El plan fue el no plan y fracasó

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 28/8/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/08/28/el-plan-fue-el-no-plan-y-fracaso/

 

Nicolás Dujovne, ministro de Hacienda (foto: Adrián Escandar)
Nicolás Dujovne, ministro de Hacienda (foto: Adrián Escandar)

Alguien le vendió al presidente Mauricio Macri el argumento que no hacía falta un plan económico. Que el plan económico era él, es decir, que con solo sentarse en el sillón de Rivadavia, con el kirchnerismo fuera del gobierno y removiendo algunos obstáculos como el cepo cambiario, iba a producirse una lluvia de inversiones que generarían un mágico efecto de crecimiento económico a pesar del monumental gasto público, la confiscatoria presión impositiva y la barrera a la contratación de empleados en blanco que es la legislación laboral.

Todos los serios problemas estructurales que viene arrastrando la economía argentina desde hace décadas y llevadas a un extremo insólito por el kirchnerismo, mágicamente iban a ser pulverizados por la presencia de Macri. La economía iba a crecer al 3% anual por alguna razón que nunca se supo cuál era, el gasto público congelado en términos reales iba a pesar cada vez menos sobre el PBI y el crecimiento iba a generar un ingreso tributario que se traduciría en una reducción del déficit fiscal.

Esa era toda la estrategia del Gobierno, sumado al menosprecio que tenía por presentar un plan económico consistente que generara confianza más allá de la que podía producir el cambio de gobierno.

Puesto en otras palabras, Mauricio Macri jugó el mismo juego que jugó Domingo Cavallo en 2001. Sobreestimar su imagen para cambiar las expectativas y el rumbo de la economía sin necesidad de grandes reformas estructurales.

Lo concreto es que el macrismo subestimó la fenomenal crisis que heredaba del kircherismo. Ese fue un grosero error tanto económico como político.

Eternos errores de comunicación, y algo más

1. El mayor error estuvo en nunca contar la herencia recibida. Mil argumentos se han dado desde el gobierno para justificar su falta de comunicación de la herencia recibida:

2. No fue que si contaban todo no conseguían fondos del exterior para financiar la transición; argumento muy infantil porque los economistas de aquí sabíamos la herencia que se recibía y en el exterior tenían la misma información que teníamos acá. La que no tenía idea de lo que se heredaba era el conjunto de la población no especializada en temas económicos. A esa había que informarle la herencia recibida.

3. Decían que se afrontaba el riesgo de tener una corrida cambiaria. Si este fuera el argumento, no previeron que la corrida la iban a tener un tiempo más adelante y les llegó justo este año, cuando es más difícil explicar porque hay que hacer un plan económico de mayor orden fiscal para frenar la corrida.

4. Encima de no querer armar un plan económico, de no querer tener un ministro de Economía fuerte con un plan al estilo tradicional y de no querer comunicar la herencia recibida, desarmaron una bomba, que era el cepo, pero armaron otras que fueron el de las Lebac y el de la deuda parar financiar el déficit fiscal.

5. Si creían que no hacía falta implementar reformas estructurales, el acceso al crédito externo los llevó a hacer la plancha en todo lo que tenía que ver con reformas estructurales. Eso hizo que agrandaran el problema porque ahora, en el medio de una corrida cambiaria hacia el dólar, tienen que desarmar la bomba de tiempo de las Lebac y encima mantener la tasa de interés en niveles insólitos, lo cual hace que sea un sueño imaginar alguna tasa de crecimiento en lo que resta del año.

La esperanza en la nueva cosecha

Si antes Macri desconfiaba de un ministro de Economía con trayectoria, ahora tiene que rezar para que el tiempo se porte bien con Argentina, porque otra cosecha mala en el año electoral puede ser bastante difícil de sobrellevar.

El gráfico previo muestra el peso de los intereses de la deuda sobre los ingresos tributario (sin considerar los aportes y contribuciones patronales) en los primeros 7 meses de los últimos tres años. Como puede verse, prácticamente duplicó su relevancia en muy poco tiempo.

