DESPEDIDA DE MI AMIGO ANTONIO MARGARITI

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 27/11/20:

Lo conocí en Rosario hace muchos años a través de Gerardo Bongiovanni en los inicios de su muy meritoria Fundación Libertad. Nos hicimos amigos al instante con Antonio puesto que la verdadera amistad consiste en la comunión de principios. Nos encontramos en distintas oportunidades en su provincia y en Buenos Aires. Intercambiábamos correos con frecuencia. Las coincidencias siempre eran muchas y nos sentíamos reconfortados en medio de los barquinzazos argentinos.

Debo antes que nada destacar muy especialmente su hombría de bien, era un Señor con mayúscula. Su conducta en todos los órdenes fue siempre inmaculada. Sus modales revelaban cortesía pero al mismo tiempo firmeza en los valores. Recuerdo cuando me anunció con entusiasmo juvenil que  sus hijas aplicarían para una de las maestrías en ESEADE cuando me desempeñaba como Rector en esa casa de estudios. Tenía una gran familia que lo acompañaba en sus faenas cotidianas en defensa de la libertad. María Pía, su compañera de toda la vida, se fue solo muy poco tiempo antes para esperarlo. Todos sus amigos vamos a extrañar mucho las sabias y oportunas reflexiones del magistral Antonio.

Antonio Margariti, se doctoró en Ciencias Económicas en la Universidad del Litoral y luego realizó estudios de posgrado en las Universidades de Columbia y Rutgers. Fue profesor en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad Católica Argentina y en la Universidad Nacional de Rosario. Publicó innumerables artículos, fue columnista en programas televisivos en su Rosario natal, fue investigador en la Fundación Libertad y en la Bolsa de Comercio de Rosario y publicó numerosos libros entre los que cabe destacar La seguridad social estatizada, Curso de economía política, Las empresas estatales y subrayo de modo muy especial Los límites del estado populista un notable tratado prologado por el memorable Rogelio Pontón y el entonces director de la Bolsa de Comercio de Rosario. En esa obra de jugosos veintisiete capítulos, el autor desarrolla en detalle la malsana y empobrecedora política estatista. En la dedicatoria del libro se lee que está dirigido “A los que sueñan con un país mejor, a los que todavía creen en los principios morales, a los que no se dejan arrear como ganado”.

Entre las referencias bibliográficas aparecen autores de fuste como Hayek, Buchanan, de Jouvenel, Friedman, Hutt, Revel, Hazlitt y Shackle. Frecuentemente circulaba entre sus amigos borradores de sus colaboraciones periodísticas y ensayos para generosamente debatir el texto con lo que confirmaba su mente abierta y su extraordinaria capacidad didáctica.

Alan Bloom en su suculento libro sobre la amistad subraya que la dignidad descansa en la honestidad intelectual lo que hace tan sólida y perdurable las estrechas relaciones entre las personas. Y, sobre todo, en el hablar claro y sin rodeos las propias convicciones en el contexto de permanentes esfuerzos para el autoperfeccionamiento. Es el caso de nuestro querido Antonio Margariti.

Igual que con todos los que escriben sobre valores nobles que se inmortalizan en las bibliotecas, los lectores de Antonio en su memoria pueden recitar con Miguel de Unamuno: “Cuando me creaís más muerto/ retemblaré en vuestras manos/Aquí os dejo mi alma –libro/ hombre –mundo verdadero/ soy yo, lector, que en ti vibro.”

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Soberanía y solidaridad fiscal

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2020/09/soberania-y-solidaridad-fiscal.html

Podría entenderse que las definiciones de impuestos habituales que se leen en los manuales de finanzas se hayan armado para justificar los cargos de los profesores en sus universidades y rellenar así sus planes de estudio, o bien nutrir las páginas de sus libros de texto y manuales, pero con ello no se hace ningún homenaje ni a la verdad ni mucho menos a la honestidad intelectual, que es lo que por lo menos a nosotros si nos interesa.

Por caso, no es cierto que hubiera «necesidades colectivas», lo que es un mito colectivista. Las necesidades siempre son humanas y son individuales, y -por otra parte- es imposible para otro saber cuáles son las necesidades de uno. Psicológicamente, puede proyectar sus propias necesidades personales, y creer subjetivamente que los demás participan de las mismas necesidades que él. Pero esto siempre será algo que solo anida en su imaginación y que no tiene corroboración ni forma de ella alguna en la práctica. Es imposible para mi saber cuáles son las necesidades del lector, pasadas, presentes y futuras. Lo cual implica que todos esos sujetos que inventan definiciones, como las de los impuestos de los profesores de finanzas del mainstream, presumen conocer cuáles serían las necesidades de los demás o -lo que es lo mismo- que el gobierno ya las conoce, o puede conocerlas. Pero el gobierno no es más que el nombre que se le da a otras personas que carecen de omnisciencia y premonición igual que los gobernados. Y se proponen algo que saben (o deberían saberlo) que es imposible. Son tiranos en potencia (pequeños o grandes) y de poseer alguna cuota de poder la ejercerían para lograr dar cauce a sus instintos despóticos.

Resumiendo, este punto entonces, la mejor definición del impuesto es la que reconoce el elemento coactivo que faculta a unas personas llamadas burócratas para despojar impunemente («legalmente» dirían ellos) a otras personas de sus pertenencias en la cuantía que el burócrata exija, ley mediante.

«El francés P. Leroy-Beaulieu dice: «Impuesto es la contribución exigida de cada ciudadano por su parte en los gastos del gobierno». «El impuesto —agrega—, es el precio de los servicios rendidos por el Estado y representa además, la parte que como aplicación del principio de solidaridad nacional debe soportar cada ciudadano en las cargas de toda especie y de todo origen que pesan sobre el Estado”.»[1]

Se desconoce en la cita que el único sistema solidario es el del mercado, no existe otro al momento. La expresión «solidaridad nacional» es una contradictio in adjecto, porque nadie puede ser solidario con el fruto del trabajo ajeno. En consecuencia, si «A» le quita a «B» para darle a «C» so pretexto de solidaridad en realidad lo que hay ahí es un robo donde «A» y «C» son los victimarios o sujetos activos y «B» es la víctima en la medida que «C» acepte el fruto del botín, ya que sabe que lo que está recibiendo no es algo que haya producido el antes.

Si los servicios estatales no han sido demandados previamente no puede aplicarse lo dicho por el autor, porque estaría admitiendo que la ley de oferta y demanda no estaría funcionando en el caso. Si la ley de oferta y demanda no opera, o lo hace parcialmente entonces no hay precio, de donde la definición anterior cae por su propio peso. Hay precio si hay previamente oferta y demanda, pero se está diciendo que el servicio estatal se impone, ergo no se demanda, siendo así, el obligado al pago es -en realidad- un esclavo del fisco, porque tiene que pagar por algo que no ha requerido. No se fundamenta, además, el porqué de ese «deber», salvo el capricho del gobernante.

«Cauwés, por su parte, define: «Impuesto es el precio que la soberanía exige al ciudadano en virtud del principio de la solidaridad nacional para la remuneración de los servicios de interés general y el pago de las cargas resultantes de las deudas del Estado.»[2]

Otro «lindo» invento. Una vez más, se recurre a hipóstasis con los términos «soberanía», «solidaridad nacional», «interés general», fórmulas vacuas para exculpar y darle visos de legalidad al latrocinio estatal.

Curioso que se diga «que la soberanía exige al ciudadano» cuando desde el derecho político se acostumbraba a decir (y se tiene aceptado) que la soberanía reside en el ciudadano. Este autor parece afirmar que hay una soberanía superior y por encima del ciudadano, que la autorizaría a exigirle a este el impuesto. No se puede sin contradecirse oponerse la soberanía al ciudadano, porque si hay un ciudadano que no tiene soberanía no podrá afirmarse -al mismo tiempo- que el «pueblo» es «soberano». Pero lo que quiere decir la cita es que esa «soberanía» no la ejerce el ciudadano sino el gobierno en quien la mayoría hace recaer la soberanía, y en función de este artilugio se pretende justificar la existencia del tributo.

