Sobre ofensas, opiniones adversas y el proceso de mercado

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 28/8/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/08/28/sobre-ofensas-opiniones-adversas-y-el-proceso-de-mercado/

Daniel Klein

Conviene de entrada decir que todo progreso en el conocimiento hace que muchos de los que sostenían opiniones distintas hasta ese momento imperantes se sientan incómodos, molestos, a veces humillados, ridiculizados y ofendidos. Pero precisamente el derecho a expresar libremente las ideas -la libertad de prensa- resulta trascendental no solo para que la gente se entere de lo que viene sucediendo sino especialmente para el aprendizaje en un contexto siempre evolutivo de permanentes corroboraciones provisorias abiertas a refutaciones.

Todas las ciencias y todo el conocimiento está sujeto a estos avatares, de lo contrario para no molestar, incomodar, ofender o humillar habría que estancarse y renunciar al progreso. Esto también se aplica a otros territorios que últimamente se han debatido que se refieren, por ejemplo, a preferencias o inclinaciones sexuales varias, lo cual, demás está decir debe ser aceptado si no hay lesiones a los derechos de terceros pero también en este caso o similares no quiere decir para nada que otros adhieran o se que se abstengan de analizar. Pongamos un ejemplo muy extremo: supongamos que una persona se autopercibe gallina, nadie puede recurrir a la fuerza para que esa persona cambie de opinión (incluso si se ejercita en cacarear) pero esto no significa que otros no puedan decir abiertamente que esa autopercepción constituye un error de apreciación.

Claro que como he escrito antes hay también una cuestión de modales y de buen gusto. Digamos que estamos en un almuerzo con otras personas y el vecino de asiento tiene mal aliento, en lugar de denunciarlo públicamente es mejor respirar para otro lado. Consigno estos razonamientos porque aparecen talibanes aquí y allá que pretenden que todos se callen frente a actitudes que se estiman problemáticas. En realidad estos personajes absurdos apuntan a que todos suscriban sus posiciones lo cual es el mayor ejemplo de intolerancia y estupidez de dogmáticos que solo pueden rendir ilimitado culto a la personalidad de algún personaje muerto porque no piensan por sí mismos. También es una cuestión de buena educación el consejo de no insultar gratuitamente religiones o creencias que uno no comparte, a menos que se trate de estudios filosóficos-teológicos y asimismo muchos otros ejemplos que revelan la conveniencia de recurrir a buenos modales como una manera de alimentar la cooperación social.

Pensemos en la cantidad enorme de personas que se sintieron ofendidas cuando Galileo desarrolló su tesis condenada severamente por la Iglesia Católica a pesar de que como escribe Ortega y Gasset “lo obligaron a arrodillarse y abdicar de la física”. Pensemos en la medicina y los adelantos que dejaron atrás teorías equivocadas que fueron reemplazadas por otras, pensemos en la física: antes he ilustrado el tema con dos premios Nobel en esa rama que fueron padre e hijo, Joseph Thomson en 1906, entre otras razones obtuvo el galardón por mostrar que el mundo subatómico está caracterizado por partículas, sin embargo su hijo -George Thompson- recibió el premio en 1937 por señalar que en verdad son ondas.

Por supuesto que como ha destacado una y otra vez Karl Popper, el conocimiento es un peregrinaje en busca de verdades y para el logro de encontrar trozos de tierra fértil en el mar de ignorancia en que nos desenvolvemos hay que estar atentos a nuevos paradigmas. Por ello es que el lema de la Royal Society de Londres nos advierte nullius in verba, a saber, que no hay palabras finales. Y es por eso que Emanuel Carrére ha estampado la conclusión que “lo contrario a la verdad no es la mentira sino la certeza”. Esto no suscribe la sandez del relativismo epistemológico sino que muestra que las certezas nublan la mente ya que no está abierta a la incorporación de nuevas ideas.

Otra cosa es si hay apología del delito y figuras tales como las injurias, calumnias y equivalentes a través de lo que se dice o hace, en esta situación intervendrá la justicia para poner las cosas en orden y proteger derechos en caso de haberse lesionado. Pero la opinión que terceros tengan de uno no es algo que pueda controlarse, en última instancia depende de la reputación de cada cual que cuanto más abierto sea el proceso mayores garantías habrá para que surja la verdad.

La reputación no es algo que se obtiene por decreto, inexorablemente depende de la opinión libre e independiente de los demás. En este sentido, autores como Daniel B. Klein, Gordon Tullock, Douglass North, Harry Chase Bearly, Avner Grief, Jeremy Shearmur y tantos otros que han trabajado el territorio de la reputación, enfatizan en la natural (y benéfica) descentralización del conocimiento por lo que el proceso del mercado abierto provee de los instrumentos e incentivos para lograr las metas respecto a la calidad en estas y en otras ramas. Y cuando se alude al mercado, demás está decir que no se refiere a un lugar ni a una cosa sino a las millones de opiniones y arreglos contractuales preferidos por la gente al efecto de coordinar resultados.

En conexión con este tema de la reputación, uno de los tantísimos ejemplos del funcionamiento de lo dicho es el sitio en Internet denominado Mercado Libre donde múltiples operaciones se llevan a cabo diariamente de todo lo concebible sin ninguna intervención política de ningún tipo. Los arreglos entre las partes funcionan espléndidamente, al tiempo que se califican y certifican las transacciones según el grado de cumplimiento de lo convenido en un clima de amabilidad y respeto recíproco que hace a la reputación según las opiniones vertidas. Estas calificaciones y certificaciones van formando la reputación de cada uno que es el mayor capital de los participantes puesto que así condicionan su vida comercial.

En este mismo contexto, Harold Berman y Bruce Benson muestran el proceso evolutivo, abierto y espontáneo del mismo derecho comercial (lex mercatoria) a través de la historia, sin que haya sido diseñado por el poder político tal como fue el sentido original de la ley. Por su parte, Carl Menger ha demostrado lo mismo respecto al origen del dinero y los lingüistas más destacados subrayan el carácter libre de toda decisión política respecto al lenguaje. Como la perfección no está al alcance de los mortales, la ética también es un concepto evolutivo que no involucra a los políticos (o en todo caso lo hacen para corromper) y, desde luego la ciencia misma es independiente de las decisiones políticas (afortunadamente para la ciencia).

Todos estos ejemplos de peso están atados a la noción libre de la reputación extramuros del ámbito político, en este sentido las corroboraciones en cada campo dependen del mercado de las ideas que, en el contexto de la mencionada evolución, va estableciendo la reputación de cada teoría expuesta de modo equivalente a lo que sucede con la calidad y cumplimiento en el ámbito comercial.

El mercado libre de restricciones gubernamentales estimula a la concordia, enseña a cumplir con la palabra empeñada, mueve a la cooperación social y decanta las opiniones válidas sobre personas y cosas. En cada transacción libre las dos partes se agradecen recíprocamente puesto que ambas obtienen ganancias, lo cual es precisamente el motivo del intercambio. Ambas partes saben que uno depende del otro para lograr sus objetivos personales. Las dos partes saben que si no cumplen con lo estipulado se corta la relación comercial. El mercado necesariamente implica cooperación social, es decir, cada participante, para mejorar su situación, debe atender los requerimientos de la contraparte.

