La obsesión electoral

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 8/5/19 en: https://www.cronista.com/amp/columnistas/La-obsesion-electoral-20190507-0083.html

 

Me he referido antes al peligro de estar empantanados en temas económicos coyunturales y no darnos espacio para debatir ideas de fondo al efecto, precisamente, de contar con coyunturas favorables en el futuro. Estar permanentemente apagando incendios no nos permite abrir horizontes.

Ahora aplico la idea a otro aspecto crucial cual es el proceso electoral para no estar en círculos histéricos como perros tratando de morderse la cola, encajados solo en acaloradas discusiones sobre el candidato menos malo. Por ejemplo, ahora en nuestro país donde cada capitoste de la grieta de hecho hace de jefe de campaña para el de la vereda de enfrente debido a los respectivos errores.

Esto no solo ocurre en estas latitudes donde nos debatimos entre el abismo y la inoperancia, en la práctica están sucediendo acontecimientos graves incluso en Europa y en Estados Unidos donde avanzan a paso redoblado los nacionalismos y las xenofobias.

Lo peligroso del asunto es que este cuadro de situación tiene lugar en nombre de la democracia cuando en verdad los procedimientos del caso contradicen abiertamente los postulados de esa forma de gobierno. Más bien hay cleptocracias.

Entonces antes de correr el riesgo de que el planeta se convierta en un inmenso Gulag en nombre de la democracia, es indispensable usar las neuronas para imaginar límites al Leviatán. No podemos quedarnos con los brazos cruzados esperando la próxima elección.

Sugiero cuatro caminos para comenzar a debatir que apuntan a cambiar radicalmente los incentivos, lo cual no significa que necesariamente se adopte lo que sigue. El asunto es derribar telarañas mentales y eventualmente sugerir otras políticas, pero no ser un espectador apático de la debacle.

Primero, que los miembros del Poder Legislativo sean ad honorem como fue inaugurado en las repúblicas de Venecia y Florencia, situación en la que la ley sea compatible con el derecho para evitar conflictos de intereses.

Segundo, aplicado al Ejecutivo seguir el consejo de Montesquieu quien escribe que “el sufragio por sorteo está en la índole de la democracia”, lo cual incentivará a que en lugar de prestar atención a las personas se concentre en los resguardos institucionales a los que Karl Popper atribuía tanta importancia “para que los gobiernos hagan el menor daño posible”.

Tercero, que el Ejecutivo esté conformado por un Triunvirato de acuerdo a los argumentos esgrimidos detalladamente en la Asamblea Constituyente estadounidense.

Y cuarto, que en el Poder Judicial -como lo propone Bruno Leoni- tengan lugar todos los arbitrajes privados que las partes soliciten sin traba.

Mientras estas ideas se consideran, continúan los debates en medios académicos sobre el dilema del prisionero, la asimetría de la información, los bienes públicos, los free-riders, las externalidades, el equilibrio Nash y los llamados balances sociales. El asunto es despertar del letargo y pensar en defensas sólidas para sostener el sistema democrático al estilo de lo expuesto por los Giovanni Sartori de nuestra época.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

El socialismo es un imposible técnico

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 15/6/17 en: El Cronista Comercial.

https://www.cronista.com/columnistas/El-socialismo-es-un-imposible-tecnico-20170615-0016.html

 

Después de haber constatado todos los esfuerzos desplegados en el régimen soviético y en el del nacionalsocialismo y sus equivalentes para contar con una red de férreas lealtades que cubría prácticamente todos los planos y actividades imaginables. Un sistema de delaciones y castigos inmutables, una implacable organización militarizada de ordenes irrefutables, traiciones y purgas, obediencias serviles y, en la otra punta, campos de concentración y matanzas de una perversidad espantosa, en un contexto de una miseria imposible de describir, después de todo eso preguntamos ¿cuál es el sentido de esos sistemas que como ha demostrado, entre otros, Jean-François Revel son en definitiva iguales?

En la actualidad no hay un sistema nazi, pero perdura el nacionalismo vía el fascismo que es en realidad el sistema que más éxito tiene en el llamado mundo libre. Su eje central se basa en que los gobiernos permiten que se registre la propiedad a nombre de particulares, pero en los hechos, dispone el aparato estatal. El comunismo es, si se quiere, más sincero: usa y dispone directamente sin disfraces aunque estrechamente emparentado con el socialismo, un término que pretende suavizar los excesos del comunismo y sin sus aspectos asesinos.

Es cierto que hoy en día, salvo en algunos países aun dominados por criminales, el comunismo no tiene la forma de antaño, pero el ideal sigue en pie aunque no necesariamente en su forma bien expresada por Marx y Engels: abolición de la propiedad. Las medidas sugeridas dañan la institución de la propiedad y, en general, a las autonomías individuales. Habitualmente sus propulsores no imaginan la eliminación de las libertades.

