A la herencia K se le agrega ahora la herencia Cambiemos

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 12/2/19 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/02/12/a-la-herencia-k-se-le-agrega-ahora-la-herencia-cambiemos/

 

El Gobierno ha desperdiciado 3 años y monedas con la historia del gradualismo

Ahora, en su último año de Gobierno de CambIemos, aparece de nuevo el fantasma de que el kirchnerismo pueda tener la posibilidad de acceder al poder. Sería imperdonable que luego del esfuerzo que tanta gente hizo para frenar a esa asociación ilícita que llegó al Ejecutivo, vació la Argentina a puro latrocinio, produciendo uno de los saqueos más grandes de su historia, esa legión de delincuentes tenga alguna chance de volver a revolear bolsos con euros gracias al inmovilismo del gobierno y, por sobre todas las cosas, por no haber denunciado en su momento la terrible herencia recibida.

Lo cierto es que si en octubre se produce la polarización esperada entre Cambiemos y el kirchnerismo y el primero retiene el poder, tendrá que lidiar de nuevo con la herencia recibida y con la propia herencia, ya que en estos 4 años habrán agregado otros problemas a los ya heredados por el kircherismo como es el caso de la deuda pública para financiar el déficit fiscal por el gasto público que no se animaron a bajar.

El desafío que la Argentina tiene por delante para entrar en serio en una senda de crecimiento sostenido es de una magnitud insospechada que no se resuelve con retoques en el tipo de cambio, en la tasa de interés o haciendo artilugios financieros ni aplicando aspirinetas al tema fiscal.

Los 163 impuestos nacionales, provinciales y municipales que detectó el IARAF implican un aumento sobre los 96 impuestos nacionales, provinciales y municipales que ya había detectado Antonio Margariti en 2015, si mal no recuerdo.

Pero esa maraña de impuestos se explica por el fenomenal aumento del gasto público consolidado a partir de la llegada del kirchnerismo al gobierno en 2003.

Como puede verse en el gráfico, el gasto público consolidado pasó de un promedio del 31,5% sobre el PBI en la década del 90, cuando ya el gasto público era alto, a un máximo de 47,1% en 2016. O sea que el gasto consolidado aumentó 15,6 puntos porcentuales del PBI. Para ponerlo de otra forma, si quisiéramos volver a los niveles de gasto público consolidado respecto al PBI de los 90, habría que bajar el gasto consolidado unos USD 77.000 millones o, si se prefiere, habría que reducir un 34% el gasto público consolidado actual.

Si eso no se quiere hacer, entonces habrá que soportar una carga tributaria consolidada que pasó del 23% del PBI en 2003 al 41,7% del PBI en 2018 y que tampoco alcanza para evitar el déficit fiscal.

Como consecuencia del aumento del gasto público, la carga tributaria casi se duplicó desde el inicio del kirchnerismo a la actualidad, haciendo estragos en el endeudamiento público, disparando el peso de los intereses de la deuda sobre la recaudación impositiva y afectando el nivel de empleo privado.

Deterioro de la economía real

La recesión de 2018 comienza en abril de ese año. Si tomamos la cantidad de puestos de trabajo del sector privado en blanco en marzo de 2018 y los comparamos con los de noviembre del mismo año vemos una caída de 158.000 puestos sin considerar a los autónomos ni a los monotributistas. En cambio, en el mismo período, el empleo público consolidado (nación, provincias y municipios) aumentó en 43.900 puestos. Todos estos datos son de la Secretaría de Trabajo.

Tomando todo el período de Cambiemos, el empleo privado en relación de dependencia cayó en 102.000 puestos de trabajo y el empleo público consolidado creció en 58.800 puestos de trabajo. Es muy clara la evidencia que es el sector privado el que está sufriendo los efectos del ajuste, mientras los tres niveles de gobierno tiemblan ante la posibilidad de reducir un solo puesto de trabajo en el Estado.

Por un lado el que pierde puestos de trabajo es el sector privado y, por otro lado, el único rubro en que el Gobierno bajó el gasto público fue en subsidios económicos que tienen como contrapartida el incremento de las tarifas de los servicios públicos.

Puesto de otra forma, como corresponde y apoyo, el gobierno fue eliminando los subsidios económicos, en particular los que mantenían artificialmente bajas las tarifas de los servicios públicos, y la gente empezó a pagar más por dichos servicios, pero al mismo tiempo, el Poder Ejecutivo no bajó otros gastos del Estado para aliviar la carga impositiva.

De manera que el sector privado paga lo que corresponde por los servicios públicos pero no tiene alivio de la presión impositiva porque tiene que seguir sosteniendo a piqueteros, infinidad de planes sociales que Carolina Stanley decidió que son un derecho de los que reciben esos planes, sin aclarar de dónde surge ese derecho ni quién tiene la obligación de mantener a otro para que no trabaje y a legiones de empleados públicos que son intocables. Como si en Argentina hubiese prerrogativas de sangre y de nacimiento.

Para que tengamos una idea, el gasto público corriente (incluidos los intereses de la deuda pública) disminuyeron 3,6 puntos del PBI en la era Cambiemos, pero 2 puntos de esos 3,6 se explican por menos subsidios económicos, que es lo mismo que decir mayores tarifas de los servicios públicos pero no baja de impuestos.

Además, el Gobierno bajó 3,6 puntos el gasto corriente pero aumentó el gasto en intereses en 1,6 puntos del PBI que pasaron de 2% en 2015 a 3,6% en 2018, incluyendo los interés intrasector público.

En síntesis, el Gobierno ahorró 2 puntos del PBI en gastos corrientes cobrando más tarifas, pero otros 1,6 puntos del PBI se le fueron en intereses de la deuda para financiar el gradualismo. Puro costo para el sector privado.

Expectativas sin fundamentos 

Desde el Gobierno dicen que a medida que la economía crezca, se va a poder bajar el gasto público, y la oposición, que habla sin mirar los números, se espanta del ajuste salvaje y dice que esto se resuelve con crecimiento. Me permito advertir que ambos deliran. La Argentina no puede crecer con este gasto público ni carga tributaria. Así que decir que esto se resuelve bajando el gasto público y dejando de mentir con que la salida es el crecimiento sin que se baje el gasto previamente.

¿Cómo se resuelve este problema? ¿Cómo se rompe este círculo vicioso por el cual el Gobierno dice que no se puede bajar el gasto hasta que no haya inversiones y sabemos que no hará inversiones con esta carga impositiva? Lamentablemente, Cambiemos no sólo desperdició la oportunidad de contar la herencia recibida, sino que además se endeudó para no cambiarla. Se endeudó para pagar los sueldos en vez de endeudarse para financiar la reforma del estado. Si antes uno podía pensar en bajar los impuestos para atraer inversiones a un ritmo mayor al que se bajaba el gasto público y financiar el déficit hasta que hubiese equilibrio con endeudamiento, ahora ese instrumento no lo veo.

De manera que, desafortunadamente, el mayor ritmo de ajuste tendrá que venir por el lado del gasto público para poder reducir la carga tributaria y atraer inversiones para crecer. Una combinación de baja del gasto público, con reducción de impuestos y reforma laboral podría romper el círculo vicioso en el que estamos metido. Dicho de otra forma, el famoso gradualismo dejó una herencia más pesada que la que se recibió y tendrá costos políticos que pagar más altos que si se hubiese aplicado una política de shock desde el inicio contando la herencia recibida.