Por lo demás, el gobierno no presta ningún servicio, sino que son los ciudadanos quienes lo hacen a otros, siendo que el gobierno todo lo que hace es usar el dinero de una parte de los ciudadanos para prestar servicios a la otra parte. El que -en última instancia- está prestando el servicio es el dueño del dinero, y el gobierno no lo es, siendo «un cuento chino» eso del «capital nacional» inventado por Wagner.

«H. Denis define: «Impuesto es la contribución obligatoria del individuo a las cargas que la conservación y el desenvolvimiento del conjunto del cuerpo social impusieron a las generaciones pasadas y en pago de los servicios públicos que exigen de la generación presente»»[3]

«contribución obligatoria» es otra contradicción en términos. Si es obligatoria no es contribución es exacción. Recordemos la definición del término:

exacción. Del lat. exactio, -ōnis.

1. f. Acción y efecto de exigir impuestos, prestaciones, multas, deudas, etc.

2. f. Cobro injusto y violento.

(Real Academia Española © Todos los derechos reservados)

En el caso del impuesto las acepciones 1 y 2 son complementarias, o sea, no se excluyen mutuamente. La misma definición transcripta nos da cuenta de cuan errado es usar el termino «contribuyente» y hablar de «contribución». Esta es una manera por la cual los desfalcadores intentan suavizar y disimular (hasta donde es posible) su carácter de ladrones.


[1] Mateo Goldstein. Voz «IMPUESTOS» en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15 letra I Grupo 05.

[2] Goldstein, M. ibidem.

[3] Goldstein, M. ibidem.

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

Detrás del ataque a Mercado Libre

Por Iván Carrino. Publicado el 9/5/19 en: https://contraeconomia.com/2019/05/detras-del-ataque-a-mercado-libre/?fbclid=IwAR3cTdhzQueNnjl0y4er8Jnll4XfZmlzsYSgZt0U9xd71axmbd0i76S0jwY

 

Una muestra de lo peor de la Argentina parasitaria.

Suelo aprovechar los fines de semana para desconectarme un poco de la coyuntura económica del país. Así, siempre y cuando no haya quedado para ir a algún programa de TV o a dar algún curso o charla, trato de mantenerme al margen de las noticias.

Me alejo de los canales de aire, apenas si leo Twitter y ya hace tiempo que dejé de leer el famoso “diario del domingo”.

No obstante, a veces hay cosas que no se pueden dejar pasar. Este domingo fue una de esas veces.

“Grabuá” contra “MELI”

Al entrar a mi Twitter el domingo por la tarde, vi que varias de las cuentas que sigo le estaban respondiendo un tuit al “dirigente social” Juan Grabois, famoso por su cercanía tanto con el Papa Francisco como con Cristina Fernández de Kirchner.

Textualmente, en esta ocasión Grabois había afirmado que Mercado Libre, la empresa con mayor capitalización bursátil de Argentina, era:

“contrabando, evasión, especulación financiera, abuso al consumidor y competencia desleal. Su “éxito” es la destrucción de miles de puestos de trabajo. Macri los hizo multimillonarios a costa tuya.”

Mi indignación llegó a un límite. Es que todo lo que dice Grabois es ridículo.

  • Donde se lee “contrabando”, debe decir “comercio lícito”.
  • Donde se lee “especulación”, debe decir “servicios financieros que los clientes eligen libremente”.
  • Donde se lee “abuso del consumidor”, debe decir “empresa con cientos de millones de clientes”.
  • Y donde se lee “competencia desleal”, debe decir “promotor de la competencia y la mayor transparencia de los mercados”.

Más allá de todas estas mentiras, su opinión sobre la destrucción de puestos de trabajo fue lo que me generó más bronca.

Es que dado que la empresa emplea a más de 5.000 empleados en todo el continente y tiene más de medio millón de usuarios que viven de vender bienes y servicios a través de la plataforma, Mercado Libre ha creado más empleo de los que Grabois y sus ideas crearán jamás en su vida.

Estamos hablando, a todas luces, de un impresentable. Ahora bien, ¿qué lo llevó a decir semejante disparate? ¿Y qué ideas vetustas se esconden detrás de sus palabras?

Fin del curro

En general no suelo meterme con los motivos que llevan a una persona a decir tal o cual cosa. Suelo asumir, en la mayoría de los casos, la total honestidad intelectual de los puntos de vista, no importa si estoy de acuerdo o no con ellos.

No obstante, en este caso voy a hacer una excepción.

Es que rápidamente después que el dirigente cruzó a la empresa de mayor crecimiento del país de los últimos 20 años, comenzó a circular la noticia de que los fondos que la ANSES gira para pagar las Asignaciones Familiares y la Asignación Universal por Hijo, comenzarán a moverse por Mercado Pago, la herramienta financiera de MercadoLibre.

Si bien el proyecto está en etapa piloto, y solo se aplicará a 300 casos, la idea es que los fondos a transferir se depositen directamente en las “billeteras virtuales” de los beneficiarios.

Esto, obviamente, termina con cualquier intermediario. Y, si todo va bien, podría expandirse a otro tipo de transferencias asistenciales, como las que emanan del Ministerio de Desarrollo Social y que hoy son distribuidas por organizaciones como las de Grabois.

¿Será que a este joven dirigente piquetero, egresado de un acomodado colegio de San Isidro, le molesta la posibilidad de que su rol en la repartija de recursos asistenciales sea cada vez menor? ¿Será que su preocupación por este tema fue lo que motivó su ataque contra uno de los “Unicornios” que tiene el país?

Tal vez no… Pero no podemos descartarlo.

Expropiar a los ricos

Más allá de sus motivos más pecuniarios y cortoplacistas, es muy probable que lo que el joven Juan tenga en la cabeza sea la típica concepción socialista de la sociedad, en donde para que a “los de abajo” les vaya bien, “los de arriba” tienen que dar parte de lo suyo.

De hecho, Grabois está enojado porque MercadoLibre forma parte de un régimen tributario más liviano –que viene de la Ley de Software de 2004- y que le permite pagar menos impuestos. Para Grabois, la situación tendría que ser diferente, y siendo “un privilegiado”, Marcos Galperín (CEO de la empresa) debería pagar muchos más impuestos.

Ahora bien, como demostré en este video subido a mi canal de YouTube, ni quitándole toda la riqueza a las diez personas más ricas del país (entre las cuales está Marcos Galperín) alcanzaría para financiar siquiera 5 meses de gasto público.

En efecto, los USD 35.900 millones que obtendría el estado tras quitarle al dueño de Mercado Libre y al resto de los 10 más ricos del país toda su riqueza, es solo el 33% de lo que el gobierno argentino gasta en un año.

O sea, solo se podrían financiar cuatro meses de gasto del gobierno. Nada más, nada menos. ¿Y después? Después no solo no hay más plata, sino que no hay más incentivos para crear esa riqueza nuevamente.

Es decir que llevando al extremo las ideas de Grabois, la economía colapsaría y no se ayudaría en lo más mínimo a los más pobres, sino todo lo contrario.

Ahora todavía queda preguntarse en nombre de qué moral habría que llevar todo esto a cabo. ¿Con qué derecho hay que expropiar a los ricos para que Grabois o quien sea “ayuden” a los pobres?

Detrás del ataque a Mercado Libre se esconden dos ideas extremadamente peligrosas para nuestro país. Por un lado, la del desprecio por el capitalismo. Por el otro, la del odio a la libertad.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Director de Iván Carrino y Asociados, una consultora especializada en economía y finanzas.

El Relato Anti-Liberal de Cambiemos

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 6/3/18 en: https://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2018/03/06/el-relato-anti-liberal-de-cambiemos/

 

En la política Argentina, la palabra “relato” hace referencia a la manipulación de los datos económicos durante el gobierno Kirchnerista. El “relato” era, en definitiva, una descripción inexistente de la realidad económica y social del país (por ejemplo, sostener que Argentina tiene menos pobres que Alemania o que la inseguridad es una mera sensación como insistía el Jefe de Gabinete Anibal Fernández.)

En los últimos meses se nota una creciente incomodidad por parte de Cambiemos con los economistas. En especial con los llamados “economistas liberales,” aquellos profesionales que piden que la Argentina se mueva hacia a una economía libre y abierta. Lamentablemente, en su incomodidad Cambiemos está creando su propio relato, el relato anti-liberal. O quizás, en el fondo, la incomodidad sea en realidad con algunos resultados económicos y fiscales de su propia gestión.