Tampoco imaginan los socialistas contemporáneos que están proponiendo un sistema económico que es técnicamente imposible en el sentido más riguroso de la expresión imposible. Y esto es así porque, como se ha explicado, cada intervención, al bloquear el uso de la propiedad inexorablemente malguía los precios y, por ende, al desfigurar las únicas señales que tiene el mercado para operar (léase, los precios), por un lado, se despilfarra capital y, por tanto, se reducen salarios e ingresos en términos reales y, por otro, cuanto mayor el entrometimiento estatal en los precios, menor será la información disponible, hasta que en el extremo no se sabe con que materiales es mejor fabricar los bienes puesto que no hay puntos de referencia. Es decir, no hay tal cosa como economía socialista.

Ahora bien, ¿por qué insistir en un sistema quebrado a veces bajo la etiqueta del estatismo? Por dos motivos, el primero es acumular poder y riqueza por parte de las cúpulas gobernantes. Y por otro, la devoción de todos aquellos que piensan seriamente en que es más puro el tener todos los bienes en común sin percatarse de los desastres que provocan en cuanto a la liquidación de incentivos y la consecuente pobreza mayúscula que generan.

Por último, no tiene sentido sostener que se es liberal en política pero no en economía. Los marcos institucionales o las libertades civiles o políticas son el continente y es incoherente decir que se suscribe el continente pero no el contenido.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

 

 

Las dos páginas más memorables escritas en economía: Adam Smith en La Riqueza de las Naciones

Por Martín Krause. Publicada el /8/16 en: http://bazar.ufm.edu/las-dos-paginas-mas-memorables-escritas-en-economia-adam-smith-en-la-riqueza-de-las-naciones/

 

Con los alumnos de UCEMA vemos a Adam Smith y su famoso texto “La Riqueza de las Naciones”: Smith, Adam (1776), An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Book IV, Chapter 1 y 2, “On the Principle of the Commercial or Mercantile System” y “Of Restraints upon the Importation from Foreign Countries of such Goods as can be Produced at Home”. Disponible en:http://www.econlib.org/library/Smith/smWN12.html#B.IVhttp://www.econlib.org/library/Smith/smWN13.html#firstpage-bar

AdamSmith

Si tuviera que elegir las dos páginas más memorables y relevantes que se hayan escrito en toda la historia del pensamiento económico creo que elegiría las del Libro IV, Capítulo II.

Hay tantas cosas en esas páginas que tal vez ningún otro texto haya podido aportar tantos temas como los que allí aparecen en algunos pocos párrafos. Para empezar, la famosa frase sobre la “mano invisible”, explicando que existe allí un “orden espontáneo” que lleva a que las acciones individuales motivadas aunque sea por el interés personal, terminan contribuyendo a un fin que no era parte de su intención. Persiguiendo su propio interés (que puede incluir la preocupación por el bienestar de otros), promueve más el bien de la sociedad que si se lo hubiera propuesto. Ya con eso sólo, por supuesto, ha pasado a la historia.

El tema va más allá que una mera metáfora sobre una “mano invisible”. Carlos Rodriguez Braun señala con muy buen criterio que en verdad es engañosa porque no hay allí ninguna mano, ni siquiera invisible, sino que son los incentivos de cada uno por los que para obtener lo que queremos tenemos que ofrecer a los demás algo que ellos necesiten y valoren. Pero es la magia de que allí, en el mercado, se ordenan las acciones de todos de una forma que termina beneficiándonos como no lo podríamos hacer si actuáramos con esa intención (por ejemplo, planificando la economía hacia un supuesto bienestar general).

Esta es una de las contribuciones más importantes que se hayan realizado a las ciencias sociales: la existencia de ciertos órdenes espontáneos donde las partes componentes se acomodan a sí mismas y no hay nadie que las acomode en un cierto lugar. Esos órdenes espontáneos incluyen además de los mercados, al lenguaje, la moral, la moneda y otros.

En el párrafo siguiente plantea la cuestión del conocimiento local, algo que luego Hayek profundizaría en su artículo “El uso del conocimiento en la sociedad”. Allí dice, precisamente, que cada individuo “en su situación local” juzgará mucho mejor cómo invertir su capital que cualquier “político o legislador”.

“El político que se asignara esa tarea no solamente se estaría cargando a sí mismo con algo innecesario y cuya decisión no podría confiarse …, sino que además sería muy arriesgado otorgar esa decisión a alguno que fuera tan loco o presuntuoso que pensara que puede tomarla.”

“Si podemos proveernos algo de afuera más barato pagando con el producto de nuestra propia actividad, sería ridículo no hacerlo. El trabajo no se aplica a la mejor ventaja cuando se dirige a algo que es más barato comprarlo que producirlo.”

La idea de que la lógica de la familia no es distinta de la lógica del “reino” es fundamental, sobre todo en estos tiempos donde aplicamos un razonamiento y un accionar a nivel individual pero se nos dice que a nivel agregado es todo lo contrario.

