Apuntes en torno al terrorismo

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 24/5/2en: http://www.laprensa.com.ar/502431-Apuntes-en-torno-al-terrorismo.note.aspx

Ahora se alardea con los jóvenes idealistas y otros dislates en relación a los ponebombas y criminales que apuntaban a intensificar problemas en lugar de resolverlos y convertir a nuestro país en la islacárcel cubana. Entre las muchas documentaciones sobre las intenciones totalitarias de los terroristas se encuentra el formidable libro de Graciela Fernández Meijide en coautoría con Héctor Ricardo Leis titulado El diálogo. El encuentro que cambió nuestra visión sobre la década del 70.

Pero en estas líneas centramos la atención en el origen marxista de lo ocurrido, no solo entre laicos sino también entre miembros de la Iglesia. De allí es que, por ejemplo, el Padre Carlos Mugica haya declarado públicamente que «Marx y Engels no hicieron más que parafasear al Evangelio», y que «Mario Eduardo Firmenich, es un cristiano ejemplar» (La Razón, Julio 16, 1970). Y ese es el motivo por el que el Papa Francisco ha declarado el 11 de noviembre de 2016, en una entrevista al diario italiano La Repubblica: «Son los comunistas los que piensan como los cristianos», y la explicación por la cual uno de sus primeros actos de su pontificado fue el concelebrar misa con el Padre Gustavo Gutiérrez, el creador de la llamada Teología de la Liberación.

Recordemos que la primera influencia de Jorge Bergoglio en su juventud provino de la marxista doctora Esther Balestrino y su mentor en su período de ordenación fue Monseñor Enrique Angelelli, quien celebraba misa bajo la insignia de los Montoneros. Esto explica sus textos y declaraciones varias.

En este contexto, es oportuno reproducir una cita que recoge preocupaciones aun antes del actual pontificado y en pleno resurgir de las propuestas iniciadas primero en Medellín y más adelante en Puebla, expuestas por el sacerdote polaco Miguel Poradowski -doctor en teología, doctor en derecho y doctor en sociología- quien escribe en su libro El marxismo en la Iglesia: «No todos se dan cuenta hasta dónde llega hoy la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia. Muchos, cuando escuchan algún sacerdote que predica en el templo, ingenuamente piensan que se trata de algún malentendido. Desagraciadamente no es así. Hay que tomar conciencia de estos hechos porque si vamos a seguir cerrando los ojos a esta realidad, pensado ingenuamente que hoy día, como era ayer, todos los sacerdotes reciben la misma formación tradicional y que se les enseña la misma auténtica doctrina de Cristo, tarde o temprano vamos a encontrarnos en una Iglesia ya marxistizada, es decir, en una antiIglesia».

LOS JUICIOS

Estimamos de especial interés subrayar que en los documentos originales promulgados por el ex Presidente Alfonsín (no los que adulteraron el prólogo de Ernesto Sábato a la Conadep y otras alteraciones) se pretendía no solo juzgar a los militares por sus conductas aberrantes sino juzgar a los terroristas y a los primeros por sus pares al efecto de proceder de acuerdo al juez natural (lo cual en su momento no fue bien comunicado, situación que mal informó a muchos sobre el debate circunscripto al concepto del juez natural, incluyendo en una primera etapa al que estas líneas escribe). 

Esta iniciativa fue finalmente dejada de lado pues de manera inaudita los militares en funciones se pronunciaron en el sentido de aprobar las aberraciones llevadas a cabo por el régimen militar, cosa que no se conoce en la medida suficiente.

Es del caso señalar que durante el referido régimen militar en su inmensa mayoría la población estaba engañada respecto a los procedimientos a todas luces indecentes a que se recurría de modo oculto en los embates antisubversivos y muchos estábamos concentrados en criticar públicamente las medidas económicas y políticas sumamente desacertadas del régimen.

