La revancha autocrática

Por Constanza Mazzina. Publicado el 7/6/21 en: https://www.demoamlat.com/la-revancha-autocratica/

La contraola autoritaria: signo y seña del populismo que amenaza con borrar del mapa las conquistas del estado de derecho que supone la democracia, las libertades individuales que plantea el liberalismo político, la separación y autonomía de poderes propia del republicanismo, la transparencia y rendición de cuentas, los límites a los mandatos. Las autocracias instalan un discurso único con que representar la realidad bajo la lógica paranoide de amigo-enemigo y proponen una versión verticalista de construir poder irradiado desde la figura del personalismo que lo centraliza.

La caída del Muro de Berlín trajo aparejada una gran ola de optimismo que nos llevó a creer la ilusión de que, ya al cierre del siglo XX, el mundo había aprendido una lección: si no habíamos llegado al fin de la historia —tal como escribía Fukuyama en aquel entonces —, cuanto menos, parecía el fin de una historia de confrontaciones mundiales entre modelos autoritarios y democráticos. 

Era la culminación de un proceso iniciado a mediados de los setenta, una oleada especialmente fuerte en pro de la democratización en el mundo: la tercera ola. Pensábamos entonces que el oleaje inundaría el planeta y que había llegado para quedarse. Pronto, muy pronto, el optimismo se fue desvaneciendo y comenzamos a hablar de recesión democrática y de la contraola autocrática. La tercera ola en América Latina ha cumplido sus 40 años y parece sumida en la “crisis de los 40”. Repitiendo viejas mañas y consolidando nuevas, las democracias de la región, son, en el mejor de los casos, “democracias con adjetivos”.

El término “democracia con adjetivos” fue desarrollado por Collier y Levitsky a finales de los años noventa, para calificar a las democracias de la tercera ola cuando, pasados unos años, mostraban ya signos preocupantes. Aquellos adjetivos iban al centro de los atributos de las democracias liberales: si el sufragio tenía problemas (las elecciones no eran libres, limpias o competitivas), configuraba una “democracia oligárquica”; si estaban restringidas o cercenadas las libertades civiles: se abrían paso las “democracias iliberales”; si la oposición era perseguida o limitada por diversos medios, entonces se llegaba a una “democracia controlada”.

¿Qué adjetivo ponerle a las democracias latinoamericanas en la actualidad? Patrones estructurales subyacen en la política regional que, combinados, pueden incluirse en todos los tipos de democracias con adjetivos. Es decir, el conjunto de problemas que muestran nuestras democracias atraviesan la historia de todos los Gobiernos de la tercera ola, y convierte a esos “adjetivos” en problemas sistémicos, no ya coyunturales: algunos Gobiernos limitan las libertades (fundamentalmente de prensa y expresión), en otros casos, el sufragio no es libre o no es competitivo; algunos, incluso, persiguen a la oposición. En el extremo, Cuba que, hasta el momento, no inició el proceso de democratización. Los casos de Venezuela y Nicaragua muestran el camino inverso: la desdemocratización y el regreso autoritario están siempre a la orden del día. Estos últimos también han mostrado que en la actualidad las democracias mueren en las manos de líderes electos que hacen uso y abuso del poder para subvertir los mecanismos democráticos a través de los cuales llegaron al poder; una a una van desmantelando instituciones, derechos y libertades. Como señaló el reconocido politólogo Andrés Malamud: “hasta la década de 1980, las democracias morían de golpe (breakdowns). Literalmente. Hoy no: ahora lo hacen de a poco, lentamente. Se desangran entre la indignación del electorado y la acción corrosiva de los demagogos.[1]”

En el año 2020, Latinoamérica se convirtió en una de las regiones más afectadas por la pandemia del virus COVID-19 a nivel internacional, enfrentar este desafío evidenció los grandes problemas sociales, políticos y económicos que,  en mayor o menor grado, todos los países de la región padecen. Era previsible que esta circunstancia pusiera al desnudo las debilidades estructurales de los Estados latinoamericanos: cuales gigantes de pies de barro, los problemas de infraestructura, desarrollo (o su ausencia) y calidad institucional quedaron expuestos y generaron un cóctel cuyas consecuencias aún no han terminado de cristalizarse. 

El Índice de Transparencia que mide la percepción de la corrupción muestra que los Gobiernos de la región tomaron medidas extraordinarias para combatir la pandemia en forma de varios estados de emergencia que restringieron los derechos civiles. Estas restricciones limitaron las libertades de expresión y reunión, debilitaron los controles y equilibrios institucionales y redujeron el espacio para la sociedad civil. Esto produjo una retracción de las instituciones de supervisión y control y, por lo tanto, un aumento en la percepción global de la corrupción. El informe de Transparencia señala: “Con una puntuación media de 43 por quinto año consecutivo, las Américas es un polo de corrupción y mala gestión de fondos siendo una de las regiones más afectadas por la crisis de la COVID-19. Canadá y Uruguay mantienen las puntuaciones más altas, con 77 y 71 puntos respectivamente. Nicaragua, Haití y Venezuela obtienen el peor desempeño, con 22, 18 y 15 puntos respectivamente”.

Pero para 2020, el Índice de Democracia de The Economist Intelligence Unit en su decimotercera edición, registraba el impacto del coronavirus (COVID-19) en la democracia y en la libertad en todo el mundo. Analizaba cómo la pandemia se tradujo en la retirada de las libertades civiles a gran escala y alimentó una tendencia existente de intolerancia y censura de la opinión disidente. Como se registra en el Índice en los últimos años la democracia no ha gozado de buena salud y, en 2020, su fortaleza fue puesta a prueba aún más por el brote de la pandemia de coronavirus. El puntaje global promedio en el Índice de Democracia 2020 cayó de 5.44 en 2019 a 5.37. Esta es por lejos la peor puntuación mundial desde que se elaboró ​​por primera vez el índice en 2006. El resultado de 2020 representa un deterioro y se produjo, en gran medida, pero no únicamente, debido a las restricciones impuestas por los Gobiernos sobre las libertades individuales y las libertades civiles que se produjeron en todo el mundo en respuesta a la pandemia. El deterioro en América Latina muestra la fragilidad de la democracia en tiempos de crisis y la voluntad de los Gobiernos de sacrificar las libertades civiles y el ejercicio de la autoridad sin control en una situación de emergencia.

La literatura sugiere que hay tres elementos que, combinados, dan lugar a una democracia moderna. Primero, el Estado tiene el monopolio del poder coercitivo en un territorio determinado y debe asegurar la paz. Segundo, el rule of law, que refleja valores comunitarios y está por sobre todos los ciudadanos, incluyendo a los propios gobernantes. Por último, la rendición de cuentas, que asegura la responsabilidad Estatal para con los intereses de la comunidad por medio de las elecciones. El error en el que caen las democracias actuales es asegurar solo elecciones mientras que se descuida la capacidad del Estado y el cumplimiento de la ley. Lo cierto es que democracia y liberalismo abordan dos cuestiones diferentes: la democracia es una respuesta a la pregunta de quién gobierna. Requiere que el pueblo sea soberano. Si no gobierna directamente, al menos deben poder elegir a sus representantes en elecciones libres, justas y competitivas. Por su parte, el liberalismo no prescribe cómo se eligen los gobernantes, sino cuáles son los límites de su poder una vez que están en el poder. Estos límites, que en última instancia están diseñados para proteger los derechos del individuo, exigen el Estado de derecho y generalmente se establecen en una constitución escrita e implica que a ella se sujeten gobernantes y gobernados. Los sucesivos cambios en la letra constitucional (las reglas de juego) de varios Gobiernos latinoamericanos en estos años [2] es muestra de la vulnerabilidad del Estado de derecho. La democracia requiere el respeto al Estado de derecho para garantizar los derechos políticos, las libertades civiles y los mecanismos de rendición de cuentas y limite los posibles abusos de poder. 

