La inflación como fenómeno monetario: Teoría e Historia

Por Iván Carrino. Publicado el 4/10/2en : https://www.ivancarrino.com/la-inflacion-como-fenomeno-monetario-teoria-e-historia/

Buenas tardes a todos,

Nos convoca hoy el debate sobre la inflación y sus causas. Propongo entonces empezar con una mirada rápida hacia los datos del mundo al día de hoy. Si tomamos el promedio de los últimos 20 años, 8 de los 10 países más relevantes de América del Sur tienen una inflación promedio anual menor al 8%. Se trata de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay.

En todos estos casos, sus Bancos Centrales tienen como objetivo principal y prioritario, mantener el valor estable de su moneda.

Teniendo en cuenta este dato objetivo de la realidad, y considerando que los Bancos Centrales son, por sobre toda las cosas, los responsables de determinar las cantidades óptimas de dinero de una economía, no podemos negar fácilmente que exista una relación entre la cantidad de dinero y el poder adquisitivo del mismo. O, dicho en otras palabras, entre la cantidad de dinero que existe en una economía y su tasa de inflación.

Un paper reciente del FMI (Yan Carriere-Swallow y otros, 2016) nos subrayó este punto. Analizando el importante logro de América Latina en materia de inflación desde la década de los ‘90 hasta esta parte, el FMI encontró que fueron las reformas monetarias realizadas durante ese período las que condujeron a la conquista de la estabilidad en la región.

Para los autores:

Desde la década de 1990, la política monetaria en América Latina ha logrado una transformación notable en términos de lograr la estabilidad de precios. Una ola de reformas legales en la región en la primera mitad de la década, en algunos casos consagradas en constituciones nacionales, otorgaron independencia a los bancos centrales. En esencia, los cambios tenían como objetivo restringir el financiamiento del banco central de los déficits del sector público que estaba en la raíz de la alta inflación en toda América Latina.

La mejora que describen se debió principalmente a cuatro factores: 1) la definición de un mandato estrecho y claro para los bancos centrales; 2) la formulación de políticas independientes de las necesidades del tesoro; 3) la autonomía en la implementación de la política monetaria; y 4) la rendición de cuentas y transparencia de los entes monetarios.

Estos cuatro pilares virtualmente eliminaron, en América Latina, el problema de la inflación. Obviamente, los autores mencionan a los dos países que abandonaron el camino: Argentina y Venezuela, donde no casualmente, sus Bancos Centrales tienen múltiples objetivos que alcanzar y, además, no gozan casi de ninguna autonomía ni independencia[1].

A primera vista, entonces, parecería haber algunos argumentos para afirmar que una cantidad de dinero excesivamente elevada es causa de una elevada tasa de inflación. Esta afirmación, además, encuentra numerosos adeptos en la historia del pensamiento económico.

Un repaso por la historia

En un trabajo de Raymond de Roover (Roover, 1983) se reseña el pensamiento de los autores y profesores nucleados en la llamada “Escuela de Salamanca”. Entre estos autores, algunos de ellos discípulos de Francisco De Vitoria, que vivieron entre los siglos XV y XVI, se encuentran Domingo de Soto, Diego de Covarrubias y Leyva, o Martín de Azpilcueta, conocido como Doctor Navarro.

De acuerdo con De Roover, todos estos autores coincidieron en que existía una relación entre el dinero y la inflación. En sus palabras, sostiene que:

Los autores españoles dieron por sabida la teoría cuantitativa, ya que sus tratados, casi sin excepción, decían que los precios subían o bajaban según la abundancia o escasez del dinero.

Tiempo después, en la Inglaterra del siglo XVII se dio un debate acerca del envilecimiento de las monedas de plata. De acuerdo con Rothbard (Rothbard, 1995) en el año 1690 el circulante monetario de Inglaterra se encontraba muy deteriorado, con lo que las viejas monedas no eran deseadas por el público, que prefería utilizar las nuevas monedas acuñadas por las autoridades. La gente o bien hacía circular más las monedas deterioradas, guardándose las nuevas, o bien aceptaban las monedas deterioradas pero por su peso y no por su valor nominal.

Esto llevó a que la Casa de la Moneda de la época tuviera que volver a acuñar las monedas, y que algunos sugirieran que lo que debía hacer el ente era pasar todas las monedas nuevas al peso de las viejas, deterioradas, pero al mismo valor nominal.

Frente a esta postura se alzó el filósofo inglés John Locke. En su libro Some Considerations of the Consequences of the Lowering of Interest and Raising the Value of Money (1692), Locke denunció el envilecimiento como algo ilusorio y engañoso. Según Rothbard explica, para Locke:

… lo que determinaba el valor real de una moneda (…) era la cantidad de plata en la moneda, y no el nombre que le otorgaran las autoridades. La degradación, advirtió Locke en su magnífica discusión, es ilusoria e inflacionista: si las monedas, por ejemplo, se devalúan en una vigésima parte, “cuando los hombres vayan al mercado a comprar cualquier otra mercancía con su dinero nuevo, pero más ligero, encontrarán que 20 chelines de su nuevo dinero no comprarán más de lo que 19 compraban antes’. La degradación simplemente diluye el valor real.[2]

Después de John Locke vino David Hume, quién criticó la idea mercantilista de mantener una balanza comercial positiva, precisamente por ignorar la relación entre la cantidad de dinero y el nivel de precios.

Según Robert Ekelund (Ekelund, Hébert, 2005), David Hume:

Puso de relieve un mecanismo precios-flujos de metales preciosos que vinculaba la cantidad de dinero a los precios y las variaciones de éstos a los superávits y déficits de la balanza comercial.

Para el filósofo inglés, la idea de mantener una balanza comercial positiva de forma permanente era imposible, puesto que el mayor ingreso de metales preciosos presionaría al alza los precios, lo que encarecería relativamente al país superavitario respecto de sus vecinos. Este fenómeno impulsaría entonces un aumento de las importaciones y una baja de las exportaciones lo que, a la postre, regresaría al equilibrio a la balanza comercial.

Por la misma época se destacó un pensador irlandés, que pasó gran parte de su vida en Francia e Inglaterra: Richard Cantillon. El aporte fundamental de Cantillon no fue tanto insistir en la relación positiva que ya varios comprendían entre dinero y precios, sino establecer un mecanismo a través del cual el cambio en la cantidad de dinero beneficiaba a los distintos sectores de la sociedad. Para Cantillon, una mayor cantidad de dinero no siempre aumentaba en la misma proporción los precios de todos los bienes y servicios que se producían. Esto era así porque el resultado final dependía de quién o quiénes recibían el nuevo dinero en primer lugar.

Cantillon (Cantillon, 2020) sostenía que:

Cualesquiera que sean las manos por donde pase el dinero que se ha introducido en la circulación aumentará naturalmente el consumo; pero este consumo será más o menos grande según los casos, y afectará en mayor o menor escala a ciertas especies de artículos o mercaderías, según el capricho de los que adquieren el dinero (…)

Si el aumento de dinero efectivo proviene de las minas de oro o plata que se encuentran en un Estado, el propietario de estas minas, los empresarios, fundidores, refinadores y, en general, todos cuantos trabajan en ello, no dejarán de aumentar sus gastos en proporción de sus ganancias. (…) Estos precios elevados inducirán a los colonos a emplear más extensión de tierra para producirlos en años sucesivos: estos mismos colonos se beneficiarán con el referido aumento de precios, y aumentarán, como los otros, sus gastos familiares. Quienes sufrirán este encarecimiento y el aumento del consumo serán, primeramente, los propietarios de las tierras, mientras duren sus contratos de arrendamiento; después, sus criados y todos los obreros o gentes con salario fijo, que a ellos están vinculados. Será preciso que todas estas personas disminuyan su gasto en proporción al nuevo consumo, circunstancia que obligará a un gran número a salir del Estado, y a buscar fortuna en otros países…

Así, si los escolásticos y los clásicos ya habían advertido sobre el rol del dinero en la inflación, Cantillon advirtió sobre las consecuencias redistributivas de la inyección de nuevo dinero en una economía. Y estos efectos ocurren tanto si el nuevo dinero es oro de reciente extracción, o papeles de reciente impresión.

A comienzos del Siglo XX llegó Irving Fisher, quien consagró en la historia una ecuación que todos los estudiantes de economía alguna vez tuvieron que estudiar: M*V=P*T. De acuerdo con Fisher, si M es la cantidad de dinero en circulación, si V es la velocidad de circulación del dinero, P es el nivel de precios y Q el índice de volumen físico de las transacciones, entonces de no moverse ni V ni T, un cambio en M impactará en P en la misma proporción. Ya John Stuart Mill había expresado lo mismo previamente, aunque sin la simbología matemática. Siguiendo a Ekelund (Ekelund Hébert, 2005), Mill decía que:

… para una cantidad de mercancías y un número de transacciones determinados, el valor del dinero es inversamente proporcional al producto de su cantidad por lo que se llama velocidad de circulación del mismo.

Fisher insistió en que ni Q ni T se verían impactados por los cambios en M, lo que dio origen a la llamada Teoría Cuantitativa del Dinero. El vínculo entre el dinero y la inflación estaba ahora plenamente establecido. La dirección de causalidad también.

Keynes, Friedman y la Escuela Austriaca

Durante los años ‘30, Estados Unidos experimentó la deflación, en el medio de un contexto de crisis, con aumento del desempleo y caída de la producción. En ese entonces, era esperable que nadie tuviera como primera preocupación la suba de los precios. Pero ni siquiera Keynes -el revolucionario padre de la Macroeconomía- negó que existiera una relación entre emisión e inflación. En una carta escrita al presidente Franklin D. Roosevelt y publicada en el New York Times, Keynes[3] exhortó al mandatario norteamericano a salir al rescate de la economía aumentando la demanda agregada.

De acuerdo con el economista inglés, este aumento debía generarse con un mayor gasto público, a financiarse con “dinero prestado o impreso”. Pocas líneas después admitió que esto pudiera tener un efecto en los precios, pero lo juzgó como algo positivo. “Los precios en alza deben ser bienvenidos porque generalmente son un síntoma del aumento de la producción y el empleo”, decía Keynes, motivo por el cual “es esencial asegurar que la recuperación no se vea frenada por la insuficiencia de la oferta de dinero para respaldar el aumento de la rotación monetaria”.

Después de Keynes, la inflación y sus orígenes pasaron a un segundo plano casi por 40 años. Hubo que esperar a un nuevo contexto global: el de la estanflación, para -digamos, “volver a las bases”. Y el retorno de la teoría cuantitativa del dinero estuvo a cargo de nada menos que Milton Friedman, académico de la Universidad de Chicago.

A través de numerosos estudios, conferencias y hasta documentales, el profesor Friedman se esforzó por difundir nuevamente la idea de que la inflación era un fenómeno siempre monetario y que la solución a la misma pasaba por un mayor control de la política monetaria y de la fiscal.

En palabras de Friedman (Friedman, 2012):

La causa próxima de la inflación es siempre y en todas partes la misma: un incremento demasiado rápido en la cantidad de dinero en circulación con respecto a la producción (…) Nunca ha habido un período de inflación dilatado y continuo que no haya sido acompañado de un crecimiento del circulante superior al de la producción.

Friedman sostenía que detrás del aumento de la cantidad de dinero, que generaba inflación, había tres causas finales: el aumento del déficit fiscal, la búsqueda del pleno empleo, y el intento por reprimir el aumento de las tasas de interés. Finalmente, concluía con firmeza que “la única manera de acabar con la inflación estriba en no permitir que el gasto público crezca tan rápidamente”.

Otro aporte que nos dejó el estadounidense fue su crítica a la Curva de Philips, donde añadió un factor de relevancia crucial para visiones contemporáneas sobre la inflación: el rol de las expectativas. Pero antes de llegar ahí, pasemos primero a la visión de la Escuela Austriaca de Economía sobre la relación entre el dinero, el poder de adquisitivo de la moneda y el aumento de los precios.

En sus conferencias en Buenos Aires[4], Ludwig von Mises reforzó la teoría cuantitativa del dinero al sostener que “si la oferta de caviar fuera tan abundante como la de patatas, el precio del caviar —es decir, la relación de intercambio entre caviar y dinero o caviar y otros productos— cambiaría considerablemente.”. Al considerar al dinero un bien económico como cualquier otro, la misma lógica cabía aplicarle.

No obstante, en La Acción Humana (Mises, 2011), dedicó algunos capítulos a tomar distancia de la ecuación cuantitativa del dinero. Es que para Mises, el establecimiento de una relación mecánica entre variables agregadas era una ofensa a su preciado individualismo metodológico.

Para Mises, la idea de un dinero que no tenga efectos reales (es decir, que no modifique la estructura productiva de la economía), es errónea. Y, además:

Tal idea indujo a muchos a creer que el «nivel» de los precios sube y baja proporcionalmente al incremento o disminución de la cantidad de dinero en circulación. Se olvidaba que ninguna variación de las existencias dinerarias puede afectar a los precios de todos los bienes y servicios al mismo tiempo y en idéntica proporción. (…) En orden a demostrar la doctrina según la cual la cantidad de dinero y los precios suben o bajan proporcionalmente, al abordar la teoría del dinero se adoptó un método totalmente distinto del que la economía moderna emplea en el estudio de todos los demás problemas.

