¿Por qué la Escuela Austriaca de Economía puede tener las respuestas técnicas que Argentina necesita?

Por Adrián Ravier.  Publicado el 3/2/22 en: https://www.elcato.org/por-que-la-escuela-austriaca-de-economia-puede-tener-las-respuestas-tecnicas-que-argentina-necesita

Adrián Ravier considera que la Escuela Austriaca de economía ofrece una serie de razonamientos que pueden ser la mejor vacuna para la enfermedad de populismo que hoy condena a Argentina.

Los economistas que hagan un diagnóstico objetivo de la problemática social argentina diagramarán una realidad con fuertes desequilibrios fiscales, monetarios y cambiarios, lo que a su turno dará lugar a palabras como renegociación de la deuda, inflacionismo, cepo cambiario, controles de precios, bajos niveles de actividad y empleo, pobreza e indigencia.

El gobierno responde a la escalada de precios con controles y persecuciones; responde a los bajos salarios con legislación e incrementos del salario mínimo; responde a la escasez de divisas fortaleciendo el cepo y con más impuestos y retenciones a quienes las generan; responden a la pobreza e indigencia con una redistribución de los recursos que cargue con más impuestos a los que más tienen para tratar de ayudar a los que menos tienen. Más allá de las buenas intenciones, la Escuela Austriaca demuestra que estas políticas siempre generan resultados opuestos a los buscados. Después de todo la economía austriaca es contraintuitiva y comprender la lógica económica permite advertir mitos frecuentes en el saber popular.

¿Por qué si el gobierno controla precios se produce desabastecimiento?

La Escuela Austriaca explica que los precios no son arbitrarios, ni caprichosos. Los precios se forman en cada intercambio cuando las personas intercambian voluntariamente derechos de propiedadCeteris paribus, si un recurso es escaso será más caro y si es abundante será más barato. Si el gobierno exige a los vendedores de carne que su precio sea bajo, el incentivo para producir carne se reduce, y en consecuencia habrá menos de este recurso, y con ello más escasez y mayor precio futuro. De un período a otro, el gobierno tendrá que ir incrementando los niveles de intervención, lo cual sólo agravará la problemática de precios. La máxima expresión hoy la vemos en Venezuela, recorriendo las góndolas de supermercados vacías, mientras se fomentan los mercados informales para vender los productos por fuera de lo que la legislación exige. El problema no radica en el actuar de los empresarios, sino en la legislación suicida que fomenta el desabastecimiento. La solución de la Escuela Austriaca sería un desmantelamiento total de los controles de precios, pues en un mercado libre la regulación de los precios se genera por la propia competencia dentro de cada uno de los mercados. Terminar con los controles de precios animará incentivos en favor de la producción, lo que a su turno terminará con el desabastecimiento.

¿Por qué subir salarios genera desempleo e informalidad?

En el mercado laboral la lógica es similar. Un análisis económico de este mercado muestra que los salarios no son arbitrarios, sino la resultante de una evaluación de los niveles de productividad, que a su turno dependen del nivel de formación y acumulación de capital. Si el gobierno pretende incrementar los salarios vía legislación, los generadores de empleo que necesitan recuperar esos niveles de salario con la venta del producto final no podrán contratar a estas personas generando desempleo, o lo harán por fuera de la legislación a salarios inferiores a los que se exige provocando informalidad. Para la Escuela Austriaca nada es más efectivo para generar empleo y reducir la informalidad que la total desregulación del mercado laboral. De nuevo, la competencia en una economía que recupera los incentivos para la producción constituye el mejor regulador de los salarios, los que dependerán de la productividad que se pueda alcanzar en cada industria, y dentro de cada una de ellas, en cada puesto de trabajo. 

¿Por qué imprimir dinero nos deja sin dinero?