 

En fin, el capítulo da para más, pero tan solo estas dos páginas traen todos estos temas. Con uno sólo de ellos hubiera sido suficiente como para hacer historia. Es como un álbum de música que pone cuatro o cinco temas en el número uno. Si hay algún caso de esos, ya está en la historia grande.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

La psicología asistencialista

Por Gabriel Boragina. Publicado el 30/4/16 en: http://www.accionhumana.com/2016/04/la-psicologia-asistencialista.html

 

La «ayuda social» no sólo tiene importantísimos efectos económicos, sino, y que sin una menor importancia, también los tiene a nivel psicológico. Esto implica que la política asistencialista ocasiona modificaciones en la actitud psíquica de las personas que son objeto del auxilio social. Paralelamente, también se va transformando la orientación de los incentivos que operan en uno u otro sentido, conforme sean los cambios que se producen en tales actitudes psicológicas, que son las que sitúan el resultado final de las acciones humanas.

«El único elemento que impide que el actual Estado Benefactor sea un absoluto desastre es precisamente la burocracia y el estigma que conlleva el recibir asistencia social. El beneficiario de la asistencia social aún se siente psíquicamente agraviado, a pesar de que esto ha disminuido en los últimos años, y tiene que enfrentar a una burocracia típicamente ineficiente, impersonal y complicada. Pero el ingreso anual garantizado, precisamente al hacer que el reparto sea eficiente, sencillo y automático, eliminará los principales obstáculos, los mayores incentivos negativos para la «función proveedora» de la beneficencia, y hará que la gente adhiera en forma masiva al reparto garantizado. Además, ahora todos considerarán al nuevo subsidio como un «derecho» automático más que como un privilegio o regalo, y todo estigma será eliminado.»[1]

Conforme el estado «benefactor» o de «bienestar» avanza sobre el sector privado de la economía, este adelanto va reacomodando tanto el pensar de sus recipiendarios como el actuar de los mismos. Y no sólo ello, sino que produce serias alteraciones en los valores morales tradicionales, resquebrajando los pilares básicos de la sociedad civilizada, como son la dignidad humana, el valor del propio esfuerzo, y corrompe el sistema de recompensas y castigos, con lo que se desmorona -finalmente- una de las columnas primordiales de la convivencia humana, que es el sentido de la responsabilidad individual. Este podría ser un breve resumen de los efectos devastadores del estado «benefactor» y sus políticas «asistenciales» o a veces también llamadas «políticas públicas».

«Los diversos proyectos para lograr un ingreso anual garantizado no constituyen una solución genuina para los males universalmente conocidos del sistema del Estado Benefactor; todo cuanto harán será profundizar más aun esos males. La única solución viable es la libertaria: la derogación del subsidio estatal que hará posible la libertad y la acción voluntaria de todas las personas, ricas y pobres por igual.»[2]

Fundamentalmente, porque los programas «sociales» perjudican -a la postre- las economías personales de aquellos a quienes se procura «beneficiar», y terminan invariablemente favoreciendo a quienes otorgan tales programas «sociales» que son los políticos, que en virtud de sus ideologías populistas o pro-populistas ganan prestigio (frente a los observadores poco informados) como «caritativos benefactores sociales», lo cual, por supuesto, está muy lejos de ser cierto, en gran parte porque no son esos sus verdaderos motivos, y -en otra medida principal- porque los recursos que utilizan para desplegar y ofrecer sus subsidios «sociales» no provienen de su propio peculio, sino del dinero de los contribuyentes, quienes así se ven privados de ofrecer no sólo una genuina ayuda social, sino de efectuar inversiones productivas, que darían trabajo a millones de personas que -de otra manera- sólo podrían depender de la asistencia social.

«El apoyo del mundo de las altas finanzas al Estado benefactor-Bélico Corporativo es tan escandaloso y de tan largo alcance, a todo nivel desde el local hasta el federal, que incluso muchos conservadores han tenido que reconocerlo, al menos en cierta medida. ¿Cómo explicar, entonces, ese ferviente apoyo a la «minoría más perseguida de los Estados Unidos»? La única salida para los conservadores es asumir a) que estos empresarios son estúpidos y no entienden cuáles son sus propios intereses económicos, y/o b) que les han lavado los cerebros los intelectuales populistas socialdemócratas de izquierda, que envenenaron sus almas con culpa y un altruismo mal entendido. Sin embargo, ninguna de estas explicaciones resiste un análisis, como queda ampliamente demostrado con un rápido vistazo a AT&T o Lockheed. Los grandes empresarios tienden a ser admiradores del estatismo, tienden a ser «populistas socialdemócratas corporativos», no porque sus almas han sido envenenadas por los intelectuales, sino porque esto los ha beneficiado. Desde la aceleración del estatismo a comienzos del siglo xx, los grandes empresarios han venido utilizando los considerables poderes que otorgan los contratos estatales, los subsidios y la cartelización para obtener privilegios a expensas del resto de la sociedad. No es descabellado suponer que Nelson Rockefeller es guiado mucho más por su interés personal que por un confuso y vago altruismo.»[3]

