¿Un portentoso milagro argentino?

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 13/3/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/03/13/un-portentoso-milagro-argentino/

El cumplimiento de la Carta Magna de 1853 hizo que nuestro país compitiera en el primer puesto del mundo libre con Estados Unidos

Justo José de Urquiza

Justo José de Urquiza

En la parla convencional se alude al “milagro alemán” que no fue ningún milagro sino la aplicación de políticas liberadoras que permitieron el resurgimiento de Alemania luego de la tragedia nazi. En el caso argentino es muy pertinente recurrir a esa alegoría o metáfora puesto que los sucesos irrumpieron con una firmeza notable los cuales generaron un progreso extraordinario en las condiciones de vida de la gente que fue la admiración del mundo.

Como ha escrito Juan Bautista Alberdi, a partir de 1810 “nos independizamos de España pero fuimos colonos de nuestros gobiernos” en un contexto de caudillajes y desórdenes mayúsculos solo interrumpidos muy de vez en cuando con intentos fallidos de establecer una sociedad civilizada.

En medio del batifondo y de la tiranía rosista comenzaron los esfuerzos por encaminarse, primero en reuniones para estudiar y debatir obras que apuntaban a los fundamentos de una sociedad libre en la denominada Jabonería de Vieytes, luego en la Librería de Marcos Sastre, finalmente en lo que se bautizó como Salón Literario (esto en 1837, de allí que a sus integrantes se los denominó como “la generación del 37”), más adelante todavía en la Asociación de Mayo.

Los personajes de marras eran en primer término Alberdi y también, entre otros, Esteban Echeverría, José María Gutiérrez, José Mármol, Gervasio Posadas, Jacinto Rodríguez Peña, José Antonio Wilde y Florencio Varela, muchos de los cuales habían sido introducidos a los principios liberales principalmente por el profesor Diego Alcorta en el Departamento de Jurisprudencia de la Universidad de Buenos Aires (que luego fue expulsado por Rosas) a través de autores como Benjamin Constant, John Locke, Adam Smith y Montaigne.

Como es sabido Alberdi no se recibió de abogado en nuestro país porque se negó a llevar a cabo el juramento impuesto por Rosas a favor de su gobierno y lo hizo en Uruguay para luego revalidar en Chile donde mantuvo un más largo autoexilio, nación en la que fundó el Club Constitucional para seguir con la difusión de ideas. También desde Valparaíso, en combinación con académicos locales lo convenció a su amigo Félix Frías -en ese momento corresponsal del El Mercurio en París- que lo contratara a Gustave Courcelle-Seneuil para la Universidad de Chile quien fue el primer profesor liberal en esas tierras trasandinas.

En todo caso, en esta nota periodística subrayó la extraordinaria sucesión de hechos -milagrosos dirían algunos- que arrancaron nuestro país del salvajismo y lo catapultaron a una de los más prósperos de orbe. El primero de mayo de 1851 se produce la proclama de Justo José de Urquiza con la idea de establecer un genuino federalismo en reemplazo del férreo unitarismo disfrazado de federal. El 3 de febrero de 1852 tiene lugar la batalla de Caseros donde se pone punto final a la tiranía, en mayo de 1852 Alberdi publica Bases y puntos de partida de la organización política de la República Argentina y el primero de mayo de 1853 se jura la flamante Constitución liberal.

El “milagro” no sólo tuvo lugar por la coincidencia del trabajo extraordinario de Alberdi y su estrecha relación epistolar con Urquiza en el contexto de los acuerdos de ambos (en este sentido véase especialmente Urquiza y Alberdi. Intimidades de una política donde Ramón J. Cárcano reproduce la correspondencia entre estas dos personalidades), sino también la decisión de los constituyentes de rechazar otras dos propuestas que se filtraron y pretendieron competir con el proyecto alberdiano en la Asamblea Constituyente: una de Pedro de Angelis (1784-1859) y otra de Mariano Fragueiro (1795-1872), ambas escritos de corte autoritario sin siquiera contemplar una sección de derechos y garantías. En lugar de eso predominó con mucho vigor la influencia de Alberdi que su vez se basó en los autores mencionados más arriba, en la Constitución estadounidense, en la de las Cortes de Cádiz de 1812 (dicho sea de paso en relación a este último documento se utilizó por vez primera la expresión “liberal” como sustantivo en oposición a los “serviles” que adherían a la tradición estatista de España) y a los trabajos del italiano Pellegrino Rossi que había sido profesor en la universidades de Bologna y París, un continuador de las exposiciones tan fértiles de Jean-Baptiste Say.

En la referida correspondencia que reproduce Cárcano, Alberdi le envía su libro a Urquiza con el siguiente mensaje: “Nuestra perpetua gratitud, por la heroicidad sin ejemplo con que ha sabido restablecer la libertad de la patria, anonadada por tantos años” y agrega que “he consagrado muchas noches a la redacción del libro, sobre las bases de la organización política para nuestro país, que tengo el honor de someter al excelente buen sentido de V.E.” (fechada en Valparaíso el 30 de mayo de 1852). A lo que Urquiza responde: “Su bien pensado libro es a mi juicio un medio de cooperación importantísimo. No ha podido ser escrito ni publicado en mejor oportunidad” (fechada en Palermo de San Benito, julio 22 de 1852).

Existe una muy nutrida bibliografía sobre Urquiza (especialmente por Juan González Calderón, Beatriz Bosch, Facundo Zuviría, Amancio Alcorta, José María Sarobe y el antes mencionado Cárcano) pero tal vez el mejor resumen de sus ideas, valores y principios se encuentra en la siguiente célebre declaración que recoge entre la mucha documentación exhibida por Isidoro J. Ruiz Moreno en Vida de Urquiza“Si alguna gloria he apetecido es la de ofrecer a mi patria un monumento sublime de instituciones liberales, levantado sobre los escombros de la tiranía”.

Como queda dicho, el cumplimiento de la Carta Magna de 1853 hizo que Argentina compitiera en el primer puesto del mundo libre con Estados Unidos. Los ingresos y salarios del peón rural y del obrero de la industria incipiente eran mayores que los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España por lo que las oleadas migratorias hicieron que la población se duplicara cada diez años, las exportaciones estaban a la par con las canadienses y las ofertas culturales, periodísticas, de seguridad y Justicia eran ponderadas en todas las latitudes. En el Centenario una comisión de la Academia Francesa comparó debates del Parlamento argentino con los que se llevaban a cabo en esa corporación académica debido a la versación y la independencia de criterio de los parlamentarios de nuestro país.

Luego vino el golpe fascista del 30 y peor aún el golpe militar del 43 cuyas consecuencias aún padecemos en grado sumo, lo cual ocurrió por lo que tan acertadamente vaticinó Alexis de Tocqueville: es frecuente que en las naciones que cuentan con gran progreso moral y material se de eso por sentado, lo cual constituye el momento fatal pues los espacios son ocupados por otras corrientes de pensamiento. Así fue en nuestro caso con el marxismo, el keynesianismo, distintas variantes de socialismo, los cepalinos y estatismos en general. De un tiempo a esta parte afortunadamente se nota un cambio lento pero muy vigoroso en la tendencia intelectual que es el primer anuncio de una posible mejora, a pesar del clima enrarecido que se vive: el poco respeto a instituciones fundamentales y una embestida feroz del chavismo local.

En aquella instancia había que primero terminar con al caudillaje representado en su máxima expresión por Juan Manuel de Rosas. Como hemos señalado antes, Bartolomé Mitre destaca que Rosas fundó “una de las más bárbaras y poderosas tiranías de todos los tiempos” (en Historia de Belgrano), Domingo Faustino Sarmiento: “Hoy todos esos caudillejos del interior, degradados, envilecidos, tiemblan de desagradarlo y no respiran sin su consentimiento” (en Facundo), Alberdi: “los decretos de Rosas contienen el catecismo del arte de someter despóticamente y enseñar a obedecer con sangre” (en La República Argentina 37 años después de su Revolución de Mayo). Y el propio José de San Martín lejos de su país al principio engañado por las promesas de Rosas de unificar y pacificar relata en una misiva que “Tú conoces mis sentimientos y por consiguiente yo no puedo aprobar la conducta del general Rosas cuando veo una persecución contra los hombres más honrados de nuestro país” (en Carta a Gregorio Gómez, septiembre 21 de 1839).

Tal como hemos apuntado al comienzo de esta nota, desde la irrupción del peronismo y sus imitadores con sus estragos estatistas nos obliga a navegar en la oscuridad en medio de una pobreza creciente y una exponencial degradación moral e institucional con lo que hemos caído de los primeros puestos en cuanto al progreso a ser uno de los últimos escalones en el concierto de las naciones. Jorge Luis Borges y Américo Ghioldi resumen el problema. El primero en 1986: “Pienso en Perón con horror, como pienso en Rosas con horror” y el segundo en 1952: “Como Encarnación Ezcurra de Rosas, Eva Duarte ocupará un lugar en la historia de la fuerza y la tiranía americana”. Abundantes son las referencias bibliográficas respecto a las tropelías del peronismo, por ejemplo, en las obras de Robert Potash, Félix Luna, Bernardo Gonzáles Arrili, Carlos García Martínez, Uki Goñi, Roberto Aizcorbe, Hugo Gambini, Ignacio Montes de Oca, Silvia Mercado, Rómulo Zemborain, Juan José Sebrelli, María Zaldívar, Nicolás Márquez y Silvano Santander.

Como también queda dicho, las fundaciones e instituciones liberales establecidas hoy en suelo argentino y los tantos referentes de esa tradición en distintos planos realizan una tarea educativa de gran calado que se traduce en una inmensa esperanza para revertir nuestros graves problemas y retomar la senda alberdiana que nunca debimos abandonar para de esta forma repetir “el milagro argentino”.

El caso de Urquiza fue un contragolpe en vista de los golpes sistemáticos propinados por Rosas como una ofensa a las elementales libertades ciudadanas, igual que el caso de Fidel Castro respecto a los latrocinios de Fulgencio Batista, solo que en el primer caso fue un éxito retundo en cuanto al establecimiento del respeto recíproco, mientras que en el segundo empeoraron astronómicamente los atropellos a la dignidad para convertir la isla en una cárcel infranqueable y pestilente.

Cierro este texto con cinco pensamientos clave de Juan Bautista Alberdi que resumen su posición respecto a la sociedad libre, tomados de Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853:

-”El ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad reconozca. Ella puede ser atacada por el Estado, en nombre de la utilidad pública.”

-”Después de ser máquinas del fisco español, hemos pasado a serlo del fisco nacional: he aquí todo la diferencia.”

-”¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra.”

-”Mientras el gobierno tenga el poder de fabricar moneda con simples tiras de papel que nada prometen, ni obligan a reembolso alguno, el ´poder omnímodo´ vivirá inalterable como un gusano roedor en el corazón de la Constitución.”

-”Si los derechos civiles del hombre pudiesen mantenerse por sí mismos al abrigo de todo ataque, es decir, si nadie atentara contra nuestra vida, persona, propiedad, libre acción, el gobierno del Estado sería inútil, su institución no tendría razón de existir”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Un balance resumido del Foro de San Pablo

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 21/11/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/11/21/un-balance-resumido-del-foro-de-san-pablo/

Las izquierdas han resuelto pasar de la defensiva a la ofensiva, agruparse y volver a la carga

Foro de San Pablo

Luego del derrumbe del Muro de la Vergüenza y el consiguiente fracaso estrepitoso del socialismo, los movimientos de izquierda quedaron muy descolocados pues no solo desde el punto de vista humanitario las muertes por masacres y hambrunas poblaron todos los países que ensayaron el totalitarismo sino que quedó patente la imposibilidad de operar cuando se elimina la propiedad y consecuentemente los precios pues no hay modo de saber cuándo se consume capital en la evaluación de proyectos. Esto también quedó probado allí donde los aparatos estatales se entrometen con la propiedad privada aun sin abolirla como es el caso sobresaliente del fascismo que a diferencia de sus parientes comunistas permiten que se inscriba la propiedad a nombre de particulares pero usa y dispone el gobierno.

Frente a este páramo intelectual las izquierdas han resuelto pasar de la defensiva a la ofensiva, agruparse y volver a la carga. Esta decisión parte de dos usinas: por un lado los capitostes con ansia ilimitada de poder y dinero apuntan a conquistar espacios y, por otro, los ingenuos que estiman que puede fabricarse el dislate del “hombre nuevo” con el uso de la fuerza al efecto de endiosar lo colectivo en contraposición a lo individual que deriva en lo que en ciencias políticas se denomina “la tragedia de los comunes” que hace estragos, especialmente en perjuicio de los más vulnerables que siempre son los que más sufren cuando hay derroche de capital ya que de ello dependen los salarios e ingresos en términos reales.

En todo caso, puntualizamos que el Foro de San Pablo se creó en 1990 para insistir y volver a plantear las ideas socialistas. El primer órgano ejecutivo estuvo a cargo del Partido Comunista Cubano y luego se incorporaron muy diversos dirigentes, especialmente de América latina y el Caribe aunque con el tiempo también se incorporaron activistas de esa misma tendencia de Europa y Asia. Entre los dirigentes más destacados figuraron Evo Morales (Movimiento al Socialismo de Bolivia), Rafael Correa (Alianza PAIS de Ecuador), Daniel Ortega (Frente Sandinista de Liberación de Nicaragua), Fernando Lugo (Alianza Patriótica de Paraguay), José Mujica (Frente Amplio de Uruguay), Mauricio Funes (Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional de El Salvador), Dilma Russeff (Partido Nacional de los Trabajadores de Brasil), Ollanta Humala (Partido Nacionalista Peruano), Nicolás Maduro (Partido Socialista Unido de Venezuela) y Andrés López Obrador (MORENA de México) a lo que se agrega una lista de simpatizantes encabezados por el Frente de Todos de Argentina y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Hasta el momento ha habido veintiséis reuniones y los temas son los mismos del socialismo tradicional con algún aditamento pero en lugar de analizar toda la agenda es más productivo estudiar un buen texto de economía y derecho para percatarse de los errores de aquellas presentaciones reiterativas. En estas líneas mencionamos solo algunos de los puntos más relevantes con un comentario telegráfico que sigue a cada uno en forma de decálogo dado el espacio disponible en una nota periodística.

Primero, los documentos se pronuncian contra el “neoliberalismo”. Conviene en este sentido precisar que no existe tal cosa, ningún intelectual serio se identifica con semejante etiqueta. No parece que hubiera el suficiente coraje como para enfrentar al liberalismo que significa el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros.

Segundo, resulta inaudito que recomienden unificar los tres poderes, el Ejecutivo, Legislativo y Judicial al efecto de concentrar capacidad de decisión al tiempo que se sugieren reformas constitucionales para administrar discrecionalmente las partidas presupuestarias y permitir reelecciones indefinidas de gobernantes, todo lo cual va a contramano de los principios republicanos más elementales para preservar las autonomías de las personas sujetos de derechos, anteriores y superiores a gobernantes circunstanciales.

Tercero, se pone en evidencia la incomprensión del significado del derecho puesto que, por una parte, se patrocina el avasallamiento del fruto del trabajo ajeno y, por otra, se abandonan los mojones y puntos de referencia extramuros de la norma positiva en base a la Justicia que según su acepción clásica significa “dar a cada uno lo suyo” y lo suyo remite al derecho de propiedad desconocido por esta agrupación.

Cuarto, en la misma línea argumental se patrocinan las expropiaciones sin percatarse de la necesidad de respetar arreglos pacíficos y voluntarios en el proceso de mercado donde la gente vota en el plebiscito diario al poner de manifiesto sus preferencias, y los comerciantes que aciertan en la satisfacción de las demandas obtienen ganancias y los que yerran incurren en quebrantos, a diferencias del estado-empresario que inexorablemente opera sin asumir riesgo con recursos propios sino apropiándose de lo ajeno en base al pretexto de empresas hegemónicas que en verdad se establecen como fachada para los negocios de los megalómanos del momento.

Quinto, proponen aumentar gravámenes especialmente los de carácter progresivo que en verdad son regresivos ya que al disminuir las inversiones los contribuyentes de jure hacen que los salarios e ingresos en términos reales de los marginales se contraigan. También la progresividad vulnera la necesaria movilidad social ya que el ascenso y descenso en la pirámide patrimonial se ve bloqueada por estas barreras fiscales y, asimismo, las posiciones patrimoniales relativas se modifican de cuajo respecto a las que marcó el consumidor con sus compras y abstenciones de comparar.

Sexto, se pronuncian por el control de la prensa precisamente uno de los derechos más relevantes y fundamentales de la sociedad libre sin el cual no hay posibilidad de contrastar conocimiento alguno ni ejercer el contralor del aparato estatal que debe estar al servicio de la gente y no tratarla como súbdito de un poder ilimitado en el contexto de la supresión de la irremplazable libertad de expresión a la que tanto le temen los espíritus autoritarios.

Séptimo, el establecimiento de controles de cambios y restricciones al comercio internacional en sintonía con el veneno nacionalista que establece culturas alambradas y cortapisas para las transacciones de lo que pertenece a cada uno y el movimiento de personas a través de fronteras cuyo único propósito en una sociedad libre es evitar el peligro de concentración de poder en un gobierno universal.

Octavo, la regimentación de las relaciones laborales al efecto de contar con sindicatos convertidos en ejércitos de ocupación que no permiten a los trabajadores elegir el destino de sus ingresos y a través de legislaciones totalitarias que provocan daños irreparables a los más necesitados instaurando un sistema de dádivas para contar con apoyos condicionados.

Noveno, la concentración de la facultad de prostituir la moneda al efecto de financiar las operaciones de los burócratas en el poder con el resultado de la estafa al poder adquisitivo de la unidad dineraria.

Y décimo, ahora con la novedad respecto al socialismo tradicional al que se le adiciona la “ideología de género” que significa la obligación de terceros a contradecir la biología y la genética financiando caprichos de quienes se perciben de un modo distinto a lo que la naturaleza establece con agregados también de propuestas socialistas y la introducción del homicidio en el seno materno mal llamado aborto. Todo bajo el paraguas de un supuesto rechazo a la discriminación sin comprender que lo que no es aceptable es el trato desigual ante la ley por parte del gobierno pero cada uno en su ámbito privado naturalmente discrimina en cuanto a sus amistades, a sus lecturas, pasatiempos, compras, alimentaciones, vestimentas, músicas y todo lo que hace a la vida cotidiana. De más está decir que lo consignado en esta apartado no significa la pretensión de modificar lo que cada uno percibe de sí mismo, lo que se objeta es la obligación de otros de seguir pautas y definiciones no compartidas y mucho menos la obligación de financiar las inclinaciones de otros.

Me extiendo un poco en este último punto pues estimo necesario precisar aún más lo que trasmito en esta materia. Por ejemplo, una cosa es que pretenda obligar a quien escribe un trabajo académico la sandez de sostener que el sexo depende de la percepción de cada cual y no de la estructura genética (independientemente que alguien se castre y se implante pechos) y otra bien distinta son los modales y el trato que requiere consideración sin necesidad de articular expresiones que no le resultan al receptor. Una vez en una presentación reciente me referí a una situación un tanto pedestre y grotesca para ilustrar el tema: si en un almuerzo se está con uno de los invitados que tiene mal aliento no es necesario declararlo a viva voz, es mejor respirar en otra dirección. Recordemos que, como queda dicho, el liberalismo demanda el respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros, lo cual para nada quiere decir compartir o adherir al proyecto del vecino, se trata de que cada uno pueda hacer lo que le plazca siempre y cuando no lesione derechos de terceros. En este contexto destaco uno de los casos más repugnantes en la historia del espanto de la intolerancia y el más brutal avasallamiento de espacios privados: Oscar Wilde fue encarcelado durante dos años por ser homosexual lo cual arruinó completamente su vida y en la práctica dejó de existir a partir de su liberación, una injusticia que no puede ser reparada a los ojos del más elemental sentido de la humanidad.

En otras palabras, en el Foro de San Pablo se reiteran lugares comunes fracasados y se improvisa malamente. Antes de pronunciarse es bueno consultar bibliotecas serias. Esteban Echeverría precisó la idea en su célebre primera lectura en el Salón Literario, en 1837, en pleno corazón del barrio de San Telmo, en Buenos Aires: “No nos basta el entusiasmo y la buena fe; necesitamos mucho estudio y reflexión, mucho trabajo y constancia”.

En resumen, las ideas patrocinadas por el Foro de San Pablo pretenden empujar a los seres humanos por los caminos de la esclavitud por lo cual vuelvo a citar una advertencia de Aldous Huxley en la esperanza de revertir su diagnóstico tremebundo: “En mayor o menor medida, entonces, todas las sociedades civilizadas del mundo moderno están constituidas por un número reducido de gobernantes corruptos por exceso de poder y por una extendida clase de personas corruptas por exceso de obediencia pasiva e irresponsable”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Justo José de Urquiza, un personaje singular

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 22/2/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/02/22/justo-jose-de-urquiza-un-personaje-singular/

 

Justo José de Urquiza 

Justo José de Urquiza

Estas líneas pretenden ilustrar al mundo lo que puede hacerse en cualquier nación donde se han estrangulado todas las libertades si hay las suficientes convicciones para derrotar al autoritarismo. De entrada, dado que Urquiza terminó con la tiranía rosista, es del caso reiterar que cuando un gobierno se arroga la suma del poder público da un golpe a las instituciones libres y por tanto es necesario un contragolpe a los efectos de ejercer el derecho inalienable a la resistencia inserto en todos los documentos republicanos desde John Locke en adelante y continuando por la clara definición en la Declaración de la Independencia estadounidense que reza así: “Cuando cualquier forma de gobierno es destructiva a esos fines [la preservación de las libertades] es el derecho de la gente el alterar o abolirlo y establecer un nuevo gobierno”. Y esto naturalmente va también para los casos en los que el nuevo gobierno ha resultado muchísimo peor que el anterior como sucedió, por ejemplo, con el castro-comunismo en su contragolpe a Batista.

En otras ocasiones he escrito en detalle sobre Rosas pero ahora me circunscribo a la declaración oficial del propio tirano que ilustra y resume el asunto a través de una ley sancionada por la Junta de Representantes el 26 de septiembre de 1851 luego del pronunciamiento de Urquiza, el primero de mayo del mismo año: “Todos los fondos de la Provincia, las fortunas, vidas, fama y porvenir de los Representantes de ella y de sus comitentes, quedan sin limitación ni reserva alguna a disposición de S.E., hasta dos años después de terminada gloriosamente la guerra contra el loco, traidor, salvaje unitario Urquiza”. (citado por Juan González Calderón en El general Urquiza y la organización nacional).

Tal como había escrito Juan Bautista Alberdi en cuanto a que la independencia de España mutó para ser colonos de los propios gobiernos denominados patrios, lo cual continuó en medio de reiterados fracasos de organización nacional a través de pactos incumplidos, constituciones fallidas y declaraciones inconducentes en el contexto de caudillos que una y otra vez obstaculizaban el establecimiento del estado de derecho. Todo esto sin solución de continuidad hasta la Constitución liberal de 1853-60 que permitió que los argentinos se ubicaran a la vanguardia de los países civilizados hasta el golpe fascista del 30 y con mucho mayor ímpetu a raíz del golpe del 43 que sumió al país en desventuras varias que perduran hasta el presente.

Hay mucha bibliografía vinculada al rol emancipador de Urquiza en la historia argentina pero cabe subrayar especialmente la de Isidoro Ruiz Moreno «Vida de Urquiza», Ramón Cárcano «Urquiza y Alberdi. Intimidades de una política», Beatriz Bosch «Urquiza y su tiempo», la antes mencionada obra de González Calderón, de José María Zuviría «Los constituyentes de 1853», de Amancio Alcorta «Las garantías constitucionales» y de José María Sarobe «El general Urquiza. La campaña de Caseros».

Como señalan los autores citados, la organización nacional fue posible merced a las ideas de Alberdi y a la ejecución de Urquiza. Ambos se profesaban gran admiración. En correspondencia del primero al segundo que se reproduce en la obra de Cárcano aquél le rinde homenaje al escribir sobre “nuestra perpetua gratitud, por la heroicidad sin ejemplo con que ha sabido restablecer la libertad de la patria, anonadada por tantos años”, oportunidad en la que le envía las Bases sobre lo cual comenta: “He consagrado muchas noches a la redacción del libro, sobre las bases de la organización política para nuestro país, que tengo el honor de someter al excelente buen sentido de V.E.” (correspondencia fechada en Valparaíso el 30 de mayo de 1852). A esta misiva Urquiza le responde a Alberdi en los siguientes términos: “Su bien pensado libro es a mi juicio un medio de cooperación importantísimo. No ha podido ser escrito ni publicado en mejor oportunidad”. Y más adelante concluye: “A su ilustrado criterio no se lo ocultará que en esta empresa deben encontrarse grandes obstáculos […] Después de haber vencido una tiranía poderosa, todos los demás me parecen menores.” (Palermo de San Benito, julio 22 de 1852).

Después de Caseros, se le encomendó a Bernardo de Irigoyen el contacto con gobernadores vía el Protocolo de Palermo que convocó a la reunión en San Nicolás donde se estableció el célebre acuerdo para sancionar una carta constitucional en Santa Fe (artículo 11 del Acuerdo de San Nicolás).

Uno de los obstáculos que se presentaron fue la reiterada tensión entre Buenos Aires y las provincias del interior principal aunque no exclusivamente por el pretendido monopolio comercial de los porteños que se manifestaron a través de las dos batallas de Cepeda, la segunda de las cuales, en 1859, se tradujo en el Pacto de San José de Flores y la consiguiente reforma constitucional de 1860 y la primera de 1820 resultó contundente a pesar de su corta duración (se conoció como la “batalla de los diez minutos” por la brevedad del combate), tuvo lugar también por el desconocimiento de Buenos Aires respecto al interior la cual se tradujo en la disolución del Directorio y el Congreso Nacional. Luego de Pavón finalmente privó la paz y se dio cumplimiento a los pactos preexistentes que menciona la Constitución de 1853 (Pacto Federal, Pacto de Pilar, Pacto Benegas y Tratado del Cuadrilátero, tal como apunta Francisco Arriola en Historia de las instituciones políticas y sociales argentinas y americanas).

El eje central del gobierno libre es la protección de los derechos individuales, es decir la libertad civil. Como escribe Amancio Alcorta en la obra citada: “La confusión de la libertad política y de la libertad civil y la preponderancia de la primera han producido graves perturbaciones en el orden social, porque ello ha importado la confusión del fin con el medio”. Beatriz Bosch -también en el libro de esta autora- cita un pensamiento clave de Urquiza: “El respeto a la persona y a la propiedad, base fundamental para la felicidad de la patria”.

Antes de proseguir con Urquiza, resumo lo que he consignado en otra oportunidad al efecto de ilustrar la catadura moral de Rosas en opinión de distinguidas personalidades. Estimo necesaria esta reiteración como consecuencia de las repetidas falsedades y muy recientes apologías inauditas de la tiranía. Bartolomé Mitre destaca que fundó “una de las más bárbaras y poderosas tiranías de todos los tiempos” (en Historia de Belgrano). Esteban Echeverría: “Su voz es de espanto, venganza y exterminio (en Poderes extraordinarios acordados a Rosas). Domingo Faustino Sarmiento: “Hoy todos esos caudillejos del interior, degradados, envilecidos, tiemblan de desagradarlo y no respiran sin su consentimiento [el de Rosas]” (en Facundo). Félix Frías escribió: “Rosas se proponía por medio de espectáculos sangrientos enseñar la obediencia al pueblo de Buenos Aires (en La gloria del tirano Rosas). Juan Bautista Alberdi: “Los decretos de Rosas contienen el catecismo del arte de someter despóticamente y enseñar a obedecer con sangre” (en La República Argentina 37 años después de su Revolución de Mayo). Por su parte, José Manuel Estrada afirmó: “Ahogó la revolución liberal con la escoria colonial” (en La política liberal bajo la tiranía de Rosas). José Hernández: “Veinte años dominó Rosas esta tierra […] veinte años tiranizó, despotizó y ensangrentó al país” (en Discurso en la Legislatura de Buenos Aires). José de San Martín relata en una misiva: “Tú conoces mis sentimientos y por consiguiente yo no puedo aprobar la conducta del general Rosas cuando veo una persecución contra los hombres más honrados de nuestro país” (en Carta a Gregorio Gómez, septiembre 21 de 1839) y Paul Groussac concluye: “Lo que distinguía a Rosas de sus congéneres, era la cobardía, y también la crueldad gratuita” (en La divisa punzó).

Volvamos entonces a Urquiza ya habiendo calibrado telegráficamente el significado y la trascendencia de haber derrotado a la tiranía. En este sentido Ruiz Moreno pronunció las siguientes palabras con motivo de la presentación de su mencionado libro que caracterizan muy bien el espíritu de Urquiza: “Encontrándose con todo el poder a la mano, decide hacer lo contrario a lo que estaban acostumbrados a hacer sus poderosos aliados y rivales. Urquiza, dueño de la situación luego de derrotar a Rosas en Caseros, decide autolimitarse y organizar constitucionalmente el país, en beneficio de la incipiente nación que se hallaba fatigada luego de largos y cruentos años de guerra civil”.

También Isidoro Ruiz Moreno cita en esa obra palabras de Urquiza que resultan sumamente ilustrativas. “Si alguna gloria he apetecido es la de ofrecer a mi patria un monumento sublime de instituciones liberales, levantado sobre los escombros de la tiranía […] Mi programa es la Constitución, mi programa es la fraternidad, es la paz, es la religiosidad en el cumplimiento de los compromisos nacionales, es el respeto a los derechos de los ciudadanos, a los derechos de los pueblos, es la protección al extranjero. Que no haya proscriptos, que el extranjero halle la seguridad y protección de nuestras leyes, un asilo tan querido como su patrio hogar […] Yo reuní los miembros dispersos de la gran familia argentina, acometiendo con resolución y fe la difícil empresa de ensayar el ejercicio de la libertad y de las instituciones más adelantadas del mundo, allí donde sólo había imperado la dictadura y el absolutismo”.

Juan González Calderón en el libro mencionado concluye: “Urquiza tiene en su haber el pronunciamiento de 1851 contra la dictadura, la batalla redentora de Monte Caseros, el Acuerdo de San Nicolás, la promulgación de nuestra Constitución federal, la primera presidencia constitucional con el histórico gobierno de la Confederación, la reincorporación de Buenos Aires en virtud de la batalla decisiva de Cepeda y, por fin, el sacrificio de su vida en aras de la unidad nacional y la paz interna”.

Estos hechos ilustrados por Urquiza con la célebre colocación de su sable bajo el texto constitucional como señal de subordinación de la fuerza al derecho parió una prosperidad y bienestar notables desde la promulgación de esa Constitución liberal hasta que irrumpieron los antes mencionados acontecimientos que inauguraron el populismo argentino del que aun no hemos podido zafar. En aquel período de esplendor los salarios e ingresos en términos reales del peón rural y del obrero de la incipiente industria eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España. Competíamos abiertamente con Estados Unidos en la atracción de los inmigrantes a nuestras playas y se duplicaban cada diez años. Es de esperar que la batalla cultural en marcha en pos de las ideas liberales logre cuanto antes sus frutos no solo para hacer honor a los Alberdi y Urquiza sino sobre todo para bien de todos quienes moran en la nación argentina.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

 

Resurgimiento liberal

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 8/12/19 en:  https://www.elpais.com.uy/opinion/columnistas/alberto-benegas-lynch/resurgimiento-liberal.html

 

¿Cómo puede afirmarse lo que se consigna en el título de esta nota periodística cuando se observa en el mundo de hoy la xenofobia, el nacionalismo y el mal llamado “proteccionismo” en el contexto de un estatismo galopante? Es que como han señalado Milton y Rose Friedman en un célebre ensayo titulado “La corriente en los asuntos de los hombres” (traducido y publicado con permiso de los autores en la revista académica Libertas, Buenos Aires, No. 11, Año VI, octubre de 1989), lo que vemos al momento es lo que surge en la superficie pero debe bucearse y detectar las corrientes y contracorrientes que vienen gestándose bajo la superficie al efecto de poder espiar el futuro.

 

Escrutando así lo que viene en la próxima oleada, pongo por ejemplo la situación argentina. Puede conjeturarse con sobrados elementos de juicio que en el corto plazo la noche será oscura, pero si se mira bajo la superficie el cuadro de situación se presenta alentador. Las ideas liberales de Juan Bautista Alberdi permitieron un país floreciente luego de la tiranía rosista, desde la Constitución de 1853 hasta desbarranque colosal del golpe fascista del 30 y con mucha mayor velocidad en el declive a partir del golpe del 43 que nos encuentra a los argentinos desde entonces en un descalabro sistemático.

 

Decimos que bajo la superficie las perspectivas se manifiestan alentadoras debido a lo que principalmente ocurre con una proporción llamativamente grande de gente joven que estudian y difunden los valores y principios de una sociedad abierta (para recurrir a terminología popperiana). Por ejemplo, lo que viene sucediendo en instituciones notables como la Fundación Naumann, Federalismo y Libertad en Tucumán, las fundaciones Libertad y Bases en Rosario, la Fundación Libre en Córdoba, el Club de la Libertad en Corrientes, lo que ha realizado la Fundación Alberdi en Mendoza, en Buenos Aires Libertad y Progreso y el Instituto Amagi. Todas entidades que reúnen numerosos profesionales que publican artículos y ensayos, dictan clases y exhiben tesis doctorales con alto grado de excelencia.

 

Estos jóvenes reunidos en esas y otras instituciones y cátedras universitarias son estudiosos de historia para evitar que se repita aquello que señaló Aldous Huxley: “La lección más importante de la historia es que no se ha comprendido la lección de la historia”. En el denominado Salón Literario inaugurado en Buenos Aires, en 1837, el antes mencionado Alberdi expresó en una de sus ponencias que “mal nos será dado caminar si no sabemos de dónde venimos ni dónde vamos” y su colega Esteban Echeverría, en la misma asociación, aseveró que “no nos basta el entusiasmo y la buena fe, necesitamos mucho estudio y reflexión, mucho trabajo y constancia”.

 

Es de interés recordar que los argentinos estábamos a la vanguardia del mundo civilizado antes de la avalancha populista que aun nos persigue con una perseverancia digna de mejor causa. Reitero que antes de este aluvión,  los salarios de los peones rurales y los obreros de la incipiente industria eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España. Las oleadas inmigratorias a nuestro país competían con las costas de Estados Unidos.

 

Luego ocurrió lo que podríamos bautizar como “el síndrome Tocqueville”, autor que sostuvo que es común que en países de gran progreso moral y material los habitantes dieran eso por sentado. Y ese es el momento fatal, puesto que se dejan espacios a otras tradiciones de pensamiento, en nuestro caso el keynesianismo, el cepalismo y los socialismos que fueron lo que el matrimonio Friedman denomina la contracorriente bajo la superficie que anticipó lo que luego desafortunadamente sucedió.

 

En un plano más amplio, hay otros síntomas que aparecen como halagüeños en el mundo hispanoparlante, por ejemplo que una editorial comercial estime que será negocio la traducción y publicación de un libro como El problema de la autoridad política de Michael Huemer (Deusto Editores, 2019), obra que adelanta debates muy suculentos que ameritan tener muy en cuenta pues nuevamente calan bajo la superficie.

 

También y fuera del caso argentino es muy interesante el de nuestros hermanos uruguayos -antes “la Suiza de América latina”- que presentan rasgos de reacción frente al populismo que, entre otros recientes, puede ilustrarse con la faena tan encomiable y productiva por parte del Centro de Estudios para el Desarrollo.

 

Sin duda que las acciones que contrarrestan lo señalado son muchas y vienen de largo puesto que no es un invento liberal el otorgar relevancia trascendental a la educación, pero lo atractivo de esta aventura del pensamiento es que cuando las audiencias son expuestos a razonamientos y argumentos de peso se vuelcan al liberalismo que no es más ni menos que el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros.

 

Es de esperar que las personas honestas intelectuales hoy en otra posición se percaten que cuando se dice que los aparatos estatales deben hacer una cosa o la otra, son los vecinos los que se hacen cargo al ser esquilmados en el fruto de sus trabajos y esto indefectiblemente perjudica a todos, muy especialmente a los más necesitados.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Sarmiento: mucho más que el padre del aula.

Por Alejandro O. Gomez. Publicado el 15/2/2014 en: 

Hoy sábado 15 de febrero se cumplen 203 años del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento. Es una pena que semejante personalidad sólo sea recordada tibiamente cuando cada 11 de septiembre se celebra el día del maestro. Sarmiento fue mucho más que un entusiasta impulsor de la educación en nuestro país. Su figura trasciende casi todos los ámbitos de la vida pública argentina entre 1830 y 1888, año de su fallecimiento. Entre otras cosas fue escritor, militar, viajero, diplomático, educador, periodista y político (ocupando cargos ejecutivos y legislativos a nivel nacional y provincial); pero, por sobre todas las cosas, fue un apasionado en cada una de las actividades que emprendió.

Cuando en la década de 1830, junto a sus compañeros de la llamada “generación del 37” (Juan Bautista Alberdi, José María Gutiérrez, Esteban Echeverría, Bartolomé Mitre, entre otros), comenzó a participar en los debates políticos, Sarmiento se propuso analizar qué sucedió en Argentina después de la revolución de mayo de 1810, cuáles fueron las dificultades que impidieron el surgimiento de una república bien organizada y, sobre todo, cómo sería la organización nacional después de la caída de Juan Manuel de Rosas.

Desde su exilio chileno, Sarmiento desarrolló una intensa actividad como escritor, la cual tenía por destinatarios a aquellos políticos e intelectuales que deberían dirigir el país luego de la batalla de Caseros de 1852. Precisamente, estos hombres eran herederos de las facciones que habían estado en pugna desde 1820 en adelante, representados en las corrientes unitaria y federal. El desafío que se presentaba era superar esta dicotomía y encausar al país hacia un futuro de progreso y civilización, algo que Sarmiento esbozó en los escritos que fue elaborando desde mediados de la década 1840.

Sus trabajos más destacados de ese período son “Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga” (1845), “Viajes por Europa, África y América, 1845-1847” (1849-51), “Recuerdos de Provincia” (1850) y “Argirópolis o la Capital de los Estados Confederados del Río de la Plata” (1850). En Facundo, Sarmiento busca develar el “enigma argentino”, explorando las raíces de la dualidad que dio en llamar “civilización y barbarie”. En su análisis la civilización representa el Valor al que había que apuntar, el objetivo que habría que alcanzar con el transcurrir de los años. En contraposición estaba la región pampeana que representaba el pasado colonial asociado a una sociedad feudal atrasada liderada por el caudillismo. Así las cosas, la civilización sarmientina se traduce en el establecimiento de un orden republicano reflejado en ideas liberales, espíritu europeo, imperio de la ley y movilidad social en sentido ascendente. Su propuesta se vio reflejada en el programa de gobierno que Sarmiento sugiere a lo largo del Facundo, el cual se basó en el fomento de la inmigración, la libre navegación de los ríos, la nacionalización de las rentas de aduana, la libertad de prensa, la educación pública, el gobierno representativo, la religión como agente moralizador, la protección a la seguridad individual y la institucionalización de la propiedad privada.

En los “Viajes por Europa, África y América, 1845-1847”, los cuales fueron financiados por el gobierno chileno, Sarmiento dejaría de mirar hacia Europa como había hecho en el Facundo para centrar su mirada en Estados Unidos. Le llamó poderosamente la atención el espectacular crecimiento que se estaba produciendo en aquella nación. Inclusive llegaría a lamentar no haberle dedicado más tiempo de aquel viaje a recorrer y analizar con más detenimiento el desarrollo de la gran nación del norte del continente americano. En su primera visita a aquel país, tomó nota del progreso y el potencial de crecimiento que tenía Estados Unidos gracias al impulso del ferrocarril, la educación y el orden institucional. Las semejanzas geográficas que observó con respecto a Argentina, le hicieron pensar que nos podríamos convertir en una nación de granjeros propietarios como lo era la sociedad norteamericana de aquel tiempo.

Sarmiento enfatizaba especialmente el valor del trabajo en la agricultura como agente civilizador, en contraposición a la ganadería extensiva que se venía practicando en Argentina desde la época colonial. En este sentido, el desarrollo de la agricultura quedaba asociado directamente con el sistema republicano ya que, de acuerdo a su visión, la agricultura promueve la cultura del trabajo a diferencia de la ganadería tradicional que hacía del gaucho un ser indolente. Así las cosas, la idea de una “civilización agrícola”, se basaba en la promoción del acceso masivo a la propiedad de la tierra por medio de la creación colonias agrícolas como la de Chivilcoy.

Sarmiento era consciente de que esto solo no bastaba, ya que también había que promover el desarrollo del ferrocarril, los barcos a vapor, el telégrafo y el correo. Además, todos estos avances deberían ser apuntalados con la aplicación de un sistema educativo que permitiera fomentar el progreso a largo plazo. De acuerdo a su visión, el desarrollo económico no bastaba para que el país se convirtiera en una república de ciudadanos civilizados. En su proyecto de nación, la educación era un pilar fundamental. Esto también lo había visto de primera mano en Estados Unidos, sobre todo en su etapa como embajador argentino en aquel país durante la presidencia de Bartolomé Mitre (1862-1868). En su proyecto educativo la instrucción no sólo debería ser cívica sino también práctica, ya que su idea era promover el surgimiento de ciudadanos y trabajadores. Sarmiento consideraba que la educación serviría para desarrollar en los jóvenes hábitos de orden y disciplina. A su vez, consideraba que la educación cumpliría un rol armonizador en las diferentes regiones de un país que había estado fragmentado desde la época de la independencia.

Para finalizar estas líneas, es importante destacar que Sarmiento era un hombre de acción que trató de poner en práctica muchas de sus propuestas durante su presidencia entre 1868 y 1874. Aún cuando la misma se vio afectada por serios inconvenientes como ser la última etapa de la Guerra del Paraguay y la crisis económica internacional de 1873 y el levantamiento de los caudillos provinciales, ello no fue obstáculo para que durante su mandato se crearan 800 escuelas, ni para que la cantidad de alumnos pasara de 30.000 a 100.000, junto con la fundación de Escuelas Normales formadoras de maestros, complementado con la creación de observatorios, bibliotecas e institutos. También durante su mandato se realizó el primer censo nacional en 1869 y se impulsó la llagada de 280.000 inmigrantes, en un país que apenas superaba el millón y medio de habitantes. Por su parte, las piezas postales pasaron de 4 a casi 8 millones, el ferrocarril extendió su red de 573 a 1.333 kilómetros, mientras que el telégrafo llegó a los 5.000 km de extensión con conexión a toda América y Europa. Como vemos, Sarmiento fue mucho más que el padre del aula del que habla el himno escrito en su honor.

Alejandro O. Gomez se graduó de Profesor de Historia en la Universidad de Belgrano, en el Programa de Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Es Master of Arts in Latin American Studies por la University of Chicago y Doctor en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella. Es profesor de Historia Económica en la Universidad del CEMA

SOBRE LA PATRIA

Por Alberto Benegas Lynch (h)

En esta instancia del proceso de evolución cultural, la idea de nación es solo para evitar los inmensos riesgos de la concentración de poder que significaría un gobierno universal. En sociedades abiertas, el fraccionamiento ayuda a preservar los derechos individuales con cierta competencia entre países y, a su vez, cada uno subdivide internamente las jurisdicciones en provincias y éstas, a su turno, en municipios. Un gobierno universal no cuenta con la dispersión del poder y, por tanto, no permite fraccionarlo y no hay escapatoria posible frente a un aparato estatal único que abarque el planeta.

Entonces, ese es el único sentido de las fronteras que son consecuencia de accidentes geológicos y, sobre todo, de acciones bélicas. No hay en ello nada natural. Los idiomas no separan a los países puesto que hay muchos que contienen diversas lenguas y dialectos, como Canadá, Suiza y España. No son fruto de las llamadas “razas” puesto que tal cosa no existe como, entre muchos otros, explica Spencer Wells (recordemos la noción idiota que desconoce que el judaísmo es una religión, por ello es que en los campos de concentración de los criminales nazis había que rapar y tatuar a los prisioneros para distinguirlos de sus captores) y que los rasgos físicos son circunstanciales y se modifican con la ubicación geográfica y que los grupos sanguíneos son cuatro para toda la humanidad.

Innumerables son los mestizajes entre las personas y los movimientos migratorios son permanentes lo cual, como especialmente apuntan Mario Vargas Llosa, Thomas Sowell y Juan José Sebreli, convierte a la cultura en algo cambiante y evolutivo en cuyo contexto hay un constante intercambio de hábitos, costumbres, vestimentas, comidas, arquitecturas, músicas que a veces se toman como propias sin percibir que son el resultado de largos procesos de entregas y recibimientos que, a su vez, generan nuevos resultados.

Es por ello que las pretensiones de establecer culturas alambradas constituyen una de las manifestaciones más claras y rotundas del espíritu cavernario. De todos modos, conciente o inconcientemente, persiste en ciertos círculos manifestaciones de nacionalismo a través de la expresión “patria” que tomada literalmente significa “tierra de los padres”, lo cual revela un afecto natural por el terruño, por los lugares donde vivieron nuestros mayores, incluso por los tiernos recuerdos que suscitan los olores, los ruidos e infinitas imágenes de nuestros barrios (lo cual para nada autoriza a descalificar a quienes abandonan sus lugares de nacimiento en busca de otros horizontes tal como lo han hecho la mayor parte de nuestros antepasados).

Pero el uso habitual y más generalizado de patria se extiende a conceptos distintos que abarcan territorios vastos y extendidos que hacen que se hable del amor global a tal o cual país  que es similar a sostener que se ama a tal o cual latitud geográfica o isobara o tal o cual hemisferio o que se ama a tal o cual estrella en el firmamento. Este concepto extendido lamentablemente no se refiere al respeto a los derechos individuales sino que se circunscribe a un instinto territorial y a una equivocada acepción de la soberanía que, como nos dice Bertand de Jouvenel, en lugar de aplicarla a cada individuo se la vincula a manifestaciones diversas de los aparatos estatales.

Más aun, como escribe Juan Bautista Alberdi “El entusiasmo patrio es un sentimiento peculiar de guerra, no de la libertad” o como concluye Esteban Echeverría “la patria no es la tierra sino la libertad, el que se queda sin libertad se queda sin patria”. Desafortunadamente, las ideas contrarias son frecuentemente inculcadas a los niños, puesto que desde la más tierna infancia se los obliga a cantar himnos guerreros, a marchar, a uniformarse, a no discutir con ninguna autoridad y a estudiar historia en términos de municiones y pertrechos de guerra. Por ese lavado de cerebro que forma autómatas es que hoy cuesta tanto a muchos adultos sacarse de la cabeza la idea de patria en el sentido de limitarse a la reverencia a pedazos de tierra, lo cual se estima debe “protegerse” del extranjero y del intercambio libre de bienes y servicios que “invaden” cual tropas de ocupación (me referí detenidamente a esto en mi largo ensayo publicado hace un tiempo en una revista académica chilena, titulado “Nacionalismo: cultura de la incultura”).

Se quiera o no, estos dislates nacionalistas, tarde o temprano conducen a la demanda por líderes mesiánicos. Tomemos el caso de Franco a título de ejemplo. Luego del final desafortunado de Manuel Azaña y las muy sospechosas muertes de los generales conservadores Sanjurjo y del Llano, comenzó lo que Segundo V. Linares Quintana denomina “el Estado paternalista español” que “se inspira visiblemente en la línea ideológica del fascismo italiano y del nacionalsocialismo alemán”. En este sentido, es de interés prestar atención a lo escrito por Luis del Valle Pascual, profesor de derecho constitucional que adhería al régimen, quien referido al franquismo consignaba que: “en el Estado nuevo, el pueblo político deposita, como hemos dicho, su confianza plena en un jefe y éste es el que desarrollará con actos decisionales y normas coactivas las exigencia más profundas de la comunidad nacional […] su voluntad será la voluntad de la comunidad misma. El jefe es así, no solo el supremo conductor, sino el intérprete y definidor de la voluntad nacional. Y mientras cuente con la voluntad plebiscitaria, como se afirma del führer en Alemania, podrá decirse que tiene siempre razón. El simboliza la realidad más profunda de la dirección nacional. Indiscutiblemente aparece como el órgano supremo del destino de la comunidad”.

Todos los personeros del régimen y “el generalísmo” usaban y abusaban de la idea de patria en el contexto de un poder sustentado en la tenebrosa combinación entre la religión y la espada, basado en el autoritarismo y en la judeofobia tal como lo prueban los textos escolares obligatorios de la época. Por ejemplo, en Historia del imperio español y de la hispanidad de Feliciano Cereda se lee sobre “el carácter judío, su actuación hipócrita y sus tendencias sociales que tantas veces han llevado a España a la ruina” y en Así quiero ser, el niño del nuevo Estado presentado por Hijos de Santiago Rodríguez se dice que “Nosotros, los subordinados, no tenemos más misión que obedecer. Debemos obedecer sin discutir […] Los españoles tenemos la obligación de acostumbrarnos a la santa obediencia”. Paul Preston en su célebre obra Franco, caudillo de España concluye que “Fue un dictador brutal y eficaz que resistió treinta y seis años en el poder y que le indujo a creer en las idas más banales” del mismo modo escribe  Salvador de Madariaga en España. Ensayo sobre historia contemporánea que “en lo único que piensa Franco es en Franco […] a fin de que el navío de su dictadura se mantenga a flote”.

Por todo esto es que podemos suscribir con gran beneplácito lo dicho por Demócrito en cuanto a que “la patria del sabio es el mundo entero” o lo escrito por Borges en el sentido de que “vendrán otros tiempos en los que seremos cosmopolitas como querían los estoicos” o lo dicho por Fernando Savater que “cuanto más insignificante se es en lo personal, más razones se buscan de exaltación en lo patriótico” o finalmente (para no cargar de citas) lo asentado por Lord Acton: “la teoría de la nacionalidad es más absurda y más criminal que la teoría del socialismo”.

En otros términos, los cánticos patrióticos -patrioteros en nuestra línea argumental- no ayudan a fortalecer la noción vital de las autonomías individuales y son hipócritas en cuanto a que declaman eso de “toma mi mano hermano” a menos que se trate de extranjeros los cuales, como queda dicho, son sospechosos de “invadir” territorios con sus personas y con sus bienes y servicios contra los cuales hay que “defenderse”. El espíritu cosmopolita y el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros (de todos) resulta el aspecto medular de la buena educación, lo cual constituye la columna vertebral de la convivencia pacífica y comprender que todos somos distintos con lo que las generalizaciones son del todo inconducentes. En este último sentido, tengamos presente la respuesta de Chesterton cuando le preguntaron que opinaba de los franceses: “no se porque no los conozco a todos”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.