Las 3 bases para el mejor ajuste

¿Dónde bajar el gasto? En los programas sociales (ya he explicado varias veces cómo hacerlo), en las jubilaciones de aquellos que nunca aportaron al sistema y Cristina Fernández de Kirchner agregó terminando de quebrar a un sistema de reparto inviable, y en el empleo público.

Esto debería ser acompañado por el ajuste por inflación de los balances en una primera etapa y luego la reducción de las tasas impositivas. Tal vez habría que pensar en pasar de un Impuesto a las Ganancias a un flat tax. Considerando que la salida más rápida para crecer está en las exportaciones, la reducción de derechos de exportación hay que retomarla en forma inmediata.

Ronald Reagan y Margaret Tatcher consolidaron su liderazgo cuando pagaron el costo político de enfrentar a la mafia de los sindicatos. Reagan con los controladores aéreos y Tatcher con los mineros. Mostrada la convicción de avanzar en las reformas, la confianza renace y las inversiones pueden llegar.

En síntesis, para lograr romper el círculo vicioso de decadencia en el que estamos sumergido hace falta un plan económico consistente, ejecutado por personas de trayectoria y prestigio y una fuerte y clara convicción del presidente de pagar el costo político que haya que pagar para llevar adelante ese plan.

En ese contexto no hay lugar para funcionarios que sigan difundiendo la demagogia diciendo que quienes reciben un plan social no tienen que agradecer nada porque es su derecho a vivir del trabajo ajeno, ni tampoco hay para los especialistas en roscas políticas que pueden servir para ganar una elección pero luego no sirven para sacar al país de la decadencia, al contrario, lo terminan hundiendo.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE 

Con esta carga impositiva es imposible que la economía crezca

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 30/7/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/07/31/con-el-nivel-de-cargos-impositivos-es-imposible-que-la-economia-crezca/

 

Finalmente la realidad dijo basta y la implementación de una reforma del Estado para bajar el gasto público se impuso por las circunstancias

 

No es la primera vez que ocurre algo así en nuestro país. Gobiernos que se niegan a ordenar las cuentas públicas en su momento, recurren a todas las piruetas financieras, monetarias y cambiarias que uno puede imaginar hasta que, finalmente, se acaba la magia de las piruetas y la realidad impone hacer a las apuradas lo que podría haberse hecho en forma ordenada desde un principio, con el agravante de haber acumulado más problemas de los heredados por el costo que generaron esas piruetas financieras. Ahora me refiero a desarmar la bomba de las Lebac.

Pero, como es de rigor, ni aun ante la gravedad extrema de las condiciones económicas y el porrazo contra la realidad que se dan los que se niegan a bajar el gasto público llamándolo ajuste salvaje, aceptan lo que está delante de sus narices y empiezan con una nueva historia. Resulta que ahora aparece la nueva corriente de «pensamiento» que dice que el déficit fiscal se resuelve con crecimiento y no bajando el gasto público. Hay que crecer, aunque no explican cómo se hace para crecer, y con ese mayor crecimiento se recauda más impuestos y se cierra la brecha fiscal.

En rigor no están diciendo nada diferente a lo que sostuvo Cambiemos desde el inicio. No había que bajar el gasto público, sino que había que congelarlo en términos reales, es decir, el gasto tenía que crecer al mismo ritmo que la inflación.

Al mismo tiempo, el crecimiento de la economía permitiría generar más ingresos fiscales y la brecha fiscal se iba a ir cerrando. El gradualismo iba a generar un mágico crecimiento que resolvería el problema fiscal, sin comprender que el problema de la Argentina es, entre otros, el nivel y la calidad del gasto público.

Límite a la capacidad de pago de los contribuyentes

Pero volviendo a la nueva «genialidad» de no bajar el gasto sino que hay que crecer para recaudar más, es bueno recordarles a esos magos de la economía que ya no hay más margen para recaudar. Es más, con esta carga tributaria es impensable crecer en forma sostenida, como ha quedado demostrado. Basta un año con pocas lluvias y entramos en un problema económico fenomenal.

El gráfico muestra la evolución de la recaudación impositiva en dólares, tomando el tipo de cambio promedio de cada año. Como puede verse entre 2003, cuando llegó el kirchnerismo al poder, y 2017, cuando el estado recauda USD 129.270 millones más que en 2003. Para tener idea de la magnitud de cuántos recursos más recibió el Estado de los bolsillos de los contribuyentes podemos compararlo con el Plan Marshall que fue implementado por Estados Unidos al finalizar la Segunda Guerra Mundial para ayudar tanto a aliados como a los países vencidos.

El Plan Marshall comenzó a funcionar en 1948 durante 4 años y era por un monto de USD 13.000 millones de aquella época. A valores actuales son unos USD 130.000 millones. Es decir, entre 2003 y 2017 la Argentina incrementó la recaudación por el equivalente a todo el Plan Marshall, aclarando que en total fueron 18 los países europeos que se vieron beneficiados con el Plan Marshall para reconstruir sus economías.

El que más apoyo recibió del total del monto el Plan Marshall fue Gran Bretaña, con el 26% del total, el segundo fue Francia con el 18% y el tercero fue Alemania, en ese momento Occidental, con el 11% del total. De manera que, dicho sea de paso, cuando se dice que Alemania se recuperó gracias al Plan Marshall, no es cierto.

Gran Bretaña recibió más del doble que Alemania y la que despegó económicamente fue Alemania, mientras Inglaterra entraba en una senda de estancamiento con las ideas intervencionistas que imperaban en el Laboralismo, que fue el que ganó la elecciones luego de la guerra derrotando a Churchill.

La realidad es que Alemania recibió USD 1.430 millones de ese momento, unos USD 14.300 millones actuales. Así que si comparamos los USD 129.000 millones más que recauda el gobierno argentino, con lo que recibió Alemania para reconstruirse luego de la guerra, mejoró sus ingresos en un monto que equivale a 9 Planes Marshall de los que recibió Alemania.

Uno logró sacar a su país de debajo de los escombros y las ruinas y el Kirchnerismo, recaudando casi USD 142.000 millones más, algo así como 10 planes Marshall de los que recibió Alemania, dejó a la Argentina sin energía, con las rutas destruidas, con 12 millones de cabezas de ganado menos, en default, con cepo cambiario y el listado sigue.

Una pesada herencia, equivalente a una catástrofe económica

El kirchnerismo fue una catástrofe económica e institucional para Argentina y esa catástrofe requería de un tratamiento de shock como el que aplicó Ludwig Erhard en Alemania implementando una economía de mercado que, dicho sea de paso, no era del agrado de los gobiernos de los países aliados, que en esos momentos estaban mayormente dominados por las ideas intervencionistas y keynesianas.

Pero si el dato de la evolución de la recaudación en dólares no conforma a algún lector, podemos ver cómo evolucionó la recaudación tributaria consolidada en términos de PBI, es decir incluyendo los impuestos nacionales, provinciales y municipales, entre la década del 90 y el último año del kirchnerismo tenemos que aumentó unos 13 puntos del PBI. Y si tomamos el 2017 respecto a los 90, cuando ya la carga tributaria era elevada, tenemos, aproximadamente, 10 puntos más del PBI que se quedan la nación, las provincias y los municipios de los ingresos que generan los contribuyentes.

Quienes afirman que el problema no es el gasto público sino la recaudación vía un mayor crecimiento económico, o no pagan impuestos o no logran conectar la carga tributaria con el crecimiento económico. ¿Quién puede invertir en un país donde el impuesto a las ganancias a las empresas es del 35%, pero como no se pueden ajustar los balances por inflación la carga efectiva supera el 40%? ¿O todavía no se enteraron de que el crecimiento viene de la mano de la inversión y nadie invierte para ser expoliado impositivamente?