El dinero también es un mercado, y como tal también se lo estudia desde su oferta y su demanda. En este caso, el precio de este mercado es el poder adquisitivo. Si el Banco Central de la República Argentina incrementar la oferta de dinero a un ritmo mayor que el que se incrementa la demanda de dinero, entonces surge inflación, lo que significa una pérdida de poder adquisitivo. Es por ello que los teóricos de la Escuela Austriaca coinciden con el monetarismo de Chicago en afirmar que la inflación es siempre un fenómeno monetario. Si la Reserva Federal de Estados Unidos o el Banco Central Europeo incrementan la oferta monetaria y esto no genera altos niveles de inflación, esto obedece a que en el mundo hay demanda por muchos de esos dólares y en Europa hay demanda por muchos de esos euros. En Argentina, por el contrario, se emisión de pesos no es acompañada con un mayor demanda. Por el contrario, como la gente observa que los pesos se derriten en sus manos, reducen la demanda de pesos en búsqueda de múltiples activos financieros o reales. Al bajar la demanda de pesos al tiempo que se incrementa la oferta, el desequilibrio lleva a la inflación y la reducción del poder adquisitivo del peso se acelera. Seguir incrementando la oferta de pesos, al contrario de lo que dicta la teoría monetaria moderna, sólo puede conducir a destruir la moneda.

En este campo, la Escuela Austriaca propone numerosas recetas para detener la destrucción de la moneda, promoviendo primero la desnacionalización del dinero, lo que significa terminar con el curso forzoso y el monopolio del Banco Central. Abrir la competencia para que cada persona demanda la moneda que desee, abre un espacio para que ocurra la Ley de Gresham, donde la moneda buena siempre desplaza a la moneda mala. Si en una economía bimonetaria como la nuestra, los argentinos tienen que decidir entre deshacerse de los pesos o los dólares, la lógica de racionalidad indica que usarán los pesos para sus gastos, y guardarán los dólares para ahorro. Esta dolarización espontánea de la economía argentina está ocurriendo lo que agrava el desequilibrio monetario donde la oferta sigue creciendo, mientras que la demanda de pesos sigue bajando.

¿Por qué bajar la tasa de interés genera escasez de ahorro y una mayor tasa de interés futura?

Decíamos que los salarios dependen de la productividad, y ésta depende de la formación y acumulación de capital. Para formar capital se requiere ahorro, el que se canaliza a través del sistema financiero a inversores que los convierten en producción real. De nuevo, el mercado de créditos también se lo estudia a través de sus curvas de oferta y demanda. En este mercado el precio es la tasa de interés. Si se incrementara el ahorro entonces la abundancia de recursos podría permitir a los bancos bajar las tasas de interés, y con ello mejoraría la situación de la actividad y el empleo. 

Esto, sin embargo, ha llevado a las autoridades monetarias a creer que bajando las tasas de interés podría también fomentarse el crédito y la inversión. Pero no funciona así. La lógica de la Escuela Austriaca muestra que no es lo mismo fomentar el ahorro para bajar las tasas de interés que bajar las tasas de interés (a través de los créditos blandos del Banco Central) para fomentar el ahorro. Esto último es un error. Si el Banco Central baja las tasas de interés, el ahorro lejos de fomentarse, se lo desincentiva. Si los bancos obtienen dinero del banco central a través de la ventanilla de descuentos, y entregan crédito a las empresas, es cierto que estas podrán invertir esos medios fiduciarios y generar actividad y empleo en el corto plazo, pero tarde o temprano, el haber quebrado la identidad entre ahorro e inversión, dejará en claro que la situación no es sostenible y emergerán niveles de inflación crecientes. Cuando el Banco Central deba subir las tasas de interés para contener la inflación, los proyectos de inversión que se generaron tendrán que interrumpirse, dejando a la economía en una situación de crisis y depresión. La Escuela Austriaca demuestra que los ciclos económicos son las consecuencia lógica de intervenir en el mercado de créditos con tasas de interés más bajas que aquellas que surgen naturalmente en el mercado de ahorros.

¿Por qué los controles o cepos al dólar generan mayor escasez de divisas?

La cotización del dólar resulta también del análisis de la oferta y demanda de esta divisa. Ceteris paribus, cuando abundan los dólares, el tipo de cambio está bajo. Cuando escasean los dólares, el tipo de cambio está alto. La poca confianza que tienen los argentinos en el gobierno, ha hecho que tras el resultado de las PASO de 2019, los ahorristas retiraran sus dólares del sistema financiero. Los dólares están debajo del colchón, en cajas fuertes, cajas de seguridad, o incluso en Uruguay, Madrid, Suiza o Miami, pero muy lejos de las reservas brutas del Banco Central. Con baja oferta de dólares no puede sostenerse un nivel adecuado de demanda, lo que ha conducido al gobierno a imponer un cepo cambiario sobre los demandantes de divisas. Esto por supuesto complica a los fabricantes de bienes en Argentina, pues enfrentan cuellos de botella al no poder importar los insumos que necesitan para la producción. El gobierno fomenta entonces una política de sustitución de importaciones pretendiendo reemplazar la importación con producción de la industria nacional, dando lugar a un nacionalismo económico que es consistente con más proteccionismo y aislamiento.

