Recordando al Kirchnerismo

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 3/5/19 en: https://puntodevistaeconomico.com/2019/05/03/recordando-al-kirchnerismo/?fbclid=IwAR2pofAD5G0slIql4V2–C8ydDcNl7JzgLHWGBTl-8bHAlVOeiKq7gzt8yg

 

Las últimas encuestas muestran que, de presentarse a alecciones, Cristina Kirchner (CFK) tendría ciertas chances de ser electa Presidente nuevamente. Qué tan probable este desenlace, más allá de las encuestas, es discutible. No obstante, lo cierto es que la discusión “Macri vs CFK” ha tomado un renovado impulso. El pobre desempeño económico pareciera favorecer las chances electorales de CFK.

Es cierto, como críticos han señalado, que ciertas decisiones y actitudes de Cambiemos son un”kirchnerismo de buenos modales” (recordar el reciente nuevo control de precios). Pero marcar ciertas similitudes aún se encuentra a años luz de implicar que Cambiemos y Kirchnerismo son lo mismo. Más allá de las críticas a Cambiemos, un número de indicadores institucionales muestran mejoras bajo el gobierno de Cambiemos respecto al kirchnerismo (un resumen de indicadores populistas aquí).

¿Es, acaso, un nuevo gobierno de CFK preferible a un segundo mandato de Macri? El siguiente es un listado de recuerdos del kirchnerismo. Seguramente incompleto, y sin ningún orden en particular, un listado de actitudes y políticas del kirchnerismo:

  1. El programa televisivo 678 como medio de propaganda política
  2. Fútbol Para Todos como medio de propaganda política
  3. Politización de la educación primaria y secundaria
  4. Origen de la alta inflación
  5. Cepo cambiario (se perdieron más reservas que con la crisis del 2001)
  6. Ministros diciéndole a los argentinos que no “saben votar” cuando el FpV perdía elecciones
  7. El Canciller Timermann violando secretos militare de Estados Unidos con un alicate
  8. Deterioro de la infraestructura energética
  9. Deterioro de la infraestructura de transporte
  10. Significativos avances del narcotráfico en suelo argentino
  11. Un Ministro de Defensa (Agustín Rossi), que pierde misiles del ejército
  12. Falsificar datos de inflación
  13. Falsificar datos de pobreza y Anibal Fernádez diciendo que en Argentina hay menos pobres que en Alemania
  14. Falsificar datos de actividad económica
  15. Récord de corrupción (recordar que se pesaba el dinero -más rápido que contarlo- y se revoleaban bolsos a los jardines de un convento; más todo lo que sabemos)
  16. Tragedia de Once (¿los recursos para mantenimiento de los trenes a dónde fue?)
  17. Argentina entre las 10 economías menos libres del mundo
  18. Capitanich (Jefe de Gabinete) rompiendo radios en conferencia de prensa
  19. Presiones a la prensa independiente (“Clarín miente”, etc.)
  20. Los aún desaparecidos fondos de Santa Cruz
  21. Actitud de “patotero” frente al ciudadano de bien (cadena nacional para hablar del “abuelo amarrete”)
  22. Intento de modificar la Constitución Nacional para perpetuarse en el poder
  23. Alineamiento político e ideológico con gobierno dictatoriales como el régimen de Chávez-Maduro en Venezuela
  24. Martín Lousteau empujando un innecesario conflicto social con la “125”
  25. Las incansables amenazas y atropellos de Guillermo Moreno
  26. Transformar al Congreso en una escribanía
  27. Pacto con Irán
  28. Utilizar la AFIP como instrumento de intimidación al contribuyente
  29. CFK bailando cumbia mientras la policía reprime manifestantes en el interior del país
  30. Expropiación inconstitucional al estilo “far west” de Repsol-YPF (una expropiación debe ser aprobada por el Congreso y los dueños expropiados deben ser compensados)
  31. Nacionalización de los fondos privados de retiro (AFJP)
  32. Politización del Poder Judicial
  33. Encarcelamiento sin juicio previo por ser portador de uniforme o apellido (es notable que la prensa no haya hecho de esta inaceptable transgresión constitucional un tema más importante)
  34. NISMAN

El listado es incompleto (invito a dejar más recuerdos en la sección de comentarios). No obstante, este listado debería ser suficiente para tomar conciencia de lo peligroso que es volver al kirchnerismo. Quien crea que CFK ha cambiando y, finalmente madurado, puede darse una vuelta por sus expresiones en su libro “Sinceramente”.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

La xenofobia es hija del estado de bienestar

Por Iván Carrino. Publicado el 20/10/16 en: http://inversor.global/2016/10/la-xenofobia-es-hija-del-estado-de-bienestar/

 

A la hora de debatir sobre la educación pública, el problema no deben ser los inmigrantes.

Los domingos por la noche son un clásico de la televisión nacional. En su momento, la pantalla estaba ocupada por el fútbol y el resumen de la jornada. Sin embargo, el escenario político y la irrupción de “Fútbol Para Todos” cambiaron esta costumbre.

En el último tiempo, la noche de los domingos se llenó de política, y el programa de Jorge Lanata lideró el rating durante todo 2015, gracias a sus filosas críticas a la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. Con el cambio de gobierno y un país que busca ser “más normal”, Lanata ya no es la cita obligada de los domingos, pero sus informes siguen dándonos que hablar.

La última investigación que despertó la polémica se relacionó con la universidad de Buenos Aires. Más concretamente, con el número total de estudiantes extranjeros que acoge la universidad y que, por supuesto, no pagan ni una matrícula ni una cuota mensual, ya que la UBA es “gratuita”.

Según lo divulgado el domingo, la cantidad de alumnos extranjeros en la UBA aumentó 482% en los últimos 20 años, y la participación sobre el total pasó de 1,2% en 1996, al 4,4% en la actualidad.

Frente a estos datos, gran parte de la opinión pública suele reaccionar con indignación. Después de todo, el gasto público, que se financia con nuestros impuestos, debería estar destinado a favorecernos a nosotros, los argentinos, y no a los extranjeros que quieren aprovecharse de las ventajas que ofrecen nuestras universidades: ¿verdad?

El problema con esta manera de pensar es que ignora cuestiones fundamentales y, por sobre todas las cosas, no identifica la verdadera causa del conflicto.

En primer lugar, no puede conocerse sin un análisis fino de la situación quién realmente está pagando esa educación. No caben dudas que los contribuyentes sostienen la educación pública, por lo que lo de “gratuita” no es más que un eufemismo. Sin embargo, no podemos saber a ciencia cierta si esos contribuyentes son solamente argentinos.

Cuando un estudiante que proviene de Perú consigue un trabajo en Argentina, ¿no está pagando impuestos que el gobierno después utiliza para financiar su gasto? ¿No lo hace cuando paga el ABL, el IVA, o incluso el impuesto a las ganancias llegado el caso que debiera hacerlo?

A priori, sostener que los extranjeros viven de nuestros impuestos porque estudian en la UBA es una conclusión demasiado apresurada.

Ahora imaginemos la siguiente situación. Si la UBA fuese una universidad privada con matrícula y cuotas que tuvieran que afrontar sus alumnos, a nadie le molestaría la cantidad de extranjeros que en ella estudiaran. De hecho, para las autoridades de esa casa de estudio sería una excelente noticia recibir estudiantes del exterior; y también para todos los demás.

Habla de la calidad de cualquier empresa que sus servicios no sean solo consumidos por los nacionales, sino también por los extranjeros, así que: ¿qué mejor?

Pero el Estado de Bienestar tiene una tendencia inexorable a la xenofobia. En algún punto, el sistema en el que “todos pagamos” por lo que supuestamente “todos consumimos” se asemeja al de un club. Los socios pagan una cuota social y luego tienen derecho a utilizar las instalaciones comunes, como las canchas de tenis, la pileta, etc. Obviamente, en los clubes se discrimina contra los “no miembros” y es justo que así sea. Quien no paga, no puede usar las instalaciones.

Como vimos antes, no está claro quién realmente paga las “instalaciones comunes” en el caso de un país con un estado de bienestar como el nuestro. Pero aun así, es claro que la tendencia a discriminar al extranjero aparece sólo porque existe este tipo de arreglo (en el que los bienes públicos se financian con impuestos) pero no aparecería si todos los bienes y servicios fueran provistos por privados.

Y esto nos lleva a la verdadera causa del problema. Las transferencias del gobierno nacional para financiar el gasto corriente de las universidades públicas se multiplicaron por 24 entre 2003 y 2015, muy por encima de la inflación y la suba del dólar.

En el último año, estas transferencias representaron el 13% del déficit fiscal. Todo esto para financiar los estudios de alrededor de 1,5 millones de personas que llenan las aulas de los ateneos universitarios gestionados por el sector público. Es decir,un mero 3,6% de la población total.

El verdadero debate no es si debe haber estudiantes extranjeros en la UBA, o si deberían ellos pagar sus estudios mientras los argentinos siguen gozando de educación universitaria gratuita.

El verdadero debate es si el estado debe cobrarle impuestos a toda la ciudadanía para regalarle la educación universitaria a una minoría, en lugar de ir hacia un sistema donde cada uno pague lo que pueda pagar por el servicio que desea recibir.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

La verdad sobre los subsidios energéticos en Argentina

Por Iván Carrino. Publicado el 11/8/16 en: http://www.ivancarrino.com/la-verdad-sobre-los-subsidios-energeticos-en-argentina/

 

Imaginemos a un padre que está tratando de educar a su hijo de aproximadamente 5 años. Una de las lecciones que intenta enseñarle es que no debe ser agresivo con sus compañeros del colegio.

Un día determinado, lo invitan a una reunión en el colegio, donde comenta los avatares de este proceso de enseñarle a su criatura dicha lección. Para su sorpresa, un grupo de padres le sugiere que no se haga mucho problema por ello, ya que todos los compañeros son agresivos. No sé bien qué pensará el lector al respecto, pero no parece del todo sensato que, porque un grupo de personas se comporte de manera equis, todos tengamos que comportarnos así o conformarnos con dicho comportamiento.

¿A qué viene todo esto? Principalmente, a que pocos días atrás se difundió un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) que muestra que la gran mayoría de los gobiernos del mundo destina importantes cantidades de dinero a subsidiar la energía en los países que administran. En términos de subsidios per cápita, nuestro país no estaría tan mal parado, ya que ocupa el puesto número 60 en una larga lista de naciones analizadas.

Obviamente, la relevancia de la difusión de este informe, que en realidad data de 2015, es criticar el intento del Gobierno por reducir estos gastos y el inevitable corolario de la suba en las tarifas que los consumidores pagan por la luz y el gas.

Ahora, la pregunta es si deberíamos tomar dicho ranking como válido, o como punto de referencia para nuestra problemática local. Mi respuesta es rotundamente negativa.

En primer lugar, porque uno de los principales focos en nuestro país está puesto en los subsidios a la energía eléctrica. Es decir, a que el Gobierno pague parte de lo que consumimos de luz en nuestras casas. Si uno mira ese mismo reporte del FMI, encontrará que entre los países avanzados (como Estados Unidos, Australia o Bélgica) casi ninguno destina un solo dólar a este tipo de subsidio.

Por otro lado, si nos comparamos con las economías avanzadas —y no con países que no deberíamos querer imitar, como Venezuela, Uzbekistán o Irán—, nos ubicamos en el quinto puesto a nivel mundial en términos de lo que subsidiamos la energía, siempre según los datos del FMI y en términos del PBI.

Ahora relacionando con el ejemplo del inicio, lo que no dicen quienes se encargaron de difundir este reporte es que la institución internacional hizo el análisis con el objetivo de concientizar a los países para que reduzcan inmediatamente este tipo de erogaciones públicas.

Para el FMI:

Eliminar los subsidios globales a la energía podría reducir las muertes relacionadas con las emisiones de combustibles fósiles en más del 50% […]. Las ganancias fiscales de eliminar los subsidios energéticos se estiman en 2,9 billones de dólares en 2015. Esto ofrece un enorme potencial para reducir otros impuestos y fortalecer la recaudación (…)

Las ganancias netas de la reforma, luego de reducir el costo que los mayores precios de la energía tendrían para los consumidores, derivadas de la ganancia fiscal y ambiental, se estima en 1,8 billones de dólares y podría ser mucho mayor si se utiliza para generar reducciones de impuestos que estimulen el crecimiento económico.

El problema fiscal es la clave en nuestro caso. El año pasado, el déficit ascendió a 370 mil millones de pesos, o 6,3% del PBI, mientras que los subsidios a la energía treparon al 2,9%, según datos de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (Asap) y el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). A su vez, estos subsidios han venido creciendo año a año, al igual que el desequilibrio de las cuentas públicas. Como resultado, hoy somos uno de los países con mayor inflación en el mundo y tenemos una carga tributaria insoportable.

2016.08.09_Subsidiosenergía

Así las cosas, la reducción de los subsidios energéticos fue la vía que eligió el Gobierno nacional para achicar el déficit y bajar ese impuesto no autorizado por el Congreso que es la inflación.

A modo de conclusión, mi pregunta para los que no quieren tocar este gasto es: ¿Qué proponen? ¿Qué otro rubro del gasto público aconsejan reducir? ¿Quieren eliminar Fútbol para Todos, los subsidios a la cultura, privatizar Aerolíneas Argentinas, o todo lo anterior junto? ¿Quieren emprender una reforma del Estado que implique, al menos en el corto plazo, mayor cantidad de empleados públicos buscando trabajo en el sector privado y, por tanto, engrosando las filas del desempleo? ¿Quieren explorar la posibilidad de ir a un sistema de jubilaciones privado?

