ABAJO SAN FRANCISCO DE ASIS: ERA BLANCO Y CATÓLICO. Sobre la absoluta locura en los EEUU.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 13/6/20 en: http://gzanotti.blogspot.com/2020/06/abajo-san-francisco-de-asis-era-blanco.html

 

Que el mundo se ha vuelto más loco que nunca, no cabe duda. Estatuas dañadas o derribadas por doquier. Películas y libros auto-censurados. Peticiones a Trump para que “re-name” todas las bases militares con nombres confederados. Poco falta para que pidan eliminar la Declaración de Independencia porque fue escrita por Jefferson; poco falta para que pidan reemplazar el Inglés por el idioma Hopi. Poco falta en serio, porque saben perfectamente dónde van.

Pero dejemos a un lado, por ahora, a las masas alienadas, carentes de todo pensamiento crítico, con su pulsión de agresión desatada; dejemos por un lado a los ideólogos cuyas ideas son sólo racionalizaciones de su psicosis, dejemos por ahora el caso de los políticos cínicos e inmorales que aprovechan el río revuelto para acumular más poder. Todo eso forma parte de una lamentable realidad psíquica que no es nueva: fue diagnosticada por Freud, Fromm, Ortega, se renueva en todas las etapas de la Historia y este caso, aunque horrible, es uno más.

Este artículo está dirigido en cambio a la persona de buena voluntad que piense si no es correcto cambiar un nombre o remover (pacíficamente) una estatua como “enseñanza” para un tema grave y delicado.

Para responder esta cuestión debemos distinguir tres aspectos morales e históricos: lo totalmente inmaculado, lo más o menos y el mal cuasi-absoluto.

El ideólogo concibe una sociedad perfecta, inmaculada, ante la cual lo más o menos le resulta lo diabólico e intolerable. Por eso, sin paradojas, detrás de su pasión por la santidad social, está su violencia, porque una sociedad más o menos es una agresión intolerable ante la cual la resistencia armada está justificada. Por eso el ideólogo es siempre revolucionario, ya sea de izquierda o de derecha.

Por eso tampoco tolera la historia. Porque la historia de las civilizaciones no es santa ni diabólica. Es gris. Es una evolución.

EEUU, precisamente, es el caso. No nació en la santidad. Como dijo Maritain, tenía el drama de la esclavitud como una espina clavada en su historia. Pero era una situación gris: la Declaración de Independencia había dado las bases de una igualdad racial que coherentemente reclamará Martin Luther King muchos años después.

Y esa peculiar nación evolucionó. Tuvo una guerra civil por ese tema, tuvo el movimiento de derechos civiles de los 60, tuvo su Martin Luther King, y pudo elegir finalmente como presidente a un afroamericano.

Pero los ideólogos neo-marxistas, ahora en los dirigentes del partido demócrata, en sus irresponsables e indolentes Biden y Pelosi, y en AOC, que sabe perfectamente dónde va, y en ANTIFA, que también sabe perfectamente dónde va…. Esos dirigentes, que en ANTIFA pasan de la idea al crimen, no pueden tolerar la historia. No pueden tolerar la evolución. Quieren que la historia sea una santidad absoluta creada a imagen y semejanza de su idea. Y como la historia nunca es eso, la borran. Exactamente como Stalin, como Mao. Ya estaba pasando. No es ahora que la guionista de Friends (Friends, justamente, como si hubiera sido guionada por Mons. Burke) se siente obligada a pedir perdón (porque cuando suba Biden irá presa): ya pasó casi lo mismo con el lobby LGBT, que son iguales pero hasta ahora no habían salido a incendiar todo EEUU de golpe.

Eso pasa siempre. Podemos remontarnos hasta el Big Bang. ¿Quién es perfecto? Para esta gente, ni siquiera San Francisco de Asís, que era blanco y católico. Borremos todo, comencemos de cero. Esa es la unión de Robespierre con el marxismo leninismo. Revolución cultural, Mao. Pero a falta de Mao buenas son Antifas.

Si no estamos atravesados por el pensamiento ideológico, que es una psicosis racionalizada, entonces el criterio de realidad nos hace ver la historia precisamente como lo que es: un más o menos. Todos los documentos, los héroes, las declaraciones, son siempre más o menos. Santos, casi nadie. Se convierten en santos o demonios si los miramos bajo la perspectiva de la ideología, que no admite la realidad humana, que siempre está en el medio.

Pero lo más importante: ese pasado, ese pasado lleno de personas más o menos, nos constituye. Ese pasado es el hoy. Algunas de esas personas permitieron evolucionar para más, otras para menos, y el diagnóstico implica salir del relativismo cultural. La Declaración de Independencia de los EEUU es moralmente buena. NO es perfecta, dijo “men” y no aclaró, pero es moralmente buena. No hay por qué tirarla a la basura. Y lo mismo con generales confederados que seguramente no lucharon por la esclavitud, sino contra lo que consideraban una indebida intromisión del norte. Pero eso no lo saben las masas ignorantes que saquean y destruyen. Sí lo sabe Joe Biden, sí lo sabe Obama, y por ello, Dios les pedirá más en el inevitable Juicio Final. Yo espero que los perdone, claro. Pero se pegarán un buen susto.

¿Es todo lo mismo? No, claro que no. En Stalin, en Hitler, en Mao, no hay ninguna, sencillamente ninguna, autoridad moral. Por ende si en Alemania no hubo, después del 45, estatuas de Hitler, ok. Pero Jefferson no es lo mismo que Hitler. El que lo diga o es un postmoderno escéptico o un ideólogo fanático. Que no sé si se relacionan.

Mientras tanto, sigan, grandes genios del universo. Comiencen por las estatuas de los confederados, borren la serie Friends, borren toda película que no tenga un afro, eliminen la Constitución, la Declaración de Independencia, sigan para atrás, sigan con el Monumento a Napoleón, borren los libros de Historia, que no se hable más de Marco Aurelio o de Alejandro Magno. Borren todo Occidente. Es lo que quieren. Y lo están logrando, bajo la mirada indiferente, abúlica, pero también cínica e indolente, de casi todos.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

Trump pretende ocultar fiascos

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 5/4/20 en:  https://independent.typepad.com/elindependent/2020/04/trump-pretende-ocultar-fiascos.html#more

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No hay duda que la dictadura de Maduro ha acentuado las barrabasadas de Chávez en tierras venezolanas por lo que la población se encuentra en la miseria más horrorosa, donde no hay comida ni medicamentos y ni siquiera en el país del petróleo se encuentra nafta en el contexto de un descalabro monetario colosal y de persecuciones inmisericordes a los opositores civiles y militares.

Como hemos hecho notar frente a reiterados golpes contra las instituciones republicanas es indispensable el contragolpe como derecho elemental a la resistencia a la opresión recomendado como defensa propia por todos los constitucionalistas más reputados del mundo libre. La pasividad desemboca en un suicidio colectivo. Incluso con la debida precaución y responsabilidad es concebible que a través de la carta de la Organización de Estados Americanos se aliente y contribuya al derrocamiento de tiranías insoportables como la venezolana.

Pero habiendo dicho esto, por una parte, desconfiamos grandemente del actual presidente de Estados Unidos y su pastosa decisión de que la flota de la marina estadounidense se aposte en las costas del país caribeño debido a que actúa a contracorriente de los extraordinarios valores y principios de los Padres Fundadores.

En una sociedad libre cualquiera puede discrepar con lo que apuntan los medios pero lo que no es admisible es que se eche a un periodista de la Casa Blanca como si su circunstancial ocupante fuera el dueño del lugar, además de lo impropio de la falta elemental de consideración con la libertad de expresión como bastión fundamental del sistema republicano. Recordemos que Jefferson ha dicho que «entre un gobierno sin libertad de prensa y libertad de prensa sin gobierno, prefiero esto último».

También es necesario subrayar las «cajas destempladas» con que ha tratado Trump a fallos judiciales que le son adversos, el maltrato a gobernantes de países tradicionalmente aliados con sus absurdas «guerras comerciales» y su nacionalismo compatible con el tercermundismo. Hay que tener muy presente su desplante frente a los acontecimientos en Charlottesville cuando desfilaron energúmenos alzando la tenebrosa insignia nazi, oportunidad en la que el presidente consideró al grupo como «buena gente» equiparándolo a otra marcha integrada por personas que se oponían a la antes mencionada manifestación, todo digno de un patán.

En el terreno económico la administración Trump ha elevado exponencialmente la deuda y el gasto públicos. Su reducción impositiva y los consecuentes efectos positivos son solo un aspecto parcial del cuadro de situación. Esto recuerda la entrega de espejitos de colores a los indios para establecer instituciones esclavistas como la mita y el  yanaconazgo. Hay quienes se quedan con esto y hacen la vista gorda a la declinación en modales republicanos y atropellos al decoro y a la división de poderes, en definitiva fabricando un Leviatán más adiposo en el contexto de repetidas muestras de xenofobia, lo cual no puede ser más a contracorriente de la más deslumbrante tradición estadounidense.

En lo personal he escrito un libro titulado Estados Unidos contra Estados Unidos editado primero por el Fondo de Cultura Económica y más recientemente por Unión Editorial de Madrid donde me detengo a explicar el lamentable declive de ese extraordinario país por desatender los sabios consejos de los Padres Fundadores.

Muchos de los antiguos colaboradores de Trump ahora lo critican severamente como, por ejemplo, su ex Secretario de Estado, Rex Tillerson -durante décadas CEO de Exxon Mobil, la tercera empresa de mayor facturación en el mundo-, quien ha dicho públicamente que «Trump no tiene la menor idea de lo que significa el comercio libre» y que «muchas de las cosas que afirma no se condicen con la realidad de los hechos».

Incluso en temas muy trascendentes desde el punto de vista moral y científico como es el desatino del aborto, Trump era partidario hasta entrada su campaña presidencial  situación en la que los asesores le dijeron que su base en el Tea Party estaban decididamente en contra lo cual lo hizo cambiar revelando una frivolidad digna de mejor causa.

Su biografía best-seller The Art of the Deal que publicó Tony Schwartz, ahora afirma este autor en los medios que ha «llegado a la conclusión que Trump está desequilibrado y carece de las condiciones para mantenerse en el cargo».El célebre periodista Bob Woodward ha publicado un libro revelador de los atropellos de Trump que lleva el sugestivo título de Miedo. Trump en la Casa Blanca.