La Escuela Austriaca, por el contrario, sugiere abandonar todos los controles y retirar el cepo. Al hacerlo, claro que el tipo de cambio subirá como consecuencia del incremento en la demanda, pero esto a la vez promoverá un retorno de los dólares al sistema financiero, que se equilibrarán en un nuevo tipo de cambio nominal, consistente con la oferta y demanda de dólares. Pronosticar cuál es el tipo de cambio nominal al cual tendería este nuevo mercado cambiario desregulado es imposible para cualquier analista, pues no se puede anticipar el nivel de confianza del mercado en la nueva política y su sostenibilidad. Pero al menos se eliminaría la brecha entre el dólar oficial y el blue, y dejaría de haber privilegiados que acceden a importar bajo el dólar oficial, y el resto del pueblo que no puede acceder a ese beneficio.

En este sentido, algunos economistas de la Escuela Austriaca promovemos una propuesta de dolarización flexible de la economía argentina, pues queremos ofrecerle a los argentinos la posibilidad de elegir el dinero con el que quieren operar, al tiempo que entendemos que es vital que Argentina termina con el Banco Central como una institución que promueve la alta inflación. Dolarizar la economía tiene efectos inmediatos positivos: bajar la inflación a un dígito y también bajar las tasas de interés reales y nominales, pues se elimina el riesgo de nuevas devaluaciones.

La economía es contraintuitiva

Lo intuitivo para la lógica popular es perseguir a quienes suben los precios o bajan los salarios; poner dinero en los bolsillos de la gente y ofrecer créditos blandos para que haya inversión; si no hay dólares limitar su demanda con controles y cepo, y si hay pobreza grabar a los que más tienen para repartir donde falta. Pero los mercados no funcionan de ese modo. Los mercados funcionan con incentivos, y los precios resultan ser sintetizadores (aunque imperfectos) de información y conocimiento disperso. Para coordinar los mercados necesitan precios libres, y cuando me refiero a esto, hablo también de salarios, tasas de interés y tipo de cambio. La Escuela Austriaca ofrece una lógica que puede ser la mejor vacuna para la enfermedad del populismo que hoy nos condena.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

El debate acerca del “tapering”: ¿podemos controlar el auge?

Por Adrián Ravier. Publicado el 9/1/14 en:  http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2014/01/09/el-debate-acerca-del-tapering-podemos-controlar-el-auge/

En mayo de 1937, Fritz Machlup ofrecía una disertación en la Universidad de Minnesota en la que intentaba dar respuesta a esta difícil pregunta. En este artículo, recogemos la respuesta vertida por el autor, dada su relevancia para comprender la política monetaria que la Reserva Federal de EEUU viene desarrollando bajo la dirección de Ben Bernanke.

Para dar un contexto a su artículo, entonces Machlup se encontraba analizando las políticas que el gobierno estadounidense y la autoridad monetaria venían practicando para intentar paliar el episodio económico más doloroso de la historia de EEUU. Lo que a continuación sostenemos es que el análisis causal del autor mantiene plena vigencia en lo que refiere a la crisis de 2008 y el intento por encontrar un camino de recuperación.

La respuesta de Machlup entonces implicó tres cuestiones: 1) ¿Sabemos lo que es un auge?, y ¿podemos claramente identificar una situación dada como un auge? 2) Si sabemos lo que es un auge, y también cómo identificarlo, ¿sabemos cómo puede ser controlado? 3) Si sabemos lo que es un auge, cómo identificarlo, y también cómo podría ser controlado, ¿somos capaces de aplicar nuestro conocimiento y llevar a cabo las medidas que consideramos adecuadas?

Ante la primera pregunta, Machlup confiesa que ante su persistente reclamo en favor de “detener el auge”, una violenta protesta siempre emergía, señalando que no se trataba de un auge, sino de una leve recuperación. En tal sentido, Machlup advierte que entonces el auge era generalmente definido como “el período que conduce al colapso”. Lo dicho enfrentaba un serio problema de lógica. Machlup señaló entonces que si llamamos “auge” al período que conduce al colapso, entonces —por definición— éste no puede ser controlado. Y es que si fuera controlado, entonces se argumentaría que no se trataba de un auge.