La trampa, el engaño y el fraude se traducen en ostracismo comercial y social puesto que la reputación descalifica a quien procede de esa manera. Significan la muerte cívica. Solo la politización intenta tapar malversaciones. En la sociedad abierta, el cuidado del nombre o, para el caso, la marca, resultan cruciales para mantener relaciones interpersonales.

Las opiniones derivan de los sucesos en el ámbito del mercado a contracorriente de lo que ocurre en el plano político donde siempre hay discursos desaforados, gritos, enojos, donde se muestran los dientes en el contexto de enemigos que siempre hay que combatir. En el proceso del mercado, en cambio, se destaca la amabilidad en intercambios libres y voluntarios donde cada cual para mejorar su posición debe servir los intereses de los demás. Por ello es que la reputación de políticos -es decir la opinión de otros sobre su desempeño- no suele ser buena.

Los derechos de propiedad permiten delimitar lo que es de cada uno y consiguientemente permiten establecer con claridad las transacciones. Por el contrario, la definición difusa y ambigua de esos derechos y, más aún, la “tragedia de los comunes” inexorablemente provocan conflictos y se opaca la contabilidad con lo que se dificulta la posibilidad de conocer resultados. En libertad cada uno da lo mejor de sí en interés personal, en la sociedad cerrada cada uno saca lo peor de sí para sacar partida de la reglamentación estatista por la que el uso de los siempre escasos recursos resultan siempre subóptimos.

John Stossel en su programa televisivo en Fox subraya las enormes ventajas del contralor privado frente al estatal. Al mismo tiempo destaca cómo las regulaciones gubernamentales, que bajo el pretexto de una mejor calidad, cierran el mercado para que privilegiados operen, a pesar de que si hubiera libertad contractual otros serían los proveedores de bienes y servicios.

Un ejemplo paradigmático de lo que estamos abordando es el oscurecimiento de la reputación de casas de estudio debido a la politización de sellos oficiales y absurdos “ministerios de educación”, en lugar de obtener la acreditación por parte de academias e instituciones internacionales especializadas y en competencia, a su vez, cuyas reputaciones dependen de la calidad de sus veredictos y sus procederes. En cualquier caso, constituye siempre un reaseguro el separar drásticamente la cultura de los aparatos políticos (cultura oficial es una contradicción en los términos, lo mismo que periodismo o arte oficial). Esto con independencia de las respectivas inclinaciones de los políticos del momento, puesto que la educación formal requiere puertas y ventanas abiertas al efecto de que el proceso de prueba y error tenga lugar en el contexto de la máxima competitividad y apertura mental.

En varios de sus ensayos Walter Block objeta parte de las visiones convencionales relativas a la opinión que terceros puedan tener sobre la reputación de ciertas personas consideradas por el titular como injustificadas, puesto que reafirma que la reputación no es algo que posea en propiedad el titular sino que, como queda expresado, deriva de la opinión de otros. Como ha subrayado el antes mencionado y tan ponderado profesor Daniel Klein, los incentivos fuertes que genera la sociedad libre en competencia constituyen el mejor modo de producir opiniones valederas sobre los muy diversos aspectos que se suscitan en las relaciones interindividuales y, asimismo, la manera más eficiente de poner al descubierto y descartar las opiniones falsas.

Por último en este tema crucial, es pertinente resaltar que la discriminación es inaceptable cuando se pretende vulnerar la igualdad ante la ley desde el aparato estatal pues todos tienen los mismos derechos, pero es natural y necesaria la discriminación en los ámbitos privados ya que todos al actuar preferimos algo y dejamos de lado lo otro, esto es, seleccionamos, preferimos o discriminamos entre los amigos que elegimos, nuestras lecturas, comidas, ropa, deportes y en todo lo que hacemos discriminamos lo cual desde luego incluye a quienes recibimos y a quienes no en nuestras propiedades, al contrario de lo alegado por energúmenos que protestan porque tal o cual restaurante o similar no los dejan que entren a su local. Es otra vez el espíritu talibán que intenta que todos actúen según sus parámetros, en ese clima ya no habría ofensas ni opiniones adversas puesto que dominará el detestable pensamiento único en un contexto en el que desaparecerá el mercado libre y la igualdad ante la ley como reflejos de una sociedad civilizada.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Hispanofobia

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 27/9/17 en: http://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/la-razon/hispanofobia/

 

Las expresiones de odio a España en el exterior (con ecos en el nacionalpopulismo en el interior), como los ataques recientes en Estados Unidos a la conquista y colonización españolas, han sido analizadas como muestra de reafirmación de otras naciones frente a un imperio prolongado y exitoso. Dice María Elvira Roca Barea: “La leyenda negra está vinculada por su base al subsuelo de muchos nacionalismos europeos, ya que la España católica ocupó en ellos el lugar del malvado enemigo que todo nacionalismo necesita para existir. Pero la realidad es que el católico Imperio español representó la defensa de una Europa unida y plurinacional que los protestantes nacionalistas procuraron destruir, aunque esto no se estudia así…El nacionalismo es una enfermedad que, como las tercianas, reaparece una y otra vez en Europa. A ella le debe la mayor parte de sus desgracias. La hispanofobia forma parte indisoluble de una buena parte de los nacionalismos europeos.”

Esto se combina con la izquierda que, huérfana de ejemplaridades edificantes tras la caída del Muro, se lanzó a nuevas causas, entre ellas una antiguamente vinculada con España: el genocidio de los indígenas de la América española, “hecho que al parecer solo sucedió en la América del Sur y no en la del Norte, a pesar de la evidencia, que salta a la vista, de que América del Sur está llena de indígenas, mientras que en el Norte hay que buscar mucho para encontrar uno”.

Esto se refiere al nacionalismo de fuera de España, pero despejar los mitos antiespañoles también resultará de interés para defender a España frente a los nacionalistas de dentro, que recurren a distorsiones del pasado, del mismo modo en que los gobernantes de las naciones protestantes pintaron un retrato ridículamente falso en donde la brutalidad y la violencia se concentraban exclusivamente en España. En realidad, la intolerancia estuvo bastante extendida, aunque sólo se habla de la Inquisición.

La misma distorsión es la que, con gran éxito, ha asociado el catolicismo con el atraso y la oscuridad, incluso llegando a identificar “medieval” con la ignorancia impuesta por la Iglesia, como si Santo Tomás de Aquino hubiese sido una casualidad. Pero hasta el día de hoy seguimos pensando que El nombre de la rosa realmente cuenta la verdad sobre la Iglesia medieval.