Debido a las muchas reservas morales que aun existen en Estados Unidos, es de esperar que no tarde en producirse una reacción saludable en dirección a los antes referidos consejos de los fundadores de esa gran nación, aunque se vislumbran candidatos y candidatas en las filas del Partido Demócrata que prometen agudizar el tamaño del aparato gubernamental. Esto constituye un serio peligro, lo cual no justifica lo actuado por el actual Presidente.

Afortunadamente hay algunas expresiones muy estimulantes en el propio Partido Republicano, por ejemplo, las declaraciones reiteradas y la publicación de un sustancioso libro por parte de Jeff Flake del riñón del republicanismo que lleva el mismo título del legendario Barry Goldwater: The Conscience of a Conservative. Flake, quien es conocido por sus notables discursos en el Senado, sostiene que «Trump no puede seguir en la presidencia puesto que no solo ofende la confianza del pueblo sino que ha dejado de lado lo mejor de la tradición del Partido Republicano». A todo este cuadro de situación debe agregarse la pésima, contradictoria y vacilante actitud respecto al tema del coronavirus.

Ahora la Reserva Federal por sugerencia de Trump y aprobación del Congreso acaba de autorizarse una colosal expansión monetaria lo cual en medio de la sustancial retracción de la actividad económicas debido a la referida pandemia, conducirá a la postre a un serio problema de deterioro monetario.

Todo esto por un lado, pero por otro Estados Unidos queda mal parado al apartarse sistemáticamente de lo aconsejado por el General Washington en 1795 en cuanto a los severos inconvenientes y peligros de intervenir militarmente en otros países. Es que las intervenciones militares de ese país en el extranjero han terminado mayormente en fracasos colosales: Corea, Vietnam, Nicaragua, Guatemala, Panamá, Republica Dominicana, Haití, Irán, Somalía, Bosnia, Serbia-Kosovo, Iraq, Afganistán y Siria.

Entonces estimamos que esta maniobra de Trump respecto a la tiranía venezolana es muy riesgosa y puede terminar muy mal para los intereses del mundo libre por más que se logre reemplazar la casta insoportable de Maduro que en este cuadro de situación es difícil predecir donde irá a parar la situación. Recordemos que incluso luego de la Segunda Guerra Ludwig Erhard tuvo que rechazar las propuestas descabelladas de los generales estadounidenses para liberar a Alemania de las garras del estatismo. Es indispensable conducirse con pies de plomo en vista de los antedichos antecedentes y requerir la coordinación de otros referentes políticos de peso, sensatos y prudentes en caso de que las Fuerzas Armadas venezolanas no puedan desprenderse del Leviatán que oprime a esa nación hermana en un imprescindible contragolpe.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

 

La compleja encrucijada de Edward Snowden

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 14/11/19 en:  https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/la-compleja-encrucijada-de-edward-snowden-nid2306298

 

Como es sabido, Jefferson ha consignado: «Entre un gobierno sin libertad de expresión y libertad de prensa sin gobierno, prefiero esto último». A esta altura es de conocimiento público que Edward Snowden trabajaba para los servicios de inteligencia estadounidenses, ámbito en el que se percató de que se estaba incurriendo en el grave delito de contradecir preceptos básicos de la Constitución de ese país al espiar sistemáticamente a ciudadanos inocentes y pacíficos.

En su libro Vigilancia permanente declara que, luego de batallar con su conciencia en el Ejército y en las oficinas de inteligencia en el contexto de una muy cómoda y remunerativa posición a la que había escalado en una notable carrera a lo largo de siete años en destinos como Japón, Suiza, Austria y en territorio estadounidense, que se extendió a Hawai como su último puesto, finalmente decidió romper con el sistema «de mentir, ocultar, encubrir y disimular» y denunciarlo: en palabras del autor, «una crasa violación no solo de la Constitución de Estados Unidos, sino también de los valores básicos de cualquier sociedad libre».

Los contratos de confidencialidad son valederos siempre y cuando no impliquen lesionar derechos de terceros. Las primeras líneas de la obra mencionada son: «Me llamo Edward Joseph Snowden. Antes trabajaba para el gobierno, pero ahora trabajo para el pueblo» (escribo «gobierno» con minúscula como fue escrito significativamente en el original en inglés, lo cual mutó por mayúscula en la edición española). Dice el autor: «Recopilé documentos de la IC que demostraban la actividad ilegal del gobierno estadounidense y se los entregué a algunos periodistas». Snowden explica que no solo se trataba de espionajes, sino que también se seguían procedimientos incompatibles con el debido proceso, se torturaba bajo diversas fachadas y se encaraban matanzas secretas con fines inconfesables.

En las últimas décadas se han agravado los procedimientos ilegítimos por parte de las agencias de inteligencia, pero en este mismo medio publiqué hace tiempo una columna donde destacaba que el expresidente Harry Truman, quince años después del establecimiento de la oficina más conocida en estos delicados asuntos, declaró: «Cuando establecí la CIA, nunca pensé que se entrometería en estas actividades de espionaje y operaciones de asesinato».

Ron Paul, el dirigente político estadounidense más liberal en el sentido clásico del término y tres veces candidato a la presidencia, señaló en Fox Business: «Snowden es un héroe», y el juez Andrew Napolitano, en el programa de TV Studio B, también de Fox, afirmó: «Edward Snowden es un héroe que pone al descubierto la trama infame de espionajes que vulneran nuestros valores y los principios de la Constitución», y concluyó: «Los gobernantes que permiten semejantes políticas no merecen el cargo».

La encrucijada en la que se encuentra Snowden es el resultado de la cobardía moral de gobiernos del llamado «mundo libre» a los que solicitó asilo desde su reducto en Hong Kong, requerimiento que fue denegado una y otra vez por temor a represalias de EE.UU. por haber denunciado la intromisión en las comunicaciones telefónicas privadas y en los correos electrónicos también privados sin la expresa orden del juez de la causa. Como última opción pidió asilo a Ecuador, muy paradójicamente al efecto de evitar el riesgo de ser detenido en otras naciones, pero en plena travesía el gobierno estadounidense le canceló el pasaporte, por lo que quedó anclado en Rusia.

En este contexto es de interés destacar que Snowden trabaja dando conferencias y dictando cursos a través de aulas virtuales y preside la Freedom of the Press Foundation; en su última entrevista televisada por Msnbc en el programa The 11 Hour Exclusive -al efecto de dejar sentada su independencia- dijo que el actual gobierno ruso es de raíz autoritaria.

Glenn Beck, en su programa de TV The Blaze, también sostuvo que Edward Snowden «es un héroe» al que hay que proteger contra las acciones criminales de energúmenos enquistados en Washington que traicionan los valores expuestos por los Padres Fundadores y que, por este camino, afirma el conductor, «ciertos megalómanos con rostros demócratas terminarán con las libertades individuales».

En su libro Constitutional Chaos el juez Napolitano concluye que «es gravísimo lo que viene ocurriendo en Estados Unidos, donde el gobierno puede confiscar y encarcelar sin el debido proceso y espiar la correspondencia privada y escuchar conversaciones de inocentes sin intervención del debido proceso». Es por eso que Osama ben Laden había manifestado que el triunfo de su ideología «inexorablemente tendrá lugar merced a la guerra antiterrorista por las restricciones a lo que en Occidente se denomina libertad» (citado por el politólogo Michael Tanner).

Mike Stein entrevistó en KWAM 900 al profesor Mark Thornston sobre el tema que nos ocupa, quien manifestó: «Snowden es un patriota que hizo lo correcto frente a la inmoralidad del espionaje», y «esto es un balde de agua fría para la economía ya que la consiguiente inseguridad hará que muchas empresas, especialmente las tecnológicas, se muden a países más seguros».

Nick Gillespie, de Reason TV, entrevistó vía teleconferencia a Snowden, quien resaltó su espíritu antiautoritario y subrayó que siempre estará «del lado de la libertad», por lo que criticó a quienes consideran que «le deben lealtad al Estado» y aludió a la nula «dimensión moral» de sus circunstanciales contratantes gubernamentales.

La encrucijada que presento en esta nota es sobre un prófugo que difundió para bien de la humanidad más de doscientos documentos reservados que ponen al descubierto las tropelías de un Leviatán desbocado. Estamos advertidos, no vaya a ser que lo escrito en 1952 por Taylor Caldwell como ficción en su The Devil’s Advocate se convierta en realidad respecto a que el gobierno estadounidense mute en un Estado totalitario.

Tal como escribe Glenn Greenwald en su libro Snowden. Sin un lugar donde esconderse, se trata de «los peligros de los secretos gubernamentales y la vulneración de las libertades civiles en nombre de la guerra contra el terrorismo», en cuyo contexto cita al propio Snowden: «Fue entonces cuando comencé a ver realmente lo fácil que es separar el poder de la rendición de cuentas, y que cuanto más altos son los niveles de poder, menor es la supervisión y la obligación de asumir responsabilidades».

Como bien ha declarado Snowden en un célebre reportaje para The New York Magazine: «Mi vida cambió para bien puesto que puedo ahora decir no lo que voy a hacer en el futuro, sino lo que con orgullo hice en el pasado.»

El autor concluye su libro recordando: «En un Estado autoritario, los derechos emanan del Estado y se conceden al pueblo. En un Estado libre, los derechos emanan del pueblo y se conceden al Estado».

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

LA LIBERTAD NO ES AUTOMÁTICA: EL CASO GALEANO

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

 

En general la gente se ocupa de sus quehaceres en agitado ritmo en una rutina que dan por sentado siempre se mantendrá. Hay quienes se las pasan con una calculadora en la mano conjeturando nuevos arbitrajes al efecto de amasar dinero, lo cual es del todo legítimo pero la faena no está en modo alguno garantizada. El respeto no es gratis ni viene de la estratósfera, es el resultado del esfuerzo cotidiano. Bien ha dicho Jefferson que “el costo de la libertad es su eterna vigilancia”.

 

Los hay quienes se dedican a la jardinería, a la música, a cultivar verdura, a la carpintería o a lo que sea en la infinita gama de tareas posibles pero todos están interesados en que se los respete, por tanto todos deben contribuir a ese interés vital. No es posible la actitud cómoda e irresponsable de delegar la faena sobre los hombros de terceros.