Tiempo después, otro pope de la Escuela Austriaca, F.A. Hayek (Hayek, 1996), expresó que estaba de acuerdo con el enfoque monetarista de Milton Friedman de que toda inflación era inflación “de demanda”. Sin embargo, objetaba que la teoría:

… a causa del énfasis que pone en los efectos de las variaciones de la cantidad de dinero sobre el nivel general de precios, dirige una atención demasiado exclusiva a los perniciosos efectos de la inflación o deflación sobre la relación crediticia, pero pasa por alto los efectos, aún más importantes y dañinos, que tienen las inyecciones y retiradas de circulante sobre la estructura de los precios relativos y la consiguiente asignación errónea de recursos y, en particular, la mala dirección de las inversiones que causa.

Con las críticas de Mises y Hayek, y retomando aquellas enseñanzas de Cantillon, los economistas austriacos elaboraron una teoría del ciclo económico totalmente original. La emisión monetaria puede o no generar inflación (medida esta como el aumento sostenido del nivel de precios), pero sin dudas generará una distorsión de los precios relativos de la economía, que llevará a la misma a un sendero de crecimiento insostenible que -tarde o temprano- deberá terminarse. El final de este proceso tendrá dos alternativas: o bien una crisis económica con subas del desempleo y deflación, y bien una hiperinflación y el fin de la moneda (Mises, 2005).

O sea, los austriacos no negaron los efectos del dinero en el nivel de precios agregado de la economía, pero hicieron foco en un efecto considerado aún más dañino: la distorsión de la información que los precios de mercado saben transmitir mejor que nadie.

Es así que tras recibir el Premio Nobel de Economía, Friedrich Hayek publicó su “Desnacionalización del Dinero”, obra en la cual, tras afirmar que “la historia casi se reduce a la historia de las inflaciones y normalmente de las que las autoridades generan para su propio provecho”, propuso eliminar el monopolio de la emisión de dinero. Tras ello, sus seguidores, entre los más destacados George Selgin y Lawrence White, escribieron libros y artículos en defensa de un sistema monetario totalmente desregulado, con bancos de reserva fraccionaria y emisión de dinero privado por parte de estas instituciones.

El corto plazo, Macri y Olivera

Si me siguen hasta acá, tal vez haya varios convencidos de que efectivamente la relación entre el dinero y la inflación es una ampliamente conocida y aceptada por los economistas, y por tanto, una herramienta para entender y modificar la realidad. Me refiero a que si hay mucha inflación, podemos pensar que se debe a que se emitió mucho dinero y, por otro lado, que si queremos bajarla, podemos pensar que el mejor camino es dejar de emitir.

No obstante, algún escéptico todavía puede estar dudando. Y para reforzar sus inquietudes acaso vuelva al pasado reciente de la Argentina y se pregunte: ¿si todo lo que está diciendo Iván es cierto, cómo es posible que, durante el gobierno de Macri, la emisión monetaria se haya frenado por completo y, no obstante, hayamos tenido la inflación más elevada de los -hasta entonces- últimos treinta años?

Y es aquí donde el economista argentino, Julio Hipólito Guillermo Olivera, puede hacer su entrada triunfal.

Repasemos, ante todo, los datos. Después del 28 de diciembre de 2017, cuando el poder ejecutivo interfirió en la autonomía del manejo de la política monetaria y se decidió modificar las metas de inflación, el Banco Central accedió a reducir su tasa de interés. En una economía que estaba generando dudas en materia fiscal y de sostenibilidad de la deuda, este movimiento no fue bien leído por los inversores. El siguiente paso fue el acercamiento y posterior firma de un acuerdo con el FMI, y cuando eso no fue suficiente, el acuerdo se volvió a ajustar. Es así que en el 28 de septiembre de 2018 el BCRA anunció que modificaba su esquema de política monetaria “para implementar una meta de crecimiento nulo de la base monetaria hasta junio de 2019”[5]. Con algunos ajustes en esta meta, en concreto entre el mes de septiembre de 2018 y el mes de septiembre de 2019, la base monetaria aumentó solamente un 4,8%. En septiembre de 2018 la base monetaria había aumentado 43,9% anual. Un año más tarde el ritmo de aumento se había reducido a un décimo.

A pesar de estas medidas, la inflación anual de 2019 cerró en 53,8%, la más elevada de los 28 años precedentes.

Olivera (Olivera, 1960) explicaría este fenómeno en el marco de su “teoría no monetaria” de la inflación. Lo primero que debe decirse aquí es que Olivera no negaba que la inflación fuese un fenómeno monetario. El autor argentino asegura que “por cuanto entraña esencialmente un deterioro del valor del dinero, la inflación es en sí un fenómeno monetario.” No obstante, aclaraba después, que al hablar de teorías no monetarias, no se hacía referencia a la naturaleza del fenómeno, sino a las causas que lo producían. Entre estas causas, Olivera entontraba un cambio de precios relativos que ocurriera en el marco de un mundo con precios inflexibles a la baja.

Así las cosas, si el precio del bien B cae en términos relativos respecto del bien A, pero los precios nominales son inflexibles a la baja, entonces el sistema se resuelve con un aumento nominal del precio de A, manteniéndose constante el precio del bien B. Finalmente, esto tiene como resultado un aumento general del nivel de precios de la economía. La inflación, así, no fue causada por el aumento de la emisión monetaria, sino por un cambio de precios relativos que incrementó el valor del IPC.

La teoría de Olivera podría aplicarse y explicar en parte el fenómeno de la inflación de 2019. En efecto, el aumento del valor del dólar (que pasó de $ 38,8 En diciembre de 2018 a $ 63 en diciembre de 2019) puede explicar la modificación al alza de una serie de precios de la economía no compensada por una baja de otros productos, llevando esto a una suba del nivel de precios promedio.

Ahora el punto es si estas disrupciones de corto plazo pueden negar la teoría monetarista de la inflación. Y, desde nuestro punto de vista, esto no es suficiente. La visión de Olivera -y otros “estructuralistas”- puede ser útil para entender cambios de corto plazo en la tasa de inflación: pero para comprender el fenómeno de la inflación a largo plazo -como el que vive hoy Argentina-, debemos volver a la cantidad de dinero.

De Gregorio (De Gregorio, 2017) nos muestra este fenómeno con dos gráficos (ver gráfico 5 en el anexo) elocuentes que en el eje horizontal tienen la tasa de expansión de la cantidad de dinero y en el vertical la tasa de inflación. Un gráfico muestra cambios a corto y el otro las variaciones a un plazo más largo. El economista chileno concluye que:

… la relación entre dinero e inflación es muy débil en el corto plazo.  (…) Cuando se observa la evidencia de largo plazo, veinte años, la relación es más clara, y efectivamente hay una alta correlación entre la inflación y el crecimiento de M1. Esto es particularmente importante para inflaciones altas. (…)

En consecuencia podríamos concluir que la teoría cuantitativa, y por lo tanto, la neutralidad del dinero, se cumpliría en el largo plazo.

La evidencia también indica que, a corto plazo, la correlación entre emisión e inflación es débil, mientras que a largo se vuelve más robusta.

Milton Friedman no estaría en desacuerdo con esta afirmación, ya que en su decálogo del monetarismo (Ravier, 2012), explicaba que a corto plazo la emisión monetaria afectaba más al nivel de actividad que al nivel de precios; siendo el impacto sobre éste más importante luego del paso de un cierto tiempo.

Por último, y volviendo al éxito que los países Latinoamericanos han mostrado en el combate contra la inflación, vale destacar el análisis de Bernanke (Bernanke, 2005), quien afirmó que la responsabilidad fundamental en el éxito antiinflacionario recae en el abandono de las ideas estructuralistas y su reemplazo por “el consenso actual entre los economistas – que el crecimiento de la cantidad de dinero generado por el déficit fiscal es la fuerza motora detrás de casi todos los episodios de muy alta inflación”.

Tal vez los hechos más recientes, y las declaraciones de los banqueros centrales del día de hoy, junto con sus políticas monetarias, sea una nueva demostración de este dictum de Bernanke[6].

Por último, el rol de las expectativas

Como nos decía Bernanke, existe un consenso entre economistas acerca de que, en el origen de la inflación, está la política monetaria impulsada por la dominancia fiscal. Ahora a esto hay que sumarle el rol de las expectativas, un camino que comenzó Friedman pero que luego fue profundizado por autores de la talla de Robert Lucas y Thomas Sargent, entre otros.

La “revolución de las expectativas racionales”, como se ha llamado a esta nueva corriente del pensamiento económico, sostiene que los agentes económicos hacen el mejor uso de la información limitada de la que disponen y, en base a eso, buscan anticiparse y adaptarse racionalmente a los efectos esperados de las políticas gubernamentales. Así, el comportamiento de los individuos puede contrarrestar los efectos de las políticas y frustrar sus objetivos.

Un texto clásico en este sentido es el de Sargent y Wallace (Sargent & Wallace, 1981). Los autores sostuvieron en esa época la controvertida idea de que la política monetaria, por sí misma, no sería suficiente para reducir la inflación. Incluso más, que una política monetaria apuntada a bajar la inflación, si se empleaba en solitario, generaría más inflación en el futuro.

Esto era así porque, en un sistema donde el Banco Central dejara fija la tasa de expansión monetaria, por ejemplo, el déficit del gobierno sólo podría ser financiado en parte con el dinero emitido, teniendo el resto que financiarse en el mercado de bonos. Ahora bien, llegado el punto en que el mercado de bonos se saturase, entonces el Banco Central debería financiar ese déficit con “señoreaje, requiriendo la creación de dinero adicional. Más tarde o más temprano, en una economía monetaria, el resultado es inflación adicional”.

Sargent y Wallace enfatizaban su punto al considerar que, si la demanda de dinero dependía de la tasa esperada de inflación, entonces podría darse el caso de que la autoridad monetaria ni siquiera pudiera bajar la inflación en el corto plazo. Es que los agentes racionales, esperando una mayor expansión en el futuro, reducirían hoy su demanda de dinero, haciendo que la “dureza monetaria” tuviera poco efecto sobre la inflación presente.

En otro artículo sobre las hiperinflaciones europeas de los años ‘30, Sargent (Sargent, 1982) volvió a insistir en las expectativas de los agentes y, por tanto, en la credibilidad de las políticas implementadas para bajar la inflación:

Las medidas esenciales que pusieron fin a la hiperinflación en Alemania, Austria, Hungría y Polonia fueron, primero, la creación de un banco central independiente que estaba legalmente comprometido a rechazar la demanda de emisión por parte del gobierno y, segundo, una alteración simultánea en el régimen de política fiscal (…) una vez que se entendió ampliamente que el gobierno no dependería del banco central para sus finanzas, la inflación terminó y los tipos de cambio se estabilizaron.

Volviendo a 2019, esta hipótesis también podría obtener una ilustración en los hechos. Mientras los mercados creyeron en la política monetaria y la continuidad de una política fiscal gradualista hacia abajo, avalada por un organismo internacional como el Fondo Monetario Internacional, la inflación mostró cierta morigeración y el tipo de cambio se mantuvo estable. No obstante, una vez el escenario político se modificó, la expectativa de los agentes también lo hizo, de forma rápida y radical, y con ello vino el salto del tipo de cambio, una caída de la demanda de dinero, y un nuevo aumento en la tasa de inflación.

Conclusión

A lo largo de este trabajo hemos tratado de entrelazar los datos de la realidad con un conjunto de ideas que han mantenido su coherencia a lo largo de, al menos, seis siglos. Así, intentamos sostener que -si bien en economía, como en toda ciencia- las conclusiones son siempre provisionales y sujetas a refutación, la afirmación de que la emisión excesiva de dinero es la causante de la inflación es una que cuenta con un considerable consenso en la profesión y en la academia y que, además, ha sido suficientemente ilustrada por la evidencia empírica a lo largo de la historia.

Eso no impide, por supuesto, que podamos escuchar objeciones y críticas. No obstante, es la creencia de este servidor, que dichas críticas no podrán cambiar en mucho los puntos fundamentales aquí vertidos.

Anexo de Gráficos

Gráfico 1. Inflación anual promedio (2003-2022), países seleccionados de América del Sur.

Fuente: elaboración propia en base a FMI

Gráfico 2. Inflación anual promedio (2003-2022), países seleccionados de América del Sur con Argentina y Venezuela.

Fuente: elaboración propia en base a FMI

Gráfico 3. Base monetaria (promedio míovil 12 meses) y tasa de expansión anual.

Fuente: elaboración propia en base a BCRA.

Gráfico 4. Tasa de inflación anual (2002-2020), datos mensuales.

Fuente: elaboración propia en base a INDEC y fuentes privadas.

Gráfico 5. Emisión monetaria e inflación en el corto y largo plazo.

Fuente: De Gregorio (2007).

Gráfico 6. Tasa de interés de referencia para países seleccionados (2020-2022)

Fuente: elaboración propia en base a INDEC y Bancos Centrales.


[1] La página oficial del Banco Central de Venezuela se ocupa de aclarar que dicha institución es “integrante del Poder Público Nacional” y “que ejerce funciones gestoras de interés público en coordinación con la política económica general y se rige por los principios que gobiernan la Administración Pública.”. En el caso de Argentina, la reforma de la carta orgánica del 2012 modificó los objetivos, que quedaron establecidos en 5: “en el marco de las políticas establecidas por el gobierno nacional, 1) la estabilidad monetaria, 2) la estabilidad financiera, 3) el empleo y 4) el desarrollo económico 5) con equidad social. Véase BCV, Misión y Visión (http://www.bcv.org.ve/bcv/mision-y-vision) y BCRA, Carta Orgánica (http://www.bcra.gov.ar/pdfs/bcra/cartaorganica2012.pdf).

[2] La traducción es mía.