¿O lo que en realidad proponen es que sigan vigentes las políticas del kirchnerismo, que financiaron una fiesta de gasto público con inflación, atraso y pobreza?

No es relevante si Estados Unidos, Trinidad y Tobago, o Arabia Saudita gastan más en términos per cápita en subsidios a la energía. Lo relevante es cómo se hace para achicar el déficit fiscal, bajar la inflación y así empezar a desactivar la bomba atómica económica que el kirchnerismo le dejó a su sucesor.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Tamaño y papel del Estado: el debate ausente

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 13/4/16 en: http://opinion.infobae.com/nicolas-cachanosky/2016/04/13/tamano-y-papel-del-estado-el-debate-ausente/

 

Según ha informado el Gobierno recientemente, el año 2015 culminó con un déficit fiscal del 9% del PBI. Si tomamos este número como cierto, entonces este nivel de déficit que ha dejado el kirchnerismo es superior al de la crisis del 2001 (7%) y al del final del Gobierno de Raúl Alfonsín (8%). En el último medio siglo es superado únicamente por el Gobierno militar con José Martínez de Hoz (11%) y durante el de Perón-Perón (14%).

Distintos funcionarios del Gobierno han sido explícitos en sostener que el déficit fiscal es un problema serio a resolver y que es además el origen de las altas tasas de inflación que se iniciaron en el 2007. El problema madre de los desequilibrios económicos en Argentina son los déficits fiscales.

Solucionar el problema del déficit fiscal en Argentina, sin embargo, no es una mera cuestión de cerrar números. En primer lugar, el tamaño del déficit, 9% del PBI, muestra que el desequilibrio entre ingresos fiscales y gastos del Tesoro no es menor; la estructura de ingresos y la de gastos se encuentran en niveles distintos. En segundo lugar, la presión fiscal consolidada supera el 40% del PBI; es decir, no hay margen para subir impuestos, por lo que es necesario revisar los gastos. En tercer lugar, el nivel de gasto es insostenible. Si con una presión fiscal del 40% del PBI el déficit se encuentra en torno al 9% del PBI, es claro que el Estado se halla sobredimensionado.

Esto indica que el problema a resolver no se soluciona con ajustes marginales; es necesario bajar ambos, los impuestos y el gasto público. Corregir un déficit fiscal de 9% del PBI con una presión fiscal superior al 40% del PBI no es otra cosa que cuestionarse cuál debe ser el papel del Estado en Argentina. De 1960 a la fecha el Tesoro ha tenido superávit sólo cinco o seis años. Los déficits fiscales son comunes a los distintos Gobiernos que hemos tenido hasta la fecha (Arturo Illia, Gobierno militar, Domingo Perón, Isabel Perón, Gobierno militar, Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Néstor Kirchner, Cristina Kirchner). El problema del déficit fiscal en Argentina no es, entonces, un problema de gobiernos, es un problema de estructura del Estado. El desafío de Cambiemos no es terminar con un déficit fiscal, sino terminar con el ciclo de déficits fiscales.

Resolver este problema requiere cuestionarse cuál debe ser el papel del Estado. Este es el debate ausente hasta el momento. ¿Debe ser el Estado fuente del masivo empleo público en el que se ha transformado? ¿Debe el Estado ser fuente de una creciente e impagable asistencia social, o debe generar las condiciones para que dicha asistencia se vuelva innecesaria? ¿Debe el Estado ser protector de sectores industriales y empresariales (por ejemplo, en Tierra del Fuego), o debe garantizar un marco competitivo donde sea el consumidor quien elija cómo consumir? ¿Es necesario que el Estado provea servicios como Fútbol para Todos y Aerolíneas Argentinas, o debería garantizar las condiciones para que estos y otros servicios sean provistos por el mercado? En resumen, Argentina tiene un Estado que quiere hacer mucho y estar presente en todo lo que pueda, en lugar de un aparato estatal que garantice la propiedad privada y haga cumplir los contratos para que sean las personas quienes provean sus propios bienes y servicios.¿Debe el Estado garantizar un ambiente de libre mercado, o debe ser el Gran Hermano que todo lo observa y todo lo regula (como ejemplifica la reacción ante el desembarco de Uber hace pocos días)? Argentina parece tener la ilusión de querer vivir con el nivel de riqueza de las economías más libres del mundo, al mismo tiempo que es una de las economías menos libres del mundo.

El problema no es que el Estado gasta mal, el problema es que gasta demasiado por estar sobredimensionado. El Estado argentino actual es impagable, con o sin arreglo con los holdouts, del mismo modo que quien no es millonario no puede vivir como tal, con o sin una tarjeta de crédito. Mientras en Argentina no se replantee cuál ha de ser el papel del Estado, los desequilibrios económicos seguirán apareciendo de forma cíclica como lo han hecho en el último medio siglo.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

Gustavo Lazzari: «El Gobierno va a intentar una buena gestión de un mal modelo»

Entrevista a Gustavo Lazzari. Publicado el 11/4/16 en: http://www.eltribuno.info/gustavo-lazzari-el-gobierno-va-intentar-una-buena-gestion-un-mal-modelo-n699092

 

Organizado por la fundación Federalismo y Libertad y con la disertación del economista Gustavo Lazzari, se dictó un taller el viernes y sábado pasado en el que se analizó la situación económica actual a la luz de las similitudes y diferencias del contexto actual con la crisis del 2001.
El Tribuno dialogó con Lazzari, quien dio sus perspectivas sobre la coyuntura tan especial que atraviesa el país.
Usted aborda su charla a partir de la comparación entre la crisis del 2001 y la actual. ¿Cómo analiza la situación?
Yo creo que hay más diferencias que similitudes.
Después del 2001 hubo un consenso social para que haya más participación del Estado en la economía, en tanto que en la última votación lo que se eligió es ir a «más mercado». Además, con respecto al default, el 2001 marcó el inicio y 2016 se dará previsiblemente el fin del default.
En el fondo la gente percibe que hay un cambio de paradigma, un cambio de ciclo.
¿Qué opina de las expectativas de inflación que plantea el Gobierno?
No comparto el esquema que tiene el Gobierno. Me parece una meta poco ambiciosa para el principal problema que tenemos, que es la inflación. Para mí, plantear dentro de cuatro años una inflación a un dígito (que podría ser el 8 o el 9 por ciento), que es cuatro veces la internacional (que es 2%) es un error. El Gobierno debió haber anunciado una expectativa de tasa de inflación mucho más baja y haber hecho el esfuerzo fiscal correspondiente.