Se daba por sentado la honorabilidad de los representantes de las Fuerzas Armadas y su empeño en poner coto al terrorismo lo cual era naturalmente apoyado por todos los que queríamos vivir en paz en una sociedad libre. Recién fueron saliendo a la luz -para horror y sorpresa de todos- los asesinatos, las torturas y los secuestros que se cometían con independencia de lo sucedido en las batallas contra atentados y matanzas diarias provocadas por el terrorismo.

En este sentido, es también pertinente recordar que los generales Juan Antonio Buasso, Arturo Corveta y Rodolfo Clodomiro Mujica insistieron en que una vez eliminada la Cámara Federal en lo Penal se llevaran a cabo juicios con las debidas defensas en sede militar, lo cual fue respondido por la cúpula con el pase a retiro de los referidos oficiales. 

Y el general Alejandro Agustín Lanusse con toda razón declaró el 29 de diciembre de 1970 ante sus camaradas de armas: «En la lucha contra el enemigo subversivo debe evitarse la fácil tentación de emplear los mismos métodos que los terroristas ya que ello deterioraría gravemente la eticidad de nuestra posición y destruiría el fundamento de nuestra lucha».

Mucho horror, angustia y pena se hubiera ahorrado de seguir estos consejos en lugar de emplear el método criminal de los encapuchados para liberar la guerra antisubersiva.

Pero en todo caso, en esta nota periodística destacamos el rol de las ideas marxistas presentes en muchos políticos y dirigentes argentinos. Lo que se ha bautizado como La tragedia de los comunes hace estragos pues lo que es de todos no es de nadie como ya había puesto de manifiesto Aristóteles en su refutación al comunismo de Platón. Cierro con una frase de Borges que utilizaba muchas veces al despedirse de su audiencia y que ilustra el problema de la colectivización: «Me despido de cada uno y no digo de todos porque cada uno es una realidad, mientras que todos es una abstracción».

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

«Ser liberal de izquierda es una flagrante contradicción»

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 7/8/17 en http://www.visionliberal.com.ar/nota/4089-ser-liberal-de-izquierda-es-una-flagrante-contradiccion/

 

Es de interés reflexionar sobre el contraste que en general se observa entre la perseverancia y el entusiasmo que suscita el ideal autoritario y totalitario correspondiente a las variantes comunistas-socialistas-nacionalistas que aunque no se reconocen como autoritarios y totalitarios producen llamaradas interiores que empujan a trabajar cotidianamente en pos de esos objetivos (al pasar recordemos la definición de George Bernard Shaw en cuanto a que «los comunistas son socialistas con el coraje de sus convicciones»).

Friedrich Hayek y tantos otros intelectuales liberales enfatizan el ejemplo de constancia y eficacia en las faenas permanentes de los antedichos socialismos, mientras que los liberales habitualmente toman sus tareas, no digamos con desgano, pero ni remotamente con el empuje, la preocupación y ocupación de su contraparte.

Es del caso preguntarnos porqué sucede esto y se nos ocurre que la respuesta debe verse en que no es lo mismo apuntar a cambiar la naturaleza humana (fabricar «el hombre nuevo») y modificar el mundo, que simplemente dirigirse al apuntalamiento de un sistema en el que a través del respeto a los derechos de propiedad, es decir, al propio cuerpo, a la libre expresión del pensamiento y al uso y disposición de lo adquirido de manera lícita.

Se ha dicho que la quimera de ajustarse a los cuadros de resultado en la contabilidad para dar rienda suelta a los ascensos y descensos en la pirámide patrimonial según se sepa atender o no las necesidades del prójimo, se traduce en una cosa muy menor frente a la batalla gigantesca que emprenden los socialismos.

Este esquema no solo atrae a la gente joven en ámbitos universitarios, sino a políticos a quienes se les permite desplegar su imaginación para una ingeniería social mayúscula, sino también a no pocos predicadores y sacerdotes que se suman a los esfuerzos de modificar la naturaleza de los asuntos terrenos.

