Consideraciones sobre el proceso inflacionario: algunos errores comunes

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 27/3/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/03/27/consideraciones-sobre-el-proceso-inflacionario-algunos-errores-comunes/

Todos los bancos centrales han perjudicado el signo monetario, por eso debemos pensar cómo salir del marasmo. No se trata de contar con reguladores y manipuladores buenos, se trata de desprendernos de ellos tal como lo han sugerido premios Nobel en economía como Friedrich Hayek, Milton Friedman, Gary Becker, James Buchanan, George Stigler y Vernon Smith.

Friedrich August von Hayek

Friedrich August von Hayek

Todavía hay quienes sostienen que la inflación es un proceso multicausal sin percatarse que procede solamente de un fenómeno monetario exógeno al mercado, es decir, por razones políticas. Manteniendo los demás factores constantes, a más moneda emitida menor su valor.

Lo anterior no significa que la moneda no puede modificar su valor por razones endógenas al mercado. Al efecto de ilustrar el tema, supongamos que nos retrotraemos en la historia monetaria y todavía estamos en los inicios del cambio indirecto luego de haber abandonado el directo (trueque) con el uso de la sal y el hierro (como originalmente era en África), con las sedas (como era en Persia), el cobre (como era en Egipto), el cacao (como era en Centroamérica), el ganado (como era en Grecia), el tabaco (como era en la Virginia colonial) o luego de percatarse de las mayores ventajas del oro y la plata debido a su fraccionabilidad, homogeneidad y durabilidad.

Supongamos esta situación decimos, lo cual en modo alguno quiere decir que la gente mantenga inalterable su valorización de la unidad monetaria cosa que no significa que haya inflación o deflación según valorice en menos o en más. Esto naturalmente se traduce en cambios en la demanda de dinero, lo cual reiteramos son modificaciones en las apreciaciones endógenas de la gente que nada tienen que ver con la inflación. Incluso si hay un terremoto devastador que destruye buena parte de los bienes en una comunidad o disminuciones abruptas en el régimen de lluvias, los precios se elevarán pero solo ponen de manifiesto lo que ocurre debido a causas naturales o endógenas pero no es inflación, que siempre se debe a causas artificiales o exógenas, es decir a manipulaciones políticas, extrañas al mercado. Por su parte, como una nota al pie subrayamos que la deflación consiste en el fenómeno inverso, esto es la contracción exógena en la base monetaria con todos los problemas señalados debido a la manipulación monetaria.

Para comprender bien este fenómeno conviene ahondar en las raíces de la inflación. Se suele decir que es “el aumento general de precios” lo cual es constituye un error mayúsculo por dos motivos. Primero, si los precios aumentaran todos no habría problema con este fenómeno ya que no habrían distorsiones entre ingresos y precios ya que el salario es un precio. No habría problema en que los precios y los salarios se incrementaran al cincuenta por ciento anual, mensual o diario. Eventualmente habría que transportar el dinero en carretillas, habría que modificar las columnas en los libros de contabilidad y los dígitos en las calculadoras pero como decimos no habrían desequilibrios entre precios e ingresos.

En segundo lugar la inflación no está referida al movimiento de precios es la expansión monetaria por causas exógenas su causa y su efecto es la distorsión en lo precios relativos, lo cual causa las tremendas angustias debido a los desequilibrios entre precios y salarios. La expansión monetaria (o la contracción) debido a causas exógenas van tocando distintos sectores en distintos momentos lo que altera los precios relativos y, como es sabido, los precios constituyen los únicos indicadores para saber cómo operar en el mercado por lo que su distorsión indefectiblemente conduce a consumo de capital y como las tasas de capitalización son a su vez la causa del aumento de salarios e ingresos en términos reales, estos inevitablemente se contraen, en otros términos, la inflación conducen a la pobreza.

También es frecuente en la parla convencional afirmar que la inflación se genera por expectativas, por subas en los costos o por el incremento en el precio de algún bien estratégico. Pues ninguna de estas tres conclusiones es acertada. Si hay quienes suben precios debido a expectativas de inflación pero que no es convalidada por expansiones exógenas de dinero, deberán bajar esos precios si quieren evitar una contracción en las ventas. Si suben costos de ciertas mercancías no por ello pueden trasladarse a los precios sin que mermen las ventas. Siempre el comerciante venderá al precio más alto que pueda (igual que los que obtienen salarios pedirán lo más que las circunstancias permitan), lo cual no significa que le sea posible cobrar el precio que desea, es el que le permite el mercado. Por último, si sube el precio de un bien (por más que se considere estratégico) habrá dos posibilidades: si la gente desea consumir la misma cantidad del bien en cuestión tendrán que bajar los precios de otras mercancías, de lo contrario se prefiere consumir lo mismo de los otros bienes disminuirá la venta del producto que elevó su precio.

Es de una enorme trascendencia tener presente que en un mercado abierto de dinero como el que plantearemos más abajo, no se traduce en que la cantidad de moneda sea constante. La cantidad dependerá de la utilidad marginal de la unidad monetaria, igual que con otros bienes y servicios. Y cuando la gente valora más el dinero y consecuentemente su oferta aumenta nada tiene que ver con la inflación puesto que se trata de expansión endógena. No es una alteración del sistema sino que se expresa los gustos y preferencias de la gente.

Ahora vamos al tema de fondo. En vista que todas las llamadas autoridades monetarias y todas las épocas han perjudicado el signo monetario, debemos pensar como salir del marasmo. No se trata de contar con reguladores y manipuladores buenos, se trata de desprendernos de ellos tal como lo han sugerido premios Nobel en economía como Friedrich Hayek, Milton Friedman, Gary Becker, James Buchanan, George Stigler y Vernon Smith.

El asunto consiste en percatarse que todo banquero central está embretado entre tres posibilidades: a qué tasa emitir, a qué tasa contraer o dejar la base monetaria inalterada. Pues a través de cualquiera de los tres canales elegidos se estará distorsionando lo precios relativos respecto de la situación en la que la gente hubiera podido elegir. Y si suponemos que en la banca central está la bola de cristal y consecuentemente se procede según lo que la gente hubiera preferido no hay razón alguna que justifique la intromisión con ahorros en gastos administrativos, pero por otra parte la única manera de saber qué es lo que la gente hubiera preferido respecto a los activos monetarios es dejarla actuar.

Tal vez el mayor fetichismo del momento sea la supuesta necesidad de manipuladores monetarios, incluyendo la sandez de referirse a la soberanía monetaria que no se diferencia de una supuesta “soberanía de la zanahoria”. Todo está montado para que los aparatos estatales succionen el fruto del trabajo ajeno junto con la presión tributaria y el endeudamiento gubernamental. El espíritu conservador en el peor sentido de la expresión no permite despejar telarañas mentales y salir de la prisión del statu quo.

Si se preguntara qué cantidad de moneda debe haber es igual a preguntarse qué cantidad de papas debe haber. La elección de la moneda no será de un bien cuya existencia sea demasiado abundante pues no resulta cómodo pagar el medio de transporte con mil millones de algo y tampoco será un bien cuya escasez sea muy marcada pues no es expeditivo pagar con varios ceros antes de la coma que ubica los respectivos decimales.

Como queda dicho la historia monetaria finalmente luego de un período de selección prefirió el oro y la plata. No puede anticipar cuál será la moneda del futuro y tampoco es necesario. No sabemos si será una canasta de monedas, si será esta o aquella mercancía o si será digital (a pesar de lo controvertido de esto último debido a su incompatibilidad con el teorema de la regresión monetaria). Lo que sí se puede anticipar es que la eliminación de curso forzoso y la banca central permitirá elecciones que tiendan a proteger ahorros y que el saqueo sistemático no tendrá lugar.

En todo caso tengamos en cuenta que la tendencia a indexar como una medida que supuestamente corrige los males de la inflación no es relevante pues sube los precios de modo uniforme según un índice como si los precios fueran afectados de la misma manera, lo cual hace que se ubiquen a niveles más altos en valores absolutos pero la distorsión naturalmente se mantiene.

Ha sido frecuente la receta de emitir a un ritmo constante según el crecimiento de la economía “para que los operadores sepan a qué atenerse y la expansión se sustente en la tasa que revele el producto bruto interno”. Esta apreciación es equivocada por dos razones. En primer lugar los operadores no sabrán a que atenerse pues, como hemos reiterado, los precios no se mueven al mismo ritmo. En segundo término, si la expansión se sustenta en el indicador del producto esto hará, por ejemplo, que se anule el crecimiento de las exportaciones debido a la disminución de precios debido al mayor crecimiento, se contraigan las importaciones y una serie de cambios que no se sucederán debido a que la expansión los anuló.

En parte esta última receta se aplicó con los Acuerdos de Génova y Bruselas de los años 20 que ya creados muchos de los bancos centrales se decidió de facto sustituir el patrón oro por una entelequia denominada “patrón oro cambio” que significaba sustituir el metal aurífero por el dólar y la libra (este último signo monetario fue posteriormente eliminado) lo cual permitió que Estados Unidos expandiera su moneda (también con contracciones erráticas) una reserva para otros países que también expandieron sus respectivos signos monetario lo cual desembocó en la crisis del 29 que se prolongó debido a las políticas de F.D. Roosevelt que fueron canceladas a regañadientes por Truman, lo cual permitió corregir desvíos en la economía real como la liberación de precios y las trabas en el mercado laboral que condujeron a desempleo masivo mientras caía la tasa de capitalización. De todos modos, más tarde, en 1971, Nixon dio el golpe final a la disciplina monetaria imponiendo lo que denominó “el acuerdo más importante de la historia” que consistió en eliminar de jure el oro del esquema monetario y establecer tipos de cambio fijos que duraron hasta la estrepitosa corrida de 1973 que hubo abandonar esta última política que severamente encorsetaba el comercio internacional.

Por otro lado, estimamos que no es en esta nota periodística la oportunidad de encarar otro debate que viene arrastrándose desde hace un siglo y promete otro tanto, cuál es el sistema bancario. Lo que sí puede concluirse es que desaparecerá por manifiestamente perjudicial el sistema fraccionario para ser reemplazado por la reserva total o el llamado free banking con lo que la producción secundaria de dinero de origen exógeno quedará sin efecto y los bancos, financieras y equivalentes deberán enfrentar toda la responsabilidad de su gestión en relación a sus clientes sin el bochornoso apoyo de banqueros centrales y las consecuentes regulaciones absurdas.

Para cerrar este texto subrayamos que en la literatura económica tradicional “convertibilidad” quiere decir canje entre una mercancía y un recibo denominado billete bancario pero no se refiere al intercambio de un papel de un color por otro papel de otro color, en todo caso esto último -cuando un signo monetario está anclado en términos de otro- se trata de tipo de cambio fijo con política monetaria pasiva. En un mercado libre en materia monetaria se da lugar a tipo de cambio libre sin tal cosa como política monetaria (a diferencia de lo que viene ocurriendo en la mayor parte de los casos donde impera un tipo de cambio controlado con política monetaria activa).

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Origen, corrupción y enmienda del signo monetario

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 14/9/19 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/09/14/origen-corrupcion-y-enmienda-del-signo-monetario/

 

(Foto: Adrián Escandar)

(Foto: Adrián Escandar)

En las economías primitivas donde las transacciones eran reducidas y el aislamiento con otras sociedades era grande debido a las dificultades en la comunicación y el transporte y también debido a estados beligerantes, los intercambios se llevaban a cabo a través del trueque, esto es el cambio directo. Esta modalidad tenía sus bemoles, puesto que el que tenía la mercancía A y quería la B debía recorrer tres etapas ineludibles: primero encontrar alguien que necesitara A, luego que tuviera a su disposición B y por último que estuviera dispuesto a llevar a cabo el intercambio a cierta ratio, por ejemplo, de un A por un B y no diez A por un B. Esto a veces no solo se tornaba dificultoso sino que, a veces, resultaba imposible, como por ejemplo frente a un especialista en tocar el tambor que necesita pan es poco probable que el tenedor de pan aceptara recibir una lección de tambor a cambio de su pan y así sucesivamente.

A medida que las transacciones se fueron multiplicando se percibió que resultaba más expeditivo y más fluido el cambio indirecto, este es, el realizar los intercambios a través de una mercancía de valor generalizado y luego con ella adquirir lo que se requería. Así es que se recurrió como medio común de intercambio o dinero el cacao en Centroamérica, las sedas en Persia, el ganado en Grecia (de allí la expresión medios pecuniarios), el té en Turquía, el cobre en Egipto, el hierro en África, el azúcar en la India, el tabaco en la Virginia colonial, etc. Como queda dicho, se ofrecían bienes y servicios a cambio de dinero y, a su vez, con ese dinero se compraba lo que se deseaba.

A través del tiempo se fue produciendo naturalmente un proceso de selección y reselección de medios comunes de intercambio según su durabilidad, homogeneidad y fraccionabilidad. Cuando se percibían ventajas en la utilización de cierta moneda-mercancía simplemente se la remplazaba sin que a esa altura a nadie se le ocurriera esgrimir el argumento de la «soberanía monetaria», un disfraz para que gobernantes pudieran explotar a sus súbditos a través del denominado curso forzoso.

En esta especie de competencia entre monedas surgieron como mejores para los propósitos monetarios el oro y la plata, el primero para transacciones de mayor valor y el segundo para intercambios de menor cuantía, por lo que era común la adopción del bimetalismo. Esto explica lo que después se bautizó como el teorema de la regresión monetaria con la intención de mostrar el fundamento no monetario (usos industriales, comestibles y otras aplicaciones) de los usos propiamente monetarios (hago un a digresión para apuntar que esto está hoy en entredicho debido a las denominadas monedas virtuales a través de las cuales se atribuye valor especulativo al efecto de concretar arbitrajes vía los cambios en las cotizaciones).

En todo caso, para seguir con esta línea argumental debe consignarse que la gente percibió que en lugar de tener que recurrir a pesas y balanzas para cada transacción y verse obligados a analizar la pureza del metal en cada oportunidad, resultaba mejor acuñar el oro y la plata y acreditar el peso y la pureza. Las monedas prestaron un servicio adicional en este proceso.

También por razones de seguridad se comprobó que resultaba un servicio adicional en ofrecer casas de depósito (generalmente provistas por los mismos orfebres) donde se emitía un recibo por el metálico depositado. Con el tiempo esas casas se denominaron bancos y los recibos billetes bancarios (el dólar deriva de la expresión thaler acuñada por el Conde Shlik en el siglo XVI). Muchas denominaciones aluden al peso metálico como el propio peso, la libra y otras, aun en la parla convencional se habla de «plata» para hacer referencia a la moneda.

