No es que faltan dólares, no los hay al precio artificialmente bajo que quiere el Gobierno

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 11/2/2020 en: https://www.infobae.com/economia/2020/02/11/no-es-que-faltan-dolares-no-los-hay-al-precio-artificialmente-bajo-que-quiere-el-gobierno/

 

Las autoridades se están metiendo en un problema del cual le será cada vez más complicado salir. Pisan los precios claves de la economía pero siguen emitiendo moneda que la gente no quiere. Eso no termina bien

Si se compara el tipo de cambio promedio de octubre 2019 contra el tipo de cambio enero 2020, se observa un aumento del 3,6%, en tanto la inflación en el mismo período fue del 12% asumiendo una inflación del 3,2% en enero (Shutterstock)

Si se compara el tipo de cambio promedio de octubre 2019 contra el tipo de cambio enero 2020, se observa un aumento del 3,6%, en tanto la inflación en el mismo período fue del 12% asumiendo una inflación del 3,2% en enero (Shutterstock)

El presidente Alberto Fernández acaba de afirmar, refiriéndose al control cambiario, que “el problema que nos dejó Macri es que no hay dólares en Argentina, y como no hay divisas, y las que hay las necesitamos usar muchas veces para pagar insumos y producir, preferimos preservar esos dólares”.

Si bien desde esta misma columna he manifestado en reiteradas oportunidades mis diferencias con la política de endeudamiento del anterior gobierno, así como el endeudamiento del BCRA y la política cambiaria, me parece oportuno aclarar que actualmente, en realidad, no hay dólares suficientes al precio que el gobierno quiere que haya dólares, es decir al tipo de cambio oficial de 63 pesos. No es que falten dólares, faltan dólares a un precio artificialmente bajo.

Por otro lado, los dólares que ingresan por exportaciones tampoco son de la Argentina, ni del BCRA, ni del Gobierno. Pertenecen a quienes produjeron y exportaron. Imaginemos que no existe la intermediación del exportador, cuando el productor de soja, maíz o lo que sea que se exporta vende sus productos está entregando algo que es de su propiedad y recibe dólares que también son de su propiedad. De manera que esos dólares que ingresan por exportación son de legítima propiedad de quienes produjeron un bien para ser exportado. Que el Estado se los quede por la fuerza y a un precio artificialmente bajo, no significa que sean dólares del Estado, son dólares que el Estado le quitó al exportador por la fuerza y a cambio le entregó unos pesos que nadie quiere porque se deprecian continuamente. Encima que el Estado le quita al exportador sus dólares, se los quita entregándoles menos pesos que los que el mercado está pagando. Es decir, le quita los dólares y además le entrega menos pesos por dólar de los que debería entregarle.

Pero, por otro lado, hay una inconsistencia en la política cambiaria oficial. El Presidente dijo que faltan dólares. Una de las maneras que se genera ingreso de dólares es con exportaciones. Sin embargo, el exportador es castigado con un dólar artificialmente barato y, además, con un impuesto a las exportaciones que desestimula las exportaciones. Por ejemplo, el productor de soja no recibe el artificial tipo de cambio de $63 por cada dólar exportado, sino que recibe $44 menos todos los impuestos, pero tiene que pagar los insumos a precio de tipo de cambio de 63 pesos. O sea, al sector que más exporta se los castiga con el tipo de cambio y con impuestos generando todos los desestímulos posibles para que ingresen dólares por el lado de las exportaciones.

Otra manera de generar ingreso de divisas es mediante inversiones. Teniendo en cuenta la política impositiva que decidió aplicar el gobierno frenando el ajuste por inflación de los balances y aumentando la carga tributaria, tampoco se estimula el ingreso de dólares por inversiones que, en última instancia, es la única manera de crecer: aumentando la inversión para crear más puestos de trabajo, bajar la desocupación y en el mediano plazo mejorar los ingresos reales de la población para que pueda mejorar el consumo.

