Mauricio Macri y su segundo tiempo

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 26/11/2en: https://www.infobae.com/opinion/2022/11/26/mauricio-macri-y-su-segundo-tiempo/

Sé que el ex presidente está imbuido de las mejores intenciones y quiere lo mejor para la Argentina, pero resultan una pena sus reiteradas referencias al peronismo

Mauricio Macri (Franco Fafasuli)

Mauricio Macri (Franco Fafasuli)

Como es de público conocimiento tuve tres reuniones muy cordiales por zoom con Javier Milei y Mauricio Macri al efecto de acercar posiciones dado que el primero ha instalado en el nivel político un discurso liberal no visto en los últimos largos tiempos desde la perspectiva moral, institucional, jurídica y económica.

También como es sabido la gestión gubernamental de Macri fracasó no solo debido a su posición minoritaria en el Congreso sino porque, por ejemplo, en el Ejecutivo aumentó ministerios junto al gasto público, entregó planes sociales a los piqueteros, acentuó de modo alarmante la inflación y la deuda estatal, implantó nuevamente el cepo cambiario e intentó designar a dos miembros de la Corte Suprema por decreto, todo lo cual fue inaugurado con un bailecito con la banda presidencial en la Casa de Gobierno absolutamente impropio del sistema republicano. También en tren de inauguraciones el ex presidente lo hizo con el monumento a Perón junto a Hugo Moyano.

Ahora con inmensa tristeza y dolor declaro que me vuelve a desilusionar Macri luego de sus declaraciones en el programa televisivo de Morales Solá que resumió al sostener que “si Perón viviera se afiliaría a Juntos por el Cambio”. Una persona que dice que el populismo debe acabar en nuestro país pero pondera al rey del populismo es debido a uno de dos motivos. O no tiene idea de qué sucede o nos toma el pelo, como sé que Macri no es mala persona concluyo lo primero lo cual no lo habilita para conducir un espacio opositor al chavismo local y mucho menos volver a gobernar. En el mejor de los casos el ex presidente incurre en severas contradicciones.

Desafortunadamente en su espacio hay coincidencias varias respecto a las simpatías por el peronismo y afines, aunque no son por suerte todos, esto resulta cuando menos inquietante frente al monótono estatismo que venimos padeciendo en las últimas largas décadas con los calamitosos resultados por todos conocidos. Lo dicho no es óbice para recibir con los brazos abiertos a ex peronistas, es decir aquellos que han optado por abandonar las recetas que condujeron a la decadencia moral y material de nuestro país otrora el aplauso del mundo cuando se aplicaron los valores alberdianos. Se insinuó el abandono de esos principios primero con Juárez Celman que tuvo que rectificar Pellegrini, luego con quien dejó de lado las recomendaciones liberales de Leandro Alem, es decir Yrigoyen a pesar de contar con resguardos institucionales como el notable ministro de la Corte Suprema Antonio Bermejo, un desbarranque que fue acelerado primero por el golpe fascista del 30 y luego con el levantamiento militar del 43 que dio comienzo al peronismo que como han puntualizado entre muchos otros Jorge Luis Borges y Mario Vargas Llosa fue el comienzo del derrumbe precipitado argentino que continúa hasta nuestros días.

Al efecto de resumir el significado del peronismo, recuerdo parcialmente algunos aspectos centrales sobre los que escribí con anterioridad. Resulta sumamente curioso pero a esta altura del siglo XXI cuesta creer que existan aun personas que con un mínimo de conocimiento se autotitulen peronistas. Se ha probado una y mil veces la corrupción astronómica del régimen (Américo Ghioldi, Ezequiel Martínez Estrada), su fascismo (Joseph Page, Loris Zanatta), su apoyo a los nazis (Uki Goñi, Silvano Santander), su censura a la prensa (Robert Potash, Silvia Mercado), sus mentiras y adoctrinamiento sistemático en los colegios (Juan José Sebreli, Fernando Iglesias), la cooptación de la Justicia y la reforma inconstitucional de la Constitución (Juan A. González Calderón, Nicolás Márquez), su destrucción de la economía (Carlos García Martínez, Roberto Aizcorbe), sus ataques a los estudiantes (Rómulo Zemborain, Roberto Almaraz), las torturas y muertes (Hugo Gambini, Eduardo Augusto García), la imposición del unicato sindical y adicto (Félix Luna, Damonte Taborda) y la destrucción moral y material en gran escala (Ignacio Montes de Oca, María Zaldívar).

A este prontuario tremebundo cabe agregar apenas como muestra cuatro de los pensamientos de Perón, suficientes como para ilustrar su catadura moral. En correspondencia con su lugarteniente John William Cooke: “Los que tomen una casa de oligarcas y detengan o ejecuten a los dueños se quedarán con ella. Los que tomen una estancia en las mismas condiciones se quedarán con todo, lo mismo que los que ocupen establecimientos de los gorilas y enemigos del Pueblo. Los Suboficiales que maten a sus jefes y oficiales y se hagan cargo de las unidades tomarán el mando de ellas y serán los jefes del futuro. Esto mismo regirá para los simples soldados que realicen una acción militar” (Correspondencia Perón-Cooke, Buenos Aires, Editorial Cultural Argentina, 1956/1972, Vol. I, p. 190). A lo que cabe agregar la vergonzosamente laudatoria carta de Perón a Mao el 15 de julio de 1965 en medio de las horrendas y repetidas masacres de ese nefasto régimen, misiva que comienza con “Mi querido Presidente y amigo”.

También proclamó “Al enemigo, ni justicia” (carta de Perón de su puño y letra dirigida al Secretario de Asuntos Políticos Román Alfredo Subiza). En otra ocasión anunció que “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (discurso de Perón por cadena oficial de radiodifusión el 18 de septiembre de 1947). Por último, para ilustrar las características del peronismo, Perón consignó que “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente” (Marcha, Montevideo, febrero 27 de 1970).

Algunos aplaudidores y distraídos han afirmado que “el tercer Perón” era distinto sin considerar la alarmante corrupción de su gobierno realizada principalmente a través de su ministro de economía José Ber Gelbard quien además provocó un grave proceso inflacionario (que denominaba “la inflación cero”) y volvió a los precios máximos de los primeros dos gobiernos peronistas (donde al final no había ni pan blanco en el mercado), el ascenso de cabo a comisario general a su otro ministro (cartera curiosamente denominada de “bienestar social”) para, desde allí, establecer la organización criminal de la Triple A. En ese contexto, Perón después de alentar a los terroristas en sus matanzas y felicitarlos por sus asesinatos, se percató que esos movimientos apuntaban a copar su espacio de poder debido a lo cual optó por combatirlos.

A nuestro juicio la razón por la que se prolonga el mito peronista se basa en la intentona de tapar lo anterior con una interpretación falaz de lo que ha dado en llamarse “la cuestión social” en el contexto de la imposición de un sistema sindical copiado de Mussolini, leyes de alquileres y desalojos que arruinaron los patrimonios de tantas familias de inmigrantes, una inflación galopante que se pretendió disimular con controles de precios para “atacar el agio y la especulación”, con una colosal cerrazón del comercio exterior administrado por el corrupto IAPI, el abrupto aumento de la pobreza y una degradación en todos los niveles gubernamentales.

En este sentido de “lo social”, transcribo una carta del Ministro Consejero de la Embajada de Alemania en Buenos Aires Otto Meynen a su “compañero de partido” en Berlín, Capitán de Navío Dietrich Niebuhr O.K.M, fechada en Buenos Aires, 12 de junio de 1943, en la que se lee que “La señorita Duarte me mostró una carta de su amante en la que se fijan los siguientes lineamientos generales para la obra futura del gobierno revolucionario: ´Los trabajadores argentinos nacieron animales de rebaño y como tales morirán. Para gobernarlos basta darles comida, trabajo y leyes para rebaño que los mantengan en brete´” (copia de la correspondencia mecanografiada la reproduce Silvano Santander en Técnica de una traición. Juan D. Perón y Eva Duarte, agentes del nazismo en la Argentina, Buenos Aires, Edición Argentina, 1955, p.56). La cita de Perón es usada también por Santander como epígrafe de su libro.

Economías alambradas, inflaciones galopantes, regulaciones asfixiantes, endeudamientos públicos colosales, gastos astronómicos de los aparatos estatales, impuestos insoportables y demás parafernalia son las indefectibles recetas de los populismos siempre estatistas y corruptos.

