Cada Gobierno se las arregló para superar al anterior en materia inflacionaria

Por Aldo Abram: Publicado el 14/9/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/09/14/cada-gobierno-se-las-arreglo-para-superar-al-anterior-en-materia-inflacionaria/

Sostener en el tiempo niveles de alta y creciente inflación en el pasado llevó a que la gente repudie la moneda argentina. Así tuvimos tres hiperinflaciones

Alberto Fernández, Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner

Si comparamos la inflación acumulada en los 21 meses de gobierno del Presidente Alberto Fernández (87,4%) con la del mismo período de “Cambiemos” veremos que es más alta (67,1%) y, a su vez, la de dicha gestión es mayor a la de Cristina Fernández (47,1%). Un resultado para nada sorprendente.

En la gestión de Cristina Fernández el gasto público total de los tres niveles del Estado Nacional (Nación, Provincias y Municipios) llegó al 45,6% de la producción total de los argentinos (PBI). Es decir, desde inicios de la gestión de Néstor Kirchner, aumentó casi 80% la proporción de lo que le costaba el sector público al bolsillo de los trabajadores y empresarios que generan riqueza en el país. Un tamaño imposible de pagar aún con impuestos razonables. Por lo tanto, dado que no había crédito disponible para Argentina, los excesos se cubrieron con transferencias de pesos y de dólares del Banco Central (BCRA); por lo que no es raro que terminara siendo insolvente y, a fines de 2011, se aplicara un “cepo” para demorar su quiebra.

Por supuesto, el financiamiento en pesos se hizo emitiendo y, como los argentinos no confiamos en la moneda local, no la demandamos. En conclusión, como pasaría con cualquier producto o servicio que se ofrezca más de lo que la gente quiere, su precio cae. El problema es que estamos hablando de que la moneda en la que ahorramos y cobramos nuestros ingresos pierde poder adquisitivo, que se lo apropia el BCRA para transferir capacidad de gasto al gobierno. Por eso, algunos economistas hablan de impuesto inflacionario. El Estado puede excederse en sus erogaciones a costa de que tengamos que bajar nuestros consumos porque nos quitaron poder de compra, empobreciéndonos. Desde inicios de la gestión de Néstor Kirchner, aumentó casi 80% la proporción de lo que le costaba el sector público al bolsillo de los trabajadores y empresarios que generan riqueza en el país

Por supuesto, si el precio del peso está bajando, cuando vayamos a comprar un bien o servicio, el vendedor nos pedirá más por ellos, porque lo que nos va a entregar sigue valiendo igual que antes. Eso es lo que llamamos inflación, aunque lo que en realidad refleja, es la pérdida de poder adquisitivo de la moneda. Por lo tanto, no es de extrañar que hayamos tenido alta inflación durante la gestión de la actual vicepresidente dado el continuo crecimiento del Estado y de las necesidades para financiarlo con el BCRA.

El problema es que, cuando llegó Cambiemos al gobierno, el tamaño del gasto público no varió sustancialmente, o sea que todavía había que buscar recursos extras a los impuestos para poder sostenerlo. La estrategia de salir del cepo, que de mantenerlo hubiera llevado a una crisis, y el exitoso cierre de la cesación de pagos con los bonistas en default que reclamaban en la justicia de Nueva York, le brindó la oportunidad de financiarse con crédito voluntario, en gran medida del exterior. Lamentablemente, el BCRA empezó a comprar esas divisas para acumular reservas y evitar una baja del tipo de cambio. Esto, sumado a las transferencias de recursos del Estado, implicó seguir emitiendo o endeudando caro a la autoridad monetaria, volviendo a diluir su recuperada solvencia. Así, no solamente se le quitó poder adquisitivo a los pesos que tenía la gente para mantener un elevado gasto público, sino para poder comprar dólares para las reservas; por lo que no debería extrañar que la inflación siguiera en alza y supera a la de Cristina Fernández en sus primeros 21 meses. Cuando llegó Cambiemos al gobierno, el tamaño del gasto público no varió sustancialmente, o sea que todavía había que buscar recursos extras a los impuestos para poder sostenerlo