En definitiva, a los dos factores fundamentales que podrían generar el ingreso de dólares que hoy tanto preocupa al gobierno, se les aplicó los desincentivos necesarios para que no vengan, así que la escasez de dólares va a seguir existiendo. Esto lleva a adoptar una política como la del “cepo” para que la gente no pueda comprarlo que es un ingrediente más que frena el ingreso de dólares para invertir, porque nadie va a ingresar divisas a un país para luego no poder sacarlas si así lo desea. Nadie se mete solo en una jaula, cierra con llave y tira la llave lejos para quedar atrapado al lado del feroz fisco argentino.

Acá el problema de fondo es que el gobierno no quiere que el dólar suba, por lo tanto mantiene un precio artificialmente bajo y lo raciona vía el cepo cambiario. El problema es que al mantener artificialmente bajo el tipo de cambio, se afecta el tipo de cambio real.

Si comparamos el tipo de cambio promedio de octubre 2019 contra el tipo de cambio enero 2020, se observa un aumento del 3,6%, en tanto la inflación en el mismo período fue del 12% asumiendo una inflación del 3,2% en enero. Es decir, Argentina tiende a ser cara en dólares y esto lleva a que se compliquen las exportaciones y se estimulen las importaciones.

Lo que aparentemente está intentando hacer el gobierno es utilizar la vieja receta de pisar el tipo de cambio y los precios de ciertos productos (precios cuidados y tarifas de los servicios públicos) para frenar la inflación. Sin embargo, con tarifas congeladas, precios cuidados y tipo de cambio pisado que subió solo 3,2% en los últimos 3 meses, la base monetaria tuvo un aumento, considerando los promedios mensuales, del 22% comparando enero 2020 versus octubre 2019.

Alberto Fernández (REUTERS/Matías Baglietto)

Alberto Fernández (REUTERS/Matías Baglietto)

En definitiva, el Gobierno se está metiendo en un problema del cual le será cada vez más complicado salir. Pisa los precios claves de la economía pero sigue emitiendo moneda que la gente no quiere. Eso no termina bien. Es imperativo que revea su estrategia.

Finalmente, todo parece indicar que el presidente Alberto Fernández está intentando reeditar el gobierno de Néstor Kirchner en la parte económica. En ese punto tiene que tener presente que las condiciones son totalmente diferentes. En primer lugar no hay un stock de capital heredado en infraestructura como el que dejó Menem como para consumírselo sin afectar los servicios públicos. Me refiero al sistema energético, rutas, puertos, etc. Algo se recuperó en el gobierno de Macri pero no todo y se hizo con deuda que ahora hay que pagar y no se va a pagar.

En segundo lugar, ya no hay viento de cola con precios de las commodities volando. En 2001 el precio de la soja, a precios actuales, cotizaba en el mercado de Chicago a USD 243 la tonelada; en 2002 a USD 268 y en 2003 cotizó a USD 323 la tonelada. O sea, a precios constantes, Néstor Kirchner se encontró con una soja que había aumentado el 33% respecto al 2001 y el 21% respecto al año anterior. Hoy esos aumentos de las commodities no existen ya que la soja está igual que en 2019 y 16% más baja a precios constantes que en 2016 que fue el pico de precio que le tocó a Macri.

Por otro lado, el gasto público consolidado que recibió Néstor Kirchner era de 29% del PBI y actualmente está en 46% del PBI. De manera que el margen para financiar más gasto público es nulo. Ni siquiera se puede financiar este nivel de gasto público consolidado. Las condiciones hoy son totalmente diferentes a las que había en 2003 y, por lo tanto, replicar el modelo de ese momento es inviable.