En cuanto al mundo del pensamiento, ironiza Roca Barea sobre la vieja falacia según la cual las ideas liberales no tenían nada que ver con la tradición española: “Muchísimo antes de que Thomas Jefferson escribiera, desde su hermosa plantación de esclavos, en la Declaración de Independencia aquella frase inmortal y universalmente conocida, ‘Sostenemos que…todos los hombres son creados iguales e independientes’, el jesuita Francisco Suárez había escrito: ´Todos los hombres nacen libres por naturaleza, de forma que ninguno tiene poder político sobre el otro’”.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.

América le da una mano a Europa en su momento más difícil

Por Guillermo Luis Covernton: Publicado el 13/11/15 en: http://esblog.panampost.com/guillermo-covernton/2015/11/18/america-le-da-una-mano-a-europa-en-su-momento-mas-dificil/?utm_content=buffer6d3f2&utm_medium=social&utm_source=twitter.com&utm_campaign=buffer

 

 

Mostremosle el camino y ayudémoslos a entender lo que sus tradiciones, historia y costumbres les han negado a lo largo de la historia

La sucesión de hechos de sangre, sincronizados y coordinados, que sufrieron el pasado viernes, 13 de noviembre, los parisinos ha generado una ola masiva de manifestaciones públicas. Condolencias, lamentaciones, expresiones de piedad y de dolor. Pero también críticas a políticas migratorias, de control de armas, cuestionamientos a la vigencia de los derechos civiles y a políticas de seguridad y de integración internacional, entre muchas otras.

La situación se mostró dantesca: jóvenes de entre 15 y 18 años, corriendo entre el público con armas automáticas militares y bombas, en restaurantes, teatros, estadios deportivos y las calles, asesinando indiscriminadamente a personas que ni siquiera conocían y contra las que no tenían ningún motivo personal para segar sus vidas.

La pregunta obligada es ¿por qué?

Sólo podemos enfrentar las amenazas que conocemos y entendemos. Del mismo modo que el científico sólo puede vencer a la enfermedad que ha estudiado

La verdadera materia de estudio del economista es la acción humana. Entender por qué los hombres actúan del modo en que lo hacen. Cómo operan las escalas de valores subjetivas de cada individuo, los incentivos y la elección de medios y fines.

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Todavía no hay ninguna explicación posible para justificar los ataques terroristas del Estado Islámico ocurridos en París. (Twitter)

Las personas que actuaron ayer en París no buscaban matar a las personas que murieron, ni influir en su voluntad de modo alguno. Buscaban atacar las instituciones, al Gobierno de un país, y torcer su voluntad, obligando a un Gobierno elegido de forma democrática a actuar de una manera diferente. Pretenden poner de rodillas a una nación entera y obligarla a cumplir con la voluntad de los atacantes islamistas. Su accionar es extorsivo. Su advertencia es clara: si no cambian sus políticas, seguiremos atacando.

¿Quiénes son los atacantes? El Estado Islámico, una organización que pretende ocupar el territorio de la mayor cantidad de países que pueda. En Asia Menor, África y aún en Europa. Para imponer allí la sharía, la ley islámica, un cuerpo de normas que se inmiscuye en los aspectos más íntimos y personalísimos de los seres humanos, condicionando su forma de vida, su educación, la forma de educar, tratar y valorar a la mujer, las ramas del comercio que se han de permitir, las religiones que se han de practicar (sólo una) y un sinnúmero de costumbres mundanas mucho menos relevantes, pero que afectan de igual modo la individualidad y la autonomía de la voluntad.

En definitiva, una banda armada, sin piedad, ni respeto por las normas de conducta y las leyes libremente aceptadas y elegidas por el país, asesina, amenaza y extorsiona, para imponer su voluntad a una nación soberana. Financiados y entrenados desde el exterior. Con el claro objetivo de afectar los mecanismos de decisión democrática y los derechos individuales de los ciudadanos, que son inherentes a la persona humana, por su condición de tal, y cuyo reconocimiento caracteriza a nuestra cultura y valores.

La táctica apunta a dividir, socavar los cimientos de legitimidad del Gobierno de los países a los que atacan. De esta manera, pretenden generar reacciones frente a políticas que, hasta los ataques, eran masivamente aceptadas, en un contexto social donde impera el Estado de derecho, la república democrática y los valores de occidente cristiano.

La tolerancia al extranjero, la aceptación de las diferencias, la discusión y respeto por el disenso, la libertad de culto, de comercio, de educación, de prensa y de educar a los hijos como sus padres lo consideren mejor son algunos ejemplos.

Nada de esto es aceptado por los atacantes. En los territorios donde se han impuesto por la fuerza de las armas, el saqueo de las riquezas de los invadidos es la fuente de financiamiento, las mujeres de los sometidos son una mercadería para sobornar a sus mercenarios apátridas, los lugares de culto y las costumbres religiosas son borradas y su reivindicación es causa de martirio.
Europa está consternada, sorprendida y perpleja. No lo esperaban ni lo conocían.

Nuestro deber moral es apoyarlos, ayudarlos y hacerles entender. Cuando América Latina y África sufrieron la misma amenaza, en las décadas de 1960 y 1970, la Europa culta y progresista no nos comprendió. Guerrilleros asesinos eran entrenados y equipados en países totalitarios, con fondos conseguidos mediante la confiscación y el saqueo de países oprimidos, en donde no existía ni la democracia, ni la república, ni los derechos individuales. Y mientras la prédica marxista buscaba extorsionar y esclavizar a nuestros países Europa se mostraba indiferente, sino cómplice.

No cometamos el mismo error. Ayudémoslos a entender y a superar la amenaza.

Sólo los americanos podemos mostrarles el camino. Sólo nuestras repúblicas democráticas, nuestras constituciones liberales, nuestro respeto por las costumbres, religiones y formas de vida diferentes pueden ayudar en este trance espantoso.

Los nacionalismos, la xenofobia, la intolerancia, la condena previa al inocente, el cierre de las fronteras y el comercio son las herramientas del islamismo. Todas costumbres y disvalores muy difundidos en la vieja Europa. Un continente que empezó a mirar con cierto interés a los valores de la América que se emancipó mucho antes que ellos de ese yugo, y con éxito, sólo cuando las dos mayores guerras que jamás vio el mundo los dejaron exhaustos y aterrados.

No cometamos el mismo pecado. Mostrémosle el camino. Ayudémoslos a entender lo que sus tradiciones, historia y costumbres les han negado.

Lo único que hace a alguien ciudadano de una de nuestras democracias, es la adscripción sin ambages ni reservas a los valores de nuestras constituciones. La aceptación incuestionable de los valores de la libertad. La sumisión absoluta al imperio de la ley, es decir el estado de derecho, y el respeto por las instituciones democráticas. Para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los que quieran poblar nuestro suelo.

 

 

Guillermo Luis Covernton es Dr. En Economía, (ESEADE). Magíster en Economía y Administración, (ESEADE). Es profesor de Macroeconomía, Microeconomía, Economía Política y de Finanzas Públicas en la Pontificia Universidad Católica Argentina, Santa María de los Buenos Aires, (UCA). Es director académico de la Fundación Bases. Preside la asociación de Ex alumnos de ESEADE.