La reciente nota del Lic. Rodrigo Pena es un claro ejemplo de este relato anti-liberal de Cambiemos. La columna está dirigida a Jose L. Espert. A mi entender, Pena tergiversa los dichos de Espert al punto tal de ridiculizarlo. Una estrategia muy mal vista en cualquier debate donde prima la seriedad. Pero el punto de este post no es discutir los detalles y números de ambas columnas, sino llamar la atención sobre dos fenómenos que se vienen repitiendo en Cambiemos: (1) La tergiversación (ridiculización) de los “economistas liberales” y (2) el uso de descalificativos desde el poder.

Lamentablemente Cambiemos se está sintiendo muy cómodo con ridiculizar la posición de profesionales que no coinciden con algunas de sus políticas económicas. Las respuestas del gobierno son muy bienvenidas, pero deben ser sobre posturas existentes, no sobre propuestas inexistentes.

Pero el problema no es sólo de tergiversación. Pena comete el innecesario agravio de hablar de economistas “plateistas” con una clara connotación peyorativa. Decepciona que un Secretario de estado lleve la discusión al plano personal. Hacia el final de la nota, Pena compara a los economistas plateistas con la tribuna en un partido de fútbol, donde los plateistas gritan e insultan a los profesionales que están en el campo de juego. Mientras Pena sería un profesional en el campo de juego, Espert (y los “economistas liberales”) sería un mero plateista que grita incoherencias económicas. Un artilugio muy por debajo de lo que se espera de un Secretario de estado. Decepciona también que tanto funcionario de Cambiemos (por ejemplo Federico Pinedo, Marcos Peña, Laura Alonso) feliciten una nota que comete esta falta de seriedad profesional.

El de Pena no es el único caso, tiempo atrás el Diputado Fernando A. Iglesias (también por Cambiemos) se refirió a “economistas liberales” como “liberalotes,” también en un claro tono despectivo con descripciones significativamente tergiversadas. Al menos Pena fue más caballero, dado que al menos identificó a quién se refería como “plateista.” A pesar de los reiterados pedidos (mio incluido), Iglesias nunca aclaró quienes serían los “liberalotes” y quienes serían los “liberales.” Criticar, tergiversar, y sobre todo calificar sin identificar a los destinatarios es también una práctica muy mal vista en debates que pretenden ser serios.

Como los kirchneristas, en este tema, Cambiemos también esta faltando a la honestidad intelectual de ofrecer una representación fiel de sus críticos. Los críticos de Cambiemos, vale aclarar, soportan una presión fiscal agobiante a cambio de servicios públicos que dejan muco que desear. Quizás la gente de Cambiemos haría bien en auto-reflexionar y dejar estas mañas de la vieja política de lado. Cambiemos debería aplicar menos energía en ridiculizar y calificar profesionales comprometidos con la economía del país y más energía en hacer posible tantas de las reformas necesarias pero aún pendiente en materia económica.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

DECÁLOGO DEL ANTI-LIBERAL MILITANTE.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 7/5/17 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2017/05/decalogo-del-anti-liberal-militante.html

 

  1. El liberal es una persona detestable que sólo defiende los intereses del capital. Por ende defiende al capitalismo despreocupándose totalmente de los pobres, los excluidos y los explotados por el sistema.
  1. Por ende al liberal no le interesa la ecología, la protección del medio ambiente, ni los derechos de los pueblos originarios ni los reclamos de las diversas minorías explotadas por el sistema.
  1. El liberal es un violento que defiende las dictaduras que imponen al capitalismo y violan los derechos humanos.
  1. Por lo tanto, un liberal que sea una buena persona es algo imposible. La única opción que queda es que sea un tonto, un pobre imbécil.
  1. El liberal es realmente aliado de los intereses corporativos que explotan a los pueblos. Por ende al liberal le conviene negar las reales conspiraciones del capitalismo internacional, que además son las que le pagan por su detestable existencia.
  1. Por ende toda honestidad intelectual es imposible en un liberal.
  1. Si el liberal dice que le interesa la ecología, el medio ambiente, la pobreza, miente.
  1. Al liberal no le interesa la real libertad de expresión. Sólo le preocupa que los medios concentrados alienen y confundan a los pueblos.
  1. Si un liberal gana las elecciones, es que ha engañado y alienado al pueblo. Si las pierde, es que el pueblo tuvo conciencia de clase y rechazó su detestable prédica materialista.

 

  1. No puede haber amistad con un liberal. Dados los nueve puntos anteriores, es imposible.

 

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

ACERCA DE LA CREATIVIDAD

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

El proceso creativo es a mi juicio uno de los temas de mayor interés. Hace unos años escribí en torno a este asunto, pero  es pertinente volverlo a hacer con el análisis de otros ángulos. De entrada digamos que hay que tener muy presente que cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles por una sola vez en la historia de la humanidad. Esto nos da una enorme responsabilidad para estar atentos a que hacemos con nuestras vidas. Si estamos al acecho de cual es nuestra razón de ser en el corto lapso en esta tierra o si consideramos que podemos consumir el tiempo que nos es dado para divertirnos, alimentarnos, copular y hacer nuestras necesidades fisiológicas. El llamado interior es nuestra vocación, se trata de actualizar nuestras muy diversas potencialidades, como ha escrito Octavio Paz, “al descubrir nuestra vocación nos descubrimos a nosotros mismos”.

 

La creatividad supone el poner al descubierto algo que estaba oculto siempre teniendo en cuenta que la originalidad resulta sumamente difícil (“para novedades, los clásicos” reza el conocido adagio), pero por lo menos el poner sobre la mesa algo no recordado, algo no evidente o dificultoso para el momento.

 

La creatividad opera en muy diferentes planos y campos, en  algunos se destaca más algún viso de originalidad (por ejemplo en el arte) y en otra se trata más bien de descubrir nexos causales en lugar de creación propiamente dicha (por ejemplo, en la ciencia).

 

De todos modos, ¿como ocurre el proceso creativo?. Con la concentración y el interés en el estudio de determinada materia se va archivando información en el subconsciente y en ese contexto de trabajo en cierta instancia el nivel conciente traba relación con el antedicho archivo y se produce el “momento eureka”. Es el resultado de la perseverancia, la constancia y la atención en la materia que interesa. Muchas veces en este proceso, la creatividad o el descubrimiento sorprende puesto que alumbra una idea colateral. Casi como en la ciencia médica en la que muchas de las líneas de investigación en un área dan por resultado un descubrimiento en otra.

 

Cuanto mayor el valor de la creatividad, mayor es el grado de soledad que requiere el investigador y muchas veces a contracorriente de lo que opinan los demás. Contar con el temple para continuar en el camino es requisito para la creatividad sin dejarse influir por otros. En el extremo está el  conocido experimento tan citado del acuerdo con el organizador de un grupo de personas -menos una- que se les solicitó sostener que en una serie de cuadros que se les exhibía decir que un  bastón es más grande que otro cuando en realidad no era así. La única persona que no estaba informada del truco, al principio se sorprendió de las respuestas de los colegas pero a medida en que se sucedieron los cuadros y las respuestas erróneas que se daban por verdaderas, el sujeto en  cuestión optó por contestar equivocadamente tal como lo hicieron los demás. Es la presión del grupo, es la masificación, es la abdicación de la individualidad, es la renuncia a la honestidad intelectual, es la entrega del yo en pos de los demás, es la desaparición de la condición humana.

 

Sin duda que la creatividad no es ex nihilo para los mortales puesto que se basa en la incorporación de conocimiento provisto por otros y por sucesos externos a quien crea. Por supuesto que hay muy diferentes grados de creatividad en base a talentos muy distintos. En otra oportunidad he señalado que Stefan Sweig nos recuerda que Mozart componía sin borradores como si alguien le estuviera dictando para escribir con rapidez en el pentagrama. Beethoven en cambio necesitaba muchos borradores antes de la obra final y Balzac para escribir a la velocidad que lo hacía inventó una especie de taquigrafía para estar a la par de sus pensamientos,  al contrario de Gothe que tardó sesenta y cuatro años de intenso trabajo para escribir Fausto. Durero requería de varios croquis y mucho ejercicio en el lienzo para pintar, mientras que van Gogh pintaba hasta tres cuadros por día.

