Los bancos centrales no pueden hacer crecer los árboles hasta el cielo

Por Aldo Abram: Publicado el 20/3/23 en: https://www.infobae.com/opinion/2023/03/20/los-bancos-centrales-no-puede-hacer-crecer-los-arboles-hasta-el-cielo/

La torre del Bank for International Settlements (BIS), en Basel, Suiza. Es el banco central de los bancos centrales (REUTERS/Arnd Wiegmann/File Photo)

La torre del Bank for International Settlements (BIS), en Basel, Suiza. Es el banco central de los bancos centrales (REUTERS/Arnd Wiegmann/File Photo)

Sólo algunos “agoreros” advertíamos que seguir con esa política monetaria expansiva, superada la pandemia, no era sostenible e, incluso, podía terminar en una nueva crisis mundial

Como siempre, los políticos y los funcionarios de los bancos centrales del mundo salieron a buscar culpables del actual tembladeral internacional. Como en 2007-2008, se señala que el problema es la desregulación del sistema financiero y, como entonces, no hay tal falta de normativas, en realidad son excesivas.

Es cierto que, en la crisis anterior, el estallido empezó en el sector hipotecario de EEUU. Simplemente porque el gobierno decidió, demagógicamente, facilitar ese tipo de crédito para “que todos los estadounidenses tuvieran acceso a una vivienda”. Por lo tanto, relajaron las condiciones para que dos grandes instituciones semiestatales pudieran recomprar hipotecas, Fannie Mae y Freddie Mac. Para ese entonces, desde los bancos centrales, liderados por la Reserva Federal, venían inyectando enormes excesos de liquidez. Esto hizo que los rendimientos fueran ínfimos en los mercados de bajo riesgo, por lo que los inversores buscaron más rendimientos asumiendo más riesgo. Así que uno de los grandes negocios fue prestarle a gente de pocos recursos a tasas altas y venderles esas hipotecas a estas instituciones semiestatales. Cuando estos deudores empezaron a no poder cumplir sus compromisos, se produjo la explosión.

No es que los excesos de emisión de los bancos centrales de los países desarrollados no estuvieran generando burbujas en todos los mercados de activos, sino que el mercado hipotecario de EEUU fue el que tuvo más incentivos para recibir más de esa liquidez. Es como si todos empezáramos a inflar globos, todos van a estallar en algún momento, sólo que aquel del que sople más fuerte reventará primero y, los demás, después. Así fue y se convirtió en una crisis mundial.

Ahora, volvemos a las andadas. Con motivo de las restricciones que se gestaron a partir de la pandemia, los bancos centrales salieron a emitir moneda para sostener la economía. Sin embargo, cuando la emergencia se superó, siguieron incrementando la liquidez, argumentando que no generaría inflación. Obviamente, se equivocaron, la depreciación de las monedas hizo que los precios empezaran a subir. Al inicio, lo justificaron en “problemas de logística” o “de escasez de oferta”, al mejor estilo de los funcionarios y políticos argentinos. Por supuesto, ese no era el problema de fondo y, por ello, no debería extrañar que la inflación siguiera escalando. Entonces, los banqueros centrales dijeron que no nos preocupáramos, que sería sólo coyuntural, pero no lo fue y en algunos países desarrollados superó el 10% interanual.

El expresidente de la Reserva Federal estadounidense, Paul Volcker (REUTERS/Eduardo Muñoz)El expresidente de la Reserva Federal estadounidense, Paul Volcker (REUTERS/Eduardo Muñoz)

La realidad es que nadie quería cortar la fiesta, en donde los que apuestan a los mercados financieros tienen garantizadas las ganancias y los políticos creen que pueden impulsar artificialmente la economía para ganar votos. Por supuesto, los árboles no crecen hasta el cielo y, en economía, no hay magia. Si algo crece artificialmente, como los precios o el nivel de actividad, deberá caer, como en las leyes de la física. Sólo algunos “agoreros” advertíamos que seguir con esa política monetaria expansiva, superada la pandemia, no era sostenible e, incluso, podía terminar en una nueva crisis mundial.

La realidad es que, hasta fines de 2021, los bancos centrales estuvieron inflando “burbujas” en todos los mercados de activos y, de haber seguido aumentando la liquidez, seguramente hubieran estallado el año pasado. Un ejemplo de las inversiones que se vieron incentivadas artificialmente por esta excesiva de dinero fueron las “criptomonedas”, cuyos valores subieron espectacularmente y ahora se desploman.

Si bien las autoridades monetarias empezaron a ser más austeras a partir de 2022, las cartas están jugadas y nos balanceamos en el desfiladero. Ahora, tienen que salir a salvar a las instituciones que, debido a los excesos de liquidez y los bajos rendimientos generados por los bancos centrales, fueron incentivadas a invertir en activos de alto riesgo, cuyos precios se desbarrancan. Por otro lado, no se puede volver a la “fiesta de emisión” sin arriesgarse a una debacle mucho mayor.