El estado «benefactor» y sus políticas asistenciales es entonces consecuencia -en gran dimensión- no sólo de las razones políticas que defienden los candidatos a ocupar posiciones de poder en las ramas ejecutiva, legislativa y judicial, sino que de un modo consciente –en otra magnitud- responden al sostén de los grandes empresarios que apuntalan decididamente medidas intervencionistas, no por motivaciones ideológicas, sino por meras conveniencias personales, para sus empresas -en primer lugar- y para –en última instancia- ellos mismos en forma particular. Algo que, con acierto, autores de nivel como Alberto Benegas Lynch (h) han llamado modernos barones feudales o pseudo empresarios que medran del poder político con miras a beneficiarse ellos mismos, con independencia y completa exclusión de todos los demás. Como se señala en la cita, este rasgo aparece con mayor frecuencia en el «mundo de las altas finanzas». Dado que el estatismo es la forma mediante la cual los políticos obtienen las más altas ganancias a costa del resto de la población -o sea a través de un mecanismo claramente depredatorio- aquel tipo de empresarios se ven tentados a convertirse en socios del sistema estatista, y es por este propósito que lo promueven y tratan de «venderlo» como sumamente «beneficioso» para el conjunto social. De allí que, no sea de extrañar que estos pseudoempresarios alaben las políticas redistribucionistas, las promueven, y canten loas al asistencialismo que lleva a cargo el gobierno de turno.

[1] Murray N. Rothbard. For a New Liberty: The Libertarian Manifesto. (ISBN 13: 9780020746904-Pág. 198

[2] Murray N. Rothbard. Íbidem. pág. 200

[3] Murray N. Rothbard. Íbidem. Pág. 359

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

¿Cuál es el objetivo de los representantes electos y los funcionarios? ¿El bien común o el propio?

Por Martín Krause. Publicada el 24/4/16 en: http://bazar.ufm.edu/cual-es-el-objetivo-de-los-representantes-electos-y-los-funcionarios-el-bien-comun-o-el-propio/

 

El capítulo 5 de “El Foro y el Bazar” continúa el análisis económico de la política del capítulo anterior. Ahora, una vez que se ha obtenido un resultado electoral, es decir, una vez que se han revelado las preferencias de los votantes, debemos analizar la información y los incentivos que tienen tanto representantes políticos como funcionarios para perseguir esos objetivos, y no otros:

Una vez que tenemos un resultado, es necesario contar con los incentivos necesarios para que los representantes elegidos y los funcionarios persigan la satisfacción de las preferencias de los votantes, y no otros, o las propias. ¿Cuáles son sus objetivos? En el capítulo anterior vimos que la separación entre la acción que hay que realizar y el resultado que se pretende obtener, que encontramos en la política, actúa como un incentivo débil para que el votante esté informado o verifique si sus ideas son apropiadas incluso para los fines que desea alcanzar. Esto lo lleva a la apatía racional o a la ignorancia.

No sucede lo mismo con los políticos y funcionarios gubernamentales. Su actividad está en relación directa con el resultado que puedan obtener: el costo de sus errores recurrentes puede ser alto, por lo tanto es de esperar que estén informados y motivados para alcanzar su propio interés. En el caso de los políticos, tradicionalmente la visión del Public Choice fue asignarles el objetivo de ser elegidos, o reelegidos, ya que de otra forma no podrían alcanzar ninguno de sus objetivos, cualesquiera que fueren. En cuanto a los funcionarios públicos, repasaremos distintas teorías, que le asignan como objetivos el maximizar el tamaño de la burocracia a su cargo o, por el contrario, minimizar el esfuerzo que debe realizarse.

Los políticos, entonces, tienen incentivos para actuar racionalmente, pero, si los votantes son racionalmente apáticos, están desinformados y se adhieren a teorías erróneas, no tendrán como mínimo incentivos para aclarar sus conceptos. Por el contrario, tratarán de ofrecer lo que los electores buscan. Así, por ejemplo, si bien pueden saber que los salarios no se suben por decreto, sino por incrementos en la productividad del trabajo, si lo primero es lo que la gente cree, concluirán que sus probabilidades de ser electos o reelectos serán mejores afirmando lo primero. Pero bien puede ser que tampoco tengan ese incentivo a conocer cuáles pueden ser los efectos de ciertas políticas: si a los votantes les interesan más sus preferencias políticas que conocer cuáles pueden ser sus consecuencias, entonces tampoco estarán preocupados por eso .

Para Pincione y Tesón (2006, p. 45), el éxito de este tipo de propuestas y definiciones no se debe simplemente a la carga emotiva de las palabras en que se expresan, sino a los costos de comprender y transmitir las complejas teorías económicas que explican fenómenos del tipo “mano invisible”, que, como el calificativo indica, no son fácilmente observables a primera vista y demandan un análisis racional más profundo. El político racional no se expresa racionalmente, sino simbólicamente: incluso si piensa que un salario mínimo perjudica a los pobres, porque genera desempleo al elevarlo por encima del nivel que absorbería a todos los trabajadores que busquen trabajo, su objetivo primario no es ayudar a los pobres en última instancia, sino expresar “simbólicamente” una preocupación por los pobres. Los políticos tienen un incentivo electoral para conocer bien cuáles son las creencias de los votantes, por lo que utilizarán una retórica basada en explicaciones simples y “vívidas” en su competencia por obtener los votos de votantes “racionalmente ignorantes”, aun cuando sepan que esas políticas no llevan a los objetivos proclamados, e incluso sabiendo que tendrán resultados opuestos .