 

Como hemos consignado la creatividad humana no procede de la nada, se sustenta en información previa, procesada, digerida y reformada con el correspondiente  valor  agregado. Giovanni Papini sostenía metafóricamente que si a uno le abren el cerebro se encontrarán miles y miles de carteles con los nombres de quienes influyeron en la persona para elaborar tal o cual cosa. No solo se trata de la influencia del prójimo sino de situaciones y circunstancias varias.

 

A diferencia del reino animal, vegetal y mineral, el ser humano no está determinado por otras causas anteriores sino que opta y decide debido al libre albedrío. Tal como explica el premio Nobel en física Max Planck en su ¿Hacia donde va la ciencia? : “Se trata de una degradación inconcebible que los seres humanos, incluyendo los casos más elevados de mentalidad y ética, fueran considerados como autómatas inanimados en las manos de una férrea ley de causalidad […] El papel que la fuerza desempeña en la naturaleza como causa de movimiento, tiene su contrapartida, en la esfera mental, en el motivo como causa de la conducta […] ¿Qué conclusión podemos deducir respecto del libre albedrío? En medio de un  mundo donde el principio de causalidad prevalece universalmente ¿qué espacio queda para la autonomía de la volición humana?  Esta es una cuestión muy importante, especialmente en la actualidad, debido a la difundida e injustificada tendencia a extender los dogmas del determinismo científico [determinismo físico en la terminología de Karl Popper] a la conducta humana, y así descargar la responsabilidad de los hombros del individuo”.

 

 

Tengamos en cuenta que la creatividad no está reservada “a los del más alto coeficiente intelectual (IQ)”, ya que como han puesto de manifiesto autores como Howard Gardner (Inteligencias múltiples) e Isaac Asimov (Thinking About Thinking), no hay posibilidad alguna de establecer un ranking universal de inteligencias (inter legum) puesto que todos somos inteligentes solo que para asuntos muy distintos. El profesor brillante en su especialidad puede ser incapaz de colocar un foco de luz o de recitar una declinación en latín, el agricultor puede desconocer la matemática, el mozo en un restaurante puede recordar cada uno de los múltiples platos que solicitan muchos comensales y relacionarlos entre sí pero es incapaz de entender el significado de la física cuántica y así sucesivamente. Como bien ha dicho Einstein “todos somos ignorantes, solo que en temas distintos”, lo cual está vinculado con las muy diversas capacidades sea en cuanto a la memoria o la inteligencia.

 

El producto de la creatividad se traduce en una inmensa satisfacción difícil de trasmitir en palabras que alimenta el intelecto de todos cuando está dirigida a lo ético, estético y, en general, a contribuciones que permiten mejorar la condición de vida de los semejantes. Es una bendición que debe ser cultivada y aprovechada.

 

Por esto es que resulta en interés de quien contrata gente supuestamente debe pensar en distintos puestos de trabajo el considerar con cuidado el clima laboral al efecto de lograr los mejores resultados. Si quien es contratado se desempeña en  ámbitos conflictivos y poco amigables naturalmente su rendimiento será deficiente.

 

Por otra parte, para desarrollar la mayor energía creativa posible es indispensable un clima de libertad lo cual significa respeto recíproco y no las imposiciones de reglamentaciones asfixiantes que pretenden el tratamiento  de  personas como si fueran autómatas del poder político de turno. Se pierde una dosis inmensa de energía si las personas deben atender con el fruto de su trabajo los desmanes del Leviatán. Hay lugares en que el contribuyente debe trabajar más de la mitad del año para satisfacer la voracidad fiscal del gobierno y eso sin contar con la enmarañada papelería y trámites engorrosos que exige el aparato estatal, además de tener que responder a preguntas insolentes impresas en formularios absurdos. En este contexto hostil naturalmente decae rápidamente la creatividad.

 

Entre lo mucho escrito sobre la creatividad, hay una obra de especial interés titulada The Courage to Create de Rollo May, en la que enfatiza la traición a uno mismo si no se expresa lo que se piensa sin subterfugio alguno. Por supuesto que esto no es incompatible con la educación: no significa que a una mujer fea se le haga notar su fealdad, May se refiere a la competencia por valores y principios. Tampoco excluye sino más bien requiere que permanentemente se revisen las propias conclusiones ya que el conocimiento es provisorio sujeto a refutaciones. May destaca el ejemplo de Alexander Solzhenitsyn “que enfrentó solo el poder de la burocracia soviética” (en este sentido es menester recordar la obra de Leonard Read titulada The Courage to Stand Alone). Rollo May no alude al coraje físico ni a la temeridad sino al coraje moral, estrechamente vinculado a la honestidad intelectual. Explica la importancia de dejar testimonio con total independencia de lo que piensa la mayoría. Rechaza lo que hoy se conoce como lo políticamente correcto donde se propone que la gente “se ajuste a la tendencia del momento” y subraya que esto es más necesario que nunca en la actualidad donde “el fascismo, el socialismo, el conformismo y el poder militar hacen que el individuo no solo se siente perdido sino que está perdido”.

 

Como ha sentenciado Cervantes “cada quien es hijo de sus obras” pero la creatividad se ahoga y queda aplastada por el espíritu autoritario; Mafalda ha dicho bien que “la vida es como un río, lástima que hayan tantos ingenieros hidráulicos”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

LA EMBESTIDA DE SARAMAGO

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Es raro el caso de que no se aprenda nada de un pensador, no importa de que tradición de pensamiento provenga. Es la magia y el atractivo del indispensable alimento que provee la libertad de expresión, es la maravilla donde no hay libros prohibidos y donde no prima la cultura alambrada propia de las xenofobias.

 

José Saramago (1922-2010) era comunista y puede ubicarse en la línea de Godwin, Bakunin, Krotopkin, Prudhon y contemporáneamente de Herbert Read y Noam Chomsky: en un contexto de abolición de la propiedad privada, proponen sustituir el aparato estatal clásico por otros organismos burocráticos de mayor control en las vidas de la gente donde la antiutopía orwelliana queda chica. A raíz de la crisis del 2008 declaró en Lisboa que “Marx nunca tuvo más razón que ahora”, confundiendo un capitalismo prácticamente inexistente con sistemas altamente estatistas.

 

Por supuesto que fue un literato y no un cientista político de modo que la mencionada tradición de pensamiento no era suscripta ni conocida en su totalidad por Saramago. Fue eso sí un admirador del sistema totalitario cubano donde pronunció su célebre discurso que lleva el paradójico título de “Pensar, pensar y pensar” en el lugar en donde solo se permite el lavado de cerebro que algunos incautos denominan “educación”. Luego se desilusionó con ese sistema nefasto a raíz de uno de los sonados casos de fusilamientos de disidentes (escribió “hasta aquí he llegado”).

 

Como es de público conocimiento, Saramago escribe de modo espectacular si cabe el correlato con el buen teatro, su manejo de las letras está a la altura de los mejores escritores del planeta y, en el caso de la obra de la que nos ocuparemos, su traductora sin duda es magistral: Pilar del Río que fue su mujer a partir de 1988. Nos referimos a Ensayo sobre la lucidez, una novela extraordinaria que subraya un derecho que es habitualmente ocultado por energúmenos en el poder y sus asociados en la arena política: el voto en blanco. En última instancia no es una obra de ficción sino de realidad viviente.

 

La novela comienza en una ciudad capital donde hay elecciones municipales. Un día de lluvia torrencial por lo que los votantes se movieron “con la lentitud del caracol” pero finalmente al promediar la tarde aparecen y proceden con lo que se estima es un deber cívico. El resultado es sorprendente: el 70% vota en blanco. Las autoridades toman ese escrutinio como una ofensa grave para la democracia, una pantalla retórica que en realidad oculta sus fracasos.