Ahora bien, esta presentación adolece de aspectos que son cruciales en defensa de la sociedad abierta. Se trata ante todo de un asunto moral: el respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros que permite desplegar el máximo de la energía creadora al implementar marcos institucionales que protejan los derechos de todos que son anteriores y superiores a la existencia del monopolio de la fuerza que denominamos gobierno.

El que cada uno siga su camino sin lesionar iguales derechos de terceros, abre incentivos colosales para usar y disponer del mejor modo posible lo propio para lo cual inexorablemente debe atenderse las necesidades del prójimo. En otros términos, el sistema de la libertad no solo incentiva a hacer el bien sino que permite que cada uno siga su camino en un contexto de responsabilidad individual y, en el campo crematístico, la asignación de los siempre escasos recursos maximiza las tasas de capitalización que es el único factor que permite elevar salarios e ingresos en términos reales.

Hay quienes desprecian lo crematístico («el dinero es el estiércol del diablo» y similares) y alaban la pobreza material al tiempo que la condenan con lo que resulta difícil adentrarse en lo que verdaderamente se quiere lograr. Si en realidad se alaba la pobreza material como un virtud, habría que condenar con vehemencia la caridad puesto que mejora la condición material de receptor.

Algunos dicen aceptar el sistema de la libertad pero sostienen que los aparatos estatales deben «redistribuir ingresos» con lo que están de hecho contradiciendo su premisa de la libertad y la dignidad del ser humano puesto que operan en una dirección opuesta de lo que las personas decidieron sus preferencias con sus compras y abstenciones de comprar para reasignar recursos en direcciones que la burocracia política considera mejor. En la visión redistribucionista se trata a la riqueza como si estuviera ubicada en el contexto de la suma cero (lo que tiene uno es porque otro no lo tiene), es decir, una visión estática como si el valor de la riqueza no fuera cambiante y dinámica. Según Lavoisier todo se transforma, nada se consume pero de lo que se trata no es de la expansión de la materia sino de su valor (el teléfono antiguo tenía mayor cantidad de materia que el moderno pero el valor de éste resulta mucho mayor).

En la sociedad abierta o liberal solo cabe el uso de la fuerza de carácter defensivo, nunca ofensivo. Sin embargo en los estatismos, por definición, se torna imperioso el uso de la violencia a los efectos de torcer aquello que la gente deseaba hacer, de lo contrario no sería estatismo.

En el contexto de la sociedad abierta, como consecuencia de resguardar los derechos de propiedad se estimula la cooperación social, esto es, los intercambios libres y voluntarios entre sus participantes lo cual necesariamente mejora la situación de las partes en un contexto de división del trabajo ya que en libertad se maximiza la posibilidad de detectar talentos y las vocaciones diversas (todo lo contrario de la guillotina horizontal que sugieren los socialismos igualitaristas). Y en este estado de cosas se incentiva también la competencia, esto es, la innovación y la emulación para brindar el mejor servicio y la mejor calidad y precio a los consumidores.

Como hemos apuntado en otras ocasiones, la libertad es indivisible, no es susceptible de cortarse en tajos, es un todo para ser efectiva en cuanto a los derechos de la gente. Los marcos institucionales que aseguran el antedicho respeto resultan indispensables para proteger el uso y la disposición diaria de lo que pertenece a cada cual. Los marcos institucionales constituyen el continente y las acciones cotidianas son el contenido, carece de sentido proclamarse liberal en el continente y no en el contenido puesto que lo uno es para lo otro.

Entonces, ser «liberal de izquierda» constituye una flagrante contradicción en los términos, lo cual para nada significa que la posición contraria sea «de derechas» ya que esta posición remite al fascismo y al conservadurismo, la posición contraria es el liberalismo (y no el «neoliberalismo» que es una etiqueta con la que ningún intelectual serio se identifica puesto que es un invento inexistente).