Pero veamos un dato más. Cómo evolucionó la recaudación tributaria de los impuestos nacionales entre 2003 y 2017 a pesos de 2017 utilizando IPC para indexar.

En pesos de 2017 los ingresos tributarios nacionales (IVA, Ganancias, Combustibles, Aportes y Contribuciones, al cheque, etc.) se multiplicaron por 2,5 o aumentaron el 150% en términos reales. Una verdadera masacre tributaria.

De manera que, mientras no se baje el gasto público y la carga tributaria, además de implementar una reforma laboral y otras cuestiones más, es impensable que la economía crezca.

Una mochila que inmoviliza

El sector privado tiene encima a un luchador de sumo que es el Estado y lo mantiene inmovilizado con su peso. Es imposible imaginar una economía creciendo con el actual peso del Estado sobre el sector privado.

Con la feroz carga tributaria que hoy soporta el sector privado, es impensable que el déficit fiscal vaya a solucionarse con crecimiento. Afirmar que tenemos un problema de recaudación raya en el delirio y más delirante es creer que el sector informal puede pasarse al sector formal con esta carga tributaria.

Este nuevo discurso que empieza a aparecer diciendo que el problema fiscal se resuelve con crecimiento es típico de los que quieren seguir con un gigantesco e ineficiente gasto público.

Que expliquen cómo piensan crecer con esta carga impositiva. Con estas tasas de interés que son fruto del endeudamiento del sector público para financiar el déficit fiscal y con esta tasa de inflación que es consecuencia del déficit fiscal. No pueden explicar semejante disparate. Es el discurso típico del demagogo, del que habla sin saber o del necio que niega la realidad.

Asumamos la realidad, el problema fiscal, de la inflación y de las altas tasas de interés se resuelve reformando el Estado para bajar el gasto y con menor presión impositiva. El desafío es grande, no tengo ninguna duda, pero lo otro es un delirio mayúsculo que nos puede llevar a otras crisis económicas de las que ya conocemos.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

La Reforma Tributaria que no fue

Por Iván Carrino. Publicado el 2/11/17 en: http://www.ivancarrino.com/la-reforma-tributaria-que-no-fue/

 

Si se compara con los trascendidos, no estuvo mal. Pero juzgando desde un estado ideal, deja mucho que desear.

Con muchas ansias esperábamos el martes el anuncio de un importante cambio impositivo que estimulara la inversión y el crecimiento económico.

Estábamos como los chicos la mañana del 24 de diciembre,  sabiendo que a la noche llega Papá Noel… La diferencia era que los trascendidos nos hacían pensar que cualquier cosa podía pasar durante el anuncio.

¿Bajarán los impuestos? ¿Los terminarán subiendo? Eran algunas de las preguntas que nos hacíamos.

Finalmente, el misterio se develó.

Por lo general, cuando uno piensa en una reforma tributaria se imagina que los impuestos van a bajar, de manera que individuos y empresas tengan más espacio para crecer y desarrollarse.

Además, siguiendo las palabras del presidente Macri del lunes, se esperaba que se “desarmara la escalada de impuestos” de los últimos años, que hubiera “menos impuestos” y que fuéramos a un “sistema más simple, más claro, más equitativo, y que beneficie la inversión productiva y la creación de empleo”.

¿Se cumplió el objetivo?

Reagan, Irlanda y el G-20

Cuando un presidente sostiene que quiere un sistema impositivo más simple y más barato de pagar, uno piensa en Ronald Reagan y su “economía del lado de la oferta”. Durante su presidencia, en Estados Unidos la presión fiscal (medida como porcentaje del PBI) cayó de 19,1% a 17,8%, un descenso de 1,3% en 8 años.

Esta baja se consiguió con una fuerte reducción de la tasa marginal del impuesto a las ganancias de las personas físicas (de 70% a 28%) y un contundente recorte a los impuestos cobrados sobre las empresas. El tributo a las ganancias corporativas pasó de 48% a 34%.

Sin embargo, los recortes impositivos que estimulaban la inversión y la disposición a trabajar fueron parcialmente compensados con algunas subas de impuestos a las ventas, la seguridad social y la eliminación de exenciones.

En la década de los ’80 también fue importante la modificación impositiva de Irlanda. En dicho país, el impuesto a las ganancias corporativas se redujo de 50% a 12,5% en 16 años,  pasando de 35% a 12,5% en solo 6.

La tendencia de reducir impuestos a las ganancias corporativas es una constante dentro del G-20. Entre esos países, 16 redujeron ganancias corporativas entre 2003 y 2012.

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Los únicos que no lo hicieron fueron Brasil, Australia y Argentina. Eso dejó a nuestro país como el tercer peor del G-20, desestimulando la inversión y la radicación de compañías que generen riqueza.

Puntos a favor

En este sentido, debe destacarse la decisión del gobierno de presentar, como parte central de su proyecto, la reducción del 35% al 25% en el impuesto a las ganancias corporativas.

Como título, esta decisión es correcta y está en línea con la tendencia mundial para ganar “competitividad fiscal”. Sin embargo, hay que mencionar que dicha reducción aplicará solo a empresas que no distribuyan dividendos, y que se hará en una forma gradual, teniendo efecto pleno a partir de 2021.

Otra modificación importante es la devolución anticipada de saldos a favor en IVA para las empresas. Esto reduce el costo financiero de los proyectos, quitándole trabas a la inversión. A este cambio también se suma que el impuesto al cheque, si bien no se elimina, podrá tomarse como pago a cuenta del tributo a las ganancias.

Por último, también deben destacarse la menor carga fiscal que tolerarán los trabajadores autónomos, la reducción a 0% de los impuestos internos a celulares, otros productos electrónicos y autos y motos de gama media.

Sistema complejo, caro y paternalista

Ahora bien, lejos está la reforma tributaria de ser ideal. De hecho, incluso parece estar lejos de lo que pretendía el presidente Macri.

Es que, al mirarla detenidamente, no se elimina ningún impuesto. La desaparición del Impuesto a las Transferencias Inmuebles se ve compensada con la extensión de ganancias a la venta de una segunda vivienda y el fin de las exenciones a las ganancias derivadas de operaciones financieras.

Por otro lado, no se reduce la presión fiscal. Si bien el Ministro Dujovne planteó que la reforma tendría un costo de 1,5% del PBI, también sostuvo que –dado que la economía crecerá y bajará la evasión- éste se reducirá a un marginal 0,3% del PBI. Es decir que pasamos del punto D al punto C de la curva de Laffer (gráfico abajo), lo que indica que los impuestos no han bajado lo suficiente.

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Es que la clave para crecer es que el sector privado florezca a costa del sector público. Si la baja de impuestos es “neutra” en términos de recaudación, eso implica que los impuestos no bajaron lo suficiente. Éstos tienen que reducirse en términos del PBI, y para que el agujero fiscal no crezca hay que bajar el gasto público. Sino, es más de lo mismo.

Un punto adicional es que la reforma no resuelve el laberinto fiscal que es nuestro sistema tributario. Sigue habiendo exenciones, mínimos no imponibles y distintas tasas según la actividad que uno realice. Eso no contribuye a un sistema “simple y claro”.

Por último, se trata de una reforma con un fuerte componente de paternalismo. Los impuestos internos a la cerveza, el vino, el whisky y las bebidas con azúcar suben entre 9 y 17 puntos  porcentuales.

Dujovne sostiene que esta modificación está en línea con recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Éstas son curiosamente convenientes en medio de la crisis fiscal, pero además implican un mayor grado de control estatal sobre la vida privada. Debemos rechazar estos avances.