Esto también ya lo vivió el mundo con la crisis de los ´70, mal llamada “del Petróleo”. Los desmanejos monetarios de la Reserva Federal en los ´60, volvieron insostenible el patrón oro que regía por entonces, así que tuvieron que abandonarlo. El resultado fue una fuerte depreciación del dólar, debido a los anteriores excesos de emisión. Todos los precios subieron, aunque es cierto que el del petróleo lo hizo en mayor medida. Se intentó enfrentar la escalada inflacionaria con austeridad monetaria; pero, cuando aparecieron los costos en términos de pérdidas de capital y caída de nivel de actividad, los bancos centrales volvieron a los excesos de liquidez.

Eso hizo que la crisis durara una década, hasta que asumió como Presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, y anunció que recuperaría la confianza en un dólar estable. A esa altura, con una inflación desmadrada, tuvo que encarar una contracción monetaria fenomenal, mucho mayor a la que hubiera sido necesaria si se hubiera hecho el ajuste a tiempo. La historia es tristemente conocida, a principios de los ´80, muchos de los países emergentes a los que habían ido los excesos de liquidez en busca de rendimientos, terminaron en la quiebra, entre ellos, Argentina.

Se logró estabilizar la economía de EEUU y el mundo; pero a un costo fenomenal. Desde entonces, los bancos centrales volvieron a generar “burbujas” y nuevas crisis, demostrando que sus funcionarios son incapaces de aprender. Siguen pensando que son magos que pueden “hacer crecer los árboles hasta el cielo”. Lástima que, luego, los que se pegan flor de porrazo al caerse de lo alto de esos “árboles” son el resto de los mortales que sufrimos las consecuencias de sus errores.

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) Es director de la Fundación Libertad y Progreso. Sigue a @AbramAldo

La Crisis Subprime no fue una crisis del capitalismo

Por Iván Carrino. Publicado el 6/9/18 en:

 

El pasado 15 de septiembre se cumplieron diez años de la caída de Lehman-Brothers, la punta del iceberg de la crisis económica más grande de la historia reciente.

El lunes 15 de septiembre de 2008 el mundo amaneció con la noticia financiera más impactante de los últimos tiempos. Lehman Brothers, un banco de inversión norteamericano fundado en 1850 y con activos por nada menos que USD 690.000 millones, había iniciado formalmente el proceso de bancarrota.

Una semana antes, la presión sobre la empresa venía creciendo de manera incesante. Sin embargo, ni siquiera sus empleados preveían dicho final.

“Nunca pensamos que iba a colapsar” confesó Luis Sánchez, un “VP” de la empresa, en una entrevista reciente concedida al Wall Street Journal.

Lo mismo pensaba Larry Bortstein, el director de la parte legal-tecnológica de la compañía:

“Había una sensación de que, de alguna manera, los ejecutivos encontrarían la forma de inventar algo para salvar a la empresa.”

Según cuenta Lynn Gray, la directora global del área administrativa, el viernes 12 de septiembre la mayoría de la gente dejó su oficina creyendo que el fin de semana la compañía sería comprada por Bank of America o Barclays.

Sin embargo, los acontecimientos tomaron un rumbo distinto:

“El domingo recibí una llamada de uno de los Gerentes Senior. Me pidió que fuera a la oficina y me dijo que me estaba llamando desde la Reserva Federal”  

Por la noche, los 26.000 empleados de Lehman Brothers recibieron un correo electrónico donde se les explicaba que la empresa había declarado formalmente la quiebra. A la mañana siguiente, las imágenes de los empleados retirándose del edificio con sus pertenencias guardadas en cajas recorrieron el mundo.

Fue la quiebra más grande la historia. Lehman tenía una deuda de USD 613.000 millones, cuatro veces la que llevó a Argentina a su default en 2001.

Punta del Iceberg

Lo sucedido con este gigante de la banca de inversión no fue algo aislado. Ya hacía varios meses que el sector financiero en Estados Unidos venía sufriendo una crisis generalizada de confianza, con los valores de sus acciones cayendo a ritmos espectaculares.

Wall Street literalmente se venía abajo. Entre diciembre de 2007 y diciembre de 2009, el índice de acciones Standard & Poor’s mostró 12 meses de variaciones negativas. El mes de la quiebra de Lehman aceleró la debacle. Septiembre, octubre, noviembre y todos los meses siguientes hasta abril de 2009 fueron negativos para la bolsa norteamericana.

El S&P 500 había perdido nada menos que 524 puntos, una caída del 41%.