Incluso para ser riguroso la expresión «ideal» que hemos colocado de modo un tanto benévolo en el título de esta nota, estrictamente no le cabe a los estatismos puesto que esa palabra alude a la excelencia, a lo mejor, a lo más elevado en la escala de valores, por lo que la compulsión y la agresión a los derechos no puede considerarse «un ideal» sino más bien un contraideal. Es un insulto torpe a la inteligencia cuando se califica a terroristas que achuran a sus semejantes a mansalva como «jóvenes idealistas».

Lo dicho sobre la empresa arrogante, soberbia y contraproducente de intentar la modificación de la naturaleza humana, frente a los esfuerzos por el respeto recíproco no justifican en modo alguno la desidia de muchos que se dicen partidarios de la sociedad libre pero se abstienen de contribuir día a día en la faena para que se comprenda la necesidad de estudiar y difundir los valores de la sociedad abierta e incluso las muestras de complejos inaceptables que conducen al abandono de esa defensa renunciando a principios básicos del mencionado respeto que permite que cada uno al proteger sus intereses legítimos mejora la condición del prójimo.

La sociedad abierta hace posible que las personas dejen de preocuparse solamente por cubrir sus necesidades puramente animales y puedan satisfacer sus deseos de recreación, artísticos y en general culturales. De más está decir que esto no excluye posibles votos de pobreza, lo que enfatizamos es que la libertad otorga la oportunidad de contar con medicinas, comunicaciones, transportes, educación e innumerables bienes y servicios que no pueden lograrse en el contexto de la miseria a que conducen los sistemas envueltos en aparatos estatales opresivos.

Lo dicho en absoluto significa que deban acallarse las posiciones estatistas por más extremas que parezcan. Todas las ideas desde todos los rincones deben ser sometidas al debate abierto sin ninguna restricción al efecto de despejar dudas en un proceso de prueba y error que no tiene término. En eso estamos. Lo peor son las ideologías, no en el sentido inocente del diccionario, ni siquiera en el sentido marxista de falsa conciencia de clase, sino como algo terminado, cerrado e inexpugnable que es lo contrario al conocimiento que es siempre provisional y abierto a posibles refutaciones. De lo que se trata es de pisar firme en los islotes de lo que al momento estimamos son verdades, en medio del mar de ignorancia que nos envuelve. Y esto no suscribe en nada la contradictoria postura del relativismo epistemológico que además de ser relativa esa misma posición, abriría la posibilidad de que una cosa al tiempo pueda ser y no ser lo que es y derribaría toda posibilidad de investigación científica puesto que no habría nada objetivo que investigar.

El concepto mismo de Justicia es inseparable de la libertad y de la propiedad. Según la definición clásica se trata de «dar a cada uno lo suyo» y lo suyo remite a la propiedad. El aludir a la denominada «justicia social» se traduce en una grosera redundancia puesto que la justicia no es mineral, vegetal o animal o, de lo contrario, apunta a sacarles por la fuerza sus pertenencias para entregarlas a quienes no les pertenece, lo cual constituye una flagrante injusticia.

Los socialismos proclaman que sus defendidos son los trabajadores (y los limitan a los manuales) pero precisamente son los más perjudicados con sus sistemas ya que el desperdicio de capital por políticas desacertadas recae principalmente sobre sus bolsillos. El liberalismo en cambio, cuida especialmente a los más débiles económicamente al atribuir prioritaria importancia que a cada trabajador debe respetársele el fruto de su trabajo sin descuentos o retenciones de ninguna naturaleza y en un ámbito donde se maximizan las tasas de capitalización y, consecuentemente, los salarios. El nivel de vida no se incrementa por medio del decreto sino a través del ahorro y la inversión, lo cual solo puede florecer en un clima de respeto recíproco y no someterse a megalómanos que imponen sus caprichos sobre las vidas y haciendas ajenas.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

SOBRE LA VUELTA A LOS 70, OTRA VEZ

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 16/8/12 en http://gzanotti.blogspot.com.ar/2012/08/sobre-la-vuelta-los-70-otra-vez.html

Ayer colgué en mi muro de facebook una carta que mi padre dirigió a la entonces directora de la carrera de Ccias de la Educación de la UBA, en 1973, cuando los alumnos le hicieron un simulacro de juicio y lo echaron de la cátedra. Hubo expresiones de preocupación sobre si algo así no está pasando de vuelta. Claro que sí, en diversos niveles y en diversos ámbitos. ¿Cuál es el asombro? La Argentina no ha salido, en su mentalidad general, del peronismo montonero de los 70. Lo dije en Septiembre de 2003. Vale la pena decirlo de vuelta.

 
El artículo fue publicado en http://www.atlas.org.ar y se llamaba «Sobre la vuelta los 70».
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Se habla mucho hoy en Argentina de “una vuelta a los 70”, y en cierto modo es positivo que algunos tomen al apelativo “marxismo” como una descalificación de la cual hay que defenderse. Pero el marxismo no es algo que se pueda usar como un descalificativo, ni tampoco como una forma de pensamiento concientemente asumida de modo muy complicado. El marxismo, en muchas latitudes, es, en un sentido ortegiano, una “creencia” cultural, en la cual se “habita” con toda naturalidad. Y Argentina no sólo no es una excepción sino uno de los mejores ejemplos.
 
¿Pero por qué una ideología puede ser tan potente como para transformarse casi en un suelo cultural?
 
Yo creo que detrás de todo esto se esconde el poder, el asombroso poder, de algo muy humano: el pensamiento, el gran ordenador de lo más inexpugnable que tenemos en nuestras manos. Filosofías, paradigmas, ciencias, ideologías: todas ellas tienen una fuerza y una capacidad de supervivencia que van más allá de lo que podemos predecir en un momento presente.
 
El ser humano no se maneja con supuestos hechos donde el ser humano no aparezca. No hay teorías versus hechos, no hay Quijotes versus Sanchos. Hay teorías y teorías: mejores, peores, verdaderas, falsas, confusas, nobles, no tan nobles, o inmorales y violentas. Pero todos somos quijotes que avanzamos contra nuestros molinos de viento. Sancho no era un hecho sin teoría, la advertencia del noble escudero no fue el hecho de que no fueran gigantes, sino la humana advertencia de otra teoría, a saber, que eran molinos, que no fue refutada ni siquiera por la feroz voltereta de Don Quijote, que re-interpreta el “hecho” diciendo que Frestón lo ha engañado…….
 
Ello no es malo. Al contrario, es muy bueno, cuando, retrospectivamente, la teoría se ha acercado a la verdad, y el loco de entonces quedó como el héroe.
Fue muy bueno cuando Galileo defendió sus molinos de viento, cuando Moisés guiaba a su pueblo a la tierra prometida, cuando Adams, Madison y Jay vislumbraron la más importante de las repúblicas.
 
El marxismo es –y no nos queremos convencer de ello- una teoría poderosa. No fue refutada en absoluto porque en las naciones capitalistas –según nuestros propios presupuestos- el nivel de vida haya aumentado, o porque no se haya producido en ellas la revolución. Una teoría es poderosa cuando, desde su núcleo, explica aquello que aparentemente la refuta. Y las explicaciones del marxismo no se hicieron esperar. En esos años 70, en esos años 70 tan comentados últimamente, la teoría de la dependencia y del deterioro de los términos de intercambio explicó perfectamente la supuesta refutación. Las naciones capitalistas tienen más riqueza porque, en estrictos términos marxistas, han explotado a las naciones periféricas. La plus-valía del capitalista contra el obrero, se expandió entonces a naciones contra naciones, al norte contra el sur. La estructura dialéctica-conflictual del marxismo logró una vez más interpretar al mundo. Desde esa perspectiva se explica la visión de aquellos que en esos años, en nuestro país, tomaron el camino de la violencia, que para ellos era simplemente un derecho a la resistencia a la opresión capitalista, cuyo poder político –el estado como dominio de la clase dominante: Marx 101- estaba representado por las clases oligárquicas unidas al poder económico y militar. Tómese la teoría de la resistencia a la opresión, la teoría de la guerra justa, la teoría de la plus-valía, la dependencia y la explotación capitalista y el resultado no era sino obvio, un resultado que pasó de la explotación a la explosión, la explosión de la violencia vista e interpretada coherentemente como una justa guerra revolucionaria. Por eso muchos de ellos, presentes hoy en el actual gobierno, no han cambiado de ningún modo su modo de pensar. Siguen pensando que en su momento lo que hicieron estaba bien; ahora, simplemente, las circunstancias han cambiado y la estrategia de “lucha” pasa a ser MERCOSUR contra el NAFTA (excepto los chilenos que, pobrecitos, han metido su cabeza en las fauces del monstruo capitalista). No se puede negar que deponer las armas siempre es positivo. Esperemos simplemente que las circunstancias no cambien de vuelta.
 