 

Es frecuente que se sostenga que no hay la capacitación para dedicarse a defender los principios de la sociedad abierta, que deben ser otros los que se esfuercen en estudiar y difundir dichos valores. Una pretendida coartada para poder dedicarse a lo suyo en un sentido muy limitado y amputado como si lo suyo no necesitara que se lo respete.

 

No hay actividad posible si no tiene vigencia el respeto recíproco. Nada queda en pie si esto no se toma en serio y, sobre todo, se procede en consecuencia. Cada uno debe estudiar los fundamentos o por lo menos los aspectos elementales de la convivencia civilizada. No vale decir que no tienen tiempo porque por ese camino, tarde o temprano, se quedarán sin lo suyo que les será arrancado por la  fuerza.

 

Como muchas veces hemos señalado, la cátedra, el libro, el ensayo y el artículo constituyen los canales más fértiles para lograr el objetivo pero no son ni remotamente los únicos. Las reuniones en casas de familia en grupos pequeños para leer y discutir libros de provecho, es una forma muy productiva de aprender y difundir las bases de una sociedad libre con gran efecto multiplicador no solo en las familias y en reuniones sociales sino también en lugares de trabajo.

 

Es típico de los haraganes decir que solo hay preocuparse y ocuparse de la familia, el trabajo, el deporte y la recreación en paz. Esto no es nada original por cierto, todos quieren lo mismo el asunto es comprender que esto no resulta posible si no se defiende la libertad para lo cual hay que destinar tiempo a quemarse la cejas, estudiar y mantenerse actualizado en las defensas.

 

Los irresponsables de marras amenazan con irse del país en que viven si las cosas se ponen feas, sin percatarse que el ubicarse en otros lares más pacíficos es consecuencia directa del esfuerzo que han hecho otros en esos otros países para mantener la situación en brete. Si todos procedieran como aquellos comodones solo quedaría flotar en el mar a merced de los tiburones.

 

Más aun, si cada uno pusiera su granito de arena, como decimos, independientemente de a que se dedica, el mundo mostraría otra fisonomía completamente distinta a la decadencia que se observa. No resulta posible limitarse a criticar a la hora del almuerzo y terminado de engullir alimentos cada cual se concentra en sus intereses personales desentendiéndose por completo del reaseguro que a todos concierne.

 

En épocas de bonanza se estimula la distracción de lo que venimos diciendo y en épocas de malaria hay la tendencia a emigrar o esconderse en las propias cuevas hasta que son asaltadas y vejadas por los enemigos de la sociedad abierta, siempre al acecho de nuevas presas desprevenidas.

 

Cada uno debiera preguntarse que ha hecho durante el día para que se lo respete. Si la respuesta es nada, no hay derecho al pataleo. Estimo que ilustra esta situación a las mil maravillas el cuento de Cortázar “Casa tomada”. Seguramente el autor no estaría de acuerdo que se recurra a su célebre narración a los efectos de defender la tradición de pensamiento liberal, pero sirve a estos propósitos. Una trama en la que los moradores van cediendo espacios de la casa hasta que en la práctica son expulsados de la misma. Esta es la situación literal de lo que ocurre, somos echados de nuestras pertenencias por bandas que ocupan ilegítimamente nuestras moradas.

 

Y esto sucede debido a nuestra incapacidad de defender lo que nos pertenece, nuestras libertades, nuestras propiedades y nuestros sueños de vida que son arrebatadas por un Leviatán desbocado. Aparatos estatales que supuestamente se constituyeron para proteger nuestros derechos pero que los conculcan permanentemente. Dejamos espacios que son ocupados por facinerosos y personas de buena fe pero que con sus procederes arruinan la vida de otros.

 

Lo dicho no quiere decir que personas honestas intelectualmente se abstengan de cambiar de parecer cuando se les demuestran sus errores. Hay casos muy sonados que he recogido en oportunidades anteriores, algunos ahora muy amigos y que antes abrazaban la postura socialista. Hace tiempo escribí sobre Eduardo Galeano que puede resultar de interés reiterar parcialmente en esta nota periodística solo para enfatizar, tal como relatan algunos de sus allegados, que fue grande su costo al cambiar de opinión puesto que la libertad no es un proceso automático.

 

Subrayo su talento realmente formidable para administrar una pluma que produce resultados que encandilan de admiración al lector. Una especie de hechizo superlativo de un prestidigitador que juega con las formas del idioma y que exhibe una gimnasia gramatical que se asimila a estar escribiendo poemas permanentes con una cadencia notable, por más que se trate del género del ensayo.

Habiendo dicho esto, destaco lo que es evidente: su contribución a la demolición de la sociedad abierta, o mejor dicho, a lo que queda de ella puesto que durante las últimas largas décadas los gobiernos se han propuesto el estrangulamiento de las libertades de las personas que gobierna. Astronómicos incrementos en el gasto público, impuestos insoportables, regulaciones asfixiantes en el contexto de marcos institucionales degradados hacen que el Leviatán avance sobre los espacios privados de la gente dejando a su paso pobreza para todos, muy especialmente para los más necesitados.

Aquellas medidas las propone Eduardo Galeano con entusiasmo. Flota en sus trabajos la presencia de la suma cero de la teoría de los juegos, es decir, lo que gana uno lo pierde el otro retrotrayéndonos a la época mercantilista. Nada original por cierto. En Las venas abiertas de América latina -luego impugnada por el autor- concluye que “cuanto más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios”, con lo cual le da la espalda al hecho de que en toda transacción libre y voluntaria ambas partes se benefician.

Allí no distinguía para nada el empresario que para mejorar su situación patrimonial debe servir a sus semejantes: si acierta gana y si yerra incurre en quebrantos. No diferenciaba esta situación con el pseudoempresario que se enriquece debido al privilegio que le otorga su alianza con el poder político de turno, con lo que explota miserablemente a sus congéneres.

La emprendía contra un capitalismo prácticamente inexistente, incluso en el otrora baluarte del mundo libre, Estados Unidos,  donde de un largo tiempo a esta parte los gobiernos han traicionado los sabios consejos de los Padres Fundadores para, en su lugar, abrazar la latinoamericanización en el peor sentido de la expresión, lo cual incluye “salvatajes” para negociantes irresponsables, ineptos e indecentes, claro está con los recursos de los que trabajan honestamente. Embestía contra el mercado como si no se percatara que se trata de millones de arreglos contractuales entre los que estaba el mismo Galeano, no solo para su vivienda, su vestido, su alimentación y su recreación sino de modo muy especial para vender su antedicho libro (y muchos otros, también de su autoría) que va por la edición sesenta y ocho con jugosos derechos de autor.

Sobre ese libro su autor, en la Bienal del libro y la lectura, en Brasilia, en abril de 2014, dijo sobre las venas abiertas que renegaba de esa obra porque “no tenía los suficientes conocimientos de economía ni de política” y si lo tuviera que leer ahora “me desmayaría”.

Sus recetas eran anacrónicas, son las que aplicaron y aplican todos los países atrasados del planeta pero están vestidas con un ropaje nuevo y adornados con una prosa elegante, por más que ataque por las razones equivocadas a las nefastas instituciones internacionales como el FMI que sin duda habría que disolver por el daño mayúsculo que infringe financiando situaciones de quiebra y despilfarro con recursos coactivamente detraídos del fruto del trabajo ajeno (en este sentido es muy pertinente recomendar el libro de la doctora en economía de Oxford Dambisa Moyo, titulado Cuando la ayuda es el problema).

Hace más de treinta años, en la revista mexicana Perfiles, publiqué un artículo titulado “El mundo al revés de Eduardo Galeano” donde criticaba uno de los libros del mencionado autor (Patas arriba. La escuela del mundo al revés) donde intenté mostrar que lo que está al revés es en gran medida debido a la absorción de lo dicho por autores como Galeano y que, en consecuencia,  el mundo al revés estaba, entre otras, en la cabeza de este escritor. Abría aquella nota con una cita que hacía este autor en la que se leía lo siguiente: “Donde no se obedece la ley, la corrupción es la única ley. La corrupción está minando este país. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas”. ¿A quien pertenece esta cita?: a Al Capone en una entrevista publicada en Liberty el 17 de octubre de 1931.

Esto mismo es dicho y repetido por los políticos estatistas con deslumbrante hipocresía luciendo unas sonrisas bastante estúpidas de un cinismo dignas de mejor causa. Pero henos aquí que Galeano no lo veía así, según él el problema radicaba en los privados que usan y disponen de lo adquirido lícitamente como consecuencia de lo intercambiado con otros. Es por eso que en su momento alababa enfáticamente el experimento oprobioso de la isla-cárcel cubana.

Pero después de eso, según algunas de las últimas declaraciones de Galeano muy comentadas y discutidas por cierto, reveló estar disgustado con las recetas que había propuesto. Sin embargo, no se decidió que sistema abrazar. En un escrito corto de su autoría consigna que se cayó del mundo y no sabe por que puerta entrar, al tiempo que se queja de la decadencia de valores.

Lo mismo va para la tilinguería de mucho de lo que se trasmite por televisión y así sucesivamente, para lo cual bajo ningún concepto es aceptable el recurrir a comisarios sino que se requiere respeto para que cada uno siga su camino siempre y cuando no se lesionen derechos de terceros.

En resumen, aunque este ejercicio contrafactual resulta difícil, estimo  que, debido a sus últimas declaraciones, si Galeano hubiera vivido hubiera retomado el mundo después de su salida más o menos vertiginosa y hubiera entrado raudamente por la puerta de la libertad y denunciado con el vigor que lo caracteriza todo lo que signifique el uso de la violencia para con personas que no se entrometen en los derechos de otros.

Muy bienvenido hubiera sido Galeano a las filas liberales, como lo es Mario Vargas Llosa y lo fue Octavio Paz, Arthur Koestler y tantos otros distinguidos intelectuales lo cual significa el respeto irrestricto para los proyectos de vida de otros.  Filas donde no hay popes sino intercambios de ideas con plena conciencia que es una tradición de pensamiento que está y estará en permanente ebullición porque en la vida terrenal no hay un punto final que no sea susceptible de mejorar.