 

Ante tanto desconcierto, el gobierno se ampara en la ley electoral que consigna que frente a “catástrofes naturales” en el día de la elección, ésta debe repetirse, lo cual se hizo. Hete aquí que el resultado de la segunda prueba de los comicios parió un resultado aun más sorprendente: el 83% de los habitantes de esa ciudad votó en blanco. En este último caso, los gobernantes comenzaron a declarar en público y en privado que se habían traicionado los valores de la patria y otras manifestaciones de indignación y desconcierto en los que sostenían era un atentado mortal a la nación misma.

 

En este contexto, se declara el estado de emergencia y luego el estado de sitio. Ninguno de los pobladores se pronunció antes, durante ni después del acto electoral, se produjo “un espeso muro de silencio” en torno a esta controvertida cuestión. Los burócratas enfatizaban que todo se debía a un complot inaceptable que seguramente contaba con apoyos del exterior. Incluso en una reunión del consejo de ministros se hablaba de un acto de “terrorismo puro y duro” y que, por tanto, se decidió “infiltrar” a la ciudadanía al efecto de develar la conjura y la “peste moral” del voto en blanco.

 

Más aun, la expresión “blanco” quedó relegada a la historia. Al papel blanco se le decía “hoja desprovista de color”, al mantel blanco se le decía “del color de la leche” y a los estudiantes que estaban en blanco se les decía sin subterfugios que desconocían los contenidos de la materia y así sucesivamente. Los gobernantes reconocían a regañadientes que votar en blanco es un derecho pero sostuvieron que consistía en un “uso legal abusivo” (como si un mismo acto, agregamos nosotros, pudiera ser simultáneamente conforme y contrario al derecho).

 

En un momento de desesperación el gobierno central decide en masa abandonar la ciudad con la idea de que todo se derrumbaría sin ellos y establecen sin más la capital en otro lugar del país. Pero después de algunas vacilaciones resulta que los habitantes de la ciudad se las arreglan para limpiar las calles y cuidar de la vigilancia para evitar desmanes, asaltos y violaciones.

 

También el pueblo de la capital sorprendió con marchas pacíficas llevando letreros en los que se leía “Yo voté en blanco” y consignas de tenor equivalente. El gobierno planeó contramarchas que produjeran disturbios de envergadura, acentuar los trabajos de inteligencia e incluso en un momento se sugirió implantar el estado de guerra y finalmente decide colocar una bomba con la idea de endosar la responsabilidad a los pobladores.

 

La explosión que produjo muertes y heridos, no dio el resultado esperado puesto que la gente se enteró de la verdad de lo sucedido. En el entierro, la multitud llevaba flores blancas y los hombres una cinta blanca en el brazo izquierdo.

 

Los debates, enojos, gritos y propuestas descabelladas de los funcionarios que se sucedían fueron dignas de una producción cinematográfica del ridículo. Como son estas cosas, la soberbia hace que los megalómanos pretendan rapidez en el resultado de sus órdenes muchas veces contradictorias pero los encargados de cumplirlas se chocan entre sí y generan los efectos contrarios a tan inauditos propósitos. En una de las trifulcas en el gabinete de ministros y en medio de la ofuscación,  a uno de ellos se le escapa la idea que los votos en blanco puede que sean una manifestación “de lucidez” (lo cual da el título al libro) a lo que el presidente no solo le pide la renuncia de inmediato al intrépido ministro sino que afirma categóricamente que ha visto “el rostro de la traición”.

 

El relato sigue con interrogatorios varios, los infaltables “secretos de estado” que se divulgan al instante, con estrategias, tácticas, micrófonos ocultos, con planes aquí y allá todos fallidos y al final más asesinatos de inocentes en medio de censuras a la libertad de expresión. Un triste final para una triste situación.

 

Como una nota al pie digo que la obra es de fácil y entretenida lectura, además de las lecciones que deja y de estimular el pensamiento del lector y despejar telarañas mentales. Es muy interesante la forma de construir diálogos que propone el autor y su muy sofisticado y efectivo manejo del narrador y de los tiempos. Llama la atención la admirable capacidad de escribir más de cuatrocientas páginas sin que haya un solo nombre propio (excepto el de un perro, un par de empresas y el de Humphrey Bogart pero como estilo de vestimenta). También es de notar sus valiosas disquisiciones y precisiones lingüísticas al margen del relato principal.

 

Si tuviera que instalar dos acápites a este artículo periodístico, tomaría dos frases del libro: “Es regla invariable del poder que resulta mejor cortar cabezas antes de que comiencen a pensar” y la visión optimista de que “más tarde o más pronto, y mejor más pronto que tarde, el destino siempre acaba abatiendo la soberbia”.

 

He escrito antes sobre el tema del voto en blanco que ahora parcialmente reitero, pero antes debo enfatizar que hay situaciones en las que se estima que el peligro de la alternativa es de tal magnitud que no parece haber más remedio que caer en la trampa del menos malo, siempre que no se termine idealizándolo y siempre que se tenga en cuenta que lo menos malo es de todos modos malo. Se trata de una medida desesperada al efecto de contar con más tiempo para revertir la situación con esfuerzos educativos.

 

De todos modos imagino que si hubiera una disposición que obligara a la gente a ser patrimonialmente responsable por la gestión de quien vota, se encaminaría a las urnas con más cuidado y responsabilidad y, ante discursos descabellados, rechazaría las ofertas electorales existentes votando en blanco, lo cual naturalmente forzaría a los políticos a reconsiderar sus plataformas y ser más cautelosos en la articulación de sus pronunciamientos.

 

En política no puede pretenderse nunca lo óptimo puesto que necesariamente la campaña significa un discurso compatible con la comprensión de las mayorías lo cual requiere vérselas con el común denominador y, en funciones, demanda conciliaciones y consensos para operar. Muy distinto es el cuadro de situación en el plano académico que se traduce en ideas que apuntan a lo que al momento se considera lo mejor sin componendas de ninguna naturaleza que desvirtuarían y pervertirían por completo la misión de un académico que se precie de tal ya que implica antes que nada honestidad intelectual.

 

En esta instancia del proceso de evolución cultural, el político está embretado en un plafón que le marca las posibilidades de un discurso de máxima y uno de mínima según sea capaz la opinión pública de digerir propuestas de diversa índole. El político no puede sugerir medidas que la opinión pública no entiende o no comparte. La función del intelectual es distinta: si ajusta su discurso a lo que estima requieren sus audiencias, con toda razón será considerado un impostor.

 

Ahora bien, en este contexto cuando un votante se encuentra frente a ofertas políticas que considera están fuera de mínimas condiciones morales debe ejercer su derecho a no votar o, si se encuentra en un país en el que no se reconoce ese derecho, debe votar en blanco, lo cual siempre significa que se rechazan todas las ofertas existentes al momento. Incluso, a veces el voto en blanco envía una señal más clara al rechazo que la abstención puesto que implica tomarse el trabajo de trasladarse al lugar de votación para dejar constancia del disgusto. En esta línea argumental, es como señala el título de la obra en colaboración de Leon y Hunter: None of the Above. The Lesser of Two Evils…is Evil. No cabe mirar para otro lado y eludir las responsabilidades por lo que se votó.

 

En el caso del voto en blanco, no se debe caer en el temor de ser arrastrado por el fraude estadístico allí donde se descuentan esos votos del universo y, por ende, se inflan las posiciones de los candidatos votados puesto que lo relevante es la conciencia de cada cual y votar como a uno le gustaría que votaran los demás, la suba en las posiciones relativas de los otros candidatos no modifica el hecho de rechazar las propuestos que se someten a sufragio en una situación límite de inmoralidad en la que todos los postulantes se asemejan en las políticas de fondo y solo los diferencian matices y nimiedades que son en última instancia puramente formales. En este contexto, el voto en blanco es sumamente positivo porque constituye una manera eficaz de ponerle límite a los atropellos del Leviatán.

 

Es muy fértil la embestida de Saramago contra políticos inescrupulosos y ciudadanos distraídos que intentan por todos los medios de minimizar el rol de personas que contribuyen a la mejora de las ofertas programáticas existentes.

 

El ejercicio a que nos invita Saramago en su libro hace que los políticos en cuestión no se sientan avalados y convalidados en sus fechorías y les trasmiten la vergüenza de verse rechazados e ignorados por el voto en blanco. Nada altera más a un politicastro que el voto en blanco.

 

En la situación indicada, el voto en blanco o “voto protesta” como se lo ha denominado, es fruto del hastío y hartazgo moral del ciudadano pero es un voto de confianza y esperanza en un futuro que se considera es posible cambiar, frente a los apáticos e indiferentes que votan a sabiendas a candidatos con propuestas malsanas. En este sentido, el voto en blanco es un voto optimista que contrasta con la desidia de quienes ejercen su derecho por candidatos que saben son perjudiciales.

 

No solo cabe abandonar el voto el blanco cuando se está en la situación de extremo peligro que mencionamos más arriba, sino cuando coincide con la expresa instrucción de proceder a votar en blanco por parte de alguna línea política con la que no se coincide  puesto, en ese caso, el resultado será muy pastoso.

 

Es indispensable que cada uno asuma su deber de contribuir a engrosar espacios de libertad puesto que se trata -nada más y nada menos- de la condición humana. El descuido de esa obligación moral personalísima nos recuerda (y alerta mientras estemos a tiempo) que Arnold Toynbee sostuvo que el epitafio del Imperio Romano diría “demasiado tarde”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

ACERCA DEL PRAGMATISMO:

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Hay un peligroso malentendido por parte de no pocos de los que se autotitulan “prácticos”, subestimando a los “teóricos”. El dictum en el sentido de que “nada hay más práctico que una buena teoría” revela que todo lo que hacemos en la práctica precisamente se basa en una teoría. Ésta puede ser correcta o incorrecta en cuyo caso lograremos el objetivo o no.

 

Todo lo que nos rodea nace de una teoría: el método para cosechar, la heladera, el automóvil, la construcción de viviendas, los anteojos, las computadoras, el diseño de ropa, la medicina, el lavarropas, el derecho, la economía,  la electricidad, el mobiliario, la química, la astronomía y así sucesivamente. El práctico se aprovecha de los trabajos teóricos conciente o inconcientemente para obtener sus metas, de lo contrario es actuar a los tumbos.

 

El pragmatismo, especialmente aplicado a la política significa que de todas las teorías existentes se adopta la que resulte posible, lo cual quiere decir que será lo que la opinión pública del momento es capaz de absorber, situación que en no pocas ocasiones obliga a incorporar teorías falsas o truncas.

 

En esta instancia del proceso de evolución cultural, el político es un megáfono de lo opinión pública: como he escrito en varias oportunidades, debe tener la flexibilidad necesaria si desea mantenerse en carrera, de lo contrario no tendrá futuro en la arena política.

 

Entonces, la tarea fundamental consiste en influir sobre la referida opinión pública al efecto de correr el eje del debate, es decir, forzar un cambio en la articulación del discurso y esto solo se logra a través de la educación formal e informal. Es por esto que tanta razón tenía el marxista Antonio Gramsci al sostener que debe “tomarse la cultura y la educación, el resto se dará por añadidura”.

 

Hayek ha consignado con razón que “Necesitamos líderes intelectuales que estén preparados para resistir las tentaciones del poder y que estén preparados para trabajar por un ideal, sin importarle lo pequeña que pueda ser la posibilidad de su inmediata realización. Tiene que haber hombres que estén dispuestos a seguir principios y pelear por su total realización aunque ésta sea lejana en el tiempo”. Y más adelante subraya que “Aquellos que se han concentrado en lo que al momento parecía practicable dado el estado de la opinión pública, constantemente se percatan que incluso esto rápidamente se ha convertido en políticamente imposible debido a cambios en la opinión pública sobre la que ellos han sido incapaces de influir”.

 

A mi entender es un verdadero desperdicio que haya intelectuales que la juegan de políticos desde el llano, sin estar en la arena política. Dado a que aspiran a tener cargos, renuncian a influir en otros para que se comprendan valores y principios y son en cambio “flexibles” en la esperanza de lograr el cometido del puesto en la burocracia. El pragmatismo no solo es algo comprensible sino necesario en el plano político: se debe conciliar y ceder lo que sea conveniente para mantenerse en la carrera política y, de ese modo, acceder a las demandas de la gente. Si un político hace caso omiso de lo que reclama la opinión pública tendrá sus días contados como político. Al contrario, si un profesor intenta averiguar que pretenden sus alumnos antes de dictar su clase, está terminado como catedrático. Son funciones cruzadas.  El político no puede jugar al intelectual a riesgo de perder apoyo electoral, como que el intelectual pierde la brújula si la juega de político.

 

Como dice Hayek, necesitamos intelectuales cuyo norte sea la honestidad intelectual y la integridad moral a la altura de su misión: apuntar a corrimiento en el eje del debate para darle plafón al político en sus propuestas. El clima de opinión que se constata en el presente es consecuencia inexorable de la faena intelectual sea en una u otra dirección. Y no es que un intelectual no pueda ser político, es solo que deberá cambiar su rol drásticamente (hay sin duda cuasi-crímenes como cuando un valioso intelectual opta por dedicarse a la política…como si  el premio Nobel Federico Leloir, en lugar de dedicarse a lo que se dedicó hubiera invertido su tiempo en ser intendente de Chascomús).

 

Lo dicho nada tiene que ver con la ideología, una expresión que en su uso común difiere sustancialmente de la definición del diccionario y de la idea marxista de “falsa conciencia de clase” para aludir algo terminado, cerrado, dogmático e inexpugnable, es decir, lo contrario al liberalismo que es siempre un proceso en ebullición puesto que el conocimiento es provisorio abierto a refutación.

 

Ilustro la idea que venimos desarrollando con un diálogo imaginario entre A (intelectual liberal) y B (político en funciones de cualquier partido).

A: le solicito una entrevista señor B al efecto de someter a su consideración unos proyectos que tengo preparados.

B: con mucho gusto, lo espero.

A: en primer término sugiero proponga al Parlamento que se liquide la banca central que es el centro de la confiscación del patrimonio de la gente ya que en cualquier dirección que proceda, sea o no independiente de las autoridades políticas, podrá operar solo en una de tres vías: expandir la base monetaria, contraerla o dejarla en el mismo nivel con lo que siempre distorsionará los precios relativos, lo cual, a su turno, desfigura las únicas señales que tiene el mercado para funcionar y, consecuentemente, disminuirán las tasas de capitalización junto con los salarios e ingresos en términos reales.

B: me despido de usted después de escuchar semejante granda verbal, un discurso de esa naturaleza terminaría con mi carrera ya que debo adaptarme a lo que la opinión pública puede digerir y aceptar.

 

Finalizo esta nota periodística con un ejemplo concreto de la incomprensión manifiesta que venimos puntualizando. Días pasados, en un congreso en Rosario (Argentina), entre otros, se suscitó un intercambio de ideas sobre el concepto de convertibilidad expuesto por Iván Carrino acerca de lo que escribió un esclarecedor y muy documentado artículo Adrián Ravier en el que da cuenta de mi participación en aquél debate, nota que oportunamente leyó Domingo Cavallo. Entonces, este último opinó en su blog, entre cuyos conceptos se lee que “hay todavía seguidores de la escuela Austríaca, algunos muy prominentes e influyentes, como Alberto Benegas Lynch, que no parecen tener capacidad de análisis histórico, como para distinguir entre ideas que pueden llevarse a la práctica y aquellas que son imposibles frente a los condicionamientos de la realidad. […] Me gustaría algún día discutir estos temas con Alberto Benegas Lynch, que, por lo que comenta Adrián Ravier, es quien dentro de los austríacos considera chiste de mal gusto mi figura al lado de las de Von Mises y Hayek”.

 

Iván Carrino me propuso concretar ese debate de inmediato que sugerí se lleve a cabo en marzo próximo. De cualquier manera, la antedicha cita pone de relieve el superlativo desconocimiento de nuestra interpretación de los distintos roles que desempeña el intelectual y el político, en este caso en el contexto de los tremendos desbarajustes del menemato.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer rector de ESEADE.

EL PROBLEMA DE TENER DOS CARAS

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

La integridad moral y la honestidad intelectual exigen que quien habla muestre lo que estima es lo correcto. Desde luego que puede haber error, es parte de la condición humana, lo que es reprobable es la doblez, la hipocresía y la mentira. La persona -la personalidad- es lo individual, lo exclusivo, es lo que distingue a tal o cual ser humano, es su capital más valioso y distintivo.

 

Es de interés recordar el  célebre experimento del psicólogo Solomon Asch que consistió en reunir en una habitación a un grupo de personas a quienes se les muestra gráficos con bastones de distinta altura y se les pregunta opiniones sobre comparaciones de tamaño impresos en esos gráficos. Se les dice a todos menos a una persona que en cierto momento se pronuncien sobre equivalencias falsas. El experimento se base en observar la reacción de la única persona que no está complotada para sostener falsedades y ésta, en la inmensa mayoría de los casos, en sucesivas muestras, primero revela desconcierto frente a la opinión de los demás, luego el tono de voz va cambiando revelando inseguridad hasta que finalmente se pronuncia como el resto de las personas, es decir, se inclina por un veredicto falso.

 

Este conocido experimento y otros similares son para poner de manifiesto la enorme influencia del grupo mayoritario sobre grupos minoritarios tal como primero expresó John Stuart Mill en el siglo XIX. Este problema grave que desdibuja por completo la personalidad se refleja en conductas que son arrastradas por la opinión dominante que desembocan en seres humanos que renuncian a lo más preciado de cada cual con lo que se disuelve la persona que de tanto decir y hacer lo que hacen y dicen los demás, ingresa a un terreno vertiginoso que aterriza en una crisis existencial fruto del correspondiente vacío.

 

Carl Rogers explica que muchas de las personas que atiende en su consultorio manifiestan problemas en el trabajo, en el matrimonio, en las reuniones sociales, angustias, falta de proyectos, asuntos sexuales,  relaciones interpersonales de diversas características y así sucesivamente, pero subraya que estas cuestiones son en verdad pantallas que ocultan un tema de mayor envergadura, cual es, el más completo desconocimiento de quienes son. De tanto hacer y decir lo que estiman que los hará quedar bien ante los demás pierden la brújula de lo que en realidad son sus valores y principios.

 

Como ha dicho Julián Marías, la persona no es solo lo que se ve en el espejo ni el que dice “yo” cuando golpea a la puerta y se le pregunta quien es. Tal como reza el precepto bíblico, somos nuestros pensamientos y si los distorsionamos  para satisfacer al público con lo “políticamente correcto”, quedamos a la intemperie, nos perdemos en un desierto implacable que no permite reconocer lo más relevante de nuestro ser. En verdad lo más desolador y triste imaginable puesto que habremos renunciado nada más y nada menos que a la condición humana: renunciamos a la actualización de nuestras potencialidades para internarnos en un oscuro callejón sin salida.

 

No nos estamos refiriendo a la discreción sobre nuestros pecados (nadie puede tirar la primera piedra), cuando hablamos de la doble cara estamos aludiendo a discursos de cosmética para calzar con el gusto de la opinión mayoritaria. Este es el sentido de la sabia sentencia pronunciada por Nathaniel Hawthorne en La letra escarlata: “Ningún hombre, por un considerable período de tiempo, puede recurrir a una cara para sí mismo y otra para la multitud sin finalmente confundirse sobre cual es la verdadera”.

 

Que horrible es nacer para no ser nadie y dejar que la vida flote en una nube anodina mientras alrededor se desploman aspectos vitales. Esto es lo que sucede con los que se limitan a ir a la oficina, hacer sus necesidades, dormir, alimentarse y copular sin ninguna contribución al mundo en que viven en cuanto a las ideas prevalentes al efecto de mejorar el clima y el futuro de sus hijos. Todos naturalmente quieren que se los deje en paz para hacer sus cosas, pero para tener paz hay que poner manos a la obra.

 

En otro sentido, se deslizan por la vida los mequetrefes del status quo que hoy pululan por los pasillos del poder y en general los de las llamadas oposiciones, con las mismas sonrisas obscenas e idénticas propuestas aunque siempre bajo los rótulos de que la economía será floreciente, que no habrá más corrupción, que la herencia recibida será corregida y que se implementará justicia y seguridad. También están en la misma bolsa los economistas que ansían el poder y la juegan de intelectuales con aquella meta subalterna bajo el poncho. En este contexto, Borges consignó que “ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien para que no se descubriera su condición de nadie”.

 

Es sabido que en el mundo hay problemas que se han acentuado. Las dictaduras electas en América latina, el desbarranque estadounidense respecto a los consejos de los Padres Fundadores, el resurgimiento de los nacionalismos en  Europa, el golpe en Tailandía, la reincidencia de Irak, el fundamentalismo en Irán, los sucesos en Egipto, el régimen de Siria y el sistema gangsteril en Rusia. Pero los problemas se agravan de modo exponencial cuando quienes dicen simpatizar con el liberalismo caen en el síndrome de Asch según el experimento descripto más arriba.

 

Esta es una nota preocupante puesto que los supuestos defensores de la sociedad abierta abdican de su responsabilidad y adhieren a lo que proponen los enemigos del sistema, bajo el curioso pretexto que el patrocinar concesiones son conducentes al efecto frenar la avalancha autoritaria, sin percatarse que los de la vereda de enfrente les están moviendo el piso y así corriendo el eje del debate en dirección al estatismo.

 

No hay que cansarse de repetir lo importantísimo que Friedrich Hayek ha escrito en Los intelectuales y el  socialismo (hay que leer detenidamente puesto que es un pasaje de notable calado): “Necesitamos líderes intelectuales que estén preparados para resistir los halagos del poder y la influencia y que estén dispuestos a trabajar por un ideal, independientemente de lo reducidas que sean las posibilidades de su realización inmediata. Tiene que haber hombres que estén dispuestos a apegarse a principios y luchar por su completa realización por más que al momento resulten remotas […] Aquellos que se ocupan exclusivamente por lo que aparece como práctico según el estado de la opinión pública del momento se encuentran  que incluso esto se ha convertido en políticamente imposible como resultado de cambios en la opinión pública que no han hecho nada por guiar. A menos que hagamos de los fundamentos filosóficos de la sociedad libre una vez más una meta intelectual y su implementación un objetivo que desafía la imaginación de nuestras mejores mentes, las perspectivas de la  libertad son en verdad oscuras”.

 

No puede tenerse la ridícula pretensión de corregir el mundo, de lo que se trata es de poner el granito de arena en todos los ámbitos sin disfraz y hablando claramente para así tener una conciencia tranquila de haber hecho lo posible para que en los círculos que a cada uno le toque actuar se haya contribuido a que el mundo mejore aunque más no sea milimétricamente en el transcurso de la corta experiencia terrenal. Bien ha subrayado T. S. Elliot que “nuestro deber es intentar lo mejor, el resto no es de nuestra incumbencia”.

 

Es frecuente que se diga que quienes operan de un modo abierto y sincero son muy poco prácticos sin ver que los que en realidad desconocen por completo la practicidad son ellos ya que con sus recetas retroceden a pasos agigantados: en todo caso los prácticos, en el otro campo, son los socialistas que van al fondo de los temas en todos los terrenos y le corren el eje del debate por minutos a los ingenuos e infantiles que se autoconsideran prácticos. Muchas veces “los prácticos” se burlan de los resultados electorales de las izquierdas pero son los que en gran medida marcan la agenda. En los medios resulta un espectáculo bastante bochornoso el observar debates entre representantes de las izquierdas y los llamados “prácticos” que quedan descolocados al borde del papelón quienes finalmente optan por quedarse callados bajo el  pretendido comodín de que “son demasiado radicales para contestarles”, pero en verdad carecen de argumentos por haber dedicado tiempo a la “practicidad” de la componenda y solo atinan a esbozar alguna estadística (inmediatamente refutada) ya que no son capaces de escudriñar en los fundamentos.

 

Por supuesto que el abrirse camino con opiniones personales contrarias a las comunes acarrea costos como toda acción humana (a pesar de las versiones marxistas de sostener que la economía se circunscribe a lo puramente material) pero las ganancias psíquicas son muy grandes. John Wimmer explica muy bien en No Pain, No Gain que los que argumentan a contracorriente a veces se sienten tentados a abandonar la faena pero que en definitiva, de ceder, significa “esconder basura bajo la alfombra” y autoengañarse. Como apunta Aldous Huxley, no pueden obtenerse objetivos caminando en la dirección opuesta. Todos deben dedicar tiempo para que se los respete, no es cuestión de atrincherarse en los negocios conjeturando que otros harán de escudo y resolverán los entuertos.