Como también hemos señalado en otras oportunidades, el nivel de vida no se mejora con voluntarismos enfundados en decretos sino en incrementos en las tasas de capitalización (a contracorriente de aquello de “combatiendo al capital”), lo cual, a su vez, solo puede lograrse en el contexto de marcos institucionales civilizados donde se respete el derecho de todos. Tortuosos intervencionismos estatales provocan desempleo, especialmente de la gente que más requiere trabajar, al imponer salarios nominales y equivalentes que no se condicen con el nivel de ahorro interno y externo captados en inversiones productivas. Por eso es que en todos los populismos el nivel de vida se contrae lo cual se agrava con el establecimiento de sistemas de pensiones compulsivas y quebradas por un nefasto procedimiento que cualquier análisis actuarial denuncia.

Las redistribuciones de ingresos operadas desde los aparatos estatales necesariamente van a contramano de las asignaciones realizadas por los consumidores según sean sus prioridades y deseos. El machacar con el igualitarismo de resultados siempre conspira contra mejores ingresos para la población puesto que arrancan el fruto del trabajo de los más eficientes que son precisamente los que permiten el ascenso en la pirámide patrimonial a los que vienen desde la base, situación que es bloqueada y saboteada por impuestos que no permiten la movilidad social según la capacidad de cada cual de servir a sus semejantes. En este cuadro de situación se termina por favorecer a pseudo empresarios que se alían con el poder político para usufructuar de privilegios que permiten explotar miserablemente a sus semejantes.

En el caso que nos ocupa principalmente en esta nota, sería bueno para los argentinos que, como primer paso, nos diéramos cuenta de la importancia de respetar principios republicanos elementales y en esa línea argumental que supiéramos leer adecuadamente nuestra propia historia para no repetir los tumbos. En este sentido, tal como he reiterado antes es del caso tener presente las presidencias ejemplares con notables ministros de hacienda como Nicolás Avellaneda con Bonifacio Lastra, el antes mencionado Carlos Pellegrini con Emilio Hansen, Sarmiento con Luis L. Domínguez y Roca con Juan J. Romero.

Es de interés señalar que el balance neto del caso del menemato en el contexto de reiteradas apologías a la tiranía rosista resultó en incrementos del gasto público, el déficit y la deuda en medio de gran corrupción desde el sonado caso inicial de los guardapolvos hasta el contrabando de armas y la explosión de Río Tercero recurriendo a los fueros para evitar la cárcel. El modelo de tipo de cambio fijo y política monetaria pasiva (llamado “convertibilidad”) propuesto por el entonces ministro de Economía ajeno a la corrupción junto con otras medidas con intención meritoria y buenos resultados finalmente explotaron por los aires por lo dicho, junto con las deficiencias de traspasos de monopolios estatales a manos de monopolios privados en cuya situación naturalmente los incentivos operan en una dirección más fuerte para expoliar a los congéneres.

Por su parte, Winston Churchill el jueves 6 de octubre de 1955 -cinco meses después de haber dejado su cargo como Primer Ministro- condensó ante la prensa internacional la política que comentamos en este registro periodístico de la siguiente manera: “Perón es el único soldado que ha quemado su bandera y el único católico que ha quemado sus iglesias.” Ya somos grandes para incurrir en sandeces de la naturaleza señaladas.

Sé que Mauricio Macri está imbuido de las mejores intenciones y propósitos y quiere lo mejor para nuestro país pero resultan una pena sus reiteradas referencias a lo que nos encaja en lo peor de Argentina puesto que no es la primera vez que alude al peronismo en el contexto expresado. En lo personal apunto que es una desazón ya que tenía esperanzas que rectificara los errores de su primera gestión, modificara algunas declaraciones y marcara un rumbo diferente. Por ello es que con pesar digo que tal vez haya que resignarse a que finalmente y después de todo lo suyo sea el fútbol, aunque despejado de su alarmante y gravísima afirmación sobre “la raza superior” de los alemanes con toda su espantosa y horrenda connotación, sobre la cual afortunadamente reconoció su peligrosísimo e inaceptable bochorno.

Cierro con un pensamiento Juan Bautista Alberdi -el padre de nuestra Constitución- que en las antípodas del peronismo y de todo estatismo resume el rol del aparato de la fuerza en una sociedad libre: “Si los derechos civiles del hombre pudiesen mantenerse por sí mismos al abrigo de todo ataque, es decir, si nadie atentara contra nuestra vida, persona, propiedad, libre acción, el gobierno del Estado sería inútil, su institución no tendría razón de existir” (Buenos Aires, Imprenta La Tribuna Nacional, El Proyecto de Código Civil para la República Argentina, Obras Completas, tomo vii, sección iii, p. 90).

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

El Papa peronista

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 28/6/2020 en: https://independent.typepad.com/elindependent/2020/06/por-alberto-benegas-lynch-h-el-pa%C3%ADs-montevideo-abenegaslynch_h.html#more

 

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Descontamos que el actual Pontífice está imbuido de las mejores intenciones y propósitos, pero lo relevante son los resultados que generan sus consejos. Se pronunció en repetidas ocasiones sobre el capitalismo condenando sus postulados por más que vivamos en un mundo donde esa postura es en gran medida inexistente debido a los endeudamientos estatales astronómicos, las manipulaciones monetarias colosales, las cargas tributarias insoportables, las regulaciones asfixiantes en un contexto de muchos empresarios prebendarios que en alianza con el poder de turno explotan miserablemente a sus congéneres. El capitalismo consiste en el irrestricto respeto recíproco en un contexto de marcos institucionales liberales de cuidado a los derechos de todos, lo cual ha permitido a millones salir de la pobreza.

A pesar de todo esto el Papa ha escrito en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium que el mercado mata. En este contexto, estimo de una peligrosidad inusual el consejo papal: “Animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: ‘No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos’”. ¿El Pontífice está invitando a que se usurpen las riquezas del Vaticano o solo se refiere a las de quienes están fuera de sus muros y la han adquirido lícitamente? El respeto a la propiedad privada constituye parte del basamento moral de la sociedad libre que recogen los mandamientos de no robar y no codiciar los bienes ajenos, a contracorriente de la aseveración de Marx de abolir la propiedad privada.

Uno de los mentores del actual Papa ha sido Monseñor Enrique Angelelli -ahora beatificado- que celebraba misa bajo la insignia de los terroristas Montoneros. Entre los primeros actos de este pontificado se encuentra la concelebración con el Padre Gustavo Gutiérrez, en San Pedro, el creador de la denominada “teología de la liberación” quien adhiere enfática y reiteradamente al marxismo en su muy difundido libro Teología de la liberación. Perspectivas.

También el Papa se ha embarcado en actitudes muy cuestionadas en Chile, Perú y Cuba, en esta caso al visitarlo a Fidel Castro fuera de protocolo y sus reflexiones sobre el sistema imperante, su visita a Evo Morales en Bolivia y el recibimiento de la cruz marxista y las alabanzas a los tercermundistas en Paraguay, en línea con su declarada admiración al socialista argentino Padre Carlos Mugica y al salvadoreño de la igual filiación Monseñor Oscar Romero (ahora también beatificado).

En este sentido es oportuno reproducir una preocupación aun antes del actual pontificado expuestas por el sacerdote polaco Miguel Poradowski -doctor en teología, en derecho y en sociología-  en su libro El marxismo en la Iglesia: “No todos se dan cuenta hasta dónde llega hoy  la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia. Hay que tomar conciencia de estos hechos porque si vamos a seguir cerrando los ojos a esta realidad […] tarde o temprano vamos a encontrarnos en una Iglesia ya marxistizada, es decir, en una anti-Iglesia”.

En 2015 después de los ejercicios espirituales de cuaresma el Papa dijo en el Aula Pablo VI frente a la Confederación de Cooperativas Italianas que “el dinero es el estiércol del diablo” (seguramente no se refería al Banco del Vaticano). Y al año siguiente, el 11 de noviembre de 2016, en una entrevista al diario italiano La Repubblica aseveró que “Son los comunistas los que piensan como los cristianos”.

El actual Pontífice alaba la pobreza material y simultáneamente la condena. La alabanza a la pobreza material -a diferencia de la bíblica pobreza de espíritu- por una parte conduce a que se rechace la caridad puesto que mejora la condición del receptor lo cual los haría menos pobres y, por otra, si se acepta que los pobres en el sentido crematístico ya estarían salvados la Iglesia debería concentrarse solo en los ricos pues los primeros ya tendrían asegurado un destino muy satisfactorio.

Es de interés tener presente lo estipulado por la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede que consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana que “De por sí, la teología es incapaz de deducir de sus principios específicos normas concretas de acción política; del mismo modo, el teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.

Por el bien de nuestra Iglesia, es de desear que lo que dejamos consignado se rectifique y se comprenda lo estipulado sobre el capitalismo en Centesimus Annus y lo publicado en la célebre Encíclica de Pio XI: “Socialismo religioso y socialismo cristiano son términos contradictorios, nadie puede al mismo tiempo ser buen católico y socialista verdadero.”

