Bernard Mandeville, un personaje para el momento actual

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 5/7/22 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/bernard-mandeville-un-personaje-para-el-momento-actual-nid05072022/

Cuando en el llamado mundo libre la arremetida de los planificadores y alquimistas sociales hace peligrar la existencia de la libertad, resulta de interés repasar y releer el mensaje central del notable pensador

Nada menos que Samuel Johnson –sin duda una de las figuras más destacadas de la literatura inglesa del siglo XVIII– ha dicho que Mandeville le “abrió la mirada frente a la realidad de la vida” y, por su parte, James Boswell en Life of Samuel Johnson apunta que Mandeville ha influido decisivamente en buena parte de la concepción filosófica del tan ponderado doctor Johnson.

Pensadores de la talla de Adam Smith, David Hume, James Mill, Emanuel Kant, Jeremy Bentham, Voltaire, Montesquieu y estudiosos como Benjamin Franklin han citado frecuentemente a Mandeville para discutir o para coincidir con sus razonamientos y conclusiones. Condillac y Herder se basaron en Mandeville para la realización de buena parte de sus trabajos sobre el origen y el proceso evolutivo por el que se forma el lenguaje, que como es sabido no procede de la ingeniería social ni el diseño, sino del orden espontáneo. En esta línea argumental, Borges sostenía que el inglés cuenta con un mayor número de palabras porque no lo pretende regir una academia de la lengua.

Alexander Pope reconoce en los escritos de Mandeville un gran valor literario. Resulta muy curioso que con estos reconocimientos sobre la influencia mandevilliana en el pensamiento de la época contemporáneamente aquel autor pase prácticamente desapercibido. Salvo el formidable trabajo de tesis doctoral presentado por Forrest B. Kates en 1917 en la Universidad de Yale, que más tarde inspirara a Friedrich Hayek para su notable presentación ante la Academia Británica en marzo de 1966 y con anterioridad la disertación doctoral de Chiaki Nishiyama en la Universidad de Chicago en 1960, salvo estos estudios, como queda dicho, Mandeville pasa sin que se destaquen sus contribuciones, aun en los círculos intelectuales considerados de mayor prestigio.

Bernard Mandeville nació en Holanda en 1670 y murió en Inglaterra en 1733, lugar este último donde transcurrió prácticamente toda su existencia. Se graduó en medicina –provenía de una familia de médicos célebres–, pero su interés lo volcó por entero a la filosofía, sobre lo que publicó una docena de trabajos de envergadura, pero su tono incisivo, mordaz y por momentos peyorativo condujo a algunos malentendidos. Aunque fueron muchos los intelectuales de peso que reconocieron su originalidad y maestría, otros lo rechazaron por considerar que su lenguaje resultaba insolente y no adecuado para la época. En su afán de ridiculizar al oponente en no pocas ocasiones dificultaba la comprensión del argumento, que incluso a veces resultaba desfigurado.

Veamos a título de ejemplo una de sus obras titulada La fábula de las abejas o cómo los vicios privados hacen a la prosperidad pública. Es que Mandeville usa la expresión “vicio” en su equivocada acepción vulgar para aludir a los seres humanos persiguiendo su interés personal. Con este razonamiento el autor de marras pretendía señalar con acierto que todos actuamos en nuestro interés personal. Es en realidad una verdad de Perogrullo, puesto que el acto se lleva a cabo precisamente porque está en interés del sujeto actuante, sea la acción ruin o abnegada. Tanto el asaltante de bancos que apunta a que le salga bien el atraco como la Madre Teresa, en cuyo interés personal está el cuidado de sus leprosos, en ambos casos proceden por el referido móvil.

El eje central de la cooperación social en un sistema abierto se sustenta en que todos para progresar deben atender las necesidades de su prójimo. Se trata de demandas cruzadas en los intercambios, por eso es que suelen agradecerse recíprocamente en un comercio luego de la transacción. Lo que le preocupaba a Mandeville y mucho más nos preocupa a esta generación es la incomprensión manifiesta de lo dicho, e irrumpe el “ogro filantrópico” al decir de Octavio Paz, un esperpento que en nombre del aparato estatal aplasta derechos y libertades de los gobernados a través de controles absurdos, pesadas cargas fiscales, inflaciones galopantes, sindicatos que abdican de sus funciones y en su lugar perjudican a sus supuestos representados, sistemas de inseguridad antisocial, cerrazón al comercio con el mundo. Todo conducido por megalómanos disfrazados de hadas madrinas que todo lo destruyen a su paso degradando el concepto de solidaridad, ya que se inspiran en la expropiación del fruto del trabajo ajeno.