El presidente Fernández tiene que cambiar por completo lo que se hizo tanto en la era K como lo que se hizo con Cambiemos en materia económica. Claro que para eso tiene que cambiar su filosofía política y económica, porque seguir por este rumbo lo lleva a un callejón sin salida.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky

El optimismo y entusiasmo de Cambiemos taparon la ficción K

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 21/5/2019 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/05/21/el-optimismo-y-entusiasmo-de-cambiemos-taparon-la-ficcion-k/?fbclid=IwAR3EORouYZ6kFODiYLi4FIHNnIgtWV0Mxw-HdUaS7N7C6rdSNId5usx_OlM

 

Algún día, alguien, va a tener que ponerse a hacer las reformas de fondo o la Argentina va a terminar como la Rebelión de Atlas de Ayn Rand

Al poco tiempo de asumir Cambiemos, publiqué una nota haciendo lo que no hacía el Gobierno, describí la herencia recibida del kirchnerismo. En ese momento di un ejemplo que luego se viralizó y fue utilizado por funcionarios, obviamente sin nombrarme, no vaya a ser cosa que fueran a nombrar a un liberal: «supongamos que una familia vende su casa, el auto, toma todos sus ahorros, deja de trabajar y se va a Europa. Se aloja en los mejores hoteles, come en los mejores restaurantes, alquila los autos más caros y disfruta hasta que se le acaba el dinero. Cuando vuelve a Argentina esa familia no tiene donde vivir, ni trabajo, ni ahorro para mantenerse».

Si alguien les preguntara: ¿cuándo estaban mejor, cuando estaban en Europa o ahora que habían vuelto? Obvio que la respuesta iba a ser cuando estaba en Europa, el tema era que ese nivel de vida era insostenible. Una ficción.

Sin duda que Cambiemos hizo un pésimo diagnóstico de la herencia que recibía del kirchnerismo. Subvaluaron la herencia que recibían y sobrevaloraron la imagen de Macri para atraer inversiones. Es más, volvieron de Europa y en vez de poner a trabajar (hacer las reformas) se endeudaron. Pero lo cierto es que quienes se ilusionan con una vuelta a Europa a pasarla bien con un eventual regreso del kirchnerismo, como di en el ejemplo, se equivocan de punta a punta.

En primer lugar, el kirchnerismo recibió un gasto público consolidado de 29% del PBI y lo dejó en 46%. Lo aumentó en 17 puntos porcentuales, escondiendo la desocupación en el empleo público, duplicando la cantidad de jubilados incorporando a los 3 millones de jubilados otros 3,5 millones que nunca habían aportado, regalando planes sociales en cantidades industriales y manteniendo artificialmente bajas las tarifas de los servicios públicos destruyendo el sistema energético, las rutas, los puertos y la infraestructura en general. Entre 2006, que comenzaron a subsidiarse las tarifas de los servicios públicos, y 2015, el kirchnerismo gastó la friolera de USD 161.318 millones en subsidios económicos.

Como puede verse en el gráfico, el kirchnerismo gastaba USD 2.866 millones en 2006 y entregó un gasto en subsidios económicos de USD 26.656 millones, lo multiplicaron por 9; y Cambiemos pagó el costo político de tener que reducirlos. Algo que todos los economistas no k decíamos que había que hacer. En términos de PBI, llegaron a gastar casi 5 puntos en subsidios económicos.

El gasto público voló y la recaudación también aumentó fenomenalmente. La presión tributaria consolidada pasó del 26,2% del PBI en 2002 al 39,4% en 2015. El kirchnerismo recibió una recaudación de USD 16.182 millones anuales y terminó recaudando USD 166.150 millones, casi USD 150.000 millones más que con lo que empezó. Un plan Marshall entero a valores actuales.

A pesar de todo, el recorrido fiscal consolidado que tuvo fue desastroso. De tener un superávit fiscal consolidado de 3,54% del PBI pasó a dejar un déficit de 7,24% del PBI. Un recorrido de caída de casi 11 puntos del PBI.

Es decir, el kirchnerismo dejó una situación tan grave como la de 2001 pero sin pagar los intereses de la deuda pública. Realmente un desastre de administración de la cosa pública a pesar de haber tenido un precio de la soja promedio en los 12 años k de USD 371 la tonelada contra un promedio que tuvo De la Rúa de U$S 179, aunque Cristina Fernández de Kirchner disfrutó de un precio promedio de la soja de USD 484 en su primer mandato y de USD 467 en el segundo mandato.

Con lo que cobraban por retenciones y el aumento de ganancias por no ajustar por inflación las utilidades y los mínimos no imponibles, igual tuvieron un horrible recorrido fiscal. Tampoco le fue mejor en materia de inflación.

A pesar de haber mantenido planchado el tipo de cambio y con tarifas de servicios públicos congeladas, más los controles de precios, Néstor Kirchner empezó con una inflación del 3,5% anual y Cristina Fernández de Kirchner dejó una inflación del 27,8% (desde 2007 tomo el IPC Congreso). El kirchnerismo multiplicó por 8 la inflación manteniendo tarifas artificialmente bajas al estilo Ber Gelbard y pisando el tipo de cambio. Aclaremos que Cambiemos la duplicó pero corrigiendo las tarifas de los servicios públicos.

En términos de actividad económica, a pesar de tener un fuerte viento de cola, el kirchnerismo no logró un gran crecimiento de la economía. Es más, durante todo el segundo mandato de Cristina Fernández la economía estuvo prácticamente estancada ya que creció solo el 1,5%, lo que significa un aumento del 0,37% anual a pesar de los buenos precios de la soja.

En definitiva, la gestión económica del kirchnerismo fue horrible y Cambiemos manejó la herencia espantosamente y encima no contó lo que había recibido. No obstante, si alguien cree que con el kirchnerismo vuelve a Europa a estar de fiesta, se equivoca. En ese momento financiaron el populismo con el stock de capital acumulado en los 90, con el viento a favor del exterior, confiscando nuestros ahorros en las AFJP, cerrando las exportaciones de carne y consumiéndonos 12 millones de cabezas del stock ganadero, cerrando tambos y dilapidando las reservas.

La única chance que le quedaría al kirchnerismo si quisiera reeditar la fiesta de consumo del período anterior, sería entrar en default para no para no tener que pagar la cuenta de los intereses de la deuda y hacer un plan Bonex para cancelar las Leliq. Pero insisto, si alguien piensa que con el kirchnerismo vuelve la fiesta de consumo, se equivoca.

Al igual que se equivoca quien piense que si gana Cambiemos van a solucionar los problemas económicos en base a optimismo y entusiasmo y olvidándose de la ciencia haciendo las reformas estructurales o creer que con Roberto Lavagna podrá recuperarse la economía con más consumo interno en un país donde hay solo 44 millones de habitantes, con un tercio de pobres y el resto con el agua en la nariz.

Esto se resuelve haciendo las reformas estructurales para atraer inversiones y va a llevar mucho tiempo. La herencia k nunca se resolvió y Cambiemos solo apeló a endeudarse para financiar la herencia k.

Algún día, alguien, va a tener que ponerse a hacer las reformas de fondo o la Argentina va a terminar como la Rebelión de Atlas de Ayn Rand.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky 

Ni Lebac, ni regular los agregados monetarios, hay que bajar el gasto público

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 29/5/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/05/29/ni-lebac-ni-regular-los-agregados-monetarios-hay-que-bajar-el-gasto-publico/

 

El rol de la política monetaria y la fiscal para llevar la inflación al rango de un dígito

 

Francamente no entiendo muy bien en qué consiste la política monetaria del Banco Central de la República Argentina. Desde el inicio sostuvo que usaba la meta de inflación como instrumento para luchar contra la inflación y para conseguir ese objetivo utilizaba la tasa de interés. Creo haber entendido eso.

Al mismo tiempo las autoridades del BCRA afirmaban que el tipo de cambio era de libre flotación mientras manejaba la tasa de interés y colocaba Lebac a marcha forzada. Con solo ver la evolución de la tasa de inflación en los últimos 12 meses puede advertirse que la estrategia falló y falló a lo grande.

Como puede verse en el gráfico, en los últimos 12 meses, la inflación anual está en un piso del 23% y tenía un techo del 25% pero empezó a sobrepasarlo a principios de año y ya se acerca al 27% anual.

Algunos sostienen que estas altas tasas de inflación son consecuencia de los ajustes de tarifas y del tipo de cambio. Si uno mira la inflación núcleo, que no incluye los precios regulados, observa que el comportamiento también es alcista.

En los últimos 12 meses la inflación núcleo tuvo un promedio mensual del 1,8%, tasa que da una inflación anualizada del 24%. En principio ese parece ser el piso de inflación que vamos a tener este año, lo cual es consistente con la tasa de expansión monetaria que viene teniendo el BCRA luego de colocar Lebac.

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Hoy, el BCRA no puede afirmar seriamente que tenemos un tipo de cambio flotante porque no solo lo maneja indirectamente con la tasa de interés, generando un peligrosísimo arbitraje de tasas versus dólar, sino que, además, la autoridad monetaria y bancos oficiales salen a vender dólares cuando el tipo de cambio tiende a superar cómodamente los $25. Esa acción le costó al BCRA perder USD 10.000 millones de reservas en lo que va del año.

El riesgo de las Lebac

Y en este tema de las Lebac quiero ser muy claro y preciso ya que dije que era un arbitraje peligrosísimo. ¿Cuál es el riesgo? Que si el BCRA pone una zanahoria de una tasa de interés del 40% anual como tenemos actualmente, la apuesta del mercado es a que la tasa le va a ganar al aumento del tipo de cambio.

Quienes no solo estudiamos, sino que vivimos crisis cambiarias anteriores, sabemos que este juego no es para siempre y cuando el inversor se retira realizando las ganancias, se retira por el capital y los intereses devengados. Dicho en otras palabras, si apostó USD 100.000 a la tasa, el mecanismo fue vender los USD 100.000 para comprar pesos y con los pesos comprar Lebac.

Ahora bien, cuando se retira, sale a demandar un monto de dólares equivalente al capital invertido más la tasa devengada. En este caso, si el inversor estuvo un año apostando, y suponiendo que la tasa estuvo un año en el 40%, no sale a demandar dólares por USD 100.000 sino que sale a demandar dólares por USD 140.000. El capital más los intereses ganados.

Es un error comparar la tasa de las Lebac contra la inflación porque el inversor en estos títulos hace el cálculo comparando con la evolución del tipo de cambio. El cálculo lo hace en dólares, no en pesos. De manera que recalco el hecho de que si se entra en este juego, cuando hay un cambio de expectativas y se produce salida en malón, es por el capital más los intereses, combinación que hace indomable la situación.

Otras alternativas monetarias

Fracasado el objetivo de usar la tasa de interés para regular la liquidez del mercado aparece la propuesta de algunos economistas de regular los agregados monetarios.

Entiendo que por agregados monetarios se refieren a M1 (circulante en poder del público más cheques cancelatorios en pesos más cuenta corriente del sector privado y del sector público en pesos), M2 que es M1 más colocaciones en caja de ahorro del sector privado y del sector público en pesos, y siguen los M3, etc., de acuerdo a las definiciones del BCRA.

Definido los agregados monetarios, ¿cómo regular los agregados monetarios? El circulante es parte de la expansión de la base monetaria de manera que estamos como ahora. Para controlar el resto de cada uno de los M, el BCRA debería incrementar o bajar los encajes bancarios de acuerdo a si quiere reducir o incrementar la liquidez del mercado. Es una propuesta claramente intervencionista en el mercado monetario que, dependiendo del nivel de encajes que se establezcan, va a afectar la tasa de interés.

Quiero recordar que en los 80, gobierno de Raúl Alfonsín, estaban los encajes remunerados o depósitos indisponibles por los cuales los bancos recibían depósitos y luego tenía que dejarlos inmovilizados en el BCRA, inmovilización que el BCRA remuneraba con una tasa igual que hoy remunera las Lebac. No hay mucha diferencia en el armado del arbitraje tasa versus dólar del Plan Primavera y la actual política monetaria.

Pero volviendo, para regular los agregados monetarios, el BCRA tiene que regular los encajes bancarios, medida que termina impactando en la tasa de interés. Si el BCRA no va a remunerar esos encajes, entonces le traslada al banco el costo de restringir la liquidez del mercado y eso impacta en la tasa de interés de mercado, lo cual puede llevar a otro tipo de arbitraje: vender dólares y colocarse a plazo fijo como en los 80.

En esa época los depósitos a plazo fijo eran a 7 días. La gente cobraba el sueldo y la parte del sueldo que no iba a usar en la semana la colocaba en un plazo fijo que renovaba parcialmente a la semana. Hasta el empleado de menor rango buscaba ganarse algo de tasa de interés.

De manera que no me queda muy claro qué beneficios hay al regular los agregados monetarios respecto a la situación actual.

Es más, mientras el Banco Central le siga comprando divisas al Tesoro que obtiene de la colocación de deuda en dólares, parte de M1, M2, M3, etc., seguirá creciendo en su componente circulante ya que es parte de la base monetaria, que seguirá expandiéndose por causa del déficit fiscal, ya sea emitiendo directamente por adelantos transitorios, ya sea por comprarle al tesoro los dólares que toma como deuda externa.

Monetización de la deuda pública en dólares

En definitiva, el problema no está en usar Lebac o regular los agregados monetarios, simples artilugios para no ocuparse del problema de fondo que es el déficit fiscal. Y diría más, el problema de Argentina no es el déficit fiscal, en todo caso el déficit fiscal es el origen de la inflación que requiere de financiamiento monetario del BCRA. El problema de fondo es el nivel de gasto público que nos hace ser un país decadente.

En estos momentos el Gobierno está buscando un acuerdo con el FMI para reducir más aceleradamente el déficit fiscal. Aun reduciendo 2 puntos del PBI el rojo de las finanzas públicas a través de la reducción del gasto público, el gasto público consolidado continuará en niveles disparatados ahogando al sector privado.

Lo que hay que meterse en la cabeza es que el problema fundamental es el nivel del gasto público que genera dos problemas aunque no haya déficit fiscal:

1) ahoga al sector privado con la carga tributaria para financiar un alto nivel de gasto público; y

2) genera una ineficiente asignación de recursos porque casi la mitad de los ingresos que genera el sector privado se los apropia el burócrata que los gasta de acuerdo a su arbitrario criterio en vez de que el sector privado asigne los recursos de acuerdo a sus necesidades.

Pero este es un tema para desarrollar con mayor profundidad en otra oportunidad. Por ahora tengamos en claro que no conviene hacer más inventos monetarios para frenar la inflación.

Mientras el Estado siga gastando más de lo que recauda, ni las Lebac ni el control de los agregados monetarios son solución de nada. En todo caso todos estos artificios monetarios terminan agregando un problema adicional al ya existente déficit fiscal y nivel de gasto público.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

¿Por qué no baja el gasto público?

Por Iván Carrino. Publicado el 2/6/17 en: http://www.ivancarrino.com/por-que-no-baja-el-gasto-publico/

 

Incluso cuando el gobierno quisiera reducir el gasto, el “estado profundo” no se lo permitiría.

Recuerdo una charla que escuché hace alrededor de 10 años. Quien disertaba en esa ocasión era director de una de las consultoras políticas más reconocidas del país. No recuerdo casi nada de la charla, pero sí una frase que me quedó grabada para siempre: “en política, la traición es una virtud”.

La frase, que puede sonar detestable, hacía referencia a la necesidad de los líderes políticos de traicionar sus lealtades, incumplir sus promesas y adaptarse permanentemente al cambio del “humor social” para avanzar en su carrera política.

Ejemplos de este fenómeno sobran en la política nacional. Políticos que se cambian de partido o que incumplen sus promesas electorales son un clásico.

El gobierno nacional no escapa a esta “tradición”. Durante la campaña 2015 prometió cambiar 180 grados lo que hacía el kirchnerismo. Sin embargo, en términos fiscales la promesa fue incumplida.

El estado, origen de nuestros problemas

Durante los 12 años de gobierno kirchnerista el gasto del gobierno creció de manera vertiginosa. De acuerdo a los últimos datos oficiales del Ministerio de Hacienda, el Gasto Público Consolidado avanzó nada menos que 20,6 puntos en términos del PBI, pasando de 26,6% a 47,2%.

Este alocado aumento de las erogaciones estatales no solo genera una mala asignación de recursos que reduce el crecimiento económico, sino que también es principal responsable de nuestra delicada situación fiscal.

El déficit, como quiera que se financie, es una bomba de tiempo que el propio Macri reconoce que no puede mantenerse en el tiempo.

Sin embargo, si consideramos lo que “Cambiemos” hizo hasta ahora, la realidad es que no cambió nada. El año pasado el PBI nominal creció 38%, cayendo en términos reales. El gasto, por su parte, creció alrededor de 39,3%. Esto lleva la ratio Gasto/PBI a 47,6%. Para 2017, si se cumple lo estipulado en el presupuesto, el gasto seguirá creciendo, pero en términos nominales volveríamos a niveles del 47,1%.

Este guarismo es similar al de países europeos y 85% superior al de Chile, Colombia y Perú promediados. Too much.

¿Es malo bajar el gasto?

Obviamente, cuando se propone bajar el gasto sale a la palestra una tribu de analistas imbuidos de keynesianismo que comienzan a recitar todas las calamidades que ocurrirían si se implementara la malvada austeridad. Un menor gasto, dicen, reduce la demanda agregada, la gente consume menos, las empresas reducen sus ventas, crece el desempleo y la economía colapsa.

No obstante este libreto, lo cierto es que la evidencia demuestra que es perfectamente compatible reducir el gasto público y mantener una economía vibrante.

Recientemente, Irlanda fue testigo de esta situación. Luego de llevar sus erogaciones al 65% del PBI en 2010, las redujo de manera considerable hasta el 29,5% en 2015. En términos nominales, el gasto cayó 31%. Obviamente, no ocurrió ninguna desgracia y la economía recuperó el crecimiento al tiempo que reducía su desequilibrio presupuestario.

Otro caso célebre es el de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo al estudio de Cecil Bohanon:

En 1944, el gasto del gobierno en todos los niveles representaba el 55% del PBI. Para 1947, el gasto público había caído un 75% en términos reales, o desde el 55% hasta el 16% del PBI (…)  Sin embargo, este “desestímulo” no resultó en un colapso del gasto en consumo o en inversión. El consumo real creció 22% entre 1944 y 1947 y el gasto en bienes durables creció hasta más que duplicarse en términos reales. La inversión bruta privada creció 223% en términos reales, con un enorme incremento real que se multiplicó por seis en el gasto destinado a viviendas residenciales.

Lo mismo puede decirse de Suecia. A principios de los años ’90, el estatismo sueco entró en crisis. El gasto público crecía en términos reales mientras que, por tres años consecutivos, la actividad económica cayó. En solo cuatro años (de 1989 a 1993) las erogaciones públicas habían subido 10 puntos del PBI hasta el 68%. A partir de allí, un programa de reforma buscó mejorar las cuentas. El gasto cayó en términos reales 0,9% al año entre 1992 y 1997. La economía volvió a crecer.

Si, como se ve en estos casos, la reducción del gasto público no genera crisis, ¿por qué el gobierno no avanza por este camino?

El estado profundo

Una respuesta posible a la anterior pregunta es que el gobierno está repleto de economistas keynesianos. Es probable. Alfonso Prat Gay, ex ministro de hacienda, por ejemplo, citó a Keynes en octubre del año pasado cuando se le preguntó por este tema.

Ahora bien, incluso cuando estuvieran relativamente convencidos de las bondades de la austeridad, lo cierto es que les sería políticamente imposible implementarla. Es que en Argentina, a pesar de que vivimos en democracia, los verdaderos hilos del poder los conduce un “estado profundo”, donde intereses corporativos, sindicales y políticos confluyen para mantener el statu quo.

Si el gobierno amaga con reducirle fondos al cine, ahí estarán los actores para gritar en contra. Si se reducen los subsidios y suben las tarifas, las asociaciones de defensa del consumidor podrán el grito en el cielo. Si se despiden trabajadores estatales, los gremios harán paro y bloquearán las calles. Si baja el gasto en obra pública, las cámaras empresarias harán lobby destacando la “importancia estratégica de la infraestructura”.

A medida que crece el gasto público, crecen los grupos concentrados directamente beneficiados por el mismo. Se genera una red de corporaciones que luego presionan políticamente (y otras violentamente) para que nunca más baje. Es el “estado profundo” que gobierna sin ir a las elecciones y destruye la economía.

Para reducir el gasto, el gobierno de Macri debe, primero que nada, despojarse de la idea de que esto sea perjudicial para la actividad económica y los pobres.

Pero, más importante, debe estar listo para enfrentar los intereses creados que no quieren que nada cambie en Argentina.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Venezuela y Argentina: primeros en aumentar el gasto público en América Latina.

Por Iván Carrino. Publicado el 29/10/14 en: http://www.ivancarrino.com/venezuela-y-argentina-primeros-en-aumentar-el-gasto-publico-en-america-latina/

 

En su artículo de hoy en La Nación, Orlando Ferreres plantea que el problema de la economía Argentina es un aumento insostenible del gasto desde 2003. Un extracto:

Este aumento de 700% en el gasto público consolidado resulta incompatible con el control de la inflación, con el crecimiento económico del país, con la capacidad tributaria de la economía y con el sostenimiento de un régimen cambiario estable.

La explicación es más que interesante y se refuerza si miramos no solo a la Argentina, sino a toda la región. Abajo un gráfico con el aumento promedio anual del gasto público para algunos países seleccionados.

gasto promedio anual

Lo que se observa es que Venezuela encabeza la lista, dado que aumentó en promedio un 36% el gasto por año. Esto quiere decir que si en 2002, el gobierno venezolano gastó 100 bolívares, en el año 2013 gastó la astronómica cifra de 2909 bolívares. Es decir, multiplicó el gasto por 29.

En Argentina las cosas no son muy distintas, y tomando el gasto a precios corrientes, tenemos un aumento promedio del 29% anual, lo que genera una multiplicación de 16 veces el gasto para el año 2013 en comparación con 2003.

No extraña que después venga Ecuador, con un gobierno que también cree en las virtudes de las políticas expansivas y redistributivas.

Otra cosa que no sorprende es que Perú, Colombia y Chile se encuentren en la cola de la lista, con aumentos del gasto anual en un promedio del 11% y 10%.

Ahora bien, veamos cómo le va a ir a cada uno de estos países en los años que vienen.

Estimaciones Consensus

 

Según la encuesta de Octubre de Consensus Economics, Venezuela tendrá una caída del 3% del PBI este año y una del 0,6% el año que viene. Por otro lado, Argentina también tendrá dos años recesivos en 2014 y 2015.

Además, se espera que Colombia sea el país de mayor crecimiento en 2014 y también se espera que Perú lo haga a una tasa más que respetable del 3,3%.

Sorprenden las estimaciones para Chile (suponemos por el efecto “Bachelet” en la confianza inversora) y el de Ecuador (que, quizá gracias a la dolarización, todavía no sufre las consecuencias de las políticas excesivamente expansivas).

Si miramos la inflación, claramente Venezuela y Argentina le sacan mucha ventaja al resto y, además, ambos países cuentan con controles de cambio, mientras que ninguno de los demás ha debido implementar políticas semejantes.

El aumento del gasto puede tener algunos efectos positivos en el corto plazo, pero en el largo, se deben pagar los excesos del pasado. Argentina y Venezuela hoy lo hacen en la forma de altas tasas de inflación y una economía que no crece.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Trabaja como Analista Económico de la Fundación Libertad y Progreso, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y profesor asistente de Economía en la Universidad de Belgrano.