 

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Contradicciones y problemas de alabar la pobreza

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 14/4/20 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/contradicciones-problemas-alabar-pobreza-nid2353955

 

El Papa Francisco

El Papa Francisco

El Papa se pronunció en repetidas ocasiones sobre el capitalismo condenando sus postulados, por más que vivamos en un mundo donde esa postura es en gran medida inexistente, debido a los endeudamientos estatales astronómicos, las manipulaciones monetarias colosales, las cargas tributarias insoportables, las regulaciones asfixiantes en un contexto de muchos empresarios prebendarios que en alianza con el poder de turno explotan miserablemente a sus congéneres.

A pesar de todo esto, el Papa ha escrito en su exhortación apostólica Evangelii gaudium que el mercado mata. En este contexto, estimo de una peligrosidad inusual el consejo papal basado en una cita de San Juan Crisóstomo cuando escribe: «Animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: ‘No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos'». ¿El Pontífice está invitando a que se usurpen las riquezas del Vaticano o solo se refiere a las de quienes están fuera de sus muros y las han adquirido lícitamente? El respeto a la propiedad privada es parte del basamento moral de la sociedad libre que recogen los mandamientos de no robar y no codiciar los bienes ajenos, a contracorriente de la propuesta central de Marx de abolir la propiedad.

El Papa suscribe la caricatura de la figura del «derrame» como si el incremento en los ingresos de los más necesitados se asimilara a las migajas que caen de la mesa de los ricos, en lugar de percatarse de que se trata de un proceso simultáneo como consecuencia del incremento en las tasas de capitalización proveniente del ahorro, fruto a su vez de un sistema en que el empresario que acierta en las preferencias de su prójimo obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos sin los desatinos políticos de «salvatajes» a empresarios ineptos e irresponsables. Uno de los mentores del Papa ha sido monseñor Enrique Angelelli -ahora beatificado-, que celebraba misa bajo la insignia de los terroristas Montoneros. Entre los primeros actos de este pontificado se encuentra la concelebración, con el padre Gustavo Gutiérrez, en San Pedro, creador de la «teología de la liberación», quien adhiere enfática y reiteradamente al marxismo en su muy difundido libro Teología de la liberación. Perspectivas.

En las visitas del Papa a Chile y Perú, en el primer caso también condenó el libre mercado. En el segundo caso, el Papa, en el Palacio Episcopal de Lima, aludió al «capitalismo liberal deshumano», que, según el Pontífice, es lo que hace daño en nuestra región y en otras partes del mundo. También se ha embarcado en actitudes muy cuestionadas en Cuba al visitar a Fidel Castro fuera de protocolo y con sus reflexiones sobre el sistema imperante; con su visita a Evo Morales en Bolivia, y el recibimiento de la cruz marxista y las alabanzas a los tercermundistas en Paraguay, en línea con su declarada admiración al socialista argentino padre Carlos Mugica y al salvadoreño de igual filiación monseñor Oscar Romero (ahora también beatificado).

Es oportuno reproducir una cita que recoge preocupaciones aun antes del actual pontificado y en pleno resurgir de las propuestas iniciadas primero en Medellín y luego en Puebla, expuestas por el sacerdote polaco Miguel Poradowski -doctor en teología, en derecho y en sociología-, que escribe en su libro El marxismo en la Iglesia: «No todos se dan cuenta de hasta dónde llega hoy la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia. Muchos, cuando escuchan algún sacerdote que predica en el templo, ingenuamente piensan que se trata de algún malentendido. Desgraciadamente no es así. Hay que tomar conciencia de estos hechos porque si vamos a seguir cerrando los ojos a esta realidad, pensando ingenuamente que hoy día, como era ayer, todos los sacerdotes reciben la misma formación tradicional y que se les enseña la misma auténtica doctrina de Cristo, tarde o temprano vamos a encontrarnos en una Iglesia ya marxistizada, es decir, en una anti-Iglesia».

En 2015, después de los ejercicios espirituales de cuaresma, el Papa dijo en el Aula Pablo VI, frente a la Confederación de Cooperativas Italianas: «El dinero es el estiércol del diablo» (seguramente no se refería al Banco del Vaticano). Y el 11 de noviembre de 2016, en una entrevista con el diario italiano La Repubblica, aseveró: «Son los comunistas los que piensan como los cristianos». Es indispensable la crítica oportuna, si fuera por los que hacen oídos sordos aún estaríamos con los Borgia, puesto que con los fanáticos no hay salida posible. En su respuesta a Gladstone, el cardenal Newman propuso un brindis: «Primero por la conciencia y luego por el papa».

Por razones que son del dominio público a raíz del coronavirus, se ha pospuesto la reunión convocada por el Papa en Asís que, como se ha anunciado, es para volver a la carga con lo dicho y escrito hasta ahora por el Pontífice, en cuyo contexto se alaba la pobreza material y simultáneamente se la condena. La alabanza de la pobreza material -a diferencia de la bíblica pobreza de espíritu- por una parte conduce a que se rechace la caridad, puesto que mejora la condición del receptor, lo cual los haría menos pobres; por otra, si se acepta que los pobres en el sentido crematístico ya estarían salvados, la Iglesia debería concentrarse solo en los ricos, pues los primeros ya tendrían asegurado un destino muy satisfactorio.

Con motivo del Domingo de Ramos el Papa dijo: «La gran mayoría son pobres víctimas de las políticas financieras y económicas», pero lo que no dice es que esas políticas estatistas son en parte fruto de sus recetas y no de su criticado capitalismo. Descuento que el Papa está imbuido de las mejores intenciones y propósitos, y sé que es una persona bondadosa, pero a estos efectos las intenciones y la bondad de la persona no son relevantes, lo importante son los resultados de las políticas que se aconsejan y llevan a cabo. En este cuadro de situación es de interés tener presente lo estipulado por la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede, que consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana: «De por sí, la teología es incapaz de deducir de sus principios específicos normas concretas de acción política; del mismo modo, el teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social [.] fundados sobre presupuestos filosóficos discutibles o sobre una errónea concepción antropológica. Tal es el caso, por ejemplo, de una notable parte de los análisis inspirados por el marxismo y leninismo [.] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados».

Como ha señalado en El espíritu del capitalismo democrático Michael Novak (uno de los principales responsables de la redacción de la sección 42 de Centesimus annus): «La tradicional ignorancia de los católicos sobre la moderna economía puede, de hecho, tener más que ver con la razón de la pobreza latinoamericana que ningún otro factor».

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

DE LA QUANTA CURA A QUERIDA AMAZONIA, EL MISMO PROBLEMA: LA NO ACEPTACIÓN DE LA MODERNIDAD.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 18/2/20 en: https://gzanotti.blogspot.com/2020/02/de-la-quanta-cura-querida-amazonia-el.html?fbclid=IwAR0QiHV3VPsltCQKMwoxpUvb-NmirJghoQJJNyV_aGqpnRB0hutGZPaQzFk

 

Sí. De 1864 a 2020, casi lo mismo. El mundo moderno sigue siendo el enemigo para gran parte de los pontífices, y lo terrible es que hacen de ello su magisterio.

De la Quanta cura casi todos se han olvidado, pero es esencial para entender el paso que tuvo que dar el Vaticano II. Allí Pío IX rechazó en bloque al “mundo moderno”, que él identificaba con los imperios napoleónicos. EEUU, como si no existiera. El que sí existió fue Mons. Dupanloup, que no sólo produjo el milagro de una aclaración “liberal” por parte de Pío IX (el elogio de la carta de Dupanloup) sino que inspiró algunas aclaraciones posteriores de León XIII con las cuales los pontífices (fíjense que no digo “La Iglesia”) pudieron manejarse con prudencia en ese mundo “moderno culpable excepto se demuestre lo contrario”. La clave era la incomprensión, la no aceptación, de la institucionalidad republicana, la incomprensión de la evolución de las instituciones inglesas, y sobre todo la NO distinción entre Iluminismo y modernidad. Claro, con Pío XII las cosas comenzaron a cambiar, y con Juan XXIII y el Vaticano II se dio un cambio importante en la aceptación de ciertas cuestiones esenciales de la Modernidad asumidas desde el Catolicismo: la laicidad del estado, la ciencia moderna, la libertad religiosa.