Si bien en 2018 se inició un ajuste del gasto público, ya era tarde. Argentinos y extranjeros dejaron de confiar en que Argentina tenía un futuro de crecimiento y cayó la demanda de activos locales, particularmente la del más riesgoso de todos, el peso. Si la gente no quiere algo y la oferta de ello se mantiene igual, su precio bajará. Por eso, no extraña que, aunque el BCRA intentó ser más austero con la emisión, igual la moneda local siguió perdiendo poder adquisitivo. Esta huida de todo lo que oliera a argentino, incluido el peso, se agravó sustancialmente cuando las PASO de 2019 dejaron en claro que la elección presidencial la ganaría la fórmula conformada por Alberto Fernández y Cristina Fernández; lo que llevó a volver a imponer un nefasto cepo para demorar nuevamente la quiebra del BCRA.

Lamentablemente, el poco ajuste del Estado que obligó a hacer la crisis de credibilidad durante 2018 y 2019, se revirtió desde el inicio de la actual gestión y esa tendencia se exacerbó con la llegada de la pandemia. Dado que ya estábamos en cesación de pagos, no debería extrañar que no hubiera crédito disponible para financiar semejantes excesos y se volviera a abusar de la asistencia del BCRA. Un aumento precautorio coyuntural de la demanda de pesos por la incertidumbre de la cuarentena, permitió postergar la depreciación de nuestra moneda; pero cuando se comprobó que había acceso a efectivo a través de los cajeros automáticos, la preferencia por atesorar pesos empezó a volver lentamente los niveles previos a la pandemia. Todo esto llevó a una aceleración de la depreciación del peso. ¿Cómo puede sonar raro que la inflación acumulada en esta gestión esté por encima de la anterior para igual período de tiempo? Más se emite para sostener un extravagante gasto público, más se cae la demanda de pesos porque se anticipa que perderá poder adquisitivo, por ende, mayor es la caída del valor de la moneda local y la variación de los precios al consumidor.El poco ajuste del Estado que obligó a hacer la crisis de credibilidad durante 2018 y 2019, se revirtió desde el inicio de la actual gestión y esa tendencia se exacerbó con la llegada de la pandemia

Lo malo es que más allá de medidas coyunturales e insostenibles para desacelerar la inflación antes de las elecciones, los problemas de fondo se mantienen. El tamaño del Estado sigue en porcentajes respecto de la producción total similares a los de los últimos años, con un gobierno que considera que no hay que bajarlo. Será difícil ajustar el déficit con más impuestos sobre un sector productivo agobiado; aunque probablemente lo intenten. No parece factible que puedan financiar sus necesidades con más crédito; ya que hoy absorben casi todo el disponible localmente y es poco esperable que aumente mucho en el mediano plazo. Tampoco se recuperará el financiamiento externo, aunque se acuerde con el FMI. Conclusión, tendrán que seguir drenándole recursos a un BCRA que ya es insolvente y que tendrá que seguir “dándole a la maquinita” para satisfacer los excesos de gasto del Estado. Todo esto con argentinos conscientes de esta realidad, porque le hemos vivido demasiadas veces; por lo que seguiremos tratando de deshacernos de los pesos. ¿Cuál es la probabilidad de que el año que viene dejen de perder valor en forma creciente?

A eso, cabe sumarle que dos de las medidas tomadas para bajar la inflación antes de los comicios son insostenibles. Primero, el retraso cambiario preelectoral del dólar mayorista habrá que corregirlo con una suba de alrededor del 30% en los siguientes 6 meses posteriores a la fecha en que hayamos votado legisladores; lo cual impactará fuerte en los precios en el supermercado. Y, en segundo lugar, el congelamiento de precios de servicios públicos genera un creciente e insostenible costo fiscal que deberá cerrarse con fuertes alzas en el primer semestre del año próximo; lo que también pegará duro en el bolsillo de los argentinos. Entonces, ¿cuáles son las chances de que la variación de los precios al consumidor no vuelva a aumentar en 2022?