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

El ‘fracaso’ de los gobiernos: las consecuencias no deseadas de las regulaciones y los subsidios

Por Martín Krause. Publicada el 22/3/16 en: http://bazar.ufm.edu/el-fracaso-de-los-gobiernos-las-consecuencias-no-deseadas-de-las-regulaciones-y-los-subsidios/

 

En un interesante informe publicado por Cato, Chris Edwards plantea el tema de porqué fracasa el gobierno. Viejo tema, por supuesto, donde analiza los problemas básicos de falta de conocimiento y de débiles o desviados incentivos para alcanzar la eficiencia, por lo que el gobierno norteamericano, como otros, se destaca por ser incompetente y despilfarrador. http://object.cato.org/sites/cato.org/files/pubs/pdf/pa777.pdf

Pero, al margen del análisis específico que trae el trabajo, quisiera presentar aquí los simples argumentos del análisis acerca de esa eficiencia, tanto sea de los impuestos que el estado cobra, como de los subsidios que otorga. Así, dice Edwards:

“Los mercados permiten a millones de personas y empresas que coordinar sus actividades. Los precios son la clave para que los mercados realicen dos funciones. En primer lugar, los precios agregan y comunican información en constante cambio acerca de los recursos, los gustos y la tecnología. En segundo lugar, los precios crean incentivos para producir y consumir de manera eficiente. Si un recurso se espera que sea escaso, por ejemplo, el precio sube y la gente comienza la reducción de su uso de ella mientras se cambia a otros productos.

Grandes cantidades de dichos ajustes se hacen de forma continua, dirigiendo la economía hacia niveles más altos de producción e ingresos. Los inversores y los empresarios dirigen sus recursos para las industrias más prometedoras. Los trabajadores descubren dónde utilizar mejor sus habilidades y añadir valor. Las empresas se esfuerzan por mantener su producción y a sus clientes felices. Hay un montón de errores, pero los precios continuamente ajustan para mantener todo en camino y en movimiento.

Consecuencias no deseadas

Cuando el gobierno federal interviene en la economía con subsidios y regulaciones, arroja una traba en el mecanismo de los precios. Si apoya los precios de la agricultura, por ejemplo, ayuda a los agricultores, pero también los motiva a la sobreproducción de cultivos subvencionados y a producir una cantidad insuficiente de otros, más valiosos. Las leyes de salario mínimo están destinadas a ayudar a los trabajadores, pero elevan el costo de la contratación de los trabajadores de baja calificación las empresas contratan a menos de ellos.

Al igual que con los impuestos, subsidios y regulaciones hacen que las personas cambien sus esfuerzos productivos, lo que impone pérdidas de eficiencia en la economía. Considere la posibilidad de un programa social. Los aumentos de los impuestos necesarios para financiar el programa inducen a los contribuyentes a trabajar menos, mientras que el gasto inducirá a los receptores de asistencia social a trabajar menos. El difunto senador Daniel Patrick Moynihan de Nueva York, dijo: “No puede afirmarse con demasiada frecuencia que la cuestión del bienestar no es lo que cuesta a aquellos que la proporcionan, sino lo que le cuesta a los que la reciben.” En realidad, son ambos efectos a la vez.

Subsidios

La Figura 3 ilustra las pérdidas de eficiencia creadas por un programa de subsidios agrícolas. Se plantea la hipótesis de un mercado donde las personas sin subsidio compran 100 millones de mazorcas de maíz por 50 centavos cada una. Dado que los mercados son voluntarios, sabemos que los clientes valoran las mazorcas a 50 centavos la pieza o más, y sabemos que el costo de producir la mazorca es de 50 centavos la pieza o menos. Supongamos ahora que el gobierno subvenciona a los agricultores 10 centavos por mazorca. Los agricultores cultivarán más maíz y reducirán sus inversiones en otras actividades.

En la figura, las mazorcas adicionales costarán más para producir de 50 centavos de dólar, pero sería valorado por los consumidores en menos de 50 centavos. Por tanto, la subvención ha destruido valor porque la producción cuesta más de lo vale la pena. La cantidad de valor destruido es la pérdida de peso muerto, que se muestra en la figura como el triángulo gris.

Podríamos hacer diagramas similares para cientos de los programas de subsidios y regulaciones federales. los legisladores federales tienen la intención de ayudar a la gente, pero sus intervenciones inducen a la gente a cambiar su comportamiento en formas que socavan la economía.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

 

El “fracaso” de los gobiernos: evaluar solamente los gastos de un programa no cubre todos los costos

Por Martín Krause. Publicada el 21/3/16 en: http://bazar.ufm.edu/el-fracaso-de-los-gobiernos-evaluar-solamente-los-gastos-de-un-programa-no-cubre-todos-los-costos/

 

En un interesante informe publicado por Cato, Chris Edwards plantea el tema de porqué fracasa el gobierno. Viejo tema, por supuesto, donde analiza los problemas básicos de falta de conocimiento y de débiles o desviados incentivos para alcanzar la eficiencia, por lo que el gobierno norteamericano, como otros, se destaca por ser incompetente y despilfarrador. http://object.cato.org/sites/cato.org/files/pubs/pdf/pa777.pdf

Pero, al margen del análisis específico que trae el trabajo, quisiera presentar aquí los simples argumentos del análisis acerca de esa eficiencia, tanto sea de los impuestos que el estado cobra, como de los subsidios que otorga. Así, dice Edwards:

“Al evaluar los programas de gasto, los políticos debe tener en cuenta todos los costes de su financiación. El coste directo de cualquier programa son los ingresos fiscales que el gobierno tendrá que extraer desde el sector privado. Sin embargo, otro costo es creado por el proceso de extracción en sí mismo. Dado que los impuestos son obligatorios, inducen a la gente para tratar de evitarlos cambiando sus decisiones de trabajo, inversión y consumos. Tales respuestas dañan la economía, un daño llamado “pérdida de peso muerto” (deadweight loss).

Supongamos que el gobierno impone un nuevo impuesto sobre el vino. Los bebedores de vino se verían perjudicados porque parte de su dinero sería confiscada. Sin embargo, un costo adicional, la pérdida de peso muerto, se crearía cuando la gente hace recortes en su consumo de vino. Debido a los impuestos, la gente consumirá menos vino y se perderá una cierta cantidad de bienestar o felicidad.

Impuestos

La Figura 2 ilustra el daño causado por un impuesto sobre el vino de $ 1 por botella. Antes de imponer el impuesto, las personas consumieron 100 millones de botellas a $ 10 por botella. Con el impuesto, el precio se eleva y las personas van a reducir su consumo a 90 millones de botellas. El área rectangular muestra la cantidad de ingresos recaudados por el gobierno. El área triangular es la pérdida del peso muerto, que es causada por la reducción que la gente hace de su consumo en 10 millones de bottles.

Mientras que la cantidad de ingresos de impuestos representa una pérdida para el sector privado y una ganancia para el gobierno, la pérdida de peso muerto es una pérdida para la sociedad como un todo. El gobierno ha bloqueado el intercambio de 10 millones de botellas que hubieran beneficiado a ambas partes. Todo impuesto federal hace que este tipo de daños al obstaculizar intercambios en el mercado. Los impuestos sobre la renta, por ejemplo, reducen los esfuerzos de millones familias y empresas que trabajan y que invierten.

¿De qué tamaño son las pérdidas de eficiencia de los impuestos del gobierno federal? Varían en función de la tasa de impuestos, el tipo de impuesto, y otros factores. Pero para el caso de impuestos federales, los estudios han encontrado que, en promedio, la pérdida de eficiencia de un aumento de los impuestos de un dólar es más o menos 50 centavos. Sobre la base de su trabajo pionero, Martin Feldstein, de la Universidad de Harvard, piensa que la pérdida puede ser más alta, tal vez cercana o igual a “un dólar por cada dólar de ingresos fiscales, por lo que el costo de un mayor gasto gubernamental  sería más de dos dólares por cada dólar de los gastos del gobierno.  Otras estimaciones son, sin embargo, menores a la de Feldstein.

Supongamos que el Congreso está considerando un gasto de $ 10 millones de dólares en un programa de subsidio de energía. Dejando de lado si el programa es ético o constitucional, ¿tiene el  programa algún sentido económico? Los beneficios del programa tendrían tiene que ser mayores que el coste total de alrededor de $ 15 mil millones, que incluye los $ 10 mil millones de costo directo para los contribuyentes más otros $ 5 mil millones en pérdidas de peso muerto.

Actualmente, los legisladores federales no tienen en cuenta esas pérdidas de peso muerto cuando toman decisiones de gasto, pero deberían. El contador del Congreso, la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), por lo general no incluye el peso muerto en sus análisis. Las agencias federales en general no tienen en cuenta las pérdidas de peso muerto, a pesar de que la Oficina de Administración y Presupuesto ha recomendado que sean incluidas en las evaluaciones sobre los programas.

La ausencia de información de la pérdida de peso muerto sesga los políticos a favor de aprobar programas. Considere el debate sobre la a la Salud del 2010. El investigador en salud, Chris Conover estima que la ley generó impuestos crearían de cerca de $ 500 millones de dólares de pérdidas de eficiencia durante la pimera década, además del costo oficial de alrededor de $ 1 billón. Si dicha estimación se hubiera presentado al Congreso en 2010, podría haber cambiado el debate sobre la legislación.

Para ver por qué las pérdidas de eficiencia pueden resultar en el fracaso del gobierno, vamos a comparar un proyecto solidario privado a un programa de gobierno. Supongamos que un filántropo crea un proyecto de $ 10 millones para ayudar a personas desfavorecidas, y el programa genera $ 12 millones en beneficios. Sería un éxito. Supongamos ahora un programa similar dirigido por el gobierno. Sería un fracaso porque utilizaría financiación de impuestos y por lo tanto generan pérdidas de eficiencia. El programa de gobierno cuesta $ 10 millones de dólares directamente más otros $ 5 millones en pérdidas de eficiencia, con un coste total que supera los beneficios. Puesto que los proyectos del gobierno son financiados por contribuciones forzosas, son más costosos que los proyectos privados. La coerción no es gratuita.”

 

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Douglass North (1920-2015): una evolución hayekiana sobre el origen y desarrollo de las instituciones

Por Martín Krause. Publicada el 11/1/16 en: http://bazar.ufm.edu/douglass-north-1920-2015-una-evolucion-hayekiana-sobre-el-origen-y-desarrollo-de-las-instituciones/

 

Con los alumnos de la materia “Economía e Instituciones” de OMMA Madrid vemos el aporte de Douglass North, economista e historiador, quien recibiera el Premio Nobel en Economía en 1993 junto a Robert Fogel, por sus aportes al desarrollo de lo que ahora se denomina “Economía Institucional”. North falleció recientemente, el 23 de Noviembre de 2015.

North

North, quien comenzara con una aproximación claramente “neoclásica” y economicista sobre el origen de las instituciones, basando su análisis en modificaciones “exógenas” a los incentivos económicos existentes en la sociedad, evolucionó hacia una visión que enfatiza el papel de las ideas, acercándose así a la visión clásica tradicional que sostuvieran Mises, Hayek y Milton Friedman. Veamos, por ejemplo, de su artículo con Robert Thomas, publicado originalmente en The Economic History Review, de 1970  y luego en castellano en Libertas 10: “Una teoría del crecimiento del mundo occidental”:

“En este artículo nos proponemos ofrecer una nueva explicación del crecimiento económico del mundo occidental. Si bien el modelo que presentamos tiene implicaciones igualmente importantes para el estudio del desarrollo económico contemporáneo, centraremos nuestra atención en la historia económica de las naciones que formaron el núcleo del Atlántico Norte entre los años 1100 y 1800. En pocas palabras, postulamos que los cambios en los precios relativos de los productos y los factores de producción, inducidos inicialmente por la presión demográfica malthusiana, y los cambios en la dimensión de los mercados, dieron lugar a una serie de cambios fundamentales que canalizaron los incentivos hacia tipos de actividades económicas tendientes a incrementar la productividad. En el siglo XVIII estas innovaciones institucionales y los cambios concomitantes en los derechos de propiedad introdujeron en el sistema cambios en la tasa de productividad, los cuales permitieron al hombre de Occidente escapar finalmente al ciclo malthusiano. La llamada “revolución industrial” es, simplemente, una manifestación ulterior de una actividad innovadora que refleja esta reorientación de los incentivos económicos”.

Y veamos ahora su visión en 2003, en un artículo publicado por Cato Institute: “Instituciones, ideología y desempeño económico”: http://www.elcato.org/instituciones-ideologia-y-desempeno-economico

“El argumento central de este ensayo es que las instituciones, junto con la ideología, dan forma al desempeño económico. Las instituciones afectan el desempeño económico al determinar (junto con la tecnología usada) el costo de transacción y de producción. Las instituciones se componen de reglas formales, restricciones informales, y características del cumplimiento de éstas. Mientras que las reglas formales pueden cambiarse de la noche a la mañana por la comunidad, las restricciones informales cambian muy lentamente. Ambas son moldeadas en última instancia por las percepciones subjetivas de la gente sobre el mundo que los rodea; a la vez, estas percepciones determinan opciones explícitas entre las reglas formales y las restricciones informales evolutivas. En las secciones siguientes desarrollaré esta estructura analítica, la cual utilizaré para diagnosticar el desempeño contrastante de las economías occidentales de mercado con las del tercer mundo y con las economías socialistas.”

 

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Sin precios en la salud se toman malas decisiones: no estamos realmente tomando ‘decisiones’

Por Martín Krause. Publicada el 4/1/16 en: http://bazar.ufm.edu/sin-precios-en-la-salud-se-toman-malas-decisiones-no-estamos-realmente-tomando-decisiones/

 

Cuando no hay precios en las decisiones que tomamos relacionadas con la salud, no estamos asignando nuestros recursos a lo que estimemos que son nuestras prioridades. Comenta el último premio Nobel en Economía, Angus Deaton, en su libro The Great Escape:

Deaton

“Dado que el cuidado de la salud (en Estados Unidos), es de alta calidad y ayuda a mantener y mejorar la salud, es un instrumento importante para la salud. Pero la atención médica es cara, por lo que existen una compensación potencial entre un gasto mayor en atención a la salud  y otros aspectos del bienestar. Si los norteamericanos gastaran el doble en salud, tendrían que reducir el gasto en todo lo demás en un cuarto. O si pudiéramos seguir las recomendaciones de Darmouth para reducir los programas caros y de poco valor, y cortar el gasto en salud, digamos, a la mitad, podríamos aumentar el gasto en cualquier otra cosa en un 10%. Este tipo de compensaciones sucede todo el tiempo en la vida diaria, y usualmente no nos preocupamos mucho si la gente, por ejemplo, gasta mucho en libros o aparatos electrónicos y les queda poco para gastar en vacaciones de verano. Entonces, ¿por qué la salud sería diferente?

El problema es que la gente no está realmente eligiendo cuanto gastar en atención a la salud en la forma en que lo hace sobre los libros o las vacaciones. En realidad, la gente puede no saber cuánto está pagando por esa atención, o lo que están sacrificando a cambio. En los Estados Unidos, la mayor parte de la atención de los jubilados es pagada por el gobierno a través de Medicare, y la mayoría (59%) de los no jubilados reciben coberturas de sus empleadores. Muchos de estos piensan que sus empleadores están pagando por su atención médica, sin costo para ellos. Sin embargo, la mayoría de los estudios han mostrado que no son los empleadores los que terminan pagando, sino los empleados, a través de salarios más bajos. Como resultado, los ingresos típicos, han crecido más despacio de lo que hubieran crecido si los costos de salud no hubieran crecido tan rápido. Pero la gente no lo ve de esta forma, y no piensa en culpar a los mayores costos de salud por el más lento crecimiento de sus ingresos. Como resultado, no logran ver a los costos de salud como el problema que realmente es.

Problemas similares surgen  cuando el gobierno provee atención médica, como en Europa, o en Medicare, que paga por la salud de los jubilados en Estados Unidos. Cuando la gente presiona al gobierno para que provea beneficios de salud adicionales –cobertura para remedios, por ejemplo- no tienden a pensar en lo que están sacrificando a cambio. El decano de los economistas sanitarios de los Estados Unidos, Victor Fuchs, da el ejemplo de una mujer anciana para quien Medicare proveerá costos atención quirúrgica sin costo para ella, incluso cirugía que no sería necesaria o urgente, pero cuya jubilación no le permitiría comparar un boleto de avión para visitar a un nieto. Estas compensaciones se realizan en el proceso político a través de algún tipo de debate democrático, pero ése es un proceso difícil, cuestionable, y muchas veces mal informado. También es un proceso que, al menos en algunos países, está profundamente influenciado por los proveedores, que tienen un interés en sobre-proveer, un interés que  se hace más fuerte y está mejor financiado cuanto más se gasta.”

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Demsetz propone una teoría económica sobre el origen del derecho de propiedad

Por Martín Krause. Publicado el 6/6/15 en: http://bazar.ufm.edu/demsetz-propone-una-teoria-economica-sobre-el-origen-del-derecho-de-propiedad/

 

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I de la UBA Económicas vemos un artículo que ya es un clásico: Harold Demsetz en “Hacia una teoría de los derechos de propiedad’ donde se propone desarrollar una explicación económica sobre el origen de este derecho.

Algunos de sus puntos centrales:

“En el mundo de Robinson Crusoe los derechos de propiedad no desempeñan ningún rol. Son un instrumento de la sociedad y su significación deriva del hecho de que ayudan a formarse las expectativas que se pueden sustentar razonablemente en las relaciones con otros. Estas expectativas encuentran su expresión en leyes, hábitos y costumbres de una sociedad. El propietario de ciertos derechos de propiedad posee el consentimiento de sus pares para permitirle actuar de determinadas maneras. Un propietario espera que la comunidad impida que otros interfieran en sus propias acciones a partir de que tales acciones no están prohibidas en la especificación de sus derechos.

Es importante notar que los derechos de propiedad conllevan el derecho a beneficiarse o perjudicarse a sí mismo así como a beneficiar o perjudicar a otros. Perjudicar a un competidor por el hecho de fabricar mejores productos puede estar permitido, mientras que pegarle un tiro no lo está. Por lo contrario, si puede estar permitido beneficiarse uno a sí mismo disparando un arma contra un intruso, puede no estarlo vender productos por debajo de cierto precio establecido. Está claro entonces que los derechos de propiedad especifican de qué modo las personas pueden beneficiarse o perjudicarse y, por tal razón, quién debe pagar a quién para modificar acciones llevadas a cabo por personas. El reconocimiento de esto permite entender fácilmente la estrecha relación que existe entre derechos de propiedad y factores externos o externalidad.

La externalidad es un concepto ambiguo. Para los objetivos de este trabajo, el concepto incluye costos externos, beneficios externos y externalidades tanto pecuniarias como no pecuniarias. Ningún efecto benéfico o perjudicial es externo al conjunto. Alguna persona siempre resulta perjudicada o beneficiada por tales efectos. Lo que convierte a un efecto benéfico o perjudicial en una externalidad es que el costo de hacer que gravite en la decisión de una o más de las personas interactuantes sea demasiado alto como para justificarse, y esto es lo que el término quiere decir aquí.

La “internalización” de tales efectos está ligada a un proceso -usualmente un cambio en los derechos de propiedad- que permite a dichos efectos gravitar sobre todas las personas interactuantes. Una función primaria de los derechos de propiedad es la de promover incentivos para alcanzar una mayor internalización de las externalidades. Cada costo y beneficio asociado con interdependencias sociales es una externalidad potencial.

Una condición es necesaria para hacer que costos y beneficios sean externalidades: el costo de una transacción de derechos entre partes (internalización) debe exceder la ganancia de la internalización. En general, el costo de la transacción puede ser grande en relación con las ganancias por las “naturales” dificultades del intercambio comercial, o bien puede ser grande por razones legales. En una sociedad jurídicamente organizada, la prohibición de negociaciones voluntarias puede hacer infinito el costo de las transacciones.”

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).