En todo caso, sea como hubiera sido el futuro de Galeano es de interés subrayar tantas otras conversiones de peso que ayudan a frenar el desbarranque del poder político, y nuevamente insistimos en que todos debieran tomar ejemplos de honestidad intelectual y perseverancia para acoplarse a las filas de la libertad en beneficio propio y de sus seres queridos.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

La deuda pública en EE.UU.

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado en https://www.cronista.com/columnistas/La-deuda-publica-en-EE.UU.-20170914-0046.html

 

Cuando Jefferson recibió la flamante Constitución estadounidense en París, escribió que si hubiera podido introducir una reforma la hubiera concretado en la prohibición al gobierno de contraer deuda pública. Esta manifestación jeffersionana se basaba en su idea que la deuda gubernamental compromete los patrimonios de futuras generaciones que ni siquiera han participado en las elecciones que entronizan al aparato estatal que contrajo la deuda.

Mucho más adelante, el premio Nobel en Economía, James M. Buchanan expresó algo similar referido a la vinculación de la deuda pública con la democracia.

En estos momentos, hay reuniones en Washington para negociar otro corrimiento del techo legal a la deuda que ahora alcanza a los veinte billones de dólares (trillones en el léxico norteamericano: veinte seguido de doce ceros). Esto significa unos setenta mil dólares por habitante y representa más del cien por cien del producto bruto.

La negociación de referencia se basa en el empecinamiento del presidente Donald Trump en construir un muro al sur del país en el límite con México al efecto de dar rienda suelta a sus veleidades xenófobas ya que el gobierno de ese país se niega a financiarlo, al contrario de lo que Trump había anunciado pomposamente en su campaña.

Estas conversaciones algunas cordiales y otras no tanto se desarrollan en el contexto de pretendidas reducciones impositivas, al tiempo que el presidente de marras apunta a elevar el gasto público con lo cual la situación fiscal empeoraría sensiblemente.

En realidad el tema de la deuda estatal se vincula a la mal llamada inversión pública que es en verdad una contradicción en términos. Como es sabido, una inversión se realiza en el contexto de evaluaciones subjetivas por parte de quienes estiman que el valor futuro será mayor que el del presente. El desatino de la denominada inversión pública nos recuerda la disposición del Dr. Alfonsín sobre el ahorro forzoso. No hay tal, se trataba de una exacción adicional.

En las cuentas nacionales debieran contabilizarse estas operaciones como gastos en activos fijos para distinguirlos de los gastos corrientes. Seguramente no se aceptará la patraña si le arrancáramos la billetera a un transeúnte con la promesa que destinaremos el botín para invertirle el dinero. Del mismo modo ocurre con el Leviatán.

El uso de la fuerza es incompatible con la noción de invertir, es por definición un proceso voluntario.

En Estados Unidos, el otrora baluarte del mundo libre, no puede seguir ilimitadamente con la parodia de elevar el techo de la deuda y seguir gastando alegremente. No sería raro que ciertos acreedores pretendieran en algún momento recuperar el principal y no conformarse con los intereses.

En ese supuesto caso podemos vislumbrar a los patrioteros de siempre alegando que se trata de un acto de guerra. Vivir con lo que se tiene es un buen consejo.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

AMENAZA A LA LIBERTAD DE PRENSA

Por Alberto Benegas Lynch (h). 

 

Ya hemos consignado que el gobierno de Donald Trump ha comenzado su gestión insultando a periodistas y echando algunos de conferencias de prensa de la Casa Blanca como si fuera dueño del lugar. En vez de señalar sus desacuerdos ha optado por sostener que son deshonestos y otros improperios . Ahora el gobierno anuncia que se está estudiando la posibilidad de citar a periodistas que hagan públicas informaciones que los gobernantes consideran  reservadas, lo cual contradice principios elementales de la libertad de prensa.

 

Dada la trascendencia del tema, nunca es suficiente insistir una y otra vez sobre la importancia de resguardar  lo que consigna el cuarto poder al efecto de hacer posible el debate abierto de ideas para avanzar en el conocimiento y limitar los abusos del poder. Jefferson sostenía que “frente a la alternativa de contar con un gobierno sin libertad de prensa y libertad de prensa sin gobierno, me inclino por los segundo”.

 

Hay autores que se pronuncian sobre diversos temas de interés general pero sus manifestaciones se reducen a un ámbito más o menos parroquial, sin embargo hay otros que emiten declaraciones, pronuncian conferencias o publican ensayos y sus palabras recorren casi instantáneamente el planeta. Este es el caso, por ejemplo, de Umberto Eco.

Son muchos los aspectos de gran interés que ha abordado Eco a través de su vida, pero destaco una conferencia en el Senado romano ante los miembros de ese cuerpo legislativo y directores de los periódicos más importantes de Italia sobre la función crítica del periodista. Este filósofo de la lengua apuntó que “La función del cuarto poder es, sin duda, la de controlar y criticar a los otros tres poderes” y también que “es garantía de salud para un país democrático que la prensa pueda cuestionarse a sí misma”.

A partir de esta premisa apuntada por Umberto Eco elaboraré en otras ocasiones sobre aspectos que estimo relevantes y que ahora vuelvo a resumir. Antes que nada es del caso subrayar que asistimos con alarma y gran preocupación al espectáculo lamentable en el que los dictadores electos y los de facto indefectiblemente la emprenden contra los medios y periodistas independientes, en verdad un pleonasmo ya que el “periodismo oficialista” deja de ser periodismo pero, dada la situación imperante, se hace necesario el adjetivo…a veces el antiperiodismo se autodenomina “periodismo militante”, una figura bochornosa pero que pone al descubierto la naturaleza vertical y militar del fenómeno.

La libertad de expresión es la manifestación de la libertad de pensamiento lo cual se torna indispensable para la vida del ser humano cuya característica sobresaliente es precisamente la de pensar y, consecuentemente, para el progreso puesto que éste se basa en un proceso evolutivo que demanda debates abiertos, todo lo cual solo tiene lugar en libertad. Esa es la razón por la  que las Constituciones de las sociedades abiertas le atribuyen primordial importancia a la libertad de prensa y por la que los megalómanos tanto le temen a las voces que difieren con el discurso oficial.

Habiendo dicho esto, conviene precisar que hay reparticiones gubernamentales que muchas veces se dan por sentadas en regímenes democráticos pero que llevan la semilla de la destrucción del sistema, léase las agencias de noticias oficiales que sientan las bases para la manipulación de las pautas publicitarias, propaganda gubernamental y otras tropelías. En una sociedad abierta la publicidad oficial se terceriza sin necesidad de contar con una repartición estatal y les está vedado a los gobernantes participar en nada que esté relacionado con la prensa, tal como empresas de papel, el establecimiento de medios estatales, el mantenimiento de figuras inquisitoriales como la del “desacato” o la asignación de frecuencias radiales y televisivas puesto que el espectro electromagnético es susceptible de asignarse en propiedad y así liberarse de la fatídica figura de la concesión que siempre significan una peligrosa espada de Damocles.

Sin duda que la libertad de expresión para nada deshecha la posibilidad de que la Justicia proceda con las penas que estime necesario si se han vulnerado derechos, pero esto en ningún caso admite la censura previa. Solo los totalitarios y los brutos morales (que son sinónimos) pueden patrocinar la clausura de debates abiertos sobre todos los temas concebibles.

La función primordial del periodismo es la crítica al poder para así contribuir a mantener en brete a lo que siempre está en potencia de convertirse el un Leviatán que todo lo aplasta y engulle a su paso. Como nada al alcance de los mortales es perfecto, es deber del periodismo hurgar, escudriñar y poner al descubierto lo que se estima son desvíos de los gobiernos de su misión específica de garantizar y proteger los derechos de todos, así como también cualquier noticia referida a otros ámbitos que se estime pertinente comentar .

Esta plena libertad incluye el debate de ideas con quienes implícita o explícitamente proponen modificar el sistema, de lo contrario se provocaría un peligroso efecto boomerang (la noción opuesta llevaría a la siguiente pregunta, por cierto inquietante ¿en que momento se debiera prohibir la difusión de las ideas comunistas de Platón, en el aula, en la plaza pública o cuando se incluye parcial o totalmente en una plataforma partidaria?). Las únicas defensas de la sociedad abierta radican en la educación y las normas que surgen del consiguiente aprendizaje y discusión de valores y principios.

De la libertad de expresión se sigue la de asociación y de petición que deben minimizar las tensiones que eventualmente generen batifondos extremos y altos decibeles que afectan los derechos del vecino, lo cual en un sistema abierto se resuelve a través de fallos en competencia como mecanismo de descubrimiento del derecho y no como ingeniería legislativa y diseño arrogante.

Otra cuestión también controversial se refiere a la financiación de las campañas políticas. En esta materia, se ha dicho y repetido que deben limitarse las entregas de fondos a candidatos y partidos puesto que esos recursos pueden apuntar a que se les “devuelva favores” por parte de los vencedores en la contienda electoral. Esto así está mal planteado, las limitaciones a esas cópulas hediondas entre ladrones de guante blanco mal llamados empresarios y el poder, deben eliminarse vía marcos institucionales civilizados que no faculten a los gobiernos a encarar actividades más allá de la protección a los derechos y el establecimiento de justicia. La referida limitación es una restricción solapada a la libertad de prensa, del mismo modo que lo sería si se restringiera la publicidad de bienes y servicios en diversos medios orales y escritos.

También viene muy al caso mencionar el muy difundido caso de quien grita “¡fuego!” en un teatro colmado de gente cuando en verdad no hay tal incendio. Habitualmente se esgrime este ejemplo para concluir que hay límites a la libertad de expresión. Esto así está mal concebido si no se precisa el tema contractual vinculado a los derechos de propiedad que subyacen. En otros términos, el dueño del teatro y los espectadores se han comprometido, uno a ofrecer la función respectiva y los otros a presenciarlas lo cual no autoriza a ninguna de las dos partes a gritar nada ni a ninguna otra cosa como no sea el cumplir con lo contratado. En cambio, si en realidad hubiera un incendio cualquiera de las partes puede expresar la alarma que protege las vidas de los contratantes. No se trata entonces de una limitación al derecho la falsa alarma sino una obligación a ceñirse a lo estipulado.

