El presidente iraní, Hassan Rohani, logra ser reelecto

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 25/5/17 en: http://www.lanacion.com.ar/2027247-el-presidente-irani-hassan-rohani-logra-ser-reelecto

 

El presidente iraní, Hassan Rohani, un clérigo relativamente moderado de 68 años de edad, acaba de triunfar en las recientes elecciones presidenciales iraníes y obtuvo un segundo mandato de cuatro años. Su triunfo era previsible. Desde 1981, ningún presidente iraní había fracasado en el intento de ser reelecto.

Rohani recibió el 57% de los sufragios. Una mayoría absoluta, entonces. Su principal rival, el también clérigo -aunque conservador- Ebrahim Raissi, de 59 años, con sus propuestas populistas logró un 38% de los votos.

En este segundo intento, el presidente Rohani recibió cinco millones más de votos que cuando, en el 2013, se impusiera en su primera oportunidad, lo que parecería ser una señal de aprobación a su gestión.

La participación electoral iraní creció. Esta vez fue del 73% de quienes estaban habilitados para votar. Ese es un alto grado de participación ciudadana. Hablamos de algo más de cuarenta y un millones de votos, sobre unos 56 millones de iraníes habilitados para sufragar.

Su adversario, que compitió endosado abiertamente tanto por la oligarquía clerical que domina a Irán como por la poderosa Guardia Revolucionaria, obtuvo unos quince millones de votos a su favor.

La campaña fue dura. Ambos bandos se cruzaron acusaciones de corrupción, fenómeno deplorable que también anida en el escenario iraní, pese a su lustre religioso.

Se espera ahora que el reformista Rohani -apoyado por la clase media y por las mujeres de Irán- pueda continuar con su programa de (i) paulatino acercamiento al mundo exterior; (ii) lenta apertura de una economía controlada por el Estado, que por el exceso de intervencionismo ha estado estancada desde el año 2011; y (iii) continuo avance con su tímido programa de liberalización política. Además, es posible que bajo su mandato Irán no aumente significativamente su velado pero peligroso apoyo al terrorismo y a los movimientos extremistas de Medio Oriente.

Ello pese a que lo cierto es que todo en Irán está sujeto a lo que finalmente decida el líder espiritual del país, Ali Khamenei, quien en la reciente elección presidencial iraní apoyó al perdedor Raissi, que decía pertenecer a una «nueva generación» de líderes religiosos aferrados a los principios duros propios de algunos clérigos iraníes desde que naciera la actual teocracia. El mencionado Khamenei es, en los hechos, la más alta e indiscutida autoridad política y religiosa en el patológico esquema de gobierno de la teocracia iraní.

Raissi, recordemos, fue Fiscal de Estado y, como tal, de alguna manera ha sido responsable de la ola de ejecuciones de miles de iraníes disidentes que tuviera lugar a fines de la década de los 80. Lo que, por cierto, no lo ayudó electoramente. Pese a lo cual, Raissi procura constantemente mantener intactas las que cree son sus posibilidades de eventualmente ser designado sucesor del antes mencionado líder espiritual, el Ayatollah Khamenei.

Los clérigos conservadores iraníes han sufrido una segunda derrota electoral, que sugiere que su influencia política sigue disminuyendo pese a que mantienen el timón del país férreamente en sus manos. Tanto en lo político, como en lo económico. Por ello, la victoria contundente de Rohani le permitirá -en su momento- influenciar en la eventual designación del sucesor de Ali Khamenei, que lidera a Irán desde 1979, pero que ya tiene 78 años.

Durante la campaña, el presidente Rohani prometió seguir empeñado en la liberación de los dos populares líderes reformistas que los clérigos duros mantienen aislados y en un arresto domiciliario que se extiende desde el 2011: Mir Hossein Moussavi y Mehdi Karroubi. Hasta ahora, sin embargo, sus esfuerzos han sido totalmente inútiles. Retóricos, solamente.

En su pasada gestión, el reelecto presidente Rohani logró aumentar un poco la flexibilidad social y religiosa de su país, así como bajar significativamente la desbocada tasa de inflación que azotaba a su economía. Pudo también reanudar las exportaciones de petróleo, tras el levantamiento de algunas de las sanciones económicas impuestas a Irán por la comunidad internacional. Pero -en buena medida, por el esquema de poder con una suerte de «doble comando» propio de los iraníes- no ha podido resolver el tema del desempleo, que afecta nada menos que a un 26% de la fuerza de trabajo iraní. Ni disminuir la pobreza extendida. Ni reducir las grandes desigualdades sociales. De allí la disconformidad de muchos.