Machlup prefiere entones abandonar una definición que permita reconocer la situación sólo ex post, y sugiere que definamos al auge “como un incremento espectacular en la actividad económica, ya sea en algunas, en varias o en todas las partes del sistema económico”. Tal aumento en la actividad económica, podría deberse a incrementos en los precios, a aumentos de volumen, o a una suba de ambos.

Machlup señala que la mayoría de las personas en 1937 aceptarían que un aumento en el volumen de la producción es visto como sano, mientras que un incremento en los precios, generaba preocupación. Nuestro autor, sin embargo, estaba en el pequeño grupo de los que extendían su escepticismo al auge en el volumen de negocios, fundamentando el mismo en la experiencia observada en la gran depresión de 1929, cuando el producto industrial o los contratos de construcción aumentaron fuertemente.

Tal distinción fue posiblemente lo que impidió a la mayoría de los economistas identificar el período de auge del último ciclo económico, el que podríamos enmarcar bajo el período 2002-2007. Para ser más precisos, tras la crisis de las punto com y una vigorosa recuperación de la actividad económica, acompañada de la estabilidad de precios, nadie advirtió que un proceso de mala inversión estaba tomando lugar.

Sin embargo hoy es reconocido que tal recuperación no era tal, sino más bien un período de auge cuyo origen encontramos en la política crediticia de la Reserva Federal y que el sistema bancario canalizó al sector inmobiliario, como consecuencia de las presiones que el poder ejecutivo y legislativo aplicaron sobre el sistema financiero.

Hacia fines de 2007, la crisis subprime se convirtió en un hecho que pocos pudieron anticipar. Entonces la receta keynesiana emergió con fuerza, fundada en las lecciones no aprendidas de la gran depresión de 1930. La política fiscal dio lugar a planes de estímulo que permitieron crear empleo. La política monetaria permitió duplicar dichos planes de estímulo para rescatar al sistema financiero. Y en poco tiempo la economía mostró algunos resultados exitosos. Y aquí está el debate en cuestión. ¿Se trata de una recuperación o de un auge?

Machlup nos enseña que no debemos mirar “sólo” los precios. Aún con estabilidad de precios, la economía puede estar creando una nueva burbuja o en los términos modernos de Roger Garrison “un auge insostenible”. Pienso que pocos economistas negarán que tales resultados en la actividad económica y empleo tienen directo resultado en las políticas monetarias y fiscales mencionadas. Pero ahí comienza otro debate que identificamos con la segunda pregunta de Machlup: ¿Podemos controlarlo?

Veamos el análisis de nuestro autor: “Comencemos con una situación de gran desempleo. ¿Por qué hay trabajadores que desean trabajar al salario vigente, que no son contratados por los productores? Obviamente, porque estos últimos no esperan poder vender el producto de los trabajadores adicionales al precio que les permitiría pagar el salario de los trabajadores contratados. Dos modos tenemos, principalmente, para modificar esta situación. Una es la reducción delcosto laboral (o de los costos de producción en general) que permite que los anteriores ingresos insuficientes que se obtienen por la venta del producto se conviertan ahora en ingresos suficientes para pagar su costo. La otra es un incremento en la demanda del producto, ya que se espera un mayor ingreso, el que entonces puede ocuparse de los salarios de los trabajadores que son contratados. Un incremento en la demanda de un producto que paralelamente no reduce la demanda por otro producto sólo puede originarse de un incremento en el dinero o el crédito disponible. En otras palabras, una expansión crediticia incrementa la demanda de productos y de medios de producción. Más dinero está disponible para comprar más trabajo a una tasa salarial dada —mientras que en la primera forma a la que nos referimos, un fondo de dinero dado podía comprar más trabajo a una menor tasa salarial. Ambas maneras incluyen, como regla, una reducción de la tasa salarial real, la primera a través de una reducción de la tasa salarial nominal, la segunda a través de mayores precios, lo que permite a una tasa salarial dada comprar menos bienes”.