De más está decir que la libertad de investigación periodística no puede lesionar derechos (nadie lo puede hacer en una sociedad civilizada) lo cual implica respetar el derecho a la intimidad. Este derecho consagrado en todas las Constituciones liberales, fue explicitado de modo detallado en 1890 por Samuel Warren y Louis Brandeis en un ensayo titulado “The Right to Privacy” (Harvard Law Review) y más adelante el célebre libro de Vance Pakard que bajo el título de La sociedad desnuda alude a todos los mecanismos y tecnologías gubernamentales y privadas que pueden utilizarse como invasivas (rayos láser, potentes máquinas fotográficas, telescopios y eventualmente aparatos que puedan captar ondas sonoras de la voz a grandes distancias) y las preguntas insolentes, formularios improcedentes y regulaciones invasivas por parte del Leviatán. Por razones de seguridad, la instalación de cámaras televisivas deben ser anunciadas por el instalador para dar la posibilidad de no transitar o visitar los lugares así vigilados. Por su parte, las llamadas cámaras ocultas en la mayor parte de las normativas penales no se aceptan como pruebas de un delito al ser recabadas por medio de otro delito.

Tal como escribe Milán Kundera en La insoportable levedad del ser “la persona que pierde su intimidad, lo pierde todo”. El derecho a la privacidad significa el resguardo a lo más caro del individuo, como consigna Santos Cifuentes en El derecho a la vida privada, constituye una extensión del derecho de propiedad. En la sociedad abierta, el sentido básico de resguardar ese sagrado derecho está dirigido principalmente aunque no exclusivamente contra los gobiernos.

Las personas tienen el derecho a resguardar sus personas, sus papeles, sus archivos en sus computadoras, sus correos electrónicos, sus casas y en general sus efectos contra requisitorias y revisaciones y que ninguna orden de Juez puede librarse sin causa probable de delito sustentada en el debido juramento y con la expresa descripción del lugar específico, los objetos y las personas a ser requisadas.

Afortunadamente han pasado los tiempos del Index Expurgatoris en el que papas pretendían restringir lecturas de libros, pero irrumpen en la escena comisarios que limitan o prohíben la importación de libros, dan manotazos a la producción y distribución de papel, interrumpen programas televisivos o, al decir del decimonónico Richard Cobden, establecen exorbitantes “impuestos al conocimiento”. La formidable invención de la imprenta por Pi Sheng en China y más adelante la contribución extraordinaria de Gutemberg, no han sido del todo aprovechadas, sino que a través de los tiempos se han interpuesto cortapisas de diverso tenor y magnitud pero en estos momentos han florecido (si esa fuera la palabra adecuada) megalómanos que arremeten con fuerza contra el periodismo.

Esto ocurre debido a la presunción del conocimiento de gobernantes que sin vestigio alguno de modestia, se autoproclaman sabedores de todo cuanto ocurre en el planeta, y se explayan en vehementes consejos a obligados y obsecuentes escuchas en imparables verborragias.

Dados los temas aquí brevemente expuestos —y que no pretenden agotar los vinculados a la libertad de prensa— considero que viene muy al caso reproducir una cita de la obra clásica de John Bury titulada Historia de la libertad de pensamiento: “El mundo mental del hombre corriente se compone de creencias aceptadas sin crítica y a las cuales se aferra firmemente […] Una nueva idea contradictoria respecto a las creencias que sustenta, significa la necesidad de ajustar su mente […] Las opiniones nuevas son consideradas tan peligrosas como molestas, y cualquiera que hace preguntas inconvenientes sobre el por qué y el para qué de principios aceptados, es considerado un elemento pernicioso”.

 

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

EEUU: Colegio Electoral y portación de armas

Por Alberto Benegas Lynch (h).

 

A raíz del debate suscitado por el triunfo de la fórmula Trump-Pence como consecuencia de los votos del Colegio Electoral, en contraste con la fórmula Clinton-Kane que obtuvo la mayoría de los votos populares, es oportuno e interesante destacar el sentido de aquella institución.

 

Como la decadencia en el país del Norte es mayúscula, entre otras cosas, se ha perdido de vista el sentido del Colegio Electoral. Los Padres Fundadores lo establecieron con mucho cuidado. Como Estados Unidos se constituyó como una confederación de estados soberanos, en el voto para presidente y vice-presidente del gobierno nacional se decidió el procedimiento indirecto a través del mencionado Colegio al efecto de equilibrar el peso de los diversos integrantes de la Unión, de lo contrario, debido a lo populoso de estados como California y Texas, éstos arrasarían con los votos. Una de las fuentes que explican  el fundamento del Colegio Electoral se encuentra en el Papel 39 de Los Papeles Federalistas escrito por James Madison, el principal inspirador de la Constitución estadounidense.

 

Además de lo dicho quienes suscribieron la aludida Constitución pretendieron ponerle límites al peligro de la llamada democracia ilimitada, es decir, aquella en la que las mayorías circunstanciales lesionan los derechos de las minorías, por lo que la expresión “democracia” no figura en ninguna parte de dicha Carta Magna, sino República. Esta forma de gobierno contiene cinco ingredientes fundamentales: la alternancia en el poder, la responsabilidad de los gobernantes ante los gobernados por sus actos, la publicidad  y transparencia de las acciones gubernamental, la división de poderes y la igualdad ante la ley (entendida esta última anclada a la Justicia, en otras palabras el “dar a cada uno lo suyo” lo cual ata la idea a la institución de la propiedad, de lo contrario podría entenderse “igualdad ante la ley” como que todos deben ir al cadalso).

 

Las líneas centrales del gobierno original de Estados Unidos estaban asentadas en ocho principios básicos: la preservación de los derechos individuales garantizados por una sólida arquitectura de contralores y votaciones en períodos distintos para distintos cargos, segundo, el concepto restrictivo de la guerra y el rol de las Fuerzas Armadas, en tercer lugar la libertad irrestricta para la expresión del pensamiento, cuarto, la inexorable  instauración del debido proceso, quinto, la tajante separación entre las denominaciones religiosas y el poder político y también la libertad de cultos, sexto, el resguardo de la intimidad, séptimo, la tenencia y portación de armas y, octavo, el federalismo.

 

Como he escrito mucho sobre algunos de estos principios, me limito a comentar en esta ocasión sobre los dos últimos puntos: la portación de armas que figura en la segunda enmienda de la Constitución norteamericana cuyo significado es muy mal interpretado en otros lares y, brevemente, sobre la nota central del federalismo. De lo que se trata es de escribir sobre temas controvertidos, porque para repetir lo que todo el mundo sabe, dice y escribe, es mejor ahorrar teclado y tiempo.

 

La portación de armas es un tema especialmente incomprendido por el público latino tan afecto a tratar a sus gobernantes como “su excelencia” y otras sandeces y siempre desconfiar de la libertad y la responsabilidad individual y depositar su confianza en el caudillo de turno que termina por expoliar de la forma más brutal a los incrédulos.

 

Como ha escrito el pionero del derecho penal Cesare Beccaria en De los delitos y de las penas  referido a la prohibición de portar armas: “Sería lo mismo que prohibir el uso del fuego porque quema o del agua porque ahoga […] Las leyes que prohíben el uso de armas son de la misma naturaleza, desarma a quienes no están inclinados a cometer crímenes […] Leyes de ese tipo hacen las cosas más difíciles para los asaltados y más fáciles para los asaltantes, sirven para estimular el homicidio en lugar de prevenirlo ya que un hombre desarmado puede ser asaltado con más seguridad por el asaltante” .

 

Si uno no es un obseso y tiene un mínimo de apertura mental, debe tener en cuenta la talla de quienes se oponen a la prohibición de la portación y tenencia de armas, algunos de los cuales son a través de la historia: Cicerón, Ulpiano, Hugo Grotius, Algernon Sidney, Montesquieu, Edward Coke, Blackstone, George Washington, George Mason, Patrick Henry, Samuel Adams, Jefferson y Jellinek.

 

Más aun, con gran razón Leonard Read en Government: An Ideal Concept escribe que “fue un gran error de la Revolución estadounidense el recurrir a la expresión ´gobierno´  que significa mandar y dirigir, del mismo modo que no tiene sentido denominar ´gerente general´ de la empresa al guardián de la misma”. El enfoque del aparato estatal en el Norte fue radicalmente distinto al de las ex colonias españolas ya que aprendieron con las persecuciones y la intolerancia europea y apuntaron a ser libres y realmente independientes, y no como decía Juan Bautista Alberdi “independientes como colonia española para ser colonos de nuestro propios gobiernos”. Consecuentemente, en Estados Unidos miraban con gran desconfianza el desarmarse y el entregar todas las armas al monopolio de la fuerza (es decir, el peligro superlativo de entregarle todo el poder al mero “guardián”, tal como sostiene Read).

 

El servilismo latinoamericana machaca que si hay portación y tenencia de armas todos andarán a los tiros y creen que su seguridad estará mejor resguardada si las armas las tienen exclusivamente los gobiernos (no ven lo que suele ocurrir en las calles ni las bajas producidas de seres inocentes e indefensos en sus propios domicilios). De más está decir la enorme responsabilidad que implica el poseer armas de fuego. En Estados Unidos la pena es sumamente severa aunque haya habido un atisbo de amenaza de usar un arma que no fuera en defensa propia. Como se ha reiterado en valiosas documentaciones, los tiroteos a mansalva ocurridos en los episodios más relevantes en Estados Unidos son todos casos en los que los asesinos no tenían permiso de portación o tenencia. Desde luego que, igual que con el registro automotor, el alcohol o los lugares de pornografía, las restricciones a menores y equivalentes son estrictas.

 

Cuando se lee un inmenso cartel con la figura de un ser humano monstruoso con la leyenda de “¿Usted permitiría que este sujeto porte armas?” la respuesta es que precisamente ese personaje es el que tendrá un arma en sus manos de quien hay que defenderse en caso de ataque. La policía habitualmente llega al lugar del crimen cuando éste ya se ha perpetrado (si es que no está aliada con los asaltantes). John R. Lott en su The Bias Against Guns exhibe una formidable investigación en la que se demuestra como los asaltantes se ocupan de averiguar los lugares y las personas que están desarmadas que consideran blancos fáciles para sus crímenes. Dichos testimonios están expuestos con lujo de detalles, muchos de los cuales fueron recabados en la cárcel.

 

En otro plano, acontecimientos trágicos como los sucedidos el 11 de septiembre de 2001, probablemente no hubieran ocurrido si no fuera por una irresponsable ley federal que prohibía a la tripulación contar con armas que incluso varios estudios como los de United y American las habían concebido de tal manera que se minimizaran las detonación en vuelo, por lo que las atrocidades se llevaron a cabo básicamente con cuchillitos de plástico.

 

Es de esperar que se despejen los cerrojos mentales y se vea la conexión entre la inseguridad de nuestras familias y la indefensión. La segunda enmienda fue concebida como un complemento de todas las vallas impuestas para evitar la extralimitación al poder político como es el Colegio Electoral que, como queda dicho, constituye un medio para la elección indirecta al tiempo que asegura el federalismo que constituye un potente incentivo para la descentralización y el consecuente fraccionamiento del poder. Cuando un violador entra en un ascensor, lo pensará dos veces si su posible víctima puede llevar una Magnum en su cartera.

 

Stephen Halbrook en That Every Man Be Armed  incluso documenta en detalle los muy interesantes debates entre los inspiradores de la gesta de la libertad en Estados Unidos en el siglo xviii en cuanto a los recaudos que deben adoptarse y los peligros de contar con ejércitos permanentes (standing armies), por ejemplo, Jefferson en carta a Madison del 20 de diciembre de 1787 enfatiza la necesidad de “protección contra los ejércitos permanentes” de su propio país). Al margen recuerdo una vez más lo dicho por el general Eisenhower en su discurso de despedida de la presidencia en cuanto a que “uno de los mayores peligros para la libertad de nuestro pueblo radica en el complejo militar-industrial”. Por su parte, Robert Kukla en Gun Control muestra en base a interesante documentación como la primera medida de todos los dictadores y tiranos del planta consiste en confiscar las armas de sus súbitos (los Castro, Hitler y Stalin de nuestra época).

 

Como decimos, el tema del Colegio Electoral debe ser considerado para fortalecer el régimen federal pero ninguna limitación será efectiva cuando los ciudadanos se encuentran indefensos. Y cuando mencionamos el federalismo originalmente establecido en Estados Unidos nos referimos al “power of the purse”, es decir, a la capacidad real de los estados o las provincias de administrar los recursos en sus jurisdicciones, esquema en el que originalmente la coparticipación fiscal fue de los estados o provincias al gobierno nacional y no al revés, donde cada gobernador tiene el incentivo de reducir impuestos y, por ende, gastos, al efecto de atraer inversiones y para que la población no se mude a otras jurisdicciones. Lamentablemente en el caso de Estados Unidos, el federalismo se ha debilitado en pos de un gobierno nacional que tiende cada vez más a la omnipotencia.

 

La arquitectura gubernamental originariamente concebida en Estados Unidos no debe verse como una de departamentos estancos sino como un todo inseparable, por eso al hablar de un aspecto cual es el Colegio Electoral mostramos en este caso a vuelapluma la estrecha vinculación con la segunda enmienda y con el régimen federal, lo cual también puede hacerse con el resto de los puntos medulares del andamiaje original estadounidense pergeñado por los Padres Fundadores, visionarios de la libertad.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

SOBRE EL TRIUNFO DE TRUMP.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 13/11/16 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2016/11/sobre-el-triunfo-de-trump.html

 

Si han leído mi entrada anterior a las elecciones(1), podrán advertir que ni Trump, ni Hilary, ni Johnson, eran mis opciones. En realidad con esa entrada podría considerar el asunto por concluido. Pero ante los cosas que se están diciendo y las reacciones que ha producido el triunfo de Trump, consideré prudente agregar algo más de confusión al asunto J. 🙂

  1. ¿Por qué ganó Trump?

En primer lugar, por la falta de liderazgo de los propios republicanos. No tuvieron alguien que supiera combinar la espontaneidad de Trump con posturas y una historia personal más seria y menos caricaturezca. Cualquiera que haya visto los debates republicanos se podía dar cuenta que una Carly Fiorina, un Cruz, un Rubio o un Rand Paul eran candidatos ideológicamente más sólidos y personalmente más presentables. Pero su estilo –igual que los demócratas- es ese estilo que, para que me entiendan bien los libertarios y liberales clásicos, podríamos llamar “racionalismo constructivista en política”. Una excesiva profesionalización y planificación de cada discurso, gesto, actitud, que lleva a la inautenticidad y a la falta de espontaneidad. O sea, un liderazgo inauténtico como la existencia inauténtica de Heidegger. Hay un electorado que está demandando un mayor orden espontáneo –orden, no caos- ese orden que espontáneamente surge, sin tanta planificación, cuando hay un ser-sí-mismo muy profundo y un apasionamiento del corazón que se traduce en el discurso. Lo que tuvieron un Reagan, un Kennedy, un Mandela o un Gandhi. No es que ahora no lo tengan porque son figuras casi imposibles de encontrar. En parte no lo tienen porque confían en ese racionalismo constructivista político aunque lean a Hayek y a su orden espontáneo. Trump jugó el papel de la espontaneidad, dio al electorado lo que muchos deseaban: alguien que, precisamente, no fuera ese político profesional que tanto los decepcionó.

Claro, ojalá no hubiera sido despectivo con las mujeres, casi racista con los mejicanos, grosero con McCain, con periodistas y hasta con bebés. Pero la gente está –y no sólo en los EEUU- muy asustada, y el miedo produce a Hobbes. Y los intelectualoides demócratas y europeos no parecen estar dando frente a ISIS “y el desconocido” las respuestas necesarias. EEUU se forjó precisamente de inmigrantes que huían de tiranías, diferentes pero iguales en su búsqueda de la libertad. Pero los tiempos han cambiado y luego de la 2da guerra los líderes liberales clásicos y libertarios no han sabido educar al votante en una fórmula que una, nuevamente, el espíritu inmigratorio y pacífico con una sólida defensa en política exterior. Por ende, muchos callaron pero decidieron perdonarle a Trump sus excentricidades políticamente incorrectas y secretamente decidieron votarlo, con sistemas de comunicación que aún no han comprendido los analistas y encuestadores tradicionales: con redes informales que van más allá del llamado “dato” que, por lo demás, nunca existió.

Por lo demás, los republicanos no supieron explicar al votante los beneficios del libre mercado, de las fronteras abiertas, para el aumento del empleo a nivel local. No supieron tampoco educar ese miedo ni se atrevieron a presentar francamente –con ese nuevo liderazgo que no tenían- la eliminación del welfare state. Trump, que no entiende mucho de economía, afirmó una relación inversa entre empleo local e inmigración que muchos soñaban escuchar, encerrados en la misma confusión de Trump. No sé si el muro –que por lo demás ya existe, se llama aduana, se llama visado, etc– se llegará a construir o no, pero allí también Trump apeló al inconfesable miedo al extranjero y obtuvo su masiva cantidad de votos inconfesables. Y, de vuelta, le perdonaron sus rarezas y lo votaron. Dejando de lado a todos los que verdaderamente siempre fueron medio misóginos y racistas y lo votaron felices.

Por otra parte, los que critican a Trump por el muro, ¿qué autoridad moral tienen? ¿Acaso no están de acuerdo con pasaportes, visas, aduanas y controles para sus propios países? ¿Qué, todo ello no es un muro porque NO sea una pared de cemento? Sólo los liberales clásicos, que hemos sido ridiculizados por nuestras propuestas de eliminación de fronteras, tenemos la autoridad moral para estar en desacuerdo con Trump. Qué graciosos, especialmente, los estatistas argentinos, tan “anti-muros”, ahora…………….

Tres, Trump ganó porque Hilary es un desastre. Jamás hubiera sucedido esto con un Obama II que, obviamente, no existió. Hilary –no juzgo su conciencia- tiene (no digo “es”) niveles de corrupción espantosos para el electorado norteamericano. Los chanchullos de la Fundación Clinton son infinitos. Por lo demás, su política exterior fue muy equivocada. No identificaron bien al terrorismo islámico, dejaron solo a Irak, comenzaron a pelearse con el genio hobbesiano –dije hobbesiano- de Putin y prácticamente ella y Obama dejaron morir de la peor forma al embajador norteamericano en Libia. Hilary es antipática, no conecta con el electorado, sus sonrisas son más dibujadas que las de Jack Nicholson en Batman y representó por ende ese político ultra-profesional que muchos demócratas también estaban cansados de ver, o estaban muy acostumbrados al charming de Obama.

  1. Las reacciones ante el triunfo de Trump.

Pero lo más interesante es la histeria de la izquierda mundial ante lo que para ellos simboliza Trump, que raya en el paroxismo, en el ataque psicótico de explosión de todos sus más profundos prejuicios, en sus más profundas iras autoritarias y en sus más bochornosas hipocresías y dobles estándares.

Lo más tragicómico es: ¿pero quién miércoles se creían que era Hilary Clinton? ¿La hija de Gandhi y la Madre Teresa? La calma que todos tenían ante un eventual triunfo de Hilary represente la confusión ideológica mundial. ¿Qué es lo que tenía a todos tan tranquilos? ¿Su mayor intervencionismo económico, que iba a acelerar la baja en la productividad norteamericana? ¿Sus mayores impuestos, que por supuesto iba a afectar a los más carenciados? ¿Su mayor gasto público, que iba a llevar la deuda pública de EEUU hasta el paroxismo y a lo que mejor no quiero ni explicar? ¿Su persecución enfermiza a los católicos y a su libertad religiosa? ¿Su alianza total y completa con Planned Parenthood, su abortismo cruel, capaz de matar a un niño completo si era necesario? ¿Ante eso estaban todos tan tranquilos? La pura verdad es que si: como una ideología propagandística y una cruel espiral del silencio, todo ello se ha impuesto como lo políticamente correcto y el paraíso en la Tierra. Mayores controles, mayor gasto, más estado, más impuestos, menor libertad religiosa, aborto para todos, salud reproductiva e ideología del género para todos y obligatoria, nazifeminismo inquisitorial, homosexualismo inquisitorial, ecologismo unido a estatismo, y todos felices y contentos. ¡Felicitaciones mundo entero! Con razón no iba a haber marchas anti-Clinton, con razón todos los tiranuelos y todas las izquierdas europeas se iban a levantar el Miércoles tan relejados.