El proyecto de reforma se enviará al congreso en dos semanas. Por ahora, deja un sabor agridulce. Hay buenas iniciativas, pero en términos generales, no muestra grandes cambios en términos de sencillez, incentivos y competitividad fiscal.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

El déficit y la deuda se solucionan bajando el gasto público

Por Iván Carrino. Publicado el 27/10/16 en: http://www.ivancarrino.com/el-deficit-y-la-deuda-se-solucionan-bajando-el-gasto-publico/

 

En Argentina nadie quiere bajar el gasto público. Sin embargo, todos se quejan por las consecuencias que genera su elevado nivel.

La economía de las familias y las empresas tienen mucho para enseñarles a los gobiernos. Si en una familia los ingresos corrientes no dan para costear las vacaciones, el colegio de los chicos, el mantenimiento del auto y el pago del alquiler, ésta puede acudir a la tarjeta de crédito.

Sin embargo, si la diferencia entre ingresos y gastos no cambia, la deuda comenzará a ser un problema y la familia va a enfrentar una crisis.

Lo mismo le sucede a las empresas. Pueden pagar alquileres de oficinas lujosas, autos para los cargos ejecutivos, y hacer multimillonarias campañas de publicidad con cargo a deuda.

No obstante, si no llega un día en que los ingresos superan a los costos, la empresa se verá enfrentada a severas dificultades financieras.

Vistas de manera superficial, la familia y la empresa están enfrentadas al problema de la deuda. Ahora cuando uno mira la situación con mayor detenimiento, observa que lo que originó esa deuda fue el gasto, que superó a los ingresos. Y ahí es donde hay que trabajar para solucionar el problema.

Es por esto que las acciones de las compañías suelen subir cuando anuncian una baja de los costos operativos. Menos costos implican una mayor eficiencia productiva y, también, una mayor capacidad para cumplir con los acreedores.

A las familias les sucede lo mismo. A veces hay que hacer sacrificios.

En la economía Argentina pasa algo similar. Son numerosos los analistas de todos los sectores y colores políticos que advierten sobre el elevado ritmo de endeudamiento del gobierno nacional. El diario La Nación sostuvo recientemente que “El Gobierno volvió a emitir bonos y ya recurre al mercado una vez cada 6 días”. El total de deuda emitido en lo que va del año asciende a U$S 40.000 millones, el 16% del stock que el gobierno informó a diciembre de 2015.

Para Agustín D’Attellis, economista y reconocido defensor de las políticas económicas del gobierno kirchnerista, la deuda en dólares que contrae el gobierno tiene el objetivo de financiar la fuga de capitales y el giro de utilidades de las empresas en el exterior.

Esto no es cierto. En un mercado cambiario libre, cualquiera puede ahorrar en el extranjero o enviar las ganancias de su empresa a la casa matriz. Ahora esto podría pasar también con un gobierno que tuviera superávit fiscal y, por tanto, ninguna necesidad de endeudarse. La deuda del gobierno, entonces, nada tiene que ver con la compra de dólares por parte de los privados.

Ahora con lo que sí tiene que ver la deuda pública es con el déficit público. De la misma forma que la familia que está utilizando la tarjeta de crédito, o la empresa que acude al financiamiento en el mercado, lo que explica el endeudamiento del gobierno es el desequilibrio entre ingresos y gastos.

El año pasado, el déficit fiscal sin tener en cuenta las transferencias de ANSES y el BCRA fue de $ 370.000 millones (6,3% del PBI). Este año, a pesar del muy tímido intento de recortes en subsidios energéticos, el mismo se ubicará en torno a los $ 560.000 millones, un 7,1% del PBI.

Con este nivel de desajuste, se comprende de dónde viene la montaña de la deuda. La pregunta, entonces, es cómo solucionar esto.

Una respuesta que suelen dar los políticos es la de aumentar los impuestos “a los ricos”. El gobierno, de hecho, ya está planteando algo del estilo, porque enviará al congreso un proyecto para modificar las escalas del Impuesto a las Ganancias, incorporando una nueva del 40%. El problema es que este incremento de los impuestos “a los ricos” repercute en toda la economía, ya que reduce los incentivos al progreso y la mejora de la productividad.

Otra respuesta es que el crecimiento económico incrementará la recaudación. Esto es una posibilidad. En la medida que hay más producción, ventas y consumo, la recaudación tributaria sube, pero no sabemos a ciencia cierta si será suficiente para cubrir el gasto. Además, lo que debería hacer el gobierno es reducir aún más las tasas impositivas; no dejarlas como están y esperar embolsar más dinero del contribuyente.

La conclusión es clara: si no queremos subir los impuestos, y de hecho pensamos que lo mejor es bajaros, pero tampoco queremos volver a la emisión monetaria descontrolada que genera inflación, solo queda una forma de abordar el problema fiscal: reducir el gasto público.

Menos gasto público es menos déficit. Y menos déficit es menos inflación, menos deuda, y menos carga tributaria. Es hora de que los políticos escuchen el mensaje.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Plan global versus medidas aisladas

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 10/3/16 en: http://www.lanacion.com.ar/1878076-plan-global-versus-medidas-aisladas

 

Pasados 3 meses desde que Mauricio Macri asumió la presidencia, es indudable que el clima tanto político como económico ha cambiado. Se terminaron los discursos desde el atril y por cadena retándonos y se pasó al diálogo.

Por otro lado, los profesionales nombrados en el área de Economía no van a actuar como Kicillof, Moreno y compañía, lo cual disminuye el grado de incertidumbre de los agentes económicos.

El discurso del presidente Macri el 1° de marzo ante el Congreso, de unos 60 minutos, hizo una necesaria descripción de la herencia recibida de los 12 años del populismo k. Seguramente no fue todo lo extensa que debería haber sido y, posiblemente con razón, porque describir la destrucción económica del kirchnerismo hubiese insumido demasiadas horas. Sigo creyendo que la gente todavía no tiene conciencia o desconoce la profundidad del destrozo económico institucional de estos 12 años. En 30 minutos Macri describió, a grandes rasgos, la herencia recibida. La segunda media hora la dedicó más a formular algunas propuestas de reforma electoral, de la justicia y educación.

Entre las declaraciones de estos 3 meses y el discurso del 1° de marzo uno puede concluir que el nuevo gobierno no parece tener en mente presentar un plan económico global, anunciado de una sola vez de manera de orientar el rumbo económico. No estoy diciendo que todo tiene que ser anunciado y aplicado en 24 horas, me refiero al rumbo económico que va a aplicar el gobierno. Qué se va a hacer en materia fiscal, tanto por el lado del gasto como de la carga tributaria y el mismo endiablado sistema impositivo hoy vigente, la integración económica al mundo, cómo se va a reducir la inflación, etcétera.

Que el ministro de Hacienda diga que el gasto va a disminuir 1,8 puntos del PBI no dice demasiado. Primero, porque dudo que alguien sepa cuál es nuestro real PBI, segundo porque no se explica en qué rubros se va a reducir el gasto y tercero porque, tomando el PBI que uno imagina que están tomando, luce bastante poco para el nivel de descontrol fiscal que se heredó del kirchnerismo, lo cual conduce a pensar que no es tan claro que la inflación pueda ser dominada durante el año en curso.