Esta lección de Mandeville luego fue retomada también por uno de los más destacados exponentes de la Escuela Escocesa, a saber Adam Ferguson, que en 1767 subrayaba que los beneficios del interés personal cruzado en una sociedad libre son “el resultado de las acciones humanas mas no producto del diseño humano” al efecto de alejar de los burócratas “la arrogancia fatal”, tal como denominaba Hayek al ímpetu de los estatistas de siempre. En momentos en que en el llamado mundo libre la arremetida de los planificadores y alquimistas sociales hace peligrar la existencia de la misma libertad, resulta de interés repasar y releer el mensaje central de Mandeville, especialmente cuando se observa una malsana tendencia a abandonar los preceptos de la democracia para convertirla en cleptocracia, lo cual en lugar de preservar intacto el respeto a los derechos de las personas, tal como recomiendan los Giovanni Sartori de nuestro tiempo, en muchos lugares se opta por gobiernos de ladrones de sueños de vida, propiedades y libertades. Se deja de lado la columna vertebral de la democracia para sustituirla por el mero recuento de votos, con lo que se podría concluir que Hitler era demócrata porque asumió con la primera minoría en un proceso electoral, o el sistema implantado por el dictador venezolano que habla con los pajaritos.

Tal como se ha consignado respecto de Mandeville, el estilo burlón y satírico aplicado a ciertos temas no siempre es conducente, procedimiento a que recurre este pensador en su desesperación para que se comprendan puntos centrales de la convivencia civilizada. Mandeville es el principal responsable de haber refutado lo que se conoce como “darwinismo social”. Darwin mostró que en el reino de la biología las especies más aptas eliminan a las menos competentes, mientras que Mandeville explicó con lujo de detalles que en materia social la libertad hace que los más eficientes, los más fuertes, como una consecuencia no necesariamente buscada, inexorablemente transmitan su fortaleza a los más débiles por las inversiones que son la única causa de salarios e ingresos en términos reales.

Otro punto sobresaliente en los trabajos del autor que estamos comentando es el referido a lo que en términos modernos de la teoría de los juegos se denomina la suma cero. Esto es el pensar que en las relaciones interindividuales no hay ganancias de las dos partes en una transacción, como si se beneficiara solo la que recibe dinero, sin percatarse de que en las contrataciones libres las partes involucradas ganan. La riqueza no trata de un pastel estático que se divide en partes, sino de un proceso dinámico de crecimiento que no se refiere a cantidad material, sino a valores incrementados. Recordemos aquello de “todo se transforma, nada se consume” en el universo. Los teléfonos antiguos tenían mucha más materia que los modernos, sin embargo estos últimos prestan infinitamente mayor cantidad de servicios, por ende proporcionan mayor valor. En resumen, Mandeville es para nuestra época.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Sobre mi amigo Antonio Escohotado

Por Alberto Benegas Lynch (h): Publicado el 4/12/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/12/04/sobre-mi-amigo-antonio-escohotado/

Antonio Escohotado

Lo conocí en Lima en marzo de 2015 en una comida que ofreció Mario Vargas Llosa a un grupo de amigos a raíz de nuestras respectivas ponencias en el congreso de la Mont Pelerin Society. Luego de ese encuentro nos hemos escrito regularmente con Antonio con quien hemos mantenido un par de intercambios mano a mano vía Zoom que se encuentran en Youtube.

Como es del dominio público, Antonio Escohotado murió el 21 de noviembre por lo que me comuniqué tanto con su hijo Jorge como con Diego San José Jiménez, que fue el que organizó el primer Zoom referido desde Madrid. El mundo del pensamiento está de luto por la muerte de este titán de la cultura universal. Comenzó su ciclópea producción intelectual con una tesis doctoral sobre Hegel la cual se fue nutriendo con un número impresionante de contribuciones tanto en libros como ensayos académicos y artículos periodísticos. Con el tiempo fue mutando de su marxismo inicial al liberalismo, desde la abolición de la propiedad a la importancia decisiva de esa institución, desde la tragedia de los comunes al uso y disposición de lo propio como eje central de la sociedad abierta (para recurrir a terminología popperiana).