Resumiendo, Machlup menciona dos formas de resolver el desempleo. Aunque el primero es impopular, esto es, la reducción de los salarios, para nuestro autor es superior porque contiene menos gérmenes de desajustes posteriores. El segundo método, el de lograr mayor empleo por la vía de la expansión monetaria, es simple, efectivo en el corto plazo, pero distorsivo. Machlup explica que “hay inicialmente un acto de toma de préstamos —ya sea de parte de industriales privados que no pueden posponer por más tiempo ciertos desembolsos los cuales han sido demorados por varios años, o por el gobierno que no desea esperar hasta que la inversión privada se recupere y lleve a cabo obras públicas. Estas inversiones que constituyen demandas por bienes de producción, llevan nuevo poder adquisitivo a las manos de los consumidores, los cuales tienen ahora una demanda incrementada por bienes de consumo. El gasto de este dinero va a invitar a que se realicen más inversiones privadas. La inversión pública y la mayor inversión privada, ambas financiadas por nuevos créditos bancarios, forman una nueva demanda para los bienes de producción. Utilizado en la producción de bienes de producción, el nuevo dinero se convierte en ingreso de los factores de producción utilizados, i. e., trabajadores y propietarios de equipo. El ingreso incrementado va a constituir nuevamente demanda para más bienes de consumo. Y esto puede continuar como un proceso acumulativo”. El problema que la literatura ha identificado ante tal escenario, es cómo mantener los tipos de interés por debajo de su nivel natural a lo largo del tiempo.

“Los optimistas”, critica Machlup, “están inclinados a desechar ambos peligros. ¿Falta de capital liquido? ¿Tasas de Interés en aumento? Permitan que los bancos de la Reserva Federal manejen esta incómoda situación. Los bancos de la Reserva Federal pueden prevenir la rigidez monetaria suministrando a los bancos con reservas suficientes para una expansión adicional. ¿Inversiones decrecientes por parte de la industria privada? Dejen al gobierno que resuelva esto. Existen suficientes obras públicas buenas para ser emprendidas. La inversión pública puede llenar el espacio dejado por la inversión privada. Este optimismo es, desde mi punto de vista, inflacionismo. El programa significa nada más ni nada menos que esto: satisfacer todas las siempre crecientes demandas de capital por medio de la creación de nuevo dinero bancario; y hacer esto en forma abundante para evitar el aumento de las tasas de interés; o, si la demanda de inversiones privada cayera, financiar obras públicas por medio de nuevo dinero bancario: en otras palabras, seguir y seguir inflando la circulación monetaria. Estoy de acuerdo en que la crisis puede ser pospuesta a través de estos métodos, pero sostengo que no se puede escapar al colapso final. El mantener la tasa de inversión al nivel del auge significaría un continuo incremento en los medios en circulación. Las consecuencias de la inflación, sin embargo, eventualmente forzarían una caída en las inversiones la cual se impidió que sucediera en un momento anterior. La disminución de la tasa de inversión no parece ser evitable y el retroceso en la inversión, entonces, haría evidente que la expansión industrial durante el alza fue desproporcionada. La distribución de la demanda monetaria por el producto de diferentes industrias durante el periodo de expansión crediticia es diferente de la distribución de demanda luego de que la expansión crediticia se desacelere o frene. Es decir que una gran parte del sistema económico parece estar condenado a experimentar otra parálisis”.

Bajo este análisis, Machlup advierte que “sí”, sabemos como el auge puede ser controlado. Ahora podemos proceder con nuestro último interrogante, el cual se pregunta si somos capaces de llevar adelante las medidas que consideramos adecuadas. El control consiste en evitar una rápida expansión en el crédito y el circulante. ¿Cuán acelerada ha sido la expansión desde 2007? Los datos muestran que sólo entre septiembre de 2008 y enero de 2009 se ha duplicado la base monetaria. Pero además, la política de liquidez conocida como “alivio cuantitativo” siguió durante los años siguientes, con una tasa de interés en torno al 0 y el 0.25 % hasta el día de hoy. En estos últimos meses, sin embargo, comenzó a hablarse del “tapering“, esto es, que la Reserva Federal reduzca el programa de compra de activos ante mejoras en la actividad económica y el mercado laboral. En diciembre pasado, a poco de dejar el cargo, Ben Bernanke decidió dar lugar al “tapering”, sin desconocer que la situación sigue siendo delicada.

El optimismo de Bernanke lo conduce a esperar que el “tapering” siga avanzando gradualmente ante mejoras en el mercado laboral, sin embargo, otros analistas son mucho más pesimistas, apuntando al creciente desequilibrio fiscal. Estos analistas no dudan, que ante una pequeña alza en el desempleo, Janet Yellen -su reemplazante en el mando de la Reserva Federal- utilizará un arsenal de medidas para expandir aún más el crédito y sostener el auge.

