MI VISIÓN DEL TOMISMO, HOY.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 23/9/18 en: http://gzanotti.blogspot.com/2018/09/mi-vision-del-tomismo-hoy.html

 

 (Cap. 5 de mi libro Judeocristianismo, Civilización Occidental y Libertad, Instituto Acton, Buenos Aires, 2018).

  1. Un problemático intento de recuperación

No hemos llegado aún al problema esencialmente político del magisterio del s. XIX, especialmente Gregorio XVI y Pío IX, cerrados, “casi” sin salida –gracias a Dios, siempre hay un casi– a todo diálogo con el mundo moderno, que no pudieron distinguir del Iluminismo. Pero ello coincidió no de casualidadcon el tomismo de fines del s. XIX y principios del s. XX –podríamos decir, sus primeros 50 años–. No nos estamos refiriendo a la encíclica Aeterni patris de León XIII, pero sí a cierto “espíritu” que rodea a este noble y casi logrado intento de recuperación de Santo Tomás de Aquino y con ello su visión de la ley natural.

No nombraremos a nadie para no ser injustos con santos varones que merecerán siempre más gratitud que otra cosa. Sin embargo, ahora, a principios del s. XXI, estamos en condiciones de tener una visión retrospectiva sobre lo ocurrido, con cierta distancia crítica, para tratar de mejorar.

Cuando decimos “cierto espíritu” no nos referimos a la letra, tan bien cuidada, de los tecnicismos de Santo Tomás de Aquino y la impresionante ayuda que ello significó para la correcta educación filosófica y teológica de todos los fieles en el s. XX. Nos referimos en cambio a lo siguiente:

  1. a)El tomismo aparece como un caballero medieval con lanza y escudo “contra” la modernidad en general. Sus manuales no son sólo para explicar a Santo Tomás, sino como un recetario “de los errores de los malos” y la forma de contestarles. Especialmente, hay un desprecio y una incomprensión manifiesta para con Duns Escoto, Descartes y Kant. Cuando decimos incomprensión, decimos que sus circunstancias históricas no están bien analizadas y son vistos sólo desde sus defectos y no desde sus salidas: Husserl, en el caso de Descartes, y Kant no es comprendido como un coherente resultado del diálogo Descartes-Hume y, por ende,como enseñanza de lo que hay que cambiar(la relación sujeto-objeto, la diferencia mal planteada entre esencia y existencia, etc.). Husserl tampoco fue comprendido, excepto por Karol Wojtyla y, especialmente, por Edith Stein, quien tiene una visión de San Agustín, Descartes y Husserl en la misma línea (una herejía para muchos tomistas) y una mejor comprensión de la individualidad citando al mismo Escoto (otra herejía para muchos tomistas). A Descartes se le critica casi desesperadamente su realismo “mediato”, en contraposición con el “inmediato” sin comprender que hablar de la “evidencia del mundo externo” es colocarse en el mismo planteo sujeto-objeto que vició el problema del conocimiento. Se lo critica como si fuera un infradotado que no se dio cuenta de que lo real no puede basarse en lo ideal, ignorando que el “yo pienso” cartesiano es de una res (cogitans) que es real, no ideal, o sea, la inteligencia misma. Finalmente, se lo coloca como el origen de Hegel, cuando definitivamente no es así: Hegel es la coherente conclusión de Parménides-Plotino-Spinoza, y no de una metafísica cristiana como la de Descartes. Pero, volvemos a decir, sin Descartes no puede comprenderse a Husserl, y sin Husserl no hay posible unión de Santo Tomás con el giro fenomenológico y hermenéutico de la filosofía contemporánea.
  2. b)Simultáneamente con esto, la presentación que hacen los manuales tomistas de los autores que NO son tomistas es tan estereotipada, tan “hombre de paja”, que son presentados sencillamente como los que “no entienden”. No son presentados hermenéuticamente, en su circunstancia histórica, como hace Ortega en “En torno a Galileo”: son presentados como autores verdaderamente imbéciles. Ello, sumado a una Iglesia enfrentada al mundo moderno en lo político, y que además prohibía leer a dichos autores en sus fuentes, formó generaciones de católicos que pensaban que debían y podían “enfrentarse” a la filosofía moderna y contemporánea sólo muñidos de lo que los manuales les habían enseñado sobre esos “tontos”. Por supuesto, para cualquier estudioso inteligente ese tomismo quedaba sólo como un recuerdo de formación juvenil, pero lo peor era confundirlo con Santo Tomás.
  3. c)Pero lo más grave fue sacar a Santo Tomás de Aquino de su contexto teológico. Esto fue comprensible luego de la lucha de Pío X contra el “modernismo”. Claro, no era cuestión de convertirlo en un autor fideísta.

Pero tampoco era cuestión de convertirlo en manuales racionalistas que partían de la filosofía de la naturaleza, seguían por antropología filosófica y terminaban en una ontología y “teodicea” como preparatorias para una teología. Ontología y teodicea que estaban basadas fundamentalmente en los comentarios de Santo Tomás a Aristóteles. Con lo cual se daba la impresión de que podía haber una sola filosofía que llegara perfectamente a Dios creador, al alma inmortal, al libre albedrío, a la ley natural, sin ningún tipo de contexto teológico.

Lo que se pretendía, en realidad, era, dada la época, poder tener una especie de “filosofía de combate contra el mundo no creyente” al cual se le pudiera decir “yo no parto de ningún dato de Fe”, para poder “enfrentarlo” (no creo que “dialogar”) sin que el otro pudiera alegar una fe que no compartía. Ok, comprensible, pero en 2017 podemos decir que dicha estrategia salió muy mal.

Primero, porque es imposible, y este es el punto fundamental. Olvida el círculo hermenéutico “creo para entender y entiendo para creer” de San Agustín. Presupone que la sola razón puede llegar a la noción de Dios creador, lo cual implica ignorar que es el horizonte judeocristiano el que elevó a la razón humana a su máxima potencialidad, dialogar con la filosofía griega y así poder elaborar una síntesis donde razón y fe fueran las dos piernas de una misma caminata. Gilson se acercó a ello cuando defendió la filosofía cristiana, aunque en realidad más que una filosofía cristiana hay cristianos filósofos, esto es, en diálogo con toda razón que tenga algo de verdad. Mucho más se acercó Gilson en su ya citado libro “Los filósofos y la Teología”, pero fue el único caso.

Segundo, porque se rebajó a Santo Tomás a un mero comentarista de Aristóteles[1]. Nadie niega el impresionante valor del aristotelismo cristiano medieval, de San Alberto Magno y de Santo Tomás de Aquino, pero nadie puede afirmar que las obras principales de Santo Tomás sean sus comentarios a Aristóteles, por más monumentales e importantes que sean. Fueron la obra de un teólogo que usaba a Aristóteles para sus fines, un Aristóteles que ya había sido traducido del Griego (Santo Tomás no leía Griego) al Latín medieval por la pluma cristiana de Guillermo de Moerbeke. Santo Tomás usó la razón de Aristóteles para una teología cristiana que Aristóteles no concibió en absoluto: creación, providencia, conservación, concurso; que fueron los temas principales de Santo Tomás, a los que casi nunca se llegaban porque eran puestos en el último lugar de los referidos manuales. ¿Por qué los comentarios a Aristóteles y no las dos Sumas y las Cuestiones Disputadas eran las obras más importantes de Santo Tomás? ¿Por qué no se podía estudiar a Santo Tomás directamente de la Suma Teológica, donde en su primera cuestión la división entre filosofía y Teología NO estaba? ¿Y por qué para colmo había que leer a los comentarios a Aristóteles de manuales secundarios? ¿De dónde sacó el tomismo de fines del siglo XIX y principios del XX la divina autoridad para ello? ¿Dónde está el reportaje a Santo Tomás que lo acreditara?

¿Por qué se llama a Santo Tomás “filósofo” cuando en realidad era un Teólogo? ¿Por qué se negaron las fuentes esencialmente agustinistas del pensamiento de Santo Tomás, incluso en su teoría del conocimiento? En sus dos sumas, la estructura (Dios, lo que es creado por Dios, el regreso a Dios) es un esquema esencialmente neo-platónico agustinista. Las nociones de participación y de emanación juegan un papel central en su teología. Por supuesto, Santo Tomás agrega la analogía de Aristóteles para sacar toda sombra de panteísmo, pero ello no diluye una metafísica donde la participación juega un papel central. Cornelio Fabro intentó corregir ello a partir de 1960[2] pero lejos estuvo ello de cambiar ya la interpretación canónica de Santo Tomás como un aristotélico.

Tercero: nadie se lo creyó. Ningún católico tomista realmente cree que su fe no tiene nada que ver con su tomismo y menos aún ningún no creyente “cree” que el católico tomista NO tenga que ver con su fe. No fue honesto y toda la metafísica y ética de Santo Tomás siguió encapsulada como una cosa “de los católicos”. No sólo no era hermenéuticamente posible sino que no dio ningún resultado cultural.

Por supuesto, muchas más cosas se podrían seguir diciendo, pero a fines de este libro la pregunta que ahora se abre es: ¿entonces? ¿Qué había que hacer? ¿Qué hay que hacer?

  1. La vuelta a la unidad entre razón y Fe

Dijo Ratzinger en 1996: “Cuando una razón estrictamente autónoma, que nada quiere saber de la fe, intenta salir del pantano de la incerteza «tirándose de los cabellos» – por expresarlo de algún modo–, difícilmente ese intento tendrá éxito. Porque la razón humana no es en absoluto autónoma. Se encuentra siempre en un contexto histórico. El contexto histórico desfigura su visión (como vemos); por eso necesita también una ayuda histórica que le ayude a traspasar sus barreras históricas. Soy de la opinión de que ha naufragado ese racionalismo neo-escolástico que, con una razón totalmente independiente de la fe, intentaba reconstruir con una pura certeza racional los «praeambula fidei»; no pueden acabar de otro modo las tentativas que pretenden lo mismo. Sí: tenía razón Karl Barth al rechazar la filosofía como fundamentación de la fe independiente de la fe; de ser así, nuestra fe se fundaría, al fin y al cabo, sobre las cambiantes teorías filosóficas. Pero Barth se equivocaba cuando, por este motivo, proponía la fe como una pura paradoja que sólo puede existir contra la razón y como totalmente independiente de ella. No es la menor función de la fe ofrecer la curación a la razón como razón; no la violenta, no le es exterior, sino que la hace volver en sí. El instrumento histórico de la fe puede liberar de nuevo a la razón como tal, para que ella –introducida por éste en el camino– pueda de nuevo ver por sí misma. Debemos esforzarnos hacia un nuevo diálogo de este tipo entre fe y filosofía, porque ambas se necesitan recíprocamente. La razón no se salvará sin la fe, pero la fe sin la razón no será humana.[3]

O sea, Ratzinger advierte que el cristianismo es fe en diálogo con la razón, pero no una sola razón que prepara para la Fe. Así lo hemos visto a lo largo de todo este libro, pero el punto es: ¿cómo llevar ello a las circunstancias actuales? ¿Cómo afirmar nuevamente a un cristianismo filosófico en medio de un mundo que ya post-moderno, ya neopositivista, rechaza todo diálogo con la Fe? ¿Y qué tiene que ver todo ello con la recuperación de la metafísica racional y una idea dialogable de ley natural?

Para ello, veamos los siguientes puntos.

2.1.    La razón pública “cristiana” de Benedicto XVI

Gracias a Dios, Ratzinger no se olvidó de todo esto como Pontífice. En su nunca pronunciado, pero sí escrito, discurso a la Universidad La Sapienza (cuyos incalificables profesores le prohibieron pronunciarlo), del 2008[4], Benedicto XVI desarrolló una noción totalmente compatible con la línea desarrollada en este libro: la de razón pública cristiana, sobre el encuentro de horizontes entre el Cristiano y el no creyente, y en el no abandono por parte del primero de su propio horizonte. Citando a Rawls, le reconoce la importancia de su noción derazón pública, esto es, una racionalidad que todos los ciudadanos puedan compartir en una sociedad liberal. No lo niega, no lo critica, no lo rechaza. Pero agrega: el cristiano puede entrar con todo derecho, como ciudadano, en esa razón pública, sin por qué abandonar su cristianismo, como sí habría afirmado Rawls aunque con matices[5]. ¿Por qué? Porque el cristianismo implica en sí mismo cierta sensibilidad por ciertos temas que un no cristiano puede compartir.

Así lo dice Benedicto XVI: “…la historia de los santos, la historia del humanismo desarrollado sobre la base de la fe cristiana, demuestra la verdad de esta fe en su núcleo esencial, convirtiéndola así también en una instancia para la razón pública. Ciertamente, mucho de lo que dicen la teología y la fe sólo se puede hacer propio dentro de la fe y, por tanto, no puede presentarse como exigencia para aquellos a quienes esta fe sigue siendo inaccesible. Al mismo tiempo, sin embargo, es verdad que el mensaje de la fe cristiana nunca es solamente una «comprehensive religious doctrine» en el sentido de Rawls, sino una fuerza purificadora para la razón misma, que la ayuda a ser más ella misma. El mensaje cristiano, en virtud de su origen, debería ser siempre un estímulo hacia la verdad y, así, una fuerza contra la presión del poder y de los intereses”.

Observemos con qué claridad dice Benedicto XVI lo tantas veces afirmado en este libro: la Fe es una fuerza purificadora de la razón misma. Por ende desde la Fe podemos “tener razones” que pueden ser compartidas –con buena voluntad, con diálogo- con no creyentes, porque el pecado original ha herido pero no destruido la naturaleza humana. Entre esas razones, la noción de persona, de dignidad humana, de derechos personales, juegan un papel central. O sea: el ciudadano cristiano, en el debate público con otros ciudadanos, no tiene por qué ocultar su condición de cristiano para poder hablar. Sí, es una gran tentación hacer eso en los tiempos actuales, pero ya hemos visto que esa estrategia no es sincera, ni posible, ni da resultado. Por más rechazos que haya, el ciudadano cristiano puede decir sencillamente “sí, soy cristiano, pero no por ello NO puedo ofrecerte razones que tú NO puedas compartir”. Y, como hemos visto, esas razones han sido precisamente las que han conformado la cultura occidental. Si los tiempos actuales demandan otros debates, hay dos opciones que no corresponden: una, intentar volver a una unidad civil-religiosa que niegue el derecho a la libertad religiosa, dos, intentar abandonar el horizonte cristiano y esconderse en una supuesta “luz natural de la razón”, SIN dicho horizonte. Lo que corresponde es dialogar con el otro desde el propio horizonte. Esa ha sido la misión del cristiano en toda la historia, aunque recién ahora, después de tantos siglos, hemos abandonado totalmente toda pretensión de clericalismo.

Volveremos a todo esto más adelante. Por ahora sigamos con el tema de la ley natural.

2.2.    Un Santo Tomás re-ubicado en su contexto, en diálogo con el mundo actual

Por ende, podemos perfectamente hablar de Santo Tomás sin falsearlo, colocándolo sin problemas como teólogo, en su contexto histórico. Lo que tenemos que agregar, sencillamente, es el diálogo desde ese horizonte con el horizonte actual. ¿Se puede hacer ello? Perfectamente. ¿Por qué? Porque el núcleo central de la metafísica de Santo Tomás de Aquino contiene aportes perennes que en cuanto tales pueden ponerse en diálogo con la cosmología, ética, política, filosofía del lenguaje, hermenéutica, etc., actuales. Aunque en esos ámbitos Santo Tomás no haya salido del horizonte de su época, sin embargo, sus núcleos centrales más esenciales contienen aportes perennes, “dialogables” con el mundo contemporáneo.

Por ejemplo:

  1. a)Su filosofía de la física tiene trabajadas las nociones de azar y contingencia de un modo tal que la vuelve compatible con el indeterminismo actual.
  2. b)Su filosofía de la Física tiene una noción NO temporal de la causalidad divina que la vuelta en sí misma compatible con las teorías del big bang y la evolución.
  3. c)Su metafísica contiene una noción de analogía tal que la vuelve compatible con la noción hermenéutica actual de comunicación de horizontes.
  4. d)Su noción de persona es la clave para la dignidad humana, los derechos individuales y las bases de mundo de la vida de Husserl.
  5. e)Su noción de acción humana intencional es clave para una epistemología actual de la economía.
  6. f)Su noción de unidad sustancial del ser humano es la clave para los debates actuales de mente cerebro, inteligencia artificial, espiritualidad, etc.
  7. g)Su filosofía de las ciencias contiene las bases del método hipotético deductivo actual y la noción de “pregunta que se queda en la misma pregunta”, que es la base para la noción de conjetura.
  8. h)Su noción de persona es la clave para la filosofía del diálogo actual.
  9. i)Su noción del concepto como diferente a la acción subjetiva de concebir es clave para la fenomenología de Husserl.
  10. j)La fundamentación del mundo de la vida de Husserl en la noción de persona de Santo Tomás es clave para fundamentar los “aires de familia” de la filosofía del lenguaje de Wittgnestein.
  11. k)Su noción de Lógica como “secunda intentio” es clave para la fundamentación ontológica de la Lógica-matemática actual.

Y fueron sólo ejemplos…. Por lo tanto, sin convertir a Santo Tomás en algo que no fue (un solamente filósofo), se lo puede poner perfectamente en diálogo con el mundo actual. La clave como siempre es una sencilla intersección de horizontes:

2.3.    La recuperación de la metafísica y la idea de ley natural

2.3.1.   La famosa esencia y la esencia humana: la fenomenología y la estructura dialógica del ser humano

Ante todo, recordemos cómo habíamos planteado el problema: “…Descartes, luego de su duda metódica sobre la existencia del “mundo externo”, quiere probar su existencia, para los escépticos. Para ello, una vez que demuestra la existencia de Dios, afirma que ese Dios, infinitamente bondadoso, no puede permitir que nos engañemos respecto a la existencia de las ideas “claras y distintas”. Pero estas últimas son las geométricas. Luego en el mundo externo, las esencias de las “cosas en sí mismas” son matemáticas y por ello pueden ser enteramente conocidas por la nueva Física-matemática.

Pero luego Hume tira abajo la demostración cartesiana de la existencia de Dios y, por ende, el mundo externo queda sin demostración.

Kant le reconoce a Hume haberlo despertado del “sueño dogmático” en el cual estaría encerrada la escolástica racionalista Descartes-Leibniz-Wolff, pero no se conforma con el escepticismo teórico (no práctico) de Hume. Admite que existe un mundo externo pero no podemos conocer sus esencias como Descartes lo pretendía. La Física-matemática es el fruto de categorías a priori del entendimiento aplicadas a la intuición de lo sensible. Por ello la “cosa en sí” no se conoce, y desde entonces el mundo de las “esencias” es incognoscible. Todos los anti-kantianos en este punto (Brentano, Hussserl, neotomistas)tendrían que reconocer que el planteo de Kant es una perfecta conclusión a partir del problema cartesiano sujeto-objeto. Es ESE planteo el que hay que cambiar si quisiéramos resolver el problema”.

Si somos coherentes con eso, es la misma noción de esencia la que quedó desdibujada en el debate Descartes-Hume-Kant. El problema de Descartes no fue su planteo agustinista en el tema de las esencias, sino la posterior identificación del “mundo externo en sí mismo” con la Física-matemática recién naciente. A su vez, tenía que pasar mucho tiempo para que se re-elaborara la noción de “mundo”, pero eso ya ha sucedido a partir de Husserl, precisamente un neo-cartesiano.

Por un lado hay que re-planear el tema de las cosas físicas. Como ya hemos dicho en otras oportunidades[6], lo que se conoce es “algo” de la esencia, desde el mundo de vida (humano). Lo que se supera con ello es la dialéctica entre la “cosa en mí” (como si no pudiera conocer más que mis ideas-copia de las cosas) y la “cosa en sí” (como si se pudiera conocer una cosa sin horizontes humanos).

Volviendo a nuestro ejemplo del agua lo que se conoce es “algo” del agua, lo humanamente cognoscible, pero que noniega que lo humanamente cognoscible del agua provenga de aquello que es “en sí”. La esencia humanamente cognoscible del agua es, por ende, aquello que sirve para beber, lavarnos, aquello que sin lo cual hay sequía, con lo cual hay vida, o si hay mucho hay inundaciones, etc., siempre dentro de sus peculiaridades históricas. Pero ello no es una “cosa en mí” que niega la cosa en sí, sino que afirma que el “algo” humanamente cognoscible del agua deriva de lo que el agua en sí misma es, aunque lo que el agua sea sin horizontes humanos sea sólo conocido por Dios (lo que la ciencia diga del agua es otro horizonte humano). Por ello decía Santo Tomás que la esencia de las cosas naturales es la “quidditas rei materialis” (el qué de la cosa material) en estado de unión con el cuerpo, esto es, cuerpo humano, leib, como diría Husserl, o sea, cuerpo viviente ya en la intersubjetividad (mundo).

Pero para el tema de la ley natural en sentido moral, lo más importante es el conocimiento del otro en tanto otro, que también surge del mundo de la vida. Habitar en un mundo de la vida es habitar en la intersubjetividad: es también haber superado la dicotomía sujeto-objeto; el otro no es un objeto del cual pueda dudar, sino el constituyente esencial de mi mundo humano del cual no puedo dudar. Y ello porque lo conocemos “en tanto otro”: “en tanto otro” agrega una dimensión moral, elotro como un tú, como lo que supera lo que es un mero instrumento a nuestro servicio. El eje central de la ley natural surge en nuestra conciencia intelectual y moral precisamente cuando vemos al otro en tanto otro en cualquier acto de virtud. Luego la filosofía podrá sobre ello hacer la teoría correspondiente, pero la vivencia de la ley natural es indubitable en cualquier acto de virtud donde el otro sea respetado en tanto otro. Que “la naturaleza humana no se pueda conocer” es un remanente mal planteado del mal planteado problema entre sujeto y objeto. Claro que se conoce la naturaleza humana, apenas conocemos en el otro un rostro que merece respeto por el sólo hecho de ser otro y por ende no reducible a un mero instrumento “para mí”.

Por lo demás, tenemos aquí un buen ejemplo de lo que decíamos antes, sobre cómo un creyente habla con un no creyente. La ley natural se entiende desde el contexto judeocristiano donde “el otro” es el herido en la parábola del buen samaritano. Y todo no creyente que haya sido o sea el buen samaritano, sabrá por ende qué es la ley natural.

2.3.2.   La “existencia” de Dios

Vayamos ahora al famoso tema de la “existencia” de Dios.Igual que en el caso anterior, recordemos el planteo del problema: “… Como hemos recordado, el argumento ontológico, re-elaborado, es esencial en Descartes (y también en Leibniz) para demostrar la “existencia” de Dios”.

No es este el momento para analizar la validez del argumento ontológico en San Anselmo. Creemos que se lo puede ubicar perfectamente en una línea agustinista, en la vía de la participación. Por lo demás, como está escrito por San Anselmo en el s. XI, está en la línea de una inobjetable teología apologética, dentro del juego de lenguaje de su época.

Como Descartes lo interpreta, se trata de la “idea de Dios en mí”, que como idea es finita, que conduce –vía contingencia– a la idea de que sólo Dios infinito pudo haber puesto en mí la idea de un Dios infinito, o sea, un Dios cuya esencia implique necesariamente la existencia. Luego Dios existe.

Como Kant lo lee, ello implica que a la idea de Dios se le agrega la existencia, cosa que para Kant es imposible porque la existencia de algo sólo puede ser añadida por la experiencia sensible, cosa que en el caso de Dios es imposible.

Y, si se pretende demostrar que Dios existe a partir de la contingencia del mundo, esa demostración tiene implícito el argumento ontológico y por ende hay allí una petición de principio. Así plantadas las cosas, Kant tiene razón.

Lo esencial aquí es cuando decimos “como Kant lo lee”. Kant lo lee con la noción lógica de existencia como ausencia de clase vacía. Seguro lo hizo así por una degeneración de siglos de la distinción esencia y existencia, donde la esencia es como un ente imaginario o como una clase vacía que necesita al menos un caso para pasar a la existencia. Como cuando decimos “existe al menos un x tal que x es perro”. Y, efectivamente, para ello necesitamos una “experiencia de al menos un perro”, incluso aunque sea la experiencia intelectual-sensible del tomismo. O sea, no se puede partir a priori de ninguna existencia en ese sentido, excepto la nuestra, que a su vez es un “a posteriori” de haber puesto en acto segundo nuestra potencia intelectual.

Pero Dios, en la tradición judeocristiana, no tiene que ver con ese tipo de existencia.

En primer lugar, ser, en Santo Tomás, es ser creado. La creación es lo que da sentido al “estar siendo”. Que Juan sea implica que “está siendo sostenido en el ser” o sea creado, por Dios. Cualquiera puede captar que Juan existe en un sentido habitual del término, pero desde el horizonte judeocristiano ello quiere decir que es creado (no que “fue” creado), y ello implica que su ser es finito, que no es el ser de Dios, y ello implica que su esencia como tal no se identifica con su ser. Por ende la diferencia esencia-acto de ser, en Santo Tomás, es un punto de llegada, más que un punto de partida que se pueda utilizar sin suponer el horizonte judeocristiano.

Pero con esto, tenemos otro ejemplo de cómo replantear el tema desde un diálogo del creyente con el no creyente. El creyente no puede pretender partir de una cosa cualquiera existente para demostrar desde allí la existencia de Dios (y nadie crea que Santo Tomás hacía eso en sus vías, porque sus vías eran un debate con San Anselmo[7]). Porque, como hemos visto, cuando el creyente ve a Juan, ya sabe que Juan no es Dios, y lo saben por su horizonte judeocristiano, no por otra cosa.

Tampoco el creyente puede pretender que el no creyente esté interesado en Dios. Primero hay que dialogar sobre el sentido de la vida para, a partir de allí, ir al “tema” Dios.

Pero entonces, el creyente puede decir que sí, que cree en Dios, y que se sabe creado por Dios. Cuando el no creyente pregunte qué significa ello, el creyente puede intersectar horizontes, fusionar horizontes, encontrar una analogía de un propia experiencia de estar creado con la vivencia del no creyente de saberse “no necesariamente existente”, esto es, que podría haber existido o no. Cuando el no creyente toma conciencia de ello, el creyente puede decirle que esa radical contingencia existencial lo puede ayudar a entender su experiencia (la del creyente) de saberse sostenido en el ser (creado). A partir de allí, Santo Tomás cobra sentido. Antes, no.

O sea,

Por lo demás, Dios no es un elemento de una clase no vacía. Las nociones humanas de existencia como elemento de una clase no vacía no tienen sentido en Dios. Si decimos “existe el menos un x tal que x es elefante”, entonces suponemos “la clase de los elefantes”. Pero si decimos “existe el menos un x tal que x es Dios”, ello supone entonces “la clase de los dioses”, lo cual es totalmente incompatible con el monoteísmo no panteísta del creacionismo judeocristiano.

Y cuando Santo Tomás dice “Dios es” No dice “existe”, dice “utrum Deus sit”, lo cual, en el contexto de sus vías, nolleva a una definición de Dios en tanto Dios sino a Dios como causa no-creada de lo creado. Por ende Santo Tomás no parte de la esencia de Dios, sino que Dios queda demostrado como la causa no-finita de lo finito. Pero “no-finito” no es una definición, no es el conocimiento de una esencia, sino que es remitirse a toda la tradición de la teología negativa (especialmente Dionisio) que con razón afirma que de Dios se sabe lo que NO es (NO es creado, finito) pero NO lo que es, aunque luego Santo Tomás, con un juego de lenguaje que supera nuestro modo habitual de hablar, por sujeto, verbo y predicado, se refiera a Dios como “el mismo ser subsistente” dado que precisamente por ser no-creado es aquello “cuyo esencia es ser”, aunque en realidad no podemos intelectualmente concebir qué decimos con ello cuando lo decimos.

Por ende Santo Tomás sí pre-supone al San Anselmo teólogo, apologético, donde Dios no puede no ser, pero no presupone un supuesto argumento ontológico “caído” en la tosca afirmación de que la esencia de Dios implica su existencia, manejando “esencia” como “conocimiento positivo” y “existencia” como ausencia de clase vacía.

2.3.3.   La forma substancial subsistente

Como en los casos anteriores, recordemos el problema: “….Y finalmente lo mismo sucede con respecto a la inmortalidad del alma. Descartes tiene razón en encontrar en la interioridad humana algo no reducible a lo material, pero su modo de plantearlo, dualista –cosa comprensible como reacción contra un aristotelismo no cristiano- produce otro malentendido. La inmortalidad del alma, así planteada, como una sustancia espiritual no dependiente del cuerpo, pre-supone que la misma “categoría” de sustancia –que no correspondería en Kant a un modo de ser real- está unida al atributo de unidad espiritual. O sea que –de vuelta– a la idea de la razón pura llamada “alma espiritual” se le atribuye una existencia que, sin embargo, sólo puede ser predicada luego de una experiencia sensible que, en este caso, es imposible. Nuevamente, así planteadas las cosas, Kant tiene razón.

En efecto, no se puede predicar “a priori” la espiritualidad del “yo” humano pues no toda sustancia es espiritual. Lo que ocurre es que en Descartes sobreviven argumentos emanados de la escolástica según los cuales la inteligencia es inmaterial. Entonces, sobre todo hoy, con el avance de las neurociencias, ello se ve como un dualismo “sin ninguna razón” más que una fe religiosa indiferente ante el avance de las ciencias.

De vuelta, el creyente no negará que cree en una dimensión espiritual del yo más allá de lo material. Pero también le dirá al no creyente que no es “dualista”: el yo no es algo separado del cuerpo, sino que la persona humana es el mismo cuerpo humano, viviente (el leib de Husserl) esencialmente destinado el encuentro intersubjetivo y dialógico con el otro, con el tú.

Pero en el encuentro con el tú hay comunicación y mensajes. Y en el mensaje, en “lo que” el otro dice, se puede encontrar una esencial distinción: el mensaje en sí mismo y el canal físico en el cual el mensaje se graba. O sea, el mundo 3 de Popper en comparación con el mundo 1, que es material. “La” teoría de la relatividad –como dice Popper– NO se identifica con ninguno de los potencialmente infinitos papeles donde hay tinta grabada ni con el silicio de una computadora.Papel y tinta no son “la” teoría de la relatividad: ésta, como tal, es una, tiene un significado en sí que no se reduce a lo material. Santo Tomás ya había hablado de esto cuando dijo que la inteligencia es capaz de captar lo universal.

Ahora bien, para Santo Tomás la inteligencia no es el yo, la sustancia, sino que es una potencialidad de la sustancia humana, del cuerpo humano. Y el cuerpo humano está a su vez ordenado por una forma que le da unidad estructural frente a los millones de elementos atómicos que lo componen y que se renuevan día a día por el proceso metabólico[8].

Quiere decir que de esa forma emergen las potencialidades sensitivas y también la inteligencia humana (en estado de unión con el cuerpo) capaz de captar esos “significados en sí mismos”.

Ahora bien, en Santo Tomás, entre la potencia de conocimiento y su objeto de conocimiento hay una analogía de proporción intrínseca. Ello quiere decir que el modo de ser de la potencia está medido, determinado, por el modo de ser del objeto. Por ende, si el objeto no es reducible a lo material (el mundo 3 no es reducible al mundo 1) entonces la potencialidad en sí misma (la inteligencia) tampoco. Pero la potencia emerge de la forma sustancial que ordena al cuerpo. Y, de vuelta, hay una analogía de proporción entre la potencia y la forma sustancial. Luego, la forma sustancial humana no se reduce a lo material, pero ello no quiere decir que no sea ordenadora de lo material. Por eso concluye Santo Tomás que la forma sustancial humana es subsistente, esto, subsiste más allá de la desaparición del cuerpo, pero no como un espíritu suelto, sino como una sustancia “INcompleta”, porque le falta el cuerpo al cual está ontológicamente destinada. Y por ello no puede ejercer sus funciones intelectuales. Lo que ocurre es que en Santo Tomás todo esto está dicho en el contexto de su teología donde la forma sustancial subsistente entra inmediatamente al juicio particular y por ende a su destino eterno, donde en el juicio final se reencontrará con el cuerpo que esencialmente le pertenece.

Pero todo ofrece, al debate mente-cerebro actual, conclusiones importantes. Santo Tomás nunca negaría las experiencias actuales de la neurociencia donde las potencialidades intelectuales quedan afectadas por un daño neuronal. Porque la inteligencia ejerce su función con con-curso con las potencialidades sensibles, lo cual, en nuestros paradigmas actuales, implica decir: en con-curso con todo el sistema nervioso central y por ende con todo el cuerpo (la “inteligencia sentiente” de Zubiri[9]). Por ende una falla en el sistema nervioso implica que la inteligencia humana no puede “ejercer”, “pasar de la potencia al acto”, pero queda comopotencia en acto primero, o sea, existente, como una capacidad que como tal está allí pero no puede ejercer su función.

Por ende no es cuestión de afirmar un “alma inmortal” que nada tendría que ver con el cuerpo, sino una forma sustancial que organiza al cuerpo –en pleno diálogo con la biología actual– pero que es subsistente a la desaparición del cuerpo. Este es el gran logro de un teólogo cristiano como Santo Tomás que es plenamente compatible con los avances actuales de las neurociencias, por un lado, y con la razonabilidad de las aspiraciones espirituales más profundas del ser humano, por el otro, que se traducen en su mirada, en sus manos, en su rostro, en su arte, en su capacidad de interpretación, en su empatía, en su capacidad de vínculo con “el yo del otro”, en mirar a los ojos y ver al otro y no sólo una pupila, iris y córnea. Por eso las computadoras –por más temor que nos inspire el legendario ojo rojo del “2001”, Hall– no pueden “mirar”. Sólo el ser humano mira. Con odio (Caín) o con amor (Abel), en la lucha permanente entre el bien y el mal (no en la “función y DIS-función”) que queda abierta precisamente por nuestra forma subsistente, hasta el final de la Historia que sólo será con la segunda venida de Cristo.

2.3.4.   Libre albedrío y conciencia crítica

Nuevamente, el libre albedrío ha sido uno de los regalos más preciosos de la revelación judeocristiana a la humanidad. Libre albedrío que convive con la gracia de Dios y la providencia, un misterio que, al tratar de ser explicado por los grandes teólogos[10], no ha hecho más que aclarar la noción misma de libre albedrío, para creyentes y para con no-creyentes.

De vuelta, después del iluminismo, las interpretaciones de diversas cuestiones científicas han puesto la carga de la prueba del lado de los que defienden el libre albedrío. Por un lado, un universo determinista no dejaba lugar para el libre albedrío, excepto que se asumiera una posición dualista donde el yo estaba exento de lo material. Ese fue el gran mérito de Descartes en su momento, y de la ley moral en Kant, que jugaba igual rol. Pero ya hemos visto que esa posición dualista retroalimentaba una posición cientificista donde los avances de las neurociencias mostraban un innegable rol del sistema nervioso central en la inteligencia de la persona. Eso lo hemos respondido en el punto anterior.

O sea: si la forma sustancial subsistente no se reduce a lo material, y por ende la inteligencia tampoco, ésta no puede estar afectada por las causalidades físicas como potencia en acto primero, aunque puede condicionarla a su paso al acto segundo. En ese sentido el libre albedrío se mantendría.

Por lo demás, se puede decir que hoy casi ningún físico sostiene el determinismo newtoniano, dado el indeterminismo de la física cuántica. Sin embargo, la indeterminación onda-partícula es un tema del mundo físico. Si, posiblemente nuestro cerebro sea el lugar donde más fenómenos de la física cuántica tienen lugar, pero no es el indeterminismo cuántico la causa del libre albedrío, precisamente porque, como veremos, el libre albedrío es algo irreductible a lo material.

Yendo al tema, alguien podría objetar que la inteligencia no es libre ante la conclusión que “ve”, si las premisas son verdaderas y la lógica entre ellas es correcta. Volviendo al famoso ejemplo, la conclusión “Sócrates es mortal” no es libre ante sus premisas “Todos los hombres son mortales” y “Sócrates es hombre”. Pero, precisamente, Santo Tomás afirma que el libre albedrío es el libre juicio de la razón, allí donde las premisas no son suficientes para dar una conclusión necesaria.

“En cambio, el hombre obra con juicio, puesto que, por su facultad cognoscitiva, juzga sobre lo que debe evitar o buscar. Como quiera que este juicio no proviene del instinto natural ante un caso concreto, sino de un análisis racional, se concluye que obra por un juicio libre, pudiendo decidirse por distintas cosas. Cuando se trata de algo contingente, la razón puede tomar direcciones contrarias. Esto es comprobable en los silogismos dialécticos y en las argumentaciones retóricas. Ahora bien, las acciones particulares son contingentes, y, por lo tanto, el juicio de la razón sobre ellas puede seguir diversas direcciones, sin estar determinado a una sola. Por lo tanto, es necesario que el hombre tenga libre albedrío, por lo mismo que es racional[11]”.

La clave aquí es “cuando se trata de algo contingente, la razón puede tomar direcciones contrarias”. Por ejemplo, comprar un lápiz o una lapicera. Tengo razones tanto para una cosa como para la otra. Ninguna de esas razones me llevanecesariamente a la conclusión. Entonces la voluntad, que es el apetito el bien mediado por la inteligencia, es libre. Por ello decidir no es efectuar un razonamiento necesario, porque si hubiera necesidad, no habría decisión. Por eso dice nuevamente Santo Tomás: “… si se le propone (a la voluntad) un objeto que no sea bueno bajo todas las consideraciones, la voluntad no se verá arrastrada por necesidad. Y, porque el defecto de cualquier bien tiene razón de no bien, sólo el bien que es perfecto y no le falta nada, es el bien que la voluntad no puede no querer, y éste es la bienaventuranza. Todos los demás bienes particulares, por cuanto les falta algo de bien, pueden ser considerados como no bienes y, desde esta perspectiva, pueden ser rechazados o aceptados por la voluntad, que puede dirigirse a una misma cosa según diversas consideraciones.”[12]

Y, precisamente, en el mundo de la vida (humano) ninguna de nuestras opciones es perfecta, esto es, ninguna de ellas colma absolutamente las aspiraciones de nuestra naturaleza. Por ello los razonamientos que nos llevan a tomar decisiones no son necesarios, y, por ende, la decisión es libre.

Popper tiene un argumento por el absurdo para demostrar el libre albedrío que se relaciona mucho con lo anterior[13]. Si estuviéramos determinados a decir lo que decimos, no seríamos libres de no decirlo. Pero en un debate, en un diálogo, donde alguien puede convencerme de algo y yo cambiar de parecer, o donde yo puedo darme cuenta de algo que antes no veía, no hay necesidad en las afirmaciones (a las que llego mediante el diálogo). De lo contrario, si el otro estuviera determinado a decirme que yo estoy equivocado, ¿para qué intentar convencerlo de lo contrario? Lo más absurdo sería que mi contra-opinante sostuviera que yo estoy equivocado al decir que el hombre no es libre. ¿No sería contradictorio con mi propio determinismo tratar de convencerlo de lo contrario, para que llegue libremente a la conclusión de que el hombre no es libre?

Lo que Popper sostiene no necesariamente remite a un mundo determinístico que afectara a nuestras neuronas. Es compatible con su propia interpretación de la física cuántica[14], donde la indeterminación onda-partícula depende de propensiones, de tendencias –donde hace entrar la noción de potencialidad de Aristóteles– intrínsecas a una determinada situación física, donde la partícula se comporta a veces como partícula y a veces como onda. Pero ello no depende del control del ser humano. Por ello, aunque en nuestro cerebro hubiera indeterminación cuántica, la demostración de Popper se aplica igual.

  1.       Conclusión: la noción de persona en diálogo con el no creyente

Todo esto implica que se puede volver a poner en diálogo con el no creyente a la noción de persona, única, irrepetible, inteligente, libre, corpórea, con una ley natural intrínseca y por ende con una serie de derechos inalienables que deben siempre ser respetados. Las mejores instituciones que defiendan ello serán siempre temas más opinables. Pero los judeocristianos que nieguen esa conclusión, porque sería algo “liberal”, no advierten que están encerrados en una cuestión terminológica que peligrosamente los aparta de una de las conclusiones más importantes de su propio judeocristianismo. Excepto que estén encerrados, en realidad, en ideologías nazi-fascistas o comunistas.

A los no creyentes que nieguen esa conclusión no hay más que preguntarles: ¿por qué? ¿Por qué es una conclusión derivada del judeocristianismo? Pues sí, pero ya hemos visto que ello no obsta a que desde ese mismo horizonte se denrazones que el no creyente no pueda compartir. Y la cerrazón absoluta a considerarlas sólo puede venir, nuevamente, de ideologías nazi-fascistas y/o comunistas que, renovadas de mil maneras, siguen encerrando a muchos en paradigmas totalitarios, cuya fanática adhesión constituye ya un caso severo de alienación patológica.

Por ende, creyentes sanos y no creyentes sanos, abiertos al diálogo, a compartir horizontes, tienen que unirse hoy, más que nunca, en la defensa de Occidente, esto es, en la defensa de las libertades individuales ante los renovados totalitarismos que hoy ya las están destruyendo. Occidente padece hoy su propio Alzheimer. Que Dios nos ayude a recuperar nuestra memoria e identidad.

 

[1] Véase Sciacca, op.cit., cap. XIII.

[2] Pariticipation et Causalitéop. cit.

[3] Conferencia “Sobre la situación actual de la Fe y la teología” (http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/incontri/rc_con_cfaith_19960507_guadalajara-ratzinger_sp.html). Los subrayados son nuestros. La cita nº 20 dice: “El haber descuidado esto y el haber querido buscar un fundamento racional de la fe que fuera presuntamente del todo independiente de la fe (una posición que no convence por su pura racionalidad abstracta) es, en mi opinión, el error esencial, en el plano filosófico, del intento efectuado por H. J. Verweyen, Gottes letztes Wort (Düsseldorf 1991), del cual habla Menke, loc. cit., pp. 111-176, aun cuando lo que él dice contenga muchos elementos importantes y válidos. Considero, en cambio, histórica y objetivamente más fundada la posición de J. Pieper, véase la nueva edición de sus libros: Schriften zum Philosophiebegriff, Hamburg Meiner 1995”.

[4] Véase el capítulo sexto.

[5] Rawls, J., The Law of the Peoples, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1999, pp. 166-174.

[6] En Hacia una hermenéutica realistaop. cit.

[7] He analizado esta cuestión en Zanotti, G. J., “La llamada existencia de Dios en Santo Tomás: un replanteo del problema”, Civilizar, nº 10 (18), enero-junio de 2010, pp. 55-64.

[8] Al respecto véase Artigas, M., La inteligibilidad de la naturaleza, Pamplona, Eunsa, 1992, y La mente del universo, Pamplona, Eunsa, 1999.

[9] Zubiri, X., Inteligencia sentiente, 5a ed., Madrid, Alianza, 2006.

[10] Véase al respecto el elogio de Popper a San Agustín en Popper, K., El universo abierto, Madrid, Tecnos, 1986, nota nº 30.

[11] Suma Teológica, I, q. 83.

[12] Suma Teológica, I, q. 2 art 10.

[13] Popper, K., op. cit.

[14] Popper, K., Teoría cuántica y el cisma en física, Madrid, Tecnos, 1985.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

Un sacerdote ejemplar: James Sadowsky

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 3/11/17 en https://www.infobae.com/opinion/2017/11/03/un-sacerdote-ejemplar-james-sadowsky/

 

De modales sumamente cordiales, de un gran sentido del humor, de una bondad infinita y de una cultura y una versación en muy diversas ramas del conocimiento, así se lo puede definir al padre James Sadowsky (1923-2012). Enseñó filosofía, lógica matemática y ética de los negocios en la Universidad de Fordham, en Nueva York, durante 30 años, y durante 15 en la Universidad de Aix-en-Provence, hasta que se retiró de la enseñanza y vivió en Loyola Hall, que es el edificio que tienen los jesuitas para los sacerdotes retirados en el campus de esa misma universidad estadounidense. Un sacerdote jesuita que había estudiado parte de su colegio y en la universidad de esa orden, precisamente la de Fordham, estudios que luego completó en la Universidad de Lovaina, en Bélgica. Su padre era ruso y su madre, de ascendencia inglesa, aunque él nació en Estados Unidos.

Sostenía que el apostolado es mucho más trascendente, perdurable y productivo que entregar bienes materiales a los necesitados por aquello de que «es mejor enseñar a pescar que regalar un pescado». Insistía en que ayudar con bienes materiales puede hacer de apoyo logístico circunstancial pero trasmitir valores y principios consistentes con el cristianismo en cuanto a la importancia de la libertad y la responsabilidad individual contribuye a modificar de base las instituciones en dirección al progreso de todos. Incluso agregaba que muchas veces la entrega material no ayuda a la dignidad del receptor y crea una malsana dependencia.

Sadowsky pensaba que en el sacerdocio es urgente complementar las funciones puramente espirituales respecto a lo intraindividual con reflexiones que compatibilizaran aquellos valores con los comportamientos diarios en las relaciones interpersonales y mostraba preocupación por ciertas consideraciones de sacerdotes inclinados por aconsejar conductas en materia social que son incompatibles con las prédicas espirituales y puramente religiosas.

En un largo reportaje que le efectuó Martin Masse, investigador senior del Institut Économique Molinari de Paris, el padre Sadowsky explica que, una vez ordenado sacerdote, en 1947, y hasta comienzos de los sesenta puede considerárselo un semisocialista, hasta que dio accidentalmente con un libro de Murray Rothbard titulado The Great Depression, que dice que le fascinó y modificó por completo sus ideas sobre economía y derecho, «integradas a una olvidada filosofía que naturalmente están estrechamente vinculadas a las cuestiones sociales y morales». En aquel reportaje destaca que, a raíz de esa lectura, más adelante, cuando se enteró de que Rothbard vivía en Manhattan, decidió llamarlo y visitarlo, lo cual con el tiempo se convirtió en reuniones periódicas junto a otros participantes (en The Ethics of Liberty de 1982, Rothbard cita al padre Sadowsky). A partir de aquel contacto abordó otras obras como la refutación de Henry Hazlitt a Keynes, El socialismo de Ludwig von Mises y Camino de servidumbre de Fredrich Hayek, y conoció personalmente a otros distinguidos miembros de la Escuela Austríaca de Economía como Ralph Raico, Leonard Liggio, Karen Vaughn, Joe Peden, Walter Block, Louis Spadaro, Leonard Read y, por supuesto, a su alumno en Fordham, Mario Rizzo.

Apunta el padre Sadowsky que esas lecturas y conversaciones hicieron que se percatara de una extraordinaria consistencia que vinculaba distintos campos del conocimiento y otorgaban a la filosofía política una fuerza moral notable en pos de la mejora de las sociedades, muy especialmente de las personas más débiles y desprotegidas. Señala también la importancia de criticar con la mayor claridad posible las tendencias socialistas y estatistas dentro y fuera de la Iglesia, posición que enfatiza en su artículo titulado «Christianism and Poverty», publicado por el Institute for Social Affairs de Londres.

En 1984, patrocinado por Arthur Shenfield y Howard Demsetz, el padre Sadowsky ingresó como miembro de la Mont Pelerin Society. Al año siguiente tuve el privilegio de conocerlo personalmente, aunque habíamos mantenido una nutrida correspondencia. Lo conocí en la reunión de la MPS en Sydney, donde ambos presentamos trabajos en ese congreso. Su presentación se tituló «La Iglesia y el Estado», trabajo que se tradujo y reproducimos en la revista académica Libertas; siendo rector de ESEADE lo invité a pronunciar conferencias en esa casa de estudios. En aquel congreso, luego de nuestras respectivas presentaciones, mantuvimos una larga conversación que se prolongó hasta altas horas de la madrugada, lo cual hizo que ambos nos quedáramos dormidos para los paneles de la mañana siguiente. Al margen digo que mi trabajo se tituló «¿Autoridad monetaria, regla monetaria o moneda de mercado?», el cual se tradujo y reprodujo en los Anales de la Asociación Argentina de Economía Política, entidad en la que también expuse el mencionado ensayo ese mismo año en su reunión anual en Mendoza.

Abrió su exposición en Sydney recordando: «No es un secreto para nadie que entre los miembros del mundo eclesiástico que se ocupan abiertamente del tema, el mercado libre (o lo que ellos imaginan que es el mercado libre) no cuenta con muchos partidarios entusiastas». A continuación, el padre Sadowsky se detuvo a considerar cómo el proceso de mercado asigna recursos del modo que la gente prefiere y que las ganancias son la recompensa por haber acertado en las demandas y las quiebras son el resultado de no haber logrado ese cometido. Asimismo, consigna que el tamaño de las empresas depende íntegramente de las directivas de las personas en los mercados y que en este sentido no puede concluirse a priori si las empresas de tal o cual ramo deben ser pequeñas, medianas o grandes. En el mismo trabajo, muestra gran conocimiento al criticar los llamados «modelos de competencia perfecta» al describirlos como incoherentes al suponer el conocimiento perfecto de los factores relevantes por parte de los operadores económicos, ya que con ello no habría arbitrajes, ni empresarios, ni competencia. Por último, critica los aranceles aduaneros como responsables de la pobreza apoyados por empresarios que deben su existencia a privilegios otorgados por gobiernos y se opone severamente a la denominada «redistribución de ingresos patrocinada por muchos obispos norteamericanos».

En un reportaje en El Mercurio de Chile realizado por Lucía Santa Cruz, el padre Sadowsky explica: «Laissez-faire es simplemente la situación en la cual las personas son libres para decidir qué producir, cuánto, cómo intercambiar su producción y con quién, sin la intervención del gobierno. El gobierno sólo actúa para preservar la ley contra fraudes y robos, garantiza los contratos, etcétera. Como diría Friedman, es un árbitro y no un jugador del partido».

En ese mismo reportaje el sacerdote subraya los tan poco comprendidos y tergiversados beneficios de la revolución industrial del siglo XVIII, la importancia de las ideas del filósofo moral y economista Adam Smith, el desempleo que provocan los salarios mínimos y los errores en materia social que comete parte del clero por «no haber tomado suficiente nota acerca de lo que la ciencia económica enseña». También se explaya: «La ventaja del sistema de mercado, que elimina la intervención de los gobiernos y somete a las personas a los rigores de la competencia […y hace] que los hombres de negocios deben comportarse de una manera tal que satisfacen los deseos del público en general al mismo tiempo que a los propios».

Finaliza este muy suculento y jugoso reportaje afirmando: «El Estado benefactor ha devaluado los valores de la familia. Reduce la responsabilidad individual. Las familias no se inventaron porque un grupo decidió que así fuera, sino que fueron el resultado de una necesidad natural».

Tal vez el ensayo más difundido del padre Sadowsky sea el titulado «Private Property and Collective Ownership», que fue reproducido de la revista académica Left and Right, otoño de 1966, en el libro compilado por Tibor Machan titulado The Libertarian Alternative (1979, Chicago, Nelson-Hall). En ese trabajo el sacerdote de marras, al seguir la tradición lockeana, mantiene que la propiedad privada de bienes deriva de la propiedad de la propia vida, lo cual significa el derecho a usar y disponer lo adquirido legítimamente (en el sentido de genuino, verdadero, no falso ni fraudulento, igual que una piedra preciosa). Explica que esto no puede ser arrebatado por un rey o un parlamento, por una persona o por un grupo de personas. Debe tenerse muy en cuenta que el asunto es centralmente moral como que en cada transacción libre y voluntaria se presupone el respeto recíproco con base en las normas de Justicia.

Pero seguramente lo que despierta mayor interés del ensayo que ahora comentamos es la referencia del padre Sadowky al antropomorfismo de la sociedad. Así, se dice que la sociedad prefiere, que la sociedad decide, que la sociedad habla en nombre de tal o cual causa y que a la sociedad pertenece tal o cual propiedad colectivamente. En realidad, dice este sacerdote que se recurre a una trampa lingüística, puesto que siempre se trata de específicos individuos que actúan independientemente o son copropietarios, pero el bien en cuestión no pertenece a la sociedad. Por ejemplo, sigue diciendo, cuando se hace referencia a un equipo deportivo, es sólo una forma de abreviación en lugar de aludir a cada uno de los integrantes, pero esa forma abreviada no nos debe hacer que se pierda de vista la noción de fondo.

Los dos trabajos que más circulan en ámbitos académicos del padre Sadowsky son, en primer lugar, «Can There Be an Endless Regress of Causes?», publicado originalmente en el International Philosophical Quarterely (4, 1980), reproducido en el libro Philosophy of Religon (Oxford University Press, 2000, compilado por Brian Davies) y «Does Darwin Destroy the Design Argument?», aparecido también en el International Philosophical Quarterely (28, 1988).

En el primer ensayo el autor discute extensamente los argumentos que sostienen la posibilidad de la regresión ad infinitum y demuestra la validez de la posición que sostiene que eso no resulta posible, puesto que si fuera así, nada existiría, ya que nunca hubieran comenzado las respectivas causas. En el segundo trabajo, el padre Sadowsky explica la compatibilidad de la tesis evolucionista de Darwin con la Primera Causa tal como la desarrollaron, entre muchos otros, Juan Pablo II y el RP doctor Mariano Artigas.

En resumen, en momentos en que no pocos representantes de la Iglesia, comenzando por el actual Papa, rechazan principios elementales de la convivencia civilizada, la voz del padre James Sadowsky resulta un faro reparador y reconfortante en línea con los valores y los principios morales que derivan del cristianismo y de toda postura compatible con la libertad. En otros términos, no es frecuente que se subrayen aspectos morales de la sociedad libre en cuanto a las relaciones interpersonales que hacen a la esencia del respeto recíproco y cuando se comentan esos aspectos, se suele caer en sistemas que arruinan moral y materialmente a las personas.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es Asesor del Institute of Economic Affairs de Londres

NOTA INTRODUCTORIA A MI DOCUMENTO DE TRABAJO «ANTES Y DESPUÉS DE POPPER»

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 3/7/16 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2016/07/nota-introductoria-mi-documento-de.html

http://www.austral.edu.ar/filosofia/publicaciones/documentos-de-trabajo/

Nota introductoria.

El presente texto es una colección de mis principales artículos de filosofía de la ciencia desde 1996 hasta la actualidad.

Me he dedicado a otros temas en mi vida filosófica, pero filosofía de las ciencias es donde más he cumplido con los requisitos formales de la investigación académica, y a lo largo de ellos he llegado a ciertas conclusiones que querría compartir con los que se dedican a filosofía de la ciencia.

Permítaseme entonces una pequeña referencia a cada uno de ellos para llegar luego a esas conclusiones generales. He dividido el libro en tres secciones: filosofía de las ciencias, filosofía de las ciencias sociales y mi así llamada epistemología política.

  1. a) En la primer sección, el primer ensayo trata por primera vez lo que luego desarrollé in extenso en mi libro Hacia una hermenéutica realista (Univ. Austral, Buenos Aires, 2005). Se trata de la relación de la filosofía de la ciencia que va de Popper a Feyerabend con la fenomenología de Husserl y la hermenéutica de Gadamer. Esa relación la sigo planteando luego en casi todos los demás artículos, y si el lector compara ambos textos (el artículo y el libro) verá la diferencia evolutiva en el planteo, pero la misma conclusión.

El segundo desarrolla un punto adicional del anterior. Dado que Gadamer en Verdad y Método establece la exactitud matemática del lado de las ciencias naturales y la prudencia aristotélica del lado de la hermenéutica, yo trado de demostrar que es precisamente esta última la que los científicos de las ciencias naturales utilizan para llegar a sus conclusiones, siendo la supuesta certeza matemática un resabio antiguo de un positivismo que ha fracasado en describir la esencia de la actividad científica. Llamo a esa prudencia recta ratio cogniscibilium y me baso en las principales conclusiones de la historia de la ciencia de Koyré, Kuhn y Feyerabend.

En el tercero trato de establecer una noción amplia de ciencia que pueda abarcar tanto a la metafísica como al método hipotético-deductivo. Esa noción amplia pasa por la noción de crítica de Popper, no necesariamente ligada sólo a lo hipotético sino también a un grado mayor de certeza que pueda tener el pensamiento metafísico. Sí, se ve allí un intento continuado siempre de relacionar la metafísica de Santo Tomás de Aquino con el pensamiento científico actual, tanto en su método como en sus contenidos, aunque estos últimos recién comiencen a aparecer en el momento actual de mi investigación. El artículo termina afirmando que la distinción éticamente más importante no es entre ciencia y metafísica sino entre ciencia (que abarca a la metafísica) e ideología, criticando a esta última según los lineamientos popperianos en su artículo Utopía y Violencia. Con lo cual corro el criterio de demarcación a un lugar donde, por un lado, queda el pensamiento teórico abierto al diálogo, y por el otro un pensamiento, teórico también, cerrado al diálogo. Una filosofía del diálogo se va integrando por ende al eje central del criterio de demarcación.

En el cuarto trato de explicar por qué la ciencia, como se ha desarrollado en Occidente, es un órden espontáneo. Para hacer eso, por un lado explico la noción de orden espontáneo en Hayek y trato de fundamentarlo en la metafísica de Santo Tomás. Ello es importante en sí mismo, pero el objetivo final es mostrar la racionalidad popperiana, como conjeturas y refutaciones, está implícita en la historia de la ciencia, como una consecuencia no intentada de la historia de las ciencias. Ello pone en diálogo y en armonía a Kuhn y a Popper, que es precisamente una de las conclusiones generales de estos ensayos.

El quinto fue para mí en su momento una instancia fundamental en la interpretación de Karl Popper, autor que tanta influencia ha tenido en mi pensamiento, al cual ya le había dedicado un libro en 1993 (Popper: busqueda con esperanza). Basándome fundamentalmente en las investigaciones de Mariano Artigas, muestro que el pensamiento de Karl Popper, lejos de ser un relativismo pan-conjeturalista, como muchas veces se lo ha interpretado, es la afirmación de la ética como actitud racional, y que esta última, lejos de ser un escepticismo, es la certeza moral fundamental de que la razón misma es estar abierta al diálogo, lo cual abarca a todo pensamiento, ya sea religioso, filosófico o científico. Este sigue siendo para mí un punto crucial, dado que actualmente pienso que la noción popperiana de actitud crítica unifica a la metafísica, a la ética, a la filosofía, a la gnoseología, a la filosofía política. El deber de estar abierto al diálogo con el otro evidencia que hay otro (metafísica), que la relación con los otros es nuestro mundo de vida originario (giro hermenéutico basado en Husserl), que por ende la gnoseología como demostración de la realidad y cognoscibilidad del mundo externo ha quedado superada, y que el otro tiene un derecho fundamental a la interpelación que constituye el eje central de la ética de la ciencia y de la filosofía política de una sociedad libre.

Esto tiene que ver con lo que llamo los tres poppers. El primero es más empírico, se refería a la falsación empírica de la teoría, aunque yan afirmaba que esa teoría es aquello desde lo cual se interpreta la base empírica.

Años más tarde, cuando Lakatos le dice que Newton de ningún modo pretendía falsar sus teorías, Popper hace una distinción fundamental: que la teoría de Newton es en sí misma falsable (mundo 1), independientemente de la voluntad de Newton (mundo 2). Esto, independientemente de la enorme riqueza filosófica del mundo 3 popperiano, con todas sus cruciales consecuencias, indica que Popper estaba pensando más bien en que todo lo que está dicho puede ser contra-dicho, y “dicho” se refiere más bien a una teoría. O sea que en esta segunda etapa la falsación no es tanto lo empírico contra la teoría, sino una nueva teoría versus otra teoría. Luego, finalmente, Popper no sólo afirma que toda teoría es en sí misma falsable “a regañadientes del científico”, sino que afirma que este último debeestar abierto a la crítica. Este es el Popper moral, el “Socratic Popper”, según L. Boland, el Popper rescatado por Mariano Artigas.

El sexto ensayo, junto con el séptimo, constituyen un ejemplo del diálogo permanente que intento establecer entre la filosofía de la ciencia de origen popperiano y la gnoseología de Santo Tomás de Aquino. Ese punto ya lo había desarrollado en mi libro sobre Popper y lo vuelvo a desarrollar aquí en relación a los demás autores del “giro histórico de la filosofía de la ciencia” (Kuhn, Lakatos, Feyerabend). En última instancia, baso la conjeturalidad popperiana en la implícita teoría del conocimiento que se encuentra en la antropología de Santo Tomás de Aquino.

El octavo ensayo significa una interpretación del pensamiento de Feyerabend que sigue siendo fundamental para la etapa en la que ahora mismo me encuentro. Demuesto en este ensayo, por un lado, que Feyerabend no es un escéptico, que no desprecia al método, sino que es un pluralista metodológico, abierto a una razón análoga según la analogía misma de la realidad. Para ello relaciono el pensamiento de Feyerabend con una ontología de lo real que ya estaba presente en Santo Tomás y en Husserl. Pero, por el otro, esa misma analogía de lo real, que lleva a un pluralismo metodológico, explica la clave de su pensamiento, que es su filosofía política: adiós a la razón impuesta por la fuerza. Feyerabend, de igual modo que la escuela de Frankfurt peromejor, es una crítica devastadora a la razón instrumental del Iluminismo racionalista. NO interpretarlo de ese modo es la fuente principal de los malentendidos. En última intancia, entender a Feyerabend es tomarse en serio, a pesar de sus bufonadas, la separación que él propone entre estado y ciencia. Este punto lo enfatizo mucho en este artículo y en los otros dos que he didicado a Feyerabend y que aparecen en este texto en la parte de epistemología política. Pero lo enfatizaba con una especie de entusiasmo revolucionario que ahora ya no tengo. Feyerabend se adelantó totalmente a su época. La separación entre estado y ciencia que él propone es tan clara como diáfana hubiera sido la declaración del Vaticano II sobre libertad religiosa pero escrita y proclamada por Luis XIII en el Sacro Imperio. Por lo tanto, calma. Eso sí: hay que entender esto si se lo quiere entender a Feyerabend.

Pero hay otra cosa también. Feyerabend tensó tanto la cuerda, puso a la filosofía de la ciencia tradicional tan en diálogo con otras tradiciones de pensamiento, que su mensaje sólo se entiende, también, a la luz de la hermenéutica de la filosofía continental. Y esa sintesis entre filosofía de la ciencia y hermenéutica implica el fin de la filosofia de la ciencia como estamos acostumbrados a entenderla (que es el tema del ensayo Nro. 16). Eso fue un golpe imposible de absorber para la comunidad de pensamiento que lo leía, ya a favor o en contra. Por eso su pensamiento ha sido casi olvidado después y la filosofía de la ciencia volvió a hacer, luego de él, lo que siempre hizo, cual paradigma aferrado a supuzzle solving.

Por lo demás, ¿quién puede entender totalmente a Feyerabend en cuando a la extensión de los temas que trata? Creo que ninguno de nosotros. Cual genio total que era, en el sentido técnico-psicológico del término, sus escritos abarcan con el mismo nivel de profundidad a la ciencia, la mitología, la historia, las lenguas clásicas, etc. Leer a Feyerabend es leer en un solo renglón una comparación entre Parménides y Einstein con un nivel de comprensión de ambos autores que sólo él podía tener. Los que denigran el pensamiento de Feyerabend tendrían que hacer primero un acto de humildad para luego comenzar a leerlo de vuelta y dejarse ensañar.

El ensayo 9 fue también un paso importante en el encuentro de la filosofía de la ciencia con la filosofía continental. Para mí, fue esencial en su momento, tanto para entender a Kuhn como para dar una vuelta de 180 grados importante en la noción de racionalidad. Primero, como dije, la comprensión de Kuhn: sin el “segundo Kuhn”, el primer Kuhn, esto es, la sola lectura de su famoso libro del 62, es ininteligible. Son indispensables sus propias aclaraciones sobre la insuficiencia de la sola racionalidad algorítmica y sobre la comunicabilidad de los paradigmas. Y, segundo, al criticar a la sola racionalidad algorítmica, Kuhn da una lectura hermenéutica –como habíamos adelantado en el segundo ensayo- al contexto de justificación, pero, también, en una línea coherente con la conjeturalidad popperiana, donde la conjetura se queda siempre en conjetura y por lo tanto la sola racionalidad algorítmica no puede ser nunca criterio suficiente de elección de teoria. Pero la coincidencia de ambos autores –más negada por Popper que por Kuhn- se da también en que la crisis implica una nueva teoría versus una teoría anterior, lo cual implica –como dijimos- que no es cuestión simplemente de refutación empírica versus teoría, sino que la refutación implica teoría versus teoría, como reconoce el último Popper.

Esta crítica de Kuhn a la racionalidad solamente algorítmica es sencillamente esencial. Explica por qué la noción de racionalidad anterior a Popper es totalmente insuficiente para la ciencia y por qué el término “racional” sigue siendo utilizado de manera positivista, cosa que lamentablemente no cambió para nada en la filosofía de la ciencia post-Feyerabend. Kuhn también implicó –excepto para Carl Hempel[1]– un mensaje que la filosofía de la ciencia actual aún no pudo captar.

El décimo ensayo lo he incluído precisamente por el tema de la verdad, que sí separa a Kuhn y a Popper. Si bien este último sostuvo, en su famosa tesis de la “aproximación” a la verdad, una noción aristotélica de verdad, no podía con ello, sin embargo, refutar las implicaciones neokantianas sobre el tema de la verdad recibidas en Kuhn. Pero en eso Kuhn no fue sino un fiel representante de lo que ocurre en toda la filosofía contemporánea respecto a esa cuestión. La conclusión kantiana de que la cosa en sí es incognoscible era una lógica conclusión de su solución del debate entre Descartes y Hume. No había otra salida excepto que la misma noción de mundo fuera re-elaborada, como hizo Husserl con su noción de mundo de la vida. Con lo cual el status gnoseológico de las hipótesis se re-elabora también. Ya no es cosa en mí ni cosa en sí en el sentido kantiano, sino que el intento de verdad es un intento de saber cómo será tal o cual cosa del mundo físico “desde el punto de vista del ojo de Dios” (Putnam). Por ello mismo queda en hipótesis, aunque sea menos hipotético el significado que tal o cual cosa física tenga en el humano mundo de la vida, donde ya no es una arbitraria cosa en mí sino la misma cosa en sí pero humanamente conocida. O sea, en este ensayo trato de demostrar que la re-elaboración husserliana del “mundo” en “mundo de la vida” no sólo tiene importantísimas conclusiones filosóficas sino que también las tiene para la filosofía de la ciencia popperiana y post-popperiana. Pero, otra vez, esta incorporación de la noción de “lebenswelt” a la filosofía de la ciencia es tan indispensable como imposible mientras la “philosophy”y la “continental philosophy” sigan ignorándose mutuamente como dos paradigmas incomunicados al mejor estilo del primer Kuhn.En todo estos ensayos había, sin embargo, un tema que quedaba lantente: el realismo en filosofía de las ciencias. Habiendo asumido al principio el de Karl Popper, traté de darle otro giro tratanto de contestar las objeciones de Kuhn (ensayo 9), pero mi propia solución no me convencía. Hice entonces una reseña de la filosofía de la ciencia post-Feyerabend al respecto (si, había vida después de Feyerabend, aunque no mucha…). Y ese es el origen del ensayo Nro. 11. Analicé los argumentos anti-realistas de Laudan y Van Frassen, al mismo tiempo que pro-realistas: la inferencia a la mejor explicación de Harman y Lipton, y el argumento del “no milagro” de Psillos, Putnam y Harré, finalizando el paneo con la peculiar posición de N. Cartwright. Los primeros tratan de rechazar al realismo desde el método hipotético deductivo, y los demas (desde Harman a Harré), sobre la base del mismo método, lo afirman. Mi conclusión fue que ni unos ni otros tenían razón; que de la estructura lógica del método hipotético-deductivo no se puedededucir al realismo. El realismo (un realisno hermenéutico, fenomenológico, con bases en Gadamer, Husserl y Santo Tomás de Aquino) es una posición filosófica previa que debe pre-suponerse al método, no deducirse de él.

Pero entonces, ¿cómo fundamentarfilosóficamente el acercamiento de las conjeturas a lo real, dado que no podemos fundamentarmetodológicamente ese acercamiento? Trato de responder a ello en los ensayos 13 y 17, donde insinúo, por primera vez, mi filosofía de la física, tema en el cual espero continuar. En el ensayo 13 relaciono nuevamente a Popper con Santo Tomás de Aquino, pero no esta vez desde un punto de vista gnoseológico y epistemológico, sino desde la ontología. Trato de mostrar que el indeterminismo moderado de Karl Popper es totalmente compatible con la noción de orden del universo de Santo Tomás, limitada también, que incluía las nociones de falla y contingencia en la realidad física. A su vez, la presencia del azar dentro de la Providencia Divina, en Santo Tomás, sienta las bases para un evolucionismo creacionista, siguiendo en ello a Mariano Artigas, lo cual es compatible con el evolucionismo como programa metafísico de investigación que se encuentra en Popper.

En el ensayo 17, coherente con lo anterior, explico mi filosofía de la física más audaz y que sé que necesita revisiones. NO se puede fundamentar la noción de acercamiento a la verdad ni metodológicamente ni matemáticamente, pero sí “ontológicamente”. Para ello tomo tres de los famosos “valores epistémicos” de Kuhn y, basándome precisamnte en la filosofía de la física y de la naturaleza de Santo Tomás, los convierto en características ontológicas del universo: el universo es ordenado, aunque limitadamente (indeterminismo moderado, compatible con la evolución y la física cuántica); y por consiguiente tiene simplicidad y coherencia. Por ende se puede afirmar una correlación analógica entre lo epistemológico y lo ontológico: cuanto más simple es una conjetura en el intento de explicación del orden del universo, en relación a la anterior, más cerca está “ontológicamente” del universo en sí mismo y en ese sentido más cercana a la verdad. En un futuro espero profundizar esta cuestión que tiene mucho que ver con la interpretación realista de la física cuántica presente en Popper.

El ensayo nro. 12 se sale del ámbito propio de las ciencias naturales pero sirve como ejemplo de las enseñanzas de Popper y Lakatos para la solución de controversias que de otro modo serían insolubles. Como por ejemplo la cientificidad de las propuestas de Freud. Claro que según la versión inductivista de la filosofia de las ciencias, programas de investigación como los de Freud no tendrían “sustento empírico”. Pero desde el punto de vista de las implicaciones metafísicas de los núcleos centrales, admitidas perfectamente por Lakatos y Popper, la cosa cambia. Cambia tambien la noción de crítica, que deja de ser solamente empírica para ser dialógica, y cambia la noción de lo empírico, que deja de ser “los hechos” para pasar a ser una visión del mundo inteligible sólo desde el marco teórico. Sé que defender a Freud con el mismo Popper hubiera escanzalizado a este último pero eso muestra lasconsecuencias no intentadas de todos los grandes autores. Con lo cual también he comenzado a barruntar una epistemologia de la psicología que espero sea fructífera para mi futuro proyecto sobre la relación entre Santo Tomás y Freud.

El ensayo Nro. 14 no trata sólo de Santo Tomás de Aquino, sino de un enfoque más histórico a la filosofía de la ciencia. Trato de demostrar que las grandes discusiones actuales (realismo, escepticismo, instrumentalismo) ya estuvieron presentes en el momento fundacional de la revolución copernicana, con el instrumentalismo de Ossiander, el hiper-realismo de Galileo y la posición más moderada de Bellarmino, que podría interpretarse como otro instrumentalismo o tal vez como un primer conjeturalismo al estilo Popper. El artículo explica las razones epistemológicas del enfrentamiento de Galileo con Mafeo Barberini, el futuro Urbano VIII, y muestra la importancia del neoplatonismo y neopitagorismo cristianos en el desarrollo del mecanicismo creacionista que acompaña a Kepler y Newton, mostrando una vez más con ello, de la mano de Koyré, Kuhn y Koestler, la falsedad de la interpretación positivista de la historia de la ciencia. A su vez, mientras que en los artículos anteriores yo había demostrado la compatibilidad entre la gnoseología de Santo Tomás y las conjeturas popperianas, en este artículo explico el método de la física según Santo Tomás, en el cual no sólo se muestra abierto a diversas “posiciones” astronómicas, sino que les da un status de “salvar las apariencias” donde prácticamente el tema de la verdad –para sorpresa de muchos tomistas- no aparece. Saque cada uno sus propias conclusiones.

Finalmente, los ensayos 15 y 16 son coherentes conclusiones de llevar a sus últimas consecuencias el planteo de Feyerabend, que no hace sino estirar lo que Popper mismo había planteado. En el 15 muestro que la armonía entre la historia de la ciencia que presentan Koyré, Kuhn y Feyerabend, por un lado, y el método hipotético-deductivo de Popper, por el otro (conjeturas y refutaciones) no se da por intentar colocar forzadamente a la historia de la ciencia en la limitada maleta de un método abstracto y algorítmico, sino porque los grandes científicos, lo que han hecho siempre, es el desarrollo de grandes teorías interpretativas del mundo físico, que han sabido en su momento defender teóricamente, saliendo adelante no empíricamente, sino por sus virtudes en la discusión crítica. Por ende, sí hubo un “método” en la historia de la ciencia: planteo de teoría y debate crítico de la misma (NO porque a los grandes genios les haya gustado la crítica, sino porque se tuvieron que defender ante otras interpretaciones del mundo físico). El artículo termina diciendo “…Luego de nuestro recorrido argumental, podemos afirmar que el “método científico” es en realidad un casi-no-método. O, en otras palabras, que la creatividad intelectual es libre y que su límite se encuentra en la discusión crítica”. Con lo cual queda abierta a una pregunta: si la ciencia implica un casi-no-método en los términos habituales de un método hipotético-deductivo muy normado y empírico, ¿no ha llegado la filosofía de la ciencia a su propio límite?

Esta pregunta es la que se intenta responde en el ensayo 16. En este ensayo reseñamos el último intento que se ha hecho para “intentar escapar” de la inexorable carga de teoría de la base empírica, esto es, el “nuevo experimentalismo” (Hacking, Mayo, Ackermann). Señalo que el mismo Hacking reconoce que finalmente todo es una cuestión de términos, sobre a qué llamamos “teoría”. Pero hago un diagnóstico que ya he sugerido: estos intentos desesperados de salir de las premisas hermenéuticas planteadas ya por Popper implican que no se quiere terminar de aceptar el definitivo giro hermenéutico implicado en Kuhn y Feyerabend. Mientras ello siga así, mi conclusión es que “… si la filosofía de la ciencia quiere volver a ser el debate sobre un modo de evaluar las hipótesis más allá de nuestros horizontes de pre-comprensión, no se da cuenta de que ha llegado a su límite. Eso fue la filosofía de la ciencia. Es parte de su presente porque forma parte de su historicidad, sí, pero como programa de investigación, es ya insostenible. La ciencia es creación de teoría, la ciencia es el debate teórico de las teorías. Filosofar sobre ambas cosas, es seguir con la filosofía de la ciencia”.

  1. b) Pasemos ahora a la segunda sección, la dedicada a ciencias sociales.

El artículo 1 fue clave para, por un lado, criticar la concepción positivista de las ciencias sociales, y, por el otro, comenzar a sistematizar una fenomenología y una hermenéutica en armonía con Santo Tomás de Aquino como el núcleo central de una filosofía de las ciencias sociales.

Allí lo que rescato es la noción de mundo de la vida de Husserl, y trato de mostrar que la esencia de cada relación intersubjetiva, limitadamente conocida e históricamente situada, es clave para parte del objeto de las ciencias sociales. Cito por supuesto también a A. Schutz y coloco a Menger y Hayek (y por qué no a Mises) en la misma tradición aunque ellos no se hayan dado cuenta. Santo Tomás es importante no sólo para las bases antropológico-filosóficas de la intersubjetividad (la noción de persona y acción humana libre e intencional) sino también por la distinción tomista entre finis operis yfinis operantis tomando al primero como lo “objetivo” de la relación intersubjetiva.

Los artículos 2 y 4 tienen el mismo objetivo: rescatar a Hayek como un importante programa de investigación para la epistemología de las ciencias sociales. En el 2 explico de qué modo los órdenes espontáneos son el otro aspecto del objeto de toda ciencia social, que originan un tipo de predicción que nada tiene que ver con la predicción fáctica de tipo positivista. En el 4 muestro de qué modo Hayek implica una revolución copernicana en ciencias sociales, porque de igual modo que Copérnico coloca al sol en el centro, Hayek coloca al conocimiento disperso en el centro, y no como hipótesis ad hoc, de todas las ciencias sociales. Y su teoría del orden espontáneo explica de qué modo personas con conocimiento limitado pueden presentar una tendencia a la coordinación. Esto tiene dos resultados. Primero, mostrar que Hayek no es un mero ideólogo del libre mercado, sino un epistemólogo de las ciencias sociales, de igual nivel que la escuela de Frankfurt (igual que Feyerabend). Por supuesto, se ha dicho que la supuesta epistemología de las ciencias sociales de los austríacos no es ciencia sino una mera defensa ideológica del libre mercado. Ya se lo dijo Hutchison a Machlup en 1956 y lo siguen diciendo importantes epistemólogos actuales, de formación marxista, con un altísimo nivel académico. La respuesta es la misma: ver a las ciencias sociales como hipótesis de órdenes espontáneos es sacarlas del nivel de meras técnicas de control social de la razón instrumental. La crítica que la Escuela de Frankfurt hace al capitalismo coincide con la crítica que Hayek hace alconstructivismo, con la diferencia, claro está, que Hayek no tiene la lectura marxista del capitalismo (la cual es, sin embargo, otra forma de orden espontáneo en cierto sentido). Por lo tanto, que los marxistas actuales no pueden ver en Hayek un aliado epistemológico se debe asus prejuicios ideológicos y no precisamente a Hayek.

El ensayo nro. 3 fue importante para mí porque con él quedo fijada (hasta ahora) mi posición sobre la fenomenología y la hermenéutica en la Escuela Austríaca, tema en el cual los austríacos no terminan de ponerse de acuerdo. Creo que las críticas que recibió Lavoie en su momento (tanto por parte de Rothbard como por parte de Kirzner) fue porque confundieron su proyecto con una especie de abandono de la razón universal, y es por eso que insisto tanto, en mi artículo, con Husserl como el eje central de la interpretación de los horizontes de Gadamer. Este ensayo está muy relacionado con el nro. 1. En estos últimos años he consolidado mi visión de que lo que hace la Escuela Austriaca, al “definir”, y no al cuantificar, “esencias de relaciones intersubjetivas” llamadas precio, interés, capital, ahorro, etc., no es más que un excelente ejemplo de la potencialidad del método fenomenológico aplicado a ciencias sociales, con el agregado de que tanto Mises como Hayek están interpretando fenómenos complejos desde un criterio interpretativo a priori (la praxeología en Mises y el orden espontáneo en Hayek), sin los cuales esos fenómenos complejos quedarian in-inteligibles. Y eso es precisamente la hermenéutica.

Los artículos 5 y 8 intentan demostrar que la interpretación que Machlup tiene de Mises lo aleja de ese apriorista ridículo construido por Blaug y la mayor parte de la profesión, lo cual es esencial para volver a poner a Mises en el ámbito del debate con la dignidad que le corresponde. La interpretación que habitualmente se tiene de Mises, como un apriorista absoluto, fue la forma en la que Rothbard lo interpretó, y que se ha vueto casi canónica tanto para amigos como enemigos de Mises. La pura verdad es que es una interpretación muy discutible y que la interpretación de Machlup pone a Mises en diálogo con toda la epistemología popperiana y post-popperiana. Habría que ver cómo hubiera sido la historia de la Escuela Austríaca de Economía si los austríacos no hubieran confundido a Mises con Rothbard. Si bien ahora no se pueden borrar casi 60 años de confusiones, es válido al menos plantear el tema. Debo agradecer a Nicolás Cachanosky sus aportes y su entusiasmo para escribir el ensayo que enviamos alJournal of History of Economic Thought.

El ensayo nro. 6 va por el mismo lado que el 3. Creo que los economistas austríacos están agotados del debate epistemológico porque, por un lado, los aleja de “la profesión”, y, por el otro, los divide internamente entre los aprioristas absolutos y los moderados. Pero esos dos inconvenientes no deben impedirles ver que aún falta mucho para terminar de comprender a fondo las implicaciones del “subjetivismo” de Hayek, y falta mucho precisamente porque hay que sistematizar una hermenéutica que NO vaya en desmedro de una economía válida para todo lugar y tiempo. Entre aquello que falta, está el abandono definitivo de la noción engañosa de “información” y su reemplazo por “conocimiento”. Así que aún falta un buen trecho que recorrer.

El ensayo 7 no sólo es un homenaje a Joseph Keckeissen–religioso salesiano y uno de los últimos alumnos de Mises- sino que sirve para comprender el tema del “a priori” en los misianos como reacción al positivismo dominante.

Finalmente, el ensayo 9, junto con Agustina Borella, marca una posible evolución de la Escuela Austríaca hacia el tema de los “modelos” en economía, tema desatendido por los austríacos en general pero que estaba implícito en Hayek. En efecto, la tesis del orden espontáneo del mercado señala que “si” se dan ciertas condiciones (a + b + c), “entonces” el mercado tiende a coordinar. Con ello el tema de la existencia fáctica de esas condiciones  es irrelevante, al estilo Friedman, y el realismo del modelo queda re-intepretado como Uskali Maki lo hace. Esta síntesis entre Hayek, Friedman y Maki puede ayudar también a actualizar la epistemología austríaca y a ponerla a tono con los debates actuales.

  1. c) Finalmente, pasemos a la sección tres.

Los tres ensayos son un acercamiento a la libertad política desde las implicaciones de Mill, Popper y Feyerabend, sin incurrir, como aclarábamos en el ensayo 5 de la sección uno, en el pan-conjeturalismo. Los tres son un acercamiento progresivo hacia lo más claro que ha escrito Feyerabend sobre sí mismo: que lo suyo no es relativismo, sino sacar todas las conclusiones de que hay una realidad que implica enfoques diversos, entre ellos, el científico. Ello está totalmente de acuerdo con la analogía de lo real en Santo Tomás y los diversos niveles de la esencia en Husserl. Lo que ocurre es que Popper, en su famosa Sociedad abierta, no sacó “la” implicación que Feyerabend sí: la separación entre estado y ciencia.

El art. 3 plantea además una coincidencia esencial entre Popper, Hayek, Feyerabend y la Escuela de Frankfurt en cuanto a las denuncias del racionalismo de la Revolución Francesa “pero” mejoradas precisamente porque Hayek y Feyerabend NO lo hacen a partir de la dialéctica hegeliano-marxista. Pasa por la distinción popperiana entre racionalismo y racionalismo crítico, por la denuncia hayekiana al abuso de la razón del constructivismo, y por la necesidad de un nuevo Iluminismo en Feyerabend, que se concreta en la aludida separación entre ciencia y estado.

Los tres ensayos están escritos en un tono un tanto apocalíptico, que ahora he sustiuído por uno más integrado, pero que no quita la esencia de la cuestión: es necesario advertir ese diagnóstico de Feyerabend si queremos saber dónde estamos parados desde un punto de vista cultural: en el triunfo total del positivismo. La salida no va a ser rápida ni sencilla y hasta puede ser traumática, pero más lenta será cuanto menos advirtamos el asunto. Por lo demás, los tres ensayos advierten a los liberales clásicos que su defensa de la libertad política admite un ámbito más, relativamente inexplorado: el epistemológico, dado que el abordaje ha sido hasta ahora más bien económico y político.

Por último, el título. Estos ensayos no giran en torno a Popper, pero, sin embargo, ninguno de ellos hubiera sido posible sin la influencia del gran pensador vienés. Lo que actualmente se llama “el giro histórico de la filosofía de la ciencia” (Kuhn, Lakatos, Feyerabend) tuvo en Popper su punto de inflexión, a pesar de las diferencias entre ellos. Incluso, las críticas de Kuhn, Lakatos y Feyerabend a Popper no sólo son criticas a una versión muy injusta de Popper (el falsacionista ingenuo) sino que, además, muchos de los grandes aportes de esos tres autores ya fueron preparados de algún modo por Popper: la importancia de la teoría en Kuhn, la aceptación convencionalista de una base empírica, la carga de teoría de la base empírica, tan esencial en Lakatos y Feyerabend, los programas metafísicos de investigación de Popper, de donde Lakatos saca su propia terminología; la importancia de las hipótesis ad hoc, las críticas al inductivismo y al positivismo, y así podríamos seguir. Incluso, como vimos, la mayor parte de los autores posteriores a Feyerabend vuelven a temas y procedimientos pre-popperianos, lo cual es lo mismo que ser NO kantiano después de Kant: hay que explicar por qué, y no hacerlo es no haber advertido la importancia del planteo del autor.

Si a partir de aquí el lector quiere seguir leyendo, no any problem. Nosotros ya le hemos advertido de nuestras tonterías

 

[1] Hempel, C.: “On the Cognitive Status and the Rationale of Scientific Methodolohy” (1988) enSelected Philosophical Essays, Edited by Richard Jeffrey, Cambridge University Press, 2000.

 

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

TENSIÓN ENTRE LO QUE ES Y EL DEBER SER

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Cualquier situación que ocurra (cualquier es) inexorablemente tiene como meta el respeto recíproco como el debe ser, con exclusión de quienes se dirigen a la falta de respeto al prójimo en provecho propio, en otras palabras, los espíritus totalitarios. Pero en lo que podemos denominar una sociedad civilizada, es decir, en el único modo de contar con armonía de intereses, como queda expresado, el deber ser consiste en el respeto recíproco a los proyectos de vida de todos cualesquiera sean éstos.

 

Todos los seres humanos tienen como meta pasar de un situación menos favorable (es) a una que le proporcione mayor satisfacción (debe ser). En este contexto el es constituye el medio para el logro del objetivo cual es el deber ser, es por ello que la ética no constituye mera decoración sino algo eminentemente práctico y de gran utilidad para la realización de las potencialidades de cada cual en busca del bien. Todos cometemos faltas, nadie puede “tirar la primera piedra”, de lo que se trata es de distinguir entre el pantano y la huella para no idealizar el pantano y realizar esfuerzos al efecto de retomar la huella.

 

Viene ahora un interrogante de la mayor importancia: ¿cómo proceder en la vida diaria frente a las más variadas circunstancias? Muchas veces hemos escuchado que si bien se está de acuerdo en que las cosas deberían ser de tal o cual manera, dado que son de otra, para seguir viviendo no hay más remedio que actuar de forma distinta y amoldarse.

 

Por ejemplo, imaginemos a uno de los asesinos seriales de la SS en la Alemania hitleriana irrumpe en el domicilio de alguien en busca del hijo del dueño de casa  y para contrarrestar semejante barrabasada el padre soborna al oficial de marras para salvar a su hijo. El padre sabe que está enriqueciendo a un criminal,  sin embargo estima que se ve obligado a proceder de aquella manera. Este ejemplo extremo ocurre de modo muy atenuado de forma cotidiana con gobiernos autoritarios de muy diversas corrientes. Esto alegan empresarios que dicen estar embretados por el poder de turno a riesgo de perder sus empresas y muchas otras situaciones de quienes se ven envueltos en trámites burocráticos muy variados.

 

Sin duda que hay un límite al desvarío pero la encrucijada existe y sin duda que hay conductas ejemplares que no admiten ninguna acción contraria a valores esenciales y, por ende, renuncian a lo más preciado con tal de mantener principios, pero el común de los mortales se ve compelido a entrar por la variante para seguir viviendo. Empresarios que declaran que se ven compelidos a acceder a los caprichos del mandamás del momento, aunque vean claramente la distancia entre lo que aceptan ser y el deber ser y así con tantos casos equivalentes.

 

Si  los límites se sobrepasan, aceptando algo que es absolutamente incompatible con el deber ser “para seguir viviendo y estar en sintonía con la tendencia dominante de la actualidad” no es justo involucrar a otras personas, como cuando se acepta la incorporación a socios impresentables a un club que disgustan a otros miembros. Ilustra otras situaciones similares que comprometen a terceros el caso de quienes apoyan el razonamiento anacrónico de sindicalistas que pretenden bloquear la competencia al oponerse a Uber que, en diversas ciudades, presta servicios de transporte atractivos en calidad y precio, es como si hubiera que eliminar las refrigeradoras para volver al hombre de la barra de hielo.

 

No es del caso juzgar ahora las diversas conductas pero lo que si debe remarcarse es que todos los seres humanos deben contribuir de un modo u otro para que prevalezca el respeto recíproco, de lo contrario, cualquiera sea la actividad de cada cual, indefectiblemente todo perecerá. Los que proceden en base a la componenda por lo menos deben contribuir con un reaseguro destinando tiempo, dinero o las dos cosas al efecto de cubrir la retirada puesto que si solo se las pasan justificando la necesidad de ceder en principios deben saber que consolidan la barranca abajo y que si pretenden vivir a costa del esfuerzo de terceros para mantener vestigios de la sociedad abierta (freeriders) su final ni siquiera será mudarse de país sino el mar con los tiburones.

 

Por supuesto que en esta instancia del proceso de evolución cultural no nos estamos refiriendo a los políticos que, como tales, necesariamente abandonan lo que debe ser para amoldarse a lo que es, en otros términos, a lo que la opinión pública puede al momento digerir, si es que desean continuar en la tribuna política. Cuando despotrican en sus discursos ponen énfasis desmedido, generalmente en voz muy alta, de los supuestos principios que defenderán a capa y espada pero la verdad es que su profesión consiste en ceder, componer y conciliar. Y el que se cree el discurso, cuando reclama airadamente y con gran desilusión de su candidato, le replican con toda naturalidad “y que quiere, se trata de un político”.

 

En este contexto, siempre debe haber personas que actúen desde afuera para señalar con rigor el camino que conduce al irrestricto respeto recíproco sin componendas de ninguna naturaleza. Solo así -y no con los aplaudidores y serviles de siempre- es posible abrigar alguna esperanza de vivir en una sociedad civilizada.

 

Hay todavía otro canal que pretende debilitar las obligaciones morales, no para actuar en dirección a lo que otros demandan sino en puro beneficio propio ya que el bien hace bien. Ese canal es el que pretende confrontar las emociones con la razón por medio de lo cual se justifican acciones u omisiones que van a contracorriente de principios éticos.

 

En este sentido, Nathaniel Branden explica en The Psychology of Self-Esteem que las emociones provienen de evaluaciones conscientes y subconscientes sobre la conveniencia o inconveniencia de ciertos procederes. Más aun, sostiene que las subconscientes son producto de lo que alguna vez fue consciente respecto a los valores o desvalores de cada uno. En otros términos, no hay incompatibilidad entre emociones y razón, no se trata de conceptos mutuamente excluyentes sino de fenómenos complementarios: uno quiere o desea tal o cual cosa porque primero estimó más o menos detenidamente que el objeto deseado o querido le conviene, le agrada, lo satisface (de lo cual no se desprende que el sujeto actuante necesariamente acierte en sus conjeturas).

 

En esta línea argumental, tengo muy presente un pensamiento de Viktor E. Frankl enmarcado en mi biblioteca y bordado por mi hija Marieta: “Never let the is cach up with the oughts”, lo cual considero es el secreto de la vida puesto que empuja a tener siempre proyectos que una vez alcanzados deben inmediatamente renovarse y sustituirse por otros, ya que si uno queda satisfecho con el logro de un proyecto sin contar con otros nuevos se termina la vida propiamente dicha.

 

La moral alude a lo prescriptivo mientras otras ramas del conocimiento se refieren a lo descriptivo. El primer campo apunta a lo normativo mientras que los segundos centran su atención a lo positivo. Dicho sea al pasar, esto último para nada significa adherir al positivismo, la tradición de pensamiento que sostiene que solo lo verificable empíricamente puede considerarse verdadero o falso. Pero, por un lado, como ha señalado Morris Cohen en Introducción a la lógica, la antedicha proposición no es verificable y, por otro, como ha destacado Karl Popper en Conjeturas y refutaciones, nada en la ciencia es verificable solo es posible la corroboración provisoria sujeta a refutación.

 

Hay autores que mantienen que ninguna acumulación de experiencias (sumatoria de es) puede conducir lógicamente a lo que debe ser (el caso de David Hume que aunque atenuado su alcance por Alasdair McIntyre es bien refutado por John Searle), lo cual constituye un error de apreciación puesto que en todos los casos se infiere una cosa de la otra. Si deseo (lo que considero debiera ser) convertirme en un abogado tengo que estudiar derecho (es), lo primero es la meta lo segundo es el medio para el logro de aquél objetivo. Si prometí pagar cierta suma, de allí se desprende el deber ser (cumplir con la palabra empeñada). En definitiva todos nuestros actos presentes (los es) están dirigidos a lo que debe ser.

 

Este razonamiento desde luego incluye latus sensus acciones que lesionan derechos de terceros y/o hacen daño al mismo sujeto actuante, pero en un sentido ético más preciso y restringido, tal como apuntamos antes, el deber ser se refiere a conductas de respeto al prójimo.

 

Finalmente dos pensamientos de Ortega, uno referido a lo que decíamos sobre la pretensión de los free-riders (“garroneros” según un argentinismo) y el otro sobre la trascendencia de hacer valer el individualismo que es a lo que aspira la sociedad abierta. En el primer caso, escribe en El espectador que “Si usted quiere aprovecharse de las ventajas de la civilización, pero no se preocupa usted por sostener la civilización, se ha fastidado usted. En un dos por tres se queda usted sin civilización. Un descuido y cuando mira usted a su derredor todo se ha volatilizado”. Por ello es de tanta importancia preocuparse y ocuparse de trabajar por la libertad que es el oxígeno vital de la vida civilizada, pero apartarse de los timoratos y estrechar filas con los honestos intelectuales (es muy gráfica la condena de la Biblia a los tibios).

 

El segundo pensamiento pertenece a La rebelión de las masas: “Ahora, por lo visto, vuelven muchos hombres a sentir nostalgia del rebaño. Se entregan con pasión a lo que en ellos había aun de ovejas. Quieren marchar por la vida bien juntos, en ruta colectiva, lana contra lana y la cabeza caída. Por eso, en muchos pueblos […] andan buscando un pastor y un mastín. El odio al liberalismo no procede de otra fuente. Porque el liberalismo, antes que una cuestión de más o menos en política, es una idea radical sobre la vida: es creer que cada ser humano debe quedar franco para henchir su individual e intransferible destino”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

LA IMPORTANCIA DE LOS BUENOS MODALES

Por Alberto Benegas Lynch (h)

“El hábito no hace al monje” reza un conocido proverbio a lo que mi amigo Jacques Perriaux agregaba “pero lo ayuda mucho”. Las formas no necesariamente definen a la persona pero ayudan al buen comportamiento y hace la vida más agradable a los demás.

 

Hoy en día, en gran medida se ha perdido el sentido del buen hablar. En primer lugar, debido al uso reiterado de expresiones soeces. Las denominadas “malas palabras” remiten a lo grotesco, a lo íntimo, a lo repugnante y a lo escandaloso. Los que no recurren a esas expresiones no es porque carezcan de imaginación, es debido a la comprensión del hecho de que si se extiende esa terminología todo se convierte en un basural lo cual naturalmente se aleja de la excelencia y las conversaciones bajan al nivel del subsuelo. Por su parte, los términos obscenos empobrecen el lenguaje y como éste sirve para pensar y para la comunicación, ambos propósitos se ven encogidos y limitados a un radio estrecho.

 

Entonces, aquello de que “el hábito no hace al monje, pero lo ayuda mucho” pone en evidencia una gran verdad y es que las apariencias, los buenos modales y, en general, la estética, tienen una conexión subliminal con la ética. Cuanto más refinados y excelentes sean los comportamientos y más cuidados los ámbitos en los que la gente se desenvuelve, más proclive se estará a lograr buenos resultados en la cooperación social y el indispensable respeto recíproco como su condición central.

 

Esto  no significa que un asesino serial pueda estar encubierto y amurallado tras aparentes buenos modales, significa más bien que se tiende a reforzar y a abrir cauce al antes mencionado respeto recíproco. Se ha dicho en diversas oportunidades que en la era victoriana había mucho de hipocresía, lo cual es cierto de todas las épocas pero no cambia el hecho de que en esa etapa de la historia el ocultamiento de lo malo traducía un sentido de vergüenza que luego se perdió bajo el rótulo de la sinceridad que pusieron al descubierto las inmoralidades más superlativas con la pretensión de hacerlas pasar por acciones nobles.

 

Las normas morales aluden al autorrespeto y al respeto al prójimo en las respectivas preservaciones de las autonomías individuales basadas en la dignidad y autoestima. De más está decir que lo dicho nada tiene que ver con el dinero sino con la conducta, lo que ocurre es que en las sociedades abiertas los que mejor sirven los intereses de los demás son los que prosperan desde el punto de vista crematístico y, por ende, se espera de ellos el ejemplo, lo cual en los contextos contemporáneos ha mutado radicalmente puesto que en gran medida los patrimonios no son fruto del servicio al prójimo sino de la rapiña lograda con el concurso de gobernantes que se han extralimitado en sus funciones específicas de proteger derechos para, en su lugar, conculcarlos. Mal puede esperarse ejemplos de una banda de asaltantes.

 

La literatura, la escultura, la pintura y la música son evidentemente manifestaciones de cultura por antonomasia. Sin embargo, en la actualidad, tal como he consignado antes, por ejemplo, Carlos Grané apunta en El puño invisible: arte, revolución y un siglo de cambios culturales que el futurismo, el dadaísmo, el cubismo y similares son manifestaciones de banalidad, nihilismo, vulgaridad, escatología, violencia, ruido, insulto, pornografía y sadismo (en el epígrafe de su libro aparece una frase del fundador del futurismo Filippo Tomaso Marinetti que reza así: “El arte, efectivamente, no puede ser más que violencia, crueldad e injusticia”).

 

¿Qué ocurre en ámbitos cada vez más extendidos en aquello que se pasa de contrabando como arte? Es sencillamente otra manifestación adicional de la degradación de las estructuras axiológicas. Es una expresión más de la decadencia de valores. En este sentido se conecta la estética con la ética. No se necesitan descripciones acabadas de lo que se observa en muestras varias que a diario se exhiben sin pudor alguno: alarde de fealdad, personas desfiguradas, alteraciones procaces de la naturaleza, embustes de las formas, alaridos ensordecedores, luces que enceguecen, batifondos superlativos, incoherencias múltiples y mensajes disolventes. En el dictamen del jurado del libro mencionado de Grané -que obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Isabel Polanco (presidido por Fernando Savater), en Guadalajara- se deja constancia de “los verdaderos escándalos que ha vivido el arte moderno”.

 

¿Qué puede hacerse para revertir semejante espectáculo? Solo trabajar con paciencia y perseverancia en la educación, es decir, en la trasmisión de principios y valores que dan sustento a todo aquello que puede en rigor denominarse un producto de la humanidad, alejándose de lo subhumano y lo puramente animal, en un proceso competitivo de corroboraciones y refutaciones que apunten a la excelencia y no burlarse de la gente con apologías de la fealdad y explotar el zócalo del hombre con elogios a la indecencia, la ordinariez y a la tropelía.

 

Incluso la forma en que nos vestimos trasmite nuestra interioridad. La elegancia y la distinción se dan de bruces con los piercing, los tatuajes, los pelos teñidos de colores chillones, estrambóticas pintarrajeadas del rostro y las uñas, la ropa zaparrastrosa y estudiados andrajos en el contexto de modales nauseabundos, ruidos guturales patéticos que sustituyen la fonética elemental. La bondad, lo sublime, lo noble y reconfortante al espíritu naturalmente hacen bien y fortalecen las sanas inclinaciones. El morbo, el sadismo, lo horripilante y tenebroso dañan la sensibilidad y afectan lo mejor de las potencialidades del ser humano.

 

Hace años con mi mujer observamos en un subterráneo londinense un enorme cartel con la figura de Michel Jackson con los labios pintados, cambios en la pigmentación y operaciones y estiramientos varios en el que se leía “If this is the outside, what goes on in the inside?”. También ingleses que trasmitían radio en el medio de la nada en África durante la Segunda Guerra Mundial lo hacían vestidos de smoking “to keep standards up”.

 

El deterioro en los modales que subestima la calidad de vida al endiosar la grosería y lo chabacano, también tiende a anular el sentido de las expresiones ilustrativas que se consideran pasadas de moda tales como caballero y dama pero que se utilizaban para indicar conductas excelsas que presuponen buenas conductas. Ya Confucio, quinientos años antes de Cristo, escribió que “Son los buenos modales los que hacen a la excelencia de un buen vecindario. Ninguna persona prudente se instalará donde aquellos no existan” y, en 1797, Edmund Burke sostenía que para la supervivencia de la sociedad civilizada “los modales son más importantes que las leyes”.

 

Estimo que antes de las respectivas especializaciones profesionales, debiera explorarse el sentido y la dimensión de la vida para lo cual hay una terna de libros extraordinarios que merecen incorporarse a la biblioteca: The Philosophy of Civilization de Albert Schweitzer, Adventures of Ideas de Alfred N. Whitehead y Human Destiny de Lecomte du Noüy. Después de esa lectura tan robusta y de gran calado, entre otras muchas cosas, se comprenderá mejor el apoyo logístico que brinda la cobertura de los modales al efecto de preservar las autonomías individuales.

 

Termino esta nota periodística con una nota a pie de página sobre cambios de formas y modas que son en verdad neutras sobre las que nada hay que objetar. Tengo in mente lo que viene ocurriendo con las librerías a raíz de la irrupción de los ebooks. Al cierre de la célebre cadena Borders, ahora se agrega la clausura de la librería Universal de Miami que ha hospedado a tantos hispanoparlantes. Personalmente no concibo la posibilidad de reemplazar la mirada sobre los lomos en mi biblioteca, ni el olor a tinta, ni la satisfacción de acariciar el papel. Puede que sea un tanto anticuado, pero siento que en mi biblioteca están muchos de mis amigos a los que necesito recorrer con la vista diariamente como una especie de liturgia o gimnasia ritual que abre las puertas del alma y prepara y sirve de introito a las faenas de la jornada.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

 

El empresario como héroe

Por Carlos Newland.

Para Juan Bautista Alberdi el empresario puede ser un héroe. El buen empresario es siempre un héroe. Esta opinión mucho tuvo que ver con su visión general de la necesidad de desarrollar económicamente a las nuevas repúblicas sudamericanas.  El progreso de las naciones se lograría integrando las noveles economías al intercambio internacional, mediante la apertura comercial y la creación de infraestructura adecuada. Por otra parte, la llegada de capitales y especialmente de inmigrantes, complementaría y potenciaría los recursos naturales existentes.En todo el proceso el rol de los empresarios era vital al permitir y facilitar la movilización delos factores y capitales requeridos.

Alberdi trató especialmente este tema en la biografía que preparó como homenaje  al emprendedor estadounidense William Wheelwright, publicada en 1876. Alberdi  había  trabajado como abogado para el norteamericano a partir de 1845 en Valparaíso y allí iniciado una relación profesional y amistosa que continuó hasta la visita que le hizo días  antes de la muerte de Wheelwright en Londres en 1873. La biografía sirvió, no sólo para expresar su admiración al personaje, sino también para delinear su visión de lo que es un emprendedor, cuadro que estimamos sigue aún vigente en todos sus detalles.

La pregunta inicial que se hace Alberdi es sobre quiénes son los héroes propuestos para las nuevas sociedades, plasmados en monumentos en lugares públicos. Su respuesta es que usualmente eran militares o políticos. El problema es que estos, a los que denominó “héroes de la destrucción”, frecuentemente ocasionaban  empobrecimiento y retraso y no lo contrario. Además de ser responsables de corrupción y inestabilidad eran causantes de guerras y conflictos violentos que debían sufrir las poblaciones, tanto con sus vidas como por los recursos destinados para financiar estas actividades. Al mismo tiempo las nuevas naciones no rendían homenaje a los verdaderos motores del crecimiento que eran los hombres de empresa, los responsables de impulsar la producción y generar bienestar a los ciudadanos.

En su descripción de las características de los más grandes empresarios Alberdi destaca su visión estratégica y capacidad  para idear nuevos y grandes proyectos innovadores:“…toda empresa, que antes de ser un hecho, ha pasado por utopía. Los grandes hombres no son sino locos de la víspera. Todas las empresas de Wheelwright en Sud América se distinguen en una cosa: todas han sido tenidas como paradojas irrealizables antes de ser convertidas en hechos.”

Alberdi en su obra describe los proyectos del norteamericano que fueron diseños espectaculares de mejora  de transporte e infraestructura, desde una perspectiva continental y mundial. Pero no bastaban grandes ideas y visiones, era necesario concretarlas. El buen empresario, sustentado en su experiencia personal,  sabía que las iniciativas debían basarse en  cálculos cuidadosos y no eran fruto de especulaciones transitorias.  Parte de su trabajo era convencer  a los posibles inversores que los proyectos eran no sólo convenientes, sino también factibles. Asi  Wheelwright preparaba cuidadosas proyecciones de ingresos y egresos para demostrar la rentabilidad esperada de las empresas.Los cálculos incluían el costo financiero, de modo de poder evaluar el coste de oportunidad de las inversiones. A esto se agregaba la realización de múltiples acciones buscando publicitar y lograr apoyo para los emprendimientos. Pero tampoco era suficiente idear y proyectar nuevas empresas y obtener los fondos requeridos, sino que también era necesaria perseverancia para concretarlas.  El empresario debía soportar con paciencia las críticas a sus proyectos como irrealizables. Dado que muchos emprendimientos sólo podían tener éxito a largo plazo, debía estar preparado a soportar con templanza  años de pérdidas antes de recibir los beneficios esperados.  En el caso de la creación de “Pacific Steam Navigation Company”, Wheelwright tuvo que enfrentar en su realización la inestabilidad política de la región que dificultaba la obtención de interlocutores políticos que le garantizaran seguridad para operar en los diversos puertos. El establecer la línea le llevó desde 1833 a 1840 para el tramo de Valparaíso a Callao y otros cinco años para extenderla hasta Panamá. Durante los diez primeros años de vida la linea fue deficitaria, sólo aportando beneficios después de haber completado las rutas diseñadas originalmente. También la concreción del Ferrocarril Central Argentino estuvo para Wheelwright cargado de inconvenientes, no sólo por conclictos financieros de su socio inicial, sino por la guerra civil y luego la de la Triple Alianza. Ello implicó que la línea, iniciada en 1854, sólo pudiera comenzar entre Rosario- Córdoba en 1870.Asimismo tuvo que ser paciente en su último emprendimiento, el ferrocarril entre Buenos Aires y Ensenada, creado en 1863  pero sólo completado un año antes de su muerte, en 1872.

¿Cuáles era, para Alberdi, las características de un buen empresario desde el punto de vista social? En primer lugar destacaba que debían actuar con independencia de injerencias políticas y burocráticas, y por sobre todas las cosas no participar en entramados corruptos. En esta cuestión la impronta ética era fundamental ya que el solo motivo de ganancia podía llevar a los empresarios a comportamientos ilícitos con resultados negativos para la sociedad, al buscar del Estado prebendas y privilegios. El empresario debía desenvolverse en un marco competitivo, aun cuando esto pudiera ir en contra de su rentabilidad personal. Sólo cuando las ganancias individuales estuvieran alineadas con las ganancias sociales se daba el óptimo de bienestar. Al coincidir sus intereses con los sociales, el buen empresario lograba, además de beneficios,aumentar la producción, incrementar los salarios y abaratar el precio de los productos consumidos.

Carlos Newland es Dr. Litt. en Historia. Profesor y Ex Rector de ESEADE.

Opinión: Ética, moral y justicia

Por Armando Ribas. Publicado el 25/8/13 en: http://www.hacer.org/latam/?p=31012

“La justicia no es natural, es artificial, pero no arbitraria” David Hume

Mientras más analizo la situación de la filosofía política en la actualidad, más me convenzo de la evidente confusión reinante al respecto. Como ya lo he manifestado en otras ocasiones, creo que esa mayor confusión reside en el concepto de ética, y por supuesto su relación con la moral y la justicia. La consecuencia trasciende entonces al campo de la política. El primer problema obviamente es el concepto mismo de ética, y al respecto el Diccionario de la Academia Española la define: “Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre”. Hasta aquí siento que no hemos avanzado nada en nuestra disquisición.

Pasemos entonces al diccionario Webster. “Etica: Disciplina que trata con lo que está bien y está mal y con el deber moral y obligación; Teoría del sistema de valores morales”. En fin no creo que hayamos llegado a alguna conclusión válida al respecto del análisis que nos proponemos de la situación actual de la política en el mundo.

Evidentemente las anteriores definiciones respecto a la ética, entrañan de por sí una confusión entre ética y moral. Por supuesto a fin de poder analizar la situación política actual es imprescindible que distingamos los conceptos de ética y moral. Entonces  insistiendo en las confusiones, pasemos a la definición de moral del Webster: “relacionado con los principios de bien o mal en el comportamiento”. Me atrevería a decir que en esa definición nos encontramos con un sinónimo de ética.

Entonces ante la confusión precedente, pasemos a analizar los conceptos de David Hume al respecto, que considero fundamentales para comprender el concepto de ética en que se basó el sistema político que cambió la historia del mundo. Ese sistema  es el Rule of law, y no el capitalismo, pues la economía es la consecuencia del sistema ético, político y jurídico. La economía es el resultado de los comportamientos individuales que determina el sistema. Por ello donde no se respetan los derechos individuales, desaparece el mercado.

La ética entonces es un concepto pragmático de la naturaleza humana. Así Hume considera que toda ciencia comienza por la ciencia del hombre, y al respecto dice: “No existe una cuestión de importancia, cuya decisión no esté comprendida en la ciencia del hombre; y no hay ninguna que pueda ser decidida con alguna certeza, antes de  que estemos en contacto con esa ciencia”. Fue en función de esa realidad que por primera vez en la historia se creó el sistema político, basado en el hombre tal cual es y no en el supuesto de cómo debe de ser. Tal concepto ético respecto a la naturaleza humana, fue determinante de la necesidad de limitar el poder político.

Históricamente el poder político absoluto, se fundó primeramente en el supuesto de que representaba la voluntad de Dios. O sea el derecho divino de los reyes, hasta que Locke reconoció que los monarcas también eran hombres.Así se ignoró en Occidente que ya en el Evangelio se reconoció la separación del Estado de la Iglesia. “Dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”.Y asimismo la falibilidad del hombre: “El justo peca siete veces” y “el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”. En una segunda instancia histórica, a partir de la Revolución Francesa de 1789 se desconoció la naturaleza humana en función de la diosa razón. Fue Rousseau quien primeramente intentó tal proceso y así escribió: “Todo aquel que se atreva a encargarse de la tarea de instituir una nación, debe sentirse asimismo capaz de transformar la naturaleza humana”. En función de ese proyecto de crear un hombre nuevo, se han matado millones de seres humanos, primero por  los jacobinos y seguidamente por los bolcheviques, hasta nuestros días.

Esa moral racionalista fue desarrollada por Kant en sus imperativos categóricos. De conformidad a los mismos la búsqueda de la felicidad es deshonesta, pues no se hace por deber. Es decir que su conclusión es el opuesto del principio básico del Rule of Law, que de conformidad con el pensamiento de John Locke, el derecho a la búsqueda de la propia felicidad es el principio básico de la libertad. Y siguiendo con la postura kantiana, Hegel llega a la conclusión de que el individuo no tiene más razón de ser que su pertenencia al estado. Afortunadamente con la caída del Muro de Berlín esa tendencia autoritaria y fuente del totalitarismo, parecía haber desaparecido del panorama político. Lamentablemente, no obstante esa realidad, el socialismo impera como consecuencia del equívoco precedente sobre la naturaleza humana. La supuesta búsqueda de la igualdad se ha convertido en el camino al poder.

Volviendo a la ética, Hume desarrolló un principio fundamental al respecto, de conformidad con la ciencia del hombre y así dijo: “Si los hombres fueran generosos y la naturaleza pródiga, la justicia no tendría razón de ser”. En función de esta concepción pragmática de la naturaleza humana determinó que la justicia no es natural sino artificial. O sea por arte del hombre, pero no arbitraria, sino el resultado del aprendizaje de la historia, que nos permite conocer la ciencia del hombre. Por tanto llega a la conclusión fundamental de que la naturaleza humana es inmodificable, y si queremos cambiar los comportamientos se requiere cambiar las circunstancias.

El Rule of Law es precisamente ese cambio en las circunstancias que modificó el comportamiento, a partir del respeto por los derechos individuales y el límite al poder político. Siguiendo ese principio fundamental James Madison escribió: “Si los hombres fueran ángeles no sería necesario el gobierno, y si fueran a ser gobernados por ángeles no se requeriría ningún control al gobierno, que es una administración de hombres sobre hombres”. Como puede observarse la anterior conclusión es una paráfrasis del pensamiento de Hume. Y asimismo reconoció otro principio fundamental cual es que las mayorías no tienen derecho a violar los derechos de las minorías. Este último principio es el que hoy se viola como consecuencia de la confusión entre república y democracia. Las mayorías no solo determinan quien gobierna, sino que en nombre de las  mismas y la demagogia de la justicia social, se permite el poder de violar el derecho de propiedad. Igualmente se desconoce el derecho a la búsqueda de la felicidad,  pues es la expresión del egoísmo del interés privado frente al interés general, que representan los gobiernos de turno.

Armando P. Ribas, se graduó en Derecho en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. Obtuvo un master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Es abogado, profesor de Filosofía Política, periodista, escritor e investigador y fue profesor en ESEADE.

¿PUEDE SOBREVIVIR EL CAPITALISMO?

Por Alberto Benegas Lynch (h)

Joseph Schumpeter en su Capitalismo, socialismo y democracia contesta a la pregunta formulada en el título de esa nota con un rotundo “no, no creo que pueda”. Por su parte, Benjamin Rogge en Can Capitalism Survive? también es pesimista respecto al futuro de este sistema y Ludwig von Mises, en La mentalidad anticapitalista, detalla los motivos de los generalizados perjuicios contra ese orden social y, por último, para aludir a la bibliografía más relevante en la materia, dos ensayos largos, uno de Robert Nozick titulado “Why Do Intellectuals Oppose Capitalism?” y otro de Friedrich Hayek titulado “The Intellectuals and Socialism”, que desde ángulos distintos centran su atención en la aversión al capitalismo por parte de muchos de los intelectuales.

 

Es por cierto un tema complejo pero antes de encararlo telegráficamente, señalo que me parece más preciso y ajustado a lo que se intenta describir, destacar que le expresión “liberalismo” es más apropiada que la de “capitalismo”. Esto nos parece así porque el primer término abarca múltiples aspectos de la condición humana, mientras que el segundo aparece como circunscripto a lo crematístico (además de ser una palabra acuñada por Marx). Esta objeción es en cierto sentido refutada por Michael Novak quien deriva la expresión de caput, es decir, de mente, de creatividad.

 

De cualquier manera, el hilo argumental por el que surge el pesimismo no significa derrotismo puesto que como escribe Schumpeter en la obra citada, “la información de que un barco se está hundiendo no es derrotista. Tan solo puede ser derrotista el espíritu con que se reciba esta información: la tripulación puede cruzarse de brazos y dejarse ahogar […] Si los hombres se limitan a negar sin más la información, aunque esté escrupulosamente comprobada, entonces es que son evasionistas […] La prognosis no implica nada acerca de la deseabilidad del curso de los acontecimientos que se predicen. Si un médico predice que su paciente morirá en breve, ello no quiere decir que lo desee”.

 

Pero ¿en que se basa buena parte de los estudios más o menos pesimistas respecto al futuro de la sociedad abierta? En una combinación de factores que tomados en conjunto pueden resumirse con algunos retoques en los siguientes ocho puntos cruciales.

 

Primero, en las faenas de intelectuales que no conciben que la sociedad abierta descansa en ordenes espontáneos en los que el conocimiento disperso y fraccionado es coordinado y sustentado en procesos en los que los respectivos intereses particulares confluyen en sumas positivas, en un contexto donde son respetados marcos institucionales a su vez basados en el derecho de cada cual. Rechazan procedimientos en los que los planificadores no participen activamente en la manipulación de recursos de terceros.

 

Segundo, ese tipo de intelectuales muchas veces también sustentados en la pura envidia y el desprecio por la competencia en el mercado laboral,  no aceptan que empresarios que consideran incultos “solo capaces de producir hamburguesas y similares”, obtengan ingresos mayores que los que ellos perciben.

 

Tercero, estos intelectuales encuentran apoyo firme en los burócratas puesto que la aceptación de sus ideas les conferirá mayor poder y facultades para intervenir en vidas y haciendas ajenas, a contracorriente de la eficiente asignación de los siempre escasos factores productivos.

 

Cuarto, esos intelectuales proceden a incursionar en colegios y universidades privadas y estatales y en instituciones internacionales financiadas por gobiernos donde difunden sus ideas estatistas, lo cual expande la aversión contra el capitalismo que sostienen se basa en “la explotación”, en “prácticas monopólicas” o en la mera “suerte”.

 

Quinto, paradójicamente los barquinazos producidos por el estatismo son endosados por los referidos intelectuales al  capitalismo.

 

Sexto, los empresarios tienden a seguir el conocido dicho de “mind your own business” con lo que no se ocupan de defender sus empresas frente a los mencionados embates, a lo que se agrega que las más de las veces no sabrían como hacerlo puesto que sus talentos no abarcan esas actividades a pesar de que son el soporte de su misma existencia (no solo eso sino que muchas veces demuestran no tener la menor idea de cómo funciona el sistema en el que operan, para no decir nada de los prebendarios o antiempresarios que, aliados al poder, abiertamente rematan todo vestigio de competencia). Más aún, es frecuente que el común de los empresarios procedan con complejo de culpa por lo que inventan figuras como la llamada “responsabilidad social del empresario” (la mejor crítica que he leído sobre este invento es la de Milton Friedman) al efecto de “devolver a la comunidad” lo que el medio estima “les han quitado”. También sucede en ámbitos intervencionistas que a medida que las fauces estatales avanzan, las llamadas empresas privadas en la práctica dejan de serlo debido a las numerosas regulaciones, con lo que la gente termina por sostener que los servicios comerciales privados son tan deficientes como los gubernamentales, lo cual es cierto puesto que resulta que el personal se convierte de hecho en burócrata con los consecuentes cambios drásticos de incentivos, conclusiones aquellas sobre la mala atención que aceleran el desgraciado proceso que comentamos. Por ejemplo, banqueros que se convierten en dependientes de la banca central (y cuando se llega al extremo de la confiscación de depósitos no asumen su responsabilidad sino que se escudan tras el aparato estatal).

 

Como una nota al pie a este sexto punto, es pertinente recordar que Juan Bautista Alberdi dedica treinta y siete capítulos del octavo tomo de sus obras completas al formidable empresario William Wheelwright, donde consigna sus coincidencias con Herbert Spencer (de su obra Exceso de legislación) en la tarea bienhechora y grandiosa de los empresarios en un clima de libertad donde naturalmente queda excluido el fraude, la fuerza y la cópula hedionda con el poder. En este sentido,  destaca que en las calles y plazas públicas, en lugar de colocar nombres de reyes, gobernantes y guerreros que habitualmente ponen palos en la rueda, deberían instalarse los de empresarios ya que a ellos se debe la luz, la calefacción, la telefonía, las comunicaciones aéreas, terrestres y marítimas, la prensa, las maquinarias agrícolas, los fertilizantes, la medicina, la alimentación y, en una interminable lista, buena parte de lo que dispone la civilización.

 

Séptimo, la degradación de la democracia en una máquina infame convertida -a través de alianzas y coaliciones- en un apoyo logístico de proporciones mayúsculas para atropellar derechos individuales, en dirección radicalmente opuesta a la concepción de los Giovanni Sartori de nuestros tiempos.

 

Y octavo, dentro del grupo de intelectuales a los que aludimos no solo se destacan profesores universitarios, ensayistas y profesionales varios sino que sobresalen muchos pintores, sacerdotes, escultores, cineastas, poetas, escritores de ficción y equivalentes que como no han abordado el significado ético, económico y jurídico más elemental del liberalismo se pronuncian enfáticamente por principios socialistas que dañan severamente a los mismos que dicen proteger.

 

Sin embargo, el apuntado pesimismo puede contrarrestarse por la perspectiva de que los referidos intelectuales sean más que compensados por otros de fuste que -aun enfrentados a los gobiernos, a empresarios irresponsables y a gente indolente y anestesiada- sean capaces de explicar las ventajas de una sociedad abierta, especialmente para los que menos tienen. Incluso capaces de mostrar a empresarios la conveniencia de financiar tareas que no solo preservarán sus emprendimientos sino que resguardará la cooperación social sobre los pilares del respeto recíproco.

 

Si la antedicha tendencia no se corta se estará en medio de una tenebrosa operación pinza: por un lado, intelectuales resentidos que apuntan a la demolición del capitalismo y, por otro, frente a empresarios con una complacencia suicida en un contexto donde hay demasiadas personas distraídas que miran para otro lado como si fueran ajenas al problema. Por mi parte, como he dicho antes, en esta materia no soy ni pesimista ni optimista, soy escéptico porque tengo mis dudas de que en general se perciba el problema antes que sea tarde, en lugar de percatarse que todos los que queremos vivir en libertad debemos dedicar diariamente algún tiempo a estudiar y difundir sus fundamentos.  De todos modos, me infunden renovadas esperanzas cuando constato nuevos grupos -especialmente de jóvenes- que se instalan para trabajar en distintos campos en pos de la libertad.

 

Este es el llamado de muchos intelectuales de valía tales como Hayek en el ensayo antes citado, al escribir que “Necesitamos líderes intelectuales que están preparados para resistir los halagos del poder y su influencia, que estén dispuestos a trabajar por un ideal no importa lo alejado que puedan ser las perspectivas de su realización. Tiene que haber hombres que estén dispuestos a mantener principios y pelear por su completa ejecución aunque ésta sea remota”.

 

Este reclamo urgente de Hayek, desde luego incluye la necesidad de trabajar las neuronas para ponerle bridas al Leviatán e imaginar límites adicionales al poder y no esperar que pueda revertirse la situación con mecanismos institucionales que han demostrado su palmaria ineficiencia para garantizar los derechos de todos. Si el intelectual la juega de político en busca de componendas, nunca se logrará el objetivo puesto que él mismo habrá contribuido a bloquear el camino al ocultar las metas de la sociedad abierta. El político negocia según sea el espacio que generan los intelectuales en una u otra dirección. En otro orden de cosas, cualquiera sea la tradición de pensamiento a la que adhiera un intelectual, si no traiciona su rol y es una persona íntegra será motivo de respeto por su coherencia. En cambio, el oportunista es en última instancia repudiado desde todos los flancos.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

Desigualdad política y económica

Por Armando P. Ribas. Publicado el 16/4/13 en http://www.libertadyprogresonline.org/2013/04/16/desigualdad-politica-y-economica/

 Cada vez es más preocupante la mística ética de la desigualdad supuestamente causada por el capitalismo. Esa mística se constituye en el factor por antonomasia de la demagogia que lleva al poder al socialismo. Apartarse de ella aparece como el pecado capital del egoísmo frente a la virtud del altruismo. Esa parece la disyuntiva presente en el denominado mundo Occidental que virtualmente se considera como democracia capitalista. Tanto así que aun la crisis europea, indudablemente el resultado del estado de bienestar, basado en un gasto público insostenible, que diera lugar a una deuda impagable, se considera como la crisis del capitalismo.

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En un artículo reciente de Foreign  Affairs, “Desigualdad y Capitalismo”, Jerry Muller plantea que “el debate político en Estados Unidos y otras democracias capitalistas ha estado dominado por dos planteamientos: el crecimiento de la desigualdad y  la escalada de la intervención del gobierno para enfrentarla” Ya comenzamos mal, pues no se cuales son las democracias capitalistas a las que se refiere el autor. Pienso que ya cayó en el error de considerar a la Unión Europea capitalista, y me pregunto qué pensaría la Sra. Merkel de esta definición de su gobierno. Pero siguiendo con el planteo inicial, Mr. Muller comienza por reconocer que el capitalismo crea riqueza, pero que al mismo tiempo genera desigualdad.

Debo comenzar por decir que la desigualdad la creó la naturaleza, y solo fue a partir de lo que considero mal llamado capitalismo, que comenzó la creación de riqueza en el mundo. Como bien dijera Ayn Rand “el capitalismo no creó la pobreza sino que la heredó”. Muller señala, a mi juicio correctamente, que “la desigualdad que hoy existe no depende de la falta de oportunidades, sino de las distintas habilidades para explotar la oportunidad”.  No obstante que reconociera la verdadera causa de la desigualdad, insiste en la posibilidad de corregirla. Continúa el ataque al capitalismo y sostiene que la desigualdad y la inseguridad son el carácter perenne del capitalismo. Por tanto promueve la necesidad del reparto, que considera que ya se hace en Estados Unidos a través del Medicare y otros medios y en la Unión Europea vía el Estado de bienestar. En ese proyecto ignora la verdadera causa de la crisis económica actual. Crisis que en Estados Unidos ha sido causada por la violación de principios fundamentales del sistema, en tanto que en Europa es causada por el sistema.

Dado que Habemus Papa, creo procedente recordar las palabras de León XIII en su encíclica Rerum Novarum, publicada en 1891, y más tarde aparentemente olvidada o aun negada: “En la sociedad civil no pueden ser todos iguales, los altos y los bajos. Afánanse en verdad por ella los socialistas; pero vano es ese afán y contra la naturaleza misma de las cosas, porque ha puesto en los hombres la naturaleza misma grandísimas y muchísimas desigualdades. No son iguales los talentos de todos, ni igual el ingenio, ni la salud ni las fuerzas; y a la necesaria desigualdad de estas cosas sigue espontáneamente la desigualdad en la fortuna. La cual es por cierto conveniente a la utilidad de los particulares como de la comunidad”.

Perdón por la longitud de la cita pero la misma me parece trascendente al momento en que vivimos. León XIII no solo acepta el realismo del origen de la desigualdad, sino que al mismo tiempo ha aceptado el rol de la mano invisible tal como la describiera Adam Smith: “El individuo persiguiendo su propio interés frecuentemente promueve el de la sociedad más efectivamente que cuando el realmente intenta promoverlo”: Ya debiéramos haber aprendido que en la actualidad la desigualdad económica, se ha convertido en la mayor excusa moral para lograr la desigualdad política. Es decir el poder político absoluto para violar el derecho del hombre a la búsqueda de su propia felicidad. Ese principio fundamental de la libertad tal como lo expusiera John Locke. Consecuentemente viola el derecho de propiedad y crea la riqueza de la nueva clase-Chávez; Los Castro et al. y mayor pobreza en la sociedad.

Ya Alberdi se había percatado de esta realidad y al respecto escribió: “El egoísmo bien entendido de los ciudadanos, es solo un vicio para el egoísmo de los gobiernos que forman los estados”. Me atrevo a decir que fue en función de ese criterio que el principio del derecho del hombre a la búsqueda de su felicidad fuera reconocido subliminalmente el artículo 19 de la Constitución Nacional que dice:

Art 19. Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y la moral pública, ni perjudiquen a tercero, están solo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación está obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”. Así surge la importancia del poder judicial para determinar que es la ley, y no se violen los derechos que garantiza la Constitución. Al respecto igualmente Alberdi dice: “La constitución debe dar garantías de que sus leyes orgánicas no serán excepciones derogatorias de los grandes principios consagrados por ella”. En los tiempos en que no se violaba la Constitución, la Argentina competía por los primeros lugares del mundo. Me atrevería a considerar que si el referéndum de las Malvinas hubiese sido hecho durante la presidencia de Roca Pellegrini et al, los kelpers habrían preferido ser argentinos. Pero llegó Perón en la búsqueda de la igualdad, desconociendo el derecho a la búsqueda de la felicidad, y a los hechos me remito.

 Me pregunto entonces hasta cuándo vamos a seguir creyendo que el capitalismo es un sistema económico, producto del mercado, e ignorar que la economía es el resultado de un sistema político basado en una concepción antropológica y ética, e implementada vía un sistema jurídico basado en la Constitución. Es decir el Rule of Law. Los supuestos son la inmutabilidad de la naturaleza humana, el derecho a la búsqueda de la felicidad, la mano invisible y la necesidad de limitar el poder político a través de la separación de los poderes. Y en última instancia el rol fundamental del poder judicial para determinar qué es la ley y no se violen los derechos individuales que garantiza la Constitución.

Armando P. Ribas, se graduó en Derecho en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. Obtuvo un master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Es abogado, profesor de Filosofía Política, periodista, escritor e investigador y profesor en ESEADE.

 

COMERCIO Y SANTIDAD

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 17/10/10 en http://gzanotti.blogspot.com.es/2010/10/comercio-y-santidad.html

 “Insisto” (que es una forma ya demasiado ruidosa del re-sistir) con un tema al cual le estoy dedicando mucho últimamente. Este comentario fue publicado en el Instituto Acton en Noviembre de 2007.
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Hace más de 10 años, el 24 de Junio de 1997, Juan Pablo II recordaba, en un discurso (1), a San Homobono Tucenghi, comerciante de telas de Cremona, que en 1199 fuera canonizado por Inocencio III. No era usual, y no lo es tampoco ahora, que un laico y comerciante fuera declarado santo por la Iglesia Católica.

El discurso de Juan Pablo II no fue muy comentado en su momento, y no es de extrañar. Juan Pablo II lo colocaba como un ejemplo de promoción del laicado en el s. XII, llamando, con más razón entonces, a lo mismo en el s. XX. Pero no sólo el tema del laicado y la autonomía relativa de lo temporal son temas que tardan en cobrar vida dentro de la Iglesia (después de siglos y siglos de clericalismo “práctico”) sino que, menos aun, la relación de la fe con la vida comercial es algo que tarda, al parecer, mucho más en llegar, y que sin embargo se encuentra en los objetivos centrales del Instituto Acton.

La relación del comercio con la ética no un tema que cause perplejidad y resquemor sólo dentro de la Iglesia. Toda la cultura occidental arrastra una visión negativa de lo comercial, impulsada por ciertas concepciones griegas donde lo comercial estaba unido a “lo material” (malo por lo tanto) y reservado a las esferas más “bajas” de la vida social (por eso en Platón los filósofos no podían ser comerciantes, por ejemplo). Ello se ha convertido en un horizonte cultural que inunda la literatura, el arte, el cine y, también, nuestra vida religiosa “práctica”.
Con el Cristianismo, cobra vida especial que todo lo creado por Dios es bueno. Ello, según enseñan los medievalistas católicos, fue muy importante en el aristotelismo cristiano del s. XIII, donde San Alberto y Sto Tomás de Aquino se encargaron de “recordar” a sus “colegas teólogos” la bondad intrínseca de todo lo material, dado que todo lo creado por Dios es bueno. Ciertas aclaraciones de Sto Tomás en su famosa Suma Contra Gentiles (“que la providencia divina por lo singular es inmediata…”) muestran el clima intelectual de esa época y lo “avanzado” de su pensamiento en esas cuestiones. La concepción cristiana del mundo creado chocaba en ese punto con ciertas concepciones griegas que heredaban del orfismo un desprecio intrínseco por lo material. Nada que “sea” (ya espiritual o material) puede ser malo, pues todo lo que “es”, es creado por Dios; el “mal” es una privación de bien, y la privación del bien en el cristianismo pasa por el pecado original pero no por todo lo creado por Dios.

Y esto, en el caso del ser humano, es muy importante.
Porque no es cuestión de aceptar que una piedra, un árbol, un escarabajo, son buenos porque son creados por Dios pero, al mismo tiempo, reservar para ciertas cuestiones esencialmente humanas un desprecio inherente, que se manifiesta en un juego de lenguaje donde se dice “si, pero” y a continuación una serie de advertencias sobre su peligrosidad intrínseca.

¿Y qué actividades son esencialmente humanas? Pues la familia, la ciencia, la política, el comercio. La lista no es completa desde luego.
“Esencialmente” quiere decir que son actividades que los animales no tienen ni Dios tampoco. Los animales no usan el método científico, Dios tampoco. Igual con el comercio, igual con la política, igual con la familia.
Con la familia la cuestión está más aceptada. Ningún teólogo, hoy, ante la relación entre vida familiar y santidad, dice “si…. Pero….”. No. Se presupone que el matrimonio es algo santo (es más, es un sacramento) sin desconocer en modo alguno sus problemas.

Las otras actividades mencionadas no son sacramentos pero no por ello son intrínsecamente perversas. Pero a veces parece que sí.
Y el comercio, ¿no parece ser el caso típico?
La actividad comercial parece cargar sobre sí un sobrepeso de prejuicios en contra. “Puede” ser algo bueno, claro, “pero en general” parece ser una fuente intrínseca de corrupción. Y hasta no se entiende muy bien cómo alguien que se ocupa de comprar, vender, ganar dinero, reinvertir, puede ser no sólo bueno, sino santo.
¿Por qué no? No porque la santidad cure de raíz algo intrínsecamente malo: ello es imposible porque la Gracia supone la naturaleza. Sino porque el comercio es una de las actividades humanas más típicamente humanas y necesarias. Hay comercio porque hay escasez. La escasez no es fruto de la explotación capitalista, como creen algunos, sino una condición natural de la humanidad teniendo en cuenta la naturaleza humana en tanto humana. Para minimizar la escasez evoluciona la división del trabajo; de la división del trabajo evoluciona el intercambio de mercancías entre regiones y personas, y ello da lugar a los precios, los derechos de propiedad y las más evolucionadas formas institucionales de intercambio. Todo ello es intrínsecamente humano. Dios y los ángeles no necesitan comerciar en absoluto, y las especies animales luchan a muerte unas con las otras para poder sobrevivir. En el género humano, las guerras parecen indicar que es igual, pero no: las guerras sí son fruto del pecado original; el comercio, en cambio, es fruto de nuestra creatividad y capacidad para intercambiar en paz con el otro aquello que nos sobra por aquello que nos falta.

Que ello puede tener problemas, claro. Si los puede tener la vida matrimonial, igual los puede tener el comercio. Pero de igual modo que a nadie se le ocurre cubrir al matrimonio de una capa de pecaminosidad intrínseca (y de hecho ello fue parte de herejías cristianas) de igual modo el comercio también tendría que ser alentado y bendecido, no como sacramento, pero sí como algo bueno y lugar de santificación. Un supermercado es un milagro de comunicación de conocimiento disperso entre millones de personas que se desconocen y colaboran en paz para minimizar la escasez. No es simplemente el lugar de la racionalidad instrumental o el consumismo. ¿Llegará alguna vez el día que un obispo bendiga la apertura de un supermercado de igual modo que se bendice la apertura de un colegio?

Ese día está muy lejano, pero más lejano aún si no profundizamos esta línea de pensamiento. El pensamiento, devenido en discurso, no adelanta la realidad, sino que comienza a conformarla.

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.