[3] John Maynard Keynes “An Open Letter to President Roosevelt” (1933). Disponible online en: http://www.la.utexas.edu/users/hcleaver/368/368KeynesOpenLetFDRtable.pdf (Versión en español traducida por Iván Carrino, en: https://www.ivancarrino.com/wp-content/uploads/2019/06/JM-Keynes-CARTA-ABIERTA-AL-PRESIDENTE-ROOSEVELT.pdf)

[4] El economista austriaco Ludwig von Mises bridó, en el año 1969, una serie de conferencias en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. En una de ellas se refirió a la inflación. Sus conferencias se encuentran publicadas por Unión Editorial, en un libro titulado “Política Económica”.

[5] El BCRA refuerza el sesgo contractivo de la política monetaria y adapta normas al nuevo esquema monetario. 28 de septiembre de 2018, disponible en: http://www.bcra.gov.ar/Noticias/BCRA-refuerza-esquema-politica-monetaria.asp

[6] En una entrevista para el programa “60 Minutos”, el actual presidente de la Fed, Jerome Powell admitió haber “inundado de dinero” el mercado. Véase Full Transcript: Fed Chair Jerome Powell’s 60 Minutes interview on economic recovery from the coronavirus pandemic https://www.cbsnews.com/news/full-transcript-fed-chair-jerome-powell-60-minutes-interview-economic-recovery-from-coronavirus-pandemic/

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Investigador Asociado del Centro FARO, de la Universidad del Desarrollo de ChileEs Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino

Contra el Leviatán de Hobbes

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 3/9/2en: https://www.infobae.com/opinion/2022/09/03/contra-el-leviatan-de-hobbes/

La obra del filósofo inglés constituye una de las raíces del pensamiento totalitario. En cambio, Étienne de la Boétie refutó sus principales argumentos y defendió los principios de la sociedad libre

Thomas Hobbes

Thomas Hobbes

Es de interés explorar una de las raíces más potentes del pensamiento totalitario y examinar su contraparte al efecto de lograr una mejor base de sustentación en los valores y principios de la sociedad libre.

Dejando de lado otras consideraciones del autor del Leviathan, al efecto de esta nota resulta relevante citar los siguientes pasajes de esa obra: 1) “nada puede considerarse injusto fuera de la ley”; 2) el legislador “tiene el poder de hacer y deshacer las leyes según le plazca”; 3) “solo el legislador conoce las causas finales” de la ley; 4) “Los súbditos no pueden cambiar la forma de gobierno […] Por otra parte, si intentan deponer al soberano y en consecuencia se los mata o castiga son por ello autores de su propia muerte o castigo”; 5) “Ningún hombre puede protestar contra la institución del soberano sin cometer una injusticia”; 6) “Los súbditos no pueden en justicia acusar los actos del soberano”; 7) “Cualquier cosa que haga el soberano no es punible por parte de los súbditos”; y 8) “El poder y el honor de los súbditos desaparecen con la presencia del soberano”. La receta perfecta para la antidemocracia moderna cuando se transforma en cleptocracia, a saber, gobiernos de ladrones de sueños de vida, de propiedades y de libertades a contracorriente de lo explicado por autores de la talla de los Bertrand de Jouvenel y Giovanni Sartori de nuestra época.

En Law, Legislation and Liberty Friedrich Hayek sostiene que “con Thomas Hobbes comienza el positivismo legal en la historia moderna”, es decir la ceguera de considerar que no hay recurso posible frente a la legislación que en verdad atropella derechos, es decir en esta visión no hay puntos de referencia o mojones extramuros de la ley positiva. Y George Sabine en Historia de la teoría política alude a “la base del absolutismo de Hobbes. Para él no hay opción entre el poder absoluto y la anarquía completa, entre un soberano omnipotente y la ausencia total de sociedad”.

Los más conocidos anti-Hobbes en la historia de la filosofía política fueron Algernon Sidney y John Locke sobre los que se han derramado ríos de tinta, pero hubo un autor no tan conocido pero que contradijo la tesis central del espíritu totalitario de Hobbes antes que él la expusiera, anticipándose al derrumbe. Se trata de Étienne de la Boétie que, entre otros escritos, produjo el maravilloso Discurs de la servitude voluntaire en 1576 tan ponderado por su amigo Montaigne quien consignó en sus Ensayos (en el referido a la amistad) que ese trabajo “honrará al mundo” y que fue presentado para “honrar la libertad y contra tiranos”. Muy acertadamente fue Pierre Leroux el primero en categorizar a la obra de La Boétie como la opuesta a Hobbes. Es entonces a ese libro en su versión al castellano (El discurso de la servidumbre voluntaria, Barcelona, Tusquets Editores, 1576/1980) a la que me quiero referir escuetamente en esta oportunidad, en cuyo contexto destaco -antes que nada- que la idea misma del soberano está mal en Hobbes, desafortunadamente muy generalizada en nuestro mundo actualEl soberano es el individuo y el gobernante su mero empleado al solo efecto de proteger sus derechos.

La Boétie se pregunta “¿acaso no es una desgracia extrema la de estar sometido a un amo del que jamás podrá asegurarse que es bueno porque dispone del poder de ser malo cuando quiere?” y se lamenta de “ver como millones y millones de hombres son sometidos y sojuzgados, la cabeza gacha, a un deplorable yugo” y vuelve a decir que “¿acaso no es vergonzoso ver tantas y tantas personas no tan solo obedecer, sino arrastrarse? […] ¿Quién creería, si solo lo oyera y no lo viera, que en todas partes, cada día, un solo hombre somete y oprime a cien mil ciudades privándolas de su libertad?”. Y luego desarrolla su tesis central al afirmar que “si un país no consintiera dejarse caer en la servidumbre, el tirano se desmoronaría por sí solo […] la cuestión no reside en quitarle nada, sino tan solo en no darle nada […] Son pues los propios pueblos los que se dejan, o mejor dicho, se hacen encadenar, ya que con sólo dejar de servir, romperían sus cadenas. Es el pueblo el que se somete y se degüella a si mismo; el que, teniendo la posibilidad de elegir entre ser siervo o ser libre, rechaza la libertad y elige el yugo”.

Más adelante, el autor afirma que “Hay tres clases de tiranos: unos poseen al reino gracias a una elección popular, otros a la fuerza de las armas y los demás al derecho de la sucesión” y destaca cómo los primeros “superan en vicios y crueldades a los demás tiranos” ya que lo hacen con el halo de la “voluntad popular”. Nos dice que “No creáis que ningún pájaro cae con mayor facilidad en la trampa, ni pez alguno muerde tan rápidamente el anzuelo como esos pueblos que se dejan atraer con tanta facilidad y llevar a la servidumbre por un simple halago o una pequeña golosina […] Los de hoy no lo hacen mucho mejor, pues, antes de cometer algún crimen, aun el más indignante, lo hacen preceder de algunas hermosas palabras sobre el bien público y el bienestar de todos”.

He aquí un compendio de nuestro escritor -que igual que Jesús, vivió apenas treinta y tres años- expuesto en su obra más conocida, que al principio circuló como una monografía solo entre un reducido grupo de amigos pero que fue difundida no solo a partir de Montaigne sino más adelante en los prolegómenos de la Revolución Francesa y, sobre todo, a partir de la edición del sacerdote Pierre Robert de Lamennais en 1835.

El eje central del libro está en línea con lo más caro de la tradición de pensamiento liberal en el sentido del derecho irrenunciable a la resistencia contra la opresión y en este caso lo hace alegando que nadie puede subyugar a otros si no es con su consentimiento puesto que si los subyugados desobedecen en masa no hay forma de mantener al tiranía. La Boétie se revela contra la apatía y la pasividad de quienes están sujetos a servidumbre. En esta línea argumental, debe destacarse que el derecho a la resistencia a la opresión se traduce en un contragolpe de estado puesto que para que esto se justifique debe haber habido con antelación reiterados golpes contra las instituciones republicanas. Tal vez el contragolpe más célebre en lo que va de la historia de la humanidad se la Revolución Norteamericana contra los golpes sistemáticos de Jorge IV, muchos otros han sido contragolpes fallidos y en algunos casos el resultado fue mucho pero que lo que se pretendía combatir como fue el caso de Fidel Castro contra los desmanes de Fulgencio Batista que convirtió a Cuba en una isla-cárcel. Los que declaman contra esta defensa, por ejemplo en el caso argentino debieran retrotraerse a ser colonos de España pero curiosamente son habitualmente los principales patrioteros que se envuelven en banderas y recitan himnos sin entender nada del asunto. En realidad en Argentina hubo solo un contragolpe exitoso y fue el derrocamiento de la tiranía rosista que parió la Constitución liberal de 1853/60 que dio lugar al notable progreso moral y material que convirtió a ese país a la vanguardia del mundo civilizado hasta la revolución fascista del 30 que empeoró notablemente a partir de la insurrección militar del 43, situación deplorable que se arrastra hasta nuestros días.

Hay una especie de autoanestesia en cuanto a la desidia por estudiar y difundir los fundamentos de una sociedad abierta. A la abulia e indiferencia con que se van aceptando manotazos a la propiedad y al resto de los derechos de las personas. Es como escribe Alexis de Tocqueville en La democracia en América “Se olvida que en los detalles es donde es más peligroso esclavizar a los hombres. Por mi parte, me inclinaría a creer que la libertad es menos necesaria en las grandes cosas que en las pequeñas, sin pensar que se puede asegurar la una sin poseer la otra”.

Pero hay otro asunto medular que debe ser considerado y es el ensanchamiento de la base de apoyo de los tiranos a través de la dádiva y el privilegio con el que compran voluntades de miserables morales que se venden al mejor postor. Esto crea una guardia pretoriana en el sentido peor de la expresión, es decir referida la los crueles mercenarios instalados después de Marco Aurelio en Roma, lo cual infunde miedo en la población y hace que la lucha ya no sea contra el déspota solitario sino que debe vencerse la tropa de alcahuetes y cortesanos del poder, quienes, a su vez, quedan presos de las fauces del leviatán hobbesiano ya que en estos ámbitos de corrupción no hay peor pecado que la defección.

De cualquier modo, la obra que consideramos constituye una muy valiosa voz de alarma frente a los avances de aparatos estatales insaciables, y nos recuerda la enorme e indelegable responsabilidad de cada uno frente a esos peligros que acechan a diario por lo que nos invita a contribuir cotidianamente al efecto de no caer en la trampa mortal. Todos los caminos institucionales deben trabajarse y agotarse al máximo antes de recurrir a la resistencia pacífica frente a desmanes insoportables puesto que aquellos caminos resultan siempre más fértiles para encauzar las cosas. Para mantener la democracia se necesita más democracia en su aspecto medular, es decir, el respeto a los derechos de todos que son anteriores y superiores a la existencia misma del gobierno cuya misión central consiste en protegerlos.

En este contexto, resulta pertinente repasar la lectura de autores como Charles Adams en For Good and EvilThe Impact of Taxes on the Course of Civilization, el libro en coautoría de Alvin Rabuska y Pauline Ryan The Tax Revolt y la compilación de Robert W. McGee The Ethics of Tax Evasion donde se nos recuerda que cuando los gobiernos abusan y se burlan descaradamente de los contribuyentes con gravámenes crecientes sin contraprestación alguna en un contexto de alarmante inseguridad y ausencia de justicia, es obligada la rebelión fiscal pacífica al efecto de llamar la atención sobre el gigantesco despropósito. En este sentido volvemos a la Revolución Norteamericana que comenzó a partir de la revuelta fiscal debido a incrementos en el impuesto al té. La esclavitud total es el cien por cien de impuestos pero sin llegar a esa aniquilación los abusos deben ser frenados preferentemente vía los marcos institucionales establecidos como el juicio político y equivalentes pero cuando estas vallas son destruidas solo queda la desobediencia pacífica con la prudencia necesaria para poner las cosas en su debido cause de respeto elemental por los gobernados. Recordemos que el Acta de la Declaración de la Independencia de nuestro país se llevó a cabo por “la emancipación solemne del poder despótico” al efecto de “recuperar los derechos que le fueron despojados.”

La parla convencional que adhiere al autoritarismo hobbesiano se enfrasca en terminología que pone de manifiesto su inclinación. Tal es el caso cuando se hace referencia a “la clase trabajadora” que suscribe la teoría de la explotación marxista. También y en un plano más amplio se alude a “las clases sociales”, concepto tan en boga hoy. La idea se origina en el marxismo sobre la base de que el proletario y el burgués tendrían una estructura lógica distinta, por más que nadie haya señalado en que concretamente la diferencia en los respectivos silogismos (¿que sucede con la estructura lógica del proletario que se gana la lotería o como son los silogismos del hijo de un burgués y una proletaria?). Esta idea clasista fue tomada por Hitler y sus secuaces quienes luego de infinitas y absurdas clasificaciones concluyeron que “una cuestión mental” es lo que diferencia al “ario” y del “semita”. En verdad, puede aludirse a personas en franjas de ingresos bajos, medios o altos, pero “clase” constituye un galimatías (además de ser repugnante hacer referencia a la “clase baja”, muy estúpido a la “alta” y anodino a la “media”). De más está decir que además de Sidney, Locke y los otros autores citados todos los que han contribuido a desmitificar el andamiaje hobbesiano son partícipes de haber fortalecido los pilares de la sociedad abierta. En estas líneas ilustramos con el formidable Boétie como uno de los precursores pero afortunadamente son muchos los hacedores.

Carl J. Friedrich en La filosofía del derecho escribe que “Hobbes encara mucho más en la tradición continental europea que en la tradición inglesa y norteamericana” puesto que “Hobbes tenía un conocimiento muy limitado del derecho inglés” ya que “la filosofía jurídica de Hobbes es marcadamente positivista. No reconoce más fuente del derecho que la voluntad del soberano” quien señala que “el juez, como cualquier otro súbito, jamás está en situación de sostener sus intereses contra la voluntad del soberano.” Varios pasajes del Leviathan aparecen como contradictorios en distintos andariveles pero es del caso subrayar con Friedrich que “Si bien Hobbes conservó la verba de la ley natural, a la que en cambio, vació de sustancia.”