Que el “tapering” continúe o no, y que en consecuencia la Reserva Federal pueda o no controlar este auge, es un desafío que como se muestra aquí se viene discutiendo desde hace décadas. No hay sólo un debate político y social detrás de estas políticas económicas, sino que también está en juego un debate académico fundamental: ¿Pueden los Bancos Centrales administrar correctamente el dinero? Personalmente pienso que hay mejores alternativas que el monopolio en la administración del dinero y del crédito.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Banca mítica

Por Carlos Rodríguez Braun. Publicado el 27/6/13 en http://www.larazon.es/detalle_opinion/noticias/2787866/opinion+columnistas/banca-mitica#.Uck5MPnOudk

La banca no goza de un gran prestigio social, y menos en tiempos de crisis. La banca privada, claro está. La enorme intervención pública en el dinero y las finanzas no es subrayada, y, al contrario, la cara visible de esa intervención, los bancos centrales, tienen buena prensa. Quizá esto se deba a la persistencia de tres mitos sobre la banca central, que el economista Gerald P. O’Driscoll analizó en el «The Wall Street Journal» (http://goo.gl/B3OG2). Primero: «los bancos centrales son intrínsecamente necesarios para las economías de mercado». Ni la historia ni la teoría avalan esto. Es un típico asunto político donde el Estado resuelve el problema que él mismo ha creado: los bancos centrales, así, son necesarios cuando los estados que los establecen, imponen una moneda fiduciaria de curso forzoso, y la emiten en exceso. Segundo mito: «los bancos centrales son necesarios como prestamistas de última instancia», algo que no pensaba ni el propio Walter Bagehot. Tercer mito: los bancos centrales son «independientes». No lo han sido nunca, y menos ahora. Dice O’Driscoll: «es difícil describir a la Reserva Federal bajo la presidencia de Bernanke como operando de modo independiente».

En 2011 compró nada menos que el 77% de la deuda pública americana.

Por no hablar de la clave de la institución: la estabilidad de la moneda. Ningún banco central la ha conseguido. La «Fed», que acaba de cumplir un siglo, ha multiplicado los precios desde 1913… ¡por 23!

El Dr. Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.

Y si,.. deberíamos tenerle miedo!!

Por Eduardo Filgueira Lima. Publicado el 14/9/12 en http://www.libertadyprogresonline.org/2012/09/14/y-si-deberiamos-tenerle-miedo/

 “No tengamos temor de los que están encaramados, porque lo que nos parece altura es despeñadero”. (Séneca)
La Sra. Presidente – como es de público conocimiento – expresó desaprensivamente que “…también deberían tenerme miedo a mí,.. un poquito..”. Lo hizo en tono coloquial, casi permitiendo entrever interpretaciones varias,.. entre la admonición y la representación burlesca, que permite la minimización final de su frase.
Pero en cualquier sentido la intención fue hacer sentir que su poder goza de buena salud, cuestión que ahora me permito poner en duda, porque quien tiene el poder no lo declama: lo ejerce y casi siempre sin que se note!!
El hecho que deba manifestarlo – coreada por su corte de aplaudidores – pone de relieve su debilidad. Se evidencia así su entorno, pequeño, adulón y circunspecto, remiso a las gracias caprichos y ocurrencias de la soberana.
Pero no es todo de tal suerte, también saben que tanto pueden ser reconocidos hoy como eyectados mañana, según el humor o la interpretación que se le otorgue al más ligero y aún insignificante desliz.