Para Rohani será importante poder abrir un canal de comunicación con el presidente norteamericano Donald Trump. Muy particularmente respecto del levantamiento de las sanciones que aún penden sobre su país. Esto es de aquellas que no están vinculadas con el acuerdo nuclear cerrado con la comunidad internacional del 2015, que ha sido descalificado reiteradamente por un agresivo Donald Trump durante la campaña que lo llevara a la presidencia de su país.

Previsiblemente, ese esfuerzo no será simple. Como lo evidencia el primer viaje al exterior del presidente Trump que, de inicio, lo llevó a Arabia Saudita a suscribir un enorme acuerdo militar bilateral «para hacer frente a las amenazas iraníes» y a sus «malas influencias» y «amenazas», al decir del Secretario de Estado Rex Tillerson, quien, además pidió expresamente a Irán «desmantelar su red terrorista» y poner fin a sus ensayos misilísticos. Y agregó: «Desde hace décadas, Irán alimenta las llamas de la violencia confesional y del terrorismo». Como para no dejar duda alguna acerca de su visión.

Lo cierto es que, en los últimos tres años, Irán ha consolidado su influencia y liderazgo regional. En buena medida, como consecuencia de su exitosa intervención militar directa (junto a su aliado libanés, «Hezbollah» y a la Federación Rusa) en la guerra civil siria, en defensa del régimen del clan Assad.

El presidente Rohani tiene algunas cartas a su favor que podría, de pronto, jugar. Como su apoyo al régimen de Haider al-Abadi, en Irak, clave para evitar un caos total en ese país. O la colaboración que sus milicianos podrían prestar en las batallas contra el Estado Islámico que se aproximan en torno a las ciudades de Mosul y Raqqa, ambas aún en manos de ese grupo terrorista. Ellas pueden ayudarlo a reducir el asilamiento internacional en el que aún está Irán.

El triunfo del presidente Rohani supone, por lo demás, continuidad y abre una opción importante para Irán: la de dejar de ser un «paria» en el escenario internacional con una sociedad caracterizada por sus marcadas rigideces sociales y religiosas y, en cambio, acercarse más a un mundo que aún contempla con desconfianza su andar exterior. No parece que esto puede suceder. Hassan Rohani acaba de ratificar que Irán seguirá adelante con su programa misilístico. Lo que es todo un desafío.

El derrotado Raissi representa la verdadera identidad de la teocracia iraní. Sin disfraces, ni ambigüedades. Y el presidente Rohani lidera un régimen que pretende no estar sumiso al liderazgo religioso de su país, pero que es parte de la maquinaria clerical y funciona acoplado con ella. Por el momento, la realidad muestra que la sociedad iraní sigue embretada por los rígidos principios religiosos impuestos por la oligarquía clerical que la gobierna. No obstante, el resultado de los comicios recientes parecería sugerir que hay una parte de ella que está incómoda con esa realidad y procura flexibilizarla.

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

Irán se acerca a unas elecciones presidenciales de significación

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 5/5/17 en: http://www.lanacion.com.ar/2020833-iran-se-acerca-a-unas-elecciones-presidenciales-de-significacion

 

El próximo 19 de mayo Irán tendrá elecciones presidenciales. Ellas serán las doceavas desde que, en 1979, Irán se convirtiera en una teocracia. Normalmente, esas elecciones se celebran en el mes de junio. Pero este año se adelantaron como consecuencia de la festividad religiosa que celebra el llamado Ramadán, durante la cual los iraníes ayunan.

En ellas el actual presidente, el «reformista» Hasan Rouhani, procurará obtener su reelección. Un nuevo y segundo mandato, entonces. Su candidatura, como cinco otras, acaba de ser formalmente aprobada por el Consejo de los Guardianes. Esto quiere decir que Hasan Rouhani, según los líderes religiosos iraníes, posee las «calificaciones ideológicas» requeridas para aspirar a presidir a la teocracia íraní. En cambio, el radical -y siempre activo- ex presidente Mahmoud Ahmadinejad, que intentaba regresar al escenario político grande de Irán, fue vetado. No podrá competir.