 

El tema de lo que aquí denominamos el síndrome Asch comienza en los colegios cuando el docente impone una sola bibliografía y rechaza otras y lo toma a mal cuando un estudiante cuestiona lo dicho. El espíritu contestatario en el aula resulta vital para formar seres humanos y no autómatas. La honestidad intelectual es probablemente la virtud más excelsa y es lo que permite sacar partida de tradiciones de pensamiento distintas.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

Gutierrez: Teologo de la liberacion.

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 31/1/14 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2014/01/30/gutierrez-teologo-de-la-liberacion/

 

Siempre me ha resultado digno de respeto la persona que es fiel a su pensamiento y lo expone sin tapujos, por el contrario, el timorato y vergonzante que busca interpretaciones retorcidas a hechos y textos para esconder sus pareceres es desde todo punto de vista reprobable y no merece la más mínima confianza. El Padre Gustavo Gutiérrez es sin duda del primer tipo.  La honestidad intelectual constituye el requisito básico de una persona íntegra, sin perjuicio del contenido de sus ideas.

El trabajo más conocido del Padre Gutiérrez es Teología de la Liberación, libro publicado en 1971 inmediatamente después de la reunión fundacional de la novel teología de la liberación ocurrida en Chimbote (Perú), en 1968, que influyó notablemente en las reuniones de Obispos y sacerdotes en Medellín primero y Puebla después. El libro de referencia cuenta con doce ediciones en castellano, obra traducida al inglés, francés, italiano, alemán, portugués, holandés, vietnamita, coreano, japonés y polaco.

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El eje central del libro consiste en señalar que la teología tradicional (“lírica” dice el autor) no se ha comprometido con las políticas concretas de este mundo y que las mismas son capitalistas, lo cual estima significan la explotación a los relativamente más pobres. Respecto a esto último, no menciona el hecho que hoy día no existen prácticamente vestigios de capitalismo puesto que los entrometimientos del Leviatán con las vidas y haciendas ajenas es permanente y creciente a través de alianzas con mal llamados empresarios (que son en verdad ladrones de guantes blancos) que viven del privilegio con el apoyo de instituciones internacionales nefastas como el FMI, a través de gastos estatales elefantiásicos, deudas públicas descomunales que comprometen el patrimonio de futuras generaciones que ni siquiera han participado en la elección del gobernante que contrajo la deuda, a través de impuestos insoportables y de regulaciones absurdas y asfixiantes que, entre otras muchas cosas, generan un desempleo colosal.

Tampoco Gutiérrez considera que la inmensa ventaja de la sociedad abierta inexorablemente se traduce en mejoras en la condición de vida de la gente, especialmente de la más necesitada puesto que las inversiones constituyen la única razón para el incremento en salarios e ingresos en términos reales. Y no se trata de la sandez del “efecto derrame” como si se tratara de saciar la sed de los opulentos y lo que rebalsa lo beben los miserables de la tierra. El fenómeno de las mejoras de quienes están en el margen  es un proceso paralelo: cada incremento en la tasa de capitalización (herramientas, maquinarias, instalaciones y conocimientos pertinentes) hace de apoyo logístico para aumentar la productividad del trabajo, lo cual significa ingresos más altos.

Todos provenimos de la caverna, cuando no del mono, la forma de progresar es contar con marcos institucionales que resguarden el respeto recíproco, lo cual significa el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Esta última institución resulta indispensable puesto que los bienes son escasos en relación a las necesidades, por lo que la asignación y reasignación se lleva a cabo vía las compras y abstenciones de comprar, es decir, como hemos destacado antes, se premia a quien ha dado en la tecla con las preferencias del prójimo y los que yerran incurren en quebrantos. Así es como los factores de producción se van adaptando a los requerimientos de la gente. Si se opta por los bienes en común sucede “la tragedia de los comunes” (lo que es de todos no es de nadie y los incentivos se pervierten) y no hay manera de conocer cuales son las cambiantes prioridades de la gente para asignar recursos.

Vamos ahora resumidamente a lo que aconseja el Padre Gutiérrez en su afamado libro. En este sentido, escribe que “Marx irá construyendo un conocimiento científico de la realidad histórica. Analizando la sociedad capitalista en la que se dan en concreto la explotación de unos seres humanos por otros, de una clase social por otra y señalando las vías de salida hacía una etapa histórica en la que la persona humana pueda vivir como tal […] Iniciativa que debe asegurar el paso del modo de producción capitalista al modo de producción socialista […] creadas las condiciones de una producción socializada de la riqueza, suprimida la apropiación privada de la plusvalía, establecido el socialismo, las personas puedan comenzar a vivir libre y humanamente”, para lo cual recomienda “una revolución social” y “una radicalización política” y que “la revolución cubana ha cumplido un papel acelerador” e insiste en los beneficios del “foquismo guerrillero” y “nuevas formas de lucha armada” y que “ello supone y facilita, por otra parte, un diálogo doctrinal con el marxismo” ya que “un sector importante del clero latinoamericano pide” que no hay que “confundir violencia injusta de los opresores que sostienen este ´nefasto sistema´ con la justa violencia de los oprimidos que se ven obligados a ella para lograr su liberación”.

Al fin y al cabo nos dice este sacerdote dominico que la liberación del pueblo judío de Egipto y que Jesús haya muerto en manos del poder político son hechos de gran importancia, a lo que replicamos nosotros que no se trataba para nada de salir de una esclavitud para ir a otra en el caso egipcio y el conflicto con el poder político no es para imponer un sistema totalitario.

Finalmente el Padre Gutiérrez, por un lado, subestima el mensaje evangélico en cuanto a la “pobreza espiritual” y, por otro, le atribuye un significado que convierte en un galimatías la idea de pobreza en el contexto de “la opción preferencial por los pobres” puesto que si se toma la pobreza material como una virtud habría que eliminar la caridad puesto que mejora la condición del receptor y, además si la Iglesia fuera de los pobres habría que concentrarse en los ricos puesto que los primeros estarían salvados.

En otra oportunidad hemos citado algunos pasajes bíblicos al efecto de subrayar la importancia de la pobreza de espíritu. Ahora lo hacemos nuevamente como la antesala del fin de esta nota periodística: en Deuteronomio (viii-18) “acuérdate que Javeh tu Dios, es quien te da fuerza para que te proveas de riqueza”. En 1 Timoteo (v-8) “si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. En Mateo (v-3) “bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” fustigando al que anteponga lo material al amor a Dios (amor a la Perfección), en otras palabras al que “no es rico a los ojos de Dios” (Lucas xii-21), lo cual aclara la Enciclopedia de la Biblia (con la dirección técnica de R. P. Sebastián Bartina y R. P. Alejandro Díaz Macho bajo la supervisión del Arzobispo de Barcelona): “fuerzan a interpretar las bienaventuranzas de los pobres de espíritu, en sentido moral de renuncia y desprendimiento”  y que “ la clara fórmula de Mateo -bienaventurados los pobres de espíritu- da a entender que ricos o pobres, lo que han de hacer es despojarse interiormente de toda riqueza” (tomo vi, págs. 240/241). En Proverbios (11-18) “quien confía en su riqueza, ese caerá”. En Salmos (62-11) “a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón”. Este es también el sentido de la parábola del joven rico (Marcos x, 24-25) ya que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo vi-24).

Por último, debe subrayarse una vez más que la influencia de este autor y de la Teología de la Liberación ha sido y es muy grande y profunda, pero ocurre que hay muchos que les resulta chocante la violencia recomendada y la declarada simpatía por Marx, Lenin, Trotsky, Marcuse, Hegel y Gramsci por lo que prefieren no hacer referencia a esta escuela de pensamiento pero toman el nudo de las reflexiones de Gutiérrez y sus numerosos discípulos para difundir el núcleo de sus metas, siempre articulando un discurso recubierto con las expresiones de amor, solidaridad, compasión, Dios, las maravillas de la creación, paz y la llamada justicia social (Gutiérrez escribe que “El sentido de la comunidad de bienes es claro: suprimir la pobreza por amor al pobre”).

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.