En muchos casos los gobiernos monopolizaron primero la acuñación con lo que comenzaron los primeros fraudes al recortar la cantidad de metálico y otorgarle curso forzoso a la moneda y luego monopolizaron la convertibilidad con lo que se sucedían períodos de «cierres temporarios en la conversión» que más adelante fueron definitivos con la irrupción de la banca central.

A través de los Acuerdos de Génova de 1922, la resolución IX oficializó la liquidación del patrón oro clásico (abandonado de jure durante la Primera Guerra Mundial) y se decretó el mal llamado patrón cambio oro, es decir un sistema de pseudo patrón oro que se tradujo en que las reservas de los ya constituidos bancos centrales estarían formadas por dólares y libras (esta última divisa se dejó de lado a poco andar) y estas denominaciones a su vez estarían relacionadas con el oro a una razón fija concretada en la Reserva Federal estadounidense y en el Banco de Inglaterra a requerimiento de la banca central extranjera, con un acuerdo tácito de no producir esos reclamos (solo Jacques Rueff como ministro de De Gaulle pidió el oro para mostrar la bancarrota del sistema), lo cual produjo emisiones sin respaldo del dólar que condujo al boom de los años 20 y al crack de los años 30.

Finalmente, para reseñar muy telegráficamente la columna vertebral de la moneda, tuvo lugar Breton Woods en 1945, el doble precio del oro en 1968 y finalmente las medidas de agosto de 1971 con la consiguiente crisis de 1973 debido a los tipos de cambio fijos.

Reiteramos que la inflación es uno de los problemas económicos y sociales más graves. Es siempre producida por los aparatos estatales que con el curso forzoso y la banca central no dan salida a la gente para defenderse de ese flagelo. Es realmente llamativo que a esta altura del partido, con toda la bibliografía moderna disponible, no se haya decidido cortar amarras con los gobiernos en materia monetaria y no se haya percibido que la única razón por la cual el Leviatán administre la moneda es para succionar poder adquisitivo de la gente al efecto de financiar sus propios desbordes.

Se ha dicho que la inflación es el aumento general de precios, lo cual revela dos errores garrafales de concepto. En primer lugar, pretende aludir a la causa de la inflación la cual consiste en la expansión exógena del mercado y, en segundo término, el efecto estriba en la alteración de los precios relativos y no en un aumento general. Si produjera un incremento generalizado, no se produciría el problema central de la inflación cual es la angustia por el desequilibrio entre precios e ingresos. Si mi salario (uno de los precios) se incrementara en un 50% mensual y el resto de los precios lo hace en la misma forma, no hay problema. Eventualmente habrá que modificar las columnas en los libros de contabilidad, habrá que expandir los dígitos en las máquinas de calcular y, tal vez, acarrear el dinero en carretillas pero no hay el problema central señalado.

La alteración en los precios relativos reviste la mayor de las importancias ya que se distorsionan todas las señales en el mercado, que son las únicas que muestran donde conviene invertir y donde desinvertir en los diversos sectores con lo que se consume capital y, por ende, bajan los salarios e ingresos en términos reales puesto que las tasas de capitalización son la únicas causas del nivel de vida.

Como hemos dicho en tantas ocasiones, la banca central solo puede decidir entre uno de tres caminos posibles: a qué tasa contraer, a qué tasa expandir o dejar inalterada la base monetaria. Pues bien, cualquiera de los tres caminos deterioran los precios relativos respecto de lo que hubieran sido de no haber intervenido (incluso, como decimos, si los banqueros centrales deciden no modificar la base monetaria habrán desfigurado los precios relativos en relación al mayor o menor volumen de moneda que se hubiera decidido en el mercado…y si se hace lo mismo que hubiera hecho la gente en el mercado no hay razón alguna para la irrupción de la banca central ahorrándose todos los gastos administrativos correspondientes).

Más aun, una banca central independiente del secretario del tesoro o de hacienda o del Parlamento inexorablemente errará el camino debido a las razones antes apuntadas que no cambian por el hecho de recibir instrucciones o proceder autónomamente, esto no modifica la naturaleza del problema. Sin duda que si a la existencia de la banca central se agrega el curso forzoso la situación se agrava exponencialmente ya que no deja salida a la gente para sus transacciones diarias y deben absorber quitas permanentes en su poder adquisitivo.

Conviene también precisar que la cantidad de dinero de mercado, es decir, de los activos financieros que la gente elija para sus transacciones una vez liquidada la banca central, no tienen porqué ser constantes. Esto dependerá de las respectivas valorizaciones, del mismo modo que ocurre con cualquier bien o servicio, lo cual, en nuestro caso, si se decide expandir, se trata de una expansión endógena, a diferencia de la exógena al mercado, esto es, la que ocurre debido a decisiones políticas que son el origen del problema inflacionario.

No hay tal cosa como «expectativas inflacionarias» como causas de la inflación. Se podrán tener todas las expectativas que se quieran pero si no están convalidadas por la expansión monetaria exógena, no hay inflación. Tampoco «inflación de costos» por idénticos motivos, ni inflaciones provocadas por el incremento en el precio de un bien considerado estratégico como, por ejemplo, el petróleo ya que si aumenta el precio de este bien y no hay expansión monetaria habrá dos posibilidades: o se reduce el consumo de otros bienes si se decidiera mantener el nivel de consumo del petróleo o se debe contraer el consumo de este bien al efecto de permitir el mismo consumo de otros bienes y servicios. En todo caso, no resulta posible consumir todo lo que se venía consumiendo si el precio del petróleo se incrementó.

La errada definición que hemos comentado, además, conduce a otras dos equivocaciones técnicas. En primer lugar, el consejo para la banca central de emitir a una tasa constante similar al crecimiento económico para «permitir la previsibilidad de los actores en el mercado». Este consejo pasa por alto el hecho de que si la expansión «acompaña» el crecimiento económico, manteniendo los demás factores constantes, por ejemplo, se anulará el efecto de algunos precios a la baja que generan las importaciones y al alza de las exportaciones ya que la masa monetaria en un caso disminuye y en el otro aumenta y así sucesivamente.

La segunda equivocación, aun más gruesa, es que la expansión a tasa constante no trasmite previsibilidad puesto que, precisamente, los precios no se incrementan de modo uniforme, sino, como queda dicho, se alteran los precios relativos de modo que una tasa anunciada de expansión no trasmite información a determinado sector como afectará en sus precios.
Este análisis, a su vez, se traduce en el pensamiento que es posible recomponer el problema inflacionario a través de indexaciones lo cual no es correcto ya que pretendidos índices de corrección solo suben los valores absolutos en los rubros del balance, pero las distorsiones relativas se mantienen inalteradas.

A toda esta situación debe agregarse que para contar con un sistema monetario saneado debe eliminarse el sistema bancario de reserva fraccional que no solo genera producción secundaria de dinero, sino que permite que los bancos operen en un contexto de insolvencia permanente, con lo que se hace necesario implementar el free banking o el sistema de encaje total para los depósitos en cuenta corriente y equivalentes.

En este último sentido, hay un jugoso debate que viene de hace 50 años sobre si es mejor el free-banking (y no digo «banca libre» porque tiene otro significado ya que alude a la entrada y salida libre al sistema bancario) o la reserva total, pero en todo caso cualquiera de los dos es infinitamente mejor que la reserva fraccional que genera inflaciones y deflaciones con el apoyo de la banca central.

Resultan tragicómicos los esfuerzos y las acaloradas discusiones sobre «metas de inflación» y las correspondientes manipulaciones monetarias y cambiarias que impone la banca central, en lugar de comprender que el problema estriba en esa institución (en el medio argentino creada por el golpe fascista de los años 30).