Ganó el No afirmativo

Por Sergio Sinay: Publicado el 26/10/15 en: http://sergiosinay.blogspot.com.ar/2015/10/gano-el-no-afirmativo-por-sergio-sinay.html

 

La sociedad tiene por delante una tarea moral: convertir la energía con la que dijo No a una década perversa en una energía que, en el día a día, empiece a construir el con el que sueña

En las elecciones del domingo 25 de octubre ganó el No. No a la intolerancia. No a la mentira como única verdad. No al narcisismo desbocado instalado en la cima del poder. No al insulto gratuito y resentido como única forma de comunicación. No a la negación sistemática de la realidad y a su adulteración permanente. No a delirantes sueños monárquicos sin sustento. No a la ordinariez como dogma y estilo. No a la ausencia absoluta de empatía por el dolor ajeno. No a la ofensa automática al diferente y a su pensamiento. No a la pobreza estructural. No a una intelectualidad de pacotilla, oportunista y miserable atrincherada en un absurdo “pensamiento nacional”. No al narcotráfico y a la delincuencia instalados en cargos y funciones gubernamentales.No al usufructo rapaz del Estado, que es propiedad de todos los ciudadanos, en beneficio propio y de una banda de obsecuentes. No a la naturalización del crimen en las calles y en las casas ante la total e imperdonable indiferencia del poder. No a la manipulación de la justicia y a su desprecio cuando no puede ser usada para granjearse impunidad. No a la corrupción más obscena y desembozada de la que haya memoria en tiempos democráticos. No al desprecio por las instituciones republicanas. No a la ostentación de incultura e ignorancia en cada párrafo de cada discurso oficial. No a la soberbia y a la prepotencia como argumentos políticos. No a la educación clientelista y empobrecedora. No a la prebenda y el clientelismo en lugar del esfuerzo y el trabajo.No a la utilización perversa e inmoral de los derechos humanos y de la memoria colectiva, avalada por muchos de los que debieran protegerlos y ponerlos a salvo de cualquier manipulación gubernamental. No a la penalización del salario mediante impuestos usurarios. No al agravio permanente a los jubilados mediante el arrojo de migajas mientras se malversan los fondos que les corresponden. No al uso de empresas estatales (como la ineficiente e impresentable Aerolíneas Argentinas) como guaridas de patotas militantes. No a la falsificación permanente de la historia, tanto de la reciente como de la lejana. No a la complicidad con dictaduras inmorales e indisimuladas como la rusa o la venezolana, y a la complicidad con regímenes que desprecian los modelos y procedimientos políticos e institucionales que el mundo civilizado transita desde el Iluminismo en adelante. No al encubrimiento de funcionarios terroristas extranjeros que planearon y ejecutaron en la Argentina un atentado que asesinó a más de 80 hombres y mujeres hijos de este país. No a todo aquello que oscureció la mente de tantos a lo largo de doce años siniestros, la dimensión de cuya oscuridad se percibirá con más perspectiva y certeza a medida que el tiempo (ese gran escultor, como lo llamaba la incomparable Marguerite Yourcenar, autora de Memorias de Adriano) ajuste las lentes y emerjan a la superficie aspectos hoy inimaginables del desquiciado elenco que encabezó este proceso.

La lista de los No que ganaron el domingo es aún más larga que la de los candidatos amontonados en las prehistóricas boletas conque se votó. Todos esos No indican que, a pesar de todas las enfermedades que la aquejan (varias de ellas autoinfligidas) el sistema inmunológico de la sociedad argentina funciona. Hubo anticuerpos el domingo 25 de octubre y deberá haberlos (para que exista un futuro) el domingo 22 de noviembre. Mientras llega esa fecha y en el serpentario del poder se atacan unos a otros, a la sociedad (esos dos tercios de ella que se negaron a prolongar la agonía en que vivimos) se le presenta una tarea que será larga, esforzada y que necesitará de mucha voluntad, honestidad, sinceramiento, generosidad, reflexión y responsabilidad individual.

La tarea es convertir a toda esa energía que hizo posible el No en una energía que de nacimiento a un . Cada uno debería pensar en qué sociedad aspira a vivir. Basada en que valores, en qué tipos de relaciones personales, en qué actitud frente a la ley, ante las normas, ante el trabajo. En qué comportamiento ciudadano. En qué propósitos colectivos. El paso siguiente (en el que confluyen voluntad y responsabilidad) es comenzar a vivir en el día a día, en cada espacio cotidiano (aún el que se vea menos trascendente), de acuerdo con esa aspiración. Esta es la parte que no se le puede pedir al futuro gobierno (ni a ninguno). Y en esa parte, aunque no lo parezca, se inicia un pacto moral que cambia la política. Es el antídoto contra otra década perdida y sombría.

 

Sergio Sinay es periodista y escritor, columnista de los diarios La Nación y Perfil. Se ha enfocado en temas relacionados con los vínculos humanos y con la ética y la moral. Entre sus libros se cuentan “La falta de respeto”, “¿Para qué trabajamos?”, “El apagón moral”, “La sociedad de los hijos huérfanos”, “En busca de la libertad” y “La masculinidad tóxica”. Es docente de cursos de extensión en ESEADE. 

En defensa del disenso, del pluralismo y del concepto de Universidad:

Por Guillermo Luis Covernton.  

 

Dos graves incidentes, acontecidos en sendos ámbitos académicos de nuestro país, nos deben mover a la reflexión y a la adopción de posiciones claras.

Me refiero a los ataques recibidos por el Dr. Domingo Cavallo en la Pontificia Universidad Católica Santa María de los Buenos Aires, antes de ayer, y luego a las amenazas que impidieron la exposición del Dr. Ricardo Lopez Murphy, programada para el día de ayer, en la Universidad Nacional de La Plata.

Ataque contra la libertad de expresión:

Al margen de la mayor o menor simpatía que nos produzca cada uno de los especialistas involucrados, es claro que el problema aquí es la brutal ruptura del diálogo político, y la imposibilidad de canalizar el disenso por carriles civilizados. Lo cual es la evidente antesala para la intolerancia, el fascismo, la violencia y la muerte. Ya hemos vivido, en los `70s, las consecuencias de estas actitudes irracionales e inadmisibles. Que luego se plasmaron en la expulsión y proscripción de profesores de enorme valor. Existen, lamentablemente, infinidad de ejemplos de estas iniquidades.

No interesa la posición política de cada uno de los fallidos disertantes. No tiene nada que ver su adscripción o no a determinado movimiento político. No me voy a dispersar en tratar de explicar o de analizar las posiciones públicas de cada uno de ellos. Lo que se debe repudiar, sin dudas, sin eufemismos y sin ningún tipo de reservas es que individuos fanatizados, en actitud de verdaderos energúmenos, enajenados, pretendan coartar el derecho de los ciudadanos a conocer posiciones alternativas a aquellas que se pretenden hegemonicas. Nadie intenta hacer callar a alguien que no está siendo escuchado. Resulta absolutamente evidente que las personas que voluntariamente habían decidido asistir a los eventos en cuestión, tienen derecho, sin ningún tipo de condicionantes, a escuchar las ideas, posiciones políticas, críticas, o pensamientos alternativos que crean interesantes. A nadie se le puede reconocer el derecho de censurarlos. De vulnerar su voluntad. De privarlos del debate.

Llama la atención que los comentarios se limiten a describir los hechos como agresiones contra los disertantes. Cuando los verdaderamente agredidos, han sido los asistentes, que deben soportar el accionar de un grupo de facciosos, que sin ningún tipo de autoridad formal, ni mucho menos moral, pretenden erigirse en los censores y determinantes de lo que es aceptable y lo que no. De lo que se puede opinar y lo que no. De lo que se puede afirmar y lo que no.

Destrucción del concepto de Universidad:

La actitud unánime que la hora exige es el repudio total y absoluto a este tipo de acciones. Pero no solo de palabra, sino en los hechos. A este tipo de provocaciones se debe responder compensando y actuando en consecuencia.  El personal de seguridad que intervino en uno de los hechos, según ha trascendido, pudo constatar que algunos de los agresores serían miembros de la administración pública. Este tipo de personajes deben ser inmediatamente cesanteados y expulsados de la esfera del estado.

Es inadmisible tolerar que individuos que, se supone, deben propender a la consecución de los fines del estado, entre los cuales se encuentra, sin dudas, el fomento de la educación universitaria, se permitan instalar en la opinión pública que el sano debate de ideas es inadmisible. Que la discusión de posiciones diferentes no es deseable. Que quién piensa diferente no debe ser aceptado ni puede actuar en ese ámbito.

Urge que los rectores de instituciones públicas nacionales, se expresen sin reparos y sin demagógicos cálculos sobre las consecuencias que estas manifestaciones puedan tener, en el ámbito de sus alumnos y de los movimientos políticos que los agrupan.

Está en juego el concepto de Universidad. No se puede pretender ser autoridad, de una casa de altos estudios, si no se comparten estos principios esenciales. El Dr. Cavallo y el Dr. Lopez Murphy deben ser invitados con urgencia a debatir. A presentar sus posiciones. A criticar, con el peso de sus argumentos y de sus trayectorias académicas indiscutibles, en el ámbito de las universidades nacionales, y con las más absolutas garantías. El estado no puede mirar para otro lado ni hacer un silencio cómplice.

Tengo más de 30 años de experiencia universitaria: Como alumno de grado en universidades públicas, en los años de plomo en los que individuos que fingían ser mis condiscípulos me obligaban a abandonar el edificio de la UNR, bajo la amenaza de haber colocado explosivos. Luego como alumno de posgrado en prestigiosas universidades privadas. Luego como docente en universidades del exterior. Y también de nuestro país.

Mi experiencia, en todos estos años me lleva a afirmar que no hay otra forma de aprender que disentir e intercambiar ideas diferentes. Varias veces por semana enfrento un aula con 60 u 80 estudiantes que, sin dudas, no conocen del tema a tratar, lo que yo conozco. Por eso vienen en forma libre y voluntaria a escucharme. Y pagan por eso. No comparten mis puntos de vista, porque ni siquiera los han escuchado. No pueden coincidir en absoluto con lo que digo. Pero todos ellos, luego de 4 o 5 años de pasar por las aulas, se convierten en profesionales de provecho, precisamente porque hemos logrado ese privilegio que nos otorga la civilización: El debate fructífero de ideas diferentes. El intercambio de argumentos y su análisis desprejuiciado y sincero.

Quienes quieran expresar su disenso y su oposición a las ideas de quien fuera, pueden hacerlo. Pero es inaceptable que precisamente en el ámbito que debe ser un templo del saber y de la verdad, se persiga a quienes pretenden alcanzarla, expresando lo que han aprendido, a su leal saber y entender. La evolución de la civilización depende de esto.

 

Guillermo Luis Covernton es Dr. En Economía, (ESEADE). Magíster en Economía y Administración, (ESEADE). Es profesor de Macroeconomía, Microeconomía, Economía Política y de Finanzas Públicas en la Pontificia Universidad Católica Argentina, Santa María de los Buenos Aires, (UCA). Es director académico de la Fundación Bases.

Nuevo y contundente revés electoral para el kirchnerismo

Por Enrique Aguilar: Publicado el 28/10/13 en: http://www.elimparcial.es/america/nuevo-y-contundente-reves-electoral-para-el-kirchnerismo-129980.html

Se trató de un resultado devastador. En verdad, no se me ocurre otro término para definir la aplastante derrota (la peor en diez años) infligida al kirchnerismo por una envalentonada oposición que, en las elecciones legislativas de este domingo, mejoró aún más su excelente performance de las primarias de agosto.

El gobierno quedó muy rezagado en los principales distritos electorales del país empezando por la provincia de Buenos Aires, que concentra el 38 % del electorado nacional, donde la lista de diputados encabezada por Sergio Massa se impuso al oficialista Martín Insaurralde por 11 puntos de diferencia (43% contra 32 %) superando los pronósticos más auspiciosos. Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Santa Cruz (cuna del kirchnerismo) y otras varias provincias también dieron testimonio de un revés que los dos años de gobierno que le restan a la presidenta ya no podrán revertir. Y desde luego es de destacar el caso de la Ciudad de Buenos Aires, donde el kirchnerismo sin quedó sin senador resultando tercero, con un 21% de los votos, en la elección de diputados nacionales, muy por debajo de PRO, que obtuvo el 34 %, y la lista UNEN, que se alzó con un 32%.

Comenzó a cerrarse, así, un ciclo signado por los modos autoritarios, la mentira oficial, la intolerancia hacia el adversario, el personalismo extremo, una vocación insistente por el fracaso (en materia económica y energética, por ejemplo, o en la lucha contra la desigualdad, el deterioro de la educación o el narcotráfico), la corrupción generalizada y una concepción plebiscitaria de la democracia que entiende que el Poder Legislativo y el Poder Judicial sólo existen para refrendar las decisiones y el protagonismo excluyente del Ejecutivo.

De modo a mi juicio apresurado, algunos de los triunfadores ya han anunciado sus aspiraciones presidenciales para el 2015, animados por los guarismos obtenidos. Es el caso de Mauricio Macri, Jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. No sería de extrañar que la misma especulación empezara a instalarse en los entornos del citado Sergio Massa, Hermes Binner (Santa Fe) o Julio Cobos (Mendoza), potenciales candidatos sin duda. Mientras tanto, la presidenta sigue guardando reposo sin que los ciudadanos contemos con un parte médico confiable que asegure su regreso. ¿Qué nos deparará, pues, las transición que iniciamos? Por ahora, un panorama plagado de incógnitas y una sola certeza: la de una derrota que ha sellado la suerte de un proyecto hegemónico que pretendió acariciar la eternidad.

Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO,  es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM.

Argentina: Una década de total incapacidad de diálogo

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 15/7/13 en http://www.eldiarioexterior.com/argentina-una-decada-de-total-42507.htm

El combativo matrimonio Kirchner se instaló en lo más alto del poder de la República Argentina hace ya una larga década. Perdida, por supuesto, pese a las afirmaciones publicitarias del oficialismo. El matrimonio la condujo con un estilo inédito, de perfiles cada vez más autoritarios.

El de las decisiones caprichosas. El que -incapaz de escuchar- se ha vuelto cada vez más altivo y hasta belicoso. Intimidante, por cierto. Dentro y fuera de las fronteras. Absolutamente intolerante con los demás, especialmente con quienes de pronto (superando el miedo) osan hacer públicas sus disidencias. Proclive a caer en la hipérbole en cada oportunidad.
 
Con esas patológicas características, que se instalaron en lo más alto del poder argentino, no sorprende demasiado que el país se haya rodeado inevitablemente de soledad y terminado en el actual aislamiento. Irrelevante hasta en el insulto o la protesta.
 
Ni que Argentina se haya vuelto (oficialmente) cada vez más bolivariana. Como parecería demostrarlo la concurrencia de su presidenta a la reunión de Cochabamba, (en desagravio a Evo Morales por la incómodo perturbación que sufriera en el reciente sobrevuelo europeo de su avión presidencial) a la que, en rigor, sólo concurrieron unos pocos mandatarios de UNASUR. Esto es, solamente los presidentes de Ecuador, Venezuela, Uruguay y el ex sargento y dictador de Surinam (la ex Guyana holandesa), Dési Bouterse. El hijo de Bouterse Dino, recordemos, fue alguna vez condenado por narcotráfico y contrabando de armas. Ahora bajo la protección de su padre, comanda una milicia juvenil armada que responde a la denominación de Counter Terror Unit que, con el pretexto de estar oficialmente encargada de controlar al terrorismo en Surinam, controla todo y a todos en ese país.
 
Lo sucedido -o sea la incapacidad evidente de poder seguir usando a UNASUR cual auténtico títere que se maneja a control remoto- sumado a lo similar ocurrido cuando los bolivarianos recientemente convocaran (siempre con urgencia, como si se tratara de cuestiones de vida o muerte), también sin éxito, a otra “Cumbre” de UNASUR, en este caso para repudiar ruidosamente las conversaciones de Juan Manuel Santos, el presidente de Colombia, con la OTAN, nos muestra que UNASUR ya no es apenas un mecanismo cautivo -belicoso e hiperbólico- que está a total disposición de los líderes bolivarianos, que la cuentan entre sus instrumentos de poder. UNASUR hoy está dividida. No responde a la conducción verticalista venezolana que lo caracterizara en su despegue.
 
El mecanismo de la UNASUR creado para excluir o alejar del diálogo regional a todos los que no coincidieran con Hugo Chávez y con Néstor Kirchner (incluyendo a México) está ahora demostrando que la visión aislacionista y cerrada que originalmente impulsara su nacimiento ya no lo caracteriza necesariamente. Ha dejado, entonces, de ser un mero muñeco pintado y servil.
 
Mientras tanto, la intimidad entre Cristina Kirchner y el ilegítimo presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, crece. Por minuto. En la última visita de Nicolás a Cristina, el primero se declaró “kirchnerista” y la segunda lo agasajó con una cena que incluyó la firma de nuevos convenios bilaterales. En serie. Hablamos de 147, todos firmados durante el mandato de Cristina. Los que deben sumarse a los 60 acuerdos bilaterales adicionales que fueran suscriptos con Venezuela en tiempos de Néstor Kirchner. El total es entonces 207. Increíble simbiosis, en los papeles solamente.
 
Mientras tanto, la inflación (desbocada) se come vertiginosamente los ingresos de los ciudadanos de ambos países. Y las inversiones, por obvia desconfianza, han caído absolutamente a pique. Pero de eso no se habla.
 
El norte político del oficialismo argentino es hoy Venezuela. Nadie más. Tampoco Brasil. Por ahora al menos.
 
Hasta la propia Dilma Rousseff -claramente asediada por la ola gigantesca de protestas que ha explotado en su propio medio- ha tomado distancia de las diatribas y quejas de alto vuelo que caracterizan a la política exterior bolivariana e impedido que sigan afincadas en UNASUR.
 
El diálogo de Argentina con el resto del mundo necesita ahora, queda visto, muletas. Tiene que ser en coro, con los bolivarianos. La Argentina de los Kirchner no se anima a ser solista. Señal de falta de fe en si misma. O consecuencia de una asfixia que, poco a poco, se ha ido apoderando de los argentinos. Lamentable.
 
Pero las encuestas comienzan a ratificar que un país ahora disconforme con el autoritarismo podría haber iniciado un viraje político saludable que, en octubre próximo, lo aleje del autoritarismo que hoy lo carcome y perturba.
 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

Gobiernos en campaña permanente

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 9/4/13 en http://www.lanacion.com.ar/1570810-gobiernos-en-campana-permanente

Desde hace tres décadas, la estrategia de las llamadas «campañas permanentes» se ha afincado en el mundo de la política. Supone unificar constantemente la acción de gobierno con la propaganda y las acciones publicitarias que hasta no hace mucho eran propias de las campañas políticas propiamente dichas. Como si ambas cosas fueran absolutamente inseparables con el propósito obvio de procurar mantener vigente la popularidad de los gobernantes electos.

Cabe recordar que esta modalidad de acción política se originó en los Estados Unidos. Conceptualmente, es hija de uno de los estrategas de Jimmy Carter, Patrick Cadell. La racionalizó luego el periodista Sidney Blumenthal. Pero su utilización devino durante la presidencia de Bill Clinton, que la trasformó en prioridad permanente.

Por su parte, el presidente Barack Obama la acaba de profundizar al crear -pese a que naturalmente no persigue una reelección, prohibida por la Constitución de su país- el grupo privado denominado «Organizados para la Acción». Con ese grupo que actúa formalmente desde «fuera» de su administración, apuntalará ante la opinión pública las acciones de su gobierno y de su partido, con el apoyo de muchos de aquellos donantes que ayer aportaron los fondos utilizados en la campaña presidencial. No con fondos públicos, sin embargo, y la diferencia no es menor.

Tony Blair y Silvio Berlusconi, en sus respectivas gestiones, recurrieron a la «campaña permanente». Sin descanso. Lo mismo hicieron Hugo Chávez, desde 1998, y Rafael Correa, en los últimos años. Así como algunos de nuestros gobernantes, a partir de Carlos Menem. Tanto es así, que Néstor Kirchner afirmó, en julio de 2005, suelto de cuerpo: «Sí, estoy en campaña permanente».

Las «campañas permanentes» suponen -por definición- que los encuestadores y expertos en comunicaciones estén operando constantemente junto con los líderes políticos, de modo de modelar sin descanso sus actitudes, sus mensajes y sus conductas, para que impacten positivamente en la opinión pública. Esto es, para exagerar sus logros y ensalzar sus imágenes. Y lograr que sus desaciertos no se adviertan o se disimulen. De alguna manera, parecería que interesa más «cómo» se comunica la acción de gobierno que cuál es su sustancia. La forma por encima del fondo.

Todo parece así subordinarse a la búsqueda de popularidad, sin descanso ni límites, como se hace evidente en las democracias frágiles y de valores relativos donde se llega incluso al sacrificio de la verdad con la manipulación de cifras, de circunstancias y hasta de la historia.

La acción de gobierno se transforma en un persistente plebiscito. Por ello, las técnicas de comunicación, las encuestas y el escrutinio constante de lo que piensan los llamados focus groups se entrelazan profundamente con el andar de los gobiernos, en inédita simbiosis. La escenografía y el espectáculo se apoderan de las reuniones y de los eventos. El ruido ahoga al discurso. Y la presencia de los gobernantes de turno se adueña monopólicamente de los escenarios. En ese ambiente, el uso de las «cadenas nacionales» se multiplica, en actitudes que hasta generan hastío.

En algunas partes el tema es aún más complejo. Porque, como consecuencia de las «campañas permanentes», se da un paso agresivo más. Las críticas a la oposición devienen permanentes y despiadadas. La retórica se adueña de los mensajes de manera agresiva y casi sin límites. Hasta el insulto se instala en lo que debe ser un diálogo normal. Y la intimidación se transforma en instrumento de la lucha política, degradando el clima de convivencia y lastimando a la sociedad a la que se procura polarizar.

Lamentablemente, todo esto se hace con los dineros públicos, a los que se tiene como una suerte de combustible inagotable, lo que inclina el tablero a favor de quienes circunstancialmente están en el poder. El ambiente de la política se puebla de ataques y demonizaciones que procuran dividir, desprestigiar, denigrar y difamar a todo aquel que pueda hacer sombra a quienes (insaciablemente sedientos, como acaba de señalar el papa Francisco) buscan acumular poder y mantenerlo el mayor tiempo posible.

Los medios de comunicación independientes -esto es, aquellos que no se prestan a acompañar los requerimientos y las exigencias de las «campañas permanentes»- se transforman en enemigos intolerables, simplemente porque no contribuyen al discurso que se impulsa desde el poder. Por ende, pronto son blancos a destruir y silenciar. Por esta razón seguramente, la libertad de expresión e información de pronto parece incomodar a tantos en nuestra región. Y, por esto también, aparecen las acusaciones difusas contra las «corporaciones» o los «poderes fácticos» que, en rigor de verdad, son todos aquellos quienes -por las razones que fueren- no se someten al poder de turno.

Por todo esto las sociedades pierden la civilidad y se dividen y enfrentan. Lastimadas por las confrontaciones continuas, resultan presas fáciles de las convulsiones provocadas por un lenguaje de guerra. El disenso se califica de «reaccionario» o «destituyente». La tolerancia y el respeto recíproco no importan. Es más, molestan.

De este modo, la calidad de la democracia se deteriora como resultado de los intentos constantes de dominar a todas las instituciones desde el Poder Ejecutivo, empeñado en la tarea de concentrar el poder en sus manos. Los equilibrios y contrapesos -esenciales en las democracias- perturban a los gobernantes; razón por la cual se procura eliminarlos o desnaturalizarlos de mil distintas maneras. En las democracias frágiles, la técnica de la «campaña permanente» puede, queda visto, tener efectos sociales y políticos bien serios.

Ante el fenómeno descripto, los límites a las reelecciones no son sólo importantes, sino también esenciales. Y la alternancia en el poder, también; así como la urgencia de establecer límites verificables al uso de los dineros públicos para financiar las «campañas permanentes». Porque éstas, al dañar la textura de las sociedades, imposibilitan el camino de la unidad e impiden la generación de los consensos mínimos para una visión común del destino de las sociedades. Lamentablemente, hasta la libertad misma puede de repente quedar amenazada cuando las técnicas de las «campañas permanentes» tiñen indeleblemente la acción cotidiana de los gobiernos.

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

Acerca de la portación y tenencia de armas:

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 26/7/12 en: http://www.diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=7393

Es notable el marcado contraste en el continente americano entre el mundo anglosajón y el latino en cuanto a la concepción original de gobierno. En el primer caso, se trató de funcionarios a los que se desconfiaba respecto a las posibilidades de abuso de poder y que, por tanto, había que controlar y limitar severamente en sus funciones al efecto de garantizar los derechos de quienes venían escapados de la intolerancia y la persecución gubernamental. En el sur, en cambio, la idea de gobierno parió con la noción de conquista (salvo casos excepcionales como el extraordinario Fray Bartolomé de las Casas) y el uso de títulos como los de “reverendísimo” “excelentísimo” y sandeces equivalentes que muestran servilismos a todas luces improcedentes dirigidos a meros empleados de ciudadanos libres. Después de la llamada independencia, como pronosticó Juan Bautista Alberdi, dejamos de ser colonos de los españoles para serlo de nuestros propios gobiernos durante buena parte de las historias latinoamericanas. Recién ahora, en Estados Unidos, lamentablemente, se nota una modificación sustancial en dirección a inflamar las atribuciones del Leviatán.
 
En todo caso en buena parte de la historia estadounidense, la libertad estaba garantizada y cuidada en grado sumo. Su Constitución estableció prioritariamente la tenencia y portación de armas al efecto de defenderse de los agresores a los derechos, comenzando por el gobierno que consideraban una simple repartición para la proteger al ciudadano el cual no debía encontrarse desarmado y desguarnecido, del mismo modo que el titular de una propiedad vigilada por sus empleados no se desarma frente a ellos sino que los controla. Más aún, como ha escrito Leonard E. Read “Hay sin embargo razones para lamentar que nosotros en Norteamérica hayamos adoptado la palabra gobierno. Hemos recurrido a una palabra antigua con todas las connotaciones que tiene el gobernar, el mandar en un sentido amplio. El gobierno con la intención de dirigir, controlar y guiar no es lo que realmente pretendimos. No pretendimos que nuestra agencia de defensa común nos debiera gobernar del mismo modo que no se pretende que el guardián de una fábrica actúe como el gerente general de la empresa” (en Government: An Ideal Concept).
 
Por su parte S. P. Halbrook en su obra titulada That Every Man be Armed: The Evolution of a Consitutional Right pone de manifiesto el estrecho correlato entre cantidad de homicidios y asaltos con la prohibición de tenencia y portación de armas, y Brian Doherty en Gun Control on Trial muestra que, hasta el momento, la mayor parte de los conocidos tiroteos en ocurridos en lugares públicos en Estados Unidos se originaron en personas que no tenían permiso de portación y tenencia de armas de fuego, ni mostraron inclinación alguna por obtenerlo. Es que como apunta Cesar Beccaria -precursor del derecho penal- el que desea cometer un delito no pide permiso para utilizar armas mientras que la víctima se encuentra en desventaja manifiesta si la obligan a estar desarmada. Escribe Beccaria en On Crimes and Punishments que la prohibición de contar con armas “sería lo mismo que prohibir el uso del fuego porque quema o el agua porque ahoga […] Las leyes que prohíben el uso de armas son de la misma naturaleza: desarman a quienes no están inclinados a cometer crímenes […] Leyes de ese tipo hacen las cosas más difíciles para los asaltados y más fáciles para los asaltantes, sirven para estimular el homicidio en lugar de prevenirlo ya que un hombre desarmado puede ser asaltado con más seguridad por el asaltante”.
 