Pero cuáles eran las bases filosóficas de esa aceptación, no era fácil. Los teólogos y filósofos católicos  más importantes no se lucían al respecto. Gilsón y Fabro, a pesar de su genialidad metafísica, siguen convenciendo a generaciones enteras de que el mundo moderno es filosóficamente perverso en sí mismo, porque Descartes sería el inicio del idealismo absoluto que concluye en el ateísmo de Hegel. He allí la tesis de Fabro que pasó a ser casi un dogma de fe para los tradicionalistas. Cómo ir de allí al Vaticano II (esas tesis fueron redactadas en los 50), ah, he allí el misterio. Incluso Maritain, que tuvo que re-inventar la democracia a partir de Bellarmino, Suárez y las pequeñas ventanitas que había dejado abiertas León XIII, jamás dejó de condenar al mundo moderno en bloque identificado con las peores interpretaciones de Descartes, Lutero y Rousseau. Las instituciones anglosajonas brillaban por su ausencia hasta 1958, donde el gran pensador francés logró darse cuenta de que EEUU era otra cosa, sin insertar ello, sin embargo, en una articulación filosófica coherente.

Los católicos más bien tradicionalistas en cuestiones de Fe se formaban en esa perspectiva. No Maritain, que les parecía muy de avanzada (Maritain “de avanzada”: Dios mío….) sino una mezcla interesante entre la tesis de Fabro y manuales de filosofía de la naturaleza que ponían el inicio de la ciencia moderna en el nominalismo del s. XIV, aunque le rescataban la parte “técnica”. En medio de ello algunos como Honen,  Selvaggi o Jolivet trataban de fundar la ciencia moderna en las perlas dejadas por Santo Tomás pero “por afuera”, como “arreglando” algo mal planteado desde el principio.

O sea que el mundo moderno, filosófica y científicamente, era irredimible. ¿Derechos individuales? Ni hablar. O, mejor dicho, de eso sí habían hablado católicos como Montalembert, Lacordaire, Rosmini, Lord Acton, pero todos ellos habían quedado sumergidos por las condenas cuasi dogmáticas de Gregorio XVI y Pío IX. De ellos no se hablaba. Las vacunas democráticas de los católicos eran casi nulas, y así cayeron, desde Pío XI para abajo, en las garras de los fascismos europeos, excepto Maritain, como vimos, aunque, como vimos también, de milagro.

Cómo fue posible que de esa armadura antimoderna saliera el Vaticano II es increíble. Ratzinger/Benedicto XVI, uno de los pocos que  tenía una visión positiva de la modernidad y de los EEUU, lo explicó el 22 de Diciembre del 2005, pero hoy nadie se acuerda, por supuesto. Los padres conciliares, guiados por su sentido común más que por sus manuales de filosofía, se daban cuenta de que EEUU no era igual a Napoleón, de que la Libertad religiosa no era igual a indiferentismo, de que la ciencia moderna no era igual a nominalismo. Tal vez lo mejor de Santo Tomás pesó en ellos e hizo el milagro: la autonomía relativa del orden natural implicaba tanto el desarrollo de la ciencia como la laicidad del estado, y los horrores de la guerra, la ley natural de Santo Tomás, más Pío XII y Juan XXIII, los inclinaron a hablar de los derechos personales.

La clave era que por primera vez en su historia un pontífice, Pablo VI, firmó documentos donde la institucionalidad democrática y lo mejor de la modernidad eran aceptados, y a pesar de que no entendía la economía de mercado, alabó el desarrollo de los pueblos en clave católica.

Pero tampoco significó gran cosa.

Desde los 50 comenzó una nueva teología donde la distinción entre lo natural y lo sobrenatural era criticada. Toda la razón, si por distinción se entendía separación o semipelagianismo. Pero no quedó claro, y avanza una teología política donde la salvación comienza de algún modo con el progreso de los pueblos, donde lo natural y lo sobrenatural se funden. Y algunos pensadores, siempre dispuestos a “dialogar” con Marx y Hegel, excepto, por supuesto, con el liberalismo político y económico, le agregan a ello el análisis marxista de la lucha de clases y…. Y Gustavo Gutiérrez dijo, hágase la teología de la liberación, y se hizo. Pero fue también un proyecto anti-moderno, si por modernidad se entiende un proyecto político de libertad. Lo que antes era Franco, ahora lo era Fidel Castro. Ambos eran el cielo en la Tierra, uno de derecha, el otro de izquierda, pero en ambos el enemigo es la modernidad. El cielo en la Tierra de izquierda fue el camino que comenzaron a recorrer los obispos latinoamericanos (si alguno se opuso, no se escuchó) desde Medellín a Aparecida. Juan Pablo II y Ratzinger intentaron frenarlo pero lo único que cosecharon fueron odios que duran hasta hoy. Hoy Gustavo Gutiérrez vive en el Vaticano II como si fuera San Juan de la Cruz resucitado.

Mientras tanto, los católicos tradicionalistas y-o conservadores no se quedaban atrás en sus diatribas antimodernas. Algunos, de manera a-sistemática, comenzaron a hacer una mezcla interesante. Primero, como dijimos, para ellos Maritain ya era muy de avanzada, así que saquen sus propias conclusiones. Pero además unían el diagnóstico de Fabro sobre la modernidad con el diagnóstico de Heidegger. No era difícil, porque los mismos coqueteos lo hacían en filosofía. El odio visceral de Hiedegger hacia lo moderno, a Descartes, a la “razón” moderna (excepto que toque a Santo Tomás, por supuesto), sus críticas contra la técnica y la ciencia, ellos lo compraban in totum y no tenían problema en mezclarlo coherentemente con su odio a la modernidad, perfectamente inoculado por Fabro y Gilsón. El rescate de autores como Rosmini o la fenomenología de Husserl era para ellos inconcebible (por eso quedaron en silencio total ante la canonización de Edith Stein, que “para colmo” era judía….). Pero además agregaban algo más a ese plato para ellos tan apetitoso: una versión católica de la Escuela de Frankfurt. O sea, la modernidad es una razón que lleva la dominación, a la tecno-ciencia  anti-humana. Modernidad es igual a positivismo, a razón instrumental, a alienación. Agreguen a ello la teoría de la explotación marxista, que muchos conservadores también compraron (a pesar de creerse “profundamente” anti-marxistas) y ya está, el combo ya está completo.

Un ejemplo muy importante, ya veremos por qué, es Romano Guardini y su libro “El fin de los tiempos modernos”. El libro es de 1958, fecha muy interesante a fines de cómo fue posible el Vaticano II. La visión de la modernidad es apocalíptica, casi copiada de Adorno y Horkheimer. La modernidad es inmanentismo, es el fin de la trascendencia, es el dominio in-humano de la técnica. Ninguna otra visión tiene Guardini de la ciencia, la técnica y la política de la modernidad. Y es el fin, porque ese mundo moderno terminará en la total autodestrucción.

¿Y en quién influye enormemente Guardini? En Jorge Bergoglio (1). El actual poderoso pontífice, en el año que pasó en Alemania, intenta hacer una tesis sobre este aspecto de Guardini. No la pudo terminar, pero sus trazos fundamentales se ven en Laudato si. El capítulo III de esta última tiene seis importantes citas del libro de Guardini: la 83, 84, 85, la 87, la 88 y la 92. Ahora se entiende bien la contraposición bergogliana entre ecología y modernidad. No es simplemente que no entienda nada de economía de mercado. Es que el desarrollo, la técnica, es para él la razón instrumental, dominante, alienante, que es exactamente la visión que Marx tiene sobre el capitalismo. Por eso Querida Amazonia, sobre todo en sus primeros capítulos, no sale de los guionistas de la película Avatar. El capitalismo, dominante, alienante, con sus “excusas” de libertad, avanza sobre la pureza de los pueblos originarios, que para los teólogos de la liberación y del pueblo (Bergoglio y sus profesores argentinos) parecen estar excluidos del pecado original. Por haber nacido en supuesta armonía de la naturaleza, no contaminada por la técnica occidental, son más buenos. Son el buen salvaje roussoniano a los cuales hay que salvar de la sociedad capitalista. Cómo salvarlos y al mismo tiempo solucionar sus carencias económicas, ah bueno, todo consiste en que un buen gobernante católico (¿Lula tal vez?) les de lo que necesite, porque la escasez se supera simplemente con el estado proveedor. ¿Aún no lo entienden?

Mientras tanto, los “tradis” se quedaron contentos, porque para ellos el problema principal, la NO ordenación de los viri probati y el sacerdocio femenino, quedó resuelto a su gusto. Ya está. Con tal de que “eso no”, todo lo demás sí. Y allí están comentando felices este “gran documento”, porque, total, tiene todo lo que ellos bebieron siempre: el odio a la modernidad.

Mientras tanto, los católicos que pensamos que el mercado es compatible con la ecología y con la Fe, al ostracismo.

Nosotros somos las verdaderas catacumbas. 

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(1) Agradecemos a Mark Stahlman esta referencia, que no lo compromete en nuestra interpretación. 

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

Políticos ricos, pueblos pobres

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2019/11/politicos-ricos-pueblos-pobres.html

 

La aparente paradoja por la cual líderes políticos que sostienen y defienden un discurso «de izquierda» (socialista, valga la aclaración en estas épocas de alta confusión semántica) ganan adhesiones y elecciones al mismo tiempo que se hacen ricos cuando alcanzan alguna cuota de poder, e inmensamente ricos cuando asumen todo el poder posible sin perder seguidores y adictos sino -por el contrario- incrementarlos tiene explicación -en mi opinión- en lo siguiente:
La ideología marxista se ha extendido por todo el planeta y domina la mente humana, claro que en diferentes grados que van del 1% al 100%. En el extremo del 100% encontramos al marxismo-leninismo, aunque afortunadamente no son muchas las personas que aglutinen explícitamente a esta corriente hoy en dia. Y en escala decreciente al marxismo gramsciano.
Por debajo de ese 100% hallamos a todos los individuos que dicen «no ser» ni comunistas, ni socialistas, ni de izquierdas, etc. pero que, sin embargo, están de acuerdo con opiniones tales como la que «los ricos deben pagar más impuestos y en mayor alícuota que los pobres», que «el gobierno debe redistribuir la riqueza», «igualar rentas y patrimonios», etc. Lo que en los hechos implica aceptar (aunque ellos lo nieguen) que los ricos explotan a los pobres, al menos en alguna medida mayor o menor, pero dar, por cierto -de una forma o de otra- la teoría de la explotación marxista. Niegan para sí mismos el rótulo de marxistas, no obstante, el menor dialogo con cualquiera de ellos y las respuestas a nuestras preguntas denotan que piensan como verdaderos marxistas, mal que les pese.
Poca gente tiene buena opinión sobre el capitalismo, a la vez que está convencida que es el sistema que «domina al mundo», idea que impregna no solo a los pobres sino a sujetos de posición acomodada.
En esta mitología popular el gobierno es el instrumento de «la justicia social» que «debe» combatir al capitalismo «imperante» y destruirlo o -al menos- disminuir su poder, para (acto seguido) redistribuir la riqueza «mal habida» de los «capitalistas» y repartirla entre los pobres. Por eso, el súbdito populista no ve con malos ojos el enriquecimiento de sus cabecillas populistas sino al contrario, lo que ellos «ven» es que cuanto más ricos son los políticos populistas más pobres son los representantes del «capitalismo» mundial o local. Esto explica que personajes nefastos y siniestros como Hitler, Mussolini, Stalin, Perón, Fidel Castro, Chávez, como hoy Maduro, Evo Morales, los Kirchner y muchos otros hayan sido o sean enormemente ricos, porque la mayoría de las masas lo ve como el botín arrebatado a los «capitalistas» que será -hoy o mañana- repartido entre los más desfavorecidos.
Encuentro aquí la razón por la cual lo que yo califico como enriquecimiento por corrupción de los jefes populistas un seguidor populista no lo ve de ese modo y lo defiende de palabra y luego en las urnas con su voto al que -para mí- es un corrupto socialista (en realidad, la corrupción es inherente al socialismo).
Si de algo se culpa a los gobiernos (en esta mentalidad tan popularmente extendida) es de no ser eficaces en cuanto a la expropiación de los capitalistas, y la pobreza se atribuye a esto, y no a su verdadero motivo: la inexistencia de tal «capitalismo» que sólo habita en la mente enfermiza de populistas y socialistas. Los dirigentes populistas inculcan a las masas que el hambre y la miseria no son culpa de los gobiernos «de izquierda» sino de los «de derecha» que «no quieren» combatir al capitalismo. Ellos entienden por «capitalismo» a los grupos empresarios, banqueros y -en algunos casos- grandes comerciantes y punto.
Esto demuestra también porque habitantes de zonas muy pobres o carenciadas votan a gobernadores ricos que los mantienen en esa condición mientras estos lucran de sus impuestos y hechos de corrupción, al tiempo que siguen siendo elegidos masivamente comicios tras comicios. Aun para la persona más ignorante parece «evidente» que no es el gobierno el que lo conserva en ese estado y en la pobreza sino el «maldito capitalismo». Y que cuando la pobreza aumenta es por dos «razones» posibles: o el gobierno donde ello ocurre es ineficaz para combatir al capitalismo, o bien se ha convertido en cómplice de los capitalistas. No existe para dicho tipo de masa ninguna otra explicación, o no están preparados para aceptar razonamientos más profundos y consistentes. Menos aún para aceptar la verdadera causa de la pobreza: la ausencia de capitalismo.
De esta manera se puede entender -aunque no excusar- el hecho innegable de más pobres votando o apoyando implícita o explícitamente a políticos ricos, o justificándolos cuando asumen poderes de facto. Todas las tiranías se disculpan a sí mismas discurseando que se tuvieron que convertir en tiranías para enfrentar «el creciente poder» del «imperialismo capitalista», «grupos económicos», etc. es decir, aceptando el planteo fundamental de Marx y de Engels (la dictadura del proletariado) tan errado por estos como por sus «modernos» continuadores.
Es por eso que los políticos más «moderados» evitan hablar del capitalismo en términos elogiosos, y se cuidan mucho de prometer en sus campañas electorales que si llegaran al gobierno promoverán el capitalismo o medidas afines a este, porque saben que tales declaraciones les restarían votos si las incluyeran en sus plataformas electorales, y porque tampoco la mayoría de ellos cree en ese sistema, excepto cuando suponen utilizarlo para incrementar sus propios patrimonios. Pero desconocen que no se hacen ricos por poner en práctica los principios del capitalismo sino los contrarios al mismo. Dado que lucrar a costa de los contribuyentes no es capitalismo, es simple y llano latrocinio y rapiña.
Cuando un partido quiere desalojar a otro de la competencia electoral no hay arenga más estratégica, demagógica y más efectiva para semejante propósito que acusar a los partidos contrarios de querer defender o representar a «los ricos» y a «los capitalistas», esto genera entusiasmo y apegos entre las multitudes y votantes. Es decir, esta perorata sumada a que en la mente de los sufragantes está implícito el Dogma Montaigne por el cual «la riqueza de los ricos es consecuencia de la pobreza de los pobres» brindan al demagogo la fórmula perfecta para aumentar su caudal de votos en cualquier elección. Por ejemplo, en el caso argentino el peronismo opositor predicó desde el comienzo mismo del mandato del presidente Macri que este «gobernaba para los ricos» (lo que desde luego era falso) y así, finalmente, logró vencerlo en las elecciones respectivas. 

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

«Bien común» y mercado

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2018/10/bien-comun-y-mercado.html

 