¿Más ajuste?
No me gusta la palabra ajuste, porque ajuste es lo mismo pero más chiquito. Me interesa lo que es la reestructuración. Para mí habría que privatizar. Por ejemplo Futbol para Todos, o en Centro Cultural Kirchner y también Tecnópolis.
No hay que tener miedo. El problema es el «focus group» que no lo acepta. El problema es que la sociedad pide «populismo bueno». Es decir, populismo no corrupto y el problema es el populismo.
La administración racional del populismo no es una vía. Es un error y todo viene del kirchnerismo, que nos rompió los conceptos.
¿Qué se viene para los argentinos desde su perspectiva?
Esperemos que el Gobierno termine de sacar la basura debajo de la alfombra y la ponga sobre la mesa.
De aquí a fin de año, espero que estabilicen la tasa de inflación. No creo que lleguen a la tasa de inflación que anunciaron para este año (que es del 25%), pero que se note la desaceleración. Y que los acuerdos salariales permitan a la gente compensar el tarifazo.
En el mediano plazo creo que lo que va a venir es el intento de hacer una buena gestión de un mal modelo. Que creo que puede funcionar… El mundo empuja… Puede ser un bálsamo durante algunos años.
Yo por mi parte deseo otra cosa. Creo que se debería hacer una reestructuración seria y creo que el argentino debería autorizar a los políticos a hacer una reestructuración seria del concepto de gasto público y fundamentalmente los impuestos.
Los impuestos están postergando al interior. Salta, por ejemplo, está postergada por los impuestos que legisla la capital y no le permite a la provincia crecer.
En EEUU cada estado pone sus impuestos y así, los estados más pobres ponen impuestos más bajos para atraer gente e inversiones.
En Argentina la tasa se fija en el conurbano bonaerense y Salta no puede competir, por ejemplo, para atraer una inversión si el mercado está en Buenos Aires.
El problema de fondo es que la estructura impositiva está empobreciendo al interior. Es el antifederalismo.

¿Cómo ve a los empresarios nacionales frente a este escenario?
Hay un freno empresario porque todavía no conocemos el rumbo. Una cosa es ordenar la casa. Otra es qué casa querés. El Gobierno todavía no está aclarando su plan económico.
Y las inversiones de los que tienen la plata en el colchón son fundamentales porque el primer que invierte es el de la pyme (pequeña y mediana empresa). La gran inversión siempre tarda más porque depende de algunas decisiones de política económica y no cuenta con la urgencia de la pyme. A las pymes hay que darles una mano con los bancos, hay que sacarles los palos de la rueda y responden rápidamente.
El Gobierno debería anunciar urgente un plan de obras, además del plan Belgrano, porque Argentina tiene toda la infraestructura rota, no solo el norte.
Y un plan que dé la sensación a los empresarios, grandes, medianos y pequeños, de que el costo argentino va a bajar. En definitiva, que haya reglas claras, que no haya que custodiar todos los camiones, que no hace falta que las provincias cobren impuestos descabellados, etc… Esas señales van a hacer que la inversión comience inmediatamente.

¿Como afecta el entorno mundial en la posibilidad de que lleguen inversiones extranjeras?
Muchos hablan de crisis como si el mundo se estuviera cayendo a pedazos, y es un error de concepto gravísimo. Macri recibe el mundo más real, el mundo real no tiene la soja a 600 dólares el kilo como el kirchnerismo.
Ya no tenemos un mundo que nos pague la soja a un precio que nos permita transportarla en camión desde el interior hasta el puerto de Buenos Aires. Pero falta hacer el tren o la hidrovía que abarate los costos. El problema es que la plata en vez de usarla para infraestructura se usó para el Futbol para Todos. Pero aquí lo que importa es que Argentina genere las condiciones para que sea redituable exportar.
Y es verdad que Brasil, Rusia y China, tres clientes importantes, están en crisis o desacelerándose, lo que nos afecta. Pero el mundo son 225 países y Argentina participa de menos del 0,4 por ciento de las exportaciones mundiales. Esto indica que hay mucho mercado para crecer. El 65 por ciento del mundo creció el año pasado al 3 por ciento. Si cada uno de esos países consumiera una chuleta de cerdo o un bife de asado, tendríamos que multiplicar por tres la producción vacuna y por veinte la producción de cerdo.
¿Qué quiere decir esto?
Somos nosotros los que no hemos salido a vender.
¿Cómo evalúa la situación del impuesto a las ganancias?
A mí no me gustó nada. El Gobierno prometió una cosa e hizo otra y quedó todo a medias, producto de la urgencia de hacer algo con ese impuesto y al mismo tiempo de la urgencia fiscal que tiene el Gobierno.
Hay medidas económicas que más allá de los números se tienen que anunciar conceptos. En este caso sería que «ganancias está mal y hay que sacarlo. Si no se puede este año será el 2017». Pero aquí no quedó claro eso y hubo una gran confusión. Y lo peor que le puede pasar a la actual administración es que quede como un kirchnerismo moderado.

 

Gustavo Lazzari es Licenciado en Economía, (UCA), Fue Director de Políticas Públicas de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre, y fue investigador del Proyecto de Políticas Públicas de ESEADE entre 1991-92, y profesor de Principios de Economía de 1993 a 1998 y en 2002. Es empresario.

Tres razones para desinflar la burbuja del Estado

Por Adrián Ravier: Publicado el 11/8/15 en: http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2015/08/11/tres-razones-para-desinflar-la-burbuja-del-estado/

 

Cuando los historiadores económicos se refieren a las grandes crisis económicas del siglo XX -y lo que va del siglo XXI- identifican cada caso con una burbuja. En la crisis de los años 1930, por ejemplo, los historiadores observaron burbujas bursátiles e inmobiliarias. La crisis dot-com de 2001 en Estados Unidos fue la burbuja bursátil de las acciones relacionadas a internet. La gran recesión de 2008, también en Estados Unidos, fue el desenlace de la burbuja inmobiliaria gestada desde fines de 2001. La crisis europea actual fue la de una burbuja inmobiliaria, seguida de una burbuja del gasto público que se ha pinchado en varios países, pero queda aún una brecha importante por corregir. Vale aclarar que las economías solo lograron recuperarse de las distintas crisis mencionadas cuando las burbujas se terminaron de desinflar y emprendieron un proceso de formación de capital a través del ahorro y la inversión.

En la Argentina de hoy la crisis que viene será asociada a la burbuja del gasto público, que se fue gestando desde 2003 y especialmente a partir de los dos gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, con sucesivos planes y programas.

Sin ánimo de ser exhaustivo, aunque presentados cronológicamente, recordamos ya en agosto de 2003 el Plan Manos a la Obra de Néstor Kirchner, seguido por la prolongación del Programa Remediar, la creación del Museo de la Memoria, el Plan Federal de Salud, el Plan Nacer Argentina, el Plan Espacial Nacional, el Programa de Becas del Bicentenario, el Programa de Apoyo de Infraestructura Universitaria, el Programa Argentina Trabaja, Fútbol para Todos, la asignación universal por hijo, el Fondo del Bicentenario para pagar la deuda externa, el Programa Conectar Igualdad, el Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario, Pakapaka, Tecnópolis, la recuperación de YPF, Procrear, el Programa Sumar (que fue una ampliación del Programa Nacer) o el Plan Raíces, entre otros.

Tres críticas presentamos los economistas a estos programas.

En primer lugar, que varios de estos programas y planes no se presentan como temporarios -mientras duró la crisis de 2002, con más de un 50 % de pobres y más de un 20 % de desempleados-, sino como continuos, garantizando a mucha gente una serie de ingresos que perdurarán en el tiempo. Esto evita que los beneficiarios tengan incentivos para buscar por sí mismos la generación de ingresos que les permitan abandonar esta dependencia del Estado. Más grave aún ha resultado el caso en que muchas personas rechazan posibilidades de trabajo para no perder un plan del Gobierno.

En segundo lugar, preocupa la sustentabilidad del gasto público total, el que no puede mantenerse aun con la mayor presión tributaria de la historia argentina, requiriéndose ahora de emisión monetaria para cubrir la brecha entre ingresos y gastos, y sometiendo a toda la población a niveles elevados de inflación. Axel Kicillof inició un proceso de ajuste por la vía de la inflación, pero el costo político de su sucesor será elevado, lo que puede implicar problemas de gobernabilidad para quien ocupe el sillón de Rivadavia en 2016.

En tercer lugar, desconocer que mucho de lo que estos programas hacen el mercado podría hacerlo por sí solo y de manera mucho más eficiente. Esto se vincula con el primero de los puntos planteados. Basta observar a nuestros países vecinos, con niveles de desempleo y pobreza radicalmente inferiores a los de Argentina, para comprender el daño que estos planes y programas le hacen a la población. Esto se vincula al debate que la Presidente ha querido abrir en distintos discursos -sobre qué Estado queremos-, pero al que nadie de la oposición atendió. Personalmente, pienso que el objetivo final debería ser que los argentinos tengan trabajo, ingresos propios, y a través de ese ingreso y el acceso a crédito puedan adquirir su casa, su auto o incluso pagar por los bienes y los servicios que deseen consumir, sean estos remedios, computadoras o incluso fútbol. En la medida en que esto se vaya logrando, el Estado debería ir reduciendo su tamaño, desmantelándose muchos de los programas y los planes o también los ministerios y las secretarías que este Gobierno ha creado. Que en esta “década ganada” el proceso haya sido contario a este ideal es una muestra de que hemos tomado el camino inverso al deseado. Que Daniel Scioli esté pensando hoy en crear nuevos ministerios y secretarías también es un camino opuesto al deseado.

Los economistas no exigimos un cambio hacia la anarquía y la desaparición inmediata de todos los planes sociales y programas, y menos aún en las condiciones de la Argentina en 2002 o 2003, sino un llamado de atención a los excesos de gasto que el kirchnerismo ha iniciado y el costo político y social que puede implicar revertir este proceso.

Tal como ocurrió en sucesivas crisis económicas, la Argentina no podrá retornar al crecimiento hasta que desinfle la burbuja del gasto público. Si la fase de desarrollo requiere inversión, como definió recientemente Miguel Bein -el asesor principal de Daniel Scioli-, y como sostiene también el equipo económico de Mauricio Macri, debemos tomar conciencia de que nadie querrá invertir en un país que mantiene un nivel de gasto público en torno al 50 % del PIB, con una inflación que supera -al menos- el 20 %, cuya presión tributaria es récord de todo el continente y que aún mantiene un déficit fiscal del 7 %-8 % del PIB.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

El estatismo que hundió a Argentina en la decadencia y la corrupción

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 26/7/15 en: http://economiaparatodos.net/el-estatismo-que-hundio-a-argentina-en-la-decadencia-y-la-corrupcion/

 

Es muy fácil jugar al empresario con el dinero del contribuyente y decir que la empresa puede ser rentable

Todo parece indicar que las privatizaciones se han transformado en una mala palabra. Es casi un sacrilegio hablar de privatizar Aerolíneas Argentinas, el sistema jubilatorio o el fútbol para todos. Es como si hubiese una carrera populista por ver quien ofrece más estatismo, el mismo estatismo que hundió la economía argentina en la decadencia y la corrupción.

Todos parecen haber olvidado, o no vivieron, lo que fue el período en que los teléfonos, sistema energético o autopistas estaban en manos del estado. Podían pasar 30 o 40 años desde el momento en que uno pedía una línea telefónica hasta que se la instalaban, si tenía suerte. La sección cartas de lectores de los diarios estaba llena de cartas de gente que se quejaba porque hacía años que no le funcionaba el teléfono y la empresa estatal ENTEL nunca se lo arreglaba o cartas de quienes reclamaban que hacía muchos años que había pedido una línea telefónica y seguía esperando.

Una vez que uno tenía la suerte de disponía una línea telefónica, tenía que tener una segunda suerte: que funcionara la línea a la que llamaba. Recuerdo que allá por los 80, época de Alfonsín ya, vivía frente al hipódromo de San Isidro en un departamento que tenía teléfono. Todo un lujo en esos años. Bien, sistemáticamente todos los fines de semana, especialmente los domingos, me quedaba sin tono. Un día la línea había quedado ligada, es decir, podía escuchar qué hablaban, y escuché que me afanaban la línea para hacer apuestas clandestinas por las carreras de caballos del hipódromo.

Tal era la locura del mal funcionamiento de ENTEL, que los departamentos que se publicaban para vender aclaraban en el aviso si tenía teléfono o no. El mismo departamento con teléfono y sin teléfono tenía una diferencia de precio de U$S 3.000, con lo cual uno puede concluir que el precio de una línea de teléfono en el mercado era de U$S 3.000.

Los más jóvenes tienen que saber que Alfonsín, como gran avance de estrategia comercial, lanzó el plan Megatel. El plan Megatel era una especie de plan cerrado en el cual la gente iba pagando la cuota y en determinado momento le instalaban la línea, previa coima al instalador  que siempre encontraba un problema para poder instalarlo. Así que la gente, después tanto esperar, le pedía que no se fuera. Le daba la coima y milagrosamente la traba técnica para instalar la línea desaparecía. En definitiva, el plan Megatel no era otra cosa que el cliente pagando para darle capital de trabajo a ENTEL, que además de ser ineficiente, tenía enormes pérdidas y estaba sobredimensionada en personal.

Los ejemplos pueden seguir con el puerto de Buenos Aires que fue declarado puerto sucio por las demoras que había para que entraran los barcos a cargar y descargar mercadería. Eso quiere decir que para venir a la Argentina, una empresa naviera cobraba más caro que a otro destino el flete correspondiente.

El sistema energético se caía a pedazos como ahora gracias al milagro del modelo. Ir a Mar del Plata por la ruta 2 insumía, en plena temporada de verano, no menos de 8 horas de viaje con un altísimo riesgo de accidente. No existía la autopista Buenos Aires-La Plata y la ahora autovía 2. Era una ruta angosta, peligrosa y repleta de autos, camiones y micros. YPF tenía alrededor de 45.000 empleados y gigantescas pérdidas operativas. Era el milagro de la única empresa petrolera en el mundo que tenía pérdidas. Cuando se la privatizó se quedó con solo 5.000 empleados, comenzó a producir más y tuvo ganancias.

La cantidad de ejemplos que pueden darse sobre lo terrorífico que fueron las empresas estatales para el país por ser grandes bolsones de corrupción, ineficiencia y pérdidas que tenía que pagar el contribuyente, puede ser interminable.

Si uno observa lo que pasa actualmente, hemos vuelto a esos nefastos años. Por ejemplo, en esos años de empresas estatales, la gente paga una parte de la factura de luz en el banco y la otra parte vía impuestos o el impuesto inflacionario, porque las pérdidas de las empresas estatales se financiaban con aportes del tesoro, el que también tenía déficit y, por lo tanto, recurría al impuesto inflacionario para cubrir las pérdidas. De nuevo, una parte de la cuenta se pagaba en el banco y la otra vía el impuesto inflacionario: ¡igual que hoy! Hoy días las empresas privadas, con los precios controlados, tienen pérdidas que son cubiertas por el estado, el que a su vez recurre al Banco Central para que le financie el déficit fiscal vía emisión monetaria bajo mediante diferentes artilugios contables.

Uno puede discutir los marcos regulatorios de las privatizaciones de los 90, pero lo que no puede negar es que las privatizaciones, además de ser una necesidad para alcanzar mejores servicios y eficiencia, también constituían un instrumento de estabilización económica o, si se prefiere, un instrumento para luchar contra la inflación. ¿Por qué? Porque al privatizarse esas empresas, el tesoro redujo sus erogaciones generadas para sostener las pérdidas de las empresas estatales y se necesitó menos emisión monetaria para cubrir el déficit fiscal. Que luego se haya disparado el gasto público por el objetivo de Menem de buscar su reelección, no quiere decir que antes no se lograra eliminar el déficit fiscal.

El segundo motivo fue la venta de las empresas del estado permitió reducir la deuda pública porque los que compraban las empresas podían hacerlo pagando con bonos que eran parte de la deuda. Es decir, el estado entregaba empresas descapitalizadas, ineficientes y corruptas a cambio de deuda que tenía que pagar el estado.

Siempre se dijo que las privatizaciones significaron vender las joyas de la abuela. Puede ser que fueran de la abuela, pero no eran joyas, justamente.

Ya sé que es políticamente incorrecto decir que había que privatizar, pero yo no me caracterizo por ser políticamente correcto ni me interesa serlo. ¿Dónde está escrito que los votos solo se ganan mintiendo y defendiendo lo indefendible?

Veamos ahora el tema desde otro ángulo. ¿Por qué las empresas estatales no son eficientes? En primer lugar porque suelen responder más a las necesidades políticas del gobierno de turno que a las necesidades de los consumidores.

Pero hay otro punto que no es menor, el estado no tiene recursos propios para fundar una empresa estatal. Esos recursos solo puede obtenerlos de los bolsillos de los contribuyentes. Lo que hace el burócrata que se cree un iluminado, es jugar a ser empresario con los recursos del contribuyente. Le quitan dinero por la fuerza al contribuyente para crear una empresa estatal. La pregunta es: ¿quién dijo que el burócrata asigna mejor los recursos que el que los genera? Es decir, ¿por qué el burócrata va a saber mejor que Ud. dónde asignar sus ingresos?

En segundo lugar, si la actividad que va a hacer la empresa estatal es rentable, quiere decir que perfectamente el sector privado puede proveer ese bien o servicio. Finalmente el empresario está siempre a la búsqueda de utilidades porque esa es su función primordial. Ganarse el favor del consumidor y generar utilidades con esa actividad. De manera que no hace falta que el estado le meta la mano en el bolsillo a la gente para que un grupo de burócratas jueguen al empresario.

Si por alguna razón el estado decide subsidiar alguna parte del transporte o lo que sea, no hace falta crear una empresa estatal. Solo hace falta llamar a licitación al sector privado para ver quién está dispuesto a hacer esa actividad licitando el menor subsidio a recibir del estado.

Finalmente vayamos al debate de hoy en día. Se dice que el problema de Aerolíneas no es si está en manos del estado o del sector privado, sino cómo se gerencia. En definitiva, lo que se propone es despedir a un Recalde inepto y prometen poner otro “Recalde” pero eficiente. Me parece muy flojo el argumento pero sí estoy dispuesto a tomarlo con dos condiciones:

1)   Que Aerolíneas Argentinas tenga que competir con el sector privado. Es decir, una política de cielos abiertos donde no haya restricciones para que el sector privado tenga nuevas rutas.

2)   Ya que los políticos y directores de esas empresas dicen que es un problema de manejarla con eficiencia, entonces que dejen Aerolíneas en manos del estado pero el presidente de la Nación, el presidente de la Aerolíneas Argentinas y todo su directorio pongan como garantía sus bienes personales como una propiedad con un valor no menor a los U$S 100.000.

Porque es muy fácil jugar al empresario con el dinero del contribuyente y decir que la empresa puede ser rentable. Si tan seguros están, que pongan sobre la mesa su garantía. Si hay pérdidas pierden la garantía y los contribuyentes tendrán que financiar la otra parte de las pérdidas. Pero terminemos con esta historia de decir que se puede administrar sin pérdidas una empresa estatal y luego transferirle al sufrido contribuyente los disparates que hacen los burócratas de turno.

En síntesis, en la cancha se ven los pingos. Si tan seguro están de hacer rentable una empresa estatal, que por lo menos jueguen parte de su patrimonio, como lo hace cualquier empresario.

Quiero ver cuántos quedan a la hora de formalizar su garantía.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Arreglamos con el Club de París, bien, pero, ¿no será para volver a endeudarnos?

Por Martín Krause. Publicado el 1/6/14 en: http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2014/06/01/arreglamos-con-el-club-de-paris-bien-pero-no-sera-para-volver-a-endeudarnos/

 

El default del año 2002 fue brutal, aunque no la causa de la peor crisis económica, sino consecuencia de ella. Podría haber tenido un efecto “saludable”: cerrar la puerta a un mayor endeudamiento porque nadie nos iba a prestar un dólar (nadie nos presta un peso, por supuesto). No obstante, esto no ocurrió. Si bien se cerró la canilla del endeudamiento externo, se tomaron activos internos como los fondos de pensiones o las reservas del Banco Central. La deuda hoy es más alta que la existente antes del default si se cuentan esas fuentes internas de financiamiento y la emisión monetaria.

Ahora se ha llegado a un acuerdo con el Club de París respecto a las deudas impagas que se tienen con los países más ricos del planeta (Alemania y Japón a la cabeza). ¿Es esto algo beneficioso? Tanto el gobierno como la oposición y la mayoría de los analistas piensan que sí.