El desplome financiero era el resultado de una irresponsable acumulación de préstamos de mala calidad por parte de los bancos y otras entidades, especialmente enfocados en el mercado de la vivienda. En los años previos al 2008, el crédito había fluido en cantidades industriales hacia el sector hipotecario, estimulando un boom de producción, ventas y suba de precios.

Pero un día la fiesta llegó a su fin. Muchos de los créditos otorgados habían ido a acreedores “sub-prime”, quienes tenían poca capacidad de pago, especialmente cuando las tasas de interés comenzaron a subir.

El castillo de naipes se derrumbó.

Crisis del capitalismo

10 años después, todavía se debaten las causas de la recesión. La versión más comúnmente escuchada es que la de 2008-09 fue una más de las tantas “crisis del capitalismo” que ocurren cada tanto.

La explicación que se ofrece en este sentido es algo así: dado que los agentes económicos son extremadamente codiciosos, siempre inventarán formas creativas para generar ganancias,  sin importar las consecuencias sobre el resto de la economía.

Así, los banqueros decidieron prestar a quienes no podían repagar sus deudas solo para agrandar sus carteras de préstamos y multiplicar su rentabilidad, incluso cuando prestaran a tasas bajas. En la misma línea, los operadores inmobiliarios vendieron cualquier cosa, y lo mismo hicieron los consumidores, compraron solo porque pensaban que su vivienda iba a subir de precio.

Así, sin control por parte del estado, la especulación sin freno habría llevado al posterior desastre.

Ahora bien, esta lectura de los hechos es ingenua y, además, incorrecta. Es que si la codicia fuera la causa de las crisis, también deberíamos decir que la fuerza de gravedad es la causa de los accidentes aéreos. No obstante, a pesar de que la fuerza de gravedad empuja a todos “hacia la tierra”, los aviones igual vuelan.

Lo mismo pasa en los mercados financieros: la codicia es una constante y no siempre hay crisis.

En su trabajo “La Casa que Construyó el Tío Sam”, los investigadores norteamericanos Peter Boettke y Steven Horwitz analizan las raíces profundas de la crisis subprime. Para ellos, la debacle financiera vivida hace 10 años poco tuvo que ver con el capitalismo y mucho con el intervencionismo.

De acuerdo con su investigación, la crisis no fue más que el estallido inevitable de una burbuja insostenible alimentada por la política monetaria de la Reserva Federal y la política regulatoria del gobierno federal.

Para Boettke y Horwitz:

“Entre 2001 y 2006, la Reserva Federal persiguió la política monetaria más expansiva desde, al menos, la década de 1970, empujando las tasas de interés muy por debajo de su nivel natural.

En enero de 2001, la tasa de los fondos federales, la más importante que la Fed controla, estaba en 6,5%. 23 meses más tarde, después de 12 recortes consecutivos, se ubicó en 1,25%…”

Gracias a esta política monetaria ultralaxa es que se realizaron muchas inversiones incorrectas, pero no producto de una “exuberancia irracional, sino por una Fed que prácticamente regalaba dinero para ser invertido en casi cualquier cosa.

La manipulación de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal estaba enviando la señal incorrecta a los inversores, y también a los constructores de viviendas. Se indicaba falsamente que había crédito barato y que los proyectos de inversión serían viables en el largo plazo.

Fannie y Freddie

Por si esto fuera poco, existieron nuevas intervenciones que inflaron artificialmente el mercado de la vivienda. Fannie Mae y Freddie Mac eran dos empresas con patrocinio estatal que operaban en el mercado secundario del crédito. Básicamente, una vez que un banco comercial otorgaba un crédito hipotecario, luego podía vendérselo a estos dos gigantes a cambio de un descuento.

El tema es que Freddie y Fannie estaban aseguradas contra pérdidas, puesto que el gobierno saldría al rescate de las mismas, dado que se trataba de “Empresas Patrocinadas por el Estado”, o GSE, por sus siglas en inglés.

Además, a Fannie y Freddie se las presionó para que favorecieran el crédito a los sectores “postergados”, motivo por el cual diseñaron toda una serie de instrumentos para facilitar el acceso.

De acuerdo con los Boettke y Horwitz:

“Las bajas tasas de interés, combinadas con la compra de hipotecas por parte de las paraestatales Fannie y Freddie, hicieron alta y artificialmente rentable prestar a cualquiera que quisiera un crédito para su vivienda”.

Aprender la lección

A diez años de la más fuerte recesión económica de la historia global, es importante que aprendamos la lección. Si nos guiamos por la lectura tradicional de los hechos, avanzaremos con medidas de más regulación,  más restricciones financieras y nuevos estímulos monetarios que generarán burbujas que inevitablemente terminan en nuevas crisis.

Pero si aceptamos la otra lectura, entonces deberíamos movernos en el sentido contrario. Menos regulación, más libertad para las empresas y los consumidores, y una economía más sostenible en el largo plazo.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.