Nuestra mandataria quiso hacer sentir aquello que cuando se posee no es necesario expresar, porque los demás lo reconocen. Se reconoce cuando es merecido, cundo es justo, cuando es digno. Cuando no es así, cuando se sabe íntimamente que afloran costados flacos, que se hacen evidentes los problemas y contradicciones día a día, que aparecen las dudas, que todo no resulta tan claro como se supuso, entonces se hace necesario más que insinuar: decir y decirlo con todas la letras.
Porque no es cuestión de aflojar, ni de mostrar las debilidades: hay que redoblar la apuesta, porque no es cuestión que alguno se anime en los desafíos. Y aunque se sepa débil se debe mostrar convicción y fortaleza: “…señores,.. aquí que nadie se anime porque el poder lo tengo yo,..”
Parece un imperativo irrenunciable dominar por el temor, sin comprender que: “El poder es bien tenido cuando el poderoso es más amado que temido”[1].
La frase no pasó desapercibida. Muchos optaron temerosos por la sumisión,.. otros por rebelarse ante la insinuante muestra de poder opresivo.
¿Es solo eso?,..¿es apenas una bravuconada discursiva? ¿O es un síntoma que demuestra las formas de manipulación de los otros, a la vez que de disimulo y encubrimiento de la propia debilidad?
En ambos casos resulta preocupante porque nos remite a consideraciones e interpretaciones relacionales sobre el poder y sus diferentes formas de ejercicio: tanto en el caso expresar su dinámica de ejercerlo por el temor, como en el de manipular la opinión para disfrazar su debilidad.
En el primer caso no sería más que la expresión de una forma de ejercicio cotidiano que en nuestro país vulnera diariamente derechos individuales fundamentales, en aras de un supuesto beneficio colectivo que no resulta tal. Y en el segundo, porque la debilidad explicita las carencias, pone de manifiesto que solo se cuenta con el apoyo de los adulones y las pocas ideas que pueden ofrecer los cercanos. Falta lo que se necesita: las ideas y opiniones de “los otros”, las que enriquecen en la diversidad, las que fortalecen en lo plural.
Así como es como también se evidencia la ausencia de caminos y alternativas políticas que supongan rumbos ciertos.
Dicen que los gobernantes se parecen a los gobernados,.. y en cierta medida esta presunción parecería acertada, ya que precisamente es del pueblo de donde surgen. Pero esta apreciación termina por hacer culpable a la víctima que ha apoyado a quienes les han ofrecido un futuro mejor: relación dicotómica que posibilita hacerse del poder “vendiendo mejor” ser el portador elegido con las mágicas soluciones para satisfacer las demandas.
Pero ello en el fondo si bien supone una lógica de comportamiento racional, no debe ser extendido al punto de creer que la racionalidad individual conduce e implica racionalidad social.[2]
Como por otra parte no es posible considerar y sostener que el gobernante que promete, se comporta y actúa desprendido de sus intereses particulares.
Con esta relación dual – en la que participan las más de las veces – “los intermediarios”, se construye el poder enfrascado en su miopía: la de “no saber que no sabe” y la de saber que se debe sostener en el poder a cualquier costo y seguramente por un corto plazo.
Es por ello que debemos tenerle miedo: porque tanto la ignorancia que supone “no saber que no se sabe”,.. como la ambición desmedida de conservar el poder a cualquier costo, suelen conducir por los caminos más tortuosos.
La expresión de la Sra. Presidente nos debe alertar y debemos si,.. tenerle miedo. Aun suponiendo que no signifique ninguna forma de coerción, aunque lo es de alguna manera. Debería saber que a quien se respeta como persona (y obviamente más allá de la investidura), no se le teme. Aunque parece evidente que ella además disfruta con el temor que supone que genera.
Se le de temer por las consecuencias de sus actos. Que no son inocentes, que responden a una ideología, que concibe como el mejor camino para su proyecto “nacional y popular” y que no reparará en imponer a cualquier costo.
Pero este proyecto – cuyo título ya limita y refrena: ¿Cómo decir que uno se opone a un proyecto que se declama “Nacional y Popular?,.. ¿Cómo decir que el que ampulosamente se denominó de “desarrollo con inclusión” no fue tan cierto como representado? – que lleva casi diez años, describió la parábola del “cerdo domesticado”[3], y nos fue cercenando las libertades poco a poco, mientras nosotros nos fuimos acostumbrando.