Y siendo que el default no ha servido como un límite al endeudamiento tal vez sea así, ya que esto ocasionaba problemas al sector privado, el que no podía acceder a su propio financiamiento, al financiamiento de importaciones o lo hacía a niveles más costosos.

Pero al mismo tiempo, esta solución abre la puerta a un mayor y continuo endeudamiento público: de ahí que lo celebren tanto el gobierno actual (que desesperadamente necesita financiamiento) como los opositores (que lo van a querer tener en el futuro). En el medio de toda esta discusión, no hay ninguna mención al gasto publico: ¿para qué se quiere tener la posibilidad de tomar deuda? ¿Para financiar el próximo “fútbol para todos” o la propaganda official de éste o el futuro gobierno? Se admite rápidamente que es bueno tener financiamiento pero no se considera para qué.

Esto refleja algunos conceptos que hemos visto en las clases:

  1.    El fuerte incentivo de los políticos a recibir los beneficios ahora y postergar los costos hacia el futuro. El gobierno quiere poder gastar ahora (con endeudamiento) y que lo paguen quienes vengan después. ¿Qué van a querer hacer éstos? Refinanciar esa deuda, es decir, también pasarla para más adelante. El ciclo ya lo conocemos, termina, como en 2002, cuando nadie ya nos quiere prestar. Termina así, pero empieza ahora. Los mismo ha ocurrido con YPF: compre ahora y pague después (o pague otro gobierno, pero siempre los contribuyentes en definitiva).

  2.    El otro tema que hemos visto es sobre los posibles “límites al oportunismo político”, en particular relación a esto. Hay varios: límites al endeudamiento o límites al gasto público (que evitaría el endeudamiento).

La experiencia reciente de los Estados Unidos muestra que el “techo” a la deuda no es efectivo. Cada vez que se lo alcanza, se lo extiende. Así, no funciona como un límite efectivo. James Buchanan buscaba evitar esto proponiendo que el techo fuera una norma de nivel constitucional.

Debt-ceiling-increasesPodría tener distintas características: prohibir toda deuda, prohibir el crecimiento de la deuda más allá del crecimiento del PBI (es decir, mantener la relación deuda/PBI constante), poner un límite de deuda con menor crecimiento del PBI (para reducir esa relación en el tiempo).

Alguna norma de este tipo (aunque impensable momento político actual), podría brindarnos los beneficios de salir de este default (quedan otros todavía) sin caer en la tentación de la deuda. Es decir, arreglar con el Club de Paris, pero luego establecer algún tipo de límite creíble al endeudamiento futuro. No es sencillo, hasta ahora el único límite que hemos tenido ha sido el que nos ponen los acreedores cuando no nos prestan más, es decir un límite “exógeno”, externo. No estaría mal adelantarnos a esto con un límite “endógeno”, interno, que sea credible, por supuesto.

No parece políticamente posible pero podría permitirnos sonreír respecto del futuro, no como ahora donde la alegría del arreglo viene acompañada de preocupaciones sobre el futuro de la deuda.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

 

Importante deterioro fiscal

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 2/6/14 en: http://economiaparatodos.net/importante-deterioro-fiscal/

Con una demora difícil de entender, Secretaria de Hacienda finalmente informó el resultado fiscal (base caja) del mes de marzo. Este era un dato que estaba siendo esperado, no sólo para ver la evolución de las deterioradas cuentas fiscales, sino porque cierra los datos del primer trimestre del 2014. Las dudas sobre los números fiscales no son menores. El desprestigio de los indicadores económicos trasciende al Indec (incluso sobre las series “corregidas”). La contabilidad creativa de Secretaria de Hacienda y la demora (sin explicaciones) generan entendibles dudas sobre la precisión de los números informados. Incluso el BCRA no siempre parece comportarse de acuerdo al nivel de reservas que dice tener.

No obstante, si tomamos los números informados por hacienda, vemos un importante deterioro fiscal. ¿Cuál es la situación al cierre del primer trimestre y que proyección dan estos números para el resto del 2014? ¿Y cuál es el impacto de esta proyección sobre la inflación futura?

Los resultados fiscales arrojan un superávit primario de 3.570 millones de pesos. Sin embargo, se ve un récord de transferencias del BCRA y ANSES (principalmente BCRA) por unos 12.900 millones. El superávit primario, por lo tanto, se reduce a un déficit de -9.330 millones. Si a este ajuste le sumamos la salida y entrada de recursos por pagos y cobros de intereses el déficit financiero de marzo se encuentra en -17.300 millones.  El resultado financiero de enero y febrero fue de -6.200 millones y -9.500 millones respectivamente, llegando a un acumulado de -33.300 millones en el primer trimestre. En el 2013, este nivel de déficit financiero se encuentra entre los meses de junio y julio. En el 2012 lo encontramos entre agosto y septiembre. Es decir, el deterioro de las cuentas fiscales muestra una importante aceleración.

En términos de PBI (base 2004), el déficit financiero del 2012 y del 2013 fue de un 3.1% y 3.7% respectivamente. Para ver la situación al primer trimestre del 2014 podemos estimar el PBI nominal al primer trimestre usando el promedio de caída en la actividad económica de marzo contra marzo de distintos indicadores de actividad económica [EMAE, EMI, ISAC, IGA(OJF), IPI (OJF) e IPI (FIEL)]. Con esta estimación del PBI trimestral el déficit financiero se ubica en un 1.2%, lo que, de mantenerse la tendencia, da un 4.6% a fin del 2014. Prácticamente un punto más sobre el PBI que el año pasado.

El siguiente cuadro muestra la evolución marzo 2013 contra marzo del 2014 de los distintos componentes de los ingresos y los gastos junto a la tasa de inflación (la inflación de 12 meses de marzo 2014 es la mayor desde enero del 2003). Del cuadro resaltan dos cosas importantes. En primer lugar, el resultado financiero (ajustado) es más del doble de lo que lo era en marzo del 2013. En segundo lugar, el único ingreso que ha aumentado en términos reales son las transferencias del BCRA y ANSES (rentas de la propiedad). Las contribuciones de seguridad social muestran un claro deterioro real. Si bien los ingresos tributarios no muestran una caída real, es importante tener en cuenta la presión fiscal ha ido en aumento (por ejemplo, al no actualizar los mínimos no imponibles). Por el lado de los gastos, el único que ha crecido menos que la inflación es la seguridad social (notable resultado para un gobierno que no se cansa de levantar la bandera de la consciencia social, lo “progre”, y ser “Nac&Pop”).