La estrategia del gobierno parece apuntar a ir anunciando medidas aisladas. Atacando problemas puntuales de la economía. Por ejemplo, anuncia un aumento del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias para los que trabajan en relación de dependencia, pero desconocemos si se piensa permitir el ajuste por inflación de los balances de las empresas dado que siguen pagando impuestos sobre utilidades inexistentes y si los autónomos van a seguir siendo explotados impositivamente como hasta ahora. No son temas menores porque con esta carga tributaria y con este sistema impositivo no es fácil imaginar ese flujo de inversiones en el sector real de la economía que tanto le hace falta a la Argentina y al que apuesta el gobierno de Macri.

No creo que el camino para salir del desastre heredado consista en medidas puntuales. Es más, considero que pueden llevar a contradicciones. Por ejemplo, se aumentan las tarifas de energía y el gasto público bajará unos $ 100.000 millones en subsidios, pero, al mismo tiempo, la ausencia de un plan fiscal consistente se traduce en un aumento del stock de LEBACs que tomando una tasa promedio del 30% anual se traduce en un gasto público de $ 120.000 millones. En todo caso el costo político de corregir la distorsión tarifaria que dejó Cristina Kirchner se diluye en un aumento del gasto cuasi fiscal. Por eso insisto que tratar de dominar la inflación con endeudamiento del BCRA vía LEBACs aumenta el gasto público y genera un problema adicional a futuro además de los heredados y eso se debe a la ausencia de un plan en el flanco fiscal que corrija estructuralmente el déficit.

La ventaja de anunciar un plan económico en su conjunto y de una sola vez consiste en evitar este tipo de contradicciones dentro de la política económica y, al mismo tiempo, despeja el horizonte de los agentes económicos. Además, si es bien comunicado y tiene consistencia, el cambio de expectativas puede acelerar la recuperación económica disminuyendo el costo social de pagar la cuenta que dejó el kircherismo. Dicho de otra manera, es más duro para la gente soportar una política gradualista como la que parece proponer el gobierno que una política de shock que muestre un camino concreto, adoptando medidas más rápidamente, en forma coordinada, con mayor profundidad y en forma global.

Insisto, creo que la receta gradualista y sin un plan concreto tiene un costo social mucho mayor a un plan económico de shock, entendiendo por plan de shock anunciar en una sola vez todas las medidas que se irán tomando.

Las variables económicas no funcionan en compartimentos estancos. Están todas relacionadas y, si uno toca una variable, inevitablemente impacta en el resto. Un buen plan económico tiene que contemplar justamente esa interrelación, algo que no se logra anunciando medidas aisladas.

Por supuesto que se podrá argumentar las restricciones políticas que puede tener Macri, restricciones que uno no puede ignorar. No obstante a veces las restricciones políticas son más temores a adoptar ciertas medidas económicas que restricciones reales.

Como dicen Willam Hutt en su libro El Economista y la Política: «Muchas veces los economistas terminan asesorando a los políticos en base a la supuestas restricciones políticas, para que los políticos terminen actuando como si no los hubiese asesorado un economista». Cuando los economistas terminan aceptando un alto grado de «restricciones políticas» el plan económico que arman es una serie de parches con medidas inconsistentes.

Por otro lado, suponer que la política prevalece por sobre la economía implica no recordar que los gobiernos que han fracasado en Argentina, fracasaron por comprar el argumento de lo políticamente incorrecto y naufragaron por la economía.

En síntesis, no está en debate la incomparable mejora que hay en los funcionarios públicos y el mismo presidente comparando con lo que tuvimos en los 12 años. Lo que está en debate es si las medidas que se están adoptando responden a un plan global y si tienen la suficiente intensidad y profundidad como para dominar el enorme destrozo económico heredado.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

Balance del primer mes de gestión

Por Adrián Ravier: Publicado el 8/1/16 en: http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2016/01/08/balance-del-primer-mes-de-gestion/

 

Este 10 de enero se cumplen los primeros treinta días del Gobierno de Mauricio Macri y el cambio de modelo económico es una realidad. No podían enfrentarse los desequilibrios fiscal, monetario y cambiario si se mantenía la misma política económica. El nuevo equipo no tardó en ofrecer señales claras y avanzar en varios frentes a la vez. ¿Qué se hizo y qué es lo que falta?

Comenzando por el frente fiscal, el Gobierno eliminó retenciones a la industria y a los productos agropecuarios, excepto para la soja, que se redujo de 35 a 30 por ciento. La apuesta consistió en recuperar las economías regionales mejorando los incentivos, tanto por reducción de la presión tributaria que recaía sobre el sector como por supresión del cepo cambiario, que lo contenía acorralado en los márgenes de ganancia. La medida contribuiría, en paralelo, a incentivar en la inmediatez a los productores agropecuarios para que liquiden las cosechas y ayuden con ello a engrosar las debilitadas reservas del Banco Central.

El impacto fue positivo, si uno toma en cuenta que se revirtió el continuo descenso diario de las reservas hacia valores positivos que transmiten tranquilidad, aunque las liquidaciones no cubrieron las expectativas de la autoridad monetaria y del Gobierno. ¿Por qué no se cumplieron estas expectativas? Porque hay fuertes expectativas de que el sinceramiento del tipo de cambio oficial sólo fue parcial y que habría una nueva devaluación hacia marzo del corriente, una vez que venzan los contratos de futuros.

Algunos analistas señalan, sin embargo, que ese valor que hoy ronda los 14 pesos no lo fija la autoridad monetaria sino el mercado, pero esto no parece ser del todo cierto cuando observamos las altas tasas que los bancos pagan por los depósitos a plazo fijo (una alternativa a la demanda de dólares), o la absorción de pesos que el Banco Central viene generando en las últimas dos semanas con la emisión de letras.

En el frente fiscal también hay que destacar el cumplimiento de otra promesa de campaña en la que se confirmó la quita del impuesto a las ganancias para el aguinaldo de los que cobran hasta 30 mil pesos. La medida parece justa y popular, pero no conveniente ni oportuna dado el fuerte déficit fiscal. Quizás debió el Gobierno compensar la consecuente caída de ingresos tributarios con una baja inmediata en los subsidios, que si bien fueron anunciados, aún se desconoce su instrumentación.

En el frente monetario, lo dicho, la autoridad en la materia utiliza dos instrumentos para contener la inflación: por un lado, eleva los tipos de interés; por otro lado, absorbe todos los pesos que puede a través de la emisión de letras. Pero los analistas estiman una inflación para 2016 del orden del 35%, mientras la misma autoridad monetaria la estimó apenas arriba del 20 por ciento.

¿Por qué no ataca el Gobierno la inflación de manera más radical? Mi interpretación es que el Gobierno sabe que no hay otra forma que reducir el gasto público que no sea por la vía de la inflación. Si no se puede reducir el salario nominal, ni se pueden generar despidos en un sector público sobredimensionado, sólo queda avanzar en una baja real de los salarios por la vía del impuesto inflacionario. Si los analistas privados tienen razón y la inflación de 2016 se acerca a sus pronósticos, mientras el Gobierno logra acordar con los sindicatos aumentos salariales del orden del 20 o 25%, la baja real de los salarios permitirá avanzar en el requerido ajuste fiscal que todos los analistas reclaman. Por supuesto que la política no está exenta de críticas y se sabe que el mayor desafío pasará por afrontar las negociaciones salariales con los sindicatos, que nunca fue una tarea sencilla. Resumiendo, la baja de la tasa de inflación no parece ser prioridad en 2016, lo que es parte del programa gradualista que el Gobierno viene aplicando.