No en vano gobiernos como los de Cuba y los Hitler y Stalin del planeta lo primero que decretan es la prohibición para la tenencia de armas y proceden a la confiscación de las existentes. No por casualidad aconsejan la tenencia y portación de armas desde antiguo autores, entre otros, como Cicerón, Ulpiano, Hugo Grotius, Locke, Algernon Sidney, Montesquieu, Edward Cooke, Blackstone, George Washington, George Mason, Adams, Patrik Henry, Thomas Jefferson y Jellinek.
 
De más está decir que la tenencia y portación de armas implica penas muy graves por el solo hecho de amenazar a otra persona sin que medie defensa propia (o alardear y exhibir el arma), lo cual incluye la responsabilidad penal por el uso irresponsable de armas que pongan en riesgo a vecinos y procedimientos equivalentes y, desde luego, la prohibición a menores y delincuentes por lo que, igual que las licencias para conducir, en este caso se requieren autorizaciones de las respectivas agencias. Pero tan desacostumbrado está el habitante de países latinos respecto a las tradiciones compatibles con la sociedad abierta, que el permitir la tenencia y portación de armas en estas regiones suena extemporánea, fantasiosa y atrabiliaria (obsérvese que siempre es “el otro” el que sería imprudente) y que solo los gobiernos pueden estar armados aunque permanentemente usen la fuerza para exprimir y explotar a los gobernados y los asaltos y homicidios se multipliquen por doquier. Y cuando aparecen inmensos carteles en los que se retrata un monstruo acompañado de la leyenda “¿Permitiría usted que esta persona porte armas?” no parece percatarse que, precisamente, ese será el que use armas contra víctimas indefensas.
 
El derecho a la defensa propia resulta esencial, para lo que debe comprenderse que en última instancia el problema no radica en las armas peligrosas sino en los sujetos peligrosos. Los asesinos no reparan en leyes que prohíben el uso de armas cuando estas existen o, de lo contrario, cuando rigen requisitos para sus respectivas adquisiciones y, en cualquier caso, siempre sacan partida de personas indefensas tal como lo demuestra, por ejemplo, la masacre de la semana pasada en Aurora y las anteriores de Oakland, Ohio, Orlando, Fort Hood, Virginia Tech y Columbine. Los terroristas tampoco atienden normas ni restricciones de ninguna naturaleza, pero el problema se agrava exponencialmente cuando las víctimas estás obligadas a estar desarmadas tal como ocurrió en los horripilantes hechos del 11 de septiembre de 2001 que, a pesar de las reiteradas propuestas de dos transportadoras aéreas en relación a nuevos armamentos con un mínimo de detonación en vuelo, una ley federal prohibía a la tripulación estar armada por lo que los homicidas pudieron perpetrar sus crímenes con cuchillitos de plástico.
 
Nada que esté al alcance de los mortales será perfecto, de lo que se trata es de minimizar problemas y, tal como lo demuestran los estudios antes mencionados y las propias declaraciones de delincuentes de gran peligrosidad, resulta inmenso el poder disuasorio para un violador el hecho de conjeturar que su posible víctima pueda estar armada.
 
Hace pocas semanas se trasmitió con bombos y platillos por muy diversos medios periodísticos argentinos y extranjeros la noticia que dos encapuchados asaltaron una conocida joyería ubicada en las instalaciones del Alvear Palace Hotel, uno de los hospedajes más elegantes y concurridos de la ciudad de Buenos Aires, y se dieron a la fuga con un suculento botín, negocio que estaba vigilado por guardias privados…¡pero obligados a estar desarmados debido a la legislación vigente!

 Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía, Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

 

¿QUÉ LES PASA A LOS HOMOSEXUALES?

Por Gabriel J. Zanotti: Publicado el 22/4/12 en http://www.gzanotti.blogspot.com.ar/

Se preguntarán a qué me refiero. Muy simple. Ultimamente, si alguien dice que no está de acuerdo con la homosexualidad, así, in abstracto, prácticamente es denunciado penalmente. Pero, ¿dónde queda la libertad de expresión? ¿Qué nueva persecución, o inquisición, es esta?

Creo que se confunden varias cosas.

Una cosa es acusar a alguien de un delito. La homosexualidad no es delito. Luego, nadie que esté en contra de la homosexualidad acusa a nadie de nada.

Otra cosa es juzgar la conciencia del prójimo. Tampoco. Yo puedo estar en desacuerdo con “lo que Juan hace”, esto es, el contenido de su acción, pero ello no implica que juzgue la conciencia de Juan, que, como dice bien el art. 19 de la Constitución Argentina, queda sólo reservada a Dios.

Otra cosa es caer en un típico delito por calumnias e injurias, esto es, afirmar que alguien cometió algún delito; nuevamente, es la misma confusión. Decir “no estoy de acuerdo con la homosexualidad”, o juzgarla contraria al bien moral según la religión o cosmovisión donde me encuentre, no es calumniar a nadie.

Tampoco es discriminación en sentido legal. La discriminación negativa (porque siempre hay que discriminar en el sentido de distinguir) consiste en prejuzgar a alguien o juzgarlo en su desempeño profesional por algo externo a ese desempeño, como la religión, el sexo, la nacionalidad o la orientación sexual (lo que hace el estudio jurídico en la película “Philadelphia”, por ejemplo). Pero entonces un juicio moralmente negativo sobre la homosexualidad en sí misma, nada tiene que ver con discriminar. Por ejemplo, yo puedo considerar que la homosexualidad está moralmente mal pero ello no me autoriza a no aceptar, por ejemplo, homosexuales en las fuerzas armadas.

Excepto, claro, que sea un trabajo para el cual se requiera que no se presente a la homosexualidad como algo positivo, por ejemplo, un profesor de catequesis en una escuela católica. Ello es ejercer la libertad religiosa, nada más ni nada menos. No es atentar contra los derechos de nadie.

Y, finalmente, nuestros juicios negativos moralmente respecto a varias cosas (no sólo la homosexualidad) no nos tienen que llevar a no amar, a no respetar, a no comprender, a no dialogar, con los que piensen y actúen diferente, porque en ese caso demostramos que realmente no tenemos idea de lo que es amar, respetar, comprender y dialogar. Lo más importante de todo ello es precisamente con el diferente, no con el igual.

Por ende, ¿qué pasa? ¿Por qué tanto escándalo?

¿O tenemos que pensar todos igual?

¿O será que no hay conciencia de lo que significan realmente la libertad de expresión y la libertad religiosa?

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.