De todas sus múltiples obras en esta nota periodística me voy a referir muy sumariamente a sus colosales tres tomos titulados Los enemigos del comercioUna historia moral de la propiedad que me trajo de regalo mi hijo Bertie desde España hace tiempo. Tal como La acción humana. Tratado de economía de Ludwig von Mises es hasta el momento el trabajo cumbre en esa ciencia tan poco explorada, tan difamada y poco comprendida, del mismo modo la triada de Escohotado constituye un aporte monumental a la historia desde la perspectiva filosófica, aunque este autor es más conocido por su publicación sobre las drogas alucinógenas para usos no medicinales, solo comparable a las publicaciones de su amigo Thomas Szasz en la misma materia.

Soy consciente que es absolutamente imposible hacer justicia en una nota periodística a una obra de esta envergadura que abarca 2049 páginas, pero solo esbozamos algunos pocos puntos en la esperanza que los lectores se interesen en la indagación del trabajo completo.

En el primer tomo destacó que nuestro autor confiesa que comenzó a revertir su posición socialista con la lectura de Carl Menger Principios de economía, muy especialmente referido a la teoría subjetiva del valor. Se detiene a considerar la influencia disolvente de Platón y su propuesta comunista en La República e incluso pensadores de la talla de Aristóteles que refutó ese comunismo pero justificó la esclavitud. Antes que eso, el Nuevo Testamento contiene dos versiones encontradas sobre el rol de la propiedad, la de Santiago el Mayor y Pablo de Tarso. Podemos ahora lamentablemente decir que la primera versión que había sido fuertemente criticada y en buena medida abandonada debido a la primacía de la segunda volvió a surgir con fuerza con la denominada Teología de la Liberación y ahora con el actual Papa Francisco a quien cuando le preguntaron si es comunista respondió que “son los comunistas los que piensan como los cristianos” (La Reppublica, noviembre 11 de 2016) y su mentor fue Monseñor Enrique Angelelli quien celebraba misa bajo la insignia de los terroristas Montoneros, de ahí sus Encíclicas, Cartas Pastorales, sus actitudes tan pastosas sobre Cuba, Venezuela y Nicaragua, sus alabanzas a tercermundistas y repetidas declaraciones donde pondera el pobrismo al tiempo que critica al proceso de mercado y al capitalismo en línea con lo inaugurado por el antisemita San Juan Crisóstomo en cuanto a que dar a los pobres no sería más que entregar lo que a ellos les pertenece.

Pasa revista en detalle a las utopías tan destructivas de Tomás Moro y Campanella y sus parientes y derivados, así como también a las influencias de Marx y Engels. También estudia las formidables contribuciones a la libertad de los Fueros españoles, el habeas corpus y la Carta Magna en Inglaterra junto a la Revolución Gloriosa de Guillermo de Orange y María Estuardo, la Revolución Francesa con su defensa del derecho de propiedad y la igualdad ante la ley, antes de la contrarrevolución de los jacobinos y el reino de la guillotina. En este último sentido es de interés reproducir lo que cita el autor de Robespierre en cuanto a que “todo lo indispensable para la preservación es propiedad común” y condena “el bandidaje y fratricidio disfrazados bajo el sofístico nombre de libertad comercial”.

En el segundo tomo sobresalen los temas de la contribución pionera de William Godwin del absurdo y contraproducente anarquismo dado que resulta imposible la convivencia a través de la abolición de toda norma y tribunales tal como propone este pensador. Luego la extraordinaria experiencia estadounidense que pudo prosperar merced al abandono inicial del comunismo en la colonia de Massachusetts, resurgimiento explicado por el gobernador Bradford en sus memorias una vez dejada de lado la idea de mantener los bienes en común que estaba conduciendo a la población a la miseria y a las hambrunas de los primeros tiempos y el posterior florecimiento merced a la extendida libertad y respeto a los derechos de todos luego aconsejados y reiterados por los Padres Fundadores.