CUADRO 1

El deterioro de las cuentas fiscales tiene, a su vez, un impacto en las expectativas inflacionarias a futuro. El BCRA no expande la base monetaria para dar liquidez al mercado financiero, sino que lo hace para financiar al tesoro. De allí que el déficit financiero y la inflación estén correlacionados en Argentina. El siguiente gráfico muestra el déficit financiero acumulado para el 2012 (rojo), el 2013 (azul), y el proyectado para el 2014 (negro). El 2014 muestra los datos conocidos hasta marzo y en punteado proyecta una evolución fiscal que es el promedio de la evolución fiscal de los años 2012 y 2013. Es decir, es un escenario “optimista” donde se asume que la situación fiscal de aquí en adelante no es menor ni peor a la de los dos últimos años (en promedio.) Hay razones, sin embargo, para sospechas que la situación fiscal puede empeorar. Todos los indicadores de actividad están dando a la baja, por lo que la recaudación fiscal puede desacelerarse (o incluso reducirse). Se han firmado nuevos planes sociales (los “ni-ni”) que pueden aumentar el gasto público. O el  primero desembolso del pago al Club de París.

Gráfico 1

Esta proyección resulta en un déficit financiero de -290.800 millones a para el 2014. ¿Qué implica esto para la presión inflacionaria? En lo que queda del año, tomando esta proyección como escenario base, quedan por financiar unos 256.900 millones. La base monetaria a fin de marzo se encuentra en unos 349.000 miles de millones. Si el déficit restante se financia con emisión monetaria, entonces la base monetaria debe expandirse un (ciertamente importante) 74%. Desde el 2006 que la base monetaria no supera una expansión del 40% anual (38% y 22.8% para el 2012 y 2013 respectivamente.) De no haber caída en la actividad económica y de no disminuir la demanda de persos, lo que resta del año puede resultar en una presión inflacionaria del 74% (a distribuirse en varios meses, la expansión monetaria afecta precios con lags importantes).

En los últimos meses se ha sugerido, desde ciertos sectores del oficialismo, que la inflación estaba en baja. Esta postura se basa en dos datos, menores tasas de inflación en febrero/marzo y una reducción en la base monetaria por parte del BCRA (-7.5% para el primer trimestre del 2014). El primer argumento es prematuro, dado que la inflación de febrero y marzo suele ser menor a la del promedio anual (estacional). De hecho, la inflación de febrero y marzo del 2014 fue superior a la de los mismos meses del 2013. El segundo argumento es curioso cuando tanto énfasis se pone en negar que la inflación sea un fenómeno monetario (y mucho menos responsabilidad del BCRA.) Hasta que se dieron a conocer los datos fiscales de marzo había dos fuerzas tirando las expectativas de inflación en sentido contrario. Por un lado la reducción de base monetaria y por el otro el déficit fiscal. El deterioro que marcan los datos de marzo muestran altas probabilidades de que la inflación se acelere de aquí en adelante.

Es necesario, sin embargo, hacer dos aclaraciones. En primer lugar, la inflación no depende, estrictamente hablando, de la base monetaria, sino que depende de agregados monetarios más amplios como M2. La base monetaria y M2, sin embargo, se vienen expandiendo al mismo ritmo; pero este no tiene por qué ser el caso, como sucede en Estados Unidos desde la crisis subprime (dato elemental que los defensores del modelo parecen ignorar y tanto los confunde en por qué no hay alta inflación en el país del Norte). En segundo lugar, el efecto en el nivel de precios de la expansión monetaria tiene un lag de varios meses (otra cuestión elemental que los economistas K parecen ignorar al querer comprar expansión monetaria e inflación año a año en lugar de tomar períodos más largos para capturar los lags).

Debería ser evidente para quienes se dicen opositores al modelo, que una seria discusión sobre como reestructurar el gasto público es necesario, por no decir apremiante a medida que avanza el tiempo. Si la oposición se niega a cortar el déficit de programas de “bajo impacto social” como Futbol Para Todos o el de Aerolíneas Argentinas, van a tener que ser muy creativos para poder solucionar estos desequilibrios. La primera lección de política económica es que no son las buenas intenciones las que generan buenos resultados económicos, sino las consistentes políticas económicas.

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

La inflación, el impuesto a las ganancias y el gasto

Por Martín Krause. Publicado el 4/5/14 en: http://bazar.ufm.edu/la-inflacion-el-impuesto-a-las-ganancias-y-el-gasto/

La inflación es un fenómeno monetario, ocasionado por un aumento de la cantidad de dinero más allá de su demanda. Ahora bien, muchas veces se la menciona como un “impuesto”, que es parte de la política fiscal, no monetaria. ¿A qué se refiere esto?

Inflación e impuestos

A dos cosas: una de ellas es que la emisión, al menos en el caso argentino actual, tiene como destino financiar el gasto público, cosa que debería hacerse mediante impuestos. La otra es que es una carga que cae sobre las tenencias en efectivo (billetes o cajas de ahorro en bancos), o en depósitos que no rindan una tasa de interés mayor a la de inflación (o mejor dicho la tasa a la que pierde poder adquisitivo la moneda). Aunque la inflación en este sentido golpea a todos, más lo hace a quienes no pueden ahorrar y proteger sus ingresos de alguna forma que evite esa pérdida: los trabajadores en general suelen ser parte de este grupo.

Pero la inflación tiene un impacto adicional, a través del impuesto a las ganancias. Como el mínimo no imponible crece menos que los salarios (impulsados a su vez por el objetivo de, al menos, no perder poder adquisitivo) entonces cada vez más personas están sujetas al pago de este impuesto, o cada vez pagan más si es que pasan de una categoría a otra mayor.

No es de extrañar que exista una extendida protesta gremial sobre esto, la que busca que se eleve ese mínimo de forma tal que muchos trabajadores queden exentos de ese impuesto.

Si bien esa queja es justificable, el argumento es incompleto y no va a la raíz del problema. Todos los sindicalistas demandan esa modificación pero ninguno de ellos dice nada respecto a la verdadera causa de lo que sucede: el gasto público. Es decir, ¿por qué el gobierno no eleva ese mínimo? Pues porque va a recaudar menos y necesita hasta el último peso para cubrir ese gasto ya que ahora incluso está en una situación de déficit fiscal.

Curiosamente, este punto surge, aunque en forma indirecta, de declaraciones de un sindicalista cercano al gobierno. La Nación trae una entrevista a Víctor Santa María, secretario  del sindicato de encargados de edificios: http://www.lanacion.com.ar/1687205-victor-santa-maria-este-gobierno-no-esimpositivamente-progresista

Comenta el sindicalista: “A mí el reclamo de Ganancias me parece justo. Personalmente y desde el lugar del trabajador, para mí, no debiera ni existir.”

-¿Qué le diría Cristina si usted se lo sugiriera?

-Me diría: “¿Y de dónde sacamos para la Asignación Universal, para la obra pública, para comprar YPF, para el plan Procrear.?”.

Correcto. No sé si eso le diría Cristina, pero debería. Y los sindicalistas, y trabajadores, deberían comprender que tienen que pagar impuestos para pagar el gasto, no solamente el de esos planes sociales o el de YPF, sino también las pérdidas de Aerolíneas Argentinas, el Futbol para Todos y la propaganda oficial entre otras cosas.

Se puede protestar contra los impuestos, pero también habría que hacerlo contra sus causas.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).