En esta línea, hacia el año 2013, el Dr. Mario Serrafero ofreció en una conferencia [3] una distinción entre dos formas de concebir, de definir la democracia que resulta pertinente en estos tiempos de tanta confusión y donde todo parece lo mismo y da lo mismo, pero no lo es: por un lado, la democracia liberal republicana, por el otro, la democracia populista. 

La democracia liberal republicana es heredera de las tradiciones que le dan su nombre, y de cada una de ellas recupera y precisa los elementos que la definen. Los elementos fundantes de la primera son el respeto por los derechos de los individuos, entendidos como libertades básicas (reunión, opinión, asociación, prensa), los mecanismos de frenos y contrapesos (check and balances), la temporalidad en el ejercicio del poder y la rotación en cargos públicos, la transparencia y rendición de cuentas (accountability) de los gobernantes. Si el liberalismo desconfía del poder, de allí su necesaria limitación, el republicanismo se define por oposición al cesarismo. En esta concepción de democracia ningún actor tiene jamás en sus manos todo el poder por un período de tiempo indefinido ni tiene la oportunidad de ejercerlo sin control ni contrapesos. En la genética de estas tradiciones está el respeto por quien piensa diferente (libertades) y la tolerancia. El Estado de derecho es la condición necesaria de este andamiaje y el Gobierno (y el gobernante) no puede hacer y deshacer la ley a su antojo, sino que la ley está por encima de aquel. 

La democracia populista, por su parte, precisa el mecanismo electoral para llegar al poder, pero una vez en el poder despliega cierto tipo de comportamientos diferentes. Empecemos por señalar que afecta primero la cultura pluralista (libertades, respeto, tolerancia) y las instituciones que promueven la limitación del poder y la rendición de cuentas. Así, Serrafero señalaba que la práctica de la democracia populista se centra en: la personalización del régimen, el predominio del poder ejecutivo en desmedro de los otros poderes, los que son subordinados, colonizados, redefinidos o cooptados por la centralidad presidencial; hay una permanente descalificación de la oposición y de los medios de comunicación no afines, la aplicación de la ley es desigual por lo que se desdibuja el Estado de derecho y hay un uso de la historia y de la conspiración como formas de relatar la realidad. El objetivo último es la refundación del Estado, del orden económico, político y social. De allí, las necesarias reformas constitucionales que den legitimidad a este nuevo orden. La violencia es una consecuencia de la omnipotencia de la mayoría y de la lógica pueblo-antipueblo. Como decía Serrafero “la lógica de la polarización y el conflicto reemplaza a la lógica de la negociación y la resolución pacífica de controversias entre los distintos sectores e intereses”. La ley política reemplaza el Estado de derecho.  

En este punto podemos entonces reconocer que la región atraviesa varias crisis: la primera, de los partidos políticos, del sistema representativo y del presidencialismo, ligado ello a la escasa cultura de rendición de cuentas. Desde el regreso a la democracia, la región ha vivido situaciones donde el “fusible” es la finalización anticipada del mandato presidencial. Ocurra esto por medio de su renuncia o de un juicio político, una cantidad de presidentes no han finalizado su mandato (desde Alfonsín, Collor de Mello, Abdalá Bucaram, Cubas Grau, Mahuad, Sánchez de Losada hasta Lugo o Dilma Rousseff). De alguna manera, esto destraba el juego y reencauza la institucionalidad política. Aunque es un cimbronazo con fuertes consecuencias políticas. 

Agreguemos a ello la cultura caudillista y personalista que persiste en la región: Dieter Nohlen (1994) entiende que el gen autoritario se encuentra “concebido constitucionalmente en América Latina” producto de un objetivo inicial que consistía en fortalecer, temporalmente, en los textos constitucionales al Poder Ejecutivo para reducir así la influencia de otros poderes, es decir, el gen autoritario se hace presente en la región como un elemento constitucional transitorio y fundamental para transitar  los primeros años de gobierno y conformación de la estatalidad. La tragedia en América Latina radica en que “el gen del autoritarismo que posee el constitucionalismo, ha tomado más fuerza que el propio constitucionalismo”, es decir, tanto el autoritarismo institucional como la presencia de liderazgos fuertes y personalistas en el Ejecutivo se han convertido en las claves políticas para entender el funcionamiento de los presidencialismos latinoamericanos. 

La segunda es la crisis de la democracia a la que hemos hecho referencia: hace años que la democracia no logra satisfacer a los ciudadanos latinoamericanos que están (y así lo expresan) cada vez más insatisfechos. Hasta ahora la insatisfacción se tradujo en apatía, desinterés, en “me da lo mismo”, pero también allana el camino al personalismo caudillista, a subtipos disminuidos de democracia que rayan el autoritarismo o son abiertamente autoritarios a plena luz del día, sin golpes de Estado, aferrándose a una fachada electoral pero con estrategias y prácticas indiscutiblemente autoritarias [4].

Finalmente, la crisis del Estado. El Estado-nación en América latina ha sido un problema desde sus orígenes. Estados truncos, incapaces de transformar un conjunto de instituciones en un proyecto de nación posible. Yace aquí la cuestión: el Estado es parte del problema, pero, para muchos, el Estado es también la solución. La demanda de más Estado en sociedades anómicas resulta en una trampa donde nadie quiere después pagar la cuenta. No debería importar el tamaño del Estado, sino sus capacidades. Un Estado eficaz, un mejor Estado. Este es un reclamo que no ha sido resuelto con las diversas fórmulas que se han intentado y que ha mostrado sus limitaciones a la hora de buscar resultados. La distancia ideológica que persiste en muchos países impide proyectos de largo plazo que involucren una institucionalidad estatal no sujeta a los cambios de partido de Gobierno. 

En todo caso, la pandemia facilitó la tendencia latinoamericana a la concentración del poder alrededor del poder ejecutivo y al excesivamente poco apego a la rendición de cuentas por parte de los gobernantes. Esta experiencia nos deja una pregunta latente: ¿necesita la democracia un conjunto de valores para funcionar? Si es así, ¿cuáles? ¿Qué valores son propios de la democracia y cómo fortalecerlos en nuestras aún muy débiles democracias? La democracia no es solo un ideal, sino que es el sistema de gobierno más adecuado para abordar una crisis de la magnitud y complejidad de la COVID-19. Como señala IDEA en su Llamado para defender la Democracia: en contraste con la propaganda autoritaria “los flujos de información libres y creíbles, el debate basado en hechos sobre las opciones políticas, la autoorganización voluntaria de la sociedad civil y el compromiso abierto entre el Gobierno y la sociedad son activos vitales para combatir la pandemia. Y todos son elementos claves de la democracia liberal. Solo a través de la democracia las sociedades pueden construir la confianza social que les permite perseverar en una crisis, mantener la resiliencia nacional frente a las dificultades, curar las profundas divisiones sociales mediante la participación y el diálogo inclusivos, y mantener la confianza en que el sacrificio será compartido y los  derechos de todos los ciudadanos serán respetados”. 

[1] https://nuso.org/articulo/se-esta-muriendo-la-democracia/

[2] Desde 1978, “para 2009, salvo Costa Rica, México, Panamá, República Dominicana y Uruguay, habían adoptado una nueva constitución, y algunos, como Ecuador, lo habían hecho en más de una ocasión.” (Negretto, G. 2015 La política de cambio constitucional en América Latina, p. 39)

[3] El texto completo puede consultarse en https://www.ancmyp.org.ar/user/files/13-Serrafero.pdf

[4] Según el último informe de Latinobarómetro: el promedio regional de satisfacción con la democracia es de 24%, el resultado más bajo para este indicador desde 1995, cuando comenzó a realizarse el estudio.

