caso se trataría, de acuerdo a la teoría de la Corte Suprema de Justicia, de terrorismo de estado.

El corte que se hace con el 24 de marzo de 1976 es solo por conveniencia de la dirigencia política, dado que si por el tema terrorismo de estado fueran más hacia atrás, encontraría que el peronismo estuvo muy comprometido en esas prácticas en los 70.

El desenlace sangriento que se produjo en los 70 tuvo que ver, primero, con el intento de tomar el poder por las armas que llevaron adelante los grupos terroristas. En casi toda América Latina, grupos entrenados, financiados e impulsados por la ex Unión Soviética y Cuba querían hacer revoluciones al estilo Vietnam tomando el poder por la fuerza. Los grupos terroristas tenían previsto fusilar a unas 500.000 personas en Argentina si tomaban el poder. Es decir, un esquema similar al que utilizó Fidel Castro cuando tomó el poder en Cuba. Castro había dividido la isla en varias zonas y sus lugartenientes, que estaban al mando de cada zona, recibieron la orden de fusilar a miles de personas que podían ser contrarías al régimen que Castro quería instalar. En su libro Cómo Llegó la Noche, Huber Matos, uno de los lugartenientes de Fidel Castro, que luego el dictador lo mantuvo preso por 30 años, cuenta esta parte de la historia en que él mismo hizo fusilar a posibles opositores. Cabe recordar que Huber Matos estuvo preso 30 años por oponerse al proyecto dictatorial de Fidel Castro. Camilo Cienfuegos murió misteriosamente y al Che Guevara, el otro lugarteniente, Fidel se lo sacó de encima y terminó muriendo en Bolivia.

El modelo de Montoneros, el ERP y demás grupos terroristas era el de Cuba. Establecer una dictadura comunista. Ellos decían que luchaban contra el imperialismo yankee, las multinacionales, la oligarquía y demás expresiones típicas de la propaganda de izquierda, pero en rigor querían tomar el poder por las armas. Y ese intento lo llevaron adelante durante el tercer gobierno constitucional de Juan Domingo Perón y muerto éste lo continuaron bajo el gobierno de Isabel Perón que había sido electa vicepresidente bajo la fórmula Perón-Perón. Es decir, las acciones terroristas fueron para derrocar un gobierno constitucional, no al gobierno militar de Videla. Deliberadamente se miente porque de difundirse la verdad se vería que los que se levantaron contra el orden constitucional fueron los terroristas. No las Fuerzas Armadas. Es más, es durante el gobierno constitucional de Perón-Perón que se produce la mayor cantidad de atentados con bombas, asesinatos y secuestros. Todos estos actos no fueron solo contra policías y militares, fueron en gran cantidad contra civiles, mujeres y niños.

Muerto Perón, Isabel Perón, una mujer que no estaba capacitada para ejercer la presidencia, pierde el control político a manos de López Rega que, en las sombras, era uno de los que decidía. La recesión era muy fuerte, la inflación se encaminaba a la hiperinflacicón y la violencia de los terroristas se hacía sentir todos los días.

A tal punto llegó el crecimiento del terrorismo que el ERP pasó a controlar una parte de la provincia de Tucumán, estableciendo un gobierno paralelo al constitucional. Es entonces cuando Isabel Perón le ordena al Ejército llevar a cabo el Operativo Independencia, es decir, retomar el control de la provincia de Tucumán.

El golpe llega por varias razones. En primer lugar, porque el peronismo se niega a hacerle juicio político a Isabel Perón e Italo Argentino Luder se niega a enjuiciarla y asumir la presidencia.

En segundo lugar porque la mayoría de la dirigencia política argentina no quería hacerse cargo de la crisis económica y política y apoyó que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. El único que se opuso al golpe del 24 de marzo de 1976 fue Álvaro Alsogaray.

Así como los actuales políticos van cambiando de bando de acuerdo a las conveniencias del momento, lo mismo ocurrió con el golpe del 76. Gran parte de la dirigencia política apoyó el golpe y hasta lo pidió y luego cambió de bando y denunció la ruptura del orden constitucional y la violación de los derechos humanos. Es más, equivocada o no, la inmensa mayoría de la población fue indiferente al golpe y en no pocos casos la gente lo vio como un alivio frente al caos que vivía el país.

En síntesis, con estas líneas no pretendo justificar el golpe del 24 de marzo de 1976 personalmente creo que fue un grueso error como bien lo anticipó Álvaro Alsogaray. Simplemente trato de explicarlo en el contexto de ese momento. Es decir, no ocurrió porque ese día se levantaron de malhumor 10 generales y empezaron a los tiros como pretenden vender falsos historiadores y periodistas de poca monta.

Ocurrió porque buena parte de la dirigencia política veía como idealistas a los terroristas. El mismo Perón los estimuló a usar la violencia y luego, cuando él llegó al gobierno, al no poder controlarlos, utilizó los resortes del estado para perseguirlos. Los terroristas creyeron que podían dominar a Perón y Perón usó a la Triple A para perseguirlos luego del asesinato de Rucci.

En definitiva, el golpe del 76 no fue por generación espontánea aislado de los hechos anteriores. Hay toda una secuencia que condujo a ese día, pero lo más importante es que, en todo caso, el terrorismo de estado comienza con Perón siendo presidente al tiempo que los grupos terroristas también hacían terrorismo de estado porque eran apoyados por los aparatos estatales de Cuba, Libia y la ex Unión Soviética para perseguir y aniquilar sistemáticamente a ciertos sectores de la sociedad.

Si en serio queremos un nunca más, es hora que contemos toda la historia de esos años para entender qué ocurrió y por qué ocurrió. No hacerlo es ser cómplice de la violencia del otro lado.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

El «secreto» del peronismo para perdurar

Por Gabriel Boragina. Publicado el 8/2/16 en: http://www.accionhumana.com/2016/02/el-secreto-del-peronismo-para-perdurar.html

 

¿Cuál ha sido el «secreto» del peronismo para mantenerse vigente desde su temprana fundación en 1945? La respuesta sugiere que se ha debido a distintos factores de orden filosófico, político y económico que influyeron sobre su líder Juan Domingo Perón.

En cuanto a su aspecto filosófico:

«La presencia de Perón en Italia, que coincidió con el advenimiento del Fascismo, fue decisiva para su evolución política. El Peronismo no es más que la traducción vernácula del fascismo italiano, sólo que Perón no habla de “Resurgimiento”. Habla de una categoría parecida: “Evolución”.»[1]

El peronismo, que como bien indica el autor citado, consiste en la versión criolla del fascismo italiano, no es sino una variante más del populismo. El peronismo filosóficamente se ha definido:

«Como un praxismo que anuló la categoría de Revolución propuesta por Gramsci. El Peronismo es un mundo sin valores donde lo que importa es el poder acumulado. Y a esto, los peronistas lo saben muy bien, porque tienen un olfato especial para el poder.»[2]

Dado que se trata precisamente de «un mundo sin valores» es que los peronistas son hábiles oportunistas para llenar ese vacío de valores con aquellos que sean más convenientes para lograr su objetivo final: hacerse del poder total por la mayor cantidad de tiempo posible. Por eso, necesariamente ha de ser demagógico. La adulación a las masas por medio de un líder que supuestamente estaría «representando» los «intereses» de las «clases populares» es un elemento esencial en la «lógica» populista y por consiguiente –desde luego- peronista.

«-¿Por qué el peronismo no asumió la categoría de Revolución?

-Porque fue conservador al estilo del “actualismo” de Gentile. Pero a mi juicio, así como Gramsci fue “más actualista que Gentile”, los Montoneros fueron más peronistas que Perón al pensar en la categoría “Revolución” y no en “Evolución”. Hace poco, me encontré con un viejo texto de Firmenich que me dio la razón. Decía “nosotros los Montoneros somos más peronistas que el propio Perón”.»[3]

Los Montoneros pretendían llevar la doctrina asumida por Perón hasta sus últimas consecuencias lógicas: la realización de la revolución marxista, disfrazada bajo las consignas de «nacional y popular». Esa revolución incluía -desde luego- la insurrección armada y la toma del poder por medios violentos. Prueba de ello consiste en la gran cantidad de secuestros extorsivos y crímenes cometidos por la mencionada banda, que ejecutaba sus tropelías en nombre del «movimiento». Es interesante señalar que -mas tarde en el tiempo- el matrimonio Kirchner se adjudicó la misma consigna, a la vez que reivindicaron la lucha armada por los criminales Montoneros a quienes rebautizaron como «jóvenes idealistas», con lo que pretendieron «purificar» a los que no fueron más que feroces asesinos.

«-¿Firmenich le daba la razón a Gramsci?

-Totalmente. Y esa es mi tesis. Además, ese fascismo llamado Peronismo ¿qué ética ha generado en el país? La de un praxismo donde lo que importa es la acción para la acción que equivale a poder. Lo fundamental en el peronismo es el mantenimiento y la conquista del poder. Por eso se entiende que sea peronista un Perón, un Menem o un Kirchner. Todos diferentes pero todos unidos en esta lógica.»[4]

Profundamente cierta la anterior afirmación. Pero faltaría agregar que la estrategia del peronismo en sus planes permanentes de tomar el poder total y absoluto consiste en la elaboración de un discurso demagógico por el cual se intenta convencer a una masa de ignorantes que ese poder -en realidad- se arrebata para serle «devuelto» al pueblo cuando lo real es que sucede a la inversa: el peronismo despoja el poder para -en definitiva- consumar quitarle ese poder al pueblo en forma absoluta. Durante la dictadura de los Kirchner, ese discurso hipócrita y demagógico recibió el nombre de «El relato» por la permanente distorsión y falseamiento de la realidad por parte de la tenebrosa pareja gobernante. Esto refuta a quienes pretenden desconocer que Menem y Kirchner fueron peronistas:

«-¿Por qué?

-Porque en el momento de Menem convenía sostener la bandera de lo liberal, pero en la época actual conviene otro discurso. Y mañana vendrá otro peronista que reniegue de Kirchner. En la fiesta del primero de mayo, había peronistas que fueron ultramenemistas y que estaban aplaudiendo “el fin de la década infame del ´90”…Daba risa…»[5]

Cabe poner de relieve que la entrevista que nos encontramos comentando le fue realizada al entrevistado en el año 2012, cuando aun gobernaba la mujer de Kirchner y abrigaba pretensiones de perpetuarse en forma indefinida en el poder, al extremo de llegar a decir en una transmisión publica por la cadena nacional de radiodifusión y televisión que sólo se le debía temer a Dios y a ella misma (lo que denota con notoria claridad la enfermiza obsesión del imperio absoluto y completo). La estrategia del peronismo para perdurar consiste, pues, en negar que sus candidatos (ante sus fracasados gobiernos) hayan sido peronistas. Este artilugio ha servido para confundir a ignorantes e incautos que creyeron -y siguen creyendo- que Menem y los Kirchner no habrían sido peronistas. Esta negación de muchos (quizás una mayoría, incluyendo a muchos antiperonistas)) sirve plenamente a los fines del peronismo en su objetivo de lograr el poder hegemónico a perpetuidad.

«-Sobre el Kirchnerismo

-Este gobierno, ideológicamente, está cerca de los Montoneros. O sea que lo lógico sería que aplicara la categoría de “Revolución” a ultranza. Pero por cierto que no lo hace, ya que la mayoría de estos “ex revolucionarios” han devenido en burgueses; es decir, se han acomodado a la situación vigente. Del ideal que tenían en los ´70 habrán aplicado el uno por ciento. Además, el matrimonio gobernante tenía una fortuna ¿qué revolución van a hacer entonces?»[6]

Recordemos que a la fecha de la entrevista citada gobernaban los Kirchner. Por supuesto que el poder no es perseguido por el poder mismo, sino -fundamentalmente- porque el poder político es el puente más breve, cómodo y sencillo para obtener el poder económico a través de los instrumentos que otorga el gobierno a cualquiera que lo ocupe. Y esta siempre fue la meta del peronismo desde la época de su fundación por el tristemente célebre Juan Perón hasta nuestros días.

[1] Entrevista de Iván Wielikosielek a Daniel Lasa, especialista en Filosofía Política. Publicada en EL REGIONALhttp://www.elregionalvm.com.ar/?cat=11

[2] Entrevista a Daniel Lasa….cit. supra ídem.

[3] Entrevista a Daniel Lasa….cit. supra ídem,

[4] Entrevista a Daniel Lasa….cit. supra ídem.

[5] Entrevista a Daniel Lasa….cit. supra ídem

[6] Entrevista a Daniel Lasa….cit. supra ídem

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Breve repaso de la crisis argentina:

Por Gabriel Boragina. Publicado el 21/2/15 en: http://www.accionhumana.com/2015/02/breve-repaso-de-la-crisis-argentina.html

 

Argentina da inicio en el año 2003 al que sería el peor gobierno de su historia desde los dos primeros gobiernos de Juan Domingo Perón hasta el día de la fecha. En rigor, hay que hablar de tres gobiernos sucesivos, si tenemos en cuenta la formalidad constitucional, apropiados los tres por el denominado Frente para la Victoria («FpV»). Hagamos un breve repaso de los hechos.
El «FpV» es el fruto de un disputa interna en el partido peronista entre Eduardo Duhalde y Carlos Menem, en la que el primero trataba de evitar que el segundo accediera a un tercer periodo presidencial. Duhalde detentaba entonces la presidencia de la nación ungido por el congreso como tal, tras la «caída» del brevísimo gobierno de Fernando de la Rúa). Se establece pues un «acuerdo» entre Duhalde y Néstor Kirchner (hasta dicho momento un ignoto gobernador de una provincia argentina -Santa Cruz- en el extremo sur del país) a fin de que este último se presentara como candidato del flamante «FpV». Pero también se establecen alianzas con otros partidos políticos «no-peronistas» para que confluyeran a conformar dicho «frente», aun cuando –indudablemente- el ala dominante de este «FpV» era el sector mayoritario del partido peronista (formalmente designado como «partido justicialista»). El objetivo final -como dijimos- era, en última instancia, restar poder y apoyo popular al candidato Menem, pero -por sobre todas las cosas- hacerse del gobierno a cualquier costo.
En lo que sigue, preferiremos referirnos al «FpV» y no a «los Kirchner» porque podría entenderse que lo sucedido a lo largo de los tres desgraciados gobiernos del «FpV», implicaría eximir de responsabilidad a las otras segmentaciones políticas partidarias que apoyaron el proceso dictatorial que se iniciaba con estos hechos. Y muy lejos está de nuestro ánimo deslindar de responsabilidad alguna a los grupos políticos que contribuyeron -ya sea por acción o por omisión- a la instauración y afianzamiento de la peor tragedia política que ha vivido la Argentina desde los últimos cuatro decenios a esta parte.
En ese año señalado al comienzo, el «FpV» accede al gobierno con un 22 % de los votos, y en medio de un mecanismo electoral bastante polémico y de dudosa constitucionalidad, convocado por Duhalde, (la Constitución de la Nación Argentina exigía entre un 40 % y un 45 % mínimo de los votos para ello).
Sin carisma personal en su candidato, sin liderazgo propio, sin respaldo popular, con un cuestionable resultado electoral y con un apoyo político pobrismo (por no decir nulo) el «FpV», llega al gobierno y comienza (tenuemente al principio y con mayor firmeza en los años subsiguientes) a instalar un proyecto autoritario de poder basado fundamentalmente en el modelo Castro-comunista que Hugo Chávez, hacia la misma época, estaba consolidando en Venezuela.
Circunstancias ajenas y externas al país, le dieron a este cierta «estabilidad» económica en aquel momento que se fue desdibujando a partir de medidas económicas internas que oscilaban entre la torpeza, la improvisación y el afán de lucro desmedido que -más temprano que tarde- afectan en rigor a todo gobierno, sea del color y de la bandera de que se trate.
Simultáneamente el «FpV» comenzó a «instalar temas» en su agenda política que no estaban ni entre los intereses, ni entre los reclamos del conjunto de la ciudadanía. Por ejemplo, uno de esos temas fue el uso y abuso que hizo el «FpV» en torno a la cuestión de los «derechos humanos», que terminó convirtiéndose en una «caza de brujas» contra militares que habían combatido al terrorismo marxista desatado en la década del 70. No estaba esta cuestión -como decimos- ni entre las prioridades, ni siquiera entre las preocupaciones del conjunto de la ciudadanía, que ya vivía aprendiendo a cerrar las heridas producidas por aquel aciago periodo de la historia. A través de un prédica constante, el «FpV» se esforzó por abrir esas heridas y volver a un pasado que estaba comenzando a dejarse atrás para el común de los argentinos, empezando a provocar una división entre la ciudadanía.
Principió a notarse desde ese mismo momento la infiltración entre las filas del «FpV» de elementos que habían integrado las bandas de terroristas y guerrilleros que desataron la violencia de los años 70. Personajes reciclados (otrora peligrosos y de armas tomar) que ocuparon puestos claves no sólo dentro del poder ejecutivo sino también en los otros dos poderes (legislativo y judicial).
Dada la idiosincrasia del argentino promedio, muchas veces propenso a creerse lo que se le repite con suficiente insistencia, no pocos «compraron» el «relato» del «FpV», pero -con todo- hay que reconocer que fueron solamente una minoría ruidosa.
El famoso relato del «FpV» tuvo otras aristas, de las que sobresalen aquellas que, a través de los métodos patrocinados por el marxista Antonio Gramsci, intentaron por todos los medios captar la mente y la voluntad de las personas en su favor. Se produjo en tal sentido todo un proceso (en el sentido más militar de la palabra) por lavar los cerebros de niños, adolescentes, jóvenes y adultos a través de la captación y cooptación de los medios masivos de difusión. Los últimos dos gobiernos del «FpV» fueron particularmente insistentes en estos aspectos, pretendiendo emular nuevamente lo que su admirado comandante Hugo Chávez y su mentor -el comandante Fidel Castro- estaban haciendo, tanto en Venezuela como en Cuba. El canal estatal se transformó en un idóneo instrumento de propaganda para tales efectos. Y los tradicionales centros culturales argentinos fueron copados, poco a poco, por elementos afines al gobierno, en tanto que este hacía prédica de su vocación populista. La propaganda política reemplazó rápidamente la difusión de los actos de gobierno, aunque se pretendió disfrazarlo bajo la máscara de una falsa «transparencia» que -en rigor- ocultaba los que fueron los hechos de corrupción más monstruosos que pueda recordar la historia argentina.
Lo que al principio pareció «torpeza» económica fue quedando al descubierto como lo que realmente era: una fase de estatización gradual pero sostenida de todos los sectores de la economía, a la par que uno a uno iban saliendo a la luz los casos más escandalosos de enriquecimiento ilícito, tanto de quienes detentaron la titularidad del poder ejecutivo durante los tres gobiernos del «FpV» como la de quienes fueron los más estrechos y mas mediatos colaboradores de este régimen de opresión.
Se armaron verdaderos grupos de choque, conformados por «piqueteros», cuya misión fundamental consistió en intimidar a la población pacífica, contando con la colaboración de otros grupos afines, como el que se autodenominó «La Cámpora» en directa alusión a otro ex-presidente argentino del mismo partido peronista con dicho apellido.

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Argentina’s Default: Playing Politics With U.S. Courts And Wall Street

Por Alejandro A. Chafuén. Publicado el 6/8/14 en: http://www.forbes.com/sites/alejandrochafuen/2014/08/06/argentinas-default-playing-politics-with-u-s-courts-and-wall-street/

 

 

Until the advent of Peronism, Argentina was one of the shining stars in the firmament of freedom loving nations. Now it is a star of defaults. Argentina was not perfect, but it had climbed into the top 10 of richest nations. Europeans flocked to this promising South American country. Not so much anymore. What a change: Infatuated with state dominated nationalism and populism, Argentina has fallen in the world rankings during most of the last 75 years.

The nationalistic card played a big role in the decay of Argentina. It has been played extremely well by Peronists and would-be Peronists. Perhaps the best example is how the first election that brought Peron to power was characterized. Almost no one remembers the name of the presidential candidate running against Juán Domingo Perón in 1945. Everyone, however, remembers the slogan “Braden or Perón.” Spruille Braden was the U.S. Ambassador who openly criticized the surge of Peronism while it was still in its infancy. He was alarmed by the similarities and collaboration of Peronism with fascism. Portraying Braden as getting involved in the internal politics of a country at a time when nationalist movements were strong all over the world, and especially in Argentina, allowed the Peronists to use him as a symbol of imperialism. Not that Braden’s accusations were wrong. Argentina continued to collaborate not only with fascists but with National-Socialists. I was born in Argentina, and in my early years Joseph Mengele, the Nazi “angel of death,” lived three houses away from mine. He was protected by the Peronist intelligence machine.

Most politicians in power cherish the opportunity to blame a foreign nation for the ills of his country. The Argentine government excels at this. Just over a month ago, the U.S. Supreme Court let stand a ruling by New York District Court Judge Thomas Griesa requiring payment of the debt owed to bond holders who did not agree to the terms offered in previous partial settlements (the “holdouts”). The Argentine government saw the Supreme Court’s ruling as a political opportunity.

In a recent interview at Panampost.com, Ricardo López Murphy, president of the RELIAL think tank network, a noted economist who served as Minister of Defense of Argentina, stated that his country “has achieved two incredible feats: she has starred in the biggest default in history and the smallest default in history. In 2002, we had a massive default, and we had a more serious problem with the debt, with adverse external conditions. Now we have good conditions and a small debt.”

Argentina’s debt to GDP ratio is less than 50 percent and interest payments on the debt represent only 1 percent of GDP. It would be hard to find a government that decided to go through the hardships of default under such conditions. López Murphy continues: “I believe that the Argentinean government has underestimated this problem, and has resorted to cheap rhetoric. Targeted for local consumption, it does nothing to help solve the problem. I don’t think they perceive the default in the same manner as I do, with its immense costs for Argentina.”

“Palace of Justice”, Argentina’s Supreme Court. (Photo credit: Wikipedia)

The “local consumption” mentioned by López Murphy refers to political, not economic, markets. In his most recent column, Andrés Oppenheimer agrees with López Murphy that the Argentina government handled this issue with the “typical arrogance and incompetence” but then states that “the opinion of Griesa can have negative international consequences that will transcend this case.” How can it be, questions Oppenheimer, that a small portion of bond holders (7 percent in this case) can prevent a majority from reaching a settlement with a government? The devil is really in the details and to give a learned opinion a minimum requirement should be to consult the ruling and several amicus briefs. López Murphy says “no one should talk without a lawyer next to him.”

But what seems like a negative consequence for Oppenheimer is really a negative impact on governments that squander resources and want to repudiate their contracts. The rulings by Judge Griesa and the U.S. Supreme Court were based on current laws. For them the case was clear, Argentina has to pay. They could and should not judge by the rules of political manipulators and government agents accustomed to being able to pressure the courts.

In a previous column I forecasted that this case should lead to an improvement of the legal framework that governs debt of governments with private investors. Most agree on this. What is becoming apparent is that what is coloring and guiding the Argentine government position is not the economics but the politics. They care little about the international implications, they care about the local political outcome: votes and power. If they can frame the current discussions as a new “Braden or Perón,” and the narrative into “Argentine government defends its interests and sovereignty against judges who are pawns of Wall Street” they are convinced they have a political winner. The population is not accustomed to independent judges, so it will be easy for them to buy into the argument trumpeted day and night by government propaganda.

 

Yet as the Argentine opposition does not have a leader, or even a national party that can be identified with Judge Griesa, an “Argentina versus Griesa” or “Argentina versus Vultures” media campaign will likely have a temporary effect and not have such a dramatic impact as the “Braden or Perón” banners. It might lift the popularity of President Cristina Fernández de Kirchner and her would-be successors, but only until the economic impact of the default kicks in.

Playing and winning political games is very different than working towards helping build modern prosperous economies. Argentina has squandered many cards in the past and its current government seems determined to waste even more time and resources in order to prolong its stay in power. This time, no one cries for Argentina.

 

 

Alejandro A. Chafuén es Dr. En Economía por el International College de California. Licenciado en Economía, (UCA), es miembro del comité de consejeros para The Center for Vision & Values, fideicomisario del Grove City College, y presidente de la Atlas Economic Research Foundation. Se ha desempeñado como fideicomisario del Fraser Institute desde 1991. Fue profesor de ESEADE.

Más allá de la necesaria privatización de Aerolíneas Argentinas

Por Adrián O. Ravier. Publicado el 2/7/13 en http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2013/07/02/mas-alla-de-la-necesaria-privatizacion-de-aerolineas-argentinas/

Hay una discusión más relevante en el mercado aeronáutico argentino que discutir si Aerolíneas Argentinas (AA) tiene que estar en manos del Estado o no. En la medida en que sea la única empresa que ofrece el servicio, los argentinos no podrán gozar de vuelos de calidad a bajo costo.

Fundada por un decreto de Juan Domingo Perón en 1950, esta aerolínea es hoy la mayor de su país, concentrando —según un informe del Banco Ciudad— alrededor de un 90 % de la demanda de vuelos de cabotaje. Su único competidor, la empresa chilena LAN, concentra el 10% restante.

AA ha mostrado en su historia una dinámica poco frecuente. En 1979 se transformó en sociedad del Estado. En 1990, en el marco de una ola de privatizaciones de aerolíneas en toda Latinoamérica, fue privatizada, reteniendo el Estado la deuda, y cayendo la empresa bajo el consorcio español Iberia. En 2001, comenzó un proceso de ampliación de la participación en manos de funcionarios españoles, traspasando finalmente la aerolínea al Grupo Marsans. Finalmente, en julio de 2008, AA fue parte de la ola de renacionalizaciones del gobierno de los Kirchner, volviendo a la administración pública.

Los problemas sindicales continúan. Los subsidios a la aerolínea también. Los altos costos en este mercado siguen haciendo prohibitivo el acceso al servicio. La mala calidad de los viajes —representados en demoras y cancelaciones de vuelo— resulta en una consecuencia obvia. Sin embargo, debemos observar aquí dos problemas diferentes: por un lado, el de su privatización o nacionalización. Ya forma parte de la agenda pública argentina de 2015 qué hará el nuevo gobierno con una empresa que hoy es financiada en una alta proporción por recursos tributarios, y no precisamente por los pasajeros que gozan del servicio. Mauricio Macri es quizás el único candidato presidencial que disparó la intención de reprivatizar la compañía.

Por otro, la apertura y desregulación del mercado. Que AA sea pública o privada resulta irrelevante, en comparación con la necesidad de desregular el mercado e ir hacia una política de cielos abiertos. Basta observar que tanto en EEUU como en diversos países de Europa se cuenta con aerolíneas estatales o de bandera y, sin embargo, el servicio es superior tanto en costo como en calidad.

Alberto Benegas Lynch (h) y Martín Krause dan en la tecla cuando afirman que “el cambio no se circunscribe a la venta de una empresa estatal ni a su paso a manos privadas, sino al marco regulatorio de la actividad que permite o restringe el funcionamiento del mercado. Es la competencia real o potencial la que incentiva a los agentes del mercado, en este caso las compañías aéreas, a reducir tarifas, ofrecer más servicios y mejorar la eficiencia. En la Argentina, en particular, por ser un país de grandes extensiones, las alternativas de transporte aéreo accesibles resultan de fundamental importancia”.

Los mitos en este campo son numerosos. La desregulación, para los mal informados, traería aparejado: 1) “el caos, la confusión y la
incertidumbre”, 2) destruiría empleos, 3) resultaría en monopolios, 4) haría a los cielos menos seguros, 5) se incrementarían las pérdidas de equipaje, la sobreventa de asientos, las demoras en las salidas y llegadas de vuelos, 6) bajaría la calidad de las comidas y otros servicios en vuelo, y 7) habría una congestión en los aeropuertos.

La evidencia empírica, sin embargo, contradice estas hipótesis. Herbert G. Gruble desarrolla precisamente un estudio comparado de la desregulación americana y la regulación canadiense, durante el período 1979 y 1988, y muestra sus conclusiones: “La performance comparativa de las aerolíneas de Canadá y EEUU entre 1979 y 1988 otorga una muy rara oportunidad de estudiar los efectos de los cambios en una política económica importante. Casi como un experimento de laboratorio, la industria de un país ha continuado operando en un entorno regulado mientras que en el otro se enfrentó a políticas totalmente diferentes, […] Los datos apoyan fuertemente el análisis teórico de los efectos de la desregulación. La mayor competencia en EEUU llevó a una notable reducción de los costos y tarifas en relación con los de Canadá. Tan espectaculares son los resultados que otras diferencias entre los dos países no pueden explicarlos. Generalmente, la desregulación aérea provee mayores beneficios a los consumidores”.

El caso chileno, también puede ilustrar la cuestión. Un trabajo de Jorge Asecio, publicado por el Instituto Libertad y Desarrollo, explica: “La incorporación de nuevas empresas prestatarias de servicios, así como la incorporación al mercado de nuevos y más modernos equipos de vuelo, que se adaptan mejor a los requerimientos de la demanda y presentan costos medios más bajos, aseguran un incremento de los niveles de demanda conocidos”. Además, agrega Asecio, “Las características del mercado llevaron a la autoridad a aplicar una política que permitiera generar condiciones de competencia, con lo cual se han obtenido incrementos de frecuencia, servicios a más bajo costo y una mayor cobertura aérea de nuestro país”.

En el caso de Inglaterra, la privatización de la British Airways es todavía recordada por el prestigio alcanzado en la calidad de sus servicios. El hecho de que las aerolíneas británicas compitan entre sí, como con aerolíneas extranjeras, dio como resultado que las tarifas de los vuelos que se originan en el Reino Unido sean, en general, más bajas que en los demás países europeos.

Por último, una mención especial merece el “Tratado de Cielos Abiertos para Europa”. Los 24 países miembros se resistieron durante un tiempo bastante prolongado a la desregulación, pero hoy disfrutan de los beneficios de una política de cielos abiertos entre Europa y EEUU, pudiendo volar libremente de un país a otro, y en muchos casos, a menores costos que en automóvil, autobuses o ferrocarril.

A modo de conclusión, no debemos confundir la privatización de la aerolínea argentina de bandera con una política de cielos abiertos. La desregulación, y su consecuente competencia, muestran beneficios en todos los mercados en los que se le da lugar.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.