Por lo demás, muy interesante escuchar el latiguillo de la dialéctica de los brutos pro-Trump y los ilustrados pro-Hilary. Conozco perfectamente el mundillo intelectual de la izquierda. Leen a Marx, a Hegel, a la Escuela de Frankfurt, a los postmodernos, a Keynes, a John Rawls. Si, son muy cultos, leen todos esos autores, en su lengua original si es necesario, mientras asisten a la Opera y van a las librerías en el New York de Manhatan. Pero, ¿de qué te sirve ganar el mundo si pierdes tu alma? ¿De qué te sirven tantas letras si luego conduces al mundo al infierno? No quiero nombrar a grandes filósofos cuyas posiciones políticas eran peores que las del mismo Maduro –sí, así- para no ofender a sus seguidores, pero creo que habría que distinguir entre la soberbia del saber humano y la sabiduría humilde que, con universidad o sin ella, conoce –por con-naturalidad, dice Santo Tomás- la verdadera virtud. Así que, si alguien votó a Trump porque compartía su misoginia y sus tosquedades, ok, sí, mal, pero muchos lo votaron sin tanto John Rawls y con más sentido común –sobre todo, el rechazo a Hilary-. Ni qué hablar de quienes lo votaron sopesando males menores, con tanta o más formación que los soberbios demócratas: snobs bien vestidos, con Inglés bostoniano, que no tienen inconvenientes en apoyar las aberraciones morales más terribles.

Además, en ese desprecio izquierdoso al votante promedio norteamericano no se advierte cuál fue la verdadera sabiduría de la revolución de 1776. Por un lado sus intelectuales –un Jefferson, un Paine, etc- no eran Hegel, precisamente, pero gracias a Dios que no lo fueron. Jay, Madison y Hamilton eran gente de derecho, no de utopías platónicas que se terminan vendiendo al tirano de Siracusa de turno. Los europeos no logran entender, aùn, la superioridad norteamericana sobre su supuestamente gran Europa. Esa Europa de grandes filósofos que la terminaron hundiendo en los totalitarismos más deleznables de la historia, de los cuales sólo los salvaron los tanques norteamericanos y la valentía de un Reagan, que, gracias a Dios, no leía a los postmodernos franceses. Pero no es sólo cuestión del seguro medianamente inteligente Jefferson versus el seguramente genio Hegel. Lo que casi nadie entiende es que la revolución norteamericana fue –con un fue que es- la revolución de granjeros, comerciantes, dueños de barcos, de granos y de plantaciones de té que vivían sencillamente en los derechos individuales del common law británico, que, cuando Jorge III los conculcó, a la miércoles con Jorge III. Así de simple y sabio. No fue una utopía pensada in abstracto y luego aplicada a la fuerza. Fue el derecho a la resistencia a la opresión. Eso aún existe en EEUU y los “intelectuales” que, precisamente, se pasan la vida atacando al liberalismo clásico, jamás lo van a entender, y se pasarán la vida despreciando e insultando a ese sabio comerciante que habla en sujeto, verbo y predicado y que gracias a Dios NO entiende la expresión “espíritu absoluto”.

 

Finalmente, las reacciones histéricas de muchos, desde los que saquean y destruyen hasta los que orinan en la vía pública sobre la foto de Trump, no muestra más que la auténtica violencia explosiva que tienen dentro los supuestos demócratas, pacifistas e “ilustrados”, sí, cuando ganan. Una violencia terrible  porque, para ellos, Trump es el símbolo de todo lo que odian: el capitalismo, el libre comercio, la verdadera libertad. Curiosamente, Trump no es eso. Es un líder intuitivo y autoritario que hará alianza con Putin y se dividirán el mundo. El mundo sigue lejos del liberalismo clásico, y con Hilary hubiera sido peor. Mientras tanto, Trump sigue teniendo en esa izquierda histérica su mejor aliado. Trump es GORT. Lo dejaron plantado los Clinton.

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(1) http://gzanotti.blogspot.com.ar/2016/10/reflexiones-sobre-la-actual-politica.html

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

A RAÍZ DE MIGUEL WIÑAZKI

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Mucho se ha escrito sobre lo que ha dado en denominarse “populismo”, algunos trabajos de fondo y otros de difusión (como la tan eficaz Gloria Álvarez) pero en todos los casos parecería que se prefiere eludir el término “socialismo”, en ciertas situaciones porque sus autores provienen de esa tradición de pensamiento y en otras por simple moda o conveniencia dialéctica.

 

Lo cierto es que en mayor o menor medida, la definición medular la ofreció Marx (no Groucho del cual no pocos parecen derivar sus elucubraciones, sino Karl): la abolición de la propiedad privada tal como reza el Manifiesto comunista en su eje central. También puede adherirse a la conjetura de la honestidad intelectual de Marx puesto que su tesis de la plusvalía y la consiguiente explotación no la reivindicó una vez aparecida la revolucionaria teoría subjetiva del valor expuesta por Carl Menger en 1870 que echó por tierra con la teoría del valor-trabajo marxista. Por ello es que después de publicado el primer tomo de El capital en 1867 no publicó más sobre el tema, a pesar de que tenía redactados los otros dos tomos de esa obra tal como nos informa Engels en la introducción al segundo tomo veinte años después de la muerte de Marx y treinta después de la aparición del primer tomo. Contaba con apenas 49 años de edad cuando publicó el primer tomo y siendo un escritor muy prolífico se abstuvo de publicar sobre el tema central de su tesis de la explotación y solo publicó dos trabajos adicionales en otro contexto: sobre el programa Gotha y el folleto sobre la comuna de Paris.

 

En realidad lo que terminó de demoler la tesis marxista -y en general las estatistas- fue la contribución de Ludwig von Mises en 1920 sobre la imposibilidad de cálculo económico, evaluación de proyectos y contabilidad en ausencia de propiedad privada y, por ende, de precios. En otros términos, en esta línea argumental, no hay tal cosa como “economía socialista” ya que, por ejemplo, no se sabe si conviene construir los caminos con oro o con asfalto si no hay precios de mercado.

 

De todos modos, como dice el ex marxista Bernard-Henri Lévy en su Barbarism with Human Face “Aplíquese marxismo en cualquier país que se quiera y siempre se encontrará un Gulag al final”. Este es el sentido por el que Stephane Courtois et al escriben en El libro negro del comunismo que ese sistema asesinó a más de cien millones de personas hasta el momento. Y no es cuestión de buenas intenciones puesto que éstas son irrelevantes,  lo importante son los resultados: por más que se adopte un “socialismo moderado” siempre se trata de atropellar derechos y estrangular libertades. Incluso en la isla-cárcel cubana el tilingaje se refiere a la “educación” sin percibir la diferencia con el adoctrinamiento y el lavado de cerebro, a la par de la llamada “salud pública” que, como bien explica la neurocirujana cubana Hilda Molina, consiste en pocilgas inauditas e inhumnas con una vidriera para ciertos enfermos VIP que hacen propaganda al sistema.

 

El problema básico de todo estatismo radica en los energúmenos de diverso color político que pretenden dirigir vidas y haciendas ajenas concentrando ignorancia, en lugar de comprender que el conocimiento está fraccionado y disperso entre millones de personas y que su coordinación es ajena a los caprichos de los engendros de la planificación de las pertenencias de otros. Los estatistas de toda laya no se percatan del nexo causal entre las tasas de capitalización y los ingresos y salarios en términos reales que no  son  un asunto voluntarista sino de marcos institucionales que garantizan la libertad de cada cual (esto explica, por ejemplo, la diferencia en el nivel de vida entre Uganda y Canadá).

 

Uno de los libros que más ha calado hondo a favor del populismo es el de Ernesto Laclau titulado La razón populista (sobre el cual escribí en abril del año pasado en mi columna en “Infobae”  junto con un comentario sobre otra de sus obras: Nuevos resultados sobre la revolución de nuestro tiempo). Pero ahora aparece no un simple review crítico sobre el primero de los libros mencionados de Laclau, sino un ensayo formidable por la calidad de su contenido por cierto exhaustivo y por la destreza en el manejo de la pluma. Se trata del anti-Laclau por excelencia (y anti-Chantal Mouffe, su mujer) titulado Crítica de la razón populista cuyo autor es Miguel Wiñazki.

 

El libro de marras muestra la máscara del populismo “para encubrir el traspaso del dinero grande” hacia los que se encumbran en el poder político y se presentan siempre como parte de un “melodrama” en medio de batallas y “victorias celestiales”. Explica Wiñazki que “La razón populista es la cosmovisión filosófica que concibe dos entidades sociopolíticas irreductiblemente antagónicas. El pueblo y al antipueblo. El populismo propone una batalla cultural para promover e instituir la hegemonía del pueblo sobre el antipueblo”.

 

Por nuestra parte, traemos a colación el hecho de que esta es la receta fundamental de Antonio Gramsci en el sentido de tomar la cultura y la educación puesto que, con mucha razón, para bien o para mal, “el resto se da por añadidura”. Si no se estudian los valores y principios de una sociedad abierta (para recurrir a terminología popperiana), es imposible que tenga lugar el respeto recíproco, lo cual subrayamos es la esencia del liberalismo (no la estupidez del “neoliberalismo” ya que ningún intelectual de fuste se reconoce bajo esa etiqueta que solo ha servido para continuar con la corrupción y el ensanchamiento del Leviatán).

 

Miguel Wiñazki concuerda que la democracia entendida como los Giovanni Sartori de nuestra época en cuanto a que las mayorías no pueden avasallar los derechos de las minorías se ha transformado en pura cleptocracia, a saber, gobiernos de ladrones de libertades, de propiedades y de sueños de vida lo cual ejemplifica con los bufones del Orinoco, el gobernante ecuatoriano, el boliviano y los Kirchner y concluye en esta materia que “Después de décadas de populismo, lo más concreto y tangible son los pobres”. Es decir, se usa a los pobres en la articulación de discursos demagógicos pero el resultado, como señala el autor, es indefectiblemente el incremento de la pobreza en un ámbito de permanente “clientelismo social” que se sustenta en una miserable explotación de los más necesitados.