En resumen, es de interés repasar las citas que consignamos al abrir esta nota periodística sobre el núcleo del pensamiento de Thomas Hobbes y la contracara tan provechosa de Étienne de la Boétie para ubicarnos en el plano de la sociedad abierta y contradecir las raíces del pensamiento totalitario.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Liberalotes, libertarios y la contradicción de subordinarse al líder mesiánico

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 10/11/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/11/10/liberalotes-libertarios-y-la-contradiccion-de-subordinarse-al-lider-mesianico/

En esta ola “liberal” se armó tal ensalada que algunos creen que el liberalismo es una religión

Banderas libertarias (Crédito: Luciano González)

En los últimos tiempos la palabra liberalismo se ha puesto de moda y quienes hasta no hace mucho nos atacaban tildándonos de liberalotes, ahora se dicen liberales.

El tema es que cada uno parece tener su propia definición de liberalismo. Incluso hay sectores que recitan una definición de liberalismo como si estuvieran en misa rezando el Padre Nuestro. En esta ola “liberal” se armó tal ensalada que algunos creen que el liberalismo es una religión.

Incluso se confunde liberalismo clásico con libertario, anarco capitalista o el invento de minarquista. Tal es la confusión, que he dado charlas para jóvenes del Partido Libertario y cuando les pregunté de dónde venía la palabra libertario desconocían por completo el origen.

Lo cierto es que el pensamiento liberal es una evolución de las ideas a lo largo del tiempo. Tal vez podría decirse que la construcción consistente de la doctrina liberal comienza a surgir en el siglo XVII en respuesta al absolutismo de los monarcas. El liberalismo nace como una doctrina que busca limitar el poder del monarca. Tal vez John Locke haya sentado las bases del liberalismo en su Segundo Tratado del Gobierno Civil, pero el ideario liberal se fue construyendo con diferentes aportes a lo largo del tiempo y por esa razón es que no hay un referente único del liberalismo como es el caso del marxismo o el keynesianismo. Nadie puede levantar la bandera del liberalismo diciendo el creador soy yo.

Y mucho menos decir que es el líder. Justamente el liberalismo no sigue personas, sigue ideas. Son los movimientos de carácter fascistas los que rinden culto al líder y al que nadie puede oponerse so pena de ser tildado de traidor. La adoración al líder es justamente lo opuesto al ideario liberal.

Cuando recitan como en misa que el liberalismo es el respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo, queda en claro que no entienden el concepto liberal, porque bajo esa definición habría que respetar irrestrictamente el proyecto de vida de Hitler de exterminar a los judíos, algo absolutamente repudiable para un liberal. O habría que respetar irrestrictamente el proyecto de vida de los delincuentes. Y no hay aclaraciones que valgan detrás de esa afirmación porque una definición, si es clara, no puede estar requiriendo de complejas explicaciones posteriores.

Si tuviera que arriesgar una definición de liberalismo, podría decir que el liberalismo es un sistema institucional (forma de organización social) donde cada individuo tiene derecho a buscar su propia forma de vida sin afectar el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de terceros.

El liberalismo es, además, tolerancia hacia las ideas del otro, siempre y cuando esas ideas no busquen violar los derechos mencionados anteriormente.

Lo que se observa de una parte de este surgimiento de algo mal llamado “liberalismo” en Argentina es que un grupo de seguidores: 1) rinden culto a un líder y 2) usan, por ahora, la violencia verbal contra todo aquél que opine diferente al líder y ese opositor es inmediatamente descalificado como envidioso.

Es más, han hecho del insulto y la agresión una bandera “liberal” argumentando que los gobiernos de buenos modales llevaron a la Argentina a la decadencia, con lo cual, según este movimiento de características fascistas, por carácter transitivo consideran que el insulto es un arma legítima para imponer las ideas y la solución a la decadencia argentina. Si el insulto resolviera los problemas de decadencia, la solución sería muy sencilla.

Es más, hasta se presentan como moralmente superiores al resto. Algo así como la pureza racial de nazismo. “Ustedes son la casta política corrupta y nosotros los puros que venimos a liberarlos de esa casta corrupta porque tenemos el monopolio de la pureza moral”, dicen.

Un discurso típico populista. Mientras el kirchnerismo inventa enemigos como los medios hegemónicos, el FMI y los poderes concentrados, esta corriente populista de derecha que se dice liberal, utiliza la misma línea de argumentación de todos los populismos, de derecha o de izquierda. Inventar un enemigo y presentarse como el líder que viene a luchar por liberar a las masas populares de la opresión del enemigo.

Si uno repasa las formas y los argumentos de ese movimiento que se llama liberal que surgió en Argentina últimamente, se encuentra con que es justo lo contrario al liberalismo: intolerante, violento, descalificador del que piensa diferente, subordinación absoluta al líder, culto a la personalidad del líder, etc.

En definitiva, el liberalismo es un intento por limitar el poder del Estado para que este no utilice el monopolio de la fuerza que le delegaron los ciudadanos, para violar el derecho a la vida, la libertad y la propiedad. Que cada uno, sin violar los derechos mencionados de terceros, haga su vida como mejor le plazca.

El liberalismo no es solamente decir que funcione la ley de la oferta y la demanda. Es un sistema institucional que nació, fundamentalmente, para limitar el poder del monarca y ahora el poder del Estado con el monopolio de la fuerza y, donde la economía, es parte del ideario liberal pero no el corazón del liberalismo.

Si limitar el poder del Estado es el objetivo principal del liberalismo, mal se puede pensar que este movimiento violento, intolerante, exigiendo subordinación y adoración al líder tiene algo que ver con el ideario liberal, porque reemplaza al estado por el líder mesiánico.

Por el contrario, esto que algunos llaman liberalismo o movimiento libertario, es un movimiento que casi retrocede en las ideas a las monarquías absolutistas o a los sistemas autocráticos que tanto mal le han hecho a la humanidad. Un primer paso hacia una autocracia que se supone moralmente superior.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky

Otra vez un impuesto sobre la capacidad ociosa

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 1/11/21 en: https://eleconomista.com.ar/debates/otra-vez-impuesto-sobre-capacidad-ociosa-n47415

Constituye un arrebato peligroso el impuesto sobre la llamada capacidad ociosa: las consecuencias deteriorarán aún más el mercado inmobiliario en nuestro medio, ya deprimido

Otra vez un impuesto sobre la capacidad ociosa

Es inaudita la manía por lo monótono que existe en nuestro país. Ahora resulta que en lugar de alivianar la pesada carga tributaria se propone el establecimiento de un nuevo gravamen sobre inmuebles considerados ociosos. En realidad está mal analizada la denominada ociosidad de activos que pertenecen a alguien puesto que dadas las circunstancias el titular le está dando el destino que estima más provechoso, lo mismo que cuando no usamos simultáneamente toda nuestra ropa o todos los metros cuadrados de nuestra vivienda y así sucesivamente.

Por otra parte, si nos tomamos en trabajo de prestar algo de atención al planeta Tierra observaremos que hay enormes extensiones de recursos marítimos, forestales y mineros que no se explotan. Esto es así porque los recursos son limitados y solo hay dos formas de decidir su destino: coactivamente a través de los aparatos estatales o libremente en el contexto del proceso de mercado. Lo primero inexorablemente va a contramano de lo que prefiere la gente y, por ende, hay derroche de capital que a su turno remite a menores salarios e ingresos en términos reales. El segundo procedimiento aprovecha los factores de producción en concordancia con los precios lo que a su vez permite ingresos y salarios mayores puesto que la única razón de su aumento son las tasas de capitalización.

La antedicha manía ahora concretada en el nuevo impuesto atenta contra la propiedad privada y por tanto desdibuja las únicas señales con que cuenta el mercado para operar y en el extremo obstaculiza toda posibilidad de evaluación de proyectos, de contabilidad y de cálculo económicos en general. Esto último es la ambición marxista: la abolición de esa institución según se declaran Marx y Engels en el “Manifiesto Comunista”: “Pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad privada”. Pero como queda dicho, no es necesario abolir la propiedad para que comiencen a surgir los problemas que dejamos apuntados. Es una cuestión de grado.

Los fundamentos del derecho de propiedad se han ido solidificando a través del tiempo con innumerables contribuciones, básicamente con los trabajos notables de John Locke, Robert Nozick e Israel Kirzner (en ese orden). Paso ahora a resumir muy telegráficamente esta triada sobre esa institución clave. En ausencia de propiedad privada, por ejemplo, nadie sembrará para que otros cosechen, lo cual en ciencia política se conoce como “la tragedia de los comunes”.

En “The Second Treatise on Government”, Locke fundamenta el origen de la propiedad del siguiente modo: “Cada hombre tiene la propiedad de su propia persona, a esto nadie tiene derecho más que él mismo. El trabajo de su cuerpo y el trabajo de sus manos podemos decir que son propiamente suyos. Entonces, cualquier cosa que remueva el estado de naturaleza significa que ha mezclado su trabajo y lo ha juntado con algo que es suyo, y, por tanto, lo hace de su propiedad. Lo ha removido del estado común y le ha agregado trabajo lo cual excluye eso del derecho común de otros hombres”. 

Es decir, el derecho en la concepción lockeana parte de cada cual sobre sí mismo y se extiende a lo que obtiene lícitamente, el derecho a la vida supone el de mantenerlo sin lesionar derechos de terceros. Pero aparece una complicación cuando Locke agrega lo que se conoce como el lockean proviso y es que “este trabajo es incuestionablemente la propiedad del trabajador, ningún hombre sino él tiene el derecho sobre aquello que ha sido de este modo anexado, por lo menos allí donde hay suficiente que queda  para otros” (la cursiva es nuestra).

Y aquí es donde viene la crítica de Nozick que debe prestarse cuidadosa atención, formulada en su “Anarchy, State and Utopia” donde sostiene que este lockean proviso constituye un absurdo puesto que aquella limitación hace imposible el derecho de propiedad ya que al invertir la secuencia en regresión partiendo de la persona que “no dispone de lo suficiente” no se debería permitir que la persona anterior en la cadena pueda apropiarse de lo que le falta, por tanto, esa otra persona no podría ejercer su derecho. A su vez, la situación de esa otra persona “fue afectada” por una tercera al apropiarse de cierta propiedad por lo que ésta tercera persona tampoco tendría derecho a la propiedad y así sucesivamente hasta llegar al ocupante original. En base a esta secuencia argumental el propietario original es el causante de todo lo demás, lo cual conduce a que no podría existir el derecho de propiedad mientras hayan indigentes. Esta argumentación de Nozick limitó las formidables contribuciones de Locke.

Este análisis fue retomado por Israel Kirzner, en “Discovery, Capitalism an Distributive Justice” quien con una mirada distinta introduce un nuevo elemento que es el descubrimiento de un valor por parte del propietario original expresado por medio de signos por el que le resulte claro a terceros quien descubrió ese valor del cual se apropia sin que haya tenido propietarios anteriores. Se elimina así el problema del lockean proviso y las objeciones de Nozick, mostrando como el proceso de mercado optimiza la productividad, especialmente para los más necesitados. Los usos y costumbres harán que varíen los aludidos signos exteriores, los cuales deben ser renovados periódicamente al efecto de que resulte claro a quien pertenece esa propiedad.

Es del caso señalar que en la obra mencionada de Nozick también descarta la noción lockeana  de “mezclar el trabajo” puesto que sostiene que no resulta claro, por ejemplo, hasta donde se extiende la propiedad de un astronauta que decide limpiar una parcela en Marte: no es claro si es dueño de la parcela o de todo ese planeta. También escribe que no resulta claro que con la construcción de un cerco se es solo dueño de la tierra bajo el cerco hasta el centro de la Tierra (o hasta el otro lado) o si es dueño solo de la tierra cercada. Asimismo, se pregunta cual es la razón de que el mezclar trabajo lo hace propietario en lugar de perder ese esfuerzo, lo cual ilustra cuando se arroja una lata de jugo de tomate al mar y se pregunta si se adueña del océano al mezclarse con sus moléculas o si solo se trata de perder una lata de jugo de tomate. Por último, se cuestiona la razón de sostener que al agregar trabajo necesariamente incrementa el valor del bien, lo cual no sucede, por ejemplo, con un cuadro al que se le tira un frasco de pintura encima, lo cual más bien arruinará el cuadro en cuestión. Estas reflexiones de Nozick han contribuido a mostrar falencias de Locke y a ponderar las elaboraciones de Israel Kirzner en esta materia.

En  resumen, constituye un arrebato peligroso el impuesto sobre la llamada capacidad ociosa, no solo por el atentado a la propiedad privada sino por las consecuencias que deteriorarán aun más el mercado inmobiliario en nuestro medio ya deprimido y con graves desajustes debido a absurdas legislaciones de alquileres, todo lo cual perjudica el bienestar de la población.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

En torno a un análisis del fenómeno Milei

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 18/9/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/09/18/en-torno-a-un-analisis-del-fenomeno-milei/

Javier Milei, candidato a diputado nacional

El aspecto clave de este asunto, mucho más allá de los resultados electorales del presente, es el haber trasladado al nivel político las ideas liberales que estaban ausentes en ese plano desde hace ocho décadas con esa profundidad. Este proceso tan fértil ha abierto avenidas en el público en general, principios que hasta la irrupción de Milei se encontraban en el tan necesario plano académico y en alguna manifestación parcial en el terreno periodístico.

