LA VERDAD OS HARÁ LIBERALES (sobre el debate por el artículo de Vanesa Vallejo).

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 2/7/17 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2017/07/la-verdad-os-hara-liberales-sobre-el.html

 

No es la primera vez que hay un debate interno sobre este tema entre los liberales (clásicos) pero ante este artículo de Vanesa Vallejo (https://es.panampost.com/vanessa-araujo/2017/07/01/conservadurismo-y-libertarismo/) y la crítica que recibió  (https://www.misescolombia.co/peligroso-coqueteo-vanesa-vallejo-conservadurismo/), el debate, que vengo escuchando hace ya casi 43 años, ha renacido nuevamente en las redes sociales liberales latinoamericanas.

El liberalismo clásico no es una ideología, no tiene dogmas ni pontífices, o autores sacrosantos e intocables.

Por lo tanto para resolver este tipo de cuestiones viene bien recurrir a la historia de las ideas políticas.

Creo que muchos podríamos estar de acuerdo en que el liberalismo político nace (y sigue) como un intento de limitar el poder de las autoridades políticas contra el abuso del poder. Desde Juan de Mariana hasta Francisco de Vitoria, pasando por Locke, Montesquieu, Tocqueville, los autores del El Federalista, Lord Acton, Mises, Hayek, y me quedo muy corto en una lista que es muy larga, todos coincidían en limitar el poder del estado.

¿Pero limitarlo por qué? Allí comienzan los problemas, porque si decimos “limitarlo en función de los derechos individuales”, parece que seguimos estando todos de acuerdo porque apenas rasgamos un poquito, el fundamento filosófico de los derechos individuales comienza a ser muy diverso.

Vamos a identificar, faliblemente, tres grandes corrientes.

Una, la neokantiana. En esta corriente (Popper, Mises, Hayek) la limitación del conocimiento es la clave de la sociedad libre, y la libertad individual tiene su obvio límite en los derechos de terceros.

Otra, la neoaristotélica. Con sus diferencias, autores como Rand, Rothbard y Hoppe (este último agregando a una ética del diálogo que en sí misma tiene origen en Habermas) plantean el eje central en la propiedad del propio cuerpo, como la propiedad de la persona, y por ende la moral se concentra en el principio de no agresión (no iniciar la fuerza contra terceros). Todos sabemos que Rothbard es anarcocapitalista y que los debates entre esta posición y la anterior suele ser muy duros y con excomuniones mutuas y frecuentes.

La tercera, la iusnaturalista tomista. Desde la segunda escolástica, pasando por Hooker, Locke, Tocqueville, Constant, Burke, Acton, Lacordaire, Montalembert, Ozanam, Rosmini, Sturzo, Maritain, Novak, y los actuales Sirico y Samuel Gregg (se podría perfectamente agregar a Joseph Ratzinger), estos autores fundamentan en Santo Tomás la laicidad del estado y la libertad religiosa, el derecho a la intimidad, los derechos a la libertad de expresión y de enseñanza como derivados de la libertad religiosa y por ende la limitación del poder político, con una fuerte admiración por las instituciones políticas anglosajonas. Es la corriente del Acton Institute.

Tanto en los autores como en los discípulos de la primera y segunda corriente, hay una tendencia a decir que la moral consiste en no atentar contra derechos de terceros pero, coherentes con el escepticismo kantiano en metafísica, y un aristotelismo que no llega al judeo-cristianismo de Santo Tomás, tienden a ser escépticos en la moral individual. Allí no habría normas morales objetivas, sino la sencilla decisión del individuo y nada más, siempre que no moleste derechos de terceros. Muchas veces su conducta individual puede ser heroicamente moral pero no la postulan como algo a nivel social. Pueden tener además cierta coincidencia con John Rawls (a quien rechazan obviamente pero por su intervencionismo económico) en que el estado debe ser moralmente neutro.