 

Otro punto neurálgico que subraya Wiñazki del populismo es la xenofobia nacionalista siempre haciendo uso (y abuso) de “terminología épica” (lo cual me recuerda un ensayo de mi autoría de hace años titulado “Nacionalismo: cultura de la incultura” publicado en una revista académica chilena –Estudios Públicos– y que se encuentra en Internet). También el autor que venimos comentando se detiene con fuerza argumental en los permanentes ataques a la libertad de expresión, un  aspecto trascendente que nos retrotrae a lo consignado por Jefferson en cuanto a que “frente a la alternativa de no contar con gobierno y disponer de libertad de prensa, por una parte, y por otra tener gobierno sin esa libertad, prefiero decididamente lo primero”. Los populismos no resisten la crítica que es precisamente la misión del periodismo independiente (valga el pleonasmo).

 

Otras cuatro características que destaca este autor de la crítica populista es el estado “de beligerancia permanente”, “la oscuridad de las cuentas públicas”, “la adhesión, de rodillas a la Biblia oficialista” y la tendencia “a borronear la división de poderes”. Agregamos que aquel servilismo humillante y denigrante es a veces peor que la actitud prepotente y arrogante de los gobernantes populistas: cuando se hace un paneo televisivo y se ven los rostros de los aplaudidores oficiales da pavor y mucha vergüenza, un público integrado también por mal llamados empresarios que se amamantan del privilegio estatal y detestan la competencia y los mercados abiertos ya que el populismo “es fascismo sin geometría marcial”. Los gobiernos populistas, escribe también Wiñazki “requieren de un eco y nada más que eso”,

 

Hay todavía otro acierto del responsable de Crítica a la razón populista y es el desafortunado uso de la expresión “militante” (y esto va para cualquier posición política), una palabreja que proviene de la organización militar rígida y vertical, lo cual está en las antípodas de cualquier manifestación en el campo civil y que más bien se condice con “el circo público”. Nada hay más parecido a un autómata que reniega de la condición propiamente humana que un militante con las consiguientes consecuencias éticas y estéticas…es “el colapso de la razón” dice certeramente Wiñazki.

 

Las referencias bibliográficas que aparecen en este libro son en su mayoría sumamente jugosas. Rescato la que alude a Gustave LeBon con su notable explicación del fenómeno nocivo de las masas  donde “lo que se acumula no es la sensatez sino la imbecilidad” al decir de ese pensador, a Etienne de la Boetié y su análisis de gran calado sobre las cadenas que la gente se coloca al apoyar con su obediencia borrega a gobernantes descarriados, al gran George Steiner y, claro está, al correr de la pluma, irrumpe el “ogro filantrópico” de Octavio Paz.

 

Wiñazki demuestra con afilada argumentación seguramente lo más dañino de los populismos en cuya prédica “Los espíritus libres son herejes” en medio de “conspiraciones permanentes” y una “pasión loca por monopolizar el uso de la palabra”.

 

Por último, el autor subraya que “El Papa [actual] tiene muy buenas relaciones con los regímenes populistas latinoamericanos” y destaca la influencia de sacerdotes tercermundistas no solo en la construcción de populismos sino, como es de público conocimiento, en la fabricación de movimientos violentos y lo cita a Loris Zanatta quien afirma que “los Morales, los Castro, los peronistas y los sandinistas […] Son éstas las raíces del populismo en América latina y Bergoglio siempre adhirió a ellas”. Por lo que me toca, advertí de esto, entre otros, en mi artículo en “La Nación” titulado “La malvinización del Papa Francisco” (por aquella manifestación de bipolaridad propia de muchos argentinos de euforia y depresión resumida en el período de auge en “el que no salta es un inglés”, antes del derrumbe anímico que naturalmente siguió a esa disparatada aventura militar que puso fin a un gobierno que combatió al terrorismo con procedimientos repulsivos y absolutamente inaceptables).

 

Como en todo trabajo hay facetas que no compartimos (en este caso colaterales); incluso en los escritos de uno mismo revisados luego de un tiempo comprobamos que podíamos haber mejorado la marca, puesto que como ha apuntado Borges -citando a Alfonso Reyes- dado que no hay texto perfecto “si no publicamos, nos pasamos la vida corrigiendo borradores”. Pero para mi nota periodística semanal basta con lo dicho.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

El autoritarismo contable de la segunda vuelta

Por José Benegas: Publicado el 11/10/15 en: http://josebenegas.com/2015/10/11/el-autoritarismo-contable-de-la-segunda-vuelta/

 

La segunda vuelta electoral parte de un supuesto falso desde el punto de vista de lo que se considera actualmente como el parámetro de legitimación por excelencia, que es el bien de los gobernados. Este supuesto es que un país necesita un gobierno con capacidad de hacer lo que quiere hacer, de acuerdo a la última versión del humor político general.

No se entiende que el estado es poder y que el estatismo es autoritarismo, por lo tanto tampoco se entiende que eso de la “gobernabilidad” es un valor para el pensamiento despótico, no  para el republicano. Ni se entiende, ni se enseña, por eso cuando escucho que todo se solucionará con educación y veo alejarse a la sociedad de los objetivos que planteaban Jefferson o Sarmiento de instruir sobre la nueva institucionalidad de la libertad y sus condiciones, me alarma tanta inconsciencia sobre lo que se está diciendo.

Montesquieu y los Padres Fundadores en los Estados Unidos imaginaban a las ramas del gobierno compitiendo entre si. No había necesidad de que una de ellas “ganara” ninguna contienda, sino de que se controlaran entre unas a otras. El destino de un país no depende de una política sino de las instituciones y de la ley, no entendida como mera voluntad legislativa sino como los principios de derecho que parten de la libertad individual. Esa es la función del gobierno, las variantes en cuestiones de administración e inversión del gasto limitado del estado de acuerdo a criterios de distintas facciones, son contingentes. Si el partido A las puede llevar adelante o no, no importa al interés general. Hará acuerdos o tal vez no los logre y un determinado gobierno se vaya sin haber conseguido lo que quería hacer. No tiene ninguna importancia y si eso es producto de que no ha logrado convencer a suficiente gente así debe ser.

No existe ningún problema con un gobierno “débil”, en tanto no lo es nunca para hacer cumplir la ley. Lo puede ser en todo caso respecto de sus propósitos políticos particulares, pero no para aquello establecido en la Constitución que se resume en la defensa de los ciudadanos.

Se que me van a decir que esto es sólo la versión liberal (si tienen quemado el cerebro me dirán “neoliberal”) de la república. Por supuesto que lo es. El asunto es este, que tampoco quieren asumir: si un gobierno no se sostiene en principios liberales, lo hace en principios autoritarios. No hay búsqueda de mayoría artificial si no se cree que la sociedad tiene un “conductor” que tiene que tener capacidad para llevarla como si fuéramos todos súbditos. Es la visión del gobierno como central en la vida del país, opuesta a la de aquellos que sabiamente lo dividieron por quererlo limitado, la que se preocupa por la falta de apoyo de quién administra al estado. Por el contrario si pensamos que la sociedad se conduce básicamente por contratos y por una vida privada libre y que el gobierno está para determinadas cosas, el problema de un gobierno minoritario no importa, en cambio alarma el deseo de muchos de convertirlo en mayoritario cuando no lo es.

¿No hay alternativa? Bueno, un gobierno un poquito autoritario es un gobierno que es dueño un poquito de las libertades de los individuos. Yo diría que éstos están un poco perdidos porque con los recursos y poder del gobierno y los dilemas que describe Hayek en Camino de Servidumbre, una vez que se inicia ese camino es difícil volver atrás.

Pero hay algo más, que desarrollo en mi libro 10 Ideas Falsas que favorecen a sus víctimas. Las dictaduras del siglo XXI en las mentes de sus víctimas. Esto es que el andamiaje institucional político de la división de poderes sólo tiene sentido para preservar la libertad individual de la libertad del gobierno (su “gobernabilidad”) . Se trata de un corset, de unas reglas que entorpecen la consecución de los deseos del gobernante. El día que nos convencieron de que el país fluye si el gobierno goza de “gobernabilidad”, es el día en que nos hicieron comprar el autoritarismo siendo sus víctimas, no sus beneficiarios, aún cuando la cosa siempre se presentará como de vida o muerte para nosotros.

La trampa consiste en convencer (se enseña en los colegios y las universidades) de que la “democracia” requiere un gobierno que tenga fuerza suficiente, para no ser entorpecido por la división de poderes. Se le asigna un papel vindicativo y todo vengador necesita una espada grande. Así como suena y en la misma línea va lo de las segundas vueltas para que una minoría se convierta en mayoría con tirabuzón. Está implícito en el razonamiento que los votos hacen al mandamás menos vulnerable a las críticas, las decisiones desfavorables en el Congreso y los fallos adversos. Los gobiernos necesitan, nos dicen, una credencial pesada para no tener que discutir tanto y hacer lo que pensaban hacer. Este es un pensamiento puramente anti institucional y autoritario. Se lo disfrazará de paternalismo, por supuesto.

Ni los gobiernos mayoritarios ni los minoritarios deben estar habilitados para hacer cualquier cosa. O por lo menos a esa habilitación no se le debe dar tinte de ningún tipo de santidad, es la vieja ansia de unos por someter a los otros. Pero hacer de las minorías mayorías por medio del balotaje, es una directa apuesta al sentido despótico del poder. Si pensamos que eso es lo mejor, obligar a la gente a elegir entre los que otros eligieron para que las matemáticas unjan a un favorito en nombre de todos, entonces deberíamos acabar con la farsa republicana y otorgarle el consagrado el poder absoluto. Más gobernabilidad que esa no se puede tener.

Esto con independencia de que en un sistema totalmente desquiciado puede ocurrir que una banda criminal tenga la primera minoría y la segunda vuelta sea el método se sacársela de encima porque todo lo demás falló, no se quiso usar o los contendientes prefieren negar que están frente a un grupo fuera de la ley y hacerse cargo de eso. La segunda vuelta en sí, es una aberración.

 

José Benegas es abogado, periodista, consultor político, obtuvo el segundo premio del Concurso Caminos de la Libertad de TV Azteca México y diversas menciones honoríficas. Autor de Seamos Libres, apuntes para volver a vivir en Libertad (Unión Editorial 2013). Conduce Esta Lengua es Mía por FM Identidad, es columnista de Infobae.com. Es graduado del programa Master en economía y ciencias políticas de ESEADE.