Constanza Mazzina es doctora en Ciencias Políticas (UCA), master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE). Fue investigadora de ESEADE, Fundación F. A. von Hayek y UADE. Fue docente de la Universidad del Salvador en grado y postgrado y en el postgrado en desarme y no proliferación de NPSGlobal. Es profesora de ciencia política en la Fundación UADE. Síguela en @CMazzina

Los 10 aciertos de Cambiemos en materia política y económica

Por Adrián Ravier.  Publicado el 27/5/19 en: https://www.cronista.com/columnistas/Los-10-aciertos-de-Cambiemos-en-materia-politica-y-economica-20190527-0057.html

 

En una nota reciente describí cuáles creo que fueron los 10 principales errores de Cambiemos en materia política y económica. Aquí me propongo señalar cuáles fueron sus 10 principales aciertos. Para hacerlo,
debemos distinguir un antes y un después de la crisis cambiaria de 2018.
Antes de la crisis cambiaria, me parece que fueron aciertos:
1. La quita del cepo cambiario que se desarrolló inmediatamente después de tomarlas riendas del gobierno, mostrando que los motivos que llevaron a su implementación carecían de toda lógica. Con esto el argentino dejó de
hablar de dólar blue, y recuperamos la unicación del tipo de cambio. También se terminó el privilegio de aquellos que podían acceder a un dólar oficial para importaciones, frente al común de la gente que debía adquirir dólares a una cotización 40 % más elevada

2. La quita de subsidios en los servicios públicos, que se concretó gradualmente durante todo el mandato, aun sabiendo del costo político que la medida implicaba. Con esto se resolvieron 12 años de atraso en las tarifas de los servicios públicos, lo que además permitió a las empresas recuperar niveles de inversión en infraestructura que eran indispensables.
3. En materia de relaciones internacionales, Cambiemos logró desvincular a la Argentina del eje socialista del siglo XXI, compuesto por Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia en América Latina, y también porIrán. Fue líder en la
región en oponerse al populismo de Maduro y las nefastas consecuencias sociales que hoy vive el pueblo venezolano. También se acercó a Occidente, puso en duda el bloque proteccionista del Mercosur y se acercó a la
Alianza del Pacífico, integrada por países cuya política económica hoy es modelo en la región.
4. La decisión de recomponer reservas,sabiendo que su saldo neto a diciembre de 2015 era prácticamente nulo. Es cierto que esta medida implicó un fuerte endeudamiento, pero al menos se utilizaron parcialmente para un uso adecuado.
5. El cumplimiento de su promesa de campaña en la quita de retenciones al agro. Con esta medida, Argentina logró una explosión en la producción de granos, además de favorecerla liquidación de una cosecha que permanecía
guardada del año anterior. Las economías regionales pudieron resurgir en 2016, que no fue un año fácil por el costo social de la devaluación generado por la quita del cepo cambiario.
En 2016 Cambiemos logró evitar una crisis mayor y en 2017 logró recuperar e incluso crecer hasta marzo de 2018.
Pero como se dijo en la nota previa, esa recuperación y crecimiento se sostenían en atraso cambiario y endeudamiento. El décit en cuenta corriente y el décit fiscal financiero encendieron luces de alarma que
numerosos analistas señalaron a tiempo, pero el gobierno las ignoró mientras pudo. Las malas noticias
internacionales producto de incrementos en la tasa de interés de Estados Unidos y una mayor iliquidez global relativa complicaron el financiamiento del déficit récord en cuenta corriente, y también del desequilibrio fiscal,
siendo la sequía y la mala cosecha el golpe de gracia. A partir de allí se pueden destacar otras cinco políticas acertadas.
6. Recurrir al FMI a tiempo permitió enfrentarla crisis cambiaria evitando un mal mayor. El plan económico ganó consistencia, una vez que se enfrentó el atraso cambiario con un corte abrupto en la intervención de este mercado.
La cotización del dólar saltó de 17 a 23, 28, 31, 35, 38, 41, para luego retroceder a 38 pesos. Si bien el dejar de
defender el peso tuvo un impacto recesivo e inacionario, la medida fue acertada para recortar el mayor décit de cuenta corriente de nuestra historia. Ya en 2019 la balanza comercial tiene saldo positivo.
7. Con las recomendaciones del FMI Cambiemos abandonó el gradualismo y optó por políticas de shock, las que entendemos debieron aplicarse desde 2016. Pero como dice el viejo lema: ‘más vale tarde que nunca.‘ Se corrigieron las metas fiscales, y Cambiemos optó por proponerse alcanzar el equilibrio fiscal primario ya en 2019. Si bien incrementó retenciones para alcanzar este objetivo, lo que fue señalado como un error, también ajustó gastos y subsidios en un año electoral, lo que debe ser valorado.
8. La crisis cambiaria tuvo muchas consecuencias sociales negativas, entre ellas subir la inflación. Pero un octavo acierto fue la decisión de cambiarla política monetaria hacia los agregados monetarios y establecer ja la cantidad de dinero hasta junio 2019. La política requiere de un tiempo para mostrar resultados, pero hacia fines de mayo de 2019 se observa que la presión inflacionaria empieza a ceder. No se puede desconocerla dificultad que implica luchar contra la inflación en un año electoral.
9. La creación de Leliqs pueden ser planteadas como un error dados ciertos fallos de política económica previa, pero en el momento que se aplicaron cuando se transitaba el desarme de Lebacs, las Leliqs lograron evitar una
hiperinflación. Esto me parece que es un noveno acierto de política económica. Que la tasa de interés sea endógena para que vaya bajando a medida que el mercado y las decrecientes tasas de interés lo vayan permitiendo, es un enfoque adecuado para resolver el problema a mediano plazo.
10. Tras un año de volatilidad cambiaria entre abril de 2018 y marzo de 2019, es quizás el décimo acierto que el gobierno haya convencido al FMI de intervenir en la zona de ‘no intervención‘ para sostener el dólar, ahora que el tipo de cambio es más ‘competitivo‘. No es lo mismo defender el peso en este contexto, que hacerlo con un décit de cuenta corriente récord, que era imposible de sostener con la escasísima generación de divisas que podía tener la Argentina con atraso cambiario.
Sin desmerecer el costo social que han tenido estas medidas, técnicamente se puede señalar que hoy están dadas las condiciones para recuperar el ritmo de actividad y luego volver a crecer, aunque por supuesto, la Argentina post primer gobierno de Cambiemos no está exenta de nuevos desafíos para enfrentar otros problemas estructurales heredados

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Es director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.

Liberales versus libertarios

Por Adrián Ravier.  Publicado el 19/1/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/01/19/liberales-versus-libertarios/

 

¿Por qué es importante llamar la atención de los lectores acerca de las diferencias de estos movimientos? Porque el fracaso del kirchnerismo abrió la puerta en la Argentina para un aporte liberal que busque reducir los excesos de la política económica de los años 2003-2015, pero no demanda la Argentina hoy una posición radical anarquista que propone eliminar al Estado

El cambio ideológico que hubo en la Argentina a partir de 2015, tras el fracaso del kirchnerismo, en reducir la pobreza y resolver otros males como la inflación o el estancamiento económico, no solo ha llevado a Maurico Macri a la Presidencia, sino que además ha dado lugar a nuevas posiciones de filosofía política y económica que contribuyen hoy al debate público.

Liberales y libertarios, que tenían limitado acceso a los medios, hoy reciben una renovada atención, pero no queda claro para la mayoría de los televidentes y los lectores qué diferencia a estas posiciones.

La confusión proviene de una deformación que en Estados Unidos se le ha dado al término «liberal» frente al que utilizamos en América Latina. «Liberal» en Estados Unidos es, por ejemplo, John Rawls, un intelectual cuya obra se utiliza frecuentemente como fundamento de la redistribución del ingreso. Un liberal en América Latina defiende más bien la libertad individual, la economía de mercado, la propiedad privada y el gobierno limitado, por lo que se opone en general a la obra de John Rawls y a los distintos fundamentos que sugieren quitar a unos lo que le pertenece para darles a otros lo que no les pertenece.

Es por ello que en Estados Unidos han creado un nuevo término para denominar a lo que nosotros entendemos como liberal, y es el término libertarian o, en español, ‘libertario’.

El libertario incluiría en Estados Unidos a quienes defienden los cuatro principios recién mencionados, aunque habría una calurosa y abierta disputa respecto del último término, esto es, el gobierno limitado. Los libertarios norteamericanos se podrían dividir entre los libertarios minarquistas, que consideran útil y necesario al gobierno, aunque en funciones limitadas, y los libertarios anarco-capitalistas de propiedad privada, que piensan que es innecesario contar con el ente gubernamental no solo en materia de educación, salud, infraestructura y pensiones, sino también en cuanto a dinero, seguridad y justicia.

La escuela austriaca fundada en 1871 y consolidada en los años 1920 es quizás la más representativa del movimiento libertario, pero no es hasta los años 1970 que surge puertas adentro una línea anarquista que subdivide a su tradición de pensamiento. Es importante notar que los principales pensadores de la tradición como Ludwig von Mises y Friedrich Hayek defendieron una posición liberal o libertaria minarquista, mientras que Murray Rothbard defendió una posición libertaria anarquista.

Es curioso también notar que el Ludwig von Mises Institute, con base en Auburn, Alabama y que fuera creado por el mismo Rothbard junto a Lew Rockwell, le ha dado a esta tradición de pensamiento austriaca una mirada más anarquista de la que el propio Mises defendió a lo largo de su vida.

¿Por qué es importante llamar la atención de los lectores acerca de las diferencias de estos movimientos? Porque el fracaso del kirchnerismo abrió la puerta en la Argentina para un aporte liberal que busque reducir los excesos de la política económica de los años 2003-2015, pero no demanda la Argentina hoy una posición radical anarquista que propone eliminar al Estado.

El debate filosófico que plantea el anarco-capitalismo o anarquismo de propiedad privada es sumamente interesante para los ámbitos académicos, pero distraen y confunden a la opinión pública cuando se plantean ideas extremas en ausencia de un adecuado contexto para estas propuestas. El resultado es un lógico y total rechazo a estas ideas.

Que hoy aparezcan libertarios radicales afirmando que el impuesto es un robo o que todos los políticos son delincuentes contribuye poco, me parece, a los problemas urgentes que debemos resolver.

El liberal o libertario minarquista hace un llamado mucho más oportuno y relevante para la Argentina de hoy, que es, sin ánimo de ser exhaustivo, insistir en terminar con los controles de precios, dejar de monetizar el déficit público, no abusar del endeudamiento, reducir todo lo posible el gasto público o al menos congelar el número de empleados públicos, abrir la economía e integrarla al mundo, respetar la división de poderes y fortalecer las instituciones.

Un ejemplo puede mostrar la diferencia. El liberal sabe que la Argentina tiene que plantearse, como la mayoría de los países del mundo, un nuevo debate acerca del sistema de pensiones, modificar el sistema de reparto. Sin embargo, dado un déficit fiscal consolidado en torno al 8% del PBI, no es oportuno plantear la discusión, porque no hay forma de financiar la transición. Recordemos que cuando Chile planteó la privatización del sistema, acumuló muchos años de superávit fiscal del 5% para garantizar los medios necesarios para que los jubilados y los pensionados del momento pudieran contar con ingresos acordes con los aportes de las décadas anteriores. El mismo menemismo, y en esto tiene responsabilidad Domingo Cavallo, debería comprender que el fracaso de la convertibilidad es en gran parte un problema fiscal que proviene especialmente de no haber pensado una transición para la privatización del sistema de pensiones. De haber continuado con el sistema de reparto, el gobierno no habría tenido déficit fiscal, lo cual hubiera reducido las necesidades de financiamiento externo, con intereses de deuda muchos más bajos, y la situación del país habría sido mucho más sólida para afrontar los shocks externos que fueron el tequila de México en 1995, la crisis asiática de 1997, el default ruso de 1998 o la devaluación de Brasil en 1999. Está claro que el 2001 se pudo haber evitado.

Los libertarios hoy tenemos que plantear un debate inteligente. Hay un espacio para los debates puros que están en el aula, en los congresos académicos y en las revistas especializadas, pero hay otro debate que es el de los medios de comunicación, donde la preocupación está puesta en otros problemas más urgentes. Si Argentina tiene éxito en normalizar su situación institucional y macroeconómica, asemejándose a la situación de países vecinos que integran la Alianza del Pacífico, entonces seguramente surgirán nuevos espacios para discutir otros problemas que hoy lamentablemente están presentes, pero lejanos en la atención que se le puede dar.

Como cierre, me parece que el libertario debe insistir en que el gradualismo está justificado, en la medida en que lo caractericemos como reformismo permanente, pero el problema es que Cambiemos en muchas áreas ha transformado el gradualismo en inacción.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Argentina: obra pública y política fiscal

Por Gabriel Boragina Publicado  el 16/7/17 en: http://www.accionhumana.com/2017/07/argentina-obra-publica-y-politica-fiscal.html

 

En declaraciones recientes, el presidente Macri ha expresado que «los impuestos nos están matando».

Sin duda que la afirmación es acertada. Lo que es llamativo que sea un presidente desarrollista el que la formule. Repasemos la definición de desarrollismo según el diccionario de economía:

«desarrollismo. Término poco preciso que estuvo en boga en los años sesenta y que se refería a la ideología que postula como meta de la sociedad y de la acción estatal la obtención de un acelerado crecimiento económico. El desarrollismo latinoamericano hacía énfasis en la transformación de las economías atrasadas de la región, concentrando los esfuerzos en la creación de una base industrial y la superación de la condición de países exportadores de materias primas. En la mayoría de los casos este desarrollismo asumió como modelo de crecimiento la llamada sustitución de importaciones, la que se intentó lograr mediante un elevado nivel de proteccionismo. (V. DESARROLLO; PROTECCIONISMO; SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES).»[1]

Si ninguna vacilación –al menos para mí- se trata esta de la política económica encarada por el gobierno de Cambiemos que, sin ser demasiado explicito en cuanto a precisiones ideológicas, se encamina en la dirección dada por la definición. Su distinción con el liberalismo –como ya lo indicáramos en ocasiones anteriores- consiste en que ese «acelerado crecimiento económico» se persigue a través de la acción estatal, en tanto que en el liberalismo el mismo objetivo se busca a través de la iniciativa y empresa privada.

También en forma coincidente con la definición que adoptamos, Cambiemos esta «concentrando los esfuerzos en la creación de una base industrial». En este sentido, destaca la promoción de la industria de infraestructura emprendida. Veamos seguidamente que se entiende por tal en economía:

«infraestructura. Término poco riguroso teóricamente que engloba los servicios considerados como esenciales para el desarrollo de una economía moderna: transportes, energía, comunicaciones, obras públicas, etc. La infraestructura de un país está constituida por todo el capital fijo, o capital público fijo, que permite el amplio intercambio de bienes y servicios así como la movilidad de los factores de producción. Se considera que la creación de infraestructura es básica en el proceso de desarrollo económico, pues en ausencia de ésta se limitan seriamente los incrementos en la productividad y no es posible, tampoco, atraer capitales. Muchos bienes de capital que integran la infraestructura son bienes públicos más o menos puros, como las carreteras, puentes y otras obras, en tanto que muchos otros son claramente privados. Ello ha llevado a una discusión con respecto al papel del Estado en la creación y desarrollo de una infraestructura adecuada: se entiende que éste puede hacerse cargo de construirla cuando no hay suficientes capitales privados para emprender determinados proyectos, y que puede proveer aquellos servicios y bienes que son públicos. Pero, en general, la experiencia histórica indica que, para el resto de los casos, resulta más eficiente la presencia de empresas privadas que compitan entre sí cuando ello es posible.»[2]

A nuestro juicio, no cabe incertidumbre en cuanto a que este es el espíritu que anima al gobierno de Cambiemos. Lo que resulta difícil conciliar, es la expresión del presidente Macri, señalada al principio, con el financiamiento de toda esa obra de infraestructura que se está realizando. Y ello, porque va de suyo que el gobierno solamente podrá costear estos emprendimientos mediante impuestos, esos mismos impuestos que el mismo gobierno estima elevados y asfixiantes. Si el Ejecutivo fuera sincero en su deseo de bajar la carga fiscal ¿cómo se sufragarán todos los proyectos de obra pública y habitacional que se están realizando más los que se han prometido para el futuro inmediato? Esto no aparece claramente explicado.

Por la teoría económica básica sabemos que los gobiernos carecen de recursos propios. Todos los fondos de los que disponen provienen indefectiblemente del sector privado, y en última instancia del contribuyente. De allí, es lógico derivar que, si los impuestos se reducen esto implicará infaliblemente menores recursos para destinar a la obra pública ya iniciada y la venidera. Cabria entonces pensar que el plan del gobierno podría consistir en una reducción de impuestos acompañada por un incremento de la deuda púbica, que reemplazaría en una proporción similar aquella reducción, y permitiría continuar con el plan de obras de infraestructura.

Si este fuera el propósito, surgirían a primera vista dos escollos inmediatos, uno de tipo político y otro económico.

Desde el punto de vista político, una reforma impositiva como la propuesta o sugerida por el poder ejecutivo, sólo podría ser legalmente materializada por el Congreso. Esto, porque así lo dispone la Constitución de la Nación Argentina (a tal respecto, véanse los incisos 1º y 2º del art. 75 de la Carta Magna, Capítulo IV, titulado «Atribuciones del Congreso»). En lo inmediato, parece bastante remota esta posibilidad, al menos durante el curso del presente año, dado que el oficialismo necesita de mayoría parlamentaria –que no tiene- como para aspirar a conseguir la aprobación de una reforma impositiva, que el mismo gobierno admite como necesaria y prioritaria. En el ínterin ¿qué podría hacer el Ejecutivo? Podría contraer deuda, pero aquí brota la segunda dificultad:

Desde lo económico, el obstáculo surge en cuanto se repara que todo incremento de deuda estatal significará que se están trasladando hacia el futuro los efectos financieros de la misma. Llegado el vencimiento del empréstito -o de los empréstitos que se contraen- habrá que cancelar el principal con más sus intereses, y para ello no habrá más remedio que subir impuestos, con lo cual cualquier rebaja que se haga hoy será transitoria, e implicará una nueva escalada en lo futuro.

Finalmente, el gobierno podría cubrir su proyecto desarrollista mediante inflación, mecanismo que siempre termina tentando a todos los poderes constituidos. No obstante, también figura entre las metas del oficialismo reducirla. En suma, es bastante difícil de explicar –hoy por hoy- cómo piensa Cambiemos llevar adelante su proyecto desarrollista.

[1] Carlos SABINO; Diccionario de Economía y Finanzas. Contiene léxico inglés-español y traducción de los términos al inglés. Consultores: Emeterio Gómez; Fernando Salas Falcón; Ramón V. Melinkoff. CEDICE. Editorial Panapo. Caracas. Venezuela. Voz respectiva.

[2] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz pertinente.

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

El Impuesto a las Ganancias y la Presión Tributaria

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 15/12/14 en: http://economiaparatodos.net/el-impuesto-a-las-ganancias-y-la-presion-tributaria/

 

En el 2003 la presión fiscal consolidada se encontraba alrededor del 25% del PBI. El 2013% llegó al 45% del PBI

Luego de justificar el impuesto a las ganancias como «filosoficamente» necesario, el gobierno decidió exceptuar del mismo al aguinaldo de fin de año. Dada la inflación que el gobierno persiste en desconocer, este impuesto ya alcanza a trabajadores de ingresos medios e incluso a la pensión que reciben jubilados yendo en contra del espíritu de este impuesto. El problema, sin embargo, no es cuál debe ser el impuesto a las ganancias en sí (impuesto que originalmente iba a ser transitorio, no permanente), sino la presión tributaria de todos los impuestos que se pagan en Argentina. Sin disminuir la importancia de revisar el impuesto a las ganancias en el corto plazo, lo que el sistema impositivo requiere es una profunda reforma que vaya más allá de los mínimos no imponibles.

La presión fiscal en Argentina la podemos dividir en cuatro componentes. La presión fiscal a nivel nación, a nivel provincias, a nivel municipio, y el impuesto inflacionario. Néstor Kirchner asume la presidencia el 25 de Mayo del 2003, año a partir del cual se percibe un continuo incremento de la presión fiscal. Este incremento, a su vez, depende principalmente de la presión fiscal a nivel nacional y del impuesto inflacionario. Dado que la inflación depende de la política monetaria del BCRA, y que el BCRA financia al tesoro, esta es también presión fiscal a nivel nacional.

PRESIÓN FISCAL CONSOLIDADA, ARGENTINA

En el 2003 la presión fiscal consolidada se encontraba alrededor del 25% del PBI. El 2013% llegó al 45% del PBI. Veinte puntos de incremento en una década. No se percibe, sin embargo, un incremento del 20% en la cantidad y calidad de servicios públicos prestados por el gobierno (seguridad, educación, salud, transporte público, energía, etc.) Por el contrario, lo que se ha percibido es un preocupante deterioro de infraestructura y un descuido por servicios públicos como salud, seguridad y educación. Esta evolución de la presión fiscal total ha llevado al país a posicionarse entre los países con mayor presión fiscal consolidada del mundo. El siguiente gráfico con cálculos de la Heritage Foundation muestra la presión fiscal consolidada para el año 2012 de Argentina y respecto a varios otros países (el impuesto inflacionario no es parte de este gráfico.)

PRESIÓN FISCAL CONSOLIDADA, 2012, PAÍSES SELECTOS

El gobierno se permite una presión tributaria total con niveles similares a los de Inglaterra pero se niega ofrecer servicios públicos de la misma calidad. ¿A dónde van a parar el esfuerzo tributario del contribuyente Argentino? ¿No rompe el estado el «contrato social» al no devolver el 40% de presión tributaria en servicios públicos fundamentales? Sin ir muy lejos, la presión tributaria en Chile es la mitad de la Argentina. Similares niveles tienen Colombia y Uruguay. ¿Acaso Argentina es incapaz de niveles de presión fiscal como sus vecinos y países de la región?

Estos gráficos dejan ver otro problema. Mientras Argentina ha aumentado su presión fiscal para ubicarse en récords históricos y entre los países con mayor carga tributaria, el déficit fiscal consolidado pasó de unos 3 puntos del PBI en el 2009 a casi 5 puntos del PBI en el 2013 (valor similar al del fin del segundo gobierno de Menem.) El gobierno no puede reducir estos 5 puntos de déficit con aumento de impuestos, no sólo por lo ya elevado de la carga tributaria, sino también por el estado represivo de la economía. No es lo mismo tener una presión fiscal en torno al 40% del PBI y considerar un aumento impositivo con un PBI per capita (USD, PPP) de 18.000 como Argentina que hacerlo con 37.000 como es el caso de Inglaterra. La economía e ingreso per cápita Argentina no es comparable a la Inglesa. Este es un desajuste fiscal que, por no haber sido atendido a tiempo, debe ser ahora corregido más urgentemente por el lado del gasto. En el 2001 se hizo declarando el default (del que aún no se ha salido) y con la devaluación del peso. El Kirchnerismo ya defaulteado su deuda al no acatar el fallo del Juez Griesa y devaluado el peso en enero de este año.

Ni el gobierno ni los opositores presidenciables, sin embargo, se refieren claramente a este problema dejando a la imaginación del contribuyente que va a suceder con sus obligaciones fiscales y la economía del país luego del cambio de gobierno.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver. 

Venezuela, Paraguay y Argentina, entre las Justicias menos independientes del mundo

Por Belén Marty: Publicado el 23/6/14 en: http://es.panampost.com/belen-marty/2014/06/23/venezuela-paraguay-y-argentina-entre-las-justicias-menos-independientes-del-mundo/?fb_action_ids=10152127101936583&fb_action_types=og.recommends

 

El Foro Económico Mundial le sacó tarjeta roja a America Latina, al menos en lo que concierne a una justicia independiente. El Informe Global de Competitividad 2013-2014, publicado por la organización basada en Suiza, describe un escenario preocupante para esta región del mundo. Declara que los sistemas judiciales de Venezuela, Paraguay y Argentina, están entre los peores del planeta.

El ranking fue realizado a partir de una encuesta formal a ejecutivos y gerentes sobre su percepción del nivel de independencia que tiene el sistema judicial de sus países en cuanto a la influencia del gobierno, empresas y otros actores ajenos al sistema judicial. Está realizado en una escala del uno (1) al siete (7), siendo 1 países con sistemas judiciales muy influenciados, y 7 aquellos con sistemas judiciales totalmente independientes de los poderes del gobierno y las corporaciones.

El índice de independencia judicial se encuentra dentro de un macro-índice que mide la competitividad global de los países. Para esto, el Foro Económico Global analiza diez pilares de la competitividad: Instituciones públicas y privadas (donde encontramos el índice de independencia judicial), infraestructura, ambiente macroeconómico, educación de la mano de obra, educación superior, mercados eficientes, desarrollo de mercados financieros, capacidad de aprovechar los beneficios de las tecnologías existentes, y por último, el tamaño del mercado doméstico.

Venezuela se encuentra en el último puesto del ranking de 148 países encuestados, con un puntaje de 1.1. Es el país con la justicia menos confiable del mundo.

Además, el informe establece graves problemas económicos en este país dados principalmente por tres factores: La regulación de la moneda extranjera, la regulaciones restrictivas al trabajo y la ineficiencia de la burocracia gubernamental.

Paraguay sigue a Venezuela como el segundo país con la justicia más corrupta de América Latina en el puesto 146 con un puntaje de 1.7. Justo después están Haití (2.0) y Argentina (2.4).

Mientras tanto, el mejor país de la región en cuanto a independencia judicial es Uruguay (5.4) en el puesto 25, seguido de Chile (5.3) y Costa Rica (4.8).

Mario Serrafero, docente universitario de Análisis Institucional e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CONICET) en Argentina, expresó que la justicia en América Latina tiene poca independencia comparada con otros países donde existen democracias desarrolladas y consolidadas.

“El problema ha sido la persistente politización de la justicia y, por otro lado, el predominio del Poder Ejecutivo sobre el resto de las ramas del gobierno. Por otra parte, hay una diferencia notable entre los distintos países latinoamericanos, por ejemplo entre la mayor independencia de los tribunales en Chile y la dependencia de la justicia en Venezuela. La inestabilidad institucional del siglo XX y de la propia justicia han atentado contra la independencia que se logra solo en instituciones estables y sólidas”, explicó el experto.

Desde abril, la Asamblea Nacional de Venezuela adelanta el proceso de elección de 11 magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), en un proceso que depende en su mayoría de la decisión de los diputados de la Asamblea Nacional, de mayoría Chavista.

La politización de la política: El caso paraguayo

El informe, publicado a finales de 2013, describe una situación alarmante en relación con la justicia en ciertos países de la región. En Paraguay, entre los últimos tres países del ranking mundial (solo superado por Venezuela y Burundi), José Altamirano, exjuez de la Corte Suprema de ese país, denuncia que los mandatos de los jueces de este máximo tribunal ya no están vigentes, y también cuestionó la politización de la justicia.

“Estoy seguro de que en el país existen personas con suficiente idoneidad y con honorabilidad suficiente que podrían acceder a los mejores cargos. Lo que pasa es que estas personas no quieren concursar porque los mecanismos de selección no son precisamente los que se ajustan a la ley, sino que se acomodan a los intereses particulares de cada grupo”, señaló el juez.

Argentina, otro caso emblemático de justicia dependiente del poder ejecutivo

Ezequiel Spector, abogado, doctorando en Filosofía del Derecho y profesor de Teoría General del Derecho en la Universidad Torcuato Di Tella de Argentina, le señaló a PanAm Post que existe incumplimiento de fallos de la Corte Suprema a causa de la influencia del Poder Ejecutivo nacional.

“En un comunicado, la Comisión Nacional de Protección de la Independencia Judicial se refirió a campañas difamatorias contra jueces, recusaciones y denuncias penales utilizadas excesivamente solo para separar a un juez de su causa, e intentos de modificar legislaciones locales en perjuicio de la estabilidad e independencia de los jueces en el contexto del caso sobre la llamada Ley de Medios”, explicó el docente.

En relación a la causa contra el fiscal de más de 20 años de experiencia José María Campagnoli —que está siendo enjuiciado por investigar a un empresario kirchnerista por lavado de dinero—, Spector manifestó: “Lo quieren destituir con una serie de acusaciones vagas y poco claras, un tribunal que casi la mitad tiene evidentes contactos con la presidenta, sin contar la procuradora general de la nación, que es un títere de Cristina [Kirchner]”.

Por último, la editorial del diario argentino La Nación del sábado resume la situación actual de este país.

“Cada vez resulta más evidente que nos encontramos ante una persecución manifiesta que se lleva adelante en un trámite irregular pocas veces visto en nuestro país. La víctima es un probo y honesto funcionario judicial, víctima de un hecho que reviste una gravedad inusitada. Durante esta década se han observado numerosos actos que afectaron directamente la independencia judicial en nuestro país, pero nunca se había visto algo tan extremadamente burdo”, concluyó el editorial.

 

Belén Marty es Lic. en Comunicación por la Universidad Austral. Actualmente cursa el Master en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE. Conduce el programa radial “Los Violinistas del Titanic”, por Radio Palermo, 94,7 FM.

El empresario como héroe

Por Carlos Newland.

Para Juan Bautista Alberdi el empresario puede ser un héroe. El buen empresario es siempre un héroe. Esta opinión mucho tuvo que ver con su visión general de la necesidad de desarrollar económicamente a las nuevas repúblicas sudamericanas.  El progreso de las naciones se lograría integrando las noveles economías al intercambio internacional, mediante la apertura comercial y la creación de infraestructura adecuada. Por otra parte, la llegada de capitales y especialmente de inmigrantes, complementaría y potenciaría los recursos naturales existentes.En todo el proceso el rol de los empresarios era vital al permitir y facilitar la movilización delos factores y capitales requeridos.

Alberdi trató especialmente este tema en la biografía que preparó como homenaje  al emprendedor estadounidense William Wheelwright, publicada en 1876. Alberdi  había  trabajado como abogado para el norteamericano a partir de 1845 en Valparaíso y allí iniciado una relación profesional y amistosa que continuó hasta la visita que le hizo días  antes de la muerte de Wheelwright en Londres en 1873. La biografía sirvió, no sólo para expresar su admiración al personaje, sino también para delinear su visión de lo que es un emprendedor, cuadro que estimamos sigue aún vigente en todos sus detalles.

La pregunta inicial que se hace Alberdi es sobre quiénes son los héroes propuestos para las nuevas sociedades, plasmados en monumentos en lugares públicos. Su respuesta es que usualmente eran militares o políticos. El problema es que estos, a los que denominó “héroes de la destrucción”, frecuentemente ocasionaban  empobrecimiento y retraso y no lo contrario. Además de ser responsables de corrupción y inestabilidad eran causantes de guerras y conflictos violentos que debían sufrir las poblaciones, tanto con sus vidas como por los recursos destinados para financiar estas actividades. Al mismo tiempo las nuevas naciones no rendían homenaje a los verdaderos motores del crecimiento que eran los hombres de empresa, los responsables de impulsar la producción y generar bienestar a los ciudadanos.

En su descripción de las características de los más grandes empresarios Alberdi destaca su visión estratégica y capacidad  para idear nuevos y grandes proyectos innovadores:“…toda empresa, que antes de ser un hecho, ha pasado por utopía. Los grandes hombres no son sino locos de la víspera. Todas las empresas de Wheelwright en Sud América se distinguen en una cosa: todas han sido tenidas como paradojas irrealizables antes de ser convertidas en hechos.”

Alberdi en su obra describe los proyectos del norteamericano que fueron diseños espectaculares de mejora  de transporte e infraestructura, desde una perspectiva continental y mundial. Pero no bastaban grandes ideas y visiones, era necesario concretarlas. El buen empresario, sustentado en su experiencia personal,  sabía que las iniciativas debían basarse en  cálculos cuidadosos y no eran fruto de especulaciones transitorias.  Parte de su trabajo era convencer  a los posibles inversores que los proyectos eran no sólo convenientes, sino también factibles. Asi  Wheelwright preparaba cuidadosas proyecciones de ingresos y egresos para demostrar la rentabilidad esperada de las empresas.Los cálculos incluían el costo financiero, de modo de poder evaluar el coste de oportunidad de las inversiones. A esto se agregaba la realización de múltiples acciones buscando publicitar y lograr apoyo para los emprendimientos. Pero tampoco era suficiente idear y proyectar nuevas empresas y obtener los fondos requeridos, sino que también era necesaria perseverancia para concretarlas.  El empresario debía soportar con paciencia las críticas a sus proyectos como irrealizables. Dado que muchos emprendimientos sólo podían tener éxito a largo plazo, debía estar preparado a soportar con templanza  años de pérdidas antes de recibir los beneficios esperados.  En el caso de la creación de “Pacific Steam Navigation Company”, Wheelwright tuvo que enfrentar en su realización la inestabilidad política de la región que dificultaba la obtención de interlocutores políticos que le garantizaran seguridad para operar en los diversos puertos. El establecer la línea le llevó desde 1833 a 1840 para el tramo de Valparaíso a Callao y otros cinco años para extenderla hasta Panamá. Durante los diez primeros años de vida la linea fue deficitaria, sólo aportando beneficios después de haber completado las rutas diseñadas originalmente. También la concreción del Ferrocarril Central Argentino estuvo para Wheelwright cargado de inconvenientes, no sólo por conclictos financieros de su socio inicial, sino por la guerra civil y luego la de la Triple Alianza. Ello implicó que la línea, iniciada en 1854, sólo pudiera comenzar entre Rosario- Córdoba en 1870.Asimismo tuvo que ser paciente en su último emprendimiento, el ferrocarril entre Buenos Aires y Ensenada, creado en 1863  pero sólo completado un año antes de su muerte, en 1872.

¿Cuáles era, para Alberdi, las características de un buen empresario desde el punto de vista social? En primer lugar destacaba que debían actuar con independencia de injerencias políticas y burocráticas, y por sobre todas las cosas no participar en entramados corruptos. En esta cuestión la impronta ética era fundamental ya que el solo motivo de ganancia podía llevar a los empresarios a comportamientos ilícitos con resultados negativos para la sociedad, al buscar del Estado prebendas y privilegios. El empresario debía desenvolverse en un marco competitivo, aun cuando esto pudiera ir en contra de su rentabilidad personal. Sólo cuando las ganancias individuales estuvieran alineadas con las ganancias sociales se daba el óptimo de bienestar. Al coincidir sus intereses con los sociales, el buen empresario lograba, además de beneficios,aumentar la producción, incrementar los salarios y abaratar el precio de los productos consumidos.

Carlos Newland es Dr. Litt. en Historia. Profesor y Ex Rector de ESEADE.

Solucionar los problemas sin populismo

Por Agustín Etchebarne. Publicado el 18/4/13 en http://opinion.infobae.com/agustin-etchebarne/2013/04/18/solucionar-los-problemas-sin-populismo/

 Existen dos tipos de tragedias: las inevitables y las evitables. Las inevitables son las que se generan por factores desconocidos o impredecibles o que no existen los medios para impedirlas, como las cenizas del volcán chileno. No es el caso de las inundaciones. Los ingenieros saben por qué se producen y saben cómo evitarlas. Entonces es cuestión de medir el costo. La pregunta es cuánto cuesta evitar las inundaciones y si estamos dispuestos a pagar dicho costo. Este tipo de análisis es el que está generalmente ausente en los debates políticos, que se limitan mayormente a acusaciones mutuas y disquisiciones ideológicas.

Dentro de las tragedias evitables podríamos enumerar una larga lista: empezando por la inseguridad física y los accidentes viales que han provocado decenas de miles de muertos en la última década, además de las inundaciones recurrentes, los derrumbes, los accidentes de trenes…

Para enfrentar todos estos problemas simultáneamente, es necesario dejar de lado las acusaciones ideológicas y circunscribir las discusiones a análisis técnicos. Cada ciudad, provincia y la nación debieran tener un listado de obras públicas ordenadas según su importancia según criterios técnicos de evaluación económico-social.

A partir de allí, los políticos deben reordenar el presupuesto teniendo en cuenta dicho ranking y las preferencias e intereses de su electorado. Está claro que lo primero que hay que hacer es revisar el presupuesto del gasto público. Plata hay, pero se gasta mal, muy mal.

Por ejemplo, la provincia que lidera el ranking de desarrollo provincial de la consultora Delphos Investmente; San Luis gasta 58% de sus recursos en gastos corrientes, lo cual le permite tener un 42% para inversiones. El gasto en personal es el 38% del gasto corriente. En general, San Luis viene realizando esta política desde hace 30 años. El lógico resultado es que se trata de la provincia que tiene mayor cantidad de autopistas por habitante, no tiene déficit habitacional, construyó universidades, y ciudades nuevas, y se da el lujo incluso de invertir en autopistas del conocimiento o en intentar desarrollar la industria del cine, aunque no siempre eficientemente. Logró diversificar su producción siendo el agro apenas el 8% de su PBG, los bienes secundarios el 50% y los servicios el 42%.

La contracara es la provincia de Buenos Aires, donde los gastos corrientes ocupan el 96,4% del total, dejando para inversiones apenas un 3,6%, mientras que los gastos en personal son el 54% del total de gastos corrientes. No es de extrañar, entonces, que la provincia sólo logre avanzar muy lentamente en obras de infraestructura básica, como cloacas, desaguaderos, asfalto, o viviendas.

La ciudad de Buenos Aires tiene el presupuesto más rico del país. Pero nuevamente encontramos aquí un desbalance en el presupuesto; el total de gasto corriente alcanza al 89,1% de los gastos totales. Está un poco mejor que la Provincia de Buenos Aires, pero bien lejos de San Luis.

Si miramos al nivel nacional, observaremos que se ha desperdiciado una década de crecimiento y expansión, que hubiera sido el mejor momento para realizar una transición a un presupuesto eficiente y ordenado. Y se hizo precisamente lo contrario. El gasto público subió de un 27% a un 43% del PIB, los empleados públicos aumentaron de 2 millones a 3,2 millones, según Orlando Ferreres. Y los planes sociales como mostramos en un informe reciente de la Fundación Libertad y Progreso crecieron hasta alcanzar, en 2012, 110 planes (58 de la nación y 52 de las provincias) con un total de 18,3 millones de beneficios y $64.400 millones de pesos. Todo este gasto se hizo sin ningún control ni evaluación posterior. Y la tremenda prueba de su ineficacia es que en los últimos  años ha vuelto a subir la pobreza que alcanza al 26,9% de la población, según el último informe del Observatorio Social de la UCA.

No quedan dudas de que es fundamental empezar a reestructurar el gasto público. Para comenzar, sólo para dar algunos ejemplos, existen una cantidad de partidas que podrían eliminarse por completo o reducirse drásticamente. Por ejemplo, puede recortarse 100% del gasto en propaganda oficial en todos los niveles, nacional, provincial y municipal. El total gastado en este rubro en 2012, nada más que a nivel nacional fue de: medios gráficos $466 millones, TV $1.368 millones, radio $63 millones, ahorrando un total de $ 1.897 millones. Este año superará los $2.000 millones.

La información oficial puede estar en páginas webs y los anuncios deben hacerse en conferencias de prensa. Puede eliminarse la cadena nacional de radio y difusión, salvo caso de guerra o emergencia climática. Eliminaría todos los carteles de los diferentes gobiernos que afean calles, escuelas, universidades  y paseos públicos.

Podemos eliminar también todo el gasto en entretenimiento, al menos hasta reducir las muertes evitables, el hambre, la desnutrición y la indigencia hasta llegar al 0%. Eliminaría todo el gasto en Fútbol para Todos, Automovilismo para Todos, TC 2000, recitales, pagos a artistas y cantantes. Sólo en Fútbol para Todos se gastó en 2012 la friolera de $ 1.333 millones. Pueden suprimirse otros gastos y privilegios como autos oficiales,  ahorrando en choferes, repuestos, mantenimientos, seguros; la flota de aviones para uso de políticos, que debieran trasladarse en aviones comerciales o en trasporte público o en sus propios vehículos, como cualquier hijo de vecino, sin chapa ni privilegios “oficiales”. Puede reducirse seriamente el gasto en embajadas y utilizaría mucho más Internet y las computadoras.

En Argentina, la política es financiada por el Estado, de arriba hacia abajo. Esto es un mal que incentiva la prostitución de políticos y desincentiva o aleja a los políticos más honestos y capaces. Es la forma de financiar una verdadera oligarquía, que asfixia la verdadera participación ciudadana.

Agustín Etchebarne es Lic en Economía (UBA); Máster en Desarrollo Económico (ISVE), posgrado en Comercialización Estratégica de la (UB). Ex profesor de Análisis Económico y Financiero en la Facultad de Derecho de la UBA y profesor de ESEADE.

 

Saqueo de supermercados: hijo del saqueo institucional

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 21/12/12 en http://economiaparatodos.net/saqueo-de-supermercados-hijo-del-saqueo-institucional/

 El saqueo de la economía y el saqueo de las instituciones republicanas tienen como resultado el saqueo de los supermercados

De este fenómeno de los saqueos que estamos viendo en distintos puntos del país, y ante el fuego cruzado de acusaciones entre el gobierno y dirigentes sindicales, hay un solo dato que para mí es el definitivo: en un país sin la pobreza, la indigencia, el clientelismo político, la inflación y la falta de trabajo que impera en Argentina, esto no ocurre. Podrán pasar otro tipo de cosas, pero si no hay un caldo de cultivo que genere violencia, no hay saqueos.

Es cierto quien se roba un televisor y otros electrodomésticos no es por hambre, pero se sabe que cuando ocurren este tipo de cosas, el saqueo es indiscriminado. Si es el mismo tipo de saqueos que vimos en el 2001 cuando lo voltearon a De la Rúa.

Leyendo información en los medios y recibiendo algo de información, se sabe que es común que a fin de año grupos de gente que vive en asentamientos muy precarios suelen ir a los supermercados a exigir que les armen paquetes de comida navideños. Por más pobreza que haya, tolerar este tipo de aprietes es inamisible. Pero más inadmisible es que la misma dirigencia política, en este caso el gobierno, acepte este mecanismo de, o me das la canasta familiar o te rompo todo.

Pero yendo al fondo del problema, si algo ha quedado en evidencia es el total fracaso de este populismo barato del kircherismo que lo único que buscó en todos estos años fue crear una fiesta artificial de consumo que hoy no puede mantener a costas de crear una creciente masa de pobres.

El relato oficial se cae solo ante los saqueos. Si el país creció como dice el relato oficial. Si tantos puestos de trabajo se crearon. Si la Asignación Universal por Hijo es un logro porque le permite a la gente alimentar a su familia a cambio de que sus hijos vayan al colegio. Si el mundo maravilloso que desde el atril nos describe Cristina Fernández existiera realmente, dudo que un grupo de dirigentes sindicales estuvieran en condiciones de organizar una serie de saqueos en diferentes puntos del país. ¿Quién les prestaría atención si, como dice el gobierno, casi se terminó la pobreza, el salario de Argentina es el mal alto de toda América Latina, el modelo de sustitución de importaciones ha sido un éxito y todas las otras virtudes que suelen describir de una política económica que, todos sabemos, es totalmente inconsistente? Si hay saqueos es porque hay caldo de cultivo para que se produzcan.

Pero los saqueos no son solamente los que vemos en los supermercados. Aquí se ha saqueado el país destruyendo el sistema energético, las rutas, el stock ganadero, el ingreso de la gente con la inflación, la propiedad privada, los ahorros que la gente tenían en las AFJP, el sistema ferroviario y los subterráneos, todo para financiar el populismo más exacerbado.

Pero además se saquearon las instituciones de la república. Se bastardeó la democracia. Se atropelló a la justicia. Si ignoraron los fallos de la Corte Suprema de Justicia. Se utilizó a los organismos recaudadores como mecanismos de presión. En definitiva, en nombre de un 54% que no es tal, se estableció un ambiente de irritación, violencia verbal, enfrentamiento entre argentinos, descalificaciones de personas y todo tipo de agresiones verbales para imponer un sistema hegemónico. Y ese proyecto necesita de una creciente población pobre que sea sumisa a los dictados del oficialismo.

El kirchnerismo ha creado este clima de violencia. Nunca buscó la paz y la concordia, sino el enfrentamiento y la agresión.

Lo que vemos hoy en saqueos, si es organizado o no, no lo sabemos. Pero sí sabemos que fue el gobierno el que creó todas las condiciones de pobreza y violencia verbal para que veamos, como 11 años atrás, disturbios en la calle con violencia.

Si el kirchnerismo hubiese aprovechado las condiciones excepcionales que imperaron en la economía mundial para hacer crecer el país y terminar realmente con la pobreza y la indigencia, hoy no habría este caldo de cultivo para los saqueos, los cuales, dicho sea de paso, si están organizados, también habría que ver quien realmente los organizó.

Lo concreto es que las condiciones excepcionales del mundo fueron utilizadas para hacer populismo barato. El kirchnerismo fue una máquina de crear pobreza e indigencia. La misma que hoy volvemos a ver saqueando supermercados.

El saqueo de la economía y el saqueo de las instituciones republicanas tienen como resultado el saqueo de los supermercados.

El kirchnerismo lo hizo.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.