El peligro es que sostener en el tiempo niveles de alta y creciente inflación, en el pasado llevó a que la gente repudie la moneda argentina. Es decir, la considerara basura que hay que sacarse de encima. La basura no vale nada, por ende, el precio de cualquier cosa en término de ella es infinito y así arribamos a tres hiperinflaciones. Mejor no jugar con fuego y terminar en una cuarta, ¿no?

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) Es director de la Fundación Libertad y Progreso. Sigue a @AbramAldo.

Por qué en la Argentina ocurren crisis cambiarias en forma sistemática

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 20/7/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/07/20/por-que-en-la-argentina-ocurren-crisis-cambiarias-en-forma-sistematica/?utm_medium=Echobox&utm_source=Twitter#Echobox=1626792869

La semana abrió con aumento de la cotización del dólar libre, el riesgo país sobrepasó los 1.600 puntos básicos y el BCRA tiene que hacer malabares para pagar importaciones y la deuda externa

La falta de dólares se debe a varios factores. En primer lugar, el Estado se apropia de las divisas de los que exportan y, lo hace a un tipo de cambio artificialmente bajo (Reuters)

¿Por qué razón la economía argentina cae continuamente en crisis cambiarias con tensiones inflacionarias? ¿Es esperable un nuevo desborde de los tipos de cambios alternativos al regulado por el Banco Central, y también del ritmo de suba de los precios al consumidor?

El primer dato a considerar en materia inflacionaria es que el gobierno de Alberto Fernández está llevando adelante una política económica que no solo espanta las inversiones, sino que, además, ya el ritmo de aumento de los precios es similar al que dejó Cambiemos.

El último mes completo de gestión de Mauricio Macri como presidente arrojó una inflación interanual del 51% yen junio último fue del 50,2%, con el tipo de cambio y las tarifas de los servicios públicos virtualmente “pisados”.

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Pero la razón para que continuamente haya saltos cambiarios es doble: 1) faltan dólares y 2) sobran pesos.

La falta de dólares se debe a varios factores. En primer lugar, el Estado se apropia de las divisas de los que exportan y, lo hace a un tipo de cambio artificialmente bajo.

Gobiernos populistas como el actual suelen argumentar que se necesitan los dólares de las exportaciones. En rigor, el que vende al exterior un producto es alguien del sector privado que produce a su riesgo. Entrega carne, soja o tornillos a cambio de divisas. Pero cuando recibe esos dólares aparece el Estado y dice: “esos dólares son míos, tome estos pesos devaluados a cambio”, y, para peor, a una paridad sustancialmente menor a la del mercado libre.

O sea, no solo el Estado le confisca los dólares al que produce y exporta, sino que además se apropia de parte de su esperada ganancia. Esta política, junto a la carga tributaria, regulaciones absurdas que encarecen la producción, una legislación laboral que no beneficia ni al trabajador ni al empresario que lo contrata, más la inseguridad jurídica y vivir con una economía cerrada, hace que la economía tenga muy baja competitividad para competir en el mundo y su volumen de exportaciones sea mínimo.Las exportaciones desde Argentina al mundo suman entre 60.000 y 70.000 millones de dólares al año, cuando llueve y los precios internacionales de las materias primas son buenos (Reuters)Las exportaciones desde Argentina al mundo suman entre 60.000 y 70.000 millones de dólares al año, cuando llueve y los precios internacionales de las materias primas son buenos (Reuters)

A modo de ejemplo, las exportaciones desde Argentina al mundo suman entre 60.000 y 70.000 millones de dólares al año, cuando llueve y los precios internacionales de las materias primas son buenos.

Irlanda, habiendo hecho las reformas estructurales necesarias, sin la pampa húmeda, ni Vaca Muerta, etc. exporta USD 400.000 millones al año y tiene un territorio más chico que el de la provincia de Formosa.

La gran diferencia se explica por la limitación que se impone al ingreso de divisas por exportaciones, fruto del saqueo estatal a quien produce y exporta a través de las retenciones; por las restricciones a la disponibilidad de dólares para poder importar insumos, máquinas y accesorios, junto al resto de regulaciones de los mercados, porque afectan a la producción y también la productividad del uso de los factores.

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Pero ahí no termina la cosa. Un país no recibe dólares solo por el comercio exterior, también por la inversión extranjera directa (IED). En 2019, año anterior al de la pandemia, Argentina captó solo 4% de los USD 160.721 millones se canalizó a América Latina y el Caribe, según los datos de Cepal. El promedio anual estuvo en el 5,4% en el período 2003-2019; y se estima que en 2020 la IED para la región cayó a la mitad.

Tampoco, la Argentina capta recursos por préstamos internacionales, porque ha defaulteado varias veces la deuda y por tanto nadie tiene interés en prestarle al Gobierno ni comprar acciones o papeles de empresas argentinas, como lo demostró la degradación extrema por parte de MSCI.

Por otra parte, salen dólares, además por el pago de las importaciones; de gastos de turismo y viajes en el exterior; intereses de la deuda; el giro de dividendos y utilidades de las empresas, y por la recurrente fuga de capitales.

Salida de capitales

La fuga de capitales se debe a varios factores, pero pueden resumirse en: la inseguridad jurídica que impera en el país, incluida la carga impositiva y las reiteradas confiscaciones de ahorros.

Paralelamente, la expansión monetaria que hace el BCRA para financiar el déficit fiscal ha llevado a que la inflación acumulada entre 1935, cuando se creó el BCRA y 2020, llegue a la friolera de 398.209 billones por ciento. Un promedio del 52,6% anual.

La Argentina destruyó 5 signos monetarios y la gente no quiere el peso como reserva de valor. Eso significa que se refugia en el dólar u otras monedas.

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De ahí que sobran pesos y faltan dólares, lo que hacen que los gobiernos traten de postergar el desenlace de las presiones cambiarias e inflacionarias con controles de cambio, regulaciones de precios, atrasos tarifarios y toda una artillería de restricciones que terminas estallando en algún momento.

Como el argentino adoptó como moneda el dólar, al menos como forma de ahorro y refugio de valor, cuando se producen esas presiones cambiarias se acelera la huida de los pesos, con un final prenunciado.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky

¿Por qué continúan empobreciéndose los argentinos, aún aquellos que tienen trabajo?

Por Aldo Abram: Publicado el 12/4/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/04/12/por-que-continuan-empobreciendose-los-argentinos-aun-aquellos-que-tienen-trabajo/

Si no se hacen las reformas estructurales que se necesitan para resolver los males de fondo que tiene la economía, luego de esta reactivación, habrá una nueva crisis y la historia de profundización del empobrecimiento de los argentinos continuará

Si no se hacen las reformas estructurales que se necesitan para resolver los males de fondo que tiene la economía, luego de esta reactivación, habrá una nueva crisis y la historia de profundización del empobrecimiento de los argentinos continuará

La Argentina tuvo una fuerte recuperación económica desde mediados de 2020. No solamente porque a cada vez más empresas y gente la dejaron volver a trabajar, sino porque el escenario mundial se volvió sumamente favorable para el país. Los bancos centrales de los países desarrollados emitieron muchísimo para tratar de sostener sus economías ante el impacto negativo de la pandemia. Sin embargo, esto implicó que sus monedas se depreciaran, al igual que sucede en Argentina cuando nuestro Banco Central (BCRA) le da a la “maquinita”. Pero, con mucho menos pérdida de valor de sus monedas; porque son confiables y sus ciudadanos las demandan, mientras al peso nadie lo quiere. En definitiva, la caída del poder adquisitivo del dólar se reflejó en una suba de los bienes exportables, que se miden contra esa moneda, en particular en el valor de los productos argentinos. También, la abundancia de liquidez mundial ayudó a financiar el incremento de la demanda internacional. Todo esto implicó un aumento de los montos exportados, más allá de que estamos lejos de alcanzar las cantidades vendidas al exterior de 2019; aunque hubo alguna recuperación con respecto a 2020. Además, tanto financiamiento disponible en los mercados llevó a ínfimos rendimientos en los países seguros y a los inversores a buscar incrementar sus ganancias asumiendo más riesgo en países emergentes que pagan más. Sin duda, no están viniendo a la Argentina, ya que es un país del que los capitales se fugan; pero si desincentiva la salida de ahorros e inversiones, mermando el desfinanciamiento de nuestra economía. Así que la recuperación ha sido particularmente fuerte, pero los argentinos continúan empobreciéndose.

Es cierto que los datos de empleo dejan ver que la reactivación vino acompañada de una mayor cantidad de argentinos trabajando. Sin embargo, la mayoría lo volvió a hacer con menores ingresos, en actividades de menor productividad o más precarias, informales o de tiempo parcial. Esto no debería extrañarnos, ¿quién va a invertir y generar empleo productivo cuando el gobierno continuamente toma decisiones en contra de los productores haciéndolos perder plata? Además, imaginémonos un empresario que ve que su demanda aumenta con la reactivación y podría tomar un trabajador más. Difícilmente lo hará cuando sabe que las mejoras siempre fueron seguidas de nuevas crisis y está prohibido despedir o, de última, tendrá que pagar doble indemnización por echar a quien contrató, si algo sale mal.

Por otro lado, el Índice de Pobreza de los Trabajadores ha estado mostrando una desmejora hasta principios de este año. Este indicador se basa en el índice de salarios y la Canasta Básica Total que realiza el Indec y lo que refleja es cuánto más cerca o lejos están los trabajadores de ser pobres. O sea, en Argentina, aún aquellos que tienen la suerte de tener un trabajo se han estado acercando a la línea de la pobreza con sus ingresos y cada vez son más los que caen por debajo de ella. Esto no es raro, en 2020, el BCRA estuvo emitiendo a tasas que llegaron a superar el 90% interanual, para financiar al gobierno. Todos sabemos que lo que produce son papelitos pintados que no valen casi nada; por lo que para transferirle capacidad de gasto al Estado se la saca a los tenedores de moneda local, emitiendo y haciendo bajar su poder adquisitivo. Así el gobierno puede aumentar sus erogaciones cobrándonos el impuesto inflacionario y empobreciéndonos a los argentinos. Pues, la pérdida de valor del peso que gestaron el año pasado, todavía está reflejándose en los precios de los bienes y servicios. Es lo que justifica que la inflación acumulada del último trimestre de 2020 haya superado el 11% y, la del primer trimestre de este año, rondara el 12%.

El perseverante empobrecimiento de los trabajadores que muestra este indicador es en sí una mala noticia; pero no la peor de ellas. Hace décadas que son coyunturales las mejoras en el nivel de bienestar de los argentinos cada vez que se sale de las crisis o se recibe el beneficio de excepcionales escenarios internacionales favorables; pero luego se desvanecen cuando las condiciones externas se normalizan. La realidad es que la tendencia de largo plazo es al empobrecimiento; porque para poder mejorar las posibilidades de progreso de los trabajadores hay que incentivar la inversión que permite el crecimiento de la producción y la productividad en el largo plazo. La Argentina ha sido un fracaso en ese sentido; pero ha tenido gran éxito “combatiendo al capital”.

¿Quién va a querer producir en una Argentina que se encuentra entre los países del mundo que más exprimen con impuestos a sus empresas y siguen incrementándoles la presión tributaria? O, cuando la legislación laboral y los gravámenes al trabajo hacen más conveniente usar capital más caro y escaso para sustituir empleo, habiendo alta desocupación. O cuando existen más de 67.000 regulaciones que asfixian a los que intentan hacer negocios, en particular a las Pymes.

Es posible que la recuperación de la economía continúe; mientras la “segunda ola” de la pandemia no golpee demasiado fuerte, fruto de la mala gestión que se hizo de la misma. Sin embargo, en la medida que no se resuelvan todos los graves problemas que aquejan al país, algunos de los cuales comentamos en el párrafo anterior, no se habrá salido de la crisis de credibilidad preexistente al COVID-19. Nadie cree que la Argentina tenga capacidad de tener un crecimiento importante y sostenido o la capacidad de recrear su credibilidad, por ende, su crédito. Por ello vemos que los que compran y venden los bonos entregados en el canje de 2020 lo hacen a precios que señalan que creen que el país volverá a reestructurarlo en el mediano plazo.

Lamentablemente, si no se hacen las reformas estructurales que se necesitan para resolver los males de fondo que tiene la economía, luego de esta reactivación, habrá una nueva crisis y la historia de profundización del empobrecimiento de los argentinos continuará.

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) . Sigue a @AbramAldo

Al REM hay que leerlo al revés

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 21/2/19 en: https://www.ambito.com/al-rem-hay-que-leerlo-al-reves-n5017171?fbclid=IwAR0lc-OIDEdAXSNpQ66rIYJ5OWQNvz0CbHM9oNJtGvsZBDEGCRaP6jJL4Zc

 

Al REM hay que leerlo al revés

Según una encuesta -entre 118 empresas- de SEL Consultores, el aumento de salarios para aquellos bajo convenio, en 2019, será de 30% y del 29% para los jerarquizados o fuera de convenio. Coincide con la inflación esperada, según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA que, en su última edición, estimó una inflación de 28,5%. Quiero creer que las empresas no han respondido en base a lo que dice el REM, ya que este es un relevamiento de aquellos que siempre se equivocan (ver su historial).

El promedio de ajuste salarial fuera y dentro de convenio en 2018 fue de 33% y la inflación de 47,6%. Casi 15 puntos perdieron los salarios, una muy fuerte caída del poder adquisitivo. Y este año la cosa pinta peor, de modo que las remuneraciones quedarán otra vez atrasadas -a no dudarlo- al contrario de lo que dicen muchos “gurús” del REM.

La realidad cruda es que, en enero de 2019, la inflación fue de 2,9%, el doble de lo que tuvo Bolivia en todo 2018. Por cierto, la primera era Macri terminará con una inflación acumulada de 235%, “algo” superior a las economías avanzadas que habrán acumulado 6,6% y 20% las emergentes. Y esto a pesar de -o por culpa de, pero este es otro tema- el “torniquete monetario” -que, entre otras cosas, se olvida que en la ecuación entra la fuerte caída en la demanda de dinero- y la fuerte recesión.

Obvio, supera a la inflación esperada por el REM, de 2,5%, y va muy al contrario de la desaceleración esperada que prometía ser la primera señal de que la recesión iba camino de terminar. Pues como los del REM dicen que terminará, y en 2020 el PBI crecerá, hay que leer al revés y saber que la cosa va para peor y en 2020 seguirá la recesión.

Así las cosas, en 2018 el 73% de los consultados revisaron el porcentaje que pensaban pagarles a los trabajadores fuera de convenio y lo subieron entre 7 y 15 puntos sobre lo originalmente planificado. Al fin, según el Ministerio de Trabajo -a noviembre de 2018- la caída real acumulada, durante los 12 meses anteriores, del promedio salarial de los privados registrados fue de 3,9% y la del salario mediano, 4,4%.

El problema es que, en 2019, las empresas estarán en peores condiciones y, por tanto, quizás no puedan realizar este reajuste final. Solo en noviembre el salario real cayó 9,4% interanual en promedio y la cosa se agrava. Por cierto, las empresas que dicen que disminuirían su plantilla laboral llegan al 21% mientras que las que la aumentaría son solo el 16%.

Este “inesperado” aumento en la inflación hizo que estos días el BCRA primero desacelerara la baja de tasas de interés y luego empezara a subirla. En enero, el financiamiento total en el mercado de capitales se incrementó 6% respecto del mes anterior, aunque fue 51% menor al del mismo mes del 2018. O sea, sigue siendo extremadamente bajo y ahora bajará más si siguen las tasas altas al punto que es ridículo creer que la economía se va a recuperar pronto.

A la falta de crédito, los altos impuestos, las aplastantes regulaciones y demás, se suma la caída en las exportaciones -en volumen- aunque el gobierno anunciara el alza en el superávit de la balanza de pagos que se debe, sobre todo, a la caída en las importaciones. Y esto por culpa del dólar, sostenido artificialmente gracias a las altas tasas de Leliq, que se traduce en que Argentina exporte solo el 10% de su PBI cuando la media global es del 35%.

Ahora, como la zona de no intervención (del BCRA en el precio del dólar), de momento, se ajustaría a un ritmo mensual del 2%, bastante menor que la inflación que se asoma realmente, la pérdida de competitividad de las exportaciones argentinas aumentará, pérdida que algunos calculan en alrededor del 3% en 2019 y, en mi opinión, será bastante mayor.

El único suave alivio es que, la Fed podría hasta bajar las tasas en 2019, provocando una tendencia hacia la depreciación del dólar. Dadas la ralentización global, la falta de inflación, la volatilidad en los mercados, una deuda creciente y la evaporación de los estímulos fiscales, en los dos últimos meses, las probabilidades que dan los analistas a que se produzca una subida de tasas en 2019 bajó desde el 60% en diciembre hasta el 5% actual. Por el contrario, la posibilidad de una bajada escaló hasta el 15% y la probabilidad de no ver movimiento toca el 80%.

De momento, lo que dirá la Fed en su reunión de marzo es una incógnita. Muchos argumentan que el ISM manufacturero en EE.UU. -mide producción, inventarios, envíos y nuevos pedidos de la industria- es un buen vaticinador ya que cuando bajó de 50, explicitando la contracción del sector, casi siempre redujo las tasas la Fed que, además, está planificando el fin de la reducción de su cartera de bonos y completar la normalización del balance.

En fin, lo que también empieza a preocupar, por su incidencia en la suba de las tasas, es que, durante dos años, Trump sumó más de u$s 2 B a la deuda pública, que alcanza un récord de u$s22 B, 78% del PBI. Aunque durante en el anterior gobierno, de Obama, el ritmo era superior, unos u$s 1,16 B anuales.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Se Confirma el Deterioro Fiscal

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 21/7/14 en: http://economiaparatodos.net/se-confirma-el-deterioro-fiscal/

 

Detrás de las noticias del mundial y el juicio con los holdouts, los problemas económicos de fondo siguieron su curso. Los indicadores de actividad económica han dado para la baja. La inflación acumulada de 12 meses sigue en niveles similares a los peores de la crisis del 2001 (40.9% en diciembre 2002) a pesar de las promesas de desaceleración por parte del oficialismo. Los resultados fiscales (base caja) a mayo, recientemente informados por la cartera de economía, confirman el precupante deterioro en las cuentas del Tesoro Nacional.

 

Descontando las transferencia que recibe el Tesoro por parte del BCRA (y ANSES, etc.), el déficit financiero de mayo se ubicó en unos 1.150 millones de pesos acumulando un total de 48.400 millones de pesos entre enero y mayo del 2014. En el 2013, este nivel de déficit acumulado se cruzó “recién” en el mes de septiembre. En el 2011 y en el 2012 se lo cruzó en diciembre. El déficit financiero acumulado a mayo del 2014 es mayor al déficit anual total en los años anteriores al 2011.

 

Por el lado de los ingresos, excepto “rentas de la propiedad” (transferencias del BCRA, ANSES, etc.), la recaudación cayó en términos reales respecto a mayo del 2013 (con una inflación para el período de 39.9% según el IPC congreso). El único rubro que aumentó en términos reales fue el de las transferencias del BCRA y ANSES por un 1638%. El resultado de esta emisión monetaria para financiar al tesoro compensa la caída real de los ingresos tributarios manteniendo los ingresos corrientes constantes en términos reales. Por el lado de los egresos, los únicos que han aumentado en términos reales fueron las transferencias y el rubro “otros” (mientras las transferencias al sector privado aumentaron, las transferencias al sector público disminuyeron).

Es decir, el Tesoro tiene una fuerte necesidad de recurrir al BCRA para financiar el insostenible nivel de gasto a la par que el aumento en términos reales se va en transferencias (por ejemplo subsidios) al sector privado en lugar de asignarse a los servicios que le corresponde brindar al estado como mantener la ley y el orden (seguridad y justicia.) ¿Si la infraestructura Argentina está tan bien y nunca se ha invertido tanto como en la década ganada, por qué tantas transferencias al sector privado? Es claro que el problema del gasto público es doble. Por un lado la asignación del gasto público es ineficiente; el gobierno Kirchnerista gasta mal. Por otro lado un nivel de gasto excesivamente alto. Bajo la falsa ilusión de que el gasto público es intrínsecamente virtuoso bueno y el gasto privado es naturalmente malo o hasta inmoral, se ha llegado a niveles insostenibles difíciles de corregir. El gobierno Kirchnerista no sólo gasta mal, gasta mucho y mal.

 Sin embargo, lo preocupante no es sólo el nivel de gasto, es la aceleración del deterioro fiscal que se ve en el 2014. No sólo mayo muestra un déficit acumulado alto respecto a años anteriores, sino que mes a mes la emisión monetaria necesaria para financiar el déficit proyectado a fin de año aumenta por tercer mes consecutivo. En el siguiente gráfico vemos el déficit proyectado de mayo a fin de año. La proyección es simple, asume que cada mes el déficit en promedio evoluciona igual a como lo hizo en los dos últimos años. Junio es el mes con mayor deterioro fiscal en al menos los dos últimos años. 85% y 65% para el 2013 y el 2014. Para el 2015, entonces, el gráfico asume un deterioro fiscal del 75% (promedio de junio de los dos últimos años.) El deterioro de la actividad económica, pagos al Club de Paris, y la extensión de programas sociales los (ni-ni) pueden hacer de este un escenario conservador.

Si el déficit financiero proyectado se financia con emisión monetaria, entonces la expansión de la base monetaria llega a un 77%, donde el equivalente mensual es del 7.4%. El mismo ejercicio con datos a marzo daba una expansión de la base monetaria equivalente mensual del 6.3%. En abril 6.7%. Como vemos, en mayo saltó a 7.4% mensual. Para poner estos números en perspectiva, podemos pensar que si la inflación mensual ronda el 2%, entonces la expansión monetaria ronda también el 2% mensual (más allá de las insistencias del relato K, esto es justamente lo que los números muestran.) La presión inflacionaria, por lo tanto, puede pasar de un 2% mensual a un 7% mensual (lo que equivale a un 125% anual).

 

¿Qué tan exagerado es este escenario? En economía siempre es difícil saber. Es práctica habitual estimar distintos escenarios y ver si los resultados más o menos se repiten. Algunos colegas (Roberto Cachanosky y Agustín Monteverde) llegaron a resultados similares con supuestos distintos. Más allá de si la expansión de base monetaria tiene que ser 77%, 60%, u 80%, lo importante es que desde distintos ángulos el panorama fiscal es serio. Al gasto público y el subsecuente déficit, responsabilidad última del Congreso Nacional, se encuentra nuevamente fuera de control. La sociedad aún espera del arco opositor un serio planteo sobre cómo solucionar este serio problema.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.