A la par se recurrió a las farsas, enredos y engaños más inverosímiles para fanatizar a los más cercanos e intentar convencer a los más lejanos. Una parva de intelectuales, artistas – todos ellos cercanos al pensamiento socializante y populista – desclasados y también aquellos dependientes del favor político, se sumó fervientemente. Otros supieron mirar con desconfianza.
Pero en casi diez años el deterioro del país ha sido extremo.
Aunque se intente disimular: la educación (¿cuántos completan los estudios secundarios?), la salud (no tenemos que mirar más que las condiciones de la estructura hospitalaria o los resultados en salud), las condiciones de vida (¿Cuál es el nivel de pobreza en la Argentina de la inclusión: el 20%,.. el 25%?, ¿Cuántos penan por una vivienda digna?), la alimentación (¿Cuántos deben acudir a comedores para asistencia alimenticia, para acceder a una comida diaria,.. y el resto del día mate?),….
El 52% de lo que producimos se transforma en carga impositiva[4], para sostener un Estado elefantiásico (el empleo público – prebendario – ha crecido más que el empleo privado), ineficiente, plagado de corrupción y con malos servicios.
Además financiado por una impresionante emisión, que ha incrementado la base monetaria generando la inflación que sufrimos hoy (22%)[5], aunque la presidente del Banco Central haya dicho lo contrario. Y otras formas menos convencionales de financiamiento del gasto público (Ej. ANSES)
Hemos protegido y subsidiado a multiplicidad de empresas amigas del poder para hacer de cuenta que todo andaba bien y sostener bajas las tarifas, o para “proteger los puestos de trabajo” (¿?), cuando la mayor parte de los empresarios quieren eso: ser protegidos (protección arancelaria) o ser subsidiados. La diferencia la paga la gente mediante impuestos, o insumos más caros y de baja calidad.
Se ha perseguido a la prensa independiente, se ha silenciado o cooptado a quienes pensaban distinto, se ha pretendido instalar un discurso hegemónico y una ley de medios que supone pasar a un monopolio estatal, con el argumento de “la libertad de prensa”, que es precisamente lo que se quiere destruir.
Nos hemos peleado con casi medio planeta. Hemos perdido 9 puntos en el año 2012, en competitividad[6], así como hemos logrado la desconfianza en los inversores, lo que inevitablemente nos deja desnudos ante nuevas oportunidades de generación de riqueza y lo que en verdad potencialmente ofrecería los mentados “nuevos puestos de trabajo”.
Dependemos de la soja y de la reactivación de Brasil para obtener un crecimiento del 1,5 al 2% en 2013[7], y desechamos toda otra oportunidad de intercambio y desarrollo (salvo está: Angola y Azerbaiyán).
Y encontramos como escusa que: “se nos cayó el mundo encima” y algunos se preguntan “¿O nosotros nos caímos del mundo”: la economía argentina evidencia un “sobreajuste” muy superior al del resto de las economías emergentes y se prevé que sea la que menos crezca a nivel regional[8].
El cepo cambiario pone en evidencia el fracaso de la política económica.
Y la lista puede seguir. Podríamos escribir un libro con cada tema. Ni las políticas sociales, ni las políticas económicas, ni el accionar político, han sido las que pudieron haber maximizado el bienestar general.
Y para ello han recurrido a cualquier artilugio manipulador (INDEC), o las patotas de “La Cámpora”, “La Kolina”, “La Güemes”, o tantas otras. Sino alguna otra medida “estatizante” (como el caso Ciccone para proteger de la Justicia a algún funcionario sospechado).
La lista es extensa y los mortales tratamos de acordarnos de las cosas buenas. Como en el servicio militar: adentro muy enojados con el suboficial que nos tenía “zumbando”,.. pero al salir nos acordábamos de los buenos momentos de camaradería, la “ranchada”,.. etc.
Pero sucede que nosotros “todavía estamos adentro” y la Sra. Presidente no solo expresó que “iban por todo”,.. sino que además debemos “tenerle miedo” y si,.. tiene razón, con lo que ha hecho y pretende hacer con el país, debemos tenerle miedo, porque piensa hacerlo a cualquier costo y con sus adláteres denostando a quien se lo merezca por no adherir a la dinastía K.
Pero ambos – ella y nosotros – sabemos de su debilidad,.. porque solo con bravuconadas puede aparentar mantenerse encaramada sin vislumbrar el despeñadero por el que nos conduce a todos,…

Notas de referencia:
[1] A. López De Ayala
[2] Bates, R. & Krueger, A.O. 1994
[3] A. Benegas Lynch (h)
[4] Ieral de la Fundación Mediterránea (Córdoba, 2012)
[5] IPC (Congreso, 2012)
[6] IDESA. Informe Nº 458 de Septiembre de 2012.
[7] C. Melconián (2012)
[8] Ombrellieri (2012)

Eduardo Filgueira Lima es Médico, Magister en Sistemas de Salud y Seguridad Social,  Aspirante a Magister en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE y Profesor Universitario.