Como han expresado tantos economistas de gran calado, es de esperar entonces que no transcurra mucho tiempo antes de que se perciban los inmensos daños de la banca central y el sistema bancario de reserva parcial con todas sus consecuentes políticas. Cuál es el dinero que preferirá la gente dependerá de las circunstancias ya que si todo es dinero no hay dinero y preguntarse cuál es la cantidad de dinero que habrá es lo mismo que interrogarse cuál es la cantidad de cualquier otro bien en el mercado. No debe imponerse tal cosa como «curso forzoso» a ninguna divisa y, en esta instancia del proceso de evolución cultural, los gobiernos seleccionarán la moneda o monedas en las que cobrarán impuestos al efecto de proteger derechos. La denominada «dolarización» puede eventualmente servir solo como uno de los caminos para cerrar la banca central y entregar las reservas al público, pero en ningún caso para otorgarle a esa divisa el curso forzoso.

Ningún aparato estatal debe arrogarse la facultad de imponer cuál es el activo monetario a que debe recurrir la gente. Esa es la manera con bancos independientes en la que se incentivan nuevas propuestas de solidez monetaria en el contexto de auditorias cruzadas y en competencia al efecto de proporcionar seguridad a los clientes, todos con la posibilidad de contratar sistemas de seguros contra posibles desvíos de lo pactado.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

 

 

 

The Super-Alertness of Central Banks

By Nicolás Cachanosky & Alexander Salter:

This paper applies Kirzner’s theory of entrepreneurial alertness to central banking. As opposed to entrepreneurs operating within the market, central banks can operate outside the market by defining its structure and regulations. We label as “super-alertness” the particular type of Kirznerian alertness that central banks are required to have to successfully achieve stable monetary equilibrium.

 

https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=3329356&fbclid=IwAR3q0chXe8LbNFhHzy1fQ7WIcN_lsrP6DAGuISGovfcBi_7_26n6R2ONje0

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

ORIGEN, CORRUPCIÓN Y ENMIENDA DEL SIGNO MONETARIO

Por Alberto Benegas Lynch (h). 

En las economías primitivas donde las transacciones eran reducidas y el aislamiento con otras sociedades era grande debido a las dificultades en la comunicación y el transporte y también debido a estados beligerantes, los intercambios se llevaban a cabo a través del trueque, esto es el cambio directo. Esta modalidad tenía sus bemoles puesto que el que tenía la mercancía A y quería la B debía recorrer tres etapas ineludibles: primero encontrar alguien que necesitara A, luego que tuviera a su disposición B y por último que estuviera dispuesto a llevar a cabo el intercambio a cierta ratio, por ejemplo, de un A por un B y no diez A por un B. Esto a veces no solo se tornaba dificultoso sino que, a veces, resultaba imposible, como por ejemplo frente a un especialista en tocar el tambor que necesita pan es poco probable que el tenedor de pan aceptara recibir una lección de tambor a cambio de su pan y así sucesivamente.

A medida que las transacciones se fueron multiplicando se percibió que resultaba más expeditivo y más fluido el cambio indirecto, este es, el realizar los intercambios a través de una mercancía de valor generalizado y luego con ella adquirir lo que se requería. Así es que se recurrió como medio común de intercambio o dinero el cacao en Centroamérica, las sedas en Persia, el ganado en Grecia (de allí la expresión medios pecuniarios), el té en Turquía, el cobre en Egipto, el hierro en África, el azúcar en la India, el tabaco en la Virginia colonial, etc. Como queda dicho, se ofrecían bienes y servicios a cambio de dinero y, a su vez, con ese dinero se compraba lo que se deseaba.

A través del tiempo se fue produciendo naturalmente un proceso de selección y reselección de medios comunes de intercambio según su durabilidad, homogeneidad y fraccionabilidad. Cuando se percibían ventajas en la utilización de cierta moneda-mercancía simplemente se la remplazaba sin que a esa altura a nadie se le ocurriera esgrimir el argumento de la “soberanía monetaria”, un disfraz para que gobernantes pudieran explotar a sus súbditos a través del denominado curso forzoso.

En  esta especie de competencia entre monedas surgieron como mejores para los propósitos monetarios el oro y la plata, el primero para transacciones de mayor valor y el segundo para intercambios de menor cuantía, por lo que era común la adopción del bimetalismo. Esto explica lo que después se bautizó como el teorema de la regresión  monetaria con la intención de mostrar el fundamento no monetario (usos industriales, comestibles y otras aplicaciones) de los usos propiamente monetarios (hago un a digresión para apuntar que esto está hoy en entredicho debido a las denominadas monedas virtuales a través de las cuales se atribuye valor especulativo al efecto de concretar arbitrajes vía los cambios en las cotizaciones).

En todo caso, para seguir con esta línea argumental debe consignarse que la gente percibió que en lugar de tener que recurrir a pesas y balanzas para cada transacción y verse obligados a analizar la pureza del metal en cada oportunidad, resultaba mejor acuñar el oro y la plata y acreditar el peso y la pureza. Las monedas prestaron un servicio adicional en este proceso.

También por razones de seguridad se comprobó que resultaba un servicio adicional en ofrecer casas de depósito (generalmente provistas por los mismos orfebres) donde se emitía un recibo por el metálico depositado. Con el tiempo esas casas se denominaron bancos y los recibos billetes bancarios (el dólar deriva de la expresión thaler acuñada por el Conde Shlik en el siglo xvi). Muchas denominaciones aluden al peso metálico como el propio peso, la libra y otras, aun en la parla convencional se habla de “plata” para hacer referencia a la moneda.

En muchos casos los gobiernos monopolizaron primero la acuñación con lo que comenzaron los primeros fraudes al recortar la cantidad de metálico y otorgarle curso forzoso a la moneda y luego monopolizaron la convertibilidad con lo que se sucedían períodos de “cierres temporarios en la conversión” que más adelante fueron definitivos con la irrupción de la banca central.

A través de los Acuerdos de Génova de 1922 la resolución ix oficializó la liquidación del patrón oro clásico (abandonado de jure durante la Primera Guerra Mundial) y se decretó el mal llamado patrón cambio oro, es decir un sistema de pseudo patrón oro que se tradujo en que las reservas de los ya constituidos bancos centrales estarían formadas por dólares y libras (esta última divisa se dejó de lado a poco andar) y estas denominaciones a su vez estarían relacionadas con el oro a una razón fija concretada en la Reserva Federal estadounidense y en el Banco de Inglaterra a requerimiento de la banca central extranjera, con un acuerdo tácito de no producir esos reclamos (solo Jacques Rueff como ministro de De Gaulle pidieron el oro para mostrar la bancarrota del sistema), lo cual produjo emisiones sin respaldo del dólar que condujo al boom de los años veinte y al crack de los años treinta.

Finalmente para reseñar muy telegráficamente la columna vertebral de la moneda, tuvo lugar Breton Woods en 1945, el doble precio del oro en 1968 y finalmente las medidas de agosto de 1971 con la consiguiente crisis de 1973 debido a los tipos de cambio fijos.

Reiteramos que la inflación es uno de los problemas económicos y sociales más graves. Es siempre producida por los aparatos estatales que con el curso forzoso y la banca central no dan salida a la gente para defenderse de ese flagelo. Es realmente llamativo que a esta altura del partido, con toda la bibliografía moderna disponible, no se haya decidido cortar amarras con los gobiernos en materia monetaria y no se haya percibido que la única razón por la cual el Leviatán administre la moneda es para succionar poder adquisitivo de la gente al efecto de financiar sus propios desbordes.