Sin duda que la faena intelectual es decisiva para que pueda presentarse en el discurso político. Debe haber alguna base de sustentación en la educación entre el público para que pueda expresarse desde la tribuna política.

La tarea del político es muy diferente a la del académico. En el primer caso, inexorablemente para dirigirse a la opinión pública tiene que haber un mínimo de comprensión de lo que se dice. Si un hablante en idioma sueco pretende entendimiento y aceptación de lo que dice es requisito esencial que la audiencia entienda sueco de lo contrario no solo nadie entenderá nada sino que el orador no contará con público puesto que ese idioma para ellos estrafalario provocará una desbandada segura. En cambio, el profesor que asume la cátedra inquiriendo qué desean escuchar sus alumnos estará perdido como profesor, es indispensable que abra nuevos surcos en el aula. Ese es el comienzo de toda idea: el cenáculo que poco a poco va abriéndose paso tal como ocurre con una piedra arrojada en un estanque que en círculos concéntricos va tocando superficies mayores.

En nuestro país Juan Bautista Alberdi y sus colegas de la generación del 37 (así denominada por el año en el que se inauguró el célebre Salón Literario) en sus estudios, seminarios y tertulias absorbieron ideas de liberales ilustres como Algernon Sidney, John Locke, Condillac, Adam Smith, Montesquieu, Benjamin Constant, J.B. Say, Tocqueville, Pellegrino Rossi, Bastiat y Guizot. Todos autores enseñados principalmente en la cátedra de filosofía por el notable Diego Alcorta en el entonces Departamento de Jurisprudencia (hoy Facultad de Derecho) de la universidad establecida por Rivadavia en 1821.

Como es sabido, Alberdi se negó a jurar por Rosas y se graduó exiliado en Uruguay y luego revalidó el título en Chile donde se instaló en Valparaíso, lugar en el que además de ejercer su profesión fundó el Club de la Constitución para continuar debates sobre la tradición liberal. También Alberdi fue el responsable de contratar el primer profesor liberal en la Universidad de Chile ya que le aconsejó a su amigo Félix Frías – en aquellas épocas corresponsal de El Mercurio en París- para que con la anuencia de profesores locales lo invitara a instalarse en Santiago a Jean Gustave Courcelle-Seneuil al efecto de ocupar la cátedra de Economía Política en la mencionada universidad donde dictó clase desde 1855 hasta 1863 (por mi parte detallo sus enseñanzas y las actividades de sus valiosos discípulos en mi libro Jean Gustave Courcelle-Seneuil. Un adelantado en Chile publicado en Santiago por la Universidad del Desarrollo en 2010).

Tal vez el pensamiento alberdiano pueda resumirse en un pasaje donde consigna la función gubernamental como la protección a los derechos a la vida, propiedad y libertad en su obra más conocida de 1854: “Si los derechos civiles del hombre pudiesen mantenerse por sí mismos al abrigo de todo ataque, es decir, si nadie atentara contra nuestra vida, persona, propiedad, libre acción, el gobierno del Estado sería inútil, su institución no tendría razón de existir”.

Esta idea capital que fue plasmada en la Constitución de 1853/60 permitió que nuestro país se colocara a la vanguardia de las naciones civilizadas con salarios superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España, motivo por el cual la población de inmigrantes se duplicaba cada diez años con indicadores todos que competían con Estados Unidos. Luego vino la revolución fascista del 30 y peor aún el derrumbe con el golpe militar del 43 por el que nos asedió el estatismo en el que aún nos debatimos con indicadores de pobreza moral y material cada vez peores.

Ya con los valores liberales eclipsados, mi padre en 1942 en plena aceleración del desbarranque institucional que se preanunciaba y que como queda dicho ocurrió al año siguiente, descubrió en un seminario en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires un libro de Gottfried Haberler traducido ese año por el Fondo de Cultura Económica con el título de Prosperidad y depresión. Haberler era uno de los asistentes regulares al seminario de Ludwig von Mises en Viena por lo que transmitía en esa obra algunas de las enseñanzas de la Escuela Austríaca, especial aunque no exclusivamente la teoría del ciclo que encandiló a los muy pocos asistentes a ese seminario en la UBA. En la década siguiente, mi padre fundó el Centro de Estudios sobre la Libertad e invitó a muchos profesores a disertar en esa tribuna, el primero de los cuales fue precisamente Mises. También becó a jóvenes para estudiar a Estados Unidos, publicó regularmente la revista Ideas sobre la Libertad , tradujo y editó libros y organizó cursos en distintos lugares del país con lo que reflotó nuevamente las ideas liberales hasta ese momento desconocidas pues fueron tapadas por socialistas, keynesianos, cepalinos y marxistas que habían copado las aulas debido a la dejadez de tantas personas que consideraron muy equivocadamente que el progreso estaba garantizado.

A partir de ese resurgimiento piloteado por mi padre y los colegas que lo acompañaron en los trabajos educativos, afortunadamente pudieron aparecer otras manifestaciones liberales a partir de los 70. Por mi parte, en 1978 establecí con un grupo de empresarios la primera institución de posgrado privada (ESEADE) de la que fui 23 años Rector, donde se presentaba la tradición de la Escuela Austríaca que se contrastaba con otras corrientes de pensamiento en las distintas maestrías. Antes, en 1972, publiqué el libro que introdujo en el mundo hispanoparlantes por vez primera en forma de texto universitario aquella concepción austríaca, que fue prologada por el premio Nobel en economía Friedrich Hayek, también discípulo de Mises en el referido seminario vienés y que usé en mis cátedras como profesor titular en cinco carreras de la UBA y en mis clases en los doctorados en economía en la UCA y en la Universidad Nacional de La Plata.

Como queda dicho, a partir de entonces hubieron otras muy meritorias publicaciones académicas y asumieron la cátedra también profesores muy solventes que asimilaron la tradición decimonónica iniciada por Carl Menger y continuada por Eugen Bhöm- Bawerk, Franz Bretano, Friedrich von Wiser y más contemporáneamente los mencionados Mises y Hayek a los que debe agregarse Israel Kirzner y Murray Rothbard. Autores estudiados en otras entidades académicas y también en muy activas fundaciones argentinas ubicadas en Tucumán, Santa Fe, Mendoza, Córdoba, Corrientes y Buenos Aires que reúnen estudiantes de gran valor con tesis doctorales de peso y trabajos de difusión sumamente productivos y esclarecedores.

En este contexto es que aparece Javier Milei quien venía desarrollando muy fecundas tareas docentes desde hacía décadas. Lo conocí a raíz de un almuerzo al que me invitó en La Biela de Buenos Aires, oportunidad en la que los dos prolongamos nuestras conversaciones hasta avanzada la tarde, ocasión en la que quedé impresionado tanto de sus lecturas de la doceava edición de mi texto antes aludido como de diversos aportes académicos de la referida escuela de pensamiento y, sobre todo, me llamó la atención su capacidad de síntesis y entrenamiento didáctico.

Luego me fui anoticiando de sus contribuciones muy relevantes en materia monetaria, laboral, fiscal y de comercio exterior junto con sus elaboraciones referidas a los marcos institucionales y propuestas de reformas e incluso sus investigaciones sobre textos que discuten el monopolio de la fuerza, un debate inconcluso pero muy provechoso que dicho sea al pasar la primera vez que publiqué un libro sobre el tema fue en 1993 (Hacia el autogobiernoUna crítica al poder político con prólogo de otro premio Nobel en economía, James M. Buchanan). Estos asuntos terminaron girando en torno a bienes públicos, externalidades, asimetría de la información, el dilema del prisionero, el teorema Kaldor-Hicks y el denominado equilibrio Nash.

En otro orden de cosas de gran trascendencia, en momentos en que se parlotea sobre “derechos humanos” sin entender su significado (una redundancia puesto que los derechos solo pueden ser humanos), surge con claridad meridiana que Milei considera el llamado aborto como homicidio en el seno materno, entre muchos otros, en consonancia con genetistas de renombre y las declaraciones oficiales de la Academia Nacional de Medicina local que enfatizan el fundamento científico del aserto.

En una fiesta de liberales en La City en Buenos Aires, uno de los amigos que venía realizando interesantes contribuciones en el mundo intelectual me consultó sobre su inclinación de participar en política y como respuesta le formulé la siguiente pregunta retórica: “¿Qué hubiera sido del mundo si Einstein en lugar de dedicarse a la física hubiera sido intendente de Chivilcoy?”. En esa instancia Milei pensaba seguir en el mundo académico publicando libros y dictando clases, pero más adelante estimó que era el momento para incrustar el mensaje liberal en el campo político por lo que, como es sabido, se postuló como pre-candidato a diputado por la ciudad de Buenos Aires con los alentadores resultados por todos conocidos…y en noviembre, para sobrevivir, hago votos fervientes para que todos los antichavistas autóctonos cierren filas frente a un enemigo común, a pesar de las diferencias de cada cual. La derrota del chavismo en el nivel nacional en las PASO abre esperanzas.

En lo personal, me emocionó muchísimo que se transmitiera el canto a la libertad de Va Pensiero de Nabucco en oportunidad del discurso de Milei la noche de las elecciones ya que era la cortina musical del programa televisivo que tenía con Carlota Jackisch en Buenos Aires y también de mi programa radial en Colonia.

Pero como decimos, más allá del recuento de votos, lo relevante es no solo el haber pasado el mensaje vigoroso y sin concesiones en el terreno político, sumamente debilitado en el plano político desde hacía décadas y décadas -un campo absorbido por el estatismo de diversos colores con el interregno liderado por los meritorios esfuerzos de Álvaro Alsogaray- sino por ser el responsable de haber corrido el eje del debate en el mundillo de la política y modificado agendas de otros competidores que aunque no creyeran en el mensaje se vieron obligados a sustituir su discurso incorporando aquí y allá cápsulas liberales. Es por esto que todos los argentinos partidarios de una sociedad libre le debemos inmenso agradecimiento a Javier Milei por esta faena descomunal y con la característica de enorme generosidad. Esto quedará en los anales de nuestro país como un paso decisivo en una batalla ganada que es de esperar sea aprovechada y continuada por otros.

En una oportunidad, en un intercambio público que mantuve con Milei en la Universidad de Belgrano pude constatar el entusiasmo de los participantes que colmaron el aula magna a la que se acoplaron aulas contiguas con pantallas. Pero lo más importante no era el grosor de la audiencia sino la calidad de las preguntas que no eran de circunstancia sino que pusieron de manifiesto que había mucha biblioteca atrás de los muy jugosos interrogantes.

Habiendo dicho todo esto vuelvo a reiterar lo que le he comentado a Javier en privado y en público: no estoy para nada de acuerdo con algunos de sus modos. Creo que nunca se justifican, pueden denunciarse con énfasis maniobras y zancadillas y refutarse con vigor argumentos estatistas pero no recurrir a lenguaje soez puesto que estamos hablando de batalla cultural y una manifestación de la cultura son los modales. Y como he manifestado, la última vez en el antedicho encuentro académico en la Universidad de Belgrano, personalmente no uso improperios en público no porque carezca de imaginación puesto que se me ocurren intervenciones bastante creativas en esa línea, me abstengo porque de lo contrario contribuiría a acentuar la cloaca que ya de por sí está bastante esparcida en nuestro medio.

No se me escapa que hay quienes centran su atención en algunos de los modos de Milei como pretexto para ocultar la fenomenal envidia que los carcome y desvela debido al muy abultado arrastre que tiene especialmente entre los jóvenes. Hay otros tilingos que no hacen nada para contribuir a despejar ideas y desde sus poltronas critican algún exabrupto o su peinado sin percatarse que hay otros bien peinados -claro, los que conservan algún vestigio en el cuero cabelludo- y no dicen malas palabras pero nos agreden diariamente con sus inauditos atropellos.

Mi querido amigo Armando Ribas insistía en que Alberdi fue un milagro argentino, en mi caso digo que Javier Milei constituye otro milagro, un milagro distinto pero milagro al fin. En resumen, muchas gracias Milei por lo realizado hasta el momento y con los deseos que siga haciendo mucho más en los distintos territorios en los que ha incursionado, pues necesitamos con urgencia tiempo para seguir con la batalla cultural cuyo aspecto medular es el incalculable valor moral del respeto recíproco.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Sobre un personaje mayor en la tradición liberal

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 14/8/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/08/14/sobre-un-personaje-mayor-en-la-tradicion-liberal/

Algernon Sindney escribió en 1681 sobre algunos principios básicos que luego profundizaron Locke y Montesquieu

Sobre un personaje mayor en la tradición liberal - Infobae
Algernon Sidney

A veces acontecimientos claves de la historia no son suficientemente ponderados. Como es sabido, el inicio del espíritu liberal puede situarse en el método socrático, pasando por las experiencias atenienses, romanas, los fueros españoles y sus “juicios de manifestación” antes del habeas corpus, la Carta Magna de 1215, el desarrollo del common law y la escolástica tardía. Si bien el salto cuantitativo original habitualmente se atribuye a John Locke con su tratado de 1689, resulta clave señalar que antes que eso y en la misma dirección y con argumentos de mayor peso Algernon Sindney escribió en 1681 su obra titulada Discourses Concerning Government que demoró en publicarse hasta 1698 debido a su criminal ejecución el 7 de noviembre de 1683 por orden de Carlos II.

El voluminoso trabajo de Sidney fue como respuesta muy extendida al libro de Robert Filmer en cuyo título se expone la tesis central, Patriarcha: A Defense of Natural Power of Kings Against the Unnatural Liberty of the People publicado en 1680. Era una defensa y ratificación de la noción muy generalizada de la época que los monarcas derivaban su poder de Dios y que, por tanto, no podía ser cuestionado independientemente del contenido de la respectiva resolución.

Sidney refutó esta absurda conclusión y se explayó en la naturaleza del gobierno y las limitaciones a su poder a los efectos de salvaguardar los derechos de las personas, a su juicio inherentes a la persona y más allá de la legislación del momento. Esto no solo como un fundamento moral sino para asegurar el mayor bienestar de la gente basado en que esos derechos son naturales al ser humano y anteriores y superiores a la constitución del monopolio de la fuerza. Estas disquisiciones se oponían no sólo al poder político sino también al poder de las religiones oficiales. La frase que resume su pensamiento es la ironía de comentar que en los sistemas entonces vigentes “algunos nacen con una corona sobre sus cabezas y todos los demás con monturas sobre sus espaldas.”

La referida obra de seiscientas páginas en la edición que tengo en mis manos, está dividida en tres grandes capítulos que contienen noventa y ocho secciones. Comienza diciendo que es perfectamente excusable el error cometido por ignorancia, pero personas leídas e informadas no tienen justificación de engañar a la gente con supuestos inauditos como que el poder de los reyes es un mandato divino al efecto de respaldar sus fechorías. Como queda dicho, en verdad el autor explica que los derechos individuales provienen de la naturaleza de la condición humana para poder desarrollar sus potencialidades y el gobierno está teóricamente constituido para proteger y garantizar esos derechos. Es lamentable -continúa Sidney- que muchas autoridades religiosas se hayan plegado a la idea de la infalibilidad de la corona cuando su misión es la de velar por la integridad de los miembros de la comunidad y no estos reverenciar y otorgar facultades ilimitadas a quienes están supuestos de proteger las autonomías de los gobernados, quienes deben tener la posibilidad de remover a quienes los asaltan.

A continuación subraya el desatino de insistir en que el pueblo no debe interferir en los misterios del poder solo reservados a los que lo detentan puesto que ese razonamiento constituye un insulto a la inteligencia. Los hombres que asumen el poder no son diferentes al resto de los mortales, solo que se le ha confiado la misión de proteger las condiciones para que cada uno pueda desarrollar sus facultades dignas de la condición humana.

Constituye una ofensa a Dios el endosarle la responsabilidad por los martirios que sufre la gente. Los que tienen las inclinaciones delictivas de Nerón deben ser tratados como tales. La prudencia y el acierto en las decisiones gubernamentales no surgen automáticamente “no crecen como los hongos” son fruto de meditaciones y asesoramientos calificados y serios. La gente no debe dejarse atropellar y eventualmente permitir que los decapiten en sentido figurado o en sentido literal en nombre de una alegada facultad inexistente. No tiene el menor sentido reclamar que se dé al César lo que pertenece al Cesar cuando lo que se pide es el poder absoluto como atributo indiscutible del Cesar lo cual desconoce la naturaleza del gobernante y los atributos de la gente, todo como un pretexto para atropellar los derechos de todos los que no gobiernan.

La sección quinta del primer capítulo lleva el muy sugestivo título de “Depender de la voluntad de un hombre es la esclavitud” donde alude a la esencia de la tiranía que consiste en que la gente se encuentre a merced del monarca ya que la libertad es la ausencia de coacción por parte de otros ya que “son esclavos quienes no puede disponer de su persona ni de sus bienes y todo depende de lo que resuelva su amo; no hay tal cosa como la naturaleza del esclavo” puesto que la esclavitud contradice la naturaleza de las cosas, en esta línea argumental los gobernantes deben ajustarse a la ley entendida como el resguardo de los derechos de todos y no simplemente una disposición emanada de la autoridad. Imputar a Dios la conducta de los Calígula es una falta de respeto mayúscula.

En la sección décima de ese mismo capítulo, se elabora detenidamente sobre el concepto de que “ninguna violencia o fraude puede crear un derecho” y “la diferencia entre un buen y un mal gobierno dependen del ejercicio del poder” pero “en esclavitud el conocimiento no brinda posibilidades ya que todo depende de la voluntad de los lords por más malvados, crueles y dementes que resulten”. Y más adelante en la sección siguiente y en las cuatro finales de ese capítulo explica detenidamente que un acto injusto no muta en justo por el hecho de ser adorado con boato, rituales, frases vacías y poder hereditario. La justicia de dar a cada uno lo suyo implica el respeto a la propiedad de lo que pertenece a cada cual.

En el segundo capítulo Sidney en el contexto de opiniones de diferentes autores, desarrolla las nociones de democracia referida al consenso de la administración de la cosa pública en beneficio de todos que hoy podemos resumir en el respeto recíproco, la aristocracia como el gobierno de algunos considerados virtuosos y la monarquía como el gobierno de uno, lo cual con el tiempo fue transformado en monarquía parlamentaria o constitucional con la idea de establecer límites al poder. Y en la sección cuarta del tercer capítulo subraya que ningún monarca debe contar con la facultad de vulnerar derechos del mismo modo que debe prevenir que otros lesionen derechos del prójimo.

En la sección onceava del último capítulo, el autor extiende su argumentación sobre el significado de la ley que debe ser compatible con el derecho y no fruto de una mera resolución gubernamental y que una ley injusta no debe ser obedecida en línea con la tradición escolástica (la sección se titula “La ley injusta no es ley y aquello que no es ley no debe obedecerse”). Enfatiza que la ley no deriva de la dignidad del legislador sino exclusivamente de su justicia que debe ser universal.

Esta deriva tan sustanciosa sobre lo que significa la igualdad ante la ley y su inseparable noción de la Justicia y la relevancia de los magistrados que imparten justicia es a contracorriente del llamado positivismo jurídico que no reconoce mojones y puntos de referencia extramuros de la norma positiva. En la sección catorce recuerda que los gobiernos fueron establecidos para hacer que se cumpla la justicia, un contrapoder de gran peso en las sociedades libres en cuyo contexto esboza que el derecho no es consecuencia del invento de jueces sino el resultado de procesos evolutivos de descubrimiento de valores preexistentes.

Luego de todas estas disquisiciones sumamente sustanciosas y muy pertinentes para la actualidad, este notable pensador en las dos últimas secciones se refiere a la importantísima misión del Parlamento o Poder Legislativo y apunta que “la Magna Charta que comprende nuestras leyes antiguas y las legislaciones subsecuentes no son fueron enviados de los cielos sino de acuerdo a la voluntad de los hombres” en dirección a la limitación al poder. En este sentido agrega que en una sociedad libre no puede otorgarse poder al Parlamento a los magistrados judiciales ni al rey que no sean para salvaguardar derechos y en el primer caso las deliberaciones deben dirigirse a poner orden, es decir, a lo que modernamente diríamos el Estado de Derecho donde ese Poder Legislativo “debe ser confiado solo en las manos de quienes son capaces de obedecer la Ley” en el sentido antes definido y vinculado a los escritos de Richard Hooker que Sidney cita en concordancia también con otros autores respecto al iusnaturalismo.

Estas notables contribuciones fueron desarrolladas primero por Locke y luego perfeccionadas por Montesquieu. En el primer caso, se muestra que “Cuando los legisladores quitan y destruyen la propiedad de la gente o los reducen a la esclavitud por medio del poder arbitrario, se colocan en un estado de guerra con el pueblo que queda eximido de seguir obedeciendo.” Y el segundo autor además de haber afinado la imprescindible división de poderes, escribe en su trabajo más conocido de 1748 que “nos ha enseñado la experiencia eterna que todo hombre investido de autoridad abusa de ella. No hay poder que no incite al abuso, a la extralimitación […] Para que no se abuse del poder, es necesario que se le ponga límites”. Calcado en la misma argumentación, contemporáneamente Bertrand de Jouvenel concluye en el poder que “es una experiencia eterna el que todo hombre que tenga poder se ve impulsado a abusar del mismo”.

Benjamin Constant en “Sobre el espíritu de conquista y de usurpación en sus relaciones con la civilización europea” consignó la célebre distinción entre “la libertad de los antiguos y la libertad de los modernos”, la primera “se componía más bien de la participación activa del poder colectivo que del disfrute pacífico de la independencia individual […] Muy otra cosa ocurre en los estados modernos, su extensión, mucho más vasta que las repúblicas de la antigüedad […] Los clásicos hallaban más deleite en su existencia pública y tenían menos en su existencia privada. Casi todos los deleites modernos se hayan en la existencia privada”. Hoy desafortunadamente pude decirse que en gran medida hay una reversión del tema: se pretende circunscribir la participación de la gente en el voto (con todas las artimañas del caso) pero excluirlo de lo relevante, cual es la protección y el consiguiente respeto a sus derechos individuales tan proclamados por el propio Constant.

Tal como he consignado antes, a mi juicio el cuarteto de obras de ficción que mejor desnudan el poder son La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa que se refiere a Trujillo, Yo el supremo de Roa Bastos que se refiere al doctor Francia, Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias que se refiere a Estrada Cabrera y La silla del águila de Carlos Fuentes que se refiere en general al poder en México donde se leen las siguientes confesiones imaginadas (¿imaginadas?) de políticos que ilustran sobre algunos pasillos de los aparatos estatales: “para mi todo es política, incluso el sexo”, “el poder es mi vocación”, “te lo digo a boca de jarro, todo político tiene que ser hipócrita. Para ascender, todo vale. Pero hay que ser no sólo falso, sino astuto” y “la fortuna política es un largo orgasmo”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

50 años sin patrón oro

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 15/8/21 en: https://www.larazon.es/opinion/20210815/djgys7r3djg5zalfid6srrteoi.html

En el sistema de Bretton Woods, los Estados Unidos se comprometieron a mantener estable el precio del oro a 35 dólares la onza. Hoy, 50 años después, el oro vale 50 veces más

MIKE GROLL AP

Hace hoy medio siglo, el 15 de agosto de 1971, Richard Nixon desvinculó el dólar del oro, liquidando el sistema establecido en Bretton-Woods en 1944, que fue el último vestigio del patrón oro. El economista Samuel Gregg recordó en «Law & Liberty», una frase de Herbert Hoover de 1933: «tenemos oro porque no podemos fiarnos de los gobiernos». Era verdad. La historia del patrón oro está vinculada a la idea liberal del poder limitado. No por casualidad, entre los reformadores monetarios que defendieron la necesidad de una moneda estable estuvo John Locke.

Había una larga experiencia de las manipulaciones perpetradas por las autoridades para obtener recursos envileciendo la moneda. Antes que Locke, los escolásticos españoles pioneros del liberalismo, como Juan de Mariana, habían denunciado tales maniobras mediante las cuales la corona recaudaba lo que después sería conocido con el nombre de impuesto inflacionario. Un gran enemigo del patrón oro, John Maynard Keynes, reconoció su carácter liberal en 1923, cuando dijo con toda claridad: «el patrón oro maniata al ministro de Hacienda».

Esto es lo que hace, efectivamente, porque no cualquier política fiscal es compatible con la estabilidad de precios que garantiza el patrón metálico. El mismo Keynes señaló que en el siglo liberal, entre el final de las Guerras Napoleónicas y el estallido de la Primera Guerra Mundial, la inflación prácticamente había sido nula. La que vino después fue creciente y en algunas oportunidades explosiva. Pero su tendencia general, incluso en las naciones y contextos más estables, fue al alza. Ese impuesto, que revela la pérdida de confianza en los valores liberales y la tendencia siempre expansiva del peso de los Estados, no ha dejado de subir, entre cánticos a la labor desempeñada por los sucesores del patrón metálico, los bancos centrales emisores de una moneda llamada fiduciaria, por la confianza que debemos tener sus forzados usuarios en que no va a ser emitida en exceso.

Mientras se habla ahora del regreso de una inflación que en realidad nunca se marchó, la mejor forma de ver hasta qué punto los políticos mintieron cuando acabaron con el patrón oro prometiendo estabilidad es acudir, precisamente, al oro. En el sistema de Bretton Woods, los Estados Unidos se comprometieron a mantener estable el precio del oro a 35 dólares la onza. Hoy, 50 años después, el oro vale 50 veces más.

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE. Difunde sus ideas como @rodriguezbraun

¿Un portentoso milagro argentino?

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 13/3/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/03/13/un-portentoso-milagro-argentino/

El cumplimiento de la Carta Magna de 1853 hizo que nuestro país compitiera en el primer puesto del mundo libre con Estados Unidos

Justo José de Urquiza

Justo José de Urquiza

En la parla convencional se alude al “milagro alemán” que no fue ningún milagro sino la aplicación de políticas liberadoras que permitieron el resurgimiento de Alemania luego de la tragedia nazi. En el caso argentino es muy pertinente recurrir a esa alegoría o metáfora puesto que los sucesos irrumpieron con una firmeza notable los cuales generaron un progreso extraordinario en las condiciones de vida de la gente que fue la admiración del mundo.

Como ha escrito Juan Bautista Alberdi, a partir de 1810 “nos independizamos de España pero fuimos colonos de nuestros gobiernos” en un contexto de caudillajes y desórdenes mayúsculos solo interrumpidos muy de vez en cuando con intentos fallidos de establecer una sociedad civilizada.

En medio del batifondo y de la tiranía rosista comenzaron los esfuerzos por encaminarse, primero en reuniones para estudiar y debatir obras que apuntaban a los fundamentos de una sociedad libre en la denominada Jabonería de Vieytes, luego en la Librería de Marcos Sastre, finalmente en lo que se bautizó como Salón Literario (esto en 1837, de allí que a sus integrantes se los denominó como “la generación del 37”), más adelante todavía en la Asociación de Mayo.

Los personajes de marras eran en primer término Alberdi y también, entre otros, Esteban Echeverría, José María Gutiérrez, José Mármol, Gervasio Posadas, Jacinto Rodríguez Peña, José Antonio Wilde y Florencio Varela, muchos de los cuales habían sido introducidos a los principios liberales principalmente por el profesor Diego Alcorta en el Departamento de Jurisprudencia de la Universidad de Buenos Aires (que luego fue expulsado por Rosas) a través de autores como Benjamin Constant, John Locke, Adam Smith y Montaigne.

Como es sabido Alberdi no se recibió de abogado en nuestro país porque se negó a llevar a cabo el juramento impuesto por Rosas a favor de su gobierno y lo hizo en Uruguay para luego revalidar en Chile donde mantuvo un más largo autoexilio, nación en la que fundó el Club Constitucional para seguir con la difusión de ideas. También desde Valparaíso, en combinación con académicos locales lo convenció a su amigo Félix Frías -en ese momento corresponsal del El Mercurio en París- que lo contratara a Gustave Courcelle-Seneuil para la Universidad de Chile quien fue el primer profesor liberal en esas tierras trasandinas.

En todo caso, en esta nota periodística subrayó la extraordinaria sucesión de hechos -milagrosos dirían algunos- que arrancaron nuestro país del salvajismo y lo catapultaron a una de los más prósperos de orbe. El primero de mayo de 1851 se produce la proclama de Justo José de Urquiza con la idea de establecer un genuino federalismo en reemplazo del férreo unitarismo disfrazado de federal. El 3 de febrero de 1852 tiene lugar la batalla de Caseros donde se pone punto final a la tiranía, en mayo de 1852 Alberdi publica Bases y puntos de partida de la organización política de la República Argentina y el primero de mayo de 1853 se jura la flamante Constitución liberal.

El “milagro” no sólo tuvo lugar por la coincidencia del trabajo extraordinario de Alberdi y su estrecha relación epistolar con Urquiza en el contexto de los acuerdos de ambos (en este sentido véase especialmente Urquiza y Alberdi. Intimidades de una política donde Ramón J. Cárcano reproduce la correspondencia entre estas dos personalidades), sino también la decisión de los constituyentes de rechazar otras dos propuestas que se filtraron y pretendieron competir con el proyecto alberdiano en la Asamblea Constituyente: una de Pedro de Angelis (1784-1859) y otra de Mariano Fragueiro (1795-1872), ambas escritos de corte autoritario sin siquiera contemplar una sección de derechos y garantías. En lugar de eso predominó con mucho vigor la influencia de Alberdi que su vez se basó en los autores mencionados más arriba, en la Constitución estadounidense, en la de las Cortes de Cádiz de 1812 (dicho sea de paso en relación a este último documento se utilizó por vez primera la expresión “liberal” como sustantivo en oposición a los “serviles” que adherían a la tradición estatista de España) y a los trabajos del italiano Pellegrino Rossi que había sido profesor en la universidades de Bologna y París, un continuador de las exposiciones tan fértiles de Jean-Baptiste Say.

En la referida correspondencia que reproduce Cárcano, Alberdi le envía su libro a Urquiza con el siguiente mensaje: “Nuestra perpetua gratitud, por la heroicidad sin ejemplo con que ha sabido restablecer la libertad de la patria, anonadada por tantos años” y agrega que “he consagrado muchas noches a la redacción del libro, sobre las bases de la organización política para nuestro país, que tengo el honor de someter al excelente buen sentido de V.E.” (fechada en Valparaíso el 30 de mayo de 1852). A lo que Urquiza responde: “Su bien pensado libro es a mi juicio un medio de cooperación importantísimo. No ha podido ser escrito ni publicado en mejor oportunidad” (fechada en Palermo de San Benito, julio 22 de 1852).

Existe una muy nutrida bibliografía sobre Urquiza (especialmente por Juan González Calderón, Beatriz Bosch, Facundo Zuviría, Amancio Alcorta, José María Sarobe y el antes mencionado Cárcano) pero tal vez el mejor resumen de sus ideas, valores y principios se encuentra en la siguiente célebre declaración que recoge entre la mucha documentación exhibida por Isidoro J. Ruiz Moreno en Vida de Urquiza“Si alguna gloria he apetecido es la de ofrecer a mi patria un monumento sublime de instituciones liberales, levantado sobre los escombros de la tiranía”.

Como queda dicho, el cumplimiento de la Carta Magna de 1853 hizo que Argentina compitiera en el primer puesto del mundo libre con Estados Unidos. Los ingresos y salarios del peón rural y del obrero de la industria incipiente eran mayores que los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España por lo que las oleadas migratorias hicieron que la población se duplicara cada diez años, las exportaciones estaban a la par con las canadienses y las ofertas culturales, periodísticas, de seguridad y Justicia eran ponderadas en todas las latitudes. En el Centenario una comisión de la Academia Francesa comparó debates del Parlamento argentino con los que se llevaban a cabo en esa corporación académica debido a la versación y la independencia de criterio de los parlamentarios de nuestro país.

Luego vino el golpe fascista del 30 y peor aún el golpe militar del 43 cuyas consecuencias aún padecemos en grado sumo, lo cual ocurrió por lo que tan acertadamente vaticinó Alexis de Tocqueville: es frecuente que en las naciones que cuentan con gran progreso moral y material se de eso por sentado, lo cual constituye el momento fatal pues los espacios son ocupados por otras corrientes de pensamiento. Así fue en nuestro caso con el marxismo, el keynesianismo, distintas variantes de socialismo, los cepalinos y estatismos en general. De un tiempo a esta parte afortunadamente se nota un cambio lento pero muy vigoroso en la tendencia intelectual que es el primer anuncio de una posible mejora, a pesar del clima enrarecido que se vive: el poco respeto a instituciones fundamentales y una embestida feroz del chavismo local.

En aquella instancia había que primero terminar con al caudillaje representado en su máxima expresión por Juan Manuel de Rosas. Como hemos señalado antes, Bartolomé Mitre destaca que Rosas fundó “una de las más bárbaras y poderosas tiranías de todos los tiempos” (en Historia de Belgrano), Domingo Faustino Sarmiento: “Hoy todos esos caudillejos del interior, degradados, envilecidos, tiemblan de desagradarlo y no respiran sin su consentimiento” (en Facundo), Alberdi: “los decretos de Rosas contienen el catecismo del arte de someter despóticamente y enseñar a obedecer con sangre” (en La República Argentina 37 años después de su Revolución de Mayo). Y el propio José de San Martín lejos de su país al principio engañado por las promesas de Rosas de unificar y pacificar relata en una misiva que “Tú conoces mis sentimientos y por consiguiente yo no puedo aprobar la conducta del general Rosas cuando veo una persecución contra los hombres más honrados de nuestro país” (en Carta a Gregorio Gómez, septiembre 21 de 1839).

Tal como hemos apuntado al comienzo de esta nota, desde la irrupción del peronismo y sus imitadores con sus estragos estatistas nos obliga a navegar en la oscuridad en medio de una pobreza creciente y una exponencial degradación moral e institucional con lo que hemos caído de los primeros puestos en cuanto al progreso a ser uno de los últimos escalones en el concierto de las naciones. Jorge Luis Borges y Américo Ghioldi resumen el problema. El primero en 1986: “Pienso en Perón con horror, como pienso en Rosas con horror” y el segundo en 1952: “Como Encarnación Ezcurra de Rosas, Eva Duarte ocupará un lugar en la historia de la fuerza y la tiranía americana”. Abundantes son las referencias bibliográficas respecto a las tropelías del peronismo, por ejemplo, en las obras de Robert Potash, Félix Luna, Bernardo Gonzáles Arrili, Carlos García Martínez, Uki Goñi, Roberto Aizcorbe, Hugo Gambini, Ignacio Montes de Oca, Silvia Mercado, Rómulo Zemborain, Juan José Sebrelli, María Zaldívar, Nicolás Márquez y Silvano Santander.

Como también queda dicho, las fundaciones e instituciones liberales establecidas hoy en suelo argentino y los tantos referentes de esa tradición en distintos planos realizan una tarea educativa de gran calado que se traduce en una inmensa esperanza para revertir nuestros graves problemas y retomar la senda alberdiana que nunca debimos abandonar para de esta forma repetir “el milagro argentino”.

El caso de Urquiza fue un contragolpe en vista de los golpes sistemáticos propinados por Rosas como una ofensa a las elementales libertades ciudadanas, igual que el caso de Fidel Castro respecto a los latrocinios de Fulgencio Batista, solo que en el primer caso fue un éxito retundo en cuanto al establecimiento del respeto recíproco, mientras que en el segundo empeoraron astronómicamente los atropellos a la dignidad para convertir la isla en una cárcel infranqueable y pestilente.

Cierro este texto con cinco pensamientos clave de Juan Bautista Alberdi que resumen su posición respecto a la sociedad libre, tomados de Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853:

-”El ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad reconozca. Ella puede ser atacada por el Estado, en nombre de la utilidad pública.”

-”Después de ser máquinas del fisco español, hemos pasado a serlo del fisco nacional: he aquí todo la diferencia.”

-”¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra.”

-”Mientras el gobierno tenga el poder de fabricar moneda con simples tiras de papel que nada prometen, ni obligan a reembolso alguno, el ´poder omnímodo´ vivirá inalterable como un gusano roedor en el corazón de la Constitución.”

-”Si los derechos civiles del hombre pudiesen mantenerse por sí mismos al abrigo de todo ataque, es decir, si nadie atentara contra nuestra vida, persona, propiedad, libre acción, el gobierno del Estado sería inútil, su institución no tendría razón de existir”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Aristóteles, el surf, Lacalle Pou y el devenir en político

Por Mauricio Alejandro Vázquez. Publicado el 27/9/20 en: https://www.ambito.com/opiniones/lacalle-pou/aristoteles-el-surf-y-el-devenir-politico-n5135757

Aristóteles, el surf, Lacalle Pou y el devenir en político

Ambos buscaban dar cuenta de los mismos fenómenos, pero su aproximación fue radicalmente diferente, marcando así las principales dicotomías de pensamiento que aún dan identidad a Occidente. Obviamente estamos hablando de Platón y Aristóteles. Los dos pensadores fundamentales de este lado del mundo, cuyo análisis de la política, las instituciones, la ética y otros tantos tópicos de las ciencias sociales, siguen siendo la base desde la que analizamos nuestro mundo, lo sepamos o no.

En su emprendimiento intelectual, Aristóteles revalorizó desde un comienzo la importancia de la opinión de “los de a pie”, de los ciudadanos comunes, y del mismo modo, contempló y explicitó la valía de las costumbres históricas. Para el macedonio, un buen régimen de gobierno era aquél en el cual predominase la filia (el amor de los unos por los otros), pero en íntima relación con la tradición evolutiva de las propias miradas del mundo que cada pueblo tiene. Así, Aristóteles, abonaba la senda liberal que luego seguirían autores como John Locke y, más cercanamente en el tiempo, Friedrich von Hayek, entre otros.

Por el contrario, la aproximación de su maestro Platón, se fundó en el anclaje de una intelectualidad iluminada por un razonamiento superior. En La República, el ateniense propone una ciudad estado perfecta, basada en el conocimiento exacto de un rey filósofo, que guía a los distintos estamentos sociales a cumplir su función esencial y, de tal modo, se logra un orden justo y armonioso, basado en la panificación de estas mentes capaces de conocer el bien supremo y, literalmente, bajarlo a la tierra. Herederos de esta visión de la sociedad, que a su vez fueron profundamente influidos por el rechazo de Platón a la riqueza por considerarla fuente de corrupción, pueden citarse a Tomas Moro o J. J. Rousseau.

Desde este resumen esquemático, quedan plasmadas dos visiones del mundo opuestas. Una en la cual el orden social justo deviene de la planificación de “los que saben”. Y otro en el cual se da valor a las decisiones de los individuos, la adaptación evolutiva a las circunstancias y las tradiciones.

A lo largo de mi tarea como consultor, he ido descubriendo que las ideologías son más el producto de la propia experiencia concreta y del entorno en donde se desarrollan los sujetos, que el desenlace de una meditación abstracta. Las actividades profesionales, las disciplinas y las pasiones, junto con la historia cotidiana, hacen más por la conformación de paradigmas desde dónde ver el mundo que los libros, las disertaciones o clases de teoría. Y sin lugar a dudas, dentro de estas actividades, el deporte es una muy importante, tal como lo supieron decir los clásicos, miles de años atrás.

Existen actividades deportivas en las cuales la planificación exhaustiva y el estudio de las condiciones del oponente resultan fundamentales. El básquet, el hockey y nuestro fútbol, sin ir más lejos, responden muchas veces a esta cosmovisión. En otros, el entrenamiento previo y la adquisición de competencias, se combina luego con la capacidad de desarrollar la virtud de la prudencia para saber ejercer esas habilidades adaptándose a las condiciones inesperadas del ambiente. El yachting y el surf, entre otros, son ejemplos de estos últimos; actividades, según nuestra argumentación anterior, casi “aristotélicas”.

En las últimas semanas, muchos argentinos se han visto deslumbrados por la capacidad y el discurso del recientemente electo presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou. Sus decisiones al momento de enfrentar la pandemia de Covid-19, se basaron, según sus propios dichos, en la confianza en la ciudadanía uruguaya y en el respeto de las libertades individuales. Al mismo tiempo, al centrar su mirada en el desarrollo futuro del vecino país, también su foco está puesto en el respeto de dichas libertades, en la generación de políticas de desregulación y baja de impuestos para atraer inversiones, y en el sostenimiento de un entramado institucional republicano, que ya resulta una tradición, tan uruguaya como el mate.

Hace unas semanas atrás, Lacalle Pou se tomó un tiempo para retomar su pasión. Al salir del agua, supo responder a los periodistas: “Soy un surfista devenido en político”.

Podríamos agregar nosotros: y por el momento, se nota.

Mauricio Alejandro Vázquez es Título de Honor en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, Magister en Ciencias del Estado por la Universidad del CEMA, Magister en Políticas Publicas por la Universidad Torcuato Di Tella y coach certificado por la International Coach Federation. Ha trabajado en la transformación de organismos públicos y empresas. Actualmente es docente de Teoría Política, Ética, Comunicación, Metodología y administración en UADE y de Políticas Públicas en Maestría de ESEADE. También es conferencista y columnista en medios como Ámbito Financiero, Infoabe, La Prensa, entre otros. Síguelo en @triunfalibertad

La historia del liberalismo en diez capítulos

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 28/3/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/03/28/la-historia-del-liberalismo-en-diez-capitulos/

 

A raíz de la Constitución de Cádiz de 1812 es que se usó por primera vez como sustantivo la expresión “liberal” y a los que se opusieron les endilgaron el epíteto de “serviles”, una carta constitucional que sirvió de antecedente para algunas que incorporaron igual tradición de pensamiento, entre otras, la argentina de 1853. Hasta ese momento el término liberal era utilizado en general como adjetivo, esto es, para referirse a un acto generoso y desprendido. Adam Smith empleó el vocablo en 1776 pero, como se ha observado, no en carácter de bautismo oficial como el referido sino como algo accidental de la pluma y al pasar aludiendo muy al margen a un “sistema liberal”.

Aquel documento, a contracorriente de todo lo ocurrido en la España de entonces, proponía severas limitaciones al poder y protegía derechos clave como la propiedad privada. En lo único que se apartaba radicalmente del espíritu liberal era en materia religiosa puesto que en su doceavo artículo se pronunciaba por la religión católica como “única verdadera” y con la prohibición de “el ejercicio de cualquier otra”, con lo cual proseguía con el autoritarismo español en esta materia desde que fueron expulsados y perseguidos los musulmanes de ese territorio que tanto bien habían realizado durante ocho siglos en materia de tolerancia religiosa, filosofía, arquitectura, medicina, música, agricultura, economía y derecho.

De cualquier manera la mencionada sustantivación del adjetivo abrió las puertas a una perspectiva diferente en línea con la iniciada por la anterior revolución estadounidense que dicho sea de paso afirmaba lo que se denominó “la doctrina de la muralla”, es decir, la separación tajante entre la las Iglesias y el poder político. Aquella perspectiva liberal española estuvo alimentada por pensadores que constituyeron la segunda versión de la Escuela de Salamanca (más adelante nos referiremos a la primera, conocida como la Escolástica Tardía). Jovellanos -si bien murió poco antes de promulgada la Constitución del 12- tuvo una influencia decisiva: fundó en Madrid la Sociedad Económica y tradujo textos del antes mencionado Adam Smith, Ferguson, Paine y Locke.

Decimos que esta reseña se fabrica como decálogo porque estimamos que la historia del liberalismo puede dividirse en diez capítulos aunque no todos signifiquen tiempos distintos ya que hay procesos intelectuales que ocurren en paralelo.

Pero antes de esta reseña telegráfica a vuelo de pájaro, es de interés subrayar una triada que conforma aspectos muy relevantes a nuestro propósito. En primer lugar, un sabio consejo de Henry Hazlitt en su primer libro publicado cuando el autor tenía 21 años, en 1916, reeditado en 1969 con un epílogo y algunos retoques de forma, titulado Thinking as a Science en el que subraya los métodos y la importancia de ejercitarse en pensar con rigor y espíritu crítico en lo que se estudia al efecto de arribar a conclusiones con criterio independiente.

En segundo término, es del caso recordar que el liberalismo está siempre en ebullición, no admite la posibilidad de llegar a metas definitivas sino de comprender que el conocimiento está compuesto de corroboraciones provisorias sujetas a refutaciones para, en un contexto evolutivo, captar algo de tierra fértil en el mar de ignorancia en el que estamos envueltos.

Por último, es necesario subrayar que los liberales no somos una manada por lo que detestamos el pensamiento único y, por ende, en su seno hay variantes y debates muy fértiles puesto que no hay tal cosa como popes que dictaminan que debe y que no debe exponerse o con quien relacionarse.

Hecha esta introducción veamos los diez capítulos principales de la tradición de pensamiento liberal, de más está decir sin la pretensión absurda de mencionar a todos quienes han contribuido a esta rica corriente intelectual lo cual demandaría una enciclopedia y no una nota periodística.

Primero Sócrates, quien remarcó la idea de la libertad y las consecuentes autonomías individuales. Hijo de un escultor y una partera por eso decía que su inclinación siempre fue la de “parir ideas” y de “esculpir en el alma de las personas en lugar de hacerlo en el mármol”. Su muerte constituyó una muestra cabal de la degradación de la idea de la democracia: las votaciones para su exterminación fueron de 281 contra 275: por una mayoría de 6 votos se condenó a muerte a un filósofo de setenta años por defender valores universales de justicia.

En sus diálogos insistía en la importancia de sabernos ignorantes y de someter los problemas a la duda y a la confrontación de teorías rivales, en que un buen maestro induce y estimula las potencialidades de cada uno en busca de la excelencia (areté), crear curiosidades, fomentar el debate abierto y mostrar el camino para el cultivo del pensamiento a través de preguntas (la mayéutica) que abren las puertas al descubrimiento de órdenes preexistentes. En este contexto, el relativismo epistemológico es severamente condenado como un grave obstáculo al conocimiento de la verdad. También que el alma (psyké) como la facultad de adquirir conocimiento y la virtud como salud del intelecto (“la virtud es el conocimiento” era su fórmula preferida) y la desconfianza al poder y la prelación del espíritu libre.

Segundo, el derecho romano y el common law inglés como un proceso de descubrimiento y no de ingeniería social o diseño en el contexto de puntos de referencia o mojones extramuros de la norma positiva.

Tercero, la antes mencionada Escolástica Tardía del siglo XVI que se desarrolló principalmente en la Universidad de Salamanca, precursores agraciados de los valores y principios de la libertad económica y jurídica. Sus expositores más eminentes fueron Juan de Mariana, Luis de Molina, Domingo de Soto, Francisco de Vitoria, Tomás de Marcado, Luis Saravia de la Calle y Diego Covarrubias.

Cuarto, Algernon Sidney y John Locke en lo que respecta al origen de los derechos, especialmente el de propiedad, el derecho a la resistencia a la opresión y la consecuente limitación al poder político, temas complementados en el siglo siguiente con una mayor precisión sobre la división de poderes expuesta por Montesquieu al tiempo que vuelve sobre aquello de “Decir que no hay nada justo ni injusto fuera de lo que ordenan o prohíben las leyes positivas, es tanto como decir que los radios de un círculo no eran iguales antes de trazarse la circunferencia”.

Quinto, la Escuela Escocesa integrada por Adam Smith, David Hume y Adam Ferguson y sus predecesores Carmichael y Hutcheson que contribuyeron en la edificación sustancial de los cimientos del orden espontáneo de la sociedad libre, en sucesivos alumbramientos de un proceso que no cabe en la mente de ningún planificador puesto que el conocimiento está fraccionado y disperso, por lo que al intentar dirigir vidas y haciendas ajenas se concentra ignorancia.

Sexto, los textos de Acton y Tocqueville y más contemporáneamente Wilhelm Röpke que también la emprendieron contra los abusos del poder con énfasis en las manías del igualitarismo y la trascendencia de los valores morales. En esta etapa deben agregarse los nombres de los decimonónicos Burke, Spencer, Bentham, Mill padre e hijo, Constant, Jevons y Say en el nivel académico y Bastiat como un distiguido personaje en la difusión de las ideas liberales.

Séptimo, la Escuela Austríaca iniciada por la teoría subjetiva desarrollada por Carl Menger y continuada por Eugen Böhm-Bawerk aplicada a la teoría del capital y el interés. Retomó esta tradición Ludwig von Mises quien le dio un giro copernicano a la economía abarcando todos los aspectos de la acción humana en contraste con los enfoques neoclásicos y marxistas, al tiempo que demostró la imposibilidad de evaluación de proyectos y cálculo en una sociedad socialista. Un destacado discípulo de Mises fue Friedrich Hayek cuya obra, de modo sobresimplificado y al solo efecto de ilustrar, puede dividirse en tres segmentos. El primero referido a su opinión en cuanto a que la administración del dinero es una función indelegable del gobierno, en el segundo propone la privatización del dinero y en el tercero confiesa haber tenido otro shock como cuando estudió bajo la dirección Mises (que lo apartó de sus simpatías por la Sociedad Fabiana) al leer y comentar uno de los libros de Walter Block. En esta misma escuela sobresalen los trabajos de Israel Kirzner en los que señala los errores del llamado modelo de competencia perfecta que opera a contramano de la explicación del mercado como proceso y no uno de equilibrio, también los de Machlup en cuanto a la metodología de las ciencias sociales, de Haberler que resumió la teoría del ciclo, Dietze, Jouvenel y Leoni en el campo jurídico e incluso en el ámbito de las ciencias médicas y afines Roger J. Williams y Thomas Szasz.

Octavo, las escuelas de Law & Economics y de Chicago lideradas respectivamente por Aaron Director (quien convenció a los editores que publicaran Camino de servidumbre de Hayek) y Simons, Knight, Milton Friedman, Stigler y Becker, junto al Public Choice de Buchanan y Tullock. En paralelo, el importantísimo rol de los incentivos desarrollados por Robbins, Plant, Hutt, Demsetz, North y Coase.

Noveno, dentro de sus muchos aportes cabe resaltar el de autores como Karl Popper, John Eccles y Max Planck sobre los estados de conciencia, mente o psique en el ser humano distinto a su cerebro y a los otros kilos de protoplasma. Solo en base a esta concepción es posible la argumentación, las proposiciones verdaderas y falsas, las ideas autogeneradas, la responsabilidad individual y el sentido moral, a diferencia de lo que Popper definió como determinismo físico.

Y décimo, el cuestionamiento al monopolio de la fuerza desarrollado por Murray Rothbard, otro de los discípulos de Mises aunque este autor no coincidió con estos cuestionamientos del mismo modo que objetaron en una generación más joven Nozick y Richard Epstein. Entre otros, también participan de esta crítica al referido monopolio Benson, David Friedman, Hoppe y el antes mencionado Block, pero de un modo particularmente original y prolífico lo hizo Anthony de Jasay en gran medida en base a la teoría de los juegos. Respecto a este último autor es del caso tener presente que James M. Buchanan comentó su libro titulado Against Politics del siguiente modo: “Aquí nos encontramos con la filosofía política como debiera ser, temas serios discutidos con verba, ingenio, coraje y genuino entendimiento. La visión convencional será superada a menos que sus defensores puedan elevarse al desafío que presenta de Jasay”. En esta línea argumental, los temas fundamentales considerados por esta nueva perspectiva son los bienes públicos, las externalidades, los free-riders, el dilema del prisionero, la asimetría de la información, el teorema Kaldor/Hicks y el “equilibro Nash”. Un debate en proceso.

Aunque pertenece a una tradición opuesta a la que venimos comentando, es de interés considerar una fórmula que pretendía una revalorización dicha por Arthur C. Pigou por más que él mismo no haya entendido su propio mensaje en cuanto a que los economistas necesitan incluir “preferentemente más calor que luz” (more heat rather than light) en su disciplina en el sentido de que sin ceder un ápice en el rigor también trasmitir perspectivas estéticas y éticas inherentes a la libertad que dan cobijo a los receptores y completan el panorama. Es para tomar nota ya que en no pocas oportunidades las presentaciones liberales carecen de calor humano tal como marcó el antes citado Röpke quien en su libro traducido al castellano con el sugestivo título de Más allá de la oferta y la demanda nos dice: “Cuando uno trata de leer un journal de economía, frecuentemente uno se pregunta si uno no ha tomado inadvertidamente un journal de química o hidráulica”. Con razón el fecundo Thomas Sowell alude a la manía de presentar trabajos con ecuaciones innecesarias y lenguaje sibilino que decimos a veces se extiende a través de consejos a doctorandos que consideran que así impresionarán al tribunal, lo cual contradice lo escrito por el antes mencionado Popper: “La búsqueda de la verdad sólo es posible si hablamos sencilla y claramente evitando complicaciones y tecnicismos innecesarios. Para mí, buscar la sencillez y lucidez es un deber moral de todos los intelectuales, la falta de claridad es un pecado y la presunción un crimen”.

Esta es entonces en una píldora los ejes centralísimos de la larga y fructífera tradición de pensamiento liberal con sus exponentes más sobresalientes en la rama genealógica directa, pero debe enfatizarse que las etiquetas y las clasificaciones algunas veces encerrados en “escuelas” no siempre son de especial agrado de intelectuales de peso pues cada uno de ellos -así como también muchos otros no mencionados en el presente resumen- merecen no solo artículos aparte sino ensayos y libros debido a la riqueza de sus elucubraciones, lo cual he procurado consignar en escritos anteriores de mi autoría sobre buena parte de los autores mencionados. Antes la he citado a Mafalda, ahora lo vuelvo a hacer pero con otra de sus inquietudes que cubren las preocupaciones y ocupaciones de los autores a que hemos aludido en esta nota: “La vida es como un río, lástima que hayan tantos ingenieros hidráulicos”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h