Irán es una nación llamativamente joven, con una edad media de apenas 30 años y una de las culturas más profundas del mundo, la de la civilización persa. Desde que sus medios de comunicación masiva predican sólo el discurso único de la clase religiosa que controla al país, más de la mitad de los votantes se nutre, ávidamente, en las redes sociales. Con frecuencia ellas están bloqueadas por las autoridades religiosas, por distintos motivos.

Los jóvenes hoy componen el «núcleo duro» de los «reformistas», que aspiran a tener un mejor nivel de vida, a lograr y mantener estabilidad económica y a poder acercarse más e interactuar con el resto del mundo.

Esta vez los iraníes podrán elegir entre seis distintas posibilidades. Hay tres de ellas que -sin embargo- lucen como las más significativas.

La primera es la posibilidad de reelegir al actual presidente, Hasan Rouhani, por un período presidencial más, de cuatro años. Muchos iraníes hoy están desilusionados con el poco avance logrado en dirección hacia la modernización del país persa a lo largo de la que ha sido ya su primera gestión presidencial. Además, se manifiestan abiertamente indignados con la corrupción extendida que, creen, anida en la administración iraní, a todos los niveles.

Esta es una cuestión seria y delicada, porque ocurre que son los clérigos quienes tienen en sus manos lo sustancial del poder económico en Irán y conforman una auténtica oligarquía, que es, por lo demás, inmensamente rica.

La clase media iraní es la que hoy apoya sustancialmente al presidente Rouhani. Pero para estar seguro de ganar, el actual presidente necesita, además, poder cautivar a parte de los iraníes de ingresos más bajos, que no creen demasiado en él porque entienden que los abandonó a su suerte.

En una nación bastante más ordenada, donde la inflación no es ya del 40% como sucedía al llegar Rouhani al poder, sino del 9% anual, el tema económico no es menor. Por ende la preocupación por mejorar el nivel de vida es ahora concreta y hasta fácilmente mensurable. Lo que es central para una población cuyos ingresos son mayoritariamente fijos.

Su principal rival, capaz ciertamente de vencerlo, pareciera ser Ebrahim Raisi, un discreto ex procurador general de Irán de 56 años, que cuenta con el apoyo de muchos líderes religiosos del país, a lo que suma nada menos que el endoso de la poderosa Guardia Revolucionaria. No tiene, sin embargo, experiencia política, pero es tenido como un candidato honesto y como una suerte de «outsider» de la clase religiosa gobernante. Un «nuevo» en el mundo local de la política.

Raisi -que además es apoyado por el líder supremo, Ali Khamenei- porta un turbante negro, que es el clásico que distingue a los religiosos que descienden del profeta Mohammed. El presidente Rouhani, en cambio, lleva uno blanco.

La plataforma y el discurso de Raisi tienen algunos componentes que lucen populistas. La estrategia de Rouhani es, en cambio, bastante más conservadora. Su esposa -que es una respetada profesora en la Universidad Shahid Beheshti- lo modera.

Otro de los actuales rivales de Rouhani es el alcalde de Teherán, que ya ha competido dos veces por la presidencia de su país, aunque sin suerte. Cuenta entonces con alguna experiencia política. Y hoy acusa al presidente Rouhani de no haber resuelto el persistente tema del desempleo que, entre los desilusionados jóvenes iraníes, es de nada menos que del 26%.

Entre los rivales del actual presidente aparece asimismo Esaq Jahngiri, un candidato que fustiga constantemente a la corrupción y a los corruptos. Razón por la cual ha adoptado la bandera electoral de la transparencia. Algunos creen, sin embargo, que Jahngiri pronto dejará de ser candidato y que su presencia, en rigor, es utilizada por los líderes religiosos para tratar de cerrar el paso al desafiante intento de retorno del ex presidente Mahmoud Ahmadinejad, ahora vetado. Sus partidarios se volcarán presumiblemente hacia la candidatura de Ebrahim Raisi.

En momentos en que la nueva administración norteamericana está demonizando a Irán, enfatizando para ello su constante labor de exportación del terrorismo y relativizando la importancia de la suscripción de su acuerdo nuclear con la comunidad internacional, parece importante seguir de cerca el curso de las próximas elecciones presidenciales iraníes, de cuyos resultados depende, entre otras cosas, mantener el equilibrio regional actual entre los dos países líderes de las dos grandes vertientes del islamismo: Arabia Saudita e Irán.

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.