Esto le deja menos margen de maniobra al Gobierno para financiar el gasto corriente. De acuerdo a los datos fiscales que viene ofreciendo el Gobierno, todo indica que la reducción del déficit fiscal primario queda neutralizado por el peso de los intereses de la deuda que hubo que tomar para financiar este gradualismo, que fue hacer la plancha durante dos años y medio esperando la lluvia de inversiones.

Si en el corazón de Cambiemos no había ningún espíritu por implementar reformas estructurales, el financiamiento externo los terminó de adormecer en el tema de la deuda. Durante todo el 2016 y el 2017 se durmieron tomando deuda. Así que ahora tenemos un problema estructural de alto e ineficiente gasto público, feroz carga tributaria, los intereses de la deuda que se comen la recaudación, la tasa de interés por las nubes, la economía en recesión y presiones sobre el mercado de cambios a un año de las PASO.

No me parece intelectualmente honesto por parte del Gobierno decir que la recesión es culpa, aunque sea en parte, del tema de los cuadernos. La realidad es que el tema de los cuadernos empezó el 1 de agosto de 2018 y la corrida cambiaria comenzó en marzo-abril, en tanto que la recesión se ve en la caída del Estimador Mensual de Actividad Económica del 0,6% en abril, siguió en mayo con 5,2% y en junio 6,7%. Los cuadernos no tienen nada que ver con la actual caída en el nivel de actividad, ni con Turquía o la suba de la tasa de interés en EE.UU.

El serio problema económico que tenemos hoy, es un 90% consecuencia directa del gradualismo y un 10% producto de la suba de la tasa de interés en Estados Unidos, salvo que quisieran que la tasa no subiera en EE.UU. para endeudarse eternamente.

A los que proponíamos el shock, es decir, anunciar un plan económico consistente y avanzar a mayor velocidad, nos tildaron de plateistas, libera lotes y demás descalificaciones porque, supuestamente no entendíamos de las limitaciones de estar en la cancha. Las restricciones políticas, sociales y demás argumentos. Si se hacía cualquier avance a mayor velocidad había una crisis social.

Pregunta: ¿qué tenemos ahora?

Fruto de la impericia en el manejo de la economía y de la estrategia política elegida, la gente está de malhumor, no solo el conurbano bonaerense sino también la clase media, la economía está en recesión y tienen que hacer malabarismos para dominar el mercado de cambios a pesar de la tasa de interés disparatada.

¿Cómo enfrentan este problema, ahora, a un año de las PASO?

Yo diría que tan geniales no estuvieron aquellos que creían que podían despreciar la necesidad de un equipo económico con experiencia y horas de vuelo en esta Argentina turbulenta (al menos no se hubiesen llevado por delante la tormenta de las Lebacs que era muy previsible y obvia) y también despreciar la necesidad de presentar un plan económico consistente.

Ahora queda por debatir si a un año de las PASO hay que jugarse a todo o nada anunciando un plan económico consistente con alto contenido de reformas de fondo o jugarse a todo o nada que el clima acompañe y que EE.UU. apoye en los momentos de mayor turbulencia del mercado de cambios. Muchas más opciones no veo por delante.

En nombre del pragamatismo dilapidaron dos grandes oportunidades: la primera el 10 de diciembre de 2015 cuando Mauricio Macri tenía todo el apoyo de la gente y en 2017 luego de ganar cómodamente las elecciones de medio término. Un lamentable desperdicio de tiempo.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Los números fiscales indican que hay que acelerar el gradualismo

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 23/1/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/01/23/los-numeros-fiscales-indican-que-hay-que-acelerar-el-gradualismo/

 

La semana pasada el ministro Nicolás Dujovne presentó las cifras de diciembre y de todo 2017

 

Como era de esperar, Hacienda presentó un panorama fiscal alentador donde muestra un sobrecumplimiento de la meta de reducción del déficit fiscal primario, que en vez de ser 4,2% de PBI terminó siendo 3,9% de PBI en vez del 4,2% que se había puesto como meta.

En 2016 el déficit fiscal primario, es decir, sin considerar los intereses de la deuda pública, fue del 4,3% del PBI, con lo cual la reducción del déficit fiscal fue de 0,4% del PBI.

El problema es que el gradualismo requiere de financiamiento del déficit fiscal mientras el Gobierno se toma su tiempo para bajarlo. Es decir, hay un costo financiero por escapar al shock que son los intereses de la deuda pública que hay que pagar mientras se llega al equilibrio fiscal.

En 2016, los intereses de la deuda pública (sin considerar los intereses de la gasto cuasifiscal que genera el Banco Central) fueron 1,6% del PBI y en 2017 subió a 2,2% del PBI. Es decir, el gasto financiero aumentó 0,6 puntos del PBI contra una baja del déficit primario de 0,4 puntos del PBI.

En otras palabras, el rojo fiscal, incluyendo los intereses de la deuda, como corresponde, fue del 5,9% de PBI y del 6,1% del PBI, lo que significa que el modelo gradualista, tal cual está planteado, no converge hacia el equilibrio.

El debate ya deja de ser cuánto tiempo nos financian desde afuera para ir bajando gradualmente el déficit fiscal, sino que, de acuerdo a los datos de 2017, hay que preguntarse si nos van a financiar un desequilibrio fiscal creciente.

Y por favor que no me vengan con la historia de que los intereses se refinancian. Ya tuvimos varias experiencias al respecto para saber que no nos financian cualquier nivel de déficit fiscal.

Insisto, aquí el problema del ritmo de gradualismo que aplica el Gobierno conduce a un aumento del déficit fiscal y no a una baja. Aclaro lo del ritmo de gradualismo porque es obvio que no todos los cambios se pueden hacer de un día para otro, pero tener un rumbo de cambio es fundamental y, lamentablemente, no se observa ese rumbo de cambio en materia fiscal, y si lo hay es muy leve donde el peso del ajuste recae por completo sobre el sector privado lo cual impide tener tasas de crecimiento económico sostenidas.

Veamos un par de números

El gasto en subsidios económicos (tarifas de luz, agua, gas, etc.) se redujo en $65.466 millones en 2017 respecto a 2016. Esto es producto del incremento de las tarifas de los servicios públicos, pero el gasto en subsidios sociales como AUH, Argentina Trabaja, Pensiones no contributivas, etc. aumentó $82.267 millones. Todo lo que se ahorró de gasto y que salió del bolsillo del consumidor fue a parar a más subsidios sociales, incluso un 26% más, cuando en rigor debería haber disminuido la presión impositiva. Es importante aclarar que en ese incremento no se incluyen las mayores erogaciones por jubilaciones y pensiones.

En otras palabras, la gente paga más por la luz, el gas, el transporte, etc. pero la idea debería ser que el menor gasto por la reducción de subsidios económicos se tradujera en menor carga impositiva o por lo menos en una reducción final del déficit fiscal.

(Adrián Escandar)

(Adrián Escandar)

Vale la pena aclarar que si el Gobierno destina cada vez más dinero a planes sociales, lejos estamos de transitar una política económica exitosa, entendiendo por exitosa una política económica que cada vez más gente se mantiene gracias al fruto de su trabajo y no de subsidios sociales.

Suele argumentarse que no se puede ir más rápido porque si se recortaran los planes sociales o se redujera el número de empleados públicos habría un estallido social y se perdería gobernabilidad. Uno nunca sabe si este es un argumento para continuar con cierto grado de populismo que permita seguir ganando elecciones o si realmente hay temor a adoptar esas medidas.

Sí podemos afirmar que no va a haber financiamiento indefinido para esta política fiscal populista. Puesto de otra forma, es cierto que el Gobierno quitó el cepo cambiario, eliminó los controles de precios y se respira un aire de menores regulaciones, pero en lo fiscal no se observan cambios contundentes. Por otro lado, como siempre sostengo, es preferible endeudarse para bajar el gasto público, mejorar rápidamente el flanco fiscal y despejar el horizonte de dudas que hay respecto a ese punto, que continuar endeudándose para cubrir el déficit fiscal.

Considerando que los números fiscales no tienden a cerrar, el argumento que si se hace otra cosa los opositores le prenden fuego al país es ridículo, porque uno podría decir que es cambiar un incendio de la oposición por el incendio que puede producirse si se corta el financiamiento externo para cubrir unas cuentas públicas que no tienden a cerrar sino que tienden a ampliar la brecha fiscal.

Justamente, el presidente Mauricio Macri acaba de iniciar un viaje para, entre otras cosas, tratar de captar inversiones. Pasamos de la lluvia de inversiones a la danza de la lluvia de Les Luthiers. La realidad es que no hace falta hacer ningún viaje. Los inversores en el exterior saben muy bien la situación económica y política del país. Afuera también hay internet y se sabe que las cuentas fiscales no cierran.

El inversor externo y el local saben que ya no existen las locuras de Moreno, las torpezas de Kicillof o las arbitrariedades de Cristina Fernández. Pero esas son condiciones necesarias pero no suficientes para invertir en Argentina. Porque los inversores miran y saben que la presión impositiva es la misma, la legislación laboral es similar y la inconsistencia fiscal sigue estando presente.

En síntesis, nadie pide cambiar 70 años de decadencia en dos años de gobierno de Cambiemos. Lo que se pide es que el Gobierno tome conciencia que este ritmo de gradualismo no lleva a buen puerto.

 Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

Grises fiscales en el 2017

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 21/1/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/01/21/grises-fiscales-en-el-2017/

 

Con claro entusiasmo, Cambiemos anunció los resultados fiscales del 2017. El déficit primario de 3,9% del PBI sobrecumplió la meta fiscal para el 2017 de 4,2 por ciento. Estos resultados positivos se acompañan señalando el crecimiento que estaría mostrando la economía argentina. Todo parecería indicar que la economía nacional está en buen camino y que el gradualismo muestra sólidos resultados. Sin embargo, como varios economistas ya vienen señalando, una mirada más cuidadosa de los números fiscales y de la actividad económica no justifica tanto entusiasmo por parte del oficialismo.

La primera cuestión es que el déficit primario es un resultado parcial de la situación fiscal del país. Deja de lado, justamente, los intereses de la deuda. Al elegir financiar el déficit fiscal con deuda no se puede dejar de lado el pago de intereses al momento de evaluar el desempeño fiscal. Es similar a una empresa que toma deuda para iniciar un nuevo proyecto y en su cálculo de costos y beneficios no considera el pago de intereses. Claramente el banco cuestionaría la validez de dicho análisis. El déficit que al final del día importa es el financiero, que tiene en cuenta el pago de intereses. Mientras el déficit primario creció un 17,5%, por debajo de la inflación, el déficit financiero superó a la inflación al crecer un 32,5% y ubicarse en 6,1% del PBI. Ciertamente el entusiasmo del Gobierno no sería el mismo si las metas fuesen sobre el déficit financiero en lugar del primario. El déficit financiero, a su vez, deja de lado el pago de interese intra sector público, como si usted decidiese ignorar de sus cuentas familiares el pago de intereses por la deuda que tiene con su hermano. Al considerar estos intereses, el déficit financiero crece un 34,5% y se ubica en el 6,9 por ciento. Es por este motivo que cada vez más voces indican que el gradualismo tiene más costos fiscales que beneficios.

¿Cómo se obtuvo la mejora en el resultado primario? Principalmente con reducción de subsidios y aumentos de tarifas. Es decir, Cambiemos le endosó el ajuste fiscal al contribuyente. Sin embargo, este ahorro en subsidios al sector privado se vio más que compensado por aumento en prestaciones sociales. Dos componentes, jubilaciones y asignaciones familiares y por hijo aumentaron por encima de la inflación. El aumento de los gastos sociales por encima de la inflación duplica el ahorro en subsidios. El aumento de intereses (sin siquiera contar los pagos intra sector público) es 1,3 veces el ahorro fiscal en subsidios. Las metas de déficit primario no solo son de limitada relevancia, sino que van en contra de la transparencia y confunden al público. La historia que cuentan los números primarios es distinta a la que cuenta el resultado financiero. Sería más transparente y preciso expresar las metas primarias del Gobierno en metas fiscales. Dejar de lado costos que corresponde computar es tan erróneo como incorporar ingresos que no corresponden, como se hacía bajo el kirchnerismo.

El peso de los intereses no debe ignorarse. A fines del 2015, el pago de intereses (teniendo en cuenta intra sector público) representaba el 9% de los ingresos fiscales. En el 2016 aumentaron al 11,5%, en parte debido a la salida del default. En el 2017 el aumento se aceleró, se ubicó en 15,4% de los ingresos fiscales del Tesoro. A modo de referencia y sin querer sugerir que sea un número crítico, el pago de intereses antes de la crisis del 2001, a fin del año 2000, representaba el 17,4% de los ingresos fiscales. Si en el 2018 el peso de los intereses vuelve a aumentar cuatro puntos como lo hizo en el 2017, entonces superaría el valor de fines del 2000.

La segunda cuestión es que del lado de los ingresos también se ven algunos datos sugestivos. El 12% de aumento de los ingresos en el 2017 se explica por rentas de la propiedad, que aumentaron un 158% (especialmente el poco claro componente «resto» de las rentas de la propiedad). Si las rentas de la propiedad hubiesen crecido al mismo ritmo que la inflación, entonces el déficit primario sería del 5,0%, habiéndose incumplido la meta fiscal por 0,8 puntos. Esto ubicaría al déficit financiero en 7,2% del PBI (sin intereses intra sector público) y en 8% del PBI (con intereses intra sector público).

El tercer problema es que el Gobierno parece estar confundiendo genuino crecimiento económico con un proceso de recuperación económica. Las tasas interanuales de crecimiento en torno al 4% que repetidamente se mencionan se obtienen debido a la caída de actividad del 2016. Ya hace algunos meses que la serie desestacionalizada del estimador mensual de actividad económica (EMAE) muestra estancamiento económico. Por ejemplo, la variación anualizada entre julio y octubre (último dato disponible) es de -0,27 por ciento. De hecho, el pico del EMAE bajo el Gobierno de Cambiemos aún no ha superado al máximo valor del kirchnerismo en el 2015. La misma desaceleración se observa en la serie cuatrimestral del PBI real. Si este estancamiento continúa, a la par del relajamiento de las metas de inflación, Argentina podría acercarse nuevamente a un escenario de estanflación. El gradualismo habría entonces vuelto a su punto de partida. Cambiemos estaría descansando en la riesgosa apuesta de que la economía va a crecer a significativa velocidad por un largo período de tiempo, sin fundamentos claros y a pesar de que los datos hoy no acompañan este escenario.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

Metas fiscales sinceras para el nuevo ministro de Hacienda

Por Adrián Ravier. Publicado el 3/1/17 en: http://www.infobae.com/opinion/2017/01/03/metas-fiscales-sinceras-para-el-nuevo-ministro-de-hacienda/

 

Fijar metas sobre el déficit fiscal consolidado tiene sus dificultades, pero al menos no se le estará mintiendo a la gente

La selección del nuevo ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, parece acertada. En sus primeras palabras en la nueva función reconoció que el Gobierno está «administrando recursos de terceros, de la sociedad», palabras que son lógicas pero que escaseaban en las bocas de los pasados ministros del área. Durante décadas la irresponsabilidad fiscal ha sido la norma.

Los titulares de los diarios expresan los tres objetivos que se plantea el nuevo ministro: «Bajar el déficit, subir el gasto de infraestructura y disminuir impuestos distorsivos». No hace falta ser economista para notar la obvia inconsistencia entre ellos. Haría mucho bien que el Gobierno sustituyera la idea de gasto público en infraestructura por incentivos a la inversión privada, a través de concesiones a empresas multinacionales especializadas en distintas áreas, que de hecho ha sido la norma en el desarrollo de infraestructura de la región en los últimos 25 años.

Pero esta nota tiene otro objetivo, que es cuestionar las metas fiscales que se propone el Gobierno. En pocas palabras, el objetivo de Dujovne es similar al que tenía Alfonso Prat-Gay, en reducir el déficit fiscal primario de nación del 4,8% actual (a confirmarse en los próximos meses) hasta 3,3% para 2017 (aun cuando el presupuesto lo estima en 4,2%), del 1,8% para 2018 y del 0,3% para 2019.

El éxito del blanqueo y la esperada recuperación de la actividad económica ayudan a tener cierto optimismo de corto plazo respecto del cumplimiento de estas metas, pero bien podría ocurrir que las metas se alcanzaran y, sin embargo, el déficit fiscal consolidado, que es el que importa, se mantuviera en los preocupantes niveles actuales.

En primer lugar, el déficit consolidado debería tener en cuenta tanto el que alcanza la nación como el que alcanzan las provincias y los municipios. Afortunadamente, Dujovne ha tenido en cuenta este factor, al menos en el objetivo de comprender a las provincias en algún tipo de ley de responsabilidad fiscal. No puede dejar de mencionarse aquí la defensa que ensaya Domingo Cavallo cuando lo atacan por su gestión en materia fiscal durante el menemismo. Lo cierto es que alcanzó cierto equilibrio fiscal en nación, pero los déficits que acumularon las provincias llevaron al país a la ruina. Por más que el ex ministro lo niegue, era su responsabilidad acordar un equilibrio fiscal en los tres niveles y no sólo a nivel nacional.

En segundo lugar, el déficit consolidado debe considerar los intereses de la deuda. Es sabido que Argentina emprendió este año un programa de transición excesivamente gradual apoyado sobre el endeudamiento público. La medida se justifica quizás en cuestiones políticas y sociales, pero lo cierto es que Argentina cuenta con una deuda que gradualmente elevará los intereses por la deuda pública.

Si Argentina establece metas fiscales enfocadas sólo sobre el déficit primario, no contemplará el déficit que acumula por la vía de los intereses de la deuda. Bien puede ocurrir que las metas se alcancen, reduciendo, por ejemplo, el déficit primario de 4,8% al 3,3%, pero al mismo tiempo se eleve el déficit consolidado por la vía de los intereses de la deuda. La hipótesis resulta bastante probable considerando las necesidades de deuda que tiene el país para este ejercicio.

Argentina puede alcanzar la meta en 2019 de un 0,3% de déficit fiscal primario para nación, pero todo su alcance puede verse neteado si no se contiene el déficit de provincias, y si los intereses de la deuda aumentan en los próximos tres años.

Nuestro país bien podría cerrar 2019 alcanzando las metas fiscales, pero con un déficit consolidado de 4,6 por ciento. Se podrían cumplir las metas fiscales, que las provincias mantuvieran el déficit actual y que los intereses se incrementaran un 0,2% cada año. No parece ser un escenario pesimista.

Fijar metas sobre el déficit fiscal consolidado tiene sus dificultades, pero al menos no se le estará mintiendo a la gente afirmando que el desequilibrio fiscal estará resuelto. Tal como están planteadas las metas fiscales, Argentina sólo cambiará la composición de las partidas, pero el déficit fiscal seguirá siendo parte de nuestra historia con sus obvias consecuencias lógicas: presión tributaria récord, altísima inflación, o explosión de la deuda y altos intereses para la inversión.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.