También elabora sobre la fracasada utopía en La Nueva Armonía de Robert Owen bajo la idea de “liberar a la humanidad de sus tres males más monstruosos: la propiedad privada, la religión irracional y el matrimonio”, un experimento que hubo que abandonar a poco andar por ruinoso y que provocó en los incautos “corazones decepcionados” en un clima de conflictos inevitables de unos contra otros en un proyecto que pretendía la armonía, en lugar de eso “topamos con antagonismos”. En este volumen se analizan principalmente las obras de Jeremy Bentham. Edmund Burke y James Mill y la contracara de Rousseau, Johann Fichte, Thomas Carlyle y Charles Fourier para luego abordar la influencia y difusión de los ensayos de Saint-Simon y Comte.

Cierra este voluminoso aporte con la Revolución Rusa y la irrupción de la Sociedad Fabiana en un capítulo sugestivamente titulado “El colapso del liberalismo inglés”. Nos dice Escohotado que “la asociación adopta como símbolo la tortuga, acorazada y lenta y como nombre el del cónsul romano Fabio Máximo” con su estrategia gradualista y de penetración contra Ánibal. Fue “una forma ampliada del socialismo estatal instaurado por Bismark”. Adhirieron autores como Bertrand Russell a quien Escohotado cita afirmando que “el comunismo soviético es necesario para el mundo y el bolchevismo merece la gratitud y la admiración de todos los progresistas.” Sidney Webb escribió para el lanzamiento de la Sociedad un artículo titulado “El socialista cristiano” donde propugnaba el socialismo “sin lucha de clases y sin Marx, básicamente por medios fiscales”. El propio Chaberlain reseñó la Fabbian News como “una obra maestra” y señalaba los aciertos de la plusvalía marxista.

El matrimonio Webb -Sidney y Beatrice- visitaron la Unión Soviética en 1932 luego de lo cual declararon a la prensa que “aplaudían el excelente rendimiento del sector educativo y sanitario” y más adelante, en 1935 en plenas purgas publicaron alabanzas aun más generalizadas del régimen stalinista en dos tomos titulados El comunismo soviético ¿Una nueva civilización? También George Bernard Shaw visitó Rusia en 1931 y en lugar de declarar sobre los campos de concentración y la miseria espantosa del momento afirmó al Manchester Guardian que “no había visto a nadie desnutrido, sino más bien niños notablemente rollizos”. Como también apunta Escohotado Henry George toma en Estados Unidos los principios de la Sociedad Fabiana para cargar las tintas contra la propiedad de la tierra ya que esa entidad en sus bases en 1887 subraya que “la Sociedad trabaja para extinguir la propiedad privada de la tierra” con vistas a “emancipar sus frutos de la apropiación individual.”

En el tercer tomo sobresale una sección titulada “De cómo el mundo imitó a la URSS”. Uno de los capítulos se encabezan con un epígrafe que reproduce un dicho de Babeuf que refleja bien toda la concepción socialista: “La sociedad debe erradicar para siempre le deseo individual de ser más rico, sabio o poderoso” y en otro pasaje Escohotado describe el “totalitarismo latino” en el que aparece como figura descollante Mussolini quien declara que “nada humano o espiritual existe ni tiene valor alguno fuera del Estado […] La fachada democrática, hermosa en teoría, constituye una falacia en la práctica y estamos aquí para celebrar el entierro del cuerpo putrefacto de sus libertades.” En este contexto consigna el autor que caracteriza al estatismo latinoamericano las nacionalizaciones, la cogestión obrera de la industria, los impuestos progresivos, el control de precios, el redistribucionismo y la cerrazón al comercio exterior.

En realidad el sistema fascista no solo permite una penetración mayor del espíritu totalitario sin tantas resistencias como las que presenta habitualmente el comunismo sino que permite responsabilizar al sector privado por los resultados nefastos de su política ya que se mantiene la fachada de la propiedad. Finalmente nuestro autor hace un llamado urgente a “reconstituir la saga anticomercial” para bien de todos pero muy especialmente para la suerte de los más vulnerables que solo pueden prosperar en la medida que se incrementen las tasas de capitalización fruto de la libertad de mercados y la consiguiente asignación de derechos de propiedad a los efectos de maximizar la energía creadora. Excelente como completa el título de la referida terna pues el trabajo trata nada más y nada menos que un asunto eminentemente moral y no solo jurídico y económico.

Jorge conserva los archivos de su padre y no se si toda su correspondencia se publicará donde también se consigna que tuvimos el proyecto de escribir un libro en coautoría en forma de diálogo que habíamos titulado El veneno totalitario y del que apenas comenzamos con los primeros tramos. Consignar que no todo eran coincidencias en nuestros respectivas conclusiones, escritos e interpretaciones es una verdad de Perogrullo, nunca es así ni siquiera con nosotros mismos cuando miramos para atrás y constatamos que podríamos haber mejorado la marca. En cualquier caso, como colofón a este apunte en esta ocasión con orgullo reproduzco en su integridad uno de los tantos correos electrónicos que me escribió Antonio Escohotado, esta vez el 10 de junio de 2019. De más está decir que no me tomo en serio sus halagos extremos, es para dejar constancia de su ilimitada generosidad. Lo que si me tomo en serio es su inmenso afecto que era recíproco y que fuimos cultivando desde que nos conocimos en Lima. En la última línea de la misiva de marras el interrogante se refiere a la Universidad Francisco Marroquín de la que fui su primer profesor visitante durante tres años para que nuestros hijos con María evitaran el constante tiroteo de los setenta en tierra argentina:

“Querido Alberto, acabo de sacarle unos minutos a la odiosa agenda que me persigue últimamente para disfrutar con cosas tuyas en YouTube, porque menuda planta y elocuencia tienes, y me encanta ver cómo improvisas -lo mismo en televisión que en aulas docentes o recibiendo el Juan de Mariana- sobre la base de una formación apoyada en fuentes de primera mano.

Ya te dije que sencillamente no he conocido a nadie vivo con quien pueda discurrir en términos de igualdad, si me perdonas la arrogancia del propio comparar; y como a despecho de tal o cual achaque sigo apasionado por leer y escribir -quizá más que nunca-, me haces compañía e instruyes aunque solo sea por el prodigioso regalo de la Red.

Quizá ella nos ayude a librar el combate sempiterno de la libertad y el conocimiento con los amantes de su inverso, y te confieso que si echo de menos trabar contacto físico es entre otras cosas por tentar nuestros respectivos daimones (según Hesiodo apoyados sobre “huellas de héroes pretéritos”), y algo en principio tan delirante como el brebaje eleusino, que era sin duda amida del ácido lisérgico, y algún colega químico tan redomadamente distinto como el látex de algunas adormideras.

Siempre comprometida con las fuentes primarias, tu obra solo parece pasarlas por alto en ese campo, donde demuestras el absurdo de la prohibición sin tomar en cuenta el programa socrático de la sobria ebrietas, que preservó a la Antigüedad de memeces y crueldades sin incurrir en el siempre hipócrita ideal del abstemio.

Mi tasa de trabajo y alegría desde mediados de los años 60 es inseparable de la pesquisa y el disfrute en ese orden de cosas, al margen del menú impuesto leyes y costumbres (porque “de la piel para dentro mando yo”), y me parece que dejar el reino de los vivos sin alguna experiencia digamos visionaria y eufórica en sentido literal no es solo ignorar la curiosidad sino desprotejerse, cuando empieza a soplar Boreas.

Naturalmente, toma lo previo como una insensatez, pues bien podría serlo, y quédate con el testimonio de mi cercanía espiritual. Veremos si hay algo donde no coincidamos, porque por ahora no lo encuentro, y ojalá alguna institución mejicana -lo digo por equidistar de aquí Baires, ahorrando la paliza extra de aeropuertos y aviones- se le ocurra reunirnos para un curso o cosa pareja. ¿Existirá el señor Marroquín? Un abrazo”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

El principal aporte de David Ricardo, la ley de las ventajas comparativas, ¿o no era de Ricardo?

Por Martín Krause. Publicado el 14/8/14 en: http://bazar.ufm.edu/el-principal-aporte-de-david-ricardo-la-ley-de-las-ventajas-comparativas-o-no-era-de-ricardo/

 

David Ricardo tuvo un fuerte impacto en el desarrollo de la teoría económica y los alumnos de UCEMA ahora tienen que leer el Capítulo 7 de su Tratado de Economía Política: “Sobre el comercio exterior”. En él aparece, tal vez, su principal contribución a la ciencia, la llamada “teoría de las ventajas comparativas”, que luego Mises extiende mucho más allá con el nombre de “ley de asociación”, para explicar los beneficios de la división del trabajo.

David Ricardo

No obstante, Murray Rothbard sostiene que Ricardo apenas le dedica unos tres párrafos a la ley, y sugiere que tal vez hayan sido puestos allí por James Mill, quien revisara el trabajo de Ricardo antes de su publicación. En fin, el mismo Rothbard comenta el principal aporte de Ricardo: http://www.miseshispano.org/2012/04/la-ley-ricardiana-de-la-ventaja-comparativa/

 

“Incluso los críticos más hostiles del sistema ricardiano han concedido que David Ricardo al menos hizo una contribución vital al pensamiento económico y la defensa de la libertad de comercio: la ley de la ventaja comparativa. Al destacar la gran importancia de la interacción voluntaria de la división internacional del trabajo, los librecambistas del siglo XVIII, incluyendo a Adam Smith, basaron sus doctrinas en la ley de la “ventaja absoluta”. Es decir, que los países deberían especializarse en lo que sean más eficientes y luego intercambiar esos productos, pues en ese casos se beneficiarán las personas en ambos países. Es un caso relativamente fácil de argumentar. Hace falta poca persuasión para darse cuenta de que Estados Unidos no debería dedicarse a cultivar plátanos (o, por decirlo en términos simples de microeconomía, las personas y empresas de Estados Unidos no deberían preocuparse por hacerlo), sino más bien producir otra cosa (por ejemplo, trigo, bienes manufacturados) e intercambiarla por plátanos cultivados en Honduras. A pesar de todo, hay unos pocos cultivadores de plátanos en EEUU que reclaman un arancel protector. ¿Pero qué pasa si el caso no es clarísimo y las empresas de acero y semiconductores reclaman esa protección?

 

La ley de la ventaja comparativa se ocupa de esos casos difíciles y es por tanto indispensable para la defensa del libre comercio. Demuestra que incluso si, por ejemplo, el País A es más eficiente que el País B produciendo ambos productos X e Y, merecerá la pena al País A especializarse en producir X, en lo que el mejor produciendo, y comprar todo el producto Y a B, aunque es mejor produciéndolo pero no tiene tan gran ventaja comparativa como fabricando el producto X. En otras palabras, cada país debería producir no solo aquello en lo que tenga una ventaja absoluta en producir, sino en lo que es mejor, o al menos en lo que no es peor, es decir, en lo que tenga una ventaja comparativa en producir.

 

Así que si el gobierno del País A impone un arancel proteccionista a la importaciones del producto Y y mantiene por la fuerza un sector que fabrique dicho producto, este privilegio especial dañaría a los consumidores en el País A además de dañar evidentemente a la gente en el País B. Pues el País A, así como para el resto del mundo, pierde la ventaja de especializarse en la producción de aquello en lo que es mejor, ya que muchos de sus recursos escasos se ligan obligatoria e ineficientemente a la producción del producto Y. La ley de la ventaja comparativa destaca el importante hecho de que un arancel proteccionista en el País A produce daños a los sectores eficientes y a los consumidores en ese país, así como en el País B y el resto del mundo.

 

Otra implicación de la ley de la ventaja comparativa es que ningún país o región de la tierra quedaría fuera de la división internacional del trabajo bajo el libre comercio. Pues la ley significa que incluso si un país está en tan mal estado que no tiene ninguna ventaja absoluta en producir nada, sigue mereciendo la pena a sus socios comerciales, los pueblos de otros países, permitirle producir aquello en lo que sea menos malo.

 

De esta manera, los ciudadanos de todos los países se benefician del comercio internacional. Ningún país es tan pobre o ineficiente como para quedar fuera del comercio internacional y todos se benefician de que los países se especialicen en lo que son mejores o menos malos: en otras palabras, en aquello en lo que tengan una ventaja comparativa.”

 

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).