Nos hemos explayado antes entre dos nociones diferentes del término «bien común», ambas antagónicas.
El dilema se plantea, pues, entre la versión colectivista de bien común y la individualista. La colectivista implica, en realidad, que por esa expresión se entiende un supuesto «derecho» de las mayorías por sobre las minorías, es decir, donde los más se benefician en perjuicio de los menos, lo que se opone al concepto liberal o individualista de la locución, en la que el favor o ventaja de unos no puede -de ningún modo- implicar el perjuicio de otros. Propiciaremos este segundo sentido como el correcto a nuestro criterio.
En este último, el bien común (y en nuestra personal opinión) alude al bien de todos sin excepción, caso contrario habría que utilizar otras fórmulas (por ejemplo, bien general, mayoritario, etc.). No obstante, está implícito en el uso habitual la frase «bien común» como el de un grupo mayoritario, difuso e indefinible o, más bien, definible a gusto del definidor. Esto ha dado pie a que políticos inescrupulosos -y aun hasta tiránicos- hayan pretendido enarbolar para sus acciones antisociales la bandera del bien común, con los consiguientes abusos y angustias que acarrearon contra sus contrarios, y paralelamente, alegrías y provechos para sus partidarios.
Personajes como Hitler, Mao Tse Tung, Mussolini, Stalin, Fidel Castro, Juan D. Perón, Chávez y otros nombres siniestros de la historia (por sólo citar algunos y los más conocidos por todos) han pretendido ser los adalides y genuinos defensores del bien común. Los resultados han sido los que son de público conocimiento: guerras sangrientas, pobreza, hambre, miseria, devastación, etc.).
Resulta intrínsecamente discordante con la frase bien común que -en su aplicación- unos se privilegien a costa de los demás. El bien común ni se contrapone ni está en contradicción con el bien particular, porque si este último supusiera, eventualmente, el mal de un semejante automáticamente desaparece el bien común. Por otra parte, en el caso de que un individuo dañe a otro, tampoco podría decirse que el bien particular del agente dañoso se logró a costa del mal provocado al sujeto dañado. Porque frente a un daño cualquiera habrá una reacción, ya sea social o individual, tendiente a una reparación, con lo que el supuesto «bien particular» obtenido a costa del mal particular de otra persona dejará de ser un «bien particular». En otras palabras, ante tales circunstancias el bien común se disipará.
Ahora bien, la pregunta clave es ¿puede la política o los políticos conseguir el bien común? Creemos que la política es solamente un factor, entre otros, en dicho cometido. Y la experiencia ha demostrado que, lejos de ser un gestor causal del bien común, con frecuencia ha sido su primordial obstáculo. Sucede que los operadores de la política, es decir, los políticos, aun en los casos en los que abrigan las mejores intenciones, no están en condiciones de conquistar el bien común por muchas razones. La primera de todas, a nuestro entender, es la ya señalada antes: que confunden el bien común con el bien mayoritario, en consecuencia, sus acciones se encaminan en tratar de consumar, en la medida de sus posibilidades, ese bien mayoritario. La dificultad consiste en que, aun ciñéndonos a una mayoría circunstancial, cada uno de los integrantes de esa mayoría entiende el «bien» de disimiles maneras. Y ningún político se halla en condiciones de conocerlas todas y, menos todavía, al detalle, satisfacerlas todas y cada una.
Eso, como hemos señalado, suponiendo los mejores propósitos de los políticos. Pero, a menudo y, sobre todo en el caso latinoamericano, las miras de los políticos no se orientan en dicho sentido, sino que se limitan a alcanzar las mayores ganancias para sus partidarios, y sólo secundariamente para el resto de los ciudadanos, en tanto y en cuanto tales procederes les reporten algún rédito político, lo que se traduce, en buen romance, en votos que les permitan conservar el poder, o volver a acceder al mismo en el caso que -de momento- no se hallen al mando. Pero hay una situación peor aún, que se presenta cuando los políticos tratan de lucrar todo lo posible exclusivamente para el propio circulo gobernante, descartando tanto a partidarios como al resto de la ciudadanía.
Nuestra personal perspectiva es que, la meta del bien común es y debe ser algo que comprometa al total de la sociedad, esto es, tanto a la sociedad política como la civil. Y dado que, existe una interacción permanente entre ambas son ellas en conjunto las que pueden alcanzar o frustrar el objetivo tendiente de arribar al bien común. Hay que recordar que hemos caracterizado a la sociedad política como dependiente de la civil y subordinada a esta, al menos en el plano del deber ser. Si existe un enfrentamiento o alguna clase de conflicto entre ambas sociedades demos por cierto que ningún objetivo de bien común podrá ser captado. Si hemos considerado por seguro que la colisión entre dos individuos atenta contra el bien común, no menos será cierto ello cuando el problema aparezca entre dos grupos sociales.
Centrando ahora el análisis de cómo opera la sociedad civil con miras a arribar al bien común diremos que el principal instrumento es el mercado, ámbito en el cual se coordinan, combinan y complementan los deseos de compradores y vendedores. Habida cuenta que los humanos no somos autosuficientes, resulta necesario intercambiar en libertad nuestras producciones con las de nuestros semejantes. La satisfacción derivada entre las partes cuando tales procesos se verifican en la más total libertad coadyuva al fin del bien común. Pero, más allá de lo crematístico, la llave de entrada que abre la puerta del bien común es la libertad. Sin libertad no hay bien común posible. Y el bien común reside -en el fondo- en el pleno agrado de todas las aspiraciones humanas, sean dentro o fuera del mercado, ya que no olvidemos que el mercado es una simple y mera herramienta para la consecución de tales designios. No obstante, todos los fines -sean estos mercantiles o no mercantiles- necesitan inexorablemente de un requisito ineludible que -como queda dicho- se resume en una sola palabra: libertad.
Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Memoria Histórica: asesinos e ideas

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 1/8/17 en: http://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/la-razon/memoria-historica-asesinos-e-ideas/

 

La llamada Memoria Histórica busca utilizar genuinas tragedias y verdaderos sentimientos de dolor por hechos del pasado para promover una agenda política del presente.

Leí hace un tiempo un reportaje de Manuel Ansede en El País, que ilustra la cuestión. Todo el reportaje apunta en una misma dirección: en la Guerra Civil española se enfrentaron buenos y malos, y ganaron los malos. El texto empieza con líneas de Miguel Hernández, y sigue hablando de muertos. Sólo del bando perdedor. La noticia era que, en la fosa común de La Pedraja, en Burgos, habían aparecido cerebros conservados.

No se trataba de recuperar restos para que los familiares les dieran digna sepultura, algo que, por cierto, no veo que se haga para las víctimas desaparecidas provocadas por los republicanos. El forense Fernando Serulla dice: “Los asesinos quisieron eliminar a las víctimas, aplastar a su enemigo. Pero no pudieron acabar con sus ideas. Ni siquiera con sus cerebros”. No le queda al lector ninguna duda de que para el doctor Serulla las ideas de esas víctimas eran las buenas.

Y tampoco caben dudas sobre la intencionalidad política y no exclusivamente humanitaria de la Memoria Histórica. Dice el articulista: “La existencia de los cerebros preservados no es una anécdota científica. Al microscopio, todavía conservan estructuras nerviosas. Y un estudio preliminar ha mostrado que uno de ellos tenía una hemorragia subaracnoidea, una lesión típica tras un golpe en la cabeza en vida. “Nunca habíamos tenido una evidencia de lesiones traumáticas antes de la muerte. Es un indicio de torturas”, destaca Serrulla. El forense recuerda que el relator de Naciones Unidas Pablo de Greiff ha instado al Gobierno de Mariano Rajoy a dejar sin efecto la ley de amnistía de 1977 y a investigar judicialmente los crímenes del franquismo. Los cerebros preservados en La Pedraja podrían ser una prueba en un juicio”.

De eso es de lo que se trata: no de recordar sino de juzgar, y sólo a uno de los bandos que ensangrentaron el país en la Guerra Civil. Porque todo se reduce a “los crímenes del franquismo”, sólo el franquismo fue asesino. Los enemigos del franquismo, en cambio, fueron izquierdistas con ideales, poetas con sentimientos. La distorsión del pasado es tan clamorosa que sólo se sostiene como se sostiene, es decir, machacando y repitiendo la falsa versión angelical/demoníaca de nuestro pasado.

Y el uso torticero de la justicia es constante. Por eso he dicho en alguna oportunidad que el ex juez Garzón no es un héroe de los derechos humanos porque persiguió a Pinochet, sino porque persiguió a Pinochet y nunca le tosió a Fidel Castro. Las dos cosas juntas son imprescindibles.

Porque si a los crímenes del franquismo se suman los del antifranquismo, entonces estamos ante el reconocimiento de un pasado terrible, pero un pasado común. Ese reconocimiento lleva a la reconciliación, y fue la base de la transición democrática. Y por eso se la quieren cargar.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.

Democracias que mutan en dictaduras

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 8/5/17 en: http://economiaparatodos.net/democracias-que-mutan-en-dictaduras/

 

Por eso es importante insistir en limitar el poder del estado y no tanto en el voto para elegir autoridades

La dictadura chavista que hoy está cometiendo todo tipo de terrorismo de estado, encarcelando a opositores y asesinando a mansalva al pueblo venezolano surgió del voto popular. No es la primera vez que la democracia muta en dictadura. Hitler ganó las elecciones de noviembre de 1932 con el 33% de los votos. Sin embargo, por esas cosas de la historia, terminó siendo nombrado canciller estableciendo una de las dictaduras más sangrientas de la historia y sumergiendo a Europa en la Segunda Guerra Mundial.

Hay dos formas de llegar a una dictadura: 1) mediante las armas y 2) mediante el voto. En el caso 1) tenemos a Fidel Castro que bajo el argumento de luchar contra la dictadura de Batista, fue apoyado por el pueblo cubano y luego, una vez en el poder, estableció una dictadura mucho más feroz que la del sargento Fulgencio Batista. Castro se cuidó muy bien de no comunicar sus aspiraciones de establecer una dictadura comunista en Cuba y solo lo expresó abiertamente cuando tenía el control absoluto del poder armado.

Chávez primero intento llegar al poder por medio de un golpe de estado en febrero de 1992 y luego gana las elecciones presidenciales de 1998 pero escondiendo sus verdaderas intenciones de establecer una dictadura.

En nuestro país el kirchnerismo usó el voto para llegar al poder y luego, con recursos que le permitieron aplicar populismo en abundancia, quisieron “ir por todo” que no era otra cosa que establecer una dictadura simulando un sistema democrático.

Es claro que la democracia puede mutar en dictadura si los valores que imperan en una sociedad no son los de la libertad y el límite al poder del estado no es sólido. En una república democrática no solo es relevante la forma en que se eligen los gobernantes, el voto, sino que más importante aún es establecer límites al poder del estado. Es que en una democracia republicana el ciudadano se desarma y le entrega el monopolio de la fuerza al estado para que este defienda el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de las personas. Si luego de asumido el poder mediante el voto, la persona elegida usa el monopolio de la fuerza contra los ciudadanos, la democracia republicana muta en dictadura y resulta muy difícil quitársela de encima sin derramar sangre.

En la década del 70 una ola terrorista impulsada, apoyada, entrenada y financiada por Cuba y la URSS intentaron, mediante el uso de las armas, establecer dictaduras marxistas en casi toda América Latina. Esos intentos no contaron con el apoyo de la población y fueron derrotadas por las fuerzas armadas de cada país. Unas veces manteniendo la democracia republicana y otras mediante golpes de estado. Latinoamérica fue objeto de una agresión externa bajo la forma de terrorismo. Es decir, fue un terrorismo de estado exportado por Cuba hacia los países latinoamericanos. Fidel Castro utilizó el poder del estado cubano para financiar, entrenar y apoyar el terrorismo de las diferentes bandas de terroristas. Por eso lo hecho por el ERP y Montoneros fue terrorismo de estado, pero un terrorismo de estado apátrida porque, incluso, esos terroristas traicionaron a su país para intentar tomar el poder y ponerlo bajo la órbita del poder de marxista de Fidel Castro. El objetivo subordinar la independencia Argentina a los caprichos autoritarios de Fidel.

La ola de dictaduras latinoamericanas de fines de los 90 y principios de los 2000 comprendió que el camino para conseguir el poder no pasaba tanto por las armas, sino por el apoyo del pueblo. Para eso usaron la democracia republicana para llegar al poder y una vez en el poder, con el beneficio de buenos precios internacionales de los precios de exportación, consiguieron el favor del votante repartiendo dinero a diestra y siniestra. El objetivo era: 1) ganarse el favor del votante mediante la distribución populista del ingreso y 2) ir controlando los resortes del poder usando el monopolio de la fuerza persiguiendo implacablemente a los opositores. Un verdadero terrorismo de estado surgido del voto.

Obsérvese que la mayoría de los dictadores surgidos del voto han buscado la reelección indefinida. En unos casos lo lograron y en otros el pueblo le puso un límite. Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y Cristina Fernández en Argentina son tres ejemplos. El proyecto kirchnerista era muy similar al del chavismo pero Cristina Fernández se topó con una resistencia pacífica de la población que en 2013 le cerró las puertas a la reforma constitucional y a perpetuarse en el poder.

Es que una vez que estos gobiernos autoritarios surgidos del voto van ejerciendo el poder, terminan en la corrupción y en la violación de los derechos individuales que les impide dejar el poder. Saben que pueden ir presos por corrupción y abuso del poder, por lo tanto tratan de perpetuarse en el gobierno para su propia protección. Para alcanzar ese objetivo llega un punto en que tienen que ser cada vez más violentos con la oposición, más autoritarios en la política economíca que agoniza y más arbitrarios en el uso del monopolio de la fuerza.

Por eso es importante insistir en limitar el poder del estado y no tanto en el voto para elegir autoridades. En ser absolutamente intransigentes con la redistribución arbitraria de la riqueza y el ingreso, porque es esa redistribución arbitraria de la riqueza y el ingreso el arma que usan los gobierno autoritarios para perpetuarse en el poder. Necesitan robarle el fruto de su trabajo a unos pocos para luego repartirlo entre muchos que son los que les van a dar su voto para seguir en el poder. Cuando los recursos se acaban por la misma dinámica saqueadora del gobierno, entonces la represión se hace sentir sobre los sectores más humildes, como puede verse en Venezuela.

El huevo de la serpiente para que las democracias muten en dictadura está en ese poder que se le otorga a los gobernantes para repartir la riqueza a su gusto, comprando voluntades políticas. La democracia republicana puede ser atacada por su peor enemigo, las dictaduras, gracias al llamado estado benefactor que elimina el límite que debe tener el estado.

En definitiva, la socialdemocracia ha transformado la democracia en una competencia populista para terminar estableciendo dictaduras como la chavista. Ser absolutamente severos limitando el poder del estado es la única forma de evitar que democracias republicanas terminen en feroces dictaduras como la que está padeciendo el pueblo venezolano.

Recordemos, lo importante no es solo votar para elegir las autoridades, lo más importante es limitar el poder de esas autoridades surgidas del voto.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

Análisis de la guerrilla (2)

Por Gabriel Boragina Publicado  el 19/2/17 en: http://www.accionhumana.com/#!/2017/02/analisis-de-la-guerrilla-2.HTML

 

Como hubiéramos dicho antes[1] la historia de la guerrilla demostró como la misma degeneró, de ser una fuerza defensiva irregular hasta transformarse en una fuerza ofensiva (manteniendo -no obstante- su carácter de irregular).

«Los guerrilleros abundaron en las acciones de independencia americana: así Martín Güemes en Argentina, José A. Páez en Venezuela, Manuel Rodríguez en Chile. Los hubo luego en Francia ocupada («partisans»), en los países árabes, en Rusia, en China, en Vietnam. T. E. Lawrence, Mao y el «Che» Guevara las practicaron y también adoctrinaron sobre las mismas, siguiendo las huellas de Karl von Clausewitzí (On War, 3 ed., 1940), el primer teórico militar que dedicó atención a la estrategia guerrillera.»[2]

Este párrafo hace una mezcolanza que es importante aclarar. Las guerrillas de Mao y el «Che» Guevara no tuvieron que ver con la independencia americana, ya que lo que Mao y Guevara pretendían eran dar golpes de estado mediante acciones guerrilleras, que fue lo que también hizo Fidel Castro en Cuba con lamentable éxito. Mao dio el golpe en China, pero Guevara fracasó en sus intentos de golpes en países extranjeros. En este punto, es trascendental explicar que cualquier guerrilla se deslegitima cuando inicia el uso de la fuerza, lo que claramente no ha tenido que ver con países ocupados o invadidos. La historia de la guerrilla (hasta aquí reseñada) revela que hubo una degeneración de la misma, pasando de ser una fuerza defensiva (excusable) a ser otra ofensiva (inexcusable). Así, por ejemplo, la guerrilla argentina en el siglo XX tuvo dicho sesgo ideológico marxista-maoísta-guevarista y condición claramente ofensiva, no defensiva. Ha sido el caso, particularmente del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) FAL (Fuerzas Armadas de Liberación), Montoneros (peronistas) y otras organizaciones similares a estas.

«En la actualidad, las guerrillas tienen un fuerte sustento ideológico, y tratan de arraigar en el pueblo, al que ofrecen alimentos, dinero, atención médica y distintos servicios que tienden a popularizarlas. Su organización es severamente militar, sobre la base de células pequeñas que actúan como compartimientos estancos, sin conexión inmediata entre sí, para evitar delaciones o infidencias.»[3]

Es de destacar que el autor escribe su artículo en pleno auge de la guerrilla argentina, lo que puede ser un factor de importancia a la hora de observar la notable ambigüedad de su artículo. Aunque no aclara a cuáles guerrillas -en concreto- se está refiriendo en la cita, por lo que también resulta forzoso aclarar que -siempre en el caso argentino- no se dio el intento de la guerrilla de «arraigar en el pueblo» ofreciendo «alimentos, dinero, atención médica y distintos servicios». Por el contrario, la guerrilla argentina arremetió contra civiles y militares sin discriminación. En cambio, su organización fue –en efecto- severamente militar.

«Las armas de la guerrilla son, en principio, obtenidas de sus propios adversarios, a quienes procuran despojar. Asimismo, una guerrilla organizada siempre cuenta con posibilidades de fabricación «casera» de armamentos, explosivos y ropas, que a veces se montan en gran escala en campamentos o «santuarios». Tales «santuarios», que sirven para descanso, aprovisionamiento y organización, han sido, como en el caso de las fuerzas de Tito en Yugoeslavia, verdaderas catacumbas. La guerrilla, originariamente rural, se ha trasladado actualmente a las ciudades; y con frecuencia utiliza métodos sorpresivos, muy difíciles de prever, así como el sabotaje y el terror indiscriminado; y asaltos o secuestros para obtener dinero, que siempre necesita en cantidad.»[4]

En el caso de la guerrilla argentina de los años 70, se dieron todas estas combinaciones. Pero, además, es menester señalar que las organizaciones guerrilleras contaron con profusa provisión de armamento altamente sofisticado y de última generación proveniente de países extranjeros que promovían sistemáticamente la guerrilla a nivel internacional. Las fuentes de provisión de material bélico pesado procedían de la entonces existente URSS (en esa época poderosa potencia militar), Libia, al mando de Muammar El Kadafi, y -en nuestro propio continente- de Cuba con Fidel Castro a la cabeza, entre otros países de ideología afín, que adiestraban y alentaban el fenómeno guerrillero en el exterior. Montoneros, ERP, FAL, y otras facciones menores por el estilo, practicaron profusamente y con entusiasmo la metodología de secuestro, tortura y pedidos de sumas millonarias en concepto de rescate de sus víctimas.

«Existe además una permanente tendencia de los equipos guerrilleros a «regularizarse», y algunos jefes árabes han recibido cierto «status» aún por parte de las Naciones Unidas. Las fuerzas antiguerrilleras, en cambio, pretenden siempre tratarlos como simples bandidos, que no deben recibir, pues no practican tampoco, ninguno de los beneficios de las leyes de guerra. Esa lucha es muy difícil, en parte porque cierto conservadorismo de la oficialidad regular, apegada a procedimientos tradicionales, dificulta la adopción de tácticas eficientes e imaginativas. Asimismo, porque la lucha antiguerrillera suele causar molestias a la población inocente, irritándola contra los elencos regulares (Peter Paret • John Shy, Guerrilla y contraguerrilla, Ed. J. Alvarez, B». As., 1964, que incluye La guerra de guerrillas de Ernesto Guevara).»[5]

Recordemos que el autor en examen escribe su artículo en épocas de auge guerrillero. Resulta de interés remarcar que aquel atribuye la dificultad de combatir la guerrilla al hecho de que la oficialidad regular se resiste a adoptar la misma sistemática que practicaban los guerrilleros. Se deja en claro, una vez más, que el combate contra la guerrilla se da en un estado de guerra.

«Las guerrillas han logrado éxitos importantes; sin embargo, adolecen de ciertas limitaciones. En primer lugar la constante necesidad de mantener la ofensiva, arriesgando a veces una derrota que las suprima o desprestigie; además, su carácter «secundario», ya que normalmente sirven como elemento de apoyo, pero por sí solas son poco aptas para tomar el poder.»[6]

La guerrilla argentina estuvo a un punto de tomar el poder, pero no depusieron las armas voluntariamente. De alguna forma, la cita señala la inutilidad final de la guerrilla. Los guerrilleros expertos estaban bien conscientes de aquellas limitaciones, no obstante lo cual arremetieron cada vez con más saña. El rechazo de la población civil víctima de sus ataques y el apoyo explícito (o implícito) civil a las fuerzas armadas que contrarrestaron a los guerrilleros, fueron factores determinantes que evitaron la toma del poder por parte de estos últimos.

[1] Análisis de la guerrilla

[2] Dr. Horacio J. Sanguinetti. Voz «Guerrilla» en Enciclopedia Jurídica Omeba. Apéndice 2 Letra G

[3] Dr. Sanguinetti, H. J. Op. Cit. Ídem.

[4] Dr. Sanguinetti, H. J. Op. Cit. Ídem.

[5] Dr. Sanguinetti, H. J. Op. Cit. Ídem.

[6] Dr. Sanguinetti, H. J. Op. Cit. Ídem.

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Un año de Cambiemos

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 4/12/16 en: http://economiaparatodos.net/un-ano-de-cambiemos/

 

Falta que el gobierno comience a cambiar el discurso populista por un discurso que hizo grande a Argentina: me refiero al discurso de la cultura del trabajo

A punto de cumplirse un año desde que asumió Macri la presidencia, en mi opinión se observan cambios muy relevantes y estancamiento en otros.

Basta con recordar los discursos de violencia verbal de Cristina Fernández buscando enfrentar a la sociedad y compararlos con los actuales discursos de Macri en que prima la buena educación, el respeto hacia el que piensa diferente, como para reconocer un cambio de ambiente que tiende a pacificar los espíritus. Se podrá disentir con muchas de las cosas que dice Macri, pero eso no pasa de visiones diferentes sobre cómo recuperar la prosperidad de la Argentina. Francamente no recuerdo, en todo este año, una sola palabra descalificadora de Macri hacia nadie como solía hacer CF con su famoso abuelito amarrete, el empleado de la inmobiliaria escrachado en cadena y mil cosas más.

Tampoco los discursos de Macri están montados en una escenografía en la que se convoca a los aplaudidores de siempre como hacía CF. Necesitaba de los aplausos para satisfacer su inmenso ego. Para algunos estos puntos podrán resultar indiferentes o superficiales, para mí hacen a la convivencia de un pueblo civilizado y respetuoso. A la buena educación de sus gobernantes, punto de partida para construir un país. Y el ejemplo de convivencia y respeto ahora parte del presidente de la nación, cuando antes partía de la boca de CF el resentimiento, la agresión y la descalificación.

Otra cosa valiosa para mí es haber recuperado los actos patrios como actos patrios no como actos partidarios en los que solo había banderas de La Cámpora, imágenes del Che y fotos de NK, uno de los corruptos más grandes de la historia argentina.

Aún con las fuertes diferencias que tengo con el gobierno en materia de política económica, no puedo dejar de reconocer que el gobierno de Macri nos ha devuelto el sentido de Argentina para todos los argentinos y no para una fracción de fanáticos al estilo fascista.

No es tema menor que Argentina haya recompuesto relaciones con los países que respetan los derechos individuales. Hoy tenemos una mejor relación con el mundo civilizado. Nuestros funcionarios ya no se juntan con genocidas como Fidel Castro o el tirano Maduro y su corrupto régimen chavista.

El punto más débil del gobierno está en la política económica y en su discurso al respecto. Por el momento ha sido incapaz de avanzar en reformas estructurales del sector público, en materia impositiva, reforma laboral y otros puntos clave. Por el contrario, se ha limitado a cambiar la forma de financiar un déficit fiscal descomunal. El kirchnerismo lo financiaba con expropiaciones y emisión monetaria y el macrismo recurre al endeudamiento para cubrir el bache. Cambió la forma de financiar el déficit pero no se intentó disminuirlo, por el contrario, aumentó. Además sigue usando el tipo de cambio como ancla contra la inflación al igual que la mayoría de los gobiernos anteriores, incluido el kirchnerismo.

El gasto público no se anima a bajarlo y hacen recaer todo el peso del ajuste de la economía sobre el sector privado, que continúa perdiendo puestos de trabajo mientras que en el sector público y su legión de ñoquis heredada parece intocable. Es como si hubiese ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Los empleados estatales, en sus tres niveles, son intocables y no pueden perder sus puestos de trabajo porque hay que evitar el conflicto social. Pero que el sector privado pierda 105.000 puestos de trabajo entre diciembre pasado y agosto, parece no importarle a nadie del gobierno.

Uno comprende que décadas de populismo y el destrozo heredado de los últimos 12 años no permiten solucionar todo de un día para otro. Ni siquiera pasa por mi mente creer que el déficit fiscal heredado pueda eliminarse en un año. Lo que me preocupa es el discurso económico del gobierno por el cual el “asistencialismo” sigue siendo un derecho en vez de un apoyo transitorio que el contribuyente, no el gobierno ni el estado, le otorga a determinadas personas. Se insiste con que son derechos adquiridos y eso hace que el macrismo contribuya a consolidar los valores que destrozaron la Argentina. En vez de defender la cultura del trabajo, insisten con defender la cultura de la dádiva.

Por otro lado, la política impositiva sigue tratando a los que trabajamos en blanco como esclavos que tenemos que mantener a una legión de planeros, empleados públicos y demás gastos inútiles del estado. Gastos que se solventan con el trabajo de gente decente que es saqueada impositivamente para sostener un estado sobredimensionado propio de los sistemas fascistas y populistas.

De nuevo, no digo que de un día para otro se solucione el monumental problema fiscal heredado, pero sí esperaba que de un día para otro el gobierno empezara a tener un discurso diferente al populismo que nos viene hundiendo desde hace décadas.

En síntesis, en estos 12 meses se ha logrado frenar las políticas de confrontación del kirchnerismo y tenemos un comportamiento mucho más educado y presentable ante el mundo y ante nosotros mismos.

Falta que el gobierno comience a cambiar el discurso populista por un discurso que hizo grande a Argentina: me refiero al discurso de la cultura del trabajo, de respetar la propiedad privada y, particularmente, dejar de tratarnos a quienes pagamos impuestos como esclavos a los que hay que humillar impositivamente para que el gobierno mantenga el poder y otros vivan a costa de nuestro trabajo.

Veremos si al comenzar el segundo año de mandato el gobierno cambia el rumbo de su discurso que todavía está impregnado de populismo o mantiene el rumbo decadente de la cultura de la dádiva.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE