En campaña, son todos buenos

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 11/10/18 en: https://alejandrotagliavini.com/2018/10/11/en-campana-son-todos-buenos/

 

El actual presidente brasilero dejará el país algo mejorado gracias a unas pocas reformas, como en lo laboral: entre otras cosas, eliminó la obligatoriedad que tenían los trabajadores de pagar la contribución sindical, disminuyendo el poder abusivo de los sindicatos. Pero aún quedan regulaciones laborales -que impiden la plena ocupación, como el salario mínimo que prohíbe trabajar a quienes ganarían menos- y la desocupación subió de 6,2% en 2013 hasta 12,2% en 2018.

Además, puso un límite al aumento del gasto público que no debe superar a la inflación, logró que las tasas de interés que eran muy altas -hasta 17%- cayeran a 6,5% y ha controlado la inflación: 3,4% en 2017 y 3,7% en 2018. Pero, la recuperación sigue lenta. En 2017 el PIB subió 1,5%, y las exportaciones aumentaron 18%. Las previsiones son optimistas para 2018, con un crecimiento del PIB del 2,3% y una inflación de 3,5%.

Y ahora Jair Bolsonaro sería el próximo presidente si gana la segunda vuelta contra al candidato del PT de Lula, Fernando Haddad. Bolsonaro aprovechó la imagen de corrupto que tiene el PT. Corrupción que, por cierto, es grave no solo en Latino América. La periodista Viktoria Marinova apareció muerta en Bulgaria, días después de ventilar casos de corrupción con fondos de la Unión Europea y, en un solo año, también fueron asesinados los periodistas Daphne Caruana en Malta y Jan Kuciak en Eslovaquia, que investigaban corruptelas.

La política derechista Bolsonaro al punto que The Economist aseguró que será “desastroso” y Fernando Henrique Cardoso -ex presidente de Brasil, autor del boom que heredó Lula- dijo que no le agrada “Ninguno… pero Bolsonaro está excluido”. En lo económico, tiene un discurso alentador y la Bolsa reaccionó eufórica: “Mercado libre y menos impuestos es mi consigna” twitteo.

Lo que no es poco ya que los impuestos perjudican a todos, pero, sobre todo, a los más pobres ya que los ricos los pagan aumentando precios o bajando salarios. Planea, además, la privatización de empresas, la reducción de la burocracia y una fuerte desregulación de la economía.

En el exterior, algunas empresas están muy interesadas en quién sea el ganador, por caso, las 22 compañías españolas que cada año ganan unos US$ 27.000 M en Brasil, el doble de las exportaciones anuales argentinas hacia el país de la Samba. Pero para España, en su conjunto, es poco más que anecdótico.

La política brasilera no debería tener mucha influencia en los demás países, salvo en casos como Argentina que tiene una economía muy regulada, encorsetada, y así, no pudiendo moverse, no pudiendo ser creativa, cualquier variación en los flujos fijos como las exportaciones hacia Brasil, puede resultar negativa.

Dicen los rumores que el derechista ex militar potenciaría el desarrollo nuclear brasilero, y es uno de los líderes más críticos con Maduro, “el único candidato que dice abiertamente que seguirá una línea dura para acabar con el hambre en Venezuela es Jair”, proclamó su hijo Eduardo, el diputado federal más votado del país.

Por cierto, en campaña todos los candidatos son buenos y Bolsonaro intenta mostrarse como un hombre de centro. En tanto que Haddad hasta prometió bajar los impuestos, “para que quien sustente el Estado no sean los pobres”, y favorecer la creación de nuevos bancos para bajar más las tasas de interés.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Brasil: una elección clave, todavía impredecible

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 20/9/18 en: https://www.lanacion.com.ar/2173326-brasil-eleccion-clave-todavia-impredecible

 

La descalificación definitiva de la candidatura presidencial del expresidente Luiz
Inácio Lula da Silva -consentida, en una suerte de forzada capitulación por el popular
exlíder sindical- proyectó incertidumbre sobre los resultados de las próximas elecciones
presidenciales de Brasil . Ocurre que, pese a estar preso y condenado a doce años de
cárcel por corrupción y lavado de dinero, Lula obtenía -al tiempo de terminar
judicialmente descarrilado- un increíble nivel de adhesiones; esto es, nada menos que el
39% de la intención total de voto.
Su heredero ya designado como candidato oficial del Partido de los Trabajadores,
Fernando Haddad, recibe en cambio, endosos por parte de un 18% de los encuestados.

Con ellos parece estar todavía detrás de Jair Bolsonaro , el candidato de la derecha
nacionalista, que se repone lentamente de un atentado contra su vida. A los 63 años,
Bolsonaro cuenta con un impactante 28% de apoyo. Y, por sus posiciones extremas, con
un 60% de rechazo. Mientras tanto, Haddad, como delfín de Lula que es, seguramente
no ha encontrado aún su «techo».
Jair Bolsonaro está internado en el Hospital Israelita Alberto Einstein, luchando por
superar un trance duro, luego de ser apuñalado en el abdomen, en Juiz de Fora. Por ello
su campaña personal, al menos por un rato, transitará esencialmente por las redes
sociales. Las encuestas sugieren que de pronto podría, pese a todo, imponerse en la
primera vuelta, el próximo 7 de octubre. Pero las predicciones ahora agregan que hasta
podría consolidar una eventual victoria en la segunda vuelta electoral, el 28 de octubre
que viene.
Haddad lleva como compañera de fórmula a la joven Manuela Dávila, del Partido
Comunista. Lo que es toda una señal. No obstante, luego de su ponderada gestión
municipal en la enorme ciudad de San Pablo, se lo tiene como un político prudente,
sereno y más bien moderado. Por oposición a un demoledor. O a un «anti-sistema». No
obstante, de triunfar Haddad probablemente deje sin efecto algunas de las reformas
estructurales que Brasil necesita imperiosamente para dinamizar su economía. Me
refiero a los límites al gasto público, a la reforma de un sistema jubilatorio asfixiante y a
la flexibilización laboral.

Fernando Haddad -de 55 años- es esencialmente un intelectual. De profesión abogado,
tiene un master en economía, un doctorado en filosofía y enseñó ciencias políticas. Pero
no cuenta con el carisma de Lula.
Con la aludida intención de voto en su poder, Haddad tiene también otros tres
contendores a la presidencia brasileña. Entre ellos, el izquierdista exgobernador de
Ceará, Ciro Gómez, con el 11%. La más bien centrista Marina Silva, ahora con el 5%. Y el
favorito de los empresarios, Geraldo Alckmin, con el 6%.
Esto último contribuye a transmitir la impresión de que nada está resuelto en una
elección de resultados que aún parecen estar abiertos. A lo que se agrega el hecho no
menor de que todavía uno de cada cuatro brasileños encuestados se autocalifica de
«indeciso».
Como muchos políticos en el Brasil actual, Haddad ha sido acusado de corrupción
durante su gestión en la Municipalidad de San Pablo. Siendo ese un mal que
desgraciadamente está extendido en Brasil, cabe anticipar que esas acusaciones
difícilmente lo perjudiquen o desequilibren políticamente en demasía. Se lo vincula con
la constructora de obra pública: UTC.
Quienes lideran las actuales intenciones de voto en las elecciones brasileñas que se
acercan, han adoptado discursos de campaña muy disímiles. Pero con tonos moderados,

por oposición a desafiantes o descalificadores.
En síntesis, los votantes brasileños están, por el momento, divididos en dos mitades.
Una primera en la que aparecen quienes prefieren a los dos candidatos que hoy lideran
las encuestas. O sea Jair Bolsonaro y a Fernando Haddad. Y una segunda mitad, que
amalgama a los seguidores de los candidatos presidenciales con posibilidades remotas,
sumados al 25% de los votantes que prefieren definirse como integrando el caudal de los
«indecisos».
Una sociedad vigorosa, que hoy pugna por recuperar el optimismo extraviado respeto de
su propio futuro y por volver rápidamente a crecer con vigor saliendo de una etapa de
inmovilismo, se acerca a elecciones que quizás puedan calificarse como las menos
predecibles de los últimos tiempos. En juego está recuperar el entusiasmo que la
caracteriza cuando de proyectar su futuro se trata. Para nosotros, en cambio, la
esperanza apunta al fortalecimiento de nuestro principal socio comercial y a poder
aprovecharlo.
Cabe destacar que en Brasil se respetó el calendario electoral previsto. Y que el liberal
presidente Temer, pese a su debilidad de origen, a su impopularidad y a las acusaciones
de corrupción, podrá completar su mandato, proyectando normalidad.

Si, finalmente, Jair Bolsanario es elegido presidente, seguramente renacerá en Brasil el
discurso oficial nacionalista. Aquel que en síntesis sostiene que el liderazgo de Brasil
excede el marco de la región y es su «destino manifiesto». Y que ha sido históricamente
proclive al proteccionismo y al intervencionismo estatal, en favor del empresariado
local.
Si el vencedor termina, en cambio, siendo Fernando Haddad, no cabe descartar un
regreso al populismo que -con algunos perfiles afines al kirchnerismo- terminó
anestesiando a la economía brasileña.
Ambas alternativas -diferentes, por cierto- contienen riesgos para nuestra economía, los
que deberán ser evaluados y seguidos de cerca, frente a un Brasil en el que, queda visto,
el proteccionismo podría reaparecer, sea del brazo del nacionalismo o como
consecuencia del populismo.

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.