Frente a todo ello, no nos asombremos más por el apoyo, por ejemplo, a Fidel Castro,  obvio líder y héroe de la lucha de América Latina contra la explotación capitalista. No nos asombremos de que, desde esa perspectiva, todo se le justifique y se le disculpe.  Hagamos otra cosa: profundicemos el estudio de la teoría alternativa. Si queremos recurrir a supuestos hechos, datos, cifras y demás juguetes como estrategia dialéctica, ok, pero el tiempo intelectual que perdemos en ello no se recupera. Lo que debemos hacer es hacer lo que siempre hemos hecho, y se verá por qué estamos utilizando el plural retórico. Profundicemos, estudiemos y expliquemos una de las teorías alternativas que más le puede hacer frente al marxismo, una teoría tan poderosa y explicativa como Marx. Y eso se llama, sencillamente, Escuela Austríaca de Economía. La teoría de la explotación marxista fue refutada estrictamente, en tres volúmenes, por E. Von Bohn Bawerk en su tratado Capital e Interés, cuya primera edición fue de 1884. La teoría de la dependencia se refuta ipso facto cuando se ve que la teoría del capital de la escuela austríaca es, al mismo tiempo, una teoría del desarrollo, desarrollo que, contrariamente a lo que Marx sostiene, implica un aumento progresivo del salario real, merced al aumento de la productividad marginal del trabajo, noción que él jamás pudo entender. En cuyo caso, además, la mono-exportación de productos agrícolas y la importación de productos manufacturados es un efecto, y no la causa, del subdesarrollo y la pobreza, causados estos, a su vez, por el intervencionismo y la socialización de los medios de producción. Socialismo que, como opción económico-teorètica fue refutada por Mises en su libro El Socialismo, del 1922.
 
Todo ello sistematizado de vuelta por Mises en su tratado de economía, la Acción Humana, en 1949. Pero, como ya dije otra vez, los primeros en desconocer y-o desmerecer estos autores no son los castros y sus imitadores y admiradores, sino los técnicos y asesores de los supuestamente pro-capitalistas FMI y Bancos Centrales, organismos cuya incompatibilidad con el mercado libre fue claramente expuesta por Mises en sus libros Liberalismo, de 1927, y el ya nombrado La
Acción Humana de 1949.
 
Solamente esta literatura puede proteger a una mente idealista de la tentación de violencia, no porque se pase al cinismo ni a una supuesta madurez sin corazón, sino porque se pasa a otro tipo de idealismo, que al autor de estas líneas practica desde los 13 años: la convicción profunda de que la economía de mercado elimina la pobreza, la miseria, la desnutrición, el analfabetismo, y es condición necesaria, aunque no sea suficiente, de la paz, la estabilidad institucional y un mundo donde la vida personal no dependa de caprichos y locuras de dictadores, demagogos, partidos, partiduchos y dictadorzuelos.
 
No nos asombremos más por la “vuelta” a los 70. De los 70, sencillamente, no hemos salido. En los 70, sencillamente, estamos. Sólo otro mundo teorético es capaz de ver al capitalismo como la alternativa frente a un niño revolviendo la basura.

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.