Se ha dicho que la inflación es el aumento general de precios, lo cual revela dos errores garrafales de concepto. En primer lugar, pretende aludir a la causa de la inflación la cual consiste en la expansión exógena del mercado y, en segundo término, el efecto estriba en la alteración de los precios relativos y no en un aumento general. Si produjera un incremento generalizado, no se produciría el problema central de la inflación cual es la angustia por el desequilibrio entre precios e ingresos. Si mi salario (uno de los precios) se incrementara en un 50% mensual y el resto de los precios lo hace en la misma forma, no hay problema. Eventualmente habrá que modificar las columnas en los libros de contabilidad, habrá que expandir los dígitos en las máquinas de calcular y, tal vez, acarrear el dinero en carretillas pero no hay el problema central señalado.

La alteración en los precios relativos reviste la mayor de las importancias ya que se distorsionan todas las señales en el mercado, que son las únicas que muestran donde conviene invertir y donde desinvertir en los diversos sectores con lo que se consume capital y, por ende, bajan los salarios e ingresos en términos reales puesto que las tasas de capitalización son la únicas causas del nivel de vida.

Como hemos dicho en tantas ocasiones, la banca central solo puede decidir entre uno de tres caminos posibles: a que tasa contraer, a que tasa expandir o dejar inalterada la base monetaria. Pues bien, cualquiera de los tres caminos deterioran los precios relativos respecto de lo que hubieran sido de no haber intervenido (incluso, como decimos, si los banqueros centrales deciden no modificar la base monetaria habrán desfigurado los precios relativos en relación al mayor o menor volumen de moneda que se hubiera decidido en el mercado…y si se hace lo mismo que hubiera hecho la gente en el mercado no hay razón alguna para la irrupción de la banca central ahorrándose todos los gastos administrativos correspondientes).

Más aun, una banca central independiente del secretario del tesoro o de hacienda o del Parlamento inexorablemente errará el camino debido a las razones antes apuntadas que no cambian por el hecho de recibir instrucciones o proceder autónomamente, esto no modifica la naturaleza del problema. Sin duda, que si a la existencia de la banca central se agrega el curso forzoso la situación se agrava exponencialmente ya que no deja salida a la gente para sus transacciones diarias y deben absorber quitas permanentes en su poder adquisitivo.

Conviene también precisar que la cantidad de dinero de mercado, es decir, de los activos financieros que la gente elija para sus transacciones una vez liquidada la banca central, no tienen porqué ser constantes. Esto dependerá de las respectivas valorizaciones, del mismo modo que ocurre con cualquier bien o servicio, lo cual, en nuestro caso, si se decide expandir, se trata de una expansión endógena, a diferencia de la exógena al mercado, esto es, la que ocurre debido a decisiones políticas que son el origen del problema inflacionario.

No hay tal cosa como “expectativas inflacionarias” como causas de la inflación. Se podrán tener todas las expectativas que se quieran pero si no están convalidadas por la expansión monetaria exógena, no hay inflación. Tampoco “inflación de costos” por idénticos motivos, ni inflaciones provocadas por el incremento en el precio de un bien considerado estratégico como, por ejemplo,  el petróleo ya que si aumenta el precio de este bien y no hay expansión monetaria habrá dos posibilidades: o se reduce el consumo de otros bienes si se decidiera mantener el nivel de consumo del petróleo o se debe contraer el consumo de este bien al efecto de permitir el mismo consumo de otros bienes y servicios. En todo caso, no resulta posible consumir todo lo que se venía consumiendo si el precio del petróleo se incrementó.

La errada definición que hemos comentado, además, conduce a otras dos equivocaciones técnicas. En primer lugar, el consejo para la banca central de emitir a una tasa constante similar al crecimiento económico para “permitir la previsibilidad de los actores  en el mercado”. Este consejo pasa por alto el hecho de que si la expansión “acompaña” el crecimiento económico, manteniendo los demás factores constantes, por ejemplo, se anulará el efecto de algunos precios a la baja que generan las importaciones y al alza de las exportaciones ya que la masa monetaria en un caso disminuye y en el otro aumenta y así sucesivamente.

La segunda equivocación, aun más gruesa, es que la expansión a tasa constante no trasmite previsibilidad puesto que, precisamente, los precios no se incrementan de modo uniforme, sino, como queda dicho, se alteran los precios relativos de modo que una tasa anunciada de expansión no trasmite información a determinado sector como afectará en sus precios.

Este análisis, a su vez, se traduce en el pensamiento que es posible recomponer el problema inflacionario a través de indexaciones lo cual no es correcto ya que pretendidos índices de corrección solo suben los valores absolutos en los rubros del balance, pero las distorsiones relativas se mantienen inalteradas.

A toda esta situación debe agregarse que para contar con un sistema monetario saneado debe eliminarse el sistema bancario de reserva fraccional que no solo genera producción secundaria de dinero, sino que permite que los bancos operen en un contexto de insolvencia permanente, con lo que se hace necesario implementar el free banking o el sistema de encaje total para los depósitos en cuenta corriente y equivalentes.

En este último sentido, hay un jugoso debate que viene de hace cincuenta años sobre si es mejor el free-banking (y no digo “banca libre” porque tiene otro significado ya que alude a la entrada y salida libre al sistema bancario) o la reserva total, pero en todo caso cualquiera de los dos es infinitamente mejor que la reserva fraccional que genera inflaciones y deflaciones con el apoyo de la banca central.

Resultan tragicómicos los esfuerzos y las acaloradas discusiones sobre “metas de inflación” y las correspondientes manipulaciones monetarias y cambiarias que impone la banca central, en lugar de comprender que el problema estriba en esa institución (en el medio argentino creada por el golpe fascista de los años treinta).

Como han expresado tantos economistas de gran calado, es de esperar entonces que no transcurra mucho tiempo antes de que se  perciban los inmensos daños de la banca central y el sistema bancario de reserva parcial con todas sus consecuentes políticas. Cual es el dinero que preferirá la gente dependerá de las circunstancias ya que si todo es dinero no hay dinero y preguntarse cual es la cantidad de dinero que habrá es lo mismo que interrogarse cual es la cantidad de cualquier otro bien en el mercado. No debe imponerse tal cosa como “curso forzoso” a ninguna divisa y, en esta instancia del proceso de evolución cultural, los gobiernos seleccionarán la moneda o monedas en las que cobrarán impuestos al efecto de proteger derechos. La denominada “dolarización” puede eventualmente servir solo como uno de los caminos para cerrar la banca central y entregar las reservas al público pero en ningún caso para otorgarle a esa divisa el curso forzoso. Ningún aparato estatal debe arrogarse la facultad de imponer cual es el activo monetario a que debe recurrir la gente. Esa es la manera con bancos independientes en la que se incentivan nuevas propuestas de solidez monetaria en el contexto de auditorias cruzadas y en competencia al efecto de proporcionar seguridad a los clientes, todos con la posibilidad de contratar sistemas de seguros contra posibles desvíos de lo pactado.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Sobre la moneda y los sistemas bancarios

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 7/2/18 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2018/02/07/sobre-la-moneda-y-los-sistemas-bancarios/

 

El tema monetario es de gran importancia puesto que está indisolublemente atado a los patrimonios de la gente. Trastornos en  ese campo repercuten de inmediato en el nivel de vida de todos, muy especialmente de los más necesitados puesto que la característica central de esos barquinazos se traducen en consumo de capital, lo cual, a su turno, significan disminuciones en salarios e ingresos en términos reales.

Desde tiempo inmemorial los aparatos estatales se han querido apoderar del instrumento monetario al efecto de hacerse de recursos. Ningún gobierno en la historia de la humanidad ha preservado el poder adquisitivo del dinero, siempre lo ha derretido. El premio Nobel en economía Friedrich Hayek fue un pionero contemporáneo en señalar la imperiosa necesidad de apartar a los gobiernos de la administración de la moneda, a lo cual han seguido numerosos autores, tema que en la actualidad ha producido una muy prolífica bibliografía. Hayek escribe que su esperanza estriba en que no ocurra con el dinero lo que sucedió con la inconveniente unión entre el poder y la religión que tardó siglos en percibirse los daños que provocaba esa unión. Del mismo modo, sigue diciendo Hayek que el dinero debe separarse cuanto antes de todo vestigio de contacto político y que la independencia de la banca central no hace más que trasladar los problemas a otro sector apoyado por el poder.

Otro premio Nobel también en economía, Milton Friedman, en su último trabajo sobre temas monetarios sostiene que “el dinero es un asunto demasiado importante como para dejarlo en manos de banqueros centrales”. Es cierto que Friedman antes sugería la implantación de una “regla monetaria” que analizamos  más abajo.

Este cambio  no solo ocurrió con Friedman, el propio Hayek en una obra anterior sostenía que es “la administración de la moneda constituye función indelegable del gobierno”. Esto es solo una muestra de la evolución del pensamiento para quienes están atentos a nuevos conocimientos.

Antes de entrar de lleno en el tema, tengamos en cuenta que el dinero no calza en la definición de bien público puesto que no incorpora los principios de no-excusión y no-rivalidad. Por otra parte, se ha sostenido la conveniencia de la moneda estatal partiendo de la arbitraria premisa que se trata de un monopolio técnico aunque en este caso resulta de la imposición de un monopolio artificial (es de interés en este contexto atender un ensayo de otro premio Nobel en economía, Gary Becker, titulado “There is Nothing Natural about Natural Monopoly”), de lo contrario, liberado el mercado de regulaciones se brinda la posibilidad de elegir en competencia con todos los controles cruzados que de ello se deriva. También llama poderosamente la atención que se alegue que la politización de la moneda pueda suplir la asimetría de la información cuando, precisamente,  cuanto menos críptico y cerrado sea el mercado menor es la exposición y la transparencia. Por último, se ha pretendido desacreditar la competencia abierta de monedas recurriendo a una interpretación equivocada de la Ley de Gresham al afirmar que la moneda mala desplaza a la buena sin tener en cuenta que eso ocurre cuando el gobierno impone tipos de cambio forzosos.

La inflación es uno de los problemas económicos y sociales más graves. Es siempre producida por los aparatos estatales que con el curso forzoso y la banca central no dan salida a la gente para defenderse de ese flagelo. Es realmente llamativo que a esta altura del partido, con toda la bibliografía moderna disponible a la que nos hemos referido más arriba, no se haya decidido cortar amarras con los gobiernos en materia monetaria y no se haya percibido que la única razón por la cual el Leviatán administre la moneda es para succionar poder adquisitivo de la gente al efecto de financiar sus propios desbordes.

Se ha dicho que la inflación es el aumento general de precios, lo cual revela dos errores garrafales de concepto. En primer lugar, pretende aludir a la causa de la inflación la cual consiste en la expansión exógena del mercado y, en segundo término, el efecto estriba en la alteración de los precios relativos y no en un aumento general. Si produjera un incremento generalizado, no se produciría el problema central de la inflación cual es la angustia por el desequilibrio entre precios e ingresos. Si mi salario (uno de los precios) se incrementara en un 50% mensual y el resto de los precios lo hace en la misma forma, no hay problema. Eventualmente habrá que modificar las columnas en los libros de contabilidad, habrá que expandir los dígitos en las máquinas de calcular y, tal vez, acarrear el dinero en carretillas pero no hay el problema central señalado.

La alteración en los precios relativos reviste la mayor de las importancias ya que se distorsionan todas las señales en el mercado, que son las únicas que muestran donde conviene invertir y donde desinvertir en los diversos sectores con lo que se consume capital y, por ende, bajan los salarios e ingresos en términos reales puesto que las tasas de capitalización son la únicas causas del nivel de vida.

Como hemos dicho en tantas ocasiones, la banca central solo puede decidir entre uno de tres caminos posibles: a que tasa contraer, a que tasa expandir o dejar inalterada la base monetaria. Pues bien, cualquiera de los tres caminos deterioran los precios relativos respecto de lo que hubieran sido de no haber intervenido (incluso, como decimos, si los banqueros centrales deciden no modificar la base monetaria habrán desfigurado los precios relativos en relación al mayor o menor volumen de moneda que se hubiera decidido en el mercado…y si se hace lo mismo que hubiera hecho la gente en el mercado no hay razón alguna para la irrupción de la banca central ahorrándose todos los gastos administrativos correspondientes).

Más aun, una banca central independiente del secretario del tesoro o de hacienda o del Parlamento inexorablemente errará el camino debido a las razones antes apuntadas que no cambian por el hecho de recibir instrucciones o proceder autónomamente, esto no modifica la naturaleza del problema. Sin duda, que si a la existencia de la banca central se agrega el curso forzoso la situación se agrava exponencialmente ya que no deja salida a la gente para sus transacciones diarias y deben absorber quitas permanentes en su poder adquisitivo.

Conviene también precisar que la cantidad de dinero de mercado, es decir, de los activos financieros que la gente elija para sus transacciones no tienen porqué ser constantes. Esto dependerá de las respectivas valorizaciones, del mismo modo que ocurre con cualquier bien o servicio, lo cual, en nuestro caso, si se decide expandir, se trata de una expansión endógena, a diferencia de la exógena al mercado, esto es, la que ocurre debido a decisiones políticas que son el origen del problema inflacionario.

No hay tal cosa como “expectativas inflacionarias” como causas de la inflación. Se podrán tener todas las expectativas que se quieran pero si no están convalidadas por la expansión monetaria exógena, no hay inflación. Tampoco “inflación de costos” por idénticos motivos, ni inflaciones provocadas por el incremento en el precio de un bien considerado estratégico como, por ejemplo,  el petróleo ya que si aumenta el precio de este bien y no hay expansión monetaria habrá dos posibilidades: o se reduce el consumo de otros bienes si se decidiera mantener el nivel de consumo del petróleo o se debe contraer el consumo de este bien al efecto de permitir el mismo consumo de otros bienes y servicios. En todo caso, no resulta posible consumir todo lo que se venía consumiendo si el precio del petróleo se incrementó.

La errada definición que hemos comentado, además, conduce a otras dos equivocaciones técnicas. En primer lugar, el consejo para la banca central de emitir a una tasa constante similar al crecimiento económico para “permitir la previsibilidad de los actores  en el mercado”. Este consejo pasa por alto el hecho de que si la expansión “acompaña” el crecimiento económico, manteniendo los demás factores constantes, por ejemplo, se anulará el efecto de algunos precios a la baja que generan las importaciones y al alza de las exportaciones ya que la masa monetaria en un caso disminuye y en el otro aumenta y así sucesivamente.

La segunda equivocación, aun más gruesa, es que la expansión a tasa constante no trasmite previsibilidad puesto que, precisamente, los precios no se incrementan de modo uniforme, sino, como queda dicho, se alteran los precios relativos de modo que una tasa anunciada de expansión no trasmite información a determinado sector como afectará en sus precios.

Este análisis, a su vez, se traduce en el pensamiento que es posible recomponer el problema inflacionario a través de indexaciones lo cual no es correcto ya que pretendidos índices de corrección solo suben los valores absolutos en los rubros del balance, pero las distorsiones relativas se mantienen inalteradas.

A toda esta situación debe agregarse que para contar con un sistema monetario saneado debe eliminarse el sistema bancario de reserva fraccional que no solo genera producción secundaria de dinero, sino que permite que los bancos operen en un contexto de insolvencia permanente, con lo que se hace necesario implementar el free banking o el sistema de encaje total para los depósitos en cuenta corriente y equivalentes.

En este último sentido, hay un jugoso debate que viene de hace cincuenta años sobre si es mejor el free-banking (y no digo “banca libre” porque tiene otro significado ya que alude a la entrada y salida libre al sistema bancario) o la reserva total, pero en todo caso cualquiera de los dos es infinitamente mejor que la reserva fraccional que genera inflaciones y deflaciones con el apoyo de la banca central.

Resultan tragicómicos los esfuerzos y las acaloradas discusiones sobre “metas de inflación” y las correspondientes manipulaciones monetarias y cambiarias que impone la banca central, en lugar de comprender que el problema estriba en esa institución, en el medio argentino creada por el golpe fascista de los años treinta.

Como han expresado tantos economistas de gran calado, es de esperar entonces que no transcurra mucho tiempo antes de que se  perciban los inmensos daños de la banca central y el sistema bancario de reserva parcial con todas sus consecuentes políticas. Cual es el dinero que preferirá la gente dependerá de las circunstancias ya que si todo es dinero no hay dinero y preguntarse cual es la cantidad de dinero que habrá es lo mismo que interrogarse cual es la cantidad de lechuga que habrá en el mercado.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es Asesor del Institute of Economic Affairs de Londres

Liquidez bancaria y letras reales: 2da respuesta de Daniel Fernandez

Por Adrián Ravier  y Nicolás Cachanosky: Publicado el 20/11/15 en: https://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2015/11/20/liquidez-bancaria-y-letras-reales-2da-respuesta-de-daniel-fernandez/

 

Nicolás Cachanosky responde aquí a mi réplica a sus comentarios sobre RBD. Efectivamente vamos con descalce de plazos en diferentes post, y parece que ahora también con descalce de idiomas. Como me siento mucho más cómodo contestando en español, así lo haré y de paso eliminamos otro descalce.

Cachanosky pone en primer lugar la teoría wickseliana del tipo de interés natural como causa de las descoordinaciones. La teoría de la liquidez (RBD moderna) muestra que son los diferentes tipos de interés (por plazo y riesgo) los que se encuentran en desequilibrio (y no un tipo único). En otras palabras, como primera aproximación al problema suponer que hay un tipo de interés está bien, pero el planteamiento se queda algo “corto” cuando queremos explorar fenómenos algo más complejos. Me explico:

  • Un tipo de interés único supone que la demanda de capitales es independiente del uso previsto de los mismos. No tiene mucho sentido que un comerciante pida un crédito a 20 años o la aportación de un fondo de capital riesgo para simplemente reemplazar capital circulante. La demanda de capitales está vinculada al uso que se les da. Cuando el uso del capital se prevé por un largo periodo de tiempo lo financieramente prudente es que el plazo sea similar, y desde luego no se es indiferente a los diferentes plazos (plazos de deuda superiores al uso de fondos supondría un coste extra y plazos de deuda inferiores al uso de fondos supondría un riesgo extra de refinanciación). Por tanto la demanda de fondos no es independiente del uso de los mismos y por lo tanto depende, entre otras cosas, del plazo previsto de uso de los fondos.
  • Un tipo de interés único también supone que la oferta de capitales es perfectamente movible entre diferentes activos. Esto es, supone que el prestamista es indiferente entre un título a 20 años y otro título a 3 meses. Sin embargo la oferta de capitales es dependiente de la expectativa de uso de fondos en el futuro por parte del acreedor (oferente de fondos). Esto es, si un estudiante prevé terminar la carrera universitaria en 3 años y más tarde hacer un máster, es lógico que el ahorro destinado a tal fin lo “coloque” en activos que le permitan recuperar el principal en ese plazo y desde luego no será indiferente entre un activo a 3 años y otro a 20 o 30 donde el riesgo de fluctuación por cambios en los tipos es mucho más alto. “Colocar” el ahorro a un plazo inferior le conlleva un coste (por interés no percibido) y colocarlo a un plazo mayor conlleva un riesgo de cambios de tipos (y de valor presente). Por lo tanto no existe movilidad perfecta de fondos entre distintos plazos puesto que el ahorrador no es indiferente entre diferentes activos.
  • Entonces si la demanda de capitales es sensible al plazo y la oferta también lo es, podemos establecer que existe, al menos, un tipo de interés de equilibrio por cada plazo temporal (en realidad sería por plazo y perfil de riesgo, pero simplifiquemos aquí).
  • La teoría de la liquidez finalmente establece que son los desequilibrios entre la oferta y demanda de capitales por plazo temporal lo que crea los problemas macroeconómicos. En este aspecto, la teoría wickseliana peca de extrema simplificación. Son los trasvases de fondos de unos plazos a otros los que provocan que unos (demandantes de capital) inmovilicen capitales por un plazo superior al que otros (oferentes de capital) están dispuestos a recuperarlos. Se crean expectativas divergentes y alguien debe renunciar a su plan de acción al menos temporalmente (este es el concepto de ahorro forzoso).

En general que existen varios tipos de interés (una curva de rendimientos) es algo que se tiene muy presente en finanzas y que muchas veces los economistas terminamos olvidando.

Estoy de acuerdo con la observación de Nicolás en lo referente al modelo de Garrison. De hecho normalmente yo siempre he vinculado la teoría de la liquidez a un esquema lachmaniano mucho más rico que el triángulo hayekiano.

Que el productor genere (o no) el ingreso para el ahorrador es algo implícito en la intermediación financiera. El banco es sólo un intermediario (al menos en la parte no relativa a su capital). Es cierto que la obligación con el depositante (o cualquier otro deudor) es del banco, pero el banco a su vez tiene unos derechos adquiridos con terceros (sus acreedores). Quizá la analogía del “velo financiero” valga aquí. Lo que existe es una concatenación de obligaciones. La obligación del productor no es directa con el acreedor del banco, pero si indirecta por medio del propio banco.

Referencio aquí el último ejemplo puesto por Cachanosky

Supongamos el siguiente escenario. Un inversor funda un banco. Espera recibir depósitos de corto plazo de un año por 1.000$. El inversor mantiene reservas por 100$ y presta por díez años 900$. Según sus estimaciones, el inversor debe adelantar 900$ en caso que no se produzcan todos los años depósitos por 1000$ y evitar la quiebra. Las estimaciones del inversos son correctas y al finalizar los diez años recibe el pago del préstamos de largo plazo, cierra sus actividades, devuelve todos los depósitos de corto plazo que vences en el décimo año, re-embolsa los 900$ adelantados y se queda con el spread de intereses. Si no hay error de cálculo por parte del inversor, ¿dónde está la descoordinación económica?

El ejemplo expuesto por Cachanosky es de nivel micro y se necesitan muchas implicaciones macro para sacar alguna conclusión. Por ejemplo, ¿son los depositantes siempre los mismos o se ha encontrado otros que se subroguen en su posición? Si son los mismos, entonces el ejemplo sería análogo a este otro basado en la teoría de free banking:

Política monetaria expansiva provoca disminución de tipo de interés por debajo del interés de equilibrio, esperando cierto ahorro forzoso. Si las nuevas disponibilidades monetarias llegan por renta derivada a los consumidores y estos deciden ahorrarlo en mayor proporción que antes, entonces el ahorro forzoso no se da y el nuevo tipo de interés de mercado coincide con el de equilibrio. Ahora bien, supongo que siendo esto una posibilidad, no es muy lógico esperar que los consumidores cambien su proporción ahorro/consumo si no ocurre otro evento que lo justifique. De la misma manera tampoco es lógico suponer que los ahorradores cambiarán masivamente su perfil temporal cuando el periodo de maduración de sus activos llegue a su fin (renovando indefinidamente por cortos espacios de tiempo su capital). Si la suposición es parecida, ¿no significaría entonces que free banking está errado puesto que es posible que incrementos monetarios por mercado crediticio no distorsionen el tipo de interés?

Si en el ejemplo suponemos que se encuentran otros depositantes que se subrogan en la posición de los anteriores, tenemos que considerar cual es la posición del resto del sistema. Si el descalce propuesto es contrarrestado por un calce de sentido contrario, entonces no hay problema. Pero, ¿qué ocurre si todos los bancos hacen algo parecido? La liquidez del sistema se seca, no hay nuevos depositantes que se subroguen en la posición de los anteriores y se produce una crisis de liquidez como la acaecida en 2007, con tipos de interés a corto extremadamente altos (la liquidez mata rápido, los tipos que se pagan son enormes cuando la misma no abunda). Pero lo más importante, en última instancia, es la liquidez del sistema productivo. Al fin y al cabo el banco central puede extender nueva liquidez a un sistema financiero ilíquido, pero las inversiones con periodos de maduración enormes no pueden cambiar de la noche a la mañana en inversiones con periodos de maduración más cortos. Esto es la necesidad de rehacer estructuras de capital y las crisis económicas.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver. 

Austriacos, Monetaristas, y Crisis Economicas

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 4/9/13 en: http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2013/09/04/austriacos-monetaristas-y-crisis-economicas/

George Selgin tiene un reciente post en Free Banking sobre crisis económicas que es muy recomendable. En su post, Selgin comenta cómo distintas teorías de ciclos económicos pueden ser complementarias, y no necesariamente excluyentes. Más precisamente, como la teoría austriaca del ciclo económico y la monetarista pueden explicar distintas fases de una misma crisis, por ejemplo la Crisis del 30.

Selgin pone ambas teorías frente a frente y muestra que ciertas variantes del ABCT al no dar lugar a distorsiones cuando hay una deflación monetaria (no por aumento de productividad) tienen una posición simétrica a la de ciertas teorías monetaristas que no aceptan distorsiones cuando hay excesos monetarios. En el segundo campo ubica principalmente a Scott Sumner y a “algunos” representantes del Market Monetarism.

Si bien coincido con el post de Selgin, su exposición da lugar a un par de aclaraciones adicionales.

 

En primer lugar el post de Selgin se encuentra bastante en línea con los escritos de Horwitz sobre la Crisis del 30. Para comprender el proceso, sostiene Horwitz, la teoría austríaca tiene mayor relevancia como explicación durante la década del 1920, luego la teoría monetarista gana mayor relevancia explicativa cuando la Fed erra en su política monetaria. Finalmente cobra relevancia la “regime uncertainty” de Bob Higgs para entender por qué la crisis fue tan larga y difícil de solucionar (aparte de las complicaciones impuestas por el New Deal.) En principio estas tres explicaciones pueden ser complementarias; no hay motivo por el cual deban ser excluyentes.

En segundo lugar, la explicación monetarista no necesita de una explicación austriaca previa. Bajo esta perspectiva no hace falta que hayan distorsiones previas, sólo es necesaria una contracción monetaria que distorsione al mercado; pero esto no quiere decir que no pueda haber distorsiones previas. La teoría austriaca, en cambio sí da lugar a una contracción monetaria cuando se desata la crisis. Así como en la crisis financiera el aumento de las tasas subprime llevó a la incobrabilidad de hipotecas, aumentos en la tasa de interés llevan a incobrabilidad de préstamos por parte de las empresas lo que lleva a una contracción de la oferta monetaria por parte del multiplicador monetario. Para el monetarismo, la contracción monetaria es la causa de la crisis. Para los austriacos es una de las consecuencias. Esto hace que algunos Austriacos puedan ver a la explicación monetarista como parte de la teoría austriaca. Sin embargo, esta contracción monetaria es justamente el problema sobre el que el monetarismo llama la atención. Hayek, por ejemplo, explícitamente se refirió a la conveniencia de mantener MV constante, es decir, expandir M si V colapsa. En otras palabras, Hayek diferenciaba entre contracción primaria y secundaria; si un banco central expandió en exceso sus notas convertibles, es inevitable quitar algunas de circulación para evitar la quiebra del banco emisor (por este motivo, esta distinción carece de sentido bajo dinero fiat.) El problema sobre el que llama la explicación monetarista es justamente cuando la contracción monetaria va más allá de la sugerencia de Hayek de mantener MV constante permitiendo que MV se contraiga de manera innecesaria. Así como excesos monetarios generan desequilibrios, lo mismo sucede con reducciones relativas en la oferta de dinero (ante cambios en la demanda de dinero.)

El siguiente gráfico del NGDP (MV) per cápita está tomado del post de Selgin. El gráfico va de 1921 a 1939 y se puede apreciar una expansión de MV en la década del 20 (consistente con la teoría austriaca) y una contracción a partir de 1929, lo cual es consistente tanto con la teoría austriaca en la versión de Hayek (no se mantuvo MV constante) como lo es con la explicación monetarista (se contrajo MV.)

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

Competition in Currency: The Potential for Private Money

Por Nicolás Cachanosky: Publicado el 24/5/12 en: http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2012/05/24/competition-in-currency-the-potential-for-private-money/

En el último Policy Analysis del CATO Institute, Thomas Hogan (West Texas A&M) analiza distintas alternativas para ir de un sistema de bancos centrales monopólicos a sistemas más competitivos. El paper también discute los límites de los bancos centrale, su performance histórica y las ventajas de sistemas competitivos. Entre otros datos, recuerda que aún hoy día más del 90% de las transacciones con efectivo en Escocia se hacen con notas privadas que todavía emiten bancos privados a pesar de no tener el beneficio de “legal tender” como si lo tienen los billetes del Bank of England. Otros casos donde existen notas privadas son Irlanda (desde la década del 90’) y Hong Kong; es decir, estas no son ideas sacadas de libros de ciencia ficción.

Para los que tengan tiempo, recomiendo la lectura. Pero creo que el siguiente gráfico que muestra la pérdida de poder adquisitivo de las monedas fiat más importantes dese 1970 a la fecha puede ser interesante.

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¿Será posible que con los problemas del Euro y el dólar se vuelvan a sistemas basados en competencia, en lugar de monopolios, y que con el tiempo la etapa de bancos centrales sea recordada como un corto período de “pretence of knowledge”?

Nicolás Cachanosky es Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE), y Doctorando en Economía, (Suffolk University). Es profesor universitario.