Para muchos de ellos, hablar de normas morales objetivas es un peligro para la libertad individual, pues los que así piensan tienen a imponerlas por la fuerza al resto de la sociedad.

Es comprensible, por ende, que frente a una Vanesa que ha afirmado firmemente sus principios morales SIN escepticismo y con fuerte convicción, se enfrentara con una respuesta que la coloca como un fuerte peligro contra el liberalismo que ella dice profesar.

Pero esa respuesta a Vanesa (no quiero hablar ahora por ella, sólo expreso mi opinión) deja de lado al iusnaturalismo tomista y su defensa de la libertad individual.

Los que sobre la base del derecho natural clásico hablamos de un orden moral objetivo, a nivel social e individual, afirmamos, precisamente sobre la base de ese orden moral objetivo, la laicidad del estado, y los derechos a la libertad religiosa y el derecho a la intimidad, pero NO como los derechos a hacer lo que se quiera mientras no se violen los derechos de terceros, sino como los derechos a la inmunidad de coacción sobre la conciencia. O sea que alguien tiene todo el derecho a pensar que la prostitución viola el orden moral objetivo pero ello no implica negar la libertad individual de quien decida (decimos “decida”, por eso la trata de blancas es otra cosa: un delito) ejercer el oficio más antiguo, sobre la base del respeto a su derecho a la intimidad personal. Y así con todo lo demás.

Por lo demás, muchos, actualmente, nos oponemos al lobby GBTB, pero NO porque NO respetemos la libertad individual de los gays, trans y etc., sino porque ellos están convirtiendo de su visión del mundo algo que quieren imponer coactivamente al resto, so pena de acusar a todo el mundo de delito de discriminación. Por ende la lucha de los liberales y libertarios contra el lobby GBTB NO se basa en que nosotros –y especialmente los que estamos en el iusnaturalismo- queremos negarles su libertad individual, sino porque defendemos la libertad individual de todos: la de ellos a vivir como les parezca, amparados en el derecho a la intimidad, y la de los demás, también a lo mismo, sobre la base de lo mismo. Por lo demás, no habría delitos de discriminación (me refiero a delitos, no al orden moral) si se respetaran los derechos de asociación, propiedad y contratación como siempre los planteó el liberalismo clásico.

Finalmente una pregunta a todos mis amigos liberales que piensan que la afirmación de un orden moral objetivo es un peligro para la libertad. Si la base para su liberalismo es el escepticismo sobre la moral individual, ¿qué va a pasar el día que dejen de ser escépticos en ese ámbito? ¿Se convertirán en autoritarios?

Es muy fácil respetar, por ejemplo, la libertad religiosa cuando consideran que no hay fundamento racional para la religión. Pero, ¿y si lo hubiera?

Si lo hubiera, es más, si lo hay, porque lo hay en Santo Tomás de Aquino, mejor para la libertad, porque en ese caso el respeto a la libertad del otro se basa en que no voy a invadir su conciencia, por más convencido que esté de que la otra posición es un error. Una sociedad libre no se basa en el escepticismo. Se basa en el respeto y la convivencia de todas las cosmovisiones sobre la base de no invadir coactivamente la conciencia de los demás. No se basa en el escepticismo sobre la verdad, sino en la certeza firme de que la verdad se basa sólo en la fuerza de la verdad y no en la fuerza física o verbal (aunque esta última no sea judiciable). Por eso muchos liberales que respetamos la libertad religiosa pedimos de igual modo que ni la Física, ni la Matemática ni nada de nada sea obligatorio, y por eso pedimos distinción entre Iglesia y estado, entre educación y estado, entre ciencia y estado (Feyerabend).

Así, la única cosmovisión del mundo que no podría convivir en una sociedad libre sería aquella que en su núcleo central implicara la acción de atentar contra los derechos de los demás. Ella se enfrentaría contra el legítimo poder de policía emanado del Estado de Derecho y de una Constitución liberal clásica. El liberalismo NO consiste en decir “vengan totalitarios del mundo y hagan con nosotros lo que quieran”.

Como siempre, estas aclaraciones no aclararán nada, porque los liberales se seguirán peleando, creo que por suerte. Pero ojalá se comprendieran un poco más y dejaran de excomulgarse mutuamente.  Lo dice alguien que sabe lo que es verdaderamente una excomunión y a qué ámbito pertenece.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

 

MALA NOTICIA PARA ALGUNOS: LA AMISTAD NO PASA POR DECIRTE QUE SI

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 29/1/17 en:

 

Sin planificarlo, me ha gustado escuchar a los otros toda mi vida. Cuando alguien me conoce, o cuando un amigo me cuenta algo, o cuando un alumno me consulta, o cuando alguien me dice su parecer sobre un tema, yo escucho, trato de comprender su pensamiento, y mientras me habla yo voy como asintiendo, voy diciendo «sí……..», «qué interesante», «no me digas….», «impresionante!», «¡Mm…. Eso…. Es un problemita, no!», «¿y entonces…?, y así sucesivamente. Reitero, nunca lo he planeado. Me sale así. Soy asi.

A lo largo del tiempo, he descubierto, para mi sorpresa, que la mayor parte de las veces las personas interpretan todo ello como una aprobación. Como si yo les hubiera dicho que sí. Pero no, yo no estoy diciendo ni que sí ni que no. Sólo estoy intentando comprender.
Ello ha implicado que a muchos les guste hablar conmigo. Pero cuando descubren que mi modo de pensar no es el de ellos, se sienten como defraudados. Incluso ha sucedido con personas que yo creía que eran mis amigos, durante años. Pero repentinamente o lentamente descubren mis marcianidades y……………. Gran decepción.
¿No soy sincero? ¿Miento? ¿Oculto cosas? Me parece que no. Creo que no despliego mi intimidad inmediátamente y tampoco pregunto por la del otro. A veces me preguntan mi opinión y yo respondo, pero habitualmente las personas quieren ser escuchadas. Y yo escucho. Como el loco de Hombre mirando al sudeste, si me preguntan respondo, si me piden, escucho, si me miran, miro.
Pero la verdad es dificil darse cuenta que muchos piensan que dialogar, escuchar, es decirles que si.
¿Cómo, vos no estabas abierto al diálogo? Sí. ¿Y entonces por qué no pensás como yo? Es que comprenderte no es pensar como vos. Ah!!!!, pero entonces te voy a convencer. Te voy a recomendar lecturas. Luego te voy a preguntar si las leíste. Y si me contestas que no, que aún no por lo que fuere, te preguntaré lo mismo, una y otra vez, hasta que me leas y estés de acuerdo conmigo. Y si no, eres un cerrado, eras un hipócrita, decías que dialogabas y no dialogabas nada.
La verdad no sé que decirles. He tenido amigos durante décadas con los cuales nunca he hablado de Mises, de Popper, de Santo Tomás o de Marte. Sé que no les interesa y punto. No creo que así lo haga porque me interesen un rábano. Lo hago así porque los acepto como son. Si, posiblemente fulano debería haber leído a Heráclides. Pero es su límite y punto. Si, posiblemente yo deberia haber leído la obra completa de Juan Famoso. Pero es mi límite y punto. Pero no, parece que soy un tipo cerrado porque no leo a Juan Famoso, o parece que soy un imbécil en vez de a Juan Famoso leo a Francisco Leocata y a Mariano Artigas. Y si soy un imbécil, ¿qué? ¿Tanto daño hago?
¿Por dónde pasa la amistad? ¿Por convencer al otro de mi punto? ¿Por debatir con el otro ad infinitum los mismos temas? ¿Por eso pasa la amistad?
No, yo creo que pasa por una mirada de misericordia. Por escuchar hasta que duela. Por caminar juntos, ni adelante ni atrás. Por no admirarse, sino mirarse al fondo del alma. Por aceptar al otro como es.
La verdad ya no sé cómo decirlo. ¿Es necesario aclarar más? A esta altura de mi vida debo confesar que estoy medio agotado. Tal vez hay que callar. Ahorrar las palabras que surjan de la desesperación. No defenderse. Callar. Silencio. Como el silencio que me enseñó este abrazo de un amigo entrañable:

 

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación

LA VIRTUD DE LAS «PROPER MANNERS», EL «PARA SERVIRLE», EL «REI» Y EL «OMOTE/URA»

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 15/1/17 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2017/01/la-virtud-de-las-proper-manners-el-para.HTML

 

Hace poco vi un video sobre “por que es difícil hacer amigos en Japón”, y el latino en cuestión que hablaba demostró cuán difícil le era entender dónde estaba. Dio la misma razón se afirma habitualmente para ambientes anglosajones: que son fríos.

¿Fríos? Yo me pregunto si un ser humano puede ser frío, y respondo: no. Todos tienen pasiones y sentimientos. Todos sienten amor, odio, ira, alegría, todos tienen ganas de abrazar, ganas de matar, todos sienten dolor por la traición, todos se mueren de amor por un bebé. Todos.

Sencillamente, hay algunas culturas, como las criticadas por las latinas, que han aprendido a custodiar algo que nosotros no: la intimidad.

¿Es fácil hacer amigos en Argentina? Oh, claro, seguro que sí. Todos te reciben y te tratan como si fueras el hermano de toda la vida. Qué lindos los abrazos, los besos, el “entrar en confianza”. Pero el problema es que eso es más hipócrita de lo que suponemos. No sólo vienen los comentarios por atrás, las maledicencias mientras te llenan de abrazos, las traiciones posteriores, tan efusivas como el abrazo inicial, sino que aunque no pase nada de ello, hay algo que queda expuesto desde el principio: la intimidad personal.

No se debe invadir el fondo del corazón del otro. Hay que llegar lentamente, hay que ir pidiendo permisos, hay que ir mostrando nuestro sacrosanto respeto, para que el templo de lo más íntimo del otro se vaya develando. Lleva su tiempo, lleva sus caminos de diálogo, de pruebas de nuestra sinceridad, de mostraciones permanentes en nuestro mirar y en nuestro hablar, que ratifiquen que no vamos a agarrar al corazón del otro y hacerlo pedazos como una basura que sólo merecería el descarte.

Y para eso hay normas de etiqueta. Nos pueden parecer frías, pero eso es no entender la naturaleza humana. El pudor no es una moralina sexual. Es taparse, precisamente, porque desconocemos si el otro nos respet a en tanto nosotros o no. Es abrirse lentamente en la medida que descubramos el corazón limpio del otro. Es saber que hay cosas que no pueden ser públicas porque la mirada de los otros puede ser malvada, cruel, hiriente.

Cuando no lo sabemos, estamos desprotegidos. Ciertas culturas –como ciertas costumbres de algunos porteños (no todos)- pueden parecer cálidas al principio, pero en verdad estamos desprotegidos. El otro cree que tiene el derecho a tratarte desde el principio como si fueras directamente una especie de hermano gemelo, y la realidad es que no es así. Y es tan NO así que luego vienen las grandes peleas: ¿cómo, vos no eras mi amigo? No, la verdad es que no lo eras y nunca lo fuiste. Así de triste.

Las formas, las proper manners anglosajonas o las normas de etiqueta japonesas, que tanto nos cuesta entender, tienen como función cultural la protección de la intimidad. Cuando finalmente hay amistad, es más en serio, mas cálida en verdad, porque el fondo del corazón puede realmente descansar. Las juegos de lenguaje forman parte de esa etiqueta. Aquí en Guatemala, que es una cultura latina, pero no “canchera y confianzuda”, tiene un Español  lleno de delicadísimas formas que lejos están de la hipocrespía, sino que son formas de convivir precisamente con el que no conocemos; formas que nos protegen del conocimiento disperso, como diría Hayek. Pase adelante, para servirle, qué manda, no tenga pena, fíjese que (para no decir directamente que no), etc…

Hay juegos de lenguaje de algunos argentinos que lo que tienen por detrás es una agresividad latente por más que digan que ya están acostumbrados. Che boludo, boludo, che tarado, qué hacés papá, dale tarado, no seas pelotudo, etc., y todas dichas desde el principio, sin mediación, sin aviso, en medio de las palmadas en la espalda. Claro, van luego a EEUU –y ni que hablar de Japón- y no entienden nada. Pero qué fríos que son estos tipos. Hay que portarse bien, claro –el porteño tiene terror al ridículo- pero qué aburrido no? ¡Volvamos por favor, a ver si nos agarramos a las piñas con alguien o nos morimos!!!!

La intimidad, los amigos verdaderos, son muy pocos, y está perfectamente bien que sea así. Para los demás, está la cordialidad en el trato, las palabras amables, totalmente compatibles con la sinceridad cuando hay un corazón respetuoso. La intimidad es un templo sagrado. El que no lo entiende es como el general romano que entró con su caballo al templo de Israel. Frente al horror, seguramente contestaba

“y a vos qué te pasa?”

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación

HIPOCRESÍA Y CRUELDAD

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 25/9/16 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2016/09/hipocresia-y-crueldad.html

 

Me ha impresionado sumamente una noticia que circuló hace unas semanas, de la cual me enteré gracias al agudo comentario de mi colega Mauricio Jaliff (1).

Se trata del caso de una chica italiana que aceptó ser filmada por el novio mientras tenían sexo, luego de lo cual el buen chico subió el video a internet. La señorita en cuestión fue sometida a todo tipo de burlas hasta que luego de un año se suicidó.

Así de terrible.

¿Cómo? ¿No era que en materia sexual podías hacer lo que quieras? ¿No era que el pudor era un tonto sentimiento capitalista y burgués? ¿No era que VER todo el sexo que quieras estaba bien?

¿Por qué, entonces, las burlas?

¿Por qué, entonces, semejante crueldad?

Conozco personalmente muchas monjas y frailes que conociendo el tema, no sólo no hubieran visto nada, sino que hubieran mantenido un respetuoso silencio.

Pero los supuestamente liberados, allí estuvieron, cometiendo asesinato a cuentagotas.

¿Cómo se entiende esto?

Muchos afirman que Freud escribió lo suyo condicionado por una sociedad victoriana donde todo lo sexual estaba intensamente condenado.

Pero no, no es así. Los diagnósticos de Freud tienen para mí un amplio grado de universalidad, sólo que difieren las formas culturales en las que la neurosis se manifiesta.

La nuestra es una sociedad de neurosis histeorides, vouyeristas y de angustias retrospectivas.

Mientras el discurso manifiesto afirma que el pudor no le interesa, que la intimidad no le interesa, y que hacer del sexo un espectáculo está bien, el contenido latente del discurso muestra un desplazamiento, hacia otros lugares, del habitual rechazo inconsciente a lo sexual.

Uno de esos lugares, fruto de la ambivalencia afectiva y un super yo más sutil, es la burla despiadada hacia el objeto sexual que se consume(2), mas no se consuma en la intimidad. Primero se lo expone casi compulsivamente (neurosis histeroide) y luego la audiencia degrada al objeto consumido. Más o menos como el amor/odio que el varón puede tener ante la prostituta, más o menos como el desprecio a veces manifiesto que casi todos tienen ante la modelito de moda a la cual mientras tanto se alienta en su exhibicionismo.

Muy retorcido, sí, y como es inconsciente, casi inimputable, excepto tal vez por la existencia banal que, sin distancia crítica, sigue las costumbres de la sociedad occidental actual.

El pudor sigue siendo el gran aliado del sexo, el gran protector de su pulsión, connatural a un super-yo que sabe lo que hace ante la mirada de los otros. Ahora el pudor sigue existiendo, pero retrospectivo: en neurosis de angustia luego de la intimidad exhibida, más angustiosas aún cuanto más tienen que ocultarse. Lo primero que hizo la pobra niña fue hacer como si nada pasara, pero eso fue lo peor. Al final, dado que no era psicótica, vino la culpa, y sin atención psicológica y espiritual, vino el suicidio.

Mientras tanto los que se burlaron de ella con toda liviandad y crueldad, cual verdaderos soldados nazis sumergidos en la banalidad de su invisible ejército nazi-masificado-supuestamente/liberado, allí están, seguramente riéndose de otra cosa en alguna escapada nocturna.

Triste. Muy triste.

—————————

(1) «…………..Así de cruel, estúpida y contradictoria es la cultura hipócrita del hipersexualismo. Del tabú del sexo pasamos al tabú del amor. Primero te dicen adorá tu cuerpo y mostralo sin barreras. Después te entierran vivo por idiota.

Qué pasó con el amor… Pasó de moda??? Es anticuado decir no necesito saberme el kamasutra para decirte que te amo. Y amar… Acaso no era en el dolor y en la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, en la juventud y en la vejez. Se llama cagazo… Pero alguna vez este cuerpo se marchita y uno se vuelve a mear en los pañales. La guita en algún momento se va y no vuelve más. Y nunca faltan los dolores para confirmar que estamos vivos.
Me cansa ver en los terrores en los que vivimos, huyendo de una compra a la otra para demostrar que no hay nada dentro por lo que vivir.
El sexo es una realidad maravillosa, el bálsamo de tantos dolores y tristezas cuando se lo abraza con ternura. La puerta abierta a la novedad de los hijos. El lugar donde la intimidad se viste sin máscaras y deja lugar a la autenticidad.
De verdad que cansa tanta estafa y me duele mucho el alma de esta pobre chica a la que matamos con nuestra hipocresía…….»

(2) Desplazamiento de la pulsión de muerte hacia sí mismo….

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

¿ES PELIGROSO INTERNET?

Por Alberto Benegas Lynch (h)

Lo primero es poner de manifiesto la trascendencia de la intimidad o la privacidad. Antes incluso de apuntar la importancia del derecho de propiedad sobre nuestras cosas, debe señalarse la prioridad que tiene el derecho sobre nuestro cuerpo y de nuestros pensamientos lo cual es parte sustancial del derecho a la vida (que supone el derecho a usar y disponer de lo propio). El manejo de nuestras personas es atributo central de cada uno puesto que no pertenecemos a nadie más que a nosotros mismos.

De esta secuencia argumental deriva la separación de cada uno del resto como personas distintas que merecen respecto, consideración debido a la dignidad de cada cual. La interferencia en la intimidad o privacidad de la persona sin su consentimiento y sin que se haya expuesto públicamente constituye un atropello a su derecho más preciado. Como ha puesto de manifiesto Milan Kundera: “La persona que pierde su intimidad lo pierde todo”.

Cuando lo privado se hace público o de otros, naturalmente deja de ser privativo de la persona con lo que lo más íntimo se invade y, por ende, se diluye, es como si se perdiera el núcleo del individuo para integrar una acervo común, en otros términos, el yo deja de tener los atributos de la personalidad propia para ser compartido por todos o de un grupo no querido, ajeno y extraño.

Es por esto que la Cuarta Enmienda de la Constitución estadounidense (y de todas las de países civilizados) alude al derecho inalienable de las personas a que sus pertenencias, papeles y efectos no sean violados bajo ningún concepto y que solo pueden invadirse con expresa autorización de juez competente en base a la debida prueba de un probable delito.

Antes he escrito sobre los inconvenientes del mal uso de Internet (“Internet, la mente y el cerebro”) que igual que todo instrumento puede emplearse bien o no, desde el martillo en adelante que puede servir para clavar un clavo o para romperle la nuca al vecino. Ahora, en cambio, conecto esta herramienta tan útil y conveniente para muy diversos propósitos con el avasallamiento de la privacidad.

Hace unos días me regalaron un libro de Juilian Assange en colaboración con Jacob Appelbaum, Jerémie Zimmermann y Andy Müller-Maguhn titulado Criptopunks. La libertad y el futuro de Internet. En otras oportunidades he consignado en mis columnas una defensa de Wikileaks y al episodio de Edward Snowden (“El caso de Wikileaks” y “Edward Snowden en la encrucijada” respectivamente) en donde, independientemente de las características individuales de las personas involucradas, sostuve (y sostengo) lo vital de la libertad de prensa en una sociedad abierta y la obligación de gobiernos republicano a transparentar sus actos ante sus mandantes.

En este caso me detengo a considerar algunos pasajes de lo escrito por los autores del libro de marras sin perjuicio de aclarar que no comparto todas las manifestaciones que el trabajo contiene (el cual, además, incurre en severas contradicciones como su alabanza a algunos regímenes dictatoriales latinoamericanos, aunque, por ejemplo, en su entrevista en “Visión Global” de NTN24, el 21 de octubre del corriente año, fustigó severamente a Cuba por no tener libertad de expresión y, con anterioridad, manifestó pensamientos interesantes en el reportaje que le hiciera Ron Paul, en “Ron Paul Channel”, el 3 de septiembre, también este año). De cualquier modo, el eje central de este texto consiste en sostener que la maravilla de nuestra época (Internet) puede convertirse en la tumba de las libertades individuales si no se frena el espionaje realizado principalmente por los aparatos estatales teóricamente encargados de velar por los derechos de las personas.

Para precisar este peligro del Gran Hermano orwelliano a través del espionaje que a esta altura de los acontecimientos es del dominio público, a continuación cito algunos de los comentarios de Assange en el libro de referencia que entiendo son suficientemente claros como para consumir tiempo en glosas. Recordemos el pensamiento de Benjamin Franklin de 1759 que uso como epígrafe en uno de mis capítulos de mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos donde trato en detalle el problema de la seguridad: “Aquellos que renuncian a libertades esenciales para obtener seguridad temporaria, no merecen ni la libertad ni la seguridad”. En este sentido, hay un excelente artículo de Antonella Marty sobre la materia titulado “Los Estados Unidos de Barack Obama: ¿1776 o 1984?”

Paso entonces a las citas anunciadas: “Internet, nuestro mayor instrumento de emancipación, ha sido transformado en la más peligrosa herramienta del totalitarismo que hayamos visto […] De seguir su propio curso, en pocos años, la civilización global pasará a ser una distopía posmoderna de vigilancia”.

“La naturaleza platónica de Internet, los flujos de ideas e información está envilecida […] Sus pilares son cables de fibra óptica que se extienden a lo largo del suelo oceánico, satélites que giran sobre nuestras cabezas, servidores automáticos alojados en edificios de ciudades […] El Estado […] impedirá la independencia que habíamos soñado […] El Estado como sanguijuela en las venas y arterias de nuestra nuevas sociedades devorará toda relación expresada o comunicada […] un poder inimaginable”.

Los autores -igual que lo viene haciendo David Friedman y tantos otros intelectuales de fuste-  como defensa de los derechos de las personas principalmente frente al Leviatán que todo lo engulle a su paso, sugieren el extraordinario mecanismo de la criptografía (móvil) al efecto de convertir los mensajes en inviolables. Es de desear que este procedimiento pueda aplicarse a la brevedad para evitar convertirnos en seres expuestos de una manera total a las garras de las fenomenales estructuras de poder que nos consideran sus subordinados, súbditos sin el derecho elemental de conservar sus rincones privadísimos. Es para meditar con detenimiento.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.