En el frente cambiario, además de lo dicho, la nueva administración apuesta a generar un fuerte ingreso de divisas que sólo puede ser la consecuencia de un cambio rotundo en la política exterior. Al respecto, Mauricio Macri lleva adelante una amplia agenda política internacional que comenzó con el cuestionamiento directo al eje bolivariano, empezando por Venezuela y siguió con la anulación del polémico memorándum con Irán. Además, extendió lazos dentro del Mercosur con Brasil y Uruguay, además de Chile, y relanzó vínculos con la Unión Europea y Estados Unidos. Aceptó el fallo de la Organización Mundial del Comercio sobre las importaciones y ofreció señales claras en su voluntad de atraer capitales.

Todo el arco liberal sigue reclamando como deuda pendiente atacar el desorbitante gasto público y su consecuente déficit fiscal. La noticia de los últimos días, sin embargo, ha sido el gesto de parte de la Vicepresidente de despedir a 2035 empleados del Senado por decreto, advirtiendo que los ministros van a tomar medidas del mismo estilo para erradicar del Estado estructuras políticas compuestas por “militancia del kirchnerismo”.

La medida, a la que se sumaron otros despidos en otros organismos, como el Banco Central y el Centro Cultural Néstor Kirchner, es una gota en el océano teniendo en cuenta los más de dos millones de nuevos asalariados nombrados durante el kirchnerismo en el Gobierno nacional, en provincias y en municipios, pero deja entrever que también habrá ajustes en el gasto público una vez se complete la auditoría general de los organismos públicos.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

De colonos de España a esclavos del fisco

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 18/10/15 en: http://economiaparatodos.net/de-colonos-de-espana-a-esclavos-del-fisco/

 

Después de ser colonos de España, lo hemos sido de nuestros gobiernos patrios

Si bien la obra más conocida de Juan Bautista Alberdi es “Bases y puntos de partida para la organización política de la República de Argentina”, otro de sus libros de gran relevancia sobre el espíritu de la Constitución Nacional de 1853 es el “Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853”. En rigor, con la destrucción que hubo en nuestro país de la historia y de la educación, lo chicos actualmente no saben quién fue Alberdi, qué libros escribió y mucho menos van a conocer El Sistema Económico y Rentístico.

Se enaltecieron asesinos como el Che o usureros como Néstor, pero se ignoraron celebridades como Juan Bautista Alberdi. Hecha esta molesta aclaración, vuelvo al punto que me interesa resaltar.

En el Sistema Económico y Rentístico, dice Juan Bautista Alberdi: “Hasta aquí el peor enemigo de la riqueza del país ha sido la riqueza del Fisco. Debemos al antiguo régimen colonial el legado de este error fundamental de su economía española. Somos países de complexión fiscal, pueblos organizados para producir rentas reales. Simples tributarios o colonos, por espacio de tres siglos, somos hasta hoy la obra de ese antecedente, que tiene más poder que nuestras constituciones escritas. Después de ser máquinas del fisco español, hemos pasado a serlo del fisco nacional: he ahí toda la diferencia. Después de ser colonos de España, lo hemos sido de nuestros gobiernos patrios: siempre estados fiscales, siempre máquinas serviles de rentas, que jamás llegan, porque la miseria y el atraso nada pueden redituar”. Y agrega unos párrafos más adelante: “El modernos régimen está en nuestros corazones, pero el colonial en nuestros hábitos, más poderosos de ordinario que el deseo abstracto de lo mejor”.

Han pasado 160 años desde que Juan Bautista Alberdi escribiera el Sistema Económico y Rentístico y seguimos siendo un país de complexión fiscal. Somos máquinas serviles de rentas. Después de ser máquinas del fisco español, hemos pasado a serlo del fisco k. En nombre de la santa recaudación impositiva se violan los derechos más elementales de los ciudadanos. Y, como decía la semana pasada, el que no acepta ser tratado como un esclavo al cual se le confisca casi todo lo que produce y uno se revela contra esa violación de los derechos humanos, resulta que el que viola los derechos humanos se pone en acusador y el esclavo que se rebela contra la opresión del estado k es acusado de evasor impositivo y de no tener sentido de la solidaridad porque, según el discurso de moda, nos esclavizan en nombre de la solidaridad social.

Lo cierto es que con esta locura “distribucionista” en la que los políticos han decidido que solo ellos tienen sentido de la solidaridad y el resto de los ciudadanos somos unos cretinos a los que nos tienen que sacar la plata por la fuerza vía impuestos, al sistema tributario se le pide 3 cosas. A saber:

1)   Que genere recursos para el fisco

2)   Que asigne los recursos productivos

3)   Que redistribuya el ingreso.

Dejemos el punto 1) de lado porque no requiere de demasiadas explicaciones. Hay que pagar impuestos para mantener al barril sin fondos que es el estado.

Respecto al punto 2), el sistema tributario asigna recursos cuando, por ejemplo, aplica impuestos altos algún insumo y menos a otros. Cuando el estado, en nombre de la solidaridad social, pone muchos impuestos a la nómina salarial, lo que logra es hacer artificialmente caro el trabajo en blanco, por lo tanto la gente prefiere trabajar en negro o bien el empresario opta por reemplazar mano de obra por máquinas,  las que por cierto, no le hacen huelgas.

Otro ejemplo que podría darse sobre el punto 2) es el caso de los aranceles de importación. Cuando el estado pone derechos de importación altos para los bienes de consumo y bajos para los bienes de capital, lo que hace es intentar sustituir importaciones de bienes de consumo y no de bienes de capital. Con el sistema tributario intenta forzar la producción de bienes de consumo y no tanto la de bienes de capital.

Respecto al punto 3) el ejemplo más categórico es el del impuesto a las ganancias. Un impuesto que castiga al que más gana como si ser más eficiente y abastecer mejor las necesidades de los consumidores tuviera que ser castigado.

En mi opinión, el sistema tributario solo tiene que abastecer al estado de los recursos para financiar los gastos derivados de defender el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de las personas. El sistema tributario no tiene ni que reasignar recursos ni redistribuir ingresos. Si quieren redistribuir los ingresos que lo hagan vía el presupuesto y digan con nombre y apellido a quién se le va a dar dinero de los contribuyentes, por qué razón, en qué monto y por cuánto tiempo. Para eso está el presupuesto.

Si bien no existe el impuesto que sea absolutamente neutro, debe buscarse el impuesto que genere la menor distorsión de precios relativos y que casi no influya en la asignación de recursos y en la distribución de la riqueza.

Pero, al mismo tiempo, la carga impositiva va a depender del nivel de gasto público. Cuando los políticos, en su carrera populista, aumentan el gasto en nombre de la solidaridad social, más temprano que tarde terminan inventando impuestos para financiar sus aventuras populistas. Es en ese punto en que empiezan a subir los impuestos vigentes y a crear nuevas gabelas, haciendo de los contribuyentes máquinas serviles del fisco, como decía Juan Bautista Alberdi.

La diferencia entre las máquinas serviles del fisco que denunciaba Alberdi en nuestra relación con España era porque en esa época la corona tenía que financiar sus guerras. Recordemos que, por ejemplo, la revolución por la independencia americana se produce por la mayor carga impositiva que quiso imponer el rey de Inglaterra a los colonos para financiar los gastos de guerra con Francia. Curiosamente, luego Francia va a ayudar a las fuerzas continentales a combatir contra el ejército inglés.

Actualmente, en particular en Argentina, los impuestos no suben para financiar acciones de guerra o conquistas territoriales, sino que suben para financiar el populismo. Lo que se conoce como el estado de bienestar. Es, de alguna manera, otra forma de conquistar el poder. Antes los reyes acumulaban poder conquistando territorios mediantes guerras que exigían cobrar más impuestos y ahora conquistan el poder con populismo que ellos llaman solidaridad social. Y para eso también hace falta cobrar impuestos.

Soy de la idea que Argentina necesita de una profunda reforma tributaria, con impuestos sencillos de liquidar, alícuotas bajas y una base imponible ancha (cantidad de gente que pague impuestos). Es decir, creo que muchos deben pagar impuestos, pero muy poco. De esta forma se quita uno de los estímulos para evadir.

Como contrapartida el gasto debe ser eficiente y, por supuesto, mi propuesta  de simplificar y bajar la carga tributaria es inviable si paralelamente la gente no deja de votar políticos que lo único que saben hacer es aumentar el gasto público en nombre de la solidaridad social, que no es otra cosa que el interés de ellos de retener el poder.

En definitiva, y siguiendo las palabras de Alberdi, dejamos de ser colonos de España y pasamos a ser esclavos de nuestros políticos, ya que trabajamos para sostener, vía impuestos, sus conquistas políticas.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Gasto público: poniendo las barbas en remojo

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 31/5/15 en: http://economiaparatodos.net/gasto-publico-poniendo-las-barbas-en-remojo/

 

Si algo necesita la economía argentina desesperadamente es una fenomenal reforma tributaria con una importante baja de la carga impositiva

El mes de marzo, sin contabilidad creativa, el resultado fiscal del sector público nacional, base caja, fue negativo en $ 34.400 millones, así el déficit fiscal creció el 99,5% con relación a marzo del año pasado y acumula un rojo de casi $ 73.000 millones en el primer trimestre, con lo cual el déficit fiscal del primer trimestre de 2015 aumentó el 120% con relación al primer trimestre de 2014.

Con el gasto público creciendo al 45% interanual y esta carga tributaria asfixiante, el candidato que diga que no va a bajar el gasto público si asume la presidencia, sea de la oposición o del oficialismo, sencillamente miente o piensa generar una fenomenal crisis económica. Peor que la que ahora estamos viviendo.

El desafío del próximo gobierno, si es que no quiere establecer una tiranía como la que pretende terminar de instaurar el kirchnerismo, no es solo volver a una democracia republicana sino también establecer cierta normalidad económica que le permita a la gente tener un horizonte de esperanza de crecimiento. De mayor bienestar económico.

Para lograr ese objetivo el próximo gobierno tiene que generar una verdadera catarata de inversiones en el sector real de la economía para crear nuevos puestos de trabajo. Digo que tiene que ser una catarata de puestos de trabajo porque el mercado laboral  tiene que absorber a todos los jóvenes que se incorporan anualmente, a los que hoy viven de los llamados subsidios sociales y a los 2 millones de personas que durante el kirchnerismo se conchabaron en el sector público nacional, provincial y municipal, figurando estadísticamente como ocupados pero que en realidad son desocupados porque no producen nada que necesite la gente. Esos 2 millones, más los que estaban de antes y sobraban tienen que pasar a hacer algo productivos en el sector privado.

Ahora bien, el desafío de establecer una cierta normalidad económica y atraer una catarata de inversiones implica terminar con la inflación y para eso se necesita tener disciplina monetaria. Pero para tener disciplina monetaria hay que tener disciplina fiscal. Con altas tasas de inflación como las que tenemos actualmente no es posible pensar en inversiones porque no es viable el cálculo económico; es decir, estimar ingresos y gastos futuros y posible rentabilidad de un proyecto de inversión.

De manera que para poder ofrecerle a la gente oportunidades de trabajo hacen falta inversiones. Para que vengan las inversiones, entre otras condiciones, se requiere de estabilidad monetaria. Terminar o reducir notablemente la inflación. Para bajar la inflación hace falta eliminar o bajar fuertemente el déficit fiscal. Y aquí viene el problema de fondo. ¿Cómo se elimina el déficit fiscal? Una opción es subiendo la carga tributaria, otra es bajando el gasto público y una tercera es haciendo una mezcla de las dos primeras.

La realidad es que este gobierno ha hecho tal desastre con el aumento del gasto y ha llevado a niveles tan insoportables la carga tributaria, que no luce viable ni siquiera una mezcla de baja del gasto con suba de impuestos. El gran desafío del próximo gobierno es bajar el déficit fiscal y, al mismo tiempo, disminuir la carga tributaria. Solo los k pueden pensar en aumentarles la carga tributaria a las personas y empresas. Cualquier otro próximo gobierno medianamente sensato sabe que ni por casualidad puede subirles ganancias a las personas físicas o aplicarle cualquier otro impuesto.

Si de empresas se trata, es impensable atraer inversiones para crear puestos de trabajo subiéndoles más la carga impositiva. Hoy las empresas pagan impuestos a las ganancias sobre utilidades inexistentes. Es decir, pagan el impuesto a las ganancias sobre su stock de capital.

Además, está el impresentable impuesto al cheque, los derechos de exportación, el inconstitucional impuesto a los bienes personales y el listado sigue. Si algo necesita la economía argentina desesperadamente es una fenomenal reforma tributaria con una importante baja de la carga impositiva. Un sistema tributario sencillo, donde muchos paguen un monto reducido de impuestos.

Si el próximo gobierno no quiere bajar el gasto público, tendrá que pensar en otras formas de financiar el déficit fiscal si es que no quiere disparar la inflación más de lo que ya se ha disparado. Las opciones que quedan no son tantas. Puede intentar captar crédito en el mercado interno elevando la tasa de interés, desestimulando las inversiones que debería atraer y profundizando la recesión. Al profundizar la recesión cae más la recaudación y sin baja del gasto público el déficit fiscal se agranda.

La otra opción es tomar crédito externo. Para eso tiene que, por un lado resolver el problema de la deuda externa que deja pendiente el kirchnerismo, y por otro lado tener presente que financiar el déficit fiscal con deuda externa es pan para hoy y hambre para mañana. El mañana siempre llega y la cuenta hay que pagarla.

Finalmente solo le quedaría al próximo gobierno consumir más stock de capital existente en infraestructura. Rutas, sistema energético, puertos, etc. Hoy no queda mucho por consumir.

En definitiva, en estos 12 años el kirchnerismo hay hecho estragos en el flanco fiscal. Tanto disparando el gasto público como matando a la gente con impuestos. Si en 12 años el kirchnerismo hizo el desastre fiscal que hizo, es de imaginar que en lo que resta de 2015 haga un verdadero destrozo para dejarle un flor de lío al próximo gobierno. Así que nada positivo podemos esperar de este gobierno en materia fiscal para el final de su mandato.

Se entiende que los candidatos opositores no lo puedan decir en su campaña política para no perder votos, pero los economistas independientes podemos afirmar que con los números fiscales de marzo  los que se acumularon en 12 nefastos años de populismo desenfrenado, el próximo gobierno tiene que empezar a poner las barbas en remojo, porque arreglar este lío sin bajar el gasto público es tan mentiroso como los inexistentes éxitos del relato k de su modelo.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Si exploto al que me mantiene, ¿hay estallido?

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 14/9/14 en: http://economiaparatodos.net/si-exploto-al-que-me-mantiene-hay-estallido/

Dejemos que el paso del tiempo responda si hay estallido social  o no

Sabemos que el gobierno se niega a reconocer el problema y que, por el contrario, lo agrava, pero también la oposición no se anima de decirlo abiertamente. ¿A qué me refiero? A la crisis económica que tenemos, entre otras cosas, por un gasto público que resulta insostenible para el sector privado.

Puedo entender, no justificar, a los políticos opositores que no dicen que hay que bajar el gasto público. Es que buena parte de los votantes se quejan de la carga impositiva y de la inflación, pero quieren que el Estado siga gastando en los llamados planes sociales, de manera que un político que quiere ganar las elecciones, y sabe que el problema del gasto público es grave, seguramente va a mentir al respecto o no decir nada.

Ahora bien, sí podemos afirmar con absoluta certeza que aquellos que dicen que no se puede bajar el gasto público porque se crearía una crisis social no están viendo que la crisis social ya está ocurriendo  justamente por  no bajar el gasto público y, finalmente, el gasto bajará en la forma más desordenada que uno puede imaginarse.

El populismo k ha llevado la situación a un extremo de crisis. Por un lado aumentó el gasto hasta niveles récord (empleados públicos, legión de jubilados que nunca habían aportado al sistema, subsidios, obras públicas innecesarias o que podría ser financiadas por el sector privado, etc.) y por otro lado ha inducido a que cada vez trabaje menos gente en blanco (los que viven de planes sociales no quieren saber nada de ser contratados en blanco en un trabajo). Puesto de otra forma, un trabajador que está en blanco tiene que mantener a una legión de empleados públicos a nivel nacional, provincial y municipal. Tiene que sostener a millones de jubilados y tiene que bancar a millones de gente que vive de subsidios y no produce nada, es más, muchos empleados estatales no solo son mantenidos para consumir sino que, además, obstaculizan el trabajo de los pocos que quedamos produciendo. La estrategia es de locos, boicotean a los que producimos para mantenerlos a ellos. En síntesis, tenemos una relación de gente que produce y gente que vive de lo que producen los que trabajamos que hace infinanciable el gasto público.

¿Por qué por primera vez en la historia económica de la Argentina hay trabajadores en relación de dependencia que nunca en su vida habían pagado el impuesto a las ganancias y ahora sí lo pagan? No es porque el gobierno está aplicando un sistema tributario más justo. Es porque ha tenido que descender hasta niveles nunca imaginados de contribuyentes para apropiarse del fruto de su trabajo para mantener el aparato estatal. El no ajuste por inflación del mínimo no imponible es el mecanismo utilizado por el gobierno para cobrarle ganancias.

Pero si uno analiza la evolución de la recaudación tributaria, se encuentra con que está creciendo unos 6 puntos porcentuales menos que la tasa de inflación tomando el período enero-agosto de este año, en tanto que los gastos están subiendo, como mínimo, 3 puntos porcentuales por encima de la tasa de inflación. En otros términos, los gastos crecen en términos reales y los ingresos caen en términos reales.

Este déficit lleva a que la única opción que hoy le queda al gobierno para financiar el déficit fiscal es la emisión monetaria, lo cual genera inflación y todas las complicaciones que conocemos.

Pero la inflación ya es tan aguda que la gente huye del dinero, por lo tanto, para poder recaudar más o menos a misma cantidad del impuesto inflacionario, lo que tiene que hacer el gobierno es aumentar la tasa del impuesto inflacionario que cobra, es decir, la tasa de inflación. Si la gente elude el impuesto inflacionario comprando dólares o comprando bienes para quitarse los pesos de encima, quiere decir que no tiene inmovilizados pesos sobre los cuales se pueda cobrar el impuesto inflacionario. Hay una especie de rebelión fiscal contra el impuesto inflacionario. Por eso CFK acaba de afirmar que la gente tiene que comprar cosas que se tocan y se ven. En rigor el dólar se puede tocar, ver, oler y hasta pesar y además sube respecto al peso. Al que apuesta al dólar no pierde. La que pretende CFK es que la gente no defienda sus ahorros y los gaste en bienes para favorecer su política económica que agoniza por la recesión y la inflación.

Si a esta infernal presión impositiva e inflacionaria le agregamos un largo listado de regulaciones que frenan la producción, como pueden ser la ley de abastecimiento o el cepo cambiario, tenemos una combinación económica letal: a) sobran pesos que la gente no quiere, b) faltan dólares que la gente sí quiere y c) cada vez hay menos bienes y servicios frente a una mayor cantidad de pesos en circulación. Tal vez no terminemos en un estallido hiperinflacionario como el de 1989, pero vamos a pasarla complicado.

Para salir adelante se necesitan las siguientes medidas que el gobierno kirchnerista no va a adoptar. En primer lugar disciplina fiscal, esto exige de una muy fuerte baja del gasto público. En segundo lugar una reducción de la presión impositiva. Es fácil imaginar que con déficit fiscal y reducción de la carga tributaria el nivel de baja de gasto público que hay que hacer es significativo. En tercer lugar eliminar todas las regulaciones que están frenando la capacidad de innovación y producción. Esto es más sencillo de hacer. Y, finalmente, reestablecer la seguridad jurídica para atraer inversiones. Otra tarea complicada porque la confianza cuesta mucho conseguirla pero se pierde en segundos.

El kirchnerismo no va a hacer nada de esto porque no está en su ideología, ni en sus objetivos, ni tiene interés. Por lo tanto, siempre queda picando la misma pregunta: ¿podrá CFK estirar la mecha de la bomba para que explote en 2016 o explotará antes? Si uno dice que explota antes, entonces está conspirando contra el gobierno, las instituciones y trabaja para los fondos buitres. De manera que no voy a responder a esta pregunta. Dejemos que el paso del tiempo responda por su cuenta. Solo tengamos en cuenta que hoy el no ajuste del sector público se traduce en el ajuste del sector privado, que justamente es el que mantiene al sector público. Explicar cómo el que vive explotando a otros puede seguir disfrutando de esa vida matando al que lo mantiene, es un desafío que se lo dejamos al gobierno. Explicar lo inexplicable: matar a mi mecenas solo por placer es de locos.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Todo sea por los votos

Por Enrique Edmundo Aguilar. Publicado en: http://www.elimparcial.es/america/todo-sea-por-los-votos-127832.html

La imaginación del gobierno argentino para lanzarse a la caza de electores incautos es de un infantilismo que verdaderamente sorprende (si es que algo puede todavía sorprendernos en nuestra agitada vida pública). Consiste nada más que en prestarse sin reticencias a reportajes en medios no oficialistas, reconocer abiertamente que la inflación y la inseguridad no son meras sensaciones sino evidencias empíricas incontestables, actualizar el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias… Nada, en definitiva, que la ciudadanía y los especialistas versados en cada una de estos temas no vengan reclamando hace años. Sólo que ahora, cuando las papas queman (es decir, ante el inminente fracaso de los comicios legislativos de octubre), todo ello se vuelve parte de una estrategia desplegada casi con desesperación con miras a revertir este resultado y quebrar lo que la presidenta bautizó como “la cadena del desánimo”.

Puede ser que exista quien de buena fe crea que asistimos a un genuino sinceramiento del gobierno y no a una movida oportunista: una operación de montaje que se desarmaría en un dos por tres si los auspicios fueran en cambio favorables y permitieran seguir abrigando sueños de perpetuidad. Sin embargo, ¿cuántos podrán llamarse a semejante engaño? A esta altura de los acontecimientos, cuando las patas cortas de la mentira oficial están a la vista de todos mientras despunta en el horizonte la silueta del poskirchnerismo, no parece que muchos.

Desde luego, tampoco se sabe a ciencia cierta qué nos deparará el futuro ni cuáles vayan a ser sus protagonistas o su impronta ideológica. En cualquier caso, en una democracia felizmente recuperada desde hace ya tres décadas, resulta difícil imaginar un panorama peor que el presente, salvo que los argentinos no hayamos recogido ninguna lección de nuestros propios yerros.

Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO,  es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM.